dijous, 21 de juliol del 2011

El final de la escapada.

Con algo de retraso sobre lo que había vaticinado Palinuro, un incorregible optimista, el cadáver ionesquiano de la Gürtel que ocupa todo el escenario, ha devorado ya su primera víctima, Camps, el triunfador de las recientes elecciones autonómicas. Definitivamente demostrado: las mayorías electorales no sirven de nada ante los tribunales de justicia. El intento populista de tapar la boca de los jueces con puñados de votos ha fracasado. Tomen nota quienes estén tentados de seguir tan desatinado ejemplo. El Estado de derecho funciona.

A propósito, enhorabuena a Ángel Luna, portavoz parlamentario del PSOE en la Comunidad valenciana quien, a causa de su rectitud y sentido del deber, fue el primero en comparecer como denunciado ante la justicia. Una situación absurda provocada por las mañas leguleyas de quienes, no pudiendo defender la justicia de su causa, recurren a triquiñuelas para enredar los asuntos y obstaculizar los procedimientos. Luna es un hombre honrado y cabal y Camps, por lo que parece, no. No todos los políticos son iguales, aunque esté de moda decirlo. De moda y en interés de algunos, singularmente de los políticos corruptos.

Pero Camps no sería Camps si, incluso en momentos cruciales para él, no optara por la decisión más delirante. Dimite de la presidencia de la Generalitat y la del PP de la Comunidad Autónoma, dice, como sacrificio que hace para coadyuvar a que Rajoy sea el próximo presidente del gobierno español. Pero no acepta los cargos, como han hecho ya dos de los cuatro imputados en esta escaramuza procesal de la Gürtel, con lo cual tendrá que sentarse en el banquillo de todas formas en el mes de octubre, más o menos, en precampaña, quizá campaña electoral. Él seguirá siendo Camps y la Gürtel volverá a ocupar todo el escenario. Si eso es coadyuvar a que Rajoy gane las elecciones, ¿qué haría este hombre si quisiera que las perdiese?

La decisión de Camps es tan absurda como todo lo que ha hecho en su condición de presidente, pero ahora es más visible porque todas las miradas del país están puestas en él. Ahora empieza a percatarse la opinión de que un individuo que hace cosas absurdas, disparatadas, quizá no esté del todo bien de los nervios, por decirlo con delicadeza. El mero hecho de la dimisión, tan contrario a la acrisolada doctrina numantina del "aquí no dimite nadie", supone un descalabro político de primer orden. Sobre todo porque se produce al cabo de una mañana, probablemente de antología en los órganos superiores del PP, en la que trascendió que Camps pensaba declararse culpable, pagar la multa y seguir como presidente de la Generalitat bajo la advocación de San Vicente Mártir, patrón de Valencia, con quien ha empezado a indentificarse al decir que se ha "sacrificado" como la víctima propiciatoria del temible dios de las elecciones. Pasar luego de querer declararse culpable a sostener a voz en grito su inocencia en tres cuartos de hora indica claramente que hay algo en las constantes psicológicas o caracteriológicas del personaje que no funciona bien y, de paso, que la supuesta astucia procesal de ese pintoresco muñidor que es Federico Trillo recuerda mucho las habilidades del inspector Clouseau.

Si es inocente, ¿por qué dimite? Para un inocente, comparecer ante la justicia cuanto antes es una garantía: prueba su inocencia y vuelve al tajo sin mayor quebranto. Cabría pensar que se ha tratado de un arrebato según el cual ha dimitido porque está harto del acoso a que lo han sometido quienes quieren verlo una madrugada boca abajo en una cuneta, pero la justa indignación lo lleva a proclamarse inocente. El problema es que no es un impromptu sino una situación que dura ya dos años en la que, desde el comienzo, se acusó a Camps de recibir trajes de regalo de una trama corrupta y durante dos años Camps lo ha negado, afirmando que se los paga, afirmando asimismo que arde en deseos de demostrarlo ante los tribunales pero dilatando cuanto ha podido el proceso y negándose a declarar cuando se le invitó a ello ante un juez. Dos años mintiendo es más de lo que una carrera política puede aguantar. Incluso en España, en donde se dan casos pintorescos, como el de un Jesús Gil, alcalde o un Ruiz Mateos, eurodiputado. Claro que en otros lugares tienen a un Berlusconi de presidente del Consejo de ministros; pero ese es otro tema.

Así que Camps dimite para ayudar a Rajoy y lo primero que hace es garantizar que se dé aquello que el mismo Rajoy trataba de evitar a toda costa: que se celebre la vista oral pública por presunto cohecho impropio contra el dimisionario en periodo electoralmente sensible. Porque si Camps cree que hay alguna diferencia entre un juicio a un presidente y un juicio a un expresidente por lo que hizo durante su presidencia es que no se entera. En cuanto comparezca ante el jurado, será primera de todos los periódicos y las televisiones abrirán con él; como sucederá cuando haya sentencia. De forma que con esta decisión de "me voy pero me quedo" Camps ha acabado de liarla y ha conseguido que haya no una sino dos condenas, la de ayer con la dimisión en lo político y la que recaiga con las decisión de la justicia en lo jurídico. No hay duda, un acierto al estilo Camps.

Entre otras cosas conviene no olvidar que este asunto de los trajes es la punta del iceberg, el aperitivo de un supuesto gran baile de los corruptos. Aún queda por salir a la luz el mundo de presunta corrupción que está escondido en la Gürtel y uno de cuyos centros más importantes radicaba en Valencia donde se supone que se han perpetrado delitos hasta con la visita de Su Santidad hace unos años. Quien crea que la devoción religiosa es un antídoto contra la corrupción va listo. ¡Con decir que al presunto mando político de este desaguisado lo llamaban el curita!

Sí será mejor olvidar las declaraciones de sus compañeros de partido que sostenían la inocencia del maltratado presidente quien a las 14:00 horas mandaba decir que reconocería su culpabilidad como habían hecho dos de los cuatro imputados. ¿Puede un inocente ser culpable? Sólo por la misma vía por la que María es madre y virgen al mismo tiempo, esto es, por intercesión divina. De no ser así, la situación resultaba surrealista el modo del célebre esto no es una pipa de Magritte. Y conste que me niego a recurrir a la comparación fácil de Camps con un cadáver exquisito porque cadáver, desde luego, pero exquisito... Si fuera cursi sería otra cosa.

En fin, Rajoy tiene todo el verano para convencer a Camps de que se declare culpable en pro del triunfo electoral. Y lo mismo a Costa, lo cual es aun más difícil porque éste está imputado en el sumario de la Gürtel, cosa que no sucede con Camps, y no es muy recomendable presentarse en una causa viniendo ya condenado de otra. Duro trabajo el de Rajoy. La Gürtel no da tregua. Una supuesta trama de delincuencia organizada para el saqueo de las arcas públicas en beneficio de unos cuantos empresarios y una serie de cargos públicos del PP corruptos que afecta a la estructura misma de ciertas administraciones. Querer gobernar España teniendo en casa ese pandemonium es realmente curioso.

dimecres, 20 de juliol del 2011

La dimisión del corrupto.

Camps no dimite porque sea un sacrificado por el bien del partido, ni porque haya una campaña contra él, ni porque no quiera fastidiar las elecciones a Rajoy, ni porque esté injustamente procesado en un procedimiento en el que no haya pruebas contra él. Nada de eso.

Camps dimite porque es un mentiroso, un presunto corrupto y un supuesto delincuente y porque lo han pillado y no puede evitarlo. Se ha aferrado al cargo como una lapa y se ha ido cuando no le queda más remedio. Lo demás son cuentos chinos de este pájaro.

Un pájaro que ha pasado los últimos dos años negándose a hablar, a contestar a las preguntas de la prensa, criminalizando a la oposición, injuriando al Gobierno del Estado, amenazando y mintiendo. El paradigma de un indeseable en el gobierno de una comunidad en el que, como se verá cuando se substancien los procesos de la Gürtel, parece haber estado al frente de una trama organizada de delincuentes que se enriquecían saqueando las arcas públicas, defraudando a todo el mundo, engañando, malversando e impidiendo que hubiera el mínimo control sobre sus fechorías.

