diumenge, 12 d’agost del 2012

Vargas Llosa y los toros.

Hace unos días, Sánchez Ferlosio publicaba un magnífico artículo en El País en contra de las corridas de toros, titulado Patrimonio de la Humanidad, tanto más grato para Palinuro cuanto que este creía, equivocadamente por lo que se ve, que el autor de El Jarama era partidario de este espectáculo absurdo y cruel.
Hoy es el gran Vargas Llosa quien responde con otro en el mismo medio, titulado La "barbarie" taurina en el, además de sobrar las comillas del término barbarie, se critica el de Ferlosio del que se dice que es una de las diatribas más destempladas y feroces que he leído contra este espectáculo. Está en su derecho de errar en esto como en lo que quiera. No me parece que haya destemplanza ni ferocidad en el muy certero artículo de Ferlosio. En cambio sostengo que la pieza del propio Vargas Llosa es uno de los escritos más sofistas, falsos, convencionales y vulgares que he leido sobre la materia.
Sobre los argumentos de fondo está todo dicho y el artículo del Nóbel peruano no aporta nada aunque se empeñe en repetir por enésima vez la manoseada falacia de que, si las corridas desaparecieran, se extinguirían los toros bravos que él dice amar profundamente confundiendo, como muchos aficionados a las corridas, el animal con su muerte, pues no ama el animal sino el placer que encuentra en la tortura y agonía de un ser vivo lo cual solo muestra un espíritu sádico o con la sensibilidad de un guijarro.
Lo interesante del artículo de Vargas Llosa, por lo natural y espontáneo, ya que es respuesta improvisada al de Ferlosio, es el empleo de la retórica embaucadora con que los partidarios de este espectáculo tratan de dignificarlo. Buena parte de la pieza está redactada con ese estilo propio de los aficionados a cualquier tipo de actividad, relatando menudencias técnicas que insinúan esquivamente una especie de estadio superior del conocimiento que excluiría a los no entendidos, pasando de matute de lo técnico a lo moral, y daría una mayor autoridad a quienes carecen de ella en el lenguaje ordinario, como si quisiera aplicar la teoría del cierre categorial de Bueno a la actividad de asesinar reses en público.
No pareciéndole suficiente al escritor este recurso porque, al fin y al cabo, él es eso, un escritor de verdad y no un charlatán del toreo, añade un recurso a la poética de la muerte, vulgarizando al nivel del blablabla la cuestión metafísica esencial del hombre, su ser heideggeriano para la muerte, confundida con la sed de sangre que tiene siempre la parte más baja del ser humano y que llega a la más alta cuando se expresa en muchedumbres.
No falta el sofisma de pedigrí liberal, empleado de forma tan torticera que más parece desprecio a la capacidad analítica de los lectores. Entiende Vargas que no sea admisible obligar a nadie a contemplar un espectáculo que abomina, con lo que pretende señalar que los aficionados a las corridas no obligan a nadie a verlas. Con ese mismo derecho, falsea Vargas el argumento, no se puede prohibir a los aficionados el espectáculo. Aparte de que sí se podría si la sociedad decidiera reconocer -como han hecho muchas- determinados derechos a los animales, está el dato que un liberal de verdad no puede ignorar de que las corridas solo son posibles porque están artificialmente sostenidas y subvencionadas con dineros públicos, incluidos los procedentes de los impuestos que pago yo que considero las corridas de toros un ejemplo acabado de crueldad y barbarie pero estoy obligado a sufragar porque, si no, claro, los Vargas y sus compañeros de tendido, tendrían que pagar el precio íntegro del espectáculo del que gozan que dejaría de producirse en dos o o tres temporadas. A no ser que, por el hecho de que Vargas sostenga la continuidad entre los cultos cretenses y la corridas de hoy queda justificado un intervecionismo estatal que el novelista repudia en todo lo demás.
Los aficionados a las corridas, estilo Vargas, jamás hablan de "corridas" sino que, hábiles prestidigitadores de las palabras, las llaman "fiesta" y ya, embarcados en esa pendiente de la manipulación y, la pura mentira sostienen que los aficionados amamos profundamente a los toros bravos. Es curioso, ninguno de esos líricos amantes de la bravura taurina ha pisado jamás una dehesa para contemplar esos hermosos animales en libertad. Solo se mueven para ir en manada a ver cómo los torturan y asesinan en un medio artificial preparado para la muerte y completamente ajeno al natural y vital del toro. Es decir, a sumergirse en una catarsis colectiva previo pago de unos euros por el espectáculo en el que se los tortura y asesina para regodeo de la chusma, de la que estos escritores son los lamentables adelantados.
(La imagen es una foto de Christian González Verón, bajolicencia Creative Commons).

El estado del gobierno de la nación.

Este año nos quedamos sin debate del estado de la Nación que los nacionalistas no españoles llaman de "Política general" porque lo de Nación referido a España les produce sarpullidos. Aquí lo de los nombres es esencial; luego lo que cada cual entienda por él es cosa de ese cada cual. Los españoles, tanto los confesos como los confesados, somos muy individualistas. Algún cínico -yo no, eh- diría borregos individualistas, una combinación autodestructiva según la teoría de Darwin, porque la fuerza de los borregos está en el rebaño y la de los individualistas en no ser borregos. Como decía hace poco Sánchez Ferlosio en un estupendo artículo en El País, titulado Patrimonio de la Humanidad, reproduciendo a un supuesto lector "zafio e iletrado", Áteme usted esa mosca por el rabo.
Vale. Tengo tortícolis de mirar al cielo sin ver ni una Perseida. No me quejo pues ya sé yo que jamás conseguiré el deseo que formulara. A la tierra hemos venido a sufrir. Pero la tortícolis ahí estaba y con alguien había de pagarla.
Ya vuelvo. Al no haber debate sobre el estado de la Nación, cavilé que podría hacerse uno sobre el estado del gobierno. El último barómetro del CIS dejaba a todos l@s ministr@s a la altura del betún. Una breve ojeada a sus gestas más importantes en ocho meses dará una idea de la base de esa bajísima calificación. El orden es irrelevante:
  • Interior se ha caracterizado por un talante autoritario y represivo casi prusiano. Tiene a la policía politizada y en un estado próximo a la insubordinación. El ministro desconoce las normas de procedimiento más elementales y debe de creer que los jueces están a sus órdenes y no al revés.
  • Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente pretende edificar en los tramos de costa que quedan entre edificación y edificación y los incendios -pavorosos este año, con varios muertos ya- le producen alergia. En este momento arden cinco parques naturales y el ministro estaba en los toros, con el Rey.
  • Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad se hizo célebre con una inenarrable rueda de prensa de la ministra que no acertaba ni a pronunciar bien las palabras y ha seguido con una serie de drásticos recortes, precipitados y, a veces, absurdos que hay luego que corregir de modo más precipitado y absurdo: no puede privarse a los inmigrantes indocumentados de atención sanitaria, así que el ministerio asegura que cobrará a los países de origen cuando todo el mundo sabe que los países de origen no pagan y eso, cuando se conocen, porque, siendo los pacientes indocumentados, pueden decir que proceden del Imperio Hitita.
  • Educación, Cultura y Deporte ha entrado a saco en el sistema educativo español, tanto en la forma como en los contenidos a los que ha incorporado una visión ideológica neoliberal y conservadora al tiempo, muy en consonancia con las expectativas de iglesia. Y eso, para liberar a la educación de la ideología sociata caracterizada por el relativismo, la secularización, el colectivismo y la promiscuidad. La educación universitaria está ya a la altura de las mejores del mundo en el precio. La cultura ha salido muy beneficiada. El ministro ha otorgado muchos millones (no sé cuántos; cuantos quiera son excesivos) de euros a las corridas de toros, consideradas patrimonio cultural de los españoles, lo que nos distingue de los demás pueblos del mundo. Y lo dice con orgullo.
  • Empleo y Seguridad Social con buen tino desde el principio se puso bajo la advocación celestial de la Virgen del Rocío, prueba de lo oportuno que es llevarse bien con la iglesia. Pero el empleo y la seguridad social en España no son cosa de las potencias celestiales sino de las infernales. Para compensar, según parece, la ministra dio a luz los infiernos secretos del adversario, los datos de un ERE del PSOE y lo hizo desde su correo personal de ministra, en una muestra de radiante inteligencia.
  • Justicia. El ministro, fuerte personalidad, pero ladina, se ha propuesto cambiar la legislación en materia de aborto y otras cuestiones de este jaez de acuerdo con los deseos de la iglesia. Pero pretende hacerlo con el lenguaje de la izquierda, hablando de "violencia estructural" y "reformas progresistas" hasta fabricar una melopea ridícula incapaz de ocultar que la iglesia ha impregnado la acción del ministerio con su más oscura pasión: la misoginia.
  • Hacienda y Administraciones Públicas y Economía y Competitividad van juntas porque son materias fraternales, aunque los hermanos ministros se lleven tan bien como Caín y Abel. Aún no se han entrematado pero han estado muy vigilantes de que no se los confundiera por la cual sus datos, cifras, cantidades, no coincidían ni tampoco las explicaciones de los hechos. Esa astucia primitiva nos ha costado la ya muy probable intervención porque nadie en su sano juicio puede confiar en un país en el que los ministros de Hacienda y de Economía, al contrario que Hernández y Fernández, no coinciden en nada jamás.
  • Asuntos Exteriores y Cooperación brilla siempre con luz propia en donde no debe y diciendo lo que conviene callar, lo cual traduce una idea de la diplomacia bien peregrina. Mientras no nos meta en un conflicto con Inglaterra por Gibraltar, la cosa es pasable. El ministerio no plantea el asunto del Peñón porque sea un desvergonzado paraíso fiscal, en el que hay 80.000 sociedades mercantiles registradas con una población de 30.000 almas, monos incluidos, si tienen alma, asunto controvertido. Lo plantea porque en el Peñón luce "la ignominia de un extraño pabellón."
  • Industria, Energía y Turismo muestra la determinación que perpetuamente se lee en el rostro del ministro: el carbón se cierra porque es una mamandurria. En cambio se fomenta el uso de energía nuclear que es lo fetén, como se vio hace unos años en Chernóbil y hace unos meses en Fukushima. ¿Quién dijo miedo? Se torpedea el desarrollo de energías alternativas y renovables porque estropean el paisaje y se hacen prospecciones en el litoral de las Canarias, en busca del Potosí del oro negro. Si este no aparece, nos habremos cargado el turismo, que es una actividad de plebeyos.
  • Defensa tiene una tarea por delante: compensar a la antigua empresa de armamento del ministro por el cese en los pedidos de bombas de racimo que se produjo cuando el gobierno anterior aceptó prohibirlas. La pesada herencia del buenismo de ZP.
  • Fomento es un ministerio-chollo por razón de las contratas de infraestructuras, carreteras, canales, vías férreas, un imperio de pirañas que ahora se devoran mutuamente porque no hay dinero. El ministerio de Fomento es como la leyenda de la ciudad sin nombre, razón por la cual cuando se menciona el nombre de Ana Pastor, todo el mundo piensa en la otra.
  • Vicepresidencia recaba sobre sí con animoso espíritu una función de comunicación con los medios y los ciudadanos, cada vez más impertinentes y preguntones. La dedicación es total: el último tuit en el twitter oficial de la Vicepresidencia (@M_Presidencia) es del 3 de agosto, hace ocho días.
  • Presidencia. Esta colección de eminencias está presidida por el líder máximo, aquel que ensambla con su poderoso ingenio las piezas de este rompecabezas, le da un sentido y marca el camino, el destino al que conduce el navío desde el puente de mando con clarividencia y pulso firme. Ese hombre se llama Mariano Rajoy Brey, y hoy está de vacaciones.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dissabte, 11 d’agost del 2012

