diumenge, 11 de març del 2012

Hoy, manifestación; el 29, huelga general.

Las manifestaciones convocadas por los sindicatos para hoy en contra de los recortes sirven en sí mismas como reacción de protesta contra las decisiones de un gobierno que, sobre incumplir todas sus promesas electorales, descarga la totalidad de los sacrificios sobre los sectores más desfavorecidos de la sociedad que ya llevan mucho sufrido desde el comienzo de la crisis. Pero también servirán para calibrar las posibilidades de éxito de la ya convocada huelga general del próximo 29 de marzo.

La manifa y la huelga son dos formas de oposición a una política del gobierno que puede calificarse de ataque en toda línea a los restos de lo que durante años ha venido constituyéndose como un bloque de garantías jurídicas de los trabajadores. De un plumazo, mediante un decreto-ley que en realidad es un trágala, se pretenden aniquilar todas las conquistas laborales y sociales de los últimos cien años. Es un intento de depojar de sus derechos a los trabajadores, dejándolos a merced de los empresarios. Un intento también de anular los sindicatos que, con sus insuficiencias y errores, son la última linea de defensa de los asalariados. Cosa importante porque estos, los asalariados, estarán o no sindicados, pero siguen siendo la inmensa mayoría de la población activa y únicamente cuentan con los sindicatos para su defensa.

El gobierno finge una displicencia que está muy lejos de sentir (pues, si la sintiera, no se afanaría en deslegitimar la movilización), como se demuestra por lo reiterado de la declaración oficial de que "una huelga no arregla nada", que no servirá para nada porque no hay posibilidad de negociar nada de importancia sino, si acaso, lo accesorio. Pero eso es algo que no se puede decir de antemano. Habrá que estar a los hechos.

Hay nervios, y muchos. Los empresarios quienes, desde que gobiernan los suyos, casi hablan tanto como los obispos, insisten en que la huelga no hará bien alguno a España, o sea, a la Patria, que es como la madre de todos. Una expresión de cómo las declaraciones de los patronos son siempre, en el fondo, políticas.

Y más nervios muestran los medios de comunicación de la derecha, en realidad casi todos, al arremeter mancomunadamente contra la convocatoria de huelga con una virulencia y una beligerancia fuera de toda proporción. Es exagerado, por no decir ridículamente histérico, afirmar que se trata de una huelga contra España. Solo la derecha puede confundir una protesta contra un gobierno de partido con otra hipotética contra España... convocada y seguida por españoles. Eso no es crítica ni oposición; eso es dividir y enfrentar a unos españoles con otros, valiéndose de un uso partidista de España.

Los españoles tienen reconocido el derecho de huelga y es perfectamente legítimo que lo ejerciten cuando piensen llegada la situación. Se les puede acusar de imprudentes, de temerarios, de insolidarios, de lo que se quiera, pero no de delincuentes ni de ir contra España, de ser la anti-España. Ese es el lenguaje del fascismo español.

(La imagen es una foto de Liftarm en el dominio público).

El Consejo Editorial de Público vive.

Y no solo vive sino que tiene un apetito excelente. Ayer nos reunimos por primera vez después del cierre de la edición de papel del diario para lo que podríamos llamar una "merienda de trabajo". Hubo algunas ausencias pero estaba justificadas, así que se trató del equivalente de un pleno del Consejo.

En los próximos días el Consejo dará a conocer su opinión sobre la circunstancia actual y lo que quepa hacer en ella. Cosas que Palinuro no adelantará para no reventar el final de la peli. Pero quede claro que todos los presentes coincidimos en nuestro propósito de no resignarnos a que no haya ni un medio de comunicación comercial de izquierda es España. No resignarnos a dejar el campo libre a una extrema derecha mediática que, en conjunción con la derecha extrema de la política pretende imponer un modelo autoritario de gobierno, destruir de un plumazo el régimen jurídico del trabajo, desmantelar el Estado de bienestar y vaciar de contenido las comunidades autónomas. La batalla política es la batalla de la comunicación y tiene que haber, al menos, un medio de comunicación de izquierda porque es imprescindible para el funcionamiento de la democracia y responde a una clara demanda social.

dissabte, 10 de març del 2012

La huelga es un derecho.

Ahorro al lector las habituales jeremiadas sobre el militantismo de la prensa de la derecha, su falta completa de objetividad y no digamos imparcialidad, su carácter amarillo. Los periódicos son empresas que, dentro del respeto a la ley, fabrican el producto que quieren sin estar obligadas a norma ética o deontológica alguna más que por la propia voluntad que suele ser flaca. La derecha es así. Sabe perfectamente que la agresividad periodística tiene una rentabilidad y es lo que practica. Creer que vaya a dejar de hacerlo por una especie de revelación de tipo paulino es creer en quimeras.

Claro que también cabe tomarse este tipo de periodismo un poco a broma. No como periódicos sin más sino como tebeos o como pasquines de propaganda que levantan partido por el gobierno en contra de los movimientos sociales de oposición y de la misma oposición. Este tipo de periodismo de agitación y propaganda tiene una audiencia limitada, pero una presencia muy superior a esa audiencia, debido sobre todo al funcionamiento multimedia de la información. Es posible que la portada de La Razón solo la vean sus lectores, como unos 100.000 pero, en cuanto la reproduzcan en la televisión, la verán millones que es lo que quieren sus patrocinadores. Es el llamado periodismo de portada.

La huelga es un derecho de los trabajadores reconocido en la Constitución. Oponerse a él, negarlo, deslegitimarlo, estigmatizarlo, es injusto. Y más aun lo es considerarlo como alta traición, porque eso es lo que quiere decir el titular de huelga contra España. Esto es, la evasión de capitales, el fraude sistemático a la Hacienda Pública, el recurso a los paraísos fiscales, la tributación en el extranjero, el hablar mal de España en todos los foros internacionales, no son traiciones. Traición es convocar una huelga contra los recortes y, sobre todo, el injusto reparto de sus costes, contra el desmantelamiento del Estado del bienestar, contra la aplicación de políticas neoliberales, contra el gobierno del decreto-ley. Sí el gobierno no tiene oposición digna de tal nombre en el Parlamento es justo que la tenga en la calle. Sobre todo porque la oposición es un elemento esencial de la democracia que sirve para controlar el poder en especial si responde al ejercicio pacífico de un derecho, el de huelga.

Si el mero día de la convocatoria la actitud de la derecha mediática es ya tan beligerante, ¿cómo será en la víspera de la huelga y durante la misma huelga?

La mirada de un hombre.

Por fin me pasé a ver la exposición de Lewis Hine en la sala de Mapfre en el Paseo de Recoletos. Una recopilación de lo más representativo de su obra a lo largo de su vida. Un testimonio impresionante de un tiempo y unas gentes.

Junto con Steichen y Stieglitz, Hine pertenece a la generación de los padres de la fotografía clásica estadounidense, de Ansel Adams, Paul Strand, Michael Evans o Dorothea Lange. Pero hay algo que lo separa de todos los demás y es que así como casi todos son artistas, autodidactas o con formación, pero artistas, Hine es, sobre todo, un académico. Su mirada no tiene la limpieza e inmediatez intuitiva del artista puro sino que va buscando datos, pruebas, con las que interpretar una realidad de acuerdo con una teoría previa.

Hines se educó en las doctrinas filosófico-pedagógicas de Dewey y su idea de la educación ética. Si no ando errado, tras dar muchas vueltas, se graduó en pedagogía y se doctoró en Sociología (o al revés, no estoy seguro) y trabajó en la escuela deweyana. Luego, alguien le dijo que se hiciera con una cámara, aprendiera fotografía e ilustrara la condición de los desposeídos de la tierra en la pujante sociedad estadounidense del primer tercio del siglo XX. Que hiciera sociología plástica. Y a eso se dedicó nuestro hombre, a dejar testimonio sistemático de aspectos concretos de la sociedad de su tiempo, captando con un realismo demoledor los personajes que los poblaban. En la serie dedicada a Ellis Island, las familias de inmigrantes italianos, judíos, eslavos, rusos y su estancia en esas instalaciones que todavía impresionan. La serie de trabajo infantil en textiles y otras muchas ocupaciones encoge el ánimo.

Hine documentó gráficamente la construcción del Empire State Building y algunas de sus fotos más famosas son las de los obreros jugándose la vida (como en parte se la jugó él para fotografiarlos) a 400 metros del suelo en condiciones de seguridad que ponen los pelos de punta. También fue una especie de cronista gráfico de la ciudad de Nueva York, de Manhattan, los barrios populares, los chamizos en que vivían los inmigrantes, las familias obreras.

Hine era demasiado duro y no tuvo encaje en el mercado. Solo llegó a publicar un libro y sus colaboraciones con revistas no cuajaron. Paradójicamente, tampoco se benefició del New Deal como lo hicieron otros artistas que trabajaron para la administración. Al parecer por el empeño de Hine en no ceder el control de sus negativos. El caso es que murió en la miseria. Un hombre íntegro que se revela en la impresionante obra que ha dejado. Merece la pena pasarse por la exposición. Cada foto es una historia que interpela al visitante y lo obliga a reflexionar sobre la condición humana. La mirada perdida de una judía inmigrante en Ellis Island, un niño mutilado.

Y además es arte, una especie de pictorialismo a la inversa, esto es, no en el sentido de que la fotografía se haga pintura sino en el de que la pintura se hace fotografía. Las imágenes de los hombres luchando con las máquinas se trasladarán luego a todos los murales modernistas del planeta entero.

divendres, 9 de març del 2012

Mujeres.

