dilluns, 5 de desembre del 2011

La Gürtel se come la monarquía.

La ya legendaria trama Gürtel, cuyas ramificaciones son más frondosas cada día que pasa, parece haber sido la más potente forma de delincuencia organizada en los últimos años, con participación de empresarios sin escrúpulos, funcionarios y cargos electos del PP presuntamente corruptos. Una especie de mafia dedicada a esquilmar los dineros públicos cada vez que se movían. La reaparición de Francisco Camps, el de los trajes impagos, quien supuestamente se valió de Urdangarín como pantalla para trajinarse los euros a millones, reorienta las andanzas del duque de Palma hacia la ciénaga gürteliana en la que éste corre peligro de quedar sepultado.

Los últimos acontecimientos, el retorno a la condición de procesado imputado de Carlos Fabra (cuyos supuestos delitos no han prescrito), la inmediata comparecencia de Camps en la causa por cohecho impropio y las nuevas revelaciones sobre los posibles chanchullos de la Generalitat valenciana bajo su mandato, hacen inexcusable que el PP afronte sus responsabilidades con ese nuevo código de buenas prácticas que, no bien se publicó, cayó en desuso. No es aceptable que ningún político procesado en causa penal ostente cargo público alguno. Fabra, Camps y todos los que, en su situación, tengan responsabilidades oficiales deben abandonarlas ipso facto. De no ser así, el PP acabará siendo corresponsable de sus posibles fechorías a ojos de la opinión pública.

Pero el daño mayor de la presunta implicación de Urdangarín en este fenomenal contubernio de corrupción, expolio, despilfarro y malversación lo sufre y lo sufrirá la monarquía española. He leído a algunos expertos afirmar que la Corona no tiene que temer daño alguno, que no hay implicación de hecho en nada delictivo, que el asunto afecta personalmente a Urdangarín y otras interpertaciones de exoneración que carecen de valor porque no hacen al caso. Si hay o no implicaciones directas de la Casa Real (por ejemplo, la infanta Cristina) en las presuntas ilegalidades del yerno del Rey es cosa que los tribunales determinarán en su día pero, para entonces, el daño estará ya hecho.

La Corona carece de poder real; su importancia, fundamental por lo demás, es meramente simbólica. Y lo simbólico se mueve por reglas distintas a las procesales. El Rey ennobleció a Urdangarín haciéndolo duque y el duque, según parece, aprovechó su ducado y el nombre del Rey para enriquecerse por medios fraudulentos a toda velocidad pero no tanta que al jefe de la Casa Real no le diera tiempo a indagar por el origen de los ingresos de su yerno que le permitieron comprar un buen puñado de inmuebles, incluido un palacete en Barcelona en dos o tres años.

Los partidarios de la monarquía, de la dinastía, del Rey, afirman que nada de lo sucedido afecta a la institución, pero no es eso lo que piensan los ciudadanos cuya valoración de la Corona es cada día más baja y hasta hoy se sitúa por debajo del suspenso. No quiero ni imaginar en dónde estará cuando se les vuelva a preguntar. Es comprensible que esos monárquicos, de izquierda o de derecha, socialistas o populares, traten de evitar al país el inevitable trastorno que se seguiría del fin de la monarquía.

Comprensible pero no justificable. Esa monarquía fue instaurada por Franco y es lógico pensar que hereda la falta de legitimidad y de ética cívica que caracterizó a aquella dictadura. Es un baldón de origen que se refuerza con el comportamiento de sus allegados. La República nunca ha tenido ocasión de demostrar su superior legitimidad. Y es hora de que la tenga.

Una Medea de risa.

El mito de Medea es uno de los más trágicos, de los más profundos y misteriosos. No solamente porque trate temas como la venganza, la muerte, la culpa, la locura, el amor y el odio más devastador sino porque también se enfrenta a algo tenido como sacrosanta ley de la naturaleza: que las madres no asesinan a sus hijos. Interpretarlo es tarea de enorme dificultad y muy pocos trágicos de renombre lo han intentado. Cuando lo han hecho, absorbidos por la fascinación que ejerce un personaje tan extraordinario, una ménade alucinada e irracional que actúa impulsada por fuerzas diríase telúricas, han intentado encontrarle alguna explicación, en cierto modo racionalizarla, aunque siempre tratando de atender a la fuerza de unos sentimientos que hunden sus raíces en lo más profundo de la especie. Medea no sólo asesina a sus hijos sino que atrae el resto de la acción y lo abrasa en el fuego de sus pasiones quedando ella sola como símbolo de un misterio insondable.

Shakespeare, Racine, el conjunto del teatro romántico soslayaron el tema. Sólo recuerdo un Vellocino de oro, de Grillparzer, un tema mucho más frecuente en el arte, igual que el de Jasón y la expedición de los argonautas; y en el siglo XX sé de la película de Pasolini, Medea, sobre la tragedia de Eurípides. Éste, Séneca y Corneille fueron los únicos que escribieron tragedias, dando versiones diferentes de Medea, de sus motivaciones y otras circunstancias. Pero en todas ellas (quizá algo menos en Corneille) se hace justicia a la extraordinaria complejidad de la maga de la Cólquide, atormentada por sus pasiones, víctima de sí misma.

Recuérdese que en el Caixaforum de Madrid hay una exposición de Delacroix, sobre la que ya habló Palinuro (La belleza de la violencia), en la que puede admirarse su maravillosa Medea, pintada en pleno arrebato, a punto de cometer su crimen. Tampoco son muchos los pintores que se han atrevido con la escena. Un par de dibujos de Poussin, una Medea de Frederick Sandys, un prerrafaelita que sólo ve en ella a la hechicera y otra de Anselm Feuerbach, que omite toda la tragedia y la fía a la imaginación del espectador. Medea es un personaje maldito.

Parecería imposible trivializarlo y convertirlo en una pieza más de una trama artificiosa, sobrecargada de pretensiones, algunas bastante lamentables, pero Ariel Dorfman lo ha conseguido en el Purgatorio que se representa en el Matadero de Madrid con interpretación de Viggo Mortensen y Carme Elías bajo la dirección de Josep María Mestres.

Dorfman sitúa la acción no en el crimen sino en las consecuencias del crimen en el más allá, lo que desvía la atención hacia un aspecto metafísico, una especie de pegote que viene a ser la prueba de que el autor está desbordado por la dimensión del personaje. El más allá, ubicado en el purgatorio, da a la obra un toque cristiano de expiación y salvación/condenación casi al borde del absurdo. La situación se parece mucho al Huis clos sartriano en la creación de un espacio vacío habitado por unos personajes que no entienden porqué ni para qué están allí y, en este caso, sin reconocerse, pero condenados a repetir su sufrimiento por los siglos de los siglos.

Buena porción de la historia se remite al tema mundano de la dificultad y la angustia de las relaciones de pareja mal avenida que, a fuerza de no entenderse, provoca su destrucción. Ambas partes de la relación, Medea y Jasón son tratadas por igual en una especie de ejercicio de justa neutralidad subrayado por el hecho de que la acción transcurre simulando ser sesiones de un tratamiento psiquiátrico. Ahorro al lector chistes fáciles y me limito a señalar que cualquier paralelismo entre el argonauta y la princesa hechicera es un lamentable desatino. Añádase a ello una esquinada referencia a la Malinche y el desatino se hace completo. Quizá quepa equiparar a Cortés con Jasón pues ambos van buscando oro, aunque con motivos distintos y consecuencias muy diferentes ya que Jasón no pretende conquistar la Cólquide. Pero la distancia entre Medea y la Malinche es abismal. Y, por si fuera poco, la sombra de la culpa y la expiación en los crímenes de la dictadura pinochetista también hace acto de presencia. Es mucho, demasiado para guardar algún tipo de equilibrio.

Ciertamente el acervo clásico está ahí para servirse de él, reinterpretarlo, adaptarlo, valerse de su carácter perenne a fin de iluminar nuestra condición, no para respetarlo como si fuera una señal de "stop" y Dorfman hace muy bien al emplearlo para ensalzar su idea de su tiempo, encajándola en los elementos sempiternos de la naturaleza humana. Pero lo hace de modo tan abigarrado, acumulando tal cantidad de facetas inconexas, presentando tantos conflictos apenas desarrollados que el resultado es una nada tumultuosa. Tampoco ayuda mucho que los dos personajes pasen buena parte de la obra dando gritos y carreras por el escenario y sobreactuando de manera harto fatigosa que apenas permite pensar al espectador. Y, cuando Medea afirma que su hijo mayor ve con espanto cómo su madre va a matarlo con un cuchillo que no está limpio, es imposible tener la risa.

Quizá por todo ello un público absolutamente entregado aplaude a rabiar y ovaciona puesto en pie esta especie de melodrama contemporáneo. Lo melodramático ha sido siempre muy popular.

diumenge, 4 de desembre del 2011

Una interpretación de Europa

Europa es un lugar asombroso. En algo más de la mitad de Rusia conviven 49 Estados, esto es, sin contar la propia Rusia. Sus formas políticas van desde la teocracia vaticana al cantonalismo suizo, pasando por monarquías y todo tipo de repúblicas y, hasta hace poco tiempo, también dictaduras. Hay una enorme variedad de lenguas, fundamentalmente germánicas, eslavas y romances y algunas de imposible clasificación como el vascuence y las lenguas ugro-finesas que tampoco son indoeuropeas; tres religiones mayoritarias, la católica, la ortodoxa y las protestantes, y otras minoritarias como el islam o la religión mosaica, sin contar un buen puñado de ateos; tres alfabetos, el griego, el cirílico y el latino y varias unidades de pesos y medidas; y no hablo de equipos de fútbol y festivales de cine. Lo característico de Europa es su inmensa diversidad que convive alegremente con una clara conciencia de unidad. Europa no es sólo el mito de la mujer de ese nombre, sino que se siente a sí misma como una unidad civilizatoria; unidad que ha pretendido institucionalizar políticamente a lo largo de los siglos con escaso resultado hasta la fecha.

