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dimarts, 24 de setembre del 2013

La democracia es cosa de mesura.


El gobierno de la derecha es un desafuero en todos los terrenos. El nombramiento de ese presidente del Tribunal Constitucional, militante del partido al mando, no puede justificarse bajo ningún punto de vista político, moral o jurídico. Tiene una consecuencia perversa inminente. El Tribunal Constitucional será el órgano al que el gobierno envíe cualquier contencioso con Cataluña y sus instituciones. Y ¿qué juicio merecerá el de un tribunal presidido por una persona recusada de antemano por la parte catalana por su falta de imparcialidad? Falta de imparcialidad patente. Y hasta falta de independencia pues ¿cuál es la de un militante con respecto a su partido, sobre todo el militante que debe el cargo al partido, a pesar de haber ocultado su militancia en él, prueba obvia de que la acusación es razonable?

Pero todo son desafueros. Lo de los medios públicos de comunicación es un atropello increíble. Ahí están Echenique y Somoano, hundiendo la audiencia de los informativos de TVE que los van a dejar como los de Telemadrid. Y en sanidad, en educación, en derechos de las mujeres. Si alguien tiene alguna duda al respecto, mire lo que decían el presidente del gobierno y varios de sus hoy ministros sobre el copago en sanidad. Todos coinciden en términos escandalizados y justicieros en que el copago sería una arbitrariedad, un abuso de los más débiles, una monstruosidad que el PP jamás haría ni hará. No se rían (habría de ser una risa sardónica) y escuchen a Rajoy, Sáenz de Santamaría, Gallardón, Cospedal, Pons. Está claro que el copago sería un desafuero. Exactamente el que han cometido ellos: un copago, repago, privatización y expolio.

O consideren el birlibirloque de las pensiones que han ideado los expertos a sueldo de la banca y la ministra Báñez tiene que escenificar como puede de vez en cuando. Es ya célebre su vaticinio de cómo vendrán los pensionistas a agradecerle con lágrimas en los ojos que les haya dado un 0,25% de subida y tope anual y una bajada también anual equivalente a la diferencia entre ese 0,25% y lo que realmente suba el IPC del que las pensiones quedan desvinculadas. Se puede llamar como se quiera, pero es una confiscación de rentas por adelantado, un empobrecimiento en diferido.

Y si esto es en el ámbito de las políticas públicas, no se hable de los desafueros en la forma de gobernar. El presidente está oculto o ausente, no da explicaciones de sus actos, no admite preguntas de los periodistas, no comparece en sede parlamentaria y hace literalmente lo que le da la gana. El comportamiento de la presidencia del gobierno no es de recibo bajo ninguna concepción mínima de democracia. Es un abuso, tanto más indignante cuanto quien se lo permite es alguien acusado de prácticas corruptas. Si, a pesar de todo, se sale con la suya, se debe a tres factores:

1º) Una batería de medios de comunicación (todos los públicos que controla y buena parte de los privados) dedicada a embellecer su forma de gobernar y justificar sus más clamorosos desafueros.

2º) Una mayoría parlamentaria absoluta que funciona como una guardia pretoriana al servicio exclusivo de la seguridad personal de los generales. Todas las iniciativas de la oposición para conseguir que el Parlamento cumpla su función de controlar al gobierno se estrellan contra la cohorte del pretorio que no deja pasar ni una pregunta, interpelación, moción o simple iniciativa que pueda molestar al emperador. 

3º) La dudosa calidad, eficacia, eficiencia de esa oposición a la que no permiten ejercer como tal a base de argucias y triquiñuelas reglamentarias, tan manifiestamente impertinentes que puede exponerlas la señora Villalobos con su peculiar estilo. "En realidad", viene a decirse, "debiérais estarnos agradecidos, so pringaos, de que os demos explicaciones y no os hagamos un corte de mangas."

Es patente que el Congreso se ha convertido en una cámara de bloqueo y aplauso, mero disfraz de un gobierno autoritario, que no informa, ni da explicaciones, ni admite responsabilidades de ningún tipo. En esas condiciones, la pregunta es: ¿presentará ya el PSOE la moción de censura o buscará otro subterfugio, otra logomaquia para forzar la comparecencia parlamentaria de Rajoy, aprovechando que 2013 es el año de la serpiente en el calendario chino? Es cierto que la moción de censura tiende a verse como el último cartucho en la recámara y el combatiente experimentado procura no malgastarlo. Pero alguna vez hay que disparar. La moción de censura será derrotada, por supuesto, pero tendrá su utilidad política. Permitirá anunciar al país cuál es el proyecto del PSOE y este podrá exponer cuál será su actitud a partir de entonces si se mantiene el bloqueo parlamentario cerrado. 

Es ahí en donde la oposición debe salir de su marasmo. Si el Parlamento no es sino una cámara de legitimación y bloqueo, la oposición solo dejará de cooperar en esa mixtificación abandonándolo. Lo viene diciendo Palinuro: la retirada al Aventino es una actitud muy honrosa de la oposición, que no puede ser cómplice de su silenciamiento. 

Por supuesto que Rajoy debe comparecer y explicar por qué mintió en sede parlamentaria. Y dimitir.

Quede para mañana comentar la reciente declaración de González en el Ritz (creo) de que la independencia de Cataluña es imposible. Si acaso porque esto ya aburre a las ovejas. 

diumenge, 16 de juny del 2013

Apostillas al discurso del pacto.


Anoche estuvo en la tele Elena Valenciano defendiendo el pacto sobre Europa del PP y el PSOE. Habló también de otros asuntos siempre de modo prudente, claro, conciso, sin rehuir nada por incómodo que fuese. Acostumbrados a escuchar a los políticos -en especial los del gobierno- perderse en jardines de simplezas, marrullerías, mentiras, injurias y necedades, esta política es un ejemplo. Y un ejemplo de congruencia. Su precisión de que no es "abanderada del feminismo" sino que es feminista fue un acierto con salero. Por eso es un ejemplo. Del resto de la concurrencia prefiero no hablar. Por cierto, ¿es malicia mía o la entrevista se acabó cuando iba a salir el asunto de los sobres barcénigos?


Valenciano defendió el pacto con una batería de razones, lo que es de agradecer. Pero el discurso en conjunto no es convincente y eso puede demostrarse con otras razones que quieren ser mejores. No haya cuidado porque, al final, el asunto no es de razones sino de quién manda. Y, como mandan Rubalcaba y Valenciano, sus razones se impondrán sean o no las mejores.

En principio, no hay objeción a la idea del pacto en abstracto. El nombre está cargado de connotaciones positivas. El pensamiento político moderno arranca del contractualismo. El pacto es el origen de la sociedad, constituida después en el pacto de unión civil, de Kant, distinto al pacto de sujeción, que venía de la Edad Media. Está en Hobbes: pactar es lo que hace la gente sensata en lugar de exterminarse mutuamente. Abogar por el pacto es así abogar por causa noble y la insistencia de Rubalcaba tiene sólido fundamento... en el pasado.

Ese espíritu pactista fue la innovación que trajo Zapatero a la labor de la oposición a partir del año 2000: moderación, talante, acabar con la crispación y pactar. Fruto de ese ánimo fue el Pacto por la libertades y contra el terrorismo, también llamado Pacto antiterrorista, que benefició a todo el mundo e inició el declive de ETA. Un pacto propuesto por Zapatero que Rajoy, entonces vicepresidente, despachó con la habitual sorna de quien desprecia lo que ignora, diciendo que era "un conejo que se había sacado Zapatero de la chistera". Dos años más tarde él era el verdadero defensor del Pacto y acusaba a Zapatero de dinamitarlo. Es lo que se llama hablar según sopla el viento. Él quedó como lo que es, un cantamañanas sin criterios y los sociatas se apuntaron un acierto. Por eso ganaron las elecciones de 2004 y 2008. La gente les premió la actitud pactista, harta de la permanente confrontación movida por el PP.

Pero lo que sale bien una vez no tiene por qué una segunda. La historia y la política no se repiten, aunque lo parezca. La solución a un problema de ayer puede no serlo cuando se replantee; puede hasta ser contraproducente. Así se desprende mayoritariamente, por ejemplo, del juicio contemporáneo sobre la vigencia del keynesianismo. Las propuestas de los años treinta y cuarenta del siglo XX, ya no valían en los noventa (a causa del estancamiento con inflación) y tampoco, se dice, en el siglo XXI.

A lo mejor pasa algo así con el pactismo. Es un principio de rancia prosapia, pero no siempre aplicable. Las circunstancias han cambiado tanto entre 2004 y hoy que, en lugar de ceder al cliché de la receta pasada triunfante, los socialistas debieran reflexionar si no habrá otras fórmulas. El principal enemigo ya no es el terrorismo que, en cierto modo, venía de fuera del sistema sino que lo es la crisis económica, que viene de dentro. Valenciano construye lo que hoy se llama, impropiamente, un maniqueo, es decir simplifica las opciones a dos antagónicas. Según ella, el PSOE pacta porque no va a hacer la oposición destructiva que hizo el PP. O sea: pacto o destrucción, sin matices intermedios. ¿Quién se atreverá a negar que se puede no ser destructivo sin ser pactista? 

Claro que se puede ser constructivo sin pactar nada y lo que hay que demostrar es la necesidad del pacto. Sobre todo porque este debe justificarse en sí mismo y no ser meramente un símbolo de la voluntad de pactar, que se presume en gente civilizada. El PSOE insiste en que se trata de un pacto para presentar un frente común ante la UE. Sin embargo es fácil probar que ese acuerdo es innecesario y, además, contraproducente para él.

Es innecesario porque se limita a dar carácter solemne y oficial a un comportamiento que no lo necesita pues forma parte de los usos y costumbres democráticos de siempre, esto es, que el gobierno que habla en el exterior en nombre del país lo hace con el apoyo de todas las otras fuerzas políticas por tratarse de asuntos de Estado. Cierto, no es el caso con el PP que, cuando está en la oposición, boicotea sistemáticamente la unidad de la acción exterior del Estado. Pero, al estar en el gobierno, se aprovecha de que los demás no actúan como él y ni siquiera hace falta formalizarlo en un pacto inútil.

