dimecres, 3 de desembre del 2008

¿Qué es un blog?

Leo en un interesante artículo de Antonio Delgado en la página de Consumer Eroski que tras haber rechazado una propuesta de dejar las cosas como están el Parlamento Europeo se apresta a meterse en camisa de once varas y abre un debate sobre las bitácoras y la red con el fin de imponer límites legales a los blogs. Es cierto que como señala el mismo autor en los últimos tiempos algunos blogueros se han visto ante los jueces, en especial por asuntos relativos a la polémica sobre derechos de autor, razón por la cual parece haber cundido la alarma y, a su rebufo, las peticiones de eso, de imponer un régimen jurídico específico a los blogs distinto del que rige para la prensa y los medios ordinarios. Sin embargo si se mira bien no hay más blogueros en los tribunales que periodistas tradicionales de la pluma o el micrófono. Al contrario teniendo en cuenta que la cantidad de blogs que hay en el mundo se mide en decenas de millones, proporcionalmente hablando los problemas de la blogosfera con la justicia son lo que los matemáticos llaman una cantidad despreciable. Entonces ¿por qué empeñarse en dictar una regulación especial para la blogosfera? Pues me temo que por lo de siempre: por ignorancia, por no haberse molestado en averiguar de qué se trata cuando se habla de blogs. Por eso hace bien el Parlamento Europeo en abrir un debate sobre los blogs pero no con vistas a una normativa especial si no con vistas a que sus señorías se enteren de qué va esto que ya es hora.

Los blogs son medios públicos de expresión atomizados al alcance de cualquiera, fáciles de crear, libres y gratuitos. Aunque nada impide que quien quiera los haga difíciles de crear, cautivos y de pago. La red es el reino de la libertad ilimitada y las únicas amenazas que sobre él se ciernen provienen de los gobiernos proclives a la censura por las razones que sean y los parlamentos con similar querencia, incluido el Europeo.

La definición en otros términos:

a) términos más poéticos y personales: los blogs son diarios individuales, privados que se hacen públicos aunque de nuevo nada impide que quien quiera los haga colectivos, institucionales, públicos y de acceso restringido. Uno puede escribir un blog que sólo lea él y si me apuran ni él. Van de la máxima publicidad al máximo secreto.

b) Términos etimológicos: blog es una curiosa contracción de la expresión web log que puede traducirse como "rollo en la red", entendiendo por rollo no lo que sueltan los políticos en los mítines, los profesores en las clases o los curas en las iglesias sino exactamente eso: un rollo de papel como los de papel higiénico o los de cocina o los de imprenta; rollos que como los papiros de antaño van desenrrollándose y dando a conocer una historia. De ahí que la función esencial para leer un blog (o cualquier página web por ejemplo un periódico digital que es también un blog) sea la de scroll down, "desenrollar" que se hace con la ruedecita central del ratón.

c) Términos mediáticos: el blog es un medio de expresión complejo pues es multimedia cuando quiere (es decir, escrito y audiovisual al mismo tiempo), interactivo que permite comunicación recíproca con una cantidad ilimitada de interlocutores en tiempo real y de difusión mundial instantánea sin más barreras que las idiomáticas, algo que ningún medio de comunicación clásico puede soñar con conseguir a no ser las versiones digitales de los medios que son, precisamente, blogs y en los últimos tiempos especie de contenedores de blogs como las bombas de racimo.

Siendo lo anterior así, ¿cuál es la necesidad de regular la actividad bloguera de forma especial, distinta de las regulaciones ordinarias del resto de los medios, contenidas en los códigos penales del mundo entero respecto a los derechos y libertades de expresión, información, intimidad y honor? ¿Por qué se piensa que la blogosfera debe sujetarse a una disciplina propia y única además de la nesciencia que Erasmo encontraba tan elogiable?

Parece claro: por el potencial político y mediático que representa la blogosfera y no sólo en un terreno simbólico si no muy eficaz. La blogosfera hace realidad el ideal griego del ágora, del espacio público crítico ciudadano y lo proyecta al mundo entero, hace posible la transición de la polis a la cosmópolis como ámbito discursivo en el que nada puede impedir la libre manifestación de los puntos de vista individuales entrelazados con los de otros individuos que no tienen por qué tener en cuenta banderías políticas, clientelismos económicos, respetos sociales, cacicatos, faccionalismos o sumisión a interés alguno. La blogosfera es el ámbito de la libertad absoluta.

Los procesos electorales y acontecimientos políticos de los últimos diez años demuestran que el debate público está transfiriéndose a pasos agigantados del terreno convencional al digital y a medida que avancen las generaciones para las cuales lo digital no sólo no es tabú sino que es su forma ordinaria de expresión, ese dominio será completo. La política que no se vuelque en la red, no existirá. Nada que no se vuelque en la red existirá. Ni los medios de comunicación, cuya supervivencia sólo se entrevé en lo digital.

Esto implica que los políticos como los periodistas y otros profesionales deberán hacerse a la idea de que no pertenecen a círculos de información privilegiada si no que sobreviven en un mundo en que ésta, la información, se ha democratizado, gracias a la blogosfera, y los obliga a competir con miles, millones de ciudadanos en todas partes del mundo que pueden criticar su labor y proponer la propia como mejor.

Por último, desde el punto de vista del bloguero que es el mío, cada persona puede abrir libremente un blog (o varios, aquí tampoco hay límites) y conseguirá la audiencia que busque y merezca. Rige en la actividad una ley de oferta y demanda mediada, como siempre, por los factores más o menos distorsionadores de la publicidad, la propaganda, la acción concertada, etc todos ellos obstáculos para la libre -e igual- difusión de las ideas, pero no impedimentos absolutos. Nada de eso puede acallar un blog. Para hacerlo será necesaria una base legal. De ahí que quienes están interesados en el mantenimiento del viejo monopolio de la expresión suspiren por la censura a la que llaman "regulación de la blogosfera".

Y reduciendo aun más el foco de interés, los blogueros no tienen por qué tener más vínculos, respetos o dependencias que los que ellos quieran aceptar (los hay encantados de imponérselos, como obediencias a consignas de partidos, intereses de jefes o lealtades de grupos) y disfrutan de una amplísima libertad de expresión sin otros límites que los comunes del código penal. La blogosfera es el reino de lo que este bloguero más valora en la vida: la libertad e independencia de juicio. Cierto que también aquí puede darse la habitual mentira de los medios que proclaman ser "independientes" cuando no lo son, pero se detecta como mentira con más facilidad que en ellos. Se acabó la dictadura de los mediocres decidiendo qué sale al aire y qué no, qué se publica y qué no. Se acabó el andar con miramientos respecto a cualquier imbécil a quien la habilidad, el instinto de oportunidad y la capacidad del halago (que no la virtú maquiavélica) han puesto en una situación que le permite dar relevancia a unos y ningunear a otros, de "gestionar" el espacio público.

Consecuencia: en la tupidísima red de la blogosfera mundial se encuentra hoy mucha, muchísima basura, probablemente lo más estúpido y espantoso que pueda concebirse; pero también se encuentra mucha, muchísima genialidad, quizá lo mejor y más brillante que hoy se está produciendo en todos los campos de la actividad humana. Y, por supuesto, también se encuentra la medianía más o menos dorada, más o menos marrón, que caracteriza a los medios clásicos y el ámbito tradicional de debate.

(Las imágenes son: la primera, una foto de Laughing Squid, la segunda de Annie Mole y la tercera de de jtheo, todas ellas bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 2 de desembre del 2008

El alma de Repsol y Lukoil.

Este asunto de la compra de Repsol, o de parte importante, quizá decisiva, de Repsol por Lukoil puede verse de dos modos. Uno en el aspecto día a día y de los avatares de las personas que tienen que ver con él y el otro desde un punto de vista más despegado y general, teórico, que se pregunta por las consecuencias de las privatizaciones.

Desde el punto de vista inmediato hay un lío muy difícil de entender, al margen de si merece la pena, acerca de si ha intervenido el Rey, de si el señor Zapatero tiene alguna deuda con don Luis del Rivero, presidente de Sacyr-Vallehermoso o qué diablos pasa.Todo eso, es de suponer, se explicará antes o después pero dejando claro con ello que el asunto es más que una simple compraventa entre dos empresas privadas en un mercado libre porque las intervenciones supuestas o reales del jefe del Estado y del presidente del Gobierno así lo demuestran. No se ve por qué los poderes públicos han de tomar posición en operaciones inter privatos salvo que se piense que no son estrictamente inter privatos. Porque hasta el PP, el partido que sostiene la autonomía del mercado, ha intervenido pidiendo una comisión de investigación sobre Lukoil. En el mercado privado, que yo sepa, a nadie se le ocurre pedir una comisión de investigación para indagar sobre uno de los agentes, el comprador en concreto. Entre otras cosas porque hay un problema de objetivos: exactamente ¿qué tiene que investigar esa Comisión en Lukoil? El mercado libre no investiga a los clientes; se limita a comprobar que tienen dinero. Eso es todo.

Se dice entonces que el sector energético es "estratégico", expresión que debe traducirse por de "interés público" o "nacional" o "patriótico", si queremos ponernos simbólicos. Entonces, por el amor de Dios, ¿por qué se privatizó? La privatización de la estratégica Repsol empezó con Felipe González y terminó con José María Aznar. Me da igual si hay diferencia o no acerca del modo de privatizar; lo que me parece algo indubitable es que los dos partidos privatizaron un bién público estratégico y ahora no saben cómo evitar la catástrofe que ellos mismos provocaron que es que una empresa extranjera compre en un sector estratégico español.

Y el problema es que no hay modo de evitarla, de acuerdo con las doctrinas más preclaras sobre el significado de globalización y libertad de comercio que suponen que una empresa rusa pueda comprar otra española que esté en venta porque para eso la privatizaron y la mandaron a cotizar en bolsa. Así que la metedura de pata está en la privatización de la empresa española. Esa es, me parece, la gran enseñanza de este episodio que, en sus aspectos thriller estilo Pantera rosa son divertidos (que si el Rey o Luis del Rivero) pero no decisivos en relación con los hechos.

Mas no se crea que con señalar esta relación perversa quede resuelto el problema porque éste reside en que, en epoca de globalización, las empresas públicas tampoco pueden blindarse frente a la compra, salvo que dispongan de una condición especial legalmente protegida. Con lo cual los partidarios de la supremacía del mercado sobre el Estado confiesan el fracaso de su doctrina ya en el comienzo. Está claro que sin el Estado no hay mercado porque cuando éste impone su libérrima condición, se libera del Estado, retorna al de naturaleza, donde la vida humana es solitaria, pobre, desagradable, bestial y corta, según decía Hobbes con su habitual sentido de la alegría. De momento está siéndolo de las empresas; luego vendrán los hombres.