Esa conciencia unitaria (que no es nacional pues Europa no es un Estado/nación pero sí tiene algo de nacional/continental) va aparejada con cierto complejo de superioridad. Europa se piensa el centro del mundo. ¿No pasa el meridiano cero por Greenwich y Castellón, entre otros lugares? Esa seguridad de los europeos en sí mismos, esa conciencia de su superioridad los lleva a convencer a los demás de que hasta sus errores son certidumbres. ¿Hay algo más absurdo que el hecho de que Europa se vea a sí misma como un continente y haya convencido a todo el mundo de que lo es cuando no lo es a tenor de la definición más general de la palabra? En términos de estricto realismo geográfico Europa es una península de Asia. Grande, pero península.

Ha habido sucesivos intentos de conseguir la unidad política de Europa. Siempre por las armas y siempre frustrados. Lo pretendieron los romanos hasta cierto punto ya que a ellos les interesó siempre más el Mediterraneo en todas sus orillas. Los árabes lo hubieran intentado también de no haber sido rechazados por Carlos Martel. Luego, los españoles, aunque con escaso empeño. La casa de Austria fue más europea que española y, cuando se hispanizó, se volcó en América. La siguiente acometida fue la de Napoleón y la ultima, por ahora, la de los alemanes, que desembocó en la segunda guerra mundial.

El desastre de la guerra llevó a algunos europeos en los años cincuenta del siglo XX a intentar la unidad por la vía económica, comercial, mercantil, o sea, pacífica. Y así surgió el Mercado Común que, de seis miembros originarios llegaría a veintisiete hoy y que parecía ser capaz de llevar a cabo lo que los militares de unas u otras naciones no habían conseguido en veinte siglos. El proyecto se adornaba trayendo a colación todos los sueños europeístas que los pensadores, clérigos, filósofos y filántropos han venido formulando, desde Pierre Dubois en el siglo XIV hasta el conde Coudenhove-Kalergi, un mestizo de europeo y japonesa, en el siglo XX. Una larga historia.

Que jamás había cristalizado hasta la creación de la Unión Europea. Esta traía la renuncia al uso de las armas (para eso se creó en primer lugar la CECA, que ponía en común el carbón y el acero, los dos pilares de las guerras hasta entonces) y el propósito de cimentar la unidad en el estrechamientos de lazos comerciales, económicos, financieros. ¿No son los mercaderes los que siempre han relacionado a los pueblos entre sí y los han acercado?

Pero. entretenidos con la creación del mercado único y, luego, la aventura de la moneda única, Europa pareció olvidar que no hay más unidad que la que se constituye políticamente, lo que quiere decir que erige un poder político a ser posible legítimo, esto es asentado sobre el consentimiento de los gobernados. Pero unos mercados en los que rige la ley del más fuerte, que a fuerza de no conocer Estado se encuentran en uno de naturaleza, hicieron recordar de pronto aquella verdad elemental: sólo el poder político garantiza la armonía y la unidad.

Esa convicción es la que late bajo las palabras de Angela Merkel de avanzar hacia una mayor unidad fiscal de Europa. Es un modo esquinado y disimulado de hablar de una mayor unidad política. Lo que sucede es que ésta amanece bajo el imperio alemán que, como toda concesión sólo parece dispuesto a compartir su hegemonía con Francia y algunos países de su influencia como Austria o Dinamarca. No deja de ser interesante que el país que perdió la segunda guerra mundial, que quedó arrasado, que vivió durante treinta y cinco años dividido y parcialmente ocupado, sea el que dicta las condiciones de la paz sesenta años después. No es el poder militar (Alemania no es potencia nuclear; Francia y el Reino Unido, sí) sino el poder económico, el financiero el que puede imponer la unidad política del continente.

Qué forma política adopte la UE si consigue sobrevivir a esta enésima amenaza a su misma existencia es imposible predecirlo. Probablemente será una chapuza, por recordar la teoría de Palinuro de que la unión de Europa avanza a golpe de parches, de improvisaciones, de soluciones in extremis y no mediante la aplicación de sesudos planes racionalistas que jamás prenden. Pero eso tampoco tiene nada de extraño. Por un lado Europa ha sido la inventora de todas las formas políticas. ¿Por qué no una más? Algo que no es un Estado, ni una federación, ni una confederación, ni una organización internacional. Algo distinto.

Por otro lado los alemanes, cuya conciencia europea es patente, son especialistas en esto de organizar institucionalmente la diversidad. Durante casi nueve décimas partes de su historia, Alemania ha sido una unidad cultural pero no política. De hecho sigue sin serlo desde el momento en que Austria es independiente. Hasta el Imperio no fue otra cosa que una aglomeración de entes políticos autónomos, desde ciudades libres hasta monarquías extensas. Al final es posible que la unidad política de Europa sea una especie de aggiornamiento del Sacro Imperio Romano-Germánico.

La ciberrealidad

Antonio Gutiérrez-Rubí es un gurú de internet. La aplica a su oficio de comunicación política, en el que se le reconoce verdadera autoridad. Es fácil encontrarlo en múltiples foros y siempre ofreciendo ideas y diciendo cosas que muestran un gran dominio de una materia magmática y una capacidad de estar al día que muy poca gente tiene. Es un encendido digitalófilo, un espíritu profético que predica las excelencias de una nueva era. Y su libro (La política vigilada. La comunicación política en la era de WikiLeaks, Madrid, UOC, 2011, 158 págs) está escrito con auténtico entusiasmo. Como eso es algo que Palinuro, digitalófilo confeso comparte, se lo ha pasado muy bien leyendolo y espera sacar provecho de las muchas ideas que en él bullen.

Es una prosa encendida, llena de metáforas, rápida, galopante, como si el autor tuviera prisa en contar todo lo que quiere para que coincida con lo que está viendo. En ella se nos explican las vivencias que tenemos y se hace en un espíritu muy digital, algo así como está pasando, te lo estoy contando. Casi todas las citas remiten a páginas web. Es un libro que hay que leer conectado a la red. Gutiérrez-Rubí vive en un mundo digital y escribe para lectores digitales. Quien no lo sea probablemente no entenderá gran cosa de lo que lee.

Su idea básica es que internet ha revolucionado la política. Y no es lo único que ha revolucionado. Ha influido decisivamente y cambiado muchas otras cosas, desde los hábitos de lectura hasta el consumo de pornografía. Hay quien dice que internet es un acontecimiento sólo comparable a la invención de la imprenta y si la galaxia Gutenberg fue una revolución, internet lo será con mayor motivo.

Internet es responsable de eso que llama el autor política vigilada y que viene aparejada con una demoracia vigilante. El poder político está fiscalizado de continuo, sus secretos son del dominio público, sus fuerzas de seguridad y militares no tienen impunidad pues sus actos son escrutados por la gente gracias a los vídeos y los smartphones. Todos los gobiernos se han volcado en la red y la transparencia de la acción administrativa es cada día más extendida.

Los defectos e insuficiencias institucionales de las democracias se hacen patentes a ojos de los gobernados, no merced a la función crítica que siempre se atribuyó a los medios de comunicación tradicionales (y que estos cumplieron o no, según los casos), sino a cuenta de la generalización de la producción de la información. Cualquier persona con un móvil en la mano, capaz de conectarlo a la red es un creador de exclusivas, un posible denunciante político, un periodista ciudadano, un agitador de masas. Y además, puede permanecer anónimo. El ciberespacio es un territorio de anonimato y también de espontaneidad.

Gutiérrez-Rubí critica la inercia de los partidos políticos tradicionales, aferrados a sus viejos usos y dessconectados de las generaciones digitales. Llega, incluso a imaginarse una democracia sin partidos, a través de la acción consciente de las multitudes, coordinadas reticularmente. Cuando las multitudes actúan políticamente por medios digitales son capaces de derribar no ya partidos sino longevas tiranías. La idea es sugestiva. Hasta ahora se ha creído que la existencia de la democracia está vinculada a la de los partidos y por eso mismo a estos se los ha constitucionalizado. Sin duda pueden desaparecer. Pero alguien o algo tendrán que sustituirlos en el cumplimiento de las funciones que tienen encomendadas y que no son menores; por ejemplo, la formación de gobiernos.

La acción política en la red ha tomado formas muy interesantes que el autor menciona y considera, como las primaveras árabes, WikiLeaks o el movimiento 15-M. Pero un dato es muy significativo: nadie ve el 15-M formando gobiernos.

Hay muchas otras ideas en el ensayo de Guiérrez-Rubí muy provocativas y no es posible mencionarlas todas. Basta mencionar la que cierra el libro, la cita de Joichi Ito, del MIT, de que "las voces serán más importantes que los votos". Quizá sea así aunque suena un poco romántico y no muy tranquilizador. La voces serán muy importantes, pero no cabe contarlas y los votos, sí. Y contar es esencial para saber en dónde está la mayoría, la única que puede tomar decisiones legítimas en una democracia. A ver si va a venir una potente voz a tapar las decisiones de la mayoría. Porque ese final ya nos lo conocemos.

dissabte, 3 de desembre del 2011

Tiempos difíciles, duros, sombríos

Como es sabido, Carlyle bautizó la economía de ciencia triste (dismal science), nombre que reaparece cuando la realidad se vuelve sombría, cuando aumenta la pobreza, la miseria, cuando crecen las diferencias entre ricos y pobres y estos no ven fin a sus desgracias, ni salida a la situación. Pero no es la ciencia la triste sino la misma realidad que quiere retratar y explicar, pues obviamente es incapaz de mejorarla.

