Mes tras mes, desde diciembre de 2011, año y medio de corrido, el barómetro de Metroscopia para "El País" refleja el desprestigio más absoluto de los dos principales políticos españoles, el presidente del gobierno y el líder de la oposición mayoritaria. Nadie cree en ellos, nadie se fía de ellos y el juicio que merecen es literalmente deplorable. El 76 % desaprueba la gestión (¿qué gestión?) de Rajoy y el 84 % no se fía de él. El 16 % restante debe estar compuesto por extranjeros. Rubalcaba tiene más raro mérito: hasta el 84 % desaprueba su gestión (¿qué gestión?) y un pavoroso 90 % no se fía de él. Vamos, que ni su familia.
En democracia solo cuentan las elecciones cada cuatro años; no sus remedos, cada mes. Pero es imposible negar importancia a este pulso permanente, este aplastante estado de opinión negativa. Si yo fuera uno de los dos, habría dimitido hace tiempo. Por eso Palinuro no es político. Es preciso tener la piel del alma de áspero granito para seguir hablando como si nada del futuro y otras incongruencias a un auditorio que no se fía de ti, no te aprecia y, si pudiera, no te escucharía.
Por eso, porque comparten su falta absoluta de popularidad y el rechazo frontal de los ciudadanos, los dos políticos más desprestigiados de la democracia, probablemente llegarán a un pacto de Estado. No para que sobreviva el Estado, sino para sobrevivir ellos. Se entienden, se comprenden y entre ellos se ayudan. Total es casi imposible caer más bajo. Y nadie en sus respectivos partidos se atreve, no ya a substituirlos sino siquiera a alzar la voz y decir algo elemental, algo que entiende cualquiera en cualquier parte: que el jefe de ventas no sirve para nada y hay que cambiarlo. Han actuado con la sabiduría del inútil: solo se han rodeado de gente más inútil que ellos y ninguno se atreve a abrir el pico.
Rajoy tiene la cruz añadida de un gobierno tan malo e incompetente como él y del que es responsable. Ni un solo ministro cae bien a nadie. Ni uno aprueba. Todos tienen un resultado negativo apabullante. En realidad, un puñado de inútiles a los que viene grande el cargo y que solo sirven para que se hagan chistes a su costa, desde la patente inutilidad de la vicepresidenta en cómica exhibición cada viernes, hasta la del ministro de Educación, el insufrible pedante al que no soportan ya ni los retratos de los pasillos.
Sería cosa de hacer un repaso ministerio a ministerio del desastre del gobierno de España que Rajoy ensalzó ayer en la tierra de la suma corrupción ante la rechifla general y de la mano de alguno de los imputados más conocidos como la chocarrera Barberá, ahora algo compungida por los años de cárcel que pueden caerle.
Pero es domingo, no hace un buen tiempo, la crisis arrecia, la gente llevamos ya mucho tiempo pasándolo mal y no merece la pena perder el ya escaso humor ocupándose de un manojo de ineptos varios de los cuales, además, son presuntos chorizos. Empezando por el jefe.