diumenge, 16 de juny del 2013

Prólogo a un libro pendiente de publicarse


Hace unos días, en un post titulado El lobo solitario y la peña o el código del espacio público, mencionaba Palinuro que estaba leyendo un manuscrito muy interesante y original de Sergio Colado. Lo que no decía era que Colado le había pedido un prólogo. Pero era así. Bien, el bueno de Palinuro ha escrito el prólogo que he aquí para quien quiera leerlo:

Prólogo.

Hay libros que no necesitan prólogo porque desde el título al finis operis se explican por sí solos. Este es uno de ellos. Si, a pesar de todo, el autor busca un prologuista, este hará bien en entender la invitación como un gesto magnánimo antes que como una solicitud de amparo. Es mi caso en este caso. Habiendo para mi infortunio llegado a esa edad en la vida en que la gente te escucha en lugar de combatirte, no me dejo engatusar por la generosidad de los nuevos y reconozco en ellos la originalidad, el empuje y el valor que es noble función del prologuista poner de manifiesto. Dicho en el estilo gracianesco de Twitter, tan presente en esta obra: no es el libro el que se beneficia del prólogo sino el prólogo el que saca partido del libro.

Apostillas al discurso del pacto.


Anoche estuvo en la tele Elena Valenciano defendiendo el pacto sobre Europa del PP y el PSOE. Habló también de otros asuntos siempre de modo prudente, claro, conciso, sin rehuir nada por incómodo que fuese. Acostumbrados a escuchar a los políticos -en especial los del gobierno- perderse en jardines de simplezas, marrullerías, mentiras, injurias y necedades, esta política es un ejemplo. Y un ejemplo de congruencia. Su precisión de que no es "abanderada del feminismo" sino que es feminista fue un acierto con salero. Por eso es un ejemplo. Del resto de la concurrencia prefiero no hablar. Por cierto, ¿es malicia mía o la entrevista se acabó cuando iba a salir el asunto de los sobres barcénigos?


Valenciano defendió el pacto con una batería de razones, lo que es de agradecer. Pero el discurso en conjunto no es convincente y eso puede demostrarse con otras razones que quieren ser mejores. No haya cuidado porque, al final, el asunto no es de razones sino de quién manda. Y, como mandan Rubalcaba y Valenciano, sus razones se impondrán sean o no las mejores.

En principio, no hay objeción a la idea del pacto en abstracto. El nombre está cargado de connotaciones positivas. El pensamiento político moderno arranca del contractualismo. El pacto es el origen de la sociedad, constituida después en el pacto de unión civil, de Kant, distinto al pacto de sujeción, que venía de la Edad Media. Está en Hobbes: pactar es lo que hace la gente sensata en lugar de exterminarse mutuamente. Abogar por el pacto es así abogar por causa noble y la insistencia de Rubalcaba tiene sólido fundamento... en el pasado.

Ese espíritu pactista fue la innovación que trajo Zapatero a la labor de la oposición a partir del año 2000: moderación, talante, acabar con la crispación y pactar. Fruto de ese ánimo fue el Pacto por la libertades y contra el terrorismo, también llamado Pacto antiterrorista, que benefició a todo el mundo e inició el declive de ETA. Un pacto propuesto por Zapatero que Rajoy, entonces vicepresidente, despachó con la habitual sorna de quien desprecia lo que ignora, diciendo que era "un conejo que se había sacado Zapatero de la chistera". Dos años más tarde él era el verdadero defensor del Pacto y acusaba a Zapatero de dinamitarlo. Es lo que se llama hablar según sopla el viento. Él quedó como lo que es, un cantamañanas sin criterios y los sociatas se apuntaron un acierto. Por eso ganaron las elecciones de 2004 y 2008. La gente les premió la actitud pactista, harta de la permanente confrontación movida por el PP.

Pero lo que sale bien una vez no tiene por qué una segunda. La historia y la política no se repiten, aunque lo parezca. La solución a un problema de ayer puede no serlo cuando se replantee; puede hasta ser contraproducente. Así se desprende mayoritariamente, por ejemplo, del juicio contemporáneo sobre la vigencia del keynesianismo. Las propuestas de los años treinta y cuarenta del siglo XX, ya no valían en los noventa (a causa del estancamiento con inflación) y tampoco, se dice, en el siglo XXI.

A lo mejor pasa algo así con el pactismo. Es un principio de rancia prosapia, pero no siempre aplicable. Las circunstancias han cambiado tanto entre 2004 y hoy que, en lugar de ceder al cliché de la receta pasada triunfante, los socialistas debieran reflexionar si no habrá otras fórmulas. El principal enemigo ya no es el terrorismo que, en cierto modo, venía de fuera del sistema sino que lo es la crisis económica, que viene de dentro. Valenciano construye lo que hoy se llama, impropiamente, un maniqueo, es decir simplifica las opciones a dos antagónicas. Según ella, el PSOE pacta porque no va a hacer la oposición destructiva que hizo el PP. O sea: pacto o destrucción, sin matices intermedios. ¿Quién se atreverá a negar que se puede no ser destructivo sin ser pactista? 

Claro que se puede ser constructivo sin pactar nada y lo que hay que demostrar es la necesidad del pacto. Sobre todo porque este debe justificarse en sí mismo y no ser meramente un símbolo de la voluntad de pactar, que se presume en gente civilizada. El PSOE insiste en que se trata de un pacto para presentar un frente común ante la UE. Sin embargo es fácil probar que ese acuerdo es innecesario y, además, contraproducente para él.

Es innecesario porque se limita a dar carácter solemne y oficial a un comportamiento que no lo necesita pues forma parte de los usos y costumbres democráticos de siempre, esto es, que el gobierno que habla en el exterior en nombre del país lo hace con el apoyo de todas las otras fuerzas políticas por tratarse de asuntos de Estado. Cierto, no es el caso con el PP que, cuando está en la oposición, boicotea sistemáticamente la unidad de la acción exterior del Estado. Pero, al estar en el gobierno, se aprovecha de que los demás no actúan como él y ni siquiera hace falta formalizarlo en un pacto inútil.

Pero, al hacerlo y, al hacerlo como lo ha hecho, el PSOE se enfrenta a dos peligros. El del enquistamiento y el del seguidismo. Al haber formalizado el pacto sin el apoyo de ningún otro grupo parlamentario se pone de relieve la dinámica bipartidista que hoy suscita mucha animadversión en amplios sectores políticos. No me consta que el PSOE prefiera un sistema de partidos a otro y, por tanto, no tiene por qué ser más bipartidista que multipartidista. Sin embargo, al firmar en solitario con el partido de la derecha, aparece como apoyo de un sistema del que se beneficia electoralmente, aunque no tanto como su cofirmante. Este no tiene nada que perder con un pacto que no le impone compromisos. Al contrario, todo por ganar porque, además, abraza al PSOE con el abrazo del oso.

Aunque los socialistas se empeñen en precisar que el pacto es hacia el exterior y no implica en modo alguno pacto o alianza en el interior, es imposible que no aparezcan uncidos al carro del gobierno y en una actitud de seguidismo. Justo cuando más claro debiera ser que tienen alternativas viables a las agresivas políticas de desmantelamiento del Estado del bienestar. Pactar lo que sea con quienes han arruinado el país en beneficio de los empresarios, los banqueros y los curas no es algo recomendable. Y si, además, resulta que el pacto era innecesario, mucho más. 

En realidad la oposición del PSOE sería enormemente constructiva si, en lugar de sellar pactos inanes, buscara un acuerdo de la mayor cantidad de fuerzas de izquierda posible en torno a un programa común que podría, de momento, constar de un punto único: derogación inmediata de todas las normas del gobierno del PP mediante las que se restrinjan derechos de los ciudadanos en cualquiera de sus condiciones vitales, como trabajadores, mujeres, inmigrantes, jóvenes, dependientes, minorías nacionales, pensionistas.

Ese pacto es una metedura de pata. 

(La imagen es una foto de Amio Cajander, bajo licencia Creative Commons).

dissabte, 15 de juny del 2013

La monarquía bananera.


Si insultas al Rey en España y lo llamas (aunque sea indirectamente) putero, borracho, etc., te caen 6.000 uracos de multa porque los insultos a tan excelsa persona no están amparados en la libertad de expresión.

Si insultas a un juez y lo llamas "oportunista, paleto, botarate o malcriado", no pasa nada porque esos términos se ajustan a la libertad de expresión.

De nada sirve que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en su día condenara a España a compensar con 20.000 € a Otegi al haberlo condenado a un año de cárcel por llamar jefe de los torturadores al Borbón. ¿Qué moral hay que tener para no entender que llamar a alguien "putero" o "borracho" es mucho menos grave que llamarlo "torturador"? ¿La moral del mismo torturador?

¿Es menos un juez que un Rey? En España, sí. Y no solo un juez; tod@s. Es menos un ciudadano en un escrache, al que se puede llamar "nazi", una diputada del Parlamento catalán a la que cabe llamar "guarra", o unos profesores a los que se puede tildar de "vagos".

¿Es más un locutor de a tanto el insulto que un militar que escribe artículos? Por supuesto, si el locutor es de extrema derecha y el militar, de izquierdas. El primero puede insultarte y sacarte las vergüenzas. Al segundo, como se descuide, le caen todos los sopapos por rojo.

¿Cómo se miden los insultos? Por la cabeza del insultado y la posición social del insultador.

¿Es esto justicia? Sí; la justicia del señorito cortijero y el juez tiralevitas, la justicia del amo y el capataz abusón, la del señor del lugar y el cura abarraganado, la del capitalista ladrón y sus matones a sueldo en los garitos, los periódicos y las radios.

