dijous, 20 de novembre del 2008

La murga aguirriana.

Doña Esperanza Aguirre leyó hace diez años en Jean-François Revel (un autor que le hizo comprender la realidad, hasta entonces confusa en su cabeza) eso de que la izquierda alardea de una falsa superioridad moral y ya no lo ha soltado de forma que va repitiéndolo por ahí a quienes quieren escucharla y animando a defender sus ideas "sin complejos" y a dar la batalla por ellas. Siempre batalla, guerra, confrontación, conflicto y no sólo con la izquierda sino con la dirección de su partido, con el señor Ruiz Gallardón, con todo lo que rechiste.

Ahora se ha buscado un congreso de Nuevas Generaciones de Madrid que se celebrará en Las Rozas, organizado por su acólito Pablo Casado, un vehemente seguidor de la preclara guía, un jovenzuelo que según El País y con los tiempos que corren arremete contra las políticas igualitaristas de Papá Estado. Sí, sí, como suena. Ahí es donde en presencia del señor Aznar doña Esperanza, haciendo honor a su nombre, abrirá la esperanza de un futuro brillante en santa cruzada contra el socialismo gobernante cuyo gran mentor y antecedente fue, como todo el mundo sabe, don Francisco Franco Bahamonde, caudillo de España por la Gracia de Dios, cuyo mortalicio celebramos hoy con gran alivio.

Pero la señora Aguirre y sus seguidores no dan tregua ni cuartel, están siempre a la carga, apoyan las medidas más autoritarias, más represivas, más carcundas y son de una pronunciada agresividad. Creen además que deben incrementar su apuesta en su acción por cuanto el partido de la derecha, el PP, parece haber caído en manos abúlicas, flojas, sin pegada, lo cual explica que a pesar de la crisis que hay la intención de voto del PP sea inferior a la del PSOE. La culpa es de la confusión, el indiferentismo, la inacción de la dirección de Rajoy. Si la organización siguiera el pendón de la señora Aguirre con la contundencia de su verbo y su rapidez de acción, el panorama sería muy distinto.

¿De verdad? Me parece que no. Me parece que si el PP se apunta al neoliberalismo extremo que simboliza la señora Aguirre y que todo el mundo considera no solo que ha sido un fracaso planetario, desde los EEUU hasta Alemania, sino que lo ha vinculado ya con delincuencia va de cabeza a la catástrofe porque bajará a los niveles de voto de la Alianza Popular de Fraga. Ya nadie ignora que en esta crisis han influido mucho comportamientos ilegales, claramente delictivos en las más altas esferas financieras mundiales de las que los tribunales irán dando cuenta en el futuro. Es decir el neoliberalismo como opción político-económica ha fracasado en la opinión pública mundial y eso es cosa que no niega ni el señor Bush. Lo hace el señor Aznar por él pero con modesto resultado.

Este no es el momento más favorable para andar por ahí repitiendo como loros las consignas antiestado, promercadocado, más privatización, más desregulación porque todo el mundo acepta que han sido estas recetas las que han traído la crisis. El espíritu de la opinión pública no está mucho por seguir aplicando políticas de catástrofe. Lo que sucede es que los neoliberales españoles son más españoles que neoliberales lo que quiere decir que no son capaces de darse cuenta de cuándo conviene y cuándo no modelar el discurso. Aprendieron a pie juntillas la vieja consigna de los antiguos izquierdistas y trostkystas (Norman Podhoretz, William Kristol, etc) de que había que dar la batalla a la izquierda en el terreno de las ideas, arrebatarle la hegemonía ideológica y echarla del terreno de debate, imponerse por las bravas. Y hacerlo además aplicando todo el programa neoliberal. El neoliberalismo es un fanatismo similar al comunismo pero con el signo cambiado: donde los comunistas dicen todo Estado dicen los neoliberales nada Estado, donde el nada mercado de los comunistas viene el todo mercado de los neoliberales.

Pero eso ya no se mantiene. Los neocons han perdido las elecciones en los EEUU y están en desbandada. Sus políticas han sido un desastre, y todos, absolutamente todos, empezando por Mr. Greenspan, han ido a refugiarse en brazos del "Papá Estado" de ese lumbrera del momento, señor Casado.

Claro, esto es lo que hay. Si uno fuera neoliberal estaría ahora prudentemente callado, tratando de comprender qué nos ha pasado y cómo resolvemos la papeleta y volvemos a contar algo en política. Pero eso sería uno y sus amigos. La señora Aguirre tiene otros registros mentales. Cree que lo suyo es convertir la retirada en un buen ataque. Hay estrategas que lo recomiendan. Lo que sucede es que no se barrunta qué tipo de argumentos pueden amplearse para sostener que a) el neoliberalismo es moralmente superior a la izquierda; y b) que, además de moralmente superior, es un éxito económico.

No voy a molestarme en intervenir en esa sinsorgada de la "superioridad moral de algo sobre algo". Además estoy seguro de que la señora Aguirre no pregona la superioridad moral del neoliberalismo sobre la izquierda porque lo que muestra la experiencia es que quienes hacen bandera de su superioridad moral son unos granujas. Normalmente, ¿eh? A lo mejor alguno es simplemente tonto. Me quedo en lo del éxito económico.

Todo el mundo echa la culpa de la crisis actual a las políticas neoliberales y además de eso se está viendo que tales políticas fueron verdaderos fraudes, estafas, pura rapiña de las élites financieras mundiales. Eso deja mucho rastro. Porque ¿que son las políticas de privatización de la señora Aguirre en Madrid? Puro pillaje. Igual que los comunistas cuando nacionalizaban un bien simplemente se lo arrebataban a su legítimo propietario, los comunistas neoliberales, cuando privatizan algo despojan a la comunidad de un recurso, un bien, un capital y se lo entregan a la empresa privada. Luego, con la habitual ingeniería gestora de la derecha, la amalgama de servicios públicos gestionados por la iniciativa privada serán negocios fabulosos para ésta que podrá siempre socializar sus pérdidas y privatizar sus beneficios y todo ello exprimiendo rendimiento de capital fijo e infraestructuras que no han costado nada.

El neoliberalismo es puro expolio de la riqueza nacional en provecho de los ricos. Ese discurso puede tener algún porvenir en tiempos de bonanza porque a la gente le encanta escuchar el aullido del lobo, del fuerte, del predador por una especie de recurso a una barata proyección que le haga sentirse alguien en la vida. Pero en tiempos de crisis el aullido del lobo espanta a los propios lobos. Por eso está doña Esperanza Aguirre predicando sola en el páramo castellano mientras sus compañeros de partido tratan de que no los identifiquen con este discurso a sangre y fuego.

(La imagen es una foto de Chesi Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

Sarko/Bruni/Berlusconi.

No todo ha de ser la peste de la señora Aguirre, que no para quieta, pues es presa de una actividad frenética y siempre metiéndose con alguien. Aprovechemos para sonreir un poco

Divertido juego de palabras. Gracias, Pilar
.

La democracia y sus achaques.

El número de noviembre de la revista Sistema(Madrid, noviembre de 2008, 144 págs.) a cuyo consejo de dirección pertenezco, si bien es una pertenencia casi honorífica porque todas las fatigas de dirigir las soporta José Félix Tezanos al habla con Elías Díaz, trae una serie de interesantes trabajos sobre cuestiones de teoría y práctica democrática.

Leonardo Morlino (¿Regímenes híbridos o regímenes en transición?) hace una propuesta de tipificación de los regímenes que no son enteramente democráticos ni enteramente autoritarios y que reciben muy variados nombres en los estudios, entre otros los latinoamericanos de democraduras y dictablandas, aunque este de dictablanda es nombre propio para los españoles ya que fue el que, muy ingeniosamente (aunque no sé si acertadamente a la vista de los resultados) se puso al gobierno del general Dámaso Berenguer, para distinguirlo del del dimitido general Primo de Rivera, Gobierno que tenía el encargo de organizar la transición a la normalidad constitucional, cosa que no logró. Por comodidad expositiva, tras repasar los índices de democracia Morlino se queda con el de Freedom House y el puñado de países que agrupa bajo la denominación de "parcialmente libres", entre los no libres y los libres. El PNUD tiene un índice similar ("democracias", "autocracias" e "intermedios") aunque basado en indicadores muy distintos a los de Freedom House. Sería interesante cruzarlos. El caso es que estos regímenes pueden tener orígenes muy distintos, esto es, venir de un sistema autoritario o de una democracia liberal entre otras formas, todas las cuales resultan en tres tipos: a) democracia protegida (cuando algún factor de poder interno o externo condiciona el gobierno); b) democracia limitada (cuando faltan alguno(s) factores esenciales a la democracia según la clásica definición de Dahl) y c) democracia sin ley. La evolución de unos en otros es la que se ve en la figura más arriba. Morlino pone nombres propios a los tipos, según podemos ver en la tabla de la izquierda. La inmensa mayoría de los regímenes híbridos son democracias sin ley. Y por útimo arriesga una predicción acerca de cómo serán estos casos. Porque no hay que olvidar que el campo específico de Morlino es el estudio de las condiciones de cambio y mutación de los regímenes políticos. Así que la clasificación para el "sesquidecenio" 1991-2006 (cuya imagen no reproduzco porque se me sale de la entrada) determina cinco posibilidades: "estabilización" (que, he de entender, es punto de partida), "en transición hacia la democracia", "en transición hacia el autoritarismo", "incertidumbre en el contexto autoritario" e "incertidumbre en el contexto democrático". La definición de autoritarismo que emplea es la de Linz. Para terminar por su orientación neoinstitucionalista, Morlino concluye que "En última instancia, lo que cuenta en los regímenes híbridos no es tanto la existencia de un legado o de actores con capacidad de veto sino "simplemente" la ausencia más o menos señalada del Estado. Cerca de la mitad de los regímenes híbridos es el resultado de la carencia de algunas instituciones." (p. 18) Proféticas palabras si tomamos el orden internacional por un régimen híbrido. Por lo demás repárese en la retórica de la pregunta en el título del trabajo (¿Regímenes híbridos o regímenes en transición?) y digo que es retórica porque se plantea como una disyuntiva falsa ya que son ambas cosas).

