dilluns, 5 de març del 2012

La monarquía.

El editorial de ayer en El País en defensa de la monarquía española (El ‘caso Urdangarin’ y el futuro de la Monarquía), se comentó mucho en la corrala digital. ¡Por fin el diario de referencia muestra sus cartas! Poker de Reyes, y que se fastidie el ABC, realista casposo, incapaz de entender la esencia posmoderna de una monarquía democrática o una democracia monárquica.

¿Qué necesidad había de salir a tumba abierta con el sable desenvainado en defensa de la institución? Grande había de ser pues, con estas ardorosas defensas, se corre el riesgo de debilitar la causa que se propugna que muy sólida no será cuando precisa paladines. Y, en efecto, grande era la necesidad: la necesidad de aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid. Más claramente: El País aprovecha que la monarquía en España está sometida a injusto descrédito y ataque a cuenta del "caso Urdangarin" para salir en defensa de la institución en sí misma que es lo que, en el fondo, le mola.

Efectivamente es injusto proyectar sobre la Corona, sobre el Rey o sobre quien sea las sombras de los supuestos delitos urdangarinianos. El Rey no es responsable de los actos de Urdangarin. En realidad no es responsable de los actos de nadie, ni siquiera de los suyos, lo cual es verdaderamente pintoresco. Y tampoco lo es la institución que encarna. Tiene, pues, razón El País: establecer aquí una relación de causa efecto es cosa de prensa amarilla o del corazón. O sea de gente que no merece consideración.

Pero una cosa es explicitar perogrulladas y otra distinta meter de matute convicciones ideológicas como si repondieran a las leyes imperecederas del universo. Decir que la monarquía no tiene que padecer descrédito alguno por el comportamiento de Urdangarin es una cosa y otra muy distinta sostener que un debate sobre la jefatura del Estado "no es más que una contorsión intelectual y mediática que la sociedad española debe rechazar con toda contundencia", remachar que "España no necesita de un debate artificial sobre la jefatura del Estado" y concluir como quien no quiere cosa que la Monarquía es "la forma de Estado que libremente fue asumida por los españoles durante la Transición política".

El Pisuerga pasa por Valladolid pero la gente no es tonta. No es verdad que la monarquía sea la forma de Estado libremente asumida por los españoles. La Ley para la reforma Política de 1976 que consagraba la Monarquía era la 8ª Ley Fundamental franquista y el referéndum en que se aprobó, un referéndum franquista, aunque sin Franco. Votar "sí" era malo; pero votar "no" era peor. ¿En dónde estaba la libertad? La Constitución de 1978, hoy vigente, que se hizo al amparo de dicha ley (que ella misma deroga después, como para borrar las huellas de su innoble origen), ya traía el Rey puesto. Es decir, el Poder Constituyente no era tal, sino un mero poder constituido que se limita a reconocer la Monarquía previa con el Rey que sanciona el texto. La prueba es que ni entonces ni ahora habló nadie de Cortes constituyentes, ni de poder constituyente. Cabe hablar, aunque no se haga por cierto pudor, de una Carta otorgada antes que de una Constitución.

Pero lo interesante del argumento del fervorosamente monárquico diario no es que falte a la verdad como si fuera un historiador de la Real Academia de la Historia, sino que dé por válidos argumentos de parte altamente cuestionables. El más típico, el primero que viene a la boca de todo monárquico es que el debate república-monarquía en España no es oportuno ahora, que no es el momento. Pero ¿ha sido alguna vez el momento? ¿Será alguna vez el momento? Jamás. Unas veces porque las circunstancias son anómalas y otras porque son normales, nunca es el momento de plantear este perfectamente legítimo debate. En realidad, sin embargo, siempre es el momento; siempre lo ha sido y siempre lo será. Los ciudadanos tenemos derecho a decidir la forma de Estado y tenemos derecho a ejercer nuestro derecho cuando queramos.

Aquí aparece ahora el argumento decisivo de El País, de un acendrado monarquismo: es que, en el fondo, no tenemos ese derecho, que todo debate sobre la forma de Estado es "una contorsión intelectual y mediática", un "debate artificial", que la Monarquía es indiscutible y "el Rey y su heredero encarnan la legitimidad constitucional de la Monarquía" y, además, es intangible porque "el Rey y la Corona han rendido y seguirán prestando servicios impagables a la libertad de nuestros ciudadanos, a la democracia española" y porque "necesitamos apoyar nuestras instituciones, no crearnos problemas que no tenemos". Batería verdaderamente impresionante de razonamientos para parar al republicano más encendido: no hay que ser berzotas, la Monarquía es legítima, es útil y conviene reforzar nuestras instituciones.

Pero todo esto son pavadas. Guste o no guste, mientras no haya un referéndum específico, la legitimidad de la Monarquía será la de los delincuentes sublevados el 18 de julio de 1936 y en cuanto a su utilidad, da algo de vergüenza preguntar si también hay que ser monárquicos simplemente porque el Rey cumpla con su deber. ¿Es que podría no hacerlo? Por lo demás, queda por demostrar que la monarquía sea más "útil" a los efectos de la gobernación de España que una república. ¿Por qué no?

No obstante, tanta obviedad tiene que ocultar algo. ¿Cuál puede ser la razón del furibundo ataque de monarquitis de El País? ¿Por qué no se puede discutir la monarquía y pedir una república? De hecho, los apoyos sociales de la institución descienden. ¿Acaso la monarquía española puede mostrar una acrisolada ejecutoria de servicio a los intereses nacionales? Los Borbones, en concreto, han sido destronados y substituidos en tres ocasiones (Carlos IV/Fernando VII, Isabel II y Alfonso XIII), ¿por qué no una cuarta, de modo pacífico tras una consulta popular? Pues justamente por lo de siempre: por miedo. El rasgo característico del discurso político de la burguesía española. El miedo.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 4 de març del 2012

El socialismo madrileño (y el valenciano).

Ha estado bien el congreso del PSM. Tomás Gómez ha sido reelegido en limpia lid con Pilar Sánchez Acera y con una mayoría holgada. Las primarias son siempre una gran cosa y parece que ya se instalan indiscutiblemente en el PSOE. Resulta difícil de entender que unas personas que van a presentarse después a unas elecciones competitivas por una presidencia de gobierno nacional o autonómico no sean a su vez candidatas por elección sino por designación. Es una contradicción. Así que las primarias están muy bien pues, como se ve, clarifican las cosas. Y todavía estarían mejor si, en lugar de votar solo los delegados, votaran todos los militantes. Y lo ideal es que hubiera primarias abiertas; abiertas a los electores.