Ahora sólo falta que lo acompañen en el camino de la ignominia todos los corruptos que estaban por debajo de él en Valencia y los que están por encima de él en el Estado, todos los cuales son un buen puñado de cargos del PP.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

Estos nunca saben nada

Contritos, cabizbajos, consternados aparecieron ayer los dos magnates de la prensa, padre e hijo, ante la comisión de la Cámara de los Comunes. Rupert Murdoch, uno de los hombres más poderosos del planeta, dueño de cabeceras locales, como el New York Post, influyentes, como el Wall Street Journal, o amarillas, como el News of the World, lanzó varias jeremiadas afirmando que era el día más amargo de su existencia, que estaba avergonzado, etc, etc. En mi opinión todo es falso, una argucia procesal. Trata Murdoch de levantar esa extraña simpatía espontánea que despiertan los triunfadores, los millonarios cuando se ven en apuros, normalmente por comportamientos reprochables o directamente delictivos. Esa simpatía que lleva a la gente aplaudir a Ortega Cano quien conducía borracho, se saltó el límite de velocidad y causó la muerte de un semejante del que nadie se acuerda.

Las actividades a que se dedicó News International en Inglaterra durante años pinchando teléfonos, sobornando policías, espiando informaciones de las fuerzas de seguridad deben de haber sido tan generalizadas y permanentes que los dos millonarios han tenido que cantar la palinodia. Pero no porque estén arrepentidos del tipo de periodismo terrorista que han estado haciendo, sino porque los han pillado.

Porque News Corporation, la rama americana del imperio, hacía lo mismo y hay miles de presuntas víctimas: viudas de militares del Irak, parientes de las víctimas del 11-S. Todo para alimentar un periodismo amarillo, sensacionalista, hecho de infamias, de injerencias criminales en la vida íntima de las personas, creando así un clima de temor y hasta de terror entre las personalidades que podían ser objeto de una escucha ilegal, desde los príncipes hasta una niña asesinada hace años. Esa bestialidad, esa falta de escrúpulos que convierte la vida pública en un lodazal de injurias y hasta calumnias es el caldo de cultivo en que surge el periodismo agresivo de la derecha, materializado, cómo no, en una cadena televisiva, Fox, propiedad del mismo Murdoch, dedicada a dar voz al estremismo derechista del Tea Party, a atizar el odio y la xenofobia.

Pues bien, estos dos magnates depredadores no sabían nada de lo que estaba pasando bajo sus narices; tienen a su responsable en los EEUU detenido y su segunda en Inglaterra, Rebekah Brooks, tras breve detención, ha dimitido de sus cargos; han cerrado de la noche a la mañana el próspero News of the World, pero ellos no sabían lo que estaba pasando. Y eso que en 2007 ya hubo gente, un redactor del periódico, juzgada y condenada por escuchas ilegales. Pero ellos no sabían nada. Las decisiones se tomaban, estallaba un escándalo tras otro, se arruinaba la vida de la gente, se atentaba contra su honor, se difamaba. Pero ellos no sabían nada. Los responsables son sus subordinados. Ya veremos en qué queda el asunto cuando se abra el correspondiente proceso judicial y los Murdoch tengan que explicarse frente a las declaraciones de los demás. En todo caso, ellos no sabían nada.

Como Aznar, miembro del Consejo asesor de News Corporation, que se enfrenta a una querella criminal en los EEUU. Tampoco sabía nada. Seguro que nadie en ese consejo sabía nada. Niguno preguntó alguna vez cómo se conseguían los scoops, las exclusivas que garantizaban altas tiradas del NoW. Claro que en esto de no saber, Aznar es campeón, casi como si fuera el discípulo aventajado del filósofo español del XVI/XVII, Francisco Sánchez, un pirrónico radical que sostenía que nada se sabe. Sánchez lo dice en sentido filosófico; Aznar en uno pragmático, que también es filosófico. Sánchez no sabe porque no llega a conocer las cosas. Aznar porque no quiere conocerlas, que es distinto.

El hoy presidente de honor del PP metió España en una guerra criminal en la que ha habido decenas, quizá centenares de miles de muertos. Y lo hizo pretextando que el país atacado y devastado almacenaba unas misteriosas armas de destrucción masiva que él sabía eran tan existentes como el Santo Grial. Y hasta es posible que por no saber, el hombre ni siquiera supiese qué forma tenían, al igual que pasaba con el Santo Grial; y obviamente nadie se molestó en decírselo.

Luego resultó que, como todo el mundo menos Aznar sabía, las dichosas armas no existían. Pero Aznar no sabía nada. Como los Murdoch. Como él mismo con el atentado de Atocha: no sabía que no había sido ETA. Sin embargo, todos sabían. ¿Cómo no iban a saber si era del dominio público? Murdoch dice que no sabía pero ya tenía un reportero condenado por escuchas ilegales. Aznar no sabía lo de las armas pero pedía a la gente que lo creyera mirándole a los ojos, igual que no sabía lo de ETA pero su gobierno pedía a los embajadores españoles que dijeran que había sido ETA.

¿Que no sabían? Todos estos saben siempre perfectamente lo que hacen: beneficiarse, enriquecerse a costa de lo que sea o de quien sea.

(La primera imagen es una foto de World Economic Forum; la segunda es una foto de Pontifici Universidad Católica de Chile, ambas bajo licencia de Creative Commons).

El corrupto caciquismo valenciano.

José Antonio Piqueras es un académico, un concienzudo historiador, con una apreciable obra, y un intelectual comprometido con el espíritu democrático de una sociedad abierta en un Estado de derecho de orientación progresista. Un género en franco retroceso en nuestras universidades. En esta ocasión presenta un estudio riguroso, plenamente documentado en fuentes incuestionables, del estado de la democracia en la Comunidad Autónoma valenciana (José Antonio Piqueras/Francesc A. Martínez/Antonio Laguna/Antonio Alaminos (2011), El secuestro de la democracia. Corrupción y dominación política en el España actual, Madrid, Akal, 255 págs.). Es una radiografía meridiana de una realidad y un tiempo (los gobiernos de mayoría absoluta del PP en el antiguo Reino de Valencia) apoyada en tal cantidad de pruebas y datos que imagino la obra servirá de referencia en cantidad de trabajos posteriores.

Piqueras forma un equipo con dos profesores de periodismo y un catedrático de Sociología Matemática para dar una imagen completa, compleja, muy bien trabada, de una realidad que pone los pelos de punta. Y el momento de la aparición no puede ser más oportuno: la noticia del procesamiento de Camps por presunto delito de cohecho impropio forma el contexto más adecuado a esta obra. Y, como la realidad siempre supera la ficción, incluso la muy adusta y documentada de la academia, el colofón sería (y puede que sea) una comunidad autónoma presidida por un menda embustero y delincuente.

Piqueras explica que la Comunidad Autónoma valenciana está gobernada sobre dos principios estructurales, la corrupción y el clientelismo que, por supuesto, son complementarios. Quien dice la una, dice lo otro. En cuanto a la corrupción, el autor ha seguido hasta en sus menores detalles las peripecias de colusión entre empresas de la trama Gürtel y la administración autonómica, las maquinaciones, las falsedades, las licitaciones manipuladas. Todo un cuadro de una administración entregada a la tarea de saquear las arcas públicas en provecho de una trama delictiva y beneficio de personas concretas en puestos políticos; una retahíla de enchufados, parientes, recomendados, todos en un baile del do ut des, de favores y contrafavores, una verdadera mafia.

En cuanto al clientelismo, basta mencionar el caso paradigmático, que también recuerdan algunos de los otros autores, del presidente de la diputación de Castellón, Carlos Fabra. Desde la Restauración hasta la democracia actual, pasando por el franquismo, siempre ha habido un Fabra en la Diputación. Una dinastía de este tipo, siendo plebeya, sólo puede perpetuarse a base de contar con suficientes relaciones clientelares. El clientelismo, por lo demás, reproduce incluso el régimen de cesantes de la Restauración, sólo que dentro del PP. Los campsistas han laminado a los zaplanistas, grupos clientelares, perfectamente caracterizados por el término unamuniano de fulanistas. ¿Diferencias entre los seguidores de Zaplana (aupado en uno de sus primeros puestos de mando con la ayuda de una trásfuga del PSOE desde entonces enchufada del PP) y los de Camps? Ninguna salvo las gentes concretas a quienes benefician con su forma corrupta de entender la política.