Pero nada de eso importa: el ansia de lucro y la codicia de los seres humanos no conocen límites. El razonamiento es claro: primero sobrevivimos, que es un derecho; luego nos enriquecemos, que es otro derecho; y sólo después hablamos de las conscuencias de nuestros actos. Cada cual verá cuánto aguanta en un orden social así. Y cuánto creemos que vayan a aguantar los órdenes sociales aun así.

(La imagen es una foto de Kittykatfish, bajo licencia de Creative Commons).

Caminar sin rumbo (XX).

El amor improbable

Allí me quedé, en mitad de la acera pasado el mediodía de un día cualquiera de otoño en la ciudad de X*** sin saber qué decisión tomar. Vlam me había dado dos horas, más o menos, el tiempo de un almuerzo. Podía pensármelo, por ejemplo y acudir a la hora del café. Eso tiene sus ventajas y desventajas. Abrevia el tiempo, pero lo hace más intenso. Los almuerzos son como ejercicios de esgrima; las sobremesas, al menos en España son faenas de descabello y aterrizar en mitad de seis desalmados/as en estado de excitación no es perspectiva halagüeña por mucho que por allí anduviera Laura. Además, lo más seguro sería que no iría porque, la verdad, no quería saber nada de aquella gente. Es decir, no quería saber, a pesar de que éste, el contacto mismo con la realidad, es el núcleo del saber, es la experiencia directa; si no la hay o si la que hay no es directa sino de oídas, a saber lo que acaba uno pensando. En fin tampoco es necesario decir que el conocimiento teórico se basa en la experiencia empírica pero ésta no tiene por qué ser inmediata, física, intuitiva. Debe ser posible proponer medidas sobre los asesinos, conocerlos, sin necesidad de ser uno de ellos. Aunque sí, está claro que el conocimiento teórico suele ser quimérico. Da lugar a entes de razón, seres monstruosos que se instalan a vivir entre nosotros sin que acabemos de comprenderlos del todo y unos nos resulten más simpáticos que otros según las épocas: Leviatán, por ejemplo o los derechos del hombre (cuyo concepto de hombre no solamente no incluía a la mujer lo cual hasta cierto punto fuera lógico, sino que tampoco incluía al hombre negro, cosa que fue gran injusticia como puede verse hoy mirando a la presidencia de los EEUU), la voluntad del pueblo, la comunión de los santos, la conciencia de clase, el espíritu de cuerpo, la superioridad de la raza, la guerra santa o la alianza de las civilizaciones. Definitivamente, renunciaría a incorporarme al almuerzo, cerraría un capítulo nuevo con Vlam después de tantos años y volvería a mi camino.

Tendría que encontrar algún lugar para alojarme, donde lavar mi ropa y adquirir alguna nueva de recambio. Mientras me ponía en marcha no dejaba de pensar en la invitación. Los seres humanos somos indscriptibles: sólo nos interesamos por lo que nos atañe. Para mí, aquel almuerzo se componía de una masa confusa de cinco invitados cada uno de los cuales podía ocupar un capítulo entero del Guinness de los delitos si es que lo hay y una figura aparte, rutilante que, aun sin rasgos precisos, como esos rostros de maniquíes de Chirico que parecen balones de rugby pero pueden ser huevos cósmicos, irradiaba luz en toda la estancia: Laura. La información de Vlam había despertado en mí un recuerdo perdido en los recovecos más telarañosos de la memoria, una relación que tuve con una semimonja de muy jovencito yo y no tan jovencita ella. Preparaba yo por entonces recién acabada la carrera oposiciones a técnico de la Administración Local en el entendimiento de que por muy bajo que fuera mi resultado en caso de pasarlas no podrían mandarme a ejercer más allá de la linde municipal pues no quería marcharme de la capital a la que me unía la misma relación de amor/odio que me une hoy. Como buen opositor tenía una habitación en una pensión de mala muerte del centro en un edificio del siglo XVIII probablemente a punto de alcanzar la noble condición de ruinoso en cuya escalera los escalones de madera presentaban unas holladuras que parecían el valle de la Orotava y gemían y crujían según en donde fuera uno pisando. Me ganaba la vida dando clases particulares de lo que saliera en bachillerato, corrigiendo pruebas en las editoriales, haciendo traducciones mal pagadas, escribiendo novelas del Oeste bajo seudónimo, vigilando clínicas por las noches o cualquier sitio en donde pudiera chapar los temas de la oposición. Fue en esa escalera en donde me encontré un día a Teresa; bueno en realidad me dijo que se llamaba Teresa de los clavos de Cristo pero yo decidí dejarlo en Teresa. A cambio, cuando intimamos, jamás lo reduje a "Tere". Hubiera sido una falta de respeto. Me daba cuenta entonces (o sea, ahora, en el tiempo de este relato) de que jamás conocí su nombre de verdad si es que no era el que me dio, que no lo era porque pretendía profesar con él, como si fuera su nombre de guerra... de guerra conyugal, de guerra de novicia, de virgen. Acudía todas las tardes a las seis de la tarde al piso superior al de la pensión a cuidar a una anciana que no se valía, llevaba una especie de uniforme de teresiana: rebeca gris, camisa blanca de cuello abierto, pañuelo a la cabeza, falda parda plisada casi hasta los tobillos y zapato bajo. Coincidimos un día en el portal, subimos andando la escalera mientras hablábamos, nos quedamos unos minutos en el rellano de mi piso, luego la acompañé al suyo, estuvimos otro buen rato de charla, me dijo a qué hora salía y allí estaba yo a esperarla, la acompañé hasta su comunidad, para lo que había que coger el metro y ya hicimos amistad. Para mí aquella relación tenía un interés morboso, alimentado en todas las fantasías que en los adolescentes despiertan las mujeres que profesan y me puse a cultivarla como un loco, pero no me fue necesario esperar mucho porque antes de la semana éramos amantes. Creí comprender entonces que desde el momento en que una monja o una que se ve tal pone sus ojos en ti y acepta tu compañía y amistad, la ruptura grande ya se ha producido y de ahí al amor y al amor carnal sólo hay un paso. Más tarde, bastante más tarde, cuando nos separamos fue ella la que me aclaró que yo había sido un experimento en su vida, que aquella tarde, al entrar en el portal, ya llevaba intención de ligarse al primer hombre con el que se encontrase; al primero ligable, claro estaba; no a un cura o a un padre de familia, casado con la suegra a cargo. Y ese fui yo que, por entonces me di por satisfecho con la primera explicación, sobre todo porque tenía interés en darme por satisfecho. Teresa me sacaba casi quince años pero mantenía una espléndida plenitud de formas que ocultaba bajo su vestimenta desabrida y que, al quedar a la vista en las pocas ocasiones en que podíamos permitirnos tal lujo al comienzo, ella se obstinaba en ignorar e incluso en mortificar y maltratar, como si le molestara tener los senos firmes, las nalgas enjutas y el vientre plano y quisiera ser tripuda, avejentada, apellejada y en eso encontrara mayor placer que la visión real de sí misma.

Entre el picorcillo de lo blasfemo -estaba quitándole un a novia a Cristo- la curiosidad que sentía por la persona y el carácter contradictorio y angustiado de ésta, viví unos meses en vilo y, por supuesto, me suspendieron en las oposiciones, lo que en aquel momento agradecí porque me permitía dedicarme en cuerpo y alma a mi amada, a la que había iniciado en las maravillas del amor, yo que no sabía nada de él, porque nunca había tenido una relación duradera con nadie; ligues más o menos prolongados, de un día a varias semanas, muchos; estables como aquel, que traspasaba el tiempo que iba de una vacación a otra, ninguno y me sentía poseído de mi importancia. Añádasele que estaba llevando de la mano a una mujer que podía ser mi madre y que me miraba con la atenta devoción con que imaginaba que debía contemplar a su divino esposo. De forma que yo, tipo medianejo sin remedio, tan apagado que cuando me ponía un traje todo el mundo me preguntaba si iba de boda pero nadie si era el novio, yo, digo, me sentía como Febo Apolo deslumbrando a Esmeralda, con la diferencia de que mi Esmeralda no solamente jamás holló el suelo con el pie desnudo ni bailó en la calle sino que se persignaba cuando pasábamos ante una iglesia, como pidiendo perdón por haber perdido conmigo la virginal condición que la gacía valiosa a los ojos de aquella.

Para mí fue una relación muy importante que se consolidó con grandes incomodidades en los escasos momentos en que conseguíamos escondernos en mi cuarto, viéndonos obligados a hablar en susurros, apenas movernos, tener cuidado de no arrastrar una silla pues en aquel piso de interminable pasillo que actuaba como amplificador, todo se oía y Teresa era de las que gritan al follar con lo que aquello era un continuo sufrimiento que sólo se rompió un día en que no habiéndo llegado a tiempo de taparle la boca, la mayonesa se revolvió y, esa misma noche, después de cenar, la patrona me llevó a la cocina, me dijo que aquello no podía tolerarse, que su casa era una casa seria, que no era una casa de citas, que los otros huéspedes se habían quejado y que, en definitiva, me daba una semana para buscarme otro sitio y que, en el ínterin, aquella... señora (dijo señooooora) no podía volver a visitarme. Fue entonces cuando Teresa decidió alquilar un pisito no lejos de allí con unos ahorros de que disponía, trasfirió los cuidados de la anciana a una sustituta, se despidió de su comunidad y nos instalamos a compartir nuestros destinos, nuestras penas y nuestras alegrías por lo que aquello durara.

Teresa quería que firmara las oposiciones a la Escuela Diplomática porque ella, que era de buena familia, aunque nunca me precisó gran cosa sobre aquel aspecto ni sobre ninguno de su vida, tenía un primo que las había sacado, estaba de secretario o de canciller o no sabía de qué en nuestra embajada en Lisboa y había que ver qué bien vivía, que ella pudo verlo en cierta ocasión en que fue a visitarlo y anduvo paseando por la playa de Cascais. Yo la verdad no le hacía mucho caso porque siempre he congeniado más con la modesta, segura, fiel administración local que tiene menos brillo que el cuerpo diplomático pero es sentimentalmente más cercana. Todo lo más que estaba dispuesto a considerar era cambiar el cuerpo de técnicos de administración local por el de técnicos de la administración central. Tenía algunos amigos que pertenecían al segundo que parecía renacentista por lo polivalente, muchos de cuyos miembros se tienen por príncipes florentinos, en una obvia desmesura de la función y no concebía que se le pudieran hacer reparos. Quizá tomara, sí, aquella decisión. Pero entonces tenía veinticuatro años, cuando me hablaban del futuro me sonaba a la tierra de nunca jamás. Lo que más me interesaba, siguiendo natural inclinación de la edad, era estudiar el cuerpo desnudo de Teresa, verla desplazarse por el pisito, como a la dérobée, tratando de ocultarse y de lucirse al mismo tiempo en una ambivalencia permanente que la asaltaba con frecuencia. De hecho yo había empezado a dibujarla en papel, al carboncillo, en distintas posturas, le pedía que posara para mí, hacía bocetos, me encantaba verla. A veces pegaba un salto, se acurrucaba junto a mí y con tono de cría, de cría de casi cuarenta años, me preguntaba si no veía yo qué terrible decisión había tomado, cómo Dios no la perdonaría después de haberlo abandonado, como no la perdonaría su padre (su madre había fallecido unos años antes), que de sobre lo sabía ella, razón por la cual no le había dicho nada salvo que estaba retirada porque tenía una crisis de vocación y que fuera mejor que no la localizara, que ya lo haría ella cuando quisiera. Como ya no podía perdonarse a sí misma y tenía que despreciarse y se retorcía las manos con desesperación y yo bebía los gruesos lagrimones que le manaban de unos ojos grandes y oscuros que no conocían el rimmel ni les hacía falta porque siempre miraban desde algún tipo de fiebre y no todas sanas y acabábamos enredados en el suelo, sacándonos el alma a mordiscos.