Pero, al hacerlo y, al hacerlo como lo ha hecho, el PSOE se enfrenta a dos peligros. El del enquistamiento y el del seguidismo. Al haber formalizado el pacto sin el apoyo de ningún otro grupo parlamentario se pone de relieve la dinámica bipartidista que hoy suscita mucha animadversión en amplios sectores políticos. No me consta que el PSOE prefiera un sistema de partidos a otro y, por tanto, no tiene por qué ser más bipartidista que multipartidista. Sin embargo, al firmar en solitario con el partido de la derecha, aparece como apoyo de un sistema del que se beneficia electoralmente, aunque no tanto como su cofirmante. Este no tiene nada que perder con un pacto que no le impone compromisos. Al contrario, todo por ganar porque, además, abraza al PSOE con el abrazo del oso.

Aunque los socialistas se empeñen en precisar que el pacto es hacia el exterior y no implica en modo alguno pacto o alianza en el interior, es imposible que no aparezcan uncidos al carro del gobierno y en una actitud de seguidismo. Justo cuando más claro debiera ser que tienen alternativas viables a las agresivas políticas de desmantelamiento del Estado del bienestar. Pactar lo que sea con quienes han arruinado el país en beneficio de los empresarios, los banqueros y los curas no es algo recomendable. Y si, además, resulta que el pacto era innecesario, mucho más. 

En realidad la oposición del PSOE sería enormemente constructiva si, en lugar de sellar pactos inanes, buscara un acuerdo de la mayor cantidad de fuerzas de izquierda posible en torno a un programa común que podría, de momento, constar de un punto único: derogación inmediata de todas las normas del gobierno del PP mediante las que se restrinjan derechos de los ciudadanos en cualquiera de sus condiciones vitales, como trabajadores, mujeres, inmigrantes, jóvenes, dependientes, minorías nacionales, pensionistas.

Ese pacto es una metedura de pata. 

(La imagen es una foto de Amio Cajander, bajo licencia Creative Commons).

dijous, 9 de maig del 2013

La retirada al Aventino.


Hace unas fechas, con motivo de alguno de los habituales desprecios de Rajoy al Congreso o de la aplicación del rodillo popular en esta o aquella decisión (¡esas votaciones en que la mayoría rechaza a veces cientos de preguntas de la oposición sobre el caso Bárcenas e impide que se hable de él!) Palinuro sostenía que, a causa del autoritarismo del gobierno y su mayoría parlamentaria absoluta, el Congreso era irrelevante. No puede controlar con eficacia al gobierno; este comparece cuando quiere y habla de lo que quiere. Dada la férrea disciplina de voto (que incluye multas a los diputados díscolos) no existe ninguna posibilidad de que el PP pierda una sola votación y, por ende el gobierno, cuya posición es inexpugnable. Ni visos de verosimilitud para un voto de confianza; no hablemos ya de moción de censura. El gobierno hace y dice lo que le place sin fiscalización alguna. Incumple su programa y ayer, en la sesión de control, Rajoy afirmó rotundo que nadie le apartaría de seguir la senda de su programa que, por lo demás, nadie sabe cuál es, salvo hacer lo que le ordenan en Berlín. Aseguró asimismo que no quería engañar a nadie. Pues será la primera vez ya que hasta ahora no ha hecho otra cosa, como él mismo ha reconocido. 

Ante la situación de ninguneo del Parlamento, de irrelevancia e impotencia de este, convertido en una cámara de aplaudir y abuchear, en cierto modo degradado en su función, Palinuro sugería que la oposición lo abandonara, que repitiera la famosa retirada al Aventino, cuando algunos diputados socialistas en el Parlamento italiano, en protesta por la desaparición de su compañero Giacomo Matteoti (cuyo cadáver apareció unos meses después, habiéndose tratado de un asesinato fascista) se retiraron de la cámara y comenzaron a reunirse en otra sala. Lo llamaron "retirada al Aventino", en recuerdo de la llamada secessio plebis, de la República romana, por la cual la plebe se retiraba al Aventino (una de las colinas de Roma), dejando solos a los patricios en la ciudad, en realidad una ciudad fantasma pues, al retirarse los plebeyos se cerraban todas las tiendas, servicios, etc. Algo muy parecido a una huelga general. Gracias a las sucesivas retiradas de la plebe a lo largo de los siglos, esta consiguió la equiparación de derechos con los patricios. Por eso los diputados socialistas hablaron de su retirada al Aventino como el intento de que los fascistas restablecieran la legalidad. Pero fue al revés de lo que sucedió con la plebe romana: la persecución se amplió a los comunistas, se abolió el régimen parlamentario y se instauró la dictadura fascista, cuyo primer acto fue enviar a la cárcel al diputado Antonio Gramsci, que murió en ella.

El episodio de la ritirata sull'Aventino, ha quedado consagrado, sin embargo, como un acto de lo que podría llamarse la "dignidad parlamentaria", con independencia de cuál sea su resultado práctico. Aunque tampoco este es tan desdeñable. Si bien no suele mencionarse, la revolución francesa es una especie de retirada del Aventino. Convocados los Estados-Generales por Luis XVI, el estado llano se reunió aparte; se le añadieron luego el clero y la nobleza (de toga y de espada) y los Estados Generales se convirtieron en la Asamblea Nacional. La retirada al Aventino tiene muy buena prensa. Por eso la proponía Palinuro a la oposición de izquierda.

Pero héteme aquí que es el PP, la derecha, quien la pone en práctica en el Parlamento catalán. Visto que el pleno del Parlamento ignora la decisión del Tribunal Constitucional de dejar en suspenso la declaración de soberanía de hace unos meses y designa una comisión para gestionar el dret a decidir, Alicia Sánchez Camacho y sus compañeros de grupo lo abandonan sosteniendo que el Parlament está en una actitud de insumisión. Pura retirada al Aventino.

Es algo de lo que podría aprender la oposición del Congreso y el Senado. Si realmente el gobierno está dispuesto a apoyar en los solos votos de su grupo parlamentario toda su legislación, sin consensuar nada ni escuchar a nadie a la hora de tocar cuestiones vitales para la mayoría de la sociedad,  la presencia de los otros grupos parlamentarios solo es ornamental y justificativa. A lo mejor se hacen valer más retirándose al Aventino.

dimarts, 9 d’abril del 2013

Il sorpasso.


En los años noventa del siglo pasado -al ritmo de las cosas, casi el tiempo de Chindasvinto- Julio Anguita, coordinador general de IU y secretario general del PCE, abrigaba la esperanza de que su formación sobrepasara al PSOE en apoyo electoral. A ese objetivo llamaba sorpasso. No lo consiguió pero, en efecto, en las dos elecciones de 1993 y 1996, IU alcanzó sus mejores resultados hasta hoy, llegando a tener veintiún diputados en el Congreso, con el 10,5% del voto. Lo nunca visto

El vocablo, así, en italiano, era entonces de uso común en Italia, su tierra natal. Pero, como los términos políticos tienen múltiples significados, según quien los emplee, pues suelen ser desiderativos, allí no tenía el significado que aquí le daba Anguita. Allí se empleaba para nombrar la feliz situación -que se creía al alcance de la mano- de que Italia sobrepasara a Francia en alguna magnitud macroeconómica, quizá el PIB o el PIB por habitante. Eso tampoco tenía mucha importancia. Al fin y al cabo, el sorpasso que se había quedado en la memoria colectiva italiana era el de la película de Dino Risi, a comienzos de los sesenta, una genialidad con Vittorio Gassman y Jean-Louis Trintignant.

Il sorpasso español no se materializó pero, en 1996, el año de mejores resultados de IU, la derecha ganó las elecciones y el PSOE se tiró ocho años en la oposición. Hoy la posibilidad del sorpasso vuelve a tomar cuerpo. Y no con el hálito fervoroso del político cordobés sino con los fríos datos de la encuesta de Metroscopia, según la cual las intenciones directas de voto a IU y el PSOE son de 10,7% y 8,8% respectivamente, casi dos puntos por debajo.

Estos datos tienen una interpretación inmediata que, por supuesto, puede ser errónea. Traducen dos tendencias, una de radicalización progresiva del electorado a medida que se alarga la crisis y esta se ve como una agresión del capital a las clases medias y bajas; la otra de rechazo también progresivo de ese electorado a un PSOE que, sobre no distanciarse de los errores del pasado, comete otros nuevos sin parar y se mantiene de espaldas a los movimientos reales de la sociedad que aspira a gobernar. Sabido es, además, que esta situación no es algo repentino, que haya aparecido inopinadamente, un cambio súbito de humor del electorado. No. Es el resultado sostenido y agravado de la derrota del 20-N de 2011. En año y medio prácticamente el PSOE no ha levantado cabeza sino que la ha hundido más debajo del agua, como el somormujo. Y no la levantará porque no tiene previsto hacer nada que dé un vuelco a la situación. Cuando el secretario general de un partido cosecha un 84% de desconfianza hacia su persona entre sus votantes y un 95% entre todos ellos y cuando esta lamentable valoración no es flor de un día sino un estado de opinión consistente, el partido tiene un problema que no va a resolverse con una conferencia política en octubre en la que, por lo demás, y según sabemos, no se podrá decir nada sobre la autodeterminación o la Monarquía.

