dilluns, 30 de novembre del 2015

El debate viciado.

Hoy se dará el debate organizado por El País y retrasmitido por la televisión.

Es una idea excelente por la que debemos felicitar al periódico que no solamente favorece la democracia y el debate, sino que también deja en evidencia la vergonzosa política de manipulación de este desgobierno que padece el país y la cobardía de su presidente, el de los sobresueldos. Cobardía muy razonable, desde luego. A ver quién se atrevería a ir a que, en presencia de todos los españoles, le pidan explicaciones por la corrupción que ha amparado y de la que presuntamente se ha beneficiado a base de sobresueldos, o por el hecho de que esté costeando con dineros públicos los cuidados a su padre dependiente, él que ha suprimido la subvención a las dependencias ajenas.

Efectivamente, un debate imprescindible que debiera ser obligatorio y en el que los votantes podrán comparar los talantes y los programas de los candidatos.

Pero ese mismo debate presenta una tacha innoble, un defecto de origen que lo invalida. Falta el cabeza de lista de la quinta opción de ámbito estatal, Alberto Garzón, líder de Ahora en común, esto es, en realidad de IU. No se le ha invitado. Es verdad que el debate se produce en el ámbito privado de un periódico, que no está obligado a aplicar un criterio de proporcionalidad que le obligaría a incluir a Garzón, pues IU tiene representación parlamentaria. Y lo mismo pasa con UPyD.

Exactamente, ¿qué razones hay para impedir el acceso de Garzón al plató? Ninguna. Si acaso que IU es una organización pantalla del Partido Comunista de España y las fuerzas políticas conservadoras o vagamente liberales, como El País, nunca han visto con simpatía a los comunistas. Palinuro tampoco y no tiene la menor intención de votarlos. Pero, al mismo tiempo, considera que censurar, acallar, silenciar una fuerza política legal y parlamentaria por el hecho de que no se simpatiza con ella no tiene nada de democrático. Es una decisión arbitraria, injusta y censora que resta todo mérito al debate.

Al comienzo de la transición, el gobierno de Suárez acarició la idea de celebrar las primeras elecciones democráticas de 1977 con el Partido Comunista en la ilegalidad. Los socialistas de entonces amenazaron con no presentarse si no se permitía que los comunistas lo hicieran y eso garantizó la presencia del PCE en esas elecciones. Esta actitud no alcanzó también a otras fuerzas políticas a la izquierda del comunismo, lo cual fue un baldón para el carácter democrático de aquellas elecciones. Pero los comunistas pudieron concurrir.

Entiendo que el PSOE y Podemos están moralmente obligados a exigir la presencia de Garzón en ese debate y a renunciar a su participación si no se produce. Por mi parte, jamás votaré a una opción política que no muestre respeto por el juego limpio ni defienda los derechos democráticos de los adversarios como si fueran los suyos.

diumenge, 29 de novembre del 2015

La CUP y el payaso.

Aquí mi artículo de hoy en elMón.cat. Lo escribí y se publicó antes de que la asamblea de la CUP concluyera con un nuevo "no" a la investidura de Mas. No preciso añadir ni quitar nada a su contenido porque, aunque tengo mi opinión personal respecto a este asunto de la investidura, no se la diré ni al cuello de mi camisa, porque no es cuestión mía mezclarme en procesos ajenos. Simpatizo con la causa independentista catalana, pero creo que estos asuntos de táctica no me competen. Me interesa el objetivo estratégico. No obstante, como observador participante en el asunto y partidario de la CUP, supongo que su decisión levantará ronchas y habrá cruce de acusaciones de todo tipo. Yo mismo ando ya rascándome el caletre para escribir el post de mañana de Palinuro. No será fácil. Pero voy adelantando que lo haré acogido a un dicho que se atribuye a Marilyn Monroe un día que se retrasó mucho en una cita con el presidente Kennedy y este protestó, a lo que ella le respondió: Vale la pena esperar lo que vale la pena conseguir.

A continuación, la version española del artículo:

La CUP y el payaso.

Cataluña está viviendo un momento crucial de su historia. Por primera vez hay una mayoría independentista en el Parlamento y quizá también por primera vez pueda tener un gobierno de la misma orientación. El proceso hacia la independencia, sobre el que han vertido todo tipo de ironías y sarcasmos quienes se sienten más a gusto en la dependencia, ha sido hasta ahora, está siendo y será un camino difícil, escarpado, lleno de trampas, acechanzas, desengaños y provocaciones. Nadie esperaba otra cosa.

Cambiar una situación tan enquistada, con raíces tan profundas; mover una realidad consagrada durante siglos, por injusta que sea, no es tarea sencilla que pueda acometer cualquier advenedizo por un capricho pasajero. Alterar un equilibrio de intereses creados, con un reparto de beneficios que no se discute porque es lo que ha sido toda la vida, requiere valor. Es obligado enfrentarse y responder a las tarascadas de quienes defienden un orden en el que se sienten a gusto y no permiten que se pueda cuestionar. Porque todos se declaran dispuestos a mejorar el statu quo social y nacional. Todos se llenan la boca con la palabra mágica cambio, la clave de la acción política. Pero todos se oponen a él, lo niegan y lo rechazan cuando alguien lo propone en serio.

Abrir un horizonte nuevo a un pueblo obligado a compartir una historia por la violencia, la tradición o la inercia es uno de los programas más radicales y trascendentales que pueda darse en la vida colectiva. Cuando una nación se encuentra en esa encrucijada, cuando de la decisión que tome en ese momento dependerá su futuro por largos años, hay un sentido especial de la responsabilidad que recae sobre quienes tienen que pronunciarse.

No tengo duda de que los delegados en la asamblea de la CUP de hoy son conscientes de la importancia decisiva de su deliberación. A ella se ha llegado tras haber concluido un periodo previo de debates en los que no ha quedado argumento por esgrimir ni cálculo por hacer. La última objeción de carácter cuantitativo de si es de recibo que una minoría (y una minoría radical; por eso es minoría) condicione la decisión de una mayoría ignora dos posibles respuestas. En primer lugar una colectividad mide su categoría por el trato que dispensa a sus minorías, la importancia que les reconoce y la demostración práctica de que esa importancia no es retórica sino real y efectiva. En segundo lugar, normalmente quienes objetan al peso dado a la opinión y decisión de una minoría son quienes ocultan el hecho de que lo que llaman “decisión de la mayoría” mucha veces no es otra cosa que la decisión de uno solo apoyada por un aparato y una red de intereses.

El destino de Cataluña depende de lo que decida hoy una minoría. Como siempre en la historia de la humanidad. Nada nuevo. Así que sosiéguense los ánimos y confíese en que la minoría sabrá adoptar la mejor decisión para los intereses generales.

Entre otras cosas porque lo que espera ahí fuera no es la calma chicha del statu quo en un mundo apacible, sino una reacción ciega y furiosa, dispuesta a recurrir a los medios más inmorales y abusivos a fin de que yugular un movimiento popular e impedir que se reproduzca. Guerra sucia desde las cloacas del Estado, amenazas, calumnias, presiones, arbitrariedades, violencia, intervención y toneladas de insultos y mentiras desde una red de medios financiados por los grandes capitales y los fondos de reptiles.

Todos los aparatos ideológicos del Estado se han puesto en marcha para machacar el independentismo catalán. Una de sus tácticas favoritas consiste en negar que se trate de una aspiración social, de un movimiento de millones de personas, de una confluencia de entidades, asociaciones de la sociedad civil y partidos políticos, de un sentir popular, para reducirlo al capricho personal del señor Mas, un subterfugio para mantenerse en el poder, una huida hacia delante a fin de escapar a su responsabilidades, una innoble manipulación de la opinión. En esa línea de ataque personal, de infame argumento ad hominem de la literatura más panfletaria, un columnista catalán que escribe en El País, el principal órgano del nacionalismo español, resume su lamentable diatriba llamando a Mas “payaso”

Este país está hoy gobernado con mayoría absoluta por un hombre (apoyado en una presunta banda de malhechores) que llegó al poder diciendo exactamente lo contrario de lo que hizo, que no da ruedas de prensa, ni comparece en el Parlamento, que desprecia a la oposición, no conoce más lengua que la suya (y no muy bien) y no sabe hablar en ninguna; que no sabe leer ni su propia letra; que ha cobrado sobresueldos de procedencia dudosa, paga la medicación de su padre con cargo a los presupuestos del Estado, intercambia mensajes de aliento con presuntos delincuentes, miente en sede parlamentaria y no parlamentaria, no dice sino sandeces una detrás de otra, supedita los intereses del país a los de su partido y los suyos propios, personifica la corrupción generalizada, el espíritu más retrógrado y estúpido del nacionalcatolicismo de siempre y es el hazmerreír de la comunidad internacional. Pero de este no se dice nada, del que por su pura incompetencia ha llevado el país a la ruptura, no se dice nada.

El payaso es el único que se opone de verdad a este bochornoso desgobierno, el que lucha contra todos los elementos furiosos por una idea de país y nación, el que respeta la voluntad democrática, se expresa con corrección, habla varias lenguas, cuenta con reconocimiento internacional, está procesado por sus ideas y corre riesgo real de ir a la cárcel.

Tengo mucho respeto por la noble profesión de payaso y jamás utilizaré ese nombre como un insulto. No quiero parecerme a los insoportables señoritos que lo hacen.

Línea de salida.

Empate en la línea de salida parecería una buena señal. Con Podemos de cierta remontada, acercándose a la línea mágica del veinte por ciento, condiciones de fair play: igualdad en el punto de partida. Queda el caso de IU, sempiternamente sumergida en su testimonial cinco por ciento del voto más o menos. Pero eso ya parece más cosa de psiquiatría antes que de análisis político.