Realmente sólo sabía hacer lo que Teresa en cierto modo me ordenaba pues, aunque ella venía siempre sumisa, preguntándose si tal ocurrencia que acababa de tener (súbeme la cremallera de la falda), que le venía rondando desde hacía un buen rato (abróchame los botones de la camisa en la espalda), era razonable pues consistía en (átame la cinta de recoger el pelo) cerrar el piso y marcharnos a pasar unos días a la playa de Cascais (sujétame bien sujeta por la cintura y apriétame y no me sueltes, no me sueltes que me pierdo, que eres lo único sólido que tengo en un mundo que naufraga en torno mío), con lo que toda la urgencia de la mar bravía estallaba dentro de mí, el piso se cerraba en un visto y no visto, los bultos de equipaje se hacían por ensalmo, sacábamos los billetes de tren para Lisboa y, embarcábamos dos horas después en un antiguo intercity, Teresa de los clavos de Cristo y yo, que me veía como un corcho nadando al capricho del correr de un torrente, pero estaba convertido en un mástil firme, un faro que señalaba seguro el camino, quizá en un clavo más aunque bien claro estaba que no de Cristo sino en todo caso del diablo. Sentados el uno junto al otro mientras aquello arrancaba perezosamente como dicen los literatos se me ocurrió pensar que pues el plan era caer sobre un apartamento que su primo el diplomático tenía allí alquilado lo mejor hubiera sido prevenirle por teléfono.

- Ya lo he hecho. No soy tan descuidada.

- ¿Cuándo?

- Ayer.

(Continuará).

(Las imágenes son tres óleos de Ramón Casas, la 1ª y la 3ª, Desnudo (1894) y Figura Desnuda (1894) están en el Museu del Cau Ferrat, Consorci del Patrimoni de Sitges, Sitges y la 2ª Figura desnuda (1893) Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona).

dilluns, 1 de desembre del 2008

Guantanamero.

Ahora se entiende mucho mejor por qué el PP cargaba con tanta saña contra el señor Rodríguez Zapatero porque éste no se llevara bien con Mr. Bush; por qué decían que España carecía de peso en el concierto internacional ya que el citado Mr. Bush se negaba a recibir al presidente español y lo hacía de menos: éste no le lamía las botas ni le tiraba de la levita, y ello por quedarme en estas actividades relativas a la indumentaria, sin mencionar otras posibilidades. Sin duda era mucho mejor tener la simpatía y el trato de los gringos. Mejor ¿para quién? ¡Para España unagrandelibre! dirían los guantanameros al unísono. Hay que contar en el concierto internacional; hay que ser algo. Y, para serlo, hay que estar a buenas con el Boss. ¿A qué precio?

Según lo que publica hoy El País Aznar dio vía libre al paso por España de presos hacia Guantánamo y lo ocultó. Y lo seguirá ocultando cuanto pueda y, cuando no pueda más, dirá que él no sabía de qué se trataba, que pasaba por allí de casualidad, como cuando se probó fehacientemente lo que todos conocíamos de sobra: que mentía como un bellaco en el asunto de las armas de destrucción masiva. Este hombre carente de escrúpulos y de un decoro mínimo en su función de correveidile y lacayo de los desmanes del Imperio había puesto a España en "donde le correspondía", en efecto, no hay más que verlo: la había puesto de escupidera. Y cuando el señor Rodríguez Zapatero rompe con esa vergüenza de ser tratados como lacayos, los guantanameros se le echan al cuello. Y cuando, finalmente, el señor Rodríguez Zapatero consigue poner a España de verdad en un lugar internacional aceptable en contra de la voluntad del señor Bush y de su valet Aznar, los guantanameros siguen poniendo el grito en el cielo, tratando de emponzoñar el ambiente, desacreditando los logros exteriores de España porque los dejan con sus (escasas) vergüenzas al aire.

Así que ahora ya se puede hacer un balance de los ocho años de gobierno del señor Aznar, más conocido como Ansar "el guantanamero":

Entró haciendo una oposición de "todo vale", aliado con el señor Anguita.- Cedió más en 14 días a los nacionalistas que los sociatas en 14 años, según dijo el señor Arzallus.- Intentó cercenar la libertad de expresión, cerrar El País y meter en la cárcel a los señores Polanco y Cebrián.- Privatizó todas las empresas públicas que pudo para beneficiar a sus amigos y compadres.- Negoció con ETA a la que llamó Movimiento Vasco de no sé qué.- Intentó imponerse al mundo del trabajo a base de "decretazos".- Metió a España en una guerra criminal, de robo, rapiña y tortura en contra de la opinión general de la ciudadanía.- Mintió descaradamente sobre la justificación de dicha guerra.- Se gastó una pasta de los dineros públicos en comprar una medalla estadounidense que no se le concedió.- Apoyó el golpe de Estado contra Hugo Chávez en Venezuela.- Se opuso con uñas y dientes a que se procesara al genocida Pinochet.- Se gastó otra pasta en casar a su hija en El Escorial, como si fuera de estirpe de reyes.- Dejó que un petrolero llenara de chapapote las costas de Galicia.- Permitió que un incompetente (o algo peor) hiciera una chapuza con la identificación de sesenta y cuatro militares fallecidos en un accidente aéreo causado por más incompetencia, dejadez y marrullería oficial.- Mintió (él personalmente) sobre la autoría del atentado más grave de la historia reciente de España achacándosela a ETA contra toda evidencia.-

Una joya. Añádase ahora la lacayuna aceptación de que los gringos usaran España como base para los vuelos a Guantánamo, en donde se tortura a personas secuestradas contra toda legalidad humana o divina, su complicidad en la tarea de los gringos de violar los derechos humanos de cientos de personas. Menuda ejecutoria. ¿Cómo puede este tipo hablar de libertad, democracia o derechos humanos? Preguntado en cierta ocasión que cómo iba España, respondió que "España va bien". Y eso es lo que dicen sus seguidores del partido guantanamero, que España iba bien porque se codeaba con los grandes que hacen la historia, como se ve, a golpe de delito, y ha dejado de ir bien desde que el señor Rodríguez Zapatero se enfrentó al amo gringo.

Pero la realidad es al revés: España cuenta ahora, cuando su presidente ha sabido aguantar la grosería y falta de educación del gringo y se ha ganado el sitio que corresponde a nuestro país. Cuando no contaba era antes, cuando estaba de guantanamera. Es decir, a España no le iba bien. A quien le iba y le va bien y muy bien es al señor Aznar, a quien han pagado sus servicios con puestos y canonjías de todo tipo, empezando por un salario en la empresa del señor Murdoch, al que ahora está asesorando con su reconocida competencia, esa que le hizo recomendar que para los vuelos delictivos de los aviones de los EEUU se usaran bases "discretas" en España, las que ya había puesto discretamente al servicio de los Estados Unidos su mentor espiritual, Francisco Franco, otro guantanamero.

¿Se entiende por qué llevo más de seis años preguntándome cómo fue posible que un hombre tan deleznable intelectualmente y moralmente detestable llegara a presidente de España? Aún no he sabido qué responderme...

(La imagen es una foto de Brocco Lee, bajo licencia de Creative Commons).

La Filosofía Política, venerable matrona.

Interesante trabajo el de Petrucciani (Modelos de filosofía política, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2008, 1ª ed. en italiano, 2003, 281 págs.), docente de filosofía política en la Universidad La Sapienza de Roma. Se ve que lleva unos años dedicado a la disciplina y tiene experiencia, razón por la cual hace un tratamiento de aquella dividido en tres partes desiguales: una muy breve primera con cuestiones categóricas y definiciones, siempre enfadosas y de escaso lucimiento, una segunda con una sucinta y perspicaz historia del pensamiento político desde los griegos hasta Marx, y una tercera con el estado de la cuestión al día de hoy o, por mejor decir y ser justos con la fecha de publicación del original italiano en un terreno en que las ideas galopan, al día de ayer, precisión necesaria para quien se sienta tentado a criticar en el libro no lo que hay si no lo que no hay pero que pueda haber emergido en estos cinco años.

La parte introductoria se arranca concibiendo la filosofía política como una reflexión sobre el poder. Pierde aquí el autor dos buenas ocasiones: la primera, recordar que ya Karl Loewenstein, viejo maestro del derecho público alemán, de los que se lo sabían todo, la había definido de tal modo e incluso propuesto un nombre propio para ella: cratología que no ha hecho mucha fortuna. Una pena porque si en lugar de hablar de filosofía, ciencia o teoría políticas habláramos de Cratología, quienes nos dedicamos a esto suscitaríamos una respetuosa sorpresa en el auditorio, al menos hasta que éste averiguara qué quería decir el término. La segunda ocasión perdida es conectar esta definición "cratológica" de la filosofía política con las brillantes propuestas de Foucault (que se considera a sí mismo cultivador de dicha ciencia) sobre el poder cuya naturaleza expansiva y ubicua daría a la Cratología o a la filosofía política el mayestático lugar que le asignaba Aristóteles de ser una ciencia superior y omnicomprensiva. En cuanto a la definición de política Petrucciani se remite a la de Sheldon Wolin que, como bien se sabe, señala que es actividad para buscar una ventaja relativa en un contexto de escasez, provocando en consecuencia cambios sociales (p. 30). No acaba de convencerme y, puestos a buscar en los Estados Unidos, prefiero la de David Easton, todavía más descaradamente economicista: "Autoridad para asignar recursos escasos entre opciones alternativas".

