El último número de la revista Sistema (Madrid, septiembre de 2008, 143 págs) abarca temas muy variados por su naturaleza y el modo de abordarlos de los autores.
Ulrich Beck (Las raíces cosmopolitas de la democracia: el caso de la Unión Europea) sostiene que hoy se dan dos diagnósticos sobre la democracia. Según el primero ésta es un típico concepto zombi. Según el segundo, la democracia sigue siendo categoria existente pero debe formularse a la luz de la globalización como democracia cosmopolita. En otro lugar aclara Beck que los conceptos zombi son aquellos que seguimos empleando pero que ya no significan nada: familia, empresa, capitalismo, clase... Un poco fuerte me parece la pretensión pues estos conceptos siempre han sido polisémicos pero ello no los hacía, ni los hace, inútiles. Tanto más la democracia a la que parece quizá algo apresurado enterrar sin más como intenta hacer Colin Crouch con su concepto de "postdemocracias". En todo caso, lo que interesa a Beck es fundamentar la democracia cosmopolita: "EL cosmopolitismo combina la apreciación de la diferencia y la diversidad con el esfuerzo para concebir nuevas formas democráticas de dirección política más allá el Estado-Nación" (p. 11). No hace falta decir que la manifestación más satisfactoria de esto es la Unión Europea (UE) primera organización política que no se fundamenta en la violencia sino en el acuerdo y mutuo beneficio de las partes. La UE es en realidad el resultado de lo que Beck llama la "segunda etapa de la modernidad". En la primera fue el Estado-Nación el que desarrolló las instituciones de la política y el gobierno. En la segunda "el poder está siendo extrapolado y distribuido en parte al ciberespacio, en el mercado y el capital móvil, y en parte a la vida política de personas individualizadas que ahora tienen que sobrellevar los riesgos que se están produciendo" (p. 16). Sostiene el autor que la UE puede convertirse en una democracia participativa con la que se identifique la población a través de cuatro pasos: 1) crítica del autoengaño neoliberal (esto es, la idea de que basta la integración económica; no la política); 2) la misión y la visión social de la UE; 3) su misión y visión democrática; 4) la misión y visión ecológica.
Fernando Gil Alonso (La complementariedad de la ocupación de españoles y extranjeros: análisis sectorial y diferencias territoriales) publica un interesante trabajo sobre el papel de la inmigración extranjera en la promoción social de la población española que permite clarificar de modo empírico qué hay de realidad en el saber convencional acerca de qué puestos de trabajo ocupan los inmigrantes. Para hacerlo recurre a la Encuesta de Población Activa (EPA) para obtener datos de la fuerza de trabajo y sus componentes (ocupados/parados) y por sectores. A efectos comparativos emplea dos oleadas de la EPA: el segundo trimestre de 2000 y el segundo trimestre de 2007. Según la EPA los 15,5 millones de trabajadores de 2000 pasaron a 20,4 millones en 2007. Un aumento de 4,9 millones que se desglosó en 2,6 millones de españoles y 2,3 millones de extranjeros. El impacto de esta masa de mano de obrera extranjera se hizo además en un periodo caracterizado por tres rasgos: a) envejecimiento relativo de la población española; b) alta feminización del mercado laboral; c) mejores niveles educativos. Para poder comparar los datos de nacionales y extranjeros elabora un Índice de Segregación Sectorial (ISS) consistente en aplicar a los trabajadores españoles y extranjeros en cada sector de actividad en el año 2000 la tasa de empleo total de cada uno de los colectivos entre 2000 y 2007. Los sectores son: 1) Agricultura, silvicultura y pesca; 2) industria y transporte; 3) construcción; 4) comercio y hostelería; 5) intermediación financiera y actividades inmobiliarias; 6) administración pública, educación y salud; 7) otros servicios. El resultado que obtiene se da en tres posibilidades: a) sustitución de trabajadores nacionales por extranjeros; b) concurrencia de unos y otros; c) sectores casi exclusivamente reservados a trabajadores nacionales. Se puede hablar de complementariedad, sin duda, pero, según los datos, el empleo inmigrante se ha concentrado en las categorías más bajas de las ocupaciones. Por sectores: el de la construcción es el único que ha crecido (hasta ahora) con mucha fuerza tanto en trabajadores nacionales como extranjeros; los sectores agrario y el de industria y transporte presentan la mayor sustitución de mano de obra nacional por la inmigrada. El sector financiero inmobiliario y la administración pública tienen la mayor concentración de trabajadores nacionales, son los más impermeables a los extranjeros y constituyen nichos de empleo de mano de obra nacional, sobre todo femenina. Comercio y hosteleria y "otros servicios" tienen un crecimiento más equilibrado, en concurrencia. Estos datos se validan también cuando se cruzan con las Comunidades Autónomas según su desarrollo. En las más desarrolladas, los españoles se concentran en los sectores mejor remunerados (financiero y administración pública) y se dan dinámicas de sustitución en todos los demás, mientras que en las menos desarrolladas sólo se da sustitución en los sectores agrario e industrial que parecen ser los primeros que abandonan los españoles.