¿Cómo se ha llegado a esa situación? Porque el PP ha conseguido articular un discurso muy popular en Valencia y ha enganchado con las masas, como demuestra Alaminos en su capítulo. Documenta empíricamente la transferencia del apoyo electoral del PSOE al PP a través de tres etapas (1986-1990, 1991-1995 y 1996-2000), coincidentes con el predominio del PSPV, la intermedia de transición y las mayorías absolutas del PPCV que, según observa, no han hecho sino incrementrarse con la transitoria moderación de 2004. Eso se ha conseguido elaborando un discurso de gran aceptación en dos ejes de fractura, el de la ideología o el pragmatismo y el del nacionalismo o regionalismo. El PP se dibuja así como un partido atrapalotodo, pragmático y regionalista, capaz de exprimir hasta la última gota de jugo de la concepción de lo nuestro frente a lo ajeno, el socialismo o el catalanismo. Hasta la propia corrupción, omnipresente, acaba en cierto modo tolerada. Un discurso tan potente que hace que la gente ignore la manifiesta incompetencia gestora de Camps y su equipo. Aunque el autor no lo dice, cabe recordar que esta identificación del todo (Valencia) con la parte (populares valencianos) es la metonimia fascista típica.

Este discurso con tanta audiencia consigue imponerse merced a una política de medios de comunicación partidista, manipuladora, censora, que es la que analizan Martínez y Laguna en sus dos trabajos. Entendiendo perfectamente la importancia de los medios a la hora de propiciar al electorado, Zaplana en primer lugar y posteriormente Camps, han intentado imponer un verdadero régimen de medios al estricto servicio del partido en el poder. El grado de partidismo pro PP del Canal Nou es conocido. De hecho, este canal no dio la noticia de que Camps tendrá que comparecer como acusado ante un jurado popular. La manipulación, el engaño, la abierta mentira (algo en todo similar a lo que hace Telemadrid), junto a la provocación y la propaganda es el modelo televisivo valenciano. Todo eso con el dinero de los mismos contribuyentes a los que se estafa de forma tan elegante como ruinosa ya que la audiencia de esta televisión está ligeramente por encima del siete por ciento. En realidad se trata de un aparato de agit-prop con unos periodistas pagados espléndidamente por contribuir a este coro que canta las excelencias de un gobierno de corruptos. El control de los demás medios, radio y prensa (a través de subvenciones y publicidad institucional) es igualmente asfixiante.

Ese control, unido a la existencia del discurso propio, permite a los medios recurrir sistemáticamente a la agenda setting e imponer de ordinario sus "marcos" discursivos,(frames) en la visión de Lakoff. Por otro lado, el PSPV, atrapado en sus contradicciones y luchas internas y en una situación discursiva muy incómoda, no es un adversario que deba preocupar a la derecha. Esta tiene todavía bastante cuerda porque siempre puede echar mano de socialistas desafectos o que dependen de ella para su supervivencia económica con los que sembrar la rivalidad y el desconcierto en el otro campo, como se muestra con el lamentable caso de Antonio Asunción quien, al parecer, se ha prestado a una maniobra de provocación y escisión movida desde la derecha.

En Valencia se ha consolidado una cultura política caracterizada por el populismo, la corrupción, la delincuencia organizada, el panem et circenses, el saqueo del erario público, el abuso de poder y la aniquilación del adversario.

Algo que, con el tiempo, puede extrapolarse al conjunto de España.

dimarts, 19 de juliol del 2011

Llamazares y la unión de la izquierda.

Público sacaba ayer un interesante artículo de Gaspar Llamazares, titulado de un modo un tanto críptico Frente a la izquierda. Las manifestaciones públicas de Llamazares suelen tener enjundia, no son puras declamaciones partidistas según la consigna al uso, proponen reflexiones y se alejan algo de los dogmas y los aparentes saberes convencionales. De ahí que merezca responder a la reflexión con la reflexión para mancomunar esfuerzos.

Si he entendido bien el fondo del artículo de Llamazares, éste aboga por una unidad de la izquierda pero lo hace desde unos supuestos y con unos conceptos que no le acercan a su objetivo sino que, al contrario, lo oscurecen hasta para él mismo. Quizá por eso no lo hace del todo explícito o lo hace y se me ha pasado.

A fin de intentar aclarar esta cuestión hay que empezar por reconocer algo que mucha gente no admite, esto es, que la izquierda carece de alternativa global al capitalismo. Hace como que la tiene cuando habla de socialismo, pero no lo propone abiertamente, no pide socializar los medios de producción en general. A estos efectos las reiteradas refundaciones no sirven para nada porque refundar sin querer tocar los fundamentos (los famosos principios que nadie cuestiona porque carecen de eficacia) es inútil. Tómese un ejemplo caro a la izquierda: ¿tiene sentido fiar en el discurso de la lucha de clases en sociedades en las que los obreros industriales son un veinte por ciento, mientras que el sector servicios está en torno al 75 por ciento? Su condición ciertamente es de asalariados pero el proletariado implicaba algo más que la condición de asalariado, que ahora no se da.

El término con el que la izquierda radical, de tradición comunista, pero no sólo de ella, quiere definirse y Llamazares emplea un par de veces es el de izquierda transformadora. Sin embargo, a la vista de los hechos, esa transformación no es un criterio descriptivo sino desiderativo. Es una izquierda que quiere ser transformadora pero de momento no lo ha sido. En el largo plazo porque carece de alternativa global verosímil al capitalismo; en el corto (vías reformistas), porque sus exiguas fortunas electorales no suelen darle acceso al gobierno y/o parlamento que son los únicos lugares desde los que se transforma la sociedad por vía normativa.

Aquí es donde el socialismo, la socialdemocracia, que habría de ser la otra parte de una unidad de la izquierda, lleva terreno ganado: ha renunciado al largo plazo de forma que da por sempiterno el modo de producción capitalista y concentra su acción en las reformas que "humanicen" el capitalismo y garanticen mayores niveles de justicia social. La socialdemocracia muestra el resultado de su enfoque bajo la forma del Estado del bienestar.

Y aquí, a su vez, es donde la izquierda transformadora hace un salto en el vacío: olvidando que el Estado del bienestar fue desde siempre objeto del ataque de la izquierda comunista hasta los años setenta del siglo XX, acusado de ser una traición al proyecto revolucionario, esta izquierda se erige ahora en guardiana del atacado y acusa a la socialdemocracia de traicionarlo. En la medida en que esto no es un puro intento de desplazar al competidor para ocupar su sitio, tendrá que estar basado en alguna prueba.

¿Qué más pruebas se quieren que las políticas neoliberales que viene aplicando la socialdemocracia desde la crisis y cada vez que hay crisis? Pero ¿y si se trata de medidas tácticas obligadas por las circunstancias para mejor salvaguardar ese mismo Estado? Eso es algo fácil de entender y los comunistas debieran ser los primeros. ¿No introdujo Lenin la NEP, que suponía un retorno a relaciones capitalistas, sin que nadie lo acusara de haber dejado de ser comunista? En política a veces hay que hacer cosas que en otras circunstancias no se harían. En Extremadura, por ejemplo, Monago, del PP, tendrá que gobernar mirando a la izquierda y por eso no deja de ser del PP; si no, véase con qué decisión defiende la honradez de Camps. Pretender desautorizar una opción política pretextando una ocasional batería de medidas puede ser cómodo pero no justo ni cierto.

La socialdemocracia no va a cambiar sensiblemente ni va a radicalizarse, ciertamente. Sin ella, la unión de la izquierda es una quimera (favor de ahorrar debates sobre el significado metafísico de la izquierda) y con ella la unión no puede pasar de ser una socialdemocracia al estilo de lo que suele llamarse con loable intención "reformismo radical", que es lo que puede darse en una democracia. Ésta, por lo demás, exige ser considerada como un fin en sí mismo y no como un medio para un hipotético fin más elevado.