La segunda parte abarca los casi dos mil cuatrocientos años de pensamiento político occidental (europeo sobre todo) sin mención alguna a otros posibles pensamientos no occidentales. Como suele suceder en este tipo de elaboración histórico-reflexiva, al ser italiano el autor, trata la materia manejando sobre todo bibliografía italiana y situando los problemas en el marco del debate en Italia. Lo mismo hacen los estudiosos franceses con lo suyo, los alemanes o los ingleses. Los únicos que no proceden así son los españoles pero no porque atiendan al carácter cosmopolita y multicultural del pensamiento político sino porque no hay una línea consistente filosófico-política española; igual que no la hay filosófica a secas de importancia comparable a las de los otros países. Es lamentable decirlo pero en casi todos los campos del pensamiento y la erudición, España es una cultura traducida, que bebe de fuentes foráneas. A cambio, como se traduce casi todo (aunque a destiempo, para compensar), el país se convierte en un crisol de tradiciones culturales y los estudiosos "nacionales" de casi todas las disciplinas suelen tener una veta extranjera, habiéndolos afrancesados (de gran tradición en España), italianizantes, germanófilos y últimamente, como resultado del poder del Imperio, amigos del "primo americano".

Desde la dicha perspectiva Petrucciani trata con concisión y buen juicio a Platón y Aristóteles y se centra luego en las relaciones ente la Iglesia y el poder político, prácticamente hasta le Edad Moderna, cuando después de muchos conflictos tan aparatosos como la "Guerra de las Investiduras", la aparición de pensadores como Juan de Salisbury y Guillermo de Occam, zanjó la polémica de la plenitudo potestatis en perjuicio de las pretensionas papales. El golpe de gracia llegaría después, cuando Lorenzo Valla demostrara que la translatio imperii invocada en la Donación de Constantino era como el timo de la estampita.

La Edad Moderna comienza con las tesis contractuales en cuyo debate el autor examina con gran acierto el pensamiento de Hobbes, Spinoza, Locke y Rousseau, hasta la víspera misma de la Revolución francesa. Siendo todo lo habitual, me ha gustado la incidencia del autor en la importancia que tiene la propiedad privada en el pensamiento de Locke, hasta el punto de que es este filósofo y médico inglés quien formulará la teoría del valor-trabajo, adelantándose a Marx, ya que el valor es el que adquiere la propiedad a través de la incorporación del trabajo del propietario (p. 105). De Locke interesa reseñar aquí asimimo el hecho de que acepte el derecho de resistencia. De Rousseau se señala con acierto su lugar intermedio entre Locke y Hobbes, se pierde una vez más la ocasión de aclarar las incertidumbres de la "voluntad general" y se le acredita con el desdoblamiento del contrato (al que, por cierto, Petrucciani considera hipótesis "contrafáctica") en pactum unionis civilis y pactum subjectionis (p. 122) que luego elaborará Kant, cuya teoría pactista arranca, como es bien sabido, de su brillante idea de la insociable sociabilidad de los seres humanos.

La Revolución francesa inaugura la última etapa del recorrido histórico y el solo elenco de los pensadores que el autor trata revela mucho de su posición política: Benjamin Constant, Alexis de Tocqueville, John Stuart Mill, Hegel y Marx. Constant es un adelantado del voto censitario (p. 141), de Stuart Mill se subraya su solidaridad con el pensamiento socialista y cartista (p. 151). La exposición de Hegel es clarificadora, sobre todo al dar la composición por estamentos (Stände) del Estado, en lugar de limitarse a coronarlo como la culminación de la eticidad (p. 163). Marx cierra el ciclo moderno, habiendo puesto a Hegel sobre los pies pero, al ser el libro de 2003, el autor ha perdido una ocasión de oro de tratar la relevancia del pensamiento marxista a la vista de la renovada crisis del capitalismo que el filósofo de Treveris daba por segura, como ha llegado a hacer hasta un obispo bávaro (p. 165).

La tercera parte del libro consta de tres capítulos que encuentro muy desiguales. El primero, sobre los conceptos contemporáneos de libertad es metódico y clarificador, al tratar las tres doctrinas políticas imperantes de liberalismo, socialismo y democracia como formas distintas de entender la libertad. El siguiente que el autor llama "una confrontación de teorías políticas" versa en lo esencial sobre la obra de John Rawls, probablemente el filósofo político más importante del mundo en el último tercio del siglo XX. La exposición de la Teoría de la justicia es ortodoxa pero, como no se coteja con el posterior Liberalismo político, donde Rawls matizaba algunos de sus puntos de vista, no es completa. Sí se refiere Petrucciani a los otros filósofos políticos finiseculares, todos ellos en una especie de diálogo con Rawls, empezando por quien se consideraba su más seria alternativa: Robert Nozick (p. 218) y su concepción del "Estado mínimo" y siguiendo por los comunitaristas, Walzer sobre todo y Michael Sandel, a quienes Petrucciani tiene muy bien cogida la medida (p. 221). No tanto a Habermas ni a Foucault, cuyas exposiciones me han parecido algo confusas, aunque quizá sea porque es imposible sintetizar pensamientos tan ricos y matizados en un puñado de cuartillas. Termina esta parte con un capítulo felicísimo que demuestra que el autor es hijo de su tiempo, de perspectiva de género, de feminismo actual de muy conveniente lectura, tomando pie en las obras de Luce Irigaray y Carol Gilligan.

Por último Petrucciani aborda cuestiones litigiosas de la actualidad sin cortapisas, lo que es de acradecer aunque no siempre sea sincero. Piensa el autor que la filosofía política debe moverse en un terreno intermedio entre Rawls y Habermas sin que quede muy claro por qué (p. 245), salvo la vieja idea de que, cuando dos chocan, el tercero sale beneficiado como mediador o superador de enfrentamientos (p. 245). Insiste en que no es posible hoy concebir la política como el enfrentamiento schmittiano de amigo/enemigo (p. 258) pero me preguntó por qué no cuando Schmitt es punto de partida de buena parte de la filosofía política contemporánea, como Agamben o Toni Negri. Aborda luego el autor la cuestión de la globalización de modo consistente, sistemático y con bastante acierto y cierra su obra con un capítulo sobre bioética y biopolítica que no me parece especialmente inspirado.

En conjunto es un libro muy conveniente para quien quiera orientarse en el laberinto filosófico político de hoy y tiene algunos momentos brillantes en el tratamiento de la parete histórica que tampoco hubiera pasado nada si no apareciera.

diumenge, 30 de novembre del 2008

Camps, el patriota.

Los valencianos se le echaron ayer a la calle al señor Camps para protestar por su peregrina decisión de que las clases de Educación para la Ciudadanía (EpC) se impartan en inglés. Trataré de hacer algún comentario constructivo sobre este absurdo pero que quede claro que es una decisión absurda, disparatada, como de chiste, propia de una tradición de astracanada, farsa y esperpento, más adecuado al mundo de los ninots que de las decisiones políticas de una sociedad racional y avanzada.

Quiere el señor Camps, imagino, boicotear EpC porque está de acuerdo con la señora Aguirre, el PP en general, los curas y demás partida reaccionaria en la idea de que una asignatura que existe en los planes de estudio de todos los países avanzados desde hace décadas, esencial para contribuir a la formación de ciudadanos/as, es puro adoctrinamiento laico-rojo-masón o algo así de necio. Son los de la Formación del Espíritu Nacional, los de la religión obligatoria y evaluable los que toman la crítica del adversario y tratan de volverla contra él porque ni criticar saben. Los únicos que han tratado de adoctrinar durante años, decenios, siglos han sido los totalitarismos fascista o comunista y la Iglesia católica y lo que les fastidia de EpC es que fomente la aparición de ciudadanos/as con espíritu crítico, que la gente piense por su cuenta en lugar de ir a que le diga Monseñor Rouco qué tiene que pensar.

Hay otro aspecto más sórdido en esta estúpida decisión sobre EpC, uno que afecta al sentido de la ciudadanía y hasta del patriotismo. Sabido es que la lengua no es un mero accidente, un fenómeno contingente de una comunidad, sino que es parte esencialísima de la conciencia de colectividad, su fundamento mismo. La identificación con la nación y la patria se siente, se piensa, se racionaliza; pero los sentimientos, pensamientos y razones sólo pueden formularse (y comunicarse) mediante palabras, que son la lengua sonada. El español o castellano y el valenciano son las dos lenguas maternas de la Comunidad Valenciana, el marco de referencia lingüístico en el que se articula la conciencia nacional de sus habitantes como españoles, valencianos, hispano-valencianos y valenciano-españoles. Pretender que se articule en una lengua foránea es de hecho impedir que se haga. ¿Cómo se explica eso en un político, Mr. Fields, perteneciente a un partido, el Folk Party, que acostumbra a baquetear al prójimo con la patria y la nación española? Sencillo: se explica porque no dan un ardite por la nación que invocan ya que sólo les importa su interés de grupo, facción o partido que pretenden imponer sobre el interés nacional o general, dinamitándolo si es necesario.

La decisión de Mr. Fields, además de estúpida, boicoteadora, absurda y esperpéntica es arbitraria. La arbitrariedad es la esencia de la tiranía. El cartel de más arriba es muy justo. Pero, además, dado que la Constitución afirma en su artículo 9, 3 que "La Constitución garantiza el principio de legalidad, la jerarquía normativa, la publicidad de las normas, la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales, la seguridad jurídica, la responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos", es cosa de preguntarse si el Gobierno no cree sea llegada la hora de impugnar por inconstitucional la norma del gobierno de Mr. Fields.

Lo que Mr. Fields tenga de patriota lo tengo yo de cura.

(Las fotos corresponden a distintos momentos de la manifa en contra de Mr. Fields, en un vídeo de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

Aguirre, la brava.

La señora Aguirre salió por pies de Bombay, sin pararse a recoger las deportivas con las que pisó sangre ajena y sin quedarse a saber qué había pasado con sus compañeros de gira. Es decir, en román paladino: recurrió al sálvese quien pueda, puso pies en polvorosa, escurrió el bulto, se escabulló, se escaqueó, se dio el piro, salió de naja, huyó como alma que lleva el diablo del lugar de la quema.

Ese comportamiento dictado por el pavor irrefrenable es comprensible porque no todos los seres humanos están obligados a ser héroes y estoy seguro de que la opinión pública no se lo hubiera tomado a mal. Al fin y al cabo la señora Aguirre tuvo una reacción instintiva de supervivencia y las gentes tenemos la prudencia también instintiva de no saber lo que habríamos hecho nosotros en su lugar por lo cual nadie la hubiera juzgado. Sobraban pues algunas explicaciones que he leído por ahí acerca de si la señora Aguirre es una dirigente y la vida de los dirigentes tiene una importancia suprema, lo que justifica que se la protega especialmente retirándola a toda pastilla del lugar de peligro. Este razonamiento huele a justificación de lacayuna. Hubiera sido mejor no formularlo.

