diumenge, 27 de gener del 2013

El silencio y el ruido.

Las órdenes del presidente del gobierno parecen ser taxativas: silencio, chitón, punto en boca, aquí no se habla de Bárcenas ni de sobres ni de nada en tanto no termine la auditoría interna, encargada a una fiel y competente militante de la organización bajo sospecha. Al principio hubo un aluvión de desmentidos, de declaraciones de inocencia algunas de las cuales eran comprometedoras, como esa del ministro Fernández Díaz reconociendo que se cobraban sobresueldos pero "luego se declaraban a Hacienda". Dada la pertenencia del declarante al Opus Dei, en donde no se puede mentir, el asunto es enojoso. Por lo demás, la declaración de Hacienda no legaliza un dinero ilegal. Lo dice hasta Montoro.

En efecto, la orden del mando es muy pertinente. En este guirigay se pueden decir cosas comprometedoras. Todo el mundo callado. El partido y hasta las Nuevas Generaciones si quieren llegar a ser viejas generaciones. Nada de dar dos cuartos al pregonero, que la corte está rebosante de ellos. Pacifiquense los ánimos y aplíquese la ley. La ley del silencio. Hay que dominar la tempestad.

Pero para dominar los elementos hace falta ser Próspero, valiéndose de Ariel. Y no es el caso. Rajoy ha querido cubrirlo todo con el manto del silencio, pero no ha podido evitar un cruce de querellas, que han refulgido como aceros en la noche. Aznar se ha querellado con El País por decir que está involucrado en el asunto de los sobres. IU contra él, Rajoy y Cospedal, si no ando mal informado, asimismo por haber supuestamente cobrado los tales fementidos sobresueldos.

Cubrir este ruido con un ukase de silencio es como apagar un incendio con una taza de té. El País sostiene que, como se malicia el patio, Bárcenas tiene agarrado al PP por salva sea la parte. Tener agarrado al partido del gobierno es tener agarrado al gobierno. Como no es factible indultar al imputado antes de la condena, aunque ganas no faltarán, el corto plazo vendrá muy afectado por las peripecias procesales del proceloso Bárcenas. Y, por supuesto, del cálculo de costes/beneficios que el interesado se haga.

En realidad, la auditoría interna no parece tanto una indagación acerca de cómo están las cosas sino acerca de qué información en concreto pueda tener la otra parte, a la que siempre quisimos tener contenta. Por eso le mantuvimos despacho, coche, garaje y secretaria aun no siendo ya nadie en el partido.

No hay silencio que pueda cubrir el ruido del escándalo Bárcenas.