dilluns, 29 de setembre del 2008

Puntos de interés.

El último número de la revista Sistema (Madrid, septiembre de 2008, 143 págs) abarca temas muy variados por su naturaleza y el modo de abordarlos de los autores.

Ulrich Beck (Las raíces cosmopolitas de la democracia: el caso de la Unión Europea) sostiene que hoy se dan dos diagnósticos sobre la democracia. Según el primero ésta es un típico concepto zombi. Según el segundo, la democracia sigue siendo categoria existente pero debe formularse a la luz de la globalización como democracia cosmopolita. En otro lugar aclara Beck que los conceptos zombi son aquellos que seguimos empleando pero que ya no significan nada: familia, empresa, capitalismo, clase... Un poco fuerte me parece la pretensión pues estos conceptos siempre han sido polisémicos pero ello no los hacía, ni los hace, inútiles. Tanto más la democracia a la que parece quizá algo apresurado enterrar sin más como intenta hacer Colin Crouch con su concepto de "postdemocracias". En todo caso, lo que interesa a Beck es fundamentar la democracia cosmopolita: "EL cosmopolitismo combina la apreciación de la diferencia y la diversidad con el esfuerzo para concebir nuevas formas democráticas de dirección política más allá el Estado-Nación" (p. 11). No hace falta decir que la manifestación más satisfactoria de esto es la Unión Europea (UE) primera organización política que no se fundamenta en la violencia sino en el acuerdo y mutuo beneficio de las partes. La UE es en realidad el resultado de lo que Beck llama la "segunda etapa de la modernidad". En la primera fue el Estado-Nación el que desarrolló las instituciones de la política y el gobierno. En la segunda "el poder está siendo extrapolado y distribuido en parte al ciberespacio, en el mercado y el capital móvil, y en parte a la vida política de personas individualizadas que ahora tienen que sobrellevar los riesgos que se están produciendo" (p. 16). Sostiene el autor que la UE puede convertirse en una democracia participativa con la que se identifique la población a través de cuatro pasos: 1) crítica del autoengaño neoliberal (esto es, la idea de que basta la integración económica; no la política); 2) la misión y la visión social de la UE; 3) su misión y visión democrática; 4) la misión y visión ecológica.

Fernando Gil Alonso (La complementariedad de la ocupación de españoles y extranjeros: análisis sectorial y diferencias territoriales) publica un interesante trabajo sobre el papel de la inmigración extranjera en la promoción social de la población española que permite clarificar de modo empírico qué hay de realidad en el saber convencional acerca de qué puestos de trabajo ocupan los inmigrantes. Para hacerlo recurre a la Encuesta de Población Activa (EPA) para obtener datos de la fuerza de trabajo y sus componentes (ocupados/parados) y por sectores. A efectos comparativos emplea dos oleadas de la EPA: el segundo trimestre de 2000 y el segundo trimestre de 2007. Según la EPA los 15,5 millones de trabajadores de 2000 pasaron a 20,4 millones en 2007. Un aumento de 4,9 millones que se desglosó en 2,6 millones de españoles y 2,3 millones de extranjeros. El impacto de esta masa de mano de obrera extranjera se hizo además en un periodo caracterizado por tres rasgos: a) envejecimiento relativo de la población española; b) alta feminización del mercado laboral; c) mejores niveles educativos. Para poder comparar los datos de nacionales y extranjeros elabora un Índice de Segregación Sectorial (ISS) consistente en aplicar a los trabajadores españoles y extranjeros en cada sector de actividad en el año 2000 la tasa de empleo total de cada uno de los colectivos entre 2000 y 2007. Los sectores son: 1) Agricultura, silvicultura y pesca; 2) industria y transporte; 3) construcción; 4) comercio y hostelería; 5) intermediación financiera y actividades inmobiliarias; 6) administración pública, educación y salud; 7) otros servicios. El resultado que obtiene se da en tres posibilidades: a) sustitución de trabajadores nacionales por extranjeros; b) concurrencia de unos y otros; c) sectores casi exclusivamente reservados a trabajadores nacionales. Se puede hablar de complementariedad, sin duda, pero, según los datos, el empleo inmigrante se ha concentrado en las categorías más bajas de las ocupaciones. Por sectores: el de la construcción es el único que ha crecido (hasta ahora) con mucha fuerza tanto en trabajadores nacionales como extranjeros; los sectores agrario y el de industria y transporte presentan la mayor sustitución de mano de obra nacional por la inmigrada. El sector financiero inmobiliario y la administración pública tienen la mayor concentración de trabajadores nacionales, son los más impermeables a los extranjeros y constituyen nichos de empleo de mano de obra nacional, sobre todo femenina. Comercio y hosteleria y "otros servicios" tienen un crecimiento más equilibrado, en concurrencia. Estos datos se validan también cuando se cruzan con las Comunidades Autónomas según su desarrollo. En las más desarrolladas, los españoles se concentran en los sectores mejor remunerados (financiero y administración pública) y se dan dinámicas de sustitución en todos los demás, mientras que en las menos desarrolladas sólo se da sustitución en los sectores agrario e industrial que parecen ser los primeros que abandonan los españoles.

M. Cecilia Añaños Meza (El Consejo de Derechos Humanos de la ONU. ¿Un avance en el desarrollo institucional de los derechos humanos?) hace un análisis detallado del nuevo Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que por resolución de la Asamblea General (AG) del 15 de marzo de 2006 vino a substituir a la antigua Comisión de Derechos Humanos dependiente del ECOSOC y como parte del proceso general de reforma de la ONU. La autora hace un repaso a la historia de la Comisión, su valor como agencia codificadora su muy elevada politización y su liquidación a raíz de las acerbas críticas vertidas contra ella en el correspondiente informe que por encargo de la AG presentó en su día el Secretario General, señor Kofi Annan. Añaños repasa después el nuevo órgano analizando su fin, sus objetivos (contribuir al desarrollo del derecho internacional de los derechos humanos, promover el respeto a los derechos humanos, contribuir prevenir sus violaciones, contribuir a reforzar y racionalizar el sistema de derechos humanos de la ONU), sus principios (universalidad, imparcialidad, objetividad, no-selectividad, diálogo internacional constructivo y cooperación internacional) y su estructura (composición, eleccion, reelección, etc) y los mecanismos de apoyo del Consejo, con especial atención a: el examen periódico universal, los procedimientos especiales y el procedimiento de denuncia, sin olvidar el aspecto financiero y el problema -nada baladí- de cómo encajará el Consejo dentro del complicado sistema de derechos humanos de la ONU que cuenta con los órganos subsidiarios de derechos humanos del ECOSOC, la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos y los siete comités creados por los tratados de derechos humanos. Esto es, un panorama para que abunden las duplicaciones y solapamientos. La autora es escéptica respecto a la necesidad de crear el Consejo que no difiere gran cosa de la Comisión y justifica su escepticismo enumerando sus críticas: a) falta de credibilidad; b) politización; c) selectividad al reaccionar a las violaciones de derechos humanos; d) problema de racionalización; e) desproporción entre la función y la institución. Más o menos las que cabía hacer a la Comisión.

Carmen Castilla (Regreso al pasado: el movimiento neocatecumenal como paradigma del catolicismo conservador en la España actual) publica un curioso trabajo de investigación sobre esa secta tan pintoresca de los llamados "kikos", esto es el movimiento neocatecumenal puesto en marcha en 1964 en Palomeras Altas (Madrid) por Kiko Argüello, pintor de profesión. Según Castilla se trata de un buen ejemplo de que, al contrario de lo que pensaban Weber o Durkheim, la religión tiene una presencia social cada día más activa. Estos neocatecúmenos son una secta aprobada por Roma que tiene unas 5.000 comunidades cada una de las cuales con 25 a 30 miembros en más de dos mil parroquias de todos los continentes. El trío directivo son el dicho Kiko Argüello, Carmen Hernández, antigua misionera que pasó un tiempo en Israel y es autora de la liturgia y el presbítero italiano Mario Pezzi. Las actividades esenciales de los neocatecúmenos (así llamados por aferrarse a los modos de los primitivos cristianos) son las prédicas a través de lo que llaman el "trípode de la evangelización": catequistas itinerantes, familias en misión y los presbíteros. El modus operandi viene a ser como sigue: un matrimonio se desplaza a una parroquia nueva, habla con el párraco, pide permiso para predicar, lo obtiene y al cabo de un tiempo constituye una comunidad parroquial que tiene ya su propia dinámica con su presbítero y sus actividades. Los sacerdotes salen de una seminarios de la propia comunidad, los llamados seminarios Redemptoris Mater que tienen una proyección misionera. En las comunidades se realizan ritos iniciáticos y lo que, para mi perplejidad califica la autora como experiencias y conocimientos herméticos, para formar lo que llaman "verdaderos cristianos". Los miembros generalmente rompen con su vida anterior. Hay un antes y un después en el neocatecumenismo. En un principio las relaciones de los neocatecúmenos con el Vaticano no fueron buenas pues la Congregación para la Doctrina de la Fe (presidida por el cardenal Ratzinger) creía que no estaba cumpliendo con la ortodoxia. Por último, en el año 2002 el papa Juan Pablo II aprobó los estatutos del camino neocatecumenal. Sin duda al ver el carácter reaccionario de sus prédicas. Según el camino (o sea, la secta) la sociedad hoy sufre tres grandes crisis: de sentido, de valores y de identidad. Para resolverlas los neocatecúmenos son militantes contra las políticas de laicidad del Estado democrático y sus posiciones son radicales en asuntos como la familia, el matrimonio, la sexualidad o la educación. Son los llamados teocons que tanto animaron las manifestaciones en contra del gobierno del PSOE el año pasado, especialmente la muy sonada del dos de diciembre en la que Kiko Argüello anunció que "Europa necesita que ayudemos a la familia".