El caso es que el PSM ya tiene un líder probado, ducho en política local y autonómica que puede empezar a prepararse para perder las próximas elecciones autonómicas de 2016, como tiene su partido por costumbre desde los años noventa del siglo pasado. Le ocurre lo mismo que en Valencia, dos comunidades autónomas importantes con fuertes partidos socialistas que fueron de gobierno, quedaron barridos de este en los años noventa y, desde entonces, no han levantado cabeza. Cuatro legislaturas del PP con mayoría absoluta en Madrid y algo parecido en Valencia con unos partidos socialistas sumidos en el marasmo, las peloteras internas y la más absoluta irrelevancia debieran ser suficientes para que esos partidos recapitularan en serio sobre lo que han hecho mal. Y no solo mal, sino requetemal. Que el partido socialista valenciano no sea capaz de obtener mejores resultados electorales frente a una camarilla cuya política, en la medida en que no es una ruina, está ante los tribunales de justicia es algo pasmoso. Pero no menos lo es un partido como el madrileño en el que se dio el espectáculo del tamayazo.

Dejo de lado el caso valenciano que considero incomprensible y me centro en el madrileño. Una de las causas de la mala fortuna electoral de este es su bajísimo perfil. La gente no sabe bien qué es el PSM y mucho menos qué propone. Falta de visibilidad que no cabe achacar a la de la comunidad autónoma como prueba la presencia cotidiana de Aguirre opinando literalmente sobre todo. Aquí, suele decirse, hay un problema de comunicación del socialismo madrileño.

Quizá. El gobierno del PP hace un uso partidista cerrado de los medios públicos y los privados no suelen ser favorables a los socialistas. Pero lo más grave para el PSM es la continua injerencia del gobierno central en sus asuntos. Parece como si este considerara la Comunidad de Madrid casi como territorio propio y se animara a hacer con ella lo que no hacía con las otras, esto es, apadrinar candidatos. Lo hizo Rodríguez Zapatero y también Rubalcaba y este sigue haciéndolo ahora pues, al parecer, la rival de Gómez, Pilar Sánchez Ocaña, es de tendencia rubalcabiana.

Si el PSM ha de alcanzar un perfil propio y ser conocido de la ciudadanía madrileña esas interferencias de las altas esferas del partido o del gobierno deben acabar. Pero eso es muy difícil porque, a su vez, el PSM, a diferencia del socialismo valenciano, tiene una vocación nacional. La clara victoria de Gómez permite verlo como posible substituto de Rubalcaba en el caso de que este pierda las elecciones generales de 2015, cosa nada extraña. A estos efectos sería conveniente que Gómez ganara antes unas elecciones autonómicas. Y aquí es donde el flamante secretario general tiene que ampliar y profundizar su programa de izquierda socialdemócrata.

En todo aquello que entre en las competencias de la Comunidad Autónoma, la alternativa de izquierda tiene que existir y ser conocida: la laicidad; la defensa de lo público, del Estado del bienestar, de las políticas fiscales progresivas, de la redistribución y de los servicios sociales; la aplicación de medidas de estímulo económico financiadas fiscalmente; la sanidad pública, universal y gratuita de calidad; la educación pública gratuita; la recuperación de los derechos laborales de los trabajadores; la lucha contra la corrupción; el adelanto de las mujeres; la ampliación de los derechos civiles y la protección del medio ambiente. El discurso de la izquierda.

Los negros de Redon.

La sala Mapfre del Paseo de Recoletos expone obra de uno de los pintores más raros de la historia, Odilon Redon. Contemporáneo de los impresionistas, con quienes llegó a exponer en alguna ocasión, parece haber nacido en Marte. Ni por su estilo, ni por su técnica o temas tiene analogía con nadie más. Si algún parentesco hay que buscarle, será el de Moreau, otro único con el que le une el simbolismo. Pero así como el de Moreau es sosegado, solemne, hasta cierto punto academicista, el de Redon es tumultuoso, atormentado y muchas veces onírico, razón por la cual los surrealistas lo tienen en gran estima.

Pero en ambos casos, simbolismo. Son los creadores de su estética. Por eso colecciona la obra de ambos el caballero Des Esseintes, el antihéroe de la literatura maldita, el modelo de Dorian Gray, en la novela de Huysmans, el malditismo por excelencia. Y que no es el tal Des Esseintes un novato. También colecciona grabados de Callot y obra de Luyken en cuya estirpe sitúa a Redon.

La exposición (que debe de ser la primera monográfica en España y que está hecha en colaboración con el Musée d'Orsay) no trae mucha pintura y esta, salvo los "ojos cerrados" y el "sueño de Calibán" no es de lo más impresionante de su obra. En cambio hay abundante dibujo y obra gráfica y en especial litografías en homenaje al Goya de la serie negra. Lo negro tiene un valor seminal para Redon. La serie "en el sueño" ya trae sus propias "negruras", sus cabezas cortadas en bandejas, sus globos oculares gigantescos e independientes y alguna otra obra que recuerda los grabados de Klinger.

También hay ilustraciones para temas que lo apasionaron. Por ejemplo, una serie ("el origen") sobre la evolución de la especie, directamente inspirada en el evolucionismo darwiniano en la que aparecen figuras y seres que solo una imaginación alucinada podía concebir. Asimismo interpretaciones soprendentes de figuras clásicas, como los cíclopes, un tema recurrente, hasta llegar a un ser humano que parece huir de nosotros. Resulta curioso que una teoría tan rigurosamente basada en la observación de hechos reales y tan meticulosamente registrada por el autor dé lugar a una explosión de fantasía tan extraordinaria. Igualmente fascinante es una serie inspirada en la lectura de Poe, un autor de culto para los simbolistas. Pero aquí ya estamos en un terreno más comprensible porque se trata de la transferencia del reino de la imaginación poética a la plástica.

Se queda uno mirando el famoso autorretrato de 1867, el autor con veintisiete años, que gira la cabeza hacia nosotros como si le hubiéramos tocado en el hombro y nos mirara preguntándonos qué deseamos. Y, en el fondo, lo que deseamos es ver qué cara puede tener un hombre que dibuja una araña llorando.

Me queda por ver una exposición de las fotografías de Lewis Hines que hay en el piso superior de Mapfre. Ayer había mucha gente, sobre todo señoras. Alegra ver que el personal va a ver exposiciones de arte en lugar de atontolinarse con la tele, pero agobia un poco.

dissabte, 3 de març del 2012

El déficit es un tigre de papel.

