dilluns, 8 de juliol del 2013

El innombrable ha hablado.


La bomba de Bárcenas es como un desesperado con un mechero en la santabárbara del buque. Ayer toda España fue una corrala con las primeras explicaciones-aclaraciones-acusaciones del ex-tesorero sobre sus antiguos cofrades. A tenor de lo dicho y transcrito en El Mundo, el PP lleva veinte años gestionando al modo más puramente mafioso sus ingentes caudales procedentes de donaciones millonarias de empresarios que luego recibían contratos suculentos de las administraciones públicas, con claro quebranto para la Hacienda pública. Los donativos se troceaban. Una parte iba a pagar los sobrecostes de las campañas electorales con el fin de burlar el Tribunal de Cuentas; y otra desaparecía en forma de sobresueldos o mordidas permanentes de la cúpula dirigente de la organización: presidente, secretario general, vicesecretarios y otros mandarines. De ser esto cierto, cabría considerar al PP como una asociación de malhechores. Porque de lo afirmado por Bárcenas hay dos conclusiones:

Primera: las elecciones han sido todas fraudulentas, viciadas de ventajismo. Las victorias electorales son ilegales y, en el fondo, todas las medidas de los gobiernos emanados de esas elecciones tramposas, nulas. Esa práctica corrompe de raíz el sistema democrático en lo que le quedare de tal.

Segunda: gran parte de los dirigentes del PP, gobernantes incluidos, el propio Rajoy incluido, han estado supuestamente cobrando sobresueldos altísimos de procedencia ilegal, mientras predicaban austeridad a sus compatriotas y les obligaban a practicarla con medidas restrictivas. Sobresueldos que se financian con los dineros que se sisa a esos compatriotas, al igual que cuantiosos y espléndidos regalos.

Hoy se reúne la ejecutiva nacional del PP. ¿No tiene nada que decir al respecto? ¿Nada que decir el gobierno? ¿Nada el presidente Rajoy?

No se sabe si habrá rueda de prensa. Pero, conociendo el percal de estos "servidores públicos" ya puede adelantarse que no dimitirá nadie (cuando debían hacerlo todos en bloque) y tampoco habrá explicaciones con el argumento de que el gobierno no interfiere en la justicia y las declaraciones lo son de un señor sin nombre como otro cualquiera. En verdad, no se sabe cuánto tiempo más podrá mantenerse una actitud tan cínica.

Bárcenas no es un señor cualquiera. Tiene nombre. Fue tesorero del PP nombrado y apoyado por Rajoy, está en la cárcel acusado de varios delitos, sabe de lo que habla y lo que dice deja a Aznar, Rajoy y demás dirigentes en una posición vergonzosa. Y no se hable de Cospedal, a la que atribuye el declarante haber ingresado en nombre propio o del partido una comisionceja de 200.000 € por una contratación ilegal. Si sus declaraciones se convierten en acusaciones, tendrán uno u otro valor probatorio. Pero alguno tendrán. ¿Puede seguir siendo presidente del gobierno una persona bajo sospecha de haber incurrido en una corrupción sistemática y prolongada en el tiempo? Por muy prescritos que estén los supuestos delitos, la respuesta es "no".

Por lo demás, tremendamente revelador, ¿cómo están las querellas contra Bárcenas de los dirigentes del PP? Se pusieron tremebundos, amenazaron con torva faz, pero ¿me equivoco si digo que no hay una sola querella del PP contra Bárcenas en los juzgados?

Y, asunto que apenas se trata pero es de gran interés público dilucidar: ¿quiénes son esos periodistas y comunicadores a sueldo directo del PP? Todo el mundo imagina sus nombres, apenas haya visto o escuchado unos minutos las intervenciones de algunos miembros de esta fiel infantería en los medios audiovisuales. Pero interesa conocerlos de cierto, así cómo cuánta era su mordida de fondos ilegales. Mas que nada para diferenciarlos de aquellos otros honrados que defendieran al PP por convicción y desinteresadamente. Que alguno habría y no hay derecho a pensar de él (o ella) que sea igual de mercenario y esbirro que los que trincaban los sobres.

El gobierno tiene que explicarse o dimitir.

La oposición tiene que exigir la dimisión del gobierno o dimitir ella misma.
 
Y las gentes tenemos que decir basta a este expolio y esta burla sistemáticos.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

En defensa de lo propio.

Alain-G- Gagnon (2013) Época de incertidumbres. Ensayo sobre el federalismo y la diversidad nacional. Presentación de José María Sauca Cano. Traducción de Luis Gómez Romero. Valencia: Tirant lo Blanch (239 págs.).

Habitualmente los comentaristas de libros, una tribu multinacional, concentramos nuestro quehacer en el contenido de las obras y, excepción hecha de los de arte, raramente atendemos a otros factores formales, como el título o su presentación. En este caso, sin embargo, es obligado, como se verá de seguido. El título trae inevitablemente a la memoria la célebre obra de 1979, de John Kenneth Galbraith, La era de la incertidumbre, como si quisiera enganchar con aquel estupendo fresco del siglo XX del economista gringo. El autor lo precisa con un subtítulo, "Ensayo sobre el federalismo y la diversidad nacional" que induce a cierto error porque no es un ensayo; son seis, independientes entre sí, escritos en momentos distintos y para audiencias muy diferentes. Cabe, sí, hablar de ensayo en singular porque, siendo el autor el mismo y los temas coincidentes (aunque con notables cambios de perspectiva y de escala), hay una unidad. La unidad del mosaico, cuyas teselas armonizan. El mismo autor que tampoco está tan seguro del título de forma que en su página de agradecimientos dice: "Hubiese podido titular este libro Regreso de España (Retour de l'Espagne), (p. 21) a su vez título de un cuadro que le impresionó mucho en una visita a Madrid. Queda claro, la incertidumbre empieza con el título y apunta de inmediato a otro elemento peculiar que hace de esta obra algo muy interesante: el autor.

Regreso de España. No Regreso de Catalunya, como hubiera sido de esperar, dado el carácter fuertemente nacionalista de la obra. Nacionalista quebequés pero con tantos lazos con Cataluña que cabría considerar al autor casi también nacionalista catalán. Y escocés; pero con menos bríos. El nacionalismo es muy internacionalista. Prueba de esta proximidad es la edición de la obra con un particular esmero. Trae una atinada presentación con semblanza del autor de un ilustre catedrático de la Universidad Carlos III, José María Sauca, quien también ha revisado la traducción del francés, a cargo de Luis Gómez Romero. Este mantiene una relación personal con el autor. El sueño de todo traductor: poder interrogar al texto traducido en su misma fuente. En verdad, la traducción es muy pulcra y está en lo que en internet se llama "español internacional standard", salvo por el par de simpáticos mexicanismos, que certifican la identidad nacional del traductor. Es obvia la intención de publicar un texto cuidado que sirva de presentación de la interesante doctrina de Gagnon en los temas que tanto apasionan en España y especialmente en el ámbito catalán puesto que la idea general (secundaria, pero siempre presente) es que hay paralelismos obvios entre la situación de Quebec en el Canadá y la de Cataluña en España. Tanto que, aunque se dice que se trata de una "edición española", no parece que haya una francesa. Es decir quizá sea una recopilación de artículos con tema unitario, recogidos aquí por primera vez y editados en español con el apoyo de la Generalitat de Cataluña.

En cuanto al autor, Gagnon es un académico muy activo en la vertiente práctica de aquello sobre lo que investiga y teoriza. Lo cual plantea la siempre apasionante cuestión de la relación entre teoría y praxis en las ciencias sociales. Esta dualidad epistemológica viene adobada con una adscripción ideológica de muy compleja naturaleza, el nacionalismo. Gagnon es un brillante politólogo canadiense, nacionalista quebequés. La complejidad del nacionalismo se echa de ver en que, aun siendo nacionalista el autor, si no ando errado, la palabra "nacionalismo" no suele aparecer en el texto. Es como si quisieran soslayarse las habituales disquisiciones teóricas sobre el concepto, dando por supuesta su validez. De lo que se trata es de ver cómo se puede conseguir que una comunidad nacional alcance su plenitud en un contexto democrático y federal. Es decir, se trata de un nacionalismo pragmático. Quienes consideren el pragmatismo inherentemente conservador deben recordar que el nacionalismo quebequés tiene ya cosechadas dos derrotas en sendos referéndums de independencia en 1980 y 1995 y, además, se mueve ahora, quiera o no, en el contexto de la Ley de claridad del Parlamento federal de 2000, basada en el dictamen del Tribunal Supremo de 1998.

Y no es solamente esta una poderosa diferencia entre el nacionalismo quebequés y el catalán que aún está por conseguir que España le permita hacer un referéndum de autodeterminación. Hay otra menos mencionada pero esencial dado el carácter comunitario, orgánico que late siempre en el fondo de todo nacionalismo: el nacionalismo catalán (y el escocés) carecen de contexto, de hinterland cultural. Sin duda, los catalanes pueden hablar de los països catalans, pero es un ámbito restringido, inmediato y todo él sometido. Igual con Escocia. El idioma gaélico, emparentado con el irlandés, no permite hablar de comunidad alguna. En cambio, el nacionalismo quebequés se sabe miembro de una comunidad supranacional, de una koiné, de la Francophonie. Y eso cuenta. ¿Cómo olvidar el repentino acicate que supuso el inesperado grito de De Gaulle en Montreal en 1967: Vive le Quebec libre!?