Francisco Arenas-Dolz (Retórica aristotélica y democracia deliberativa) parte de dos tesis: 1ª) el modelo actual de democracia deliberativa en sus versiones rawlsiana y habermasiana no es incompatible necesariamente con la teoría aristotélica de la deliberación; y 2ª) el modelo retórico deliberativo aristotélico nos proporciona unas bases más plausibles que otro modelos para establecer un panorama deliberativo de democracia. El trabajo está muy bien y es sistemático y claro. Presenta la teoría de la democracia deliberativa como una alternativa a la teoría liberal y las "exageraciones" comunitaristas (MacIntyre, Sandel, Taylor, Walzer, etc) que arranca de la idea kantiana de ilustración, tanto en Rawls como en Habermas, coincidentes en que el consenso racional alcanzado a través de la discusión debe servir como guía normativa de una democracia deliberativa. Las reglas que rigen aquí son: a) respeto mutuo; b) integridad cívica; c) magnanimidad cívica (pp. 96/97). Se entiende por qué siempre me ha parecido que esta formulación de la democracia deliberativa tiene mucho de quimérico. La última concreción de esta idea es el republicanismo, a su vez empeñado en encontrar una salida entre el liberalismo y el comunitarismo. La deliberación pública es central, esencial en una sociedad democrática, algo en lo que, como señalan muchos autores, insiste Aristóteles como cosa necesaria para el ejercicio de la razón práctica fundamentado en el discurso deliberativo. Según el autor, el modelo retórico deliberativo aristotélico se sustenta en "unos principios críticos, no esencialistas ni normativos, capaces de fomentar el compromiso, la colaboración y el empoderamiento de la ciudadanía, desde donde se articula cualquier deliberación." (p. 101) y demuestra su posición analizando la Retórica, la Política y la Etica nicomáquea principalmente. Especial interés tiene su precisión de que el concepto aristotélico del zoon politikon debe traducirse en el sentido de que el hombre es el más social de los animales, no que sea el único. Este error da origen a otros dos. Uno presenta a Aristóteles como partidario de la idea de la política como un fin en sí mismo, en ignorancia de su predilección por el bíos theoretikós frente al bíos politikós; el otro lo presenta como un determinista biológico (el impulso de vivir juntos está biológicamente heredado) siendo así que el fin de la política no es la vida en común, sino el vivir bien. Enumera luego el autor los objetivos de la buena retórica, la retórica ética que Aristóteles defendió frente a Platón, sin la que no hay educación moral. La retórica deliberativa aristotélica es el discurso sobre lo bueno y lo malo, lo útil y lo inútil, lo justo y lo injusto (p. 108). El hombre bueno y el buen ciudadano caminan juntos y la democracia es comunicación y se funda en la comunicación.

José María Villarías Zugazagoitia (Zugazagoitia: los hombres y sus trabajos) publica un estudio valorando la obra novelesca, biográfica y, sobre todo, de ensayo estético del que juzgo que fuera su pariente, el periodista y escritor socialista Julián Zugazagoitia, refugiado en Francia al término de la guerra civil española, entregado por los alemanes a Franco y fusilado por éste sin mayores contemplaciones en 1940. Zugazagoitia, que escribía sus obras al modo de Baroja en trilogías, había publicado tres biografías de famosos socialistas: Pablo Iglesias (Una vida heroica), Tomás Meabe (Una vida humilde) y Emilio Beni (Un vida anónima), como trilogía fueron sus novelas, El botín, El asalto y Los trabajos clandestinos, literatura en buena parte también biográfica. En medio de las actividades de la República y la guerra, sus trabajos periodísticos, su diario, sus otras tareas literarias, Zuga encontró tiempo para planear otra trilogía sobre tres artistas: Van Gogh, Chopin y Oscar Wilde de la que sólo llegó a acabar la de Van Gogh, llamada Sorrow. El autor sostiene que Zugazagoitia parte de una idea exaltada del arte como actividad independiente y que se concentró en los tres artistas citados (un pintor, un músico y un escritor) porque los tres conocieron el sufrimiento, el manicomio, el exilio, la cárcel, con lo que trataba de hacer una crítica a la sociedad contemporánea. Villarías cree, y parece razonable, que había afinidades electivas personales entre Zugazagoitia y sus biografiados.

diumenge, 28 de setembre del 2008

Claro que ganó Obama.

Anteanoche seguí el debate televisado de los dos candidatos pero terminó muy tarde, estaba muy cansado y, antes de escribir sobre él, preferí esperar a ver qué decían los periódicos. Ahora, con algo más de perspectiva y habiéndomelo pensado un poco, tengo claro que, si de ganador se trata, lo fue Obama. Y no tanto por sus virtudes o aciertos, que no fueron espectaculares puesto que mantuvo un tono moderado muy similar en todo el debate, como por los errores de su adversario que tampoco fueron gruesos o muy notorios ya que no cambió básicamente de actitud en sus intervenciones. Pero es que fue justamente esta actitud la que desentonaba y la que dejó una muy mala impresión: un hombre rígido que no miró ni una vez a la cámara ni tampoco a su adversario sino que se encerró en dos líneas que no cambió se hablara de lo que se hablara: a) señalar su experiencia de decenios y hablar de su curriculum y b) desmerecer cuanto pudo a su interlocutor. Si por la primera estuvo recordando de continuo a la audiencia que es un carcamal (incluso bromeó al comienzo diciendo que había "vivido ya lo suyo"), por la segunda transmitió la imagen de una persona orgullosa, intolerante y despreciativa. Conozco muy bien esa actitud: es la altanería de los representantes más cerriles de la derecha a los que saca tanto de quicio que otros piensen de forma que ellos no aprueban que prefieren no escuchar, no atender a razonamientos, ningunear al adversario. Es la misma actitud de Fraga cuando lo critican, la de Aznar o Rajoy: no han escuchado lo que han escuchado, el que lo ha dicho no lo ha dicho, además no existe, no se le mira, no hay nadie.

Frente a ese lamentable comportamiento en hora y media, el señor Obama mostró mucha flexibilidad y fondo: miraba a la cámara, que es básico a la hora de comunicar y miraba también a su adversario, al que se dirigía por su nombre de pila, mientras que éste se mantuvo en un estirado "senador Obama". Le dio la razón más de diez veces, cosa que se han apresurado a subrayar los republicanos encargados de demostrar por qué había ganado McCain diciendo que ello demuestra la falta de madurez del señor Obama quien, además, miraba al señor McCain como un discípulo a su maestro. En mi opinión, dar la razón al adversario allí donde la tiene y discrepar en aquello en que se difiere es una muestra de dominio de la situación, de elegancia discursiva y algo que todo auditorio entiende perfectamente. En cambio, la actitud de Mr. McCain, sistemáticamente agresiva, despreciativa, sin un solo gesto de coincidencia o acuerdo con la otra parte, resulta rígida y desagradable para los auditorios que son hoy mucho más experimentados que los de hace cuarenta o cincuenta años.

Envidiable fue el conjunto del programa si uno lo compara con los últimos debates que hemos visto en la televisión en España. En éste en Mississippi en el que había muy pocas cosas pactadas se dio mucha más espontaneidad que en los españoles, sometidos a un apabullante marcaje en tiempos. Lo que no consiguió el moderador, Jim Lehrer, a pesar de intentarlo en varios ocasiones, fue que los interlocutores debatieran entre sí directamente. Y no por falta de Mr. Obama, sino por la actitud altanera e imposible del señor McCain que en ningún momento dejó de hablar en tercera persona del señor Obama: "el senador Obama dice, el senador Obama cree...". Repito: esa rigidez, esa altanería y agresividad, ese desprecio, esa falta de consideración hacia el interlocutor que sin embargo era afable y cordial incluso cuando criticaba es lo que ha dado el tono del debate y deja un claro perdedor en Mr. McCain y un vencedor en el señor Obama.

En cuanto a los contenidos, la verdad es que pocas diferencias entre ambos, pero muy significativas: en la crisis económica, el señor McCain no tiene más que una receta: cortar el gasto público excepto en los capítulos de veteranos, defensa y un par de programas "vitales" que no enunció. Conjugando esta medida con el propósito de bajar los impuestos a las empresas (de las que dijo que pagan el impuesto de sociedades más alto del mundo, el 35% siendo así que no pasa del 20%) el resultado no es difícil de imaginar pues lo que se pretende es salir de la crisis a costa de los más pobres y de eliminar todos los programas sociales. Su Leitmotiv fue acusar sistemáticamente al señor Obama de despilfarro. Frente a él, éste mostró mayores y mejores registros: bajar los impuestos (eso es tema obligado en los EEUU) pero al 95% de la población, no a las empresas; preocuparse por las clases medias y aumentar el gasto en sanidad, educación y otros programas sociales.

Sobre la cuestión concreta de cómo veía cada uno de ellos el plan de Mr. Bush de rescate del sector financiero el señor Obama lleva una delantera aplastante al señor McCain ya que, a diferencia de éste, tiene preparadas sus propuestas para aprobar el plan: comisión de supervisión, garantías a los contribuyentes, límites a los dispendiosos sueldos de los ejecutivos y soluciones a quienes incurren en impago de hipotecas, cosas sobre las que Mr. McCain no tiene nada que decir.

En el capítulo de política exterior que era el tema original del debate hubo de todo. El señor McCain, empeñado en demostrar que hace cuarenta años que actúa en este ámbito, que sabe el terreno que pisa, que trata con los líderes mundiales, tiene ideas y es amigo del señor Kissinger, resulta no saber pronunciar el nombre de Ahmadineyad, llama "Kardai" al presidente de Pakistán, Zardari y tuvo que soportar que el señor Obama le dijera que ni siquiera está dispuesto a hablar con los aliados, como el señor Rodríguez Zapatero.

