dilluns, 8 de juliol del 2013

En defensa de lo propio.

Alain-G- Gagnon (2013) Época de incertidumbres. Ensayo sobre el federalismo y la diversidad nacional. Presentación de José María Sauca Cano. Traducción de Luis Gómez Romero. Valencia: Tirant lo Blanch (239 págs.).

Habitualmente los comentaristas de libros, una tribu multinacional, concentramos nuestro quehacer en el contenido de las obras y, excepción hecha de los de arte, raramente atendemos a otros factores formales, como el título o su presentación. En este caso, sin embargo, es obligado, como se verá de seguido. El título trae inevitablemente a la memoria la célebre obra de 1979, de John Kenneth Galbraith, La era de la incertidumbre, como si quisiera enganchar con aquel estupendo fresco del siglo XX del economista gringo. El autor lo precisa con un subtítulo, "Ensayo sobre el federalismo y la diversidad nacional" que induce a cierto error porque no es un ensayo; son seis, independientes entre sí, escritos en momentos distintos y para audiencias muy diferentes. Cabe, sí, hablar de ensayo en singular porque, siendo el autor el mismo y los temas coincidentes (aunque con notables cambios de perspectiva y de escala), hay una unidad. La unidad del mosaico, cuyas teselas armonizan. El mismo autor que tampoco está tan seguro del título de forma que en su página de agradecimientos dice: "Hubiese podido titular este libro Regreso de España (Retour de l'Espagne), (p. 21) a su vez título de un cuadro que le impresionó mucho en una visita a Madrid. Queda claro, la incertidumbre empieza con el título y apunta de inmediato a otro elemento peculiar que hace de esta obra algo muy interesante: el autor.

Regreso de España. No Regreso de Catalunya, como hubiera sido de esperar, dado el carácter fuertemente nacionalista de la obra. Nacionalista quebequés pero con tantos lazos con Cataluña que cabría considerar al autor casi también nacionalista catalán. Y escocés; pero con menos bríos. El nacionalismo es muy internacionalista. Prueba de esta proximidad es la edición de la obra con un particular esmero. Trae una atinada presentación con semblanza del autor de un ilustre catedrático de la Universidad Carlos III, José María Sauca, quien también ha revisado la traducción del francés, a cargo de Luis Gómez Romero. Este mantiene una relación personal con el autor. El sueño de todo traductor: poder interrogar al texto traducido en su misma fuente. En verdad, la traducción es muy pulcra y está en lo que en internet se llama "español internacional standard", salvo por el par de simpáticos mexicanismos, que certifican la identidad nacional del traductor. Es obvia la intención de publicar un texto cuidado que sirva de presentación de la interesante doctrina de Gagnon en los temas que tanto apasionan en España y especialmente en el ámbito catalán puesto que la idea general (secundaria, pero siempre presente) es que hay paralelismos obvios entre la situación de Quebec en el Canadá y la de Cataluña en España. Tanto que, aunque se dice que se trata de una "edición española", no parece que haya una francesa. Es decir quizá sea una recopilación de artículos con tema unitario, recogidos aquí por primera vez y editados en español con el apoyo de la Generalitat de Cataluña.

En cuanto al autor, Gagnon es un académico muy activo en la vertiente práctica de aquello sobre lo que investiga y teoriza. Lo cual plantea la siempre apasionante cuestión de la relación entre teoría y praxis en las ciencias sociales. Esta dualidad epistemológica viene adobada con una adscripción ideológica de muy compleja naturaleza, el nacionalismo. Gagnon es un brillante politólogo canadiense, nacionalista quebequés. La complejidad del nacionalismo se echa de ver en que, aun siendo nacionalista el autor, si no ando errado, la palabra "nacionalismo" no suele aparecer en el texto. Es como si quisieran soslayarse las habituales disquisiciones teóricas sobre el concepto, dando por supuesta su validez. De lo que se trata es de ver cómo se puede conseguir que una comunidad nacional alcance su plenitud en un contexto democrático y federal. Es decir, se trata de un nacionalismo pragmático. Quienes consideren el pragmatismo inherentemente conservador deben recordar que el nacionalismo quebequés tiene ya cosechadas dos derrotas en sendos referéndums de independencia en 1980 y 1995 y, además, se mueve ahora, quiera o no, en el contexto de la Ley de claridad del Parlamento federal de 2000, basada en el dictamen del Tribunal Supremo de 1998.