El PSOE tiene un obvio problema de falta de liderazgo. Ayer publicaban Odón Elorza y Beatriz Talegón (que son como dos francotiradores) un artículo muy bien intencionado con el título de Necesitamos un relato socialista. Bien intencionado, en efecto, y vagaroso como el aleteo de las mariposas. Conscientes los dos socialistas de que tienen el partido hecho unos zorros, proponen tres cosas: a) recuperar la pasión por la democracia; b) ofrecer un "contrato ciudadano" para dignificar la política; y c) presentar un proyecto alternativo para salir de la crisis. ¿Quién les dirá que no? Hombre, estaría mejor llegarse a los detalles y especificar que "pasión por la democracia" quiere decir proceso constituyente; que "contrato ciudadano" es lucha contra la corrupción, enjuiciamiento y castigo de los culpables, incluidos los especuladores financieros y los banqueros si lo son; que modelo alternativo quiere decir auditar la deuda, no pagar la que no sea pública, dejar caer los bancos, subir los impuestos, especialmente a los más ricos, aumentar la austeridad, reorientar el gasto público de las partidas militares, eclesiásticas, protocolarias así como las subvenciones a los servicios públicos privatizados y los concertados, a las de necesidad social.

Pero, en fin, se entiende. Sobre todo se entiende que el valor del artículo es de carácter testimonial y consiste en desmentir al secretario general y la dirección del partido, empeñados en que el PSOE es una balsa de aceite y hace piña detrás de su líder. De eso nada. En ese partido reina la inquietud y la incertidumbre, así como un sordo descontento, que hace estallar de vez en cuando conflictos localizados aquí y allá, como las burbujas del magma de la caldera, esperando que se produzca la erupción.

El gobierno y la oposición mayoritaria padecen una especie de mimetismo mutuo. Los dos pelean por sobrevivir frente a una opinión muy hostil. Los dos están prácticamente "bunkerizados". Cierto, Rubalcaba se hace ver más y habla con la gente, pero no trata los asuntos de enjundia de la política nacional. Los dos se niegan a explicar sus razones, a reconocer y aceptar los datos consistentes en año y medio y, por tanto, a cambiar de rumbo. Y, desde luego, ninguno de los dos está dispuesto a reconocer que no tiene ni idea de lo que pueda pasar. Entre otras cosas porque, por no saber, no se sabe cuándo pueda terminar esta crisis y ni siquiera si va a terminar. 

En estas condiciones nada tienen de extraño los datos de la intención directa de voto. Ustedes dejen a Rubalcaba un par de años más al frente con su implícita consigna de "Yo o el diluvio" y no será necesario que elijan el diluvio. Lo tendrán.


(La imagen es una caricatura mía sobre una foto de Rubelcaba 38, bajo licencia Creative Commons).(/div)

diumenge, 24 de març del 2013

De la lealtad mal entendida.

La entrevista de Elena Valenciano hoy en El País es un ejemplo palmario del grado de delicuescencia del PSOE. No hace dos días que, presionado por doquier para que haga algo, Rubalcaba delegaba en ella de hecho todo el poder en el seno del partido, se postulaba como dirigente de la oposición mayoritaria y decidía ocuparse en exclusiva de controlar al gobierno y de elaborar una alternativa a sus políticas. Asimismo recomendaba al PSOE hablar menos de sí mismo y más de oponerse a las políticas reaccionarias y ruinosas del PP. En el fondo, se trataba de una forma elegante y sutil de mandar callar, de censurar, de ahogar el muy legítimo debate interno que, al cuestionar abiertamente su idoneidad para el cargo, causa mucho enojo al secretario general.

El modo en que la dirección del PSOE entiende esta doctrina queda claro en la entrevista a Valenciano. Todos mudos que, para hablar del interior del PSOE, de sus problemas e incluso -en una auténtica demasía- de las posibles críticas a otros dirigentes y militantes ya está ella, la vicesecrataria, secretaria general de hecho, la que monopoliza el oído del jefe máximo y goza de su confianza. El contenido de la entrevista rezuma tal autoritarismo e intransigencia que hay cosas que es preciso leer un par de veces para darles crédito. La idea básica de Valenciano es que el hecho de haber ganado el Congreso de Sevilla legitima a Rubalcaba para aplicar un principio de winner takes all, de imponer todos sus puntos de vista sin necesidad de acomodar ninguno discrepante. Que aquella victoria de Rubalcaba fuera por la mínima, casi pírrica, no debe de ser razón suficiente para que Valenciano -y menos él mismo, según parece- tengan en cuenta la necesidad de integrar a los sectores críticos, cosa conveniente en toda ágora democrática y obligada en un partido de izquierda. Antes al contrario, la segunda del jefe, víctima del mal de altura, pone en la picota a Carme Chacón y se permite el lujo de llamarla desleal así como de exigir lealtad a todo el auditorio de la cofradía socialista.

Muy bien. Lealtad ¿a qué? ¿A quién? Valenciano lo tiene clarísimo: al gran vincitore del Congreso, Rubalcaba y, por cierto, no menos grande perdedor de elecciones y de sondeos sobre intenciones de voto. Lealtad a la persona. No sé si puedo encontrar una propuesta más repulsiva para una mentalidad crítica de izquierda que la de la lealtad al jefe. Es un rasgo que comparten las izquierdas oligárquicas con las derechas: fidelidad canina al baranda, culto a la personalidad. Cabría pensar que, por un milagro del destino, Rubalcaba no fuera lo que es, es decir, un político profesional, más gastado que un billete de cinco euros, sin alternativas, sin carisma, sin popularidad en el electorado. Cabría pensar que, al contrario, es un lider nuevo, brillante, ingenioso, con recursos y fuerza de arrastre, con un proyecto de antemano ungido con el favor de los dioses. Cabría, como cabe pensar que el sol es un copo de nieve. Valenciano debe de ser la única española que cree que Rubalcaba tiene un proyecto armado, incluido, me malicio, el propio Rubalcaba.

En la izquierda somos leales a las ideas, no a las personas. Distinguimos la militancia, el activismo, de la servidumbre. La dignidad de la persona se orienta hacia la lealtad a los ideales y los principios, por los cuales hasta la vida puede darse; no tiene nada que ver con la supeditación a los caprichos y humoradas de un jefe, por muy jefe que sea y muy democrática y convincentemente elegido que haya sido. Y de eso, en el discurso de Valenciano, no hay nada, lo cual pone de manifiesto igualmente, el destino que aguarda a la última maniobra táctica de Rubalcaba para ganar tiempo: el olvido. 

Muchos pensamos que la mejor forma de ser leal a las ideas es no serlo a quienes dicen encarnarlas. Pero de esto, Valenciano no entiende ni pum. Por ejemplo, parte del principio incuestionable de la fidelidad de Rubalcaba al acervo ideológico del PSOE. Ni se le ocurre preguntar si a su vez Rubalcaba es leal a ese acervo o si está secuestrando la voluntad del partido. ¿Es leal al PSOE convertirlo en un partido dinástico, monárquico, unitarista, contrario al derecho de autodeterminación y acomodado a la preeminencia de la iglesia sobre el Estado? 

Ese mandar callar tan molesto no afecta solo a los militantes socialistas sino que trata de extenderse al conjunto de la ciudadanía, como negando a esta el derecho a opinar sobre las peripecias del PSOE. Esa obsesión con que las diferencias se ventilen en el ámbito interno y no se manifiesten en el exterior equivale a olvidar que los partidos son criaturas de los ciudadanos y que se deben a estos en quienes hay un derecho obvio de fiscalizarlos, analizarlos y criticarlos si llega el caso, aunque no les guste. Porque se financian con dineros públicos

dijous, 7 de març del 2013

Ahogados en la corrupción.

La corrupción es la segunda preocupación de los españoles. Escala puestos. No los suficientes. Debiera ser la primera porque en ella está el origen de nuestras desgracias. Palinuro odia repetirse pero es claro que el caso Bárcenas revela una situación de corrupción generalizada, estructural, al menos en los predios del PP. Y parece que CiU no le va en zaga. A lo mejor es este un rasgo común de catalanes y españoles: la picaresca de altos vuelos.

Si al de Bárcenas se añade el caso Urdangarin, lo que hay es una situación corrupta sistémica. No queda nada en pie del sistema de la transición. Si acaso aquellos sectores o profesiones que la opinión pública sigue valorando: los médicos y los profesores. Esa misma opinión pública tiene en muy baja estima a los jueces y eso, me temo, es injusto. Con sus más y sus menos, el poder judicial está dando pruebas de una independencia tanto más loables cuanto más hostigada se encuentra por los poderes públicos.

La reacción de los distintos sectores, estamentos, fuerzas sociales a esta situación tan angustiosa únicamente la empeora. El gobierno está reaccionando a una crisis de esta gravedad con una actitud que es sencillamente intolerable en democracia: con el silencio. Una cerrazón tan absoluta que raya en lo neurótico, en lo patológico cuando se ve cómo, en efecto, Rajoy lleva dos meses sin pronunciar en público el nombre de Bárcenas, el menda cuyos papeles lo acusan de haber recibido cantidades de dinero en B. Este giro plantea el asunto en términos de honor personal dificilmente soportables. Sobre todo cuando se comprueba que, además de no mencionar su nombre, Rajoy tampoco procede judicialmente en defensa de su honor. Ni siquiera ha suscrito esa ridícula demanda de su partido, no a Bárcenas, sino a El País. Si el honor solo se lava con sangre, la verdad es que esta peripecia exige, cuando menos, la dimisión de Rajoy. No es de recibo que el presidente del gobierno sea sospechoso de haber cometido una ilegalidad y pueda ser imputado en algún momento.

El PP no puede seguir mintiendo a los ciudadanos varias veces al día. El finiquito de Bárcenas, el empleo de Sepúlveda, las trolas sobre la finalmente escamoteada auditoría externa son un mosaico de embustes en cadena que han destruido el crédito del partido. Por eso, cuando Cospedal afirma que es el más transparente (ella, cuyas declaraciones ni se entienden) la gente lo toma como cuando dice que el PP es el partido de los trabajadores, esto es, a recochineo. Y a recochineo se toma todos los anuncios de medidas del gobierno para restaurar el prestigio de la política o adoptar códigos de buenas prácticas y lucha contra la corrupción, de los que lleva ya aprobados varios y aplicado ninguno.

