dilluns, 28 de gener del 2013

Conquistando el mundo.

Las andanzas de Rajoy por el nuevo mundo tienen su aquel. Ha incurrido en el típico ridículo de ¡Viva Honduras!, pero eso es lo menos que cabe esperar de los dignatarios españoles en sus tratos con las naciones hermanas. Es proverbial la falta de tacto y de conocimiento de las distintas realidades latinoamericanas. Lo esperable.

Lo inesperado, lo insólito, ha sido el passe de deux interpretado por el presidente español y la canciller alemana. Esta, dama adusta y de pocas palabras, debe de estar hasta el casco de las importunidades del caballero español. En cuanto coge un micrófono se pone a decir a los demás lo que tienen que hacer para sacarle a él las castañas del fuego. Rajoy apareció en Chile, en efecto, pidiendo a los alemanes más alegría para asegurar la recuperación económica. Frau Merkel respondió por el mismo medio recordando que los alemanes ya hacen su parte, consistente en mantener un euro "robusto" y que los españoles podían hacer algo de la suya, por ejemplo, venderles cosas a los latinoamericanos, aprovechando que hablan la misma lengua.

Pobre Rajoy. Todo el mundo entendió la respuesta de Frau Merkel como un revés, un desplante, un desaire. No sea usted sablista, buen hombre, ni pedigüeño, y trabaje. Francamente, no es gallarda la figura del español en esta porfía. Hasta Piñera se hizo eco del rapapolvo germánico. Los chilenos han sido siempre muy proalemanes. Era necesario dulcificar algo el tono, no permitir que Rajoy vuelva a casa como un perro apaleado. Así, pues, se habló de una entrevista a dos, Merkel-Rajoy, para limar asperezas y eliminar tiranteces. Al final, la entrevista se produjo pero no fue, como trompetea La Moncloa en su web "un encuentro en el marco de la Cumbre CELAC-UE", sino un breve tête à tête, en un pasillo, justo el tiempo para hacerse la foto y aplazar lo pendiente a la cumbre de Europa de primeros de febrero. Si se hubiera dado un encuentro de cierto alcance, hubiera habido alguna declaración.

Bueno, realmente la ha habido. Interrogado el presidente sobre su fugaz encuentro con la canciller, ha respondido, con sólito estilo que, con Angela Merkel, muy bien, muy bien. Ignoro qué ámbito de la política bajo custodia de Rajoy pueda verse afectado por ese misterioso muy bien pero, a la vista de la foto, intuyo que ninguno. Esos encuentros con intérpretes son lamentables. No es una tontería: la escasa visibilidad internacional de España se relaciona con esa inveterada costumbre de los políticos nacionales de no hablar ninguna otra lengua que no sea la suya, especialmente el inglés.

Es decir, España depende en buena medida de decisiones que se toman fuera pero de las cuales sus mandatarios no suelen enterarse bien porque no entienden las lenguas en que se formulan.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

El discurso sobre el discurso.

Luis Arroyo (2012) El poder político en escena. Madrid: RBA (519 pp).

Luis Arroyo es un especialista en comunicación política. Dirige una empresa llamada Asesores de comunicación pública por lo cual tiene un conocimiento práctico, empírico, de su profesión. Pero lo tiene también en el orden teórico más riguroso, como se prueba en su blog, Todo lo que hay que saber sobre comunicación política, de lectura inexcusable para quienes quieran estar al día en estos asuntos y acceder a los productos más valiosos. Mezcla así el autor una faceta práctica con otra teórica, académica, lo cual da como resultado que la obra en comentario sea muy interesante, muy equilibrada y muy voluminosa. Pero se lee con delectación porque, aunque Arroyo expone sus razonamientos con rigor y fundamentación, lo hace en un estilo ágil, poco frecuente en estos empeños. Además, el autor es un profesional con un compromiso político de izquierda que suele reconocer por mor del juego limpio. Actuó como jefe de comunicación del ministerio de Carme Chacón en lo que hoy parecen los lejanísimos tiempos del gobierno de Zapatero.

El poder político en escena aporta una enorme cantidad de información sobre los más variados aspectos de su materia. Será imposible referirse a todos por falta de tiempo y de competencia del comentarista, pero en algunos nos detendremos. No obstante lo abigarrado de este florido jardín de la comunicación, hay dos ideas motrices, que orientan la investigación como hilos dorados: una, explícita ya en el título, la política es un espectáculo; dos, las ideas, los comportamientos, las actitudes políticas tienen una base fisiológica, genética, neurológica.

La segunda opinión se reitera a lo largo del libro bajo formas distintas. El núcleo es que las dos grandes narrativas contemporáneas, conservadores y progresistas (p. 90) tiene aquel fundamento. La insistencia del autor en este punto, que le hace ser un ávido seguidor de los avances de la neuropolítica, permite sospechar al taimado crítico alguna intencionalidad más de fondo. Desde la aparición del materialismo, la idea del condicionamiento material, químico, biológico, de las facultades espirituales es un tradicional compañero de viaje del descubrimiento de la humanidad por sí misma, tanto, por lo menos, como lo es la otra, la del carácter libre, inexplicado e inexplicable de dichas facultades. Necesidad y libre albedrío, venerables contertulios. Tiene uno la impresión de que la referencia a este punto de vista no interesa tanto desde el punto de vista colectivo como desde el individual. ¿Qué determina en el individuo, en mí mismo, la opción progresista frente a la conservadora? Si me canso de buscar razones y justificaciones, siempre puedo cargarle el mochuelo a una parte de mi cerebro. Me temo, sin embargo, que esto no nos sirve de gran cosa. Por mucho que se avance en la genética, que se hará, y en las ciencias neurológicas, al final del camino, el individuo se encuentra, como decía Sartre, condenado a ser libre. Y ahí es obligado optar. Es imposible que la ciencia, producto del ser humano, explique por entero al ser humano por la misma razón por la que las máquinas jamás podrá rebelarse contra su creador.

El libro abunda en ejemplos de esta visión determinista, muy bien documentados y ampliados a prácticas no ya de laboratorio sino de acción social. Los famosos experimentos de Milgram tienen aquí especial relevancia (p. 299) y Arroyo el acierto de hablar de ellos en el marco de la teoría de la espiral del silencio, de Noelle-Neumann (p. 289). Sin duda el asunto es mucho interés y nos resulta muy revelador acerca de nosotros mismos. Hay que ver cómo somos; capaces de matar a alguien por obedecer el principio de autoridad. Aquí engancha un montón de debates. Siendo humildes (y dando un ochavo al determinismo) podemos retrotraer estos experimentos al perro de Pavlov. Los reflejos condicionados son eso, condicionados. A las gentes no se nos condiciona de forma tan ruda como a los canes, pero sí con similar éxito. La familia, la escuela, el barrio, la lengua que hablamos, nos constituyen caracteriológicamente, nos socializan en unos códigos de valores, nos condicionan. Quien haya sido socializado autoritariamente, matará más por obediencia que quien lo haya sido libertariamente. Pero los dos matarán y los dos dejarán de matar en distintas proporciones. Porque, al final de todo, la decisión de apretar el botón la toma uno en libertad de no hacerlo. A eso llamamos responsabilidad del individuo de la cual, muy atinadamente, excluimos a los perros y nos incluimos nosotros, incluso en los casos que, por parecer contradictorios, llamamos de "disonancia cognitiva" (p. 63).