Que el nacionalismo, una ideología con fuerte componente sentimental, de pertenencia, raíces, comunidad e identidad, se hace presente en la prosa de Gagnon se observa cuando personaliza la acción institucional/nacional y afirma cosas como que Quebec quiere o pretende, obviamente refiriéndose a la nación. Pero, al tratarse de "atajos" en un discurso rigurosamente académico, dan a este mayor atractivo, pues lo sacan de lo meramente especulativo y lo relacionan con el contexto de conflicto en que se produce toda política. Los fundamentos son sólidos. Por la obra desfilan los comunitaristas como Walzer o Taylor, los filósofos políticos de la identidad colectiva, como Kymlicka y los patriarcas del pensamiento liberal, al estilo de Isaiah Berlin, cuya celebérrima distinción sirve a Gagnon para fundamentar su interesante disyuntiva integración/habilitación (pp. 116/130). Por tanto, puede desplegarse el espíritu práctico. Es el que lleva al autor a reproducir el texto del editorial conjunto de doce periódicos catalanes publicado el 26 de noviembre de 2009 en defensa del Estatuto de Autonomía (con la mención de Cataluña como nación), titulado La dignidad de Cataluña. Gagnon obviamente opina, al igual que Palinuro, que el compromiso político concreto del autor no tiene por qué dañar su discurso si este es riguroso y refleja una genuina búsqueda de la verdad desinteresada. El nacionalismo a veces ciega en este segundo aspecto; pero no es el caso con nuestro autor. Al contrario.

Los trabajos reunidos en el libro son muy interesantes porque mezclan la especificidad quebequesa en el Canadá (naciones minoritarias vs. naciones mayoritarias) con conceptos universales lo cual da mejor perspectiva. Así se trata la diversidad lingüística en los contextos pluralistas, con una referencia concreta negativa a la sentencia del Tribunal Constitucional español sobre el estatuto en materia lingüística (p, 72). El capítulo sobre globalización y regímenes de ciudadanía es especialmente ilustrativo. En concreto, al relacionar la globalización con la multinacionalidad se abren posibilidades nuevas, como esa "ciudadanía concurrente" que el autor propone (p. 83). Hay aquí una búsqueda del concurrir quebequés que fluye en meandros. Lo ideal es el modelo intercultural, que el gobierno canadiense rechaza (p. 96); la única vía es el federalismo multinacional (p. 97), para lo cual es preciso profundizar en la constitución informal (p. 98)y contar con una ciudadanía activa (p. 106). Puedo pasar la constitución informal, que suena a constitución material, pero lo de la "ciudadanía activa", lo confieso, me produce algún temor por atisbarse detrás una actitud de movilización política de carácter ideológico que puede ir por cualquier lugar.

Lo esencial del objetivo de Gagnon para Quebec y, también Cataluña, es la habilitación, eso que otros menos pulcros, traducen como "empoderamiento". La autonomía no es suficiente; se precisa la habilitación (p. 158). Habilitación ¿para qué? Sospecho que la respuesta a esta pregunta es: "para todo". Resulta lógico con la aspiración de toda nación a ocupar un sitio de igual en un mundo de iguales. Resulta asimismo lógico que se proponga la vía pactista para articular la federación (p. 174) y que, esta, a su vez, sea una Federación de Tratados (p. 192), aunque cueste distinguir esta federación de una confederación; incluso de un órgano de problemática definición, como la UE, a la que Gagnon dedica una interesante referencia.

Es época de grandes incertidumbres, concluye el autor (p. 199), y por eso hay que articular una política de la dignidad y de la hospitalidad.

Sí, señor: la hospitalidad general kantiana, primer rasgo de la República mundial basada en la ciudadanía universal, seguramente la más concurrente.

diumenge, 7 de juliol del 2013

Gobernados por ladrones.


Disparando con munición dum-dum, Pedro J. publica hoy en El Mundo una conversación con Bárcenas en la que este presunto delincuente larga soga suficiente para ahorcar a sus antiguos compinches, Aznar, Rajoy, Cospedal, etc. Su pasaje más notorio es:

"Parte del dinero entregado se ingresaba en las cuentas bancarias del partido, parte se destinaba a pagar en negro el sobrecoste de las campañas electorales para eludir la fiscalización del Tribunal de Cuentas y otra parte se quedaba en la caja fuerte y era utilizado para otros fines. Según Bárcenas, el principal y más recurrente era el pago trimestral de sobresueldos en metálico al presidente, el secretario general y vicesecretarios del partido".

A tenor de este inenarrable panorama, ¿puede decirse que el PP es una asociación de malhechores? ¿Que España está gobernada por un manojo de sinvergüenzas, de trincadores profesionales de pastuqui, presididos por un mangante? ¿Por un grupo de granujas a cuyo lado Al Capone era una hermanita de los pobres? ¿Puede decirse que el rimbombante Aznar, el marrullero Rajoy, la ríspida Cospedal, el mamarracho Floriano, el charlatán Pons y el señoritingo Arenas no son más que vulgares estafadores? 

El país entero contiene la respiración por ver cómo el dios de la justicia fulmina con una querella jupiterina al locuaz Bárcenas y su altavoz Ramírez. Hay que recordar cómo las gastan estas honradas personas cuando se duda de su honorabilidad: Aznar lanzó querellas contra El País por la centésima parte de lo que larga Bárcenas. Rajoy balbució algo sobre acciones judiciales, aunque, como siempre, nadie entendió qué quería decir. Pero Cospedal, Floriano, etc, fueron duros y contundentes: se querellarían con los cien brazos de Briareo contra todos, todos lo que pusieran en duda que el PP fuera un partido transparente y sus dirigentes, la honradez personificada. No iban a tolerar que se manchara su buen nombre. Iban a perseguir en los tribunales a todo dios que se hiciera eco de las calumnias barcénigas, iban a... y a... y a... Menudos son ellos cuando se ponen.

Pues, nada, gente, adelante. Ahí hay alguien diciendo en público que sois una asociación de ladrones que lleváis veinte años robando mediante una estructura de crimen organizado, una mafia, una camorra, cosa que todo el mundo barruntaba y muchos ya sabían de sobra.

¿Qué? ¿No hay querella? ¿No hay explicaciones? ¿No hay declaraciones? ¿No hay dimisiones?

Rajoy ha abandonado esa ridícula reunión seudoacadémica de la FAES por la puerta de atrás, huyendo con el valor que lo caracteriza para no enfrentarse a los periodistas. No sin antes haber vendido sus fracasos como logros ante un Aznar más ceñudo que de costumbre y de soltar una de esas pruebas inmarcesibles de su estupidez. "De España, dice Rajoy, no puede decirse aún que vaya bien, pero sí que va mejor que antes y ha conseguido ya dar la vuelta al reloj de arena." Así, como suena: España ha dado la vuelta a la clepsidra y, por lo tanto, se queda como estaba. ¿Ven como este hombre tiene un grado insondable de estupidez?

Pero no es la estupidez de Rajoy, que ya se da por descontada, lo que aquí viene cuento, sino sus presuntas corrupciones, sus supuestos delitos y mangancias de todo tipo. Esa es la cuestión: ¿puede seguir al frente del gobierno un individuo que lleva presuntamente veinte años beneficiándose de una red de corrupción que ha convertido la política española un corral de sinvergüenzas? ¿Puede continuar un gobierno en el que se sientan ministros supuestamente corruptos hasta el tuétano, acostumbrados a financiar sus viajes, sus jolgorios, sus bolsos y trajes -incluido de nuevo el amigo Rajoy que en esto al parecer amulaba a Camps- con cargo a comisiones de cobros  presuntamente ilegales de dinero negro que se empleaba para cohechos, apropiaciones indebidas, quizá para blanqueo de dinero o para algo peor? ¿Por qué no? Si no hay respuesta a las acusaciones ya vertidas, ¿la habría si estas incluyeran trata de blancas, tráfico de drogas o contratación de matones? ¿En dónde está la raya entre un delito y otro?

Dos preguntas y dos (casi seguras) respuestas:

Pregunta 1ª: ¿No les da a ustedes vergüenza? Respuesta 1ª: No.

Pregunta 2ª: ¿Piensan ustedes dimitir ipso facto? Respuesta 2ª: No.

Perplejidad de Palinuro: ¿estamos obligados, no digo a obedecer, sino a escuchar siquiera y tomarnos en serio a este hatajo de presuntos ladrones?

¿No es demasiado que, además de engañarnos, insultarnos, despojarnos de nuestros derechos, robarnos nuestros salarios, subsidios, pensiones, expoliarnos de los servicios públicos, criminalizar nuestras protestas, abusar de nosotros en la calle, reprimirnos, manipular los medios, además, digo, se rían de nosotros mientras se forran y se llenan los bolsillos con dineros procedentes de sus saqueos?

¿A qué esperamos?

P.S.Ya sabemos los nombres de los presuntos chorizos en esta gigantesca estafa organizada. Pero faltan los de los periodistas e intelectuales a sueldo de estos sinvergüenzas. Además de lo que trincan quienes todos sabemos a sueldo de radios, televisiones públicas y "comisiones de expertos" por alabar a sus jefes, decir lo que quieren oír e insultar a los demás, ¿cuánto cobraban bajo cuerda de Luis El cabrón y quienes son?

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

Las horas bajas del duunvirato.


Las horas, los días, los meses y los años porque los dos dirigentes políticos más importantes del país llevan casi dos años en caída libre en el aprecio de sus conciudadanos. El barómetro de hoy de Metroscopia para El País pinta un panorama desolador para el fementido bipartidismo que últimamente carga con las culpas de todo, de la corrupción, de la ineptitud y la mala gobernanza en general. Y no se trata de una explosión repentina momentánea de pesimismo nacional, sino de una tendencia sostenida en el tiempo desde las últimas elecciones de noviembre de 2011. Basta con echar una ojeada a los gráficos. En veinte meses el PSOE ha perdido un tercio de sus votantes y el PP casi la mitad. Una hazaña conseguida gracias a la paciencia y la perseverancia en el error, porque las pérdidas han sido paulatinas, no de golpe y han dado tiempo suficiente para reaccionar. ¿Reaccionar? ¡Ca, hombre! Eso es de flojos. El gobierno se ha empecinado en esa política que él afirma tener muy madurada y el 74 % de los ciudadanos piensa que va improvisando sobre la marcha y a ello añade la cómica gestión que está haciendo de la corrupción barcéniga el presidente, una especie de autócrata escondido que se limita a repetir jaculatorias cuando no tiene más remedio que decir algo en público

La oposición supera al gobierno en descrédito, cosa verdaderamente singular cuenta habida de que suele desconfiarse más de quien tiene el poder que de quien aspira a él. Y como él, persevera en esa propuesta de oposición responsable que sus propios electores rechazan. Con razón porque es ambigua y con poco carácter de oposición en el sentido de crítica a la política del gobierno y propuesta de alternativa. Durante un año el PSOE solo habló de pactos y se lamentó amargamente de que el gobierno los despreciara; y hace unos meses, quizá alertado por el descenso en la intención de voto, ha empezado a tomarse en serio la oposición a las medidas concretas de aquel contraponiendo otras claras y realizables con el fin de recuperar el voto perdido. Pero el voto no vuelve. A lo mejor tiene el PSOE que radicalizar a la par que aclarar su posición. En concreto en dos asuntos: de un lado, la cuestión catalana y, del otro, la unidad de la izquierda y la forma de articulación de esta con los movimientos espontáneos de la ciudadanía que no se siente representada en las instituciones.

