El certamen anual de Photoespaña (Photoespaña 2013) que estos días puede verse en distintas salas y lugares de Madrid (entre ellos, el Jardín Botánico) está dedicado al cuerpo en sus múltiples manifstaciones. Palinuro irá dando cuenta de ella en la medida de sus posibilidades. El Círculo de Bellas Artes alberga cuatro exposiciones temáticas en tres de sus salas, mientras que la cuarta está en la contigua galería de Juana Mordó. Todas comparten un tema, el erotismo, los desnudos, desde diversos puntos de vista. Todas menos una, la que Palinuro ha elegido para encabezar esta entrada, la más dura de ver, la más cruel. Media docena de fotos del mexicano Fernando Brito que también tiene como objeto el cuerpo humano, pero no desnudo y menos erótico: son los cuerpos de hombres, mujeres, niños, asesinados y abandonados en cualquier lugar en el campo mexicano. De ahí el curiosamente poético título de la exposicion "tus pasos se perdieron con el paisaje". De pronto, esas noticias que leemos con frecuencia de crímenes y asesinatos por venganzas, ajustes de cuentas, narcotráfico, amedrentamiento, los caídos en esa lucha de la delincuencia contra la población y el Estado, cobran forma humana, no rostro porque casi todos lo tienen oculto, tienen una figura, una figura desgalichada, descompuesta, a veces inverosímil, como suelen quedar los cadáveres de los muertos violentamente, rígidos ya cuando llevan varias horas, abandonados, medio ocultos por la maleza, por el paisaje. Es una exposición amarga que nos enfrenta con la eterna cuestión de cómo podemos los seres humanos hacernos estas cosas los unos a los otros.
En la contigua galería de Juana Mordó hay una exposición del fotógrafo polaco Zbigniew Dlubak, muy conocido y activo en su país en la segunda mitad del siglo XX. Por su orientación más hacia lo íntimo, personal, privado y aunque tenía su prestigio reconocido y se le permitía una cierta actividad publicística y hasta docente en instituciones oficiales, no gozó de especiales distinciones en el régimen comunista. De hecho, en cuanto comenzó el desmoronamiento, con la implantación del estado de excepción en 1982, se le permitió abandonar el país y marchó al exilio en Francia, en donde murió en 2005. El rasgo distintivo de su obra son las series, sucesiones de planos, que recuerdan las tomas de las cintas de celuloide y remiten a una visión de reproducción mecánica del arte. La muestra que aquí se expone pertenece a la serie de los años setenta llamada gesticulaciones. Está compuesta casi toda ella de desnudos experimentales en los que el fotógrafo, que era también pintor, recrea el cuerpo en primeros planos que permiten apreciar la textura de la piel, el vello, las zonas privadas; o bien ensaya composiciones estudiadas, dislocadas que, jugando con la iluminación, transmiten visiones nuevas del cuerpo, a veces sorprendentes y todas muy originales y personales. La obra desprende una extraña fragancia a ámbito cerrado en donde se percibe una complicidad entre el artista y las modelos a las que no llegamos a identificar porque son cuerpos sin semblante. Esto se puede interpretar de varios modos. El tema de la "mujer sin rostro" es la antesala de todas las críticas a la cosificación femenina, aunque se supone que aquí será al contrario, porque se habla de romper con las "relaciones de poder".
En la sala Goya han traido obra de Edward Weston (1886-1958) y Harry Callahan (1912-1999), dos generaciones muy distintas de la mejor tradición fotográfica estadounidense. Weston es un típico pictorialista mientras que Callahan tiene otra idea. Se había ido a las Montañas Rocosas a hacerse fotógrafo bajo la indicación del patriarca Ansel Adams, que lo enfocaba por derroteros clásicos, pero regresó con las manos vacías. Cuando lo contrató para enseñar fotografía en su academia Moholy-Nagy, que venía de la Bauhaus y era furiosamente constructivista, Callahan encontró su línea. Pero en la exposición los dos aparecen vinculados por algo: ambos retrataron a sus respectivas mujeres (en el caso de Weston, la segunda, y su albacea) casi de un modo obsesivo, en todo tiempo y lugar, vestidas o desnudas. Aqui se hace hincapié en los desnudos y se atiende a la idea expresada desde el comisariado de la exposición, de que se busca un tratamiento especial del erotismo en el arte pues la imagen es la de la propia esposa. Eso es muy de la tradición pictórica; los artistas suelen retratar a sus mujeres y cada uno acentúa en ellas lo que prefiere, pues todo retrato es una interpretación. Y el dato conyugal ayudará o no pero hay fotos bellísimas. Sin ir más lejos, la de la portada, de erotismo "maternal".
La cuarta exposición, en la sala Picasso es más combativa. Son obras de la Sammlung Verbund de Viena de diversas autoras todas en torno a la rebelión feminista de los años setenta. Es fotografía militante. Abundan también las tomas serializadas pero, más que pura secuencia, lo que pretenden es contar una historia. Se trata, pues, de plástica narrativa, algo que puede parecer imposible pero se viene practicando desde tiempo inmemorial. Las imágenes transmiten impresiones, significados. A veces estos son complejos y requieren el curso del tiempo. Las imágenes, pues, se serializan y así podemos comprender la esencia del problema, viendo cómo nace y cómo termina. Generalmente en una situación de humillación, cosificación, insulto a la mujer. Por supuesto también, abundantes y agresivas alusiones a los estereotipos de mujer que son vistos -y mostrados- como estigmas: su condición reproductiva (como madre), su condición funcional (como esposa y ama de casa) y su condición erótica (como amante y/o puta). Merece mucho la pena la exposición. Da que pensar. Sobre todo a los hombres. Y hay verdaderos hallazgos. Como esa foto de un nido con un par de huevos en el regazo de un desnudo.Y testimonio gráfico de una lucha concreta: la performance de Leslie Labowitz y Suzanne Lacy en Los Ángeles en 1977 para protestar por una serie de violaciones y asesinatos de mujeres, el caso del estrangulador de Hillside. Son impresionantes esas mujeres veladas en negro en una soleada mañana en Los Ángeles. Hay un elemento de tragedia griega.
La cuarta exposición, en la sala Picasso es más combativa. Son obras de la Sammlung Verbund de Viena de diversas autoras todas en torno a la rebelión feminista de los años setenta. Es fotografía militante. Abundan también las tomas serializadas pero, más que pura secuencia, lo que pretenden es contar una historia. Se trata, pues, de plástica narrativa, algo que puede parecer imposible pero se viene practicando desde tiempo inmemorial. Las imágenes transmiten impresiones, significados. A veces estos son complejos y requieren el curso del tiempo. Las imágenes, pues, se serializan y así podemos comprender la esencia del problema, viendo cómo nace y cómo termina. Generalmente en una situación de humillación, cosificación, insulto a la mujer. Por supuesto también, abundantes y agresivas alusiones a los estereotipos de mujer que son vistos -y mostrados- como estigmas: su condición reproductiva (como madre), su condición funcional (como esposa y ama de casa) y su condición erótica (como amante y/o puta). Merece mucho la pena la exposición. Da que pensar. Sobre todo a los hombres. Y hay verdaderos hallazgos. Como esa foto de un nido con un par de huevos en el regazo de un desnudo.Y testimonio gráfico de una lucha concreta: la performance de Leslie Labowitz y Suzanne Lacy en Los Ángeles en 1977 para protestar por una serie de violaciones y asesinatos de mujeres, el caso del estrangulador de Hillside. Son impresionantes esas mujeres veladas en negro en una soleada mañana en Los Ángeles. Hay un elemento de tragedia griega.