Por eso me parece un poco exagerado y algo racista llamar a la borbónica "monarquía bananera". Nada de insultar que vienen los jueces independientes (según dictamina el magistrado teórico de la FAES, López) y te imponen una multa. La monarquía española no es bananera. Es, simplemente, española.

No es una crisis. Es una estafa.


Es el pandemónium, el latrocinio universal sin límites, la revelación de todas las miserias y corrupciones de una casta político-empresarial de delincuentes. Ese Díaz Ferrán, condenado, era ayer ejemplo de virtudes ciudadanas, llamaba cojonuda a su amiga Esperanza Aguirre, nos decía cual nuevo Franklin, que había que trabajar más y cobrar menos y se iba de devota ofrenda a Santiago en 2010, de la mano de los curas, otros que tal, que piden se tache la casilla de la Iglesia y trincan 11.000 millones de euros de dineros públicos exentos de toda tributación y de los que no se dignan rendir cuentas. ¿Por qué va a darlas Díaz Ferrán por los millones de crédito que le dio su amigo Blesa contra la garantía de una empresa en quiebra? Blesa, también en el trullo, uno de los responsables de las preferentes cada vez más parecidas a las rocas Cianeas, que destruyen todo lo que pasa entre ellas. Y los señores banqueros, hasta ayer todopoderosos, empiezan a pasar por los juzgados. Como que no es una crisis sino una estafa y así se ve al hacerse realidad la consigna primera de: "procesad a los banqueros y sus trujimanes", quienes como unos anti-lourdes, no han dejado octogenario, ciego, sordo o discapacitado por engañar. Rato está cerca del banquillo. Rato, el del supuesto milagro económico de fines de los noventa, quien estuvo a punto de ser nombrado candidato a presidente en lugar del prodigio que ahora lo es. El prodigio está callado como una marmota. Habla a través de plasma, rehúye las conferencias de prensa, contesta cuando no le queda más remedio, divaga y de su caso concreto, como receptor supuesto de misteriosos sobres barcénigos y viajero gratis total a cuenta de la Gürtel, o sea del contribuyente, no dice ni pío. La consigna es: no se habla. Silencio y omertà, no vaya a enterarse el personal de lo que aquí se lleva robado. Y así, Pons y sus "indemnizaciones", García Escudero y sus ignorancias, Arenas y sus olvidos, Ana Mato y sus invidencias no solo no dimiten sino que no se consideran obligados a dar una explicación al respetable. El respetable, además, no existe. Existen los medios amigos que ya se encargan de informar a los suyos de lo que tienen que decir. Quizá pueda existir, pero no merece respeto, como se ve por el nivel mental de los periodistas y "creadores de opinión" que rebuznan sus falacias en pro de la privatización de todo lo público a cambio de un jugoso estipendio público, robado del bolsillo de los ciudadanos. Por tal motivo, Bárcenas hace la peineta al universo mundo. Y eso con 22 millones aparentemente choriceados. Ahora que vamos por 45, peineta y media. La peineta es una forma normal de interlocución de las más altas magistraturas del Estado. Juan Carlos dedicó una al público increpante en Vitoria en 2006 en la seguridad de que nadie lo calificará so pena de que vengan sus jueces de chambre a proteger su derecho al honor, a mandar callar a los demás y a masacrar elefantes. Aznar hizo otra a unos estudiantes universitarios hace un par de años. Peinetas son también los silencios ensordecedores. Aznar ha pasado de responder altivo y calderoniano a las insinuaciones de "El País" como buen español en defensa de su honor a caer en un mutismo absoluto, ahora que las insinuaciones toman la forma de números concretos: más de 700.000 euros cobró en sobresueldos, al parecer, el héroe de las Azores, quien, además, aprendía a jugar al golf con cargo al contribuyente porque eso es lo que manda la escuela austriaca que él alienta en la FAES. Callar sobre esto, no dar ninguna explicación no es de recibo. Como no lo es que Rajoy siga punto en boca con sus presuntos 200.000 euros cobrados en 2011, el año en que tenía que mirar acongojado su cuenta a fin de mes porque tenía "los problemas de todos los españoles". Y tampoco es de recibo que González Pons, pillado en una sisa de mangante menor de cobrar dos veces por el mismo concepto, haya desaparecido de la faz de la tierra. A lo mejor, para compensar, reaparece el lunes Cospedal explicando, mientras se ajusta la otra peineta, la de ensartar rojos, que los nuevos 25 millones de Bárcenas son en diferido y eso lo arregla ella subiéndose otra vez el sueldo con lo que ahorre suprimiendo el cuerpo de bomberos forestales, que no hacen nada. Quién sabe. No, no es una crisis. Es una estafa, un expolio sin precedentes: un partido entero aparentemente dedicado a repartirse los dineros de la corrupción con ayuda de una red de empresas tan corruptas como él. El mismo Díaz Ferrán financiaba la fundación FUNDESCAM con la que presuntamente se pagaban las campañas electorales del PP, incluidos los sobornos a los sinvergüenzas del PSOE para que cambiaran su voto y permitieran gobernar/robar a la derecha con la flamante Aguirre y sus mayorías absolutas financiadas por empresarios ladrones. Al fin y al cabo, tiene más tradición, clase, señorío y, además, paga diezmos de lo trincado a los curas. Aunque, en donde puede, el PSOE gana puestos en la escala de la mangancia, como se ve en el caso de los EREs en Andalucía y no hablemos ya de las comisiones de CDC en Cataluña, un nacionalismo de tahúres y mafiosi. La corrupción es transversal y, en el caso del PP, al parecer, endémica. Y nadie da explicaciones: ni Aguirre, ni Pío, pío, pío. Nadie. Porque las bufonadas de Floriano y las estupideces de Báñez y sus vírgenes no pueden considerarse ni siquiera expresiones articuladas inteligibles. Así que los de los escalones más bajos ya van directamente a la rebatiña: el mismo Alberto Fabra que pretendía que los contribuyentes le pagáramos un profesor particular de retórica, ahora ha enchufado en el gobierno a una amiga íntima, razón por la cual no considera necesario explicarse. ¿No es amiga? Pues ya está. ¿O van los aguafiestas de siempre a escandalizarse porque el Rey pagara con cargo al contribuyente asimismo la grata estancia de otra amiga íntima cabe La Zarzuela? ¿Por qué puede Ana Botella tener de asesor a Carromato con 60.000 uracos de paga y sin saber hacer la o con un canuto y no van a poder otros enchufar a amigas de toda confianza? ¿Y Rajoy y sus seiscientos asesores? ¿E Ignacio González y su familia  punalúa, toda ella en la mamandurria de la administración pública, a la que hay que privatizar si no sirve para enchufar a los parientes, como los hijos y protegés de Aguirre, la ultraliberal? Es que la exigencia de rendimiento de cuentas es una trampa saducea porque ¿cómo van a dar cuentas Barberá y Camps si entregaron los millones a Urdangarin según rezan los Evangelios, esto es, sin que su mano izquierda supiera lo que hacía la derecha? Como dos buenos palurdos con ínfulas de quiero y no puedo, tenían plena confianza en el yerno del Rey, casado, además con una infanta mágica, especialista en transacciones inmobiliarias que, como los universales de Plotino, solo las conoce la mente de Dios y no Hacienda, que es cosa de judíos. Una confianza que se fundamenta en la que inspira ese Rey que juró fidelidad a los principios del Movimiento Nacional , hombre a su vez de fino olfato para los negocios, incluidos los que se hacen en las cuentas suizas, en donde el monarca parece tener un capitalito heredado de papá y apartado por si las cosas se ponen feas en España. Que pueden ponerse porque la gente parece ya bastante harta de que la estafen.

Benvenuto Giacometti.

La sala de Recoletos de Mapfre acaba de inaugurar una exposición retrospectiva de Alberto Giacometti que merece muy mucho la pena. Es espléndida. Y está muy bien pensada y organizada. Se nota que viene directamente de Alemania, de la Hamburger Kunsthalle. Lo explica a la perfección la comisaria Annabelle Görgen en el catálogo, al proponer un acercamiento al arte de Giacometti desde el comienzo en la escultura surrealista hasta el más o menos final del proyecto frustrado de la Chase Manhattan Plaza. Así se entienden muchas cosas en esas figuras alargadas, estilizadas pero toscas que uno va encontrándose por diversos lugares en distintas ciudades. Eso ocurre también con otros, más clásicos o más modernos, Rodin, Moore, Botero, Chillida, Bourgeois, etc. Han llegado a ser parte del paisaje urbano. Pero en el caso de Giacometti uno se queda siempre con la sospecha de que esas obras, en su manifiesta extravagancia, encierran más de lo que se ve a simple vista. En ellas aparecen aires de El Greco y también de Rodín por la textura. Ante todo, recuerdan las estatuillas y ofrendas votivas, los fetiches de la Polinesia, pero con elementos de los kuroi griegos y los bajorrelieves egipcios. Pero hay más, mucho más. Este joven suizo-italiano que llega a París en 1922, todavía no sabe si será pintor, como su padre, o escultor. Acabó siendo ambas cosas, aunque él dice que solo era escultor. Por fortuna la exposición no le ha hecho caso y, junto a las piezas de volumen, ha traído abundante obra gráfica, óleos, litografías, bocetos, dibujos que, además del mérito en sí mismos (los óleos de color metalizado son espléndidos), ayudan a comprender mejor su obra escultórica. Como ayudan también las frecuentes referencias biográficas al artista. La biografía siempre es determinante en la obra; pero no siempre de la misma  forma. No es indiferente saber que esta originalísima creación tuvo lugar en un estudio de 18 metros cuadrados, en Montparnasse, París, que el artista utilizó toda su vida. 