Tremendo el cuadro de Gustave Courbet, el origen del mundo (1866), en el Museo d'Orsay, París, ¿verdad? Hágase un interesante ejercicio: pregúntese cada cual por qué resulta chocante un cuadro tan normal como realista/naturalista. Las respuestas se relacionan de mil modos con el problema que plantea la lucha por la emancipación de las mujeres, probablemente el conflicto social más antiguo y más profundo.

Ayer se celebró el día internacional de la mujer trabajadora. Los 364 restantes son "normales". "Normales" quiere decir ordinarios en nuestras sociedades patriarcales en las que la desigualdad y la discriminación por razón de sexo son permanentes y universales y se agudizan con la plaga de violencia de género por la que mueren decenas de mujeres todos los años en España, miles en el mundo entero. 364 días en que las mujeres tienen que soportar una condición social de subalternidad y eso en las sociedades avanzadas; en las otras, en muchas otras, su condición es de humillación, de esclavitud, inhumana.

Una condición muy difícil de remediar porque, aunque las mujeres plantean la lucha como solidaria entre los dos sexos, la verdad es que el masculino tiende a desentenderse, cuando no a oponerse. Mientras las injusticias de trato golpean directamente a las mujeres, a cada mujer, en su vida cotidiana, en su autoestima como persona, los hombres se enfrentan a ellas como no directamente afectados, por solidaridad y su compromiso es mucho menor. Cuando es. Véase qué sorprendente solidaridad de género hay entre la izquierda y la derecha a la hora de tratar este problema en sus justas dimensiones y no darle la prioridad absoluta que de hecho tiene.

La emancipación de las mujeres no es solamente un problema legal. Si lo fuera, ya estaría resuelto. Es mucho más profundo. Afecta a la autoestima de los hombres igual que a la de las mujeres, pero estos no gustan de reconocerlo. Sin embargo es obvio que todo cuanto atañe a las mujeres plantea problemas morales en los que los hombres, con razón o sin ella, se sienten concernidos y sobre los cuales tienen opiniones tajantes y pretenden imponerlas: el aborto, la prostitución, la violencia de género, el feminicido, la trata. Todo ello levanta una gran polémica y origina legislaciones muchas veces contradictorias, prueba de que no hay un criterio único como sí lo hay, por ejemplo, con la esclavitud. Ningún país la tolera legalmente; otra cosa es la práctica.

Y eso que no se ha mencionado aún el problema más profundo que es el de la imagen, el concepto, la idea de la mujer, que vienen condicionadas por el hecho de que prácticamente todas las civilizaciones son misóginas. Hay varias explicaciones para este fenómeno, también discrepantes y que no hacen aquí al caso. En la civilización occidental la misoginia es abrumadora. La religión católica, puntal civilizatorio, es misógina, como todas las religiones; las instituciones, culturas y tradiciones, también lo son, como los códigos legales, las tradiciones artísticas, la literatura y hasta el lenguaje. Esos académicos que salen al paso de las guías de lenguaje no sexista dan por supuesto que la lengua es una especie de fenómeno natural, sempiterno, inamovible en su estadio actual en el que no es otra cosa que el reflejo lingüístico de la forma de dominación patriarcal. Una imagen de inferioridad que comparten muchos hombres y, lo más grave, han interiorizado muchas mujeres. Esas, por ejemplo, que piensan que la discriminación léxica está en la naturaleza de las cosas y no es la cristalización relaciones sociales de dominación que se pueden cambiar.

Un movimiento que pretende romper estructuras autoritarias tan antiguas no lo tiene fácil. La conciencia de que esto es así ha llevado al feminismo históricamente a aliarse con otras minorías reprimidas. La primera con la que hizo frente común en el siglo XIX fue la de los esclavos hasta el punto de que el movimiento sufragista y el abolicionista llegaron a fusionarse. Posteriormente el feminismo ha hecho causa común con otras minorías discriminadas o perseguidas como las sexuales, en concreto las de homosexuales (gays y lesbianas), las de bisexuales y transexuales. En este terreno nos movemos casi en el inicio de los tiempos. En los países occidentales sigue sin estar admitida la plena igualdad de derechos entre homosexuales y heterosexuales. Pero en otros es peor. Los 56 países de la Organización de la Conferencia Islámica han boicoteado una reunión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre los homosexuales porque en muchos de ellos la homosexualidad no es un derecho sino un delito que en algunos se paga con la muerte. Ese rechazo no augura nada bueno para el avance del feminismo cuya suerte está vinculada a la de las demás minorías discriminadas.

La emancipación de las mujeres es un proceso duro, difícil, con altibajos, que no se coronará en una generación, ni en dos; que no se sabe cuándo se coronará y si se coronará. Porque no depende de las modas, sino de quienes las imponen; no de las instituciones, sino de quienes las hacen; no de las leyes, sino de los legisladores; de lo que estos tienen en la cabeza y en el corazón, de lo que piensan, sienten y hablan. Todo eso que se resume en el cuadro de Courbet y que les hace ocultar o prohibir aquello que más les importa y, en muchos casos, lo único que les importa.

dijous, 8 de març del 2012

El fascismo avanza: interrogatorios con encapuchados.

La monstruosidad contra los derechos de los detenidos se produjo el otro día, después de la manifa contra la reforma laboral. Unos policías que no llevaban identificación y, además, iban encapuchados interrogaron a unos detenidos en una comisaría, privados así de todos sus derechos. No sé si se puede llevar más allá la aberración en todos los sentidos y si se puede ser más descaradamente fascista. Sin duda, la finalidad de quienes consintieron esta bestialidad era ser más eficaces pero, como siempre, el resultado de sus actos fue contrario a sus previsiones. Es incomprensible que la delegada del gobierno, Cristina Cifuentes, no haya dimitido ya.

Porque, ¿qué garantiza que los encapuchados fueran policías y no criminales o agentes de la mafia? Nada, no lo garantiza nada, salvo la palabra de Cifuentes, que vale menos de nada. Con una capucha no hay diferencia alguna entre un agente del orden y un asesino a sueldo. Dice la delegada que la práctica de los interrogatorios con encapuchados viene de los anteriores ministros socialistas. Un argumento estúpido porque ¿quiere decir que, si fuera verdad ello la facultaría para hacer lo mismo? Si el anterior ministro, pongamos por ejemplo, mataba todos los días un ujier, ¿ella podría hacer lo mismo?

Pero es que, además, estoy seguro de que la afirmación de la delegada del gobierno es falsa y una de sus habituales trampas. No es creíble que Rubalcaba y Caamaño recurrieran a estos procedimientos indignos. Y, desde luego, si lo hicieron, deben dimitir ipso facto de donde estén porque de aquí a detener a alguien, juzgarlo, condenarlo y ejecutarlo sin informarlo previamente de qué se le acusa, como al Joseph K. de Kafka, hay poca distancia. Pero estoy seguro de que no lo hicieron (de otro modo, se sabría), de forma que se trata de una mujer que, por salvar su cuello, no se arredra en calumniar al adversario.

(La imagen es una foto de Keoni Cabral, bajo licencia de Creative Commons).

Violencia de la retórica de la violencia.

La derecha hace uso permanente de dos trucos retóricos tan desvergonzados como irritantes pero que le dan muy buen resultado en términos de apoyo y movilización de sus bases. Uno de ellos es lo que los psicólogos llaman proyección, consistente en acusar al otro de lo que uno mismo hace. ¿Que la derecha boicotea la renovación de los órganos del Estado? Se acusa a la izquierda de instrumentalizar, manipular, presionar a esos dichos órganos. ¿Que la derecha adopta una actitud agresiva, con declaraciones injuriosas y calumniosas, negando toda legitimidad al adversario? Se dice que la izquierda crispa la vida política. ¿Que la derecha lanza su formidable bateria mediática contra la izquierda con golpes bajos, infundios y más calumnias? Se dice que la izquierda ejerce el monopolio de los medios de comunicación convertidos en órganos de propaganda. La comprobación de la falsedad de estos asertos es irrelevante porque de lo que se trata es de calentar los ánimos; pero es cierto que, cuando la derecha está en el gobierno no hay más crispación que la que ella misma aliente y también lo es que la izquierda no tiene medios de comunicación; no como los tiene la derecha en La Razón, El Mundo o el ABC. Es decir, estos trucos retóricos sirven para fabular el mundo, para mentir y engañar y, por supuesto, para hacer imposible todo diálogo y debate políticos en los que la derecha no está interesada pues su única finalidad es imponer sus puntos de vista sin más.

El segundo truco retórico consiste en usurpar los conceptos, las ideas, los términos de la izquierda para revestir sus doctrinas reaccionarias y disimularlas pues no tienen buena prensa ni entre quienes se benefician de ellas. Ayer recordaba Palinuro que los falangistas habían plagiado los colores a los anarcosindicalistas, que los nazis decían ser "socialistas". Igual que la iglesia llamó en su día "cruzada" a la sublevación del general Franco, la guerra civil y la represión posterior y como Esperanza Aguirre dice que el cristianismo ha traído la libertad a Europa. Se trata de una usurpación intelectual verdaderamente divertida que demuestra que a la derecha las cuestiones de principios le son indiferentes (su interés es el interés) y actúa con redomado cinismo, defendiendo a ultranza, cuando le conviene aquello a lo que se había opuesto con uñas y dientes. ¿Desde cuándo interesa a la derecha, a los conservadores, la libertad si llevan siglos oponiéndose a ella y gritando vivan las caenas? En concreto, los españoles abominaban hasta hace muy poco de ese mismo liberalismo que hasta hace nada la iglesia consideraba pecado y que Aguirre dice profesar hoy como si fuera el dogma de la inmaculada concepción.