De haber elecciones ahora no se rompería el bipartidismo sino que se convertiría en otro de cuatro partidos; sería una división del Parlamento no en partidos sino en bloques. Tanto IU como UPyD multiplican sus votos, IU por 2,5 aprox. y UPyD por 2,8 aprox. La distancia entre IU y el PSOE que en noviembre de 2011 fue de casi 22 puntos ha quedado reducida a cinco. Nunca ha estado tan próxima la posibilidad del sorpasso, la hegemonía de IU, la izquierda transformadora, en el seno de la izquierda. En IU algunos lo tienen clarísimo, por ejemplo Enrique Santiago, secretario de Convergencia Política y Social de IU quien habla de modo claro, oportuno e inteligente de constituir un "bloque político y social" para que IU sea una fuerza determinante y mayoritaria.

En esa tarea de bloques, frentes, plataformas unitarias, imbricación con los movimientos y protestas extraparlamentarias, el PSOE anda poco. Varios factores de peso lo han mantenido alejado de las corrientes de opinión y las acciones sociales. Estos son: su estructura, fuertemente institucionalizada, con un montón de "cesantes" producto típico de la administración pública de la segunda restauración borbónica, que debiera llamarse la tercera porque la primera fue la del Deseado; la desmovilización de la derrota y la demostración de que, en punto a corrupción, el PSOE se acerca al PP, al menos en la emblemática Andalucía, en donde, guste o no guste al PSA se ha verificado la ley de hierro de la política de que el poder corrompe y el poder absoluto (en este caso no absoluto pero sí permanente) corrompe absolutamente. Por supuesto sin olvidar que la reacción del partido al caso de los EREs está a años luz de la del PP con respecto a Gürtel/Bárcenas.

Todo eso tiene al PSOE absorto y entregado a un ejercicio de renovación teórica fijado en su momento estelar en octubre de 2013. Conferencia Política coordinada, creo, por Ramón Jáuregui y nuevo programa del socialismo español. Sin duda será muy razonable. Algunas propuestas que se filtran suenan muy bien. Por ejemplo esa de constitucionalizar las garantías del Estado del bienestar. Algo que el constituyente de 1978 se abstuvo exprofeso de hacer al negar a los derechos económicos y sociales el mismo rango y protección que los fundamentales, cíviles y políticos. Sin olvidar que, para abrir boca, hay que empezar por derogar toda la legislación por la que el PP está desmantelando esa forma de Estado.

Pero, al mismo tiempo, es dudoso que el nuevo programa aborde cuestiones de mayor calado en un espíritu de reforma y renovación. Hay una propuesta de federalismo que no entusiasma a nadie y solo sirve para que el PP arme un guirigay, pero no para que los nacionalistas cejen en su empeño. Del derecho de autodeterminación ni se habla. Como tampoco se hablará de la conveniencia de un referéndum para dilucidar de una vez la cuestión Monarquía/ República. En cuanto a la separación entre la Iglesia y el Estado, probablemente habrá bellas palabras pero serán de escaso crédito dichas por un partido que no hizo nada por avanzar en ella en siete años de gobierno sino todo lo contrario.

Una última observación sobre la triste opinión que la ciudadanía tiene de sus políticos. En el caso de los dos del duunvirato su valoración es tan baja y tan sostenida en el tiempo que cualquiera se sentiría acomplejado solo saliendo a la calle y estaría pensando en dimitir a la primera ocasión. Pero no es el caso. Son dos perros viejos, políticos profesionales que llevan toda la vida en el quehacer público; lo han sido todo, han ocupado todos los cargos, han visto pasar generaciones, promesas deshechas como pompas de jabón; y tienden a pensar que, como todo pasa, también los sinsabores que, además, son menos cuando se llevan en comandita.

En cuanto al gobierno, caritativo velo. Wert sigue escalando puestos hacia abajo con un índice de desaprobación del 80 % de la ciudadanía. Y es que es inelegante y antiexcelente que el gobierno de la mayoría esté al servicio de la mayoría. Eso es una vulgaridad. Tiene que estar al servicio de los mejores, de los curas.

dissabte, 6 de juliol del 2013

A la nación por la palabra


Es muy de celebrar el acuerdo entre el PSOE y el PSC. Sobre todo por ellos mismos. Nadie les arrendaría la ganancia si se enfrentaran. Por eso han hecho bien poniéndose de acuerdo. Los pactos suelen ser buenos; indican maneras civilizadas, voluntad de diálogo y entendimiento, aunque no todo el mundo esté conforme. Siempre hay integristas prestos a tachar de traición todo pacto.

En el caso de los socialistas, el acuerdo parece haber llegado tras algunos episodios de tensión y abarca una decisión unánime (la federalización del Estado), otra a regañadientes de la parte mayoritaria (el principio de ordinalidad) y escudándose tras las togas de los magistrados de ¡dos tribunales constitucionales, el alemán y el español! y una concesión a regañadientes (la definición de Cataluña como nación) hecha por la parte minoritaria.

La cuestión del federalismo es un típico tigre de papel. España es ya materialmente federal. Hacerla formalmente requiere llamarla por su nombre, perder al miedo a la palabra, dotar de contenido algún órgano que ahora no lo tiene como el Senado y reconfigurar algún otro, como el Tribunal Constitucional y la propia Constitución. Y ya está la flamante monarquía federal borbónica. Suena un poco raro pero la Jefa del Estado de la federación canadiense es la reina Isabel. Los británicos suelen ir por delante en esto de las libertades, como se prueba por el hecho de que el Parlamento de Westminster acabe de aprobar la ley que autoriza la celebración del referéndum de independencia de Escocia el año que viene. En España ni los federalistas más pimargallianos quieren oír hablar de semejante ley para Cataluña. Así que el parto de los montes del acuerdo es el federalismo que probablemente tenga también la anuencia de la derecha o, cuando menos, su no beligerancia, cuenta habida de que no cambia las relaciones de poder reales. Otra cosa es que empiece a hablarse de federalismo asimétrico y los gestos comiencen a torcerse solo por no pararse a pensar que las CCAA ya son asimétricas de hecho. Pero ese otro debate, aunque también sobre palabras.

El principio de ordinalidad pasa sin mayores traumas porque lo aceptan los jueces y el PSOE actúa aquí por imperativo judicial, algo parecido al imperativo legal de los independentistas vascos. Una declaración que se hace cruzando los dedos. Pero, cuando menos, se hace. Se pretende así evitar que se hable del "expolio fiscal" y de que "Espanya ens roba". Reaparece el fantasma de la balanza fiscal y ya hay para entretenerse discutiendo un quinquenio.

Pero el punto crucial del acuerdo PSOE/PSC es la renuncia del segundo al reconocimiento de Cataluña como nación. Como están las cosas, eso va a costar un disgusto a los socialistas catalanes, que se han dejado llevar al huerto por los jacobinos del PSOE. Al huerto de los olivos, el del amargo cáliz, porque ese acuerdo PSOE/PSC que ignora la realidad nacional catalana es anterior al vigente Estatuto de Autonomía que recoge el sentir mayoritario de los catalanes de ser una nación y enmendado por el Tribunal Constitucional que, en su sentencia, dejó la referencia a la nación y a la realidad nacional de Cataluña en el preámbulo si bien precisó en el fallo que ambos términos carecen de valor jurídico, para tranquilidad de los recios patriotas, abundantes en el socialismo español. Ni siquiera esa demediada nación sin efectos jurídicos pasó el tamiz del integrismo territorial. Precisamente por acercarse a los populares en este campo, los socialistas no van a ser muy populares en Cataluña en lor próximos meses.

Lo curioso del caso es esa inquina a la mera palabra que, al carecer de eficacia jurídica, podría sustituirse por "el reino de los cielos". Con el término nación se han designado tantísimas cosas a lo largo de la historia que parece manía negar a los catalanes el derecho a llamárselo. Ha habido naciones bárbaras, hay naciones a orillas del Amazonas, naciones eran Salamanca o Vasconia en la Universidad de Bolonia, naciones las que se unieron en la II Guerra Mundial bajo el nombre de Naciones Unidas como frente de guerra cristalizado después en frente paz o algo así. Pero algo tienen las naciones que las hace distintas de los Estados (otra cosa es que los Estados se llamen nacionales) y es que, al designar un sentimiento basado en costumbres, tradiciones, cultura, religión, lengua, memorias, folklore, su origen proviene del pasado más o menos remoto. El ejemplo más típico es la nación judía, que remonta sus orígenes a una declaración de Dios a Abraham que lo constituye en patriarca del pueblo elegido, algo permanente, perpetuo, que está por encima de las contingencias históricas. En cambio el Estado sí que es siempre producto de esa contingencias, a veces en los campos de batalla y a veces en las batallas de las alcobas y, de nuevo, el caso más típico es el del Estado de Israel, a raíz de la partición de Palestina por la ONU en 1947, que emergió vencedor de la subsiguiente guerra contra los árabes en 1948.

