dimecres, 2 d’octubre del 2013

II Año triunfal.


A ver. Pues parece vuelven las esencias patrias, vuelvan del todo. En Quijorna se ha celebrado una feria retrofranquista absolutamente camp. La alcaldesa del PP -que Santa Lucía le conserve la vista- llamada al orden por los menos montaraces del partido dice no haber visto las banderas franquistas. Banderas franquistas, letreros de "¡Saludo a Franco! ¡Arriba España!"; más el Ausente, siempre presente; pendones falangistas, chatarra facha de los años treinta y cuarenta y parafernalia militar así como mercenaria. Y un cartel muy, muy significativo: Brunete. Quijorna es un pueblo esencial en la batalla de Brunete, de 1937 que, según el propio Franco, decidiría el ganador de la guerra. Uno de los enfrentamientos más sanguinarios de la contienda. Los republicanos habían tomado el pueblo en su ofensiva y amenazaban el cuartel general de Varela. La lucha final se dio en Brunete y la República encajó su primera derrota estratégica, a pesar de haber recuperado unos miserables kilómetros. Pero, ¡ay, amigo! en esos kilómetros quedó Quijorna, bajo la tiranía roja. Así que Brunete se llevó la gloria y Quijorna los palos. Franco estaba seguro de haber ganado la batalla gracias a la intervención de Santiago en la figura de una fantasmagórico jinete que, solo, arremetio contra las líneas enemigas y a bombazos destruyó sus nidos de ametralladoras, desapareciendo luego para siempre jamás. Santiago había vuelto a cerrar España en Brunete como lo hiciera en Clavijo. ¿Y no van a montar el revival franquista los de Quijorna con un gobierno municipal de aplastante mayoría del PP y un partido independiente de Quijorna que, en fin..., así como un concejal socialista que debe de tener la importancia del macetero?

Quijorna es una pieza más de ese rosario de hogueras de antaño que ha ido encendiéndose por la geografía hispana este verano en simpáticos actos de exaltación franquista de las juventudes de Nuevas Generaciones del PP, tan nuevas como la momia de Franco que sacan en las redes. Chiquilladas, según los mandos de la organización, gentes mesuradas, moderadas, de centro-derecha. Se han añadido diversas alcaldadas del mismo tenor: Franco en el corazón de algunos varas del PP que, como el suegro del ministro de Justicia, no cambian de bandera. Como tampoco los jóvenes de una cierta Alianza Nacional que irrumpieron en Blanquerna en el mejor estilo de los matones fachas al uso. Para completar, un festival de quema de trapos separatistas en Cercedilla, protagonizada por similares elementos con el fin de recaudar fondos para organizar una marcha de escuadristas a Barcelona el próximo 12 de octubre, día del orgullo patrio, a sobar el morro a los catalufos. En ese discurrir del río que nos lleva de vuelta al fascismo, la fiesta de Quijorna (¡en un colegio público! se lamentan los progres) es la última perla del II Año triunfal de Rajoy.

Por eso, vayan las generaciones nuevas familiarizándose con la simbología que llega. Ahí tienen la carátula de la primera edición (1943) del noticiario-documental (NO-DO) semanal que todos los cines habían de exhibir obligatoriamente al comienzo de sus sesiones. Llevaba un subtítulo que rezaba El mundo entero al alcance de todos los españoles y su contenido fue básicamente el mismo durante cerca de cuarenta años: exaltación del caudillo y su capacidad para sembrar España de pantanos y esperanzas y de enriquecerla a ojos vistas; su íntima, recatada y cariñosa vida familiar, viendo crecer a sus nietos en el Pazo de Meirás; su habilidad para pescar no recuerdo bien si tiburones o cachalotes o  atunes más grandes que él. Noticias del extranjero en las que se hablaban pestes de las democracias y no digamos nada del comunismo soviético y sus naciones esclavizadas por las cuales se hacían vigilias en las calles de Madrid. La iglesia tenía lugar preferente, siempre aliada al régimen, a cuyo titular paseó bajo palio por los páramos de España. La economía viento en popa, especialmente en los años del contrabando. Mucho fútbol y deportes y alguna anécdota sencilla para mostrar cuán unidos estaban el pueblo y su caudillo: un matrimonio con veintiún hijos, premiado por Franco, o una honrada mujer del pueblo a quien había tocado el Seat 600 nº 1.000 salido de fábrica.