Manuel Montobbio de Balanzo (Nuevos paradigmas para la gobernanza global. Democracia-desarrollo-cultura-paz) aborda el problema de las vías por las que pueda darse una globalización de la democracia o democracia global pues no hace cuestión de la disyuntiva aunque sea claro que no es distuntiva baladí. Es un trabajo esencialmente normativo y a veces con enunciados simbólicos si no directamente poético-metafóricos como cuando dice que hay que explicitar los requisitos para conseguir esa gobernanza global y ello es porque lo que le importa es un "sistema de gobernanza global que permita la navegabilidad y navegación de la nave espacial Tierra destino futuro" (p. 24) . "Nave espacial Tierra destino futuro" suena a novela de Arthur C. Clarke. Por lo demás el trabajo destila optimismo. Señala que la abundancia de casos y estudios de transiciones ha dado lugar a una especie de subdisciplina que es la "transitología". Sí, eso se oye por ahí. De todas formas el autor está interesado en averiguar las etapas (no necesariamente cronológicas; son conceptuales) que puedan llevar a la democracia cosmopolita de David Held. Son las bases de los nuevos paradigmas: el cuarteto democracia-desarrollo-cultura-paz. Ha de entenderse que cada una de estas etapas tiene un brillante desarrollo teórico en el trabajo, que apunta a las interpretaciones más avanzadas de estos conceptos. Así, democracia (un derecho democrático cosmopolita al interior y al exterior), desarrollo (concepción de Amartya Sen de desarrollo como expansión de la libertad), cultura (multiculturalismo), paz (paz positiva). Uno lo suscribe por entero. La duda es si estos conceptos pueden convivir. Si el multiculturalismo es posible en paz o, lo que casi nadie quiere reconocer, si la paz es compatible con el desarrollo, dado que, hasta la fecha, por absurdo que parezca, lo que ha hecho progresar a la humanidad han sido las guerras. Aunque reconozco que aquí puede alguien enunciar la teoría de la "paz democrática".

Manuel Herrera Gómez y Rosa María Soriano Miras (El cambio social: aproximaciones a su estudio) traen un interesante trabajo que pretende encontrar una solución al dilema holismo/individualismo metodológico en la explicación del cambio social. Creen haberlo hecho con la teoría que proponen como la concepción relacional del cambio social que implica modificacioness teóricas de calado en tres campos distintos en la teoría del conocimiento: a) cambio en la concepción de la causalidad (del naturalismo al culturalismo); b) cambio en la concepción del tiempo (que será intersubjetivo en tres registros: intencional, simbólico y relacional); c) visión diferente de la contingencia (como relación entre determinismo e indeterminismo) (pp. 53/57). Así acuñan su definición de cambio social, que se produce cuando "las relaciones propias y específicas de una entidad social se forman con cualidades distintas de las precedentes, en función de una nueva relación originada entre los tres registros del tiempo (intencional, relacional y simbólico)." (p. 58) Ponen los autores el ejemplo del tránsito de la modernidad a la postmodernidad en perspectiva relacional (p. 60/65). Y, luego, como si quisieran remachar el clavo, repiten la definición cuando buscan el cambio social "como la emergencia de realidades sociales activadas por sujetos en relación en un contexto" (p. 64). Y de nuevo insisten, como si no se fiaran de su fuerza de convicción, al decir que su teoría relacional del cambio social "no confía el Verstehen ni a los estados subjetivos de los individuos ni a las modalidades estructurales, sino que entiende dicha comprensión como una acción recíproca". ( p. 65) Simpatizo y coincido con este punto de vista pero no puedo dejar de preguntarme: ¿qué tipo de teoría es esta relacional? ¿Superación del dilema holismo/individualismo? ¿Negación de él? Incluso cabe preguntarse si puede existir como tal y ello no sólo por la máxima escolástica del Tertium non datur sino por la propia naturaleza del objeto. ¿Qué tipo de sustancia es una relación? Claro, los más avisados dicen: substancia lingüística, por eso la acción es comunicativa. Pero ¿basta la comunicación para explicar el cambio social? El entendimiento relacional es complejo pero no supera los dos términos del dilema sino que los presupone.

Ignasi Brunet Icart, Francesc Vallas Fonayet y Ángel Belzunehui Eraso (Pobreza, exclusión social y género) aportan perspectiva de género a una zona de investigación en la que todavía no es habitual: el estudio de la pobreza que sufre un giro grande cuando se pone en relación con la perspectiva de género y se advierte el carácter estructural secular de la violencia sobre las mujeres en la sociedad patriarcal que garantiza el mantenimiento de la opresión capitalista sobre ellas (p. 77). En este territorio se han dado dos aproximaciones a la relación entre empobrecimiento y exclusión : a) la visión clásica de los años setenta que todavía se emplea en los análisis internacionales de la "feminización de la pobreza" y b) la visión más actual de involucrar la perspectiva de género porque hoy se sabe que es el género el que determina la división del trabajo (toda ella) y sus consecuencias (p. 80). No hay ensoberbecimiento en la idea por cuanto quienes la sostienen reconocen que el concepto de género viene internamente fragmentado (las mujeres negras frente a las mujeres blancas, etc) (p. 71) . El deterioro actual del trabajo tiene un fuerte componente de género (p. 83). Así concluyen los autores: "Concentración, feminización, descualificación son, actualmente, las principales características de los empleos a tiempo parcial, y ello en un contexto en el que la norma social de empleo keynesiana de integración y cohesión social va siendo sustituida por una norma de empleo precarizada y favorecedora de la vulnerabilidad" (p. 84).

Matía José Añón y Pablo Miravet (La Unión Europea y la integración social y política de los inmigrantes) presentan un buen balance de lo conseguido hasta la fecha en la UE en materia de integración de inmigrantes. La política europea de inmigración se plantea en el Tratado de Amsterdam (1997). La Comisión Europea acuña el concepto de "ciudadanía cívica" en noviembre de 2000 (p. 91), concepto que abordó con una visión holística, si bien sólo alcanzó a configurarlo como una situación intermedia entre el estatus del inmigrante y el ciudadano europeo de pleno derecho (p. 93). Otros órganos como el Consejo Económico y Social han dado una interpretación más avanzada o amplia por cuanto desvinculan el acceso a la ciudadanía de la UE de la necesidad de adquirir la nacionalidad de un Estado (p. 95). Pero esta interpretación más novedosa no ha tenido reflejo alguno en las normas y políticas de la UE, es un puro discurso (p. 96). En el aspecto normativo la UE se ha mantenido en sus trece con la Directiva de reagrupación familiar o la Directiva 2003/109 del Consejo de 25 de noviembre de 2003 sobre la definición del estatuto de nacionales de terceros países residentes de larga duración (p. 97). La propia Comisión ha reconocido en sus informes anuales que el balance de las políticas de integración es decepcionante (p. 100). La ciudadanía europea quedó restrictivamente definida en el Tratado de la Unión Europea de 1993 pero desde entonces el Tribunal de Justicia ha dado pasos hacia una interpretación más amplia y política de esta ciudadanía (p. 102). Los autores expresan su esperanza de que la actual redacción del artículo 8 del Tratado de Lisboa que dice que "la ciudadanía de la Unión se añade a la ciudadania nacional sin sustituirla" (p. 104), al substituir a la de 1993 que hacía a la ciudadanía de la Unión complementaria de la del Estado, permita avanzar hacia el establecimiento de una nacionalidad de la Unión independiente de la de los Estados (p. 105). Es dudoso pues ellos mismos admiten que habría que reformar los Tratados. O sea, que no podría imponerse sigilosamente.

Enrique Pastor (Ciudadanía, democracia y política social municipal) da cuenta de un trabajo empírico sobre participación política en materia de política social municipal en la región de Murcia con interesantes conclusiones. La teoría actual de la democracia suele valorar mucho las intenciones de participación política que tratan de alcanzarse normalmente en los Consejos e Institutos Municipales de Servicios Sociales que suelen operar en los municipios y en donde se facilita dicha participación (p. 114). Sin embargo, la política de participación ciudadana ha dependido mucho de la estructura, dinámica y voluntad del sistema político local (p. 114). Es la entidad local la que cuenta a la hora de implementar los procesos de participación (p. 115). Ésta se caracteriza por su pragmatismo, su generalismo y su pluralismo y tiende a contar con un número reducido de asociaciones prescindiendo de los individuos, de los colectivos sociales no organizados, etc, lo cual reduce la participación (pp. 116/117). Todo lo determina la autoridad, que canaliza la demanda de participación política según sus criterios (p. 121). El modelo de Consejos e Institutos no ha cumplido los objetivos de participación que se prometieron, no ha producido una profundización democrática y tiende a tratar a los ciudadanos como meros usuarios (p. 124) "Los Consejos e Institutos favorecen procesos de interacción entre los actores pero no garantizan por sí mismos, y de forma automática, una democratización en la construcción de las políticas sociales en el ámbito local, ni viceversa" (p. 126).

dimecres, 19 de novembre del 2008

Blogorismos de desánimo.

Desánimo 1º: la Universidad.

Se nos cae la cara de vergüenza (o debiera) con esa noticia de que la Universidad española es la última de una lista de diecisiete países desarrollados. Como más bajo no se puede caer (que, no crean, es un consuelo) a lo mejor se aprovecha la situación para hacer algo, para rebotar, para ponerse en pie.

Ahora habrá dos líneas de planteamientos, como si los viera con las dos almas de la Universidad. Según una, la individualista, la Universidad española no existe, sino que hay equis universidades españolas (por cierto, públicas y privadas) y lo que se ha de hacer es evaluarlas por separado (cosa que ya se hace, tengo entendido) y así podrán tirarse los trastos a la cabeza, que en eso de discusiones estériles tiene la raza celtíbera la gloria de la palma. En la otra línea, la colectivista, habrá plena coincidencia, plena sociedad o colectivo en decir que falta dinero, mucho dinero y que sin financiación aquí no se hace nada.

En principio ambas reacciones son correctas: falta dinero (las universidades españolas carecen de medios en todos los sentidos o los tienen muy escasos) y conviene que se las evalúe por separado. Pero esas dos conclusiones no eximen a la comunidad universitaria de darse por enterada de la lamentable situación y de tomar medidas al respecto, de reaccionar. Por ejemplo, podían convocarse unas jornadas sobre regeneración de la universidad que estuvieran abiertas al público, con un debate lo más amplio y positivo que pueda darse en la red. De ese modo la Universidad se volcaría más a la sociedad y utilizaría más los medios que todo el mundo utiliza, en lugar de encerrarse en la torre de marfil que, de todas formas, tampoco es de marfil si no de duro hueso.

(La imagen es un fresco de Ambrogio Lorenzetti, la Alegoría del Buen Gobierno, de mediados del siglo XIV, que se encuentra en el Palazzo Communale de Siena.


Desánimo 2º: los "hijos de puta."

"Hijos de puta" llama el señor Bono a los de su partido en presencia de tres diputados del PP, y dice que está de broma. Tres de los más duros y agresivos diputados del PP (por ejemplo, el señor López-Amor, que fue Director General de TVE ¡con Aznar!), y dice que va de broma y que nada más lejos de él que el ánimo de injuriar.

Claro que no. Se cuenta de Churchill que en cierta ocasión en que estaba mostrando la Cámara de los Comunes a un joven e inexperto diputado, le dijo señalando las bancadas: "Ya ve, joven, aquí nos sentamos nosotros y ahí se sientan ellos". "Entendido Sir Winston: nosotros aquí y ahí el enemigo". "Se equivoca joven: el enemigo lo tiene Vd. aquí". Viene a ser la misma anécdota, una vez protagonizada por un caballero y otra por uno que no lo es.