Aquí no hay más salida que la dimisión del gobierno cuya autoridad para imponer las drásticas medidas que pretende en todos los campos (sanidad, educación, justicia, etc) es inexistente. Y la convocatoria de elecciones anticipadas. Una perspectiva que pone los pelos de punta a más de uno porque no hay mucho en donde elegir.

Eso nos lleva a la reacción de la oposición, específicamente de la socialista. Es inexistente. No hay oposición. Hay síndrome de Estocolmo. Se disfraza de sentido de Estado pero, en el fondo, es aceptación del punto de vista del adversario, el enemigo, el secuestrador. La dirección del PSOE sigue en sus trece de oposición responsable consistente en ofrecer pactos de Estado para todo. Carente de una oposición real, el gobierno tiende al autoritarismo con rasgos despóticos. Y, efectivamente, nadie coordina fuerzas para presentar una moción de censura que lo obligue a explicar lo que no quiere explicar. Pero la oposición (socialista) no quiere hacer sangre, es responsable, prefiere no poner al gobierno en aprietos.

Solo parece haber dos razones para esta actitud acomodaticia del PSOE que le resta tanto crédito como al poder político sus mentiras. Una es , en efecto, la proximidad, la semejanza entre las experiencias de los dos dirigentes de los partidos mayoritarios. Partido que, por expresa manifestación de Rubalcaba, cabe considerar como dinásticos. La otra es la recrudescencia del nacionalismo catalán, que ha provocado una escisión de hecho en el socialismo, quiera este admitirlo o no. En este asunto la dirección del PSOE está más cercana al PP que al PSC. Los dos partidos mayoritarios, además de dinásticos, son nacionalistas españoles. Se acabó la época en que estos sostenían no ser nacionalistas, pues nacionalistas solo lo eran los llamados periféricos.

divendres, 1 de març del 2013

Dos zombies

Los dos partidos dinásticos, pilares de la restauración democrática borbónica (siempre que ambos adjetivos sean compatibles) están pasando por muy malos momentos. Concentrados en resolver sendas crisis internas, tienden a olvidar que todo lo interno en los partidos tiene consecuencias externas, impacta sobre la sociedad. La prueba: los índices de valoración ciudadana. Estas turbulencias, además, traen causa en buena parte de las personas de sus máximos dirigentes, que no parecen estar a la altura de las circunstancias. Nueva prueba: sus índices de valoración son ínfimos. Con ello anulan una de las vías tradicionales de solución de problemas en los partidos, la del liderazgo. Ninguno de los dos lo tiene o, si lo tiene, lo ejerce en la dirección equivocada. Rajoy en la del silencio. Rubalcaba en la del nacionalismo español.

No, no están a la altura de las muy difíciles circunstancias. Los dos llevan toda su vida en política, han hecho de ella su profesión. Han ocupado multiplicidad de puestos; han sido diputados, varias veces ministros de diversos ministerios, vicepresidentes, siempre en cargos de segundones desempeñados con mejor o peor fortuna. Ambos ambicionaban ser presidentes del gobierno. Uno lo consiguió a la tercera; el otro fracasó en la primera. Dos personas, una misma experiencia vital, ambos acaban pareciéndose. Son muchos años de reuniones, consejos, votaciones, interpelaciones, negociaciones. Probablemente se conocen el uno al otro de memoria y hasta quizá se aprecien en la intimidad. Pero los dos parecen haber llegado de sobra al máximo nivel de su incompetencia peteriano, o sea, del principio de Peter. Cada uno por su lado, dan la impresión de ir con la lengua fuera por detrás de los acontecimientos y con comportamientos no enteramente previsibles. Semejan zombies. Cada uno en su estilo.

Rubalcaba ha tropezado con el derecho de autodeterminación. Su empeño en ignorar esta cuestión no funciona; no porque haya gente en el PSOE que recuerde cuando el partido propugnaba el derecho de autodeterminación del que ahora reniega, que la habrá, sino porque el sector catalán no está dispuesto a renunciar a él. A veces las cuestiones de principios que se arrojan por la puerta vuelven a entrar por la ventana. La reacción de Rubalcaba ha sido autoritaria, amenazando con revisar la relación entre los dos partidos, multando a los diputados díscolos, incluida la demediada Chacón. No es muy elegante y, además, plantea otra cuestión de fondo, en concreto esa práctica de la disciplina de voto que viene a ser una forma de corrupción moral de la democracia. Como era de esperar, la dureza de la reacción provocó una más dura contrarreacción: el PSC se reafirma en el derecho de autodeterminación. Ya está la escalada en marcha. Y, por supuesto, Rubalcaba, un hombre francamente conservador, oye con agrado las soflamas patrióticas de Guerra, quien pide la ruptura con el PSC y la organización de una sucursal catalana del PSOE. De llegarse a esto, el porvenir del socialismo pinta negro. Rubalcaba no es hombre de este tiempo. Está hecho a otro, de menos calle y más despacho, más negociación y apaño y menos ruptura de la que ahora se precisa. Debe dejar paso a gente capaz de propuestas imaginativas en materia de reforma de la Constitución, incluida la Jefatura del Estado, la relación del Estado con la Iglesia y la organización territorial. Ciertamente esto equivale a un proceso constituyente que puede hacerse mediante una Convención ya que, de todas formas, el país se halla en una situación de desgobierno.

Rajoy está atrapado en la enorme tela de araña de la corrupción en el PP con el agravante de aparecer como personalmente implicado en ella, sea o no cierto. Su reacción ha sido tan autoritaria como la del otro: ha decretado la ley del silencio. No solamente se prohíbe mencionar a Bárcenas sino que tampoco puede hablarse de su circunstancia. La creencia es que se trata de un episodio pasajero. "Escampará", dice Rajoy como quien habla de una tormenta de verano. Pero el asunto Bárcenas no es un caso aislado sino una estructura presuntamente delictiva, permanente, en la que se entreveraban el partido, las administraciones públicas y las empresas. El contenido de los papeles no deja lugar a dudas: una supuesta máquina de expoliar las arcas públicas transfiriendo su contenido a las privadas mediante donativos ilegales. El escándalo Bárcenas es un asunto de Estado y, a su lado, está la peripecia del presidente del gobierno, nombrado en los papeles como beneficiario de unos pagos ilegales mientras él y los suyos pasan la vida pidiendo e imponiendo privaciones a los demás, uno de los comportamientos más repugnantes que existen. Él se ha encerrado en un silencio ofendido, ha trazado una línea protectora y, detrás de ella, sus segundos, la secretaria general, los portavoces, están siendo literalmente triturados en su empecinamiento por negar la evidencia misma. Cospedal ha hecho ya tantas veces el ridículo por salvar la cara al jefe que ha perdido el poco crédito que le quedaba. Y Rajoy no ha ganado un adarme de él. Rajoy no puede gobernar, no tiene libertad de movimiento. Su inveterada tendencia a la mentira ya no le sostiene ni el tiempo de pronunciarla. Minutos después de anunciar el triunfo del déficit de 2012 en 6,7%, todo el mundo sabía que había escamoteado el rescate a la banca -que sí contaba en el cálculo de déficit de Zapatero- y que, por lo tanto, la cifra real era de más del 10%.

Así que, con ánimo constructivo, a uno se le ocurre que los dos políticos podían presentar su dimisión al unísono. Sus partidos, en estado de asombro, tendrían que reaccionar y, probablemente, ponerse de acuerdo. También correspondería al Rey trabajar un poco, aunque da la impresión de que tampoco está en su mejor momento, tratando de salvar el honor de la Casa Real en unas aventuras que empezaron en el octavo mandamiento y se están desplazando peligrosamente al séptimo con toques de décimo. A lo mejor el Rey se animaba con el momento y abdicaba, como ha hecho el Papa, más o menos.

El sentimiento trágico de la vida de los españoles nos impide ver los momentos alegres de la existencia. En Italia, el país de la commedia dell' Arte se lo toman de otro modo. Si allí estuvieran, como aquí, sin gobierno, sin oposición y sin Jefatura del Estado, no saldría un Beppe Grillo, sino dos por lo menos. En casa, ya ven ustedes, ni uno. Bueno, se me ocurren vari@s, pero lo son sin saberlo y eso no tiene mérito.

(La primera imagen es una foto de Rubalcaba38. La segunda, una de Partido Popular de Melilla, ambas bajo licencia Creative Commons).

dijous, 21 de febrer del 2013

El único que se ha ganado el sueldo: Baldoví.


Estpupenda intervención de Joan Baldoví, de Compromis-Equo en el segundo día del debate. El único que se ha atrevido a plantear los asuntos en donde corresponde, en el rostro de piedra de Mariano Rajoy. El único que le ha hablado de los sobres con toda claridad, el que le ha sacado a Bárcenas. Se le acerca también Uxue Barcos. Pero Baldoví es definitivo. Le ha hecho la pregunta concreta: "¿Por dónde le tiene cogido Bárcenas, señor Rajoy? ¿Por los sobres?" Es equivalente a la que Palinuro considera que debían haberle planteado Rubalcaba y Lara si fueran menos timoratos, por decirlo suavemente: ¿Quiere usted decir a la opinión de una vez cuánto cobra al mes, cuánto ha cobrado, de qué procedencia y a qué fines? Esto no es una exageración (como el mendaz Rajoy achacó a Baldoví) sino una conclusión lógica del hecho de que su nombre aparece en los papeles de Bárcenas como receptor de dineros ilegales sin que él lo haya desmentido hasta la fecha de forma convincente.

