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dimecres, 2 d’octubre del 2013

II Año triunfal.


A ver. Pues parece vuelven las esencias patrias, vuelvan del todo. En Quijorna se ha celebrado una feria retrofranquista absolutamente camp. La alcaldesa del PP -que Santa Lucía le conserve la vista- llamada al orden por los menos montaraces del partido dice no haber visto las banderas franquistas. Banderas franquistas, letreros de "¡Saludo a Franco! ¡Arriba España!"; más el Ausente, siempre presente; pendones falangistas, chatarra facha de los años treinta y cuarenta y parafernalia militar así como mercenaria. Y un cartel muy, muy significativo: Brunete. Quijorna es un pueblo esencial en la batalla de Brunete, de 1937 que, según el propio Franco, decidiría el ganador de la guerra. Uno de los enfrentamientos más sanguinarios de la contienda. Los republicanos habían tomado el pueblo en su ofensiva y amenazaban el cuartel general de Varela. La lucha final se dio en Brunete y la República encajó su primera derrota estratégica, a pesar de haber recuperado unos miserables kilómetros. Pero, ¡ay, amigo! en esos kilómetros quedó Quijorna, bajo la tiranía roja. Así que Brunete se llevó la gloria y Quijorna los palos. Franco estaba seguro de haber ganado la batalla gracias a la intervención de Santiago en la figura de una fantasmagórico jinete que, solo, arremetio contra las líneas enemigas y a bombazos destruyó sus nidos de ametralladoras, desapareciendo luego para siempre jamás. Santiago había vuelto a cerrar España en Brunete como lo hiciera en Clavijo. ¿Y no van a montar el revival franquista los de Quijorna con un gobierno municipal de aplastante mayoría del PP y un partido independiente de Quijorna que, en fin..., así como un concejal socialista que debe de tener la importancia del macetero?

Quijorna es una pieza más de ese rosario de hogueras de antaño que ha ido encendiéndose por la geografía hispana este verano en simpáticos actos de exaltación franquista de las juventudes de Nuevas Generaciones del PP, tan nuevas como la momia de Franco que sacan en las redes. Chiquilladas, según los mandos de la organización, gentes mesuradas, moderadas, de centro-derecha. Se han añadido diversas alcaldadas del mismo tenor: Franco en el corazón de algunos varas del PP que, como el suegro del ministro de Justicia, no cambian de bandera. Como tampoco los jóvenes de una cierta Alianza Nacional que irrumpieron en Blanquerna en el mejor estilo de los matones fachas al uso. Para completar, un festival de quema de trapos separatistas en Cercedilla, protagonizada por similares elementos con el fin de recaudar fondos para organizar una marcha de escuadristas a Barcelona el próximo 12 de octubre, día del orgullo patrio, a sobar el morro a los catalufos. En ese discurrir del río que nos lleva de vuelta al fascismo, la fiesta de Quijorna (¡en un colegio público! se lamentan los progres) es la última perla del II Año triunfal de Rajoy.

Por eso, vayan las generaciones nuevas familiarizándose con la simbología que llega. Ahí tienen la carátula de la primera edición (1943) del noticiario-documental (NO-DO) semanal que todos los cines habían de exhibir obligatoriamente al comienzo de sus sesiones. Llevaba un subtítulo que rezaba El mundo entero al alcance de todos los españoles y su contenido fue básicamente el mismo durante cerca de cuarenta años: exaltación del caudillo y su capacidad para sembrar España de pantanos y esperanzas y de enriquecerla a ojos vistas; su íntima, recatada y cariñosa vida familiar, viendo crecer a sus nietos en el Pazo de Meirás; su habilidad para pescar no recuerdo bien si tiburones o cachalotes o  atunes más grandes que él. Noticias del extranjero en las que se hablaban pestes de las democracias y no digamos nada del comunismo soviético y sus naciones esclavizadas por las cuales se hacían vigilias en las calles de Madrid. La iglesia tenía lugar preferente, siempre aliada al régimen, a cuyo titular paseó bajo palio por los páramos de España. La economía viento en popa, especialmente en los años del contrabando. Mucho fútbol y deportes y alguna anécdota sencilla para mostrar cuán unidos estaban el pueblo y su caudillo: un matrimonio con veintiún hijos, premiado por Franco, o una honrada mujer del pueblo a quien había tocado el Seat 600 nº 1.000 salido de fábrica.

Y así año tras año. Todos triunfales. Cuarenta años triunfales. Como este, segundo de Rajoy.

Poco a poco, las instituciones van doblegándose al espíritu de la gran nación, que renace de la postración sociata. La policía certifica que no puede recuperar información de un disco duro de Bárcenas pues está borrada a conciencia. El otro disco duro ni existe, pues lo han destruido sin que Rajoy se haya enterado. Hacienda considera que nadie en el PP ha cometido delito fiscal alguno; de haberlo hecho, ha prescrito y los otros no alcanzan la cuantía. Y eso que Hacienda, un típico órgano de la Realpolitik, considera susceptibles de gravamen incluso los ingresos irregulares y hasta ilegales.

Según Rubalcaba, que un comportamiento no sea delictivo no quiere decir que sea admisible o tolerable. Puede ser claramente inmoral. Puede. Pero no les importa. Rubalcaba vive en otro país. En una España que se ha sacado de la cabeza, producto de un acuerdo entre presuntos caballeros llamado en su momento transición sin darse cuenta de que los otros se han apeado de él hace ya tiempo.

Caso Fabra, epítome del territorio PP (básicamente Galicia, Castilla y León, Valencia, Madrid, Murcia) en los últimos veinte años. ¿Alguna duda de que se trata de un caso de caciquismo de manual? Pero de manual del siglo XIX pues la estirpe de los Fabra (como diría Rajoy) se remonta, por lo menos, al general Prim. Los presidentes de las diputaciones, todos del Movimiento Nacional, como los gobernadores civiles en tiempos del franquismo eran tramos de la carrera política de la gente del régimen. Pero los presidentes de las diputaciones manejaban una pastuqui -ya entonces-, solían enriquecerse -si no eran ricos de familia- y no se movían del terruño, en el que se perpetuaban como novelas-río. Favores, malversación, clientelismo, enchufismo, compra de votos, cohechos, ilegalidades de todo tipo constituían el crisol de la raza. Atacarlo era casi imposible. Diez años lleva Fabra procesado; nueve jueces ha devorado el proceso cual terrible Cronos, y no sé cuántos fiscales. ¿Llegará el II Año triunfal a tiempo de desbaratar ese atentado a la justicia de ver a un prohombre de la patria sentado en el banquillo?

Y lo de Fabra es casi el chocolate del famoso loro. Está por ver qué harán las huestes nacionales con Cataluña, inmersas en una dinámica endiablada: para aumentar su base electoral, la derecha tiene que acentuar la hostilidad a Cataluña, en lo cual compite con el PSOE. Basta escuchar a Rodríguez Ibarra, Patxi López o Belloch, quien pide la suspensión de la autonomía catalana. Una hostilidad que intensifica la deriva secesionista en Cataluña. Y no hablemos del conflicto que ha provocado de modo absolutamente irresponsable el señor Bauzá en Baleares, quien acabará consiguiendo que se articule un frente de Països catalans. Por no hablar del País Vasco. La respuesta masiva al asalto a Herrira amenaza con reagudizar el conflicto (ese que dicen que no hay) en la CAV.

Lo más sorprendente es que nadie quiera avisar de que el país va lanzado al desastre con unos niveles de fractura y confrontación insostenibles provocados por la ineptitud de un gobierno que solo gobierna para la patronal, la banca y la iglesia. El presidente sigue oculto. En la actualidad parece estar recorriendo el Japón, a donde ha llegado procedente de Kazijistán, en donde paró llegando de Nueva York, a donde había ido procedente de Buenos Aires, de sellar el espantoso ridículo de la Marca España, tras haberla anunciado veinticuatro horas antes en alguna ciudad del norte de Europa. Es decir, el presidente no está. Es un presidente itinerante, como la corte de los Austrias. Cuando está, tampoco está, pues no habla. El gobierno tira por donde puede y los distintos ministros siguen trabajando para amargar la vida al personal y caer mal a todo el mundo en los barómetros. El partido, acogotado por el caso Bárcenas, carece de semblante y voz con un mínimo de crédito y respetabilidad. La señora Cospedal está tan afectada por el caso Bárcenas como Arenas, Pons, el propio Rajoy, Aznar, Cascos, etc. Solo queda Floriano y queda por no haberse enterado de lo de Bárcenas. Lo que permite barruntar de qué se entera.

dimarts, 1 d’octubre del 2013

Buscadlos, desenterradlos, hacedles justicia.


Aquí todo el mundo pide "grandeza" a los demás. Siempre a los demás. Rara vez a uno mismo. Desde el lejano Kazajistán, gobernado hoy por el antiguo primer secretario del Partido Comunista de la entonces República de la Unión Soviética, Nursultán Nazarbayev, pide Rajoy "grandeza" a Mas para renunciar a la independencia y Mas le devuelve la pelota sosteniendo que la "grandeza" sería dejar votar a los catalanes en la famosa consulta del dret a decidir.

A sus vez, los enviados de la ONU, pertenecientes al Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias que llevan una semana en Madrid haciendo averiguaciones sobre las desapariciones forzosas del franquismo, instan al gobierno a tomar medidas para hacer justicia a las víctimas. Ignoro si utilizan también el término grandeza pero es claro que encajaría y podrían hacerlo. Al fin y al cabo se dirigen a un gobierno y un partido cuyas relaciones con el franquismo son, por decirlo con suavidad, estrechas. Condenó de boquilla en cierta ocasión la dictadura, pero se negó a hacerlo en el Parlamento Europeo, se niega a aplicar la Ley de la Memoria Histórica en lo que hace a los símbolos y otros restos del franquismo y no ayuda en absoluto a que los familiares de los asesinados y enterrados en fosas comunes y anónimas por todo el país, sean resarcidos y obtengan justicia. Un partido y un gobierno que justifican su actitud con el argumento de que no hay que reabrir heridas cerradas, siendo evidente que las heridas no están cerradas, como se demuestra por la permanente presión de los familiares y descendientes de las víctimas para que se haga justicia, aunque para ello hayan de acudir a la Argentina o a la ONU. Un partido que, al menor descuido homenajea a los franquistas como vencedores de la guerra civil.

El gobierno, la fiscalía, la derecha en general argumentan que, por si los presuntos delitos no hubieren prescrito, la Ley de Amnistía de 1977 cierra el paso a su averiguación. Los teóricos de la derecha suelen añadir que la guerra civil conoció demasías por ambas partes y que conviene olvidarlo, pues tal es el espíritu de la reconciliación que animó la transición.