Rajoy se ha hecho maoísta y ha decidido que el déficit es menos fiero de lo que lo pintan, que es un tigre de papel. Así, se ha armado de valor y ha decidido incumplir la última promesa electoral que le quedaba por saltarse: el respeto al límite del déficit en el 4,4% del PIB. Ese límite estará ahora en el 5,8%. Los barandas europeos rezongan en sulfurados apartes contra esta laxitud hispana y amenazan con las jaurías en los mercados porque este incumplimiento español arrastrará otros en la eurozona y esto puede convertirse en un quilombo.

Rajoy ha hecho bien porque la gente merecemos un respiro, al menos antes de ponernos a marcar el paso de la oca después de las elecciones andaluzas. Pero nada de esto le hubiera lucido si ahora se encontrara con un Aznar tronando a los cuatro vientos en todos los foros internacionales en contra del incumplimiento español y sosteniendo que, de hecho, es una quiebra del Estado, que España no puede pagar, que está en default. Por fortuna para él, Rajoy no tiene detrás un Azar sino un Rubalcaba que lo apoya expresamente en la medida (en lugar de atacarlo, como hubiera hecho el propio Rajoy de estar en la oposición) y hasta le dice que es bienvenido por haber vuelto a la racionalidad.

Esa es una diferencia notoria entre la izquierda y la derecha. La derecha pone sus intereses de partido por delante de los del país y la izquierda hace al revés, los del país por delante de los del partido, como demostró Rodríguez Zapatero. La izquierda hace política; la derecha, guerra.

(La imagen es una foto de La Moncloa,en el dominio público).

Las víctimas y la hipocresía.

L@s mism@s que se rasgan las vestiduras porque los sindicatos hayan convocado una manifestación de protesta el 11 de marzo, aniversario de la matanza de Atocha, son los que, por otro lado, han decidido suprimir la Oficina de Víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura. Por lo que parece, no todas las víctimas son iguales. Debe de haberlas de primera y de segunda.

Las víctimas del 11-M son preferenciales o tal cosa se viene a insinuar. Aunque tampoco con mucha fuerza de convicción ya que también es cierto que quienes se rasgan las vestiduras por estas víctimas son más o menos quienes llevan años tratando de deslegitimar la decisión judicial sobre el caso y procurando reabrirlo, convirtiéndolo en un espectáculo, razón por la cual aplauden el anuncio del Fiscal General del Estado de que reabrirá diligencias sobre los trenes del 11-M que el Supremo archivó. Mucho en el fondo no les importan ni las víctimas cuya honra escandalizamente esgrimen. Más bien parece que quieran instrumentalizarlas para otras querellas políticas.

Porque tanto rasgarse las vestiduras en público suena a hipocresía ya que de lo que se trata es de deslegitimar a los sindicatos a los que se está hostigando por todas partes. Cosa tanto más llamativa cuanto que la presidenta de la asociación mayoritaria de víctimas del 11-M, Pilar Manjón, ya ha dicho que no piensa colaborar en la actividad deslegitimatoria y ha aprovechado de paso para dar un dato preocupante: hasta la fecha, la asociación mayoritaria de víctimas del 11-M, la de la propia Pilar Manjón, no ha sido invitada a los actos conmemorativos del Ayuntamiento y la Comunidad.

Que es un acto de hipocresía es patente y, para que lo entiendan las católicas damas que rigen los gobiernos municipal y autonómico, se lo presentaremos con música de esos evangelios que dicen profesar. Vayan a San Lucas (6, 6/8) y lean cómo Cristo sanó a un tullido en la sinagoga y, ¡en sábado!, cosa que los fariseos estaban espiando para acusarlo a continuación de impiedad. Porque el sábado ha de santificarse y en él no puede hacerse nada. Igual que en el 11-M.

(La imagen es una foto de Eric Rojas, bajo licencia de libre documentación GNU).

divendres, 2 de març del 2012

El gobierno y la Gürtel.

La política, como la religión, es en parte cosa de ritos, de formas, de símbolos. Ambas, la religión y la política, apuntan al futuro; en el más allá o en el más acá, pero futuro. El presente es un anuncio del povenir. Por eso todo lo que se hace tiene un significado que lo trasciende.

El gobierno ha destituido fulminantemente al equipo de inspectores de Hacienda que descubrió y denunció la trama Gürtel y, en su lugar ha nombrado jefa adjunta de la ONIF (Oficina Nacional de Investigación del Fraude de la Agencia Tributaria) a Pilar Valiente quien fue presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores en tiempos de Aznar y hubo de dimitir por un comportamiento que el rey calificaría de "poco ejemplar". El mensaje que las dos medidas envían es claro: tapar la Gürtel.

El PP consiguió que dimitiera el ministro socialista de Justicia, Bermejo, por sus relaciones cinegéticas con el juez Garzón y posteriormente se constituyó en parte en algún proceso contra este juez, también debelador de la Gürtel, al que se ha acabado expulsando de la carrera judicial. Es evidente que la actitud del PP en todo el asunto de la Gürtel es contraria a la ética democrática que obliga a los partidos de gobierno a facilitar la acción de la justicia, la persecución del delito y no a entorpecer la una ni ocultar el otro.

Entender que los órganos del Estado son instrumentos de partido es la peor perversión del sistema democrático, cuyo pivote esencial e el Estado de derecho. No Estado de partidos. Tomar represalias políticas con los funcionarios equivale a retrotraer el Estado a las prácticas de la Dictadura o, incluso antes, a las de la Restauración.

Y símbolo por símbolo, mientras el gobierno español se enreda simbólicamente en el caso Gürtel, el Congreso de la Argentina ovaciona al juez Garzón, recientemente condenado por prevaricación por el Tribunal Supremo de la Madre Patria. Lo que es verdad de un lado de los Pirineos es mentira del otro y lo que es justo a un lado del Atlántico es injusto al otro. Pero eso no es admisible.

(La imagen es una foto de La Moncloa que está en el dominio público).

El dinero y el tiempo.

La Unión Europea no flexibiliza el objetivo del déficit que se queda en ese asfixiante 4,4% del PIB hasta mayo. Rajoy se vuelve por donde se fue. Si esto le pasa a Rodríguez Zapatero, al llegar, lo hubieran recibido a pedradas. Rajoy no tiene detrás un Aznar diciendo a quien quiera oírle que España no puede pagar ni el recibo de la funeraria.