Porque lo que más molesta es que se siga utilizando el término "hijo de puta" como un insulto o una injuria que trata de aniquilar al hijo en la honra de la madre y toma además a las putas en un sentido nefando mucho más injusto que si se dijera, pongamos por caso, "hijo de Bono". Sobre la caridad cristiana de la expresión ya no digo nada, salvo que el señor presidente del Congreso de los Diputados se lleve el retrato de la madre Maravillas a su casa, que falta le hace.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).


Desánimo 3º: las fosas.

No he leído aún el auto de inhibición del señor Garzón y no es probable que lo haga. Tiene como ciento cincuenta páginas en PDF. Este Garzón escribe más que el Tostado y a velocidades sorprendentes que mi trabajo no me permite seguir. Doy pues por supuesto que acierta jurídicamente al inhibirse y lo lamento porque pienso que la causa de la justicia en este caso gana más con él que sin él, empezando por el hecho de que si está en el mundo es gracias a él. Lo lamento porque al dar traslado de la parte alícuota correspondiente de la causa a cada órgano judicial territorial competente la cosa se pondrá como siempre en España, que unos se empeñarán en su responsabilidad hasta las pestañas y otros se llamarán andana. Y queda viva la cuestión de la calificación del delito. Como no he leído el auto ignoro si la inhibición en los órganos jurisdiccionales territoriales competentes implica una calificación distinta del delito que ya no sería crímenes contra la humanidad.

Pase lo que pase, la piedra está lanzada a la charca, las aguas se agitan, las ranas croan. Y además se politiza a pasos agigantados con la nieta de Negrín impugnando la decisión de la Audiencia Nacional de paralizar las exhumaciones y acusando directamente a algunos magistrados, y las asociaciones de la memoria histórica en pie de protesta. Corresponde al Parlamento tomar una decisión política (por ejemplo explicando cómo se aplica la correspondiente Ley de la memoria histórica) en un caso que es un caso de justicia política; un tipo de justicia que se ha hecho en todas las guerras ideológicas modernas (civiles o no) excepto en España.

¿Es o no diferente?

(La imagen es una foto de sagabardon, bajo licencia de Creative Commons)


Desánimo 4º: el perro mundo.

Menos mal que los tres genios de las Azores tomaron una medida heroica, una decisión que cambió el curso de la historia en la senda preclara de ¡Guerra al terrorismo! que predicó en su día el señor Bush, hoy "Pato Cojo" (pueden ver que he puesto un cuenta atrás para que se vaya Bush en la columna de la derecha; los invito a ponerlo en sus blogs y güebpeichs) con el fin de hacer el mundo más seguro. Sí menos mal. De no haber sido así a saber cuánta gente moriría en Bagdad día sí día no, cuantos soldados estadounidenses (American lives dice siempre Mr. Lameduck demostrando que las Un-American lives le importan un comino), cuántos de otros países "aliados", aunque fuera mejor llamarlos "liados".

Sí, sí, gracias a esa clarividente decisión y al empeño puesto por los tres belicosos adalides en mentir a la ciudadanía del mundo (por su bien, claro es), hoy éste es un lugar más seguro. Basta con mirar a Tijuana, fronteriza con San Diego (EEUU) en la que en un año han muerto 650 personas en balaceras; o sea, 2/3 de los muertos causados por ETA en cuarenta años. Cambien Vds. el foco, llévenlo al África, Eritrea, Somalia, Sudán o al Congo. ¿Acaso no se trata de situaciones en que o no hay imperio de la ley ni Estado de derecho ni Estado a secas ni falta que hace?Lo que hace falta son mercados y allí los hay muy buenos de armas cortas y ligeras y minas antitodo, en garantía de la seguridad, no hay duda.

Gracias a la previsión de aquellos inolvidables dirigentes la falta de imperio de la ley en partes amplísimas del planeta se adorna con el renacimiento de la piratería en alta mar, algo que se creía más eliminado que el paludismo y que si sobrevivía era en pequeñas aventuras en navegación de cabotaje; ahora y siempre gracias a los tres timoneles, te puedes encontrar un navío corsario en aguas internacionales capaz de secuestrar un petrolero, al que considera obviamente res nullius lo que anima mucho los negocios y va a dar un impulsito al precio del carburante. Piratas en el Océano Índico. El mundo es cada vez más seguro, ciertamente.

(La imagen es una foto de dioboss, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 18 de novembre del 2008

El bucle perverso.

Es el nombre que se me ocurre para designar ese curioso rasgo de la crisis financiera global, consistente en que cada vez que las autoridades políticas y económicas anuncian medidas para hacerle frente, las bolsas reaccionan a la baja y la crisis se agrava; y a más contundencia y mayor alcance de las medidas, más bajadas de las bolsas y mayor agravamiento. Supongo que es lo que los teóricos de sistemas llaman un ciclo de retroalimentación negativo, pero ese nombre carece de encanto. "Bucle perverso" es más gráfico, aunque haya que explicarlo. Y explicado queda. Recuérdese: anunció la Casa Blanca el famoso plan de los 700.000 millones de bucks y al día siguiente hubo un descalabro en las bolsas; se comprometieron los europeos reunidos en París a una batería de contundentes medidas para tranquilizar, asegurar, garantizar, etc, etc y un día después los parqués (como dicen los entendidos, que llevan un tiempito sin entender nada) se vinieron abajo; se reunió la crême del poder económico mundial en Washington, anunció estar dispuesta casi a refundar el capitalismo y ayer hubo desplome generalizado y el Citigroup, el mayor banco del mundo, anunció 53.000 despidos, mientras menudeaban las peticiones de salvamento de otros bancos menos vistosos. A lo mejor hay que dejar de hacer declaraciones que son contraproducentes, trabajar más en sigilo y confiar en que el capital financiero, tan dado a la especulación, se calme un tanto. Porque de seguir así a la próxima reunión que se convoque para tranquilizar a los mercados a lo mejor tiene que ir el Papa como representante de Dios en la tierra a hacer un milagro. Pues la situación es grave y quizá estemos en puertas de un pánico generalizado. Ayer decía el flemático El País que el temor a las quiebras bancarias y los desplomes de las bolsas han llevado a algunos ahorradores a sacar sus fondos para volver a guardarlos en el colchón. Habrá que hacer algo antes de que ese "algunos" se convierta en "todos".


(La imagen, que muestra la sede de Citibank, es una foto de teufel, bajo licencia de Creative Commons).

Si la cara es el espejo del alma...

Estoy seguro de que, además de alegrarse hasta el píloro por la detención de este menda, muchos, muchísimos españoles hemos estado un buen rato contemplando su rostro, quizá tratando de descifrar en él qué pueda mover a una persona a cometer (supuestamente, claro; principio de presunción de inocencia hasta el final) actos tan sanguinarios, crueles y odiosos. Lejos de nosotros asociaciones lombrosianas sobre la relación entre rasgos fisonómicos y condición criminal, máxime cuando lo que uno ve es el careto de un chaval de unos treinta años, con un corte de pelo a la moda, barba rasante y un arete en el lóbulo de la oreja izquierda (lóbulo, lóbulo, dirán los lombrosianos, ahí hay una pista criminógena), como los que encuentra uno con frecuencia por la calle, especialmente en el País Vasco. Quizá sea el gesto de dureza y cierta amenaza en la mirada. Porque ¿qué puede impulsar a alguien a matar a sangre fría y a quemarropa a dos seres humanos inermes? Supuesto que el autor haya sido él, el señor Txeroki tendrá tiempo para averiguarlo en primera persona ante un espejo en una celda en los próximos treinta o cuarenta años, mientras se pregunta de qué le haya servido.

Caminar sin rumbo (XIV).

Reencuentro.

La verdad es que, además de pasar unos días al borde del Mediterráneo, corriendo el riesgo que comporta este mar de sugerir a los escribas vehementes tonos lírico-mitológicos, llegué a la ciudad de X*** con la intención de visitar a un viejo amigo a quien había tratado mucho en los años de la Universidad. Era por entonces un joven alto, bien plantado, guapo, con un éxito arrollador entre las chicas, extrovertido, amante de los deportes por las mañanas y las francachelas por las noches, dedicado al estudio en los tiempos que estas actividades le dejaban libre, así como Churchill cuenta que pasó unos años en Oxford estudiando en el poco tiempo que le quedaba libre entre regata y regata. Vlam, que así llamaremos a mi amigo, había ingresado en la Academia militar pero la dejó para seguir carrera civil. Tenía un carácter autoritario y valoraba mucho la disciplina, razón por la cual, quizá, se hizo rojo de inmediato y participó en las luchas estudiantiles de finales de los sesenta y primeros setenta. Tuvo sus más y sus menos con la policía y el famoso Tribunal de Orden Público y finalmente, en el postrer año de la carrera, por influencia de la última de una larga serie de novias, se apartó de la mística del combate, se dejó crecer el pelo, se agarró al Lobo estepario (¡qué traducción, Santo Dios!), se metió en el cuerpo todo tipo de substancias alucinógenas y se pasó a la mística de la contemplación.

Me acuerdo de que, por aquel tiempo, en unas vacaciones que pasamos en Katmandú, lugar de peregrinación obligada de los hippies de antaño, como La Meca lo es de los muslimes o Moscú lo era de los buenos comunistas, contemplando ambos las estrellas en una noche diáfana, hablamos largamente sobre los méritos y deméritos de la opción entre vida activa y vida contemplativa, como correspondía. Los dos éramos de canon. La acción, razonábamos, es ciega y la contempación, insulsa. ¿Qué nos quedaba? La "no-acción" y la "no-contemplación", decía él, que estaba muy empapado de budismo, especialmente zen, la nada, la sumisión en y a la nada. El Tao, añadía, mezclando cosmovisiones con alegría de neófito. Quería yo sacarlo de lo que me parecía un marasmo y le argumentaba que, en realidad, toda acción es contemplación y toda contemplación implica acción, cambio, mutación, como explica el principio de indeterminación de Heisenberg. Pero llegados a ese momento ya no obtenía respuesta de mi amigo que se sumía en un silencio y quietud que tal pareciera iba camino del Nirvana. Lejos estaba yo de suponer que, en uno de sus inexplicables giros, al terminar los estudios, Vlam se haría cargo del pequeño negocio hotelero de su padre en la costa, con la intención de convertirlo en un gran complejo turístico y hacerse multimillonario.

- Todo es mierda -me dijo al comenzar su nueva andadura- porque somos mierda y a la mierda volveremos. Y como el símbolo supremo de la mierda es el dinero, me voy a meter en él hasta las cejas.

Y así fue. En los años siguientes continuamos viéndonos con regularidad. Pasaba por casa en sus viajes a la capital, o bien iba yo a la suya en X***, cosa que me era fácil porque, aunque había prosperado más allá de todo lo imaginable, seguía viviendo en el pequeño hotelito que había heredado de su padre y que se llamaba Luz de Oriente, y allí me dejaba una habitación. Cuando él venía podía traer un Jaguar de fabricación exclusiva o cualquier otra extravagancia; ello si no llegaba en su jet privado. Me invitaba a comer en locales exclusivos y carísimos y hablaba sin parar de sus negocios, sus planes de expansión por el mundo entero, sus relaciones con los magnates de las finanzas, los políticos, las hermosas mujeres que adornaban las mesas y las camas de los triunfadores planetarios y se reía -bueno, nos reíamos- cuando le recordaba los años en que andaba descalzo poco menos que cantando el Hare Krishna.