No obstante, así como en cuestiones económicas el señor Obama no se dejó envolver en la retórica de falsa austeridad del neocon, en política exterior no fue tan afortunado dado que los "marcos" (frames) ideológicos que emplea la derecha gringa en estos asuntos son poderosísimos y dejan escaso margen para un discurso alternativo. El señor Obama señaló que él se opuso a la guerra del Irak, pero no pudo desplegar suficiente batería crítica porque es un terreno peligroso, el del patriotismo y cualquier debilidad o ambigüedad las hubiera explotado de inmediato el belicoso Mr. McCain que no duda de la victoria en Irak. Bastante hizo el señor Obama con no dejarse atrapar en el frame jingoísta que el señor McCain desplegaba cada vez que se refería a cómo el surge (esto es, el refuerzo militar en el Irak, después de cuatro años de fracaso) está dando óptimos frutos. Debió subrayar que el surge se dio después de cuatro años de derrota, pero no lo hizo. Claro que tampoco el señor McCain supo sacar provecho del espíritu guerrero patriótico poniendo contra las cuerdas a su interlocutor forzándolo a decir si cree o no en la victoria gringa en el Irak.

El debate dejó muy claro que el señor McCain es el continuismo de Bush y el señor Obama es el cambio. Que era lo que éste quería.

(Las imágenes son sendas fotos de radiospike photography y de
Mat Honan, bajo licencia de Creative Commons).

Hasta las narices de los taxistas.

Leo en 20 Minutos que los taxistas de Barcelona van a pedir al Ayuntamiento que los coches particulares paguen un peaje para acceder al centro de la ciudad. Sí señor, con dos narices. Como si la ciudad fuera suya. Y que el peaje se lo den a ellos, como complemento salarial. Y, si el Ayuntamiento no accede a esta demanda, que lo impongan ellos; nada más fácil: se sitúa a un par de matones en las entradas a la ciudad y se cobran unas bonitas cantidades. El caso es hacer realidad el sueño de siempre de los taxistas de circular ellos solos y que todos los demás estén obligados a utilizar sus "servicios" (por decir algo) y, si no tienen dinero, que cojan el autobús y, si no les da para el autobús, que vayan andando, que es muy sano y pongan cuidado en que no los atropellen los taxis.

No conozco ciudad del mundo en la que los taxis no sean un abuso y una cruz para el resto de los conductores. Tienen todo tipo de privilegios como estacionamientos reservados en infinidad de lugares urbanos, lo cual no quiere decir que no utilicen también los que no tienen reservados cuando les place y tampoco supone que los clientes sólo puedan coger el taxi en tales estacionamientos sino que, al contrario, cargan parados, en marcha, en cualquier parte, obstaculizando el tránsito, sin limitación alguna. Tienen carriles reservados (conjuntamente con los transportes públicos colectivos o por su cuenta) en una cantidad ingente de vías, incluso en aquellas en las que tales reservas dificultan y entorpecen excesivamente la circulación particular. Y tampoco se abstienen de circular por los carriles de los demás. Todo lo contrario: como acostumbran a cargar y descargar en mitad de la vía pública suelen hacerlo en los carriles de todos para no obstaculizar los suyos.

Con las excepciones de rigor, los taxis tienen un comportamiento abusivo con el resto de los conductores y viandantes que está ya pidiendo a gritos que las ciudades se replanteen la organización de este sector en lugar de continuar acumulando privilegios sobre él en perjuicio de los ciudadanos ordinarios que pagan los impuestos de circulación pero se ven diariamente acosados por las autoridades y este poderosísimo grupo de presión que es el taxi.

Esta situación de privilegio viene dada en primer lugar por su condición de monopolio y éste se justifica por la de "servicio público" adjudicada al taxi con la placa "SP". Ahora bien, ¿qué quiere decir "servicio público" cuando se habla del taxi? Obviamente no que sea de uso colectivo como los autobuses porque el taxi es de consumo estrictamente privado: puede cogerlo el que puede pagarlo y no tiene por qué compartirlo con los demás. Se dice que es servicio público porque es de uso privado, sí, pero consecutivo: cuando un cliente se baja, otro puede subirse. Pero eso pasa con los sillones de las peluquerías y las butacas de los cines y los taburetes de los bares y a nadie se le ocurre que peluquerías, cines o bares sean "servicios públicos". ¿Por qué, pues, son los taxis "servicios públicos"? Claramente no por la naturaleza del servicio que prestan, que es como la de todos los demás, como las gasolineras, las tiendas de ultramarinos, los billares, etc, sino por el tipo de regulación a que están sometidos, una regulación por medio de licencia municipal con precios tasados e intervenidos. Es decir, los taxis no son servicios públicos porque presten un servicio público como el de los autobuses y distinto al de una joyería, por ejemplo, sino porque así lo ha decidido la autoridad, creando de paso un monopolio. Monopolio que hace justicia a su condición y abusa todo lo que puede.

En época de privatizaciones, desregulaciones y liberalizaciones, ¿por qué no se puede desregular el servicio del taxi? ¿Por qué no puede cualquiera convertir su auto en un taxi obteniendo únicamente los permisos que la administración exige para la explotación de cualquier otro negocio? ¿Por qué no son de precio libre? ¿Por qué no hay competencia entre los taxis como la hay entre casi todas las demás actividades, incluidas algunas que eran monopolios hasta hace bien poco como la televisión, los servicios postales, las universidades o las compañías de teléfonos? Los taxis llevarían indicativos exteriores claramente visibles por su interés en los que constaran las tarifas que cobran como hacen los restaurantes.

Y, por supuesto, circulando por la ciudad como el resto de los conductores, estacionando donde pueden, como personas en negocios privados que son y sin privilegios de carriles especiales que deben estar reservados al verdadero transporte público, esto es, los autobuses. Así sería menos sangrante el hecho muy frecuente de que los conductores particulares tengan que soportar embotellamientos eternos mientras ven que a su vera están libres y sin utilizar los carriles reservados a los taxis por los que circulan a toda velocidad los ciudadanos también privilegiados que pueden permitirse el lujo de desplazarse en taxi que, en definitiva, es el servicio público de los pudientes a un precio muy asequible para ellos a costa del común de los mortales.

La razón que suelen esgrimir los taxistas para justificar el uso de sus privilegios (y no quiero hablar ya de que los ayuntamientos accedan a ese atraco del peaje de los particulares) es que están trabajando, que para ellos el taxi es un instrumento de trabajo. Ciertamente. Y para el noventa y nueve por ciento de quienes se desplazan a diario en las ciudades en coche, los que los usan para ir al trabajo y venir de él y los que circulan en auto directamente por razones laborales, desde agentes de comercio a trabajadores y autónomos que tienen que ir a hacer reparaciones a domicilio. Tiene bemoles la ideita de que los fontaneros que hacen reparaciones en casa de los taxistas tengan que pagar peaje para entrar en la ciudad para que los taxistas puedan circular a sus anchas.

(Las imágenes son fotos de Rubén Marcos y de Didier Raboud, ambas bajo licencia de Creative Commons).

Uno de los grandes.

Posiblemente haya hoy media docena de actores tan buenos como Paul Newman, sino mejores. Pero Newman es de los que tiene uno asociados con la adolescencia y son indiscutibles porque forman parte de la propia biografía, están unidos a momentos en que la vida comenzaba a desplegarse y traen recuerdos que encienden de nuevo el ánimo con el fuego del dulce pájaro de la juventud. Qué se le va a hacer. Precisamente no vi mucho cine reciente de Newman porque no me gustaba verlo envejecer. Lo tengo fijado en esa edad de plenitud que va entre El largo y cálido verano (que cuenta una historia fascinante con densidad faulkneriana) y El golpe, que es como se llamó aquí The Sting, la segunda vez que Newman compartía actuación con Robert Redford, después de aquel peliculón que fue Butch Cassidy and the Sundance Kid, también traducida aquí como Dos hombres y un destino, hay que fastidiarse. Entre estas dos creo haber visto todas las demás, lo he visto como Billy el Niño, piloto de carreras, marido con problemas, militar judío, jugador ventajista, etc. Y siempre guardaré el recuerdo de ese tipo frío pero cercano que irradiaba un magnetismo inexplicable que no dejaba indiferente a nadie.

(La imagen es una foto de Mister Scratch, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 27 de setembre del 2008

Nuestro deber: encontrar a las víctimas.

El juez Baltasar Garzón ha dictado nuevas providencias reclamando bien información más precisa a los organismos a los que ya se la había solicitado y le habían contestado, bien recordando el deber de colaborar con la justicia a aquellos otros que, como la Conferencia Episcopal Española, se llamaron andana, lavándose las manos como Pilatos y sosteniendo que el asunto no era de su incumbencia. Es intolerable que los curas que han beatificado a cientos de sus caídos en la contienda se nieguen a colaborar para encontrar a los asesinados por los suyos, enterrados en lugares ignotos. En verdad es gente sin piedad y sin compasión y si por algo deseo que exista ese cielo e infierno en cuyo nombre cometen sus tropelías es por verlos llorando y crujiendo los dientes por toda la eternidad por crueles y desalmados.

Ruego a quien piense que exagero que medite sobre este párrafo extraído de El País de ayer:

"Se solicita también información sobre el fondo documental del Auxilio Social -el patronato encargado de rescatar para la dictadura a miles de hijos de republicanos que fueron dados en adopción a familias adeptas al régimen- para conocer más sobre los progenitores fallecidos o desaparecidos de esos menores.