Lo malo es que, además, otros edecanes pretendieron dar la vuelta al calcetín, hablando de la presencia de ánimo de la mandataria, de su decisión y coraje para indicar el camino de la huída y hasta de su portentosa baraka que la asimilaría al caudillo invicto. Eso ya estaba peor aunque también era comprensible en este perro mundo. Si quien te da las licencias de televisión y otros momios incluso saltándose la legalidad está en un apuro es lógico que se le eche una manita. Cosa que hicieron obsequiosos en El Mundo y la COPE. Es de bien nacidos etc, etc.

Lo malo, lo realmente malo es que haya sido la propia Aguirre quien, apenas aterrizada en Madrid en su precipitada huida, se haya puesto a largar por los medios, ensalzando su bravura, su clarividencia y decisión, su capacidad para orientar a los demás. Que el cobarde y el desertor comparezca después de la batalla a que le pongan la medalla al valor demuestra que esta señora, además de carecer de coraje, carece de vergüenza.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

Múgica, el listo.

Según el señor Múgica, Defensor del Pueblo (pobre pueblo), quienes somos antitaurinos somos tontos. Añade que hace falta una "sensibilidad especial" para disfrutar de las corridas de toros. Si, una sensibilidad de paquidermo y una inteligencia acorde con las sensibilidad. La que tenían los romanos que asistían a las luchas de gladiadores en el Circo. Nadie defiende hoy aquellos espectáculos inhumanos. En el futuro nadie defenderá las corridas de toros, salvo el señor Múgica de deslumbrante inteligencia. ¿Han visto algún vez a alguien con sensibilidad especial diciendo que tiene sensibilidad especial? ¿Y a alguien inteligente llamando tontos a quienes no coincidan con él en cuestiones de gusto? Pues eso.(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

Caminar sin rumbo (XIX).

¿Por qué no?

Apenas pude disfrutar de las lujosísimas comodidades del Cadillac porque la inquietud no me dejaba tranquilo. Se me acumulaban las incertidumbres. Estaba sentado junto a un asesino y, al parecer, me encaminaba a un almuerzo con media docena de tiparracos de parecida ganadería a los que no conocía de nada. Eso era lo que más me molestaba. No tenía ni idea de qué actitud tendría que adoptar o a qué situaciones debería adaptarme. Porque a la postre Vlam era lo que era y había hecho lo que hubiera hecho pero yo lo conocía, me era familiar; incluso más que familiar. El trato continuado a lo largo de tantos años nos había acostumbrado el uno al otro. Probablemente habíamos ido cambiando en el curso del trato porque nada vive que no cambie y habíamos ido incorporando esos cambios a la imagen y opinión que cada uno se hacía del otro y a las que ajustaba su conducta. Así lo hacemos todos para posibilitar la convivencia. A veces se producen rupturas, cuando uno no acepta los cambios del otro o viceversa; mas en la mayoría de los casos las relaciones se reajustan. Te tratas con tu vecino, os véis con frecuencia en las escaleras de la vivienda, incluso hacéis algo juntos, compras ocasionales, por ejemplo, alguna celebración, acostumbras a compartir bromas porque vuestra relación es risueña. Un día se le muere la madre a la que estaba muy unido y vuestra relación cambia; ya no es tan risueña y puede que no vuelva a serlo más; se ha hecho triste, meditabunda. En otras ocasiones, tratándose de conocimientos de amistad como el de Vlam ha habido una interrupción de trato demasiado prolongada y resulta difícil no ya asimilar los cambios del otro si no llegar a entenderlos. Pero aun así, uno recurre al rico fondo del pasado, la común acumulación de experiencias y memorias. Por mucho que haya cambiado tu amigo seguirá teniendo las mismas raíces y podrás, aunque sea con esfuerzo, recomponer la relación recurriendo a ellas. En cambio si te ponen delante de media docena de desconocidos y ni te dicen que son o a qué se dedican, ¿cómo harás para entender qué se espera de ti? Por eso olvidándome de la cuestión moralmente perentoria de qué pensaba hacer con su "crimen perfecto", cosa que no me llenaba de satisfacción, opté por insistirle en que me explicara a dónde íbamos, para qué, a estar con quién, quiénes eran los comensales y qué pintaba yo en aquello. Al fin y al cabo, debía quedar claro que yo había ido allí a disfrutar de la playa.

- Obedeciendo a una orden telepática mía.- Vlam reía a carcajadas.- Pero no creas que no entiendo tus apuros. Los entiendo muy bien. Quieres saber a dónde vas para estar preparado, quieres saber a secas. Te dedicas a eso: a saber. Como todos los intelectuales, especie de parásitos venenosos. Queréis saber, conocer el mundo como si estuviérais fuera, incontaminados. Y luego elaboráis teorías que venís a explicarnos a los que estamos metidos de hoz y coz en él. Sois sanguijuelas de la vida que quereis vivir por persona interpuesta porque os falta valor para meteros en el fregado. Y encima os consideráis la élite, la élite del pensamiento, los filósofos platónicos que creen mandar sobre los guardianes, cuando sois abundantes como la mierda, formáis parte de la mayoría, a la que estáis unidos por la argamasa del miedo y la única diferencia es que algunos de vosotros, los más listos, pretendéis no someteros en silencio sino disimular vuestra sumisión hablando, formulando teorías, la primera de las cuales es que sois la minoría del valor. Por eso Platón, vuestro dios, os hace de oro, valioso porque escaso. Sois la minoría teorética, la minoría que ve, como si los demás estuviésemos ciegos. Y el caso es que vuestras teorías nunca sirven para nada. No predicen no explican, no "postdicen" nada. Porque, cuando vuestra teorías son optimistas, positivas, anuncian mejoras, progreso, vosotros no os beneficiáis de ellas y seguís siendo los mismos miserables mortales llenos de alifafes, de necesidades, pelotas arrastraculos o asesores, que viene a ser lo mismo. Y si son pesimistas, negativas, auguran desastres, retroceso, sois los primeros en pagar las consecuencias y, si las cosas, se ponen mal, hasta os dan dos tiros u os venden como esclavos. Sois perfectamente prescindibles, como demostró aquel emperador chino que mandó enterrar vivos a no sé cuantos cientos de intelectuales y quemar todos los libros o al revés, que nunca me acuerdo. ¿Qué pasaría si murieran todos los intelectuales, la élite del pensamiento, los satisfechos de sí mismos? Nada, absolutamente nada porque le monde va de lui même. Claro, ya sé, os contratan para apacentar a las masas: que el poder viene de Dios, que si idea del príncipe justo, contrato equilibrado de las partes, soberanía de la nación, soberanía del pueblo (hace falta tener morro), superioridad de la raza, de la religión, de la cultura, la civilización (según vosotros, obra vuestra), la Idea; cómo se comunican valores, cómo se convence a la opinión, qué se cuenta, cómo se ganan elecciones, cómo se justifica esto, lo otro o lo de más allá. Alguno de vosotros ha llegado a justificar lo blanco y lo negro, lo rojo y lo azul, a Dios y al diablo, si bien, por lo general, sólo en caso de necesidad. La mayoría mantenéis el mismo amo toda la vida, lo que es un triunfo; la duración es una medida del éxito, como quiere el pragmatismo que es una filosofía muy adecuada para la justificación de la tarea de justificación.

Se detuvo un instante para meterse una raya de cocaína y prosiguió con su atropellado discurso:

- No creas que no me hago cargo de la situación. Quieres saber de antemano a dónde vas para estar preparado, sacar tus herramientas conceptuales, llevar tus recetarios listos. ¿Con quién has de vértelas? La vida es un puro combate y la gente como tú los combates quiere verlos pero no participar en ellos, ver cómo se mata y se muere, pero no matar ni morir, claro que no. Vosotros teorizáis con la teoría gris y nosotros vamos teñidos de rojo. Nosotros hacemos el mundo y vosotros nos lo explicáis y lo juzgáis moralmente. Te juro que eso de los juicios morales de los que no se mojan en nada es lo que me pone más nervioso. Los guerreros hacemos el mundo. Porque esto es una guerra. Los frentes están muy lejos, a miles de kilómetros, a distancias de televisión. Pero aquí también hay una guerra, aunque no se dispare ni se bombardee. Con todo la destrucción puede ser mayor. Destrucción, como siempre en las guerras, para construir después. Nosotros hacemos el mundo, insisto, y vosotros venís a explicárnoslo sin saber que vuestras explicaciones están ya descontadas en el mundo que hacemos. Y ¿cómo lo hacemos? Pues, primera y única regla (los que hacemos sólo tenemos una regla; las demás ya son cosa de los que explican, que van haciendo de necesidad virtud como pueden): entramos en combate et puis on voit, que decía el Gran Corso, otro que tal. Pero tú quieres saber antes. Quieres qué te diga con quién vas a encontrarte. Pues es muy sencillo, hombre, gente como yo, triunfadores, gente sin escrúpulos, motores de las finanzas, fuentes del bienestar y la abundancia, padres de la Patria, gentes que no se consideran vinculadas por norma moral alguna; eso de la moral, ya sabes, es cosa de esclavos y de charlatanes. Y aquí, en esta costa, una parte del mundo en la que se hacen negocios que no puedes ni imaginarte, hay una gran representación de ellas. Mira, vas a conocer a Serguei, un residente de la mafia rusa con lazos en todas las empresas de crimen organizado del mundo, especializado en venta de armas, en venta de armas prohibidas, pero con intereses en la construcción y en el turismo. Su gobierno lo cuida como a las niñas de sus ojos. Un eslavo frío como un pescado del Mar del Norte. Conocerás a Juvenal, un colombiano más listo que el hambre, especializado en blanqueo de capitales en medio mundo y que tiene comprado al otro medio. También aquí porque los negocios inmobiliarios son un campo magnífico para esas operaciones. Hay un canadiense muy simpático, un vivalavirgen con un negocio de gestión de fondos, para entendernos, problemáticos de alta rentabilidad, involucrado en todas las operaciones de especulación financiera que se dan, un tipo con el que se confiesan los banqueros. Porque no creas, por más que hayáis pasado del mundo idílico del capitalismo calvinista, hugonote, puritano al del "turbocapitalismo", siempre os quedáis cortos. Lo que tenéis delante de las narices es el capitalismo delictivo y criminal que todo lo ha puesto a su servicio. Los empresarios, los banqueros, todos saben que estamos en un mundo abierto en el que devoras o te devoran; no hay protección, no hay amparo, no hay lealtad, amigos o aliados. Sólo hay aplastar al adversario y quedarse con todo. Cuando vosotros explicáis al rebaño que es justo que sea así, que nuestra civilización tiene que ganar la batalla al terrorismo, que debemos sobrevivir porque Dios está con nosotros sois mierda en positivo. Pero cuando atacáis, denunciáis el "sistema" llamáis al rebaño a la sublevación, a la lucha por la liberación, también sois mierda. Ya te anuncié que en este tiempo he desarrollado una completa teoría de la mierda que ninguno de vosotros se atrevería a exponer pero es la más ajustada de todas. Coge el caso de los Estados Unidos...por cierto, también vas a conocer a Frankie, un gringo que empezó haciendo dinero con la inmigración ilegal en su país y ahora tiene una red mundial de trata de seres humanos, blancas, niños, inmigrantes; con decirte que trafica hasta con terroristas... pues eso, coge los Estados Unidos: unos cantan las glorias del "Siglo Americano" y el destino manifiesto; otros, del género hipocondríaco, viven de predecir el hundimiento del imperio; los terceros se yerguen contra el imperialismo gringo, denuncian sus crímenes, la violación sistemática de sus principios, sus agresiones, sus masacres. Todos son mierda: estos últimos como los otros. Encopetados profesores de universidad, inquietos periodistas que publican un libro -otro más- denunciando sin pelos en la lengua la maldad intrínseca estadounidenses y, por extensión, del Occidente culpable. Estos sirven para demostrar la legitimidad del sistema al que atacan despiadadamente, que no sólo no los encarcela, ni les censura sus libros sino que hace películas con ellos y les da premios. Porque son un negocio. La crítica, el llamado a la insurrección, mueve equis puntos del PIB. Mira, hablar no sirve de nada. Solo sirve hacer. ¿Sabes quién es el único intelectual que de verdad ha inspirado miedo? El Ché. Porque habló lo justo. Lo suyo fue el hacer. Y se lanzaron por él. Se ha ganado el odio universal. Hasta los suyos lo detestan. Esos los que más, porque pone de manifiesto su anecdótica chinchorrería.