Por supuesto, Rajoy no respondió a Baldoví. Se limitó a despreciarlo con ese estilo chulesco que le caracteriza. Pero eso no es óbice para que se siga acumulando la porquería de la sospecha sobre su nombre. El dice que "los corruptos hace tiempo que no tienen responsabilidades en el partido". ¿Y él? ¿No tiene la máxima responsabilidad como presidente? Claro, al decirlo, pretende excluirse del grupo de "los corruptos". Pero, para hacerlo tiene que probar que está libre de sospecha, limpio como el sol. Y no lo ha hecho. Sigue sin responder a la pregunta de cuánto cobra y de si lo ha hecho en negro.

Sigue bajo sospecha no solo de ser un corrupto sino de ser el segundo de los corruptos. El primero y del que él recibe órdenes, parece ser el tal Bárcenas, cuyo nombre, lleno de miedo, Rajoy no se atreve a pronunciar.

Baldoví sí me representa.

Lo han dejado escapar.

Al día siguiente de los debates, encuestas: ¿quién ganó? Los medios de la derecha darán ganador por aplastamiento a Rajoy. Al fin y al cabo su misión no es reflejar la realidad sino crearla. Por eso, a veces, dan cuenta de lo sucedido antes del suceso. Los otros harán triunfador a Rubalcaba, a Lara o a una mezcla de ambos, aunque no en tonos tan ditirámbicos. Lo malo de estas encuestas es que no hay modo de medir objetivamente lo que se adjudica. Basta ver con qué fervor de doctrinos aplaudían los diputados del PP, todos en pie, a su líder, de regreso de su confuso discurso, como probablemente hacía el pueblo elegido cuando Moisés bajaba del Sinaí con las tablas de la ley.

Para Palinuro, de haber un ganador sería bifronte: Rubalcaba-Lara. Si este último se quitara esa fastidiosa manía de frotar por las narices a los socialistas sus meteduras de pata del pasado sin reconocerles jamás un solo mérito o, por lo menos mezclara crítica y reconocimiento, aparte de ser más justo, haría más visible la posibilidad de una unidad de la izquierda. Pero eso ya queda para el intradebate de esta.

Lo más llamativo desde el punto de vista de Palinuro es que los dos principales dirigentes de la oposición no estuvieron a la altura de las circunstancias. Abordaron, sí, la cuestión de la corrupción y pidieron la dimisión de Rajoy, pero no vincularon directamente aquella a la persona del presidente del gobierno, al menos de modo claro y explícito. Tenían que haberle dicho que respondiera de una vez a la pregunta sobre la cuantía real de sus ingresos y su procedencia. Su nombre aparece en los papeles de Bárcenas. Él dice que todo es falso, pero no se defiende judicialmente como otros de su partido. Mientras esto no se aclare será un presidente bajo sospecha. Y un país no puede estar dirigido por un presidente bajo sospecha.

Desde luego, Rajoy armó toda su intervención en torno a la crisis con dos vertientes muy claras: a) el desastre de la herencia recibida, culpable de las medidas que se han tomado, y b) el buen resultado de estas, gracias a las cuales se ha evitado el rescate y se avizora una recuperación, aunque no se le dé forma. La veracidad de este aserto es tan inexistente como su lógica. Ya hubo un primer rescate y, actualmente, estamos intervenidos por unos forasteros bruselenses que vienen a inspeccionar de vez en cuando. El resto de su discurso en materia económica fue confuso, ambiguo, manifiestamente improvisado, los datos estaban sesgadamente interpretados. Obviamente, un discurso confeccionado para consumir tiempo sin decir nada, en especial de la corrupción y de su situación personal que es lo que verdaderamente tiene ocupado a Rajoy.

Tómese ese extraño dato, abundantemente señalado por los medios de que el presidente jamás pronuncie en público el nombre de Bárcenas. Es muy curioso. No es un recurso a la epojé fenomenológica. Va más allá, entra en lo neurótico,  se trata de una verdadera represión psicoanalítica y más, de una forclusión lacaniana. El significante "Bárcenas" no solamente no está en el consciente de Rajoy sino que tampoco está en su inconsciente. ¿Cómo va a nombrarlo? Lo malo es que nosotros sabemos que Bárcenas, el innombrable, Luis el cabrón es bien real.

Así pertrechado y sin dejar de atacar a los socialistas, Rajoy justifica su comportamiento tan contrario a los usos de las naciones civilizadas con la excusa, un hallazgo a su parecer, de que no cumplió su palabra, pero sí su deber. El primer deber de un hombre es cumplir su palabra. Y, si no puede, abandonar (no necesariamente suicidándose), pero no hacer lo contrario de lo que dijo. Porque en este caso, se trata de un fraude. La palabra incumplida era falsa.

¿Qué valor tiene la de Rajoy cuando anuncia una batería de normas para luchar de ahora en adelante eficazmente contra la corrupción? Ninguno. Basta con recordar su condición de presidente de un partido que no ha aclarado si tiene o no empleado a Bárcenas. Comprometerse a castigar las corrupciones venideras pero no a aclarar las presentes es un intento de birlibirloque impropio hasta de la política española.

En estas condiciones ha sido muy de lamentar que los dos dirigentes de la oposición no plantearan directamente la corrupción como un problema personal de Rajoy. Se entiende esa abstención. Ambos son personas educadas y no quieren llevar los asuntos a un terreno de honor personal por prudencia. Pero es inexcusable que lo hagan. No solo porque Rajoy no se hubiera abstenido. Hizo cosas peores, como cuando acusó a Zapatero de traicionar a las víctimas de ETA y poco menos que de ser el instigador de los atentados. Pero ahora el asunto debe plantearse como una señal de depuración de responsabilidades políticas en serio. Un gobierno con un par de ministros o más francamente destituibles, no puede estar dirigido por un presidente que se niega a disipar convincentemente las sospechas que pesan sobre él.

Sin embargo, la oposición lo ha dejado escapar.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimecres, 20 de febrer del 2013

Debate sobre el estado de la corrupción.

Se hacen cábalas sobre el debate del estado de la Nación de hoy. Según parece, la táctica de Rajoy será marcharse de paseo por Europa y hablar bruselense con el añadido, ya preanunciado en los medios, de una medida-bomba de carácter económico. El déficit, los logros del gobierno, la economía, mucha economía y confianza en un futuro de gloria al que nos conducirá con mano firme quien no ha dicho una sola verdad desde que tomó posesión jurando acatar la Constitución con un crucifijo delante.

No quiere ni oír hablar de la corrupción. Justo uno de los temas que más preocupan a los españoles. Y no solo preocupan. También indignan. Se entiende: la coincidencia de dos fenómenos tremendamente negativos tiene un efecto explosivo. Uno de ellos es la profunda y pertinaz crisis económica; el otro, el comportamiento escandaloso, presuntamente delictivo, de una gran cantidad de dirigentes del PP, con o sin cargo público. Las comparaciones encienden los ánimos. Quieren desahuciar a una anciana por una deuda de 300 euros y el amigo Bárcenas tenía veintidós millones agachados en Suiza. Ponen a la gente en la calle a cientos con la indemnización mínima, casi ridícula y al compañero Sepúlveda le regalaron, según el juez, 500.000 euros con la condición, entiendo, de que su mujer o exmujer nos los viera. Escatiman el salario mínimo a la gente y regalan 60.000 euros al año a un mozalbete sin cualificación alguna, para que interprete el papel de nuestro hombre en la Habana. Hay casi seis millones en el paro pero todos los familiares, amig@s y client@s y allegad@s del PP están enchufad@s con sueldos de cine.

La oposición tiene que hablar de la corrupción, que debe ser el eje de su discurso. Lo de Europa está muy bien pero si el país no sale adelante es porque tiene un gobierno desacreditado y sin legitimidad, acosado por la corrupción en su partido. Y él mismo bajo sospecha en la persona de su presidente, acusado de recibir dineros irregulares mediante sobres y sin que hasta la fecha lo haya desmentido de modo tajante, claro y firme. Y tampoco ha emprendido acciones judiciales en defensa de su honor, como han hecho algun@s de sus subordinad@s, por ejemplo, Cospedal. No es viable un gobierno con un presidente bajo sospecha. Incluso aunque Javier Arenas resucite la teoría de la conspiración del 11-M que, como los vampiros, nunca muere del todo.

Es de la corrupción de lo que la oposición tiene que hablar. Y debe hacerlo en su lenguaje, no en la neolengua del gobierno, con términos inteligibles para todos y dando a los hechos la interpretación que merecen, no la embellecida del poder. Así, allí donde el gobierno habla de privatizar, la izquierda lo hará de expoliar; donde el gobierno dice venta de bienes públicos, la oposición traducirá almoneda al mejor postor; donde reformas, recortes; donde racionalización, encarecimiento; copago, repago; modulación, prohibición; crisis económica, estafa; crisis de la banca, más estafa; auditoría interna, enjuague; auditoría externa, encubrimiento; transparencia, ocultación; todo el peso de la ley, todo el peso del indulto.

Pero, lo fundamental, la oposición debe retar al presidente del gobierno a zanjar de una vez por todas las sospechas de comportamientos ilegales. Es lamentable llegar a esta situación y hasta se hace un poco violento por vergüenza ajena pero es que el presidente del gobierno parece carecer no ya de pundonor sino de un sentido mínimo de la dignidad. De esta forma, la pregunta debe ser clara e inequívoca: ¿quiere el presidente del gobierno decir al parlamento ya que hasta ahora no lo ha hecho, cuánto cobra y ha cobrado en los últimos cuatro años, de qué procedencia y bajo que concepto?
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimarts, 15 de gener del 2013

El plan.

El gobierno se ha asustado con los datos de la encuesta de Metroscopia para El País. No es para menos. Un porcentaje altísimo de la población profesa poca o ninguna confianza en Rajoy y, además suspende en bloque a su gobierno al que tiene en muy bajo concepto. Las razones, de todos conocidas: ha mentido desde el principio y sigue haciéndolo, es altanero, incompetente, autoritario, gobierna por decreto, con desprecio del Parlamento, es caciquil, enchufista, no resuelve los problemas, pero azuza otros, como el catalán.