Todas las noticias, que son como enunciados definitorios de los distintos aspectos del mundo, trazan un cuadro siniestro de dificultades y estrecheces que, además, durarán años, según Angela Merkel. Los datos que hablan de deuda, déficit y ruina son incontrovertibles y sobre esa situación fatal sube al puente de mando de toda Europa la derecha con un programa último de desmantelamiento del Estado del bienestar.

Tras las duras medidas y recortes aplicados por CiU en Cataluña, vinieron ayer los del PP en Castilla-La Mancha, que no se quedan atrás y permiten calibrar el alcance de los que estará preparando Mariano Rajoy. El PSOE ya ha acusado a Cospedal de "dinamitar" el Estado del bienestar y los sindicatos anuncian acciones en la calle. Es decir, parece estar fraguándose una confrontación social. Pero ésta probablemente no será muy intensa por tres razones. La primera porque el PP llega con la legitimidad reforzada de la mayoría absoluta que le asegura la estabilidad parlamentaria pase lo que pase en la calle.

La segunda razón es que los datos, además de abrumadores, son objetivos. La situación es la que es: no hay dinero (en el mercado), no hay crédito, no se invierte, no aumenta el PIB (incluso quizá vuelva a retroceder), no se genera riqueza, no se pueden remediar las situaciones de carencia. Todo esto son hechos. Los hechos, claro, son susceptibles de interpretación pero, de momento, la única que se escucha y en la que se basan las medidas que están tomándose, tanto en España como en el resto de Europa, es la de la derecha neoliberal. Apenas hay interpretación alternativa, de izquierda.

Esa es la tercera razón. Es muy difícil que prosperen las movilizaciones extraparlamentarias cuando no están integradas en una teoría viable que dé una explicación de las circunstancias y muestre un proyecto de salida con un objetivo claramente expuesto. En la izquierda reina la confusión. Desde el momento en que no plantea la sustitución del modo de producción, del capitalismo, por otro, sus propuestas sólo pueden ser de reformas de aquel. Pero reformas son también las que hace la derecha, lo que quiere decir que el enfrentamiento entre ambas no es antagónico sino de matices. La dos, izquierda y derecha, plantean la salida de la crisis sin cambiar el modo de producción. No es suficiente acicate para mantener vivas las protestas callejeras y para que éstas tengan algún impacto en las medidas del gobierno.

En realidad, el movimiento 15-M es una especie de manifestación previa de esta situación. Su generalización apunta a la existencia de motivos para la protesta. Pero su inoperancia prueba que, si bien es relativamente fácil criticar lo existente, es mucho más complicado formular alternativas. Podría tratarse de tiempos de revolución. En verdad la palabra aparece de vez en cuando (por ejemplo, la spanish revolution), pero no encuentra revolucionarios que la invoquen ni gentes que la sigan.

Un gato que es un zorro.

Como quiera que este mes Palinuro ha decidido ilustrar su blog con el simpático gato de Chesire, de Alicia en el País de las Maravillas, juzgué que era un buen momento para poner mi grano de arena a la afición felina y fui a ver El gato con botas, la película de Chris Miller, en compañía de mis hijos. Debe saber el amable lector que el gato con botas es un animal icónico en casa. Tiene una estatua junto al televisor lo que, está claro, quiere decir que se le concede gran importancia, porque el televisor en el hogar moderno es el centro mismo del universo.

Por supuesto, los pequeños disfrutaron tanto de la peli como yo me aburrí. ¡Vaya estafa, ya en el propio nombre! Este gato con botas no tiene nada que ver con el gato con botas de Charles Perrault. Ya me extrañaba que se pudiera hacer una película de un cuento tan breve como el que narra en sencillas palabras la forma en que el inteligentísimo gato consigue que el miserable de su amo, tercer hijo de un labrantín cuya única propiedad es esa, un gato, convertido en Marqués de Carabás gracias a la imaginación del felino, haga su fortuna casándose con la hija del rey.

La película de Chris Miller es algo totalmente distinto. Lo único que tienen en común ambos gatos son las botas y ni eso es cierto porque el gato de Perrault las quiere para caminar por los rastrojos sin herirse mientras que el de Miller las calza por pura presunción. Ni marqués de Carabás, ni rey, ni castillo del ogro, ni nada, esta película no es más que un ejercicio de efectos especiales para verla en 3D, llena de vistosas peripecias para que los espectadores disfruten con sus emociones. Practicamente no tiene guión, salvo una historia elemental de una habichuelas mágicas, vagamente conectadas con una oca de los huevos de oro y un relato de honor, valor, venganza y amistad bastante trivial.

Quizá por casualidad, quizá como sutil homenaje al también maravilloso gato de Cheshire, aparece aquí Humpty Dumpty, que pega tanto en el conjunto como una bomba fétida en un rosal. En fin, que este Gato con Botas, plagiario del título, en realidad está moldeado según el estereotipo del personaje del Zorro, un noble de bien que se ve obligado a vivir al margen de la ley pero es habilísimo espadachín (el gato de Perrault no manejó una espada en su vida; se valía de su inteligencia) y corazón generoso. O sea, un petardo. Que la voz sea la de Antonio Banderas, que simula una dicción apache, igual que la de Salma Hayek, únicamente refuerza esta impresión de que al gato le han metido el espíritu del Zorro.

Conozco tres gatos que hablan en la literatura y los tres son de gran inteligencia, sentido del humor y mucho realismo, el mentado gato de Cheshire que consigue desaparecer dejando tras de sí sólo su sonrisa; el Gato con botas de verdad, quien convence al rey de que su amo es el imaginario Marqués de Carabás; y el Gato Murr, propiedad del Maestro de Capilla Johannes Kreisler, creado por E. T. A. Hoffmann, un gato fabuloso que llega a escribir una especie de memorias en la parte posterior de las hojas en las que escribía su amo y que éste creyó oportuno publicar como Vida y opiniones del gato Murr.

Al lado de estos tres felinos, figuras señeras de la civilización, este otro fanfarrón tiene maldita la gracia.

divendres, 2 de desembre del 2011

Estado de corrupción.

En la escala de corrupción percibida que elabora anualmente Transparency International España aparece en el informe de 2011 en el lugar 31 de 183 países en el mundo, en el 17 en Europa occidental y en el 14 de la Unión Europea. Un puesto muy poco satisfactorio. Con una puntuación de 6,2, estamos muy por encima de Italia (3,9) y Grecia (3,4), pero muy por debajo de Dinamarca (9,4), Finlandia (9,4) o Suecia (9,3). Un juste milieu nada honroso.

Es una fortuna que el índice mida la corrupción percibida por la ciudadanía, pues si pudiera medirse la objetiva a lo mejor estábamos más abajo. Porque es un hecho que, en contra de lo que Palinuro siempre quiere creer, la corrupción no pasa factura en las elecciones, algo verdaderamente insólito. Es lógico que, si la ciudadanía no tiene en cuenta la corrupción a la hora de votar, su percepción sea extraordinariamente benévola. Al dar a su país un magro 3,9 probablemente los italianos son más realistas que los españoles.

¿Cómo explicar que el PP obtenga una abrumadora mayoría de votos en la Comunidad Valenciana que está literalmente anegada en (presunta) corrupción que afecta de lleno al PP? Su expresidente Camps responde desde el banquillo en unos días por el inenarrable asunto de los trajes de la Gürtel y hay multitud de cargos políticos implicados en un sinfín de casos penales. Al expresidente de la diputación de Castellón, Fabra, el Tribunal Supremo lo ha puesto de nuevo en manos de los jueces, de quienes estuvo a punto de librarse no por ser declarado inocente sino porque sus supuestos delitos hubieran prescrito. Al parecer Fabra achaca sus golpes de fortuna al hecho de que le toca la lotería casi sistemáticamente, lo cual explica porqué no nos toca a los demás. La suerte está del lado de Fabra. Estaba porque, al fin, van a juzgarlo por delitos contra la Hacienda Pública, que están acompañados de otros no menos vistosos como tráfico de influencias o cohecho continuado. Una joya el, por ahora, último vástago de una dinastía de Fabras casi tan antigua en la Diputación de Castellón como los Borbones en el trono de España. Casualidad tan maravillosa como que le toque la lotería casi siempre.

Lo anterior puede parecer de cine de humor, de película del napolitano Totó que, por cierto, era un príncipe, de verdadero nombre Antonio Focas Flavio Angelo Ducas Comneno De Curtis di Bisanzio Gagliardi. Pero no es nada comparado con la historia del aeropuerto de Castellón, obra emblemática de Fabra que éste inauguró del brazo con Camps, explicando que era un aeropuerto sin aviones. Eso es algo más surrealista que la pipa de Magritte según el cual la pipa no era una pipa; el aeropuerto no es un aeropuerto. Pero resulta que sí es un aeropuerto y cuesta una millonada. Es decir, ¿no es también un delito? ¿No es malversar dineros públicos?