Un día, ya bien en la cuarentena, se casó y sus visitas a la capital se espaciaron. Cuando venía hablaba mucho de su mujer, de la que estaba enamoradísimo y a la que se empeñó en presentarme pues decía, y tenía razón, que era una belleza. Fue en una noche en la que arrendó un local de lujo para nosotros solos y se la pasaron los dos bailando y follando como locos hasta el amanecer, cuando yo ya me había quedado sopa vencido por el champagne y el cansancio. Me despertó para decirme que no tenía arreglo, que era un frustrado y un fracasado y todo porque me había negado a que me acompañara una amiga de su mujer, hermosísima también por cierto, porque por entonces llevaba yo bastantes años casado y era fiel a la mía, con la que tenía dos hijos.

Al poco tiempo empezaron a llegar los suyos, las visitas mutuas se distanciaron más. Ya sólo hablaba de sus cuatro retoños pequeños (aquella beldad había resultado muy fértil), largas parrafadas que yo escuchaba con resignación cuenta habida de que los míos estaban a punto de entrar en la Universidad. Él lo tenía todo pensado. Se había mudado a vivir a una mansión en un barrio de lujo. La montaña de dinero que había hecho serviría de base para que sus cuatro hijos llegaran aun más lejos, más alto, más rápido. Tendrían que comprender que el mundo era suyo porque él lo había puesto a sus pies y ellos habrían de tratarlo a patadas, como Dios manda. Los ricos eran pura mierda, las clases medias mierda de quiero y no puedo y los pobres daban asco. La sociedad, la civilización no eran más que rotundos fracasos y como nadie podía ya retirarse a contemplar la vida debajo de un árbol porque no te dejan en paz, había que seguir y seguir a ritmo y tempo crecientes hasta que toda la mierda estallara de una vez y que, cuando ello sucediera, nos pillara en la cumbre. Recuerdo que le dije entonces que eso sonaba a nuestra conversación en Katmandú sobre la vida activa y la contemplativa treinta años antes. Me miró como si no me viera, como si fuera transparente y, al levantarse para salir, mientras el maitre le hacía zalemas, se giró hacia mí, sujetando su abrigo, y me dijo que había empezado a escribir sus memorias pero que se había dado cuenta de que eran tan disparatadas que había cambiado de género y las memorias se estaban transformando en una novela en la que, sonríó con malicia, "tú sales mucho".

Fue la última vez que lo vi. Pasaron quince años con el contacto interrumpido. Se entenderá por qué de pronto, en mi viaje a ninguna parte, se me había ocurrido ir a hacer a Vlam una visita como las de antaño. Siempre nos habíamos llevado bien, aun siendo tan distintos; yo guardaba muy buen recuerdo de él y estaba muerto de curiosidad por saber qué se hizo de aquella novela. Sigo las novedades literarias y no había visto nada suyo en aquellos quince años. Ni en los anteriores. Se comprenderá mi interés.

Eran las cuatro de madrugada cuando llegué a la puerta del hotel Luz de Oriente que estaba cerrado y con las luces apagadas. Pero no lo dudé un momento, sino que llamé al timbre y esperé; volví a llamar y esperé; tenía que estar allí, sabía que estaba allí; volví a llamar y volví a esperar. Por fin se abrió la modesta puerta de cristal que ocultaba el interior con una cortinita fruncida estampada de flores, y en el umbral, imponente, hosco e impaciente, estaba Vlam.

- ¿Qué desea? Está completo -e hizo ademán de cerrar de nuevo.

- Vlam -le dije-. Soy yo. ¿No me reconoces?

- No.-Y la puerta se cerró de golpe, dejándome perplejo, sin saber qué hacer, si aporrear el cristal hasta romperlo, volver a llamar, dar gritos, resignarme y regresar por donde había venido, sentarme en la acera, tumbarme a dormir allí mismo o llamar a un guardia. Estaba confuso, indignado, azorado, furioso, triste. ¿Cómo que no me reconocía? Era evidente que sí, que me había reconocido. ¿Qué signicaba aquello? En ese momento la puerta volvió a abrirse, Vlam se hizo a un lado, invitándome a pasar mientras decía:

- Claro que te reconozco, capullo. Eres mi personaje.

(Continuará)

(La imagen es un grabado al aguafuerte y aguatinta de Julius Klinger, El filósofo).

dilluns, 17 de novembre del 2008

Mirándose el ombligo.

La conclusión de la IX Asamblea Federal de Izquierda Unida (IU) ha sido un fiasco que no por previsible deja de ser lamentable. El mal que aqueja a la organización desde su comienzo, el fraccionalismo (y faccionalismo) amenaza con devorarla. Su nombre era y es clara refutación de su incomprensible creencia en que llamándose lo que no es ("unida") conseguirá materializar su deseo. Los que más hablan de unión son los más desunidos de todos; y no solamente aquí, en España, sino por todas partes. Estoy convencido de que el problema procede de la tradición comunista. No viene al caso enredarse en consideraciones históricas pero debe recordarse que la tradición del PCE, de hecho de todos los partidos comunistas del mundo, ha sido el escisionismo y el secesionismo y eso no se cambia de la noche a la mañana. En mi opinión ese virus secesionista del comunismo tiene por lo general raíces personalistas. Vuelvo sobre ello más abajo.

Así que el Partido Comunista de España (PCE), mayoritario (si no hegemónico) en IU, es el problema de la organización. Lo paradójico es que también es la solución. Y esta ambivalencia se aplica al propio PCE que con IU no va a ningún sitio y sin ella, tampoco. Ambas partes, el PCE vertebrado como partido pero sin legitimidad democrática por las connotaciones del comunismo y el conglomerado de otras izquierdas que tiene plena legitimidad democrática pero está desvertebrado, ambas partes, digo, hacen muy bien en tratar de mantenerse juntas cueste lo que cueste. Tiene que haber un sitio para una izquierda más radical que el PSOE que impida que éste se escore a la derecha.

Digresión sobre el bipartidismo fáctico del sistema nacional de partidos y las posibilidades de la izquierda radical. Habrá quien diga que esa duplicidad de ofertas electorales en la izquierda la perjudica en su conjunto sobre todo a la izquierda moderada a quien puede restar votos suficientes para alcanzar el gobierno pero también a la radical porque esta posibilidad hace que muchos de sus electores practiquen el voto estratégico para cerrar el paso a la derecha y voten al PSOE. Una aparentemente lógica conclusión de ello sería que IU debiera integrarse en el PSOE. Pero esto tampoco es posible: los socialistas no aceptarían nunca una corriente organizada comunista en su interior porque, además, perderían un porcentaje elevadísimo de sus votantes más centristas. La única posibilidad sería la disolución de IU y la integración de sus militantes en el PSOE, pero ello querría decir que desaparecería esta izquierda radical cuya necesidad hemos dado por supuesta (otros dirán que no es necesaria y debe disolverse) ya que no es probable que el PSOE cambiara su discurso porque, de hacerlo, de nuevo tendría merma de votantes y una probable escisión de carácter socialdemócrata. En resumen las relaciones entre IU y PSOE no tienen arreglo ni entendimiento posible y la realidad muestra que así es puesto que oscilan entre la colaboración llamazarista (que muchos en su interior llaman subordinación) y el enfrentamiento anguitista. Y muestra más esa realidad: muestra que tales relaciones se dan en el orden personal con un trasvase de militantes de una organización de izquierda a la otra, generalmente de IU al PSOE cuya vis atractiva es mucho más fuerte que la de la Coalición. Por descontado, las motivaciones de esos movimientos de trasvase que a veces son directamente personales y otras mediando algún tipo de organización que se crea ad hoc para justificar el trasbordo son personalistas. Fin de la digresión.

El origen del fraccionalismo en el movimiento comunista ha sido siempre el personalismo y es exactamente lo que sucede en IU. Luchas personales por el poder. Si es además por los cargos lo dejo al buen juicio del lector. En todo caso personalismo. Un personalismo tan desaforado y evidente (oculto a veces tras genéricos enunciados ideológicos) que ha llevado a la Asamblea a votar cinco candidaturas distintas y componer un órgano colegiado con cinco orientaciones (y obediencias) personales distintas. ¿O no llaman ustedes personalismo a una situación en que los delegados aprueban casi por unanimidad una declaración política (como si quisieran quitarse de encima tan molesto engorro para dedicarse a lo que más los apasiona que es la intriga y el pasilleo) pero luego no pueden ponerse de acuerdo en quiénes llevarán la batuta de la acción?

No he leído esa declaración con propósito de refundación que se ha aprobado porque no la he encontrado en parte alguna (ni en la página de Izquierda Unida), pero sí he leído atentamente los tres documentos políticos presentados a la IX Asamblea Federal. Por supuesto unos me parecen mejores que otros pero entiendo que no hay diferencias substantivas entre ellos con lo que se explica la rapidez y unanimidad con que ha aprobado un texto consensuado. Sobre todo teniendo en cuenta que quienes hubieran podido poner alguna objeción (la corriente Espacio alternativo) ya hicieron el mes pasado lo que suelen hacer estas izquierdas: mutis por el foro dando a conocer una declaración en pro, cómo no, de la construcción de una verdadera izquierda anticapitalista. Y eso es lo sorprendente: ¿cómo estando los demás de acuerdo básicamente en las cuestiones ideológicas, programáticas, interpretativas no son capaces de designar un Coordinador General? No quiero fastidiar pero ¿tiene alguien una explicación mejor que la del personalismo, la vieja herencia comunista? Y la cosa lleva pecado porque justamente cuando el capitalismo se hunde en la que ya va siendo la peor crisis de su historia, deja todas sus vergüenzas al aire y muestra un grave déficit de legitimidad, con lo que se da una ocasión propicia para que quienes creen disponer de una alternativa justa y viable la pongan a debate y decisión de un pueblo acogotado por el desastre económico, justamente entonces los autores de la alternativa están concentrados en mirarse el ombligo y moverse la silla unos a otros.