El grupo de trabajo de la ONU viene a decir que los delitos de desapariciones forzosas no prescriben y que, el parlamento español debe derogar la Ley de Amnistía que es una Ley de punto final y proceder a hacer justicia con los desaparecidos del franquismo. 

Ciertamente, si el gobierno se pusiera manos a la obra a cumplir las recomendaciones de los comisionados de la ONU demostraría grandeza. Es obvio que el asunto de la justicia a las víctimas del franquismo es una de las diversas partes por las que la transición hace aguas. Aquella Ley de Amnistía con la que los responsables de la dictadura se blindaban jurídicamente respondía al temor de que, cambiando la situación política, ellos pudieran sufrir represalias a manos de unas izquierdas que, precisamente para garantizar lo contrario, aceptaron la Ley de Amnistía en detrimento de los derechos de las víctimas. 35 años más tarde, siendo ya obvio que la Dictadura no acarreó consecuencias negativas para quienes la sirvieron, y habiendo cambiando mucho la conciencia moral y jurídica de los pueblos en relación a este tipo de crímenes, el mantenimiento de este criterio no es justo.

La transición se hizo con olvido de las víctimas del franquismo. Los derrotados de la guerra tuvieron que aceptar la segunda derrota de la memoria: a los cuarenta años del fin de la contienda, seguirían sin existir. Pero ahora han pasado casi otros tantos y es claro que los efectos negativos que para la reconciliación pudieran haberse temido en 1978 (que jamás fueron reales) ya no pueden invocarse.

El reconocimiento del carácter criminal de la dictadura y la garantía de justicia a las víctimas sería en verdad el acto de grandeza de la derecha  que cristalizaría en la auténtica reconciliación de los españoles. Mientras eso no se haga, las heridas continuarán abiertas, entre otras cosas porque los descendientes o herederos políticos de quienes las infligieron  consideran que las víctimas se lo merecían.

Ese es el problema.

(La imagen es una foto de El reñidero, bajo licencia Creative Commons).

dijous, 26 de setembre del 2013

La guerra no ha terminado.


Francisco Sánchez Pérez (Coordinador) (2013) Los mitos del 18 de julio. Crítica: Barcelona. 466 págs.


¡Otro libro sobre la guerra civil! Lo avisa el coordinador de esta obra en su excelente prólogo. Pues sí, y muy necesario y conveniente porque la guerra no ha terminado. (Viene a la memoria la peli de Resnais, La guerre est finie con un aroma nostálgico). No, la guerra no ha terminado. Sigue luchándose en otros campos, con otras armas, pero con la misma ferocidad e idéntica virulencia. Este frente, muy determinante para la guerra, que es pasado, algo reservado en gran medida a los historiadores es el historiográfico. La munición es la memoria. ¿Qué memoria? ¿La que fabricamos al dictado de nuestras convicciones y/o intereses o la que sale de los datos históricos, contrastados, irrefutables, y no permite más que una interpretación? Es una guerra sobre la interpretación de la guerra que enfrenta, a juicio de los autores de la obra, una historiografía fraudulenta, propagandística con otra seria, rigurosa, académica, basada en datos empíricos. 

Sin duda todos nos refugiamos en la segunda opción pues a nadie le gusta que le cuenten trolas o lo tomen por un pánfilo al que se pueden colocar unos rollos propagandísticos como si estuvieran científicamente probados. A nadie. Ni siquiera a quienes se dedican a la propaganda, razón por la cual sostienen siempre que sus interpretaciones están avaladas por rigurosas investigaciones históricas y que son los demás quienes se inventan los hechos. Es el problema que plantea toda propaganda: que dice no serlo. Ahora. Antaño se llevaba con un punto de orgullo, sin ir más lejos en el conflicto español: frente al Ministerio de Propaganda de la República, la Junta franquista de Defensa contó pronto con una Oficina de Prensa y Propaganda. La guerra civil también se libró en terrenos muy simbólicos. Y sigue haciéndose. 

Por eso es oportunísimo este libro. No solamente por la bulla que meten los escritores al uso del llamado "revisionismo" y el amigo Stanley Payne (que parece un brigada internacional de la derecha), todos los cuales son savia nueva para el tronco reseco de la historiografía franquista, al estilo de Joaquín Arrarás o del falangista García Venero. También ha sentado cátedra para la Historia la Real Academia correspondiente publicando un diccionario de biografías patrias, algunas de las cuales mueven un poco a risa. La más notable, la de Franco, encargada a un notable medievalista (muy oportuna la especialización, por cierto), fervoroso partidario del general biografiado. De tal modo, su texto corresponde más a las convicciones franquistas del autor que a los datos de la historia e incluso del sentido común. Que un historiador sostenga que Franco no era totalitario cuando hay documentos escritos y orales de circulación general que demuestran lo contrario porque el propio interesado confiesa serlo,  no precisa mayor comentario. Luis Suárez Fernández es el nombre de quien ha perpetrado este dislate con dineros públicos, un presidente, por lo demás de la Hermandad del Valle de los Caídos, el absurdo mausoleo en que está enterrado el dictador y miles de sus seguidores y de sus víctimas. 

El coordinador de la obra, Sánchez Pérez, hace una gran exposición de su sentido y aclara muy bien los términos de la controversia, poniendo a cada cual en su lugar, incluida la Real Academia de la Historia, que ya es universalmente célebre por incurrir en un ridículo mundial. Resume además el sentido del libro, consistente en responder a la pregunta central: ¿quién es el responsable de la guerra civil? ¿Quién tiene la culpa? ¿Quién la empezó? Con respuestas claras, basadas en investigaciones en fuentes originales, inéditas, con datos irrefutables, fácilmente contrastables. 

La tesis del libro, que está, además, organizado para apuntalarla en todas sus vertientes (militar, religiosa, política, etc.) es que la guerra la iniciaron, y es responsabilidad exclusiva suya, los militares sediciosos en connivencia con sectores civiles, partidos y políticos. Fue una "contrarrevolución preventiva", término que aparece pronto en las justificaciones frente a una revolución que no existía ni siquiera en grado de proyecto. Los rebeldes querían destruir la República y se inventaron una revolución como pretexto. 

El ataque más contundente, el arma más poderosa que deja definitivamente zanjada la controversia, viene a cargo de Ángel Viñas, cuya autoridad en la historiografía de la República y la guerra es hoy incuestionable. Aporta Viñas los contratos de compra de armamento italiano, firmados por Pedro Sáinz Rodríguez en nombre de la derecha española en su proyecto de golpe de Estado contra la República, financiado por Juan March. Los llamados "Contratos romanos", firmados el 1º de julio de 1936, antes del asesinato de Calvo Sotelo, hecho del que suele colgarse el llamado "Alzamiento Nacional" que, en realidad, bien se ve, venía siendo preparado desde mucho antes. Y no eran contratos por material para un golpe de Estado más o menos rápido, sino para una verdadera guerra.  

Dicho lo anterior, podríamos prescindir del resto del libro ya que el capítulo de Viñas da la respuesta definitiva a la pregunta planteada. Y no se crea que se trata de un oscuro asunto de eruditos, no. Hace pocas fechas, un dirigente del PP atribuía en público a la República la responsabilidad de haber causado "un millón de muertos". Ni fueron tantos como los de Gironella, a los que se referirá este buen hombre, ni son achacables a la República sino a los fascistas que se sublevaron contra ella con los que probablemente simpatice este político, pues los exonera de su responsabilidad. Pero el abandono no sería buena opción y, además, imposible porque, aunque parezca mentira en una obra de árida historiografía académica, el texto agarra como si fuera una narración literaria. Muchos de los demás capítulos son tan interesantes como el del Viñas, aunque no tengan su poder explicativo.

Si hubiera que buscar un antecesor a esta empeño, sería Herbert Routledge Southworth, al que varios de los autores del libro se refieren expresamente. Sin duda. La temprana obra del americano, El mito de la cruzada de Franco, publicada en Ruedo Ibérico en París, ya dejaba claro el edificio de patrañas y fábulas que había tejido la propaganda franquista. Sobrevive al escritor otra que creo es póstuma, en la que da cuenta de hasta dónde ha llegado en su tarea de desmitificar el franquismo, tarea en la que estos historiadores siguen empeñados con notable éxito. 

Como uno de los puntos cruciales que se tratan en el libro es el enfrentamiento en Barcelona de las izquierdas  en mayo de 1937, también se mencionan varias veces los nombres de Bolloten y Borkenau. Bolloten hacía pivotar aquí la "gran conspiración" comunista, tesis que parece convencer a Payne. Borkenau tiene otra perspectiva y su libro es más de reportaje. Lo que llama la atención en él es su agudeza de juicio. Así que, como propaganda, no vale. No lo es. De este asunto se ocupa el texto del fallecido Julio Aróstegui quien dictamina tras su notable trabajo que la pretendida revolución de las izquierdas que se invocó para justificar la sublevación militar de las derechas fue "más mitológica que real" (p. 188).

Dicha sublevación militar venía siendo en cambio preparada con mayor o menor fortuna (y con muchos elementos de típica chapuza hispana) desde años atrás a través de los agravios de una casta militar privilegiada, sobredimensionada, embriagada de su fuerza y convencida de que la República estaba tratando de convertirla en un chivo expiatorio de sus desmanes. Fernando Puell de la Villa, militar él mismo, analiza en un capítulo sobre "la trama militar de la conspiración" los elementos que alimentaban este espíritu insurreccional castrense que, a su juicio, se compone de una "mentalidad intervencionista" (p. 56), un "victimismo paranoide" (p. 58), con el añadido de algunos factores contingentes que siempre apuntaron en el mismo sentido, como la cuestión catalana (p. 61) o el supuesto "peligro bolchevique" (p. 64).

Muy informativo y sistemático resulta el capítulo de  Eduardo González Calleja, "la radicalización de las derechas", en el que distingue las corrientes de estas y da cumplida cuenta de las pintorescas relaciones que entre ellas mantenían: legitimismo carlista, catolicismo de la CEDA, alfonsismo y fascismo (p. 222). Cuatro banderías que reconocieron de inmediato que el punto de fusión de sus intereses comunes (dijeran lo que dijeran en sus proclamas) consistía en echarse en brazos de ejército.