Las naciones también pueden ser producto de contingencias, como el caso de los Estados Unidos, surgidos de una declaración de independencia de la metrópoli. Pero eso no quita que los Estados lo sean siempre y las naciones, no. Al negar a un grupo humano de siete millones y medio de personas el derecho a llamarse nación a partir de un sentimiento compartido por una mayoría cada vez mayor de la población, ¿qué se quiere decir? ¿Que no se reconoce la existencia de un sentimiento? ¿Por qué? Porque en el Estado español solo puede haber una nación española, se dice. Pero ¿por qué? ¿Por qué no pueden convivir dentro del Estado español dos o más naciones? ¿Acaso no tiene la nación catalana el mismo origen que la española, esto es, un sentimiento compartido? Los sentimientos de unos ¿son superiores o mejores a los de otro? ¿En virtud de qué?

Los catalanes habían conquistado el derecho a usar la palabra nación, aunque fuera sin efectos jurídicos y los socialistas retrotraen este espinoso asunto de principios a tiempos preestatutarios. ¿Por qué? Por una consideración estratégica. Saben que la próxima batalla será sobre sin Cataluña es o no una nación y quieren escoger el terreno del debate lo más cerca posible de sus trincheras. Si empiezan por reconocer la realidad nacional catalana tendrán luego más dificil parar los pies a los soberanistas dentro de su propio partido y convencerlos de que se olviden de "delirios" autodeterministas y drets a decidir. Pero ¿han calibrado el riesgo de que sean los soberanistas los que causen baja en el partido?

divendres, 5 de juliol del 2013

Su Majestad el Rey de España


"Al Rey la hacienda y la vida se han de dar; pero el honor es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios", dice el bueno de Pedro Crespo, ese Pedro Crespo que habita en el corazón de todos los españoles. El honor. He ahí la piedra en la que tropieza la raza. Otras naciones, también defensoras de ese preciado bien, no han tenido inconveniente en renunciar a él, en ser alevosas, felonas, traidoras, por creer que les iba en ello la supervivencia. Pero no los españoles. ¿Felones? ¿Traidores y alevosos los españoles? Jamás. Pueden haber sido crueles, depredadores, genocidas, tiránicos. La furia española viene de antiguo. Pero lo han sido por razones nobles. Antes de nada, el honor.

La monarquía, otrora justificada en el poder de las armas directamente blandidas por los monarcas en los campos de batalla, descansa hoy exclusivamente sobre el respeto, sobre el honor. Al extremo de que este la define cuando se dice que es una magistratura honorífica, cosa que tampoco asusta mucho pues suele matizarse como meramente honorífica. En todo caso, honra, honor, ejemplo, virtud (incluso la "virtú" maquiavélica, que viene de la "areté" griega), elegancia y liberalidad. Eso es lo que la Monarquía exige de y para sí misma.
 
Pero no es lo que procura. La dinastía de los Borbones está tachonada de comportamientos vituperables, ya considerados como hereditarios. Algunos ejemplos sobresalen: Carlos IV y Fernando VI fueron, entre otras cosas, felones y traidores, entregando la corona a Napoleón. De la Reina Isabel solo se conocen desatinos, libertinajes y puro delirio. Alfonso XIII creía que la sociedad estaba compuesta por caballos y militares y el resto era carne de cañón.

El actual en el oficio nunca estuvo muy sólidamente anclado en el corazón de sus súbditos. Las derechas no eran monárquicas sino franquistas y las izquierdas, ya se sabe, de la casta de Caín republicano. La distinción que muchos hacían (al parecer por prudencia) al afirmar que no eran monárquicos, sino juancarlistas, pretendiendo ser pragmática, era una afrenta a la esencia misma de la Monarquía pues reducía la figura del Rey no a la del sucesor dinástico (que, de todos modos, tampoco lo es) de la Corona, sino a la de un vulgar caudillo de origen cuartelario. Un Rey nombrado por un militar.

Una pléyade de intelectuales y comunicadores ha elaborado una especie de leyenda, legitimando la figura del Rey -y, de paso, de la Monarquía- por su valor instrumental. La Monarquía ha sido el medio utilizado por los dioses para devolver la democracia y las libertades y derechos a los españoles. El Rey es la transición misma; la democracia; el Rey es el cambio. ¡Viva el Rey! Es posible pero, si lo ha sido, fue como heredero y albacea de Franco; no como su opositor y alternativa. Tanto es así que hay quien dice que fue Franco quien trajo la democracia a España pues él ya sabía que el Borbón sería felón, como un Juliano, y haría lo contrario de lo que había jurado hacer. Suena algo a fábula pero he leído y oído cosas peores. En todo caso, aquí se quede la cuestión de la legitimidad de origen de la monarquía juancarlista, terreno propicio y muy sugestivo para los debates de expertos en estas cosas de la realeza.

El caso es que la Monarquía, la Corona, el Rey, Juan Carlos y su familia, llevan unos años dando tumbos cuesta abajo a toda velocidad en la estima de los ciudadanos. Los datos que ofrecen los barómetros del CIS, mantenidos en el tiempo, con consideración negativa hacia la Casa Real deben de tener a esta en permanente estado de aflicción que se añadirá al martirio que sufre con el procesamiento del duque rampante. Ya el empleo del término denota que, a la vejez, el monarca borbonea. El sentido en que se emplea aquí "martirio", es el popular, el folklórico que tanto aman los Borbones, el que apunta al sufrimiento (generalmente de amores), al tormento. Pero martirio no es eso, sino que se refiere a una inmolación gozosa que de sí mismo hace el creyente a mayor gloria de Dios y recompensa suya. Y no veo a Juan Carlos con una palma; más bien con muletas, mudos testigos de sus desvaríos.

Y ahí es donde la dinastía se ha precipitado en el abismo del desprestigio y el deshonor. La opinión, supongo, estará dispuesta a pasar por alto algún que otro desliz. Al fin y al cabo, todos somos humanos y del Rey suelen decir los papanatas que es una persona normal, como tú y como yo. Pero hay fuerte sospecha de que no es un desliz sino un comportamiento general, continuado y normalmente criticable, cuando no reprochable. Es imposible que la opinión pública pase por alto tantos osos, elefantes, miles de millones de fortuna según Forbes, tratos poco claros con la Hacienda pública, amigas íntimas de próxima residencia, yernos presuntamente hampones, familiares con dimes y diretes, yates, intervenciones poco afortunadas o directas meteduras de pata diplomática y de las otras. La caída de la imagen del Rey -de quien todo el mundo se acuerda cuando algún mandatario dimite, incluso aunque sea Papa, para recomendarle lo mismo- ha arrastrado a la institución. El otro día, el público del Real silbó y abucheó a la Reina. No a la Reina con Wert, cosa comprensible, sino a la Reina sola. El espejo de la discreta y sufrida dama que lleva con dignidad tanto ultraje se ha quebrado. Ni la Reina suscita respeto. Aquí el honor cuenta poco.
 
Lo dijo Ortega, ¿no? Pues ya está. Y tal.

(La imagen es una foto de Wikimedia Commons, bajo licencia Creative Commons).

dijous, 4 de juliol del 2013

El lío de la izquierda.


Es casi una jaculatoria en los círculos de la izquierda: ¿cómo es posible que gobierne la derecha con mayoría absoluta siendo nosotros más? Algo de responsabilidad cabe aquí a la desunión, la fragmentación, tan típica de la izquierda como el polen de la primavera. Se oyen rumores unitarios. Esto no puede seguir así. Hay que formar frentes, alianzas, generar movimientos. Hay que ir a la unidad de la izquierda. Ya no como táctica para la victoria sino para la mera supervivencia.

Así que lo primero que se hace es montar un movimiento nuevo. Convocatoria Cívica se llama la plataforma impulsada por Garzón, Mayor Zaragoza y un buen puñado de intelectuales de izquierda. Nace con un manifiesto y se concibe como un movimiento, si bien no descarta presentarse a las elecciones, aunque el juez aclare que él no será candidato. Por supuesto, la llamada primera de la nueva organización es a unir, a aglutinar fuerzas, a hacer frente a la derecha. Si no recuerdo mal, Julio Anguita a su vez, anima algo parecido de similar denominación, Foro Cívico o Frente cívico, no estoy seguro. Por otro lado se oye hablar de un Frente amplio promovido por Llamazares que está en IU, pero con su partido propio, Izquierda Abierta. No sigo contando los otros grupos por no marear, pero hay algunos más. Todos predican la necesidad de unidad de la izquierda. Y ninguno la practica porque todos quieren que se produzca en torno al palo de su bandera. Bien es cierto que las últimas formaciones muestran un talante más abierto, no quieren poner a la gente a marcar el paso y se muestran favorables a formas mixtas, como relaciones de redes, dobles militancias y cosas así. Pero cada uno es cada uno y eso se nota en la común característica de tratarse de asociaciones con un fuerte liderazgo personal.

La izquierda tiene un problema agudo de narcisismo imposible de resolver. La idea de concurrir a las elecciones toda unida como una piña, cual hace la derecha, la asalta periódicamente, pero no lo consigue, en parte porque no quiere y en parte porque no puede. Que no puede está claro: es imposible agrupar en una sola organización racionalmente constituida a tanto líder carismático u hombre providencial como bulle en el espacio público y que cada uno brille con luz propia y tenga una presencia destacada. Esa fórmula todavía no se ha inventado. Así seguirá por tanto la feria de la unidad de la izquierda en la que cada cual monta su chiringuito.

Esta nueva Convocatoria parece loablemente volcada a las redes digitales. Sí, la ciberpolítica es muy prometedora. Pero también es muy dura. Si los dirigentes de la formación creen que, por abrir sus páginas a los debates van a movilizar una aspiración regeneracionista, como parecen pretender, no tardarán en moderar considerablemente sus expectativas.

Pero tampoco quiere. Esto es más difícil de ver. Pero es real. La quiebra principal afecta a las dos formaciones mayoritarias de la izquierda, IU y el PSOE. En la medida en que IU es una formación hegemonizada por el Partido Comunista, la situación no es absoluto distinta a la que se ha venido dando en Europa hace casi ya cien años: una izquierda comunista desgajada del gran tronco socialdemócrata  que sigue generalmente su trayectoria. Durante el resto del siglo XX y lo que va del XXI se ha mantenido esa división de lo que antes se llamaba el "movimiento obrero" y es seguro que en el 90 % del tiempo ambas formaciones han estado enfrentadas y atacándose. Unirlas no es fácil.