Los especialistas en comunicación política tienen que indagar en las motivaciones humanas. Cuando no se recurre a las deterministas materiales se acude a las deterministas lógicas. Presupuesta la verdad apodíctica del cálculo de costes/beneficios de la acción, la teoría de la decisión racional explica muy bien el comportamiento humano, incluso el inmoral. Arroyo tiene un brillante capítulo sobre la importancia de la mentira en política (p. 389), que corona con la referencia al perjurio del Rey como acto iniciático de la transición (p. 391). No obstante, se revuelve contra el predominio del paradigma de la decisión racional pues, a su parecer, no predice los comportamientos colectivos. Él mismo proporciona un estupendo ejemplo en su capítulo sobre la emancipación de los negros en los Estados Unidos en los años sesenta (p. 261). ¿Qué lleva a Rosa Parks a su decisión de no levantarse de su asiento en aquel autobús de Montgomery? No hay cálculo de costes/beneficios del individualismo racional egoísta que pueda explicarlo. Solo puede hacerlo aquella convicción profunda acerca de la dignidad de la persona que acompaña al ser humano desde su origen. La idea de que sin dignidad no merece la pena vivir.

La otra idea central de la obra es la de la política como espectáculo. La foto de la portada transmite el mensaje: Charles Chaplin arengando a la gente en un mitin. El político como actor; el actor como político. La política es parte de la sociedad y ya Debord dejó dicho casi pontificalmente que es una sociedad del espectáculo. Luego llegaría el filósofo y añadiría un espectáculo de simulacros. La idea de que la vida humana es teatro, comedia, espectáculo en el cual cada uno interpreta un papel debe de ser tan vieja como la humanidad y, desde luego, como el teatro. El propio teatro es espectáculo del espectáculo y por eso no es extraño que concite a veces las iras del poder político. Desde la Divina Comedia a la Comedia humana la idea de la vida como espectáculo es perseverante. Llega, incluso, a la ciencia social del siglo XX. En el fondo, la sociología funcionalista, con su aparato teórico de status, roles, acción social, etc se formula en términos dramatúrgicos.

Indudablemente, nuestra época es una orgía de espectáculos merced a los avances tecnológicos. Este es un campo en que Arroyo muestra especial competencia. Aporta una gran cantidad de información y documentación sobre los medios audiovisuales, en especial la televisión. Esta condiciona el discurso político, el debate, el intercambio, en tal medida que ha transformado su naturaleza. La televisión impone estilo, exige comportamientos, premia y castiga de acuerdo con sus pautas propias que, al principio, eran desconocidas. El primer debate televisado de la historia, el de Nixon/Kennedy tiene amplio tratamiento en la obra. Todo lo que quepa decir sobre la relación entre televisión y política, bueno y malo (y se ha dicho mucho) entra en esa observación de que los políticos están obligados a formular su mensaje esencial en diez segundos (p. 364). Puede que diez segundos sea el bit de inteligencia televisiva.

Arroyo rastrea todos los medios en cuanto contribuyen a la naturaleza esencialmente espectacular de la época. No se salta ni la radio. Su mayor importancia: podía llegar a todo el mundo, analfabetos y letrados. Fue el primer medio realmente de masas y buena parte de su existencia está relacionada con una faceta de la política que no tiene cabida en el libro, esto es, la política como conflicto y, en último término, guerra. La radio es medio de combate, medio de propaganda, difusión de ideología. Como el libro trata de la política democrática en tiempos de paz, ha poco lugar a adentrarse en esas cuestiones. Más provecho saca el autor al cine. Recuerda que Mussolini lo consideraba "el arma más potente del estado" (p. 196). El cine es espectáculo y parte del espectáculo, refleja la realidad y la configura; extiende las pautas culturales, las modas, las ideas como ningún medio hasta la fecha. Parte de la fuerza de la televisión reside en ser un cine en casa. Esa ventana por la que se nos cuela el Rey la nochebuena, como lo hacía Roosevelt a través de la radio en los años 30 o Chávez, de nuevo a través de la televisión.

En la polémica entre ciberpesimistas (quienes, sin duda, prefieren llamarse ciberrealistas) y ciberutopistas o ciberoptimistas (p. 446), Arroyo ha decidido situarse entre los primeros, supongo que sin ningún tipo de condicionante genético; simplemente porque es su conclusión racional. Y lo hace de modo combativo. La ha tomado con Twitter. En su blog tiene una entrada Diez razones por las que Twitter no sirve para (casi) nada en política que son una magnífica recopilación de razones en contra. En el libro dictamina que las revoluciones no se hacen en Twitter (p. 349). Claro que no, y no me parece haber leído mucha gente sosteniendo lo contrario. Pero el asunto no es tan sencillo. Twitter es parte del ciberespacio, que es un mundo muy complejo y de creciente complejidad. Hay una interrelación permanente entre el ciberespacio y el espacio "real"; tanta que son inseparables. La importancia relativa recíproca depende, claro es, de su fuerza, su antigüedad, su generalización, pero está cambiando continuamente. Un tribunal alemán acaba de sentenciar que el acceso a internet es hoy imprescindible para la vida del individuo. Es un derecho. Twitter es parte del ciberespacio y en este se da una forma nueva de política, la ciberpolítica que, por supuesto, no va a substituir a la otra como internet no va a substituir a la televisión, pues ningún medio substituye o aniquila a otro, según la ley de Riepl. Pero es imprescindible.

Ese ciberpesimismo o ciberrealismo lleva a Arroyo a cargar contra la futurología. Lo hace asimismo en otra entrada de su blog, llamada Sociología breve de las predicciones, en donde reproduce un pellizco de este libro. La idea es bastante clara y está suficientemente demostrada de modo empírico: la probabilidad de que un experto en finanzas, en economía, en política, en sociología, acierte es igual a la del azar. Los tales expertos, dice Arroyo, solo lo son en el arte de ocultar su fracaso predictivo ofreciendo brillantísimas teorías "postdictivas" o de cómo las cosas no podían haber sido de otra manera. Obviamente, todo esto es cierto. Son también expertos los expertos en formular teorías para justificar sus altos honorarios. Sí, eso de "asesor" está bien pagado.

Queda una pregunta en el aire. La futurología está desacreditada. Pero, ¿por qué se siguen pagando altos honorarios si el servicio prestado no es el prometido? Porque las predicciones de experto siguen vendiéndose bien gracias a la credulidad de gente. Todas las sociedades han recurrido a profetas, oráculos, adivinos, hechiceros, gurús. Y todos estos personajes han pretendido siempre estar en posesión de un conocimiento del futuro que les venía de una fuente incuestionable de verdad. Dicha fuente en el día de hoy es la ciencia y por eso los profetas contemporáneos se llaman expertos y hablan como técnicos, como científicos. Pero la sociedad misma revela la escasa importancia que concede a estos pronunciamiento como se ve en el hecho de que, junto a los expertos proliferen los videntes, los adivinos y los echadores de cartas a quienes la gente sin duda presta tanto crédito como a los primeros.

Si los expertos, en quienes se presume un afán desinteresado por la verdad, desatinan, innecesario hablar de las predicciones de los políticos. El discurso político está frecuentemente habitado por la mentira en la medida en que la política es la continuación de la guerra por otros medios. La cuestión que se abre al final a la comunicación política acaba siendo de naturaleza moral. ¿Sirve la comunicación política para que la mentira triunfe? ¿Puede el discurso sobre el discurso ser inocente?

diumenge, 27 de gener del 2013

El silencio y el ruido.

Las órdenes del presidente del gobierno parecen ser taxativas: silencio, chitón, punto en boca, aquí no se habla de Bárcenas ni de sobres ni de nada en tanto no termine la auditoría interna, encargada a una fiel y competente militante de la organización bajo sospecha. Al principio hubo un aluvión de desmentidos, de declaraciones de inocencia algunas de las cuales eran comprometedoras, como esa del ministro Fernández Díaz reconociendo que se cobraban sobresueldos pero "luego se declaraban a Hacienda". Dada la pertenencia del declarante al Opus Dei, en donde no se puede mentir, el asunto es enojoso. Por lo demás, la declaración de Hacienda no legaliza un dinero ilegal. Lo dice hasta Montoro.