Lo del aeropuerto castellonense queda chiquito junto al saqueo de los caudales públicos que, al parecer, perpetraron cargos del PP al frente de una empresa, Emarsa, muy simbólicamente dedicada al tratamiento de aguas fecales y que sufragaba los más costosos caprichos de los tales cargos, desde viajes de lujo hasta francachelas diversas. Seguramente para expiar esta vida de licencia y molicie, las autoridades valencianas propiciaron y financiaron en 2006 una visita del Santo Padre Benedicto XVI quien vendría cargado de indulgencias. Por el camino se se esfumaron al parecer 3,8 millones de euros de un total de 7,4 millones que costó la visita papal al erario público. Más de la mitad de la pastuqui volatilizada y perdida se presume que en los bolsillos de los caballeros del Santo Gürtel.

En esa atmósfera de densa corrupción, no sería de extrañar que el yerno del Rey, marqués de Palma o algo así, se hubiera contagiado de las costumbres locales. Debió de haber un tiempo en el mundo empresarial levantino y balear en que regía la máxima de ¡tonto el último!. Lo malo de Urdangarín es que esté relacionado con la Casa Real y aparezca también presuntamente implicada la infanta Cristina. Mala cosa para la Monarquía española.

Pero es un asunto que pertenece a otra entrada. En ésta se trata de reseñar que el estado de corrupción es el normal en España (recuérdese, número 14 en la UE, por detrás de Estonia y Chipre). Pero que sea normal no lo hace menos indignante. Por su naturaleza la corrupción afecta a empresarios, funcionarios y cargos políticos. Estos últimos carecen de toda legitimidad a la hora de pedir a la gente que se sacrifique, que pierda sus exiguas rentas, que ceda parte de sus bajos salarios.

Así pues la señalada tolerancia frente a la corrupción presenta rasgos de masoquismo colectivo. Puesto que hemos de hacer sacrificios, preferimos que nos los impongan los que se libran de ellos fradulentamente. La corrupción y los recortes son como las guerras: los que las declaran nunca van a ellas.

dijous, 1 de desembre del 2011

La batalla de las ideas.

La pugna por la sucesión de Zapatero en el PSOE está llevándose con guante de terciopelo en el que, por supuesto, puede haber un puño de hierro. Pero, de momento, reinan las buenas maneras. Los militantes de proyección pública se pronuncian en libertad sobre uno u otra candidata. A favor o en desfavor. Con alguna estridencia de vez en cuando, como esa de Bono a gritos en el cuarto de banderas y alguna sabia conseja, como la de López recordando al ex-ministro que su partido ya se llama español. Recordatorio inútil pues Bono tiene muy claro que el PSOE es español; lo que no parece tener tan claro es que, además, es socialista y obrero.

Madina y Vázquez se han retirado y sólo parecen quedar dos posibles candidatos, Chacón y Rubalcaba, si bien ninguno ha dicho nada aún. Personifican dos generaciones distintas en su partido: la de la transición y la de la post-transición. Palinuro insiste en que sería bueno escuchar la opinión de la militancia en general, no sólo la de los jefes, cargos, ministros, representantes, que es también lo que dice Fernández Vara. Nadie estará reprimiendo con traidoras mañas que se formulen esas otras opiniones de forma que, si no se producen, será porque no las hay. Y los dos precandidatos harán bien en seguir en sus intenciones.

Sus declaraciones están siendo correctas. Chacón dice que es el momento del debate de las ideas, después vendrán los nombres. A su vez, Rubalcaba pide una oposición intensa desde el primer momento. Es lo que tiene que hacer porque es lo que le toca. Pero no puede soslayar el "debate de ideas" chaconiano. Sobre todo porque no tiene que hacerlo él sino su partido para llevar sus conclusiones al congreso en el que se elegirá un secretario general para que proponga un proyecto a la sociedad.

No es claro el ámbito de las ideas a que se refiere Chacón. Si es el de la política concreta en España y la oferta electoral hay poco debate entre los dos candidatos pues ambos propugnan lo mismo: la vuelta a un programa socialdemócrata, parcialmente abandonado por la presión de la crisis. Debate cerrado. Vuelve a abrirse, sin embargo, en cuanto alguien pregunte: ¿y qué es un programa socialdemócrata? Pero entonces el ámbito de las ideas en debate cambia. Ya no es la política practica, inmediata, de cómo se ganan unas elecciones, sino la más doctrinal del sentido de la izquierda en nuestro tiempo.

La defensa del programa socialdemócrata ha de hacerse en dos frentes: el de la derecha y el de la izquierda. La diferenciación de la derecha es relativamente sencilla sobre todo desde que ésta se ha ido a las posiciones neoliberales más extremas y se manifiesta contraria al Estado del bienestar. Consiste en defender los servicios públicos universales y gratuitos o casi gratuitos por entenderlos como derechos de las personas, en especial la sanidad y la educación. Política fiscal progresista e intervención justa en los mercados. Todo ello interfiriendo lo menos posible en su funcionamiento, pero no dejándolos a su libre y destructivo albedrío.

La diferenciación frente a la izquierda que se considera a sí misma "verdadera" o "trasformadora" resulta más difícil al PSOE. No consiste en encontrar para sí un lugar al margen de la izquierda, ya que eso situaría al socialismo en el "centro" que, como se sabe, es un lugar inestable, inseguro y algunos dicen que inexistente. Antes bien, consiste en recabar su condición de izquierda de siempre dejando a la llamada "transformadora" la designación de otra izquierda. Habrá quien diga que eso no es suficiente y que es preciso probar que esa otra izquierda en realidad no es tal, recurriendo a la famosa pinza y otras muestras de lo que tradicionalmente ha sido el comunismo, que es el endoesqueleto inconfeso de esa otra izquierda.

En realidad el problema de demarcación lo tiene esa otra izquierda, carente de discurso propio y necesitada de empujar a la socialdemocracia hacia la derecha para ponerse en su lugar. No merece la pena, por tanto, dedicar más tiempo a esta tarea ya que, por cuanto se ve, la otra izquierda no tiene visos de llegar al gobierno que es el único lugar desde el que se transforman las cosas. Su costumbre es cultivar la irrelevancia y, en espera de que las masas vean por fin la luz de la verdad que llevan treinta años ignorando libremente, considerar un triunfo la obtención de once diputados en el Congreso de los diputados. O sea, el 3,1 por ciento.

La diferenciación frente a la otra izquierda la extrae el socialismo de su tradición de socialismo democrático y gran impulsor (aunque no el único) del Estado del bienestar. Esto lo c0mpromete a una extensión de la democracia y ampliación a todos los ámbitos de la sociedad, incluido el económico. Debe haber trabajadores en el control de las empresas y en las decisiones sobre ellas, a cambio de la vinculación de los salarios a la productividad. Tiene que haber una revolución de la fiscalización democrática de todos los actos de las administraciones públicas a través de la política 2.0 y el uso masivo de las redes sociales. Por supuesto la socialdemocracia ha de seguir ampliando los derechos civiles y los derechos de la minorías, apoyando siempre la perspectiva de género y con una clara conciencia medioambiental. En ese orden de ideas hay que moverse.

(La imagen es una foto de Cham (Christian Amet), bajo licencia de bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 30 de novembre del 2011

Franco.

La memoria de Franco pesa sobre la conciencia colectiva de los españoles como una losa más abrumadora que la de 1500 kilos que cubre la tumba del dictador. Se haga lo que se haga, ahí sigue, como un fantasma del pasado que no permite el descanso de los muertos ni la paz de los vivos. Su periódico retorno con uno u otro motivo resucita los sentimientos de humillación, terror y persecución de cientos de miles de españoles, vivos de nuevo en el recuerdo de los relatos de la España negra con los que crecieron sus descendientes.

¿De qué otra forma podía ser cuando, contra todo espíritu de magnanimidad, el cuerpo del dictador yace en el centro de un inmenso, ciclópeo mausoleo que se hizo construir en vida para su mayor gloria en la muerte a su vez en el centro mismo de España? Cercana al Escorial, pétreo emblema del imperio español, con voluntad de resurrección imperial, esa gigantesca cruz no simboliza la reconciliación de los españoles, sino la victoria de unos sobre otros y se alza en recuerdo de los casi cuarenta años del régimen más sanguinario que haya padecido el país nunca. Desde Cuelgamuros irradia el espíritu de unos vencedores inmisericordes que crearon un cementerio colectivo en el que enterraron a la fuerza los huesos de los vencidos para que les sirvieran como trofeo por los siglos de los siglos. Quienes afirman que el monumento trata de hermanar a los españoles más allá de la muerte y de honrar por igual a los caídos de ambos bandos sólo añaden la mofa a la afrenta. ¿Desde cuando se entierra a las víctimas con su victimario, a los asesinados con su asesino?

Mientras esa mole esté en donde y como está los españoles no conocerán la paz de espíritu ni podrán entenderse. Los descendientes de los vencedores porque se sentirán obligados a seguir respetándolo y aun rindiéndole honores como única forma de acallar sus remordimientos. Los de los vencidos porque, al no encontrar justicia ni reparación, seguirán siendo presas del recuerdo herido y sintiéndose derrotados, como experimentan quienes diariamente pasan junto al arco de La Moncloa que, para vergüenza de todos, sigue llamándose Arco de la Victoria.

Ahora la comisión de expertos a la que el Gobierno encargó la tarea de recomendar una decisión que hubiera debido tomar el Parlamento en su día propone exhumar los restos del Caudillo y llevarlos a otro lugar, siempre que la iglesia católica otorgue su permiso. Sin duda esta cautela está dictada por muy pertinentes consideraciones jurídicas pero equivale a dejar en manos de una organización privada una medida de enorme trascendencia pública; una organización privada que fue cómplice de la Dictadura a lo largo de su existencia. Y más que complice, fue, junto a ejército y la policía política, uno de sus pilares fundamentales bajo la forma del nacionalcatolicismo, la que tomó el fascismo en España.

