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Ignoro si la respuesta aclara la cuestión, pues un bloguero no es detective contable. Además, ello es ya irrelevante al llegar la segunda andanada de El Mundo, revelando la supuesta corruptela de Carlos Mulas, director de la Fundación, con su seudónimo Amy Martin. La Fundación ha reaccionado con celeridad; tanta que el propio director de El Mundo la tilda de ejemplar. No tengo la menor duda sobre la honorabilidad de Jesús Caldera, vicepresidente de Ideas y sé que es hombre íntegro, dedicado al servicio público. Su reacción contundente singulariza el escándalo, lo centra en el comportamiento reprobable de una persona y clarifica la situación. Llevar al autor, el dueto Mulas/Martin, a los tribunales será lo suyo. Pero queda algo por explicar y es lo verdaderamente importante. ¿Cómo podían pagarse 3.000 euros por columna? Ni que fueran las de Hércules. ¿Nadie objetó jamás a esa retribución tan manifiestamente exagerada? ¿O no se conocía? ¿Cuál es el criterio de retribuciones en un ente u organismo que se apresta a hacer un ERE?
Desde luego, vaya el amigo Mulas -a quien parece haber perdido la codicia, como suele pasar- a explicarse ante el juez. Pero sigue tocando zafarrancho de limpieza. Lo lógico es replantear el funcionamiento de esta fundación. Quizá de todas, especialmente si se nutren de fondos públicos, pero ese es otro asunto. En este caso, la fundación debe rendir cuentas de cómo funciona, con qué criterios contrata su personal y encarga los trabajos, cómo se toman las decisiones. Que no paguen justos por pecadores.