Los comienzos cubistas y surrealistas, que yo no conocía, son muy reveladores. Alguna pieza recuerda los ready mades de Duchamp. El surrealismo no como estilo, sino como forma de vida. Hay  un retrato de Giacometti hecho por Man Ray por la técnica de la solarización que viene a ser como una especie de DNI surrealista, si esto no fuera un disparate.. El surrealismo evoluciona y, algunos de sus bronces alegóricos a las relaciones entre los sexos están en el universo daliniano. Pero la obra, aun de poca dimensión, sigue siendo muy maciza. Con las influencias de la Polinesia y la africana se inicia ya la evolución sintetizadora cuyo último objetivo es producir obras de volumen, en tres dimensiones pero reducidas a dos y, en el colmo del delirio, a una, una raya imperceptible en el centro del cuadro.

La exposición se titula Terrenos de juego y estudia la ilusión con que Giacometti acarició siempre su deseo de crear un espacio público urbano con sus obras. Debía de ser como una compensación por el hecho de trabajar en 18 metros cuadrados. El caso es que, cuando recibió el encargo de hacerlo frente al Chase Manhattan en Nueva York, estuvo mucho tiempo trabajando en él, cambiándolo, variándolo, haciendo todo tipo de modelos, solo para que, al final, el supuesto cliente rompiera el acuerdo sosteniendo que el grupo que Giacometti había creado no era lo que él quería. El grupo era la mujer de pie, el hombre caminando y la cabeza gigante. En la exposición falta el busto, pero pueden admirarse la mujer, que es magnífica y el hombre caminando, cruzando la plaza, que no lo es  menos. Los dos fabulosos. Hay quien saca punta a que los dos son como estereotipos; el hombre camina, actúa; la mujer es figura hierática. El mismo Giacometti lo sabía y decía que era la única forma de representación que podía hacer. Bueno, es la licencia del genio.

Es la comisaria quien interpreta que las figuras del Chase Manhattan son la culminación de la obra de Giacometti. Muy posiblemente y por eso, quizá,  pueda interpretarse el rechazo final del banco como una muestra de la perversa relación entre el dinero y el arte. El episodio, que es muy importante en la exposición puesto que la cierra, recuerda otro análogo allá por los años treinta, cuando Rockefeller encargó a Diego Rivera un mural para una de sus sedes, creo (sin estar seguro) que de Nueva York. El artista terminó la obra, el cliente pagó por ella, y procedió a destruirla porque en el mural, entre otras inconveniencias, Rivera había pintado a Lenin. Los banqueros pueden ser anarquistas, según fabula Pessoa, pero no bolcheviques, me malicio.

Los tiempos han cambiado; los bolcheviques llevan camino de convertirse en el lejano recuerdo de una secta, como los cátaros o los albigenses, pero el arte sigue teniendo un potencial subversivo que el capital, en último término, no tolera. Y no lo tolera porque es ciego. Por eso no vio que el artista había puesto a sus pies una alegoría de la humanidad: un hombre, una mujer y una cabeza. La humanidad a los pies del capital. El propio Giacometti, me da la impresión, tampoco supo explicárselo. Por eso cambiaba continuamente los emplazamientos cuando estos son irrelevantes. Lo esencial es el grupo que yo hubiera puesto en la placa que el Discovery lleva a bordo a los confines del universo para explicar a la humanidad y es bastante sosa. Y una trilogía como una sagrada familia profana: la mujer, el hombre y la razón pensante.

Esas figuras "larguiruchas", cual he leído a  algún crítico, que tan bien se integran en todos los paísajes y medios seguirán viajando por el mundo, con esa mirada del hombre hacia sí mismo y una memoria de miles de años incorporadaa en su estilizado porte. Porque "ver es ser", murmura Giacometti, con ecos del obispo Berkeley y por eso se concentra en trabajar los ojos de sus criaturas. Ahora nos miran desde Mapfre. 

divendres, 14 de juny del 2013

El pacto de los montes.

Ya está. Esa feroz montaña española, ese Mulhacén, ese Teide gigante, ha parido su habitual ratón. Un pacto sobre Europa concluido por teléfono entre los dos líderes españoles más importantes y al que no se ha sumado ningún otro. Una pena, porque hay carencia de eso que los políticos valoran tanto y llaman consenso con trémula voz para mostrar que no son una manga de groseros patanes, dispuestos a liarse a mamporros, sino un retén de caballeros. Dejarse fuera a los pequeños, además de mal gusto, denota cortedad de vista, cosa que se notará si el pacto o pactillo fracasa, como es más que probable  porque ni siquiera se fija objetivos mensurables sino que es una mera súplica. Las autoridades europeas ya se han encargado de avisar a las españolas de que no piensan hacerles caso,vengan de a dos o de a doscientos.

Dando por descontado el fracaso de este minipacto es claro que los partidos pequeños rentabilizarán su oposición mientras que el PSOE aparecerá como el héroe de Jouhandeau, cornudo, colgado y contento, como el aliado del enésimo fracaso de Rajoy que lo uncirá a su carro del Recortador Victorioso y arrastrará su cadáver de plaza en plaza. Hábil maniobra del gran estratega.

Es que este pacto es una de las cosas más absurdas que se hayan imaginado. A Rajoy, con su mayoría absoluta, le malesta pactar y Rubalcaba no puede permitirse que el pacto lo lleve a apoyar políticas del gobierno profundamente antipopulares, injustas, reaccionarias. Porque, ¿qué esperan ambos encontrar en Europa con su pacto? Si acaso gestos de estupefacción entre los políticos europeos asombrados de que los españoles tengan que formalizar como pactos solemnes y excepcionales cosas que son elementales y de sentido común como que, en asuntos de intereses exteriores de España como Estado, no puede haber diferencias entre los partidos. Es más, lo que uno consigue al ir de pactista es, precisamente, demostrar que esa situación de normalidad democrática suprapartidista en España no se da. Y ahí están los partidos pequeños para recordarlo a gritos agraviados.

¿Es o no un ratón un pacto innecesario? Innecesario y, al menos para el PSOE, contraproducente. Que es innecesario los dos pactantes lo han escenificado por teléfono, quizá por el móvil, mientras subían al ascensor de su casa. Que es contraproducente para el PSOE es algo que no precisa mayor comentario a la vista de la experiencia que muestra la trayectoria del PP en cuanto al respeto a los compromisos.

Es lamentable pero este pacto solo se entiende por la hegemonía de la política como espectáculo. Lo importante no es el contenido del pacto. Lo importante es que se nos vea pactando: somos gentes responsables, preocupadas por los destinos del país antes que por las fortunas de nuestros partidos. Vótenos. Confíe en nosotros. ¡Somos capaces de pactar!

Territorios prohibidos.

El certamen anual de Photoespaña (Photoespaña 2013) que estos días puede verse en distintas salas y lugares de Madrid (entre ellos, el Jardín Botánico) está dedicado al cuerpo en sus múltiples manifstaciones. Palinuro irá dando cuenta de ella en la medida de sus posibilidades. El Círculo de Bellas Artes alberga cuatro exposiciones temáticas en tres de sus salas, mientras que la cuarta está en la contigua galería de Juana Mordó. Todas comparten un tema, el erotismo, los desnudos, desde diversos puntos de vista. Todas menos una, la que Palinuro ha elegido para encabezar esta entrada, la más dura de ver, la más cruel. Media docena de fotos del mexicano Fernando Brito que también tiene como objeto el cuerpo humano, pero no desnudo y menos erótico: son los cuerpos de hombres, mujeres, niños, asesinados y abandonados en cualquier lugar en el campo mexicano. De ahí el curiosamente poético título de la exposicion "tus pasos se perdieron con el paisaje". De pronto, esas noticias que leemos con frecuencia de crímenes y asesinatos por venganzas, ajustes de cuentas, narcotráfico, amedrentamiento, los caídos en esa lucha de la delincuencia contra la población y el Estado, cobran forma humana, no rostro porque casi todos lo tienen oculto, tienen una figura, una figura desgalichada, descompuesta, a veces inverosímil, como suelen quedar los cadáveres de los muertos violentamente, rígidos ya cuando llevan varias horas, abandonados, medio ocultos por la maleza, por el paisaje. Es una exposición amarga que nos enfrenta con la eterna cuestión de cómo podemos los seres humanos hacernos estas cosas los unos a los otros.

En la contigua galería de Juana Mordó hay una exposición del fotógrafo polaco Zbigniew Dlubak, muy conocido y activo en su país en la segunda mitad del siglo XX. Por su orientación más hacia lo íntimo, personal, privado y aunque tenía su prestigio reconocido y se le permitía una cierta actividad publicística y hasta docente en instituciones oficiales, no gozó de especiales distinciones en el régimen comunista. De hecho, en cuanto comenzó el desmoronamiento, con la implantación del estado de excepción en 1982, se le permitió abandonar el país y marchó al exilio en Francia, en donde murió en 2005. El rasgo distintivo de su obra son las series, sucesiones de planos, que recuerdan las tomas de las cintas de celuloide y remiten a una visión de reproducción mecánica del arte. La muestra que aquí se expone pertenece a la serie de los años setenta llamada gesticulaciones. Está compuesta casi toda ella de desnudos experimentales en los que el fotógrafo, que era también pintor, recrea el cuerpo en primeros planos que permiten apreciar la textura de la piel, el vello, las zonas privadas; o bien ensaya composiciones estudiadas, dislocadas que, jugando con la iluminación, transmiten visiones nuevas del cuerpo, a veces sorprendentes y todas muy originales y personales. La obra desprende una extraña fragancia a ámbito cerrado en donde se percibe una complicidad entre el artista y las modelos a las que no llegamos a identificar porque son cuerpos sin semblante. Esto se puede interpretar de varios modos. El tema de la "mujer sin rostro" es la antesala de todas las críticas a la cosificación femenina, aunque se supone que aquí será al contrario, porque se habla de romper con las "relaciones de poder".