Hace falta caradura. Dice Ruiz Gallardón que va a proteger el derecho de las mujeres a la maternidad. Y ¿desde cuándo se interesa la derecha por los derechos, especialmente por los derechos de las mujeres? Los conservadores se han opuesto siempre a la idea misma de derechos, considerándolos el comienzo de la anarquía y negándose a ampliarlos a quien fuese. Por ejemplo, se resistieron cuanto pudieron a reconocer el derecho de sufragio universal. Si lo hicieron fue porque no les quedó más remedio. Igual que el principio de la igualdad entre hombres y mujeres: siempre estuvieron en contra. Y siguen estándolo, si bien recurren a subterfugios para disimularlo o, incluso, a prestidigitaciones conceptuales por estúpidas que sean, como esta que trae Gallardón ahora quien debe de estar convencido de haber hecho una genial finta conceptual cuando no hace otra cosa que demostrar su escasa categoría intelectual con una artimaña de rábula para confundir los términos con aviesa intención.

El discurso de Ruiz Gallardón ayer es un ejemplo de usurpación y prostitución de conceptos de la izquierda como no se ha visto otro. Se instrumentaliza el concepto de violencia de género (al que una compañera suya de gobierno objeta porque sin duda le parece muy rojo) para despojar a unas ciudadanas de un derecho al tiempo que se revienta el concepto, convirtiéndolo en una caricatura. Porque la expresión literal de Gallardón fue violencia estructural de género. Por supuesto no tiene ni un solo dato ya que se trata de una invención. Pero, como es la derecha, hasta la invención es inepta porque ¿qué quiere decir exactamente de género aplicado a una hipotética violencia para que las mujeres aborten? Literalmente nada. Es lo que sucede cuando se parasitan los conceptos ajenos al servicio de causas opuestas a las que describían. Es el socialismo de los nazis, la revolución de los franquistas, lo popular de su partido o la castidad de la iglesia. Una sórdida mentira a mayor gloria de su dios machista y mayor injusticia hacia los hombres, en este caso las mujeres, cuyo día celebramos hoy todos quienes creemos que acabarán siendo seres humanos en sentido pleno a pesar de los gallardones que se encontrarán siempre en el camino. Entre otras cosas porque, si no lo son ellas, no lo seremos ninguno.

(La imagen es una foto de Dolors Nadal, bajo licencia de Creative Commons).

¿Vuelve Marx?

Hace muchísimos años leí un curioso libro cuyo título declaraba su contenido: Robert G. Wesson (1976) Why Marxism? The Continuing Success of a Failed Theory . Nueva York, Basic Books (¿Por qué el marxismo? El éxito permanente de una teoría fracasada). El autor venía a decir que la vigencia del marxismo, especialmente en Occidente, a pesar de que la historia lo había refutado siempre, se debía a que, en realidad, la teoría marxista es muy flexible, se adapta a cualesquiera circunstancias y sus seguidores la interpretan de formas muy variadas, incluso contradictorias, sin dejar por eso de reclamar para sus interpretaciones respectivas el marchamo de ser la "auténtica", la "verdadera", frente a las otras, que son meras desviaciones. No se escapaba al autor que de esta explicación se seguían dos consecuencias paradójicas, si bien tampoco les daba la importancia que realmente tienen.

La primera consecuencia es que la competitividad de las interpretaciones es el destino de todas las teorías históricas, sociológicas, de todas las filosofías y sistemas de pensamiento. Las teorías del espíritu (por encontrar un término suficientemente comprensivo) no son científicas en el sentido en que lo son las teorías sobre la materia. Significan cosas distintas para gentes distintas y épocas diferentes y ellas mismas son productos históricos, hijas de su tiempo, lo cual no se puede decir de las teorias científicas salvo en un sentido muy remoto. Razón por la cual casi todos los marxistas posteriores a Stalin (y algunos anteriores) reconocen que no hay un único marxismo sino muchos. Lo mismo que sucede con el aristotelismo, el tomismo o el kantismo, dentro de sus peculiaridades.

La segunda consecuencia paradójica es que esa flexibilidad, ese pluralismo doctrinal, en realidad es la prueba de que la teoría no ha fracasado sino que, al contrario, ha triunfado. La cuestión se centra en este caso en averiguar qué se entienda por "éxito" o "fracaso" de una teoría filosófica, política, social, económica; algo difícil de zanjar. Se dice sin embargo que no debiera ser así en el caso del marxismo porque, en virtud de la 11ª tesis sobre Feuerbach, el propio marxismo ha explicitado el indicador del éxito o el fracaso: la capacidad para transformar el mundo. Aun así, ¿qué? ¿Puede alguien decir que el marxismo no haya transformado el mundo y no siga haciéndolo? Aquí se abre otro interesante debate sobre qué quiera decir "transformar el mundo", pero si lo seguimos no acabamos.

Este libro (Daniel Bensaïd (2012) Marx ha vuelto. Barcelona: Edhasa, 223 págs), el último o el penúltimo de su producción se ocupa de este asunto: la pervivencia y la pertinencia del marxismo en el mundo de hoy. Un tema provocativo en un tiempo en el que las universidades ya casi no se ocupan del marxismo y las organizaciones políticas que lo tienen como referencia ideológica, apenas lo mencionan. Un recuento de las veces que aparecen hoy día los términos "Marx" y "marxismo" en los discursos comunistas da una idea de la situación.

A pesar de todo, dice Bensaïd, Marx ha vuelto (si bien quiere decir que está volviendo), está presente. Lo hace en un tono desenfadado, casi coloquial, como si se tratara de una explicación para gentes ayunas de conocimientos sobre la obra de Marx. Sin embargo, el libro no será inteligible si no se conoce esta hasta cierto punto. Les pasa a muchos marxistas: están tan embebidos de su particular cultura que creen que todo el mundo comparte sus significados. La liviandad de trato viene acompañada de unas ilustraciones de Rep francamente desafortunadas.

La obra no es original sino una especie de recopilación y replanteamiento de los temas propios de Bensaïd siempre que se ha referido al marxismo y, en especial de una de las principales, el Marx intempestivo, publicada en los años noventa y en la que, con mayor intensidad y sistema que en esta, hace una hermenéutica salvífica del marxismo y lo presenta recuperado de algunos de sus mayores estigmas, especialmente el que podemos englobar bajo el concepto de positivismo. Y lo hace además en congruencia con la específica trayectoria que el autor siempre ha suscrito, el trostkismo. Trostkista era Bensaïd en mayo de 1968 y trostkista murió en 2010 y en sus últimos años defendió la formación de organizaciones amplias, inclusivas, que aglutinaran las diversas izquierdas anticapitalistas.

Como quiera que el trostkismo es una variante del comunismo cuya pelea es, en lo esencial, con el estalinismo y la correcta interpretación del leninismo (o, mejor, del bolchevismo), no es fácil saber si los trostkistas llevan sus discrepancias al terreno de las interpretaciones del marxismo. Bensaïd colma esta curiosidad: su interpretación se alinea en el campo del Marx humanista, el de los Manuscritos y lo que llama la "trilogía" de la Comuna de París, el de la teoría crítica frente al Marx científico del estructuralismo del que, con cierto desdén, dice que ha acabado en el postmodernismo.

Y ese es el contenido esencial del libro. Ciertamente también es un ágil recorrido de la teoría (y la vida) de Marx (y de Engels), en el que se detiene en aspectos cruciales, siempre para dar la visión del marxismo que él suscribe: la crítica de la religión, el concepto de clase, la necesidad o no de las revoluciones, la naturaleza del partido y, por supuesto, el significado último de El capital que el autor asimila a una novela policiaca en la que hay que identificar el delito, descubrir el arma del crimen y encontrar al autor, que es el capitalismo. Casi todo lo que dice está muy puesto en razón y es plausible pensar que tenga relevancia hoy día, aunque pueda parecer lo contrario. Justamente lo que el autor señala es que Marx está volviendo, que se está afianzando y ¿cómo lo haría si no mediante una lucha? El peculiar análisis de El Capital va enfocado a demostrar la pertinencia del marxismo en la compresión de la actual crisis financiera del capitalismo. Pero no estoy seguro de que lo consiga.

La obra está llena de interpretaciones de aspectos interesantes de la vida de Marx que invitan a la discrepancia (sobre la condición de intelectual de Marx, su vida familiar, la relación con Engels, El Manifiesto, la derrota de la revolución de 1848, etc), pero considerarlas llevaría esta crítica demasiado lejos.

Es un libro de lectura muy ágil y muy interesante. La traducción, de Aníbal Díaz, está bien pero tiene bastantes galicismos y es a veces de lectura enfadosa. Veo que el título original era Marx. Mode d'emploi. Creo que el español es mejor.

dimecres, 7 de març del 2012

La violencia del farsante.