- Su ¿qué?- dije porque, aunque hacía ya un rato que estaba convencido de cuánta razón asistía a Vlam y hasta lo escuchaba con agrado, no estaba seguro de haber entendido la expresión.

- Anecdótica chinchorrería. Me ha quedado bien. Pero vete al grano. Los únicos que valoramos al Ché correctamente somos nosotros, los del capitalismo sin límites. ¿Sabes que tengo su retrato en mi despacho? Claro, hombre, ese es un tipo con el que debe uno fajarse. Uno de los nuestros pasado a vuestro campo. Por eso lo ponen como lo ponen. Porque tal es el asunto. No sé si el mundo cambia. No digo físicamente sino moralmente. Esa es cuestión que encanta a los filósofos. Pero, si cambia, lo cambiamos nosotros, los guerreros, los que vamos a la victoria, la aniquilación y la construcción de lo nuestro que, a su vez, durará el tiempo que seamos capaces de mantenerlo frente a los ataques de los adversarios quienes esgrimirán la misma razón que nosotros, la fuerza, que se reputará "mejor" cuando sea "mayor". Y ya está. Y aquí somos los amos. Lo incorporamos todo. Vas a conocer también a dos mujeres, las dos españolas, por cierto, que también nos aplicamos los progresos de la igualdad de género. Una es sevillana, se llama Rosario y tiene una red increible de inmuebles en las zonas turísticas de España y de todo el mundo, especialmente el Caribe e Indochina. Tiene alquileres, hoteles pero, sobre todo, regenta locales ilegales, juegos, casas de putas de ringorrango, establecimientos para la realización de las más refinadas fantasías y hasta opera legalmente en algunos sitios. Una vez estuve en un local de juego suyo en Las Vegas que sólo administrar eso ya lo flipas en colores. La otra es una exmonja de las franciscanas terciarias, Laura de nombre, hija de buena familia que tiene un imperio en tráfico de drogas para clientela selecta en todas partes, Vaticano incluido, gente a la que se le suministra la mercancía a veces por valija diplomática. Esta cocaína es suya y es excelente. ¿Quieres probarla? Bueno, déjalo, que no está tú para estos trotes ya. Estamos llegando. ¿He satisfecho tu curiosidad?

Le dije que sí, claro, cómo no. Menudo almuerzo. En él iban a tratar un negocio común de una "Ciudad de ensueño" (Dream Town, la llamó) en el que estaban medio comprometidos, un negocio para atraer jeques árabes a esta parte del país, muy necesitada de ellos. Pero era patente que yo no pintaba nada allí.

- ¿Por qué no?

He ahí una pregunta que siempre me desarma. En efecto, ¿por qué no? Había comenzado un viaje tan a ninguna parte que, apenas comenzado, tuve que cambiarle el nombre, abierto a lo que el mundo me ofreciera. ¿Por qué no iba a almorzar con aquella manga de crápulas? Además, podía escribir una crónica, publicarla en alguna revista de escándalo y ganar una pasta.

- ¿Lo ves?- Era como si me leyera el pensamiento.- Hasta tú vas entendiéndolo. Lo que sucede es que, si se te ocurre contar algo de esto, a ellos no va a pasarles nada porque están acorazados, tienen comprada a la parroquia. Pero tú durarás menos que un telediario.

- A veces, estas cosas saltan, los asuntos se investigan, se procesa a alguien, alguien más va a la cárcel...

- Por supuesto. A veces. No lo ignora nadie. Son gajes del oficio. Igual que a ti puede darte una patada en el culo el jefe y mandarte a la cola del paro, que viene a ser lo mismo. En muchos caso, te diré, la policía descubre lo que algún rival que piensa que puede quedarse con lo de otro le ha revelado. Nadie está seguro de nada. A veces la policía actúa por su cuenta, sobre todo ahora que se ha globalizado y te puedes meter en un lío por alguna gilipollez que empezó en Tailandia. Eso puede pasar o no. Pero si te vas de la lengua, ten por seguro que no lo cuentas.

- ¿Ni contigo?

Me miró con gesto abatido, dándome a entender que me consideraba fuera de toda posible salvación y lo entendí con la rapidez del relámpago. Le dije al conductor que parara; me bajé y cerré la puerta tras de mí. Todavía se acercó a la ventanilla diciendo:

- ¿Te vas? Bueno. Es una pena. Había pensado que harías muy buena pareja con Laura. Está bien, ¿sabes? Hombre, tiene sus años, pero se conserva muy vistosa. Y tiene ganas. Le he hablado de ti y le gustará conocerte. Me lo ha dicho.

Me quedé de piedra. ¿Por qué no? ¿Por qué no? ¿Por qué no? Sonaba en mi cabeza un ¿por qué no? lleno de ecos sardónicos. ¿Por qué no?

Vlam suspiró:

- Vale. No voy a forzarte. Pero mira, ¿ves el edificio y la entrada?- Me señalaba una construcción lujosa, blanca, enjalbelgada, con arcos morunos, sobretechos turquesa, una cancela de forja que se abría sobre un acceso rodeado de tamarindos que terminaba en una escalinata ante la que había varios coches relucientes a un sol de mediodía que no sé de dónde había salido.- Vamos a estar ahí por lo menos dos o tres horas. Si te animas, ven; le dices al portero tu nombre y te dejará pasar. Nos encantará a todos, sobre todo a Laura, que está esperándote, como te esperaba yo.

Y allí me quedé, con la mochila colgada al hombro mientras el "cadillac" pisaba la grava de la avenida con un ruido como el de una muela triturando ideas, seguridades, convicciones, firmezas.

(Continuará)

(La imagen es el 4º grabado de la serie Historia de un guante, de Julius Klinger).

dissabte, 29 de novembre del 2008

Esas fosas se abrirán.

La Audiencia Nacional (AN) declara no competente al juez Garzón para investigar los crímenes franquistas. Él ya se había inhibido al efecto. La AN no interferirá en apertura de las fosas. Esas fosas han de abrirse. Todas. Hay que obligar a la tierra, al silencio, al miedo, a devolver los huesos de las víctimas a sus familiares y allegados. Hay que airear los nombres de los asesinos, para que caiga sobre ellos el ludibrio sempiterno. Mientras eso no se haga los españoles seguiremos siendo un pueblo de esclavos cuya dignidad está enterrada con esos huesos de los que Monseñor Rouco y los demás encubridores de la derecha nacional quieren que nos olvidemos, como se han olvidado ellos. Porque estos, al contrario de lo que hace la gente de buen talante, olvidan pero no perdonan.

(La imagen es una foto de El País).

Te recuerdan, María.

Por iniciativa del Instituto Cultural Rumano el cuarteto Balanescu ofreció ayer en el auditorio del Reina Sofía un concierto en torno a María Tanase, una cantante folk rumana fallecida prematuramente en 1963 y muy querida en su país. El repertorio eran canciones de la Tanase en arreglos de Balanescu para dos violines, viola y violonchelo. Tanto el tipo de canciones como la voz de la cantante, que sonó en algunas de las composiciones se prestan muy bien al arreglo en cuerdas y no hay duda de la maestría de Balanescu y el dominio del cuarteto con buena técnica contrapuntística y algún pizzicato, al que siempre es difícil que se resistan las cuerdas que gustan lucir virtuosismo. En algunas de las piezas acompañó una ajustad y sobria batería de Steve Argüelles, que animaba con mucho ritmo a las cuerdas que, ya se sabe, tienen tendencia a la languidez, incluso cuando, como es el caso con el cuarteto Balanescu, acometen el nervio eslavo con algunos toques de jazz que es muy digno de oír. El conjunto se animaba con frecuentes proyecciones de vídeo creativo a cargo de Klaus Obermaier que aparece definido como un "artista multimedia". El estilo de las proyecciones en general algo camp, apropiado para la ocasión, con unos montajes mejores que otros. El que presenta la función, una oveja trotona con un cascabel que viene hacia nosotros y se multiplica por dos, cuatro, diez, infinito, está muy bien. Otros, como el del vino son algo más pedestres.

Por sacar algún defectillo, no me gusta la cuerda eléctrica. Preferiría que los músicos interpretaran unplugged cosa también tanto más recomendable cuanto el auditorio del Reina Sofía es relativamente pequeño, no hay problemas de acústica y el sonido eléctrico es agresivo y un poco confuso.

Dejo aquí un vídeo del cuarteto, que es un final, con una curiosa proyección que ayer se vio en el Reina Sofia. La imagen no es muy buena a causa de la luz y la toma de sonido (directo) deja mucho que desear pero la proyección mola y, además, se puede ver ya en el nuevo formato de panavisión en You Tube.



También dejo uno de Maria Tanase con un sonido aceptable a pesar de que la grabación es antigua. Aquí se aprecia mejor la panavisión. Algunas imágenes son un poco cursis pero en general se ven con agrado y no hay ni color en relación con el You Tube de hace un mes, o sea, algo que ya es más antiguo que la batalla de Aljubarrota.



En el programa de mano, el señor Balanescu dice que María Tanase transmitía el "espíritu esencial de la poesía y la filosofía rumana". Es posible. En lo que conozco el país, es cierto que suena muy rumana y más general, muy eslava, aunque también trae un pronunciado deje de chanson francesa. Quien la motejó de la "Edith Piaf" rumana no andaba descaminado. Tiene una voz menos desgarrada y canalla, más melódica y más clara.