Esperando el rescajoy.

Escondido en algún lugar de su frondosa Galicia natal, Mariano Rajoy,cuya cobardía deja chica su capacidad para mentir, aguarda que escampe la tormenta de verano sobre la Gran Nación que, gracias a él, vuelve a exportar mano de obra barata (esta vez cualificada) y a recibir ayudas humanitarias en forma de alimentos para paliar el hambre como en los tiempos del franquismo.
Vivir de la caridad ajena no es lo único que emparenta este gobierno con la dictadura del genocida Franco. También lo hace la política educativa del pedante meapilas Wert; el palo y tentetieso del francopusdeísta Fernández Díaz; la misoginia del repelente niño Vicente Gallardón; el analfabetismo multifuncional de Ana Mato; el patrioterismo gibraltareño del neofalangista García Margallo; la garrapatería de Montoro el socaliñas; la insultante holgazanería de la gandula Báñez, etc, etc.
Pero, al menos, Franco daba la cara, no se escondía, estaba siempre localizable y no disimulaba. De Rajoy, en cambio, nunca se sabe en dónde está, jamás da la cara y hace que la den esas lumbreras que tiene por ministros, manteniéndose él calladito o mandando decir que está muy ocupado pensando en los problemas de España.
Los problemas de España a este buen hombre le traen sin cuidado. Su jerarquía es muy otra. En primer lugar están él y sus posibilidades de mantenerse en el cargo; en segundo, su partido que hubiera conquistado Andalucía de no haber tenido que ocultar el presupuesto; en tercero la selección española de fútbol, también llamada lamentablemente "la Roja"; en cuarto el vino de Albariño; en quinto los percebes das Rías Baixas...etc, etc. y en nonagésimo nono lugar, España.
Ahora, escondido todo lo que puede y jugando al mus y otros deportes de riesgo, Rajoy trata de ver si el rescate pasa de largo y le permite regresar a Madrid como si hubiera ido a Fátima, a quedarse como está. Pero eso es difícil porque, como siempre, este insoportable fracaso de presidente no ha calculado los presupuestos y consecuencias de sus actos, no porque no sepa calcular sino porque su abulia mental no le deja hacerlo. ¿Cómo iba él a suponer, santo apóstol Santiago, que el malvado Monti le jugaría la perversa treta de pedir un rescate a dos por entender que será más liviano para ambos?
Pero con eso condena el italiano al gallego a la dimisión en cumplimiento del último deseo alemán, enunciado por Der Spiegel: si hay rescate, Rajoy dimisión.
¿Se acuerda el amable lector de cuando la prima de riesgo se llamaba "Rodríguez Zapatero" según esa ratita hacendosa de Sáenz de Santamaría? ¿Quién iba decir que sólo unos meses después no ya la prima de riesgo sino el rescate mismo se llamaría Rajoy; o sea, Rescajoy?
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

El silencio de los lobos.

Lo nuevo y lo viejo se mezclan en los recientes acontecimientos de Andalucía. Los hombres del SAT confiscando víveres en Mercadona con el acuerdo y el aplauso de Sánchez Gordillo, escenifican una versión nueva de la vieja desobediencia civil. Los jornaleros, seguramente también del SAT, ocupando pacíficamente una finca sin cultivar del ejército y la posterior intervención de la guardia civil desalojándolos no menos pacíficamente es también desobediencia también pero con un fuerte deje del viejo espartaquismo agrario andaluz.
Casi todo lo que se vive hoy muestra esta amalgama entre lo viejo y lo nuevo. Probablemente pasa siempre. Los cambios casi nunca son de la noche a la mañana, sino de carácter paulatino, con periodos de transformaciones más o menos marcadas. En realidad, la realidad es esencialmente cambiante. Quien crea haber llegado a un punto de estabilidad, inamovilidad, permanencia está en un grave error. Si, por creer asegurada su permanencia, ese quien descuida las tareas de la defensa, el error se convierte indefectiblemente en catástrofe.
Eso ha pasado con los defensores del Estado del bienestar. A fuerza de teorizarlo, acabaron por creer sus propias doctrinas, entre ellas la de que esa forma de Estado era irreversible porque había consagrado su estructura realizando la tercera oleada de derechos de Marshall, los derechos sociales y económicos, incrustándolos en las Constituciones. La idea era que la protección jurídica blindaba el Estado del bienestar frente a eventuales ataques desde dentro. Como si las Constituciones no se pudieran reformar para que digan lo contrario de lo que venían diciendo. En algunos casos no es necesario ni reformarlas. La mutación constitucional se hace por vía de interpretación gracias a la cual, si es ingeniosa, se acaba entendiendo que en donde dice "blanco", en realidad quiere decir "negro".
De "Estado social y democrático de derecho" habla nuestra Constitución en el entendimiento de que se trata de la forma superior, perdurable, segura de Estado. El estado del bienestar, en su forma abreviada, es irreversible. Una vez conocedores de sus derechos, los ciudadanos ya no permitirán que se les nieguen. Todos sostienen querer lo mejor para esta forma de Estado, hasta quienes se proponen acabar con él. Estos no declaran de antemano sus intenciones pues, dicen, sus reformas, recortes, ajustes, solo pretenden fortalecerlo, al modo en que la medicina medieval utilizaba las sanguijuelas para sangrar a los pacientes a fin de robustecerlos.
Irreversible no hay nada en la vida excepto la muerte. Todo lo demás, por eterno que se crea, puede avanzar, retroceder, quedarse en donde está, sobrevivir o perecer, dependiendo siempre de la acción de los hombres. Si estos no estan prestos a defender sus conquistas frente a los inevitables ataques sino que las dan por descontadas, las perderán y pueden encontrarse como nos encontramos hoy, luchando por la contratación colectiva (que el gobierno ha aniquilado de hecho), por los derechos de los trabajadores, la jornada de ocho horas (ya una quimera en casi todas partes en donde se trabaja mucho más), por las vacaciones pagadas, la seguridad social, la jubilación y las pensiones. Prácticamente como a comienzos del siglo XX, cuando unos empresarios todopoderosos imponían condiciones leoninas a los trabajadores. Y más. Parece que en España no hay trabajo infantil (y digo parece pues no estoy seguro) pero hay empresas españolas deslocalizadas que se valen de mano de obra infantil en otros países. Sería un error pensar que ese delito no nos afecta.
Esta es la situación que la desobediencia civil de Sánchez Gordillo ha puesto en evidencia. Y de inmediato se ha montado un enorme guirigay en el campo de la derecha mediática que ha echado mano de los viejos fantasmas para asustar a sus huestes y prepararlas para la acción. Unas buenas dosis de "comunistas saquean supermercados" y quizá ya se tenga a las bases preparadas para lo que haga falta. En estos días se oye toda suerte de barbaridades dictadas por el nerviosismo.Todavía no he leído que algún cortesano oficioso haya recordado al Rey el trágico destino de la dinastía Romanov en Ekaterinburg a manos de los bolcheviques. Pero hay relatos que se acercan: la marea roja, las hordas comunistas...
Este pandemónium por unos carros de comida de Mercadona y una finca en barbecho del ejército contrasta con el silencio reverencial del establecimiento mediático respecto a las ingentes trapisondas de mangantes que tienen montadas los bancos con ayuda de los gobiernos y las instituciones europeas así como el FMI, perejil de todas las salsas desagradables. Un frente que conspira contra el bienestar de los pueblos. El lujo, la ostentación, el despilfarro, las actividades delictivas de enriquecimiento, la corrupción contrastan cruelmente con las decenas de miles de desahucios, los cientos de miles que dependen de unos 400 euros que ahora pueden volar. Y ante ese contraste, ¿quién no siente indignación?
Otros silencios están resultando también muy llamativos. El primero de todos, el de la iglesia. Ni una palabra -no digo ya hecho- sobre el aumento de la injusticia social, el paro, el empobrecimiento de la gente, la estafa, el aumento de la explotación y la opresión. Si acaso, los obispos atribuyen la crisis a cosas tan genéricas como el haber perdido de vista a Dios, vivir en el relativismo más absoluto y dejarse dominar por la codicia. Es decir, nada. Y nada ha de ser porque la iglesia es la gran beneficiaria de la crisis, tanto en el plano económico, ya que no se merman ni tanto así sus cuantiosos ingresos como en el teológico-moral, pues se le entrega de nuevo la educación de los nin@s, la santidad del matrimonio heterosexual y, con un poco de suerte, también la indisolubilidad del vínculo. En cuanto al aborto, camino llevan de suprimirlo de cuajo en nombre de la modernidad y el progresismo.
Silencio también de los cuarteles de Aguirre en Madrid y Cospedal en Castilla-La Mancha, ambas gárrulas de ordinario y con bastante veneno en la lengua. Posiblemente las dos, dotadas de un notable sentido intuitivo de la política, piensen que el gobierno está metiéndose en laberinto en donde no parecen entusiasmadas en acompañarlo. Amenazado en el exterior por un ultimátum financiero de la UE y en el interior por un generalizado descontento, Rajoy puede tener los días contados, en cuyo caso se abrirá la intersante cuestión de la sucesión en la presidencia. A veces el silencio de los lobos presagia que están a punto de empezar a dentelladas entre ellos.
(La imagen es una ilustración de Georg Grosz titulada los pilares de la sociedad, de 1926. Obsérvese el nudo de la corbata del hombre del sable en primer término).

divendres, 10 d’agost del 2012

Gordillo y la desobediencia civil.