Comprendo que algo así es decepcionante para quien viene de una tradición revolucionaria que aspiraba a traer a la tierra nada menos que un hombre nuevo. Hoy corregiríamos por una persona nueva. Pero cuanto antes quede claro, antes se hará la unión de la izquierda. A la transformadora le queda por hacer su Bad Godesberg. Que lo haga o no es otra cuestión. Es posible que la irrupción del movimiento 15-M induzca a abrigar esperanzas respecto a la constitución de una nueva izquierda incorporando el venero que llega espontáneamente de la sociedad. Sería la segunda o tercera nueva izquierda que se creara.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 18 de juliol del 2011

El empleado de Murdoch.

No veo razón para escandalizarse por el hecho de que Aznar cobre 220.000 dólares anuales por asesorar a una empresa que, según parece, lleva años cometiendo todo tipo de delitos contra miles de personas con el fin de prosperar. El hombre está en lo suyo, como puede comprobarse repasando su carrera, que es un ejemplo paradigmático del principio de que todo vale con tal de conseguir lo que se quiere.

Inició su andadura política, abandonada su militancia falangista, triturando a un adversario del PSOE mediante una denuncia judicial que resultó falsa por lo que jamás pidió perdón a su víctima.

Se aupó al gobierno de España gracias a una alianza táctica (llamada “pinza”) con el sedicente izquierdista Anguita, cuya engolada vanidad supo halagar mientras le interesó.

Se estrenó en el gobierno tratando de encarcelar al propietario y consejero delegado del mayor grupo mediático de España con métodos torticeros y la ayuda de un juez prevaricador y de unos comunicadores faltos de todo escrúpulo moral.

Fue el responsable último de la mayor catástrofe ecológica de la historia de España sin que él, ni ninguno de sus subordinados tuvieran un solo gesto no ya de arrepentimiento sino de simpatía hacia las víctimas.

Su ministro de Defensa, Federico Trillo, fue el responsable político de un departamento en el que algunos de sus subordinados, por desidia o incompetencia, ocasionaron de un modo u otro la muerte de sesenta militares españoles sin que el tal ministro y mucho menos él reconocieran responsabilidad alguna en los hechos.

Entabló conversaciones, luego fracasadas, con ETA en cuyo curso satisfizo todas las exigencias de ésta, incluido el llamarla “Movimiento Vasco de Liberación”, con el fin de propiciarla.

Metió al país en una guerra criminal de rapiña a las órdenes del imperio pretextando para ello que el agredido, Irak, poseía armas de destrucción masiva, cosa que era mentira.

Siguió mintiendo a mansalva sobre la autoría del atentado de Atocha el 11-M de 2004, tratando de endosárselo a ETA cuando era evidente que fue obra de terroristas islámicos y con el único fin de ganar las elecciones. Y continúa sosteniendo la mentira aun después de que los jueces la hayan probado como tal.

Desde que dejó el poder no ha hecho otra cosa que alimentar un clima general de odio y confrontación con declaraciones agresivas y tratando de hundir el prestigio de su país en todos los foros internacionales.

¿Cómo va a sorprender que una persona con esta trayectoria figure en la nómina de un magnate cuya empresa, al parecer, es responsable de todo tipo de delitos al objeto de aumentar sus ventas?

Lo extraño hubiera sido que no figurara en ella.

(La imagen es una foto de Pontificia Universidad Católica de Chile, bajo licencia de Creative Commons).

La inexcusable dimisión de Camps.

Si malo fue aceptar el regalo de unos trajes con el presunto fin de favorecer las maquinaciones de una trama delictiva, peor fue mentir durante dos años negando el hecho. Si peor fue mentir durante dos años, pésimo fue pedir el voto de los conciudadanos alegando ser víctima de una imaginaria conspiración. Si malo es que el comportamiento presuntamente delictivo de los gobernantes debilite la legitimidad de las instituciones democráticas peor es que la contumacia en el delito la destruya.

Francisco Camps no tiene otra salida que la dimisión y, si ésta no se produce de inmediato, Rajoy y la dirección nacional del PP no tienen más remedio que expulsarlo del partido. No es solamente que el que calla otorgue sino que el que otorga está admitiendo que el delito es una forma aceptable de hacer política y eso es más propio de organizaciones como la mafia que de fuerzas políticas legales en democracia.

La lluvia de declaraciones de cargos conservadores encareciendo la honradez de Camps cuestiona la validez de las decisiones judiciales y suena como el clamor hipócrita de una familia de mafiosos. En la democracia la honradez de los gobernantes la deciden los tribunales y no sus amigos, clientes o cómplices.

Camps lleva dos años negándose a contestar las preguntas de los periodistas, socavando el ejercicio profesional de estos y menoscabando el derecho a la información de la ciudadanía. Si no dimite ipso facto el resto de su mandato será ilegítimo pues no estará al servicio de sus representados sino de su supervivencia política.

diumenge, 17 de juliol del 2011

Gürtel: el derecho, la política y la moral

El principio de autoridad se ha roto en la Comunidad Autónoma valenciana. La autoridad basada en la integridad moral, el servicio y la competencia. Camps ha mentido durante dos años al asegurar que pagó unos trajes que ahora reconoce haber recibido regalados. De esa contumaz mentira se siguen dos conclusiones: a) los regalos pudieron hacerse con fines ilícitos, por ejemplo propiciar la voluntad del presidente obsequiado para que posibilitara la realización de actividades lucrativas ilegales de terceros; b) quien engaña a los ciudadanos en materia de regalos puede hacerlo en todo lo demás.

Autoridad moral, pues, ninguna. Pero tampoco servicios o competencia. La gestión de Camps (en general del PP) ha sido ostentosa, cesarista, rimbombante con actividades carísimas de prestigio (Fórmula 1, visita del Papa, Terra Mítica) pero con desatención a los servicios sociales que son el meollo del Estado del bienestar y con el mayor déficit de todas las Comunidades Autónomas.

El presidente Camps, pendiente de comparecer ante un jurado popular, no es más que la cabeza visible de un entramado presuntamente delictivo de empresas y cargos públicos del PP que se extiende por toda la Comunidad Autónoma, dedicada al saqueo de las arcas públicas para el enriquecimiento personal de unos y otros y la presunta financiación ilegal del partido. Esta financiación pone al PP muy por delante del PSOE en medios y explica lo abrumador de su voto.

Pero Camps se niega a dimitir y, según parece, cuenta con agotar su mandato aunque lo condenen. Desde un punto de vista jurídico y político esto es posible. No hay procedimiento alguno para obligar a dimitir a un presidente autonómico por clara que sea su implicación y aunque medie una decisión condenatoria siempre que no implique cárcel y/o inhabilitación para cargo público. Cosa insólita, desde luego, pero posible.

Federico Trillo, responsable de Justicia del PP, parece estar siguiendo el proceso y articulando la defensa de los implicados en el caso Gürtel, no con el fin desinteresado –que debe presumirse en todo representante democrático que asesore procesalmente- de facilitar la acción de la justicia para que ésta se imparta sino con el muy interesado de sacar indemnes a los diputados de su partido con independencia de cualquier otra consideración. La norma de oro que parece estar aplicando es la que le dio a él un resultado óptimo cuando consiguió salir intacto de un proceso por la muerte de sesenta militares españoles en el que fueron condenados sus subordinados. La norma es: aquí no se dimite pase lo que pase.

Norma que Camps se aplica a rajatabla. Obviamente los escrúpulos morales, los remordimientos de conciencia pasan a segundo plano como suele suceder con estos católicos devotos que saben tienen el perdón ganado de antemano. Al fin y al cabo es lo que hace la misma Iglesia cuando, por ejemplo, oculta la plaga de pederastia en su seno o silencia la operación de expolio de los bienes del común en toda España al amparo de las reformas legislativas de la era Aznar y que equivalen a una contradesamortización.

A falta de mecanismos jurídicos para poner coto a comportamientos ilegales tan generalizados, es preciso ver si los hay políticos. El más obvio es el recurso a la organización nacional del partido al que pertenecen los imputados valencianos, esto es, el PP. Este partido dispone de dos códigos de buenas prácticas (uno de los años noventa y otro muy reciente) ambos inoperantes puesto que no se han aplicado nunca por más que ha habido razones para hacerlo. Es decir, tampoco hay solución política.