Caminar sin rumbo (XVIII).

Lo virtual es lo real

(Viene de un post anterior, titulado El crimen perfecto)

NB: Es lo que tiene no tomar precauciones en este mundo completamente abierto de internet: que metes la pata. Apenas desperté después de la noche de increíbles confesiones que me había hecho Vlam, me abalancé sobre el ordenata para confirmar una extraña sospecha que parecía un cocktail de sensaciones: difusa memoria, asustada premonición, intuición inexplicabe que me asaltó en sueños. Tecleé en Google Viaje a ninguna parte, y ¡zas! allí estaba: una novela que publicó Fernando Fernán Gómez en 1985 y que llevó al cine el mismo Fernán Gómez en 1986 acerca de una compañía de cómicos más o menos de la legua...¡Qué más me daba! Me habían pisado el título con abundante anterioridad. Mi pobre Viaje con sus XVII jornadas se sintió de repente como un nasciturus ante la agresión del punzón exterior que quería abortarlo. Una angustia. ¿Tendría que apearme aquí? Plagiar va contra mis convicciones, aunque sepa que es lo que está de moda. Si no plagias eres un don nadie. No te pillas ni un premio para adobar el escándalo. Es el espíritu del tiempo: qué se va a hacer si no plagiar cuenta habida de que todo está dicho y escrito; no así oído y mucho menos leído, pero ese es el negocio, por eso se recomienda plagiar. Además plagiar ahora está tirado: copypaste y a otra cosa. Una versión avanzada de Word vale más que una tribu de negros aunque entre ellos esté Wole Soyinka.

Claro que, al mismo tiempo, si no me equivoco, los títulos no está protegidos por derechos de autor. Yo puedo publicar mañana una Iliada si quiero (bueno, o algo a lo que bautizo así) y nadie va a demandarme. Pero también podría publicar otra cosa que se llamase El perfume por ejemplo, sin que el señor Süsskind dijera nada. Estaría bueno que nadie más pudiera emplear esa palabra. No tengo tan claro qué sucedería si publicara, por ejemplo, El amor en los tiempos del cólera. Imagino que habría lío pero no estoy seguro. De todas formas, si mi teoría fuera cierta, habría más Viajes a ninguna parte por ahí, si no en español, en otras lenguas. El nuestro es un mundo global (¡qué expresión tan estúpida! ¿verdad? Es como decir mundo mundial... y hay gente que la dice) e internet lo ha convertido en un colador. Encontré dos Journey to nowhere, uno un libro de Eva Figes publicado este año. Figes es una escritora inglesa judía muy enemiga de los israelíes. Estuve leyendo una crítica de Lara Feigel publicada en julio pasado en The Guardian para enterarme de qué va y va de ese morboso hurgar que tienen los judíos consigo mismos, con su esencia como pueblo, con su comportamiento colectivo y su pasado; es decir, casi como si hablásemos de España y los españoles, perpetuamente atribulados por su justificación en la tierra. Lástima que no pueda uno quedarse a recorrer todas las bifurcaciones, so pena de que este viaje, llámese como se llame, no llegue en verdad a ninguna parte y ni siquiera pase del primer trayecto.

Sospecho que estoy liándome con mis exlicaciones. El caso es que había otro Journey to nowhere en la red compitiendo en inglés con la obra de Fernando Fernán Gomez, si bien se trata de... ¡un blog! que lleva en la blogosfera desde junio de 2006. La entrada de ayer mismo respondía al escasamente sugestivo título de Eatin Tea Eggs in Hong Kong. Bueno, o poco sugestivo para mí. Si es usted uno de esos tipos tan abundantes en España que hacen turismo gastronómico, esto es, que van a Segovia no por el acueducto sino por el cochinillo asado, a lo mejor le interesa zamparse unos huevos de té en Hong Kong. Los demás, que no desprecien el asunto tan rápidamente; si se enredan (que para eso están en la red, si no no estarían leyendo esto) en el blog y se van a la entrada del 14 de noviembre pasado titulada The Fake New Generation verán algo genial: los chinos no solo falsifican relojes, bolsos, guantes, plumas si no también certificados, incluso académicos. En la Universidad de Newcastle upon Thyne han tenido que expulsar a cincuenta (50) que estaban allí estudiando sobre la base de unos títulos falsos que traían de la Madre Patria. Es genial. Los ingleses deben de haberse quedado stoned, como los Hermanos Freak allá por los corrosivos sesenta. Eso de que los chinos cometan las tropelías de cincuenta en cincuenta favorece el chiste racista, de acuerdo, pero ¿alguien se imagina a cincuenta japoneses disimulando su presencia en la Universidad de Salamanca?

Y no termina ahí la cosa. En Alemania encontré un Es fahrt ein Zug nach nirgendwo, ("Un tren viaja a ninguna parte") título muy cercano al que buscaba, que es una canción de 1972 de Christian Anders de una cursilería de rechinar los dientes. Creo que no había visto/oído nada más relamido desde los tiempos de aquel Engelbert Humperdinck que dios confunda.

Por si alguien piensa que exagero, aquí lo dejo, pero no respondo de posibles apoplejías





Duro, ¿eh? Pues también hay un Fahrt ins nirgendwo, ("Viaje a ninguna parte") que es traducción literal del Viaje a ninguna parte, pero se trata de una peli de este año o del pasado de la que, por fortuna, no he encontrado información porque debe de ser de avío. Todo lo que sé es que hay un cadáver en el maletero de un coche pero sospecho que no sea el de Aldo Moro.

Los franceses, pensé, no se quedarán fuera del baile. Pero parece que sí: se han limitado a traducir la obra de Fernán Gómez como Voyage nulle part pero héteme aquí que Amazon dice tener en su poder un Voyage nulle part que es una novela inédita de Jean Razac con, dice el pundonoroso librero, una "encuadernación desconocida". Lo que no entiendo es para qué querrá Amazon una novela inédita. Claro que tampoco importa mucho porque informa asimismo de que de momento no está disponible. Pues si un manuscrito de Jean Razac o de Voltaire "no está disponible" es como si la obra no existiera, salvo que alguien haya hecho alguna copia. Si fuera Voltaire, quizá, pero tratándose de Jean Razac... A propósito ¿y quién diantres será Jean Razac? Una búsqueda nueva nos da un resultado mediocre: parece ser el autor de un libro publicado en 1948 por Albin Michel que se llama A cheval Renouveau d'un art eternel, o sea, algo así como un tratado de equitación. A lo mejor lo compro y se lo envío al señor Savater. Seguro que me lo agradece. Pero si lo comprara, sería para averiguar algo más acerca de ese oscuro Razac, saber si es el mismo que escribió Voyage nulle part y de qué trataba ese manuscrito. Con menos de eso hay gente que te fabrica un best seller.

Pero yo no puedo entretenerme porque, aunque parezca mentira, estoy aún en la Nota Bene previa a la jornada de hoy, atenazado en la duda de qué hacer con el título de mi viaje. Espero haya quedado claro que hay un montón de Viajes a ninguna parte por ahí, lo que convertiría mi uso de la expresión en perfectamente admisible. Pero no haya cuidado. Jamás haría algo así. Por eso he cambiado al título que se ve de Caminar sin rumbo. No me gusta nada y lo pongo provisionalmente. Todas las otras opciones están ya cogidas por gente que escribe canciones o blogs que son canciones, como diría el poeta, verso a verso o post a post. Debe recordarse que la bloguería andante tiene reglas muy estrictas: los contenidos de la red han de ser todo lo libres que se pueda, cuanto más libres, mejor, pero hay un deber sacrosanto de citar fuentes y no aprovecharse del trabajo ajeno. Un bloguero debiera dejarse colgar del palo más alto del html antes que plagiar. Y como no se plagia, ni siquiera cuando se puede, iré tirando con ese título provisional. Cuando se me ocurra algo mejor, lo cambiaré. Por supuesto, se admiten sugerencias. Mientras tanto, según vaya teniendo tiempo, sustituiré los títulos de las entradas anteriores hasta ponerlas todas a marcar el paso. Fin de la NB.

No podía dedicarme a reflexionar cuestiones tan irrelevantes, aunque tengan su puntillo de celos porque en cuestión de nada habría de tomar una decisión. No sabía cuáles serían los planes de Vlam. A lo mejor no estaba en el hotel. Yo tendría que decidir qué hacer. ¿Podía dar crédito a lo que me había confesado por la noche? Y, lo que me producía más curiosidad, ¿se atrevería a comunicarlo? Confesar que has asesinado a un semejante así porque sí es duro. Incluso aunque estés convencido de que sea un crimen perfecto. Me cabe además la duda si cabe llamar "perfecto" a un crimen del que se sabe que es un crimen aunque no se pueda echar el guante al criminal. Un crimen perfecto sólo es perfecto, pienso, cuando, siendo crimen, pasa por otra cosa. Claro que, si éste dejaba de ser perfecto sería porque Vlam lo confesara con lo cual era evidente que hasta entonces lo había sido y podría seguir siéndolo si el propio autor en algo que puede calificarse de vanidad infantil, no se obstinara en pregonar su autoría.

Mientras me duchaba no hacía otra cosa que dar vueltas a la situación. Y ¿qué se suponía que debía hacer yo? Una larga experiencia ha acabado convenciéndome de que, cada vez que me hago esta pregunta, se prueba que soy un vanidoso sin límites porque, luego de rumiarlas un buen trecho, cuando voy a mirar resulta que a nadie le importa una mierda qué vaya yo a hacer. Así que, ¿por qué no ahora lo mismo? Estaba dándome la segunda jabonadura pensativo cuando entró Vlam en el cuarto de baño, saludó con un estentóreo "¡Menos mal que te has levantado, coño! Son las dos" y se sentó en la taza del water sin dejar de mirarme. Tuve la tentación de correr la cortina porque no me sentía cómodo y, si fuera Woody Allen, ahora mismo intercalaría un recuerdo al momento culminante de Psicosis con algún leve cambio en el dramatis personae. Por lo demás, el hotel Luz de oriente podía ser tranquilamente el siniestro motel de Norman Bates. Pero Vlam no traía malas intenciones. Sonreía mirándome y dijo:

- ¿Te he dicho alguna vez que tienes un culo tentador?

- Unas dos mil.

- Pero es verdad, oye. Y nunca te he engañado. Siempre te he dicho que si tú quisieras...

Sí, me lo había dicho muchas veces cuando íbamos de viaje y dormíamos en la misma habitación por ahorrar, bajo la misma tienda de campaña, alguna vez incluso en el mismo saco de dormir. Solía atacar con un argumento que la parecía irrebatible: "no es necesario que te derrotes, hombre, no es preciso que te hagas bujarrón o así; tienes que aprender a ser bisexual, como yo".