Por ello, ha decidido encargar una campaña de imagen para lavar la cara a los políticos. Entiéndase bien la intención: no para resolver los problemas o cambiar de actitud, sino para convencernos a los ciudadanos de que cambiemos nosotros de juicio. Una campaña de imagen. Y pagada, claro es, no con sus salarios de ministros o presidentes, sino con dinero público, de todos nosotros. Lo cual apunta a otra de las razones del bajo concepto ciudadano: la corrupción.

Porque el problema no es solo el gobierno sino el conjunto de los políticos y de las instituciones que aparecen literalmente encenagados en los más condenables casos de corrupción. Siempre según Metroscopia, el 95% de la población cree que la corrupción es muy alta y que los políticos y las autoridades son cómplices. Y eso ya no es cosa de "lavar la cara". No hay detergente en el mundo que pueda lavar la cara de la Gürtel, de Baltar, de Fabra, Urdangarin y la retahíla de mangantes. Pero, sobre todo, lo más espinoso del asunto es que son las políticas del PP (privatizaciones, externalizaciones, desregulaciones, "liberalizaciones", etc) las que dan pábulo a la corrupción, las que la alientan por su juego público-privado, de forma que no es excesivo hablar de "políticas corruptas".

Y tampoco es solamente un asunto de mera corrupción a la usanza de la derecha, de pillar el dinero y correr. Las prácticas de las autoridades son moralmente repugnantes -y en muchos casos delictivas- en otros terrenos. Según se desprende del proceso de la llamada Gestapillo madrileña, el gobierno de Madrid era un un nido de espías en el que unos políticos acechaban a otros con intenciones probablemente aviesas. Y también, claro es, con dinero público. El responsable último de esta trapisonda parece ser Ignacio González, el actual presidente, el hombre de la privatización de la sanidad pública y la venta de las competencias propias al dueño de Eurovegas. No hay campaña capaz de lavar su imagen ni creo que le importe.

Probablemente animado de la mejor intención del mundo y muy preocupado por la prevalencia actual de esta lacra, Rubalcaba propone un pacto de los partidos contra la corrupción. No creo que el socialista esté de acuerdo con el gobierno. Esta idea no debe de ser parte de la campaña de lavar imagen. Es, sin duda, una ocurrencia de Rubalcaba, arrastrado por su pasión por los pactos con quien sea; pactos de Estado, institucionales, de partido; oposición responsable. Pero debiera pensar un poco más antes de lanzarse en mitad de la bronca sin medir cómo están las fuerzas. Resulta de una ingenuidad casi ofensiva proponer un pacto contra la corrupción a los partidos políticos que son, normalmente, agentes, partícipes y/o beneficiarios de esa misma corrupción.

Y hay más, bastante más. Cualquiera que esté informado sabe que, aunque la corrupción afecta a todos los partidos, no a todos por igual. El más corrupto en los niveles bajos y medios de la política es el PP y, en los altos, el único corrupto. Al proponer asépticamente un pacto entre todos los partidos, como el que se pone de acuerdo en la hora para celebrar una carrera, Rubalcaba viene a aceptar que el PSOE y el PP están afectados por igual por la corrupción. Y eso no es cierto. Ni es justo. No hay ni color. Y ya no hablemos de otros partidos más a la izquierda. Alguno de ellos podría decir a Rubalcaba, que hable por sí mismo y por su partido. Claro, ha faltado tiempo al PP para mostrarse literalmente encantado con la propuesta de Rubalcaba, con la cual, probablemente, hará lo mismo que con sus códigos de buenas prácticas, sus deontologías y sus proyectos de ley de transparencia. Por cierto el último de estos parece salir de uno de esos pactos PP-PSOE y, según se dice, dajará fuera de su ámbito transparente la Corona.

Francamente. No nos merecemos este gobierno. Pero tampoco esta oposición.

dissabte, 29 de desembre del 2012

Las comparecencias.

En Madrid por las señaladas fechas nos llueven los discursos solemnes. Hasta el día de los Inocentes llevamos cuatro, unos con más boato y ceremonia que otros, pero todos serios, graves, circunspectos, como corresponde a las duras circunstancias del país. Madrugó la alcaldesa Botella, seguramente por las prisas de algún desplazamiento vacacional. Nos aseguró que sentía mucho la muerte de las cinco chicas del Madrid-Arena, en la que su gobierno y el de su predecesor tienen una evidente responsabilidad por dejación o negligencia con resultado de muerte. Lo hizo sentada en un sillón con una escenografía típica de La Zarzuela, acorde con los delirios de grandeza de la dama. Por eso hizo bien el Rey en espetarnos sus cavilaciones esta de vez de pie, para no parecer el replicante de la alcaldesa. De pie o sentado, los discursos del Monarca son siempre planos y deliberadamente ambiguos para que nadie se dé por aludido. En esta ocasión, además, se trataba de aludir menos aun, a fin de mantener en discreto olvido el asunto del elefante (y sus concomitancias) y el del dichoso yerno. Luego vino Rajoy e, inmediatamente después, esta vez sí, de replicante Rubalcaba. Botella, Juan Carlos I, Rajoy, Rubalcaba. No veo por qué no va a decirnos unas palabritas Ignacio González, que vuelve César invicto de la guerra contra los rojos, los médicos, los huelguistas, los sindicalistas y los que no se enteran de la era de fortuna que se abre en Madrid con su audaz privatización de la sanidad pública. Es la hora de la oportunidad, la nueva frontera, el negocio y la rebatiña. Luego se podrán ir a jugar las ganancias al gran Saloon de Eurovegas, zona exenta de España, como Texas, antes de ser estado de la Unión. Y, ya puestos, por qué no Rouco Varela. Pero no en su medio eclesial sino en una comparecencia general en la TVE. Total, es suya. Y ya va siendo hora de anunciar el comienzo de la prometida reevangelización de España que, sin duda, comienza con la renovación del voto de pobreza, con ayuda del gobierno.
La comparecencia de Rajoy, por todos calificada de previsible, no dejó a nadie por mentiroso. Nos leyó un mazo de folios (porque le escriben los textos en tamaño enorme de letra para que pueda leerlos sin dar la impresión de leer) de consideraciones requetesabidas. No quiere dejar nada al azar, no quiere jugársela en una improvisación. Lleva las explicaciones medidas: la culpa de todo es de la herencia socialista; se ha visto obligado por la realidad y las circunstancias; es conocedor del descontento de la gente pero pide confianza y comprensión; le duele en el alma el destino de los pensionistas, a quienes no pudo subir cuanto hubiera querido; si no se hubieran tomado esas decisiones ahora estaríamos en quiebra; cree haber sido equitativo en el reparto de las cargas de la crisis; no ve preciso pedir el rescate y no sabe si lo hará en el futuro; el futuro a corto pinta azabache aunque quizá en la segunda mitad de 2013 se vea alguna luz. A ese guión más o menos se atuvo en las respuestas a las preguntas de los periodistas, dejando algunas significativas por contestar, como si volvería a hacerse la foto frente a la cola del INEM a causa del paro. Del paro en sí no habló ni dijo nada concreto acerca de qué medidas lo mitigarían o qué otras harán que España despegue por fin. Se limitó a asegurar que las suyas están empezando a dar frutos. Pero no se sabe cuáles.
El personaje no entusiasma, ni se esfuerza mucho. Se pueden extraer unas u otras afirmaciones, demostrar que son falsas, engañifas o que, como suele suceder con Rajoy, ocultan aviesas intenciones. Su atribulada preocupación por los pensionistas es el preámbulo a la nueva reforma de las pensiones que recortará aun más este derecho. O las puras mentiras, como decir que se ha sido equitativo cuando se ha amnistiado a los grandes evasores, no se suben los impuestos a las grandes fortunas ni a las SICAVs, y en cambio se eliminan las subvenciones a la dependencia, se restringe el paro, se reduce la paga de los funcionarios, etc.
También es sencillo señalar las mixtificaciones y ocultaciones: la involución en materia de educación, de administración de justicia no se debe a la necesidad de hacer frente a la crisis sino a un proyecto ideológico reaccionario evidente en el hecho de que se consolida la presencia de la religión en la enseñanza pero no se tocan los privilegios de la iglesia. Lo mismo sucede con el estilo de gobierno. La mayoría absoluta parlamentaria ha devaluado por entero la función de la cámara. Es el gobierno quien legisla mediante decreto y el presidente no comparece sino de uvas a peras y su gobierno carece de control parlamentario real.
Pero lo verdaderamente llamativo de la comparecencia es la clara impresión de que Rajoy no sabe lo que dice (y por eso procura no decir nada concreto) ni lo que hace. Su programa quedó incumplido porque se encontró una situación inesperada, desconocida. Nada permite ahora suponer que conozca mejor la actual. Su gobierno produce la impresión de actuar de modo improvisado y por ocurrencias, la acusación que él hacía al de Zapatero. Así lo piensa la mayoría de la ciudadanía, según el estudio de Metroscopia para El País, el 25%  piensa que el Gobierno tiene un plan y sabe a dónde va mientras el 65% cree que improvisa sobre la marcha. Pero es una improvisación casi obligada, vistas las circunstancias, por cuanto el margen de maniobra del gobierno en el contexto europeo, y a pesar de las habituales baladronadas de campanario del presidente, es cero, a merced de las tarascadas de unos mercados erráticos que nadie parece querer o poder controlar. La soberanía de la gran nación de Rajoy es una filfa. Si Rajoy se refiere vagarosamente a la segunda mitad de 2013 como fecha de recuperación quizá sea porque en esas fechas habrá elecciones legislativas en Alemania, de cuyo resultado depende todo respecto a España.
En el interior, Rajoy se enfrenta a un problema creciente con la demanda soberanista catalana que él mismo empezó tildando de algarabía y sigue sin entender, como se demuestra con el mantenimiento de la Ley Wert. De todas formas este es el único aspecto en que parece preparado para hablar con la oposición socialista a la cual ningunea de modo sistemático. Afirma tener una coincidencia completa con Rubalcaba en la oposición al soberanismo catalán. A su vez, en su comparecencia, en efecto, Rubalcaba ha subrayado la oposición del PSOE a la independencia de Cataluña que comparte con el PP.
Comparte más cosas y una de ellas, paradójicamente, la que menos dice compartir. Afirma Rubalcaba que nunca supusieron en el PSOE que la derecha iba a ser tan agresiva en el gobierno. En otros términos, le sucede como a Rajoy: no sabía lo que le esperaba. En consecuencia, un año perdido para la oposición, tan perdida como el año. Igualmente, tampoco Rubalcaba quiere hablar de lo que no le interesa, en concreto la situación interna del PSOE, las primarias, la candidatura a la presidencia del gobierno, en definitiva despejar la incógnita del liderazgo. Siendo estos asuntos de gran importancia, aplazarlos otro año sin una garantía mínima de que no será tan perdido como el anterior quizá no sea equivalente a jugar con fuego pero sí a dejar que este se extinga.
(La imagen es una es una captura del vídeo de La Moncloa en el dominio público).

dijous, 13 de desembre del 2012

Del dicho al hecho y del hecho al dicho.

