¿Por qué no?
Apenas pude disfrutar de las lujosísimas comodidades del Cadillac porque la inquietud no me dejaba tranquilo. Se me acumulaban las incertidumbres. Estaba sentado junto a un asesino y, al parecer, me encaminaba a un almuerzo con media docena de tiparracos de parecida ganadería a los que no conocía de nada. Eso era lo que más me molestaba. No tenía ni idea de qué actitud tendría que adoptar o a qué situaciones debería adaptarme. Porque a la postre Vlam era lo que era y había hecho lo que hubiera hecho pero yo lo conocía, me era familiar; incluso más que familiar. El trato continuado a lo largo de tantos años nos había acostumbrado el uno al otro. Probablemente habíamos ido cambiando en el curso del trato porque nada vive que no cambie y habíamos ido incorporando esos cambios a la imagen y opinión que cada uno se hacía del otro y a las que ajustaba su conducta. Así lo hacemos todos para posibilitar la convivencia. A veces se producen rupturas, cuando uno no acepta los cambios del otro o viceversa; mas en la mayoría de los casos las relaciones se reajustan. Te tratas con tu vecino, os véis con frecuencia en las escaleras de la vivienda, incluso hacéis algo juntos, compras ocasionales, por ejemplo, alguna celebración, acostumbras a compartir bromas porque vuestra relación es risueña. Un día se le muere la madre a la que estaba muy unido y vuestra relación cambia; ya no es tan risueña y puede que no vuelva a serlo más; se ha hecho triste, meditabunda. En otras ocasiones, tratándose de conocimientos de amistad como el de Vlam ha habido una interrupción de trato demasiado prolongada y resulta difícil no ya asimilar los cambios del otro si no llegar a entenderlos. Pero aun así, uno recurre al rico fondo del pasado, la común acumulación de experiencias y memorias. Por mucho que haya cambiado tu amigo seguirá teniendo las mismas raíces y podrás, aunque sea con esfuerzo, recomponer la relación recurriendo a ellas. En cambio si te ponen delante de media docena de desconocidos y ni te dicen que son o a qué se dedican, ¿cómo harás para entender qué se espera de ti? Por eso olvidándome de la cuestión moralmente perentoria de qué pensaba hacer con su "crimen perfecto", cosa que no me llenaba de satisfacción, opté por insistirle en que me explicara a dónde íbamos, para qué, a estar con quién, quiénes eran los comensales y qué pintaba yo en aquello. Al fin y al cabo, debía quedar claro que yo había ido allí a disfrutar de la playa.
- Obedeciendo a una orden telepática mía.- Vlam reía a carcajadas.- Pero no creas que no entiendo tus apuros. Los entiendo muy bien. Quieres saber a dónde vas para estar preparado, quieres saber a secas. Te dedicas a eso: a saber. Como todos los intelectuales, especie de parásitos venenosos. Queréis saber, conocer el mundo como si estuviérais fuera, incontaminados. Y luego elaboráis teorías que venís a explicarnos a los que estamos metidos de hoz y coz en él. Sois sanguijuelas de la vida que quereis vivir por persona interpuesta porque os falta valor para meteros en el fregado. Y encima os consideráis la élite, la élite del pensamiento, los filósofos platónicos que creen mandar sobre los guardianes, cuando sois abundantes como la mierda, formáis parte de la mayoría, a la que estáis unidos por la argamasa del miedo y la única diferencia es que algunos de vosotros, los más listos, pretendéis no someteros en silencio sino disimular vuestra sumisión hablando, formulando teorías, la primera de las cuales es que sois la minoría del valor. Por eso Platón, vuestro dios, os hace de oro, valioso porque escaso. Sois la minoría teorética, la minoría que ve, como si los demás estuviésemos ciegos. Y el caso es que vuestras teorías nunca sirven para nada. No predicen no explican, no "postdicen" nada. Porque, cuando vuestra teorías son optimistas, positivas, anuncian mejoras, progreso, vosotros no os beneficiáis de ellas y seguís siendo los mismos miserables mortales llenos de alifafes, de necesidades, pelotas arrastraculos o asesores, que viene a ser lo mismo. Y si son pesimistas, negativas, auguran desastres, retroceso, sois los primeros en pagar las consecuencias y, si las cosas, se ponen mal, hasta os dan dos tiros u os venden como esclavos. Sois perfectamente prescindibles, como demostró aquel emperador