Juan Manuel Sánchez Gordillo anuncia que habrá más acciones de desobediencia y, en concreto, planea ocupaciones de bancos. Es justo lo que decía en su entrada de ayer Palinuro, que a un acto de desbediencia civil seguirá otro, y otro; y si faltan Gordillos, otros Gordillos seguirán su ejemplo. Es la ventaja que tiene la desobediencia civil pacífica. Cuanto más se cebe el Estado en la represión, cuantos más policías, fiscales, jueces y mazmorras utilice, si la desobediencia ha prendido, nada podrá detenerla porque su fundamento y su motor es un principio moral que nadie, ni los que reprimen ni sus esbirros, se atreven a negar: que no es justo que el gobierno proteja a los ladrones de guante blanco y persiga a los trabajadores y parados cuando hurtan alimentos para que los hambrientos coman. Además de injusto es estúpido pues la desobediencia civil producto de una conciencia crítica, es inexpugnable y capaz de los mayores logros.
A primeros del siglo XX nadie daba un ochavo por la suerte del Mahatma Gandhi. ¿Cómo iba a desafiar -y aun más difícil- vencer un escuálido joven abogaducho hindú al poderoso Imperio británico? ¿Cómo iba aquel abogaducho a conseguir la independencia de un subcontinente frente al imperio sin recurrir a las armas ni la violencia? Gracias a la Satyagraha, la doctrina de la no violencia, la resistencia pasiva, la desobediencia civil que Gandhi había estudiado concienzudamente en sus dos máximos exponentes hasta entonces, Henry David Thoreau y Leon Tolstoy.
¿Cómo podrá un alcalduelo de tres al cuarto, medio visionario, populista, algo tocado, de imposible clasificación en los usos políticos civilizados, resolver la complicada y pavorosa crisis que nos azota¿ ¿Cómo conseguirá este pintoresco personaje al que los señoritos del gobierno miraban con desdén hasta que empezaron a verlo con pavor, restablecer la justicia de forma que se restituya al pueblo sus derechos y sus medios de vida, arrebatados por unos políticos corruptos literalmente a sueldo del capital?
Muy sencillo, mediante la desobediencia civil, la resistencia pasiva, algo cuya superioridad moral ignora el ministro del Interior, que será muy del Opus, pero no sabe distinguir el bien del mal. Quizá por eso se apresta a tipificarla como delito, exactamente igual que hace 2.000 años los Fernández Díaz de Galilea condenaban a Jesús y liberaban a Barrabás  que hoy podría llamarse Rato, Botín, etc. Esa evidente superioridad moral de la desobediencia civil, ya se sabe, saca de quicio a Esperanza Aguirre quien, a diferencia de Fernández Díaz, tiene la inteligencia suficiente para intuirla, pero no la entereza ni la honradez de reconocerla.
Sin embargo es muy sencilla y Gordillo lo muestra en toda su simpleza: basta con quebrantar pacífica y públicamente una norma no en beneficio propio sino para denunciar una situación injusta, inhumana, cruel y no rehuir luego el castigo que ese quebrantamiento suponga. Es cosa de regirse por la conciencia y no por el bolsillo, como hace la derecha. Y, en efecto, ahí está Gordillo, esperando que vayan a buscarlo porque, como dice él, es el hombre más localizado de España. Que luego declare o no en los juzgados que lo citan es otra cuestión que el alcalde de Marinaleda consultará con su sindicato. Y hace bien. Hasta esa declaración puede convertirse en un episodio más de su lucha por la justicia.
Una lucha que no es improvisada sino fruto de una reflexión cierta. Gordillo señala de modo rotundo a los responsables de la crisis, los Rato, los Botín en España y denuncia que, en lugar de perseguirlos, el gobierno los protege, ampara e indulta porque es su cómplice. Denuncia que la crisis es una estafa y una excusa para desmantelar el Estado del bienestar, arrebatar sus derechos a los trabajadores y oprimir (más) a las mujeres. Algo que todos pensamos (incluidos quienes así actúan), muy pocos decimos o escribimos y casi nadie cuestiona mediante la acción, como él.
Gordillo es el enemigo público número uno de las clases dominantes, los banqueros que estafan octogenarios; los grandes empresarios que esclavizan la mano de obra; los curas que viven como tales a base de engañar a la gente; los gobernantes lacayos que legislan lo que les ordenan sus amos; los periodistas e intelectuales que difaman y calumnian a quienes luchan por sus derechos. Es un combate muy serio, en el que estamos todos involucrados y, a pesar de todo, Gordillo, que tiene un atisbo de retranca socrática muestra un raro ingenio cuando pone en ridículo al presidente del gobierno quien, entre sus insufribles farfulleos, suele decir que no le gusta lo que hace, pero que no tiene otro remedio. Los mismo afirma Gordillo.
(La imagen es una foto de Audiovisuales Acampadazgz, bajo licencia Creative Commons).

El orden nace de la justicia.

Por supuesto también puede nacer de las bayonetas o de las pelotas de goma de los antidisturbios, pero será un orden injusto y, por tanto, ilegítimo, que negará sus derechos a los ciudadanos. Un orden mecánico, impuesto, no basado en el libre consentimiento de la ciudadanía.
A estas alturas de la crisis, cuando parece que nos precipitamos en otra peor en parte a causa de las medidas que estamos tomando, hay una conciencia generalizada en el país de que vivimos en una sociedad convulsa, indignada, en estado de movilización prácticamente permanente. Esto se ve bien en Madrid: se van los mineros y se quedan los funcionarios, aparecen los parados y vuelven los funcionarios y salta luego la chispa y prende en Andalucía, una región o nacionalidad en la que existe una tradición de radicalismo político, reprimida en tiempos de Franco con la máxima dureza y crueldad. La movilización de la derecha en contra del acto de Mercadona es excesiva y demuestra mala conciencia con Andalucía, en donde se fusiló la gente a cientos y se coronó con lo asesinatos de Blas Infante y de García Lorca.
Sin embargo, según se deduce de las muy reiteradas manifestaciones de Gordillo, de lo que se trata es de llamar la atención acerca de una situación en el límite, en la que la gente ya pasa hambre y el gobierno continua imponiendo sacrificios y negando derechos. La intención de la derecha es tratar el asunto como de orden público y de procesar a los responsables, amparada en la mayoría absoluta del gobierno y la legalidad vigente. La situación se dirimirá en los tribunales. Pero eso no impedirá que Sánchez Gordillo realice otro acto de desobediencia civil, y otro y otro en otros ámbitos sociales. Y, si Gordillo falta, probablemente habrá otros Gordillos. Cuando las iniquidades del gobierno no dejan margen y prevalece la desobediencia civil, las cosas tienen difícil arreglo.
La insistencia en que la legitimidad del gobierno se basa en la voluntad de la gente, traducida en su mayoría parlamentaria, pretende ignorar que esa misma mayoría parlamentaria convierte al Parlamento en algo irrelevante. Bien claro ha quedado en los ocho meses de gobierno que este poco menos que lo ignora.
Es un parlamento prácticamente maniatado frente a un gobierno que no rinde cuentas de sus actos y que ha hecho todo lo contrario de lo que prometió en el discurso de investidura del candidato a la presidencia. Como era de esperar, parte de la oposición se traslada a la calle y puede tomar estas formas de desobediencia civil, muy difíciles de manejar en un contexto de libertades y garantías constitucionales. 
Muy difíciles, sobre todo, porque el orden que cuestionan con sacrificio de su libertad, es injusto. Es patente que el gobierno ha distribuido los costes de la crisis de modo tremendamente desigual. No ha tocado los intereses de los sectores privilegiados, la iglesia, los bancos, las grandes fortunas, las mayores empresas; al contrario, ha amnistiado a los grandes defraudadores; en cambio ha entrado a saco en los de las clases populares, trabajadores, parados, dependientes, jubilados, de la inmensa mayoría. 
En la época de los medios de comunicación e internet, esa situación de injusticia se visualiza todos los días. Por un lado se hace pública la pensión quer se autoasigna tal o cual cargo por haber llevado su banco a la quiebra o se cuantifican los millones que ha defraudado al erario público tal o cual presidente o alcalde, este o aquel otro ladrón de guante blanco y poderosas influencias; por otro se presencia un desahucio y se sabe que son miles los que se tramitan en todo el país o se debate incluso la posibilidad de eliminar un pago de 400 € al mes para los parados que hubieren agotado sus otras prestaciones, se ve a un ingeniero en paro pedir limosna por las calles o tal ayuntamiento pone candado a los contenedores de basura para que los pobres no puedan rebuscar en ellos.  Escuchar en ese momento que el salario de los altos cargos de las entidades intervenidas no podrá exceder de 300.000 € al año suena como un insulto para quienes tienen que luchar por 400€ al mes. Son esos cientos o miles de casos concretos de injusticia y abusos en todas partes los que producen un estado de indignación general que presta apoyo a los actos de Gordillo y los que vengan después.
Es el hartazgo con la injusticia, la contemplación de los abusos, la conciencia de la impunidad de que gozan los delincuentes, muchas veces amparados por las autoridades, la palmaria evidencia de que un gobierno indolente e irresponsable actúa sistemáticamente en pro de los privilegiados y en contra de la mayoría, que reduce sus posibilidades de vida por razones económicas y niega sus derechos por razones políticas los que están cebando una situación potencialmente explosiva de la que la desobediencia civil de Gordillo no es más que un síntoma o adelanto.
Por cierto, se piense lo que se piense respecto al alcalde de Marinaleda y sus motivaciones, nadie puede negar que este hombre ha sacudido la modorra de un país entero, ha puesto a ladrar furiosa a la jauría mediática de la derecha y ha confrontado a la sociedad con el hecho de que el orden social es profundamente injusto.
Si la única respuesta a este estado generalizado de ánimo e indignación la da ese ministro del Interior que parece directamente salido de la policía franquista, quiere decir que el orden injusto solo podrá mantenerse a base de pelotazos de goma de los antidisturbios, es decir, por la fuerza.
Y, si es por la fuerza, no veo razón alguna para criticar la de los jornaleros que más me parece legítima defensa frente a una agresión perpetrada por un gobierno tiránico que se escuda en una ley que él mismo incumple, tergiversa, defrauda y, cuando le parece, cambia a su antojo.