Igual que hace con Grecia, la Unión no da dinero; da tiempo. "El tiempo es oro" decía, al parecer, Franklin y de ahí sacó mucha punta Max Weber. Pero, además de oro, el tiempo puede ser plomo; plomo en las alas. En realidad, la Unión no rebaja el importe de la deuda sino que lo "renegocia" y, por ende, lo encarece. Con eso el país no podrá remontar el vuelo y, si lo remonta, no será como reina en el vuelo nupcial sino como zángano.

El tiempo, el tiempo comprado, es además exasperante y no va a apaciguar los ánimos cada vez más encendidos. Y cada vez lo están más según se ve que, mientras la mayoría de la gente lo pasa mal, unos cuantos se llevan fortunas por las buenas o por la no tan buenas. Del fondo común.

(La imagen es una foto en el dominio público.)

dijous, 1 de març del 2012

La información y la mendacidad.

Los pasquines de la derecha, que se ven a la izquierda, coincidían hoy en la diaria maniobra de desinformación que llevan a cabo. La idea en todos es la misma: magnificar los disturbios que un puñado de radicales provocó ayer en Barcelona y culpar de ello al PSOE que, como sabe todo el mundo, no tiene nada que ver con el asunto. Pero eso es lo de menos para una gente cuyo oficio no es informar, sino mentir, provocar y ver si se puede enfrentar a unos ciudadanos con otros. Igual que la misión de Aznar cuando habla en público no es aclarar ni comunicar nada, sino difundir odio y afán de venganza.

Ignoro si la gente que consume esta bazofia siente alguna inquietud o tiene algún escrúpulo moral. Y tampoco me importa. Lo que debe quedar claro es que aquí hay una "prensa" que entiende que su cometido en auxilio del gobierno es suscitar, si puede, un clima de confrontación civil, pues es incapaz de vivir en uno de normalidad democrática. Sabedora de que está en el gobierno por casualidad pues, si la crisis no hubiera hecho tanta mella en España el PSOE no hubiera perdido las elecciones o las hubiera perdido por mucho menos, trata de crear una situación de hecho en la que, mediante la demagogia, la calumnia, el miedo, el chantaje, lo excepcional se convierta en normal.

La idea es la misma que persigue el Gobierno al que esta prensa apoya de común acuerdo con los empresarios: quebrar todo principio de seguridad jurídica y social de los trabajadores y la gente en general, destruir sus derechos, tornar inseguras e inciertas sus vidas, hacerlos depender de la caridad y la magnanimidad de los ricos para que entiendan quién manda en esta sociedad y a quien hay que votar mediante la esclarecida guía de unos curas lanzados desde hace años a engordar las arcas de la iglesia esquilmando el patrimonio inmobiliario del país: a los empresarios que tienen derecho absoluto sobre vida y hacienda de los trabajadores y a sus pistoleros y sicarios mediáticos, cuya supervivencia depende estrictamente de que den la medida asignada de ladridos en defensa del capital y en contra de los demás trabajadores.

¿Qué? ¿Va entrando ya en la dura mollera de los imbéciles que decían que el PSOE y el PP son lo mismo que eso no es verdad? Y lo de imbéciles cuando lo decían de buena fe; porque muchos, que se creían más listos, lo decían de mala fe, para facilitar las cosas al PP, si es que no eran agentes de este, directamente pagados por él.

Ética y política (parte práctica).

Ni veinticuatro horas ha tardado Aznar en demostrar empíricamente lo que ayer afirmaba Palinuro teóricamente en el post Ética y política. Aznar provoca mucha animadversión e irritación incluso entre los suyos. Pero no cabe duda de que es un contundente comunicador, un ejemplo extraordinario de la grandeza y la miseria de la comunicación política como se exponía ayer. Nada de contemplaciones, nada de matices, de claroscuros, de diferentes facetas y de respeto por las opiniones contrarias. Directo, al grano y sin reservas. Aznar entiende la comunicación como un pugilato. Sale a noquear al adversario y lo pone a la defensiva, tratando de cubrirse de la lluvia de golpes.

La cuestión es qué tiene esta agresividad que ver con la democracia como práctica discursiva. Es más, qué tiene que ver con la realidad. Al culpar exclusivamente a los socialistas Aznar ignora deliberadamente que la crisis es mundial, que tanta ruina han traido los socialistas a España como los conservadores a Islandia, Irlanda o Italia; ignora que parte de la crisis se incuba en la burbuja inmobiliaria que él alentó, que las Comunidades Autónomas del PP la han alimentado y, lo que es más grave, ignora y oculta que su comportamiento personal a lo largo de la crisis fue claramente boicoteador de los esfuerzos del gobierno por resolverla. Esto es, ignora u oculta aspectos cruciales del fuero externo y del fuero interno. Sus intervenciones parecen seguir estando dictadas por el rencor y el afán de venganza.

Ciertamente, el discurso político de Aznar tiene mucha fuerza comunicativa que contagia a sus huestes. Lo preocupante es que pueda calar una forma de comunicación en blanco y negro, en el crudo crisol de la dialéctica autoritaria del amigo/enemigo, de vencedores y vencidos. A años luz de la ética democrática.

Fausto y Mefistófeles de paso por Madrid.

Los teatros del Canal han tenido el atrevimiento de montar una obra de un autor que, por lo escaso de su producción, su injusto semiolvido, su lejanía en el tiempo y en el espacio, raramente llega a los escenarios españoles. Christopher Marlowe, siempre ensombrecido por el brillo de su contemporáneo Shakespeare, alguna de cuyas obras pudiera él haber escrito, según dicen los sempiternos chismosos, es poco más que una leyenda por estas tierras, cosa que se aprecia en la escasa asistencia a las representaciones. Ayer casi la mitad del aforo estaba vacía. Lo cual es injusto porque Marlowe es la prueba viva de que el teatro isabelino es mucho más rico y variado de lo que parece. Su Tamerlán el grande es una obra revolucionaria. Y, en otro sentido, aunque paralelo, el Dr. Faustus, también.

La leyenda de Fausto, una historia alemana de comienzos de XVI basada, al parecer, en la vida de un personaje real, es universalmente famosa. Se ha reproducido en teatro (Marlowe, Lessing -aunque inconcluso-, Goethe), en novela (Thomas Mann), en cine (Richard Burton), en ópera (Gounod) que yo recuerde. Pero habrá más reproducciones porque es un relato de fortísimo impacto: el de la soberbia del hombre que vende su alma al diablo a cambio de conocimiento y poder. Sobre este núcleo se han acumulado especulaciones filosóficas, hasta se ha acuñado un tipo humano, el del hombre fáustico, consumido por su afán de transformación y dominación. Es un tema que plantea problemas metafísicos de todo orden y un par de ellos específicamente cristianos: el del pecado de orgullo de los seres humanos de querer ser como Dios y el de su libre albedrío.

