En el Conde Duque de Madrid, una exposición de imágenes de fotorreporteros españoles en una serie de guerras y conflictos a lo largo y ancho del mundo al día de hoy. Son 74 fotos solemnente expuestas en una gran sala bastante oscura con la iluminación concentrada en las imágenes para que resalten más. Las matanzas, las guerras, los conflictos, la miseria, las situaciones de injusticia. Yemen, Siria, Palestina, el Congo, Libia, varias ciudades mexicanas, Haiti, Ucrania, Turquía, Afganistán. Civiles muertos, mujeres violadas, combatientes mutilados, niños asesinados, paisajes de ruina y desolación. Casas demolidas, maquinaria de guerra despanzurrada en el desierto, basureros, calles destrozadas, lugares arrasados, destruidos, minados.La rutina del día a día entre la vida y la muerte.
Son imágenes que nos hemos acostumbrado a ver en los medios, en los periódicos, en los telediarios, hoy en un país, mañana en otro, o vídeos de You Tube en los que previamente se nos advierte que lo que vamos a ver "puede herir nuestra sensibilidad", una advertencia morbosa que suscita mayor curiosidad porque nuestra sensibilidad es ya la de los paquidermos a fuerza de ponerla a prueba. Esta exposición acumula en un solo espacio, de una sola vez, lo que la realidad nos administra por entregas. Y realmente satura y asquea. Todas las fotos están documentadas y explicadas (por cierto, no muy cómodamente, pues hay que dar la vuelta para ver las leyendas) con referencia a situaciones, problemas, conflictos que, a veces, nos suenan, nos son familiares y otras nos resultan desconocidos o son incomprensibles. Pero, en realidad, acaba por darnos igual. Esos rostros, las miradas, los gestos, hablan por sí mismos y son como piezas desarticuladas de una composición general de barbarie, brutalidad, muerte y desolación.
Mientras miraba no podía dejar de pensar en los Desastres de la guerra, de Goya, en cómo el artista dejó un legado del horror con intención de golpear nuestra conciencia poniéndola delante de nuestra capacidad para la crueldad. Hoy los escenarios de esas bestialidades se han multiplicado y los Goyas contemporáneos, armados con sus cámaras, dejan tras de sí ese testimonio de la interminable tendencia del ser humano a dejar de serlo cuando se enfrenta a sus semejantes.
Un último homenaje de agradecimiento a los fotorreporteros que arrostran dificultades, privaciones y riesgo para sus vidas al hacer un trabajo impagable: fijar para siempre y acumular los testimonios de la parte más oscura del alto grado de civilización a que hemos llegado.
Era Heráclito quien decía que la guerra "es el padre de todas las cosas". A lo mejor va siendo hora de que la humanidad mate a su padre.
Era Heráclito quien decía que la guerra "es el padre de todas las cosas". A lo mejor va siendo hora de que la humanidad mate a su padre.