dijous, 9 d’agost del 2012

Todos contra Gordillo.

La previsible coincidencia de todas las fuerzas vivas pone de manifiesto la podredumbre de nuestra sociedad y su falta de entereza moral. El gobierno muestra la rapidez de reflejos, la decisión y la clarividencia para ponerse a perseguir al alcalde de Marinaleda que no tuvo ni tendrá cuando los supuestos delincuentes son otros, los Ratos, los Urdangarines, los Matas, las Munares, los Camps, etc. En estos casos, al reconocerse en los protagonistas de la peripecia, los gobernantes piden calma, serenidad, presunción de inocencia, protegen, impiden que comparezca en Parlamento, se niegan a investigar, paralizan las actuaciones y esperan que escampe, si es que no acusan directamente a la policía y los jueces de delinquir por perseguir a la gente bien.
No así con Sánchez Gordillo y sus jornaleros. Con estos el Estado es de una celeridad ejemplar. Bandas enteras de fiscales, policías y juces, azuzados por el ministro del Interior, que dice no "aspirar a la paz de los cementerios", como si fuera una concesión graciosa, y el de Justicia, ese hipócrita para quien reprimir a las mujeres es progresista, andan persiguiendo jornaleros por los campos de Andalucía. Su intención es mostrar contundencia y eficacia para tranquilizar a la derecha que, histérica con las visiones de las masas hambrientas asaltando sus posesiones y viviendas de lujo, exigen a gritos orden público, obediencia a la ley, castigo ejemplar a los culpables, no sea que la cosa vaya a mayores...
...Y si la cosa va a mayores, puede ponerse muy fea porque, como sabe todo el mundo, los verdaderos ladrones, los estafadores, los corruptos no están en los cortijos esperando trabajo ni compran en Mercadona: están en las grandes empresas, en los bancos, en los gobiernos, en los medios de comunicación, repletos de sectarios al servicio del capital hasta la deshonra. Y si la sociedad entera cae en la cuenta en que ha caído Sánchez Gordillo y actúa como él puede ser un disgusto para los defensores y directos beneficiarios de un sistema injusto que premia a uno, persigue y castiga a 100 y explota y oprime a todos.
El coro de los partidos políticos es también monocorde con alguna escasa excepción. Todos pìden castigo para los culpables. UPyD exige que se expediente a Gordillo, con la misma furia con que pide que se ilegalice a los de Bildu y todo cuanto pueda obstaculizar su sueño de que el país esté dirigido por una mujer tan carente de principios como de sinceridad. El PP, ya se sabe, a degüello con los culpables, todos a  la cárcel, ni un paso atrás, la sacrosanta defensa de la legalidad que es igual para todos... excepto para él que, como se ha visto con al Ley de la RTVE, cuando le molesta, la cambia. Pero para eso hay que ganar elecciones diciendo lo contrario de lo que se iba a hacer y haciendo lo contrario de lo que se dijo. No como ese alcalde "comunista" (cuando la derecha tiene miedo utiliza mucho este artilugio de calificar de comunista cuanto le parece peligroso) que hace lo que dice y, además no cobra como alcalde. En el PSOE, el portavoz Hernando -se ve que los jefes no quieren pringarse en este asunto peligroso- pide que se proceda contra quienes han infringido la ley y olvidando de paso que si los socialistas, desde Pablo Iglesias en adelante, hubieran seguido sus recetas, ahora él no estaría en donde está. Por último, IU aparece dividida: hay quienes apoyan a Gordillo y quienes temen las consecuencias de sus actos y un posible retroceso de las libertades a costa de la seguridad. No es muy elegante, pero es lo que hay.
A Sánchez Gordillo lo defienden sus compañeros, la izquierda anticapitalista y aledaños, parte de IU, el movimiento 15M y dos o tres intelectuales, opinadores y comunicadores que, como Palinuro, no deben obediencia a partido, grupo, trama, empresa o periódico algunos y, por lo tanto, hablan con la fuerza que da la convicción y la libertad.
Los ataques vienen de todos los frentes y tienen la marca indeleble de los intereses que se defienden. Alguien en el PP reprochaba a Gordillo que su jefe de policía cobrara más que el presidente del gobierno. Una estúpida mentira por partida doble digna del espíritu servil de quien la haya proferido pues en Marinaleda no hay policía y mucho menos jefe de ella cobrando sueldo alguno. Pero, además, el correveidile mentiroso establece un término de comparación que también ignora pues, hasta la fecha, nadie sabe cuanto cobra al mes Mariano Rajoy porque, aunque se le ha preguntado alguna vez, no ha contestado y este país es tan calzonazos, tan miserable y tan lacayo que tolera ser gobernado por un sujeto que se niega a decir cuánto cobra al mes, existiendo indicios de que cobra por diversos conceptos grandes cantidades moralmente inaceptables. Una buena prueba es que no lo dice. Si cobrara lo que le corresponde ya lo habría declarado.
Y estos son los tipos que atacan a un hombre como Gordillo acumulando sobre él toda clase de insultos y descalificaciones, sin percatarse de que, cuanto más se apiñan en el intento de lincharlo, más parecen una piara impotente.
Tómese la acusación más frecuente -y ,la más benévola-, la que dice que el gesto de Gordillo no sirve para nada. ¿Para nada?  ¿Cree el PSOE que este gobierno de derecha señoritinga y profundamente antipopular hubiera respetado los 400 € de los parados gracias a sus jeremiadas? Esos 400 € los ha conquistado y conservado el miedo cerval que el gesto de Sánchez Gordillo ha inspirado a las clases dominantes. 
Pase que el personal que opina, habla, escribe y pretende dar lecciones a los demás no tenga ni puñetera idea de lo que sea la desobediencia civil en una democracia, qué la acción basada en criterios morales, qué las cuestiones de legitimidad y que repita como papagayo las consignas de la derecha más cerril. Pero, al menos, disimulen y no hagan más el ridículo.
(La imagen es una foto de Audiovisuales Acampadazgz, bajo licencia Creative Commons).

Legalidad y legitimidad.

Los términos en el título de la famosa obra de Carl Schmitt siguen acotando el campo del debate político esencial, hoy igual que ayer. Schmitt hizo una crítica despiadada de la República de Weimar y hasta tuvo en proyecto una propuesta de reforma de su Constitución que luego abandonó por la vía más expedita de los nazis, a cuyo partido se afilió en 1933, fecha temprana. Los hitlerianos dieron buena cuenta de tal Constitución dejándola fuera de juego de un plumazo con una ley de plenos poderes, la Ley para luchar contra el estado de necesidad de la Nación y el Reich, de 24 de marzo de 1933. De golpe se suprimía la legalidad y la legitimidad de la República y se instauraba la legitimidad de la Dictadura que descansaría sobre su legalidad.
Esa tensión está tan viva como siempre. Lo ideal, según parecer mayoritario, es que legalidad y legitimidad coincidan, esto es, que lo que sea legal sea también legítimo, es decir, justo. Pero eso es lo ideal. En la realidad, ¿puede haber leyes que no sean justas, que no sean legítimas? Cientos. Las leyes raciales de Nürnberg, por ejemplo, que Carl Schmitt aplaudió con entusiasmo. Radicalmente injustas. Nulas de pleno derecho. Pero estuvieron en vigor, fueron la legalidad, una legalidad ilegítima. ¿Se deben obedecer las leyes injustas?
Los legalistas no lo dudan. Las leyes en vigor no admiten desobediencia. No hay ámbito moral, de conciencia, en el derecho positivo. Las leyes se cumplen y el que tenga quejas, cumpla primero la ley y plantee luego sus cuitas en el negociado correspondiente.
Los legitimistas, en cambio (entendiendo por tales no los legitimistas monárquicos sino aquellos que postulan que el orden político, el legislador, debe tener un fundamento moral) tampoco dudan lo contrario. La obediencia a la ley está sometida al dictado de la conciencia. Si la ley es injusta o inicua, no debe obedecerse por muy en vigor que esté.
Es la tensión entre el positivismo de la legalidad y el subjetivismo de la legitimidad. Ningún orden político puede tolerar que se desobedezca la ley y toda desobediencia debe ser castigada. Pero es obvio que habrá y hay momentos en la historia en los que se darán desobediencias a la ley por razones de conciencia y tratar estas como delitos comunes es un error que tarde o temprano se paga.
La ley no puede tolerar la desobediencia civil. Pero, en ciertas circunstancias de necesidad, la desobediencia civil será una realidad, tanto más peligrosa para un sistema político cuanto que parte de una evidente superioridad moral. El desobediente civil, a diferencia del delicuente, no se lucra con su acto ni trata de evitar la pena que el ordenamiento prevé para su infracción.
Y, en afecto, ahí tenemos a Juan Manuel Sánchez Gordillo diciendo muy tranquilamente que se sentirá orgulloso de ir a la cárcel.
Sin embargo, un sistema que encarcela a Sánchez Gordillo pero indulta a un alcalde prevaricador, a un banquero convicto y confeso de no recuerdo qué ilícito, mantiene en la calle a malversadores condenados por los tribunales de justicia y amnistía a los grandes defraudadores, tiene un serio problema de legitimidad. El orden social es injusto y eso es lo que la desobediencia de Gordillo ha puesto de manifiesto.
La crisis-estafa sigue su curso, cada día un poco más negro y amenazador que el anterior. La desobediencia civil de Sánchez Gordillo abre la puerta a un debate sobre la legitimidad de las decisiones que están adoptándose. A eso apunta, entiendo, la petición de referéndum de los sindicatos. Los partidos también tendrán que pronunciarse. Y el asunto es delicado. Izquierda Unida va por la vía de solidarizarse con la desobediencia de Gordillo, como un acto simbólico con lo que parece querer limar importancia al hecho, si bien la tiene precisamente porque es simbólico. El PSOE a su vez no se ha pronunciado formalmente, aunque andan los jefes diciendo por ahí que la situación es muy mala pero que el asalto al supermercado, como si fuera el Moncada, no es la vía. Es pasmoso a qué velocidad pierden los socialistas el contacto con la gente. Si esta no es la vía, ¿cuál es? El PSOE está defendiendo con uñas y dientes los 400€ de los parados indefinidos, lo cual le honra. Si por casualidad fracasara, ojalá no, ¿cuál será la vía para las 200.000 personas que se quedarán sin ingreso alguno? ¿La mendicidad?
(La imagen es una foto de comcinco, bajo licencia Creative Commons).

