divendres, 2 de març del 2012

El gobierno y la Gürtel.

La política, como la religión, es en parte cosa de ritos, de formas, de símbolos. Ambas, la religión y la política, apuntan al futuro; en el más allá o en el más acá, pero futuro. El presente es un anuncio del povenir. Por eso todo lo que se hace tiene un significado que lo trasciende.

El gobierno ha destituido fulminantemente al equipo de inspectores de Hacienda que descubrió y denunció la trama Gürtel y, en su lugar ha nombrado jefa adjunta de la ONIF (Oficina Nacional de Investigación del Fraude de la Agencia Tributaria) a Pilar Valiente quien fue presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores en tiempos de Aznar y hubo de dimitir por un comportamiento que el rey calificaría de "poco ejemplar". El mensaje que las dos medidas envían es claro: tapar la Gürtel.

El PP consiguió que dimitiera el ministro socialista de Justicia, Bermejo, por sus relaciones cinegéticas con el juez Garzón y posteriormente se constituyó en parte en algún proceso contra este juez, también debelador de la Gürtel, al que se ha acabado expulsando de la carrera judicial. Es evidente que la actitud del PP en todo el asunto de la Gürtel es contraria a la ética democrática que obliga a los partidos de gobierno a facilitar la acción de la justicia, la persecución del delito y no a entorpecer la una ni ocultar el otro.

Entender que los órganos del Estado son instrumentos de partido es la peor perversión del sistema democrático, cuyo pivote esencial e el Estado de derecho. No Estado de partidos. Tomar represalias políticas con los funcionarios equivale a retrotraer el Estado a las prácticas de la Dictadura o, incluso antes, a las de la Restauración.

Y símbolo por símbolo, mientras el gobierno español se enreda simbólicamente en el caso Gürtel, el Congreso de la Argentina ovaciona al juez Garzón, recientemente condenado por prevaricación por el Tribunal Supremo de la Madre Patria. Lo que es verdad de un lado de los Pirineos es mentira del otro y lo que es justo a un lado del Atlántico es injusto al otro. Pero eso no es admisible.

(La imagen es una foto de La Moncloa que está en el dominio público).