En efecto, la orden del mando es muy pertinente. En este guirigay se pueden decir cosas comprometedoras. Todo el mundo callado. El partido y hasta las Nuevas Generaciones si quieren llegar a ser viejas generaciones. Nada de dar dos cuartos al pregonero, que la corte está rebosante de ellos. Pacifiquense los ánimos y aplíquese la ley. La ley del silencio. Hay que dominar la tempestad.

Pero para dominar los elementos hace falta ser Próspero, valiéndose de Ariel. Y no es el caso. Rajoy ha querido cubrirlo todo con el manto del silencio, pero no ha podido evitar un cruce de querellas, que han refulgido como aceros en la noche. Aznar se ha querellado con El País por decir que está involucrado en el asunto de los sobres. IU contra él, Rajoy y Cospedal, si no ando mal informado, asimismo por haber supuestamente cobrado los tales fementidos sobresueldos.

Cubrir este ruido con un ukase de silencio es como apagar un incendio con una taza de té. El País sostiene que, como se malicia el patio, Bárcenas tiene agarrado al PP por salva sea la parte. Tener agarrado al partido del gobierno es tener agarrado al gobierno. Como no es factible indultar al imputado antes de la condena, aunque ganas no faltarán, el corto plazo vendrá muy afectado por las peripecias procesales del proceloso Bárcenas. Y, por supuesto, del cálculo de costes/beneficios que el interesado se haga.

En realidad, la auditoría interna no parece tanto una indagación acerca de cómo están las cosas sino acerca de qué información en concreto pueda tener la otra parte, a la que siempre quisimos tener contenta. Por eso le mantuvimos despacho, coche, garaje y secretaria aun no siendo ya nadie en el partido.

No hay silencio que pueda cubrir el ruido del escándalo Bárcenas.

El coleccionista de obsesiones

El museo Lázaro Galdiano acaba de inaugurar una exposición de Bernardí Roig así titulada, El coleccionista de obsesiones. Parece afirmarse esta nueva costumbre de emplear museos tradicionales como salas de exposiciones temporales entreveradas con las piezas en exhibición permanente. Lo que ha hecho también el museo Cerralbo con una exposición de modas.

Elegir el Lázaro Galdiano para este caso es un acierto por la naturaleza del propio museo, una especie de monumento al coleccionismo más desaforado, pues abarca una gran variedad de objetos: pintura, escultura, documentos, libros, mapas, porcelanas, armas, armaduras, muebles, monedas, joyas, fósiles, antigüedades. Es difícil no encontrar algo en el palacio del Parque Florido, en sí mismo un edificio curiosísimo con un jardín poblado de cedros justo en la calle Serrano de Madrid. Probablemente el mejor museo de origen privado de la capital.

José Lázaro Galdiano, un magnate del mundo de la publicación, había comenzado muy joven fundando la revista y editorial La España moderna a fines del XIX. El museo exhibe algunos de los ejemplares de la revista y de los libros primeros. La biblioteca los tiene todos. Ediciones elegantes, cuidadísimas, con abundancia de grabados, de los autores españoles y extranjeros más importantes del tiempo. Una editorial con un proyecto, declarado en el título, de modernizar España. El éxito de su empresa y un matrimonio con una acaudalada dama argentina, cuyo apellido da nombre al parque, le permitió dedicarse plenamente a su pasión por el coleccionismo artístico, numismático y de todo tipo. Su esposa compartía la afición y a eso se debe, probablemente, la atención al retrato femenino en el museo en donde hay una sala dedicada a él. Solo el famosísimo de Gertrudis de Avellaneda, de Federico Madrazo y el de una joven dama, atribuido a Sofonisba Anguissola, justificarían la visita.

Pero el espíritu del museo es el marcado por Lázaro, empezando por su afición a Goya, de quien hay algunas piezas muy interesantes, en especial El aquelarre y Las brujas. Además de otras obras de pintores goyescos, como Vicente López, Lázaro encargó los frescos de varios de los techos de las habitaciones nobles a Eugenio Lucas Villamil, otro que había heredado el espíritu goyesco de su padre, Lucas Velázquez, también muy presente en el museo. Efectivamente, Goya es la España moderna, horrorizada de sí misma. Probablemente por eso, cuando estalló la guerra civil, los Lázaro Florido se instalaron en París y en Nueva York y no regresaron hasta 1945.

El palacio es un lugar fascinante, una sucesión de cámaras de tesoros en salas que fueron vivienda pero de la que únicamente conservan el nombre (sala de música, de tertulia, comedor de ocasiones, de diario, etc) pues todo lo demás se ha sacrficado a la "colección de colecciones". Ya solo la imponente espada, regalo de Inocencio VIII a Íñigo López de Mendoza en 1486 que recibe al visitante en la sala 1, en donde se expone la vida del fundador, es el heraldo de un mundo fantástico, una especie de Locus solus del coleccionista.

Por eso, muy bien traída la obra de Bernardí Roig. Un acierto. Viene precedida de un escrito de José Jiménez, comisario de la exposición de muy grata lectura por la elegancia y sencillez del texto, la claridad y la profundidad de las ideas y el conocimiento de la obra comisariada. Con comisarios así, da gusto ir a las exposiciones. En este caso se trata de dieciséis piezas de Roig de distinto tipo, grabados, esculturas, un collage y un vídeo, distribuidas por diversas salas, el sótano del museo y el parque Florido. Abundan, claro, esas peculiares esculturas de resina de poliéster que se encuentra uno por las escaleras o a la vuelta de una sala. Muchas de ellas en angustiosa relación con fuentes de luz cegadora, fluorescente que, reflejada en el bruñido poliéster, trasmiten impresión de desgarro y obsesión. Algunos de los cuerpos se hacen difíciles de encontrar porque se concibieron precisamente para eso, para ser escondidos, como el intento de ocultación del cadáver que es preciso buscar en el jardín.

El vídeo es un sinfín pues pasa sin interrupción. Muestra al artista portando sobre sus hombros un artilugio fluorescente que va iluminando las piezas del museo a oscuras, según pasea la figura. El hombre lleva los ojos tapados con cinta aislante negra. Es una curiosa experiencia: ver el museo conocido bajo la guía de un artista ciego.
Los rostros de las esculturas de Roig siempre me han recordado los del extraño escultor alemán del XVIII, Franz Xaver Messerschmidt, al que pertenece esa cabeza de la imagen a la derecha, llamada el picudo, un alabastro hacia 1770. Y con razón. El propio Roig lo muestra en la última pieza de la exhibición en la que entre cientos de imágenes de lo más variado, desde fotos de paisajes al rostro de de Guindos, pasando por algún montaje del Papa, aparecen dos bustos de Messerschmidt. El entretenimiento consiste en buscarlos. Es como si el espíritu del germanoaustriaco hubiera reencarnado, en parte, en Roig y se hubiera propuesto terminar la ambiciosa serie de tipos humanos que su desgraciada vida no le permitió hacer.

Interesantísima exposición. Pienso volver a verla.

dissabte, 26 de gener del 2013

Cinco cerditos.

Cinco cerditos, uno de los títulos famosos de A. Christie, una novela estilo Rashomon en la que distintos personajes describen la misma realidad, que no es la misma, claro está, pero acaba siendo una. Lo de "cerditos" no lleva animadversión. Viene de una canción infantil inglesa, Five Little Pigs. Los cerditos, además, tienen buena prensa; se los asocia con huchas, ahorros, mirar por uno mismo. Tener un cerdito en casa es señal de respetabilidad social y estabilidad emocional. Con el cerdito se aprende a vivir en este pícaro mundo, en donde, si no miras por ti, te despluman. Pero no todos los cerditos aseguran igual fortuna. Aquí también se aplica el principio del esfuerzo, los méritos, la habilidad.