El clérigo catalán Hilari Raguer, de la mítica abadía de Montserrat, tiene a su cargo presentar las relaciones de la iglesia católica con el "alzamiento". Un asunto crucial porque el clero funcionó desde el primer momento como el principal aliado y legitimador del golpe militar de los generales felones. Parece prudente encomendárselo a alguien que conoce la cofradía por dentro porque, en efecto, echa mano y expone información, de interés, como esa referencia al texto del canónigo magistral de Salamanca , Aniceto Castro Albarrán, El derecho a la rebeldía (p. 248) que, aunque conocido, no está lo suficientemente valorado en su importancia en cuanto entronque del golpismo del generalato con la tradición filosófico-política del derecho de resistencia.

Novedad para este crítico es la mención a la curiosa conspiración de aquel majadero que fue Eugenio Vegas Latapie, alma de todas las conspiraciones monárquicas y de Acción Española, quien pretendía organizar un atentado terrorista que provocara la guerra civil (p. 250). En el fondo, esta provocación criminal resume como una metáfora, el sentido todo de esta guerra que aún no ha terminado: quienes ansiaban acabar con la República en defensa de sus intereses de clase, estaban dispuestos a hacer lo que fuera para ello, a cometer todo tipo de crímenes y felonías... y a achacárselos después a quienes, al apoyar al gobierno legítimo, se opusieron a sus designios. En realidad, si los psicólogos quieren una muestra empírica incuestionable de esa patología que llaman proyección, inherente a la derecha española y consistente en acusar a los demás de hacer lo que ella hace, que consideren cómo los delincuentes rebeldes acabaron encarcelando, "juzgando" y asesinando a sus enemigos acusándolos de "rebelión". Tática de proyección que la derecha sigue aplicando hoy día de igual modo aunque, de momento, con efectos menos cruentos.

El capítulo de Raguer tenía que tratar el asunto de la cruzada en cuanto concepto legitimatorio esencial del franquismo emanado de la iglesia. El autor recuerda que el término no aparece en la famosa carta colectiva de los obispos españoles del 1º de julio de 1937 (p. 255) pero lo que es evidente, obispos o no obispos, es que el término echó raíces, fue esencial para la justificación de la guerra civil y la barbarie fascista desencadenada en España y, desde luego, salió de la iglesia. No de la propaganda del 5º Regimiento. Y que el Vaticano no la empleara expressis verbis tampoco quiere decir gran cosa para quien, como Raguer, seguramente conoce las muchas lenguas con que habla la Santa Sede.

El capítulo de Fernando Hernández Sánchez, "con el cuchillo entre los dientes: el mito del 'peligro comunista' en España en julio de 1936" tiene asimismo especial relevancia a los efectos específicos del libro. Remacha Hernández la idea de que la sublevación militar, producto de la previa (y única) conspiración antirrepublicana, fue una "contrarrevolución preventiva" (p. 275) y, muy convincentemente, concluye que el Frente Popular y su columna vertebral, el PCE, lucharon siempre en defensa de la legalidad republicana (p. 287). De revolución en ciernes, nada. Son incontables los testimonios que prueban cómo los comunistas se opusieron primero y yugularon después todas las ensoñaciones revolucionarias de la CNT/FAI o el POUM. Nos adentramos aquí en este episodio -ya tratado en otras partes del libro- que podríamos llamar la "guerra civil dentro de la guerra civil" que concluyó con el triunfo de los comunistas (o los estalinistas, como los llamaban los trostkistas) y la aceptación del principio de primero la guerra y luego la revolución.

En este asunto, como suele suceder en los hechos históricos, hay matices y matices. Si uno restringe el ámbito exclusivamente al escenario español, el punto de vista de Hernández es incuestionable: los comunistas pegan un giro a raíz del VII Congreso del Komintern en 1935 y pasan a propugnar la política de "frentes populares" como forma de lucha contra el fascismo. Un giro de 180º que tiene tanta justificación y elementos propagandísticos como sus posiciones anteriores. España fue una pieza más, sin duda importante, pero una más, en la formidable política de agit-prop de la Internacional Comunista, organizada en gran parte por aquel genio de la propaganda que se llamó Willi Münzenberg, posteriormente asesinado quizá por agentes estalinistas. Los comunistas en España obedecían consignas (entre otras, acabar con los "traidores" trostkistas) y las hubieran seguido aunque hubieran sido las contrarias. Reconozco que esto no cambia gran cosa en cuanto al fondo de la discusión de si había o no un "peligro comunista" en España en julio de 1936, pero hay que ir muy al fondo de las cosas y matizar bastante para los años posteriores. Bolloten, seguramente, se vendió por un plato de lentejas; pero, es de insistir, Borkenau fue mucho más perspicaz.

El capítulo de José Luis Ledesma, "La 'primavera trágica' de 1936 y la pendiente hacia la guerra civil", que es un buen complemento al de Francisco Pérez Sánchez, "Las reformas de la primavera del 36", muy concentrado en el análisis  de las distintas medidas de reforma de la República, supone un buen colofón a este recomendable libro. Ledesma no duda en calificar de "leyenda negra" lo de la amenaza revolucionaria pretextada por las derechas conspiradoras, sublevadas y golpistas (p. 311), pero matiza algo que es de justicia. No hubo una violencia especialmente significativa de las izquierdas antes de la sublevación militar (quizá fuera mayor la sistemática provocación de los pistoleros falangistas y católicos), pero sí se encendió en cierto grado a raíz de dicha sublevación. Pero eso, obviamente, requiere otro juicio. No se puede amalgamar con la anterior, como ha hecho sistemáticamente la historiografía franquista muchos de cuyos seguidores siguen produciendo esa bazofia seudohistórica y legitimatoria en defensa del que quizá haya sido el régimen más bestial, cruento, asesino y vergonzoso de la historia de este sufrido país.

Añádase a todo lo anterior con su poderosa armazón historiográfica la reproducción de los originales de las abrumadoras pruebas de cargo que aportan los autores: los contratos de Roma y en anexos los documentos elaborados por el general Mola en preparación del golpe de Estado de julio de 1936 que demuestran una clara voluntad de recurrir a la máxima violencia de la guerra para derribar la República y continuar luego con una política de represión y terror en contra de la población civil en términos que la conciencia posterior de la humanidad ha calificado de genocidio. Estos torturadores españoles que reclama hoy la justicia argentina son en realidad los servidores y perpetuadores de un régimen ilegal, delictivo, terrorista y genocida, preparado con mucha antelación a julio de 1936. Los contratos de Roma, por lo demás, ya se ha dicho, no apuntaban a un mero "golpe de Estado". Basta con ver el material bélico comprado que tan profusamente se describe. Además, lo que estas cuentas prueban asimismo es la directa implicación de Mussolini en la preparación del asalto armado contra la República española. Fueron los alemanes y los italianos quienes ayudaron decisivamente a Franco a ganar la guerra. Los rusos llegaron mucho más tarde y, por razones evidentes, pudieron hacer bastante menos.

Efectivamente, bienvenido este último libro sobre la guerra civil. Una guerra que aún no ha terminado. 

dissabte, 21 de setembre del 2013

El reino y el infierno.


Crónica de la España negra.

El Rey pasa de nuevo por el quirófano. Ya no hace bromas con el taller y los tornillos. Está de un humor de perros. Y el personal tomándoselo a chirigota. "Abuelo, abuelo, que te la vas a dar." Debiera mirarse en el ejemplo de su pariente Isabel II, tan fresca como una rosa y es bisabuela, creo, o poco le falta. Y ¿sabe SM por qué? Porque sus perros comen todos los días solomillo preparado especialmente para ellos por un chef de cocina. Eso sí que es carácter democrático de la Monarquía, caramba. Supongo que los animalistas estarán encantados aunque, claro, los solomillos salen de alguna parte. La ética está siempre llena de trampas o de insidias, como diría Rajoy.

En todo caso, el Rey tampoco da para mucho como cortina de humo frente al caso Bárcenas, a punto ya de convertirse en una serie televisiva. Seis meses de recuperación y hasta el próximo batacazo. Mucho más prometedora aparece la cuestión de los presuntos torturadores del franquismo, Billy the Kid y The Wild Bunch. Esa sí que es cortina de humo que está ya viendo el mundo entero: el gobierno va a impedir por todos los medios la extradición de los presuntos reclamados por la justicia argentina. Lo que sucede es que es una cortina de humo tras la que preferiría no estar. La asociación del gobierno con el franquismo no es plato de su gusto. Es verdad que el PP es franquista a fuer de fundado por un ministro de Franco y de dar abundantes pruebas de seguir siéndolo. Pero no se atreve a confesarlo, salvo casos incurables como Mayor Oreja o algún jefe de centuria amojamado en alcalde del PP. Los tiempos no están para presumir del fascio. Al contrario, están para que sus propagandistas ideológicos alardeen de liberalismo, digan que Franco era socialista o simulen creer que el término nazi es un insulto y se lo apliquen a sus adversarios, preferentemente los nacionalistas.

El asunto Bárcenas no puede ocultarse ni minimizarse porque ha corrompido el fundamento mismo de la legitimidad democrática del gobierno y de su partido. Un partido que para muchos es un negocio, un lujoso modo de vida. Entre los diez principales beneficiarios de los sobresueldos barcénigos pillaron 10.673.292 de euros en veinte años; diez millones y medio, además de sus ordinarios y generosos sueldos por las actividades que realizaran. A más a más, una pastuqui, procedente de unas donaciones presuntamente ilegales. Y en concepto ¿de qué? Según nebulosa explicación de Rajoy en el Parlamento, por el trabajo realizado, como compensación o algo así de etéreo. Una trola que salta a la vista con los más de tres millones de euros que afanó el entonces tesorero. ¿Qué se compensaba en este caso? ¿Qué trabajo se remuneraba especialmente? Y de los demás, ni hablemos. La actividad de político es voluntaria. ¿De qué hay que compensarlos? ¿De qué se ha compensado a Ana Mato?

Son estos cobros millonarios, moralmente injustificables, los que convierten el asunto Bárcenas/Gürtel en el asunto Rajoy, como ya se ha dicho. Un asunto imposible de tapar precisamente por ser el presidente que, aun escondiéndose cuanto puede, tiene que aparecer obligadamente y, en donde él aparece, aparecen los sobresueldos.

La estrategia de La Moncloa es mantenerse en el mutismo y dejar pasar el tiempo. Hay tratados sobre la actitud que podríamos llamar fabiana de Rajoy (algunos sostienen que es su rasgo caracteriológico más claro)  consistente en derrotar al enemigo, en definitiva, por aburrimiento. Un fabricante de productos deportivos podría tener la humorada de vender punching balls con la cara de Rajoy. Aguanta lo que le echen: lo llaman mentiroso, cobarde, corrupto y no se siente aludido, como un Diógenes contemporáneo, ajeno a los afanes del mundo. Le da igual. La Argentina le saca ahora los colores franquistas. También le da igual. Dice eso tan inteligente de no reabrir las viejas heridas, no mirar el pasado, mirar el futuro.