Y no es solamente esta una poderosa diferencia entre el nacionalismo quebequés y el catalán que aún está por conseguir que España le permita hacer un referéndum de autodeterminación. Hay otra menos mencionada pero esencial dado el carácter comunitario, orgánico que late siempre en el fondo de todo nacionalismo: el nacionalismo catalán (y el escocés) carecen de contexto, de hinterland cultural. Sin duda, los catalanes pueden hablar de los països catalans, pero es un ámbito restringido, inmediato y todo él sometido. Igual con Escocia. El idioma gaélico, emparentado con el irlandés, no permite hablar de comunidad alguna. En cambio, el nacionalismo quebequés se sabe miembro de una comunidad supranacional, de una koiné, de la Francophonie. Y eso cuenta. ¿Cómo olvidar el repentino acicate que supuso el inesperado grito de De Gaulle en Montreal en 1967: Vive le Quebec libre!?

Que el nacionalismo, una ideología con fuerte componente sentimental, de pertenencia, raíces, comunidad e identidad, se hace presente en la prosa de Gagnon se observa cuando personaliza la acción institucional/nacional y afirma cosas como que Quebec quiere o pretende, obviamente refiriéndose a la nación. Pero, al tratarse de "atajos" en un discurso rigurosamente académico, dan a este mayor atractivo, pues lo sacan de lo meramente especulativo y lo relacionan con el contexto de conflicto en que se produce toda política. Los fundamentos son sólidos. Por la obra desfilan los comunitaristas como Walzer o Taylor, los filósofos políticos de la identidad colectiva, como Kymlicka y los patriarcas del pensamiento liberal, al estilo de Isaiah Berlin, cuya celebérrima distinción sirve a Gagnon para fundamentar su interesante disyuntiva integración/habilitación (pp. 116/130). Por tanto, puede desplegarse el espíritu práctico. Es el que lleva al autor a reproducir el texto del editorial conjunto de doce periódicos catalanes publicado el 26 de noviembre de 2009 en defensa del Estatuto de Autonomía (con la mención de Cataluña como nación), titulado La dignidad de Cataluña. Gagnon obviamente opina, al igual que Palinuro, que el compromiso político concreto del autor no tiene por qué dañar su discurso si este es riguroso y refleja una genuina búsqueda de la verdad desinteresada. El nacionalismo a veces ciega en este segundo aspecto; pero no es el caso con nuestro autor. Al contrario.

Los trabajos reunidos en el libro son muy interesantes porque mezclan la especificidad quebequesa en el Canadá (naciones minoritarias vs. naciones mayoritarias) con conceptos universales lo cual da mejor perspectiva. Así se trata la diversidad lingüística en los contextos pluralistas, con una referencia concreta negativa a la sentencia del Tribunal Constitucional español sobre el estatuto en materia lingüística (p, 72). El capítulo sobre globalización y regímenes de ciudadanía es especialmente ilustrativo. En concreto, al relacionar la globalización con la multinacionalidad se abren posibilidades nuevas, como esa "ciudadanía concurrente" que el autor propone (p. 83). Hay aquí una búsqueda del concurrir quebequés que fluye en meandros. Lo ideal es el modelo intercultural, que el gobierno canadiense rechaza (p. 96); la única vía es el federalismo multinacional (p. 97), para lo cual es preciso profundizar en la constitución informal (p. 98)y contar con una ciudadanía activa (p. 106). Puedo pasar la constitución informal, que suena a constitución material, pero lo de la "ciudadanía activa", lo confieso, me produce algún temor por atisbarse detrás una actitud de movilización política de carácter ideológico que puede ir por cualquier lugar.

Lo esencial del objetivo de Gagnon para Quebec y, también Cataluña, es la habilitación, eso que otros menos pulcros, traducen como "empoderamiento". La autonomía no es suficiente; se precisa la habilitación (p. 158). Habilitación ¿para qué? Sospecho que la respuesta a esta pregunta es: "para todo". Resulta lógico con la aspiración de toda nación a ocupar un sitio de igual en un mundo de iguales. Resulta asimismo lógico que se proponga la vía pactista para articular la federación (p. 174) y que, esta, a su vez, sea una Federación de Tratados (p. 192), aunque cueste distinguir esta federación de una confederación; incluso de un órgano de problemática definición, como la UE, a la que Gagnon dedica una interesante referencia.

Es época de grandes incertidumbres, concluye el autor (p. 199), y por eso hay que articular una política de la dignidad y de la hospitalidad.

Sí, señor: la hospitalidad general kantiana, primer rasgo de la República mundial basada en la ciudadanía universal, seguramente la más concurrente.