Se le revuelven a uno las entrañas. Los franquistas cometieron con miles de niños la misma canallada que la dictadura argentina de los Galtieri, Videla y demás basura humana. Los franquistas, el auxilio social, los curas, los católicos, los que se pasan el día hablando de la caridad, el perdón, los valores de la familia, el amor filial, la paternidad. Aquella pandilla de delincuentes condenó a miles de niños a vivir unas existencias falsas con padres que no eran los suyos, a ignorar todo de los verdaderos, empezando por el hecho de que habían sido asesinados. El baldón que cae sobre la Iglesia católica española es inconmensurable y no hay que permitir a sus ladinos monseñores escurrir una vez más el bulto. Tienen que colaborar con la justicia para sacar a la luz los restos de quienes, además de morir asesinados, perdieron la posibilidad de que sus descendientes los buscaran.

No se trata de que aquellos granujas o sus herederos espirituales pidan perdón, cosa en la que son especialistas con la boca chica. Se trata de que cumplan con su deber y presten toda su colaboración a la justicia hoy representada muy dignamente en la persona del juez Garzón.

Porque es claro que no hay artimañas ni argucias que sirvan en esta situación, que no puede haber excusas por razón alguna, sea de tiempo, oportunidad o principio, para atender a la obligación que tenemos como colectividad, como sociedad, de dar halladas a las víctimas de los asesinatos (el señor Garzón insta también el conocimiento de las del lado republicano y hace muy bien) para devolvérselas a sus familiares incluso aunque haya que encontrarlos entre quienes han vivido toda su vida engañados e ignoraban que eran hijos de personas asesinadas.

Por eso mismo es incomprensible que haya quien en la izquierda se oponga al cumplimiento de este elemental deber de humanidad que tenemos los españoles. Al parecer el señor Leguina, a quien tengo en gran estima por otros conceptos, ha publicado un artículo acusando al señor Garzón de ignorar la ley por pretender encontrar a las personas asesinadas por los franquistas y enterradas de cualquier modo en fosas comunes. No me parece que el señor Garzón ignore ley alguna sino que al contrario tiene la valentía de aplicar las que hay como debe hacerlo. Sí me parece en cambio que el señor Leguina ignora un deber de humanidad elemental, cosa que sólo puedo atribuir a un estado de irritación o enajenación pasajeros.

En ese espíritu del deber de encontrar a los represaliados, torturados, asesinados y hechos desaparecer que se está convirtiendo en una exigencia colectiva española imparable se dan momentos bellos, con manifestaciones de gran humanidad y sentimiento con las que todos, si las escuchamos, mejoraremos mucho. La última el conmovedor artículo que publicaba ayer en El País el escritor Julio Llamazares, titulado La perserverancia de los desaparecidos.

Hasta hace un par de años, hasta su fallecimiento, mantuve correspondencia y trato frecuente con una anciana hija de un alcalde socialista de un pueblito de Toledo a quien los fascistas fusilaron un amanecer cuando tomaron el lugar, tras torturarlo durante toda la noche anterior, enterrándolo en algún lugar desconocido. Antes de matarlo le dejaron escribir dos cartas, una a su madre y otra a su esposa. Mi anciana amiga conservaba una de ellas, ya no recuerdo cual, la había enmarcado y la tenía en su casa, bien visible en una pared. Aquella mujer vivió toda su vida con la ilusión de encontrar algún día los restos de su padre cuya carta se sabía de memoria.

¿Cómo es posible invocar "razones" de oportunidad o conveniencia para no cumplir con nuestro deber de encontrar a todos los desaparecidos?¿Cómo es posible no estar dispuesto a remover la tierra de España entera para encontrar los restos del padre de mi anciana amiga para que sus familiares los depositen junto a los suyos?

(La imagen es una foto de Wessex Archeology, bajo licencia de Creative Commons).

Contra la privatización de la sanidad pública.

Cedo este post a la Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad Pública de Madrid que hace una campaña pidiendo la

Derogación de la Ley/15/97 que permite la privatización de la Sanidad pública


Quien quiera colaborar con la campaña, que firme aquí una petición dirigida al Gobierno de España. Más abajo, información cumplida sobre los siniestros planes de convertir la sanidad madrileña en un negocio de ese equipo de gentes sin escrúpulos en torno a la señora Aguirre.




Se habla de privatización de la sanidad en Madrid; han empezado con los laboratorios y ya han cerrado centros de especialidades casi de un día para otro sin avisar al personal de los centros.
¡La sanidad no se puede privatizar!


Sanidad Pública Comunidad de Madrid.
Lo que hay que saber:

1) Los nuevos hospitales de *gestión privada* han cubierto sus plazas con médicos de los hospitales públicos, que se han quedado sin buena parte de su personal. En el caso de La Paz se ha ido el 40% de los médicos.

2) A pesar de haberse ido, sus nóminas corren a cuenta de sus antiguos hospitales de origen. Es decir, esos médicos trabajan para un hospital privado pero *su sueldo sale del hospital público.*

3) De momento 3 de los hospitales privados no han abierto por falta de personal. No obstante *están cobrando de la Comunidad una cuota fija diaria* (a pesar de estar cerrados y sin estrenar).

4) A pesar de la clamorosa necesidad de médicos de los hospitales públicos para cubrir las bajas de los que se fueron a los privados, tienen *prohibido contratar nuevos médicos*, en tanto que no se cubran las plazas de todos los hospitales privados para que estos puedan empezar a funcionar.

5) Cada hospital privado cobra de la Comunidad *300 € por cada paciente* que atiende, independientemente de lo que le haga (diagnóstico, pruebas, consultas, etc). Esta cuota sigue siendo 300 € aunque lo que le hagan cueste mucho menos.

6) Cuando llega *un paciente cuya prueba cuesta más de 300 €, el paciente es desviado automáticamente a un hospital público*. Así el hospital nunca pierde dinero, y además no compensa en otros pacientes sus ganancias cuando ha atendido a otro paciente por menos de ese dinero (es decir que es como en el casino, siempre gana la banca).

7) Ninguno de estos hospitales tiene *laboratorios* para hacer sus propios análisis de sangre, de bioquímica, citología, etc. Estos servicios son contratados a* empresas privadas externas* que cobran sus servicios.

8) Como muchos médicos no se fían mucho de lo que hacen estas empresas externas, en la práctica es frecuente mandar las muestras para analizar por duplicado, por una parte a la empresa externa responsable de ese servicio, y por otra parte a un laboratorio amiguete de la pública del hospital de procedencia. *La sanidad pública está pagando cada análisis de hecho por duplicado.*

>En definitiva, dentro de unos años no sé qué tipo de médicos nos van a poder atender. Teníamos una sanidad pública que era de las mejores del mundo y no hace falta ser muy listo para sospechar cómo va a evolucionar esto. Afortunadamente para los que vivan fuera de Madrid, esto no está pasando en otras comunidades. No entiendo cómo, por muchas transferencias en sanidad que haya, cuando se comete en una comunidad un desaguisado de este tipo con la clara intención de desmantelar el sistema, el gobierno central no da un puñetazo en la mesa ni pone las cosas en su sitio.

El otoño se presenta caliente en la sanidad madrileña. Por favor informaos y contrastad éstas y otras informaciones. Nuestra pasividad es lo que más les conviene a los que quieren desprestigiar y desmantelar la sanidad pública. Buscad la verdad y reaccionad. Es realmente importante lo que nos estamos jugando.

Si alguien quiere dejar su salud en manos de una empresa, cuyo objetivo (como el de todas las empresas) es ganar dinero, allá él. No me parece ni medio lógico dejarse operar por alguien que, como primer objetivo, va a estar más pendiente de obtener beneficios económicos que de proporcionarnos la mejor atención posible.

divendres, 26 de setembre del 2008

No hay acuerdo hasta que haya acuerdo.

Con el admirable sentido para lo teatral que tienen los gringos, ayer escenificaron una peli de rescate de la chica en el último momento con el presidente señor Bush diciendo por la tele que el país vive horas de dramático peligro y el señor McCain recordando que, como antiguo piloto de la marina, sabe cuándo hay que tocar a zafarrancho de combate y que, habiendo llegado el momento, suspendía la campaña para ir a Washington a enderezar el gran entuerto nacional. Pedía asimismo al señor Obama que aplazaran el debate previsto para hoy por la noche en la Universidad de Mississippi hasta que se hubiera alcanzado un acuerdo.

Todo sonaba a un intento a la desesperada para recuperar distancia en las encuestas que vuelven a dar ganador a Mr. Obama. Éste se apresuró a presentarse también en Washington para ayudar a establecer un acuerdo pero rechazó la idea de aplazar el debate televisado porque, dice, los estadounidenses deben saber qué propone cada candidato para sacar al país del fregado (mess fue su palabra) en que se encuentra.

A primera hora de la tarde, el Congreso anunciaba que había llegado a un entendimiento respecto a la propuesta de emplear setecientos mil millones de dólares (un tercio del total del ingreso federal en un año) para librar a los bancos de los empréstitos basura. Los legisladores sólo ponían como condición que el libramiento se hiciera en tres entregas. Más tarde, en una reunión en la Casa Blanca con el presidente y los asesores financieros a la que asistirían los dos candidatos se afinarían los detalles del acuerdo.

La noticia se recibió con alborozo en los mercados; el Dow Jones subió un dos por ciento y todas las bolsas fueron al alza. Los periódicos dieron por hecho que se había logrado el acuerdo. Al final del día la euforia se había esfumado y los asistentes a la reunión la abandonaban si acuerdo alguno y en medio de mutuas recriminaciones. Las más agrias, las de los demócratas a los republicanos y en concreto al señor McCain quien, según un dirigente rival, no estaba interesado en un plan para salvar a los EEUU sino para salvar a McCain.