Es hoy y, cuando alguien habla de unidad de la izquierda, seguro como la ley de la gravedad que algún otro negará al PSOE la condición de partido de izquierda.  Son los censores, generalmente del ámbito comunista, que no advierten el carácter plural y los contornos difusos de la izquierda pues únicamente se rigen por los dogmas que llevan en la cabeza. En su formulación más grosera, esta mentalidad remite a esa fórmula tan falsa como inepta de que el PP y el PSOE son lo mismo. Fue Rubalcaba quien por fin hubo de responder con contundencia a Coscubiela en el congreso diciéndole algo evidente para todo el mundo que no hable a base de prejuicios: que no, que el PP y el PSOE no son lo mismo, ni mucho menos.

Los socialistas están dispuestos, al parecer, a hablar con IU para llegar a acuerdos con el fin de frenar a la derecha. Parecería lo lógico (si se olvidan las muchas veces que han pactado con la derecha en contra de IU); pero no se ve a IU entusiasmada con la idea. Es comprensible. Los sondeos le auguran subidas de votos importantes (como a UPyD) y, en esa promesa, la formación vuelve a acariciar la idea aguitiana de los ochenta del sorpasso. Superar a los socialistas en votos es la última aspiración de esta izquierda y, obviamente, eso no sucedería si fueran unidos.

¿Y si, llegadas las elecciones, no hay sorpasso? Bueno, se dispondrá de cuatro años para fundar nuevos grupos unitarios. Y se hará y así se seguirá, con una izquierda mayoritaria a la que las minoritarias niegan la condición de tal y una miríada de "verdaderas" izquierdas, todas llamando a la unidad cada una desde su irreductible trinchera.

Esa patológica tendencia al fraccionamiento de la izquierda (mientras la derecha es unitaria) debe tener alguna explicación y, luego de darle algunas vueltas, he llegado a la conclusión de que quizá se deba a una circunstancia -entre otras- muy curiosa que normalmente no se subraya: la diferencia entre la derecha y la izquierda es que, mientras aquella defiende intereses, esta defiende ideales. Los intereses son pedestres, materiales, muchas veces inconfesables, pero sólidos y aglutinan mucho. La derecha sabe siempre lo que quiere, el poder y el dinero. Los ideales son etéreos, sublimes, muchas veces quiméricos, muy diversos y alimentan las fantasías de omnipotencia de unos dirigentes carismáticos que siempre prefieren ser cabeza de ratón que cola de león. La izquierda no suele ponerse de acuerdo en lo que quiere porque carece de anclaje práctico.

Pero la república de los ratones no es una perspectiva verosímil. Ni siquiera deseable. 

dimecres, 3 de juliol del 2013

¡Váyase, señor Rajoy!


¿No ve que es usted una vergüenza nacional e internacional?
¿No ve que en el extranjero le tienen por un inútil (el "político más incompetente de Europa", ha dicho de usted un eurodiputado británico, Nigel Farage)?
¿No ve que los españoles no le respetan y hacen chistes sobre usted, su afición a los sobres, su cobardía, su silencio, sus mentiras, su falta de entereza y dignidad?
¿No lee usted los barómetros en los que sistemáticamente aparece usted el penúltimo, siendo el honor del último para Rubalcaba?
¿No ve que nadie le cree -ni siquiera le ríe ya- sus mentiras?
¿No ve que hasta sus cofrades de partido se avergüenzan de usted?

¿Quién se ha creído que es usted?
¿Cree de recibo que un presidente de un país europeo lleve seis meses ocultándose vergonzosamente, no compareciendo ante la prensa o haciéndolo en situaciones ridículas a través de una pantalla de plasma? ¿Que es admisible no permitir preguntas y negarse a contestarlas?
¿Cree que un presidente medianamente respetable puede responder a preguntas que ponen en duda su honorabilidad y su honradez con necedades idiomáticas como "¡Sí, hombre!", "todo es falso menos alguna cosa" o "ya tal"?
¿Cree que hay un solo líder democrático en Occidente que lleve seis meses sin dar cuenta de sus actos, en especial cuando estos están teñidos de fundadas sospechas de ser los de un personaje corrupto?
¿Cree admisible que no comparezca usted en el Parlamento y, cuando lo hace, no responda a las preguntas de la oposición?
¿Cree usted que se puede despreciar de tal modo a los diputados de la oposición y, a través de ellos, a los millones de españoles que representan?
¿En qué mundo piensa que vive usted?

¿Cuánto tiempo más piensa usted seguir mintiendo cada vez que habla?
¿Cuánto sosteniendo que no cumple con su palabra pero sí con su deber, como si esto fuera una nación de granujas que ignorara que el primer deber de un hombre digno es cumplir con su palabra y, si no, no haberla dado?
¿Cuánto negándose a pronunciar el nombre de Bárcenas, esto es, el de quien puede tener las pruebas de que lleva usted años cobrando dineros indebidos y recibiendo regalos y agasajos de delincuentes?
¿Cuánto sin hacer pública de verdad (no esa falsedad que le amañaron sus trujimanes) su declaración de la renta?
¿Cuánto sin confesar en sede parlamentaria el monto total de lo que en blanco, en negro o en colorado haya recibido al mes por todos los conceptos?
¿Cuánto negándose a contestar a las preguntas de la gente sencilla sobre los dineros que cobra?
¿Cuánto mintiendo como un redomado hipócrita al afirmar que tiene "los problemas de los ciudadanos", mientras trincaba usted a las escondidas al parecer más de 200.000 euros anuales?
¿Cuánto explotando su altanera afirmación de que "no está en política por dinero" cuando se presume que lleva años apañando un capital que solo en sobres bárcenigos se calcula en 1.500.000 euros?

¿Qué cree usted que es la vida política de un país democrático?
¿Un lugar en el que el tesorero de un partido está en la cárcel y el presidente que lo nombró no se da por aludido ni acepta responsabilidad política alguna siendo así que hasta es posible que las tenga penales?
¿Un lugar en que el presidente del gobierno mantiene en el cargo a ministros bajo sospecha vehemente de corrupción (Ana Mato: 800.000 euros gurtelianos; Gallardón: 140.000 euros a Urdangarín) y hace la vista gorda cuando se le exige que los destituya?
¿Un lugar en el que se descubre que el ex-secretario general del PP, señor Arenas, lleva años despilfarrando el dinero de todos los españoles en sobresueldos, noches de lujo en el Palace, comilonas de 1.000 euros la mesa y otras andanzas posibles -aquí ya nada es imposible- y fáciles de imaginar, pero el presidente de ese mismo partido no acepta responsabilidad alguna?
¿Un lugar plagado de sinvergüenzas, corruptos, malversadores, estafadores, todos ellos de su partido y en estrecha relación con usted sin que haya usted jamás instado la dimisión de ninguno de ellos?

Váyase, señor Rajoy; váyase y no vuelva. Ha tolerado usted que, bajo su mandato, el latrocinio y la ilegalidad se instalen en su partido, siendo usted, presuntamente, el primer beneficiario.
Ha convertido usted la política en una actividad de embusteros, cínicos, corruptos y ladrones.
Ha desprestigiado usted España en el exterior y la tiene indignada en el interior.
Váyase ya tras haber denigrado todo lo que de constructivo, solidario y humano tiene la vida pública, comprando para su inútil defensa una pandilla de granujas que se forran a su vez con dineros mayormente públicos a cambio de hacerle la pelota y cantar sus excelencias, y pasan por ser publicistas y comunicadores.
Váyase. Ya no queda nada por ensuciar, pervertir, prostituir. El país esta en mitad de una crisis económica y moral y esta útima se debe en exclusiva a usted.
Porque de la crisis económica es corresponsable su antecesor, Zapatero; pero de la moral solo lo es usted. Zapatero puede no ser extraordinario. Pero es un hombre honrado.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimarts, 2 de juliol del 2013

El muro y la náusea.

Tomo prestados dos títulos famosos del siempre interesante y polémico Jean-Paul Sartre para llevar el agua al molino de mi país, hoy sumido en un desconcierto mayúsculo al no saber ya cómo interpretrar la oleada de corrupción, envilecimiento, hipocresía, embustes y abusos. Y no es fácil poner algo de sentido en este frenesí en el ue los más destacados políticos del PP andan ya a la gresca sin contemplaciones.

La señora Aguirre se tiene por una "política honrada" y dice estar absolutamente abochornada por la corrupción en el PP, aunque luego, ya sentada en la reunión presidida por Rajoy, uno de los principales sospechosos de haberse beneficiado de esa corrupción, se quedó muda, tras haber dicho que el presidente también está abochornado. Bueno, cualquier lo estaría. Pero, sin duda, no ignoraba que su compañera de partido, la inefable Cospedal, acababa de decir que el PP "ha hecho un ejercicio de strip-tease sin igual". Al margen de lo pintoresco de la metáfora que suena a club de alterne, si lo que se quiere decir es que el PP es transparente, es tan inverosímil que hasta Aguirre la niega. Nada de transparencia; lo que hay es corrupción. ¡Si lo sabrá ella! Se considerará como una política cuan honrada se quiera y está en su derecho en tanto que los ciudadanos estamos en el nuestro de reservarnos el juicio hasta que se aclaren los episodios de FUNDESCAM, la supuesta financiación ilegal del partido, los cientos de contratos con la trama Gürtel y el caso de la Gestapillo.

Aguirre está abochornada y Aznar está que bufa. Nada nuevo, se dirá; pues no; solo que ahora está que bufa con los suyos. Se ha negado a hablar en su universidad de verano de la FAES y no ha dirigido la palabra a Cospedal. Caballero no ha sido nunca el mozo, sino más bien de meter bolígrafos por los escotes. Ante tamaña grosería, Cospedal, quien tampoco es un prodigio de delicadeza, salió como pudo del trance, pues ya empieza a tener experiencia de encontrarse en apuros. Se puso a teorizar sobre la dimensión ética de la política y otras excelsitudes, pero la pregunta que le cayó, de estos periodistas metomentodo que hay, fue si no tenía miedo de lo que Bárcenas pudiera decir; a lo que contestó, garrida e ingenua que no tenía miedo a lo que pudiera decir Bárcenas. Es lógico, con lo que ha dicho y hecho hasta la fecha el ex-tesorero, Cospedal debería haber dimitido irrevocablemente.