Lo malo es que, al tratarse de intención de voto, no es línea de salida, sino de llegada. Todos los partidos alcanzan unos resultados igualados, ninguno puede gobernar en solitario y es preciso entrenarse en una actividad de negociación, compromiso y coalición que no es frecuente en España y que a los españoles, generalmente machos, les parece cosa de damiselas.

La lógica coalición de las derechas, PP y C's quizá tuviera mayoría parlamentaria absoluta pero no contiene especial beneficio para C's, que liga su suerte a un partido en previsible situación de crisis y reduce sus propias expectativas a base de parecer cavernícola. Más esperanzas tendría una gran coalición clásica, PP - PSOE. Muestra su solera. Pero no en España. Téngase en cuenta, además, que la esperanza del PSOE es derogar lo legislado por el PP, cosa que hará más cómodamente sin el PP. Por eso, el PSOE buscará entre los de C's y la gran coalición que pudiera darse no sería del todo disparatada. Al fin y al cabo, los de Podemos también dicen que pueden pactar con C's si este abandona su belicismo y su neoliberalismo. Temo, sin embargo, que no consigan desembarazarse de estas cuestiones por cuanto, en realidad son estructurales en el sentido althusseriano, decisivas para la existencia. Por tanto es poco probable el pacto C's - Podemos.

Así, aunque su comportamiento induce a pensar que C's puede aliarse indistintamente con PP y PSOE en las Comunidades Autónomas, la cosa cambia en el voto a las generales, en donde entran en juego otros factores, como la imagen de partido nuevo frente a los viejunos, en la creencia de que el PSOE tendrá más capacidad de adaptación. Pero eso está por ver.

La posible alianza PSOE - Podemos no tendría la mayoría absoluta en el Parlamento y lo más probable es que tampoco la alcanzara con la ayuda de IU que quizá debiera ir pensando en disolverse. Esto es, el electorado excluirá en su comportamiento el posible pacto de la izquierda a la portuguesa, algo que los progresistas alaban pero no practican. Por lo demás, si las izquierdas se presentan divididas a las elecciones, lo mismo, por primera vez sucede con las derechas. ¿Por qué la división de las izquierdas ha de resultar peor para estas que el de las derechas? En las izquierdas, como en las derechas, cada cual vote su opción y apóyese luego la coalición que se piense más conveniente.

Lo mejor de este empate es que, de seguir así las cosas, el único cuadro que no se dará será la repetición de un mandato de Rajoy. Descartada la mayoría absoluta, única posibilidad de continuar, cualesquiera otras combinaciones no reservan plaza para Rajoy en ningún supuesto. No es imaginable situación alguna en la que los dirigentes de los partidos le dieran su apoyo. Ni el mismo Rajoy lo haría si tuviera uso de razón, que no es el caso. No está clara la combinación que pueda salir, pero algo parece ya seguro: cualquiera en la que no esté Rajoy. Su bajísima valoración popular a lo largo de toda la legislatura y el rechazo que, con harta razón, inspira, muestran que el país está harto de soportar a este pájaro bobo y cazurro que lo que tiene de aprovechado, lo tiene de caradura.  

Diosas y brujas.

CaixaForum de Madrid expone 178 piezas procedentes casi en su totalidad de los fondos del Museo del Louvre sobre la mujer en la antigua Roma, la República y el Imperio. Hay una gran variedad: frescos, estatuas, bajo y mediorrelieves, algún sarcófago, tres estupendos retratos de Fayum, palmatorias, dijes, objetos de tocador, camafeos, mosaicos, etc. Todos incluyen representaciones de mujeres romanas.

La pintura posterior nos ha trasmitido una imagen tópica de la matrona romana bajo la figura de la caridad romana, generalmente una mujer de generoso seno que amamanta niños abandonados, huérfanos y hasta ancianos desvalidos, sedientos, quizá prisioneros. La próvida matrona romana, dechado de virtudes, y que representaba el modelo en el que se miraban todas las mujeres del imperio a la hora de seguir la moda.

Pero la exposición no se limita a las matronas ni los cánones de belleza o elegancia sino que abarca todo el arco de las funciones que la sociedad romana encomendaba a las mujeres. Y también de las idealizaciones y/o sublimaciones de que eran objeto como personajes de leyendas, plasmadas en todo tipo de soportes, desde anillos a estatuas de grandes proporciones. Porque, si bien la condición jurídica de las mujeres romanas fue siempre subalterna (aunque mejorando con el desarrollo de la equidad y el derecho pretorio)  su presencia en el imaginario mitológico y legendario etrusco y latino, así como en la vida social romana fue intensificándose con el tiempo.

La representación solemne femenina más habitual es la de las diosas. Las más frecuentes, Diana, Juno, Minerva y, sobre todo, Venus, que gozaba del máximo predicamento, no porque los romanos fueran especialmente dados al erotismo, sino porque era la madre de Eneas, el príncipe troyano que fundó, precisamente, la monarquía romana. Junto a las diosas, las vestales y sacerdotisas, seres de luz y por supuesto, su contraparte las ménades, figuras báquicas, habitantes del mundo dionisiaco, que se materializa en los misterios más oscuros, primigenios violentos, como los ritos órficos, en donde Orfeo, despedazado por aquellas es, en cierto modo, un trasunto de Dionisos. Como los misterios de Eleusis que remitían a la cadencia estacional de la leyenda de Démeter y Perséfone y tenían un elemento de culto fálico en una interpretación relativamente nueva que se explica en la exposición en un  vídeo. Interesante asimismo una estatua de Hermafrodito absolutamente explícita que podría emplearse como símbolo actual del bisexualismo.

Abundan las representaciones femeninas del mal en figuras que eran muy familiares a los romanos y habitaban su vida cotidiana: la Gorgona Medusa (tan preferida entonces como en las representaciones plásticas posteriores), las sirenas, la quimera, la esfinge o la imagen de Medea no solo asesinando a sus hijos, sino tratando de envenenar a Teseo, un episodio menos conocido en la larga carrera de Medea. 

Pero también encontramos referencias al lado amable, poético, de las mujeres. Una serie de pinturas procedentes de Pompeya pasa revista a ocho de las nueve musas, presididas por Apolo en el Parnaso y también las tres Gracias, cuya representación sigue luchando por su autonomía, por así decirlo, frente a la fuerza que tienen las tres diosas, Juno, Minerva y Venus que protagonizan el juicio de Paris. 

Abundan las representaciones de leyendas concretas como motivos ornamentales y el visitante tendrá ocasión de contemplar versiones distintas, algunas muy curiosas, de Io y Hermes, Leda o la fulminación de Sémele, lo que siempre es instructivo a la hora de pedir deseos a los dioses.

En Roma, la patriarcal, las mujeres son idealizadas y abundan en las representaciones artísticas más fabulosas o más pedestres, pero están ausentes de los roles de la vida pública: no hay emperadoras, ni juezas, ni pretoras, ni generales, cónsules o pontífices femeninos. Han pasado veintitrés o veintiuatro siglos, y la situación ha cambiado algo, pero tampoco mucho.

dissabte, 28 de novembre del 2015

Los debates y la degeneración democrática.

(Quien quiera firmar la petición de Change.org puede hacerlo aquí).

La democracia es un régimen de opinión y la opinión nace del intercambio, la discusión, el debate. La democracia es un sistema político deliberativo. Las decisiones colectivas se adoptan por mayoría de unos ciudadanos que previamente se han informado y debatido. Lo sabían los griegos de la época clásica y por eso desarrollaron la sofística en cuanto capacidad de argumentar en público y triunfar, si bien luego el término cayó en desprestigio hasta que Hegel lo rescató. Cicerón era neto partidario de la retórica, el arte de bien hablar y bien razonar como puntal básico de la vida republicana. La expresión democracia deliberativa es redundante porque, si no es deliberativa, la democracia no es democracia.

Por si fuera poco, nuestra época se caracteriza por ser la del reinado incuestionable de los medios de comunicación (últimamente coronados por internet) que viven de fomentar el intercambio de información, los debates, los discusiones, las intervenciones asamblearias. La capacidad de los medios de consumir estos productos es infinita. De ahí que los políticos y también sus asesores, los comentaristas y analistas estén atentos para aprovechar cualquier ocasión, cualquier debate o discusión para difundir sus puntos de vista, para hacer propaganda.Y que se vuelvan locos por aparecer en pantalla o colocar sus mensajes en todo tipo de programas de radio, televisión de lo que sea.

En principio, los políticos (y algunos comunicadores) se apuntan a todos los debates y no solo los debates. En España, en época electoral, están dispuestos a aparecer en cualquier programa basura, en los que van a hacer el ridículo frente a interlocutores que habitualmente son de derechas cerriles o están de vuelta porque todos los políticos, dicen son iguales. En estos programas de ínfima calidad, presentados por gentes fiel reflejo de la chabacanería y el mal gusto del gentío, los políticos van a hacer de bufones, a freír un huevo o sacar a pasear al perro. Pedro Sánchez diciendo en el programa de Bertín Osborne que "a las mujeres hay que trabajárselas" da la medida de su falta de educación y su estupidez machista.

Además de los programas basura, los políticos acuden a todo tipo de debates. Exceptuado, como se sabe, Rajoy, cuya capacidad para debatir nada sin decir necedades es inversamente proporcional al miedo que le da que le obliguen a aclarar el asunto de los sobresueldos o los dineros públicos que pilla para pagar los gastos de salud de su padre.

Los debates pueden verse en dos facetas: a) la forma y el b) el fondo.

