Con el admirable sentido para lo teatral que tienen los gringos, ayer escenificaron una peli de rescate de la chica en el último momento con el presidente señor Bush diciendo por la tele que el país vive horas de dramático peligro y el señor McCain recordando que, como antiguo piloto de la marina, sabe cuándo hay que tocar a zafarrancho de combate y que, habiendo llegado el momento, suspendía la campaña para ir a Washington a enderezar el gran entuerto nacional. Pedía asimismo al señor Obama que aplazaran el debate previsto para hoy por la noche en la Universidad de Mississippi hasta que se hubiera alcanzado un acuerdo.
Todo sonaba a un intento a la desesperada para recuperar distancia en las encuestas que vuelven a dar ganador a Mr. Obama. Éste se apresuró a presentarse también en Washington para ayudar a establecer un acuerdo pero rechazó la idea de aplazar el debate televisado porque, dice, los estadounidenses deben saber qué propone cada candidato para sacar al país del fregado (mess fue su palabra) en que se encuentra.
A primera hora de la tarde, el Congreso anunciaba que había llegado a un entendimiento respecto a la propuesta de emplear setecientos mil millones de dólares (un tercio del total del ingreso federal en un año) para librar a los bancos de los empréstitos basura. Los legisladores sólo ponían como condición que el libramiento se hiciera en tres entregas. Más tarde, en una reunión en la Casa Blanca con el presidente y los asesores financieros a la que asistirían los dos candidatos se afinarían los detalles del acuerdo.
La noticia se recibió con alborozo en los mercados; el Dow Jones subió un dos por ciento y todas las bolsas fueron al alza. Los periódicos dieron por hecho que se había logrado el acuerdo. Al final del día la euforia se había esfumado y los asistentes a la reunión la abandonaban si acuerdo alguno y en medio de mutuas recriminaciones. Las más agrias, las de los demócratas a los republicanos y en concreto al señor McCain quien, según un dirigente rival, no estaba interesado en un plan para salvar a los EEUU sino para salvar a McCain.
En algún momento se sabrá qué pasó en la reunión de la Casa Blanca. Desde luego, Mr. McCain llegó a Washington después de que el Congreso anunciara el acuerdo, lo que restaba bastante a su pretensión de ser decisivo en el plan de salvamento y después, en la reunión de la Casa Blanca, le puso condiciones, exactamente las mismas que habían formulado los demócratas y él había rechazado el día anterior: un consejo independiente de supervisión, un mecanismo para proteger los intereses de los contribuyentes, un límite a los pagos gigantescos a los ejecutivos de Wall Street y un mecanismo de socorro para quienes estén atrapados en hipotecas que no puedan pagar. Como buen conservador McCain omitió la cuarta pero plagió las otras tres. Coincidió en esto con una ofensiva de los republicanos más reaccionarios que objetan a la idea misma de intervenir en los mercados y ambas ofensivas de sentido contrario dieron al traste con el acuerdo.
Ayer por la noche quedaban el señor ministro de Hacienda, Paulson, el baranda de la reserva Federal, Bernanke, los asesores presidenciales y los técnicos demócratas y republicanos en febril actividad contra reloj tratando de sacar adelante un acuerdo antes de que abran hoy viernes los mercados que saben los dioses cómo pueden reaccionar si no hay tal.