Tres de los miembros de la comisión se oponen a lo que ésta recomienda porque contribuiría a dividir y radicalizar a la opinión pública, un argumento que pone de relieve lo que niega. Todo lo que tiene que ver con Franco divide y radicaliza porque él dedicó su vida a dividir y radicalizar España y, mientras no esté enterrado en algún otro lugar, mientras siga expuesto presidendo en cierto modo el centro mismo de la memoria colectiva de la tragedia nacional, así será. Tarde o temprano, aquí, en la Argentina o en donde sea, un tribunal de justicia calificará de genocidio la represión franquista, un delito que no prescribe, y condenará a Franco como genocida. Entonces el peligro de división y radicalización será máximo.

El franquismo es el responsable de que generaciones enteras de españoles experimentaran su condición nacional como una vergüenza cuando, al salir al extrajero, comparaban los Estados de derecho europeos, respetuosos con la dignidad de sus ciudadanos, con la tiranía que ellos padecían y que los trataba como súbditos y carne de presidio. Nada humilla más a una persona que vive bajo una tiranía que compararse con quien lo hace en un régimen de libertad. De ahí viene en buena medida el complejo de inferioridad de los españoles frente a los europeos.

Llega el informe en el momento del relevo en el gobierno y, por más que los socialistas pidan a Rajoy que no lo ignore, lo más probable será el olvido con el argumento de que no es un asunto urgente, pues los hay mucho más. Querrá ocultarlo recurriendo a esa fórmula huera de que España es una gran nación y se ayudará de los gritos de rigor al estilo Bono de ¡viva España! Pero una nación que maltrata a sus hijos, les niega la justicia y la reparación, jamás será grande. Vivirá seguramente pero será en la ignominia. El orgullo del presente hunde sus raíces en el pasado y el pasado español hiede a mortandad.

(La imagen es una foto de hermenpaca, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 29 de novembre del 2011

¡Viva España!

Palinuro es moderado, carece de prejuicios, hasta es (bueno, era) moreno; grita ¡viva España! con todas sus fuerzas legionarias. ¿Cómo no es aún secretario general del PSOE? ¡Ah, claro, porque no es del PSOE! Pero eso le pasa también a Carme Chacón, según Guerra y Bono que, mira por dónde, a pesar de su correoso antagonismo, coinciden en el amor a la patria. Al ser la ministra del PSC no es del PSOE como, según dice Guerra, sostienen algunos socialistas catalanes, más cuatribarrados que bicolores. Lo que nos lleva a la curiosa conclusión de que el Gobierno de España es de coalición y no nos habíamos enterado.

El debate sobre la sucesión de Zapatero, que se preveía animado, empieza a tocar fibras nacionalistas, siempre delicadas. Ya puede Carme Chacón desgañitarse por los páramos manchegos gritando "¡viva España!". No se la oye, no se la escucha, porque es catalana. Hace un par de días Palinuro avisaba de que éste iba a ser su handicap porque en España hay mucho prejuicio anticatalán, incluso entre los socialistas. Dicen los prejuiciados que no es por catalana sino por socialista catalana. Pero sólo es un modo de disfrazar el prejuicio.

Estamos en zona minada. En el post citado Palinuro sostenía que, para la izquierda, la condición de catalán no sólo no puede ser un lastre sino que ha de ser una ventaja. Si el PSOE se tiene por el gran partido vertebrador español ha de admitir sin más que una catalana pueda ser secretaria general y, llegado el caso, presidenta del gobierno de España. Eso es vertebrar. Lo otro, no. En efecto, zona minada porque no es un claro terreno de política práctica, sino uno oscuro de pasiones y sentimientos. El de los prejuicios.

Pareciendo que oliera el peligro, Felipe González, cuyo mayor activo político ha sido siempre una poderosa intuición, ha reafirmado lo obvio, esto es, que se puede ser secretario general y catalán; que no es tan obvio porque, si lo fuera, no sería necesario reafirmarlo. Como Palinuro pasa por furibundo felipista desde lo de las Termópilas, ofrece a Isidoro de Sevilla la base racional de su intuición. Es simple: si lo que queremos es fomentar el nacionalismo y el separatismo en las filas del socialismo catalán y, por extensión, en Cataluña, lo mejor que podemos hacer es poner pegas a los catalanes por catalanes. Es difícil que un nacionalista excluyente lo entienda, pero es fácil que lo hagan los incluyentes. Y, en efecto, consuela que Vara, Iglesias y Griñán coincidan con Felipe en que un(a) catalán(a) pueda liderar el PSOE. Por supuesto. Y ser president@ de España. Como lo fue de la Generalitat un cordobés. Es de sentido común en un país en el que tod@s somos iguales ante la ley.

Juzguen los socialistas la capacidad, la inteligencia, la habilidad, la determinación de Carme Chacón si presenta su candidatura. Juzguen lo que quieran menos su procedencia territorial. Si hay España, es propiedad de tod@s. Otra cosa es la sorda pugna partidista PSOE/PSC, que la hay y que los socialistas tendrán que resolver con alguna fórmula imaginativa que no los lleve a la situación en que se vieron el PCE y el PSUC. Es difícil, desde luego (como siempre que aparecen los nacionalismos), pero no imposible y, en todo caso, no puede convertirse en la razón por la que se atropellen los derechos de una persona.

Rubalcaba no es catalán pero tiene mucho a su favor. Varios dirigentes añosos lo postulan con razones de peso que hablan de experiencia y eficacia probadas. El propio Rubalcaba las exhibe cuando, como es costumbre en él, no habla mucho, pero hace. En este caso ha hecho lo más sensato y lo que más deben agradecerle sus compañeros: seguir dando la cara en el Congreso aun sin haberse pronunciado sobre su candidatura a la secretaria y sin saber si es o no segura. Su partido tiene una deuda con él. Y más que tendrá después del debate de investidura. Se puede objetar que se trata de una maniobra suya, según ese maquiavelismo que le atribuyen, para postularse de hecho como candidato. Pero quienes esto dicen deben responder dos preguntas. La primera, qué otra cosa cabe hacer. La segunda porqué no son separables la candidatura a la presidencia y a la secretaría.

A todo esto lo de añosos de más arriba no llevaba mala intención. Sobre la sucesión se han pronunciado ya bastantes miembros importantes del PSOE en sana discrepancia. Tienen, sin embargo, algo en común: todos son hombres y ninguno cumplirá ya los sesenta. Guerra critica la predilección por los jóvenes y las mujeres; pero se refiere a los cargos públicos. Estoy seguro de que no tiene nada que objetar a que opinen. Sería bueno que se escucharan voces de generaciones más recientes. A la postre será su secretari@ general más tiempo que lo será para algunos de los que ya han hablado. Ley de vida.

(La imagen es una captura de telecinco.com)

dilluns, 28 de novembre del 2011

De la dignidad en política.

El diario El País continúa con ese ataque al PSOE y a Rodríguez Zapatero que deja ver el mar de fondo producido por la negativa del gobierno socialista a plegarse a los intereses empresariales del grupo Prisa. El duro, altanero e injusto editorial de ayer contra el secretario general del PSOE (¿Nadie es responsable?) muestra por lo bajo que se intenta hacer leña del árbol supuestamente caído y por lo más bajo que el periódico acabará consiguiendo ponerse a la altura moral de sus competidores de la derecha.

Interpreta el editorialista a su modo el contenido del Comité Federal de ayer y se escandaliza de que Zapatero no haya aceptado su responsabilidad en las dos derrotas electorales producidas por la pretendida mala gestión de la crisis, de la cual hace exclusivo culpable al presidente en funciones, exactamente igual que Rajoy quien, sin embargo, ahora está comprobando amargamente que a lo mejor no consigue estar a la altura de aquel a quien denigraba sin cesar. Igual también que El País quien, a su vez, al no ser gobernante, no tiene que temer por ese lado, pero sí por el de la desafección de sus lectores más ecuánimes.

No vamos a perder el tiempo recordando que lo de la "mala gestión" no es cierto como ve cualquiera que compare a Italia con España; por no hablar de Grecia, etc. Al contrario, vamos a ganarlo con una simple pregunta: ¿qué diría hoy El País si, en lugar de girar 180º en mayo de 2010, el presidente hubiera seguido con la política de estimular la demanda a base de más gasto público? No fue así y Zapatero tuvo la dignidad de anteponer los intereses de España a los de su partido. Pues eso no lo libra de la bronca del sabelotodo de siempre. Haga lo que haga será abroncado porque, en el fondo, el ataque responde a otras causas que, sin embargo, no se tiene la dignidad de formular. Hay sus diferencias.

Al día siguiente de la derrota del PSOE, el mismo diario, en otro durísimo y despreciativo editorial, pedía la inmediata dimisión de Zapatero y como éste no la presentara, el periódico, molesto por que no se acaten sus mandatos, volvió ayer a la carga con el nivel y los resultados que ya se ha visto. La independencia del poder político frente a las exigencias perentorias de quienes se arrogan un derecho de intervención que toma la forma de órdenes es una garantía de la dignidad de la política.

Otra sencilla pregunta ¿qué hubiera pasado si Zapatero, en lugar de no doblegarse ante esta petulante injerencia, hubiera dimitido? Un PSOE descabezado, una probable comisión gestora, aplazado sine die el congreso, un partido que no podría, quizá, hacer su labor de oposición hasta bien entrado el año 2012. Si es esto lo que se buscaba, probablemente porque haya que hacer méritos con los nuevos aires, la operación se ha frustrado gracias a que, de nuevo, Zapatero ha actuado con dignidad y ese sentido de la responsabilidad que El País le niega igual que se lo negaba el PP.

