diumenge, 4 de març del 2012

El socialismo madrileño (y el valenciano).

Ha estado bien el congreso del PSM. Tomás Gómez ha sido reelegido en limpia lid con Pilar Sánchez Acera y con una mayoría holgada. Las primarias son siempre una gran cosa y parece que ya se instalan indiscutiblemente en el PSOE. Resulta difícil de entender que unas personas que van a presentarse después a unas elecciones competitivas por una presidencia de gobierno nacional o autonómico no sean a su vez candidatas por elección sino por designación. Es una contradicción. Así que las primarias están muy bien pues, como se ve, clarifican las cosas. Y todavía estarían mejor si, en lugar de votar solo los delegados, votaran todos los militantes. Y lo ideal es que hubiera primarias abiertas; abiertas a los electores.

El caso es que el PSM ya tiene un líder probado, ducho en política local y autonómica que puede empezar a prepararse para perder las próximas elecciones autonómicas de 2016, como tiene su partido por costumbre desde los años noventa del siglo pasado. Le ocurre lo mismo que en Valencia, dos comunidades autónomas importantes con fuertes partidos socialistas que fueron de gobierno, quedaron barridos de este en los años noventa y, desde entonces, no han levantado cabeza. Cuatro legislaturas del PP con mayoría absoluta en Madrid y algo parecido en Valencia con unos partidos socialistas sumidos en el marasmo, las peloteras internas y la más absoluta irrelevancia debieran ser suficientes para que esos partidos recapitularan en serio sobre lo que han hecho mal. Y no solo mal, sino requetemal. Que el partido socialista valenciano no sea capaz de obtener mejores resultados electorales frente a una camarilla cuya política, en la medida en que no es una ruina, está ante los tribunales de justicia es algo pasmoso. Pero no menos lo es un partido como el madrileño en el que se dio el espectáculo del tamayazo.

Dejo de lado el caso valenciano que considero incomprensible y me centro en el madrileño. Una de las causas de la mala fortuna electoral de este es su bajísimo perfil. La gente no sabe bien qué es el PSM y mucho menos qué propone. Falta de visibilidad que no cabe achacar a la de la comunidad autónoma como prueba la presencia cotidiana de Aguirre opinando literalmente sobre todo. Aquí, suele decirse, hay un problema de comunicación del socialismo madrileño.

Quizá. El gobierno del PP hace un uso partidista cerrado de los medios públicos y los privados no suelen ser favorables a los socialistas. Pero lo más grave para el PSM es la continua injerencia del gobierno central en sus asuntos. Parece como si este considerara la Comunidad de Madrid casi como territorio propio y se animara a hacer con ella lo que no hacía con las otras, esto es, apadrinar candidatos. Lo hizo Rodríguez Zapatero y también Rubalcaba y este sigue haciéndolo ahora pues, al parecer, la rival de Gómez, Pilar Sánchez Ocaña, es de tendencia rubalcabiana.

Si el PSM ha de alcanzar un perfil propio y ser conocido de la ciudadanía madrileña esas interferencias de las altas esferas del partido o del gobierno deben acabar. Pero eso es muy difícil porque, a su vez, el PSM, a diferencia del socialismo valenciano, tiene una vocación nacional. La clara victoria de Gómez permite verlo como posible substituto de Rubalcaba en el caso de que este pierda las elecciones generales de 2015, cosa nada extraña. A estos efectos sería conveniente que Gómez ganara antes unas elecciones autonómicas. Y aquí es donde el flamante secretario general tiene que ampliar y profundizar su programa de izquierda socialdemócrata.

En todo aquello que entre en las competencias de la Comunidad Autónoma, la alternativa de izquierda tiene que existir y ser conocida: la laicidad; la defensa de lo público, del Estado del bienestar, de las políticas fiscales progresivas, de la redistribución y de los servicios sociales; la aplicación de medidas de estímulo económico financiadas fiscalmente; la sanidad pública, universal y gratuita de calidad; la educación pública gratuita; la recuperación de los derechos laborales de los trabajadores; la lucha contra la corrupción; el adelanto de las mujeres; la ampliación de los derechos civiles y la protección del medio ambiente. El discurso de la izquierda.