Uno de los rasgos característicos del fascismo y de la extrema derecha en general es apropiarse de los conceptos, símbolos y términos de otras ideologías, filosofías y actitudes, prostituirlos y ponerlos al servicio de sus normalmente detestables objetivos. Los falangistas se adueñaron de la combinación de colores rojo y negro de los anarcosindicalistas para sembrar confusión, los nazis se llamaban a sí mismos "socialistas", los franquistas más reaccionarios hablaban de la "revolución" pendiente, la carcunda española (con Esperanza Aguirre a la cabeza) dice ser "liberal", los clérigos más brutales (al estilo de Rouco Varela) hablan de "libertad de elección", los comunicadores más manipuladores llaman "periodismo de investigación" al puro amarillismo, los sicarios de la derecha en los medios se valen del vocabulario de la izquierda para volverlo contra su finalidad y defender las causas de opresión, explotación, represión y sometimiento por las que sus amos les pagan.

Pero había que llegar a este relamido cantamañanas, impostor del centrismo y la moderación, fascista por tradición familiar agnada y cognada, para ver la última osadía, el último atrevimiento de usar el concepto (y la realidad) de la violencia estructural de género que late en nuestra sociedad y es causa de muerte violenta de miles de mujeres para justificar el enésimo ataque de la clerigalla y sus monagos al derecho de la mujer al aborto. ¡Violencia estructural de género en contra de la maternidad! ¿De dónde ha sacado este charlatán semejante invención? ¿Qué casos puede citar de víctimas por la violencia estructural de género y que lo sean por su condición de embarazadas y no de mujeres? Se trata de un intento más ruin aun que el de Ana Mato de rebajar la importancia del concepto de "violencia de género" para diluirlo en algo que pueda asimilarse a los accidentes de circulación.

Pero si en el caso de Mato quizá pudiera argüirse a su favor que igual que no advierte que hay un jaguar en donde no debiera haber nada, a lo mejor tampoco sabe utilizar la conceptos, en el del petulante exalcalde de Madrid, con su manía por la precisión, no puede haber duda de que opera la mala fe del correveidile de los curas, el intento de confundir, embarullarlo todo e impedir que las mujeres puedan ejercer un derecho como la interrupción voluntaria del embarazo y hacerlo engañando, dando gato por liebre, presentando una prohibición como una permisión. Eso es lo que lo lleva a coronar tanto sofisma con un propósito que mueve a risa si lo que pretende también es confundir. Dice Gallardón que su propósito es proteger el "derecho a la maternidad", como si algo o alguien lo amenazara. En el fondo, lo que pretende este farsante al servicio de la iglesia y metido a ministro es negar el derecho al aborto y convertir la maternidad en un deber.

(La imagen es una foto de Dolors Nadal, bajo licencia de Creative Commons).

Las soluciones políticas.

El País y Bankia han organizado una jornadas que han llamado Encuentro financiero internacional Bankia 2012 y en las que han participado destacadas personalidades de distintos campos, algunos muy previsibles, como el presidente del gobierno, el ministro de Economía, el lider de la oposición o Rodrigo de Rato, y otros algo menos, como Ana Botella quien sin embargo estará a cuenta de la cuota que haya podido imponer Bankia.

Lo más llamativo es que el evento esté organizado por Bankia y El País. El diario es una empresa y resulta lógico que se trate con banqueros; pero la empresa también es un diario y debiera mostrar más sensibilidad hacia otros sectores no tan del establishment. Es verdad que han tenido el olfato de invitar a Barrabés (de Barrabés internet), a Sebastián Muriel (de Tuenti) y al notable cibergurú Enrique Dans. Pero el resto es una capilla bancaria. Veinte varones y tres mujeres. Es representativo y no es representativo al mismo tiempo.

Cebrián ha pronunciado una conferencia, de la que da cumplida cuenta El País. En ella ha puesto en evidencia el desconcierto que reina en Europa, en donde no se reconoce que la crisis, lejos de ser económica es política, revela falta de liderazgo político y (supongo) falta de declarada voluntad de actuar mancomunadamente pues no hay una acción unitaria del ente politico Europa. Eso es lo que el conferenciante echa en falta, como se sigue del hecho de que reclame políticas comunes en el exterior, en defensa, económica y fiscal, impulso a los eurobonos, que el BCE actúe como prestamista de último recurso.... Si la Unión pudiera hacer eso casi sería ya una federación.

El asunto es más complejo de lo que parece. No faltan orientación ni medidas políticas. En realidad las medidas económicas son medidas políticas, responden a orientaciones y decisiones políticas. Por tanto, no faltan medidas políticas. Europa no está desgobernada. Faltan otras medidas políticas, otro gobierno de la Unión. El gobierno neoliberal, las políticas neoliberales no han fracasado una vez, sino dos. Fracasaron al provocar la crisis y han fracasado de nuevo al no saber restañarla como se prueba por el hecho de que Europa entre en su segunda recesión en tres años.

Pero aquí aparece la verdadera dificultad: que no hay políticas de recambio, alternativas. El discurso neoliberal se ha impuesto como verdad incontrovertible y frente a él solo se dan quejas, lamentos y propuestas deshilachadas, sin un plan general o sistema, sin eso que se llama un "proyecto". Y no los hay porque la izquierda socialdemócrata no ha considerado oportuno reunirse para tratar de sacar adelante un programa europeo de acción contra la crisis. Al contrario, los partidos socialdemócratas se han encastillado en la defensa de lo que consideran sus intereses nacionales yendo, una vez más, contra su supuesto postulado internacionalista o, cuando menos, europeísta. Algo que recuerda aquel fatídico 4 de agosto de 1914 en que los diputados socialdemócratas alemanes votaron a favor de los créditos de guerra. Cebrián se pregunta si podremos financiar el Estado del bienestar. La socialdemocracia tiene que explicar cómo.

Si la socialdemocracia, la única izquierda que puede, no pone en marcha un programa político para Europa, sobre todo un programa político que aplauda tan nutrida representación bancaria, ¿de qué medidas políticas podemos hablar? En el plano de las ideas políticas parece razonable propugnar un regreso a alguna forma de keynesianismo (el truco consiste en ponerle un "neo" delante: neokeynesianismo) para una Europa capaz de resistir el dumping social de la China con el aumento de la productividad. En el plano de las realidades políticas, tiene que haber una posición común de la socialdemocracia sobre Europa ya que es la única pues la derecha no está interesada en hacerlo. En todo caso esa respuesta no puede estar pendiente de imponderables como que Hollande gane las próximas presidenciales francesas y el SPD las siguientes legislativas alemanas.

dimarts, 6 de març del 2012

El órdago de Rajoy.

Va a resultar que Rajoy tiene más determinación de la que mostraba siendo líder de la oposición. No acepta el límite del déficit del 4,4% que él mismo refrendó días atrás al firmar el Pacto de Estabilidad y se fija unilateralmente el del 5,8%. En principio, nada que objetar de la parte española y el líder de la oposición ya le ha expresado su apoyo. Relajar el límite del déficit es respirar un poco.

La cuestión es, sin embargo, si es posible mantener el órdago. La Comisión quiere cumplimiento y amenaza con sanciones que pueden llegar a multas del 0,1 o el 0,2% del PIB. Posibilidad que también firmó Rajoy y que nos puede dejar tullidos. Supongo que si esta decisión de incumplir los compromisos la hubiera tomado Zapatero, Rajoy no solo no lo hubiera apoyado sino que habría prometido hacerle pagar la multa de su peculio. Precisamente la Comisión recuerda aviesamente a Rajoy que si España se salvó de la intervención en 2010 fue porque Zapatero cumplió sus compromisos. La Comisión se queja además de que el gobierno no le facilite cifras definitivas de nada, sino que los valores están cambiando continuamente que, si se recuerda, era una crítica favorita de Rajoy a Zapatero. En política las críticas son boomerangs.

No obstante puede salirle bien la jugada al presidente quien prevé que la Comisión no recurrirá a expediente sancionador alguno porque, razona, lo importante es el resultado final. Entre tanto gana tiempo para apretar las clavijas a las exangües comunidades autónomas y se ahorra el trago de presentar los presupuestos antes de las elecciones andaluzas.

Pero el problema quizá no sea la Comisión sino los sempiternos mercados que son los que hacen el trabajo sucio a la Comisión. La prima de riesgo de España sube y ha vuelto a pasar a la italiana. Si esa prima sigue subiendo, lo que es probable porque el incumplimiento de un compromiso es siempre muy mal signo, la situación se puede poner muy chunga, con una amenaza de intervención en el horizonte. La idea de que España es "demasiado grande para caer" no tiene más valor que el de una jaculatoria y, si no funciona, Rajoy puede encontrarse vencido en donde Zapatero salió airoso y eso al comienzo mismo de su mandato.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).


La incompetencia nacional.

Estupendo libro este de José Manuel Lechado (El mal español. Historia crítica de la derecha española, Hondarribia, Hiru, 2011, 480 págs). Ya el título encierra una ambigüedad, ignoro si querida o no, que coincide con su espíritu, porque no significa lo mismo según se tome "mal" como sustantivo y "español" como adjetivo o "mal" como adjetivo y "español" como sustantivo. Son dos significados en órdenes completamente distintos pero ambos claros en los valores que presuponen. Ciertamente el título anuncia y el libro trata del mal que es propio de España, específico suyo, lo genuinamente español.

No es una historia en un sentido académico de investigación historiográfica sino un relato que podríamos llamar militante, interpretativo del devenir de España según un enfoque de izquierda y de carácter divulgativo. La lectura trae al ánimo el eco de la tradición arbitrista, al menos la de la segunda hornada, la regeneracionista. Recuerda El problema nacional de Macías Picavea y se inserta en la tradición de Los males de la patria, de Lucas Mallada. ¿En qué se parecen? En que todos buscan una explicación para la decadencia de España porque todos coinciden en que está en decadencia. Lechado la da ya prácticamente por liquidada y augura su implosión a lo largo del siglo XXI en las unidades previsibles de Cataluña, País Vasco, Galicia y quizá otras menos previsibles.