La sesión de control del gobierno tiene algo de oficio litúrgico. Rajoy acude sabedor de que no precisa convencer a nadie de nada porque, diga lo que diga, tiene la mayoría absoluta segura. En consecuencia, no dice nada y, además lo hace en una actitud displicente para poner de relieve que, si da explicaciones, es porque es un caballero y no porque lo necesite para sobrevivir parlamentariamente. Se ha encargado de defender lo más indefendible: el recorte de las pensiones. Y lo ha hecho con una retórica cantinflesca para colar que los recortes, en realidad, son aumentos. Si alguien no cree lo anterior solo tiene que leer y escuchar al propio Rajoy. Aquí no nos inventamos nada.
Fuego graneado cayó también sobre el ministro Wert, el que se crece con el castigo y a estas alturas debe de ser ya un gigante Culiambro. Su actitud es calcada de la de su jefe Rajoy, incluso lo supera y sin duda por eso es el ministro peor valorado del gobierno siempre. Consiste en sostener imperturbablemente que la realidad no es la que es sino otra que él tiene en la cabeza. La nación catalana está en pie de guerra, redoblan tambores independentistas, se rememora la Batalla de Inglaterra (frente a los nazis, recuérdese), los hijos de Cataluña acuden a la llamada de la Patria, avasallada en aquello que los catalanes más veneran: su lengua. Imperturbable, contra toda evidencia, Wert sostiene que su proyecto no relega el catalán en la escuela. Pero hasta él se habrá dado cuenta de que su ley no va a aplicarse y que se enfrenta a una desobediencia civil masiva. Y más aun, ha conseguido dar forma a un gobierno de coalición de las dos fuerzas soberanistas que, de no haber sido por sus provocaciones jamás se hubiera producido, dada la distancia entre CiU y ERC.
Esa de enfrentarse a sus administrados en masa es una característica de los ministros de Rajoy. El de Justicia no va en zaga de Wert. Tiene enfrente a todas las profesiones jurídicas, jueces, fiscales, abogados, secretarios de juzgados y, desde luego, a una gran mayoría de los justiciables. Pero, al igual que Rajoy o Wert, tampoco Gallardón se siente obligado a dar explicaciones o justificar sus reformas. Al contrario, se limita a insultar a los jueces o a tratar de enemistar a unos estamentos con otros en un juego de dobleces lamentables. Así, dice que los jueces protestan por la paga extraordinaria perdida y unos días de vacaciones suprimidos, cosa que los indigna. E insinúa luego que fueron ellos quienes le pidieron las tasas para financiarse suculentos planes de pensiones. El juego, como se ve, es realmente sucio.
Entre lo que los gobernantes dicen y lo que hacen media un abismo. Pero, además, no les importa. No se habla para convencer sino de forma litúrgica, por cumplir un rito en el proceso de manifestación del poder.
Del otro lado, el de la oposición socialista, el hecho genera el dicho. Rubalcaba se ha comprometido a reconstruir el Estado del bienestar que el PP ha desmantelado. Ya era hora de que dijera algo así. Es lo que hizo también hace unos días Tomás Gómez cuando se comprometió públicamente a devolver a lo público todo lo que la derecha privatice en Madrid en materia de sanidad. Rubalcaba habla ya de todo el Estado del bienestar y, en efecto, eso es lo primero que debe manifestar un partido de izquierda: que revocará todas las medidas del PP que desmantelan el Estado del bienestar. Si pretende ganar las elecciones, claro. Eso es lo que la gente quiere oír: que se devolverá al común lo que le haya sido expoliado.
Ahora bien, no acaba aquí la tarea de la izquierda sino que esa intención general debe especificarse pues no basta decir lo que se quiere hacer sino que hay que mostrar cómo. Cómo va a hacerse público de nuevo lo que se haya privatizado; cómo se va a reducir o incluso suprimir la financiación privilegiada de los centros educativos privados en detrimento de los públicos y estos volverán a ser atención prioritaria de los poderes públicos; cómo van a restablecerse las dotaciones presupuestarias de atención a discapacitados y dependientes; cómo se revalorizarán las pensiones en justicia y no solo por los futuribles de Rajoy... En resumen, una alternativa que especifique ingresos y gastos y aclare igualmente como se dejarán sin efecto las reformas oscurantistas de carácter ideológico.
Construir una alternativa, vaya.
(La imagen es una foto de La Moncloa, bajo licencia Creative Commons).

dilluns, 10 de desembre del 2012

¿Qué pasa en el PSOE?

Según la dirección actual y sus seguidores, nada. Según el resto de los mortales, mucho y muy grave precisamente porque no pasa nada.
No es que todo vaya fabuloso en el mejor de los mundos, dicen los dirigentes, tampoco tan ciegos para no ver que la gente en torno suyo lo pasa mal, tiene hambre y se suicida; pero no es cosa de ponerse nerviosos. Por lo que se sabe, Rubalcaba piensa seguir con esta plácida oposición responsable que tan buenos frutos está dando ya que hace aparecer al PP como único responsable de las tropelías que está cometiendo el gobierno en todos los frentes. No hay desgaste para la oposición. En realidad, no hay oposición.
Esa placidez se gana al precio de la irrelevancia y la invisibilidad. Y de ir cuesta abajo en todos los indicadores. Aparte de perder todas las elecciones, según van llegando. A un año de un gobierno que ha incumplido todas sus promesas electorales y ha aplicado políticas durísimas en todos los campos, económico, social, educativo, etc y dañado amplísimos sectores sociales; a un año de un gobierno que parece dispuesto a sacrificar a sus ciudadanos en el ara del cumplimiento de una promesa hecha en el extranjero (sería, pues, la única que cumpliera Rajoy), el PSOE no levanta cabeza. Las expectativas del PP se han hundido, desde luego, y la popularidad de Rajoy anda por los suelos, pero eso va en la paga. Sin embargo, el PSOE lo lleva peor. Sus expectativas de voto son las más bajas de la historia y la cantidad de gente que confía en Rubalcaba es menor que la de Rajoy.
Quedarse quietos, aplazar las conferencias ad calendas y ponerse a elaborar un nuevo gran vademécum que tenga al personal entretenido no son las decisiones más acertadas. Un partido es una realidad viva, no solo un centro de estudios y un gabinete de relaciones públicas. Forma parte de una sociedad en movimiento, en cambio continuo y tiene que ir con ella porque es parte de ella, explicando los fenómenos que se dan y proponiendo decisiones. Pero nada de esto sucede. Se formulan unos etéreos propósitos de ser oposición leal al tiempo que diamantina y se dan luego respuestas parciales, concretas, esporádicas: nos oponemos a esto o aquello o iremos al TC si se adopta tal o cual medida. Pero no hay un proyecto, ni una alternativa. Ni siquiera se formula lo que debiera ser obligado, esto es, que, a la vista del calado de las reformas del PP, no votadas por nadie pues su programa decía lo contrario, a la vista del injusto expolio que está sufriendo el país con unas políticas de recortes desproporcionados y de privatizaciones sin más justificación que beneficiar a los amigos empresarios, el PSOE promete devolver al común todo lo que le está siendo arrebatado por vía de Decreto-ley.
Ha sido Tomás Gómez el único, a mi conocimiento, que ha prometido "revertir" todas las privatizaciones en sanidad si llega a presidente de Madrid. Yo no me quedaría en la sanidad, pero la iniciativa es merecedora de aplauso. Y demuestra que, contra lo dispuesto por la dirección, en el PSOE se mueven cosas, hay inquietud y una clara conciencia de que la situación no puede prolongarse, so pena de que el partido esté dispuesto a ceder a IU y otras izquierdas la tarea de constituirse en oposición real, de referencia.
En un reportaje en El País bastante decepcionante (no por el reportaje en sí, que está muy bien, sino por lo que revela) Zapatero dice, parece que con cierta amargura, que lo hecho, hecho está. Claro, maestro. Y lo deshecho también. He ahí lo lamentable, porque parte del deshecho es, si los hados no lo remedian, el propio PSOE.
Es una necesidad que se abre camino casi sin querer, como el vapor de la marmita tapada. Óscar López, secretario de Organización, parte de la dirección, concluye una visita al cementario civil pidiendo un PSOE fuerte que sea alternativa a un gobierno "mentiroso". Vale por lo de mentiroso, pero el secretario confunde el orden de los factores, cosa que suele suceder a los dirigentes: no es un "PSOE poderoso" el que será una alternativa, sino que el hecho de ser una alternativa hará al PSOE poderoso.
Bueno. Ya solo falta la alternativa. ¿En dónde está? ¿Cuál es? Gran silencio y enorme desconcierto. Tanto que alguno, desconfiando de las posibilidades a futuro, vuelve los ojos al pasado y clama por el retorno del Mesías. Enric Sopena, en El Plural, pide sin ambages que vuelva Felipe González, "solución", dice, "para el PSOE y para España". ¡Ostis, tú! pensamos los menos informados, ¡cómo deben de estar las cosas entre los herederos de Pablo Iglesias! ¡Quieren traer de líder un jarrón chino!
Es una necesidad que encuentra reflejos esporádicos cada vez más frecuentes en la militancia. El vídeo de los muchachos el otro día pidiendo perdón ha levantado ronchas y ahora son las distintas corrientes internas de descontentos las que quieren forjar una plataforma común de oposición a Rubalcaba. No son muchos, pues caben en un colegio mayor en un finde en Madrid y entre ellos no hay cargos públicos, que siempre dan más lustre, pero se hacen oír y son parte del paisaje general de inquietud que la dirección dice que no existe.
Esa misma dirección que, a pesar de su declarado deseo de seguir navegando las plácidas aguas de la oposición responsable, contempla, aparentando británica flema, cómo van despuntando candidaturas a las todavía imprecisamente lejanas primarias que Rubalcaba quiere tanto como Rajoy el rescate. Mesquida, García-Page, Chacón, un@s manifiest@s, otr@s latentes, las alineaciones se van formando. En esto, como en la vida, los procesos pueden acelerarse o retrasarse. La decisión es un albur.
Pero no me parece que el PSOE pueda aguantar tan plácidamente una larga travesía sin proyecto alternativo y sin lider claro, esto es, el líder que interesa a toda la sociedad, no solo al partido, o sea el/la candidat@ a la presidencia del gobierno.
(La imagen es una foto de Rubalcaba38, bajo licencia Creative Commons).