En la sala Goya han traido obra de Edward Weston (1886-1958) y Harry Callahan (1912-1999), dos generaciones muy distintas de la mejor tradición fotográfica estadounidense. Weston es un típico pictorialista mientras que Callahan tiene otra idea. Se había ido a las Montañas Rocosas a hacerse fotógrafo bajo la indicación del patriarca Ansel  Adams, que lo enfocaba por derroteros clásicos, pero regresó con las manos vacías. Cuando lo contrató para enseñar fotografía en su academia Moholy-Nagy, que venía de la Bauhaus y era furiosamente constructivista, Callahan encontró su línea. Pero en la exposición los dos aparecen vinculados por algo: ambos retrataron a sus respectivas mujeres (en el caso de Weston, la segunda, y su albacea) casi de un modo obsesivo, en todo tiempo y lugar, vestidas o desnudas. Aqui se hace hincapié en los desnudos y se atiende a la idea expresada desde el comisariado de la exposición, de que se busca un tratamiento especial del erotismo en el arte pues la imagen es la de la propia esposa. Eso es muy de la tradición pictórica; los artistas suelen retratar a sus mujeres y cada uno acentúa en ellas lo que prefiere, pues todo retrato es una interpretación. Y el dato conyugal ayudará o no pero hay fotos bellísimas. Sin ir más lejos, la de la portada, de erotismo "maternal".

La cuarta exposición, en la sala Picasso es más combativa. Son obras de la Sammlung Verbund de Viena de diversas autoras todas en torno a la rebelión feminista de los años setenta. Es fotografía militante. Abundan también las tomas serializadas pero, más que pura secuencia, lo que pretenden es contar una historia. Se trata, pues, de plástica narrativa, algo que puede parecer imposible pero se viene practicando desde tiempo inmemorial. Las imágenes transmiten impresiones, significados. A veces estos son complejos y requieren el curso del tiempo. Las imágenes, pues, se serializan y así podemos comprender la esencia del problema, viendo cómo nace y cómo termina. Generalmente en una situación de humillación, cosificación, insulto a la mujer. Por supuesto también, abundantes y agresivas alusiones a los estereotipos de mujer que son vistos -y mostrados- como estigmas: su condición reproductiva (como madre), su condición funcional (como esposa y ama de casa) y su condición erótica (como amante y/o puta). Merece mucho la pena la exposición. Da que pensar. Sobre todo a los hombres. Y hay verdaderos hallazgos. Como esa foto de un nido con un par de huevos en el regazo de un desnudo.Y testimonio gráfico de una lucha concreta: la performance de Leslie Labowitz y Suzanne Lacy en Los Ángeles en 1977 para protestar por una serie de violaciones y asesinatos de mujeres, el caso del estrangulador de Hillside. Son impresionantes esas mujeres veladas en negro en una soleada mañana en Los Ángeles. Hay un elemento de tragedia griega.

dijous, 13 de juny del 2013

El espionaje universal


Había de pasar alguna vez y nos ha tocado a nosotros, a los contemporáneos. Le ha tocado a Obama, aquella esperanza de 2008 de un gobierno más democrático, más respetuoso con los derechos fundamentales de los ciudadanos, menos agresivo, menos belicista y algunos dirán, menos terrorista. De todo esto, nada de nada. En cinco años Obama no ha cerrado Guantánamo. Y luce un premio nobel de la paz.

Y ahora nos cae esto. Los Estados Unidos, la CIA, vigila a todo el mundo. 96.000 millones de llamadas intervenidas probablemente afectan al planeta entero. El sueño de todo totalitarismo, la vigilancia perpetua de los súbditos, el panopticón mundial. Hecho posible por el vertiginoso desarrollo de la tecnología digital. La ambición funesta de ser como Dios, capaz de verlo y oírlo todo se ha realizado. Y no se encuentre consuelo en la confusión de las grandes cifras. Los algoritmos de los buscadores revisan miles de millones de datos en segundos y acaban señalándolo a usted, con nombre y apellidos, domicilio, curro y aficiones. El discurso spenceriano decimonónico del hombre frente al Estado, actualizado en el siglo XX en las consignas neoliberales, termina con un Estado que lo sabe todo de nosotros. Era lo que en el fondo se buscaba, ¿verdad?

Pero siempre se oye el zumbido de la abeja. Alguien se salta las reglas. Cuando lo de WikiLeaks, Julian Assange. Ahora el ciudadano estadounidense Edward Snowden, refugiado en Hong Kong y en paradero desconocido al enterarse de que es posible que las autoridades chinas lo extraditen a los Estados Unidos, en donde ya se están preparando los cargos contra él. Lo acusarán de traición y su porvenir no es halagüeño. Este es el drama de la situación: los grandes discursos filosóficos sobre los derechos fundamentales, sobre el deber de obediencia y el de desobediencia, a veces encarnan en la vida concreta de las gentes, en sus biografías personales y adquieren tintes dramáticos que nos interpelan. ¿Del lado de quien estamos? ¿Del de un gobierno que nos vigila a todos -siempre por nuestro bien, por supuesto- y no respeta ningún secreto personal pero quiere que su acción de permanente intromisión, a su vez, sea secreta? ¿O del de quien con evidente riesgo de su libertad y quizá de su vida, nos pone sobre aviso acerca de cómo estamos vigilados sin nuestro consentimiento?

Seguramente la China accederá a la extradición. Rusia lo haría pues Putin ya ha justificado la vigilancia universal de los Estados Unidos recurriendo como estos a la necesidad de garantizar la seguridad. Sobre todo frente al terrorismo, hoy una moneda de amplia circulación. Con el pretexto del terrorismo se puede acabar con la libertad de expresión, de información y con las demás libertades y derechos. Todos los Estados están interesados en vigilar a sus poblaciones, siempre por razón de la seguridad. Harán causa común. Y ¿en dónde se refugia un hombre buscado por todos los Estados del mundo? En Snowden se reedita el caso de Bin Laden. Hasta habrá algún majadero que vea conexiones en la coincidencia de la última sílaba.

Sin embargo, Snowden nos representa a todos. Como Assange. Su mito es muy antiguo: el del titán benévolo, Prometeo, partidario de los hombres frente a los dioses. Es posible que, al final, no hagamos nada y toleremos que Snowden sea recluido en algunos de esos establecimientos de tortura que tienen los Estados Unidos, igual que a Prometeo le devoraba perpetuamente el hígado un águila.

Como nos representan esos movimientos espontáneos de muchedumbres en Túnez, en Egipto, en España, en Turquía, horizontales, sin organización, sin jerarquía, protestando contra gobiernos corruptos o ineptos, autoritarios, antipopulares. La prueba es que tienen intenso apoyo social y mueven profunda inquina de los gobiernos, que los criminalizan y los reprimen pero acaban sucumbiendo ante ellos. Y ahí están, perseveran, no desaparecen y en todas partes utilizan tácticas comunes de ocupación de lugares públicos y coordinación a través de las redes.

Hace unos días alguien preguntaba qué partido u organización estaba dirigiendo el movimiento turco. Ninguno; el movimiento empieza y acaba en sí mismo. Y Felipe González acaba de confesar su simpatía por el M25M, pero le pide que, para ser eficaz, se articule, so pena de convertirse en alguna forma de populismo y propiciar el retorno de algún salvapatrias, en diáfana referencia a Aznar. No es seguro que la articulación (o sea, la conversión del movimiento en un partido) resuelva el problema sino al contrario, puede agravarlo pues el partido es siempre más fácil de espiar y corromper que un movimiento difuso. 

Este año promete ser tumultuoso.   

(La imagen es una foto de Alberto Racatumba, bajo licencia Creative Commons).

dimecres, 12 de juny del 2013

¿Por qué no sube la izquierda?

Y no solo la española; la europea en general. En una de las peores crisis del capitalismo, con evidentes signos de estafa y abusos de todo tipo, el seguimiento de la izquierda en Europa es escaso; sus fortunas electorales, magras; su presencia pública, enteca; su acción política timorata, contradictoria, invisible. Dicen algunos que, en compensación, prospera en América Latina. En mi opinión, tampoco es cierto, pero se trata de algo aquí colateral que ya trataremos en su momento. Lo importante ahora es la izquierda europea. ¿Por qué está en esta situación zarrapastrosa? 

Parte de su desgracia radica en su pasado. Demasiada gloria, demasiado ejemplo, mucha bravura, originalidad, gentes que valían, gentes de coraje y determinación. Pero del pasado no se vive. En buena medida los izquierdistas de hoy, sus dirigentes, teóricos, intelectuales, son enanos que quisieran ir subidos a hombros de gigantes y no pueden porque los gigantes eran muy gigantes y los enanos son muy enanos.

Viven esos mandos una vida de mediocridad basada en el sectarismo, quizá su rasgo más característico. Incapaces de dar respuesta sintetizadora al presente, hispostasian el pasado, lo convierten en un dogma, un conjuro, un catecismo vacio. ¿Qué hubiera hecho Marx; qué Lenin; qué Bakunin, Jaurés, Guesde, Lafargue, Azaña, Largo, Trotsky, Durruti, Mao, Togliatti, Brandt, Guevara? El modelo está hecho; no es de esperar nada nuevo; la salud de la izquierda se mide observando su fidelidad a formas periclitadas: partidos, vanguardias, militancias, luchas, trincheras. Un parloteo insulso y bastante necio.