Pero ahí están todos, bajo sospechas y acusaciones de corrupcion, tirándose los trastos en un sálvese quien pueda que, de momento, se evita por la consigna de Rajoy de no hablar, no hacer declaraciones, callar, por ver si escampa. Este es el muro, este obstinado casi delirante silencio de Rajoy, quien sigue sin pronunciar el nombre de su némesis: Bárcenas. Él que se reía de que Zapatero no pronunciara la palabra crisis, lleva seis meses sin mencionar el nombre de quien quizá pueda acabar con su carrera política y quién sabe si algo peor. Así que el silencio de Rajoy es el silencio del acusado, un mecanismo algo neurótico de defensa.

Solo se rompe ese denso y asfixiante silencio para decir perogrulladas, del tipo de que no se comentan las decisiones de jueces (salvo cuando las comentan, claro) y el PP colaborará -como ha hecho siempre- con la justicia. Para probarlo de una vez por todas, ayer nos enteramos de que el PP ha destruido el registro de entradas de Génova 13 que había pedido el juez Ruz. ¿Lo ven? Eso es colaborar con la justicia.

Es un muro de indiferencia, insolencia y desprecio por la ciudadanía sin parangón. El desparpajo con que los gobernantes mienten, se burlan de la opinión, se niegan a dar cuenta de sus actos, no admiten la menor responsabilidad por sus presuntas fechorías es alucinante. El gobierno es un muro tras el que van a refugiarse todos los que, en los últimos años, parecen haber vivido como marajás de la política a costa del erario público y aumentado en muchos casos sus patrimonios por vías corruptas. Frente a ese muro surge la náusea. Y esta se refuerza día a día con el goteo de noticias que, agregadas, presentan un panorama como de fiesta del latrocinio, la verbena de la estafa, la feria de las vanidades y el derby de la corrupción. Cuatro nuevos casos para ir rellenando huecos de este mosaico de la corrupción estructural, que afecta al partido del gobierno, al gobierno y a buena parte de la administración pública:
  • El fiscal pide investigar el caso del espionaje a Alicia Sánchez Camacho otra que, al parecer cobraba jugosos sobresueldos, sin aceptar la trapacería de los 80.000 euros a cambio de que no se hiciera público el contenido de unas conversaciones que, por lo que se ha filtrado, muestran una política de comportamiento claramente mafioso.
  • Recién salen a la luz más pápeles barcénigos que, de ser ciertos, nos muestran a un Javier Arenas dándose un vidorro de lujo de sátrapa durante años. Según los documentos, el PP pagaba a este ejemplar político diversos sobresueldos, semanas enteras en el Palace y festines como los del Rey Baltasar, que no bajaban de 1.000 euros, una especie de boato y derroche propios de un Gran Gatsby mezclado de Beau Brummel y Babbitt. Un dandy de provincias, un burgués con fantasías de refinado aristócrata, viviendo a cuerpo de rey en Madrid con cargo al partido que, al estar financiado con dineros públicos, significa con cargo a todos nosotros. Con razón se niega Arenas a aclarar cuánto ingresaba en metálico y en especie. Le daba vergüenza. Sí, es de vergüenza. Pero no dimite y se esfuma. Al contrario, mañana o pasado nos endiñará un discursito sobre la ética en la política.
  • Resulta que, entre las numerosas actividades de Blesa al frente de Cajamadrid, que dejó en la quiebra, había, al parecer créditos de favor para que los yernos de Alvarez Cascos y Díaz Ferrán se dieran a su vez el vidorro comprando yates y coches de lujo. ¿Quién dijo que había problemas de crédito? No para los amigos, ni para los yernos de los amigos.
  • El juez abre la vista oral contra dos asesoras de Camps, una de ellas, expresidenta de las Cortes valencianas, por malversación, cohecho y prevaricación, la trinidad delictiva propia de los barandas del PP. Si contamos todos los políticos de este partido procesados, imputados o bajo fuerte sospecha de estarlo en breve, exactamente ¿a quién se refiere Aguirre cuando habla de "políticos honrados"?
No se negará que la situación es calamitosa.Un gobierno sin autoridad moral alguna, con un índice bajísimo de confianza ciudadana y que es objeto de todo tipo de chirigotas, no puede hacer nada como no sea dimitir cuanto antes. El problema es que no hay recambio. En su propio partido todo es más de lo mismo y de la oposición nada mejor puede decirse. Únicamente Cayo Lara ha pedido la dimisión de Rajoy, Montoro y Cospedal por considerarlos cómplices de Bárcenas. El PSOE no comparece y su oposición es prácticamente inexistente a la sombra de esos pactos que -ya se ha visto- han servido para que nadie se entere de qué haya pasado en Bruselas. Dice Rajoy que "hemos conseguido casi todos nuestros objetivos". Ese casi es, como el "salvo alguna cosa", una magnitud indefinible. Por lo demás oposición constructiva, que quiere decir, invisible. En un artículo de El País, Elena Valenciano despeja rumores y equívocos, se afianza en la misión encomendada al secretario general (y entendida a su modo) y lo fía todo a la profunda renovación teórica con que el PSOE emergerá en octubre de su estudioso cenobio y, como un Moisés descendiendo del Sinaí, mostrará las tablas de la ley al pueblo elegido, o sea, al pueblo elector, cuya confianza quiere Valenciano recuperar. Una sola observación marginal: el mejor medio de ganarse un fracaso es generar expectativas desmesuradas a plazo fijo.

 Mientras tanto, la fiesta sigue. Hoy, la política española se hace en los tribunales.

 (La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dilluns, 1 de juliol del 2013

Cuando la razón la tiene el otro.


Voy a hablar de un libro que no he leído porque acabo de enterarme de su existencia. Tengo al autor, Bartolomé Clavero, en la máxima consideración, como estudioso, profesor, historiador y hombre de los más elevados ideales, defendidos con fuerte base documental y científica. Su Manual de historia constitucional de España es tan acertado al tiempo que original que uno se siente tentado a situar al autor en la estela del afamado constitucionalista estadounidense, Charles A. Beard. Desde luego comparte con él una visión materialista de su objeto, como se prueba en el resto de la abundante obra de Clavero.

No sobre el libro, que leeré, probablemente devoraré, en cuanto pueda, versa este comentario, sino sobre su contenido, según la noticia que de él da la prensa Un hijo de la casta franquista: "Nos beneficiamos y no podemos estar exentos de responsabilidades". Ahí es nada. Confesión a pecho descubierto de lo que quedaba por decir en este horrible drama de la guerra civil y el franquismo. Hasta ahora, cuando de reconocer una equivocación o un error se trataba, habían hablado los franquistas, los padres: Tovar, Ridruejo, Laín... Es curioso que una de las expresiones empleadas por Clavero en su presentación haya sido "descargo de conciencia", justo el título del libro de Laín. Pero el descargo actual es el de los hijos de la casta y va más a lo profundo de esa herida siempre abierta de la guerra y la postguerra (sobre todo la postguerra) haciendo un reconocimiento del otro de la contienda y admitiendo que tiene razón al reclamar justicia (siempre denegada) y devolución de cuanto le fue robado contra todo derecho. Que yo sepa es el primer hijo de la casta que se expresa en esos términos. Y no dudo de que si la casta entera fuese de tal parecer, si los franquistas y herederos de los franquistas reconocieran que obraron mal, que corresponde restituir en sus derechos a todas las víctimas de aquellos años (y subsiguientes) de latrocinio, delincuencia, expolio y tiranía, quizá la herida comenzara a cicatrizar. Pero está muy lejos de hacerlo. Antes al contrario, se empeña en mantener la injusticia del franquismo a base de obstaculizar o impedir la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica que en sí misma bien poca cosa es.

Por eso tiene que ser tan extraordinario el libro de Clavero. Una pedrada en el estanque putrefacto del franquismo residual. Y, sobre todo, porque da al problema una dimensión filosófica. Clavero obliga a mirar al otro cara a cara, a los ojos, a darle la razón y pugnar porque se le resarza. El descubrimiento del otro, que es el hallazgo de la filosofía de Lévinas: el rostro del otro se me hace presente y me fuerza a salirme de mí mismo y a dejar de considerar que en el mundo solo cuento yo, que es lo que le pasa a la casta franquista. Encerrada en su silencio, enrocada en su propósito de no hacer justicia a las víctimas, para que no se toquen sus privilegios, producto de la rapiña, no reconoce otro alguno que la interpele. Para no oírlo, sopla las trompetas de la Nación-española-obligada-a-no-remover-el-pasado-y-mirar-hacia-el-futuro. Como si eso fuera posible cuando el pasado está presente por doquiera, no solamente en donde se ve (como rótulos de calles, inscripciones en las iglesias) sino también en donde no se ve, por ejemplo las cunetas y fosas comunes de todos los campos de España, en donde yacen decenas de miles de asesinados. Y, recuérdese, muchos de ellos lo fueron para poder robarles sus caudales y propiedades, de cuya injusta posesión se benefició la casta franquista, adquiriendo con ello una responsabilidad que Clavero es el primero en reconocer.

Es un hito.

Y, ya puestos en el otro, vámonos a otro caso de otridad muy presente: el catalán. El sábado, 90.000 personas, convocadas por Omnium Cultural y otras organizaciones independentistas, celebraron durante seis horas en el Camp Nou una fiesta a favor de la independencia de Cataluña. Es un paso más en esa efervescencia que vive el Principado entero. Y ya tienen previsto otro: formar una cadena humana por la independencia el próximo 11 de septiembre, una cadena humana de cientos de kilómetros. Quieren un referéndum de autodeterminación para 2014, tricentenario de la caída de Barcelona en manos del Borbón. Al acto del Camp Nou no acudieron Mas ni Durán. Es obvio, el independentismo que, con el nombre de soberanismo, puso aquel en marcha, se le ha ido de las manos, se ha escorado a la izquierda y él, más que dirigirlo, lo sigue. Qué suceda al final está por ver.

