divendres, 10 de febrer del 2012

La condena. El pelotón. La ejecución.


La condena


Lo sabíamos. Lo sabía el propio Garzón. La sentencia estaba predeterminada. Lo sabe la gente que dice en un 61 por ciento que el juez es víctima de una persecución. La condena estaba decidida de antemano. Los políticos pringados en la Gürtel, junto a los presuntos delincuentes, se dieron la mano con los herederos ideológicos del franquismo para poner fin a la carrera del único juez que se atrevió a hacer justicia a las víctimas del franquismo y, de paso, descubrió y persiguió la mayor trama de corrupción de la democracia. La misma alianza que sostuvo la dictadura de Franco durante cuarenta años: fascistas con políticos corruptos y delincuentes.

Esa coalición siniestra tenía un objetivo clarísimo: impedir que Garzón llevara adelante un (muy merecido) proceso penal por genocidio contra Franco y sus secuaces y ver si, de nuevo de paso, se conseguía anular el procedimiento de la Gürtel.

Por eso ha habido tres causas contra Garzón y se han visto en el orden que se sabe. Se trataba de condenar al juez por un daño colateral (la supuesta prevaricación de las escuchas) para que no pareciera que se le condenaba por investigar el franquismo, aunque la acusación sea la misma. Pero no haya duda. Lo de menos es si la condena por prevaricación es o no justa; que no lo es porque no hay prevaricación. Lo esencial era yugular la investigación de los crímenes del franquismo y hacerlo como un escarmiento para que sirva de aviso por si algún otro juez cae en la tentación de hacer justicia pero sin que parezca que se actúa por esto. Ahora, a lo mejor sale absuelto en la causa por el franquismo. Es muy posible.


El pelotón


Los nombres: Luciano Varela, Francisco Monterde, Andrés Martínez Arrieta, Joaquín Giménez (presidente del tribunal), Miguel Colmenero (ponente de la sentencia), Juan Ramón Berdugo y Manuel Marchena. Cada uno de estos hombres (alguno recusado por Garzón) es responsable de sus actos. Todos han condenado por unanimidad. Cada uno de ellos ha actuado, se supone, ateniéndose a derecho. Pero son seres humanos y pueden tener más (o, simplemente, otras) razones. La envidia, los celos, la venganza, la enemistad también son razones, y muy poderosas, que pueden haberlos movido a una decisión injusta. Tal cosa proclama el asimismo juez Garzón que achaca injusticia a la sentencia. A quien diga que siete magistrados no pueden equivocarse cabe responder que no se trata de una equivocación sino de una injusticia y que siete magistrados pueden ser tan injustos y hasta prevaricadores como uno o cien mil. ¿Quién condenó al justo y salvó a Barrabás? La masa.

Si esto es España, un juez dedicado a perseguir dictadores vivos o muertos está jugándose su carrera; si, además, destapa la corrupción de los políticos de la derecha, ya la ha perdido. Es cuestión de conseguir que los jueces, sensibles a la herencia franquista y los intereses de la gente como Dios manda, hagan lo que tienen que hacer. Según el juez Garzón, impedirle que se defienda, maniatarlo.

"Van a fusilar

a un hombre que tiene los brazos atados.

Hay cuatro soldados para disparar.

Son cuatro soldados

callados,

que están amarrados

lo mismo que el hombre amarrado que van

a matar"

(Nicolás Guillén).


La ejecución


Los siete magistrados que han condenado por unanimidad no pueden ignorar que han destrozado la vida de un hombre honrado y puesto fin vergonzoso y vergonzante a una carrera profesional que era punto de orgullo nacional. Por eso han disparado en sentido metafórico con balas dum dum, para que no quede ni rastro del ejecutado, del hombre cuya ambición personal han truncado; esperan que para siempre. Y con ello han truncado también la última esperanza de la gente de nuestro país en la Justicia de la justicia. Aquí solo hay venganza. Venganza por agravios imaginarios y quizá también reales. Por razones de edad, algunos de los jueces del Supremo que han condenado ejercieron durante la Dictadura, profesando como Derecho y Justicia lo que no era sino arbitrariedad e injusticia. Es más, hasta podemos conceder que hayan actuado pensando genuinamente que lo hacían en justicia. Pero ¿lo hicieron también en equidad?

La sentencia está pidiendo reacciones a gritos. El juez Garzón acudirá en amparo al Tribunal Constitucional y al Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. Aduce violación del derecho a la defensa y al juicio justo. Empezando porque se le niega el derecho a la doble vuelta. Hay quien dice que no es un derecho fundamental porque no está recogido en los que la Constitución considera tales. Cuando los derechos fundamentales son anteriores a toda Constitución y, además, este está recogido en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, firmado por España. También hay quien dice que, aunque esté recogido, no es un derecho fundamental. Por decir que no quede. Pero lo es. Es parte del derecho a un juicio justo. Que no lo ha habido. Así que el juez Garzón reaccionará y hay una larga batalla por delante.

Igualmente debemos reaccionar quienes creemos que, al condenar a Garzón, el Supremo nos ha condenado a todos, mermando nuestros derechos, empezando por el no menos fundamental, básico, de la seguridad jurídica. Si prevaricación es toda interpretación de la ley que no guste a los magistrados del supremo, nadie estará seguro en nuestro país, máxime cuando, según parece, se puede destituir a los jueces justos. Por eso, nuestra reacción debe ser pedir la depuración de las responsabilidades de la Dictadura en el poder judicial de hoy. Es obvio que, el haber prestado acatamiento al franquismo y sus principios del Movimiento Nacional, y haber aplicado sus leyes como si fueran justas, contamina; quizá incluso inhabilite o debiera inhabilitar para administrar justicia en un Estado democrático.