chino que mandó enterrar vivos a no sé cuantos cientos de intelectuales y quemar todos los libros o al revés, que nunca me acuerdo. ¿Qué pasaría si murieran todos los intelectuales, la élite del pensamiento, los satisfechos de sí mismos? Nada, absolutamente nada porque le monde va de lui même. Claro, ya sé, os contratan para apacentar a las masas: que el poder viene de Dios, que si idea del príncipe justo, contrato equilibrado de las partes, soberanía de la nación, soberanía del pueblo (hace falta tener morro), superioridad de la raza, de la religión, de la cultura, la civilización (según vosotros, obra vuestra), la Idea; cómo se comunican valores, cómo se convence a la opinión, qué se cuenta, cómo se ganan elecciones, cómo se justifica esto, lo otro o lo de más allá. Alguno de vosotros ha llegado a justificar lo blanco y lo negro, lo rojo y lo azul, a Dios y al diablo, si bien, por lo general, sólo en caso de necesidad. La mayoría mantenéis el mismo amo toda la vida, lo que es un triunfo; la duración es una medida del éxito, como quiere el pragmatismo que es una filosofía muy adecuada para la justificación de la tarea de justificación.
Se detuvo un instante para meterse una raya de cocaína y prosiguió con su atropellado discurso:
- No creas que no me hago cargo de la situación. Quieres saber de antemano a dónde vas para estar preparado, sacar tus herramientas conceptuales, llevar tus recetarios listos. ¿Con quién has de vértelas? La vida es un puro combate y la gente como tú los combates quiere verlos pero no participar en ellos, ver cómo se mata y se muere, pero no matar ni morir, claro que no. Vosotros teorizáis con la teoría gris y nosotros vamos teñidos de rojo. Nosotros hacemos el mundo y vosotros nos lo explicáis y lo juzgáis moralmente. Te juro que eso de los juicios morales de los que no se mojan en nada es lo que me pone más nervioso. Los guerreros hacemos el mundo. Porque esto es una guerra. Los frentes están muy lejos, a miles de kilómetros, a distancias de televisión. Pero aquí también hay una guerra, aunque no se dispare ni se bombardee. Con todo la destrucción puede ser mayor. Destrucción, como siempre en las guerras, para construir después. Nosotros hacemos el mundo, insisto, y vosotros venís a explicárnoslo sin saber que vuestras explicaciones están ya descontadas en el mundo que hacemos. Y ¿cómo lo hacemos? Pues, primera y única regla (los que hacemos sólo tenemos una regla; las demás ya son cosa de los que explican, que van haciendo de necesidad virtud como pueden): entramos en combate et puis on voit, que decía el Gran Corso, otro que tal. Pero tú quieres saber antes. Quieres qué te diga con quién vas a encontrarte. Pues es muy sencillo, hombre, gente como yo, triunfadores, gente sin escrúpulos, motores de las finanzas, fuentes del bienestar y la abundancia, padres de la Patria, gentes que no se consideran vinculadas por norma moral alguna; eso de la moral, ya sabes, es cosa de esclavos y de charlatanes. Y aquí, en esta costa, una parte del mundo en la que se hacen negocios que no puedes ni imaginarte, hay una gran representación de ellas. Mira, vas a conocer a Serguei, un residente de la mafia rusa con lazos en todas las empresas de crimen organizado del mundo, especializado en venta de armas, en venta de armas prohibidas, pero con intereses en la construcción y en el turismo. Su gobierno lo cuida como a las niñas de sus ojos. Un eslavo frío como un pescado del Mar del Norte. Conocerás a Juvenal, un colombiano más listo que el hambre, especializado en blanqueo de capitales en medio mundo y que tiene comprado al otro medio. También aquí porque los negocios inmobiliarios son un campo magnífico para esas operaciones. Hay un canadiense muy simpático, un vivalavirgen con un negocio de gestión de fondos, para entendernos, problemáticos de alta rentabilidad, involucrado en todas las operaciones de especulación financiera que se dan, un tipo con el que se confiesan los banqueros. Porque no creas, por más que hayáis pasado del mundo idílico del capitalismo calvinista, hugonote, puritano al del "turbocapitalismo", siempre os quedáis cortos. Lo que tenéis delante de las narices es el capitalismo delictivo y criminal que todo lo ha puesto a su servicio. Los empresarios, los banqueros, todos saben que