Detecto cinco tipos de cerditos en uso por los más renombrados personajes de la actualidad.
  • El cerdito de Bárcenas. Es cosmopolita, viajado, tan pronto esquiando en Bulgaria como pateando la Pampa. Es un galán de media edad, con ademanes de caballero. Muy relacionado en la corte, en donde cuenta con una estructura administrativa bien provista en la sede del partido gobernante, por lo que su dinero luce más. Es un cerdito seguro de sí mismo. Se sabe miembro de una piara poderosa.
  • El cerdito de Ignacio González es inquieto, algo burocrático, con ribetes de vendedor de grandes almacenes. Muy dado a la familia, se ha ido constituyendo un capitalito inmobiliario para el día de mañana. Dinero en forma de bienes inmuebles. Está interesado por las actividades del vecindario y dicen las malas lenguas que ha creado un servicio de información así como castizo.
  • El cerdito de Urdangarin es de papel couché, se codea con la más rancia nobleza y se da un aire de estar anunciando alguna marca de playeras. Tiene pasión por el cotorreo por e-mail y sufre complejo de plebeyo advenedizo que lo lleva a querer atesorar dinero innecesario.
  • El cerdito de Díaz Ferrán languidece tras los duros barrotes de la mazmorra, como el  corredor de la muerte, casi la antesala del matadero. Desde ahí rememora su pasado. Quiso ser cerdito volador, elevarse a las áureas alturas y cayó como Ícaro, por querer acercarse demasiado al sol, al sol que más calienta, el dinero. El cerdito se mira ahora y se ve chivo expiatorio.
  • El cerdito de Carlos Mulas es un cerdito progresista. Racional, flexible, moderno. Gran currículum académico. Ducho en lides ideológicas. Pero de carácter científico, sin subjetividades morales. Es un cerdito teórico que abre su banca al mejor postor. El dinero no huele. Así, piensa, siempre gana. Hasta que pierde. Y ahora no se ve como cerdito, sino como matanza.
(La imagen es una foto de woodleywonderworks, bajo licencia Creative Commons).

No, gracias,


La compañía de Paloma Mejía Martí lleva tres meses representando el Cyrano de Bergerac, de Rostand, en el teatro Victoria de Madrid. La he pillado por los pelos, pues son las últimas actuaciones. Paloma Mejía hace una adaptación muy fiel al texto de Rostand y dirige con maravillosa soltura una obra muy movida, con muchos personajes para un espacio reducido, casi minimalista. La escasez de medios ha obligado a suprimir todas las escenas de gran aparato, como la pelea en el puente de Nesle o los episodios de la batalla contra los españoles en el sitio de Arras (guerra de los Teinta Años), en donde muere el bello Christian y, en la realidad histórica, Cyrano recibió una de las dos graves heridas que le obligarían a dejar el servicio militar. Se substituyen por unas danzas y pantomimas, así como otros efectos coreográficos que, sin estar mal en sí mismos, no encajan del todo con el espíritu cyranesco y tampoco con el rostandiano. La calidad de las interpretaciones es alta y Nelson Javier borda a Cyrano.

Pero temo no ser imparcial. Podría representar la obra una compañía de marcianos y me daría por contento con tal de escuchar a Cyrano. Si Palinuro no fuera Palinuro, querría ser Cyrano. Para mostrar que no es pasión reciente, remito a la traducción que hice de la obra principal del genial poeta y filósofo, El otro mundo. Los estados e imperios de la Luna. Los estados e imperios del Sol con un estudio introductorio. Pero, claro, ese es el verdadero Cyrano, el histórico. El idealizado en la obra de Rostand -el que se representa en teatros y se ha llevado dos o tres veces al cine- no coincide con el personaje real en el plano histórico. Es una creación libre, un Cyrano visto con ojos románticos. Ni una mención a Descartes, Gassendi, la filosofía del siglo XVII, las utopías cyranescas, la polémica sobre el heliocentrismo, el combate contra la censura, la lucha contra la Iglesia.

Sí recoge Rostand los datos biográficos más conocidos y vistosos como la expulsión del actor Montfleury (también presente en la versión de Paloma Mejía), la lucha contra cien enemigos, el sitio de Arras, etc pero es para utilizarlos como contexto del ideal caballeresco del romanticismo, de carácter purificador, en el fondo, casi místico. Cierto, Cyrano es el héroe desgraciado, poeta y espadachín. No está mal, pero es empobrecedor. Cyrano fue, sí, poeta y espadachín; y filósofo, novelista, dramaturgo, bebedor, duelista, jugador, putañero, libelista y casi seguro amante carnal de alguno de sus amigos, luego tornados enemigos. En resumen, un ejemplo acabado de filósofo libertino en todos los sentidos del término. Una premonición del marqués de Sade, pero mejor persona, a mi parecer.

Hay, pues, dos Cyranos. El real y el héroe de Rostand. El personaje de ficción se ha comido al real y, de paso, al autor Rostand que, si hoy es conocido, es, precisamente por su Cyrano. E, insisto, no tiene nada que ver con el otro. Sin embargo, Rostand ha captado su espíritu, en un monólogo, uno de los más conocidos del teatro mundial, de esos que conmueven. El monólogo No, gracias. Quien quiera leerlo en la versión castellana del doblaje de la película de Depardieu, lo tiene en este estupendo blog. En él puede encontrar también el recitado de Depardieu en doblaje español. Quien quiera y pueda leer los versos en francés de Rostand bastante más largos y ardientes, los tiene aquí. Y quien quiera escucharlo en la voz del propio Depardieu, aquí. Ese monólogo refleja a la perfección el espíritu de Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac, nacido en 1619 y muerto en 1655, a los treinta y seis años, probablemente asesinado por los jesuitas.

¿Cambiar de camisa para obtener posición? ¿Dedicar si viene al caso versos a los banqueros? ¿Adular el talento de los canelos? ¿Sentir temor a los anatemas? 
 
NO, GRACIAS.

Señoras, señores: Cyrano de Bergerac, que fue todo y no fue nada.

divendres, 25 de gener del 2013

¿Un escándalo tapa otro?

Palinuro confiesa contrito parecerse a Rajoy, pues no cumple sus promesas. Prometió ayer hablar de Cataluña y no lo hará. Hay cosas más urgentes y lo de Cataluña va para largo me lo fiais.

Lo de más pegada, el paro. Quien dijo que, cuando él gobernara bajaría el paro y lo firmó con su rostro, preside sobre la tasa más alta de paro de la historia de España, esa gran nación incapaz de encontrar empleo al 26% de sus hijos. Y hay muchos más: el millón de personas que ha emigrado, aquí, estaría en el paro. Entre las dos fotos median tres años (2010 a 2013), unas elecciones generales, una mayoría absoluta aplastante, un año y pico de gobierno casi absoluto y 700.000 parados más. Esto es un drama nacional. Que el ministro de Agricultura aproveche para decir por la radio que la reforma laboral está dando sus frutos solo es una muestra de la pavorosa veciedad mental de los gobernantes. O sea, el drama tiene algo de esperpento. Pero el desempleo (y suma y sigue) en España empieza ya a ser seria preocupación de los europeos. Y Rajoy no tiene nada que decir, como de costumbre, salvo esperar las palabras de la canciller de hierro, Merkel, a cuya presencia no se atreve a comparecer. Prefiere los aires del altiplano andino en donde, cuando menos, entiende lo que le dicen. Porque a Merkel es menester traducirla y la traducción suena: hay que seguir con las reformas estructurales.