Es decir, el libro está en la tradición arbitrista por el hecho de buscar y haber encontrado la causa de la postración de España que reside en la fabulosa incompetencia de sus clases dominantes, su falta de patriotismo, de sentido nacional, su egoísmo, su cortoplacismo, su ignorancia, su grosería y, en definitiva, su estupidez. Todos epitetos que se encuentran en el texto y no son los únicos. El autor dice estar indignado y escribe con verdadera pasión, pero muy bien, con un estilo elegante, culto, conversacional, que atrapa al lector desde el principio y le hace leer la obra de corrido, como si fuera una novela. Cosa que en buena parte es, una especie de gran novela dickensiana cuya protagonista, una infeliz España, vive una vida de humillación, miseria y explotación que dura quinientos años a manos de quienes tradicionalmente no han sabido sino desgobernarla a causa de su egoísmo y su estulticia.

Mi alto juicio sobre el libro no procede solamente de su estilo sino, sobre todo, de su contenido con el que estoy de acuerdo. España no ha conseguido cuajar como nación ni como verdadero Estado por la inutilidad, el carácter antinacional de su clase dominante tradicional y la cobardía y cortos vuelos de las políticas burguesas liberales. La vieja tesis marxista (Lechado parece orientarse mucho en la historia a través de la obra de Tuñón de Lara) de la especificidad de España por no haber hecho la revolución burguesa emerge de nuevo aquí y, si no la principal, sí es una de las causas de la ruina nacional que, después del 98, culmina con el franquismo del que la IIª restauración no es más que una prolongación plana y pobre de espíritu.

Al propio tiempo, también la izquierda española (que no es objeto del libro pero sobre la que se habla mucho) ha probado ser consistentemente inepta, si bien es cierto que se le reconocen condiciones más difíciles y, en función de la ideología del autor, se le atribuyen intenciones nobles. Todo lo cual no impide que el resultado de su acción haya sido siempre desastroso, como también lo es el de la derecha si bien no para ella misma que suele prosperar en el desastre que sistemáticamente provoca. La izquierda en cambio queda afectada por el desastre de su acción y se hunde con él.

En definitiva, la tesis del libro es que España es un fracaso como Estado prácticamente desde su fundación que sitúa en 1492, no sin dejar de recordar que ese hecho portentoso del nacimiento de España como Estado, dependió de una pura contingencia. Si Fernando el Católico, viudo de Isabel y casado en segundas nupcias con Germana de Foix, veintitantos años más joven que él, hubiera tenido con ella descendencia masculina, no habría habido unión de Castilla y Aragón ni, por lo tanto, España. El caso es que el Estado ya nace con mal pie, empieza por expulsar a los judíos y adopta luego a lo largo de los siglos y como si fuera una maldición todas las decisiones equivocadas que se puedan adoptar en el orden interno y en el internacional porque no se adoptan en interés del Estado sino de la clase de señoritos cortijeros, nobles estirados. inútiles y empobrecidos, burgueses ennoblecidos que lleva siglos administrándolo como si fuera su cortijo; en interés de la sempiterna derecha, cruz con la que parece tener que cargar España a lo largo de su triste historia igual que los suizos con la de ser un país montañoso o Finlandia la de ser frío.

Lechado resume su tesis de la incompetencia general del país en una observación absolutamente cierta que se repite a lo largo de la obra: el ejército español no sirve para nada porque jamás ha ganado una guerra (pp. 150, 308) como no sea contra su propio pueblo. Pero para eso sí sirve. Y por ello mismo, ha sido un molesto protagonista de la vida política española en todo el siglo XIX y buena parte del XX con dos dictaduras, una de ellas de cuarenta años. A esta continua injerencia militar en la política, característica española que heredarán las "naciones hermanas", dedica el autor bastante atención, centrándola luego en el "africanismo" del ejército. Resulta curioso que otros países hayan conocido épocas de llamado "militarismo" (por ejemplo, el Japón) , pero el término no se haya aplicado nunca a España a pesar de la continua presencia de militares en la política. Quizá se deba ello a que, en el espíritu del libro, los militares españoles no sirvan ni para establecer su propio régimen.

Todo esto forma parte la historia que se cuenta y que lleva su ironía al extremo de detectar que es el triunfo máximo y omnímodo de la clase dirigente en el franquismo precisamente el que causa "la desaparición de España como nación y como Estado soberano en sentido político, económico, social y cultural." (p. 291). No se anda luego el autor con circunloquios a la hora de enjuiciar los acontecimientos posteriores: la transición fue un "bonito remate de la victoria de 1939" (p. 348), el "felipismo" que es "corrupción más sometimiento al capitalismo internacional más conservadurismo político socialdemócrata de 1982 a 1996 y terrorismo de estado." (pp 397/398) ha "acabado con la izquierda" (p. 399). Aznar significa "patrioterismo castellano, catolicismo a ultranza, sueños imperiales, chulería, derroche y culto al líder" (p. 409). Finalmente, la situación es calamitosa pues el PP y el PSOE son inindistinguibles, dos agencias de colocación (...) encargadas por turnos de la gestión del protectorado español" (p. 431). Lo del "protectorado español" tiene su miga.

Discrepo de la igualación entre el PP y el PSOE (aunque es evidente que ese riesgo -para el autor una realidad patente- existe) y de la evaluación final del "felipismo" así como de la valoración negativa que hace de los matrimonios de homosexuales pero, en todo lo demás, suscribo por entero un libro de lectura muy recomendable.

dilluns, 5 de març del 2012

Ciento sesenta y cinco mil.

165.000 personas votamos ayer en madrid en la consulta popular sobre la privatización del Canal de Isabel II y más del 90% lo hicimos en contra.

En un domingo no muy apacible, sin publicidad, sin medios, con un clarísimo boicoteo de la Comunidad Autónoma que no quería que votara nadie, 165.000 votos son muchos votos y debieran obligar a Aguirre a recapacitar sobre el nuevo pillaje y expolio a que quiere someter un bien público, propiedad de todos.

Pero eso será inútil. La derecha no tiene interés en gobernar si no es para hacer negocios y el más fabuloso consiste en vender a los amigos las empresas públicas levantadas con el esfuerzo de la gente por un precio ridículo. Luego, los amigos te nombran algo cuando has dejado el gobierno y todo sale a pedir de boca en el expolio de lo que es de todos.

No, no creo que este referéndum vaya a cambiar el propósito de Aguirre de arrebatar el agua a los madrileños para dársela a algún compinche. Pero sí podría ser el comienzo de un movimiento de resistencia ante el robo descarado de la derecha. 165.000 son muchos votos y de ellos puede salir el impulso inicial para poner en marcha una plataforma cívica en contra del expolio de los bienes públicos. Algo con más voluntad de continuidad y proyectos a medio y largo plazo. A lo mejor Equo podía ser el partido que encauzara esta protesta porque es el que más se ha movido para conseguir el referéndum.

La monarquía.

El editorial de ayer en El País en defensa de la monarquía española (El ‘caso Urdangarin’ y el futuro de la Monarquía), se comentó mucho en la corrala digital. ¡Por fin el diario de referencia muestra sus cartas! Poker de Reyes, y que se fastidie el ABC, realista casposo, incapaz de entender la esencia posmoderna de una monarquía democrática o una democracia monárquica.

¿Qué necesidad había de salir a tumba abierta con el sable desenvainado en defensa de la institución? Grande había de ser pues, con estas ardorosas defensas, se corre el riesgo de debilitar la causa que se propugna que muy sólida no será cuando precisa paladines. Y, en efecto, grande era la necesidad: la necesidad de aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid. Más claramente: El País aprovecha que la monarquía en España está sometida a injusto descrédito y ataque a cuenta del "caso Urdangarin" para salir en defensa de la institución en sí misma que es lo que, en el fondo, le mola.

Efectivamente es injusto proyectar sobre la Corona, sobre el Rey o sobre quien sea las sombras de los supuestos delitos urdangarinianos. El Rey no es responsable de los actos de Urdangarin. En realidad no es responsable de los actos de nadie, ni siquiera de los suyos, lo cual es verdaderamente pintoresco. Y tampoco lo es la institución que encarna. Tiene, pues, razón El País: establecer aquí una relación de causa efecto es cosa de prensa amarilla o del corazón. O sea de gente que no merece consideración.

Pero una cosa es explicitar perogrulladas y otra distinta meter de matute convicciones ideológicas como si repondieran a las leyes imperecederas del universo. Decir que la monarquía no tiene que padecer descrédito alguno por el comportamiento de Urdangarin es una cosa y otra muy distinta sostener que un debate sobre la jefatura del Estado "no es más que una contorsión intelectual y mediática que la sociedad española debe rechazar con toda contundencia", remachar que "España no necesita de un debate artificial sobre la jefatura del Estado" y concluir como quien no quiere cosa que la Monarquía es "la forma de Estado que libremente fue asumida por los españoles durante la Transición política".