El primero, si bien se mira (aunque no he visto que se mencione por ahí) coincide con el tema del pecado original mismo: ya Adán es castigado por querer ser como Dios. A ello lo incita el diablo por intermedio de la mujer. El diablo, el alter ego de Dios, ya había sido castigado por eso mismo cuando Lucifer se rebeló. Por eso está Lucifer en la aventura de Fausto, valiéndose de Mefistófeles y de nuevo de la mujer, Margarita, Gretchen, para destruir al hombre. La leyenda es eterna: el hombre quiere alcanzar el conocimiento para cambiar el mundo, recrearlo. Lo nuevo en las versiones tardomedievales o prerrenacentistas, como el Faustbuch alemán y la obra de Marlowe es que la rebelión se haga mediante un contrato, un instrumento típicamente burgués. En cierto modo, Fausto es la versión metafísica del contrato social.

Del Faustus de Marlowe hay dos versiones, llamadas A y B. La primera es más breve; la segunda tiene varias interpolaciones de autores desconocidos. Simón Brede, director, y David de Sola, adaptador, se han decidido por la breve y la compañía Rakatá ha hecho una escenificación con elementos de acrobacias que no están mal y rompen la inevitable monotonía lineal de estas piezas de carácter edificante. Porque Dr. Faustus tiene un aire de moralidad medieval mezclado con elementos renacentistas muy hábilmente equilibrados por el autor, un genio del teatro con una profundidad de análisis psicológico de los personajes que no desmerece nada del de Stratford.

Pero la adaptación hace algo más que atenerse a la versión B. También se toma libertades. Recorta otras escenas (el famoso episodio de la venta del caballo) o las reduce a forma narrativa y cambia algunas radicalmente de contenido. Esto no es necesariamente malo. Las versiones teatrales son libres. La cuestión es acertar. Pero cuando esas versiones afectan al argumento mismo de la obra, la cosa es más peliaguda. Veamos. La época isabelina es anticatólica y antipapista y Marlowe (de cuya confesión o no confesión religiosa no sabemos mucho y que podía estar al servicio de la Corona como espía) consideró oportuno reírse, burlarse del Papa de Roma. La versión española respeta ese deseo pero cambia su contenido. La escena burlesca con el pontífice gira en torno a la tortura de Galileo por defender la hipótesis heliocéntrica. Sin embargo, lo que Marlowe había escenificado es una burla acerca de la guerra de las investiduras entre el Papa y el Emperador alemán. Probablemente los adaptadores han pensado que este episodio no sería fácil de entender en España hoy y han recurrido al más habitual de Galileo. Nada que objetar tampoco, salvo que, además de ser bastante más basto que el de Marlowe, es anacrónico porque, cuando se produce el proceso de Galileo, Marlowe llevaba cuarenta años muerto.

Este chocante anacronismo da a entender que Marlowe tenía hacia 1590 las ideas tan claras como nosotros acerca del heliocentrismo copernicano. Y eso no es cierto. Si no recuerdo mal, en la obra el asunto no está nada claro. Se habla mucho de astros, de universo, de mundos pero, salvo que me traicione la memoria, de darse algo por supuesto más bien se da la hipótesis geocéntrica, que era la dominante todavía 50 años después de la publicación de la obra de Copérnico. Precisamente por eso se tortura a Galileo en 1630 y unos años antes aún se quemaba a la gente viva por sostener la hipótesis heliocéntrica.

Los anacronismos aparecen más veces: las referencias directas o implícitas al Quijote mueven a risa y dan pena al tiempo. ¿Por qué? Porque Marlowe tenía sus recursos, que dominaba magistralmente y no necesita pegadizos. Sobre todo porque estos se imponen sobre los propios del autor y los defiguran. La aparición de Helena de Troya que es como la contrapartida de la primera aparición de Alejandro Magno trasmiten al Dr. Faustus un halo clásico que aquí desaparece.

El Fausto de Marlowe, a diferencia del anterior y de los posteriores, sobre todo del de Goethe, se condena. Eso plantea el problema de hasta qué punto Marlowe había escrito una obra de ejemplificación cristiana. En la eterna lucha entre el bien y el mal, aquí gana el mal, Mefistófeles, Lucifer. Es un final revolucionario que los poderes de la tierra no están dispuestos a tolerar. Por eso Marlowe es un precedente de los autores malditos y por eso, probablemente murió tan joven, treintañero y de tan violenta forma. Si hubiera llegado a octogenario y a morirse de viejo como Goethe, con el Fausto a cuestas, a lo mejor lo salvaba. Porque, con la edad, los hombres se hacen conservadores.

dimecres, 29 de febrer del 2012

El ministro gárrulo.

Empieza a convertirse ya en aburrida costumbre. Al comenzar el día de los sufridos ciudadanos del país, lo primero que encuentran es alguna de esas declaraciones del ministro de Cultura en las que, con la petulancia, suficiencia e impudicia que lo caracterizan, lanza algún disparate con el obvio deseo de llamar la atención y hacer titulares. La garrulería de este hombre empieza a ser insoportable. Ayer sobre el sistema educativo en su conjunto, con las habituales soflamas reaccionarias de la derecha; antes de ayer sobre los toros.

Justamente ayer también me hizo llegar mi amigo Miguel Ángel Quintanilla, colega en el extinto Consejo Editorial de Público el ultimo artículo que ha escrito y no sabe si se publicará o no en Público.es. Es estupendo, ágil e inteligente y, como me gustó mucho, le pedí permiso para publicarlo en Palinuro cosa que hago raramente. Me lo dio de inmediato y he aquí la brillante pieza que Palinuro suscribe de la cruz a la fecha:


PROVOCADOR


Miguel Ángel Quintanilla Fisac


No conozco ningún ministro de ningún gobierno de España, desde la instauración de la democracia, que haya conseguido, en tan poco tiempo, hacer tantas declaraciones desafortunadas como las que ha hecho el ministro de educación del actual gobierno de Rajoy.

Recién estrenado, ya anunció que desaparecía la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que sería sustituida por otra de Educación Cívica. ¿Puro virtuosismo léxico? No, una simple provocación, que torpemente pretendió justificar con engañifas.