En algún momento se sabrá qué pasó en la reunión de la Casa Blanca. Desde luego, Mr. McCain llegó a Washington después de que el Congreso anunciara el acuerdo, lo que restaba bastante a su pretensión de ser decisivo en el plan de salvamento y después, en la reunión de la Casa Blanca, le puso condiciones, exactamente las mismas que habían formulado los demócratas y él había rechazado el día anterior: un consejo independiente de supervisión, un mecanismo para proteger los intereses de los contribuyentes, un límite a los pagos gigantescos a los ejecutivos de Wall Street y un mecanismo de socorro para quienes estén atrapados en hipotecas que no puedan pagar. Como buen conservador McCain omitió la cuarta pero plagió las otras tres. Coincidió en esto con una ofensiva de los republicanos más reaccionarios que objetan a la idea misma de intervenir en los mercados y ambas ofensivas de sentido contrario dieron al traste con el acuerdo.

Ayer por la noche quedaban el señor ministro de Hacienda, Paulson, el baranda de la reserva Federal, Bernanke, los asesores presidenciales y los técnicos demócratas y republicanos en febril actividad contra reloj tratando de sacar adelante un acuerdo antes de que abran hoy viernes los mercados que saben los dioses cómo pueden reaccionar si no hay tal.

Atención blogueros: quieren regularnos.

La noticia viene hoy en Público según la cual El Parlamento Europeo busca aclarar el estatus de los blogs. Al parecer la Eurocámara ha aprobado un informe en el que se pide abrir un debate para determinar el estatus de los blogs a los efectos de acabar con su inseguridad jurídica y aclarar cuestiones de responsabilidad de autoría, de derechos de autor, etc. La señora Marianne Mikko, eurodiputada socialista y autora del informe aprobado, insiste en que no se trata de regular internet sino de aclarar la función y responsabilidad de los blogs a los que atribuye "una nueva contribución importante a la libertad de expresión".

En realidad esto no es nuevo. La señora Mikko, de origen estonio, lleva meses intentando que la eurocámara la secunde en su propósito de someter la blogosfera a algún tipo de ordenamiento, poner orden en la red, vaya, diríamos para entendernos.

No sé si la señora Mikko se hace cargo de lo que propone. Hay cientos de millones de blogs, quizá ya algún millar de millones. Hay blogueros de todas las razas, culturas, lenguas y religiones y hay blogs de todos los temas que alguien pueda imaginar, del alfa al omega de los conocimientos y la aventura humana en la tierra. Poner "orden" en ese marasmo vivo y en ebullición se me antoja tarea poco menos que imposible y en todo caso carísima.

Además, orden ¿en qué? Si de lo que se trata es de vigilar el territorio de los derechos de autor o el de injurias, calumnias o difamación, los códigos civiles y penales resultan perfectamente aplicables a los blogs de los que son responsables quienes los redactan y cuelgan en la red; responsables de su contenido íntegro. Y las plataformas que los albergan ya se ocupan de identificarlos por si fuera necesario dar con ellos. De los insultos y posibles injurias y calumnias que puedan perseguirse en un blog será siempre responsable su titular, en tanto no pueda o no quiera identificar al autor material. No veo qué haya aquí de novedoso o extraordinario que pueda justificar los desvelos de la señora Mikko para someter la blogosfera a control, fuera de la inevitable tendencia de algunos de querer controlarlo todo. Un web log (blog) es un rollo de papel que uno va rellenando y que se escribe en público y se cuelga en la red para que lo vea todo el mundo, sólo los amigos del autor, sus correligionarios, un primo de América, nadie o él mismo porque es un narcisista.

Hace unos tres meses ya estaba la señor Mikko moviendo voluntades en la Eurocámara que apoyaran sus intenciones. Y alguna de éstas no parece tan pura e inocente como suenan las de ahora. Preguntada en un momento si consideraba que los blogueros son una amenaza, decía que que no creía que fueran una amenaza si bien están en situación de "contaminar" el ciberespacio y ya tenemos demasiado spam, desinformación y contenido ilícito en la red. "Lo que necesitamos", concluyó su intervención en tono ominoso, "es una marca de calidad para conocer con exactitud quién está escribiendo y por qué". Y ¿para qué querra está señora saber, se pregunta uno asombrado, por qué escribe otro que ni la conoce y al que ella no conoce? Por lo demás, lo puede ver asomándose a la red. ¿Para qué meter sabuesos?

Francamente, yo no haría nada que pretendiera interferir en ese infinito laberinto de la red por dos razones: primera porque me parece inmoral y segunda, porque no es posible. Repito: los blogueros estamos identificados en las plataformas que albergan nuestros blogs y somos responsables de todo su contenido a efectos civiles y penales. No es necesario nada más para garantizar el buen funcionamiento de la red que es el mayor y más poderoso ámbito de libertad que ha tenido el ser humano hasta la fecha.

(Las fotos son, una de Samlusgarten, otra de Hans on Experience y la última es de N'ayez pas peur! La..., todas bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 25 de setembre del 2008

El lugar de Dios.

Dice el señor Stephen Hawkings que no ve que la ciencia deje espacio a Dios, lo cual es congruente con su suposición de que se puede explicar el origen del universo sin necesidad de contar con la existencia de la divinidad, que adelantaba en su best seller La historia del tiempo. Sí y no. La ciencia ilumina al universo como la aurora de rosados dedos lo hace con la tierra, disipando cada día las sombras de la noche; pero no desaloja a Dios como si fuera una de éstas ya que Dios no está ni ha estado nunca ahí fuera, ocupando algún lugar, desde un sitio concreto en lo alto de un monte hasta confundirse con toda la naturaleza al modo espinoziano. Dios no existe ni ha existido nunca (y, digamos, ha dejado de hacerlo en algún momento) sino que está en la cabeza y en el corazón de los seres humanos que son quienes lo han creado más o menos a imagen de lo que piensan sea su semejanza. Y como quiera que los seres humanos sí ocupamos espacio en el universo, cada uno de nosotros al menos durante una temporada, así lo hace también nuestra divina criatura. Por eso digo que sí y no a la afirmación de Mr. Hawking.

Dios, los dioses en general, son un producto del espíritu humano puesto a buscar explicaciones a las preguntas últimas del qué somos, de dónde venimos y a dónde vamos y como sea que ese espíritu es muy variado, también lo son sus criaturas. Hay panteones con un solo Dios, panteones con muchos dioses, panteones sin ninguno, con dioses de paso y hasta ausentes. Hay dioses buenos, malos y regulares, vigilantes, celosos, desentendidos, olvidadizos, caprichosos, justicieros, injustos, inmortales y hasta mortales. Pero están todos en nuestra cabeza igual que, como decía Paul Éluard, "hay otro mundo, pero está en éste".

La cuestión es que a fuerza de imaginarlas hemos acabado por creer en la realidad de esas nuestras imaginaciones a las que hemos dotado de tal verosimilitud que en muchos casos (según quién y cuándo) estamos dispuestos a matar a aquellos que nieguen su existencia o sucumban a la extravagante tentación de creer en otras. Si no está la cosa tan paroxismal, simplemente nos limitamos a establecer una distinción básica entre los seres humanos: de un lado aquellos que, como nosotros, creen en el Dios verdadero y del otro todos los demás, los que creen en otros dioses, en otros milagros o portentos a los que miramos por encima del hombro ya que se entregan a lamentables prácticas idolátricas y supersticiosas.

Esto es definitivo: nuestro Dios hace milagros cuando le place; y no sólo él, sino sus familiares (por ejemplo, su hijo) y muchos de sus servidores más fieles a los que llamamos santos. Los demás creen en diversas supersticiones a las que llaman milagros. Esta pintoresca parcialidad está más extendida de lo que parece. El otro día, ante mi afirmación de que el Opus es una secta, un lector anónimo escribía: "El Opus Dei no es una secta, es una Prelatura Personal de la Iglesia Católica; es decir, tiene cuerpo jurídico reconocido por el Derecho Canónico". Y a continuación me exigía que hablase "con propiedad", cuando era lo que estaba haciendo. Según el DRAE, una secta es (en primera acepción) un "conjunto de seguidores de una parcialidad religiosa o ideológica". O sea el Opus, por ejemplo. Claro que mejor es aun la tercera acepción que seguro encaja con lo que piensa mi corrector: "conjunto de creyentes en una doctrina particular o de fieles a una religión que el hablante considera falsa." Considero falsas todas las religiones por tanto todas son sectas. Mi corrector seguramente sólo considera falsas las religiones que no sean la suya, así que únicamente aquellas serán sectas. Por lo demás de acuerdo con el DRAE que es el que determina la propiedad en el hablar, que el Opus sea una prelatura personal etc, etc no lo hace menos secta.

Con lo dicho hasta aquí está claro que por mucho que avance la ciencia siempre habrá lugar para Dios en el universo mientras los seres humanos sobrevivan. Hay muchos colegas del señor Hawking, tan científicos como él que son firmes creyentes. En su famosa conferencia ¿Juega Dios a los dados?, el profesor de física teórica ya recordaba cómo Laplace había respondido a Napoleón que no precisaba de la hipótesis de la existencia de Dios para explicar el universo pero eso no quería decir que la negara. Es más uno de los rasgos típicos de nuestro tiempo en que ha llegado a aventurarse la hipótesis de que el conocimiento científico esté agotando la materia por conocer es lo muy presente que está Dios en las relaciones sociales.

