Los valencianos se le echaron ayer a la calle al señor Camps para protestar por su peregrina decisión de que las clases de Educación para la Ciudadanía (EpC) se impartan en inglés. Trataré de hacer algún comentario constructivo sobre este absurdo pero que quede claro que es una decisión absurda, disparatada, como de chiste, propia de una tradición de astracanada, farsa y esperpento, más adecuado al mundo de los ninots que de las decisiones políticas de una sociedad racional y avanzada.
Quiere el señor Camps, imagino, boicotear EpC porque está de acuerdo con la señora Aguirre, el PP en general, los curas y demás partida reaccionaria en la idea de que una asignatura que existe en los planes de estudio de todos los países avanzados desde hace décadas, esencial para contribuir a la formación de ciudadanos/as, es puro adoctrinamiento laico-rojo-masón o algo así de necio. Son los de la Formación del Espíritu Nacional, los de la religión obligatoria y evaluable los que toman la crítica del adversario y tratan de volverla contra él porque ni criticar saben. Los únicos que han tratado de adoctrinar durante años, decenios, siglos han sido los totalitarismos fascista o comunista y la Iglesia católica y lo que les fastidia de EpC es que fomente la aparición de ciudadanos/as con espíritu crítico, que la gente piense por su cuenta en lugar de ir a que le diga Monseñor Rouco qué tiene que pensar.
Hay otro aspecto más sórdido en esta estúpida decisión sobre EpC, uno que afecta al sentido de la ciudadanía y hasta del patriotismo. Sabido es que la lengua no es un mero accidente, un fenómeno contingente de una comunidad, sino que es parte esencialísima de la conciencia de colectividad, su fundamento mismo. La identificación con la nación y la patria se siente, se piensa, se racionaliza; pero los sentimientos, pensamientos y razones sólo pueden formularse (y comunicarse) mediante palabras, que son la lengua sonada. El español o castellano y el valenciano son las dos lenguas maternas de la Comunidad Valenciana, el marco de referencia lingüístico en el que se articula la conciencia nacional de sus habitantes como españoles, valencianos, hispano-valencianos y valenciano-españoles. Pretender que se articule en una lengua foránea es de hecho impedir que se haga. ¿Cómo se explica eso en un político, Mr. Fields, perteneciente a un partido, el Folk Party, que acostumbra a baquetear al prójimo con la patria y la nación española? Sencillo: se explica porque no dan un ardite por la nación que invocan ya que sólo les importa su interés de grupo, facción o partido que pretenden imponer sobre el interés nacional o general, dinamitándolo si es necesario.
La decisión de Mr. Fields, además de estúpida, boicoteadora, absurda y esperpéntica es arbitraria. La arbitrariedad es la esencia de la tiranía. El cartel de más arriba es muy justo. Pero, además, dado que la Constitución afirma en su artículo 9, 3 que "La Constitución garantiza el principio de legalidad, la jerarquía normativa, la publicidad de las normas, la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales, la seguridad jurídica, la responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos", es cosa de preguntarse si el Gobierno no cree sea llegada la hora de impugnar por inconstitucional la norma del gobierno de Mr. Fields.
Lo que Mr. Fields tenga de patriota lo tengo yo de cura.
(Las fotos corresponden a distintos momentos de la manifa en contra de Mr. Fields, en un vídeo de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).