Entiendo a las gentes que bajo el lema no en mi nombre, piden una manifestación el sábado próximo en contra de la guerra, de los bombardeos y también, claro, del terrorismo. Cómo no voy a hacerlo si ya estuve en la gran manifa en contra en 2003, cuando los tres criminales de las Azores lanzaron aquella guerra ilegal, de robo y saqueo, basada en la patraña de unas armas de destrucción masiva que sabían de sobra que no existían.
Pero hay dos aspectos en los que discrepo. El primero es el lema de "no en nuestro nombre". No me gustan las copias ni los plagios, ni echar mano de lo ajeno. ¿No se trata de intelectuales y artistas? Que inventen, que creen, que sean originales, que no chupen rueda. Además, y esta es la segunda discrepancia, no cabe ignorar que las circunstancias son muy distintas. Se dirá que contra la guerra es cosa de estar siempre y no hay circunstancias que valgan. Pues, si se dice, no estará muy bien dicho. En 2003 no había agresores; los agresores éramos nosotros. No había guerra; la encendimos nosotros. Hoy hay agresión y hay guerra y no son nuestras sino que nos vienen de fuera. Entonces ofendíamos; ahora nos defendemos. Ignorar este aspecto no es muy atinado.
Ciertamente habrá quien diga que es preciso profundizar y no dejarse engañar por la propaganda: estos ataques también los hemos provocado nosotros con nuestras políticas, injerencias y arbitrariedades anteriores. Es posible, quizá casi seguro y sirve para no incurrir en autocomplacencias ni perder el espíritu crítico. Pero, en las circunstancias actuales, resulta irrelevante. Con razón o sin ella, estamos siendo objeto de ataques de nuevo tipo en un estilo que muchos consideran -y no es disparatado- una tercera guerra mundial en la que las pautas bélicas tradicionales no operan, en la que no hay posiciones, trincheras, uniformes, unidades militares ni bases y en la que tampoco los Estados son los agentes característicos. Si la guerra total, que pusieron en marcha los nazis, convertía a la población civil también en objetivo militar, la guerra santa la convierte en el objetivo prioritario, si no el único porque de lo que se trata es de sembrar el terror de modo que una población en pánico presione a sus gobiernos en el sentido deseado por los terroristas.
La legitimidad con la que responden los países atacados seguramente no será suficiente explicación o excusa, pero es mucho más aceptable que el acto de pura piratería de las Azores. La situación es más matizada y compleja. Hay un clima creciente de temor y terror en nuestras sociedades que será más o menos comprensible, pero es. Decir aquí sin más que "no en nuestro nombre" puede ser perjudicial y absurdo. Habrá que ver de qué se trata. Por supuesto, salir achacando el no en nuestro nombre al "buenismo retrógrado" de la izquierda, como hace Casado, portavoz del PP, solo prueba que este chisgarabís no dice más que tonterías. Pero tampoco hay que creer que la fórmula del "no en nuestro nombre" resulte ganadora porque sí. Al contrario, tiene muchas posibilidades de encontrar un eco mediocre. De entrada, el presidente del gobierno, el hombre de los sobresueldos, está hoy tan poco interesado en ir a la guerra como quienes protestan contra ella. Ciertamente, es el mismo que aplaudió como vicepresidente la guerra de 2003. Pero ahora él es el presidente y sabe que una intervención en la de Oriente Medio puede hacerle perder las elecciones, que es lo único que le importa. Y cuando digo lo único, digo lo único. El resto le trae sin cuidado porque un hombre que no tiene respeto por su propia palabra, no tiene respeto por sí mismo y, además, no es respetable.
Para salvar su pellejo electoral, el de los sobresueldos tuvo una de esas ideas que, por lo ruines, dan la medida de la (nula) talla moral del personaje: se ofreció a relevar a las tropas francesas destacadas en Malí y otros lugares más o menos neocoloniales. De ese modo, los contingentes franceses quedaban libres para ir a machacar el Oriente Medio, una astucia obvia. Pero unas horas después, un grupo de terroristas tomaba 170 rehenes en un hotel en Bamako, capital de Malí y, al final había veinte muertes. Si te he visto, no me acuerdo.El sobresueldos retiraba la oferta y la vicepresidenta del gobierno juraría a quien quisiera escucharla que los franceses no habían presentado reclamación alguna, cosa inverosímil por dos razones: 1ª) porque la afirmación es de Saénz de Santamaría que no ha hecho otra cosa que mentir desde el comienzo de la legislatura; y 2ª) porque los franceses están muy interesados en involucrar a la mayor cantidad de aliados posible para aumentar su eficacia y disminuir sus pérdidas.
No se atreve a enfrentarse a Hollande y Valls, a decirles que España ve con horror el terrorismo, pero no puede participar en las medidas que se tomen porque no quiere perder las elecciones de diciembre: Busca escapatorias de típico marrullero. Así, cualquier decisión que afecte al Oriente Medio y nuestra participación en él, será escrupulosamente reconducida al Parlamento. Es decir, el que lleva cuatro años gobernando por decreto-ley, con desprecio absoluto por el Parlamento, se ha hecho casi asambleario. No porque haya descubierto de repente las ventajas del parlamentarismo sino porque calcula que, con suerte, los trámites parlamentarios le permitirán incumplir el límite de tiempo.Y no tendrá que negarle algo a Valls, pues no se atreve.