La crítica de la derecha a la izquierda se ha dado en el terreno institucional y en el de las ideas. Me refiero a la crítica nueva, la de ahora a la izquierda de ahora. No hace falta mencionar la que llamaríamos "clásica", según la cual la izquierda se mueve por utopías pues su postulado esencial, la igualdad, no es realizable y si lo fuera, no sería deseable. Cuando pone manos a la obra, la izquierda solamente alumbra órdenes políticos autoritarios o dictatoriales y sistemas económicos inviables. Todo eso está ya más que visto y refutado.
La crítica actual de carácter institucional es un ataque al Estado del bienestar, considerado el resultado más representativo de la acción de la izquierda. La derecha lo formula en términos comedidos por cuanto sabe que el Estado del bienestar, en cuanto Estado asistencial, goza de mucha popularidad en la opinión pública. De tal forma la crítica apunta al carácter ineficaz, burocratizado, esclerótico y proclive a la corrupción del Estado de bienestar, pero lo hace en nombre de los ideales que el Estado del bienestar se supone que realiza, igualdad, redistribución, etc; es decir, el Estado del bienestar es contraproducente para los objetivos del Estado del bienestar: el salario mínimo es contrario al pleno empleo, los subsidios de paro desmovilizan a la mano de obra y otras argucias de ese tipo.
Con todo, el resultado de esta crítica, especialmente fuerte en los años noventa, ha sido la reforma de los Estados de bienestar; no su desmantelamiento. Estos Estados de bienestar son más o menos avanzados en cuanto al nivel de prestaciones sociales, pero todos ellos se han mantenido, a pesar de que los sectores públicos de las economías hayan desaparecido en los procesos de privatización. Se demuestra así que la categoría del Estado de bienestar no depende del carácter público de las economías, sino del carácter público de los servicios y la amplitud y eficacia de su prestación.
En este terreno la izquierda ha resistido bastante bien el ataque a los Estados de bienestar y ha aportado reformas e innovaciones. La derecha no cuestiona, al menos frontalmente, las instituciones de la seguridad social, las pensiones, los sistemas educativos, la sanidad pública. Como privatizar estos servicios sería perder las elecciones, la derecha pretende cohonestarlos con la gestión privada. Pero sólo el hecho de que ésta sea la propuesta demuestra que la crítica al Estado del bienestar tiene límites claros.
De otro tipo son las críticas a las ideas de la izquierda en sus últimas manifestaciones. Escojo tres ejemplos concretos de muy diverso porte.
• La crítica a la sedicente "superioridad moral de la izquierda". Se oye con mucha frecuencia. La señora Aguirre la formula recurrentemente. Lo que equivale a alancear moros muertos, como se decía en una época en que nadie pensaba en la alianza de las civilizaciones. Lo digo porque no sé con seguridad de dónde sale eso de la superioridad moral de la izquierda. No recuerdo a ningún izquierdista sosteniendo la peregrina tontería de su "superioridad moral". Lo que sí suele pasar es que la izquierda fundamente sus opiniones y propuestas en criterios morales, en valores morales, pero de ahí no se sigue que reclame para sí superioridad moral alguna. Lo sorprendente es que, quienes dicen que en la acción política hay que invocar valores y principios entienda luego que cuando se hace eso mismo, se esté por ello arrogándose una superioridad moral. Esto sólo puede entenderse si alguien deduce que la fundamentación ética de las propuestas equivale a una pretensión de superioridad moral. Es decir, el problema está más en la cabeza que critica que en la cosa que dice criticar.
• La denuncia del "pensamiento único". También un enunciado frecuente en la derecha. Y también sorprendente por cuanto, que yo sepa, esto del "pensamiento único" es una invención relativamente reciente de la izquierda, pero precisamente como crítica a la derecha. Nunca me pareció aceptable el concepto por el contenido ni por la forma. Con él se quería denunciar el intento de hacer prevalecer un modo determinado de entender ciertos fenómenos, especialmente el de la globalización. Pero esto se ha dado muy frecuentemente en la historia. Muchas veces ha habido opiniones dominantes, pero eso no quiere decir que el fenómeno pueda caracterizarse de "pensamiento único". Sea como sea, ahora es la derecha la que dice rebelarse contra el de la izquierda. Es decir, además de su poca fortuna, el "pensamiento único" es un argumento bumerán. Bumerán y degenerativo porque ¿cuál es o en qué consiste el "pensamiento único" de la izquierda, que es una concepción del mundo caracterizada por la diversidad de sus planteamientos?
• La virtud republicana o cómo los valores laicos, civiles, democráticos son más propios de la derecha que de la izquierda. En España, en donde esto de la "virtud republicana" se ajusta mal al recinto político en que se habla, el valor que se enarbola es el "patriotismo constitucional". Otra apropiación indebida de otro concepto a su vez mal empleado. No hemos de entretenernos en el mal empleo sino sólo en señalar que lo que pretende es contrapesar con algo el nacionalismo español. La idea era probar a los nacionalismos no españoles que no tenían que prestar lealtad a otro nacionalismo, el español, sino a una norma jurídica, un producto de la razón orientado al bien común con la Constitución. Ya en sí misma esta propuesta es absurda cuando se piensa en esos nacionalismos no españoles que ven a la Constitución como emanada de la nación española, pero se convierte en ridícula cuando la esgrime la derecha que parte del supuesto de que, en efecto, la Constitución española es legítima y digna de obediencia porque es una emanación de la nación española.
No veo que el ataque teórico de la derecha a la izquierda sea verosímil; pero sí veo que, en parte como consecuencia de ello, la izquierda está en necesidad de explicarse a sí misma y decir cuáles sopn sus opciones en el mundo contemporáneo. Sobre ello, mañana.