También se ha apresurado a suspender los temarios que están estudiando miles de opositores a plazas de profesor en la escuela pública. No le gustaban al señor ministro los temas recientemente introducidos y decidió acabar con tanta modernidad: volvamos a los temarios de hace veinte años. Mucho mejor. ¿Un error, una imprudencia, una improvisación? No, una simple provocación.

Pero no es bastante. El ministro también ha decidido en estos días que el sistema de becas para estudiantes debe ser revisado profundamente: menos becas a los pobres y más a los listos. ¿Nadie le ha explicado que sin un sistema público de ayudas para compensar las desigualdades sociales, no puede prosperar una sociedad moderna? ¿Otra ligereza de alguien acostumbrado a la banalidad de una tertulia? No, otra provocación.

Igual que la de negar la financiación de los campus de excelencia de las universidades. Sólo eran préstamos blandos, pero de ellos dependían importantes proyectos de mejora del sistema universitario público. Lo que pasa es que seguramente el señor ministro no lo sabe y, si lo sabe, le da igual.

Y la guinda, el otro día en el Parlamento. Contestando a una pregunta de la oposición, al señor ministro debió entrarle un calentón y acusó a los socialistas de ponerse del lado, no de los estudiantes que protestaban en Valencia contra los recortes en educación, sino del de los agitadores violentos. Y se quedó tan pancho. Hay quien pretende que pida disculpas por lo que ha dicho e incluso que tal ofensa a una fuerza política democrática se borre de las actas del Congreso. No estoy de acuerdo. Es mejor que quede constancia para la historia. De lo contrario dentro de unos años nadie creerá que hubo una vez en nuestro país un ministro como este, del que lo único que se puede esperar ya es que le cesen pronto.

(La imagen es una foto de La Moncloa, en el dominio público.Commons).

Ética y política.

Las relaciones entre estos dos conceptos llenan bibliotecas. Aristóteles los dejó unidos para siempre. La ética busca la felicidad y el hombre la encuentra cuando se ocupa de los demás, se hace político, polites, y no cuando se aparta de ellos, se dedica a sus cosas y se hace un idiotes. El político es más ético y mejor. De ahí que al hombre educado y ejemplar se llame poli en francés, a ordenar la colectividad se le diga "policiarla" y quienes se ocupen de ello sean los policías.

Pero esa unidad aristotélica que acogió el cristianismo bajo la forma del tomismo hasta hoy, no ha sido nunca cierta. De entrada hubo éticas centradas en el individuo no solo separado de la colectividad sino opuesto a ella, v. gr. los cirenaicos o los cínicos, con algún caso intermedio como los epicúreos, colectivistas pero más por el placer de la tertulia y los amigos. E igualmente hubo políticas -un cínico diría todas- ajenas a la ética y por si la buena conciencia no quisiera reconocerlas, Maquiavelo se las mostró. Y por eso se ganó la injusta fama de maquiavélico que arrastraba cuando el pobre florentino era un fervoroso patriota republicano. Si de algo se le puede acusar es de haber sido complaciente con los poderes que mostraba en toda su desnudez. Pero esa es una debilidad típica de los intelectuales.

La Reforma protestante dio fuerte sacudida al saber convencional de la relación entre ética y política, llegando a postular el tiranicidio por razones morales. En ello lo siguió algún jesuita, como el padre Mariana. La Reforma tuvo el efecto de un terremoto sobre la doctrina cristiana acerca de las relaciones entre los dos conceptos. Que se lo digan a Pascal, los de Port Royal y a esos cristianos a los que costó siglos aceptar el Edicto de Nantes (que revocaron) y la tolerancia...hasta que se les puso delante un Dreyfus.

La Revolución francesa dio otra sacudida al tablero y su asentador teórico oficial, Constant, formuló la disyuntiva que latió durante toda la Ilustración entre la libertad de los antiguos y la de los modernos. La vieja diferenciación aristotélica rejuvenecida y ennoblecida porque ahora los modernos son los que se ocupan de sus asuntos, los individuos considerados como fines en sí mismos, como dictaminaba Kant que, como buen alemán, tenía la revolución en la cabeza. Una diferenciación que aparece una y otra vez en el liberalismo del siglo XX en los conceptos de libertad positiva y negativa al estilo de Isaiah Berlin.

El tercer zafarrancho lo organizó la Revolución bolchevique que se veia a sí misma como heredera y superadora de la burguesa. De nuevo la divisoria se esfuma: la única ética es la que funde al individuo con algún tipo de colectividad, como la clase, el partido, el sindicato, el koljós, el kibutz, la comuna, el Estado. Lógicamente como esas colectividades orgánicas son reales (hasta tienen "conciencia"), también son puras y éticas en sí mismas. Pero esta última revolución ha fracasado y los órdenes sociales que estableció han revertido al estadio anterior a la revolución.

Las sociedades capitalistas se han configurado por útimo como democracias liberales en las que impera la ética individualista más radical, en parte como respuesta a la orgía de éticas colectivistas del siglo XX. En este territorio, la única ética que la tradición marxista parece mantener es la del discurso, la ética comunicativa habermasiana. Esta hispostasia el acto de la comunicación dialógica al extremo de convertirla en demiurgo de órdenes sociales más justos, más libres, emancipados, más humanos. Lo que antes se prometía a través de la revolución se espera hoy de la comunicación.

Pero, para alcanzar tan nobles fines, la comunicación ha de darse en tales contextos y cumplir tales requisitos que no resulta verosímil y no porque no sean razonables, justos y hasta santos, sino porque han de regir en el contexto de sociedades conflictivas en las que los hombres tienen intereses antagónicos y, por defenderlos, están dispuestos a lo que sea, hasta mentir, cosa que rara vez hacen los animales. Y la mentira, la falsedad, el engaño dinamitan los supuestos de cualquier comunicación emancipadora. Como saben muy bien quienes se dedican a esa actividad de caracter tan maquiaveliano (no necesariamente maquiavélico) que se llama comunicación política. ¿No son en cierto modo los comunicadores políticos los sofistas de nuestro tiempo, en el sentido bueno del término sofista?

Pero el peligro no está en la sofística que, al fin y al cabo, es un recurso retórico para una finalidad más o menos aceptable, sino en la actitud de aquellos sectores sociales dedicados a romper los fundamentos de la acción comunicativa misma, a traspasar todos los límites convencionales de los debates democráticos llegando a delinquir (generalmente por injurias y calumnias) porque su compromiso con esos órdenes democráticos no es estratégico sino táctico. Esa derecha extrema de la prensa amarilla, sensacionalista, agresiva, de los tabloides no tiene límites porque si la democracia hiciera crisis, convertida en una dictadura, ella no sería perseguida y sobreviviría de lujo. Algo similar puede decirse de los medios de la extrema izquierda, cuyo respeto por el fair play comunicativo es idéntico al de la extrema derecha, tan convencida como ella misma de que el fin justifica los medios; su fin. Pero su alcance es mucho menor, casi marginal, no existente. No tienen el respaldo de poderosas empresas que, en cambio, sí financian la prensa de la derecha cerril porque los beneficios de todo orden que obtienen de su acción, contraria a todos los principios éticos imaginables, compensa por las pérdidas que reflejan sus cuentas de resultados.