En cuanto a la forma, pueden ser tipo tertulia, entrevista o intercambio en pareja. En la tertulia, a su vez, pueden predominar los políticos o los periodistas o un modelo intermedio, con participantes estratégicamente escogidos según la ideología del medio. En ellas lo habitual es organizar un griterío con un nivel intelectual bajísimo. El tipo entrevista (también con mucha variedad) deja más posibilidades. De lo que suele tratarse es de que el político se luzca ante un entrevistador que funciona como un felpudo o, caso de que no lo sea, de que no lo pille en algún renuncio que lo ponga en ridículo. Todo el mundo recordará el momento en que Carlos Alsina pilló a Rajoy balbuceando incongruencias porque no se sabía el derecho de nacionalidad del país que desgobierna. En cuanto al intercambio en pareja, suele ser un formato en que dos políticos, como dos gallos en un corral, se buscan las vueltas y tratan de clavarse los espolones. Al final, los medios suelen declarar vencedor y perdedor y el asunto tiene, en efecto, el valor de una pelea de gallos.

Lo definitivo en los debates no es la forma sino el fondo. Importa el cómo se dicen las cosas, cierto; pero mucho más las cosas que se dicen. Al respecto se dan tres tipos de contenidos que retratan el nivel intelectual de los políticos. El primer nivel es de barra libre a las tonterías de todo tipo porque suelen tratarse cuestiones de esas de rabiosa actualidad que solo sirven para insultar al adversario o decir vulgaridades sin sentido. También en esto Rajoy es un puntal. Hace poco, en un programa de radio sobre fútbol, que es el objeto principal de su actividad mental, dictaminó que la "mejor defensa es contar con una buena defensa" o algo así de inteligente. Tampoco los demás políticos se desempeñan con mayor ingenio.

El segundo nivel es el de alcance medio. Este el terreno en que los políticos, los comunicadores, los expertos y demás tropa se sienten a gusto. Son debates sobre políticas públicas concretas que no por ser concretas son más ciertas o verosímiles. Se trata de debates interminables sobre si conviene bajar o subir los impuestos, respetar o no el sistema público de pensiones, privatizar o no la salud pública. La contundencia con que los interlocutores se expresan en este terreno jamás consigue disipar la convicción general de que no saben de lo que hablan, que lo hacen por no estar callados, ya que el silencio no vende electoralmente.

El tercer nivel es el más complicado porque es el que ya requiere cierta capacidad teórica. Se trata de debatir qué se puede hacer por (o contra) el Estado el bienestar, cómo entender la economía del común, que sucede con tesis reformistas radicales como las del decrecimiento. En este terreno, el silencio de los dirigentes es clamoroso. Su capacidad reflexiva, especulativa queda patente en estos contenidos. Rajoy es un analfabeto funcional y, cuando habla, dice disparates. Sánchez no le anda en zaga. Nadie le ha escuchado jamás una sola reflexión propia que tenga el menor interés. Y los dos rivales emergentes ya dejaron claro de una tacada que no saben nada de Kant, cuya lectura recomiendan.

Cabe maliciarse que el sistema español de selección está invertido.

El señor de las moscas.

En el teatro del Centro Conde Duque de Madrid, la Joven Compañía trae la adaptación que en su día hiciera Nigel Williams de la novela de William Golding El señor de las moscas (1954). La he pillado de milagro, pues acaba hoy, sábado, pero estoy seguro de que se repondrá pronto pues tanto la adaptación como la dirección de José Luis Arellano y la interpretación son espléndidas.

Como se sabe, Golding escribió su novela en respuesta a otra de R. M. Ballantyne, la isla de coral, publicada a mediados del siglo XIX, un relato de la saga Robinsón, con tres adolescentes náufragos en una isla deshabitada, una historia de propaganda jingoísta, que sigue teniendo bastante éxito ciento cincuenta años después. Los adolescentes no solo sobreviven en una situación casi idílica, sino que  hacen el bien en torno suyo: impiden crímenes, actos de canibalismo, liberan prisioneros, ganan almas para Dios y civilizan lejanas tierras. El objetivo es ensalzar la superioridad del hombre blanco, civilizado, cristiano e... inglés.

La novela de Golding es lo contrario. Como una distopía es lo contrario de una eutopía. Allí donde Ballantyne proseguía la leyenda de la antropología optimista del buen salvaje, al estilo de Pablo y Virginia, Golding se apunta a la antropología pesimista, más al  de Hobbes cuando dice que, en el estado de naturaleza, la vida del hombre es  solitary, poor, nasty, brutish and short.

Los diez o doce adolescentes de El señor de las moscas, tratan en un principio de sobrevivir en las condiciones extremas en que se hallan en una isla desierta del Mar del Sur a la que han llegado después de que se accidentara el avión que los evacuaba de Inglaterra en la guerra mundial. Intentan establecer los fundamentos de un orden social civilizado, basado en normas consensuadas por medios democráticos y decisión de la mayoría pero, poco a poco, van retrocediendo en su disciplina social, cayendo en comportamientos más y más conflictivos, agresivos, hasta que se produce una involución total y los muchachos escolares de diversos colegios ingleses se convierten en una horda de salvajes, crueles, criminales, dominados por el miedo, la superstición y el fanatismo enajenador. Toda traza de civilización se pierde, los personajes están movidos por pasiones y bajos instintos, renuncian al juicio, se dejan someter por el terror a puras imaginaciones e invenciones. Se entrematan.

El señor de las moscas es un verdadero tratado de filosofía moral y política en forma de relato literario y teatral. Nada garantiza el mantenimiento de la condición humana civilizada pues el factor de destrucción anida en el interior de las personas. Nuestros personajes viven aterrorizados porque dan en imaginar que la isla está habitada por una bestia cruel. Y el momento culminante es cuando el Señor de las Moscas (por cierto, el nombre de Belcebú en la Biblia) les advierte que, en realidad habita dentro de ellos mismos.

La historia está narrada con mucha maestría (que se recoge en la versión teatral), conjugando elementos simbólicos con relato realista y profundidad en el análisis psicológico de los personales. Entre los muchachos encontramos los tipos habituales de la convivencia humana en un mundo ordenado: el intelectual con juicio crítico pero sin empuje de acción; el líder de base democrática; el de base autocrática o dictador; el contemplativo con imaginaciones místicas; el de temperamento de sicario; el dubitativo e inseguro; el incrédulo, el cínico y los fervoroso y "auténticos" creyentes, dispuestos a no pensar y hacer lo que se les ordena.

El señor de las moscas es una magnífica parábola de la vida del hombre como animal racional en condiciones extremas que años más tarde algún necio convirtió en programas de televisión en los que se simulan situaciones parecidas. Como si el hecho de que la gente sepa que es objeto de espectáculo en millones de casas no falseara su comportamiento y convirtiera todo el montaje en una pura mamarrachada.

Por descontado, el oficial de marina que aparece al final (aquí convertido en un aviador) es un anticlimax. De pronto, aquellos salvajes sanguinarios y brutales, retornan el estado de la infancia en el que en realidad se encuentran. Y queda claro que, cuando desaparecen las normas de convivencia y la autoridad que las respalda, el individuo retorna al más brutal estado de naturaleza... aunque sea inglés. 

divendres, 27 de novembre del 2015

Mayor Dundee en Cataluña.

La tensión crece por momentos en Cataluña con motivo de la formación del gobierno y la investidura de su presidente. El debate es intenso. También los cruces de acusaciones mutuas, las declaraciones de unos y otros, algunos exabruptos y muchos nervios. Los de la CUP se quejan de que las filas de JxS, mucho más numerosas, los presionan sin contemplaciones y los del JxS denuncian que los de la CUP proceden como hooligans, barbarismo inglés que, en realidad, quiere decir, "gamberros". Muchas lamentaciones son impostadas. Aun así, es conveniente atemperar el tono, sobre todo para no inferir heridas que luego sea difícil curar. Pero atemperar no es eliminar.

Cataluña es el único lugar del Estado el que hay un debate político en serio. Mejor dicho, dos: uno sobre Cataluña/España y otro sobre la CUP y JxS o lo que ambos representan. Y, lógicamente, en donde hay un debate en serio, hay pasiones y a veces los ánimos se caldean. Pero nada parecido a lo que se da en el resto del Estado. Allí el debate es inexistente. Los políticos son una manga de mediocres dispuestos a hacer de saltimbanquis y payasos por los platós televisivos para arañar votos diciendo bobadas, contando fruslerías, siendo triviales, chabacanos y bastante insoportables. Pero debates sobre asuntos de interés para la ciudadanía, cero. Luego están los medios, los analistas, especialistas, comunicadores, periodistas, tertulianos, opinion makers, una recua de sectarios vociferantes en su gran mayoría (no todos, desde luego) a sueldo de los partidos o chupando dineros públicos, insultando sin parar y creando un clima atosigante de difamaciones y falsedades sin cuento. Hay locutores que se comerían los micrófonos de rabia y algún día a alguno va a darle un infarto a fuerza de excitarse, acalorarse y querer comerse al adversario crudo. Es completamente ridículo pero es lo que hay.

Una diferencia abismal entre un país, Cataluña, en donde debatir tiene sentido porque hay razón y materia para hacerlo y así se hace con bastante cordura y civilización, aunque no suele faltar el habitual energúmeno que trata de zanjar las cosas a berridos y otro, España, en el que no hay debate porque nadie propone nada nuevo de verdad y donde el ámbito público está copado por jayanes tabernarios y trogloditas dispuestos a hacer méritos ante sus jefes y no dejar títere con cabeza.