Que se lo digan si no al cardenal Rouco Varela que acaba de hacer unas declaraciones dejando bien claro que no solamente su Dios está bien presente en España, cuando menos, sino que sus mandatos en lo relativo al aborto, por ejemplo, están por encima de mayorías y minorías, por encima de la opinión pública de forma que el hecho de que la vigente ley del aborto esté apoyada por una amplia mayoría ciudadana y de que también pueda estarlo la que se avecina no significa nada y sigue siendo un asesinato. Si monseñor Rouco pudiera, el Parlamento español se comería la legislación sobre el aborto con patatas y lo mismo tendría que hacer con la asignatura de Educación para la ciudadanía y la así llamada Ley de la memoria histórica.

La innegable presencia de Dios en el ánimo de Monseñor Rouco es lo que le permite hablar sin gran respeto por la lógica ni por la memoria ni siquiera por alguna de las virtudes que su Iglesia propugna, como la caridad. El arzobispo de Madrid falta a la lógica cuando dice en relación con la Educación para la ciudadanía que la "ley se va a cumplir" pero, al mismo tiempo, anima a los creyentes a recurrir a la objeción de conciencia cuyo busilis es, precisamente, incumplir la ley. La falta de memoria de Monseñor es también chocante. Afirma que en un Estado de derecho se puede hacer uso de los de manifestación, la libertad de expresión y el derecho a reunión, para expresarse y se olvida de mencionar que tales derechos son resultado de una conquista social en dura lucha contra la dictadura que los negaba apoyándose precisamente en la Iglesia del nacionalcatolicismo que es el terreno en el que florecen los Roucos.

Por último, la llamativa falta de caridad del Cardenal que bien se aprecia en su afirmación de que la Ley de la Memoria Histórica es "innecesaria"; si lo es, será porque a sus ojos esos ciento cuarenta y tres mil y pico asesinados por los fascistas en España y enterrados en fosas comunes de cualquier manera, deben seguir ahí para, dice este prelado de corazón de piedra "no trasladar problemas superados a las nuevas generaciones". ¿Quién lo autoriza a afirmar que los problemas están "superados"? ¿Qué quiere decir con "superados"? ¿Que quienes piden recuperar los restos de sus familiares para sepultarlos en muchos casos supongo que cristianamente deben renunciar a hacerlo porque sólo quieren molestar? ¿Qué clase de clérigo es éste? ¿Se puede ser más cruel?

Como puede verse, Dios sigue muy presente, incluso en las palabras de gente que no parece creer en él.

(La imagen es una foto de isc jorge garcía, bajo licencia de Creative Commons).

La memoria desmemoriada.

Acaba de llegar a Madrid, al Centro Cultural de la Villa, una muy interesante exposición sobre los años de la transición en España organizada por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), el Departamento de Relaciones Institucionales y Participación de la Generalitat de Cataluña y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC). Vale la pena visitarla por los materiales que exhibe y el modo en que está concebida, más que como una exposición tradicional como una especie de experiencia o vivencia directa de determinados aspectos o fenómenos de aquellos años: huelga, comisaría, escuela, núcleos de convivencia, psiquiátrico, escena musical, la comunicación, el legado democrático y los obstáculos a la transición.

En cada uno de los apartados citados se crea un ambiente especial con variedad de material como fotos, vídeos, objetos, música, carteles, grafitti, cartas, fichas, etc y el espectador pasa de un ambiente a otro, de una diversidad de modelos de transistor de la época a las fichas de los detenidos por la policía, las fotos de los torturados, las imágenes de la chabolas de los años setenta o los reproducciones de dibujos de internos en los psiquiátricos. Se hace uno una idea cabal de la turbulencia de aquellos años y quienes los vivimos podemos rememorarlos y rellenar lagunas.

En estos días en que luchamos por restablecer la memoria colectiva de lo sucedido hace setenta años podemos darnos cuenta de que algo parecido podría estar pasándonos ya con lo acaecido hace treinta o veinte. Es claro que hay desacuerdos de raíz respecto al modo en que entendemos ese tiempo decisivo de la transición.

Sobre él precisamente versa el catálogo de la exposición que no es propiamente tal sino un libro de pleno derecho editado por un montón de instituciones y escrito por diversos acreditados autores, periodistas, cantantes, abogados, escritores, etc (VV.AA. En transición, Barcelona, 2007, 197 págs) que abordan los temas específicos de la exposición, profusamente ilustrado por las imágenes que en ella se exponen. Edición muy cara en papel couché a un precio asequible (15 €) seguramente subvencionado. Su carácter de producto oficial se echa de ver en que viene precedido de seis prólogos: un ministro, un presidente de Diputación, un conseller de Interior, una directora general, un director del CCCB y hasta una Sociedad Estatal en pleno han querido dejar huella de su paso por el proyecto como las moscas en verano la dejan sobre los blancos cables de la luz.

Por lo demás el libro tiene aportaciones magníficas y no me resisto a reseñar algunas que me parecen las más notables sin demérito de las demás. Así, Manuel Risques, Ricard Vinyes y Antoni Marí, profes de Historia contemporánea y catedrático de Estética en universidades de Barcelona respectivamente, hacen una introducción general muy buena señalando cómo "la oposición había creado modelos éticos de contenido democrático y había situado sus valores como único referente posible de alternativa moral de la dictadura, reñida con cualquier propuesta de adaptación a los 'tiempos modernos'" (p. 20). Cuando la señora Aguirre vuelva a decir eso de la superioridad moral de la izquierda que ella niega, claro, que relea este párrafo y diga cuáles fueron los "modelos éticos" que crearon ella y quienes son como ella en aquellos años. Por eso es importante y amargo (y buen resumen del conjunto de la exposición) que los autores cierren su aportación diciendo que el balance de la transición es un "vacío ético sobre los fundamentos de la democracia, la negativa a reconocer que sus valores constitucionales son los valores del antifranquismo" a lo que acompañó "una importante mitificación de la transición que ha producido un triste efecto de rechazo, no al mito exactamente, sino al conjunto del proceso de transición". (p. 24)

Nicolás Sartorius (Atado y bien desatado) tiene una visión más complaciente del proceso. Carlos Jiménez Villarejo (La destrucción de los archivos del movimiento) explica cómo los franquistas reformistas "construyeron un muro de silencio y olvido sobre una realidad, la de los vencidos de la Guerra Civil y la posterior represión". (p. 35) Pere Ysas (La ruptura del orden franquista) atribuye la debilitación de la dictadura en sus últimos tiempos a los movimientos sociales y huelguísticos. Mercè García Aran (Impunidad. La comisaría) toma pie en el caso de Enrique Ruano para exponer cómo el recurso a la tortura era habitual y política deliberada de represión del régimen, cosa que ha quedado impune gracias a la Ley de Amnistía de 15 de octubre de 1977. "La impunidad de la represión constituye, así, la última barrera de autoprotección ante la oposición democrática." (p. 56).

Jaume Carbonell Sebarroja (Entre la resistencia, la alternativa democrática y la utopía) se refiere al intenso movimiento de renovación escolar en aquellos años en que se absorbían las nuevas tendencias que habían estado ausentes an todos los anteriores. Es enternecedora la nostalgia con la que habla de la experiencia habida con Iván Illich, cuyo libro, La sociedad desescolarizada, como el de la Némesis médica y algún otro siempre me parecieron una pasada en el mal sentido del término. Inés Alberdi (La transición de las familias en España) hace una reflexión muy interesante sobre el modo en que los años de la transición aceleraron el proceso emancipativo de las mujeres. Este trabajo está ilustrado por una fotos estupendas de un almuerzo en una familia española "de toda la vida". Sólo por verlas merece la pena visitar la exposición.

Josep M. Comelles (Psiquiatras, locos y salud mental en la transición) aborda un aspecto de estos años poco tratado, el de la psiquiatría y la recepción en la española de las corrientes entonces en vigor en Europa, la antipsiquiatría, etc. "Para los sectores "progres" de la sociedad catalana, en la Barcelona de Tuset Street o de Bocaccio, pero también en la de sectores contraculturales, leer psiquiatría se convirtión en un must" (p. 110). Y en Madrid también. Jordi Balló (Animación en la sala de espera) da noticia del impacto que bastante después de estos años ha causado el increíble documental de Carlos Rodríguez Sanz y Manuel Coronado, Animación en la sala de espera, sobre el mundo de los psiquiátricos.

Kiko Amat (Nuevas olas contra el rompeolas) publica un artículo despiadado sobre la música de la transición, especialmente los cantautores catalanes sin que los no catalanes salgan mejor parados, "aquellos que pasarían los siguientes veinte años de carrera saltando graciosamente de partido político en partido político, transformando los puños en alto en manos extendidas hacia el Capital...Ningún otro país tiene tantos cantautores mediocres como España" (p. 126). Ramón de España (La (otra) música de la transición) es todavía más corrosivo que Amat al señalar que hubo una "música de la transición" a cargo de Serrat, Miguel Ríos, Víctor Manuel o Ana Belén, Raimon, Llach, etc a los que detesta y otros como Radio Futura, los que hicieron el pop de Madrid a principios de los ochenta o la Banda Trapera del Río en Barcelona que le gustan más pero no pertenecen al "establecimiento" de la transición. A punto de echarme a llorar ya que no me gustan los unos ni los otros leo el último párrafo del artículo: "Probablemente hubo individuos para los que la música de la transición fue la de Brahms, Mendelsohn o Shostakovich. Y a esos, todo hay que decirlo, nadie les llama ni para escribir un artículo en un catálogo dándoselas de outsider" (p. 139). No lo sabe Vd. bien, apreciado tocayo.