(La imagen es una foto de Robotclaw666, bajo licencia de Creative Commons).

Valencia es bono basura.

Así lo ha dictaminado una de esas agencias de calificación de las que todos maldicen y a quien todos temen: Valencia no hace honor a su nombre y no vale ni el papel para envolverla. Hasta aquí nada de anómalo porque esas agencias andan todo el día por ahí dando estacazos a los créditos más sólidos, rebajando solvencias de países enteros, grandes bancos, corporaciones financieras. Lo único que no se mueve es la fortaleza alemana, die deutsche Festung, entre otras cosas porque, si se moviera, ¿cómo iba a funcionar el sistema de comparaciones con el que estos de las agencias aterrorizan a medio mundo y aterrorizarían al otro medio si tuviera en donde caerse muerto? Además, ¿no hemos descubierto en España que las Comunidades Autónomas son maestras en sisar el dinero de la administración central y derrocharlo en proyectos faraónicos propios de palurdos? ¿No se ha sabido que son agujeros por los que se van los dineros públicos hacia los más oscuros y remotos lugares de donde ya no regresan?

Sí, hemos sabido todo eso pero el caso de Valencia trae una lección especial que comparte con Madrid, aunque no en todo su alcance: la ruina valenciana es producto directo del pillaje a que lleva entregada hace más de veinte años una clase política gobernante del PP, repleta de presuntos corruptos, golfantes y ladrones en connivencia con tramas de delincuentes organizados dedicadas al saqueo de las arcas públicas, del dinero de todos los valencianos. Para coronar la fiesta y dado que el dinero público circulaba por la comunidad como bancos de sardinas, también se dejó caer por alli Iñaki Urdangarin a hacer unos suculentos negocios con aquella manga de pollinos y plebeyos enriquecidos que al parecer compraban con los millones de euros propiedad de todos los valencianos el derecho a tratarse de tú a tú con un duque y una infanta.

Que hay una relación inmediata de causa-efecto entre los millones que supuestamente afanaba Carlos Fabra o los que Camps metía en los bolsillos del Bigotes y de los seguidores del Papa o del PP y la ruina total valenciana, en donde no se pueden pagar los colegios públicos, ni la sanidad pública, ni se pueden garantizar los derechos de los ciudadanos es evidente para quien no sea un zoquete de sacristía. Y los responsables no se amilanan en reconocerlo al ver que su corrupción escandalosa no solo no les resta votos sino que se los da. Una de las comunidades antaño más ricas de España reducida a la ruina por un gobierno de mayoría absoluta del partido que gobierna España con otra mayoría absoluta y que ordena calentar a porrazos a los estudiantes que protestan para compensar por la falta de calefacción en las aulas. Cuando debiera ser la población en masa la que exigiera la inmediata dimisión o destitución de todos los corruptos. Porque, a estas alturas, todo ese despilfarro no es mero despilfarro sino que frisa en lo delictivo. El aeopuerto de Castellón sin aviones, por ejemplo, además de algo ridículo parece una obvia malversación de caudales públicos.

Palinuro propondría como himno de la Comunidad la obertura de Los esclavos felices, de Arriaga. A ver si hoy hay una buena manifa en Valencia, pacífica, civilizada, multitudinaria. El motor son los estudiantes, como suele pasar, pero es de suponer que sumen los demás sectores sociales. Una manifa de una sociedad civil que debiera estar harta de que la esquilmen y, encima, se rían de ella.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 28 de febrer del 2012

El franquismo y la transición según el Tribunal Supremo.

La sentencia de ayer del Tribunal Supremo (TS) absolviendo a Garzón del delito de prevaricación por declararse competente en la investigación de los crímenes del franquismo cierra el tercer acto del drama que, de momento, acaba con la carrera del mentado y molesto juez. El propio Garzón lo ha dicho claramente: con su absolución “El guión se ha desarrollado como estaba previsto”, incluso a costa de alterar los tiempos procesales. Se cierra ese drama, pero se abre otro que no sabemos aún a dónde puede llevarnos. A esos efectos, la sentencia no solo es buena por absolver a Garzón sino por existir en sí misma ya que, por primera vez, disponemos de una decisión judicial al más alto nivel sobre un asunto (los crímenes del franquismo) que hasta ahora quedó al margen de los tribunales.

No estoy seguro de que los magistrados sean conscientes del alcance de su decisión. Si lo hubieran sido, habrían puesto más atención en la solidez de su razonamiento que presenta bastantes inconsistencias, al margen de su interpretación puramente técnica. Sin olvidar que se trata de una reflexión urgente, pretendo concentrarme en los primeros aspectos (los del puro razonamiento lógico), absteniéndome de los segundos por falta de competencia, en la seguridad de que serán tratados en su momento por quien la tenga.

A primera vista está claro que el TS no se ha limitado a entender de la cuestión concreta y específica del supuesto delito de prevaricación. Es tal la convicción ideológica de los jueces sobre el fondo del asunto, que no han resistido la tentación de pronunciarse sobre él y de hacerlo de un modo tan insatisfactorio que plantea más problemas de los que resuelve, si es que resuelve alguno y a no ser que dar carpetazo sin más a un problema lo llamemos resolverlo.

El núcleo del razonamiento del TS (los fundamentos de derecho) es un pequeño embrollo que, debidamente desentrañado, deja al descubierto una sentencia con un claro componente ideológico. Sostiene el TS que Garzón no prevaricó sino que solo erró en su calificación del delito y en su interpretación del derecho positivo, la doctrina y la jurisprudencia. Pero, como no puede limitarse a absolver al reo, procede a explicar en qué consistió ese error, contraponiendo a la garzoniana otra interpretación que prevalece sobre la del juez por razón jerárquica del órgano que la emite, pero no necesariamente por su superioridad racional. Incidentalmente, esta absolución en estos términos es simétrica de la condena previa al mismo acusado por el caso de las escuchas y, como en toda simetría, el orden de los términos está invertido. En la condena se decía que hubo prevaricación porque no se trató de una mera interpretación, sino de una decisión injusta a sabiendas mientras que en este, no hubo decisión injusta sino error de interpretación, con lo que el a sabiendas no cuenta. ¿Pero no contiene esta expresión un fuerte elemento subjetivo, materia de interpretación en sí mismo? En fin, un asunto esencial, sobre el que se discutirá mucho en el futuro y que dará armas al juez Garzón en sus posteriores recursos pero que aquí es secundario.