Hay algo más de aquella herencia que quisiera comentar antes de despedirme. Los documentos políticos que he leído están muy bien. Insisto, con diferencias, unos más extensos que otros o haciendo hincapié en aspectos distintos y con diferente fuerza de convicción. Contienen una explicación de la crisis del capitalismo, de la situación político-económica española y mundial así como unas propuestas de acción con las que coincido ampliamente. Algunas cosas me parecen algo voluntaristas pero, en lo esencial, es un programa razonable de la izquierda con el que simpatizo. Mi problema y conmigo, imagino, el de más gente, es que seguimos sin ver un pronunciamiento claro, rotundo, sin ambages por la democracia o (para que me entiendan los neomarxistas que redactan estos textos en los que se habla de "revolución" y de "socialismo" sin precisar los términos) la democracia burguesa, que es la única que hay. Sigue faltando una declaración formal de renuncia expresa a la violencia. Y no se diga que por tal se entiende solamente la terrorista; violencia es también la acción callejera, asamblearia, "consejista" que pretenda imponerse a la via parlamentaria. Sigue sin formularse una aceptación sin reservas de la idea de que la "democracia representativa" no es un medio para un fin supuestamente superior sino un fin en sí mismo. Y mientras eso no quede claro y sea convincente, la sospecha de falta de legitimidad democrática de los comunistas y quienes con ellos se asocien hará muy difícil que nada de lo que emprendan consiga un apoyo popular superior al que la coalición ha venido teniendo. Que no es despreciable, desde luego, y le luciría más con un sistema electoral distinto, pero que la deja muy lejos de vislumbrar siquiera la posibilidad de hacer realidad otra de sus más queridas consignas, la de izquierda "transformadora". En las sociedades democráticas las transformaciones sólo pueden hacerse con mayorías parlamentarias y las mayorías parlamentarias no parecen conseguirse con enunciados ambiguos acerca de la "revolución" y el "socialismo".

Supongo y espero que, pasado el plazo que el Consejo Político Federal (o la mitad del mismo) se ha dado, designe un Coordinador General. Pero me atrevo a vaticinar que no le servirá de mucho si la organización no aborda el verdadero problema que tiene, el de los personalismos, especialmente difícil de resolver en épocas electoralmente bajas, cuando la expectativas de acallar disidencias otorgando prebendas disminuyen. Téngase por último en cuenta que una solución de izquierda a ese problema palmario no debiera ser el reparto de cargos, sino la generación de un empeño, un espíritu colectivos de trabajar por el triunfo de una causa que se cree justa. Claro que a lo mejor eso no es cosa de ir a otra asamblea o congreso sino de montar unas sesiones de revolucionarios anónimos.

Comunicar bien el bien.

George Lakoff, el autor de No pienses en un elefante, ve traducido otro libro suyo al español (Puntos de reflexión. Manual del progresista, Península, Barcelona, 2008, 246 págs.) gracias al cálido interés que ha puesto en la obra el diputado socialista José Andrés Torres Mora quien también firma un prólogo encomiástico, tanto que parece tener a Lakoff como una especie de Mesías del socialismo democrático. Resulta, sí, un hombre interesante y con ideas claras que expone de modo brillante y convincente, aunque no sean muy nuevas y, a veces, tampoco profundas. Por ejemplo, objeto fuertemente al subtítulo del libro, "Manual del progresista". En mi opinión a los progresistas no nos gustan los manuales, salvo los de ciencias prácticas como la jardinería o los primeros auxilios.

George Lakoff forma parte del personal de un Instituto Rockbridge que es un Think tank socialdemócrata, o sea izquierdista en los EEUU y que en la última página del libro afirma ser independiente y no apoyar a ningún candidato en las elecciones. Será así si lo dicen pero el señor Lakoff y sus ayudantes hacen todo lo posible para que ganen los candidatos democratas y, lógicamente, pierdan los republicanos.

El libro parte de dos convicciones casi autoexplicativas: por un lado en las elecciones se dirimen cuestiones de valores y por otro, los republicanos (de ahora en adelante, conservadores) van ganando la batalla a los demócratas (de ahora en adelante, progresistas) en la tarea de formular e imponer sus valores y arrinconar a los de sus enemigos. Por ello, afirma Lakoff, él y sus colaboradores han escrito este libro para explicar los valores progresistas y la forma de comunicarlos, esto es, de imponerlos. Es pues de un libro de comunicación política, pero no de comunicación política al uso, con tintes académicos y profesorales y un prurito de neutralidad sino de comunicación política militante a favor del progresismo. En realidad más que de comunicación aquí se trata de propaganda... en el mejor sentido del término. Que hay que buscárselo y no sólo como último grito de aquella línea de investigación que empezara el padre fundador del estudio de la propaganda en los Estados Unidos, Harold D. Lasswell, que tanto aportó a la disciplina, sino con genealogías más oscuras. Dice Lakoff que el libro explica "cómo ganar o perder los corazones y las mentes de las gentes" (p. 33). Compárese esto con la afirmación de Goebbels en el Congreso del Partido Nazi en Nürnberg en 1934 que me gusta citar porque es un prodigio de perspicacia: "Está bien tener un poder que descansa sobre los fusiles, pero es mejor y más satisfactorio conquistar el corazón de los seres humanos y conservarlo". En ambos casos, como se ve, de conquistar el corazón de la gente se trata, aunque con finalidades presumiblemente distintas.

El segundo punto de partida es el hecho de que los conservadores hayan conseguido imponer su definición de los valores en el debate público. O sea, para entendernos, que la derecha gringa haya hecho realidad el programa de Antonio Gramsci de conquistar la hegemonia ideológica en la sociedad para imponer sus fines políticos. ¿Cómo lo han conseguido los conservadores? Muy sencillo, dice Lakoff, ampliando aquí sus conclusiones de No pienses en un elefante, imponiendo sus marcos conceptuales. La teoría de los "marcos" (Frame Theory), desarrollada ya en los años setenta por los interaccionistas simbólicos y los etnometodólogos al estilo de Ervin Goffman (su Frame Analysis es libro de cabecera de todos los "marcólogos" o "marquistas") presupone que entendemos el mundo en función de esquemas preconcebidos de marcos conceptuales previos que son los que nos permiten dar sentido a las cosas. Estos marcos son, como las creencias orteguianas, la ideología marxiana, el subconsciente freudiano, los residuos paretianos, los imaginarios colectivos lacanianos, en buena medida inconscientes, sobre todo si son lo que Lakoff llama (aunque no acaba de explicitar muy bien) "marcos profundos".

Pues bien, el triunfo conservador consiste en haber impuesto sus marcos en el debate público, arriconando los de los progresistas. A su vez estos deben devolver golpe por golpe y recuperar los suyos, no dejarse atrapar en el territorio del adversario; deben redefinir las cuestiones en debate en sus propios marcos y acercarse con ellos a esa capa que llaman los medios (erróneamente según Lakoff) "moderada" o "de centro". Erróneamente porque según nuestro autor el centro no existe; algo que ya había descubierto Maurice Duverger en los años cincuenta y demostrado en su clásico Los partidos políticos. Lo que llamamos "moderados" o "centristas" son para Lakoff "biconceptuales", gentes en quienes viven los dos tipos de marcos y a veces prevalecen unos a veces otros. El centro es un mito (p. 53).

Tras algún ejemplo feliz de qué sean los "marcos profundos" (por ejemplo, la llamada "guerra contra el terrorismo" para justificar la guerra de invasión del Irak, el giro autoritario en política interior y el cerco a los derechos y libertades de los ciudadanos), Lakoff enumera los rasgos de los marcos: 1) en gran medida son inconscientes; 2) definen el sentido común; 3) deben repetirse para que se fijen; 4) cuando se activan se vinculan los profundos con los superficiales; 5) los profundos no se transforman de la noche a la mañana; 6) hay que hablar a los biconceptuales como si fueran progresistas para no caer en la trampa de los marcos conservadores (pp. 73-76). Como se ve un análisis trufado de desiderata.

Algunos de los marcos más poderosos: la Nación vista como familia. Lakoff expone de nuevo el hilo argumental de su obra anterior sobre el elefante al sostener que los conservadores operan con el modelo del "padre estricto", en el fondo autoritario, mientras que los progresistas lo hacen con el del "padre protector" y más permisivo (pp. 93/93). No es difícil entender las implicaciones de este planteamiento en los debates sobre asuntos relativos a la familia en sentido estricto o metafórico. Piénsese por ejemplo en cómo entienden los conservadores el "patriotismo" y como lo hacen los progresistas. .

Otra línea de separación de marcos es la que se refiere a la moralidad del mercado, que contrapone la idolatría conservadora del mercado libre frente al marco progresista de la moralidad del mercado (p. 121). La mitología del mercado libre tiene cuatro mitos de apoyo sobre los cuales deben actuar los progresistas: a) los mercados son totalmente libres; b) las personas son actores racionales; c) las condiciones en el mercado son equitativas; d) el balance contable de las empresas refleja los costes reales (p. 125/127). Son cuatro puntos muy importantes aunque no carentes de riesgos. Por ejemplo, la negación de que los agentes sean siempre actores racionales supone un rechazo de la teoría de la elección racional lo cual no es malo en sí mismo pero hay que saber que en tal caso nos quedamos sin una teoría unitaria del comportamiento humano y se abre un régimen de reinos de taifas teóricos.

Los marcos deben explicitar los valores progresistas y Lakoff dedica un capítulo de interesante lectura a exponer los marcos progresistas de valores como la justicia distributiva, la libertad, la igualdad, la responsabilidad, la integridad y la seguridad (pp. 138/164).

De aquí saltamos a la formulación de iniciativas estratégicas que, a falta de una definición del autor, entiendo son las formulaciones políticas concretas y amplias basadas en determinados valores convenientemente "enmarcados". Lo importante, lo decisivo de las iniciativas estratégicas conservadoras, dice Lakoff es "que no explicitan sus objetivos reales" (p. 168). Este es un enunciado esencial que equivale a sostener que los marcos conservadores son instrumentales y sirven a sus partidarios para falsear el debate sosteniendo que buscan un objetivo cuando en realidad buscan otro. Es el caso de las llamadas "rebajas de impuestos" con las que se dice que se quiere dejar que las gentes dispongan de sus dineros libremente cuando lo que se pretende es favorecer a los más ricos y recortar el gasto público social por falta de fondos. Esto era más o menos a lo que apuntaban los socialistas españoles en las elecciones de 1993, cuando acusaban a la derecha de tener un "programa oculto" que no podían explicitar. Lakoff es optimista y cree que esta mendacidad demuestra que los gringos son mayoritariamente progresistas y que si se les explica de qué van la iniciativas estratégicas conservadoras las rechazarán. No las tengo todas conmigo pero el autor sostiene que, además, las iniciativas estratégicas que deben proponer los progresistas son: elecciones limpias, alimentos sanos, empresas éticas y transporte para todos (pp. 174/191).

Argumentar es un arte que en el debate político consiste en presentar los propios marcos como los mejores y desacreditar los del adversario. El ejemplo que pone, muy convincente, es el de la crítica de Barack Obama a la propuesta de supresión del impuesto de sucesiones. En lo esencial Obama mostró que de lo que se trataba no era de lo que decían los conservadores sino de regalar mil millones de dólares a los contribuyentes más ricos y restarlos de los ingresos públicos y, por lo tanto, de las transferencias a las rentas más bajas.