No obstante, en Cataluña, en donde las posiciones respectivas de la CUP y JxS no parecen haberse movido nada desde las elecciones del 27 de septiembre, prácticamente ya se ha discutido y rediscutido todo, se han barajado todos los argumentos y contraargumentos y no quedan ideas nuevas por exponer ni propuestas no hechas con anterioridad. Los razonamientos se repiten y se repiten, sin variantes ni innovaciones. Y los dos bandos siguen encastillados. Los dos manejan buenas razones y no parece que ninguno de ellos tenga un argumento definitivo que deje al otro sin respuesta y le obligue a ceder. JxS insiste en presentar a Mas y está en su derecho. Mas se lo ha ganado, como lo reconoce todo el mundo y no es justo privar a un hombre que se lo ha jugado (y se lo está jugando) todo, de su objetivo de coronar su obra dirigiendo el proceso independentista. La corrupción de CDC no lo alcanza personalmente y sus otros inconvenientes (políticas neoliberales, recortes, autoritarismo en orden público) pertenecen ya al pasado. El presidente ha evolucionado desde el autonomismo colaborador con España a un independentismo sin ambages. Carece de sentido negarlo. JxS tiene mayoría y 62 diputados. Pero no tiene lo suficiente para imponer su criterio por su cuenta. Necesita aliados. Y quien quiere aliados ha de ganárselos. ¿Hasta dónde están dispuestos a ceder JxS para alcanzar el gobierno? Es cosa suya. Nadie puede obligarles y, si bien es cierto que se abren a la acusación de poner en peligro el gobierno y la República catalana por sus intereses de partido, lo mismo puede decirse de sus interlocutores.

La CUP insiste en no investir a Mas, como anunció antes de las elecciones y también está en su derecho. Han presentado numerosas propuestas alternativas y también su conducta es correcta. Si JxS no las acepta, la cuestión es suya, no de las CUP. Solo tienen diez diputados y se ven obligados a escuchar que no hay derecho a que diez diputados se impongan a 62. Quizá no lo habrá, pero también es lo que hay. Pueden hacerlo y quieren aprovechar su decena de escaños como palanca para conseguir concesiones del gobierno catalán que justifican porque, lejos de ser algo corrupto, responden a sus planteamientos reformistas radicales y justicieros. Gustará más o gustará menos, pero es así. Hablar de responsabilidad por ruptura de las negociaciones, incluso de traición al proceso son evidentes demasías. Nadie duda de la buena fe de la CUP y eso es algo que da mucha fuerza en las negociaciones. El domingo, la organización tendrá una asamblea en la que adoptará una decisión y esa decisión, de momento está abierta. Hay que respetar su espíritu y sus procedimientos.

A veces se oye que, si de verdad ambos estuvieran interesados en el proceso, Mas habría dado un paso atrás, permitiendo un gobierno de consenso y los de la CUP hubieran investido a Mas. Lo que importa es el fin, se dice, que trasciende el interés de los dos partidos. Sí, es cierto, pero no hay razón alguna para que, en el momento de hacer las concesiones, hayan de ser los de JxS o la CUP. Ambos están legitimados para hacer lo que hacen. Las críticas vendrán luego, si acaso, si el empeño fracasa.

Pero, de momento, no hay razón para suponer que, al final haya un fracaso. Quedan días, las negociaciones siguen, los debates también. La política es eso. Lo que no es política es lo que hay en el Estado, en donde el Sobresueldos no va a los debates pero sí a hablar de fútbol a una emisora de radio y el líder de la oposición, participa en uno de esos programas que es basura.

En estas condiciones de callejón sin salida o impasse lo mejor que puede hacerse es dejar a los interlocutores en paz y, si acaso, ayudar con alguna parábola, fábula o metáfora. En esta situación puede aprovecharse la película de 1969 de Sam Peckinpah, Mayor Dundee, interpretada por Charlton Heston y Richard Harris.

La historia: un mayor del ejército de la Unión en la guerra de secesión estadounidense, apartado del servicio activo por una decisión de sus mandos, es relegado al de un campo de prisioneros confederados, a las órdenes  a su vez de un capitán que, en un tiempo, fue amigo de Dundee pero ahora es su enemigo a muerte. Cerca del campo, una banda de apaches, mandados por su jefe, el sanguinario Sierra Charriba, ha asaltado un convoy gringo y dado muerte a sus componentes. Dundee decide salir a capturar a los apaches, pero no tiene suficientes hombres. Pide entoncs a los confederados que se le sumen, prometiéndoles la libertad si triunfan y regresan con vida. Es posible que Sierra Charriba cruce la frontera con México y, si los soldados yanquies lo persiguen allí, pueden provocar un conflicto internacional. En todo caso, los sudistas aceptan el trato, como lo hace el capitán que los manda, quien lo formula ante Dundee de forma inconfundible: irán juntos hasta el infierno si es necesario en busca de Charriba pero, una vez prisionero o muerto el apache, será el enfrentamiento entre los dos. A muerte. Y así lo hacen. No relato el final por no destriparlo. Pero, llegados a este punto, el valor parabólico del relato es evidente:

Si no quieren sufrir una derrota humillante a manos del Estado, la CUP y JxS tienen que ir juntos hasta culminar su proceso y establecer la República catalana. Luego, será el enfrentamiento. A muerte, si quieren, si bien en estos tiempos más pacíficos no se llega a esos extremos.

En la noche del búho todos los gatos son pardos.


Mercè Rius (2014) Contra filósofos o ¿en qué se diferencia una mujer de un gato? Madrid: Biblioteca nueva. 437 págs.
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He aquí un libro combativo. Escrito por una filósofa, echa sobre sí la tarea de revelar cómo y cuánto ha desbarrado el gremio de los filósofos al hablar de las mujeres. Un gremio que aparece como un selecto club victoriano solo para hombres, pero en el que con harta frecuencia se habla del otro género. En su demérito. Nietzsche suele expresar la idea (compartida por Freud, nos dice la autora) de que la mujer se parece a un gato, animal independiente, despreocupado del hombre, afirmativo, dionisiaco (p. 57). Curiosa opinión, desde luego porque, puestos a denigrar y ofender, la naturaleza ofrece muchos otros animales que cumplirían mejor la función. Los gatos son seres exquisitos. Entre los egipcios gozaban de gran aprecio y Bastet es la diosa gata que protege el hogar. Rebuscando, encuentro más gatos interesantes. La literatura rebosa de felinos llenos de personalidad. El conocidísimo gato de Cheshire de Alicia tenía la extraordinaria habilidad de desaparecer dejando solo su sonrisa detrás de él, costumbre que, de generalizarse, haría del mundo un lugar mucho más agradable. Behemoth era un gatazo bípedo, un hábil pistolero, ayudante del diablo en la novela de Bulgakov. El gato Murr, autor del famoso tratado sobre "la vida y las opiniones del gato Murr", de E. T.A.Hoffmann, casi diríase un antecesor de Adorno en su desmitificación del pensamiento ilustrado y Pluto, el  del cuento de Poe, consigue que se haga justicia a una mujer asesinada en un acto de violencia de género. En fin una ojeada al poemario de T. S. Eliot, Old Possum's Book of Practical Cats nos familiarizará con muchos de estos que ocupan con gran desenvoltura las más diversas andaduras de la vida en sociedad. No solo trasunto de mujeres, también de caballeros, militares retirados, etc

Se dirá qué tiene que ver esto con el contenido de la obra fuera del hecho, algo traído por los pelos, de que algún filósofo haya comparado a los mujeres con los gatos para lo cual tampoco se precisa gran imaginación. No mucho, ciertamente. Pero ayuda a entender el espíritu de este denso libro, sin duda bien escrito pero tan lleno de erudición filosófica, tan prolijo en muchas de sus reflexiones, tan sinuoso en sus trayectorias, argumentos y contraargumentos que resulta a veces de difícil lectura. Sobre todo porque entra en diálogo permanente con buena parte del pensamiento filosófico contemporáneo por un  sistema de comentarios y glosas de textos que, obviamente, resultan claros e inmediatos a la autora, pero no necesariamente así a sus lectoras.

Aborda Rius su tema con un primer capítulo en cuyo título de El segundo género, ya se advierte cierta voluntad militante al corregir el de la famosa obra de  Simone de Beauvoir, el segundo sexo, en la que la mujer aparece como el Otro que se deja anexar sin dejar de ser el Otro (p. 38), subrayando y sosteniendo su máxima de que de que un simple hecho biológico puede dirigir la vida de las personas, pues, sostiene la filósofa francesa, "no se nace mujer: se llega a serlo" (p. 58). Lo segundo me parece incuestionable, lo primero no tanto y no estoy seguro de que sea razonable calificar de "simple" ese hecho biológico.

Pero este primer capítulo, como todos los demás, está mucho más poblado de personajes ficticios y reales, polémicas, máximas y dichos a veces tan inextricablemente mezclados que es difícil abrirse camino entre ellos y es inevitable simplificar. Hace entrada en él ya la mujer que dominará buena parte de la obra, Medea. Luego,  la princesa de la Cólquide se contrapondrá a Antígona y las dos articularán una especie de dúo interpretativo que nos permitirá orientarnos por laberintos filosóficos sobre acción humana, política, justicia, derecho,  impolítica, contrapolítica, a veces más intrincados que el de Dédalo, del que sacó a Teseo Ariadna, otra mujer también ciertamente interesante pero que, si no me equivoco, solo aparece mencionada una vez en el texto, mientras que las otras dos lo son recurrentemente. Por cierto, bien podrían igualmente asimilarse a la disyuntiva entre lo dionisíaco y lo apolíneo, sin merma de que fue precisamente Ariadna la que acabó arrebatada por el hijo de Zeus.

La expansion de la fe cristiana perjudicó a la mujer, pero la verdad es que ya arrastraba el estigma desde los tiempos anteriores. Séneca, un filósofo, aporta la visión canónica de Medea como una bruja. Para no ser conceptuada bruja y gozar de la apreciación masculina hace falta ser Lucrecia (que gozaba del respeto del misógino Kant) o Alcestis a la que el filósofo Cacciari (con quien Rius dialoga a lo largo de todo el libro, a veces en exceso) llama eroina, con cierta sorna de la autora, entiendo por qué. Porque representa la negación de su propia condición y la prueba de que la individuación femenina depende de la de los hombres. Aunque no conviene olvidar que es así en un mundo de hombres. No conviene olvidarlo porque el único modo de no dejarse arrebatar por él es cuestionándolo siempre. 