dimecres, 8 d’agost del 2012

Sánchez Gordillo y la lógica del sistema.

Sánchez Gordillo es uno de esos radicales, apocalípticos, imprevisibles e indisciplinados frutos de la tierra, capaces por sí solos de subvertir el orden constituido por la autoridad, consagrado por la santidad y aceptado por la credulidad. No postula alambicadas construcciones teóricas. Rawls le sonaría a chino. Tiene un concepto simple, directo y certero de la justicia, pero que deja en evidencia la gigantesca hipocresía de un sistema que premia a los delincuentes, los ensalza, los hace gobernantes, presidentes, papas, mientras castiga y explota a las víctimas y persigue y reprime al hombre justo, dejando el conjunto en manos de unos políticos, gestores, justificadores y leguleyos cuyas conciencias compra como el que adquiere sardinas en la plaza.
Eso es Sánchez Gordillo por encima de todo: un hombre justo, uno que no cabe en el marco de las ordenanzas, los códigos o los misales, uno que habla poco pero hace mucho y lo que hace es lo que ha dicho que iba a hacer, no lo contrario como algún otro botarate que así llega a presidente del gobierno. Ya es milagroso que Gordillo haya llegado a alcalde. Demuestra que los vecinos de Marinaleda saben lo que hacen cuando votan y no como millones de españoles, que votan contra sí mismos sin enterarse. Como todos los escasos hombres justos, Gordillo es un incordio y una incomodidad para una sociedad que hace ministro de Cultura a un pedante, de Justicia a un hipócrita, de Defensa a un fabricante de armas, de Trabajo a una holgazana, de Sanidad a una analfabeta, etc. Es un incordio para los académicos porque no se deja clasificar; para los periodistas porque no se puede manipularlo; para los políticos porque no se deja comprar; para los curas porque no es un inmoral como ellos.
En definitiva, un elemento de la naturaleza que a veces nos es propicio y otras nos amarga la velada.
En la mejor tradición insurreccional andaluza que historiaran los Bernaldo de Quirós y los Díaz del Moral, el gesto de Sánchez Gordillo ha encendido España entera y ha dejado con el culo al aire a las legiones de escribas, fariseos, políticos, parásitos, intelectuales y dignos delincuentes de traje y corbata encargados de justificar el orden existente con el espíritu del lacayo panglosiano. Al plantear el asunto con tanta contundencia y simplicidad deja en evidencia los artificiosos distingos mediante los que los paniaguados del capital hacen pasar por justicia una olla podrida de crímenes, robos, saqueos, violaciones, estafas y sobornos.
Viene ahora el contraataque de las fuerzas del orden mandadas por unos políticos suyo único mérito es ser amigos de Rajoy y azuzada por unos periodistas a sueldo de este y sus conmilitones. Comenzaran los debates sobre si esta ley o este precepto, este punto o aquel artículo con los que se pretenderá encauzar ese río desbordado de indignación popular que el gesto de Gordillo ha hecho pasar por medio de la podredumbre del sistema como Hércules hizo con el río Alfeo y los establos del Rey Augías.
Y si alguien cree que me excedo al calificar el sistema de corrupto, que explique cómo es posible que un hombre condenado por delincuente como Mario Conde pretenda organizar un partido político.
Esas son las tres posibilidades reales: Gordillo-Rajoy-Conde.
Y hay que elegir.
Sin duda, Palinuro elige a Gordillo.
(La imagen es una foto de Audiovisuales Acampñadazgz, bajo licencia Creative Commons).

La retórica de la derecha.



La política es muy aficionada a las figuras retóricas, las licencias poéticas, los tropos. Tanto la derecha como la izquierda. Las figuras de la derecha son muy características y dicen mucho sobre quienes las usan. En concreto me referiré a tres muy curiosas, dos metáforas y una cuestión contrafáctica.
Metáfora primera: la familia. Postular la familia como el origen del orden político, del reino, es antiquísimo. Está en Confucio y los legistas chinos, se convierte en doctrina imperante a través de Aristóteles y adquiere forma institucional con el derecho romano de la familia y la figura en torno a la que ha girado el orden político occidental hasta tiempos recientes, la del pater familias. Suele olvidarse que el pensamiento político moderno, nuevo, liberal, que arranca con la doctrina de Locke del "gobierno por consentimiento" se plasma precisamente como crítica de este al hoy olvidado tratado de Robert Filmer, característicamente titulado Patriarcha, or the Natural Power of Kings, que fundamentaba la monarquía absoluta en la figura del pater familias.
La autoridad de la familia llega hasta el día de hoy en el pensamiento conservador que dice  estar dispuesto a todo por protegerla. Rajoy no deja de invocarla para ejemplificar su concepción del sentido común. Cuando recita sus habituales perogrulladas sobre la crisis, nunca falta la referencia a la familia. Él está haciendo con los recortes, dice, lo mismo que hacen las familias que se ven obligadas a reducir sus gastos cuando vienen mal dadas. La comparación tiene una trampa obvia que procede de la distinta forma de entender la familia: ¿alguien concibe una familia que ajuste los gastos a base de quitar el desayuno al niño, suprimir la medicina del abuelo, o arrebatar la beca al joven mientras dedica más recursos a mejorar el campo de golf del padre? No, ¿verdad? Sería inconsistente con nuestra idea de la familia como el territorio de la solidaridad, el sacrificio y el altruismo. Eso tiene que saberlo Rajoy con lo cual es obvio que el empleo de la metáfora es falaz. Los recortes del gobierno recaen sobre los sectores más débiles y desprotegidos porque la sociedad no es una familia sino el ámbito del egoísmo y la insolidaridad. Para que la sociedad fuera como una familia tendría que ser más una comunidad en el sentido de Tönnies o de los comunitaristas actuales, posibilidad que Rajoy, como buen neoliberal, niega tajantemente incluso aunque, en su ignorancia, no lo sepa. En la sociedad rige el principio de que "no hay almuerzo gratis"; en la familia, en cambio, el de que, para algunos, el almuerzo es gratis. Porque la familia es (aunque en muchos casos no sea así) un territorio desmercantilizado. Utilizarla como metáfora para disfrazar unas medidas injustas, insolidarias, abusivas y hasta despóticas es mendaz.
Metáfora segunda: el barco. También metáfora antiquísima. El estado es una nave y el gobernante, el piloto, el que lleva el timón, también llamado gobernalle. La crisis, visualizada como una mar embravecida, ha alentado mucho el uso de la metáfora del navío: todos estamos en el mismo barco, repiten los conservadores, y todos debemos remar en la misma dirección. Sabio consejo, sin duda, si se quiere que el barco se mueva. Pero el problema no está en la conveniencia de remar en el mismo sentido sino en saber si todos reman o si, como el famoso chiste de Quino, solo rema uno, Fernández, y los demás van de guateque. Todos estamos en el mismo barco, pero unos en la sala de máquinas, en la sentina, en la cocina y otros en el puente de mando, el salón de baile o la piscina. Y recordar que compartimos el navío a la hora de pedir a los desfavorecidos que pechen con las deudas y los despilfarros de los afortunados es cínico y desvergonzado.
La cuestión contrafáctica: ¿qué pasaría si...? se la oí ayer a un periodista de Vocento en una increíble entrevista a Sánchez Gordillo en la que solo le faltó llamarlo "ladrón desorejado". Es una figura muy socorrida. ¿Qué pasaría si todo el mundo se llevara el género de los supermercados sin pagar? Hace poco también en Telemadrid, una periodista de derechas se preguntaba escandalizada qué pasaría si todos los mineros se pusieran en marcha hacia la capital para protestar. Son preguntas retóricas que no requieren respuesta; es más, se prefiere que no la haya para que el efecto implícitamente apocalíptico de la interrogación vaya calando en los ánimos. Y, sin embargo, hay una respuesta bien clara y rotunda: ¿que pasaría si todos hurtáramos en los supermercados? Que los supermercados tendrían que contratar seguridad y/o se buscaría con ahínco una fórmula eficaz en contra de la pobreza, la miseria, el hambre. ¿Qué pasaria si los mineros, etc? Que estos tendrían más fuerza en sus reivindicaciones y el gobierno se vería obligado a ceder.
La retórica es una gran ayuda de la política, pero hay que emplearla bien, de forma menos trillada y falta de sinceridad.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimarts, 7 d’agost del 2012

El retorno del franquismo.