El Pisuerga pasa por Valladolid pero la gente no es tonta. No es verdad que la monarquía sea la forma de Estado libremente asumida por los españoles. La Ley para la reforma Política de 1976 que consagraba la Monarquía era la 8ª Ley Fundamental franquista y el referéndum en que se aprobó, un referéndum franquista, aunque sin Franco. Votar "sí" era malo; pero votar "no" era peor. ¿En dónde estaba la libertad? La Constitución de 1978, hoy vigente, que se hizo al amparo de dicha ley (que ella misma deroga después, como para borrar las huellas de su innoble origen), ya traía el Rey puesto. Es decir, el Poder Constituyente no era tal, sino un mero poder constituido que se limita a reconocer la Monarquía previa con el Rey que sanciona el texto. La prueba es que ni entonces ni ahora habló nadie de Cortes constituyentes, ni de poder constituyente. Cabe hablar, aunque no se haga por cierto pudor, de una Carta otorgada antes que de una Constitución.

Pero lo interesante del argumento del fervorosamente monárquico diario no es que falte a la verdad como si fuera un historiador de la Real Academia de la Historia, sino que dé por válidos argumentos de parte altamente cuestionables. El más típico, el primero que viene a la boca de todo monárquico es que el debate república-monarquía en España no es oportuno ahora, que no es el momento. Pero ¿ha sido alguna vez el momento? ¿Será alguna vez el momento? Jamás. Unas veces porque las circunstancias son anómalas y otras porque son normales, nunca es el momento de plantear este perfectamente legítimo debate. En realidad, sin embargo, siempre es el momento; siempre lo ha sido y siempre lo será. Los ciudadanos tenemos derecho a decidir la forma de Estado y tenemos derecho a ejercer nuestro derecho cuando queramos.

Aquí aparece ahora el argumento decisivo de El País, de un acendrado monarquismo: es que, en el fondo, no tenemos ese derecho, que todo debate sobre la forma de Estado es "una contorsión intelectual y mediática", un "debate artificial", que la Monarquía es indiscutible y "el Rey y su heredero encarnan la legitimidad constitucional de la Monarquía" y, además, es intangible porque "el Rey y la Corona han rendido y seguirán prestando servicios impagables a la libertad de nuestros ciudadanos, a la democracia española" y porque "necesitamos apoyar nuestras instituciones, no crearnos problemas que no tenemos". Batería verdaderamente impresionante de razonamientos para parar al republicano más encendido: no hay que ser berzotas, la Monarquía es legítima, es útil y conviene reforzar nuestras instituciones.

Pero todo esto son pavadas. Guste o no guste, mientras no haya un referéndum específico, la legitimidad de la Monarquía será la de los delincuentes sublevados el 18 de julio de 1936 y en cuanto a su utilidad, da algo de vergüenza preguntar si también hay que ser monárquicos simplemente porque el Rey cumpla con su deber. ¿Es que podría no hacerlo? Por lo demás, queda por demostrar que la monarquía sea más "útil" a los efectos de la gobernación de España que una república. ¿Por qué no?

No obstante, tanta obviedad tiene que ocultar algo. ¿Cuál puede ser la razón del furibundo ataque de monarquitis de El País? ¿Por qué no se puede discutir la monarquía y pedir una república? De hecho, los apoyos sociales de la institución descienden. ¿Acaso la monarquía española puede mostrar una acrisolada ejecutoria de servicio a los intereses nacionales? Los Borbones, en concreto, han sido destronados y substituidos en tres ocasiones (Carlos IV/Fernando VII, Isabel II y Alfonso XIII), ¿por qué no una cuarta, de modo pacífico tras una consulta popular? Pues justamente por lo de siempre: por miedo. El rasgo característico del discurso político de la burguesía española. El miedo.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 4 de març del 2012

El socialismo madrileño (y el valenciano).

Ha estado bien el congreso del PSM. Tomás Gómez ha sido reelegido en limpia lid con Pilar Sánchez Acera y con una mayoría holgada. Las primarias son siempre una gran cosa y parece que ya se instalan indiscutiblemente en el PSOE. Resulta difícil de entender que unas personas que van a presentarse después a unas elecciones competitivas por una presidencia de gobierno nacional o autonómico no sean a su vez candidatas por elección sino por designación. Es una contradicción. Así que las primarias están muy bien pues, como se ve, clarifican las cosas. Y todavía estarían mejor si, en lugar de votar solo los delegados, votaran todos los militantes. Y lo ideal es que hubiera primarias abiertas; abiertas a los electores.

El caso es que el PSM ya tiene un líder probado, ducho en política local y autonómica que puede empezar a prepararse para perder las próximas elecciones autonómicas de 2016, como tiene su partido por costumbre desde los años noventa del siglo pasado. Le ocurre lo mismo que en Valencia, dos comunidades autónomas importantes con fuertes partidos socialistas que fueron de gobierno, quedaron barridos de este en los años noventa y, desde entonces, no han levantado cabeza. Cuatro legislaturas del PP con mayoría absoluta en Madrid y algo parecido en Valencia con unos partidos socialistas sumidos en el marasmo, las peloteras internas y la más absoluta irrelevancia debieran ser suficientes para que esos partidos recapitularan en serio sobre lo que han hecho mal. Y no solo mal, sino requetemal. Que el partido socialista valenciano no sea capaz de obtener mejores resultados electorales frente a una camarilla cuya política, en la medida en que no es una ruina, está ante los tribunales de justicia es algo pasmoso. Pero no menos lo es un partido como el madrileño en el que se dio el espectáculo del tamayazo.

Dejo de lado el caso valenciano que considero incomprensible y me centro en el madrileño. Una de las causas de la mala fortuna electoral de este es su bajísimo perfil. La gente no sabe bien qué es el PSM y mucho menos qué propone. Falta de visibilidad que no cabe achacar a la de la comunidad autónoma como prueba la presencia cotidiana de Aguirre opinando literalmente sobre todo. Aquí, suele decirse, hay un problema de comunicación del socialismo madrileño.

Quizá. El gobierno del PP hace un uso partidista cerrado de los medios públicos y los privados no suelen ser favorables a los socialistas. Pero lo más grave para el PSM es la continua injerencia del gobierno central en sus asuntos. Parece como si este considerara la Comunidad de Madrid casi como territorio propio y se animara a hacer con ella lo que no hacía con las otras, esto es, apadrinar candidatos. Lo hizo Rodríguez Zapatero y también Rubalcaba y este sigue haciéndolo ahora pues, al parecer, la rival de Gómez, Pilar Sánchez Ocaña, es de tendencia rubalcabiana.

Si el PSM ha de alcanzar un perfil propio y ser conocido de la ciudadanía madrileña esas interferencias de las altas esferas del partido o del gobierno deben acabar. Pero eso es muy difícil porque, a su vez, el PSM, a diferencia del socialismo valenciano, tiene una vocación nacional. La clara victoria de Gómez permite verlo como posible substituto de Rubalcaba en el caso de que este pierda las elecciones generales de 2015, cosa nada extraña. A estos efectos sería conveniente que Gómez ganara antes unas elecciones autonómicas. Y aquí es donde el flamante secretario general tiene que ampliar y profundizar su programa de izquierda socialdemócrata.

En todo aquello que entre en las competencias de la Comunidad Autónoma, la alternativa de izquierda tiene que existir y ser conocida: la laicidad; la defensa de lo público, del Estado del bienestar, de las políticas fiscales progresivas, de la redistribución y de los servicios sociales; la aplicación de medidas de estímulo económico financiadas fiscalmente; la sanidad pública, universal y gratuita de calidad; la educación pública gratuita; la recuperación de los derechos laborales de los trabajadores; la lucha contra la corrupción; el adelanto de las mujeres; la ampliación de los derechos civiles y la protección del medio ambiente. El discurso de la izquierda.

Los negros de Redon.

La sala Mapfre del Paseo de Recoletos expone obra de uno de los pintores más raros de la historia, Odilon Redon. Contemporáneo de los impresionistas, con quienes llegó a exponer en alguna ocasión, parece haber nacido en Marte. Ni por su estilo, ni por su técnica o temas tiene analogía con nadie más. Si algún parentesco hay que buscarle, será el de Moreau, otro único con el que le une el simbolismo. Pero así como el de Moreau es sosegado, solemne, hasta cierto punto academicista, el de Redon es tumultuoso, atormentado y muchas veces onírico, razón por la cual los surrealistas lo tienen en gran estima.

Pero en ambos casos, simbolismo. Son los creadores de su estética. Por eso colecciona la obra de ambos el caballero Des Esseintes, el antihéroe de la literatura maldita, el modelo de Dorian Gray, en la novela de Huysmans, el malditismo por excelencia. Y que no es el tal Des Esseintes un novato. También colecciona grabados de Callot y obra de Luyken en cuya estirpe sitúa a Redon.

La exposición (que debe de ser la primera monográfica en España y que está hecha en colaboración con el Musée d'Orsay) no trae mucha pintura y esta, salvo los "ojos cerrados" y el "sueño de Calibán" no es de lo más impresionante de su obra. En cambio hay abundante dibujo y obra gráfica y en especial litografías en homenaje al Goya de la serie negra. Lo negro tiene un valor seminal para Redon. La serie "en el sueño" ya trae sus propias "negruras", sus cabezas cortadas en bandejas, sus globos oculares gigantescos e independientes y alguna otra obra que recuerda los grabados de Klinger.