A veces hay que exponer los marcos como historias porque al ajustarse a pautas narrativas fácilmente inteligibles que constituyen marcos se prestan muy bien a la comunicación política. Recoge aquí la clasificación que hizo Robert Reich de las cuatro historias estadounidenses típicas, a saber: 1ª) el individuo triunfante (el sueño americano); 2ª) la sociedad benevolente (la solidaridad de la comunidad, también muy gringo); 3ª) la muchedumbre a nuestras puertas (amenazas del exterior); y 4ª) pudrirse en lo alto (la cuestión de la corrupción) y Lakoff ajusta estas pautas para demostrar que es posible emplear historias para abordar tres temas importantes: la atención sanitaria universal, el salario mínimo y la seguridad social (p. 215).

Las dos últimas consideraciones del libro, muy prometedoras en el futuro pero un tanto atropelladamente tratadas en aquel, son la importancia de la imagen en la transmisión de marcos y la función que cabe al debate sobre el uso y el pago de internet.

Puntos de reflexión no es un manual del progresista ni falta que hace pero sí es un interesante estudio de comunicación política desde la teoría de los marcos y con una finalidad confesa de que sea de ayuda a la izquierda, una izquierda socialdemócrata como la que acaba de ganar las elecciones en Gringolandia.

diumenge, 16 de novembre del 2008

La primera cumbre de la era global y el canto del pato cojo.

Por fin reacciona la política como debe ante los infortunios económicos y empieza a tomar las medidas adecuadas de acuerdo con el único diagnóstico válido hasta la fecha. Pues la crisis es global, las soluciones habrán de arbitrarse globalmente. Eso es lo que viene repitiendo Palinuro hace más de un año. No basta con decir que estamos en la era global y actuar luego como si el mundo se acabara en los Pirineos o en el canal de La Mancha o en el Rin o en el lago Michigan o donde la naturaleza se haya servido poner un rasgo físico que los hombres han interpretado como una frontera. Los problemas globales requieren soluciones globales. De ahí que esta cumbre, la primera de su género en la historia, tenga importancia si no por sus resultados concretos sí por el cambio de mentalidad que inaugura: colaboración y entendimiento transnacionales, multilateralidad, o sea, globalización. Y por eso ha sido tan importante asimismo que España esté en la reunión porque es la que inaugura la gestión del mundo globalizado.

No va a refundarse el capitalismo, desde luego, entre otras cosas porque esa idea es una estupidez. El capitalismo no puede refundarse porque no lo fundó nadie nunca, no es la regla de San Benito, ni un club de fútbol, ni siquiera es como el socialismo, algo que se sacaron de la cabeza dos o tres teóricos y pusieron luego en práctica sus discípulos. El capitalismo es la forma espontánea de organización económica de la sociedad a lo largo de los siglos; no tiene texto canónico (la Riqueza de las naciones no se escribió para fundar el capitalismo sino para explicar cómo funciona) ni documento programático ni tratado fundamental, como la Unión Europea, por ejemplo. Ergo, no se puede refundar.

Pero sí cabe reformarlo, reordenarlo, reorganizarlo y siempre en el entendimiento de que, dada su gran elasticidad, todas esas manipulaciones pueden acabar en situaciones que nadie había previsto. En todo caso, si se lee la declaración final de la cumbre se verá que ésta tiene muy claras las causas de la crisis: básicamente el latrocinio de las élites ejecutivas del capitalismo con la complicidad de políticos neocons suficientemente sinvergüenzas sobre todo estadounidenses. El texto lo expresa con más diplomacia, desde luego. Asimismo podrán valorarse las medidas para combatirla y cuya característica fundamental es que rechazan expresamente la única que cortaría de raíz la posibilidad de repetición de tales crisis, esto es, la constitución de un organismo unitario internacional encargado de regular el sistema financiero mundial, que es la propuesta de las economías emergentes y del señor Rodríguez Zapatero. La declaración lo dice finamente, de acuerdo con la última voluntad del canto del cisne que aquí es un pato cojo: "La regulación es ante todo responsabilidad de los organismos reguladores nacionales que constituyen la primera línea de defensa contra la inestabilidad de los mercados". Aun así, el señor Matorral insistió en que las autoridades nacionales tampoco "regulen demasiado", pero esto ya era por fidelidad a la doctrina neoliberal que ha traído este desastre al planeta. Nada que nadie deba tomarse muy en serio.

El resto de las medidas que se adoptarán para remontar la crisis son: estabilizar el sistema financiero, utilizar la política monetaria según necesidades, estimular la demanda mediante la política fiscal, facilitar crédito a las economías emergentes y en desarrollo, reforzar las entidades financieras internacionales (BM, FMI) y los bancos multilaterales de desarrollo. Los fines que se pretenden conseguir son: reforzar la transparencia y la rendición de cuentas, mejorar los sistemas de regulación (la bicha neoliberal), incrementar la legalidad de las transacciones financieras combatiendo el fraude, reforzar la cooperación internacional y fortalecer las instituciones financieras internacionales. Y todo ello muy coordinado. Coordinación es le mot d'ordre de los nuevos tiempos. Es la globalización.

¿A qué suena todo eso? Al fin de la era neoliberal que se va por el sumidero de la historia en una bancarrota generalizada, producida por su absoluta incompetencia teórica y al restablecimiento de las políticas keynesianas. Es una pena que, por el consabido empeño de los gringos en fastidiar siempre la jurisdicción internacional del tipo que sea, no se haya podido establecer una autoridad global que regule el capitalismo financiero. Pero menos da una piedra. Quizá pueda hacerse en la próxima reunión cuando en lugar del señor Matorral-pato-cojo acuda Mr. Obama. Por lo demás, en algo hay que dar la razón al Pato Cojo: la crisis no es culpa del capitalismo ni del libre mercado, por supuesto que no. Es culpa del modo en que sus políticas neoliberales abordan la gestión del capitalismo y el libre mercado que, como se ha visto, oscilan entre la incompetencia y el pillaje. Ahora que gracias a los dioses el señor Bush se abre, quizá pudiera explicar de forma sencilla, como es él, este asunto a la señora Aguirre, impermeable a la luz de la razón y de la experiencia empírica.


Por cierto, si después de haber leído el necio ditirambo que ayer dedicaba el señor Aznar al señor Bush (véase la entrada de Palinuro titulada El tío Jodok) alguien tuviera alguna duda acerca de si Mr. Matorral-pato-cojo es o no el peor presidente en la historia de los EEUU, aquí van los resultados de ¡catorce! sondeos de opinión del último mes, recogidos por Polling Report.com y en los que puede verse que las medias son: aprobación, 24,7%, desaprobación, 63,5%. Hace falta ser muy Aznar para sostener que un tipo al que repudian dos tercios de sus paisanos haya dejado algo digno de valorarse.

En cambio échese una ojeada al índice de apoyo con que cuenta Mr. Obama antes de haber empezado su mandato. Se verá que es al revés que su antecesor: más de dos tercios de la población tienen mucha o bastante confianza en él. Los datos proceden también de Polling Report y, si se miran con mayor detenimiento, se observará que la gente es muy sabia y muy realista porque así como entre el 58 y el 70 por ciento dice que Mr. Obama será un buen presidente y que se trata de alguien que se ocupa de los asuntos y problemas de la gente común, el 54% no cree que pueda cumplir su promesa de rebajar los impuestos al 95% de la población y el 45% cree que, al final del mandato obamesco, estará pagando más impuestos que ahora. Los datos y cifras en President Elect Obama. Conclusión: le gente apoya a un presidente aun a sabiendas de que pagará más impuestos. Lo que demuestra que, cuando se tiene mensaje, la demagogia no es necesaria.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

Caminar sin rumbo (XIII).

La gente del montón.

Había dormido bien, de un tirón, sin sueños molestos. "Sueños molestos" suena a redundancia. Nada diré de los sueños que aseguran haber tenido personajes célebres de la historia como san José, el Faraón del otro José, Buda, Quevedo, Macbeth, Fausto (aunque lo de éste parece haber sido pura vigilia), etc. Me refiero a los de la gente del montón, como yo. Todos son molestos porque hasta cuando son gratos, al saberse sueños, se vuelven molestos. Así que había dormido y amanecido tranquilo y pletórico. Me aseé silbando y bajé a tomar un café con leche y sus correpondientes churros al bar de la esquina. Recorrí con la vista los titulares de un periódico que alguien había dejado sobre el mostrador y decidí entenderlos no en lo que decían sino en lo que presuponían. Alguien rechazaba de plano las acusaciones de alguien. La vida pública es una batalla permanente, una lucha sin cuartel de unos por desplazar a otros (apartarlos, suprimirlos, matarlos, ocultarlos o devorarlos) y ponerse en su lugar, bajo los focos, para que los vean, los escuchen y, si se tercia, los palpen. La gente del montón somos muy buenos auditorios, somos sumisos espectadores a quienes se les dice que son los amos, los dueños, los que deciden el espectáculo que van a ver. Pero no es cierto; es la representación la que decide su público. "Quién es el público y dónde se le encuentra" se preguntaba Larra. Pues en todas partes. Coja usted sus bártulos, su cartel y su puntero, preséntese en la plaza pública, despliegue el primero y dé unas voces anunciando el horrendo crimen del bígamo de Hinojosa del Valle y la triste vida de doña Marciana. Verá cómo se arremolina el personal. Y ¿qué cuenta usted? Pues lo de siempre: la historia de uno que quita a otro del medio para ponerse él.

Por eso es tan acertado ser uno del montón. No te ven, no te buscan, no te requieren, no se enfrentan contigo, no sienten la necesidad de echarte porque no estás en parte alguna y por eso viajas a ninguna parte. Oculto a tu propia mirada tanto que a veces tienes que hacer un esfuerzo para verte cuando estás ante el espejo y hasta las hay que no lo consigues, que el espejo no te devuelve imagen alguna, como si fueras un vampiro y que quizá sean las mejores porque entonces ves otras cosas más gratas que el careto al que ya has acabado por acostumbrarte. Y si no te ves ni tú, excusado es decir los demás. Por eso está bien andar al aire propio sin el ojo de Dios sobre uno o el mandato de la autoridad o la necesidad de representación.

Reconfortado por el desayuno y habiendo olvidado qué se me había ocurrido viendo los titulares del periódico, me acerqué a la estación de tren y saqué un billete para una ciudad del levante. Tardaría una hora en salir, que empleé en recoger mis cuatro cosas del hostal en que me había alojado, pagar la cuenta y comprar un libro para el trayecto, uno cualquiera, una novela recientemente premiada que hablaba de los normandos, pueblo indómito, fiero y audaz, sin temor a nadie, que había aterrorizado las costas de Europa hasta Italia y en una de cuyas expediciones habíase producido una apasionante historia de odio, venganza, amor, celos; pasión a naos llenas en una corte cruel y corrompida en la que la vida de un hombre valía menos que la de un cervatillo. Prometía ser interesante.