El franquismo no ha muerto. Goza de espléndida salud y gobierna desde La Moncloa, perfectamente adaptado a estos tiempos pecaminosos de relativismo y ataques a la iglesia, poniendo las cosas en su sitio. El gobierno, integrado por monaguillos (Wert), meapilas (Gallardón), oligarcas (Morenés), tecnócratas reaccionarios (Montoro), analfabetas (Mato), sección femenina (Báñez), demagogos estilo falangista (Soria) etc, representa la vuelta a las más puras esencias del nacionalcatolicismo. Su inspiración es Rouco Varela, quien dirige la política del país en educación, familia, matrimonio, derechos de las personas, etc con la vista puesta en la reevangelización de España, ofrenda que el cardenal gallego quiere dedicar a su dios, a ver si se calza el Papado. Como el franquismo, es un gobierno que se da continuos golpes de pecho pero vive de explotar, oprimir y reprimir a los más débiles, de robar a los pobres para dar a los ricos. Un gobierno de hipócritas cristianos profundamente anticristiano.
Ese franquismo ostentoso no solo se da en el terreno de los principios y las proclamas sino también en el de las medidas prácticas. En estas, la similitud de los gobernantes actuales y los franquistas se convierte en identidad. Véase:
  • Ha destruido todas las garantías jurídicas de protección al trabajo y ha dejado a los trabajadores sin derechos, literalmente como esclavos en manos de los empresarios.
  • Persigue y trata de aniquilar los sindicatos, asfixiándolos económicamente y reprimiéndolos administrativa y laboralmente.
  • Reprime toda expresión de descontento o crítica. Por la vía gubernativa gracias al fascismo rampante de la delegada del gobierno en Madrid que penaliza el ejercicio de los derechos ciudadanos de reunión, manifestación y expresión mediante la arbitrariedad policial. Por la vía penal, tipificando como delitos comportamientos que en ningún país civilizado lo son, como la resistencia pasiva..
  • Censura la libertad de expresión de trabajadores y funcionarios públicos y/o los amenaza con represalias si ejercen sus derechos de crítica.
  • Controla los medios públicos de comunicación, manipulándolos sin miramientos y poniéndolos al servicio del gobierno y su partido como oficinas de propaganda. El caso más claro, Telemadrid, una televisión financiada por todos los madrileños y colonizada por los periodistas a sueldo del PP que falsean, mienten y hacen demagogia al servicio de su amo, acallando las voces crítica.
  • De este modo, se hace difícil que la opinión pública tenga un conocimiento aceptable de la pavorosa ineptitud de los gobernantes y los niveles de corrupción y despilfarro de sus administraciones.
  • Todo ello acompañado de una permanente campaña de los medios privados y públicos que ensalza las glorias de los gobernantes y ataca de modo torticero, falso y amarillista a sus adversarios. De lo primero, de los ditirambos ridículos que los incondicionales dedican a Rajoy, da pruebas abundantes ese comic de Planeta que se edita en Madrid y se llama La Razón. De lo segundo las campañas de bulos, mentiras e infundios contra los adversarios que periódicamente pone en marcha El Mundo, un libelo amarillista de una calidad ínfima, a la altura de El Alcázar,.
. (La imagen de Rajoy es una foto de La Moncloa en el dominio público; la de Franco también está en el dominio público. El montaje, fruto de la Minerva de Palinuro).

Sueño de una noche de verano.

Leo un tuit de Odón Elorza (@odonelorza2011) en el que dice que: "Los datos d CIS y Metroscopia desbaratan la alternancia y el péndulo d poder.Nos piden otra forma d vivir la politica. Otra forma de vivir la política es un understatement pero se entiende muy bien pues, para vivir de otra forma la política preciso es hacer otra política.
Odón Elorza es un socialista relevante. Tiene juicio, criterio, experiencia y dice lo que piensa razonándolo. Debiera haber más Odones Elorzas en el PSOE. Sería un partido menos dócil, más inquieto y difícil de manejar, pero más creativo, más plural, más abierto y, sobre todo conectaría mejor con una opinión pública que, como demuestran los sondeos, sigue alejándose de la órbita de los dos partidos dinásticos.
La desorientación de la izquierda y el abatimiento de la gente (que quizá tengan una relación causal) apuntan a una situación de lucha por la supervivencia del modelo de Estado social que se instauró en la posguerra y, por ende, de la propia izquierda. En opinión general esa supervivencia está condicionada al logro de una unidad de acción de la izquierda.
¡Ah, la unión de la izquierda! Deseo mítico, siempre postulado, jamás conseguido; un empeño al estilo de Sísifo que dura un siglo y nunca ha cuajado salvo contadísimas y muy problemáticas ocasiones, como los Frentes Populares de los años treinta, la Unidad Popular de Allende, el Programa Común de la Izquierda en Francia en los primeros ochenta, el improvisado intento de listas comunes en España al Senado en las elecciones de 2000 y muy poquito más y ese poquito, en los países nórdicos. Es prácticamente imposible forjar una unidad entre una izquierda generalmente mayoritaria, socialdemócrata y una multiplicidad de partidos de izquierda radical entre los cuales, en algunos casos, en España, por ejemplo, sobresale el Partido Comunista.
Pero en una cálida noche estrellada de agosto, mientras llega la segunda oleada de calor asfixiante está uno proclive a dejarse llevar por el ensueño de qué sucedería si la izquierda se tomara en serio la unidad. Porque convencido de esta necesidad parece estar todo el mundo al extremo de que se dicen verdaderos disparates. El otro día leí a alguien proponiendo una unión de la izquierda al margen del PSOE lo que supone al margen de seis o siete millones de electores. Se dice entonces que no se pretende marginar a las bases sino solo a la dirección. Suena a repetición de la vieja consigna de los años veinte y treinta, de unidad por abajo, dejando en la estacada a los dirigentes, una de las tácticas más antiunitarias que quepa imaginar.
La izquierda radical necesita de la moderada si quiere ejercer elementos de poder igual que la moderada necesita de la radical para no ejercer el poder en detrimento de su base social y en beneficio de la clase dominante. Para ello, entiendo, nada mejor que abandonar los debates dogmáticos sobre cuestiones muchas veces irrelevantes y que, en todo caso remiten a un pasado de enfrentamiento desvanecido con la Unión Soviética. Como no hay modelo para seguir ni experiencia que aducir (si no es amarga) y está todo por hacer, ¿por qué no sentarse a una mesa a ver qué coincidencias hay en fines y medios? Igual cabe poner en marcha algo eficaz. Las cuestiones acerca de quién es la verdadera izquierda, que son como las de los patios de colegios de niños, pueden quedar también apartadas por el momento.
Del lado de la socialdemocracia la suavidad de la noche invita a adoptar una actitud abierta, cooperativa, colaboradora. Los socialistas quizá puedan despojarse de sus prevenciones anticomunistas, eso que los propagandistas llaman el anticomunismo visceral, término curioso carente de contraparte. No he oído hablar de anticapitalismo visceral. No todas las izquierdas radicales son comunistas y los comunistas ya no son lo que eran, desde el momento en que han tenido que moderar, si no hacer a un lado, su viejo programa revolucionario que puede seguir soterrado pero del que nadie habla para no asustar a los votantes. Tampoco estaría de más que el PSOE se sirviera aclarar algunos puntos dudosos que afectan a cuestiones de principios. La más llamativa es el repetino carácter dinástico del partido. Este había mantenido la disyuntiva Monarquía /República en una especie de limbo para no generar un conflicto incómodo. Pero en los últimos tiempos el PSOE se ha pronunciado claramente a favor de la Monarquía allí donde no era necesario. Este giro rompe con una tradición republicana del socialismo de modo subrepticio, sin someterla a debate. Igual sucede con el principio del derecho de autodeterminación. Le ha pasado lo mismo que a la República, empezó cayendo en el olvido, no mencionado en discursos ni declaraciones y, reemergió por fin como la posición contraria; el PSOE es contrario al derecho de autodeterminación (de los demás, claro). Es comprensible pero ese ser contrario no puede ni debe impedir un debate libre y a fondo sobre la cuestión.
Al fin salen cantando Oberon y Titania una conclusión feliz, de la unidad de la izquierda puede depender que esta llegue al poder en las próximas elecciones, tras de las cuales le espera una tarea de gigantes pues tendrá que volver a poner en pie el Estado del bienestar que la derecha habrá destruido. Si las pierde, esa destrucción se consolidará. Y no solamente desaparecerá el Estado del bienestar sino también la posibilidad de construcción de la izquierda en España y en Europa por muchos años.
(La imagen es una foto de Abode of Chaos, bajo licencia Creative Commons). Es un retrato de Manolis Glezos).

dilluns, 6 d’agost del 2012

La falta de clase de la clase política.