En su tercer "fundamento de derecho" el TS empieza por decir que Garzón cometió un error de tipificación de los hechos que, de darse, en realidad, hace irrelevante el resto de sus consideraciones. Pero es que lo mismo cabe decir del conjunto de la sentencia, cuyo primer fundamento empieza por decir que los hechos denunciados en su día (los crímenes franquistas) no pueden ser objeto de proceso penal pues no hay a quien imputar la responsbilidad porque a las dos causas tradicionales de extinción de la responsabilidad penal (muerte del reo y prescripción del delito) se añade aquí la sobrevenida de la Ley de Amnistía de 1977.

El TS niega que en España pueda darse un juicio de la verdad, como en otros países porque la naturaleza de este (averiguar la verdad) no casa con el alma del procedimiento penal español sustantivo que consiste en encontrar un culpable y sancionarlo. Lo pintoresco (por eso decíamos antes que es muy importante que esta sentencia exista) es que el alto tribunal reconoce que hay victimas en demanda de tutela judicial que él, dice, no puede brindarles. En cuanto a la averiguación de la verdad, pues no puede tratarse de la judicial, habrá que acudir a la historiográfica. No sé si los magistrados del TS leen la prensa; pero, si lo hacen, habrán visto que la Real Academia de la Historia, en la que un puñado de ideólogos franquistas sienta plaza de historiadores, ya ha establecido que Franco no fue un dictador y de genocidio y crímenes contra la humanidad ni hablamos. No hay verdad judicial y tampoco la hay historiográfica. Con ello se cierra no solo un círculo vicioso sino literalmente pérfido con el que unos ideólogos judiciales y otros historiográficos tratan de blindar una situación en la que no pueda haber justicia para unas víctimas que llevan setenta años esperándola y a algunas de las cuales el TS tuvo que escuchar por primera vez. Pero las víctimas existen, están ahí y nadie podrá seguir ignorándolas, máxime ahora que esta sentencia expresamente las reconoce como tales con lo que, se entiende, habrá que encontrar algún medio de hacerles justicia.

La interpretación que el TS hace de casi todas las demás cuestiones (la eficacia del derecho internacional consuetudinario, la prescripción de los delitos, la cuestión de la retroactividad de las normas penales, etc) es opinable y supongo que será objeto de mucho debate jurídico. Pero hay alguna en concreto que llama la atención por lo falaz de su construcción. Y no es menor, ya que afecta a la visión que de la transición tiene el TS y que era lo que nos faltaba para reavivar la hoguera sobre el carácter profundo de la mutación de la Dictadura en un sistema democrático de modo pacífico.

El TS alcanza tonos ditirámbicos cuando dice que "La idea fundamental de la transición, tan alabada nacional e internacionalmente, fue la de obtener una reconciliación pacífica entre los españoles y tanto la Ley de Amnistía como la Constitución Española fueron importantísimos hitos en ese devenir histórico". Sin embargo, el Tribunal no puede ignorar que la Ley de Amnistía es de 1977 y, por lo tanto, preconstitucional, ya que, en el mejor de los casos, de no pertenecer al orden jurídico franquista, estaría en ese derecho transicional que el mismo Tribunal menciona y que de ser algo sería como el "vertebrado gaseoso" de que hablaba Nicolás Ramiro Rico. Sí dice el TS, curándose en salud, que dicha ley no fue derogada posteriormente por la Constitución pero olvida decir que no lo es expressis verbis, pero que puede defenderse su inconstitucionalidad en función de la cláusula derogatoria genérica que también cuenta. Admitido, quizá esto sea ya un exceso de activismo judicial y no corresponde a los magistrados decidir sobre estas cuestiones. Sin embargo, tampoco les corresponde justificar una determinada forma de transición que mucha gente considera nociva.

Sin duda, como dicen algunos comentaristas, el TS bloquea la posibilidad de investigar penalmente los crímenes del franquismo pero, al mismo tiempo, reconoce la existencia de unas victimas carentes de tutela judicial (aunque en un párrafo que yo tildaría de mezquino, enumera algunas medidas compensatorias ya adoptadas y manifiestamente insuficientes) a las que habrá que otorgársela. Con ello, el TS devuelve la patata caliente al Parlamento, esto es, a la opinión pública. Y, por tratarse de este trágico asunto, a la opinión pública internacional.

(La imagen es una captura del vídeo publicado ayer por El País.)

dilluns, 27 de febrer del 2012

Ja, ja, ja, ja.

Sí, sí, risa, sana risa rabelesiana producen los magistrados del Tribunal Supremo a fuerza de previsibles en sus triquiñuelas. Hace unos dias, Gaspar Llamazares publicaba un estupendo artículo en El País, titulado No acato ni respeto un escándalo supremo que Palinuro hizo suyo en un post titulado Garzón ya está en el mundo porque escaso respeto y menos acatamiento suscitan unas gentes que disimulan su comportamiento de la forma en que lo han hecho. Retrasaron la vista de la causa por prevaricación respecto a la investigación de los crímenes del franquismo para poder condenar al juez previamente por el asunto de las escuchas, que era políticamente anodino. Luego se podrían dar el lujo de absolverlo en la causa del franquismo para no pasar a su vez por unos impenitentes franquistas. Una maniobra que ya había denunciado Palinuro en un post del 10 de febrero titulado: La condena. El pelotón. La ejecución. Así que poco más que hilaridad puede suscitar el perfectamente previsible comportamiento de los magistrados. Por si hubiera lugar a dudas y para saber cómo se hacen las cosas en su exquisitas justas maneras, la absolución de Garzón ha sido por seis votos contra uno mientras que su condena fue por los unánimes siete votos. Quien tenga oídos que oiga y quien tenga ojos que vea. Es obvio que la absolución tiene menos peso (un séptimo menos) que la condena. Para que quede claro y no se apliquen criterios aritméticos. O compensatorios.

En España, líbrenos el Señor misericordioso, la justicia no se aplica en absoluto con criterios políticos. Pero si un animal anda como un pato, habla como un pato y se mueve como un pato, es un pato. Y no digo más.