divendres, 18 de maig del 2007

In memoriam: Tomás y Valiente.

La sala de lo penal de la Audiencia Nacional condenó ayer a treinta años de prisión al asesino de Francisco Tomás y Valiente, Jon Bienzobas Arreche (a) Karaka, quien entró armado el 14 de enero de 1996 en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, buscó al catedrático en su despacho, y le descerrajó tres tiros a bocajarro y sangre fría mientras, indefenso y descuidado, hablaba por teléfono con Elías Díaz, amigo del asesinado y de este bloguero.

Dos dramas igualmente absurdos en un solo acto. Hace poco, se planteó en Alemania la posibilidad de indultar a los terroristas Christian Klar y Birgit Hogefeld, ambxs miembrxs de la Rote Armee Fraktion ("Grupo Baader-Meinhof"). Klar asesinó en 1977 al Fiscal General Federal Siegfried Buback y a ocho personas más. Detenido poco después, fue condenado en 1982 a cadena perpetua y lleva, por tanto, veinte y cinco años en prisión. Mientras el presidente de la República Federal sopesaba su decisión, se entrevistó al hijo del asesinado Buback, que hizo una sola pregunta a Klar, pregunta que éste no puede contestar: "¿por qué?". A los veinte y cinco años de un hecho un hombre ya no es el mismo que lo cometió; no puede serlo. El paso del tiempo nos cambia de tal manera que, aunque externa y formalmente seamos los mismos, interna y materialmente ya no lo somos y, probablemente, ni siquiera entendemos por qué hicimos lo que hicimos. Ahora también se lo preguntará él, como se lo preguntan los condenados a cadena perpetua en Italia por las asesinatos de las Brigate Rosse, ¿por qué? ¿por qué? Y ya no pueden responder.

Francisco Tomás y Valiente dejó hijos; uno de ellos, Miguel, sufre secuelas psíquicas a consecuencia del asesinato de su padre. El asesino Bienzobas que, al ser detenido en 1999 tenía el aspecto inocente que se ve en la foto, en verdad era un crío de veinte y seis años cuando cometió el crimen. Quienes hemos rebasado esa cantidad con muchas creces sabemos que a los veinte y seis años se tiene la cabeza llena de humo; de tanto humo que hasta es posible -bien se ve- llenársela a otro de plomo por algo tan etéreo y problemático como "la patria". ¿No quiere decir eso el término abertzale, esto es, "patriota"? Y ¿qué es un patriota? Pues es obvio: un asesino en potencia que, llegado el momento, generalmente por orden de otro asesino, ni siquiera por decisión propia, comete un crimen. Éste en concreto no solamente asesinó a un hombre, sino que destrozó la vida de una familia. Y cuando él salga de la cárcel, como muy pronto en el año 2026, con sesenta años, habiendo pasado la mitad de su existencia en prisión, tampoco podrá contestar a esa sencilla pregunta: "¿por qué?"; pero a lo mejor descubre entonces que también ha destrozado su propia vida y la de su familia. ¿Por qué? ¿Por la libertad de Euzkadi? Venga ya...