El barómetro del CIS del mes de julio, como se esperaba, confirma los datos del de Metroscopia publicado hace unos días en El País. El estado de la clase política española es comatoso. Y peor que se pondrá. Presenta un gobierno sin apoyo popular. Su nota media en valoración ciudadana es de 3,09. El ministro peor valorado, es José Ignacio Wert, con 2,49, lo que tiene que ser mortificante para alguien imbuido de tanta petulancia como arrogancia. El propio presidente, con un raquítico 3,3, es el octavo de su gobierno, inferior a la nota de su vicepresidenta. En esto, al menos, Rubalcaba gana a Rajoy por cinco décimas (3,80), pero queda por debajo de Rosa Díez que es la política mejor valorada por la ciudadanía. Este hecho, en sí mismo, a juicio Palinuro, prueba que tampoco la ciudadanía merecemos una nota de aprobado.
Si vamos a la confianza que los dirigentes inspiran, el panorama es espeluznante. Rajoy inspira poca o ninguna confianza al 77,9% de los ciudadanos y Rubalcaba al 83,5%. Es decir, en román paladino: estamos gobernados por un baranda del que no se fían más de tres cuartas partes de los ciudadanos y contamos con una alternativa de la que aun se fían menos personas, en concreto, menos de una quinta parte.
La clase política es un desastre y así se refleja en el barómetro pues sigue apareciendo como la tercera preocupación de la gente, por detrás del paro y de los problemas económicos. Pero este último barómetro trae una novedad importante. Cuando la perspectiva de la pregunta varía (al preguntarse al entrevistado cuál es el problema que a él (ella) afecta más personalmente), el de la clase política empieza a ceder frente a otros que están subiendo. Adivinen cuáles: la educación, la sanidad y las jubilaciones. Es decir, el problema de la clase política empieza a perder en importancia pero solo porque la ganan las catástrofes que ella misma provoca.
El barómetro se hizo antes del viernes en el que Rajoy anunció los nuevos recortes y mermas. Es decir, en el siguiente, la clase política como problema habrá pasado probablemente a un 5º o 6º lugar, por debajo de la sanidad, la educación y las pensiones, que son los terrenos en los que los ciudadanos son saqueados por el gobierno y en donde se advierte la emergencia nacional.
En consecuencia con lo anterior, las intenciones de voto a día de hoy indican que los dos partidos dinásticos la tienen más baja que de ordinario. El PP ha perdido unos ocho puntos desde el 20N y el PSOE apenas ha ganado unas décimas. La abstención se dispara y el voto a segundas opciones, como IU y UPyD sube mucho, sobre todo la primera. Pero el panorama que el barómetro dibuja es que la opinión pública es pesimista, que prevé un futuro a corto/medio plazo igual o peor, que el partido en el gobierno se dedica en realidad al desgobierno y a atracar a la población con la excusa de una crisis que en gran medida ha provocado él mismo por su ineptitud (caso Bankia) mientras que el país carece de una oposición viable pues la gente la mira con más desconfianza que al mismo gobierno.
No es admisible que trimestre tras trimestre, sondeo y barómetro tras sondeo y barómetro que certifican el hundimiento del PSOE este siga sin reaccionar y mantenga la apuesta por una dirección que los votantes evidentemente no aceptan. Rubalcaba perdió estrepitosamente las elecciones del 20N. Y desde entonces, cada vez que hay un sondeo o barómetro, vuelve a perderlas con márgenes cada vez mayores. 
¿Tiene sentido perseverar en el error?
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).


El espíritu de la democracia.

El rasgo principal de la democracia es que encierra múltiples significados. Para Aristóteles era el gobierno de los pobres. Para Rousseau, la identidad entre gobernantes y gobernados. Otros autores la veían como el gobierno de la masa, una amenaza a la libertad individual, por ejemplo, Kant. También son variados los requisitos que se le exigen. Prevalece el principio de la mayoría, mayoría a la que ha de llegarse mediante elecciones con sufragio universal. También se pide garantía de las minorías frente a una hipotética "tiranía de la mayoría". Esto presupone la igualdad ante la ley. A veces los requisitos de la democracia son los del Estado de derecho, el primero de todos, el imperio de la ley. Probablemente todas estas determinaciones sean necesarias para que haya democracia aunque quizá no sean suficientes cada una por separado.
No existe concepto nítido de democracia; el que hay es difuso. Muchos afirman que la democracia no es un concepto sino un espíritu, una forma de ser. Cosa que suele aplicarse a otras convicciones políticas, por ejemplo, el liberalismo del que también se dice que no es tanto una ideología como un modo de ser. Igualmente, el fascismo sostenía y, supongo, sostiene, ser un estilo.
Me gusta pensar en la democracia como eso, mucho más difuso aun, que suele llamarse cultura o sea, un espíritu; el espíritu democrático. Y me gusta asimismo identificarlo con el espíritu caballeresco pues estoy convencido de que este representa el estadio más alto de la civilización y la moral en concreto. Ciertamente, no todo en el espíritu caballeresco es encomiable. Sus presupuestos socioeconómicos son odiosos y su concepción de la mujer, inaceptable. Ambas deficiencias, sin embargo, afectan a otras culturas y espíritus
El caballeresco está basado en la lealtad y el juego limpio, el fair play que son los componentes de la nobleza y obedece a una serie de mandatos claros: no se miente nunca; jamás se ataca a los más débiles; siempre se cede la iniciativa al adversario; se garantiza la igualdad de medios y condiciones; no se combate con desigualdad de medios cuando la desigualdad nos favorece; no se ataca al anemigo caído; no se hacen trampas. Se entiende la razón por la que propugno pensar en el espíritu democrático en términos caballerescos.
Toda la operación de desembarco de ideólogos conservadores en RTVE y la purga de periodistas independientes no tiene nada que ver con el juego limpio. Aunque el Guardian, dé la noticia diciendo que el gobierno despide a los periodistas críticos con las medidas de austeridad, no parece que estos periodistas hayan criticado más a este gobierno que al anterior y nadie se planteó echarlos entonces.
Tampoco es fair play -aunque pueda ser legal- cambiar las reglas del juego en mitad de la partida por un acto de fuerza. El cambio de la ley que regulaba la elección del presidente de RTE para poder imponer el candidato propio sin tener que consensuarlo con nadie es juego sucio. Ambas medidas, la purga de periodistas y la invasión de RTVE, por lo demás, son elementos de un proyecto más ambicioso al que definitivamente cabe considerar como el mayor ataque del gobierno a los principios del juego limpio. Controlar por entero los medios públicos de comunicación para adoctrinar con ellos a la población, no permitir que los críticos o disidentes se hagan oír, monopolizar el mensaje y no dejar hablar a los demás, no tiene nada que ver con el juego limpio. Nada que ver con la democracia. Es un acto despótico y tiránico. Eso lo sabe todo el mundo. Incluido el gobierno.

diumenge, 5 d’agost del 2012

La derecha y la TV: censura y manipulación.

La derecha no cree en sus creencias, no piensa sus pensamientos, no siente sus sentimientos. No es sincera. Si lo fuera, si creyera de verdad lo que dice, no necesitaría poner los medios de comunicación públicos a su estricto servicio, encomendando su dirección a unos sectarios a sueldo sin escrúpulo alguno, con el encargo de convertirlos en maquinaria de agitación y propaganda de su partido. Como ya lo es Telemadrid, una basura al servicio incondicional del PP y en concreto de Esperanza Aguirre, con unos comunicadores espléndidamente pagados para mentir y tergiversar sin pausa.
Si la derecha fuera sincera, habría respetado la norma heredada de los socialistas de escoger al presidente de RTVE mediante una mayoría cualificada del Congreso, lo que obligaría a un nombre de consenso. Pero eso no puede permitírselo el PP porque sabe que necesita mentir, engañar y manipular pues ni él mismo cree en lo que dice. Por eso le viene muy bien disponer de los presupuestos públicos para comprar comunicadores apesebrados, cuyo negocio es servir a su amo con la lacayuna fidelidad con que los periodistas lamían las botas del criminal Francisco Franco.
La situación es análoga a la de la dictadura pero peor porque en aquella no hacía falta disimular. Todo el mundo sabía que los medios de comunicación decían lo que Franco ordenaba y ni Dios rechistaba. Ahora hay que hacer un paripé democrático y aguantar que, si te pasas de embustero, de chulo, de difamador o de mero imbécil, te pueden llevar a los tribunales y hasta es posible que estos fallen en tu contra, como le sucedió al inenarrable Urdaci.
Los que desembarcan ahora son todos Urdacis y su firme voluntad, convertir la RTVE en el NODO hasta arruinarla como ya han hecho con Talemadrid y Canal Nou.
Es curioso. Como su espíritu es el fascismo que también pretenden inocular de tapadillo en la enseñanza, todavía no se han enterado de que, en el mundo de internet, ese intento de manipular los medios públicos y hacerlo tan desvergonzadamente ya no funciona y se volverá en su contra. Entre tanto, sin embargo, quienes miran la televisión ya pueden prepararse para aguantar un medio con una categoría a la altura mental de quienes se disponen a hacerla, es decir, de los protozoos
(La imagen es una foto de terminallychll, bajo licencia Creative Commons).

Más sobre el letargo del PSOE y la izquierda..