M. Cecilia Añaños Meza (El Consejo de Derechos Humanos de la ONU. ¿Un avance en el desarrollo institucional de los derechos humanos?) hace un análisis detallado del nuevo Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que por resolución de la Asamblea General (AG) del 15 de marzo de 2006 vino a substituir a la antigua Comisión de Derechos Humanos dependiente del ECOSOC y como parte del proceso general de reforma de la ONU. La autora hace un repaso a la historia de la Comisión, su valor como agencia codificadora su muy elevada politización y su liquidación a raíz de las acerbas críticas vertidas contra ella en el correspondiente informe que por encargo de la AG presentó en su día el Secretario General, señor Kofi Annan. Añaños repasa después el nuevo órgano analizando su fin, sus objetivos (contribuir al desarrollo del derecho internacional de los derechos humanos, promover el respeto a los derechos humanos, contribuir prevenir sus violaciones, contribuir a reforzar y racionalizar el sistema de derechos humanos de la ONU), sus principios (universalidad, imparcialidad, objetividad, no-selectividad, diálogo internacional constructivo y cooperación internacional) y su estructura (composición, eleccion, reelección, etc) y los mecanismos de apoyo del Consejo, con especial atención a: el examen periódico universal, los procedimientos especiales y el procedimiento de denuncia, sin olvidar el aspecto financiero y el problema -nada baladí- de cómo encajará el Consejo dentro del complicado sistema de derechos humanos de la ONU que cuenta con los órganos subsidiarios de derechos humanos del ECOSOC, la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos y los siete comités creados por los tratados de derechos humanos. Esto es, un panorama para que abunden las duplicaciones y solapamientos. La autora es escéptica respecto a la necesidad de crear el Consejo que no difiere gran cosa de la Comisión y justifica su escepticismo enumerando sus críticas: a) falta de credibilidad; b) politización; c) selectividad al reaccionar a las violaciones de derechos humanos; d) problema de racionalización; e) desproporción entre la función y la institución. Más o menos las que cabía hacer a la Comisión.
Carmen Castilla (Regreso al pasado: el movimiento neocatecumenal como paradigma del catolicismo conservador en la España actual) publica un curioso trabajo de investigación sobre esa secta tan pintoresca de los llamados "kikos", esto es el movimiento neocatecumenal puesto en marcha en 1964 en Palomeras Altas (Madrid) por Kiko Argüello, pintor de profesión. Según Castilla se trata de un buen ejemplo de que, al contrario de lo que pensaban Weber o Durkheim, la religión tiene una presencia social cada día más activa. Estos neocatecúmenos son una secta aprobada por Roma que tiene unas 5.000 comunidades cada una de las cuales con 25 a 30 miembros en más de dos mil parroquias de todos los continentes. El trío directivo son el dicho Kiko Argüello, Carmen Hernández, antigua misionera que pasó un tiempo en Israel y es autora de la liturgia y el presbítero italiano Mario Pezzi. Las actividades esenciales de los neocatecúmenos (así llamados por aferrarse a los modos de los primitivos cristianos) son las prédicas a través de lo que llaman el "trípode de la evangelización": catequistas itinerantes, familias en misión y los presbíteros. El modus operandi viene a ser como sigue: un matrimonio se desplaza a una parroquia nueva, habla con el párraco, pide permiso para predicar, lo obtiene y al cabo de un tiempo constituye una comunidad parroquial que tiene ya su propia dinámica con su presbítero y sus actividades. Los sacerdotes salen de una seminarios de la propia comunidad, los llamados seminarios Redemptoris Mater que tienen una proyección misionera. En las comunidades se realizan ritos iniciáticos y lo que, para mi perplejidad califica la autora como experiencias y conocimientos herméticos, para formar lo que llaman "verdaderos cristianos". Los miembros generalmente rompen con su vida anterior. Hay un antes y un después en el neocatecumenismo. En un principio las relaciones de los neocatecúmenos con el Vaticano no fueron buenas pues la Congregación para la Doctrina de la Fe (presidida por el cardenal Ratzinger) creía que no estaba cumpliendo con la ortodoxia. Por último, en el año 2002 el papa Juan Pablo II aprobó los estatutos del camino neocatecumenal. Sin duda al ver el carácter reaccionario de sus prédicas. Según el camino (o sea, la secta) la sociedad hoy sufre tres grandes crisis: de sentido, de valores y de identidad. Para resolverlas los neocatecúmenos son militantes contra las políticas de laicidad del Estado democrático y sus posiciones son radicales en asuntos como la familia, el matrimonio, la sexualidad o la educación. Son los llamados teocons que tanto animaron las manifestaciones en contra del gobierno del PSOE el año pasado, especialmente la muy sonada del dos de diciembre en la que Kiko Argüello anunció que "Europa necesita que ayudemos a la familia".