La adulación de los segundones, cuadros, enchufados, seguidores, pelotas de todo tipo hace que los jefes accidentales -que suelen ascender por su paciencia, capacidad de aguante, silencio y fidelidad al anterior baranda- da como resultado ese irrisorio vicio del "culto a la personalidad", que no es privativa de la izquierda, ciertamente, pero en ella prospera igual que en la derecha, o mejor porque si en la derecha es comprensible por su tendencia a la obediencia ciega, la jerarquía y el autoritarismo, no debiera serlo en la izquierda en donde se espera pensamiento crítico, rebeldía, inconformismo. Se espera, pero no se produce porque ya se ocupan los mediocres en el mando de no rodearse sino de pelotilleros e incapaces, los cuales retroalimentan el narcisismo de los jefes. Estos se mueven bien en las intrigas, los conciliábulos, los amaños, los conflictos sobre normas y procedimientos y consiguen que se les adjudiquen unos méritos intelectuales de los que carecen. Porque, para pesar de verdad en la izquierda hace falta mucho trabajo, mucho esfuerzo, mucho tesón y capacidad de aguante frente a los ataques del enemigo y las toneladas de basura trivial y dogmática de los amigos.

Esos mandatarios -que determinan el destino de la izquierda organizada en partidos y, obviamente, la conducen a su aniquilación en Europa- carecen de todo sentido autocrítico. Está por ver que alguno de los dirigentes que llevan más de treinta años fracasando -salvas contadísimas excepciones- en Europa haga examen y reconozca haberse equivocado en algo alguna vez. Jamás. Las historias de los partidos, grupos o comités que hoy encabezan están llenas de éxitos y si derrota hubo fue por alguna traición interna (siempre ajena, claro) o el juego sucio del enemigo.

La falta de autocrítica corre pareja con la reacción furiosa frente a la crítica y las maniobras de todo tipo para ocultar y sepultar la aparición de cualquier forma de independencia, juicio propio o espíritu libre. El que no repita las adocenadas majaderías del pasado no inspira confianza y lo más probable es que jefes y mindundis hagan causa común como los anticuerpos para atajar la invasión del pensamiento original y la crítica. El dogma prevalece y quien cuestiona la inmarcesible sabiduría de cuatro burócratas empingorotados que no han hecho nada de valor sino vegetar esperando su turno tiene que ser expulsado. Como, para aniquilar este fermento de libertad, originalidad e independencia, es preciso antes identificarlo, una vez hecho esto es imposible ocultar cómo parte de la inquina, del ninguneo, del silencio que quiere hacerse sobre ellos procede de la envidia.

Una envidia de los burócratas de la izquierda a los inclasificables (que son, en el fondo, la sal de la tierra) y que suele ir acompañada del plagio más descarado, el robo intelectual más desvergonzado. Copian las ideas y quieren silenciar la voz del autor. Igual que Stalin primero fusilaba a sus enemigos y después les robaba sus teorías y se las apropiaba, los paniaguados de las organizaciones de la izquierda de hoy silencian y ningunean a la gente original, crítica, irrespetuosa, que no se rige por el oportunismo del medro personal, pero les roban sus ideas.

Pero no haya cuidado: según las hurtan y se las apropian, las prostituyen. Se les ve a la legua.

La izquierda es originalidad, empuje, innovación, fuerza; no plagio, seguidismo, mediocridad, enchufe, convención. Por eso no prospera. Ni prosperará. Para iglesias, cultos, dogmas, curas, popes, misterios, magias, mentiras y hechizos, la gente ya tiene la Iglesia, mucho más experimentada.

(La imagen es una foto de Gustavo Rivas Valderrama, bajo licencia Creative Commons).

Jarrones chinos.


Exhibición de jarrones chinos en los últimos tiempos. Buena metáfora la de los cachivaches. Un poco ingenua. No a todos los jarrones chinos se les supone valor. Los de los chinos todoacien salen muy apañados de precio porque no valen un pimiento. Así que, si estorban, se les envía al trastero, con la muleta del abuelo y el arnés viejo del perro. Los otros jarrones chinos, los de artesanía más refinada y no digamos ya los antiguos, no estorban jamás. Al contrario, los dueños los ponen bien a la vista para que el personal se entere de que poseen un jarrón Ming. Pero, bueno, se entiende la idea. Que no es más que eso, idea. No veo a muchas familias españolas preocupadas por el emplazamiento del jarrón chino. Si habláramos del televisor ya sería otra cosa y el mando a distancia es objeto de estrategias y alianzas de clase, edad, género.

Los tres jarrones chinos han hecho verbosa aparición pública, como convocados a un certamen. Muy buen artículo de Íñigo Istúriz en Público al respecto. Aznar ha sido el más pródigo. Se autoconcedió una entrevista en una televisión, presentó en sede parlamentaria unas biografías de políticos que ha excogitado la FAES y concluyó el periplo por el ágora soltando doctrina -diz que más moderada- en el Club Siglo XXI, gracias a lo cual nos enteramos de que Eduardo Zaplana muñe un ciclo de conferencias con motivo del 35º aniversario de la Constitución que, según tengo entendido, Aznar no votó, aunque quizá esté equivocado. Yo, no Aznar, por supuesto. Este insiste en leerle la cartilla al gobierno, sobre todo en eso de bajar los impuestos. Su discípulo Monago, de muy apropiado apellido, lo ha seguido y reducido el IRPF en Extremadura. Esa reducción de impuestos va a encender a los catalanes, ya bastante encendidos. Pero en eso Aznar muestra una actitud de bravo: en Cataluña el Estado tiene que mostrar su músculo. El abdominal, supongo.

Lo del músculo ha dado pie para que salga el otro jarrón chino, González, a matizar. Con ello se ha sabido, además, que el pérfido Rajoy estaba complotando algo con González mientras Aznar le tiraba de las orejas en Antena 3. Menudo feo. Preferir el sociata al noble cruzado de la causa, restaurador de España ante Dios y la historia. Encima el jarrón González ha reaparecido cavilando en alto, comprensivo con la cuestión catalana. Hasta está dispuesto a empatizar con los catalanes, como hacen los antropólogos con las culturas exóticas. La base de su argumento, al parecer, es que "estamos condenados a entendernos". Esas frases hechas sí que las carga el diablo. Porque, vamos a ver, ¿a quién le gusta estar condenado a lo que sea? ¿No podemos librarnos de la condena? Bueno, en realidad, no es una condena. Entonces ¿qué es?

González jarroneará hoy de nuevo presentando el informe de la Fundación Alternativas (una ContraFAES) sobre la salud de la democracia en España. Entre tanto le da a uno la impresión de que ninguno de los dos jarrones chinos tiene algo real que aportar a la cuestión catalana, lo cual no es de extañar pues los dos son nacionalistas españoles. La única diferencia es que a uno la nacion española le parece "indiscutible", razón por la cual desdeña todo diálogo, y el otro está dispuesto a debatir lo que haga falta sobre la integración de Cataluña en España. Y, como está jubilado, tiene tiempo de sobra para ello siempre que se trate de eso, de Cataluña en España, a lo que estamos condenados. Cualquier otra opción, como Cataluña fuera de España, no está en el repertorio.

El tercer jarrón hizo fugaz aparición con motivo de un libro que presenta Moratinos sobre la pobreza en el mundo, creo. Además de fugaz, la aparición fue muda. Como las de Rajoy. Ya explicó en su día Zapatero que de su boca jamás saldría una crítica al gobierno de Rajoy. Esa afición suya por el juego limpio y la moral caballeresca en un país de truhanes y fulleros es encomiable pero desastrosa para él y su gente.

No estoy muy seguro de si González es un jarrón Ming o Qing; ni si Aznar es de la dinastía de aquel unificador de la China hacia el 300 a. d. C., Huang Ti, que mandó quemar todos los libros del reino; pero sí me parece que Zapatero se da un aire a Pu Yi, el infeliz último emperador.

dimarts, 11 de juny del 2013

Los puntos sobre las íes.


Bueno, a ver, esto está poniéndose realmente feo. Como si hubiera una conspiración en contra del PP y del gobierno, movida, claro, por quienes quieren ganar en la calle y a escándalo limpio lo que no tuvieron en las urnas. Mi compañero Floriano ha estado oportuno: el partido es legal de cabo a rabo y ha hecho un ejercicio de transparencia como nadie. Ya te digo. Se nos ve en cueros. Pero, eso sí, son unos cueros muy decentes y todo se aclara con las correspondientes explicaciones que solo las almas podridas, llenas de rencor, se atreverán a contradecir.

Es verdad que González Pons cobra dietas por alquilar un piso que le paga el partido por otro lado y en la caja de una empresa de la Gürtel. O sea que todo queda en casa. El mismo compañero Pons lo ha aclarado: lo que cobra en Madrid no son dietas sino una indemnización por ejercer sus funciones de diputado. Algunos dicen que la condición de diputado no es indemnizable como antaño la de hijo de viuda; y otros, con más bilis, señalan que la "indemnización" es el alquiler pues el otro pago es expresamente de dieta. Todo ganas de fastidiar y mermar la brillantez oratoria de este tribuno de popular nervio. Muchos piden su dimisión por mentir. ¡Apañados estaríamos si se aplica esta norma calvinista de dimitir por mentir! No habría gobierno.

La campaña contra el PP arrecia. El presidente del Senado no declaró un préstamo de 24.000 euros que le hizo el partido a interés cero. Ya está la jauría pidiendo su dimisión. El hombre es senador, caramba, y no puede estar en todo. Si ya por ser diputado hay que indemnizar a Pons, a García Escudero habrá que darle, además, un préstamo. ¡Qué menos! Ignoraba el beneficiario que fuera cosa de declarar a Hacienda. Eso le sucede a cualquiera. Es como las multas de tráfico. Se pagan y, venga, a seguir presidiendo el Senado, que lo hace de rechupete.