Pero ahora él y los suyos tienen que escuchar lo que llevan treinta años tratando de ignorar, de ocultar, de negar: que el régimen de Franco fue una dictadura criminal y que sus servidores pueden acabar todos en busca y captura universal por la Interpol por presuntos delincuentes. Y es que el franquismo no es una ideología sino un delito. Y ello, supongo, con gran dolor de corazón de esos académicos de la Real de la Historia para quienes Franco era, en realidad, un padrazo algo adusto.

Frente a todo esto la estrategia del mutismo tiene el fracaso garantizado y eso si no sale algún otro asunto que aun pruebe más el descrédito del gobierno. Él mismo hace lo posible porque así sea. ¿O no tiene miga que el partido que lleva veinte años financiándose ilegalmente tipifique como delito la financiación ilegal?

El mutismo solo se rompe para dar paso a una reiterada melopea centrada en el comienzo de la recuperación económica, baza única a la que el gobierno apuesta todo su empeño para ganar las próximas elecciones, las europeas, las municipales y las generales. Pero...

En primer lugar no hay ni traza de tal recuperación económica. Hay unos disparates de Montoro que suenan como un discurso de la iglesia de los santos del último día, unos confusos balbuceos de Rajoy anunciando con dos años de antelación su propósito de bajar los impuestos como Dios manda, y los habituales gritos de rigor de García Margallo para que los elementos se cuadren a su paso. Pero de recuperación económica, ni rastro.

En segundo lugar, aunque se diera esa recuperación económica, ¿quién la experimentaría? Y, sobre todo, ¿cómo hacer olvidar a los pensionistas, los parados, los trabajadores, los dependientes, los jóvenes, las mujeres que, de haberse logrado es a costa de su expolio?

La esperanzas estaban puestas en Madrid 2020. El personal no comería pero se alimentaría de los fastos de los juegos olímpicos. Otra burbuja pinchada. Madrid 2020 era una astracanada cuyo episodio estelar fue el discurso de Botella con una serie de necedades sacadas de una guía turística de tercera escenificado con la mímica de Antoñita la fantástica.

A falta de juegos olímpicos, bienvenidos habían de ser los juegos de manos. Así, la fe puesta en los estadios se posa ahora en los casinos y, en lugar de hacer el ridículo hacia fuera, lo hacemos hacia dentro. El millonetis Adelson quiere que en Eurovegas (de cuya financiación aún no dispone) no se aplique la legislación antitabaco. La ministra Mato se ha puesto a la tarea de no ver Eurovegas igual que no veía el Jaguar en el garaje de su casa. Y, ya puestos, ¿por qué limitarnos a la prohibición de fumar? ¿Por qué no eliminar también la prohibición de la trata de blancas o el abuso de menores? 

dijous, 19 de setembre del 2013

Vuelve Franco.


El revival franquista del verano alcanza su apogeo. Los zangolotinos de Nuevas Generaciones poblaron las redes de fotos celebrando el fascismo con banderas franquistas, brazo en alto y acudieron en escuadra falangista a arropar a Cospedal en su declaración ante el juez. Porque son franquistas, sí, pero del PP y no parece que sean casos de doble militancia. Los gerifaltes del partido consideran que se trata de "chiquilladas" y no merece la pena tomar medidas disciplinarias. Varios alcaldes del PP, que parecen sacados de un álbum de fotos de la época de Bienvenido Mr. Marshall, también han dado fe de su inquebrantable fidelidad a Franco. Estas, claro es, no son chiquilladas; son alcaldadas seniles y, por lo tanto, tampoco censurables. Un grupo de matones del fascio entre los que hay de todo, incluido un pariente de un miembro del gobierno, asaltan la librería Blanquerna. Actos aislados, insignificantes, dirá el ministro del Interior.

El PP se niega a colaborar en la tarea de hacer justicia con el franquismo. No cumple la ley de la memoria histórica; al contrario, la obstaculiza. Bloquea todo intento de hacer justicia a las víctimas y de eliminar los honores indebidos de los victimarios, nombres de calles, plazas, monumentos, etc. Yo mismo pude ver hace unos días que el nombre de José Antonio Primo de Rivera sigue esculpido en la piedra de la fachada de la catedral de Granada.

En estas condiciones, con los franquistas crecidos, parece lógico ver que la Fundación Nacional Francisco Franco, una entidad privada que hasta hace poco recibía subvenciones públicas, dedicada a honrar la memoria y difundir el conocimiento del dictador, reclame la intervención del ejército en Cataluña. Por supuesto. Absolutamente lógico. Lo ilógico es que haya una Fundación Nacional Francisco Franco. Está presidida por la hija del dictador y a su patronato pertenece el suegro del ministro de Justicia, un falangista ex-ministro de Franco que habrá explicado a su yerno el sentido de la justicia sobre los luceros. Esa Fundación debiera ser declarada ilegal y disuelta y sus responsables, la hija, el suegro y el cuñado del primo y el sobrino de la tía, todos, procesados por apología del presunto genocidio cometido por ese invicto caudillo al que idolatran.

En el revival no podía faltar la fanfarria militar y allá se fue García Margallo a preparar la toma del Peñón de Gibraltar, como en los mejores tiempos. Reapareció la Legión y se escucharon soflamas de diverso tipo, así como de la altura de las de Trillo en Perejil. Entretenidos en estas nostalgias, los gobernantes y sus diversos adláteres no calibraban bien el impacto que el facherío estaba produciendo en el extranjero. Podían haberse enterado en Buenos Aires, cuando casi no los dejaron salir del ascensor. Pero eso es imposible. Uno de los rasgos de la derecha española es su pavoroso parroquialismo. No es que el juicio ajeno le sea indiferente. Es que le es desconocido.

Hasta que un buen día nos dan una bofetada como la de la jueza María Servini de Cubría, que ha dictado orden internacional de detención preventiva con fines de extradición contra cuatro presuntos torturadores de la dictadura, con nombres y apellidos. Así el gobierno se encuentra ahora obligado a responder a una petición de extradición de cuatro supuestos criminales que trabajaban a las órdenes de ese presunto genocida cuya memoria es honrada por una fundación que hasta hace poco se financiaba con fondos públicos.

Seguramente el gobierno hará oídos sordos a la petición; es decir, amparará -una vez más- a los supuestos delincuentes de la dictadura. Pero menudo bochorno internacional. España emparejada con las dictaduras sangrientas del cono sur (en realidad, estas fueron sus discípulas) a los ojos del mundo entero. Si alguno de los cuatro extraditables pone un pie fuera de nuestras fronteras, la Interpol le echará el guante y tendrá que declarar por sus posibles fechorías.

Por cierto, el juez Garzón estará encantado de ver cómo se extiende su doctrina pues la jueza Servini aplica el mismo criterio de justicia penal universal que él aplicó para conseguir la detención de Pinochet en Londres. Algo de lo que hemos de felicitarnos todos porque, si no es por la intervención argentina, en España jamás se haría justicia a las víctimas del franquismo. La prueba reside en el mismo Garzón. Jamás se recuperarían los muertos de las cunetas, jamás se conocerían los nombres de sus asesinos.

Esa decisión de la jueza Servini es una bomba que ha acabado reventando la Marca España, el segundo país del mundo, después de Camboya, con mayor número de asesinados en fosas comunes anónimas. Ahora, la sombra de esos muertos vuelve a alzarse ante el gobierno por una requisitoria transoceánica. Un gobierno compuesto por franquistas, neofranquistas, descendientes de franquistas o emparentados con franquistas. Porque, si se puede -y se debe- llamar a declarar a Billy el Niño, a lo mejor también al suegro de Gallardón, Utrera Molina, que fue ministro de Carrero Blanco, o sea, de Franco.
 
Y después dicen que España no es diferente. 

dimecres, 11 de setembre del 2013

Los fascistas del gobierno al ataque.


En el vídeo sobre el ataque nazi a la librería Blanquerna se ve perfectamente a varios de estos matones. ¿Por qué no están detenidos ya?

Porque son de los suyos. De los del gobierno. Si es que no fueron enviados directamente por el ministerio del Interior, uno de cuyos principales mandatarios, Cosidó, experto en provocaciones, comparte con estos animales muchos planteamientos.

¿A que la policía de Cifuentes no hace nada? ¿Cómo va a hacerlo si "son compañeros, coño"?

Blanquerna está situada en la acera de enfrente del Círculo de Bellas Artes, literalmente rodeada de policías y guardías civiles de servicio en unas u otras dependencias. Pero por allí no apareció ni uno. ¿Cómo iban as ir si quizá estuvieran de acuerdo, al contrario, para facilitar la agresión?

A ver si vamos despertando ya. Este gobierno es un gobierno fascista cada vez más escasamente disimulado. El presunto delincuente que lo preside actúa de forma dictatorial y su partido mantiene fluidas relaciones con los círculos de asesinos derechistas que pueblan el país, financiados con dineros de la patronal y organizados en las Nuevas Generaciones o esos alcaldes franquistas, añorantes de una dictadura genocida de la que sin duda se beneficiaron y que quieren ver repetirse.

La evolución de los hechos es un ejemplo de manual de cómo una endeble democracia evoluciona hasta convertirse en una dictadura fascista gracias a la política de un partido de derechas fundamentalmente antidemocrático como el PP que la vacía desde dentro, dinamita las instituciones, reprime las fuerzas sociales progresistas y protege y ampara a los criminales nazis que, repito, son los suyos.

Se veía venir desde que llegaron al gobierno y pusieron a los más fachas entre ellos -Cifuentes, Cosidó- al mando de las fuerzas de represión. Y se ha acelerado durante el verano: todos esos nazis  de las Nuevas Generaciones brazo en alto con las banderas franquistas eran los prolegómenos. Las excusas, las justificaciones, los disimulos de decir que no tenían importancia, que eran chiquilladas, apenas escondían lo que el PP lleva dos años gestionando: la vuelta de la dictadura.

Bien claro está.

diumenge, 2 de juny del 2013

El "patriotismo" de la derecha corrupta y trincona


Ya es oficial que, según los documentos del Foreign Office británico bastantes generales franquistas -Varela, Granda, Queipo de Llano, Kindelán, etc- fueron sobornados por los ingleses para conseguir que España no entrara en la segunda guerra mundial. Palinuro lo comentó hace unos días, recordando que el hecho no es nuevo para quienes hayan leído a Preston, que ya lo reveló. Pero, al ser ahora oficialmente público, cabe algún comentario más. Quienes aguantamos las soflamas patrióticas de aquella dictadura de criminales, estúpidos y reaccionarios tenemos la certidumbre de lo que siempre sospechamos, esto es, que, como se atribuye al gran Samuel Johnson, el "patriotismo es el último refugio de un canalla". Tal cual. Aquellos sinvergüenzas que daban los gritos de rigor de "¡España, España, España!", cobraban bajo cuerda de una potencia extranjera. 