También hay ilustraciones para temas que lo apasionaron. Por ejemplo, una serie ("el origen") sobre la evolución de la especie, directamente inspirada en el evolucionismo darwiniano en la que aparecen figuras y seres que solo una imaginación alucinada podía concebir. Asimismo interpretaciones soprendentes de figuras clásicas, como los cíclopes, un tema recurrente, hasta llegar a un ser humano que parece huir de nosotros. Resulta curioso que una teoría tan rigurosamente basada en la observación de hechos reales y tan meticulosamente registrada por el autor dé lugar a una explosión de fantasía tan extraordinaria. Igualmente fascinante es una serie inspirada en la lectura de Poe, un autor de culto para los simbolistas. Pero aquí ya estamos en un terreno más comprensible porque se trata de la transferencia del reino de la imaginación poética a la plástica.

Se queda uno mirando el famoso autorretrato de 1867, el autor con veintisiete años, que gira la cabeza hacia nosotros como si le hubiéramos tocado en el hombro y nos mirara preguntándonos qué deseamos. Y, en el fondo, lo que deseamos es ver qué cara puede tener un hombre que dibuja una araña llorando.

Me queda por ver una exposición de las fotografías de Lewis Hines que hay en el piso superior de Mapfre. Ayer había mucha gente, sobre todo señoras. Alegra ver que el personal va a ver exposiciones de arte en lugar de atontolinarse con la tele, pero agobia un poco.

dissabte, 3 de març del 2012

El déficit es un tigre de papel.

Rajoy se ha hecho maoísta y ha decidido que el déficit es menos fiero de lo que lo pintan, que es un tigre de papel. Así, se ha armado de valor y ha decidido incumplir la última promesa electoral que le quedaba por saltarse: el respeto al límite del déficit en el 4,4% del PIB. Ese límite estará ahora en el 5,8%. Los barandas europeos rezongan en sulfurados apartes contra esta laxitud hispana y amenazan con las jaurías en los mercados porque este incumplimiento español arrastrará otros en la eurozona y esto puede convertirse en un quilombo.

Rajoy ha hecho bien porque la gente merecemos un respiro, al menos antes de ponernos a marcar el paso de la oca después de las elecciones andaluzas. Pero nada de esto le hubiera lucido si ahora se encontrara con un Aznar tronando a los cuatro vientos en todos los foros internacionales en contra del incumplimiento español y sosteniendo que, de hecho, es una quiebra del Estado, que España no puede pagar, que está en default. Por fortuna para él, Rajoy no tiene detrás un Azar sino un Rubalcaba que lo apoya expresamente en la medida (en lugar de atacarlo, como hubiera hecho el propio Rajoy de estar en la oposición) y hasta le dice que es bienvenido por haber vuelto a la racionalidad.

Esa es una diferencia notoria entre la izquierda y la derecha. La derecha pone sus intereses de partido por delante de los del país y la izquierda hace al revés, los del país por delante de los del partido, como demostró Rodríguez Zapatero. La izquierda hace política; la derecha, guerra.

(La imagen es una foto de La Moncloa,en el dominio público).

Las víctimas y la hipocresía.

L@s mism@s que se rasgan las vestiduras porque los sindicatos hayan convocado una manifestación de protesta el 11 de marzo, aniversario de la matanza de Atocha, son los que, por otro lado, han decidido suprimir la Oficina de Víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura. Por lo que parece, no todas las víctimas son iguales. Debe de haberlas de primera y de segunda.

Las víctimas del 11-M son preferenciales o tal cosa se viene a insinuar. Aunque tampoco con mucha fuerza de convicción ya que también es cierto que quienes se rasgan las vestiduras por estas víctimas son más o menos quienes llevan años tratando de deslegitimar la decisión judicial sobre el caso y procurando reabrirlo, convirtiéndolo en un espectáculo, razón por la cual aplauden el anuncio del Fiscal General del Estado de que reabrirá diligencias sobre los trenes del 11-M que el Supremo archivó. Mucho en el fondo no les importan ni las víctimas cuya honra escandalizamente esgrimen. Más bien parece que quieran instrumentalizarlas para otras querellas políticas.

Porque tanto rasgarse las vestiduras en público suena a hipocresía ya que de lo que se trata es de deslegitimar a los sindicatos a los que se está hostigando por todas partes. Cosa tanto más llamativa cuanto que la presidenta de la asociación mayoritaria de víctimas del 11-M, Pilar Manjón, ya ha dicho que no piensa colaborar en la actividad deslegitimatoria y ha aprovechado de paso para dar un dato preocupante: hasta la fecha, la asociación mayoritaria de víctimas del 11-M, la de la propia Pilar Manjón, no ha sido invitada a los actos conmemorativos del Ayuntamiento y la Comunidad.

Que es un acto de hipocresía es patente y, para que lo entiendan las católicas damas que rigen los gobiernos municipal y autonómico, se lo presentaremos con música de esos evangelios que dicen profesar. Vayan a San Lucas (6, 6/8) y lean cómo Cristo sanó a un tullido en la sinagoga y, ¡en sábado!, cosa que los fariseos estaban espiando para acusarlo a continuación de impiedad. Porque el sábado ha de santificarse y en él no puede hacerse nada. Igual que en el 11-M.

(La imagen es una foto de Eric Rojas, bajo licencia de libre documentación GNU).

divendres, 2 de març del 2012

El gobierno y la Gürtel.

La política, como la religión, es en parte cosa de ritos, de formas, de símbolos. Ambas, la religión y la política, apuntan al futuro; en el más allá o en el más acá, pero futuro. El presente es un anuncio del povenir. Por eso todo lo que se hace tiene un significado que lo trasciende.

El gobierno ha destituido fulminantemente al equipo de inspectores de Hacienda que descubrió y denunció la trama Gürtel y, en su lugar ha nombrado jefa adjunta de la ONIF (Oficina Nacional de Investigación del Fraude de la Agencia Tributaria) a Pilar Valiente quien fue presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores en tiempos de Aznar y hubo de dimitir por un comportamiento que el rey calificaría de "poco ejemplar". El mensaje que las dos medidas envían es claro: tapar la Gürtel.

El PP consiguió que dimitiera el ministro socialista de Justicia, Bermejo, por sus relaciones cinegéticas con el juez Garzón y posteriormente se constituyó en parte en algún proceso contra este juez, también debelador de la Gürtel, al que se ha acabado expulsando de la carrera judicial. Es evidente que la actitud del PP en todo el asunto de la Gürtel es contraria a la ética democrática que obliga a los partidos de gobierno a facilitar la acción de la justicia, la persecución del delito y no a entorpecer la una ni ocultar el otro.

Entender que los órganos del Estado son instrumentos de partido es la peor perversión del sistema democrático, cuyo pivote esencial e el Estado de derecho. No Estado de partidos. Tomar represalias políticas con los funcionarios equivale a retrotraer el Estado a las prácticas de la Dictadura o, incluso antes, a las de la Restauración.

Y símbolo por símbolo, mientras el gobierno español se enreda simbólicamente en el caso Gürtel, el Congreso de la Argentina ovaciona al juez Garzón, recientemente condenado por prevaricación por el Tribunal Supremo de la Madre Patria. Lo que es verdad de un lado de los Pirineos es mentira del otro y lo que es justo a un lado del Atlántico es injusto al otro. Pero eso no es admisible.

(La imagen es una foto de La Moncloa que está en el dominio público).

El dinero y el tiempo.

La Unión Europea no flexibiliza el objetivo del déficit que se queda en ese asfixiante 4,4% del PIB hasta mayo. Rajoy se vuelve por donde se fue. Si esto le pasa a Rodríguez Zapatero, al llegar, lo hubieran recibido a pedradas. Rajoy no tiene detrás un Aznar diciendo a quien quiera oírle que España no puede pagar ni el recibo de la funeraria.

Igual que hace con Grecia, la Unión no da dinero; da tiempo. "El tiempo es oro" decía, al parecer, Franklin y de ahí sacó mucha punta Max Weber. Pero, además de oro, el tiempo puede ser plomo; plomo en las alas. En realidad, la Unión no rebaja el importe de la deuda sino que lo "renegocia" y, por ende, lo encarece. Con eso el país no podrá remontar el vuelo y, si lo remonta, no será como reina en el vuelo nupcial sino como zángano.

El tiempo, el tiempo comprado, es además exasperante y no va a apaciguar los ánimos cada vez más encendidos. Y cada vez lo están más según se ve que, mientras la mayoría de la gente lo pasa mal, unos cuantos se llevan fortunas por las buenas o por la no tan buenas. Del fondo común.

(La imagen es una foto en el dominio público.)

dijous, 1 de març del 2012

La información y la mendacidad.

Los pasquines de la derecha, que se ven a la izquierda, coincidían hoy en la diaria maniobra de desinformación que llevan a cabo. La idea en todos es la misma: magnificar los disturbios que un puñado de radicales provocó ayer en Barcelona y culpar de ello al PSOE que, como sabe todo el mundo, no tiene nada que ver con el asunto. Pero eso es lo de menos para una gente cuyo oficio no es informar, sino mentir, provocar y ver si se puede enfrentar a unos ciudadanos con otros. Igual que la misión de Aznar cuando habla en público no es aclarar ni comunicar nada, sino difundir odio y afán de venganza.

Ignoro si la gente que consume esta bazofia siente alguna inquietud o tiene algún escrúpulo moral. Y tampoco me importa. Lo que debe quedar claro es que aquí hay una "prensa" que entiende que su cometido en auxilio del gobierno es suscitar, si puede, un clima de confrontación civil, pues es incapaz de vivir en uno de normalidad democrática. Sabedora de que está en el gobierno por casualidad pues, si la crisis no hubiera hecho tanta mella en España el PSOE no hubiera perdido las elecciones o las hubiera perdido por mucho menos, trata de crear una situación de hecho en la que, mediante la demagogia, la calumnia, el miedo, el chantaje, lo excepcional se convierta en normal.