El silencio de la dirección nacional del PP ante el caso Camps, que tanto contrasta con su alboroto en otros, es muy llamativo. El PP deja claro con él que convivirá con la corrupción que haya y la que pueda revelarse de aquí a las elecciones, la relativiza y la minimiza. Espera que los ciudadanos lo voten a pesar de todo como partido de gobierno, soslayando la corrupción y haciendo hincapié en la época de bonanza económica de los años 1996-2004, que se atribuye.

Aquí no sirve de nada razonar, como hace el PSOE, que aquella bonanza fue el origen de la catástrofe actual porque esta es una cuestión hipotética y especulativa. Lo interesante, a juicio de Palinuro, es dejar en claro la intencionalidad subyacente al discurso del PP en la opinión pública y que viene a decir: lo esencial es la prosperidad y el empleo al precio que sea y la corrupción es una baja colateral, lamentable pero de segundo orden. Este es el único argumento que puede explicar el hecho incontrovertible de que los graves indicios de corrupción no pasen factura electoral, como suele decirse.

La alta expectativa de voto del PP proviene de su gran habilidad al haber trasladado a la ciudadanía el peso de un juicio moral que él se niega a hacer en la seguridad de que aquella tampoco lo hará. La idea de vivir en una sociedad pobre pero justa es menos atractiva que la de hacerlo en una injusta pero que sea rica. Y eso, querid@ lector@, nos afecta a todos.

(La imagen es una foto de Partido Popular Comunitat Valenciana, bajo licencia de Creative Commons). En ella están Cospedal, Camps, González Pons y Rajoy. Son dignos de análisis los gestos de los cuatro.

dissabte, 16 de juliol del 2011

¿Por qué no dimite Camps?

El Curita se sentará en el banquillo en el otoño acusado de cohecho impropio a causa de los trajes que presuntamente le regaló la trama Gürtel con el fin de que facilitara sus maquinaciones delictivas. Camps lleva dos años negando los regalos y afirmando que él paga sus trajes. Habiendo aparecido pruebas irrefutables de que esto es falso ha admitido que hubo tales regalos pero que no se hicieron al presidente de la Generalitat (él), sino al del PP de la Comunidad Valenciana (también él), lo que es una triquiñuela irrisoria porque aunque se tratara de un caso de desdoblamiento de la personalidad como el del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, hay una sola unidad de imputación: él, que es lo uno y lo otro.

¡Dos años mintiendo a todo el mundo, al electorado, a las cortes valencianas, al juez, al presidente de su partido y hasta a su “amiguito del alma” que parece ser el que le regalaba los trajes! Se descubre así que su silencio frente a las preguntas de los periodistas, con el que además negaba el derecho de la gente a la información, era el silencio del mentiroso. Y, aunque un acusado pueda mentir en su defensa, un presidente no puede hacerlo y lo que corresponde es que dimita ipso facto. Es más, tendría que haberlo hecho mucho antes.

Y ¿por qué no dimite? Estamos acostumbrados a que, cuando un político inculpado en un proceso judicial renuncia a su cargo, aduzca dos razones: que lo hace a) para estar más libre en la demostración de su inocencia; y b) para no causar más daño a su partido. Si Camps no dimite es porque: a) sabe que no puede probar su inocencia y trata de obstaculizar el procedimiento valiéndose de su cargo como viene haciendo desde el comienzo, mientras afirma lo contrario; b) sabe que su caso no es más que la punta del iceberg de una presunta trama de corrupción cuasi mafiosa que afecta a todas las administraciones públicas de la Comunidad, un iceberg que puede hacer que su partido se hunda como se hundió el Titanic.

Esa preocupación la comparte mucha otra gente en el partido de la derecha. Así se explica que el responsable de Justicia del PP, Federico Trillo, interviniera personalmente en el asunto, yendo a visitar al jefe de la empresa que fabricó los fementidos trajes. Tres días después de la visita, el informático de la empresa recibía la orden de falsificar unas facturas que se referían precisamente a Camps. Es posible que entre la visita y la orden no haya relación de causa-efecto, que sea una pura coincidencia y que Trillo hubiera ido sólo a hablar del tiempo con el jefe, pero también es posible lo contrario.

Igual que la actual portavoz del Gobierno valenciano, antigua responsable de la RTV valenciana, quien viene a decir que el pueblo, al votar a Camps el 22 de mayo, lo ha absuelto con anterioridad y, por lo tanto, no ve razón para que dimita. Es obvio que no la verá si mira en la RTV valenciana porque, según ésta, Camps no se sentará en el banquillo. Igual también que el inimitable presidente de la diputación de Castellón, Fabra, para quien el procesamiento de Camps es una “payasada” (y debiera aclarar si llama payaso a Camps o al juez) y que el presidente es inocente porque goza de toda su confianza, con gran generosidad pues no es sentimiento del que ande sobrado cuando se aplica a él. O la no menos pintoresca alcaldesa Rita Barberá, un vestigio del tardofranquismo, que encuentra inicuo que se procese a un hombre honrado y no a unos pillastres como los de Bildu.

¿Qué revela esta defensa numantina y el silencio de las altas esferas del PP? Lo que decíamos antes, el temor a que estos trajes sean la punta del inmenso iceberg de la presunta corrupción del PP que afecta no solamente a docenas de cargos del partido, sino al conjunto de éste en la medida en que se pruebe que ha habido delito de financiación ilegal del partido. Porque si el PP paga sus mítines como Camps pagaba sus trajes, los jefes deberán asumir su responsabilidad.

Palinuro publicó ayer un artículo en Público (La punta del iceberg valenciano), en el que sostenía este punto de vista. Con más espacio explica ahora que así se demuestra en un concienzudo estudio que acaban de publicar los profesores Piqueras, Martínez, Laguna y Alaminos de la Universidad valenciana (El secuestro de la democracia. Corrupción y dominación política en la España actual) y del que dará cuenta en un par de días. En ese libro se narran con pelos y señales las maquinaciones de varios empresarios con decenas de cargos supuestamente corruptos del PP.

En última instancia Camps no dimite porque piensa que los mandos de su partido no pueden afrontar una situación en la que la presidencia de la Generalitat quedara vacante y la dirección en pleno del PP de la Comunidad valenciana fuera sustituida por una comisión gestora lo que daría lugar a una situación insostenible en Valencia, con una posible escisión del partido. La culpa, en definitiva, es de esta dirección por sancionar la presentación de Camps a las pasadas elecciones. Y no será porque no se le advirtiera desde todos lados que era una decisión suicida. Agarrarse al cadáver de la Gürtel puede acabar convirtiendo en cadáver al partido entero.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 15 de juliol del 2011

La basura a la basura.

El lío en que se ha metido Murdoch afecta al entramado mismo de la sociedad democrática contemporánea caracterizada por el imperio de los medios y las confusas relaciones entre estos y los poderes públicos. Uno de los detenidos por el caso de las escuchas y los sobornos a la policía, Andrew Coulson, que había sido editor del News of the World (NoW), el periódico que Murdoch ha tenido que cerrar de golpe a causa del escándalo, fue luego jefe del gabinete de comunicación de Cameron quien lo contrató después de que tuviera que dimitir como editor en 2007 a causa del primer caso de escuchas del periódico. Ayer Scotland Yard detuvo bajo la misma acusación (corrupción y escuchas) a Neil Wallis, segundo de Coulson que, a su vez, trabajó el año pasado como asesor de la policía metropolitana, precisamente la que estaba investigando las escuchas. Parece de chiste, pero es verdad.

La justificación tradicional de los medios es la fiscalización del poder mas cuando los dos, poder y medios, se fusionan el resultado suele ser un delito en detrimento de bienes públicos y también de ciudadanos concretos. La democracia padece y si el asunto adquiere las dimensiones que tiene este caso, se produce una crisis política de envergadura. Murdoch puede decir que se trata de "errores menores" pero suena muy falso. NoW tenía un beneficio anual de 100 millones de libras de venta en kiosco y 37 de publicidad; no era una hoja parroquial y la compañía propietaria, presidida por el mismo Murdoch planea publicar un anuncio de una página completa en los principales diarios "respetables" británicos dos días seguidos pidiendo perdón. ¿Perdón a toda plana por "errores menores"?

