Cinco cerditos, uno de los títulos famosos de A. Christie, una novela estilo Rashomon en la que distintos personajes describen la misma realidad, que no es la misma, claro está, pero acaba siendo una. Lo de "cerditos" no lleva animadversión. Viene de una canción infantil inglesa, Five Little Pigs. Los cerditos, además, tienen buena prensa; se los asocia con huchas, ahorros, mirar por uno mismo. Tener un cerdito en casa es señal de respetabilidad social y estabilidad emocional. Con el cerdito se aprende a vivir en este pícaro mundo, en donde, si no miras por ti, te despluman. Pero no todos los cerditos aseguran igual fortuna. Aquí también se aplica el principio del esfuerzo, los méritos, la habilidad.
Detecto cinco tipos de cerditos en uso por los más renombrados personajes de la actualidad.
- El cerdito de Bárcenas. Es cosmopolita, viajado, tan pronto esquiando en Bulgaria como pateando la Pampa. Es un galán de media edad, con ademanes de caballero. Muy relacionado en la corte, en donde cuenta con una estructura administrativa bien provista en la sede del partido gobernante, por lo que su dinero luce más. Es un cerdito seguro de sí mismo. Se sabe miembro de una piara poderosa.
- El cerdito de Ignacio González es inquieto, algo burocrático, con ribetes de vendedor de grandes almacenes. Muy dado a la familia, se ha ido constituyendo un capitalito inmobiliario para el día de mañana. Dinero en forma de bienes inmuebles. Está interesado por las actividades del vecindario y dicen las malas lenguas que ha creado un servicio de información así como castizo.
- El cerdito de Urdangarin es de papel couché, se codea con la más rancia nobleza y se da un aire de estar anunciando alguna marca de playeras. Tiene pasión por el cotorreo por e-mail y sufre complejo de plebeyo advenedizo que lo lleva a querer atesorar dinero innecesario.
- El cerdito de Díaz Ferrán languidece tras los duros barrotes de la mazmorra, como el corredor de la muerte, casi la antesala del matadero. Desde ahí rememora su pasado. Quiso ser cerdito volador, elevarse a las áureas alturas y cayó como Ícaro, por querer acercarse demasiado al sol, al sol que más calienta, el dinero. El cerdito se mira ahora y se ve chivo expiatorio.
- El cerdito de Carlos Mulas es un cerdito progresista. Racional, flexible, moderno. Gran currículum académico. Ducho en lides ideológicas. Pero de carácter científico, sin subjetividades morales. Es un cerdito teórico que abre su banca al mejor postor. El dinero no huele. Así, piensa, siempre gana. Hasta que pierde. Y ahora no se ve como cerdito, sino como matanza.
(La imagen es una foto de woodleywonderworks, bajo licencia Creative Commons).