Pero si Rajoy no pinta nada fuera, menos lo hace dentro. La tremenda corrupción del país lo tiene literalmente noqueado. A lo mejor por eso se ha pirado al Perú para tronar contra el nacionalismo catalán, avisándolo de que fuera de la Constitución no hay nada. Advertido queda y dejémoslo ahí pues yo por las buenas soy muy bueno pero, por las malas, me subo al Perú. ¡Ah, y nada de preguntas de los periodistas, seres carroñeros solo interesados en desestabilizar el gobierno! Pero es inútil, la corrupción lo tiene atrapado, incluso la que no es directamente suya, como ese cristo montado por Urdangarin y su socio. Una corrupción moderna, digital, ciberdelictiva, en la que las pruebas vienen en forma de e-mails, algunos chocarreros. Eso es muy de aristócratas. El Marqués de l'Hospital, embajador que fue de Luis XVI, siempre gastaba bromas al caballerito d'Eon por sus problemas con la terza gamba. Desde entonces, debe reconocerse, la nobleza ha perdido finura.

Tanta es la corrupción que, según algunos, los escándalos sirven para tapar escándalos anteriores. Eso solo será si queremos. Si no, ahí estarán, vivos, levantando iras populares a fuer de ignominiosos. Los dineros de Bárcenas. Rajoy ha salido prometiendo una auditoría interna, como si eso sirviera para algo y olvidando que ya lo había prometido el PP con carácter anual en 2009. La auditoria interna no sirve para nada. La externa no pueden dársela a los técnicos de Hacienda porque no se atreven, con la cual, tampoco servirá para nada. Y el gobierno continuará llevando una existencia arrastrada, pendiente de si Bárcenas empieza a largar nombres.

En los nombres está el peligro. Ni dos ni diez Bárcenas pueden tapar el escándalo de la Comunidad de Madrid, tan variado como castizo y pintoresco. Un antiguo consejero, al parecer, era un barcenillas y se llevó a Suiza un millón y pico de euros, abriendo ahora la cuestión de si también ha aprovechado la amnistía del cofrade Montoro para "regularizarse". Estos neoliberales están siempre hablando de "desregulaciones" excepto cuando les interesa "regularizar". Al presidente de la Comunidad le investigan un patrimonio inmobiliario poco habitual y anda en bocas de declarantes en procesos judiciales como presunto jefe de la Gestapillo madrileña, servicio personal de espionaje ya veremos de quién. Otrosí, parece haberse encontrado el eslabón perdido entre el gobierno autonómico y la empresa privada Gürtel, a la que supuestamente "externalizaba" recursos públicos para gestionar, entre otras cosas, las campañas electorales del PP. Y la FUNDESCAM aparecerá en escena cuando menos se espere. Madrid está embadurnado de corrupción de arriba abajo. Y no es extraño. Lo extraño sería lo contrario tras dieciocho años de gobierno ininterrumpido sin una oposición digna de tal nombre.

El escándalo de la Fundación Ideas no va a tapar a Bárcenas ni a Madrid; ni quedará tapado por ellos. Esa historia tiene un elemento mediático fortísimo. El relato de Amy Martin/Irene Zoe Alameda va a ser pasto de programas de TV a tutiplén a nada que la señora decida pasearse por los platós. Así compensará por el lucro cesante de sus regiamente remuneradas columnas y, además, publicitará su próximo libro, a punto de salir. La fábula de un escritor que inventa un personaje que, a su vez, quiere ser escritor, pero otro escritor, tiene su intríngulis. La descripción que hace Zoe Alameda recuerda bastante la historia de B. Traven, aquel escritor de quien nadie sabe absolutamente nada. El libro se venderá, seguramente, como rosquillas. Zoe Alameda se hará famosa y del pobre Mulas no va a quedar ni su radiante imagen. Si yo fuera mi abuelo diría: cherchez la femme.

Pero estos son asuntos atingentes a la pareja Mulas-Alameda. Lo gordo del escándalo está en el amigo Mulas. Y no solamente en el presunto hecho de haber cobrado dineros más o menos indebidos (lo cual tampoco es cosa menuda en un lugar en el que se ha hecho un ERE), sino por algo mucho más grave o, al menos, más grave desde el punto de vista de la izquierda, cuya idea suele estar sostenida en un criterio moral. La derecha invoca la moral, pero no la practica. La izquierda, en cambio, la practica, aunque no la invoque. Un problema, ciertamente. Porque el primer mandato moral es predicar con el ejemplo, hacer lo que se dice. Y, según parece, Mulas formaba parte del grupo de expertos del FMI que recomendó al gobierno de Portugal reducir el gasto público despidiendo 120.000 funcionarios. El mismo Mulas, en España, predica lo contrario. Seguramente podrá demostrarse que no hay contradicción (como tampoco la hay entre prometer reducir el paro y aumentarlo) pues la sofistería de los expertos es infinita como las estrellas del cielo, pero a los oídos del pueblo llano suena como una granujada. Esa es una corrupción tan insoportable para la izquierda como los millones de Bárcenas para la derecha.

dijous, 24 de gener del 2013

Amy Martin y la política del enchufe permanente


El caso de la Fundación Ideas toma rasgos carpetovetónicos clásicos. En la entrada anterior, Ideas de casquero, Palinuro decía: Pero queda algo por explicar y es lo verdaderamente importante. ¿Cómo podían pagarse 3.000 euros por columna? Ni que fueran las de Hércules. ¿Nadie objetó jamás a esa retribución tan manifiestamente exagerada? ¿O no se conocía? ¿Cuál es el criterio de retribuciones en un ente u organismo que se apresta a hacer un ERE?.

Entretanto, resulta que Amy Martin es el seudónimo usado por la mujer (o ex-mujer, que esto tampoco está muy claro) del director de la Fundación Ideas para colocar los articulitos por esos 3.000 €, según confesión lacrimógena y algo cursi de ella misma, en la que lamenta profundamente el trato que está recibiendo su marido, un hombre "honesto, trabajador y admirable" víctima, asegura ella, de un juego literario. Correcto, hasta aquí correcto. Un juego literario de 3.000€ por columna sin valor alguno en una fundación que tiene que despedir gente por ERE.

¿Quién decide en Ideas cuánto se paga por columna? ¿Con qué criterios? ¿Por qué se publica gratis en Público lo que se cobra a 3.000€ en otra parte? ¿Cuántas empresas o revistas pagarían 3.000€ por columna de Amy Martin? Puede ser que Mulas ignorase la identidad de Amy Martin. Pero ¿tampoco leía los artículos de la revista, ni se enteraba de cuánto se pagaba por ellos? ¿No se le ocurrió preguntar qué méritos la adornaban para cobrar medio millón de pesetas por columna? La Fundación que dirigía presume de altos niveles de calidad, exquisitez, excelencia. Palinuro tiene una cazurra desconfianza frente a esos embelecos pues cree que siempre que se invocan, ocultan enchufismo, incompetencia y caciquismo. Mientras no se pruebe lo contrario, este es un caso de manual.

La tal Amy Martin, según su página en Wikipedia, también es directora del Instituto Cervantes en Estocolmo.  Aquí se abre otro interesante episodio celtibérico: ¿cuándo fue nombrada y con qué criterios? ¿Quién nombra a los directores del Instituto Cervantes y qué procedimientos y baremos sigue?  ¿Nos apostamos algo a que es lo de siempre? El asunto tiene todos los componentes del enjuage enchufista hispano. No son solamente los peperos quienes enchufan a sus parientes, amigos y cofrades. Al parecer también se hace en el PSOE y eso es lo que está causando verdadero daño a la izquierda y a la democracia.

(La imagen es una foto de FICG.mx, bajo licencia Creative Commons).


El drama o la convención nacionales.

En medio de la peste a corrupción del patio hispánico, el conflicto territorial sigue ganando ímpetu, la bola de nieve que baja por la ladera cada vez es más grande. Ayer el Parlamento catalán aprobó una declaración política de soberanía por una mayoría de dos a uno. No aplastante, pero considerable. La declaración está redactada en unos términos grandilocuentes, que reflejan la conciencia de sus señorías de estar siendo protagonistas de un momento trascendental en la historia de su país, su conversión de nación en Estado, su surgimiento como un "sujeto político y jurídico nuevo" en el concierto europeo, de igual a igual. Catalunya, nou Estat d'Europa, reza la leyenda de la imagen. Quiere ser una declaración de independencia, pero sin mencionar la palabra.