Claro, no son "errores menores" sino delitos a los que no tiene incoveniente en recurrir la prensa basura, normalmente de derecha o de extrema derecha, para conseguir sus objetivos: aumentar la tirada a costa de falsear la verdad, provocar, difamar a diestro y siniestro, hundir la reputación de las personas. Un buen artículo de John Carlin ayer en El país, La venganza de los serios, señalaba con precisión el momento en que comenzó la pendiente que llevó a unos medios a ser los reyes del fango: cuando se empezó a pagar por la información. Si un periódico está dispuesto a pagar siempre encontrará a alguien dispuesto a vender lo que sea. A la memoria viene aquel pintoresco Treshorras que decía que, mientras El Mundo pagara, él le contaba la guerra civil. Y si el periódico pagó por las fábulas de este menda, puede haber pagado por las de Amedo y tutti quanti, porque, como decía mi abuela: quien la hace una vez, la hace ciento. Lo cual pone a este periódico en donde le corresponde estar, entre los tabloides. Uno de los grandes dislates de la democracia española es admitir como periódico de referencia un tabloide, literalmente al servicio del PP al que ha llegado a escribirle el programa en alguna ocasión.

El FBI va a investigar las acusaciones a News Corporation de haber pinchado los teléfonos de las víctimas del 11-S en Nueva York con ánimo lucrativo, para hacer caja con su desgracia. Responde así a una querella presentada por una banco sindical gringo contra el consejo de News Corporation por haber consentido las presuntas prácticas ilícitas de Murdoch. En ese consejo figura Aznar lo que llena de alegría a sus adversarios que ya lo ven expuesto a una vindicta pública de la que saldrá con más dificultad que cuando lo de las armas de destrucción masiva en el Irak. En realidad esto no tiene mayor importancia. Aznar es un profesional de la demagogia y la hipocresía que ya tendría que haber respondido ante los tribunales por el supuesto delito de genocidio a raíz de la guerra de rapiña que contra aquel país musulmán emprendieron el orate del entonces presidente de los Estados Unidos y su valet de chambre, Tony Blair, con el español de chico de los recados.

Lo interesante es que un potente grupo multimedia, claramente situado en la derecha más reaccionaria (o sea, la defensa de los más recios valores cristianos) reconoce haber cometido delitos, si no, no pediría perdón, para aumentar su tirada e imponer un clima de agresividad, falsedad e intolerancia que lo beneficie a base de violar los derechos fundamentales de las personas. Y aquí Aznar está en su salsa, pues no hizo otra cosa en sus ocho años de gobierno, especialmente los de la mayoría absoluta, cuando trataba de encarcelar a periodistas independientes, se ponía al servicio del "Movimiento Vasco de Liberación" terrorista, permitía que su ministro de Defensa tratara de ocultar la muerte de sesenta militares españoles debida a su desidia, destruía las costas gallegas con chapapote por incompetencia, metía al país en una guerra criminal. Y para coronar esta serie de calamidades, ¿no mintió aviesamente el día del atentado de Atocha, tratando de endosar las responsabilidad de su comisión a ETA para estar seguro de ganar las elecciones sobre los cuerpos de casi doscientos asesinados? Mentira que los medios basura que lo apoyan siguen propalando porque no son medios de comunicación sino de manipulación y engaño, capaces de cualquier cosa. Como ese Murdoch, a quien el "hombre milagro" español aconseja.

dijous, 14 de juliol del 2011

Rubalcaba es mucho Rubalcaba.

No por habitual deja de ser llamativa la saña con que la derecha político-mediática se ha echado sobre Rubalcaba desde que éste ha formalizado su candidatura. Tanta que parece como si sus oponentes vieran en él al Anticristo al que, dada su devoción, profesan odio intenso. Y no se crea que es hipérbole de ateo irredento. Ya ha habido ocasiones en que manifestantes de la derecha, transidos de fervor místico, han llamado Anticristo a Zapatero, a pesar de su seráfica sonrisa.

Las causas de esta animadversión están claras: Rubalcaba es el político mejor valorado del reino, muchísimo más que Rajoy; es posible que pueda atribuirse el fin de ETA, lo que pondría su popularidad a la par de una estrella de cine; tiene una considerable experiencia de gobierno; es serio, competente y cuenta con un partido unido como una piña tras él.

Por eso han arreciado los ataques y descalificaciones: que si es demasiado viejo, que si es un intrigante y hasta un trilero, que no es creíble cuando anuncia cambios respecto a lo hecho por un gobierno en el que ha sido vicepresidente, entre otras cosas. Y, ya elevando varias octavas la maledicencia, que su pasado no es limpio pues justificó los GAL y que últimamente está bajo sospecha de colaboración con banda armada. Innecesario decir que gran parte de estos ataques cuenta con el apoyo de la izquierda autodesignada transformadora que quizá no viera con malos ojos la enésima repetición del esperpento nacional de intentar procesar por proetarra al hombre que ha acabado con ETA.

Todo eso parece resbalar al candidato, quien muestra mucho aplomo, seguridad en sí mismo y controla bien los tiempos. Hace gala de una cualidad que puede dar la vuelta a las encuestas y permitirle ganar en 2012, no ya por los pelos sino holgadamente. Razón por la cual da la impresión de que aquella saña sólo oculta miedo. Rubalcaba puede ser un candidato" ómnibus" o, para aplicar a una persona la famosa condición que Kirchheimer predicaba de ciertos partidos, un candidato atrapalotodo. Palinuro lo comparaba en post anterior (Rubalvelt suena bien) con Roosevelt (Franklin Delano), no porque tengan mucho parecido sino porque, si del autor del New Deal se dijo que era el presidente demócrata al que votaban los republicanos, a lo mejor acaba diciéndose de Rubalcaba que es el candidato de la izquierda al que vota la derecha.

Que es un candidato de izquierda se sigue del parecer mayoritario de los medios en valoración de su primera declaración programática. Lo llaman guiños a la izquierda pero es por el afán de ser coloquiales. Algunos, como Llamazares, consideran que se trata de un disfraz y que no es creíble que nos salga de izquierda quien lleva años aplicando políticas neoliberales. Es posible. Está por ver. Lo que es cierto es que sus propuestas (reforma del sistema electoral, revisión de la política fiscal anticrisis, tasas bancarias, etc) lo sitúan a la izquierda y lo comprometen en su aplicación. La propuesta de reforma del sistema electoral es algo de mucho calado que el movimiento 15-M tiene que apoyar. Y, con todos los respetos, Palinuro ve el 15-M más a la izquierda que la izquierda radical y que el PSOE.

Por lo demás, su alta popularidad le da mucho crédito. Rubalcaba es un político moderado, responsable, incluso conservador y encendidamente patriota pues, entre otras cosas, habla mucho de fútbol. Hay una derecha que reconoce estas cualidades y sabe que el candidato no se dejará arrebatar por la fraseología izquierdista, aunque sea lógico que la maneje, vista la situación del país y de su partido. Y ¿qué derecha es ésta? Mucha gente de centro-derecha moderada, dialogante que no simpatiza con el clima de bronca permanente del PP en manos de su sector más radical, empeñado en destruir cuanto no controla y, sobre todo, detesta la falta de sentido nacional de un partido que ha dado pruebas suficientes de estar dispuesto a arrojar España a las tinieblas exteriores, boicoteando los esfuerzos de recuperación, a cambio de ganar unas elecciones.

Rubalcaba puede construir una base electoral hecha de la izquierda socialdemócrata y el centro-derecha moderado en el entendimiento implícito de que una situación de emergencia requiere un gobierno de base nacional. Para terminar y sin ganas de fastidiar pero, en estos días en que el país, como dicen los medios melodramáticamente, "se ha asomado al abismo", ¿alguien en la izquierda más radical podría explicar en dónde estaríamos ahora (mírese Italia, por ejemplo) si, en lugar de tomar las medidas neoliberales del 9 de mayo de 2010 que Zapatero sabía le costarían las elecciones, se hubieran aplicado las recetas de esa izquierda? La pregunta respecto a la derecha es ociosa ya que ésta no tenía alternativas sino que estaba, y está, poseída de un ciego afán de que caiga el gobierno porque cree que luego el gobierno le caerá a ella.