En los últimos tiempos, el rostro del otro catalán ha cambiado. Los españoles, en cambio, siguen mostrando el mismo: o bien no se dan por enterados del planteamiento catalanista (que ya casi cabe considerar catalán sin más), como si no fuera con ellos, o bien cambian a su vez y muestran el rostro más hostil y amenazador que pueden. Resulta pintoresco que ni Rajoy ni Rubalcaba hayan hecho comentario alguno sobre el Camp Nou. Para Rajoy, el otro, como Bárcenas, no existe. Para Rubalcaba existe pero es como si no existiera porque no está dispuesto a escucharlo. Los dos, por tanto, mudos, aunque estoy seguro de alguno de los dos, si no los dos, tendrá sentidas palabras para derrota de la Roja. Ven -o dicen ver- el fútbol con delectación para sentirse miembros del pueblo pero ni entienden su país ni sobre él se les ocurre nada que no sean vulgaridades manoseadas.

Según algunos, este crepitar independentista no es más que una triquiñuela para presionar a los españoles y sacarles tajada, en forma de concierto económico o de cualquier otra. Menudos son estos catalanes. Siempre hay que comprarlos para que se callen. Es una suposición basada en un prejuicio, en un topicazo y, vistas la historia y el momento actual, además, injusta y bastante lerda. Entre otras cosas porque eso es lo que hace todo el mundo: tratar de sacar el máximo beneficio de los propios actos. Y porque, además, ahora la reivindicación independentista no aceptará una componenda de pacto fiscal.

Lo más lamentable es ver a España luciendo su peor rostro frente al nuevo otro. Tenía que venir en el semblante siempre hosco y la actitud siempre amenazadora de Aznar, quien avisa hoy en ABC de que el desafío secesionista catalán es, desde el punto de vista de la legalidad y de la historia de la Nación española, absolutamente inaceptable. ¿Cuánto de inaceptable? Todo. De referéndum de autodeterminación ya ni empezamos a hablar y, de seguir las cosas por la senda separatista, se emplearán los medios que sean necesarios. Punto.

Pero no hay punto. Esta vez la historia sigue. No se puede bombardear Barcelona. Europa entera está atenta a lo que suceda en España y, de paso, no entiende por qué los escoceses pueden lo que no pueden los catalanes. Por eso, la verdad, Palinuro es muy crítico de la valía y la talla de los dos dirigentes de los partidos dinásticos para hacer frente a esta situación. Ya, ya sé que están esperando que los catalanes hagan algo contrario a la legalidad constitucional para ir corriendo al Tribunal Constitucional, cuyo prestigio para mediar en estos asuntos, ellos mismos se han encargado de destruir. ¿O no fue la famosa y malhadada sentencia del TC sobre el Estatut la que desencadenó la efervescencia independentista?

Pero, aparte de ir a chivarse al abuelo y dar por descontado un futuro de permanente conflicto judicial, institucional, de orden público, etc., en los próximos años, una relación de hostilidad y enfrentamiento permanentes, ¿no piensan los estrategas de los dos partidos dinásticos en la posibilidad de abordar el problema catalán en una mesa de negociación que bien podría ser una Convención en donde se plantearan las cuestiones vivas de la organización territorial española? ¿No piensan, en fin, hacer ninguna propuesta positiva, ofrecer diálogo constructivo? ¿Seguirán negando la existencia del otro catalán al igual que, al menos la parte conservadora, niega la existencia del otro republicano?

diumenge, 30 de juny del 2013

Dan asco.


Como si fuera una ilustración de la entrada de hoy de Palinuro sobre la codicia, encuentro esta imagen en Twitter que ya lo dice todo, aunque en ella faltan Aznar y Mato, quienes debieran estar.

No es Bárcenas. Bárcenas solo era un mandado que ejecutó un plan seguramente pensado por sus jefes, Aznar y Rajoy, para financiar ilegalmente el PP y conseguir que ganara las elecciones que no merecía ganar. De ese modo, todas las consultas electorales y sus resultados desde los años noventa pueden ser falsos, producto de la mentira, el abuso, la corrupción. Todos los gobiernos del PP salidos de esas elecciones amañadas son ilegales y sus decisiones debieran ser anuladas por los tribunales.

Además de financiar ilegalmente el PP, el plan parece haber incluido un proyecto para enriquecer a sus ideadores, llenar sus bolsillos con dinero de todos los colores, asignarse prebendas inmensas y beneficiarse de la generosidad de presuntos delincuentes como Bárcenas y Correa, sobre todo Correa, el dadivoso, a base de bodas de lujo de arribistas paletos, viajes de placer, regalos suntuarios, fiestas de familia y coches de alta gama dotados de últimas tecnologías, incluida la invisibilidad.

Lo que la contabilidad barcéniga muestra es un plan deliberado para captar donaciones ilegales de empresarios, trocearlas para burlar al Tribunal de Cuentas y repartírselas luego en forma de sobresueldos. A cambio, los empresarios recibían adjudicaciones millonarias de las administraciones públicas controladas por los cómplices, amigos y protectores de Bárcenas. Se cierra así el círculo podrido de la corrupción que es la esencia misma de los gobiernos del PP; y la víctima última del expolio, por supuesto, el erario público, esto es todos los españoles a los que estos presuntos sinvergüenzas llevan años robando y que ahora tienen que pagar con sus ahorros, sus magros sueldos, sus pensiones, sus casas, el latrocinio organizado de esta pandilla de chorizos

Además de la financiación ilegal y lo que estos pájaros trincaban para sus bolsillos, empezando por el presidente del gobierno (1.500.000 euros en sobres) quedaba dinero para untar periodistas, fundaciones, columnistas, intelectuales que pregonan el neoliberalismo, la honradez y transparencia del PP y la necesidad de acabar con los sindicatos, los derechos de los trabajadores y las políticas públicas que refrenan algo la agobiante codicia del capital y sus lacayos. Literalmente fondo de reptiles para pagar bufones en todos los medios privados y públicos que controlan, que son muchos. Los medios y los bufones, verdaderos esbirros sin un átomo de dignidad personal.

Esta es la cruda realidad que el país debe afrontar: no es que el asunto de Bárcenas sea vomitivo como con toda razón dice Arantza Quiroga. Es que es el PP en pleno el que es vomitivo. Es que todos sus gobiernos están plagados de corruptos, estafadores, pillasobres y mangantes.

Es intolerable que esta pandilla de presuntos chorizos siga gobernando el país (es decir, esquilmando el país) y que, además, se permita el lujo de hablar como si fueran políticos y no eso directamente: presuntos chorizos que debieran estar todos en la cárcel.

De la codicia.


De vez en cuando un cura prominente, un obispo, el mismo Papa, se descuelga atribuyendo la crisis actual al generalizado relativismo moral de una época que ha dado la espalda a Dios. Los medios se hacen eco de la noticia pero esta no suscita muchos comentarios de plumillas o solemnes tribunos por considerarse que, aunque el clero ejerza su cometido, lo hace con unos argumentos peculiares y muy alejados del normal raciocinio de las cosas. 

Todo el mundo achaca la crisis a factores estructurales, objetivos, independientes de la voluntad de las personas, tanto más de sus creencias religiosas y morales o de sus sentimientos. La burbuja inmobiliaria, los hedge funds, la falta de controles, las políticas de desregulación neoliberales (si hablan los socialdemócratas), las sistemáticas intervenciones del Estado socialdemócrata en el mercado (si hablan los neoliberales), la especulación financiera, son algunas de las causas invocadas. El olvido de Dios tiene aquí escaso cometido.

Y, sin embargo, los curas no andan esta vez tan descaminados. Ya sea la burbuja, los fondos, la desregulación o cualquier otra razón, en el fondo de la crisis aparece un elemento de motivación humana presente en todas las explicaciones: la codicia, el desmedido afán de riquezas, la acumulación de caudales. Es algo parecido a la explicación eclesiástica del olvido de Dios, pero no es lo mismo. Y no es lo mismo porque los curas son los primeros en sucumbir a esa oscura pasión de la codicia.

Es la codicia la causante de la crisis; el afán de lucro llevado al paroxismo en un terreno falto de normas o despojado de ellas. Los ejemplos los tenemos a diario: fortunas que se calculan en miles de millones de euros. ¿Para qué puede querer alguien miles de millones de euros? Es como esos magnates, gobernantes ladrones o delincuentes de éxito que poseen colecciones de cientos de coches de lujo. Nadie puede conducir de modo placentero cientos de coches en su vida. Esa es la cuestión, el problema de la codicia es su falta de límite. La clase ociosa, según Veblen se consagraba al consumo ostentoso. La acumulación de riquezas tenía una finalidad humana comprensible: hacer rabiar al vecino de envidia viendo cómo entras y sales de tu casa a través del helipuerto de tu terraza. Pero la actual epidemia de codicia ya no es como aquella. Hasta el consumo ostentoso ha desaparecido. De vez en cuando puede salir alguna noticia especialmente llamativa como que tal o cual gobernante tenga una especie de serrallo de menores en una villa del Mediterráneo, por ejemplo. Pero, justamente, cuando se conocen se entienden como delitos, no como ejemplos y los mismos protagonistas ocultan sus actividades en lugar de hacerlas ostentosas.

Hoy es tal la acumulación de riqueza que no hace falta manifestarla con verbenas. Al codicioso le basta con que se sepa. Tantos millones en cuentas en Suiza, tantos en paraísos fiscales. La lista de la codicia internacional la da todos los años el Forbes, los periódicos la reproducen y la gente se entretiene averiguando quién sea más rico, si Gates, Slim o Buffett. Para qué quieran estas gentes esas inmensas fortunas si ni siquiera pueden invertirlas, es un misterio. El misterio de la codicia.Vivir es acumular sin tasa y siempre quedará el consuelo de ser el muerto más rico del cementerio.