Del lado español, se ignora el carácter fundamental(ista) del reto catalán y se aborda con un business as usual, atendiendo a los hechos concretos a cortísimo plazo. Margallo subraya que la declaración carece de efectos jurídicos y, por lo tanto, no le preocupa. Ya tiene gracia ver precisamente al ministro de Asuntos Exteriores opinando sobre el secesionismo catalán. Pero el interesado no parece haberse percatado de ella. Tiene poco sentido del humor. Ignoro por qué el ministro hace de menos los efectos "políticos" cuando la declaración anuncia la intención de realizar un acto jurídicamente vinculante, bajo la forma de una consulta. La intención ya surte efectos jurídicos, como es sabido.

En todo caso, es preciso vigilar esa visión a corto plazo para no desbarrar. Palinuro confiesa que prefiere abordar la cuestión desde la perspectiva a largo plazo, más general, más en el debate de las ideas, de los proyectos. A ello promete dedicar la entrada de mañana. Ahora, sin embargo,  es preciso decir algo sobre el modo este regate corto de abordar la cuestión del gobierno español.

Rajoy hace saber que analizará la declaración de soberanía y no descarta tomar "medidas". Una declaración típica por lo desconcertante. La experiencia, no obstante, viene en nuestro auxilio y nos muestra cómo las "medidas" de Rajoy se moverán en el campo de la advertencia, la amenaza, la prohibición, la represión, la negación. En esta actitud de rechazo y cierta prepotencia, el gobierno cuenta con el apoyo del PSOE, que se niega a oír hablar del derecho a decidir de los catalanes. Ahí hay un punto de ruptura del socialismo hispano muy grave porque, si el PSOE pierde el apoyo del PSC, puede despedirse del gobierno de España. Pero ese es un asunto que concierne a los socialistas.

Seguramente, la actitud de rechazo encenderá más los ánimos catalanistas y enconará el conflicto. Para evitar la escalada ¿no cabría hacer un esfuerzo para que las "medidas" del gobierno central incluyeran alguna de carácter positivo, constructivo? Negociar a palos no es negociar. Conviene tener alguna oferta que pueda interesar a la otra parte. Por ejemplo: si el Parlamento catalán pide un referéndum de autodeterminación, ¿no podría el Estado proponer un referéndum en toda España sobre la convocatoria de una Convención constitucional para debatir y acordar una nueva organización territorial de España? La secesión unilateral tiene mucho de traumático y hace caso omiso de una historia centenaria común que quizá merezca una última oportunidad. La de todos los pueblos de España reunidos en una convención constitucional para acordar libremente si quieren seguir unidos, cómo o si cada uno quiere ir por su cuenta. Es una propuesta, a ver si conseguimos evitarnos el drama nacional perpetuo a cambio de una Convención.

Cuando las cosas se ven en el corto plazo de si Duran se enfrenta con Mas o unos diputados rompen la disciplina de voto, lo anterior puede resultar algo extraño. Por eso promete Palinuro tratar la cuestión catalana mañana desde su perspectiva, el largo, muy largo plazo. Al fin y al cabo, una nación no se hace en un día. Ni se deshace en un día.

(La imagen es una foto de procsilas, bajo licencia Creative Commons).

Ideas de casquero.

Hace unos días, cuando salieron las primeras informaciones de El Mundo sobre unos 600.000 euros que la Fundación Ideas para el progreso, del PSOE, pudiera haber mangoneado a base de enchufes, amiguismo, nepotismo, etc., Palinuro, en una entrada titulada ¿Qué hacer? decía: "... si lo de El Mundo es cierto, en esa Fundación procede zafarrancho de limpieza, dimisión colectiva y nombramiento de una gestora para encarrilar el asunto. En el ínterin, la propia Fundación publicaba un comunicado en su cuenta de Twitter en la que respondía a la información del diario.

Ignoro si la respuesta aclara la cuestión, pues un bloguero no es detective contable. Además, ello es ya irrelevante al llegar la segunda andanada de El Mundo, revelando la supuesta corruptela de Carlos Mulas, director de la Fundación, con su seudónimo Amy Martin. La Fundación ha reaccionado con celeridad; tanta que el propio director de El Mundo la tilda de ejemplar. No tengo la menor duda sobre la honorabilidad de Jesús Caldera, vicepresidente de Ideas y sé que es hombre íntegro, dedicado al servicio público. Su reacción contundente singulariza el escándalo, lo centra en el comportamiento reprobable de una persona y clarifica la situación. Llevar al autor, el dueto Mulas/Martin, a los tribunales será lo suyo. Pero queda algo por explicar y es lo verdaderamente importante. ¿Cómo podían pagarse 3.000 euros por columna? Ni que fueran las de Hércules. ¿Nadie objetó jamás a esa retribución tan manifiestamente exagerada? ¿O no se conocía? ¿Cuál es el criterio de retribuciones en un ente u organismo que se apresta a hacer un ERE?

Desde luego, vaya el amigo Mulas -a quien parece haber perdido la codicia, como suele pasar- a explicarse ante el juez. Pero sigue tocando zafarrancho de limpieza. Lo lógico es replantear el funcionamiento de esta fundación. Quizá de todas, especialmente si se nutren de fondos públicos, pero ese es otro asunto. En este caso, la fundación debe rendir cuentas de cómo funciona, con qué criterios contrata su personal y encarga los trabajos, cómo se toman las decisiones. Que no paguen justos por pecadores.

dimecres, 23 de gener del 2013

Acabar con la corrupción.

La corrupción es el problema nacional número uno. Y con los caracteres de una plaga de Egipto, ante la cual los líderes se ponen apocalípticos. Mas habla de sacar "todo el pus", como si se tratara de una peste. La esfera pública se crispa, se cruzan los insultos, las amenazas, los chantajes y el aire se vuelve irrespirable. Las medidas políticas no tienen ya efecto alguno. Llegados a este punto, es preciso ponerlo todo en manos de los jueces. Que intervenga la justicia del modo más rápido y contundente posible.

Por eso, está muy bien que Aznar, siempre dispuesto a una buena pelea, se haya querellado contra El País por afirmar que puso en marcha el sistema de sobres en el PP. Ese es el camino: si en tu opinión alguien te calumnia, querella al canto. Pero la decisión de Aznar deja en mal lugar a Rajoy y Cospedal, los otros dos nombres mencionados en la noticia de El País sobre sobres. O estos dos se querellan o dan por buena la afirmación, cosa muy grave. Aunque, como bien dijo la segunda, que "cada palo aguante su vela" o su cirio en la procesión.

Porque hasta la fecha, Rajoy no ha dado respuesta clara e inequívoca a la pregunta de sí él conocía la existencia de los sobres o, incluso, si llegó a cobrarlos. A Cospedal, a su vez, los malditos sobres "no le constan". Pero eso no quiere decir mucho pues, acto seguido, reconoce haber puesto fin a una práctica que "no le consta". La política sigue siendo el arte de la paradoja. Ambos han comparecido provistos de unos designios alambicados acerca de auditorías internas y externas a las cuales, obviamente, nadie concede crédito alguno. Para acabar de fastidiarla, los técnicos de Hacienda se han ofrecido a realizar ellos la auditoría externa. Doble contra sencillo a que esa auditoría externa no se realiza.