Palinuro recordaba asimismo la curiosa circunstancia de que el servicio MI6,a través del cual se organizaron los sobornos de los franquistas, estaba dirigido por espías comunistas, el principal, Kim Philby. Tiene gracia que la dictadura franquista -cuyo máximo timbre de gloria era haber vencido al "comunismo internacional"- viviera sobornada por comunistas. Pero tampoco es asunto esencial salvo para los comunistas de hoy, que quizá debieran encarar de una vez su pasado.

En todo caso, el patriotismo de los ladrones. Tres conclusiones-preguntas saca Palinuro de ese bochornoso espectáculo, uno más en la siniestra carrera de la derecha española:
  • 1ª)¿Franco no cobraba? No me lo creo.
  • 2ª) Los curas ¿no cobraban? Tampoco me lo creo.
  • 3ª) El Estado español ¿mantendrá el título nobiliario de un presunto traidor y felón como Queipo de Llano?
Sabido es: aquella dictadura organizada por criminales y genocidas fue en su día definida de forma afortunada como una "tiranía atemperada por la corrupción". ¿Y hoy? ¿Qué sucede hoy con la derecha neofranquista, la del PP, partido fundado por un ministro de Franco? ¿Sigue los pasos de sus antecesores o hay alguna novedad? En cuanto a la retórica, ninguna. El PP es el partido del patriotismo español vociferante, el que saca los colores rojigualdos en sus manifas, el de las grandes banderazas aznarinas, el de la España única, invicta. Es el partido del nacionalismo español más agresivo, sin complejos, sí señor. El partido de España es una gran nación, según repite Rajoy mientras -en una nueva prueba de su estulticia- menosprecia los Estados pequeños. O sea, no hay gran diferencia entre el patriotismo franquista y el de sus sucesores del PP. 

¿Y en cuanto a la honradez y los sobornos? Tampoco. El caso Gürtel y el caso Bárcenas muestran a las claras que el PP es un partido estructuralmente corrupto, en todo similar al Movimiento Nacional del Caudillo, una organización de trepas y sinvergüenzas a ver quién trinca más y se forra antes. El de "España es una gran nación", al parecer, cobraba sobresueldos de 200.000 euros anuales en B, mientras mentía como un bellaco a la gente diciéndole que necesitaba mirar sus cuentas a fin de mes. El héroe de las Azores, el que puso a España de nuevo en el mapa, también trincaba sobresueldos en forma de "gastos de representación", recibía clases gratis de Pádel a costa de todos los madrileños y conseguía que una trama de supuestos ladrones, dirigida por una amigo íntimo de su yerno, pagara parte de la bombástica boda de su hija. Los más importantes militantes del partido trincaban pasta a espuertas o estaban hasta el bigote metidos en sedicentes delitos de prevaricación, malversación, etc saqueando los fondos públicos al grito de "¡Viva España!" Muchos de ellos -Bárcenas entre otros- compatibilizaban su ferviente amor a la patria española con la tenencia de cuentas en Suiza con dinero negro.

De nuevo tres conclusiones-preguntas de Palinuro:
  • 1ª) Rajoy con sus supuestos sobresueldos y viajes gratis, ¿no tiene cuenta en Suiza? No me lo creo.
  • 2ª) Aznar, con sus gastos de representación, sus clases de pádel, sus bodas semigratis, ¿tampoco tiene cuenta en Suiza? Tampoco me lo creo.
  • 3ª) ¿Solo los políticos del PP trincaban? ¿Qué pasa con sus periodistas de cabecera?
(La primera imagen es una foto de propaganda de la dictadura en eldominio público), la segunda, una foto de Wikimedia Commons, bajo licencia Creative Commons).

dilluns, 20 de maig del 2013

Lo que impuso Franco.


Este hombre de noventa y tres años, Darío Rivas, hijo de un alcalde fusilado por los franquistas en 1936, lo dice muy claramente: ustedes están viviendo lo que impuso Franco. Y tiene razón. Esa beligerancia con que el gobierno torpedea el procedimiento que se sigue en la Argentina por los crímenes del franquismo; ese sabotaje permanente a que se haga justicia a las víctimas (que ya se manifestó en las represalias sufridas por el juez Garzón); ese descarado incumplimiento de las obligaciones internacionales como la de dar razón de las personas desaparecidas por la violencia, revelan bien a las claras las concomitancias entre el gobierno y el franquismo. No es ya solamente que aquel ignore sin más la Ley de la Memoria Histórica, no haga exhumaciones y se niegue a eliminar la simbología franquista más palpable, como los títulos honoríficos al dictador o los nombres de las calles. Es que positivamente protege a los criminales de antaño y obstaculiza que se haga justicia con ellos.

Es decir, tiene razón Rivas: Franco lo dejó todo atado y bien atado. Esto es algo en lo que no quisieron pensar mucho quienes pactaron la transición. Dieron por supuesto que la derecha abominaba del franquismo como ellos, hicieron un acuerdo lleno de concesiones por ambos lados y presumieron la buena fe de los franquistas reciclados. Eso fue un error. La actual arremetida de la derecha (el saqueo de lo público, la educación y la justicia de clase, la negación de derechos de los trabajadores y de otros colectivos como las minorías sexuales o las mujeres) prueba que su franquismo no es nostálgico o superficial sino que está muy presente y muy vivo. Por eso no solo no lo condenan sino que lo defienden.

Imagino que algún lector objetará a la expresión acuerdo lleno de concesiones por ambos lados. Visto en perspectiva parece que las concesiones verdaderas, las de fondo, las hizo la izquierda, mientras que la derecha apenas renunció a nada. Y en buena medida, así es. Pero es erróneo comparar el alcance de las concesiones en abstracto. Es preciso verlas en el contexto real en el que se dieron y en la correspondiente correlación de fuerzas. Un ejemplo bien conocido es de utilidad aquí: la legalización del Partido Comunista de España el sábado santo de 1977. Desde un punto de vista objetivo, este hecho no debiera computarse como concesión alguna ya que la existencia misma del Estado democrático depende, entre otras cosas, de la libertad de partidos políticos. Sin embargo fue una concesión de la derecha, y una muy traumática, que estuvo a punto de dar al traste con la transición. Esta es la base del triunfo de la derecha: que, después de Franco, mantuvo el poder suficiente para determinar el marco del debate público.

El éxito del atado y bien atado del franquismo, que llega al día de hoy con el Invicto descasando en su ciclópeo mausoleo, se observa por todas partes, especialmente en el mantenimiento de la alianza entre el trono y el altar, el poder y la religión, base del nacionalcatolicismo, hoy tan vivo como siempre.

dimarts, 14 de maig del 2013

El miedo.

El miedo no es categoría que abunde en los análisis políticos, en los que se echa mano de cosas menos molestas como la ideología, la lealtad partidista, el abstencionismo, la disciplina, etc. Sin embargo el miedo está decisivamente presente en muchas ocasiones y contribuye a explicar abundantes fenómenos políticos. Lo sabemos muy bien desde el famoso "que me odien mientras me teman" de Calígula. En un plano más teórico, Hobbes situaba el pacto social y la legitimidad del poder político en el éxito de este de eliminar el miedo que nos tenemos unos a los otros. El Estado absorbe todo el miedo del que la sociedad se libera. Si lo consigue o no es ya otra cuestión. Pero el miedo es universal y de esa nesesidad se hace virtud -ramplona, como muchas virtudes- cuando se dice que "el miedo guarda la viña". En El miedo a la libertad, que dejó mucha huella, Fromm achacaba al miedo (a ese miedo al que atacaba Kant cuando nos exigía que nos atreviéramos a saber) el origen de la personalidad autoritaria y la servidumbre. Y con Miedo a volar, Erika Jong tocaba un tabú que aún no está muy claro en el moviminto feminista.

El miedo, inspirar miedo, en mayor o menor medida, es el objetivo de todo poder político. El miedo garantiza la obediencia acrítica. Sembrar el miedo, hacérselo padecer a la población fue la finalidad esencial del régimen nacionalcatólico de Franco. Había que hacer un escarmiento que la población no olvidara, como decía a las claras el general Mola. Había que llevar a los impíos de nuevo al temor de Dios por los medios que fuera, aplaudía la Iglesia católica. Ambos empeños, muy bien recogidos en el último libro de Julián Casanova, España partida en dos que Palinuro comentará en breve. El miedo presidió la transición española y explica bastante su carácter contradictorio. Miedo -aunque con distinta intensidad- en los dos bandos: la derecha temerosa de perder sus privilegios y de que se le exigieran cuentas por los 40 años; la izquierda, asustada ante la posibilidad de volver a la persecución, la clandestinidad, el exilio. El miedo tiró al suelo a los diputados del Congreso aquella aciaga jornada del 23-F, con las tres excepciones de todos conocidas y el miedo mantuvo a la población paralizada en las primeras horas del golpe.

Uno de los rasgos más característicos de la nueva forma de insurrección social que vivimos a través del M15M, a punto de celebrar su segundo aniversario es la idea de que el miedo está cambiando de bando. El mensaje es muy claro: estaba instalado en los de abajo y se está desplazando hacia los de arriba. En sí misma, la idea es atractiva y suena verosímil cuando se contempla qué impacto y alcance tiene este movimiento que empezó siendo algo desdeñado por todos los analistas y expertos a causa de su carácter horizontal, asambleario, no jerárquico, sin estructura orgánica y, por ello,  se presumía, sin efectos prácticos. Resulta sin embargo que, a través de su naturaleza imprevisible, no institucionalizada, proteica, el movimiento ha acabado determinando parte importante del debate y la acción públicas.

Quizá sea cierto que el miedo esté cambiando de bando. Sería revolucionario. No obstante, conviene ser precavidos y recordar que las clases dominantes enseguida tienen miedo, que el capital es muy asustadizo. Y no perder de vista que, para liberarse de ese miedo, las clases dominantes cuentan con las fuerzas de seguridad de cuyo empleo sistemático, con fines crecientemente autoritarios y represivos es un buen ejemplo este gobierno.