estamos en un mundo abierto en el que devoras o te devoran; no hay protección, no hay amparo, no hay lealtad, amigos o aliados. Sólo hay aplastar al adversario y quedarse con todo. Cuando vosotros explicáis al rebaño que es justo que sea así, que nuestra civilización tiene que ganar la batalla al terrorismo, que debemos sobrevivir porque Dios está con nosotros sois mierda en positivo. Pero cuando atacáis, denunciáis el "sistema" llamáis al rebaño a la sublevación, a la lucha por la liberación, también sois mierda. Ya te anuncié que en este tiempo he desarrollado una completa teoría de la mierda que ninguno de vosotros se atrevería a exponer pero es la más ajustada de todas. Coge el caso de los Estados Unidos...por cierto, también vas a conocer a Frankie, un gringo que empezó haciendo dinero con la inmigración ilegal en su país y ahora tiene una red mundial de trata de seres humanos, blancas, niños, inmigrantes; con decirte que trafica hasta con terroristas... pues eso, coge los Estados Unidos: unos cantan las glorias del "Siglo Americano" y el destino manifiesto; otros, del género hipocondríaco, viven de predecir el hundimiento del imperio; los terceros se yerguen contra el imperialismo gringo, denuncian sus crímenes, la violación sistemática de sus principios, sus agresiones, sus masacres. Todos son mierda: estos últimos como los otros. Encopetados profesores de universidad, inquietos periodistas que publican un libro -otro más- denunciando sin pelos en la lengua la maldad intrínseca estadounidenses y, por extensión, del Occidente culpable. Estos sirven para demostrar la legitimidad del sistema al que atacan despiadadamente, que no sólo no los encarcela, ni les censura sus libros sino que hace películas con ellos y les da premios. Porque son un negocio. La crítica, el llamado a la insurrección, mueve equis puntos del PIB. Mira, hablar no sirve de nada. Solo sirve hacer. ¿Sabes quién es el único intelectual que de verdad ha inspirado miedo? El Ché. Porque habló lo justo. Lo suyo fue el hacer. Y se lanzaron por él. Se ha ganado el odio universal. Hasta los suyos lo detestan. Esos los que más, porque pone de manifiesto su anecdótica chinchorrería.
- Su ¿qué?- dije porque, aunque hacía ya un rato que estaba convencido de cuánta razón asistía a Vlam y hasta lo escuchaba con agrado, no estaba seguro de haber entendido la expresión.
- Anecdótica chinchorrería. Me ha quedado bien. Pero vete al grano. Los únicos que valoramos al Ché correctamente somos nosotros, los del capitalismo sin límites. ¿Sabes que tengo su retrato en mi despacho? Claro, hombre, ese es un tipo con el que debe uno fajarse. Uno de los nuestros pasado a vuestro campo. Por eso lo ponen como lo ponen. Porque tal es el asunto. No sé si el mundo cambia. No digo físicamente sino moralmente. Esa es cuestión que encanta a los filósofos. Pero, si cambia, lo cambiamos nosotros, los guerreros, los que vamos a la victoria, la aniquilación y la construcción de lo nuestro que, a su vez, durará el tiempo que seamos capaces de mantenerlo frente a los ataques de los adversarios quienes esgrimirán la misma razón que nosotros, la fuerza, que se reputará "mejor" cuando sea "mayor". Y ya está. Y aquí somos los amos. Lo incorporamos todo. Vas a conocer también a dos mujeres, las dos españolas, por cierto, que también nos aplicamos los progresos de la igualdad de género. Una es sevillana, se llama Rosario y tiene una red increible de inmuebles en las zonas turísticas de España y de todo el mundo, especialmente el Caribe e Indochina. Tiene alquileres, hoteles pero, sobre todo, regenta locales ilegales, juegos, casas de putas de ringorrango, establecimientos para la realización de las más refinadas fantasías y hasta opera legalmente en algunos sitios. Una vez estuve en un local de juego suyo en Las Vegas que sólo administrar eso ya lo flipas en colores. La otra es una exmonja de las franciscanas terciarias, Laura de nombre, hija de buena familia que tiene un imperio en tráfico de drogas para clientela selecta en todas partes, Vaticano incluido, gente a la que se le suministra la mercancía a veces por valija diplomática. Esta cocaína es suya y es excelente. ¿Quieres probarla? Bueno, déjalo, que no está tú para estos trotes ya. Estamos llegando. ¿He satisfecho tu curiosidad?