Zapatero ha explicado ante el Comité Federal que no había alternativa al giro de mayo de 2010, cosa que entiende todo el mundo salvo quien no quiera hacerlo. Porque ¿cuáles eran las otras opciones? Dado que resultaba imposible seguir con las medidas económicas de incentivar la demanda, sólo quedaba dimitir y convocar elecciones o convocar un referéndum y ambas, en aquellos momentos críticos, hubieran sido catastróficas.

Por último, reducir las dos legislaturas de Zapatero a una mezcla de improvisación, populismo y volubilidad, ocultando (no ignorando sino ocultando adrede) que la primera introdujo cambios sustanciales en la sociedad española convirtiéndola en una de las más avanzadas de Europa en punto a igualdad, derechos civiles, protección de las minorías, dependencia, etc., es algo más que indigno. Raya en lo repulsivo.

(La imagen es una foto de Delatorre, bajo licencia de Creative Commons).

Reflexión sobre los resultados electorales.

Invitación a una reflexión y debate sobre los resultados electorales



Todo el mundo bienvenido.

diumenge, 27 de novembre del 2011

Reaccionar a tiempo.

Nadie podrá acusar al PSOE de lentitud o afán de escurrir el bulto. Ya tiene convocado el congreso ordinario para elegir su nuevo secretario general y decidido el procedimiento para hacerlo. Quedan descartadas las primarias y serán los delegados los que se pronuncien.

De aquí a primeros de febrero se formalizarán las candidaturas. Se quiere que haya varias como se demuestra por el hecho de que el Comité Federal haya rebajado la cantidad de avales que se precisan para optar. Pero, de momento, ninguno de los posibles interesados ha soltado prenda. Sí han hablado, en cambio, algunos que no se postulan. El viernes lo hizo Gabilondo, pidiendo a Rubalcaba que se retire y ayer, en cambio, Jaúregui decía que, de no haber otro que concite mayores apoyos, hay que fortalecer a Rubalcaba, mientras que Bono pedía un candidato que sea español "sin complejos". Este Bono es tan de derecha que hasta coincide con ella en las expresiones. Esa de "sin complejos" es expresión cara a Aznar y a la partida de la porra mediatica conservadora y quiere decir que no basta con tener convicciones fuertes sino que hay que vociferarlas por ahí, sacarlas a relucir venga o no a cuento y arrojárselas a la cabeza a los posibles adversarios. Esta falta de complejos de Bono se refiere a su acendrado nacionalismo español. Bono quiere un secretario general españolista. Rubalcaba lo es, aunque quizá no tan estridentemente como le gustaría a Bono. Pero da la impresión de que, en el fondo, su fórmula no pretende tanto animar a Rubalcaba como justificar la oposición a la candidatura de la catalana Chacón. Ayer decía Palinuro que en España hay un fuerte prejuicio anticatalán. La prueba, en menos de doce horas. Así pues Bono sólo admitiría un catalán como candidato si fuera un nacionalista español al estilo de Josep Pla. Verdaderamente llamativo en esta impertinente exigencia es que a Bono lo único que le preocupe del candidato sea la intensidad de su nacionalismo y no sus ideas o propuestas acerca de la renovación de la socialdemocracia.

Sin embargo, la definición ideológica se presenta como lo verdaderamente decisivo en este caso. El capitalismo al que la socialdemocracia tiene que enfrentarse ha evolucionado mucho desde aquel otro al que Pablo Iglesias quiso oponerse fundando un partido. El partido tiene asimismo que evolucionar. Y tiene que hacerlo atendiendo a unos objetivos propios de la socialdemocracia que se distinguen de los de la derecha y los de la izquierda de obediencia comunista: libertad, democracia, igualdad, justicia social. Estado keynesiano del bienestar.

Caballería roja. El arte y el comunismo.

La Casa Encendida alberga una portentosa exposición de arte soviético titulada Caballería roja. Arte y poder en la Rusia soviética, 1917-1945 con tal abundancia de material, magníficamente organizado por la comisaria, Rosa Ferré, que si se pretende contemplarla con cierto detenimiento, da para más de un día. Se ha hecho con un enorme esfuerzo de coordinación y colaboración con muchos museos de Rusia que debe aplaudirse porque el resultado es impresionante. En los cuatro espacios de exposición de la planta baja y sótano de la Casa Encendida se exhibe la mejor muestra del arte soviético, de todo él y en todas sus manifestaciones, que pueda imaginarse.

Hay cuadros de Kandinsky, Chagall, Malevich (uno suyo da nombre a la exposición), Deyneka, Brodsky, etc; carteles de El-Lissitsky, Dmitri Moor, Gustav Klutsis, Maiakosky; fotomontajes de Rodchenko y otros; música de Shostakovich y Prokofiev; libros y poemas de Ana Ajmatova u Ossip Mandelstam; novelas y relatos de Babel, Gorki, Pasternak, Pilnyak; bocetos y diseños de Meyerhold, Maiakovsky de nuevo; artefactos de Tatlin o Theremin; películas de Dziga Vertov, Eisenstein o Pudovkin; esculturas de Vera Mujina e Ivan Shadr. Treinta años de creatividad muy bien expuestos, que dan una idea de la evolución del arte soviético desde la revolución bolchevique hasta 1945, el fin de la Gran Guerra Patria, que no del estalinismo.

Sin embargo, esa idea puede resultar engañosa si el visitante no sitúa en el debido contexto la enorme afluencia de obras de arte que lo asaltan. Para hacerlo, lo aconsejable es comprar el catálogo de la exposición, una obra muy apreciable con aportaciones de especialistas en la materia. Las de Rosa Ferré, las más abundantes, son con mucho las mejores. De este modo, armado con las claves que en el catálogo se encuentran el espectador ya no corre peligro de caer en la trampa de una visión convencional del arte comunista que, de darse, vendría a ser como el triunfo póstumo de la única habilidad en la que el comunismo ha destacado con auténtica maestría: la propaganda.

En efecto, el visitante de buena fe recorrerá las salas y su primera impresión (que, muchas veces, la mayoría, es la única que se obtiene) será coincidente con la interpretación al uso de la evolución del arte soviético y que, más o menos, dice lo siguiente: con la revolución bolchevique, en vida de Lenin y durante los primeros años de la joven república soviética (hasta el ascenso de Stalin en 1927) hubo un tremendo florecimiento del arte, en medio de la libertad de creación más absoluta, un montón de genios en todas las ramas estéticas asombraron al mundo con la fuerza, la originalidad y la belleza del arte revolucionario. Es cierto que, en muchos casos, la creación procedía de las vanguardias prerrevolucionarias pero, a partir de 1917, el comunismo revolucionó no solo la política y la economía sino la literatura y el arte en general, haciendo aportaciones que todavía se imponen con fuerza. A partir de 1927, sin embargo, con el ascenso de Stalin y, sobre todo, al comienzo de los años treinta hay un giro de radical de la política artística del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), el mismo Stalin se mete en cuestiones estéticas, el más rígido dogmatismo ahoga toda creatividad artística, se instalan el realismo socialista y el culto a la personalidad, los artistas se convierten en acobardados servidores y propagandistas de la ideología pseudomarxista del estalinismo y las obras de arte son falsas, bombásticas o puro kitsch.

Esta interpretación al uso es parcialmente cierta y parcialmente no. Es cierta la segunda parte: el estalinismo significó la sumisión del arte a las obtusas directrices del PCUS, administradas por Jdanov, consuegro de Stalin y que tenía tanto sentido estético como un boniato; significó asimismo el soborno de los intelectuales y artistas que se sometieron y la persecución, la tortura, el destierro o la muerte para los que no lo hicieron. Este triste destino afectó a miles de creadores. De los seiscientos asistentes al congreso de escritores en Moscú en 1934, unos años después doscientos habían sido fusilados.

En cuanto a la primera parte, es cierto que en los primeros años de la revolución hubo una verdadera explosión de creatividad artística, pero es falso, como suele darse a entender (ya que nadie se atreve a decirlo claramente por ser claramente mentira) que tal explosión estuviera animada por las autoridades comunistas o que Lenin fomentara la creatividad artística que no estuviera estrictamente ligada a la propaganda. Más abajo volveré sobre este asunto que no es sino el enésimo intento de cargar todas las monstruosidades del comunismo sobre Stalin, salvando la figura de Lenin, cuando es claro que lo único que diferencia a Lenin de Stalin, en esto como en todo, es que el primero murió prematuramente y no le dio tiempo a llevar a cabo todos los crímenes que cometió el segundo. No obstante hizo lo suficiente para justificar este juicio que, insisto, expondré al final de la entrada.

Antes unas palabras sobre el régimen de terror de Stalin que literalmente revuelve las tripas. En 1932, el ex-seminarista pone fin a la multiplicidad de escuelas, corrientes e ismos artísticos y crea una Unión de Escritores Soviéticos. El congreso de 1934 impone la doctrina del realismo socialista y ésta se expande a todas las ramas del arte a partir de la creación en 1936 de un Comité de Asuntos Artísticos de la Unión. Los artistas y creadores que querían prosperar tenían que pertenecer a estas organizaciones; los que no lo hacían ya sabían que les esperaba el ostracismo, la persecución o algo peor. Stalin fue especialmente duro con los escritores y, en concreto, con los poetas: Maiakovsky, Yesenin y Marina Tsvetaeva fueron empujados al suicidio, Mandelstam murió en el gulag, como Shyleiko y Nicolai Punin, segundo y tercer maridos de la poetisa Ana Ajmatova, cuyo hijo, Lev Guvilev también fue deportado y murió en consecuencia. Todo esto lo encontramos en la exposición.

