dijous, 17 de maig del 2007

Huelga de hambre.

Ya me había hecho eco de la huelga de hambre que inició el ex-alcalde marbellí, Julián Muñoz, y que acabó tan súbitamente como había empezado. Y luego, de la que iniciaron el viernes pasado cuatro islamistas imputados en el 11-M. Ayer supimos que los huelguistas islámicos son ya 14 y que dos de los primeros cuatro, además de huelga de hambre, están haciendo la de sed. Esta sí que es dura. La huelga de hambre bebiendo agua se puede prolongar algún tiempecillo, pero la de sed es fulminante. No sé si se podrá estar una semana sin ingerir líquido alguno. Como toda huelga de hambre trata de forzar una decisión en un terreno conflictivo es claro que, al hacerla de sed, se pretende abreviar el tiempo del tira y afloja. Que esto sea lo más inteligente que pueden hacer los acusados en el proceso lo consideraremos de inmediato.

Está claro, en primer lugar, que la alianza de los de la teoría de la conspiración, los políticos de la oposición y la caterva de reaccionarios que hay en el país lleva ya diez días dando el grito de "ya lo decíamos nosotros" con motivo del caso de De Juana. Véase cómo titula la noticia Periodista digital hoy Los procesados en el 11-M siguen la dieta De Juana, buena muestra del llamado "periodismo doctrina". Da la impresión de que lo que molaría al señor Rajoy sería que la entera población reclusa española se declarara en huelga de hambre, para dar en lo morros al señor Rodríguez Zapatero. Por desgracia no es así. El señor Julián Muñoz fue el primero en seguir la recomendación del señor Rajoy, pero se apeó de inmediato porque esto de ponerse en huelga de hambre es más duro de lo que parece así a primera vista. Para hacer una huelga de hambre hay que tener fuerza moral y ésta sólo viene de esgrimir alguna razón que, equivocada o correctamente, justifique el sacrificio de la negativa a ingerir alimentos. Era el caso de De Juana Chaos retenido contra derecho en la cárcel y condenado mediante una sentencia ad hoc que muchos consideramos injusta; supongo que él, con mayor motivo. ¿Cuál es la injusticia que se ha cometido con el señor Muñoz, fuera de la de no enchironarlo mucho antes? ¿Sobre qué descansa su fuerza moral? Que este pájaro, probablemente acostumbrado a devorar doradas a la sal en restaurantes de cinco tenedores, no iba a aguantar el ayuno era cosa cantada.

Vamos ahora a los islamistas. Estos serán probablemente más correosos que el señor Muñoz porque son fanáticos, la idea del suicidio no les resulta tan repugnante y tienen, en principio, una causa por la que luchar. Lo que no tienen es un motivo. No hay injusticia alguna en que se los procese y, por lo tanto, su fuerza moral es inexistente. El presidente del tribunal, además de ordenar su desalojo y de prevenirles de que el proceso seguirá con ellos ausentes, también les ha advertido de que se les alimentará e hidratará a la fuerza. Aunque haya jurisprudencia europea que dice que la alimentación forzosa no es una forma de tortura, por tal sigo teniéndola. Pero no en este momento y en este caso. Es claro que si los acusados se dejan morir de hambre (de lo que son muy capaces) el proceso decae mortis causa. Y como de lo que se trata es de que se haga justicia, se absuelva a los inocentes y se castigue a los culpables, es legítimo mantener en vida a estos acusados para que no sustraigan a las víctimas su derecho a la justicia. Una vez el proceso concluido y la sentencia firme, sí que me parecerá injusto que se les siga alimentando a la fuerza. Para entonces, si quieren dejarse morir, están en su derecho.

Pero tampoco en este caso creo que lleguen las cosas a tal punto. Si los acusados no abrigaran locas esperanzas sobre algún tipo de negociación que les fuera favorable (al oír lo que dicen los señores del PP), si no creyeran que la amenaza de dejarse morir de hambre/sed actuará como un acicate del gobierno, ¿por qué no abrevian el procedimiento y se suicidan en sus celdas? Pues eso, porque esperan negociar. De donde deduzco que estos serán más duros que el señor Muñoz, pero depondrán su actitud y se zamparán su buen cus-cus, llegado el momento, cuando comprendan que aquí no hay nada que negociar.