(La imagen es una foto de www_ukberri_net, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 13 de juliol del 2011

La dictadura del capital.

La Unión Europea vive horas dramáticas. Las noticias parecen llegar de unos campos de batalla en una guerra no muy lejana que nadie entiende pero que ya tiene tres bajas: Grecia, Portugal e Irlanda, cuya deuda acaba de ser declarada basura por ese oráculo impredecible e inexpugnable que son las agencias de calificación, en este caso, Moody's. Durante la semana las baterías han concentrado su fuego sobre las líneas españolas e italianas, dos países cuyos gobiernos están contra la cuerdas por la situación política interna. Ya hace tiempo que hay quien dice que la lucha final por la supervivencia del euro se librará en España. La lucha final ya no será entre el proletariado y la burguesía, como supone el himno, ni entre comunistas y excomunistas, como decía Koestler, sino entre el euro y los insaciables mercados. ¿Qué es lo que ha pasado?

La globalización tiene aquí mucho que ver: un proceso de internacionalización prácticamente total en lo económico, comercial, financiero, pero muy poco avanzado en lo político y apenas iniciado en lo jurídico. Y, dentro de ese proceso absurdo, la región más avanzada del mundo, la que, orgullosa, señalaba al resto el camino que hay que seguir, era Europa. Europa se ha constituido en un solo mercado, al extremo de compartir una única moneda (no todos los Estados), pero, al no haberse unificado el continente política ni jurídicamente, esa moneda no tiene autoridad que la respalde. Ni siquiera frente a los ataques procedentes de su propio campo. ¿O es que la mayoría de los tenedores de deuda española, inversores, especuladores en definitiva no reside en otros países de la Unión?

La palabra mágica aquí es mercado, el instrumento a través del que se ejerce la dictadura del capital, un instrumento intangible, inasible, sin rostro ni entidad, algo a lo que los medios, desesperados por darle alguna forma, designan en plural, los mercados, en la esperanza de que estos sean alguna substancia aristotélica frente a la inasible idea platónica del mercado, una entelequia. Sin embargo es el mercado lo que domina, no los mercados, no las plazas bursátiles de Milán, Madrid, París o Franfurt; estos no son más que los escenarios de un drama profundo que se expresa en fríos porcentajes, tasas, tipos, primas, bonos, deuda, puntos, etc. Meros apuntes contables que tienen efectos sociales devastadores, echan a la calle a decenas de miles de griegos a pegarse con la policía o generan un amplio movimiento pacífico en España, el 15-M que se opone precisamente a la dictadura del mercado.

Dominio del capital a través del mercado el que sus apologetas consideran la forma más racional de asignación de recursos. Racionalidad económica, se entiende, que consiste en atender a un único objetivo: el lucro individual con independencia de todo lo demás. El mercado no tiene valores como patria, dios o ley. Sin duda cuenta con que la gente los tenga y hasta piensa que debe tenerlos; pero con el mercado no rezan. El mercado no tiene más patria que el interés, más dios que Mammon ni más ley que la del beneficio y, por tanto, si hay que renegar de la patria, apostatar o delinquir, se reniega, se apostata o se delinque.

El mercado no se rige por otro criterio que la maximización del beneficio privado en el que cada cual va a lo suyo, con lo que se piensa que esto permite predecir el comportamiento del conjunto, de ese ente que no tiene rostro ni dirección ni identidad, como el resultado de cientos de miles, millones de decisiones simultáneas de individuos privados que tratan de maximizar sus beneficios y minimizar sus pérdidas. Este comportamiento de suma racionalidad desemboca en la suma irracionalidad según la célebre tragedia del común de Garret Hardin.

Y mientras llega el momento en que los bárbaros entran en Roma, podemos ir contabilizando las bajas. Al capital le sobra el Estado del bienestar porque no es rentable. Concebir la educación o la salud como derechos universales es un absurdo. La educación y la salud, como la vivienda y, desde luego, la pensión, son negocios porque esos bienes tienen un precio y deben quedar reservados para quienes puedan pagarlo; los demás, que arreen. Lo que el mercado está pidiendo es que se suprima el gasto social

En realidad, al capital, en el fondo, le sobra el Estado sin más o eso cree él. Es lo que viene a decir un representante de los empresarios andaluces en Córdoba, que los funcionarios son unos privilegiados y que eso del empleo de por vida es un gran error. Sólo han ganado las elecciones municipales y autonómicas y ya quieren desmantelar la estructura misma del Estado. Desde un punto de vista mercantil, de racionalidad pura, no tiene por qué haber funcionarios vitalicios, ni jueces, ni médicos, ni profesores universitarios o de enseñanza media, ni policías, ni abogados del Estado. Cada partido que gane las elecciones, que traiga los suyos y que se los lleve cuando las pierda. Estos apóstoles del anarco-capitalismo no entienden ni siquiera la idea obvia de que el capital necesita un contexto de seguridad jurìdica para prosperar, cosa imposible cuando ésta depende de los partidos políticos. Claro que, desde el punto de vista del capital, ¿para qué sirven los partidos políticos? Los empresarios ya tienen sus propagandistas, para predicar su verdad, y sus somatenes, para imponer su orden. Al capital también le sobra la democracia y, como ha demostrado muchas veces, convive plácidamente con la dictadura. Al fin y al cabo ¿no acaba de descubrir ese genio de Aznar que las mayorías democráticas no determinan la verdad? Naturalmente que no. La verdad la determina él, a quien, como es sabido, los dioses han otorgado luces portentosas.

A esta situación se llega cuando la gente no depende de la ley sino de la voluntad omímoda y el capricho de los empresarios, un proyecto al que sobran los funcionarios que son un obstáculo a esa situación en que todo el mundo dependa de la magnanimidad del patrón y de su disposición a protegerlo con su policía privada y ampararlo con su jueces particulares. Una sociedad en la que nadie esté seguro de nada (¡la seguridad social es un invento de los rojos!) y todos estén a merced de los caprichos de los capitalistas, sin seguridad en el empleo, sin garantías ni derechos es el mejor de los mundos. Nada de jornada laboral, contratación colectiva a prohibicion de trabajo de los niños. Nada de ley, que ya están las bandas de la patronal para imponer la suya. La implantación de la racionalidad absoluta del mercado lleva a una feudalización de la sociedad en la que los ciudadanos son reemplazados por siervos. Esa es la naturaleza de la dictadura del capital.

dimarts, 12 de juliol del 2011

Los sueldos ilegales de los políticos

¿Por qué no quiere mostrar Javier Arenas su declaración de la renta? Es de suponer que no será porque la procedencia de sus ingresos sea inconfesable pues en tal caso no podría declararlos. Tendrá que ser por su cuantía que, desde luego, es altísima. Al respecto de poco sirve haberla sustituido por un acta notarial porque en ella el probo fedatario público certifica que el político del PP se lleva un buen pellizco todos los meses; más que el presidente del Gobierno andaluz y el español. Efectivamente, el problema está en la cantidad escandalosamente alta para un país con un salario mínimo casi de hambre y uno medio que da para comer pero poco más. La cuantía, desde luego, la cuantía es el problema. Como lo es en algún otro caso suficientemente conocido, como el de María Dolores Cospedal que, hasta la fecha, ha estado ganando cantidades astronómicas que el contribuyente ha pagado para que ella haga realidad su sueño de salir de presidenta con su mantilla y peineta el día del Corpus.

Pero ¿por qué ha de ser un problema la cuantía de los ingresos de estas personalidades en un país en el que el sueldo del presidente de Bankia está en el orden de los millones? Precisamente por la procedencia, por el desglose. Tanto en el caso de Arenas como de Cospedal esos ingresos son la suma de dos o más sueldos con cargo al erario público, un hecho que mucha gente cuestiona por el volumen final del ingreso pero nadie, creo, por su inmoralidad, cuando no su ilegalidad. Y, sin embargo, son inmorales, si no ilegales.