La Antiespaña, que la tiene tomada con Ana Mato por ser mujer y divorciada, anda mostrando unas supuestas cuentas de la Gürtel, según los cuales entre 1996 y 2006 la familia Sepúlveda-Matos no es que viajara gratis total; es que vivía gratis total y, según parece, no pagaba de su bolsillo ni el papel higiénico. De este supuesto matrimonial perfectamente baladí, deducen algunos que la ministra Mato debe dimitir. ¿Dimitir del ministerio -en donde lo hace a pedir de boca- por algo que sucedió hace años en su casa y sin que ella se enterara? Antes se helará el infierno.

La artillería de esta oposición impotente, incapaz de hacerse oír salvo mediante infamias, se concentra en Cospedal, baluarte del PP. Dicen que la explicación de las relaciones laborales de Bárcenas con el PP, basada en el concepto de diferido eran como de Groucho Marx. Dicen también que cobra varios sueldos y, además, un substancioso sobresueldo y que eso es contrario a la Ley de Incompatibilidades y la Ley Electoral. Su interpretación de la normativa es ramplona y miserable. En primer lugar, Cospedal vale por tres y es justo que cobre por tres. Además, la ley de incompatibilidades no es de aplicación aquí porque el partido es una asociación privada y hace con sus dineros lo que quiere.

Es que, si no es así, vamos apañados pues esta práctica de los sobresueldos abarca a todo el mundo, directamente o bajo el curioso eufemismo de gastos de representación. Todo el mundo quiere decir todo el mundo en el PP. 

Hay que dejar las cosas bien claras. Así que, oído cocina, aquí no dimite ni Dios, te pillen como te pillen.

dilluns, 10 de juny del 2013

La dignidad de la política


Desde los tiempos de Aristóteles, más incluso, desde los de Confucio, se sabe que la política es una actividad noble, pues va orientada a adelantar el bien común, la polis, el respeto a los antepasados y el buen orden del reino. A lo más alto que podía aspirarse era a alcanzar la ciencia del gobierno, del buen gobierno, el que mira el interés general. Con esta idea ha venido haciéndose política desde tiempos muy antiguos y comprobándose que esa imagen idílica de la actividad se tornaba en su contraria en la realidad. El famoso florentino se encargará de ponerlo negro sobre blanco: al Príncipe solo le interesa el poder. Y sería Carl Schmitt quien, recogiendo la media intuición de Clausewitz, declarara que la política es cosa de amigo-enemigo, como en la guerra. Y, buenas gentes, en la guerra -salvas las convenciones ginebrinas- vale todo.

No obstante, las versiones críticas (Maquiavelo, Schmitt) no prosperan y el discurso convencional sigue siendo el de que la política es actividad noble pero que, por desgracia, suele ser innoble, sobre todo cuando la practica el enemigo. Es lo que, en el fondo, quieren decir los políticos cuando emplean -y lo hacen a menudo- esa ramplona figura de las dos políticas, la política con minúscula, la del enemigo, y la Política con mayúscula, la nuestra. No da para más.

Pero vamos a admitir que, en efecto, hay un propósito de hacer política digna y cómo puede torcerse. En nuestras sociedades democráticas la política es cosa de los partidos. No solo de ellos, pero sobre todo de ellos. Un partido, en principio, según la doctrina, es una asociación de personas que trata de conseguir el poder político para orientar la sociedad en sentido favorable a sus intereses que suelen presentar (aunque no siempre; también hay partidos muy particularistas) como el interés general, el bien común. Quiere también la doctrina que la asociación sea voluntaria y, desde luego, desinteresada.

¿Podría pasar que una asociación de facinerosos, de mangantes y estafadores se presentara como un partido o se hiciera con uno preexistente? Podría, claro es. Y que prosperara o no dependería de la fuerza de convicción que tuviera en sus mensajes ideológicos. Es decir de cómo falsificara el discurso político habitual, cosa por lo demás no muy difícil ya que dicho discurso o es de orden práctico inmediato o ditirámbico sobre los luceros. Ambos fáciles de imitar. Con los mangantes en la sala de máquinas, el partido es un instrumento poderoso de repartir prebendas ya que controla los dineros públicos. Su militancia y clientela crecen pues ingresar en el partido es como encontrar empleo o hasta una sinecura con algo de suerte. El partido se expande por la sociedad y echa raíces y redes por todas partes, creándose una coraza de protección sobre todo a través de una batería de fundaciones, empresas,  medios y propagandistas comprados. Y ya estamos chapoteando en la charca de la corrupción.

Si esto sucediera, la destrucción de la democracia sería cosa segura, se desprestigian las instituciones, se enfanga todo proceso de comunicación y debate, se niega todo diálogo y se procede con sereno sentido de la impunidad a continuar con los procedimientos del enchufe, el engaño y el latrocinio de los más diversos tipos. Se hacen verdaderos hallazgos de neolenguas, pero apenas sirven para distraer unos instantes del saqueo al que el partido ha sometido la sociedad. En realidad no hay programa (por eso tampoco es tan grave incumplirlo), no hay ideas, no hay proyectos. Solo hay una voluntad descarnada de llegar al poder para utilizar sus resortes y llenarse los bolsillos, tanto los propios como los de los amigos y clientes.

Algo así ¿sería posible? Pues sí y más si la organización de mangantes disfrazada de partido consigue controlar, pongamos por caso, el Tribunal Constitucional. Habría que estar preparados porque en ese momento la democracia, el Estado de derecho, las libertades y derechos de la ciudadanía empezarían a  peligrar. 

La dignidad de la política, evidentemente, por los suelos. Los ciudadanos se manifestarían muy críticos con ella y con los políticos, situando a todos en los lugares más bajos de prestigio. Los índices de popularidad de los políticos y de confianza en ellos serían negativos y no solo entre los seguidores del otro sino entre los propios. Si estos políticos fueran los que dice la doctrina, voluntarios desinteresados, se retirarían abochornados.

Pero podría pasar que no fueran así sino dignos miembros de una asociación de mangantes, solo interesados en enriquecerse, en cobrar sueldos fabulosos. Que esto llegue a saberse es incómodo, cómo no, sobre todo porque las cantidades son altas, 200.000, 400.000, 800.000 euros, verdaderas fortunas a ojos del 95 % de la población. No obstante, mientras pueda sostenerse (y para eso está la batería de medios) que no es ilegal, por muy inmoral que sea, no traerá consecuencias. Y, al fin y al cabo, eso de la moral, ¿se come?

Ciertamente si el presunto partido tuviera un jefe que hubiera hecho bandera de la incorruptibilidad de la organización, un poco al estilo de Robespierre, llamado el incorruptible, el conocimiento público de la corrupción del partido resultaría particularmente chocante. Porque no se proyecta igual imagen cuando de ti se dice que diste todo a la Patria y la sacaste del marasmo que cuando se dice que tú y los tuyos saqueasteis la Patria a extremos inverosímiles y que esta os costeaba hasta las partidas de billar. 

El debate sobre la legalidad del asunto es breve. El problema lo tendría ese hipotético partido de mangantes para mantener la autoridad moral que requiere todo gobierno. Contaría para ello con sus redes clientelares sociales y en los medios, pero quizá no fuera bastante. Pero esto sería un asunto anecdótico, ¿verdad? Toda organización ha de tener un jefe. La organización no verá problema alguno. Elaborará un discurso de gobierno, ordenando a sus miembros que hablen como si tuvieran autoridad para hacerlo.

Y ahí es donde el problema se traspasa al ámbito interno de cada uno de ellos, al de cada ministro, pongamos por caso. Este debe bregar con su corazón, en donde, según Kant, está inscrita la ley moral. Y que cada cual decida en el fuero de su conciencia si hizo bien o hizo mal, que eso lo sabemos todos. En un partido normal, en el que hubiera algunos mangantes, estos dimitirían ipso facto. En un partido de mangantes, los que quizá dimitieran serían las gentes normales.

La dignidad de la política descansa exclusivamente sobre la dignidad de los políticos.

No obstante así queda expedito el camino a la oposición de izquierda. Esta tiene fácil forjar un programa unitario con un solo punto: apenas llegada al poder derogará todas y cada una de las medidas de la asociación de chorizos, obligará a estos a devolver lo trincado y restituirá al común todo lo que el partido como tal haya robado: subvenciones, becas, pensiones, todo.

(La imagen es una captura del vídeo del PSOE titulado No más peinetas, publicado en Youtube.

diumenge, 9 de juny del 2013

Los más ineptos.


Mes tras mes, desde diciembre de 2011, año y medio de corrido, el barómetro de Metroscopia para "El País" refleja el desprestigio más absoluto de los dos principales políticos españoles, el presidente del gobierno y el líder de la oposición mayoritaria. Nadie cree en ellos, nadie se fía de ellos y el juicio que merecen es literalmente deplorable. El 76 % desaprueba la gestión (¿qué gestión?) de Rajoy y el 84 % no se fía de él. El 16 % restante debe estar compuesto por extranjeros. Rubalcaba tiene más raro mérito: hasta el 84 % desaprueba su gestión (¿qué gestión?) y un pavoroso 90 % no se fía de él. Vamos, que ni su familia.