Es Ajmatova, precisamente, la que cuenta en su introducción al primer poema de su obra Requiem que sólo pudo publicarse en Rusia en 1987 la famosa y estremecedora historia que mejor describe el terror stalinista. Estaba la poetisa en una de aquellas colas de familiares de presos y desaparecidos que todos los días tenían que ir a la puerta de la cárcel de Leningrado a esperar durante horas con temperaturas bajo cero por ver si conseguían alguna noticia de sus allegados y que tan bien describe Grossman en alguna de sus obras, cuando una mujer que estaba detrás le susurró al oído (nadie podía hablar en voz alta): "¿puede usted contar esto?" "Sí", respondió Ajmatova, "puedo". El resultado es el poemario Requiem, que pone los pelos de punta.

Pero no fueron únicamente los poetas los perseguidos. En los años del Gran Terror (de 1934 a 1940), Stalin hizo fusilar pintores (Pavel Filonov, 1937), cartelistas fieles hasta la muerte (Klutsis, 1938), novelistas (Boris Pilnyak, 1938; Isaak Babel, 1940), cineastas (Boris Shumiatsky, 1938), dramaturgos (Vsevolod Meyerhold, 1939) o periodistas (Mijail Koltsov, 1940). La exposición contiene obra de todos, mucha de ella, paradójicamente, alabando a su asesino. Por supuesto, al ser la exposición de arte, nada se dice de la masacre estalinista de políticos, militares, médicos, científicos y gente de la calle. Aun hoy es imposible calcular cuánta gente asesinó este tirano.

¡Ah, pero es que el estalinismo fue una degeneración del comunismo, del leninismo! Lenin era otra cosa. ¿Acaso no previno en su testamento de lo que se venía encima con el georgiano al que él mismo había nombrado secretario general? Es posible que tuviera segundos pensamientos pero, en realidad, Stalin no es sino la continuación de los métodos de Lenin. Fue Lenin quien cerró la asamblea constituyente y ahogó la democracia en la cuna; fue él quien ordenó reprimir a sangre y fuego la sublevación de Kronstadt, él quien hizo fusilar al Zar y su familia, incluido el zarevich, un niño, sin juicio alguno (y mantener oculto este crimen durante años) y él quien puso en marcha los primeros campos de concentración. En realidad no es Stalin ni tampoco Lenin, es el comunismo. Con él comienza el terror y la única diferencia entre Stalin y Lenin es que éste fallece muy pronto, está muy ocupado con la supervivencia del poder bolchevique (guerra civil, comunismo de guerra, NEP) y, desde su muerte (en 1924) hasta el triunfo de Stalin en la lucha interna por sucederle (1927), los comunistas tienen poco tiempo de ocuparse de los artistas.

Es decir, el grandioso florecimiento del arte revolucionario que se abre en 1917 es posible no gracias a los bolcheviques y Lenin, sino, al contrario, gracias a que los bolcheviques y Lenin estaban ocupados tratando de sobrevivir. Así se desarrollaron las vanguardias, o los grupos de artistas, como el Proletkult o Lef, por cierto, todos ellos sinceramente bolcheviques y revolucionarios. De todo esto hay magníficos ejemplos que suspenden el ánimo en la exposición. En punto a producción artística, la Rusia bolchevique no tenía nada que envidiar a la Alemania de Weimar. Y si en ésta hubo expresionismo o la neue Sachlichkeit, en Rusia hubo futurismo, constructivismo, acmeísmo, suprematismo o productivismo. Otro curioso parecido que se daría unos años después entre Alemania (ahora la nazi) y la URSS fue la persecución de las formas artísticas que disgustaban a las respectivas tiranías y ambas bajo el mismo nombre: "arte degenerado".

Pero todo ello no gracias a Lenin, sino a pesar de él. El fundador del bolchevismo no tenía inquietudes artísticas y sus gustos eran conservadores, por no decir del montón. Odiaba las vanguardias (para vanguardia ya estaba él) y los ismos. Su único interés en el arte residía en su faceta propagandística y por eso apoyó el cine, puso al dramaturgo Anatoli Lunacharski al frente del comisariado de arte y facilitó que se crearan aquellos trenes que llevaban los documentales de Dziga Vertov por los pueblos de la estepa. Pero ahí se acababa su preocupación y en el resto fue tan arbitrario y censor como Stalin sólo que mucho menos eficaz. Si Nadia Krupskaia iba al teatro y no le gustaba la obra, el dramaturgo recibía un aviso, igual que cuando Stalin iba al estreno de, por ejemplo, la Lady Macbeth de Shostakovich, no le gustaba y, al día siguiente, la Pravda cargaba contra una música que no era tal, sino un caos burgués, asunto peligroso que podía llevar al creador al gulag. Fue Lenin quien mandó al exilio a docenas de intelectuales y creadores, desde el novelista Evgenii Zamiatyn hasta el filósofo Nicolai Berdiaev, pasando por el sociólogo Pitirim A. Sorokin. Y fue igualmente Lenin quien hizo fusilar en 1921 a Nicolai Gumilev, primer marido (divorciado) de Ana Ajmatova, bajo la acusación de conspiración monárquica. Aún no se había descubierto la práctica de torturar y fusilar gente bajo la acusación de trostkistas. Es el estalinismo, es el leninismo, es el comunismo en definitiva, el que ahoga toda libertad creadora y, cuando puede, termina con los mismos creadores.

Una última noticia respecto a otro episodio siniestro de abyección de los intelectuales y artistas en la Unión Soviética que se encuentra documentado en la exposición y del que da cumplida cuenta el catálogo. En 1934, Maxim Gorki pone en práctica su teoría de que los escritores deben trabajar en brigadas como los proletarios y escoge a ciento veinte autores para escribir un libro glorificando la construcción del canal de Bolomor, que unió el mar Báltico con el el mar Blanco con una longitud de 227 kms. Era una de las grandes obras emblemáticas del estalinismo y no sólo por la proeza de ingeniería. Lo que Gorki y los demás escritores al servicio de Stalin celebraban era el hecho de que la obra fuera, además, una comprobación de las doctrinas comunistas sobre la regeneración de los presos mediante el trabajo forzado. Porque el canal -que los ciento veinte autores visitaron mientras se construía- fue obra de presos que lo hicieron picando el granito casi con las manos. Es decir Gorki y los autores estalinistas no tuvieron inconveniente en glorificar el gulag.

Relación de imágenes:

Primera: Kasimir Malevich, Caballería roja (h. 1930).

Segunda: El Lissitsky, Derrotad a los blancos con la insignia roja. (1920).

Tercera: Kuzma Petrov-Vodkin, Retrato de Ana Ajmatova (1922).

Cuarta: Isaak Brodsky, Stalin (1933).

Quinta: Stepan Karpov, La amistad de los pueblos (1922-24).

Sexta: Vera Mujina, El trabajador y la koljosiana (s.d.).

Séptima: Gustav Klutsis, Viva la URSS (s.d.)

dissabte, 26 de novembre del 2011

¿Qué secretario general para el PSOE?

El Comité Federal que se reúne hoy determinará qué forma tendrá la designación del nuevo secretario general en el congreso de febrero. Parece que se pronunciará por un congreso abierto, facilitando la presentación de varias candidaturas. Es lo que piden Elena Valenciano, Fernández Aguilar y otras voces. Es también lo que piensa Palinuro: cuanto más abierta la elección, mejor. Convendrá que sea elegido quien tenga mayor apoyo dentro del partido en su conjunto (es decir, que no salga electo gracias a maniobras o pactos de fracciones internas) y conecte directamente con la calle, lo cual le dará mayor legitimidad, cosa conveniente porque deberá dirigir el partido a la par que ser el candidato a la presidencia del gobierno.

Este método, sin embargo, tiene una limitación que el congreso habrá de tener en cuenta y es que el electo sea diputado. De otro modo se corre el peligro de que el partido esté dirigido por un candidato a la presidencia del gobierno que carece de presencia parlamentaria, lo que lo hará prácticamente invisible. La desafortunada experiencia del PP cuando nombró presidente a Hernández Mancha entre 1987 y 1989 es ilustrativa. El nombrado era senador y no podía intervenir en el Congreso. Para hacerlo excepcionalmente tuvo que presentar una moción de censura que estaba perdida de antemano, que efectivamente perdió y que obligó al partido a nombrar a otro candidato para las elecciones de 1989, a Aznar quien asimismo las perdió.

Esto quiere decir que los candidatos del PSOE con más probabilidades de entrada surgirán en el grupo parlamentario, en donde no abundan quienes puedan postularse con visos de triunfo. Destacan Rubalcaba, Chacón y Madina. Comienzan a escucharse voces a favor de una o de los otros y es bueno que así sea y que las voces se identifiquen, especialmente si tienen peso en la opinión. Gabilondo ha sido el primero en hacerlo, aunque por vía negativa, pidiendo que no se presente Rubalcaba. ¿Los argumentos? Uno al que suele darse mucho peso pero no por ello resulta más convincente: porque hay que dejar el sitio a las nuevas generaciones. Ese es el argumento que esgrime José Blanco para retirarse de la primera fila política. En este caso suena a excusa pues es dudoso que alguien contara con Blanco de no ser Zapatero. En el otro tampoco es más consistente: no hay que dejar el sitio a las nuevas generaciones; éstas deben ganarlo, imponerse, no pedir paso. Cada cual a lo suyo.