Los pitagóricos habían asimilado lo masculino a lo recto, el bien y la luz y lo femenino a lo curvo, el mal y la oscuridad (p. 74) y la autora se pregunta si cabe hacer filosofía desde la misoginia. Obviamente, según parece, no. Pero esto es un juicio de resultados altamente problemático. La filosofía no puede edificarse sobre prejuicios pero, en lugar de aniquilarlos, los sepulta en un océano ontológico que todo lo inunda, incluida la visión de la autora del libro cuyo horizonte es ese que, no sin cierta ironía, podríamos calificar como la filosofía realmente existente, pues no hay otra. Ignoro si servirá como consuelo pero cabe sostener por simetría epistemológica que tampoco puede hacerse contra la misoginia (p. 111). Hasta el pensiero debole es cosa de hombres y hoy hay una filosofía de género que se divide entre la biopolítica de Foucault y el deconstruccionismo de Derrida (p. 68) 

A la altura de la segunda parte, la insoportable levedad de la misoginia, ya estamos metidos de pleno en la harina filosófica y junto a Medea, aparecen las tres mujeres filósofas de carne y hueso que, con De Beauvoir, deambularán por las páginas del libro,  Arendt, Weil y Zambrano (p. 106). Arendt relacionada en el recuerdo con Heidegger, Weil rescatada por el omnipresente Cacciari, Zambrano en su aúreo aislamiento del exilio bajo la lejana advocación de Ortega. Por supuesto, al lado de Beauvoir, el inevitable Sartre, que la llamaba "castor", algo que siempre he considerado imperdonable, y sobre el que Rius ha escrito un ensayo. Es otro rasgo del libro, la visita a aquellos autores que Rius ha trabajado más, Adorno, Sartre y D'Ors, en una equiparación discursiva que no me parece enteramente puesta en razón, con todos los respetos para el autor catalán. 

En un ejercicio de lo que los psicólogos llaman "autoodio" resulta obvio que las mujeres carecen de individualidad, pues esta está determinada por la del hombre, definido desde la Edad Moderna como propietario de su persona y rentas (p. 138), núcleo de lo que McIntyre llamaría, cual es de universal conocimiento, el individualismo posesivo. Cosa de hombres. Fascinante que toda esta consideración se abra con una reflexión sobre el incesto de Andres/Ulrich y Agathe en El hombre sin atributos, aunque sea de nuevo en compañía de Cacciari. Soy decidido partidario de cuestionar la pretendida universalidad del tabú del incesto como fundamento de la condición humana y, aunque Lévy-Strauss también aparece de refilón, aplaudo la interpretación del juicio de Salomón y su vinculación a la sin par Medea como verdadera espada que zanja la aporía de la justicia y el derecho. Mencionados los dos términos, es inevitable la reaparición de Antígona, la verdadera heroína filosófica, la impolítica por excelencia, si bien me temo que el deseo de rebajar a la buena de Alcestis ("eroina del oikeiotés" según Cacciari (p. 161)) nos priva de un paralelismo mucho más ilustrativo y enriquecedor a la par que inquietante entre la esposa de Jasón y la hija de Edipo.

Pero no haya problema. Rius dedica la parte siguiente (En el nombre del padre), al siempre edificante asunto del parricidio. Reaparece aquí de nuevo el club de los filósofos y conviene hacer dos precisiones. La primera es de género. Los filósofos son hombres. La filosofía es cosa de hombres y las mujeres son cooptadas a ella en la medida en que aceptan la metafísica masculina. Quizá estoy tomándome libertades de todo tipo, incluida la topología filosófica, pero encuentro que es una conclusión muy aceptable de la observación de Rius de que el deconstruccionismo de Derrida, que predica la muerte del sujeto, demuestra que su presunta universalidad teórica responde a la perspectiva del varón (p. 209). O sea, no me invento nada.

La segunda precisión es de época. La interesante reflexión de Rius se ciñe a parte de la filosofía contemporánea, básicamente Derrida, Agamben, Foucault, Heidegger, Sartre, Benjamin, con algunas excursiones a Rousseau, Nietzsche y Kierkegaard y, en la antigüedad, sobre todo Aristóteles y algo de Platón, complementado con un posterior San Agustín a la hora de hablar del alma de las ciudades. No hay mención de la filosofía medieval, la renacentista o la Ilustración. Podría, pues, suponerse que el repaso no es contra los filósofos, sino contra algunos filósofos. Aunque imperen y rellenen el horizonte. Pero cierto gusano de luz advierte de que a lo mejor no estaría de más cotejar ciertas afirmaciones que, desde luego comparto, con casos que pudieran hacerlas problemáticas. Por ejemplo, se me ocurriría preguntar a Pedro Abelardo, cuyo tremendo castigo constituye una enmienda a la totalidad filosófica. 

El parricidio que predica hoy Cacciari es simbólico. El originario, según Freud, tuvo como móvil las hembras (p. 201), o sea, más claramente, la provisión de hembras. Por cierto y de pasada, siempre que de algo se predica la condición de originario, se lo residencia en el contundente terreno de lo real: solo andando el tiempo y consolidándose, se revestirá de la condición simbólica como forma de embellecimiento. Reza con la acumulación originaria de capital, la formación de la propiedad privada y, más tarde el poder constituyente, del que Rius trata en otras partes de libro, al examinar la función del estado de excepción teorizado por Carl Schmitt y reteorizado por Agamben, que no es otra cosa que el retorno a la forma originaria del poder, como se retorna a la violación colectiva de las mujeres cuando la guerra se encarniza, a la acumulación ampliada de capital en condiciones de esclavitud cuando arrecian las crisis o la vuelta al parricidio quizá bajo la forma de las bocas inútiles, por citar otro título célebre de Simone de Beauvoir. Al llegar al parricidio reaparece Antígona a la que, salíéndose por la tangente, dice Rius con divertida malicia, Kierkegaard considera la novia del sufrimiento (p. 204).

Tratándose de mujeres, la biopolítica foucaultina se enseñorea de la cuarta parte, cuyo nombre manifiesta un perverso juego de palabras, Biodegradables. Según Agamben, el paradigma de lo biopolítico es Auschwitz pues es en los campos de exterminio en donde se materializa el estado de excepción (p. 228). La autora recuerda otro autor de los años setenta, Ivan Illich, cuya crítica a la "medicalización" de la sociedad estaba en la misma línea. Cierto. Y esa crítica se hizo aun más radical y aguda, provocando en su consistencia un griterío contrario cuando; el teórico de Cuernavaca le dio por pedir la desescolarización de la sociedad. No sé si esa conclusión puede sostenerse ni siquiera armado con el radicalismo foucaultiano.   La biopolítica trae de nuevo la permanente presencia de Medea con el asesinato de sus hijos y la cuestión de su tiene "derecho" a ello (p. 234), cuestión que revienta la apacible división de Arendt entre trabajo, labor y actividad como cartografía del quehacer del amo/hombre y la sierva/mujer o las observaciones  deBeauvoir cuando esta se decide a abordar la gestación y las políticas de reproducción en Occidente (p. 255).

Biopolítica. De todas las determinaciones políticas, para Medea elige la autora acertadamente la de "contrapolítica" que se distingue de la "apolítica" de Antígona en que esta, en el fondo, justifica la política, mientras que Medea es irreductible. Se entiende la fascinación oscura que ejerce en quienes pensamos radicalmente. Después, y no es ficción, el derecho romano autorizaba al padre a matar a los hijos y Agamben dice que es un ejercicio biopolítico del poder en el sentido de "dejar vivir y hacer morir" (p. 272). De aquí deriva el poder constituyente citado más arriba, como constitución de la potencia. La comunidad imposible de San Agustín y la conversión de lo efímero en permanente (Benjamin/Agamben) simbolizado en la figura del ángel (p. 280), con cuya consideración cierra Rius esta parte para acabar su alegato en contra de los filósofos aquí y ahora y en el futuro.

La última parte del libro quiere seguir hacia delante sin ira. Por lo demás, ¿cómo podría proyectarse? La ira es una reacción y no puede haber reacción sin acción salvo como contemplación de la potencia que, como la técnica, dice ser neutra. Tiene dos partes, una dedicada a las contingencias y otra a las indecisiones y con estas dos experiencias queda claro, me temo, que sabemos que muchos filósofos no distinguen una mujer de un gato, pero no sabemos por qué.

Las contingencias son desconsoladoras. Sartre reconoció a regañadientes, pero sin subterfugios, que no hay sujeto colectivo. El nosotros-objeto carece de entidad ontológica (p. 308). No hay nosotros-sujeto, pero sí nosotros-objeto. Tómese el episodio de la  Plaza de Tianmen. Según Agamben tratóse de la comunidad irrepresentable. Los filósofos están hoy de vuelta de la idea del "sujeto absoluto" que el marxismo asimilaba al proletariado mundial (p. 323) y hoy no hay más que un hacer un  deshacer de forma que la candidata al desoeuvrement es Penélope, otra mujer que, como Pandora, hace una aparición fugaz.

El ángel de la historia de Benjamin, el "angelus novus" de Klee anuncia el fracaso del hegelianismo, la imposibilidad de la comunidad, que es imposible porque no puede dar razón de sí misma (p. 348), es incapaz del para sí hegeliano. Vivimos en la "lógica de la contingencia" y el realismo político al que angélicamente deberemos doblegarnos, a su vez, anuncia la imposibilidad de las utopías y la idea de que la justicia nunca reinará sobre la tierra, cosa que la autora reproduce del amigo Cacciari (p. 354). Tengo para mí que este socorrido "angelus novus" trae la resignación frente a la primitiva rebelión angélica y que en su aparente naïveté esconde la respuesta a la pregunta del capitán de las legiones de ¿Quién como Dios? cuya respuesta solo puede intuirse en ese dictum de Adorno que Rius cita un par de veces:  la inteligencia es una categoría moral (p. 369). Falta la estética para redondear la idea clásica. Vendrá de inmediato.