En democracia solo cuentan las elecciones cada cuatro años; no sus remedos, cada mes. Pero es imposible negar importancia a este pulso permanente, este aplastante estado de opinión negativa. Si yo fuera uno de los dos, habría dimitido hace tiempo. Por eso Palinuro no es político. Es preciso tener la piel del alma de áspero granito para seguir hablando como si nada del futuro y otras incongruencias a un auditorio que no se fía de ti, no te aprecia y, si pudiera, no te escucharía.

Por eso, porque comparten su falta absoluta de popularidad y el rechazo frontal de los ciudadanos, los dos políticos más desprestigiados de la democracia, probablemente llegarán a un pacto de Estado. No para que sobreviva el Estado, sino para sobrevivir ellos. Se entienden, se comprenden y entre ellos se ayudan. Total es casi imposible caer más bajo. Y nadie en sus respectivos partidos se atreve, no ya a substituirlos sino siquiera a alzar la voz y decir algo elemental, algo que entiende cualquiera en cualquier parte: que el jefe de ventas no sirve para nada y hay que cambiarlo. Han actuado con la sabiduría del inútil: solo se han rodeado de gente más inútil que ellos y ninguno se atreve a abrir el pico. 

Rajoy tiene la cruz añadida de un gobierno tan malo e incompetente como él y del que es responsable. Ni un solo ministro cae bien a nadie. Ni uno aprueba. Todos tienen un resultado negativo apabullante. En realidad, un puñado de inútiles a los que viene grande el cargo y que solo sirven para que se hagan chistes a su costa, desde la patente inutilidad de la vicepresidenta en cómica exhibición cada viernes, hasta la del ministro de Educación, el insufrible pedante al que no soportan ya ni los retratos de los pasillos.

Sería cosa de hacer un repaso ministerio a ministerio del desastre del gobierno de España que Rajoy ensalzó ayer en la tierra de la suma corrupción ante la rechifla general y de la mano de alguno de los imputados más conocidos como la chocarrera Barberá, ahora algo compungida por los años de cárcel que pueden caerle.

Pero es domingo, no hace un buen tiempo, la crisis arrecia, la gente llevamos ya mucho tiempo pasándolo mal y no merece la pena perder el ya escaso humor ocupándose de un manojo de ineptos varios de los cuales, además, son presuntos chorizos. Empezando por el jefe.

El modelo valenciano


Valencia tiene el raro mérito de ser la comunidad más afectada por la corrupción. Una décima parte o algo así de los diputados del PP en las cortes valencianas está imputada en procesos penales, de forma que las sesiones parecen escenas de Mackie el Navaja. Hay literalmente una recua de alcaldes, alcaldesas, ediles implicados en mayor o menor grado en las más diversas corruptelas, recalificaciones, concesiones de recogidas de basuras. El presidente de la diputación de Castellón es casi en sí mismo una novela picaresca. Las supuestas malversaciones, concesiones ilegales por importe de miles de millones de euros inundaron los corredores del poder, los despachos de las empresas, los pasadizos de la trama Gürtel. Como a Al Capone en la declaración de la renta, a Camps lo pillaron en el pago de tres trajes. Y ahora va camino, al parecer, de una imputación en un asunto de millones que junto a Barberá, pudo haber pagado a Urdangarin, el apuesto galán, especialista en relaciones públicas.

Pero Valencia es también un baluarte del PP y, más en concreto, de Rajoy. Fue Valencia, Camps y sus cohortes, la que consagró la presidencia del partido de Rajoy y yuguló el intento de un sector crítico de substituirlo por Esperanza Aguirre con el apoyo de significados medios madrileños. Y, como Rajoy es hombre agradecido, ahí ha ido a una convención del PPPV en el simbólico lugar de Peñíscola, donde el Antipapa Luna, a repetir eso de que Valencia es un modelo y sus políticos, dignos ejemplares. Y ha tenido que hacerse una foto con la dirigencia valenciana. En ella aparece Ritá Barberá con un gesto mohíno, pues no está pasando por sus mejores momentos.

Ni una sola palabra sobre la corrupción, a pesar de que acaba de saberse que la Generalitat adjudicó 4.000 millones de euros a empresas de la trama Gürtel, en una comunidad en que muchos niños no tienen calefacción en las escuelas o tienen que pagar por llevarse la comida. De la corrupción aquí no se habla. Se habla de la crisis y se dicen las habituales sinsorgadas ya como letanías, que si vamos mejor, que si tocamos fondo, si estamos mejor que el año pasado y estaremos estupendos el que viene, los brotes verdes, los amarillos y los violeta, si el paro del mes de mayo. Y la gente lo oye como quien oye llover.

Lo que estamos todos esperando es ver cómo va a quedar Rajoy cuando avance algo más el proceso de los papeles de Bárcenas y se dé por probado, como puede pasar, que el presidente estuvo cobrando sobresueldos hasta ayer mismo, que los cobraba cuando decía que tenía que mirar su cuenta a fin de mes y que, quizá por mirársela, se los incrementó sensiblemente mientras los de los demás mermaban.

Rajoy se obstina en hablar de la crisis (para no decir nada, además) ignorando los otros dos problemas acuciantes a que se enfrenta su gobierno: la corrupción y el independentismo catalán. Este último adquiere un peso, una extensión en la sociedad catalana y una fuerza que el gobierno prefiere ignorar, fiándolo todo a su recurso a un Tribunal Constitucional en el que acaba de colocar tres magistrados de su cuerda, sobre todo ese militante ideológico de la extrema derecha neoliberal, López, asimismo nacionalista español a ultranza.

Sin embargo el independentismo avanza. El último sondeo de El periódico dice que un 72 por ciento de los catalanes quiere el referéndum y el 45 por ciento de los encuestados se declara por la independencia. La probabilidad de que produzca un conflicto es cada vez mayor. Y el gobierno, devorado por los asuntos de corrupción, carece de autoridad para gestionarlo.

dissabte, 8 de juny del 2013

Regresa el patrón.


Pero ¿llegó a irse en algún momento? No; se mimetizó con el paisaje. Se hizo pueblo. Ahora ha vuelto y el pueblo es chusma.¿Qué se habían creído ustedes? ¿Pensaron que tenían la democracia garantizada en el Estado de derecho? Esa era la democracia de la chusma. El patrón trae la del señor y con exquisito respeto al Estado de derecho pues todas las medidas que toma las viste de leyes, de decretos leyes, pero leyes al fin y al cabo, que respetan el cascarón, la forma del Estado de derecho. Pero lo socavan y lo niegan en su contenido esencial: la igualdad ante la ley, precisamente.

¿No quedábamos en que la Constitución de 1978 era flexible y ambigua para amparar interpretaciones distintas y hasta opuestas como, se supone, es lo civilizado? Toca la interpretación conservadora, reaccionaria incluso que viene autorizada por la infausta reforma del artículo 135 acordada por el PSOE y el PP en agosto de 2011 que, al dar prioridad absoluta al pago de la deuda, ampara la barrida neoliberal que se ha producido. De agosto a noviembre de 2011, un paseo triunfal para la derecha y, en noviembre de 2011, un triunfo arrollador en las urnas con mayoría absoluta holgadísima.

La derecha crecida no se molesta en guardar las formas. Tomarse lo de los nazis a la ligera cuando hay neonazis que matan como los otros (la diferencia es la cantidad) espanta. Pero no a la derecha que de siempre se ha entendido bastante bien con el nazismo. Por eso no es necesario guardar las formas. Nombrar magistrado del Tribunal Constitucional a una persona de destacada y fortísima militancia ideológica partidista contradice de plano el más tenue sentido de la imparcialidad y la dignidad de la Justicia. Que el TC no sea parte del Poder Judicial es una excusa trivial. ¿Las formas? ¿Para qué? Una comisión de 12 expertos para decidir sobre las pensiones públicas con ocho de ellos pagados por bancos y aseguradoras, interesados en privatizar el sistema de pensiones parece un chiste. Y lo es. Tanto como el hecho de que la audiencia de la televisión pública caiga por debajo de la de las privadas porque se obstina en ser pura propaganda tanto más estúpida cuanto la gente puede ignorarla conectando con los otros canales en donde encuentran verdadera información.

Pero es igual. No es necesario guardar las formas. Ni con el asombroso caso de corrupción Bárcenas-Gürtel en el que parece estar pringado casi todo el partido y, desde luego, sus principales dirigentes que llevan años dando lecciones de moral y ética y haciendo lo contrario de lo que predican. ¿Las formas? ¿Dar explicaciones, rendir cuentas, facilitar la labor de la justicia, colaborar sinceramente con ella, no encubrir a los presuntos culpables, investigar y denunciar en serio? Vamos, vamos, puras formas en un momento en que además de su triunfo arrollador, la derecha tiene ante sí una izquierda casi colapsada o en estado de permanente pero confusa e irrelevante agitación.

Esto viene del hundimiento del comunismo. La Unión Soviética fue la primera vez en que un partido de izquierda construía un Estado propio, un Estado de izquierda. Y se convirtió en símbolo. Por delante de la Comuna de París, relegada a la condición de sacrificada pionera. Y la izquierda construyó un Estado y un Estado potente que duró unos 75 años. A partir de cierto momento, en ese Estado prevaleció la condición de Estado sobre la de izquierda. Hay quien dice que esa degeneración estaba ya presente en el inicio mismo del poder bolchevique. Interesante cuestión pero a nuestros efectos bizantina porque, empezara donde empezara ese Estado, se hundió en 1991. Y dejó el campo libre a la derecha que lo ocupó de inmediato.