Inspirar miedo es lo que persigue esta crisis económica, hacer vivir a la población en condiciones de inseguridad e incertidumbre que susciten el miedo. Su función es propagar el miedo. Miedo igualmente lo que hay detrás del repentino monarquismo del PSOE y, por supuesto, miedo detrás de la cerrada negativa de ese partido (o quizá de su dirección) a reconocer derecho alguno de autodeterminación. Pero de eso hablará Palinuro mañana, que tiene una imagen que mola mazo.

(La imagen es una foto de robinsoncaruso, bajo licencia Creative Commons).

dissabte, 20 d’abril del 2013

El asesinato de Grimau.


Un amable lector me pide un apunte sobre Julián Grimau en el 50º aniversario de su asesinato por los franquistas. Normalmente no cedo a estas peticiones porque implican singularizar Palinuro, concentrarlo en un interés particular en detrimento del general. Pero en esta ocasión haré una salvedad por dos motivos: 1º) mi implicación personal en el caso; 2º) el significado del asesinato de Grimau para el franquismo y la oposición. 

Lo primero. Los fascistas montaron una de sus habituales farsas a las que llamaban juicios para condenar al dirigente comunista que, de todas formas, ya estaba sentenciado a muerte antes de que los delincuentes  que lo juzgaron se pronunciaran. En realidad estaba casi muerto cuando se produjo el simulacro de juicio a causa de las torturas a que lo sometieron los esbirros de la Brigada Político-Social (BPS) y que incluyeron tirarlo por una ventana de forma que, al llegar a la vista oral, no se tenía de pie. Hasta aquí, por lo demás, nada que los franquistas no hubieran hecho ya cientos de veces. Lo nuevo para ellos fue el escándalo internacional que se montó. No se lo esperaban. Grimau era un comunista y, como tal, torturable y fusilable sin más miramientos. Para el mundo, Grimau, además de comunista, era un ser humano y tenía derecho a un juicio justo, cosa que se le negó. De ahí el escándalo. Tanto que este juicio, realizado por la jurisdicción militar, debió de ser ya uno de los últimos de este género. La dictadura se sintió obligada  a hacer como que cambiaba y así, el año siguiente, 1964, se creó el Tribunal de Orden Público, un órgano de la jurisdicción civil, aunque especial, encargado de los llamados delitos políticos. Un tribunal de excepción, nutrido igualmente por "jueces" al servicio de la dictadura y cuya actividad fue y será siempre un baldón para cualquier concepto decente de la justicia. Pero eso fue al año siguiente. En el anterior, 1963, Grimau -o lo que de él quedaba- fue "juzgado" por los militares en la calle del Reloj. Y hasta allí me acerqué yo que era estudiante de primero de carrera, a presenciar el proceso que, en teoría era público. No pude pasar. Un policía de la BPS me impidió la entrada y me amenazó con detenerme si insistía. O sea, tengo ligado el asesinato de Grimau a mi primera actividad práctica en contra la dictadura. Estaba entonces lejos de sospechar que, unos años después, 1967, yo mismo habría de comparecer en aquella calle del Reloj ante un juez instructor militar por un supuesto (y falso) delito de agresión a la autoridad, al que no se aplicaba la Ley de Orden Público y que, se seguía juzgando por lo militar. Los tiempos habían cambiado y los militares sobreseyeron el caso.

Lo segundo. Tenía yo por entonces buena opinión de los comunistas. Al cabo de poco tiempo, esa opinión cambió a muy negativa por las razones que expongo en mi penúltimo libro, Rompiendo amarras. La izquierda entre dos siglos. Una visión personal, 2013, Madrid (Akal). Por todo lo que sé y he podido averiguar y todo lo que la experiencia y la historia muestra del comportamiento de los comunistas en aquellos años (cuarenta, cincuenta, sesenta), pudo haber pasado cualquier cosa. Se dice que Grimau, que fue responsable de la policía durante la República, fue enviado a España en los sesenta con lo que, en el mejor de los casos, cabe calificar como una falta total de prudencia y, en el peor de ellos, un deliberado intento de eliminarlo, poniéndolo en manos de los torturadores de la BPS. Ambas cosas pueden ser ciertas y a saber si algún día conoceremos la verdad.

Pero, al margen de todo, caído en la lucha por liberación de España o víctima de los tortuosos procedimientos de los comunistas, Grimau es hoy un símbolo de la dignidad del hombre frente a los aparatos torturadores y asesinos de la policía en el mundo entero. Incluida, por supuesto, la policía soviética, tan torturadora y asesina como la franquista, pero a la que Grimau, seguramente, miraría con simpatía, por "ser de los suyos". No importa. El destino de los hombres los lleva a veces a superar su peripecia personal. Un ser humano solo, indefenso, a merced de asesinos y esbirros que lo torturarán para obtener confesiones o por simple placer sádico; un ser humano que aguanta el tormento, no delata a nadie y, finalmente perece por una causa, una idea, por errónea o equivocada que sea, simboliza en sí mismo a toda la especie. Un hombre frente al crimen, inerme, sacrificado vilmente y que desaparece de entre los vivos en silencio, calladamente, como si no hubiera muerto, personifica lo más luminoso y noble que habita en las personas. Y por detestables que hayan sido sus crímenes (si alguno hubo, que no se sabe) se alzará sobre las sombrías figuras de los asesinos que lo torturaron, los delincuentes que lo condenaron y los matarifes que lo ejecutaron.

El nombre de Grimau brillará siempre mientras que nadie recuerda ni recordará los de sus asesinos.

diumenge, 3 de febrer del 2013

Las siervas de Satán.

Mi universidad ha organizado una interesantísima exposición en el Ateneo de Madrid, titulada Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad (1930 - 1980). Es un conjunto de piezas, carteles, objetos, modelos, fotografías, cartas, postales, tebeos, libros, etc., acompañadas de abundantes explicaciones ilustrativas, gratas de leer y bien documentadas. Se ve la mano cuidadosa de Raquel Osborne, profesora de la UNED y comisaria de la exposición, que también es la editora del libro de igual título (Madrid: Fundamentos, 2012) en el que se recogen diversos trabajos de especialistas sobre los asuntos tratados en la exhibición y he incorporado a mis próximas lecturas.

No es una exposición espectacular al uso sino más recogida, modesta, de la vida cotidiana, del oscuro y normal trajín de la existencia. Es como una metáfora del mensaje trasmitido, esto es, en España (1930 - 1980) la mujer es un ser de segunda, destinado a los aspectos menores de la existencia, descanso del guerrero, apoyo en la sombra del hombre como madre, como esposa, como hija. Manda Dios mantenerla en esa condición, sofrenando sus internos impulsos a la perversión, el pecado, la lascivia. En el empeño colaboran la cultura tradicional, las convenciones, las ideologías, la educación, el Estado y, por supuesto, en primerísimo lugar, la Iglesia católica. Esta lo hace con especial refinamiento pues, habiendo elevado a aquella a la condición de madre de Dios, le rinde culto. Por supuesto, de hiperdulía, inferior al de latría (el de Dios), aunque, supongo, superior al de dulía, el de los santos. La Iglesia venera a la Virgen y la ha subido a los cielos. ¿Alguna duda sobre su respeto y reconocimiento a la mujer? La Virgen está en el cielo, como su hijo, Cristo, Dios. Pero Cristo ascendió por sí mismo en tanto su madre fue asunta pues ella sola, carne del mundo, no hubiera llegado muy arriba. ¿Dudas? Ninguna. La Iglesia católica es una institución radicalmente misógina.

La exposición tiene dos momentos: el breve lapso emancipador de la República y la larga noche del franquismo. La primera subraya la aportación de las mujeres a la nueva sociedad española, en paz y en guerra. Se hace referencia al origen y desarrollo del feminismo español y se habla y se muestra a Pardo Bazán, Victoria Kent, Clara Campoamor. Y también se valora lo que la República hizo por las mujeres, el derecho de sufragio, el acceso a las profesiones tradicionales feudos masculinos, la ley de divorcio, la extensión de la educación sexual, etc. También una referencia a la aportación de las mujeres al esfuerzo de guerra no solo en la retaguardia, sino en las formaciones milicianas. Habrá quien diga que fue esta disposición de las mujeres a defender sus recién adquiridos derechos con las armas en la mano la que explica la especial saña de los vencedores de la guerra contra ellas. No es ni siquiera necesario. Las mujeres iban a ser objeto de una represión específica, propia, particularmente injusta y brutal, doble en cualquier caso. Es su suerte en todos los conflictos armados de la humanidad. Las mujeres son objetivo estrategico en las guerras normalmente declaradas por hombres y a través de prácticas odiosas, como las violaciones, el ridículo público o la prostitución forzosa. No hay grandes diferencias entre las violaciones y vejaciones infligidas por los franquistas a las mujeres republicanas y las que practicaban los serbios en las recientes guerras de los Balcanes o las de los hutus a las mujeres tutsis en el conflicto de Ruanda. El ataque a las mujeres forma parte de toda estrategia militar desde tiempo inmemorial del Patriarcado.

Por eso el franquismo se cebó especialmente con ellas durante la guerra y en los primeros años después: represión, tortura, violación, asesinato, por ser madres, esposas, hijas de perseguidos; es decir, por ser eso que el nacionalcatolicismo considera la triple excelsa misión de las mujeres. Después de la especial brutalidad de la primera postguerra vino la represión en la paz, la dominación doctrinal a cargo de la Iglesia y la política y social a cargo de la Sección Femenina, dirigida por la hermana del Ausente, Pilar Primo de Rivera. Por cierto, creo haber advertido en la exposición una sugerencia, como al desgaire, de que las mandos falangistas, casi todas solteras y lo que los machistas llaman marimachos, venían a ser una especie de sublimación de unas tendencias lésbicas quizá inconscientes y, en todo caso, reprimidas. Es una observación interesante. Forma parte de un hilo sutil que informa el espíritu de toda la exposición: entender el lesbianismo (y otras formas de sexualidad no conformista) como una tendencia que pugna siempre por burlar el poder patriarcal y manifestarse de mil formas. Tiene mucho valor una vitrina que contiene pruebas de la constitución de un grupo marginal de homosexuales hombres y mujeres quienes, en los años setenta, habían creado una especie de red clandestina en la Barceloneta con un complicado sistema de señales para realizar actividades colectivas en donde no tuvieran que disimular, esconderse o temer la represión.