La inteligencia debiera estar libre de determinación de género. Pero aquí es donde los filósofos confunden la mujer con el gato. La diferencia radica en la  connotación de "viril" con respecto a lo "femenino" que Rius compara con "epiléptico". Lo "viril" es el origen de la virtud y prevalece en Marx y Engels, en Kant, en Schopenhauer, Bergson y Kant. En el límite, "la sensibilidad es varonil" (p. 375).

Junto a las contingencias, las indecisiones. Cosa problemática a la hora de cerrar una obra tan abigarrada como esta, sin un plan estratégico, sin un sistema de defensa y ataque, hecha de avances, incursiones, guerrillas, asaltos y retiradas. Frente a los restos del idealismo solo queda el materialismo, pero las filósofas no simpatizan con la materia. Solo Beauvoir (p. 416).  La materia tiene forma. Únicamente los indecisos aman la falta de forma. Sartre reproduce la dualidad aristotélica de la forma masculina y la materia femenina (p. 420) y Adorno, cuya sensibilidad era total, aborda el programa de un materialismo moral desde una perspectiva estética, según anunciamos antes (p. 418)

Los filósofos no distinguen, pues, una mujer de un gato, reitera la autora. Y, a juzgar por sus marrullerías, tampoco ellos se distinguen gran cosa de los felinos.

dijous, 26 de novembre del 2015

Imposible caer más bajo.

Según mis noticias, Mr. Sobresueldos se fue ayer a la COPE a hablar de fútbol -su dedicación intelectual- tras haberse negado a participar en un debate con los candidatos de otros partidos apadrinado por El País, al que piensa enviar a la ratita hacendosa, vicepresidenta de eso que llaman gobierno. La vulgaridad y la ordinariez de este hombre son verdaderamente bochornosas. Y no le va en zaga el dirigente del principal partido de la oposición, Sánchez, que se fue a otro programa de TV a hacer el ganso porque alguien le ha dicho que eso da votos y estos tipos, carentes de enjundia intelectual, de personalidad, de ideas, hacen lo que les dicen sus asesores... o lo que les pide el cuerpo.

Los otros dos dirigentes de los muy impropiamente llamados "partidos emergentes" (impropiamente porque C's, de "emergente", al cabo de diez años, no tiene nada), Rivera e Iglesias, tampoco pierden ocasión de regresar al nivel que, en el fondo, es el suyo. Rivera estuvo haciendo gracias en un programa por el que ya había pasado también el de Podemos. Es época electoral y hay que mostrar el lado "humano" de los líderes. Como si tuvieran otro. Comprensible, por lo demás. Es la fuerza de eso que los analistas llaman el "infoentretenimiento". Y, caramba, los analistas también tienen que vivir.

Con todo, hay escalas y proporciones y no todo el mundo alcanza el mismo grado de necedad. Mr. Sobresueldos es el presidente de gobierno de un país europeo en un momento especialmente grave para Europa, cuando esta está siendo golpeada por el terrorismo. Al margen de lo que cada cual piense sobre el origen y las causas de ese terrorismo, lo evidente, palmario, patente es que hay que contrarrestarlo, hay que garantizar la seguridad de la población porque para eso esta elige a los gobernantes y los paga: para que la protejan. Ya Hobbes señalaba que la razón de ser de los Estados y los gobiernos era que los ciudadanos pudiéramos librarnos del miedo. Pero lo dijo en inglés, uno de los numerosos idiomas que Mr. Sobresueldos ignora. Resultado: así como Hollande, Valls, Merkel, Juncker, Cameron, en fin los políticos de verdad, están cumpliendo con su deber y haciendo lo que se espera de ellos, él se va a hablar de fútbol a la emisora de los obispos. Porque en este país, los obispos tienen una emisora de radio, entre muchas otras armas que en sus manos son de estupidización masiva.

En su dejación de deberes, el hombre de los sobresueldos tiene el apoyo total de Sánchez quien coincide con él en que no hace falta mandar soldados a Siria ni tampoco tomarse en serio el resto del trabajo. Total, él tampoco se opone a nada. Es curiosa esta dejadez, teniendo en cuenta que nadie los obligó a ser políticos y que cobran muy jugosos sueldos que ahora otro de ellos, el tal Rivera, también conocido como Falangito, quiere multiplicar por cuatro. Hoy se amplia a C's el pacto antiyihadista que a Palinuro le parece una pérdida de tiempo, pero ellos, los políticos, lo celebran como la panacea contra el terrorismo. Y, sin embargo, ninguno de los dos, Rajoy/Sánchez, piensa asistir, mientras que Rivera, con algo más de sentido escénico sí piensa hacerlo.

Exactamente, ¿en manos de qué majaderos e incompetentes está este desgraciado país? Van a los programas de fútbol pero no a los actos que ellos mismos llaman "de Estado".

¿Y se extrañan de que los catalanes quieran largarse?

Violencia de género. Misoginia.

Ayer fue el día en contra de la violencia de género. Se realizaron muchos actos. Bien. Hubo conferencias, seminarios, concentraciones, convocatorias de todo tipo. Mejor. Se publicaron estadísticas de malos tratos, abusos, feminicidios. Todavía mejor. En España, en lo que va de año, 48 mujeres asesinadas por sus parejas. En otros países del mundo igual o peor. Se manejaron cifras terribles. La información es imprescindible. Todo cuanto se haga será poco.

Y poco es poco. A pesar de la conciencia creciente, a pesar de las leyes, siempre necesarias, de los políticas públicas, de las medidas de todo tipo. Siempre será poco. Porque el problema no es el de un comportamiento inmoral o ilegal, más o menos extendido, una conducta desviada por muy extensa que sea y que se puede atajar. No.

El problema es mucho más profundo. El problema es el verdadero iceberg que hunde el Titanic de la humanidad.  El problema es que la cultura, toda la cultura, es misógina. 

(Aviso de que gran parte de lo que sigue parecerá excesivo a muchos, muy radical. Las bellas conciencias harán bien en no seguir leyendo). 

Toda la cultura, en el sentido en que los iusnaturalistas y los ilustrados la entendían como lo opuesto al estado de naturaleza. La cultura como el estado "no natural" del ser humano, el estado social en el sentido que tenía en Rousseau cuando, al comienzo del Contrato social, advierte que el hombre nace libre pero en todas partes se encuentra encadenado. Alguien tan inteligente como el ginebrino podría haber dicho con la misma o mayor justicia que el ser humano nace igual (en igualdad de géneros) pero por todas partes la mujer está sojuzgada. Podría haberlo dicho, pero no lo dijo porque era un misógino de los pies a la cabeza.

Ese es el problema. Que la cultura, toda cultura es misógina. Que son misóginas todas las religiones, todas las civilizaciones, todos los sistemas filosóficos. Acabo de terminar un interesante tratado de Mercè Rius,que comentaré en los próximos días, acerca de la cantidad de estupideces que los más ilustres  filósofos han dicho sobre las mujeres a las que no distinguen de los gatos. Alguno saldrá (los antropólogos son muy aficionados) diciendo que en tal o tal otra tribu perdida en el Pacífico sur reina la igualdad de sexos, cuando no la superioridad del femenino. Generalmente son trolas, pero no importa, no perdamos el tiempo. Excepciones ¿vale? La regla es lo otro.

Ese es el verdadero problema: la misoginia está imbricada en la existencia humana desde la cuna a la tumba, desde el soliloquio del monje a los mensajes dirigidos a millones de auditorios. Se absorbe en la familia (quizá el vehículo más poderoso de perpetuación del sometimiento de las mujeres), en la educación, en los juegos de la infancia, en los lances amorosos, a lo largo de toda la vida, en la muerte y más allá. La trasmiten los hombres, las mujeres, las mismas madres, las hijas. Está en las estructuras del lenguaje, en las leyendas, tradiciones, en la moral en el deísmo y en el ateísmo, en el arte, en la música, en todas partes.

Su base es la fuerza bruta, la violencia, desde el origen de los tiempos al día de hoy.

Bienvenidas todas las leyes y medidas. Siempre pocas. Siempre tarde. Siempre pacatas. Porque la cuestión es infinitamente más vasta. No se piense que propugnamos un abandono vergonzante al advertir de la enormidad del problema. Al contrario. Al decir que cuanto se hace es poco, se aspira a que se haga más. Si por Palinuro fuera, los sistemas educativos sufrirían una revisión total para feminizarlos y se alimentaría un clima social en el que los piropos estuvieran desterrados y cuantos estúpidos machistas van haciendo chistes sobre la "corrección política" sufrirían el desprecio de la colectividad, por no hablar de los listos que encuentran "degradante" toda discriminación positiva. Además de las leyes, las campañas, las políticas públicas, las reformas, etc, que son todas pocas, hay que ir a fondo en la educación. De niños y adultos. En cuestión de igualdad de género son los adultos los que necesitan más educación, más permanente, más vigilancia.

Porque la misoginia es el veneno mismo con el que entramos en la sociedad. La llevamos los hombres en el fondo del alma. En buena medida somos lo que somos, la especie es lo que es (con sus grandezas y miserias, como dicen los textos edificantes de todas las ideologías) por ella. Infecta a las mujeres por conducto de los hombres que nos sentimos así afirmados cuando nuestras víctimas nos alaban. Nos hemos construido sobre la misoginia y por eso hacemos como que no la vemos. Nacemos de las mujeres y no podemos soportarlo. Muy cierto aquello del poeta de que todo el mundo mata lo que ama.