diumenge, 16 de setembre del 2012

Portugal/España.

Tengo edad para recordar la "Revolución de los claveles" de 1974 en Portugal. En esta especie de guerra mundial fragmentaria en que la izquierda ve el mundo, aún estábamos lamentándonos por la derrota sufrida en Chile en septiembre de 1973, cuando el golpe de Estado de Augusto Pinochet con el beneplácito del Departamento de Estado de los EEUU, dirigido por Henry Kissinger, premio Nobel de la Paz. Reflexionando sobre el fin de Allende, en Italia Enrico Berlinguer, secretario general del poderoso PCI, lanzaba su propuesta de compromiso histórico pidiendo un gobierno conjunto de cristianodemócratas y comunistas. Y, de pronto, en un abril florido, cuando nadie se lo esperaba, los oficiales del ejército con mando en tropa en Portugal se sublevan contra la dictadura de Marcelo Caetano, un subcaudillo que había sucedido en 1967 al padre de la patria y fundador del Estado Novo, Oliveira Salazar. No quieren seguir yendo a la guerra de las colonias, Angola y Mozambique en las que proliferan guerrillas de liberación, guerra que dura ya más de diez años, es una ruina y no se ganará nunca. Los capitanes insurrectos constituyen una especie de junta revolucionaria cuyos proyectos ponen los pelos de punta a los aliados de Portugal en la OTAN.
La Revolución de los claveles causó gran impacto en España, en donde normalmente no se sabe nada acerca de Portugal porque ambos países viven de espaldas el uno al otro. Los españoles se removían inquietos en lo que luego se vería fueron los meses últimos de la dictadura. En diciembre de 1973 murió en atentado Carrero Blanco. Lo substituyó un don Nadie de pasado siniestro, Arias Navarro, quien inició en febrero de 1974 una confusa operación aparentemente aperturista con ánimo de parecer que hacía algo por adaptar la dictadura a los nuevos tiempos. A esa fábula se llamó entonces el espíritu del 12 de febrero por la fecha del consabido discursito de Arias. Así que cuando llegó la noticia de Portugal en abril de 1974, los españoles se exaltaron pensando que quizá el ejército español hiciera lo mismo que el portugués. De hecho por entonces se había constituido una Unión Militar Democrática (UMD) con oficiales y jefes de tendencia democrática e izquierdista sobre los que recayó la más dura de las represiones. En todo caso, era un consuelo pensar que lo que había pasado en Portugal podría pasar en España.
Igual que ahora. De vuelta de la manifa de ayer, pudieron verse las imágenes de lo que estaba pasando en Lisboa en donde la gente puso cerco simbólico al Parlamento. Es decir, lo que está previsto que hagamos los españoles el 25S. Las políticas neoliberales frente a la crisis adoptadas por los gobiernos a ojos cerrados por imposición, indicación, sugerencia o empujón de unos u otros órganos internacionales encuentran cada vez mayor contestación en la calle. Puede llegar un momento en que deba aplicarse un razonamiento de costes-beneficios y, en concreto, qué sea más caro si seguir con las políticas neoliberales o reprimir manifestaciones de descontento popular que pueden llegar a situaciones der conflicto incluso con violencia.
Rajoy y la derecha en general razonan que en democracia deciden las urnas y lo hacen por cuatro años, especialmente si la decisión fue de mayoría absoluta. No hay por qué atender a ningún otro factor como no sea el hecho de que el gobierno tiene un mandato claro de once millones de electores. Lo que sucede es que eso no es cierto puesto que el mandato era para la aplicación de un programa anunciado repetida y taxativamente por Rajoy antes de las elecciones del que no se ha aplicado ni el primer enunciado. Para las políticas reales que el presidente está adoptando no tiene más mandato que el de Angela Merkel que, por muy buena persona que sea, no experimentará un sentimiento especialmente cercano por la situación española.
La legitimidad del gobierno español es harto cuestionable y, a juicio de Palinuro, Rajoy debiera convocar nuevas elecciones o, cuando menos, un referéndum para ver el respaldo real de sus políticas. No obstante, lo más probable es que siga como hasta la fecha, esperando que sus medidas den resultados antes de 2016 a efectos de no perder las elecciones. Que estas son lo único que le importa se deduce del hecho de que se apresta a hacer con las vascas y gallegas lo que hizo con las andaluzas, esto es, ocultar sus decisiones restrictivas hasta después de las consultas, para no correr el riesgo de perderlas. Así es como hay que matizar la continua referencia de Rajoy y Cospedal al interés general de los españoles. El interés general de los españoles para ellos es el del PP. Y para que así conste, RTVE ha tenido la gentileza de transmitir en directo y tiempo real una escuela de verano del PP en Gandía, una actividad puramente partidista en la que los jefes del PP han ensalzado sus políticas y puesto de chupa de dómine a la oposición que no puede responder porque se trata de un acto privado. Son militantes del PP, cachorros que reciben doctrina y, de paso, la comparten con el resto de la audiencia, quiera la audiencia o no y siendo ella la que paga. Si esto no es fascismo, que el espíritu de Mussolini lo diga.

dilluns, 10 de setembre del 2012

El discurso de Rubalcaba.

No conocemos el discurso/informe de Rubalcaba al Comité Federal (CF) porque fue huis clos, pero sabemos de sus líneas generales porque ayer nos informaron Elena Valenciano y el propio secretario general. Estuvo bien que los sociatas evitaran dar el espectáculo de una única voz y ofrecieran dos. Es verdad que en todo coincidentes. Pero la coincidencia parece haber sido la tónica general de este CF, dando con ello pábulo a la celebrada teoría de Molinas sobre la clase extractiva.
En síntesis, la dirección del PSOE da por cancelada una etapa de oposición presta a la colaboración con el gobierno pero permanentemente ignorada o rechazada. "Hasta aquí hemos llegado", proclama Valenciano. La responsabilidad es toda del PP. Ya no habrá más propuestas de concertación. O quizá sí, parece sugerir luego Rubalcaba, siempre más posibilista. Pero, desde ya se presentan las propuestas alternativas a las del PP para salir de la crisis formulando una oposición creíble.
En todo caso, parece haberse producido una reacción en el PSOE ante la radicalización y la polarización de la sociedad y la inquietud y la exigencia de su propia militancia de que se hiciera visible, se manifestara, presentara propuestas concretas. Estas parece que están de camino y su eje principal, según se anuncia, es una reforma fiscal que grave las grandes fortunas y las SICAVs; más o menos, estilo Hollande.
Hay una réplica frecuente a este tipo de propuestas del PSOE ahora: ¿por qué no lo hicisteis cuando estabais en el gobierno? Pregunta difícil de contestar. Y aun hay otra más difícil: ¿por qué habéis tardado casi un año en formularlas?
En todo caso, pelillos a la mar. Lo decisivo es que el PSOE reaparece en escena como partido de oposición, pidiendo disculpas por lo mal que lo hizo antes y prometiendo que ahora lo hará mejor. En todo caso, mejor que los gobernantes actuales. En definitiva, ha entendido el mensaje y promete actuar en consecuencia. No hay por qué no concederle el beneficio de la duda. Ni por qué regatear sugerencias. Por ejemplo, no estaría de más que el PSOE aclarara su posicion respecto a la propuesta federalista que vienen haciendo los del PSC.
De otro lado, la prueba del nueve serán los próximos barómetros de Metroscopia, el CIS, etc. Esos medirán el impacto de este risorgimento del PSOE y, por ende, las perspectivas de Rubalcaba. El dictamen frío de los números es apabullante y sobrevolaba el ambiente del CF tanto más claramente cuanto que nadie lo mencionó. Si después de este cambio de guardia Rubalcaba cosecha igual intención de voto y proporción de gente que no confía en él quizá deba pensarse su decisión.
Por supuesto, no es infrecuente escuchar en circunstancias similares que el candidato está decidido a vencer las encuestas. Es su derecho y lo ejerce. Lo que sucede es que pasarse tres años venciendo encuestas puede ser fatigoso.
(La imagen es una foto de Rubalcaba38, bajo licencia Creative Commons).