Francisco Arenas-Dolz (Retórica aristotélica y democracia deliberativa) parte de dos tesis: 1ª) el modelo actual de democracia deliberativa en sus versiones rawlsiana y habermasiana no es incompatible necesariamente con la teoría aristotélica de la deliberación; y 2ª) el modelo retórico deliberativo aristotélico nos proporciona unas bases más plausibles que otro modelos para establecer un panorama deliberativo de democracia. El trabajo está muy bien y es sistemático y claro. Presenta la teoría de la democracia deliberativa como una alternativa a la teoría liberal y las "exageraciones" comunitaristas (MacIntyre, Sandel, Taylor, Walzer, etc) que arranca de la idea kantiana de ilustración, tanto en Rawls como en Habermas, coincidentes en que el consenso racional alcanzado a través de la discusión debe servir como guía normativa de una democracia deliberativa. Las reglas que rigen aquí son: a) respeto mutuo; b) integridad cívica; c) magnanimidad cívica (pp. 96/97). Se entiende por qué siempre me ha parecido que esta formulación de la democracia deliberativa tiene mucho de quimérico. La última concreción de esta idea es el republicanismo, a su vez empeñado en encontrar una salida entre el liberalismo y el comunitarismo. La deliberación pública es central, esencial en una sociedad democrática, algo en lo que, como señalan muchos autores, insiste Aristóteles como cosa necesaria para el ejercicio de la razón práctica fundamentado en el discurso deliberativo. Según el autor, el modelo retórico deliberativo aristotélico se sustenta en "unos principios críticos, no esencialistas ni normativos, capaces de fomentar el compromiso, la colaboración y el empoderamiento de la ciudadanía, desde donde se articula cualquier deliberación." (p. 101) y demuestra su posición analizando la Retórica, la Política y la Etica nicomáquea principalmente. Especial interés tiene su precisión de que el concepto aristotélico del zoon politikon debe traducirse en el sentido de que el hombre es el más social de los animales, no que sea el único. Este error da origen a otros dos. Uno presenta a Aristóteles como partidario de la idea de la política como un fin en sí mismo, en ignorancia de su predilección por el bíos theoretikós frente al bíos politikós; el otro lo presenta como un determinista biológico (el impulso de vivir juntos está biológicamente heredado) siendo así que el fin de la política no es la vida en común, sino el vivir bien. Enumera luego el autor los objetivos de la buena retórica, la retórica ética que Aristóteles defendió frente a Platón, sin la que no hay educación moral. La retórica deliberativa aristotélica es el discurso sobre lo bueno y lo malo, lo útil y lo inútil, lo justo y lo injusto (p. 108). El hombre bueno y el buen ciudadano caminan juntos y la democracia es comunicación y se funda en la comunicación.
José María Villarías Zugazagoitia (Zugazagoitia: los hombres y sus trabajos) publica un estudio valorando la obra novelesca, biográfica y, sobre todo, de ensayo estético del que juzgo que fuera su pariente, el periodista y escritor socialista Julián Zugazagoitia, refugiado en Francia al término de la guerra civil española, entregado por los alemanes a Franco y fusilado por éste sin mayores contemplaciones en 1940. Zugazagoitia, que escribía sus obras al modo de Baroja en trilogías, había publicado tres biografías de famosos socialistas: Pablo Iglesias (Una vida heroica), Tomás Meabe (Una vida humilde) y Emilio Beni (Un vida anónima), como trilogía fueron sus novelas, El botín, El asalto y Los trabajos clandestinos, literatura en buena parte también biográfica. En medio de las actividades de la República y la guerra, sus trabajos periodísticos, su diario, sus otras tareas literarias, Zuga encontró tiempo para planear otra trilogía sobre tres artistas: Van Gogh, Chopin y Oscar Wilde de la que sólo llegó a acabar la de Van Gogh, llamada Sorrow. El autor sostiene que Zugazagoitia parte de una idea exaltada del arte como actividad independiente y que se concentró en los tres artistas citados (un pintor, un músico y un escritor) porque los tres conocieron el sufrimiento, el manicomio, el exilio, la cárcel, con lo que trataba de hacer una crítica a la sociedad contemporánea. Villarías cree, y parece razonable, que había afinidades electivas personales entre Zugazagoitia y sus biografiados.