En un segundo escalón, los ejecutivos, aquellos famosos protagonistas de la revolución de los managers, de James Burnham, el antiguo trostkista, aparecen invadidos por el mismo virus de la codicia. Los gestores se ponen sueldos millonarios, se blindan frente al despido con cláusulas multimillonarias y se garantizan pluses y pensiones escandalosos. Seguramente hicieron la revolución, porque están quedándose con todo. Quieren escalar cuanto antes el paraíso de los ricos, subirse al carro. Los ejemplos de estos cuadros dirigentes en depredación directa de las entidades que gestionan los dan las cajas de ahorros. Un caso específico y pintoresco es el de Cebrián quien, al parecer, se autoasignó un sueldo de un millón de euros al mes en los años pasados, a cuenta de la menesterosa PRISA. Vuelve la pregunta ¿para qué quiere un mortal un millón de euros al mes? ¿Para sentirse Dios? Y ¿en qué cambia esta ingente acumulación el carácter y la imagen del personaje, cuyo valor tampoco coincide con su precio?

Los managers han probado asimismo que, además de las retribuciones estratosféricas que se autoasignan, pueden recurrir sin grandes miramientos a las vías ilegales para incrementar su peculio. A sus suculentas pagas como senador y tesorero, al parecer Bárcenas decidió añadir un buen bocado de comisiones ilegales y ahora se encuentra contando sus cuartos en una celda de Soto del Real. Hasta tres golosos sueldos llegó a acumular Cospedal y unos presuntos sobresueldos nada desdeñables. 1.500.000 euros puede haber recibido en sobres barcénigos el hoy presidente del gobierno. Hasta 700.000 el anterior presidente del PP, Aznar. Hasta 800.000 la ministra Mato y suma y sigue con lo más granado del PP que más parece la Cofradía del Santo Sobre.

La crisis ha ahondado la gran divisoria social, polarizando la sociedad en una ínfima minoría de acaudalados y una inmensa mayoría de desposeídos. Se esta esfumando el espejismo de las "clases medias", cuya misión era apaciguar los ánimos, moderar los gestos y buscar soluciones de compromiso. Los ricos son cada vez menos y cada vez más ricos y los pobres cada vez más y más pobres. O, lo que es lo mismo, una minoría detenta el capital y, con ello, todos los medios de producción y la inmensa mayoría no tiene nada y, ahora, con la riqueza concentrada como nunca lo ha estado, ni siquiera tiene trabajo. Y el futuro dirá porque esas ingentes cantidades de dinero, esas montañas de billetes en unas cuantas manos, producto de la especulación, el delito, la codicia y la explotación de los trabajadores son improductivas, no se invierten en nada últil que genere riqueza y trabajo, sino que solo se mueven en circuitos ficticios y solo sirven para generar más dinero, para hacer más ricos a los ricos, nominalmente porque ya no pueden serlo más. Pero siguen acaparando, acumulando, con el Estado a su servicio, dándoles beneficios fiscales, amnistías, facilidades para continuar hundiendo la economía productiva.

Es la codicia de la gente, una pasión irrefrenable e insaciable.

(La imagen es un grabado de Georg Grosz, titulada "La libertad del obrero".

dissabte, 29 de juny del 2013

Una agonía en diferido.


El comportamiento de Rajoy, el enroque numantino en el silencio, solo roto con expresiones desconcertantes, tiene al personal maravillado. Hasta en su partido se hacen cruces de hasta dónde quiere este hombre prolongar el trance inevitable de su dimisión. Es inaudito que se siga aceptando esta situación grotesca de que un presidente de gobierno se niegue a dar explicaciones de sus actos cuando se encuentran bajo vehemente sospecha de corrupción. De seguir así podemos encontrarnos con que Rajoy, hipotéticamente citado por el juez, declare que ya ha dicho todo lo que tiene que decir.

Exactamente lo que hizo ayer, cuando le preguntaron por el asunto de Bárcenas (primera pregunta). Afirmó: Sobre ese asunto ya he dicho cuanto tenía que decir. "Ese asunto" es Bárcenas, cuyo nombre sigue sin salir de la boca del presidente, al menos en público. Parece como si los papeles que lo señalan como receptor de un millón y medio de euros fueran propiedad de nadie. Pero no a la astuta forma de Ulises, sino de nadie en sentido estricto. Bárcenas no existe. Y lo que no existe, caramba, no tiene nombre. Eso es cierto pero, en su ingenuidad algo primitiva, él da la vuelta a la proposición: lo que no se nombra, no existe.

Pasemos por alto este recurso algo ridículo en atención a la guerra de nervios a que el presidente está sometido y vayamos al contenido de su declaración. Afirma que no va a seguir hablando del "asunto" porque ya lo ha dicho todo. Raro sería que fuera cierto, tratándose de alguien que no solo falta a la verdad sino que lo admite. Para comprobarlo, vamos a rastrear todo lo que ha dicho hasta ahora al respecto.

Su primera y más sonada afirmación fue en 2009, al sostener bien alto que nadie podrá probar que Bárcenas y Galeote no son inocentes. Por aquel entonces, Bárcenas existía, tenía nombre y Rajoy lo pronunciaba, pues era su amigo y persona de confianza a quien él había designado. No padecía aún esa amnesia selectiva. Y no solo tenía nombre. Tenía su honradez archidemostrada, era Senador de la Nación y tesorero del PP. Lo importante, para trincar, claro, era lo segundo. Pero su garante era Rajoy.

¿En qué momento desapareció Bárcenas y perdió sus atributos, incluido el nombre? Sencillo, en cuanto se hizo público y fue oficial que en el PP llevaban años cobrando sobresueldos barcénigos en sobres, según los papeles en poder del juez. Allí fue donde, a la pregunta de un periodista, casi al vuelo "¿hubo sobresueldos en el PP?", Rajoy respondió, esquivo, sin detenerse, casi a la carrera: Sí, hombre. Una expresión que no quiere decir nada, puesto que no es un "no" claro, sencillo, rotundo.

El "no" vendría un mes después, pero transmitido a través de una pantalla de plasma, en forma de breve alocución leída en la que había una sola referencia al "asunto". Rajoy se ponía serio y afirmaba que Nunca he recibido ni he repartido dinero negro. Y, para demostrarlo, se declaraba dispuesto a mostrar su declaración de la renta. Dejando al margen el hecho de que nadie, ni Rajoy seguramente, declarará a Hacienda cualquier posible dinero negro, el hecho es que facilitó la de un año y no correspondiente a los ejercicios en los que se le achacaban los cobros. En todo caso, la cuestión de la "negrura" del dinero no puede decidirla el propio interesado sino que corresponde a los jueces en un sentido jurídico y a la ciudadanía en uno político. O sea, seguía sin decir nada ni probar nada.

Como el escándalo arreciase y Rajoy no pudiera refugiarse tras el plasma por verse obligado a mantener ruedas de prensa en el extranjero, a las insistentes preguntas de los periodistas decidió dar un mentís categórico a su modo y creyó zanjar la cuestión diciendo: Todo es falso, salvo alguna cosa. Estas sorprendentes tonterías acabarán formando una antología de necedades como las que a veces se hacen de los presidentes especialmente incompetentes, por ejemplo, Bush. Pero, a nuestro efectos, el buen hombre continuaba silente, sin explicarse. 

Y cargado de razón ayer, tras haber respondido que no tenía nada que decir a la primera pregunta de los periodistas, zanjó la segunda con un asombroso ya tal que provocó la hilaridad de los asistentes, a carcajada limpia.

Porque, ¿puede considerarse que los dislates y absurdos que el presidente ha ido hilando en los seis meses desde la revelación de los papeles bercénigos sean haber dicho algo? Hasta el momento no ha dicho nada, se ha callado, no se ha querellado con Bárcenas y ha ordenado a sus subordinados en el partido (y casi todos ellos figurantes en la contabilidad de los sobresueldos) que mantengan un silencio propio de omertà. Si ya ha dicho "todo lo que tenía que decir", todo lo que tenía que decir resulta ser nada. Rajoy no ha dicho nada en seis meses respecto a la cuestión esencial: ¿cobró usted o no 1.500.000 de euros, se subió el sueldo más de un 20 %, mientras pedía e imponía sacrificios y recortes a sus paísanos y encima los engañaba insinuando que tenía problemas a fin de mes? ¿Sí o no?

La situación es bastante mala porque, siendo evidente para todo el mundo que Rajoy debe dimitir, no hay nadie en su partido que pueda imponer esa dimisión y quienes en teoría podrían hacerlo, Aznar, Gallardón, Aguirre, aparecen también salpicados en el "asunto" tanto como Rajoy, tienen presuntos sobresueldos, malversaciones, corruptelas de todo tipo por las que pueden ser encausados en cualquier momento y, como aquel, carecen de crédito y autoridad moral para iniciar regeneración alguna. La corrupción en el partido es general.

Esa corrupción debilita al gobierno del Estado en un momento decisivo, cuando se intensifica la pretensión independentista catalana. Tengo para mí que los dos partidos dinásticos y nacional-españoles, el PP y el PSOE, no calibran bien el alcance y el respaldo de esa pretensión. Piensan con categorías del pasado que podrán frenar el independentismo valiéndose del Tribunal Constitucional y, en último término, de medidas coactivas de otro tipo. También abrigan la esperanza de desactivar el independentismo mediante concesiones de carácter económico; cediendo en la cuestión del cupo, por ejemplo. Piensan, sobre todo en el PP, que así se atraen a CiU a la causa española, al menos de momento. Lo suficiente para salvar los trastos. Quienes vengan detrás, que arreen. Es un error de visión de estos políticos de vuelo raso. Lo verán en los próximos meses. Y una cuestión importante en todo esto es cuál sea la autoridad del gobierno de Rajoy, que es un zombie, para hacer frente al mayor desafío hasta la fecha a la planta territorial española.

(La imagen es una caricatura mía sobre una foto de La Moncloa en el dominio público).