Todo cuanto hagamos, repito, será poco. Y los hombres debemos defender sin ambages el principio de igualdad. Pero no la igualdad como condescendencia. Porque nunca llegaremos a sentirnos iguales de verdad mientras no seamos capaces de sentirnos inferiores, también de verdad.

dimecres, 25 de novembre del 2015

¿Es una guerra?

Entiendo a las gentes que bajo el lema no en mi nombre, piden una manifestación el sábado próximo en contra de la guerra, de los bombardeos y también, claro, del terrorismo. Cómo no voy a hacerlo si ya estuve en la gran manifa en contra en 2003, cuando los tres criminales de las Azores lanzaron aquella guerra ilegal, de robo y saqueo, basada en la patraña de unas armas de destrucción masiva que sabían de sobra que no existían.

Pero hay dos aspectos en los que discrepo. El primero es el lema de "no en nuestro nombre". No me gustan las copias ni los plagios, ni echar mano de lo ajeno. ¿No se trata de intelectuales y artistas? Que inventen, que creen, que sean originales, que no chupen rueda. Además, y esta es la segunda discrepancia, no cabe ignorar que las circunstancias son muy distintas. Se dirá que contra la guerra es cosa de estar siempre y no hay circunstancias que valgan. Pues, si se dice, no estará muy bien dicho. En 2003 no había agresores; los agresores éramos nosotros. No había guerra; la encendimos nosotros. Hoy hay agresión y hay guerra y no son nuestras sino que nos vienen de fuera. Entonces ofendíamos; ahora nos defendemos. Ignorar este aspecto no es muy atinado. 

Ciertamente habrá quien diga que es preciso profundizar y no dejarse engañar por la propaganda: estos ataques también los hemos provocado nosotros con nuestras políticas, injerencias y arbitrariedades anteriores. Es posible, quizá casi seguro y sirve para no incurrir en autocomplacencias ni perder el espíritu crítico. Pero, en las circunstancias actuales, resulta irrelevante. Con razón o sin ella, estamos siendo objeto de ataques de nuevo tipo en un estilo que muchos consideran -y no es disparatado- una tercera guerra mundial en la que las pautas bélicas tradicionales no operan, en la que no hay posiciones, trincheras, uniformes, unidades militares ni bases y en la que tampoco los Estados son los agentes característicos. Si la guerra total, que pusieron en marcha los nazis, convertía a la población civil también en objetivo militar, la guerra santa la convierte en el objetivo prioritario, si no el único porque de lo que se trata es de sembrar el terror de modo que una población en pánico presione a sus gobiernos en el sentido deseado por los terroristas.

La legitimidad con la que responden los países atacados seguramente no será suficiente explicación o excusa, pero es mucho más aceptable que el acto de pura piratería de las Azores. La situación es más matizada y compleja. Hay un clima creciente de temor y terror en nuestras sociedades que será más o menos comprensible, pero es. Decir aquí sin más que "no en nuestro nombre" puede ser perjudicial y absurdo. Habrá que ver de qué se trata. Por supuesto, salir achacando el no en nuestro nombre al "buenismo retrógrado" de la izquierda, como hace Casado, portavoz del PP, solo prueba que este chisgarabís no dice más que tonterías. Pero tampoco hay que creer que la fórmula del "no en nuestro nombre" resulte ganadora porque sí. Al contrario, tiene muchas posibilidades de encontrar un eco mediocre. De entrada, el presidente del gobierno, el hombre de los sobresueldos, está hoy tan poco interesado en ir a la guerra como quienes protestan contra ella. Ciertamente, es el mismo que aplaudió como vicepresidente la guerra de 2003. Pero ahora él es el presidente y sabe que una intervención en la de Oriente Medio puede hacerle perder las elecciones, que es lo único que le importa. Y cuando digo lo único, digo lo único. El resto le trae sin cuidado porque un hombre que no tiene respeto por su propia palabra, no tiene respeto por sí mismo y, además, no es respetable.

Para salvar su pellejo electoral, el de los sobresueldos tuvo una de esas ideas que, por lo ruines, dan la medida de la (nula) talla moral del personaje: se ofreció a relevar a las tropas francesas destacadas en Malí y otros lugares más o menos neocoloniales. De ese modo, los contingentes franceses quedaban libres para ir a machacar el Oriente Medio, una astucia obvia. Pero unas horas después, un grupo de terroristas tomaba 170 rehenes en un hotel en Bamako, capital de Malí y, al final había veinte muertes. Si te he visto, no me acuerdo.El sobresueldos retiraba la oferta y la vicepresidenta del gobierno juraría a quien quisiera escucharla que los franceses no habían presentado reclamación alguna, cosa inverosímil por dos razones: 1ª) porque la afirmación es de Saénz de Santamaría que no ha hecho otra cosa que mentir desde el comienzo de la legislatura; y 2ª) porque los franceses están muy interesados en involucrar a la mayor cantidad de aliados posible para aumentar su eficacia y disminuir sus pérdidas. 

No se atreve a enfrentarse a Hollande y Valls, a decirles que España ve con horror el terrorismo, pero no puede participar en las medidas que se tomen porque no quiere perder las elecciones de diciembre: Busca escapatorias de típico marrullero. Así, cualquier decisión que afecte al Oriente Medio  y nuestra participación en él, será escrupulosamente reconducida al Parlamento. Es decir, el que lleva cuatro años gobernando por decreto-ley, con desprecio absoluto por el Parlamento, se ha hecho casi asambleario. No porque haya descubierto de repente las ventajas del parlamentarismo sino porque calcula que, con suerte, los trámites parlamentarios le permitirán incumplir el límite de tiempo.Y no tendrá que negarle algo a Valls, pues no se atreve.

Los desastres de la guerra.

En el Conde Duque de Madrid, una exposición de imágenes de fotorreporteros españoles en una serie de guerras y conflictos a lo largo y ancho del mundo al día de hoy. Son 74 fotos solemnente expuestas en una gran sala bastante oscura con la iluminación concentrada en las imágenes para que resalten más. Las matanzas, las guerras, los conflictos, la miseria, las situaciones de injusticia. Yemen, Siria, Palestina, el Congo, Libia,  varias ciudades mexicanas, Haiti, Ucrania, Turquía, Afganistán. Civiles muertos, mujeres violadas, combatientes mutilados, niños asesinados, paisajes de ruina y desolación. Casas demolidas, maquinaria de guerra despanzurrada en el desierto, basureros, calles destrozadas, lugares arrasados, destruidos, minados.La rutina del día a día entre la vida y la muerte.

Son imágenes que nos hemos acostumbrado a ver en los medios, en los periódicos, en los telediarios, hoy en un país, mañana en otro, o vídeos de You Tube en los que previamente se nos advierte que lo que vamos a ver "puede herir nuestra sensibilidad", una advertencia morbosa que suscita mayor curiosidad porque nuestra sensibilidad es ya la de los paquidermos a fuerza de ponerla a prueba. Esta exposición acumula en un solo espacio, de una sola vez, lo que la realidad nos administra por entregas. Y realmente satura y asquea. Todas las fotos están documentadas y explicadas (por cierto, no muy cómodamente, pues hay que dar la vuelta para ver las leyendas) con referencia a situaciones, problemas, conflictos que, a veces, nos suenan, nos son familiares y otras nos resultan desconocidos o son incomprensibles. Pero, en realidad, acaba por darnos igual. Esos rostros, las miradas, los gestos, hablan por sí mismos y son como piezas desarticuladas de una composición general de barbarie, brutalidad, muerte y desolación.

Mientras miraba no podía dejar de pensar en los Desastres de la guerra, de Goya, en cómo el artista dejó un legado del horror con intención de golpear nuestra conciencia poniéndola delante de nuestra capacidad para la crueldad. Hoy los escenarios de esas bestialidades se han multiplicado y los Goyas contemporáneos, armados con sus cámaras, dejan tras de sí ese testimonio de la interminable tendencia del ser humano a dejar de serlo cuando se enfrenta a sus semejantes.

Un último homenaje de agradecimiento a los fotorreporteros que arrostran dificultades, privaciones y riesgo para sus vidas al hacer un trabajo impagable: fijar para siempre y acumular los testimonios de la parte más oscura del alto grado de civilización a que hemos llegado.

Era Heráclito quien decía que la guerra "es el padre de todas las cosas". A lo mejor va siendo hora de que la humanidad mate a su padre.

dimarts, 24 de novembre del 2015

Lemas y debates.

Las campañas electorales son reyertas de truhanes, pero se preparan como si fueran justas de caballeros. Pablo Casado, el portavoz del PP que hace bueno a Carlos Floriano, ha presentado el lema y la imagen con que concurrirá el PP, esto es, el emblema del partido. La parte iconográfica es la silueta de una cabeza azul sobre fondo rojo, como si fuera un anuncio de los años cincuenta de Okal, lenitivo del dolor. La cabeza añil lleva sobreescrita una leyenda algo más celeste pero que ocupa todo el espacio: cerebro, rostro, cuello. 

La leyenda es una orden. Usa el imperativo "piensa", muy típico de la mentalidad autoritaria. Pero son autoritarios de hoy, o sea, medio anarquistas, porque dicen que pensemos pero "sin prejuicios". También es una orden, pero se atenúa porque se nos pide que nos liberemos de algo generalmente tenido por malo, los "prejuicios". O sea, "piensa", a secas, sin prejuicios, sin nada, libremente. Bueno, no serán tan autoritarios. Un momento: a continuación señalan que la mente nos puede jugar una mala pasada. O sea: "piensa", sí, y hazlo sin prejuicios, pero, ojo, que el órgano pensante ("tu mente") puede ir contra ti, perjudicarte. Y es que, caramba, nada hay más peligroso que una mente abierta, libre. Por eso es preciso orientarla, encauzarla. No adoctrinarla, claro es, nada de eso, sino simplemente iluminarla, hacerle ver el recto camino. A continuación, el PP especifica una lista de veinte (20) cuestiones sobre su gestión que suelen plantearse falsamente y aporta veinte (20) respuestas correctas, para que las mentes libres las aprendan, las incorporen, las hagan suyas y las repitan por doquier.