La Ley de Incompatibilidades (Ley 53/1984, de 26 de diciembre, de Incompatibilidades del Personal al Servicio de las Administraciones Públicas) dice taxativamente que no se podrá percibir más de una remuneración con cargo a los presupuestos de las Administraciones Públicas. Sin embargo, todo el mundo parece aceptar que determinados políticos de los dos grandes partidos cuando menos (Rajoy, Arenas, Cospedal, Pajín, etc) compatibilicen dos sueldos públicos: el que les paga el órgano representativo al que pertenecen (Congreso, Senado, Comunidad Autónoma) y el que les asigna su respectivo partido por el desempeño de algún cargo orgánico en él. Asunto en el que no hay controversia alguna entre socialistas y conservadores, como siempre que los políticos descubren una canonjía que puede beneficiarlos con independencia del partido al que pertenezcan.

El busilis de la cuestión por el que estas gentes se saltan a la torera la Ley de Incompatibilidades, el subterfugio que esgrimen y todos parecen aceptar sin más es que los partidos políticos no son órganos del Estado, no son parte de las administraciones públicas sino que, de acuerdo con la más acrisolada doctrina, son asociaciones privadas. Por tanto, estos pluriempleados en época de paro general no reciben dos sueldos con cargo al erario público sino solo uno. El otro es privado.

Ahora bien, los partidos son asociaciones privadas que cumplen fines públicos y, en reconocimiento de ello, se financian casi en su totalidad con fondos públicos. Es decir, es posible que quienes compatibilizan estos dos salarios no falten a la letra de la ley pero sí a su espíritu. Y, si esto es así, se trata de una especie de fraude de ley que afecta a los dos partidos. Y si queda alguna duda, la dicha Ley es no menos taxativa al afirmar que no se reconocerá compatibilidad del funcionario (o representante político) para "puestos de trabajo que requieran la presencia efectiva del interesado durante un horario igual o superior a la mitad de la jornada semanal ordinaria de trabajo en las Administraciones Públicas". Lo único que hay que hacer ahora es ver cuánto tiempo dedicaba Cospedal al Senado (por donde no aparecía) y cuánto al partido. Y, si eso no es saltarse la ley habría que saber qué lo es.

Estos son los privilegios de los políticos a los que hay que poner fin, aunque no sea más que por decencia. Arenas no quiere mostrar su declaración de la renta. Quien no debiera mostrarse es él mismo. Ni ningun@ de l@s que cobran o han cobrado dos sueldos pagados por unos contribuyentes muchísim@s de l@s cuales apenas llegan a fin de mes.

(La imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 11 de juliol del 2011

Crónica de la revolución indignada XIX

La marcha sobre Madrid


Los indignados peregrinos vienen en dirección a Madrid desde todos los puntos cardinales, caminando de día por las carreteras, acampando por las noches, predicando por los pueblos, manteniendo viva la llama del 15-M.

Pensarán que están teniendo menos atención meditática de la que merecen. Por supuesto para los participantes directos quizá se trate de la experiencia de sus vidas: treinta días en camino en defensa de una causa, treinta días en la carretera en proyecto colectivo, es algo que no se olvida y que gusta ver reflejado en los medios. Hay que tener un poco de paciencia. Ahora están a mitad de camino. Según vayan acercándose a la capital, menudearán las informaciones, los artículos, reportajes, declaraciones. Seguro. Tanto más cuanto que llegarán en época de sequía informativa estival.

Claro que esa coincidencia disminuirá mucho el eco de la concentración en Madrid porque, cuando lleguen, el Parlamento estará de vacaciones. Aunque los indignados siempre pueden pedir que los reciba la Diputación Permanente o, incluso, solicitar de ésta que convoque un pleno extraordinario en agosto para fastidiar las vacaciones a los diputados. Además, una vez en la capital, también pueden escenificar un Parlamento espontáneo en la Carrera de San Jerónimo y constituirse en una atracción turística más de la capital. Los autobuses de visitas guiadas pueden incluirlo en su itinerario. Para el movimiento en sí esto es conveniente porque significa publicidad. Y ya hemos dicho que el 15-M es un movimiento público en todos los sentidos del término.

Pero es que la eficacia del 15-M no es solo la directa que se deriva de sus acciones concretas. Hay que añadir la indirecta que ese movimiento tiene en el funcionamiento de las instituciones y en la vida política en su conjunto. Esos cientos de peregrinos convergiendo sobre Madrid son como el lejano retumbar de un pueblo en marcha, si se me permite esta escapada lírica. Un sonido que se hace oír en los cónclaves políticos de todo tipo. ¿Alguien cree que Rubalcaba iba encabezar una reforma de la Ley electoral contra la que acaba de votar de no ser porque hay peregrinos del 15-M en marcha en toda España?

El caso es que el candidato del PSOE promete acometer la reforma electoral y como meta fija el sistema alemán, del que Palinuro se hace lenguas. Pero el sistema alemán en España requiere la reforma de la Constitución porque ésta establece que la circunscripción es la provincia, siendo así que aquel tiene otros dos tipos de circunsripciones, las uninominales, de carácter distrital y las plurinominales, que son los Länder o Estados federados. Y la reforma de la Constitución en España son palabras mayores.

Como sea que la del sistema electoral se ve como la clave para desbloquear el sistema político español (otra cosa es que lo sea de verdad), no hay duda de que es un punto en que puede darse una unidad de la izquierda. Y también parece razonable que, salvo que se doten de alguna forma de partido u órgano representativo, los indignados tendrán que dirigir su voto a los partidos que propugnen la reforma del sistema electoral porque ésta es una de las primeras reivindicaciones del 15-M.

(La imagen es un gráfico del blog Toma la plaza, bajo licencia de Creative Commons).

Una nota personal.

De vez en cuando hay que recordar lo evidente.

Palinuro es un blog personal e independiente. Quien pinche en el enlace Sobre este blog en la columna de la derecha leerá lo siguiente: Un blog tranquilo, un territorio de opinión sin estridencias y sin filiaciones políticas. No está adscrito a ningún partido, grupo, tendencia o línea colectiva de pensamiento, llámese como se llame. Tampoco a empresa alguna, ni a ninguna red o agregador de blogs. O sea, que es estrictamente personal. La perspectiva sobre la actualidad política, cultural, literaria es independiente. Hay una genérica adscripción a la izquierda y a los valores republicanos.

Parece bastante claro, ¿verdad? Pues no es infrecuente oír que Palinuro es partidista, falto de independencia, incluso que está vendido a algún partido, normalmente el PSOE porque, dentro de la izquierda, es con el que más simpatiza. Hay gente que, siendo incapaz de debatir en el terreno de las ideas, lleva toda discusión al de los intereses personales.

Los partidos políticos suelen agrupar tres tipos de personas: a) los afiliados de buena fe que quieren ayudar en el gobierno de la cosa pública desde una opción ideológica en la que creen; b) los arribistas y trepas que están en un partido para forrarse o ser alguien en la vida y que, si no lo consiguen en uno concreto, muchas veces se pasan a otro, por distante que sea; c) los necios y sectarios que están en el partido porque son incapaces de razonar por su cuenta y necesitan que alguien les diga lo que tienen que pensar y ese alguien normalmente es del grupo b).

Los afiliados de buena fe son gente tranquila, civilizada, capaz de argumentar en el terreno de las ideas. Los otros, no. Los otros se enorgullecen de militar en el partido, un término que siempre me ha parecido repulsivo porque implica la aceptación de la disciplina militar de mando y obediencia de modo voluntario. Y parte de esa militancia consiste en rebajar todo debate objetivo a cuestiones de motivaciones y actitudes personales o en insultar. Resulta así que quienes militan en un partido (bien porque hacen carrera o porque pacen intelectualmente en él) acusan a otros de hacer carrera en otros partidos o de estar vendidos a ellos. Hace falta ser necio para militar en un partido o coalición y acusar al prójimo de militar en otro.

Palinuro no tiene partido ni debe obediencia a ninguno, jamás ha obtenido beneficio alguno de la política, ni ha ostentado cargos públicos, ni nombramientos, ni ha sido ni es asesor o pelota de nadie; no habla en nombre de nadie sino de sí mismo. Tampoco está integrado en circuito mediático alguno, de esos en donde los enchufados incrustan sus blogs para tener amparo corporativo de la tribu y no cabalgar en solitario, que siempre impresiona un poco.

Sí, a veces es preciso recordar lo evidente: que algunos decimos lo que pensamos y no lo que nos interesa.