La idea es la misma que persigue el Gobierno al que esta prensa apoya de común acuerdo con los empresarios: quebrar todo principio de seguridad jurídica y social de los trabajadores y la gente en general, destruir sus derechos, tornar inseguras e inciertas sus vidas, hacerlos depender de la caridad y la magnanimidad de los ricos para que entiendan quién manda en esta sociedad y a quien hay que votar mediante la esclarecida guía de unos curas lanzados desde hace años a engordar las arcas de la iglesia esquilmando el patrimonio inmobiliario del país: a los empresarios que tienen derecho absoluto sobre vida y hacienda de los trabajadores y a sus pistoleros y sicarios mediáticos, cuya supervivencia depende estrictamente de que den la medida asignada de ladridos en defensa del capital y en contra de los demás trabajadores.

¿Qué? ¿Va entrando ya en la dura mollera de los imbéciles que decían que el PSOE y el PP son lo mismo que eso no es verdad? Y lo de imbéciles cuando lo decían de buena fe; porque muchos, que se creían más listos, lo decían de mala fe, para facilitar las cosas al PP, si es que no eran agentes de este, directamente pagados por él.

Ética y política (parte práctica).

Ni veinticuatro horas ha tardado Aznar en demostrar empíricamente lo que ayer afirmaba Palinuro teóricamente en el post Ética y política. Aznar provoca mucha animadversión e irritación incluso entre los suyos. Pero no cabe duda de que es un contundente comunicador, un ejemplo extraordinario de la grandeza y la miseria de la comunicación política como se exponía ayer. Nada de contemplaciones, nada de matices, de claroscuros, de diferentes facetas y de respeto por las opiniones contrarias. Directo, al grano y sin reservas. Aznar entiende la comunicación como un pugilato. Sale a noquear al adversario y lo pone a la defensiva, tratando de cubrirse de la lluvia de golpes.

La cuestión es qué tiene esta agresividad que ver con la democracia como práctica discursiva. Es más, qué tiene que ver con la realidad. Al culpar exclusivamente a los socialistas Aznar ignora deliberadamente que la crisis es mundial, que tanta ruina han traido los socialistas a España como los conservadores a Islandia, Irlanda o Italia; ignora que parte de la crisis se incuba en la burbuja inmobiliaria que él alentó, que las Comunidades Autónomas del PP la han alimentado y, lo que es más grave, ignora y oculta que su comportamiento personal a lo largo de la crisis fue claramente boicoteador de los esfuerzos del gobierno por resolverla. Esto es, ignora u oculta aspectos cruciales del fuero externo y del fuero interno. Sus intervenciones parecen seguir estando dictadas por el rencor y el afán de venganza.

Ciertamente, el discurso político de Aznar tiene mucha fuerza comunicativa que contagia a sus huestes. Lo preocupante es que pueda calar una forma de comunicación en blanco y negro, en el crudo crisol de la dialéctica autoritaria del amigo/enemigo, de vencedores y vencidos. A años luz de la ética democrática.

Fausto y Mefistófeles de paso por Madrid.

Los teatros del Canal han tenido el atrevimiento de montar una obra de un autor que, por lo escaso de su producción, su injusto semiolvido, su lejanía en el tiempo y en el espacio, raramente llega a los escenarios españoles. Christopher Marlowe, siempre ensombrecido por el brillo de su contemporáneo Shakespeare, alguna de cuyas obras pudiera él haber escrito, según dicen los sempiternos chismosos, es poco más que una leyenda por estas tierras, cosa que se aprecia en la escasa asistencia a las representaciones. Ayer casi la mitad del aforo estaba vacía. Lo cual es injusto porque Marlowe es la prueba viva de que el teatro isabelino es mucho más rico y variado de lo que parece. Su Tamerlán el grande es una obra revolucionaria. Y, en otro sentido, aunque paralelo, el Dr. Faustus, también.

La leyenda de Fausto, una historia alemana de comienzos de XVI basada, al parecer, en la vida de un personaje real, es universalmente famosa. Se ha reproducido en teatro (Marlowe, Lessing -aunque inconcluso-, Goethe), en novela (Thomas Mann), en cine (Richard Burton), en ópera (Gounod) que yo recuerde. Pero habrá más reproducciones porque es un relato de fortísimo impacto: el de la soberbia del hombre que vende su alma al diablo a cambio de conocimiento y poder. Sobre este núcleo se han acumulado especulaciones filosóficas, hasta se ha acuñado un tipo humano, el del hombre fáustico, consumido por su afán de transformación y dominación. Es un tema que plantea problemas metafísicos de todo orden y un par de ellos específicamente cristianos: el del pecado de orgullo de los seres humanos de querer ser como Dios y el de su libre albedrío.

El primero, si bien se mira (aunque no he visto que se mencione por ahí) coincide con el tema del pecado original mismo: ya Adán es castigado por querer ser como Dios. A ello lo incita el diablo por intermedio de la mujer. El diablo, el alter ego de Dios, ya había sido castigado por eso mismo cuando Lucifer se rebeló. Por eso está Lucifer en la aventura de Fausto, valiéndose de Mefistófeles y de nuevo de la mujer, Margarita, Gretchen, para destruir al hombre. La leyenda es eterna: el hombre quiere alcanzar el conocimiento para cambiar el mundo, recrearlo. Lo nuevo en las versiones tardomedievales o prerrenacentistas, como el Faustbuch alemán y la obra de Marlowe es que la rebelión se haga mediante un contrato, un instrumento típicamente burgués. En cierto modo, Fausto es la versión metafísica del contrato social.

Del Faustus de Marlowe hay dos versiones, llamadas A y B. La primera es más breve; la segunda tiene varias interpolaciones de autores desconocidos. Simón Brede, director, y David de Sola, adaptador, se han decidido por la breve y la compañía Rakatá ha hecho una escenificación con elementos de acrobacias que no están mal y rompen la inevitable monotonía lineal de estas piezas de carácter edificante. Porque Dr. Faustus tiene un aire de moralidad medieval mezclado con elementos renacentistas muy hábilmente equilibrados por el autor, un genio del teatro con una profundidad de análisis psicológico de los personajes que no desmerece nada del de Stratford.

Pero la adaptación hace algo más que atenerse a la versión B. También se toma libertades. Recorta otras escenas (el famoso episodio de la venta del caballo) o las reduce a forma narrativa y cambia algunas radicalmente de contenido. Esto no es necesariamente malo. Las versiones teatrales son libres. La cuestión es acertar. Pero cuando esas versiones afectan al argumento mismo de la obra, la cosa es más peliaguda. Veamos. La época isabelina es anticatólica y antipapista y Marlowe (de cuya confesión o no confesión religiosa no sabemos mucho y que podía estar al servicio de la Corona como espía) consideró oportuno reírse, burlarse del Papa de Roma. La versión española respeta ese deseo pero cambia su contenido. La escena burlesca con el pontífice gira en torno a la tortura de Galileo por defender la hipótesis heliocéntrica. Sin embargo, lo que Marlowe había escenificado es una burla acerca de la guerra de las investiduras entre el Papa y el Emperador alemán. Probablemente los adaptadores han pensado que este episodio no sería fácil de entender en España hoy y han recurrido al más habitual de Galileo. Nada que objetar tampoco, salvo que, además de ser bastante más basto que el de Marlowe, es anacrónico porque, cuando se produce el proceso de Galileo, Marlowe llevaba cuarenta años muerto.

Este chocante anacronismo da a entender que Marlowe tenía hacia 1590 las ideas tan claras como nosotros acerca del heliocentrismo copernicano. Y eso no es cierto. Si no recuerdo mal, en la obra el asunto no está nada claro. Se habla mucho de astros, de universo, de mundos pero, salvo que me traicione la memoria, de darse algo por supuesto más bien se da la hipótesis geocéntrica, que era la dominante todavía 50 años después de la publicación de la obra de Copérnico. Precisamente por eso se tortura a Galileo en 1630 y unos años antes aún se quemaba a la gente viva por sostener la hipótesis heliocéntrica.

Los anacronismos aparecen más veces: las referencias directas o implícitas al Quijote mueven a risa y dan pena al tiempo. ¿Por qué? Porque Marlowe tenía sus recursos, que dominaba magistralmente y no necesita pegadizos. Sobre todo porque estos se imponen sobre los propios del autor y los defiguran. La aparición de Helena de Troya que es como la contrapartida de la primera aparición de Alejandro Magno trasmiten al Dr. Faustus un halo clásico que aquí desaparece.

El Fausto de Marlowe, a diferencia del anterior y de los posteriores, sobre todo del de Goethe, se condena. Eso plantea el problema de hasta qué punto Marlowe había escrito una obra de ejemplificación cristiana. En la eterna lucha entre el bien y el mal, aquí gana el mal, Mefistófeles, Lucifer. Es un final revolucionario que los poderes de la tierra no están dispuestos a tolerar. Por eso Marlowe es un precedente de los autores malditos y por eso, probablemente murió tan joven, treintañero y de tan violenta forma. Si hubiera llegado a octogenario y a morirse de viejo como Goethe, con el Fausto a cuestas, a lo mejor lo salvaba. Porque, con la edad, los hombres se hacen conservadores.