En el vagón compartía asiento con una pareja que parecía unida por el móvil a juzgar por cómo se lo pasaban el uno al otro, toqueteando febrilmente las minúsculas teclas. Me confundí con la ventanilla, a ver discurrir el lento paisaje manchego que se estira y se estira como si le molestara cambiarse en algo y recordé los trenes de antaño. Pero fue fugazmente. No tiene gran interés recordar los trenes antiguos que ya se sabe lo que tenían y dejaban de tener. Lo interesante es imaginarse los trenes del futuro, ¿O en el futuro no habrá trenes? En América, por ejemplo, siempre vista como el continente del futuro, los trenes tienen poco porvenir. Ceden la palma a las carreteras y los automóviles. Y eso que en todas partes los ferrocarriles simbolizan progreso, civilización, mercados, apertura, cosas supuestamente buenas todas ellas. En los Estados Unidos significan asimismo el cierre del país que se identifica como úno solo, único, e pluribus unum en el momento en que la línea férrea del Este conectó con la del Oeste en Promontory, Utah. Es la fundación simbólica del país también en el aspecto de la acumulación primitiva de capital que lo lanzó y que en buena medida hicieron los famosos robber barons, muchos de ellos ligados a los ferrocarriles, quiero decir, al latrocinio de los ferrocarriles.

Pero sí, ¿cómo no van a tener futuro los trenes? El más inmediato que se me ocurre puesto que ahora lo suyo es aumentar más y más la velocidad es que vuelen. Y no, no tienen por qué ser aviones; pueden ser trenes voladores, un vagón detrás de otro, que es lo que hace un tren de un tren y no tanto las vías férreas, ese contacto de hierro con hierro que ya los franceses suprimieron hace muchos años en el metro de París con unos vagones dotados de ruedas con neumáticos en la línea Charles de Gaulle-Étoile que hacían un ruido como si se deslizaran para pasmo de los que los oíamos por primera vez en lugar del traqueteo de siempre.

A lo mejor los trenes del futuro vienen equipados con una especie como de burbujas, especie de huevos primordiales opacos o transparentes (a gusto de la clientela, que hay gente reservada y exhibicionistas) en los que cada viajero podrá introducirse para aislarse por completo del medio circundante. Por supuesto, también habrá salas, departamentos en los que quienes lo prefieran podrán ir disfrutando unos de la conversación o la falta de conversación de otros. Pero me hizo ilusión pensar en el tren del futuro dotado de cápsulas aisladoras, como mónadas ferroviarias en las que uno podría hacerse la ilusión de aquello que, según dicen unos entendidos en tan oscura materia, todos anhelamos desde lo más profundo de nuestro ser incluso sin saberlo, que es retornar al claustro materno. Porque nada impediría hacer las cápsulas mullidas por dentro. Y como se desearan.

Pues es el deseo el que mueve al mundo. Llegué a mi destino no muy averiado; dejé la novela de normandos olvidada en el asiento y me negué a recogerla cuando la pareja del móvil me advirtió de que la olvidaba y hasta sostuve que no era mía, que me la habían dado con el billete. Tomé un taxi a la salida de la estación y le dije que me llevara al puerto. Quería ver el mar. Todos quienes vivimos tierra adentro empezamos a decir estupideces en cuanto vemos el mar. Casi compulsivamente, lo cual nos obnubila el juicio y no nos permite darnos cabal cuenta del cambio tan extraordinario que significa existir al lado de una superficie abierta que sólo termina en la línea del horizonte, lo que quiere decir que no termina. Es como vivir al borde del abismo. Y sin como. Es vivir al borde del abismo. Lo que le produce a uno la inmediata conciencia de la importancia vital que tiene que uno pueda decidir en dónde quiere vivir y no le suceda lo que nos sucede a todos los del montón: que vivimos donde otros han decidido que lo hagamos. Crean sus ciudades y absorben al gentío. Y cuando han vaciado las tierras limítrofes, el hinterland que decían los geopolíticos, absorben la periferia y cuando la periferia ha quedado desierta, atraen a los de otros continentes y todos se amontonan en donde la mano invisible dispone y a casi ninguno le es dado tomar el portante y cambiar de vida, salvo que haya alguna catástrofe o alguna crisis o un sobresalto de incierta andadura. Así que tampoco es tan grato ser del montón. No te expulsan. No tienes que defender tu predio. Nadie lo codicia. Pero tampoco puedes moverte, apagar la luz, echar el cierre, decir adiós, ahí os pudráis.

Frente al mar me quedé, con mi mochila y mi bloc de notas, pensando en cómo me gustaría embarcarme. Embarcarme en mi propio navío para lo cual habría de aprender a navegar. Tendría que ponerme al habla con un ahijado mío que si no es patrón de barco le falta poco, a que me dé unas clasecitas. Incluso hasta podría hacer prácticas para soltarme y, quién sabe, con un poco de suerte igual me cogían como tripulación de algún velero si hubiera aprendido a hacer algo útil en la mar. Imagino que podría tener conexión permanente a la red a través de satélite porque, por mucho que viaje, a eso, a internet, no estoy dispuesto a renunciar en ningún caso. Sería como perder el norte.

(La imagen es un cuadro de J. M. W. Turner, Lluvia, vapor y electricidad (1844) que se encuentra en la National Gallery, Londres).

dissabte, 15 de novembre del 2008

El tío Jodok.

El señor Aznar acaba de publicar un artículo sobre Bush en el periódico francés de derechas Le Figaro titulado Ce que nous devons à George W. Bush que es una especie de balance de despedida y la pieza de retórica más estúpida que he leído en mi vida. Ahora bien, la pregunta no es ¿por qué ha escrito algo así? ya que la respuesta es obvia: porque no da para más. La pregunta es ¿por qué lo ha publicado en un periódico extranjero privando a sus órganos de expresión nacionales (por ejemplo, El Mundo o Libertad Digital) de tan suculenta primicia? Ahí la respuesta es más compleja y requiere algo de explicación.

El artículo tiene 859 palabras entre las cuales la de libertad aparece 21 veces, 24 si añadimos las formas pronominales. Esa palabra es la llave maestra del contenido de este conjunto de necedades. Los genios neocons de FAES (el lugar en donde se concentran todos los que piensan en el PP que caben en un ascensor) han explicado a su jefe que siempre que hable tiene que mencionar su defensa de los valores y, a ser posible, identificar algunos. Al hombre sólo se le ocurre uno, libertad, pero ese lo repite 24 veces en 67 líneas. Las 835 palabras restantes están de adorno y, aunque no signifiquen nada no importa. Lo esencial es que el lector se empape de que la derecha, el señor Aznar, el señor Bush, defienden la libertad, razón por la cual emplea su nombre sin parar. Me recuerda uno de los cuentos de Peter Bichsel en Historias de niños, llamada Onkel Jodok ("El tío Jodok") en el que su abuelo sólo habla de un supuesto antepasado imaginario llamado Jodok y tanto insiste en hacerlo que al final únicamente pronuncia esa palabra y construye frases como: "Der Jodok des Jodoks, Jodok Jodok, und sein Jodok, Jodok Jodok, waren auf dem Jodok tot", que traducido al castellano sería: "El Jodok del Jodok, Jodok Jodok y su Jodok, Jodok, Jodok, quedaron muertos en el Jodok". El señor Aznar, que no tiene grandes luces, igual. Su libertad es el Jodok de Bichsel.

Aparte de eso todo el mundo sabe y el señor Aznar no puede no saber que todo el mundo sabe que lo que el señor Bush ha hecho por la libertad durante su mandato ha sido:

Secuestrar a cientos de extranjeros en Guantánamo sin juicio ni garantías procesales ni derechos civiles algunos.

Torturar prisioneros en Abu Ghraib y otros centros de detención.

Imponer legislación que legaliza el uso de la tortura en los interrogatorios.

Secuestrar ciudadanos de terceros países y encerrarlos en cárceles secretas distribuidas por el mundo para que los torturen.

Prohibir que los medios de comunicación informen sobre la guerra en el Irak salvo en el términos que autorice el Pentágono.

Imponer la censura.

Poner en marcha un vasto plan de espionaje y escuchas telefónicas a los ciudadanos privados.

Suprimir el secreto de la correspondencia en los EEUU.

Implantar los procedimientos más abusivos de información sobre quienes deseen entrar en los EEUU aunque sea de visita.

De haber metido al país en una guerra ilegal, de pillaje y genocidio de la que no sabe salir; de haber empantanado el Próximo Oriente; de haber aumentado la amenaza terrorista en el mundo entero y de haber provocado la más grave crisis financiera del capitalismo mundial ya no hace falta ni hablar ni al vasallo señor Aznar se le ocurre pergeñar una defensa en esos territorios. A él le ha dicho su jefe que se concentre en Jodok, en la libertad y hace así verdad el viejo refrán de "dime de qué presumes...".

Y al historial antedicho llama el señor Aznar el "valioso legado de la libertad" que nos ha dejado Bush. Vamos a admitir que la particular cortedad mental del autor explique parte de la obvia disonancia entre lo que Bush ha hecho y lo que él dice que representa. Parte, pero no todo. Hasta un hombre tan insensible como Aznar tiene que darse cuenta de que su alegato suena como un trozo de propaganda Orwelliana según la cual, como se sabe, la paz es la guerra, la verdad la mentira y..., claro, la libertad es Bush. Hasta él tiene que darse cuenta.

Por eso no se ha atrevido a publicar el artículo en España (esta es la explicación prometida) y lo ha hecho en Francia en la esperanza de que lo que se filtrara en España fueran solamente los resúmenes de prensa (que es lo que ha pasado) para que no saltara demasiado a la vista su lamentable misión de correveidile del señor Murdoch que es quien le paga por estos servicios. Espero que le pague bien; lo suficiente para acallar su conciencia.

Perdóneseme que me plantee por enésima vez una pregunta a la que no he encontrado respuesta aún: ¿cómo fue posible que una persona así llegara a presidente del Gobierno de España?

(La imagen es una foto de L y J, bajo licencia de Creative Commons).

Wow!





Sin comentarios.




(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

Caminar sin rumbo (XII).

¿Cuándo se piensa?

No ya cómo sino cuándo. Cuándo pensamos qué vamos a hacer, cuándo se nos ocurre una idea, un plan, un proyecto. Luego se verá por qué planteo esta aparentemente abstrusa cuestión. Marx decía algo así como que lo que distingue al peor arquitecto de la mejor abeja es que el arquitecto tiene ya en la cabeza una idea de lo que piensa hacer. Lo que implica que la abeja no, claro. Supongo que lo que quiere aclarar el autor del Manifiesto comunista es la diferencia entre la inteligencia o el pensar y el instinto. Supongo aunque no estoy seguro porque no me acuerdo del contexto de la afirmación de Marx. O sea que a lo mejor desbarro. De todas formas la pregunta inmediata es ¿quién la puso ahí? Quiero decir la idea en la cabeza del arquitecto. Eso nos lleva de inmediato a la célebre distinción entre Platón y Aristóteles, que es como la distinción por antonomasia entre el idealismo y el materialismo (o, cuando menos, el empiricismo), en la medida en que cada uno de ellos, además de un ser humano, era un principio. Así que Aristóteles dice en una de sus éticas (creo que en la Nicomaquea) que no puede haber nada en la cabeza del hombre que antes no haya estado en sus sentidos. Lo cual quiere decir que Marx era platónico o bien que está admitiendo que hubo una casa antes que un arquitecto y planteando dos problemas anejos: el del aprendizaje y el de la innovación. Que no está mal. Pues la conciencia sólo puede ser conciencia de algo, como dicen los fenomenólogos. Así que, como se ve, la pregunta es pertinente. ¿Cuándo se nos ocurren las cosas? ¿Cuándo concebimos un proyecto?