Carente de Estado rival, la derecha, propietaria del suyo, del capitalista, podía admitir que la izquierda, ganando elecciones, lo administrara en pro de sus ideales. Pero era siempre bajo la condición de administrador leal del Estado ajeno. La izquierda no tiene ejemplo o modelo de Estado viable alternativo. El bolchevique no es posible y el chino no parece deseable; queda alguna simpatía por el cubano pero tiene un aspecto más sentimental y simbólico que otra cosa. Como administradora fiel de la finca, la izquierda pudo montar una especie de negociado social llamado Estado del bienestar, dentro de una fórmula que se sacaron los alemanes del magín (y, además, los alemanes conservadores) llamada economía social de mercado.

Pero se acabó. Regresó el patrón y tomó posesión de lo que considera suyo y que, de hecho, siempre lo fue en España.

En primer lugar del Estado como corporación. Tanta es la unidad del meollo, de la alianza entre la empresa, el capital y la iglesia que el partido conservador parece una típica correa de transmisión cuya forma más conocida es la famosa puerta giratoria entre la política y los negocios. Llega esta hasta el Rey que, por ser una sola persona, no es puerta giratoria sino clásica, la de dos hojas o caras. El Rey es el jefe de la Política y el de los negocios y, podríamos decir, parafraseando a Protágoras, de los que son en cuanto son y de los que no son en cuanto no son.

En segundo lugar, el Estado como nación territorial. A ver ¿qué broma es esa de otras naciones no españolas dentro de la nación española? A comparación abierta, eso es un cáncer y los cánceres deben extirparse. Lo demás son paños calientes y titubeos socialistas, aunque últimamente, parece resurgir entre estos un recio sentido español en lucha con la Antiespaña que anida en su seno. Pero no haya cuidado, la Patria está en donde debe estar: en el corazón de quienes la ponen por encima de la democracia. Ha vuelto el patrón a recordar que España es suya. Los nacionalismos, como la izquierda, meros administradores de lo ajeno a los que se puede remover de un modo u otro, sobre todo si, malhaya, se extralimitan en sus competencias.

En tercer lugar, la Administración pública. Suya desde tiempos inmemoriales. Compuesta por los grandes cuerpos de funcionarios del Estado en los cuales hay numerosos miembros neoliberales, enemigos acérrimos de ese Estado del que viven. Suya de nuevo como una finca. Por más reformas y modernizaciones que ha habido de la administración, esta sigue siendo patrimonialista, poblada de enchufismos. Mírense las diputaciones de Orense y Castellón, dos botones de muestra. La actual reforma de la administración local destripa los ayuntamientos pero robustece las diputaciones, enclaves sempiternos del caciquismo español. Rubalcaba tartamudeó algo sobre la supresión de las diputaciones y le hicieron comerse sus palabras. Y si vamos a administraciones sectoriales, nada que envidiar. La administración de justicia en todos los niveles es tan suya que ha decidido ponerle precio y alto.

En cuarto lugar, las instituciones. Todas suyas o hegemonizadas por la derecha. La Iglesia, por supuesto, las fundaciones, las Academias (basta pensar en la de Historia, la más orwelliana de todas), los medios de comunicación, bateria de agitación y propaganda de las tesis más extremas de la derecha, esa que considera afeminado guardar las formas. ¿Y los partidos? Bueno, los demás que hagan lo quieran con los suyos, que son muchos y mal avenidos. El de la derecha, un partido unitario del campo conservador, se confunde con el Estado, lo patrimonializa y se convierte en un Estado B, pagando a sus dirigentes un sobresueldo, como si fueran funcionarios del partido. 

¿Guardar las formas? Hombre, por Dios, estamos en casa de Braulio, castellano viejo.

divendres, 7 de juny del 2013

Pasarás a la historia de la infamia.


Lo leí el otro día en algún lugar de Twitter que no puedo precisar: "Le has robado el futuro a la juventud y la tranquilidad a la vejez". Con esa sentencia creo, presidente, se ha calificado para siempre tu infausto mandato. Pero las cosas no se revelan de repente sino que se incuban, vienen precedidas de signos premonitorios y, en tu caso, se veían venir de lejos.

Hiciste una oposición de tierra quemada. Negaste todo apoyo al gobierno en asuntos de Estado, primero el terrorismo y luego la crisis. Es ya célebre el despropósito de tu hoy ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, cuando proponía -ignorante de que se le oía- dejar hundirse España, que ya la reflotaríais vosotros. Insultabas al presidente del gobierno ("bobo solemne") y tu antecesor en el cargo, Aznar, andaba por lueñes tierras hablando pestes del gobierno español y de su presidente. Pusiste las instituciones -el Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial- al servicio de tu política de partido y les causaste daños irreparables en su prestigio y autoridad.

En la campaña electoral redoblaste el acoso al gobierno y mentiste sobre todos y cada uno de los puntos de tu programa electoral. Afirmaste que no subirías los impuestos y es lo primero que hiciste. Hay abundante información gráfica de cómo te sumaste entusiasmado a la campaña de Esperanza Aguirre en contra de la subida socialista del IVA. Igualmente aseguraste que no tocarías la sanidad y la educación y que respetarías como algo sagrado las pensiones. Incluso hubo que soportarte una teórica acerca de cómo los jubilados son los más vulnerables pues no tendrán una segunda oportunidad. Y todo para justificar tu cerrada oposición a la congelación de las pensiones decretada por el bobo solemne

Un año y medio después, la sanidad pública está en proceso de privatización y cada vez la cobertura sanitaria es más cara y más excluyente; cada vez hay menos gente con derecho a la salud. Innecesario hablar de la educación, que ha sufrido una agresión sin precedentes a manos del ministro nacionalcatólico Wert. Miles de estudiantes universitarios tendrán que interrumpir sus carreras por no poder pagar las tasas. La destrucción de la educación pública en España en beneficio de la privada, financiada con fondos públicos, esto es, por aportaciones de quienes no pueden beneficiarse de ella y ahora ni de la pública.

Toca el turno de pasar por la piedra las pensiones. Los laboratorios de neolengua ya le han fabricado el nombre: factor de sostenibilidad. Con el susodicho se pretende alargar la edad de jubilación, rebajar las pensiones en un porcentaje ya mismo y cambiar el método de cálculo del importe desvinculándolo del IPC de forma que también quepa bajarlas en el futuro y que los pensionistas vivan en la incertidumbre de cuánto cobrarán el próximo año; incluso de si cobrarán. Amparas estas ruindades en un comité de 12 expertos, ocho de los cuales están vinculados con aseguradoras. No es tan desvergonzado como ese comité de 15 expertos sobre el aborto en el que no no hay una sola mujer, pero se le acerca mucho. Por supuesto los tales expertos quieren suprimir el sistema público de pensiones para que quienes los pagan aumenten sus ingresos. Para ello ignoran olímpicamente que las pensiones no solo pueden sufragarse con las cotizaciones de la seguridad social sino también vía fiscal. Pero los expertos no quieren ni oír hablar de subir impuestos; al contrario, quieren bajarlos. Y si para ello es necesario que los viejos se mueran, que se mueran. Por si acaso ya te has encargado de vaciar el fondo de pensiones en tus cuentas para bajar el déficit.

Otra medida en el sentido habitual en ti de que paguen la crisis los más desfavorecidos. Como los trabajadores, cuyos derechos laborales se han esfumado y sus salarios reducido, especialmente los del sector público; como los dependientes, a quienes se ha suprimido las ayudas; los jóvenes, que solo pueden marcharse de casa de sus padres si se van al extranjero; los justiciables, que se ven obligados a pagar tasas judiciales que les obligan a renunciar a su derecho de tutela efectiva de los tribunales. Insistes en haber hecho un reparto "equitativo" de los sacrificios, pero no es cierto: los bancos se han llevado cantidades astronómicas de dinero para tapar los agujeros de la mala gestión o el puro latrocinio de sus directivos, un dinero que se ha negado a los desahuciados por esos mismos bancos y entre los cuales no es infrecuente el suicidio.

Y todo esto, este autoritarismo que respira tu gobierno a través de los decretos-leyes, ese retorno del gorigori nacionalcatólico en aspectos claves como la religión en la enseñanza o la negación de los derechos de las mujeres, ese resurgir del nacionalismo español más intemperante se hace en el contexto del peor escándalo de corrupción de la historia de tu partido. Un escándalo que pone de manifiesto cómo las corruptelas, las ilegalidades, incluso los delitos han sido moneda frecuente en la historia del PP desde los noventa. Tú mismo apareces implicado en los papeles de Bárcenas sin que hasta la fecha hayas aclarado de modo fehaciente si cobrabas sobresueldos, sobres en B, regalos en especie, como viajes, etc que pudieran haber sido pagados con los fondos de la trama Gürtel. En cosas de corrupción eres de un tancredismo típicamente hispano: quieto, parado, mudo, no hay preguntas, no hay rendición de cuentas ni explicaciones y, si no queda otra que hacer declaraciones, las haces a través de plasma, si puedes. Es decir, escabulles el bulto por miedo a la falta de autoridad del gobierno que presides, en el que hay un buen puñado de ministros que también han cobrado jugosos sobresueldos o hecho buenos negocios con su propio partido.

Esa falta de autoridad, ese tancredismo, esa inflexibilidad e incapacidad para negociar nada ha puesto al independentismo catalán en pie de guerra. Aquel Zapatero rompe España, con el que iniciaste una inenarrable petición de masas de tipo referendario se vuelve ahora contra ti. Sin autoridad, sin habilidad, sin iniciativa política alguna, llevas al país a lo que Vidal-Folch llama choque de trenes con un riesgo muy alto de que, en efecto, España se rompa y de que, para evitarlo, te decidas por la vía represiva, acorde con tu temperamento autoritario y el de tu gente, y crees una situación insostenible.

Pero aunque podamos ahorrarnos algo de lo anterior, tu lugar en la historia de la infamia está ya seguro. El del enterrador del Estado del bienestar.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).