Suso de Toro (Del asco al tedio) escribe una diatriba contra el franquismo que suscribo de la cruz a la fecha. Afirma su carácter totalitario sin ambages (p. 145), lo identifica con la famosa Enciclopedia Álvarez, de la editorial Miñón de Valladolid (p. 146) y afirma (y yo con él) que "el fracaso del franquismo, su pérdida de prestigio, de hegemonía sobre las personas, confujo a un desprestigio de todo lo establecido, desde la universidad como institución a la legitimidad de la empresa, desde el estudio al trabajo, desde la limpieza hasta la cortesía. El franquismo es una de las causas importantes de que España sea uno de los países más incívicos y, sobre todo, descorteses del mundo. El franquismo era todo y todo era franquismo, no nos cargamos el cable de la luz, la tabla de multiplicar y la vía del tren de milagro" (pp. 149/150).

Javier Alfaya (Un muro de silencio advierte de la dificultad de que se mantenga la memoria de la dictadura (p. 180) ya que la transición alzó un muro de silencio que terminaron de erigir los golpistas del 23 de febrero de 1981 (p. 181). La consecuencia es que apenas se hayan estudiado los años cincuenta y sesenta, cuando se pusieron los cimientos de los movimientos estudiantil y obrero (p.185).

Xavier Doménech Sampere (Tempus fugit) escribe un magnífico artículo insistiendo en que la transición fue un tempo "huido", líquido (p. 187) que se esfumó con la ley de amnistía, que fue una ley de punto final. La transición aparece embellecida como un periodo en sí mismo democrático en el que los franquistas convertidos en demócratas adquieren una legitimidad de ejercicio otorgada ex post facto desde los resultados finales del proceso (p. 190). "A un tiempo líquido le correspondía una memoria líquida, y ésta fue parte de la memoria de la transición realmente existente, una memoria que se construía en el olvido para legitimar el presente" (p. 191) Coincido con el autor en la idea de que la imagen de un franquismo tardío benigno es gratuita y en algunos aspectos de una inconsistencia que llega "al cinismo criminal" (p. 192)

Todo eso se lo encuentra uno visitando la exposición En transición, que da mucho que pensar y mucho que recordar. Entre otras cosas, que la memoria se fortalece ejercitándola.

(Las imágenes proceden del catálogo comentado).

dimecres, 24 de setembre del 2008

Justa retribución.

No han pasado veinticuatro horas desde que el Gobierno socialista y su presidente en concreto, el señor Rodríguez Zapatero, hubieran entregado el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) en manos de los conservadores cuando estos le han devuelto ya el favor en su estilo más acendradamente agresivo. Si el señor Rodríguez Zapatero creía que renunciando a su derecho (y probablemente a su obligación) de designar a un jurista progresista para la presidencia del CGPJ se ganaría la colaboración de buena fe del PP que renunciaría a sus posiciones maximalistas en pro de la concordia y del bien común está ya claro que no sabía por dónde le venía el viento. A su irresponsable dejación de su deber de garantizar que el gobierno de los jueces refleje la relación de fuerzas izquierda/derecha que han arrojado los resultados de las elecciones de marzo pasado, ha respondido el señor Rajoy con el infumable trágala de imponer para el constitucional a sus dos candidatos preferidos, el señor Francisco José Hernando, expresidente del CGPJ y el señor Enrique López exportavoz del mismo órgano.

Ninguna de las dos propuestas es aceptable para el PSOE a quien retribuye así el PP por su caballerosidad en la propuesta del señor Carlos Dívar, el de las "profundas convicciones religiosas". ¿Y por qué no es asumible ninguna de las dos propuestas para el PSOE? Sencillamente porque tanto el señor Hernando como el señor López han sido virulentamente combativos con el PSOE y con todo lo que huela a progresista en general y, en el caso del señor López, probablemente por su corta edad, se añade el hecho de haber sido protagonista de algunas declaraciones como portavoz del CGPJ que, para decirlo suavemente, provocan una sonrisa cuando no una risa a carcajadas. Los dos por lo demás son los principales responsables de que el CGPJ haya culminado su lamentable trayectoria en la última legislatura con el bochornoso espectáculo de haber perdonado la sanción a la juez rebelde que se niega a cumplir la ley casando parejas de homosexuales.

Estos son los dos personajes que el PP quiere incrustar en el Tribunal Constitucional y no está claro cómo podrá evitarlo el PSOE. Mejor dicho, si atiendo a mi experiencia más inmediata, ni siquiera tenemos claro que quiera evitarlo. Hasta cabría acusarlo de incongruente porque, ¿qué grado de verosimilitud, crédito y confianza hemos de otorgar a unas gentes que se llenan la boca a hablar de las avanzadas leyes en materia de derechos que piensan aprobar pero que facilitan que los órganos judiciales, que posteriormente habrán de interpretar y aplicar dichas leyes, caigan en manos de los elementos más conservadores, retardatarios y contrarios al espíritu del conjunto de la legislación socialista?

Esta actitud de sumisión de la izquierda al ordeno y mando de la derecha o, en general, a su actitud permanentemente autoritaria no es algo circunstancial e imprevisto sino que hace años que se viene observando. Pasa siempre: cuando la izquierda llega al poder legítimamente suele hacerlo tan acomplejada por el alcance de algunos de sus postulados teóricos de la época revolucionaria (lucha de clases, internacionalismo, nacionalización, etc) que siente la irrefrenable necesidad de garantizar a los sectores más reaccionarios respecto a sus intenciones: queremos a la Patria por encima de todo, somos firmes partidarios de un orden público sin fisuras, las fuerzas armadas están para defender a la nación y tienen necesidades que el pueblo no comprende, la bandera alegra nuestros más dulces sueños, a los beneficios del capital que no nos los toquen y menos aun a la Iglesia. Si es preciso ponemos a sus monagos al frente de lo que sea.

Esta actitud de falta de integridad ideológica y de subordinación intelectual no sólo se da con los gobernantes de izquierda que tratan de que se los admita en los círculos fetén a base de ser más papistas que el Papa sino también y muy especialmente con sus intelectuales orgánicos. Ningún articulista, columnista, plumilla o gacetillero de la derecha que escriba en términos críticos (generalmente muy agresivos) de la izquierda sentirá la necesidad de compensar sus ataques con otros mandobles a la derecha. En el caso de los correspondientes de la izquierda la situación es distinta: ningún juntaletras de izquierda que arranque con una crítica o ataque a la derecha se priva de incluir luego algún párrafo para dar estopa también a la izquierda a los efectos de sentar plaza de ecuánime e imparcial. En definitiva los dos, el político u hombre de acción y el escritor o intelectual orgánico comparten el mismo complejo de inferioridad de las clases subalternas de pensar que la derecha tiene una especie de plus de legitimidad. Y así no vamos a sitio alguno.

(La imagen es una foto de Pablovenegas, bajo licencia de Creative Commons).

Anoche nos secuestraron.

Pues sí, habíamos ido a ver el Boris Godunov de Alexander Pushkin en versión de La Fura dels Baus en el María Guerrero y, cuando apenas llevábamos cinco o diez de minutos de representación, entró un grupo de terroristas chechenos que secuestró a todo el aforo. Eran como unos veinte, armados hasta las orejas, con cinturones de cartuchos de dinamita o algo parecido, fusiles ametralladores, pistolas y una cantidad grande de explosivos que dispusieron estratégicamente por el patio de butacas y otras dependencias del teatro, avisándonos de que todos volaríamos por los aires como se nos ocurriera hacer algo raro o el Gobierno trataba de rescatarnos. Muchos llevaban los rostros cubiertos con pasamontañas. Se distribuyeron la tarea de vigilarnos y nos obligaron a permanecer en nuestros asientos lo cual, además de incómodo, era humillante, pues era preciso pedir permiso cada vez que se quería ir a al retrete.

Eso es más o menos lo que sucedió la noche del 23 de octubre de 2002 cuando unos cuarenta rebeldes chechenos asaltaron el teatro Dubrovka, en donde se representaba el musical Norte-Este y capturaron unos novecientos rehenes, entre espectadores y empleados del teatro. Los chechenos hicieron público un manifiesto a través de los medios dándose a conocer como musulmanes y exigiendo la retirada de las tropas rusas de la República de Chechenia en el plazo de una semana. En caso contrario, empezarían a matar rehenes. El asedio al teatro por las fuerzas de seguridad rusas duró tres días al cabo de los cuales unidades especiales de la policía, habiendo soltado previamente un gas adormecedor especial empezaron el asalto. Murieron cuando menos 33 terroristas y 129 rehenes, aunque es posible que hayan sido muchos más. Prácticamente todos los fallecidos lo fueron a causa del gas y no del tiroteo.

La Fura dels Baus escenifica los tres días de tensión, histéricas negociaciones entre rebeldes y autoridades y terror de los rehenes en un espectáculo en el que en medio de un alarde de efectos especiales, con luces, colores, focos, proyecciones, estampidos, etc, se intercalan las dos acciones teatrales, la de la obra de Pushkin, escrita hacia 1825 por cierto en un espíritu muy "macbethiano" que reconstruye acontecimientos del siglo XVI y la del secuestro, cinco siglos más tarde. La prolongación de la peripecia de Boris Godunov, quien sucedió a Iván el Terrible primero como regente y luego como Zar que al final de sus días hubo de hacer frente a una sublevación de un impostor con la ayuda de los polacos trasmite el mensaje de que las pasiones humanas, el poder, la violencia, el odio, la dominación de la gente, son las mismas a lo largo de los siglos. Cambian los medios materiales, pero no las justificaciones morales.

La parte pushkiniana sigue más o menos fielmente la obra del dramaturgo romantico; la del secuestro es una historia elaborada por Alex Ollé. Es éste el que pone en boca del dirigente checheno de la operación la idea de que el viejo apotegma de que la guerra es la continuación de la política por otros medios ha sido superado por el de que la política es la continuación de la guerra por otros medios. Ciertamente así parece ser y el autor al que debemos esta segunda formulación fue Michel Foucault.