Le dije que sí, claro, cómo no. Menudo almuerzo. En él iban a tratar un negocio común de una "Ciudad de ensueño" (Dream Town, la llamó) en el que estaban medio comprometidos, un negocio para atraer jeques árabes a esta parte del país, muy necesitada de ellos. Pero era patente que yo no pintaba nada allí.
- ¿Por qué no?
He ahí una pregunta que siempre me desarma. En efecto, ¿por qué no? Había comenzado un viaje tan a ninguna parte que, apenas comenzado, tuve que cambiarle el nombre, abierto a lo que el mundo me ofreciera. ¿Por qué no iba a almorzar con aquella manga de crápulas? Además, podía escribir una crónica, publicarla en alguna revista de escándalo y ganar una pasta.
- ¿Lo ves?- Era como si me leyera el pensamiento.- Hasta tú vas entendiéndolo. Lo que sucede es que, si se te ocurre contar algo de esto, a ellos no va a pasarles nada porque están acorazados, tienen comprada a la parroquia. Pero tú durarás menos que un telediario.
- A veces, estas cosas saltan, los asuntos se investigan, se procesa a alguien, alguien más va a la cárcel...
- Por supuesto. A veces. No lo ignora nadie. Son gajes del oficio. Igual que a ti puede darte una patada en el culo el jefe y mandarte a la cola del paro, que viene a ser lo mismo. En muchos caso, te diré, la policía descubre lo que algún rival que piensa que puede quedarse con lo de otro le ha revelado. Nadie está seguro de nada. A veces la policía actúa por su cuenta, sobre todo ahora que se ha globalizado y te puedes meter en un lío por alguna gilipollez que empezó en Tailandia. Eso puede pasar o no. Pero si te vas de la lengua, ten por seguro que no lo cuentas.
- ¿Ni contigo?
Me miró con gesto abatido, dándome a entender que me consideraba fuera de toda posible salvación y lo entendí con la rapidez del relámpago. Le dije al conductor que parara; me bajé y cerré la puerta tras de mí. Todavía se acercó a la ventanilla diciendo:
- ¿Te vas? Bueno. Es una pena. Había pensado que harías muy buena pareja con Laura. Está bien, ¿sabes? Hombre, tiene sus años, pero se conserva muy vistosa. Y tiene ganas. Le he hablado de ti y le gustará conocerte. Me lo ha dicho.
Me quedé de piedra. ¿Por qué no? ¿Por qué no? ¿Por qué no? Sonaba en mi cabeza un ¿por qué no? lleno de ecos sardónicos. ¿Por qué no?
Vlam suspiró:
- Vale. No voy a forzarte. Pero mira, ¿ves el edificio y la entrada?- Me señalaba una construcción lujosa, blanca, enjalbelgada, con arcos morunos, sobretechos turquesa, una cancela de forja que se abría sobre un acceso rodeado de tamarindos que terminaba en una escalinata ante la que había varios coches relucientes a un sol de mediodía que no sé de dónde había salido.- Vamos a estar ahí por lo menos dos o tres horas. Si te animas, ven; le dices al portero tu nombre y te dejará pasar. Nos encantará a todos, sobre todo a Laura, que está esperándote, como te esperaba yo.
Y allí me quedé, con la mochila colgada al hombro mientras el "cadillac" pisaba la grava de la avenida con un ruido como el de una muela triturando ideas, seguridades, convicciones, firmezas.
(Continuará)
(La imagen es el 4º grabado de la serie Historia de un guante, de Julius Klinger).