La entrada de ayer, El letargo del PSOE me dejó pensando cómo hemos llegado hasta aquí, cómo es posible que en mitad de la mayor crisis del capitalismo desde la de 1929, la izquierda esté sin discurso y sometida al pensamiento único o consenso neoliberal.
En los últimos treinta años se ha vivido una hegemonía ideológica conservadora aplastante. La izquierda, hegemónica a su vez después de la segunda guerra y durante la guerra fría, se dejó desplazar por una derecha que, lectora de Gramsci, había comprendido que la batalla importante era la de las ideas. Esta sustitución estuvo posibilitada por la proliferación de los centros ideológicos conservadores, fundaciones, institutos, cátedras universitarias, Think tanks, medios de comunicación. Todos dedicados a propagar la propia doctrina y aniquilar la(s) contraria(s), todos dedicados a difundir discurso, discurso ideológico. Normalmente de dos tipos: a) el práctico, inmediato, el de los intereses materiales de la gente, cómo prosperar individualmente en una sociedad basada en el egoísmo racional, y b) el teórico, más elaborado, el de los valores que se dice defender. Normalmente los dos discursos no se mezclan porque, en principio, pertenecen a universos mentales distintos (el utilitarismo y el tradicionalismo conservador), pero van siempre juntos y el de los valores, familia, orden, disciplina, Patria y trabajo duro, acaba emergiendo siempre porque, en el fondo, no son distintos, sino que se presuponen: el discurso utilitario es autoritario.
Frente a esto la izquierda comparece desamparada. Su infraestructura de difusión ideológica es mínima, apenas algún periódico en algún país y con pocas fundaciones y menos financiación. Las grandes empresas, las mutinacionales, no suelen financiar centros de investigación de izquierda. Para mayor dificultad esta aparece dividida en dos, en una separación que traduce una sempiterna querella en su seno acerca de medios y fines. Es la divisoria entre la socialdemocracia, que acabó renunciando a la aspiración revolucionaria, y la otra, más radical, que antes se llamaba "revolucionaria" y ahora prefiere llamarse "transformadora" porque también ha moderado su lenguaje. En términos electorales la izquierda más radical ha tenido siempre resultados menos que mediocres pero la actual crisis le permite abrigar la esperanza de obtenerlos muy brillantes, al estilo griego, aunque acabe uno quedándose fuera del gobierno.
La socialdemocracia se encuentra en una trampa: su participación en el consenso neoliberal no la beneficia pues los votantes de aquel jamás la votarían. La transferencia de votos de la derecha a la izquierda es poco frecuente y en España, inimaginable. Esa participación, sin embargo, perjudica y mucho a la  socialdemocracia, pues comparte la responsabilidad en los fracasos que todo neoliberalismo cosecha. Por el otro lado, la izquierda "transformadora" está robándole los derechos de autor  como se ve por el hecho de que se presente como la única defensora del Estado del bienestar que es la específica creación socialdemócrata, atacada en su día por la izquierda "revolucionaria", la antepasada de esta otra.
La falta de discurso de la socialdemocracia actual tampoco es enteramente cosa suya pues viene de antes. Es muy difícil distinguir la tercera vía, de Blair o el nuevo centro, de Schröder del neoliberalismo. Así que tampoco es cuestión de ponerse nerviosos por no poder remediar en un santiamén algo que viene de lejos. Pero si la socialdemocracia quiere reelaborar su discurso propio debe comenzar repasando valores y principios, que han sido relegados por la presión de la práctica del día a día y la aceptación implícita de los que postulan los neoliberales: individualismo, egoísmo, desregulación, privatización, cada cual para sí mismo y reducción del Estado a la mínima expresión, al Estado mínimo, de Nozick. Pase que la socialdemocracia no profundice en la concepción hegeliana del Estado como lugar de la eticidad absoluta. Pero de ahí a reducirlo a la nada (que el sueño neoliberal incluye privatizar el ejército, la polícia, la justicia y el sistema penitenciario), media un abismo.
Ni una sola broma más sobre el Estado, emanada de discurso antiestatista desfachatado de un@s polític@s sinvergüenzas que lo atacan mientras  llevan toda la vida viviendo de él; del similar de unos empresarios -algunos de ellos delincuentes- que solo quieren ponerlo a su servicio para explotar a sus semejantes. El Estado del bienestar es obra de la socialdemocracia (aunque no solo de ella) y debe reivindicarlo y luchar por él primero como Estado y luego como bienestar. Y es preciso plantear esa lucha en el terreno apropiado: el de los principios. El primero de todos, el de una concepción del Estado como representante de los intereses de todos, no solo de la casta dominantes. Este discurso debe desembocar en uno más amplio que la socialdemocracia debe ampliar, profundizar y defender con decisión, en lugar de hacerlo acomplejadamente, un discurso en clara defensa de lo público en todos los órdenes, desde los económicos a los morales en cuanto atienden a los principios de equidad, solidaridad, redistribución e igualdad. Porque es lo moralmente superior, aunque a Aguirre le dé un ataque de ictericia.
Son controversias que hay que dilucidar en este territorio teórico, cosa que no se hace porque los políticos socialistas temen perder apoyo electoral si dejan de hablar de cuestiones prácticas, inmediatas, en donde los conservadores los tienen embarrancados sin privarse a su vez de soltar las grandes peroratas doctrinales. Junto a esta cuestión de refutar la demagogia antiestatista de los ideólogos empresariales (que, por lo demás, es autodestructiva) y de demostrar la superioridad de lo estatal  y lo público porque es lo de todos, la socialdemocraci debe elaborar otro asimismo probando de modo fehaciente que la política de privatizaciones ha sido un desastre, elevado a catástrofe (la actual) al unirse a la política de desregulaciones. Y no solo en el terreno de los hechos en el que bien a la vista está cómo esas privatizaciones y desregulaciones han provocado la actual crisis del capitalismo que, como todo el mundo sabe ya, es una estafa, una más, de los ricos a l.os pobres, de la minoría a la mayoría, sino, sobre todo, en el de los principios.
Los ricos tienen dinero suficiente para comprar teóricos, intelectuales, comunicadores, periodistas, dispuestos a embellecer su discurso ideológico explotador que, en último término, nos lleva al estado de naturaleza y la ley del más fuerte. La socialdemocracia ha de hacer frente a ese ataque ideológico venal, defendiendo su principios (ámbito de lo público, regulación, solidaridad, justicia social) supliendo con convicción, creatividad y desinterés la falta de medios materiales. Pero tiene que hacerlo.
(La imagen es una foto de Barcex, bajo licencia Creative Commons).

dissabte, 4 d’agost del 2012

El letargo del PSOE.


Un buen artículo de Odón Elorza en El País de hoy, titulado La regeneración y el reencuentro con la política formula lo que mucha gente piensa y también buena parte de la militancia del PSOE, aunque entre esta se dice con menor frecuencia a causa de los interesess creados, las alianzas de unos y otros y la necesidad de no significarse mucho en actitudes y juicios que puedan molestar a la dirigencia actual. Elorza, como alguna otra personalidad socialista de equiparable peso, no tiene por qué temer represalias, pero no es un caso generalizable. Entre los militantes, los simpatizantes y los votantes sigue reinando un ánimo de decepción y frustración muy similar al que imperaba en noviembre del año pasado. No lo digo yo, lo dicen todos los sondeos. A ocho meses de la más estrepitosa derrota del PSOE en los últimos 35 años, el partido no levanta cabeza. Al contrario, cada vez aparece más marcado por esa injusta equiparación que se le adjudicó con el PP de "PSOE y PP,. la misma mierda es", una igualdad que, si era difícil de refutar cuando se estaba en el gobierno aplicando políticas neoliberales, resulta absurdo que se padezca también en la oposición, cuando es más facil diferenciarse.
La dirigencia actual aparece ahora cómodamente instalada en una situación de inactividad casi abstencionista en la que no solamente no se ha acometido nada de lo que Elorza considera imprescindible para el propósito regeneracionista (singularmente la autocrítica de los errores del pasado) y no se han cambiado los rostros ni los mensajes sino que tampoco se hace oposición al gobierno más despótico, más tiránico, más antipopular e injusto que ha tenido España desde los tiempos de Franco. 
Sin duda, el PSOE recurre medidas arbitrarias del gobierno y se opone a ellas en el parlamento, aunque con escaso éxito pues, con su mayoría absoluta, el gobierno ignora la cámara. Es decir, hace una oposición democrática, civilizada, normal. Pero no son tiempos de normalidad. La brutalidad y el radicalismo con los que el PP está imponiendo su programa máximo prueban que ha entendido la oportunidad del momento y no va a desaprovecharla. Igual que de un manotazo se ha cargado todo el ordenamiento jurídico laboral para dar a los empresarios lo que pedían; igual que ha destruido el endeble equilibrio conseguido por el PSOE para una RTVE objetiva y de calidad y la ha convertido en una cuadra de sicarios y esbirros del partido; igual que deja a los niños sin escuelas y a los enfermos sin hospitales, trata el parlamento como si estuviera de adorno. 
No es cosa de que el PSOE se reduzca a la oposición extraparlamentaria para iniciar un proceso revolucionario, pero sí de que no puede seguir ignorando la cada vez más articulada y poderosa reacción de la calle ante las agresiones de un gobierno neofranquista y solo así conseguirá diferenciarse de su adversario ante los ojos de la gente.
Tampoco se trata de que Rubalcaba deje de sentar plaza de prudente ofreciendo cada día pactos y acuerdos al gobierno que este suele ignorar despreciativamente. Pero sí de que la política del PSOE no puede quedar reducida a ese espíritu de colaboración tan fácil de interpretar mal. Tiene que ejercerse continuamente, ser contraria a la del PP y difundirse por todas las vías para que la gente tenga conciencia de ella. En este terreno, en el de la formulación de una alternativa socialdemócratsa clara a las mentiras e injusticias del PP es en donde el PSOE tiene que empezar a ganar las próximas elecciones.
Por supuesto, no se trata de improvisar un programa en veinticuatro horas cuando no se ha hecho en ocho meses. Pero sí de empezar con la tarea, que no es fácil. Los últimos veinticinco años han sido de hegemonía neoliberal en Occidente a la que la socialdemocracia, por comodidad o carencia de ideas, se ha ido plegando hasta que ha llegado el momento de una crisis como la actual y el socialismo democrático se ha encontrado con que no tenía construcción  teórica propia válida y ha tenido que abordar aquella con las categorías intelectuales de su adversario. Y eso es lo que hay que empezar a cambiar. 
Si se admiten acríticamente los postulados filosóficos y antropológicos de la derecha en cuanto a la relación individuo-colectividad, los derechos fundamentales, la democracia, la relación entre el Estado y el mercado, el binomio libertad-igualdad, el valor de la personalidad, la solidaridad, la autoayuda etc, es claro que, llegado el momento, el PSOE no tendrá perspectiva sujficiente para presentar sus propias medidas concretas y tendrá que valerse de las de la derecha. Y ahí está el desastre.
Parece mentira que esto no se haya hecho ya, no digo en España sino en Europa a la vista del pavoroso fracaso del neolioberalismo, incapaz de resolver la crisis que él mismo ha creado y de frenar la degradación de nuestras sociedades a niveles de miseria. Por eso no valen ya las excusas y la socialdemocracia -el PSOE el primero, pues dispone de tiempo  libre en abundancia- tiene que revisar sus postulados doctrinales fundamentales, proponer una hipótesis explicativa del funcionamiento de las sociedades capitalistas con sus crisis, dibujar un orden justo, humano, libre al que orientarse estratégicamente y hacerlo de modo tal que pueda recuperar la hegemonia ideológica, perdida en favor de un pensamiento francamente pobre, elemental y falso, el neoliberalismo, una ideología en el sentido más mistificador del término.
Esa es la tarea.