Porque esta siguió siendo muy dura para las mujeres (y, por supuesto l@s homosexuales) hasta el final mismo de la Dictadura. En su apogeo, la vida de las mujeres fue la de un sector subalterno, en minoría de edad civil permanente, práctica esclava del macho de turno, marido, padre, hijo y hasta chulo para aquellas que, por una razón u otra, hubieran acabado en el grupo de las llamadas mujeres caídas. Para quienes vivimos buena parte del franquismo, la muestra trae piezas con un valor de memoria incalculable. Hay unos minutos del No-Do de los años cincuenta, con una demostración de la Sección Femenina en la explanada del Monasterio del Escorial ante el Caudillo Franco, bajito, regordete, ataviado con una chaqueta blanca de gala falangista y una boina roja, inolvidable. A much@s se les encenderán los recuerdos al ver las ediciones de los libros de Celia, por Elena Fortún, que leyeron siendo niñ@s. Y no hablemos de un spot televisivo de "OMO lava más blanco" entre dos marujas de los sesenta que es para troncharse de risa. De risa sardónica.

En fin, películas, Marisol, Isabel la Católica, España imperial, todo entre acericos, canesús y hasta Mariquita Pérez, la Barbie del franquismo, las novelas de Corín Tellado, el desarrollo, el turismo. Las mujeres son tontas en general y perversas y si, además, son comunistas, entonces, amigo, hay que aislarlas porque padecen una enfermedad terrible, transmisible, como científicamente demostraba el psiquiatra del régimen, el doctor Vallejo-Nágera, quien aún tiene una calle en Madrid. El franquismo reprimió a todo el mundo. Pero a las mujeres las reprimió el doble.

Desde entonces hemos progresado mucho. Las mujeres han conquistado una posición social en todos los órdenes jamás antes igualada. Pero el Patriarcado es un sistema tenaz, duro de pelar. Todavía les (nos) queda mucho trecho por recorrer. La prueba la proporciona inconscientemente el folleto de la exposición en cinco columnas en orden cronológico. La primera (años treinta) se titula afirmativa Las modernas. La quinta (años setenta) se titula dubitativa ¿Las liberadas?

dijous, 22 de novembre del 2012

Suspendido el acto de homenaje a Franco.

Después del escándalo montado, la empresa concesionaria del Palacio de Exposiciones de Madrid, que pertenece al ministerio de Industria, ha cancelado el homenaje que los fascistas pretendían hacer el cuatro de diciembre al asesino Francisco Franco.
Por cierto, la gestión pertenece a Turespaña, el departamento al que acaba de reintegrarse la funcionaria Aguirre que, como se ve, no ha perdido el tiempo en dar una muestra de su peculiar liberalismo fascista.
Era ya excesivo que, además de soportar a este gobierno de expoliadores franquistas, meapilas, pedantes y simples imbéciles que ya es el hazmerreír de  media Europa, hubiera que aguantar a los chulos de la Falange campando a sus anchas por la ciudad y homenajeando al delincuente que oprimió España y asesinó a cientos de miles de españoles.
Y eso mientras el único juez que ha intentado hacer justicia a las víctimas del genocidio franquista pierde la carrera, villanamente condenado por quienes no tienen ni la centésima parte de su honradez y valentía.
Ahora solo queda por denunciar que haya una Fundación Francisco Franco, dedicada a ensalzar la memoria del criminal perjuro que mantuvo España sojuzgada durante cuarenta años por el terror y el asesinato. Y denunciar que se beneficie de subvenciones públicas.
Esa Fundación debe cerrarse y sus dirigentes deben ser procesados por apología del genocidio.

Prohibir el homenaje a un dictador asesino en Madrid.

He creado una petición en Change.org para que una fundación de fascistas organice un homenaje al asesino de cientos de miles de españoles. Muchos de ellos aún yacen en fosas comunes por las cunetas de España ante la negligencia o la complicidad directa de las autoridades políticas y judiciales. Este homenaje es un insulto directo a su memoria. Es como si los asesinaran por segunda vez.
Se solicitan firmas.


dissabte, 6 d’octubre del 2012

Gómez Llorente. Por amor a Marx.

El fallecimiento de luis Gómez Llorente a los 73 años de edad ha traído a la memoria colectiva un episodio tan decisivo en la historia de España y del socialismo democrático como el XXVIII Congreso del PSOE. Felipe González dimitió de la Secretaría General en una jugada de farol cuando su partido se negó a abandonar la referencia al marxismo. Poco antes, en las elecciones de aquel año, 1979, que el PSOE perdió, Suárez, líder de la UCD, salió por la televisión avisando del peligro de que ganara los comicios un "partido marxista". Desde el punto de vista de González y los suyos era, pues, urgente sacar al PSOE de aquella hipoteca nominal del marxismo para aproximarlo a la socialdemocracia europea, en concreto la alemana que había hecho algo similar en su congreso de Bad Godesberg de 1959.
Pero en España no iba a resultar tan fácil. Hubo una reacción "antifelipista" en las filas y se constituyó una candidatura alternativa a la de González, con el marxismo como santo y seña. Aquella cadidatura reunió poco más del 6% de los votos mientras que la de González se alzó con el 85%. Fue una derrota épica de los "promarxistas" que, por entonces, eran Luis Gómez Llorente, Enrique Tierno Galván, Francisco Bustelo y Pablo Castellano.
Los destinos de estos cuatro hombres han sido muy distintos y su repaso da una buena imagen de Gómez Llorente. Este siguió en el PSOE, en la izquierda y fundó la corriente Izquierda Socialista, si bien él se apartó de la política práctica y llevó una vida más recogida. Tierno siguió en la brecha y llegó a alcalde de Madrid. Francisco Bustelo también continuó en la izquierda, llegó a Rector de la Universidad Complutense y, desde entonces, también retirado de la actividad política,  conserva su actitid crítica de juventud. Solo el abogado Pablo Castellano ha derivado hacia posiciones de derecha y, según me aseguran quienes ven los abundantísimos programas reaccionarios de televisión y radio en España, anda por las redacciones y los platós, cargando sistemáticamente contra su antiguo partido, contra la izquierda en general y haciéndole el juego a la derecha. Uno más de esa legión de conversos por la que Palinuro no siente la menor simpatía. Allá cada cual con su conciencia.
Pero, justamente, este contraste realza más la dignidad, la coherencia y la integridad de Gómez Llorente, probablemente el contemporáneo que más se acerca a la venerable figura propia de la izquierda tradicional del llamado santo laico.
No conocí a Gómez Llorente de nada, ni lo traté jamás. De estudiantes, él estaba en quinto cuando yo empezaba. Era, pues, de "los mayores". Pero lo tengo ligado a un recuerdo imborrable de mi juventud: mi primera participación en una acto en contra del régimen de Franco muy a primeros de los sesenta. Para mí fue emocionante. La policía había detenido a Gómez Llorente y un par de docenas de estudiantes nos congregamos espontáneamente en los pasillos de mi facultad en un sit in para exigir su liberación. Ni siquiera hubiera sabido identificar a Luis de habérmelo encontrado. Pero daba igual: era un estudiante de izquierda detenido por la Brigada Político-Social. Había que protestar. En aquel acto, en cambio, conocí a Alberto Méndez quien, muchos años después, ganaría justa (y, por desgracia, póstuma) fama con sus Los girasoles ciegos, y representaba para mí, entonces bisoño en las lides, un ejemplo de actitud. No recuerdo bien si fue el propio Alberto o algún otro quien, a la guitarra, interpretó una canción de Chicho Sánchez Ferlosio (quizá fuera el propio Chicho)  que yo oía entonces por primera vez, se me quedó grabada: "Gallo rojo, gallo negro" y es tan parte de nuestro cancionero colectivo que mucha gente cree que es anónima.
Pues eso, Luis, gallo rojo, que la tierra te sea leve.
(La imagen es una foto de gomezllorente en el dominio público. En ella se ve a José Luis Gutiérrez (creo), 2º por la izquierda, Pablo Castellano, 3º por la izquierda y Luis Gómez Llorente, 1º por la derecha en Ibiza en 1981. Ignoro quiénes sean las mujeres.)

dimarts, 7 d’agost del 2012

El retorno del franquismo.

El franquismo no ha muerto. Goza de espléndida salud y gobierna desde La Moncloa, perfectamente adaptado a estos tiempos pecaminosos de relativismo y ataques a la iglesia, poniendo las cosas en su sitio. El gobierno, integrado por monaguillos (Wert), meapilas (Gallardón), oligarcas (Morenés), tecnócratas reaccionarios (Montoro), analfabetas (Mato), sección femenina (Báñez), demagogos estilo falangista (Soria) etc, representa la vuelta a las más puras esencias del nacionalcatolicismo. Su inspiración es Rouco Varela, quien dirige la política del país en educación, familia, matrimonio, derechos de las personas, etc con la vista puesta en la reevangelización de España, ofrenda que el cardenal gallego quiere dedicar a su dios, a ver si se calza el Papado. Como el franquismo, es un gobierno que se da continuos golpes de pecho pero vive de explotar, oprimir y reprimir a los más débiles, de robar a los pobres para dar a los ricos. Un gobierno de hipócritas cristianos profundamente anticristiano.
Ese franquismo ostentoso no solo se da en el terreno de los principios y las proclamas sino también en el de las medidas prácticas. En estas, la similitud de los gobernantes actuales y los franquistas se convierte en identidad. Véase:
  • Ha destruido todas las garantías jurídicas de protección al trabajo y ha dejado a los trabajadores sin derechos, literalmente como esclavos en manos de los empresarios.
  • Persigue y trata de aniquilar los sindicatos, asfixiándolos económicamente y reprimiéndolos administrativa y laboralmente.
  • Reprime toda expresión de descontento o crítica. Por la vía gubernativa gracias al fascismo rampante de la delegada del gobierno en Madrid que penaliza el ejercicio de los derechos ciudadanos de reunión, manifestación y expresión mediante la arbitrariedad policial. Por la vía penal, tipificando como delitos comportamientos que en ningún país civilizado lo son, como la resistencia pasiva..
  • Censura la libertad de expresión de trabajadores y funcionarios públicos y/o los amenaza con represalias si ejercen sus derechos de crítica.
  • Controla los medios públicos de comunicación, manipulándolos sin miramientos y poniéndolos al servicio del gobierno y su partido como oficinas de propaganda. El caso más claro, Telemadrid, una televisión financiada por todos los madrileños y colonizada por los periodistas a sueldo del PP que falsean, mienten y hacen demagogia al servicio de su amo, acallando las voces crítica.
  • De este modo, se hace difícil que la opinión pública tenga un conocimiento aceptable de la pavorosa ineptitud de los gobernantes y los niveles de corrupción y despilfarro de sus administraciones.
  • Todo ello acompañado de una permanente campaña de los medios privados y públicos que ensalza las glorias de los gobernantes y ataca de modo torticero, falso y amarillista a sus adversarios. De lo primero, de los ditirambos ridículos que los incondicionales dedican a Rajoy, da pruebas abundantes ese comic de Planeta que se edita en Madrid y se llama La Razón. De lo segundo las campañas de bulos, mentiras e infundios contra los adversarios que periódicamente pone en marcha El Mundo, un libelo amarillista de una calidad ínfima, a la altura de El Alcázar,.
. (La imagen de Rajoy es una foto de La Moncloa en el dominio público; la de Franco también está en el dominio público. El montaje, fruto de la Minerva de Palinuro).