Como el catecismo del padre Astete.

El PP no se limita a presentar su emblema con el orgullo y la satisfacción que rebosa el señor Casado, supongo que por la Iglesia. Viene luego la política de comunicación en cuanto a su participación en los debates. Campo de minas.

Todo el mundo sabe que los debates, los directos, las ruedas de prensa, las intervenciones públicas, el mero llamar a un taxi en la calle es un reto para Rajoy. No sabe llamar un taxi, ni hablar en público, no sabe leer ni entiende su letra y, cuando no tiene un guion claro y ha de improvisar dice auténticos dislates del tipo de "un plato es un plato y un vaso, un vaso", "en España hay españoles que son mucho españoles" o "van a subir el IVA de los chuches".

Un debate de más de uno (él mismo y nada más) ya le resulta problemático, así que uno de cuatro debe de parecerle la noche de Walpurgis. ¿Cómo supone El País que el presidente de los sobresueldos va a aceptar sentarse en un debate a cuatro en su redacción para que pueda ser emitido en directo a todas partes? Es como pedirle al Papa que oficie una misa satánica.

Es verdad que los tres aspirantes, que se dan traza de ser canes de raza, con algún viso de lobo solitario, no son más que gozquecillos atolondrados. Ladran en falsete por las calles pero, en el fondo, comparten con Mariano Rajoy la impostura en que él se mueve, como si España fuera un Estado de derecho y una democracia, como si hubiera división de poderes, garantía de los derechos de los ciudadanos, independencia de la justicia, actividad parlamentaria legislativa y de control y un gobierno responsable y no la arbitrariedad reinante de una mayoría absoluta parlamentaria que ha destrozado el Estado de derecho y la democracia.

Por supuesto, mientras los partidos de la oposición compartan este simulacro y no replanteen todo negándose a reconocer legitimidad alguna en un gobierno de un partido corrupto con un presidente bajo sospecha que se niega a dimitir, los debates seguirán siendo falsos, acartonados e inútiles.

Y aun así, Rajoy no los quiere.

La imaginación viajera.

La fundación de la Telefónica, llamada Espacio, tiene una interesante exposición sobre las obras más conocidas de Julio Verne. Comisariada con mucho acierto y abundancia de medios por María Santoyo y Miguel Ángel Delgado trae un gran acopio de piezas del mundo verniano, grabados, libros (sobre todo preciosos ejemplares de las ediciones de los Viajes extraordinarios de Pierre-Jules Hetzel), fotografías, objetos, maquetas, carteles, películas, dcumentos, todo lo que un visitante puede exigir para que lo devuelvan, como si de un  relato del novelista francés se tratara, a la infancia y la adolescencia. Me llevé a mis hijos y aproveché la ocasión para seguir haciéndoles apreciar los fantásticos mundos que la imaginación de los genios del pasado ha ido creando. Sin detrimento, claro está, de los juegos de las tablets.

De todos los escritores de aventuras de mis años mozos, Salgari, Verne, Cooper, Scott, Reid, Stevenson, May, etc., los dos primeros ocupan un lugar preferente porque disponía de una abundante provisión de libros de comienzos de siglo procedentes de la biblioteca de mi abuelo y de los que me fascinaban, por supuesto, los contenidos y luego los grabados. Nunca he podido acostumbrarme del todo a que los libros dejaran de venir ilustrados y eso a pesar de que muchas veces sentía la frustración de que el ilustrador tuviera una visión distinta de la mía o ilustrara episodios irrelevantes, pasando por alto los que me parecían decisivos.

Julio Verne fue un típico hijo de su tiempo, un fervoroso creyente en el progreso, los avances de la ciencia, la ruptura de límites, la búsqueda, la exploración incesantes. Fue un positivista, educado en la filosofía, casi religión, de Saint Simon y Comte, alguien convencido de que el hombre conquistaría la naturaleza y el universo entero. Sus obras son conocidas en todo el mundo, están traducidas a todas las lenguas y muchos de sus personajes son familiares en los más alejados puntos del globo, Miguel Strogoff, Phileas Fogg, el capitán Nemo, Robur el conquistador (este no es tan famoso pero es uno de mis preferidos), Matías Sandorf, Godfrey Morgan (otro de mis favoritos, un robinsón), el capitán Hatteras, Claudio Bombarnac, Héctor Servadac etc. Suele decirse que es el padre de la ciencia-ficción, pero otros sostienen que esto es inexacto, por mucho que Isaac Asimov lo sostenga. Y también por mucho que lo emparenten con su contemporáneo H. G. Wells, muy apreciable sin duda y escritor muy avanzado, pero de otro talante. Soy de esa opinión. Julio Verne es un prodigioso literato (sobre la calidad de su obra ya se discutió en su tiempo y seguirá discutiéndose mientras haya a quien emocionen las aventuras, la intrepidez de las gentes, la audacia, la curiosidad) y un autor de libros de viajes maravillosos, todos ellos inventados pero muy realistas. Por eso, el exitazo de sus obras, que lo hicieron rico, viene encarrilado por el hallazgo de estar escritas como una gran serie, una saga de Viajes extraordinarios. 

Y no se crea que merecen ese nombre los relatos de viajes, de periplos, de trayectos en sentido estricto por inverosímiles y extravagantes que parezcan y que son los más famosos (a la luna, al centro de la tierra, al fondo del mar, alrededor del mundo, al sistema solar, el centro de Asia) sino que, en realidad, lo son casi todas sus demás obras. Miguel Strogoff es un viaje por Rusia y Siberia; Robur el conquistador, una historia de una máquina voladora por todo el mundo; Los millones de la Begun, a los Estados Unidos; Las tribulaciones de un chino en China, obvio; Cinco semanas en globo, por el África central, etc. Casi todas las obras de Julio Verne son viajes, traslaciones de historias, trayectos, desplazamientos y están vinculados de mil maneras a la historia de la literatura casi desde sus orígenes hasta hoy mismo, cuando casi nadie lo lee. Y es una pena.

Señalan los comisarios con gran acierto que Julio Verne llevó a sus lectores desde el polo norte a la Tierra de Fuego, del centro del planeta a la luna, pero él no se movió de su gabinete de trabajo. Sus narraciones, decíamos, son muy realistas y están perfectamente documentadas porque, como buen positivista, estaba al tanto de los avances de las más diversas ciencias. En verdad quizá sea este su punto literario más débil: sus prolijas explicaciones sobre todo tipo de experimentos y descubrimientos científicos son a veces indigestas. Él viajaba más que nada con la imaginación, como ha pasado con otros autores que nunca han puesto pie en los lugares que describían o lo hiceron después, por ejemplo Karl May. Así, Verne, recluido en su gabinete de trabajo viene a ser como la versión real del prodigio de imaginación que fue el librillo de Xavier de Maistre, el hermano de Joseph, Viaje alrededor de mi cuarto, publicado en 1794.

La exposición documenta algunas de las secuelas de los viajes vernianos. El Viaje al centro de la tierra inspiró al aragonés Segundo de Chomón, del que pueden verse trozos de películas bien interesantes. Innecesario decir que el Nautilus tomó forma real en el submarino de Isaac Peral. En la literatura de nuevo el propio Verne escribió su La esfinge de los hielos en homenaje a Edgard A. Poe, como continuación a su relato sobre Las aventuras de Arturo Gordon Pym. Enorme el impacto de La vuelta al mundo en ochenta días, que no solamente animó a la intrépida periodista Nellie Bly (de la que hay mucha referencia en la exposición) a completarla, aunque acortando el plazo a 72 días; también impulsó al prolífico Vicente Blasco Ibáñez a escribir una Vuelta al mundo de un novelista, un magnífico relato. Y no se hable del calembour cortazariano de La vuelta al día en ochenta mundos.

No sigo por no hacer el post interminable, así que me remito a las dos novelas de Verne de un viaje a la luna (De la tierra a la luna y Alrededor de la luna) porque también son etapas de un largo sueño de la humanidad, llegar a la luna, que siempre me ha fascinado. Según mis noticias, el primer viaje a la luna es de Luciano de Samosata, allá por el siglo II a. d. C., con un barco arrabatado por un tifón que lo deposita en el satélite. Hay quien dice que ese viaje es el que impulsó a Johannes Kepler a escribir su famoso Somnium (1623) en el que un aventurero llega a la luna para hacer mediciones sobre la tierra y, de paso, como quien no quiere la cosa, defiende la doctrina de Copérnico que todavía por entonces no era cosa muy recomendable. Por esas fechas (hacia 1628), un  clérigo inglés, Francis Godwin, publica un curioso escrito, El hombre en la luna en el que un español Domingo Gonsales, llega a nuestro satélite tirado por unos poderosos gansos. Era una época en que los españoles eran notados viajeros. Probablemente Cyrano de Bergerac leyó el libro de Godwin cuando él mismo se fue a los Estados e imperios de la Luna y el Sol hacia 1657, en una obra que tradujo Palinuro en su día por no ser menos que quienes ya lo habían hecho con anterioridad sin que ninguno hayamos conseguido hasta la fecha convencer a la gente de que además de un narizotas de ficción, Cyrano fue un gran escritor, fabuloso espadachín, más que mediano dramaturgo y poeta, librepensador, filósofo e intrépido viajero... al estilo de Verne. 

Verne, el que enseñó a Méliès la forma de llegar a la luna y, con él, a centenares de miles de lectores y espectadores en todo el planeta.