Si de verdad se quiere acabar con la corrupción en España hay un protocolo muy sencillo en tres momentos, parecido al imperativo del toreo, tan grato en la finca: parar, templar y mandar. El primer momento, el de parar, puede hacerse ahora fácilmente. Basta con reincorporar al juez Garzón a su puesto en la Audiencia Nacional, como piden miles de ciudadanos, para que siga con el caso Gürtel en el cual iba tan bien encaminado. ¿Que es dificil porque hay una sentencia del Tribunal Supremo? Que lo indulte el ministro de Justicia como indulta casos impresentables aunque, en este, lo haría con suficiente fudamento moral pues Garzón fue injustamente apartado de la judicatura como bien sabe el propio ministro.

Ya con Garzón en su sitio, todas las administraciones y todos los partidos se ponen al servicio de la justicia y facilitan cuanto pueden su tarea, en lugar de obstaculizarla como suelen. Es impresentable que la abogada del Estado Cospedal esgrima en defensa del PP el hecho de que este esté personado como acusación en el Gürtel pero sin mencionar que es para entorpecer y pedir el archivo.  Todos los casos de corrupción han de verse en sede judicial: Gürtel, caso Bárcenas, etc.

Aquí viene un segundo momento de templar: hay que definir qué es corrupción. Junto a los casos mencionados hay otros indudables: Valencia, Matas, Urdangarin, la Gestapillo madrileña, etc. Pero ¿acaba ahí la corrupción? No. Hay otras prácticas de la clase política hasta ahora admitidas como regulares y que, sin embargo, si se miran con detenimiento, no lo son o no debieran serlo. La más obvia esa según la cual hay diputad@s que, teniendo vivienda en Madrid pero habiendo sido elegid@s en provincias, cobran dietas. Varios otros privilegios de l@s representantes tampoco son moralmente sostenibles. Igualmente los dobles sueldos que se embolsan Rajoy y Cospedal entre otros que cobran su asignación como cargo institucional y la de su puesto en la organización de su partido. Puede que sea legal, pero es inmoral. Es más, estos dobles sueldos son, en el fondo, tan sobresueldos como los de los sobres solo que legales.

Entre tanto, el Parlamento debiera nombrar una comisión de expertos externos con el encargo de presentar un libro negro de la corrupción, en el que se estudien las causas y origen de esta lacra y se propongan medidas prácticas para su erradicación. Esa ya es la parte del mandar que quedará para cuando se conozcan las sentencias de los tribunales. Mientras llega ese momento, el país está en cuarentena. En una situación como esta, un gobierno sometido a una especie de extorsión de un presunto delincuente, bien podría verse obligado a dimitir. Por eso, tampoco es cosa de correr en esa intención de lanzar una campaña de imagen para mejorar la de los políticos, o sea, del gobierno. Esto no es cosa de imagen. Es cosa de limpiar los establos del rey Augías.

(La imagen es una foto de Ana _Rey, bajo licencia Creative Commons).

dimarts, 22 de gener del 2013

La crueldad del gobierno.

Un respiro en esta enrarecida atmósfera de corrupción.

Cuenta la leyenda que, en cierta ocasión, viajando por un reino vecino, Confucio y sus discípulos encontraron a una anciana llorando amargamente al pie de una lápida. El maestro envió a su joven seguidor Tse-lu a inquirir la causa de su desconsuelo. La mujer contó cómo unos tigres habían devorado a su suegro, a su marido y a su hijo. Cuando se le preguntó por qué no habían abandonado antes aquellos parajes, respondió: "Al menos aquí no padecemos un gobierno cruel". "¿Lo veis?" -dijo Confucio a sus discípulos-. "Un gobierno cruel es peor que un tigre."(*)

Hoy día no estamos acostumbrados a hablar así de los gobiernos. Los consideramos conservadores o progresistas, legales o ilegales, justos o injustos, tiránicos, democráticos, belicosos, pacíficos, represores, permisivos, etc. Pero ¿crueles? Eso era antes, en tiempos de los absolutismos, previos al Estado de derecho, cuando la relación de los reyes con sus súbditos eran personalizadas y aquellos podían ser, en efecto, crueles, piadosos, magnánimos, codiciosos, avarientos, caprichosos, etc. Hoy esa relación personal, dícese, ha desaparecido. El ejercicio del poder se ha despersonalizado. El Estado de derecho no distingue entre los ciudadanos a quienes considera iguales ante la ley. Es ciego a las cualidades intrínsecas a las personas. Es más, no hay personas concretas sino ciudadanos, sujetos de derecho, todos iguales ante la ley. Esa igualdad, sin embargo, oculta la profunda desigualdad de la gente. Lo formula magistralmente Anatole France cuando dice que la majestad de la Ley ampara por igual el derecho del pobre y del rico a dormir debajo de un puente.

En verdad, lo que hay al otro extremo de la acción general, universal, abstracta del gobierno son personas, individuos concretos en determinadas circunstancias vitales. Son estos quienes reciben el impacto de las medidas impersonales en sus vidas privadas. El gobierno habla de racionalizar el gasto, cumplir la ley, enjugar el déficit, optimizar recursos, evitar duplicidades, reducir despilfarros, crear oportunidades, fomentar sinergias, reducir el gasto. Es el discurso de la biopolítica contemporánea. Todo muy objetivo, neutral, mesurable, racional. Pero lo que la gente escucha, ve y experimenta directamente al otro lado de la terminal mediática es la familia vecina, desahuciada de su vivienda; es la inmigrante a quien no se puede tratar de un cáncer agresivo porque no tiene tarjeta sanitaria; la chica y el novio que no pueden emanciparse porque no tienen trabajo ni esperanzas de conseguirlo y siguen viviendo en casa de los padres; la joven o el viejo hurgando en el contenedor de la basura; el parado que se ahorca antes de la llegada de los ejecutores del embargo; el viejo con una pensión ridícula que no puede pagarse los medicamentos de una afección crónica; el campesino con un infarto, que se muere de camino a un centro de urgencias a treinta kilómetros porque el suyo ha cerrado.

Son los casos reales, concretos, imposibles de ocultar en una sociedad permeada por los medios. Son los resultados de aquellas asépticas medidas del gobierno en términos de angustia, sufrimientos, dolor; es decir, los resultados de la crueldad del poder. Ciertamente, peor que un tigre. Pero disimulado. Los ideólogos de esta forma despiadada e inhumana de gobernar la justifican señalando que se trata de resultados lamentables y no deseados, al fin y al cabo inevitables si se quieren alcanzar objetivos de bonanza y general bienestar. Eso cuando, ya ebrios de la vacua retórica de la eficacia, no hablan de bajas colaterales o fuego amigo y llaman al sentido del deber y del sacrificio, señalando cómo vamos todos en el mismo barco y estamos todos interesados en su feliz periplo y todos hemos de contribuir en la medida de nuestras fuerzas.

Es mentira. Rajoy presume reiteradamente de que su gobierno ha repartido equitativamente los costes de la crisis entre todos los sectores sociales. Pero a la vista está, a la suya la primera, la falsedad de esta afirmación. Los bancos, los banqueros, los financieros, están haciendo negocio con la crisis. También los grandes empresarios que reducen costes salariales por todas partes e incrementan sus beneficios. Nadie ha tocado un cepillo de la Iglesia, cuyos onerosos privilegios, si acaso, han aumentado al incidir de nuevo decisivamente en la educación. Los ricos en general no han sufrido merma alguna en sus ingresos y la presión fiscal sobre estos, si acaso, ha descendido en términos comparativos. 

Esta falta de justicia, de equidad tan patente deslegitima la acción de un gobierno que ya venía muy tocado al ponerse a gobernar incumpliendo todos y cada uno de los puntos de su programa electoral. Si el resultado es este dolor y este sufrimiento de la población, la causa, bien obvia, es la crueldad del gobierno. 

Ahora díganme cómo se vería que, además de cruel, ese gobierno fuera corrupto. Desde luego, peor que un tigre.

(La imagen es una foto de Abode of Chaos, bajo licencia Creative Commons).