dilluns, 12 de març del 2012

Guadiana del Caudillo y el 11-M como ejemplos

El pueblo pacense de Guadiana seguirá llevando el estigma del nombre del delincuente por decisión libre de los vecinos. ¿Cómo es posible? Un somero análisis muestra la razón de este desatino y carga su culpa sobre los hombros de quien la tiene: la izquierda, el PSOE e IU. Veamos: sobre una población de 2.500 almas y un censo de unas 1.500 (ignoro cómo se haya elaborado y no es aquí importante) hubo 495 votos a favor de mantener el nombre del delincuente y 310 en contra, 4 votos nulos y 2 en blanco. En total, 811 votos, más o menos el 54%. El 46% restante, abstenciones, muy superior a la media del 30/33% habitual en la península. ¿Por qué tanta abstención? Muy sencillo porque la izquierda, juzgando que la consulta era ilegal por varios conceptos, pidió la abstención. Es posible que la consulta sea ilegal, eso se verá en su día si alguien recurre. Y es cierto que no es vinculante pues el consistorio hará lo que le plaza (que será dejar el nombre de Franco) pero lo que está claro es que el resultado tiene un enorme valor simbólico y va en contra de la izquierda, muchos de cuyos votantes tendrán que seguir aguantando la afrenta de tener un toponímico en recuerdo de un genocida. Y a favor rotundo de la derecha heredera del mismo genocida. Ese es el problema de la izquierda que, por unas razones u otras, siempre mete la pata y permite que la minoría de la derecha hable en nombre del conjunto. Como está pasando ahora mismo en todo el país.

Otro ejemplo inverso. Hoy, 12 de marzo de 2012, la derecha neofranquista ha montado un acto/provocación de sedicente homenaje a las víctimas del 11-M para politizar el asunto, como siempre, y usarlo en contra de los sindicatos y de las propias víctimas, que le importan un pepino. La convocatoria es legal, desde luego y hecha con todos los requisitos formales. ¿Debería acudir a ella la izquierda? Sin duda, no. La izquierda homenajeó a las víctimas ayer, 11 de marzo, cuando tocaba y sin usar el homenaje como arma partidista. Entonces ¿qué pintan Tomás Gómez, del PSOE y Gregorio Gordo, de IU (el de UPyD, allá él) en un acto que es una provocación de neofranquistas? Pues, como siempre, metiendo la pata, dando bazas al enemigo. Eso la derecha no lo hace nunca. Al revés que en Guadiana del asesino pero con los mismos resultados desastrosos. Porque la convocatoria escisionista de Botella y Aguirre será legal pero es inmoral y tiene un valor simbólico tremendo. Valor simbólico que Gómez y Gordo han contribuido a ensalzar, deslegitimando de paso el acto de ayer. No sigo porque me caliento pero, ¿cabe duda alguna de por qué esta gente lleva años perdiendo elecciones? Por falta de coraje, de claridad, de inteligencia.

dimarts, 28 de febrer del 2012

El franquismo y la transición según el Tribunal Supremo.

La sentencia de ayer del Tribunal Supremo (TS) absolviendo a Garzón del delito de prevaricación por declararse competente en la investigación de los crímenes del franquismo cierra el tercer acto del drama que, de momento, acaba con la carrera del mentado y molesto juez. El propio Garzón lo ha dicho claramente: con su absolución “El guión se ha desarrollado como estaba previsto”, incluso a costa de alterar los tiempos procesales. Se cierra ese drama, pero se abre otro que no sabemos aún a dónde puede llevarnos. A esos efectos, la sentencia no solo es buena por absolver a Garzón sino por existir en sí misma ya que, por primera vez, disponemos de una decisión judicial al más alto nivel sobre un asunto (los crímenes del franquismo) que hasta ahora quedó al margen de los tribunales.

No estoy seguro de que los magistrados sean conscientes del alcance de su decisión. Si lo hubieran sido, habrían puesto más atención en la solidez de su razonamiento que presenta bastantes inconsistencias, al margen de su interpretación puramente técnica. Sin olvidar que se trata de una reflexión urgente, pretendo concentrarme en los primeros aspectos (los del puro razonamiento lógico), absteniéndome de los segundos por falta de competencia, en la seguridad de que serán tratados en su momento por quien la tenga.

A primera vista está claro que el TS no se ha limitado a entender de la cuestión concreta y específica del supuesto delito de prevaricación. Es tal la convicción ideológica de los jueces sobre el fondo del asunto, que no han resistido la tentación de pronunciarse sobre él y de hacerlo de un modo tan insatisfactorio que plantea más problemas de los que resuelve, si es que resuelve alguno y a no ser que dar carpetazo sin más a un problema lo llamemos resolverlo.

El núcleo del razonamiento del TS (los fundamentos de derecho) es un pequeño embrollo que, debidamente desentrañado, deja al descubierto una sentencia con un claro componente ideológico. Sostiene el TS que Garzón no prevaricó sino que solo erró en su calificación del delito y en su interpretación del derecho positivo, la doctrina y la jurisprudencia. Pero, como no puede limitarse a absolver al reo, procede a explicar en qué consistió ese error, contraponiendo a la garzoniana otra interpretación que prevalece sobre la del juez por razón jerárquica del órgano que la emite, pero no necesariamente por su superioridad racional. Incidentalmente, esta absolución en estos términos es simétrica de la condena previa al mismo acusado por el caso de las escuchas y, como en toda simetría, el orden de los términos está invertido. En la condena se decía que hubo prevaricación porque no se trató de una mera interpretación, sino de una decisión injusta a sabiendas mientras que en este, no hubo decisión injusta sino error de interpretación, con lo que el a sabiendas no cuenta. ¿Pero no contiene esta expresión un fuerte elemento subjetivo, materia de interpretación en sí mismo? En fin, un asunto esencial, sobre el que se discutirá mucho en el futuro y que dará armas al juez Garzón en sus posteriores recursos pero que aquí es secundario.

En su tercer "fundamento de derecho" el TS empieza por decir que Garzón cometió un error de tipificación de los hechos que, de darse, en realidad, hace irrelevante el resto de sus consideraciones. Pero es que lo mismo cabe decir del conjunto de la sentencia, cuyo primer fundamento empieza por decir que los hechos denunciados en su día (los crímenes franquistas) no pueden ser objeto de proceso penal pues no hay a quien imputar la responsbilidad porque a las dos causas tradicionales de extinción de la responsabilidad penal (muerte del reo y prescripción del delito) se añade aquí la sobrevenida de la Ley de Amnistía de 1977.

El TS niega que en España pueda darse un juicio de la verdad, como en otros países porque la naturaleza de este (averiguar la verdad) no casa con el alma del procedimiento penal español sustantivo que consiste en encontrar un culpable y sancionarlo. Lo pintoresco (por eso decíamos antes que es muy importante que esta sentencia exista) es que el alto tribunal reconoce que hay victimas en demanda de tutela judicial que él, dice, no puede brindarles. En cuanto a la averiguación de la verdad, pues no puede tratarse de la judicial, habrá que acudir a la historiográfica. No sé si los magistrados del TS leen la prensa; pero, si lo hacen, habrán visto que la Real Academia de la Historia, en la que un puñado de ideólogos franquistas sienta plaza de historiadores, ya ha establecido que Franco no fue un dictador y de genocidio y crímenes contra la humanidad ni hablamos. No hay verdad judicial y tampoco la hay historiográfica. Con ello se cierra no solo un círculo vicioso sino literalmente pérfido con el que unos ideólogos judiciales y otros historiográficos tratan de blindar una situación en la que no pueda haber justicia para unas víctimas que llevan setenta años esperándola y a algunas de las cuales el TS tuvo que escuchar por primera vez. Pero las víctimas existen, están ahí y nadie podrá seguir ignorándolas, máxime ahora que esta sentencia expresamente las reconoce como tales con lo que, se entiende, habrá que encontrar algún medio de hacerles justicia.

La interpretación que el TS hace de casi todas las demás cuestiones (la eficacia del derecho internacional consuetudinario, la prescripción de los delitos, la cuestión de la retroactividad de las normas penales, etc) es opinable y supongo que será objeto de mucho debate jurídico. Pero hay alguna en concreto que llama la atención por lo falaz de su construcción. Y no es menor, ya que afecta a la visión que de la transición tiene el TS y que era lo que nos faltaba para reavivar la hoguera sobre el carácter profundo de la mutación de la Dictadura en un sistema democrático de modo pacífico.

El TS alcanza tonos ditirámbicos cuando dice que "La idea fundamental de la transición, tan alabada nacional e internacionalmente, fue la de obtener una reconciliación pacífica entre los españoles y tanto la Ley de Amnistía como la Constitución Española fueron importantísimos hitos en ese devenir histórico". Sin embargo, el Tribunal no puede ignorar que la Ley de Amnistía es de 1977 y, por lo tanto, preconstitucional, ya que, en el mejor de los casos, de no pertenecer al orden jurídico franquista, estaría en ese derecho transicional que el mismo Tribunal menciona y que de ser algo sería como el "vertebrado gaseoso" de que hablaba Nicolás Ramiro Rico. Sí dice el TS, curándose en salud, que dicha ley no fue derogada posteriormente por la Constitución pero olvida decir que no lo es expressis verbis, pero que puede defenderse su inconstitucionalidad en función de la cláusula derogatoria genérica que también cuenta. Admitido, quizá esto sea ya un exceso de activismo judicial y no corresponde a los magistrados decidir sobre estas cuestiones. Sin embargo, tampoco les corresponde justificar una determinada forma de transición que mucha gente considera nociva.

Sin duda, como dicen algunos comentaristas, el TS bloquea la posibilidad de investigar penalmente los crímenes del franquismo pero, al mismo tiempo, reconoce la existencia de unas victimas carentes de tutela judicial (aunque en un párrafo que yo tildaría de mezquino, enumera algunas medidas compensatorias ya adoptadas y manifiestamente insuficientes) a las que habrá que otorgársela. Con ello, el TS devuelve la patata caliente al Parlamento, esto es, a la opinión pública. Y, por tratarse de este trágico asunto, a la opinión pública internacional.

(La imagen es una captura del vídeo publicado ayer por El País.)