Los posibles candidatos, efectivamente, presentan pros y contras. Rubalcaba es perro viejo, experimentado, resistente y eficaz, lo cual no impidió que perdiera unas elecciones. Chacón quizá tenga menos experiencia por más joven, pero es igualmente resistente y eficaz, si bien no consiguió postularse como candidata a la presidencia del gobierno en lugar de Rubalcaba. Madina es muy nuevo, casi bisoño, y puede personificar esa especie de deseo de renovación del PSOE si bien dicha renovación no aparece claramente definida.

En cuanto a la imagen, la de Rubalcaba no es especialmente buena. Cabe decir que el electorado atiende a otras consideraciones antes que a la apariencia física, pero eso es más un deseo que una realidad. La facha cuenta mucho. Obsérvense las campañas de las democracias y se verá que los candidatos/as se mueven en los límites de un canon en el que Rubalcaba no encaja del todo.

Mejor presencia tiene Chacón, cuenta también a su favor que es mujer y que su elección llevaría aparejada una solución a una injusticia histórica. Pero es catalana. Este es un asunto peliagudo. Desde un punto de vista de izquierda, la catalanidad de Chacón no sólo no es un demérito sino que es una ventaja. Palinuro así lo cree. Pero no está seguro de que sea opinión universalmente compartida. Es ingenuo negar que en la opinión española, socialistas probablemente incluidos, hay un prejuicio anticatalán superior al prejuicio antiespañol que hay en Cataluña en donde ha sido Molt Honorable uno de Iznájar. Y, sin embargo, se remediaría otra injusticia histórica puesto que el último presidente catalán del gobierno español fue el general Prim, en 1870.

La imagen de Madina está aún por hacerse ya que su exposición en la esfera pública ha sido muy escasa y mucha gente ni siquiera lo identifica visualmente.

Atendidos estos aspectos importantes, desde luego, pero que no debieran ser decisivos, lo imprescindible es que los candidatos se presenten y presenten un proyecto para el PSOE y para la recomposición de sus expectativas electorales. Y aquí Palinuro insiste en que ese proyecto debe ser completo, debe explicar qué sea la socialdemocracia en la era de la globalización y de la crisis estructural del capitalismo. Tiene que aclarar sus relaciones con la otra izquierda, no puede seguir ignorándola; aclaración que debe ser crítica. Con el mismo derecho con que la izquierda llamada "plural" sostiene que el PSOE no es de izquierda puede el PSOE insistir en que IU tampoco, si no que es el Partido Comunista oculto detrás de otras siglas. Tiene también que articular una defensa del Estado del bienestar, buscando la alianza con los sindicatos y todas las asociaciones civiles interesadas en impedir su desmantelamiento. Por último tiene que organizar un partido más abierto a la sociedad, sobre todo a la cibersociedad que es en donde está el fermento del futuro. Cuanto más se abra a las redes el PSOE y circule por ellas, más fuerte será.

O sea, un proyecto que hable de socialdemocracia, del conjunto de la izquierda, del Estado del bienestar y del propio partido. Y que el congreso decida.



Cómo no deben hacerse las cosas


Ese indulto del gobierno a un banquero condenado a tres meses de cárcel por un tribunal deja atónito a cualquiera. A cualquiera que viva en este mundo en el que los banqueros son presuntos delincuentes que están expoliando a la gente mientras que a un pobre desgraciado que no puede pagar la hipoteca lo dejan al raso con su familia.

Es posible que se trate de uno de esos casos de incapacidad del gobierno de comunicar, como dicen los expertos. Es posible que el banquero indultado sea una bellísima persona y su condena, aun siendo justa, provoque un daño moral superior. También es posible que los burros vuelen. Pero no probable. No sé qué tendría que hacer el gobierno para explicar a la opinión porqué un banquero está por encima de la ley, puesto que un indulto es siempre pasar por encima de la ley. Lo que sí sé es que lo ha hecho casi de matute, en una de sus últimas decisiones ya en funciones, sin duda avergonzado. Porque este indulto no tiene explicación alguna pero va a hacer un daño tremendo al PSOE.

También es posible que Rajoy, quien lleva tres días recibiendo órdenes de los banqueros, haya transmitido a Zapatero el deseo del gremio de que uno de los suyos no vaya al trullo, como si fuera un chorizo cualquiera. De sobra es sabido que los olímpicos del dinero jamás serán unos cualquieras. No es de extrañar que Rajoy sirva de valet a los banqueros; para eso lo han puesto en donde está. Lo que ya no es tan fácil de explicar es que Zapatero también. A él no lo pusieron los banqueros; lo pusimos los ciudadanos. Y los ciudadanos queremos que los banqueros vayan a la cárcel cuando así lo deciden los tribunales de justicia. Lo otro es una burla.

divendres, 25 de novembre del 2011

La violencia contra las mujeres

Hoy, 25 de noviembre, se celebra el día en contra de la violencia machista. En lo que va de año en España han muerto 54 mujeres asesinadas por sus parejas o ex-parejas. En el resto del mundo la situación no es mejor; en otras partes, en México, en Colombia, en la China, en los países árabes es muchísimo peor. Está bien que se haga cuanto se pueda por elevar la sensibilidad de la sociedad frente a esta lacra que, a pesar de las leyes y las medidas de todo tipo de las autoridades para prevenirla y castigarla, no parece remitir.

Y ¿por qué no remite? Porque no es un delito o un vicio social que haya aparecido en nuestra época, como el tabaquismo, por ejemplo, contra el que es relativamente fácil luchar. Al contrario, es en nuestra época cuando ha comenzado a manifestarse la conciencia de que se trata de un crimen sistemático que nos degrada a todos y desmiente la idea de que la civilización avance. Es importante ahondar en esa conciencia y afrontar el problema en su pavorosa magnitud.

La civilización occidental, la que presume de sintetizar el judeocristianismo, la filosofía griega y el derecho romano, está basada en la violencia contra la mujeres. No me atrevo a hablar de las otras por falta de conocimiento bastante, aunque, por lo que sé, no andan muy a la zaga. En la nuestra esa violencia no sólo esta tradicionalmente admitida, sino glorificada, enaltecida, consagrada; desde siempre. Muchos filósofos, de Aristóteles en adelante, no ha hecho sino racionalizar los prejuicios en contra de la mujeres. Un mero repaso al conjunto de imbecilidades misóginas de Schopenauer debiera bastar para cuestionar la mera racionalidad del inventor de la Eudemonología.

Y no son únicamente los filósofos; los poetas, los literatos, los dramaturgos, los músicos, los pintores rivalizan en una misoginia agresiva que traza una imagen tradicional de las mujeres como seres inferiores, despreciables, odiosos, lo que justifica que se las maltrate. La celebrada figura de la doma de la bravía, un tema muy tratado en el Siglo de Oro, en Cervantes, en Lope y también en Shakespeare, etc., tiene eco en todas las culturas. A la mujer hay que "domarla", como se doma a las caballerías. Y nos se hable ya del llamado crimen pasional que todo lo justifica y que abunda en la literatura del siglo XIX. Mujeres atacadas "por amor", como El rojo y el negro, empujadas al suicidio, como en Ana Karenina o en Madame Bovary. La mujer es siempre la víctima.

El desprecio a las mujeres y su consideración como vasos del diablo y perdición de los hombres (compatible, por cierto con su imagen ideal en la tradición caballeresca) es inherente a las religiones, al cristianismo, desde luego. Que hay que violentar a las mujeres de todas las formas posibles es recomendación que se encuentra en la llamada sabiduría popular secular, en el refranero y en las políticas de los Estados; ejemplo universalmente conocido, las tres K del nazismo como destino de las mujeres: Kinder, Kirche, Küche (niños, iglesia y cocina).

La misoginia ha impregnado las leyes civiles y penales de todos los países hasta hace muy poco y, en muchos sitios, por ejemplo en el islam, se sigue haciendo. Está embebida en las instituciones y hasta en el lenguaje mismo, como las feministas han señalado repetidamente.

Corregir esta tradición implica reevaluar toda la tradición filosófica, religiosa, artística, jurídica de occidente. No es fácil y por ello se requiere una actitud combativa e intransigente con las infinitas formas de complacencia que se dan diariamente y son como una bruma que desnaturaliza los esfuerzos de la sociedad para acabar con él. A quienes propugnan esta lucha se los trata de exagerados. ¿Que tiene de malo la simpática costumbre del piropo, los concursos de belleza, la denigración de las mujeres en la publicidad comercial? Pues que todas estas prácticas son la antesala de la mentalidad feminicida.

En efecto, puede parecer una exageración. Pero lo que verdaderamente es una exageración es que sólo en este año haya habido 54 mujeres víctimas de asesinatos machistas. La dominación de los hombres sobre la mujeres desde el origen de los tiempos al día de hoy se basa en la amenaza de la violación y en su práctica individual o colectiva, muchas veces política de guerra, como dice Susan Brownmiller en En contra de nuestra voluntad . De lo que se trata es de someterlas por ese miedo difuso a ser agredidas, violadas, mutiladas, desfiguradas, asesinadas. Y el mejor modo de mantenerlo vivo es seguir recurriendo a esas prácticas.

Queda muchísimo por hacer. Apenas hemos comenzado, y nos enfrentamos a grandes resistencias, en no pocas ocasiones ofrecidas por las mismas mujeres, y eso es terrible.

(La primera imagen es un dibujo de Max Klinger titulado Asesinato y rapto. La segunda, un óleo de Degas, La violación (h. 1868). La tercera, otro de Frida Kahlo, titulado Unos cuantos piquetitos (1935)).