Y así año tras año. Todos triunfales. Cuarenta años triunfales. Como este, segundo de Rajoy.

Poco a poco, las instituciones van doblegándose al espíritu de la gran nación, que renace de la postración sociata. La policía certifica que no puede recuperar información de un disco duro de Bárcenas pues está borrada a conciencia. El otro disco duro ni existe, pues lo han destruido sin que Rajoy se haya enterado. Hacienda considera que nadie en el PP ha cometido delito fiscal alguno; de haberlo hecho, ha prescrito y los otros no alcanzan la cuantía. Y eso que Hacienda, un típico órgano de la Realpolitik, considera susceptibles de gravamen incluso los ingresos irregulares y hasta ilegales.

Según Rubalcaba, que un comportamiento no sea delictivo no quiere decir que sea admisible o tolerable. Puede ser claramente inmoral. Puede. Pero no les importa. Rubalcaba vive en otro país. En una España que se ha sacado de la cabeza, producto de un acuerdo entre presuntos caballeros llamado en su momento transición sin darse cuenta de que los otros se han apeado de él hace ya tiempo.

Caso Fabra, epítome del territorio PP (básicamente Galicia, Castilla y León, Valencia, Madrid, Murcia) en los últimos veinte años. ¿Alguna duda de que se trata de un caso de caciquismo de manual? Pero de manual del siglo XIX pues la estirpe de los Fabra (como diría Rajoy) se remonta, por lo menos, al general Prim. Los presidentes de las diputaciones, todos del Movimiento Nacional, como los gobernadores civiles en tiempos del franquismo eran tramos de la carrera política de la gente del régimen. Pero los presidentes de las diputaciones manejaban una pastuqui -ya entonces-, solían enriquecerse -si no eran ricos de familia- y no se movían del terruño, en el que se perpetuaban como novelas-río. Favores, malversación, clientelismo, enchufismo, compra de votos, cohechos, ilegalidades de todo tipo constituían el crisol de la raza. Atacarlo era casi imposible. Diez años lleva Fabra procesado; nueve jueces ha devorado el proceso cual terrible Cronos, y no sé cuántos fiscales. ¿Llegará el II Año triunfal a tiempo de desbaratar ese atentado a la justicia de ver a un prohombre de la patria sentado en el banquillo?

Y lo de Fabra es casi el chocolate del famoso loro. Está por ver qué harán las huestes nacionales con Cataluña, inmersas en una dinámica endiablada: para aumentar su base electoral, la derecha tiene que acentuar la hostilidad a Cataluña, en lo cual compite con el PSOE. Basta escuchar a Rodríguez Ibarra, Patxi López o Belloch, quien pide la suspensión de la autonomía catalana. Una hostilidad que intensifica la deriva secesionista en Cataluña. Y no hablemos del conflicto que ha provocado de modo absolutamente irresponsable el señor Bauzá en Baleares, quien acabará consiguiendo que se articule un frente de Països catalans. Por no hablar del País Vasco. La respuesta masiva al asalto a Herrira amenaza con reagudizar el conflicto (ese que dicen que no hay) en la CAV.

Lo más sorprendente es que nadie quiera avisar de que el país va lanzado al desastre con unos niveles de fractura y confrontación insostenibles provocados por la ineptitud de un gobierno que solo gobierna para la patronal, la banca y la iglesia. El presidente sigue oculto. En la actualidad parece estar recorriendo el Japón, a donde ha llegado procedente de Kazijistán, en donde paró llegando de Nueva York, a donde había ido procedente de Buenos Aires, de sellar el espantoso ridículo de la Marca España, tras haberla anunciado veinticuatro horas antes en alguna ciudad del norte de Europa. Es decir, el presidente no está. Es un presidente itinerante, como la corte de los Austrias. Cuando está, tampoco está, pues no habla. El gobierno tira por donde puede y los distintos ministros siguen trabajando para amargar la vida al personal y caer mal a todo el mundo en los barómetros. El partido, acogotado por el caso Bárcenas, carece de semblante y voz con un mínimo de crédito y respetabilidad. La señora Cospedal está tan afectada por el caso Bárcenas como Arenas, Pons, el propio Rajoy, Aznar, Cascos, etc. Solo queda Floriano y queda por no haberse enterado de lo de Bárcenas. Lo que permite barruntar de qué se entera.