(*)Según se recoge en la Historia de la cultura humana. Vol. II, El lejano Oriente y el ascenso de Grecia, de Will Durant.

dilluns, 21 de gener del 2013

Comunicación política y nuevas tecnologías.


Comenzando el año.

José Antonio Rodríguez Salas, el alcalde de Jun, viene a presentarnos un libro sobre Comunicación Política y Nuevas Tecnologías. O sea, viene a hablar de un libro en el que se habla de él porque, como se sabe, es un adelantado de la política 2.0 y la gestión municipal en red y famoso por todo ello. Será un debate interesante el de un hombre con su personaje. Estará asimismo el incisivo colega Félix Ortega, un gran estudioso de los cambios vertiginosos en el mundo de la comunicación. Haremos la presentación en la libreria Juan Rulfo, en La Moncloa, el famoso lugar del Fondo de Cultura Económica.

Invitado todo el mundo que sienta interés por estas quisicosas. Y quien no lo sienta, también. A lo mejor se le despierta.

¿Qué hacer?

Menudo gatuperio el del PP. Aquí cobraba en negro hasta el apuntador. Bueno, ese, en azabache bruñido. Y todos negando como un solo hombre la existencia de los sobres evanescentes, como los jaguares en los garajes de los neoliberales amigos de lo ajeno. Todos, tampoco. Solo Sáez de Santamaría. A Cospedal no le constan los sobrecitos. Pero como tampoco le constaban los 7.000 euros que olvidó consignar en su última declaración, a lo mejor no le constan pero son. Y Rajoy ha respondido crípticamente ¡Sí, hombre!, lo cual no es decir nada. ¿Ha recibido en algún momento el presidente del gobierno sobres barcenescos? ¿Sí o no? Una pregunta muy pertinente habida cuenta de la larga relación existente entre Rajoy y el primero gerente y luego tesorero de su partido. Y algo habrá, piensan no ya los malpensados sino hasta las almas de cántaro, cuando, tras forzar la dimisión de Bárcenas como tesorero y senador, Rajoy le ha mantenido todos sus privilegios en la sede del PP: coche, chófer, despacho, secretaria. Todo a cargo del erario público.

Suena a chantaje, como bien apunta El Mundo. Pero ¿puede un país tener un gobierno sometido a extorsión por un presunto delincuente? ¡Y qué presunto! ¿Saben lo más indignante de la hacienda en la Argentina, si es cierta? Alguien capaz de llevarse el dinero a raudales ilegalmente e invertir en el extranjero, creando allí miles de puestos de trabajo que faltan aquí desesperadamente. Estos delitos de evasión, ocultación, fraude, blanqueo, tienen unas víctimas evidentes y numerosas.

Junto al bombazo del PP, que trae en su seno una crisis de gobierno, si no de algo mayor, la rapiña de calderilla del PSOE en la fundación Ideas. Escandalizarse por 600.000 euros cuando el Ayuntamiento de Madrid paga 50.000 al año a un menda sin calificación alguna como asesor pero con funciones 007, más propias de un agente en el exterior o de espía, es bastante hipócrita. Pero, bueno, se trata de la izquierda, que parece ser de menos mangar, aunque igualmente sensible a los encantos del enchufe. No obstante, si lo de El Mundo es cierto, en esa Fundación procede zafarrancho de limpieza, dimisión colectiva y nombramiento de una gestora para encarrilar el asunto.

Hay un clima general de corrupción en el país. Cada vez que veo esas fotos de Pekín oscuro a mediodía como en una toma de Blade runner, pienso que la atmósfera política en España es igual. O peor. La casta política es bastante corrupta, aunque no toda; cuanto más a la izquierda, menos corrupción. Las instituciones están viciadas o vacías de contenido. La vida social rebosa de casos de delincuencia de personajes públicos, privados y en la zona umbría de lo público y lo privado, en donde se mueven esos partidos políticos cuyo prestigio no puede caer más bajo.

En esta situación, es muy de apoyar la iniciativa de Antonio Avendaño en su columna de Público, titulada Una cosa que se puede hacer ya mismo, consistente en volcar toda la contabilidad de los partidos en sus páginas web a consulta abierta de los ciudadanos en régimen 2.0 Es muy buena idea. Modestamente, la proponía Palinuro en un libro de 2010 pero para todas las administraciones públicas: todos los presupuestos y sus detalladas ejecuciones de las administraciones abiertas a consulta de los ciudadanos en sus páginas web.

Los analistas, los expertos, los propios políticos interesados hablan y hablan sobre la necesidad de refundar el capitalismo, reformar el sistema, proceder a un proceso constituyente. Estas propuestas (quizá la última no tanto) parten de la necesidad de reformas políticas e institucionales para regenerar la democracia española. Posiblemente. Pero se quedan muy cortas. Lo necesario ahora es una reforma moral. Porque si reformamos las instituciones pero no el espíritu de quienes las gestionan, no habremos hecho nada.

Tómese el ejemplo de la cultura de la dimisión. Un país en el que el ministro de Justicia indulta a un homicida condenado por los tribunales sin otra razón aparente que el hecho de haber sido defendido por el despacho en donde trabaja su hijo y no dimite, no es un Estado de derecho. Cuando no se dimite ante consecuencias mortales de la propia ineptitud, como en el Ayuntamiento de Madrid o por imputaciones en causas penales, realmente hay un problema de principios morales.

El umbral de tolerancia de la corrupción de la sociedad española es muy alto. Ha de salir ese vergonzoso asunto de los sobresueldos para que empecemos a cuestionar la forma como los políticos se autoasignan sus fabulosas retribuciones. ¿Qué diferencia hay entre cobrar sobresueldos (o sueldos en sobres) o dobles sueldos, como hacen Rajoy y Cospedal, entre otros? Ninguna salvo que los primeros son dineros opacos, negros y los segundos vienen de una triquiñuela legal pero moralmente indefendible: el partido paga un sobresueldo a Rajoy y Aguirre por encima de su retribución en el cargo porque sí, con luz y taquígrafos, universalmente admitida, pero no defendible moralmente hablando y menos cuando Cospedal despoja de su salario a los representantes en la Asamblea. Dicho con total claridad: es inmoral acumular dos sueldos cuando se priva a otros del suyo único.

Este alto umbral de tolerancia a la corrupción viene de los tiempos de las vacas gordas de la burbuja inmobiliaria. Entonces se veía normal que un alcalde de un pueblo ganara tanto como el presidente del gobierno. Hoy eso se ve como un disparate. Pero se sigue haciendo. Hoy también se ven como disparates esas retribuciones estratosféricas que se autoasignaban los consejeros y barandas de las cajas a cuya ruina habían contribuido denodadamente. Se ven incluso como delitos y comienzan a perseguirse. Pero ya veremos. Todo esto es una prueba del espíritu reinante, del clima moral e intelectual que es preciso cambiar. Es una reforma moral para la cual, me temo, estamos muy poco preparados porque nuestra visión de la sociedad es parecida a la del tiburón. Una visión neoliberal.

diumenge, 20 de gener del 2013

Palinuro calla.

Ayer falleció mi amigo Manuel Fernández Montesinos a quien mucho quise y cuya memoria habita en mis recuerdos más emocionados. Fue hijo de Manuel Fernández Montesinos Lustau y sobrino de Federico García Lorca, ambos asesinados con días de diferencia por los franquistas, un hecho que determinó su existencia y, sin duda, contribuyó a hacer de él aquel inmenso ser humano de quien tantísimo aprendí.

No tengo ánimos para escribir mi entrada diaria.

Un solo dato más. Manolo publicó sus memorias, Lo que en nosotros vive, en 2008. Palinuro le hizo una reseña titulada Good, Manny! La he releído. No necesito quitar ni poner nada.

Adiós, Manny. Hasta siempre.