Pero era mentira. Lo de la bisexualidad. Nunca lo vi andar con un tío. Sólo quería mi culo. Parecía ser una obsesión. Yo me lo miraba y remiraba y no sabía qué podría ver en él, como no fuera esa pasión que parecía poseerle para tenerlo todo, conseguirlo todo, hacerse con todo, dominarlo todo. Ahora comprendí que igual que había hecho con aquel desgraciado cuyo nombre aún no conocía, pudo haberme matado a mí. No para hacerse rico, qué va, pero quizá para disecarme, con el chalado de Bates con todo lo que pillaba, incluida su madre.

- Venga, despacha, vístete- me dijo Vlam tirándome la toalla.

- ¿Tenemos prisa?- Pregunta idiota; con Vlam siempre hay prisa-. ¿Vamos a alguna parte? - seguí ya resignado a que, mientras Vlam estuviera conmigo, habría que hacer lo que él quisiera.

- Sí he quedado con los bosses, los que mandan aquí, una manga de viejos sinvergüenzas que me bailan el agua; los he invitado a comer en el club náutico, tú te vienes y los conoces. No pierdes nada porque son una jarcia y yo presumo de amigo bohemio.

Preocupado, le pregunté que cuántos eran. Me horrorizan las multitudes, sobre todo cuando se apiñan, cosa que hacen siempre como la bestia tira al establo. Me respondió que no, que media docena, que sólo había invitado a los ricos de verdad, a los ricos ricos; los otros, el alcalde, el dueño de un periodiquito, eran pura mierda. Cuando salimos estaba esperándonos un Cadillac metálico, bruñido, enorme, uno de esos autos que se hacían en el extranjero para Vlam, con un conductor con gorra de plato.

- Hubiera jurado que tenías un Bentley- dije, para tirarme el pliego delante del chofer, no fuera a tomarme por un pringao.

- Venga, sube, Bentley de los huevos - me dijo Vlam, empujándome hacia el auto- mientras yo cierro esto.

- ¿Cómo que lo cierras? ¿No es un hotel? ¿No está abierto?

No jodas, tío. Esto lleva años cerrado. Lo abrí hace un par de días para recibirte y que te sintieras en casa. Si te llevo a Mandelay, la cago.

Mandelay tenía que ser su mansión. No quería ni pensarlo. O sea que, efectivamente, había estado en el motel de Norman Bates. Si Vlam me hubiera matado allí y hubiera enterrado mi cuerpo -quién sabe si haciendo o no antes todo tipo de suciedades con mi culo- en el sótano, nadie sabría en dónde estaba, nadie sabía a dónde había ido, nadie podría encontrarme. En definitiva tampoco tan grave porque estoy convencido de que nadie lo hubiera intentado. Mas no había animadversión. Vlam seguía siendo el mismo tipo expansivo e insoportable de siempre y yo el mismo junco que se humilla al viento. Ya dentro del coche me sentí incómodo. Había televisión, ordenador, teléfono, radar..., en fin. Yo estaba agarrado a mi mochila que no quise soltar cuando el conductor pretendió hacerse cargo de ella y empezaba a pensar que Vlam se excedía siempre. Toqué todos los botones sin saber que hacía sólo para ocultar mi dsconcierto. Ahora tendría que hacer el trayecto, que tampoco sería tan largo, pensando en dos cosas al mismo tiempo, en lo que Vlam iría contándome por el camino y en mi conflicto acerca de qué hacer con el asunto de la muerte de su socio. Como si supiera lo que estaba pensando, Vlam se giró hacia mí, me dio una palmada en el hombro y dijo:

-Ya verás cómo te diviertes. Son la wild bunch de la costa este del Reino.

(Continuará)

divendres, 28 de novembre del 2008

¿Cómo se sale de la crisis?

Claramente, clarísimamente, como lo están haciendo al alimón todos los gobiernos occidentales: poniendo dineros públicos sobre la mesa, recurriendo al gasto público, según quiere la ortodoxia keynesiana más salvífica.


Es decir que no se oye ya con la antigua resonancia la cantinela de la derecha de que hay que reducir el gasto público. Sólo queda, creo (y ni de esto estoy muy seguro), el señor Aznar pidiendo este recorte aunque hasta él parece haberse percatado de que esa receta es lo más estúpido que cabe hacer en las circunstancias.


Sí señor: se sale echando mano del gasto público y, si es necesario -que lo es- recurriendo al déficit y mandando a freír puñetas las políticas de disciplina presupuestaria y de límite comunitario al déficit que si, en tiempos de alta coyuntura quizá fueron recomendables (creo que ni aun ahí pues lo que hay que hacer es manejar la política económica con prudencia, pero no vamos a discutir), en tiempos de crisis, recesión y amenaza de depresión son medidas de dementes, como quien quiere regar el huerto cerrando el grifo.


O sea que los gurús neoliberales no se callarán porque no pueden reconocer de la noche para la mañana que llevan veinte años diciendo disparates y que sus trivialidades sobre el funcionamiento óptimo del mercado sólo se dan cuando se eleva el consabido caeteris paribus a orden del día o consigna de guardia pero que tiene tanto que ver con la cruda realidad como la trasparencia del adoquín. No callarán porque siempre les queda el recurso (al que se acogen desvergonzadamente) de echar la culpa de la crisis a las medidas que se toman para combatirla. Pero están haciendo poderoso ridículo.


Se sale de la crisis como hizo ayer el señor Rodríguez Zapatero en el Congreso (tras haber reconocido, al fin, que hay una crisis y no un "frenazo", "retraso", "trompicón" o cualquier otra peculiar expresión) y abriendo la vía de la provisión del crédito porque, como sabe todo el mundo, hasta los niños, el crédito es el alma de la economía.

Se plantean dos cuestiones, sin embargo, una cuantitativa y otra cualitativa. La cuantitativa se refiere a si las cantidades aprestadas serán suficientes. Da la impresión de que no y de que será preciso endeudarse más antes de empezar a remontar. Pero eso, como todo lo cuantitativo, tiene fácil arreglo.

Lo complicado es lo cualitativo que se refiere al modo en que esas ayudas, subvenciones, capitales van a aplicarse. Se ponen al servicio de los bancos y entidades financieras para que estos las repartan como la pedrea la lotería y, en el caso de las cantidades prometidas ayer por el señor presidente en sede parlamentaria, a disposición de las administraciones públicas locales que, por cierto, desde el hundimiento del ladrillo, están que se les ven la vergüenzas. Ciertamente, pero ¿es esto lo adecuado? Un keynesiano redomado como un servidor echa aquí de menos la presencia de la niña de nuestros ojos en todas las medidas anticrisis: la inversión pública directa del Estado en obras públicas. Vamos, no es que no me fíe de bancos y entidades de crédito (que no me fío) o que no me fíe de los ayuntamientos (que tampoco), sino que estos están ya siendo atendidos mientras que nadie habla de poner en marcha los mecanismos que, según muestra la experiencia de los años treinta del siglo pasado, realmente ayudan a salir de la crisis: las obras públicas directamente financiadas y gestionadas por el Estado. (La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

A más altos galardones.

A estas alturas Marsé debe de ser de los autores más premiados en el panorama literario español. Lógico si se tiene en cuenta que lo suyo es una vocación intensa al estilo de los viejos novelistas estadounidenses de fines del XIX y primeros del XX, una vocación que lo ha llevado a mezclarse de tal modo con su mundo imaginario que no hay modo ya de distinguir en Marsé entre lo que es ficción y lo que es realidad. Es más, el mero distinguir ambos términos, realidad y ficción, en su caso es inútil.

Siempre he pensado, ignoro si con acierto, que había un parecido entre Marsé y Umbral. Los dos hacen una literatura on the beat, los dos trasladan al papel una especie de rabiosa lucha por enderezar la realidad y, al tiempo, encajarse en ella. Pero también he pensado siempre que lo que en Umbral es al fin dandismo y distanciamiento, es ruda autenticidad en Marse. Ruda, hirsuta, hosca, desgarrada. Estaba ya presente en Últimas tardes con Teresa, la primera novela que le leí y que me convirtió en adicto al autor y ha seguido como un torrente a lo largo de toda su producción, en Encerrados con un solo juguete, aunque a él no le parezca gran cosa, La muchacha de las bragas de oro que debe de ser uno de los libros que ha movido más envidias en el último medio siglo por su capacidad para situarse en el terreno inefable de la juventud eterna sin trabas para noquear la mierda rememorada de los años sórdidos de la dictadura, hasta Rabos de lagartija, mundo de mundos, muestra de dominio de todas las técnicas narrativas, planos de ficción, tiempos, estilos y perspectivas.

Este Cervantes que le han dado reconoce una trayectoria de un creador que es víctima de su propia fuerza, un creador que debe sus muchos méritos al hecho de no haberse dejado doblegar no ya por las convenciones de los distintos tiempos en que ha vivido, la dureza de sus orígenes o los halagos del éxito, sino de su propia tendencia (que tendrá, supongo, como la tenemos todos) a acomodarse, a decirse que ya ha llegado, que está instalado, que qué más espera. Porque en la pelea que Marsé empezó desde sus mismos comienzos, su pelea contra los distintos medios asfixiantes en que hubo de desenvolverse, su obstinada intención de afirmarse como él mismo, ha ido ganando batallas (lo han acabado aceptando en todas partes donde antes lo rechazaban por razones de clase, lingüísticas, de estilo, de personalidad) y hasta cabe pensar que ha ganado la guerra (han acabado aceptándolo como es, no como se quiere que sea) pero uno tiene la convicción de que seguirá siendo Marsé, un escritor incómodo, solitario, sin pares, sin escuela, sin filiaciones, sin connivencias. Me alegra mucho que mi país reconozca el mérito creador de un hombre que de verdad se ha hecho a sí mismo, no como frase, si no como áspera realidad, que no debe nada a nadie y que puede presentar una obra rica, diversa, sorprendente.

Le dan el Cervantes y Pijoaparte sigue tan campante.

Por cierto, también me pareció estupendo el Nacional para Juan Goytisolo. Es la hora de los Juanes. Otro rebelde, impertinente, imposible de encajar en disciplina alguna, otro narrador contra la corriente, si bien con notables diferencias respecto a Marsé. Lo que en éste es vitalidad, espontaneidad e inmediatez viene a ser cerebralidad y cultismo literario en Goytisolo. Pero no en demérito de la fuerza de su obra. Es, para que yo mismo me haga una idea, como si hubiera que comparar a Nelson Algreen (Marsé) con Norman Mailer (Goytisolo). El autor de la trilogía de Álvaro Mendiola tiene una literatura más reflexiva y menos explosiva, más encajada en cánones pero, en cambio, abarca más géneros y explaya su creatividad en formas a su vez no clasificables.

Ambos malditos se merecen de sobra estos galardones y otros más altos.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).