Hay autores (por ejemplo Javier Marías) que dicen que cuando se sientan a escribir muchas veces no saben sobre qué lo harán. Si es así supongo que podemos concluir que tampoco saben qué dirán. Al menos eso creo haber leído en una entrevista con el novelista. Espero no haberme equivocado. Si estoy en lo cierto hemos de concluir que lo que escribe Marías no lo tiene antes en la cabeza, como exige Aristóteles, sino que va saliendo según el autor escribe. Por lo demás como las ideas van saliendo según uno camina, pero de eso hablaremos luego. Le va saliendo al autor lo que escribe por eso que llamamos "inspiración", término que tiene connotaciones casi divinas. Por eso las musas son diosas. Lo que escribe Marías (quizá lo que escribe todo quisque que escriba ficción) no pudo estar antes en los sentidos porque se lo ha inventado pero inventado no en el sentido etimológico del término (aquello que nos sale al paso), sino en el sentido de imaginado, fabulado, extraído de la imaginación y la fantasía, una facultad que muy poca gente posee a pesar de ser, según parece, exclusiva de los seres humanos; y de la poca gente que la posee probablemente en el noventa y nueve por ciento de los casos tampoco tienen vuelo porque las fantasías que se le ocurren son chatas y carentes de interés.

Por eso viajar es algo tan interesante. Siempre he admirado el amargo realismo de Horacio cuando dice que "los que viajan allende los mares cambian de cielo, pero no de espíritu". Lo he admirado como la forma más profunda de poner en palabras un sentimiento que comparte mucha gente. Mucha pero no toda. A mí me parece al contrario que viajar cambia el espíritu, y la discrepancia no reside en un problema de exactitud de la traducción de Horacio ya que él usa el término anima, que también podríamos entender como "ánimo" o "alma". Lo que importa es el fondo de la cuestión: de si viajar aporta o no aporta algo substancial a la conciencia del viajero. Y esto me parece palmario no ya solo en el caso de aquellos viajeros (o escritores) que, como Marías, se ponen en camino sin una idea preconcebida de lo que van a escribir o de a dónde vayan a llegar (que es, claro, el caso de los viajeros a ninguna parte) sino también en el de que quienes pergeñan un plan, trazan un proyecto, conciben una idea previa, saben lo que quieren. ¿Por qué? Porque empiezan a contarlo, empiezan a ponerse en camino y de inmediato surge algo que obliga a desviar el curso de la narración o del mero desplegarse de las ideas y a seguir a éstas por otros derroteros, cosa nada extraña y que se da muchas veces. Basta con pensar en las novelas dentro de los novelas (como en el caso de Don Quijote o en Sobre héroes y tumbas, de Sábato, sólo por citar otra, porque hay muchas), en las historias dentro de la historia que vienen a ser como las Matrioschkas rusas. Y no tiene por qué ser tan artificioso; al contrario, es un deslizarse muy frecuente de las ideas: abordo un hormiguero con intención de contar algo sobre la vida social de estos insectos, cosa que suele explotarse mucho en discursos morales, pero de pronto me centro en las aventuras de un tipo especial de hormigas, como guerreros u obreras y aun más, puedo enfocarme en los destinos particulares de una sola hormiga. Eso era lo que hacía Mark Twain en un famoso cuento sobre las hormigas suizas con el que yo me partía de risa cuando era chaval. Claro que uno puede (no sé si siempre; creo que no) administrar el curso de las propias ideas, negarse a dejarlas ir por donde quieran e imponerles la disciplina del proyecto originario.

Porque es el caso que yo tenía uno en esta clara y luminosa jornada fría de otoño: pensaba contar una historia de amor. La había imaginado. Era lo que me placía narrar. Por eso me pregunté de inmediato cuándo se nos ocurren las ideas, lo que me condujo a territorios interesantes, sin duda, pero ajenos a mi propósito primero. Para llevarlo adelante había pensado que me saliera al encuentro en una grata vereda que bordeaba un tranquilo lago a la izquierda y un tupido bosque de diversas coníferas a la derecha, un paisaje como los que visito cuando estoy en Guadalajara, que me saliera al encuentro, digo, un enano.

((- ¿Cómo un enano? Ya no hay enanos. Bueno, sí los hay, pero ya no salen en los relatos de ficción.

- Sí, claro, pero si los hay pueden salir.

- No, porque no es verosímil.

- Y ¿desde cuándo tiene que ser verosímil la ficción?)).

Agarrándome por la manga de la camisa el enano me hizo adentrarme en el bosque. Yo sabía lo que quería porque iba leyéndole el pensamiento probablemente por orden de él mismo. E iba diciéndome: "Oh, tu, feliz mortal, que vas a entrar en posesión de la belleza misma, que has sido destinado al goce del más hermoso amor que quepa concebir, aprésurate y ríndete al hechizo de la más sublime presencia. Dios, te digo, Dios al que los justos contemplan, dicen, en su infinita hermosura y gloria eterna es un sapo miserable a su lado."

En uno de los claros del bosque pude por fin contemplar la más hermosa figura de mujer que quepa concebir; se erguía imponente bajo un rayo de sol que la nimbaba y cada vez que se movía cambiaban sus formas, sus colores, su armonía toda, sin dejar de mirarme con unos ojos en cuyo fondo sin fondo perdí toda esperanza de recuperarme y envolviéndome con un halo de fragancia que henchía mis pulmones y me dejaba colgado de auroras boreales. Su cabello azabache con visos azules iba tejiendo una red que me llevaba hacia ella, hacia su cuerpo desnudo de senos poderosos como tallados en la roca y al tiempo trémulos, firmes, avanzados, redondos, expectantes, hasta pegarme a su vientre plano y extenso como un mar erizado de deseos. Qué más podía yo que dejarme hacer, dejarme dominar por aquella fuerza irresistible, que no mostraba violencia alguna, que era transparente, luminosa, arrebatadora, enloquecedora; qué sino levantar la vista hacia aquel rostro de belleza sin igual que se aprestaba a entregarse en toda su pureza y a recibirme como la selva virgen a la tormenta largo tiempo esperada. Y allí pude ver el rasgo ominoso que rompió mi impulso y me dio la fuerza desesperada para apartarme del embrujo.

¡El artero enano me había engañado!La beldad sin igual que vieron los siglos era en verdad una gigantesca mantis religiosa que se aprestaba a satisfacer conmigo sus dos necesidades más perentorias, y no quería dejarme escapar. Viendo que no podía zafarme de la presión de las enormes patas como gigantescas tenazas del monstruoso insecto cuyas horribles mandíbulas estaban ya muy cerca de mis ojos, recurrí al único procedimiento en el que todavía me quedaba alguna esperanza.

Viaje dentro del viaje o excursión al reino de la patafísica: me quedaba alguna esperanza porque sabía que aquello no podía ser cierto. Las mantis no devoran seres humanos. Era un producto de mi fantasía. Bastaría pues con el sonido de una palabra para que todo se deshiciera. Es verdad que resultaba absurdo que para salvarme de mis propias fantasías (que en principio sólo pueden estar en mi cabeza) hubiera de recurrir a la palabra hablada, a alterar el orden externo, aristotélicamente material que me rodeaba. Pero era claro que debía hacerlo porque si me limitaba a hablar dentro de mi propia fantasía, estaría siguiendo sus reglas y no conseguiría deshacerla que era de lo que se trataba. No tenía más remedio que decir algo, algo sólido y contundente. Fin del viaje dentro del viaje.

- Un momento- dije- tú no puedes hacer esto.

- ¿Por qué?- me dijo la mantis mirándome con sus endemoniados ojos compuestos.

- Porque no existes. Tú no existes. Eres un producto de mi imaginación, un ser horrible y monstruoso que pretende acabar conmigo...

- Tienes razón, soy todo eso. Pero soy. Estoy dentro de ti, te poseo, no puedes librarte de mí ni aunque llames a un exorcista. Sólo lo conseguirás si yo quiero.

- ¿Y qué he de hacer para que quieras?

En ese momento, tumbándose sobre el verde en el calvero, el ser recuperó su hermosura primera, hasta se hizo más excelsa y atractiva: las manos de finos dedos ondulantes, los brazos de suave piel alargados, los labios carmesí sonriendo rosas, los ojos del sin fin abiertos al piélago de un deseo ilimitado, los senos de vigorosos pezones alzados en armas de amor, el cuerpo firme, extenso vibrando al relente del atardecer, el sexo abierto como una granada roja entre las paredes alzadas de unos muslos alborotados.

- Tómame-, dijo- eres más fuerte que yo.

Como Sigfrido con la Valkiria, pensé, pero no, no, no, yo he de seguir mi camino.

- ¡Pero qué camino, hombre!- dijo entonces el enano, que yo juzgaba desaparecido y al que me había prometido dar una mano de hostias si volvía a encontrarlo- ¿En qué puede desviarte de tu camino complacer a mi señora que lleva esperando por ti desde que el mundo es mundo, desgraciado?

Traté de pensar un instante, pero había poco en que pensar. La carne es fuerte y el espíritu es débil y quien pueda disfrutar de la belleza perderá mucho en la vida si no lo hace. De toda la belleza porque está toda mezclada: la poesía, la nieve de las montañas, la música, el amor, el centro de la tierra, el recuerdo, el color, la vista misma, el discurrir de los siglos, el polvo de las estrellas, la nada, el todo y sus nombres en todas las lenguas, el error, el sufrimiento, la locura, el vacío, el ser de la flor, el comienzo de los tiempos, la existencia, la caricia de las palabras, la tensión del sexo urgido, el perdón, el flamear del candil, el desengaño, el vuelo de la gaviota, el anhelo, la serenidad del crepúsculo, la inocencia, la lucha por la existencia, la risa, el eco de los valles, la caridad, la agonía del amor no correspondido, la impaciencia, la vela en el horizonte, el sentido, el sueño y su prima hermana la muerte, todo, todo lo que podamos enunciar está en ese momento en que el hombre entra en la mujer que adora buscando estallar en cosmos centelleantes.

¿De qué sirve preguntarse cuándo se piensa lo que acabo de contar si ni siquiera sabemos si se piensa? Hay jornadas en un viaje a ninguna parte que se asoman a espacios insondables. El amor, el erotismo tiene la fuerza necesaria para crear el mundo, ¿cómo no va a trastornar a un infeliz viajero?

¿No era una historia de amor lo que quería contar hoy para aligerar la jornada?

(Las imágenes son la primera un fragmento de La escuela de Atenas (1511), de Rafael, que encuentra en la Estancia de la Signatura en el Vaticano y la segunda, El origen del mundo (1866), de Gustave Courbet que se encuentra en la Ciudad de la pintura).