La representación es muy movida, está llena de peripecias e involucra todos los espacios del teatro, escenario, patio de butacas, plateas, pasillos, etc, mostrando la calidad de los directores Alex Ollé y David Planas. Durante la acción algunos terroristas y rehenes se singularizan, adquieren personalidad propia y nos enteramos de sus circunstancias particulares, sus problemas y sus reacciones. En su mayoría se trata de discusiones sobre qué hizo o debió hacer cada cual en el conflicto que enfrenta a chechenos y rusos, formulado con la retórica habitual de las luchas de liberación nacional: la madre a la que le han fusilado al marido y asesinado al hijo, el terrorista fanático, radical, que prefiere volar el teatro, el más político, que quiere negociar.

Una de las terroristas resulta ser una jovencísima actriz que en su día interpretó un papel en una versión de Boris Godunov, lo que da pie a que conjuntamente con un rehén, uno de los actores que estaba representándola cuando irrumpieron los terroristas, recite una escena; un caso más de esa peculiar realidad que se crea durante la representación del teatro dentro del teatro, cosa que ya estaba presente con la continuación de la obra de Pushkin pero que con la improvisación que hacen la terrorista y el rehén adquiere una dimensión nueva, aquella en la que el teatro trasciende sus límites como ficción para alcanzar a la vida real de forma que ese simple hecho cambia el comportamiento de algún personaje cosa que tendrá consecuencias inesperadas.

Los de La Fura dels Baus tienen mucha fuerza y dominan muy bien el territorio. Durante hora y media el María Guerrero es un tumulto que finaliza con la toma al asalto, y en el centro de tanta agitación estamos los espectadores rehenes. Por supuesto todas las similitudes con otros acontecimientos reales de este tipo son deliberadas.

dimarts, 23 de setembre del 2008

El boicoteo a la Educación para la ciudadanía.

Hubo un tiempo en España que duró cerca de cuarenta años en el que las escuelas, cuyas aulas tenían el aspecto que se ve a la izquierda, impartían dos asignaturas obligatorias, una de religión (católica a machamartillo, claro está) y otra llamada de Formación del Espíritu Nacional que era simple doctrina fascista más o menos adaptada a las realidades de Carpetovetonia. Obligatorias quería decir obligatorias. Y se impartían a lo largo de todo el proceso educativo, desde la enseñanza primaria ¡hasta la Universidad! Cuando empecé la carrera, las "tres marías", religión, política y gimnasia, seguían siendo obligatorias; por supuesto las clases ya no se daban pero las asignaturas había que pasarlas. Supongo que algún oscuro funcionario firmaría las papeletas de aprobados en su covacha. Pero allí seguían las materias de adoctrinamiento ideológico. Nadie podía objetar a este abuso. Nadie plantear algo parecido a la "objeción de conciencia". Eso era impensable en un país en el que era obligatorio bautizar a los críos en la Iglesia católica, obligatorio que hicieran la primera comunión, obligatorio casarse por lo eclesiástico. Aquí era obligatorio todo y nadie daba un ardite por quien tuviera convicciones distintas o no tuviera ninguna.

Resulta que los beneficiarios directos de aquella situación de insulto y trágala permanente a la ciudadanía y los herederos de los beneficiarios directos, la Iglesia católica y el partido de la derecha, PP, saltan ahora en contra de la asignatura Educación para la ciudadanía (EpC) esgrimiendo la razón de que es anticonstitucional porque coarta la libertad de los padres a escoger la educación moral que deseen para sus hijos, porque va en contra de las convicciones de la gente. Y animan a los ciudadanos a desobedecer la ley recurriendo a una forma torticera de objeción de conciencia, amparada en razonamientos de rábulas.

Y no se les cae la cara de vergüenza.

No, no se les cae la cara de vergüenza porque no la tienen. Piénsese en que esta Iglesia que truena contra EpC (hace poco decía Monseñor Cañizares que quienes impartan esa materia colaborarán con el maligno) no solamente tiene a la espalda aquel vergonzoso pasado de meter sus dogmas a cristazos en la cabeza de los niños sino que hoy día sigue defendiendo lo mismo. Porque es esa Iglesia que se opone al "adoctrinamiento" de EpC la que insiste en que la asignatura de religión, de su religión, sea obligatoria en la escuela. Es decir no solamente mienten los curas al hablar de adoctrinamiento en EpC cuando los que adoctrinan son ellos sino que además están intentando una maniobra fraudulenta para conservar su poder en el sistema educativo y con el poder, claro, el dinero.

En cuanto al PP, siempre alineado con lo más retrógrado de la jerarquía, ha forzado un frente común de sus gobiernos en las Comunidades Autónomas (CCAA) basada en una Declaración del Partido Popular sobre Educación para la ciudadanía que es un monumento a la mistificación y la falsedad. Sostiene el PP que hay sentencias judiciales distintas respecto a la objeción de conciencia a EpC. Se refiere a que mientras el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía lo admitió en célebre sentencia ya recurrida, los de Cataluña y Asturias no lo hicieron y también están recurridos en casación. Dada la situación pide no implantar la asignatura a la espera de que se pronuncie el Tribunal Supremo unificando doctrina; es decir, está pidiendo a los gobiernos de las CCAA en que gobierna que incumplan la ley como en parte ya lo hacen el de Valencia y el de Madrid. La existencia de discrepancias en la llamada "jurisprudencia menor" no es invocable para justificar un incumplimiento de la ley y es esta una actitud ilícita que debiera ser objeto de sanción en los tribunales. Un partido no puede llamar a unos gobiernos autonómicos a quebrantar la ley.

La EpC es una asignatura puesta en marcha en cumplimiento de un mandato de la UE de 2002 y que, además, existe en los planes de estudio de todos los sistemas educativos europeos y no europeos medianamente avanzados. Se llama Civic culture en el ámbito anglosajón, Éducation civique en Francia, Educazione civica en Italia, Sozialkunde o Politische Bildung en Alemania, etc. Es más, la Agencia estadounidense USAID, dedicada a promover el desarrollo y la modernización de países del Tercer Mundo tiene un programa específico destinado a implantar civic culture en los sistemas educativos de estos países. Se trata de algo elemental que todo el mundo que no esté movido por los sórdidos intereses de conservar sus privilegios entiende: los chavales tienen que saber cómo funcionan las normas de convivencia del lugar en el que han nacido y están criándose, deben saber cuáles son sus derechos, cuáles los de los demás (que limitan los suyos) qué funciones cumplen las instituciones y qué opciones tendrán ellos para moverse por la vida cuando les llegue el momento.

El pretexto que invocan para fomentar el incumplimiento de la ley es la objeción de conciencia. La verdad es que la jurisprudencia española en esta materia no es brillante. Pillados en bajos momentos tanto el Tribunal Supremo como el Constitucional salieron del paso como pudieron en ocasiones anteriores (incluso con sentencias contradictorias) pero básicamente reconociendo el derecho a la objeción de conciencia a tenor del art. 16 de la Constitución. No voy a meterme en muchas honduras. Las innumerables páginas web de los enemigos de EpC en las que se anima a la gente a hacer objeción de conciencia suelen argumentar que ésta está amparada por la jurisprudencia y que además no equivale a una desobediencia civil. Es evidente que la objeción de conciencia tiene dos tratamientos distintos en el orden legislativo y en el judicial. En el primero no hay nada que objetar cuando el legislador regula dicha práctica en situaciones concretas y para hechos específicos, por ejemplo, la ley de objeción de conciencia al servicio militar. En el segundo, los tribunales tienen la difícil tarea de dilucidar el recurso a la objeción de conciencia en casos en que no esté específicamente prevista. Y aquí habrán de ser los jueces quienes determinen a) si la objeción invocada está fundamentada en un riesgo real de quebranto de las convicciones morales del sujeto (que no es el caso de EpC) y b) si al ejercitar la objeción de conciencia no se lesionan derechos de terceros (en el caso de la EpC los de los niños a recibir una nuena educación) pues son los tribunales quienes deben zanjar los conflictos entre derechos. Pero no sustituir al legislador, siendo éste quien ha de regular de modo específico si asiste a los ciudadanos el derecho a objetar al cumplimiento de una ley arbitrando los medios necesarios para no perjudicar los derechos de terceros. Pero, en principio no existe ni puede existir un supuesto derecho genérico a desobedecer la ley pretextando razones de conciencia porque, en tal caso el fundamento mismo de la ley se viene abajo.

Precisamente aquí es donde resulta relevante ese especioso argumento del PP de que la objeción de conciencia no equivale a la desobediencia civil. Soy partidario de esta última práctica y creo conocerla bien, incluso publiqué un libro sobre ella hace ahora veinte años, Resistencia y desobediencia civil Madrid, Eudema, 1987. Y una de las formas de aquilatar en qué medida la objeción de conciencia es legítima es aplicarle el cedazo de la desobediencia civil consistente en que alguien quebrante públicamente una norma y acepte el castigo que ello conlleva por razones de conciencia y en la esperanza de que esto constituya un ejemplo que mueva al legislador a cambiar la ley considerada inicua o a arbitrar un derecho de objeción a esa ley. El intento de desvincular la objeción de conciencia de la desobedienca civil es el de garantizar al objetor que la objeción le salga "gratis" a efectos de que el comportamiento se generalice y, de esta forma, se consiga mediante la movilización en la calle lo que no se consiguió en sede parlamentaria, esto es, la deregación de una ley en vigor.

Así que no existe un derecho positivo genérico a la objeción de conciencia, salvo el que expresamente reconozcan las leyes y menos se puede pedir a las autoridades que incumplan la ley a causa de la existencia de "jurisprudencia menor" conflictiva.