Este hombre de noventa y tres años, Darío Rivas, hijo de un alcalde fusilado por los franquistas en 1936, lo dice muy claramente: ustedes están viviendo lo que impuso Franco. Y tiene razón. Esa beligerancia con que el gobierno torpedea el procedimiento que se sigue en la Argentina por los crímenes del franquismo; ese sabotaje permanente a que se haga justicia a las víctimas (que ya se manifestó en las represalias sufridas por el juez Garzón); ese descarado incumplimiento de las obligaciones internacionales como la de dar razón de las personas desaparecidas por la violencia, revelan bien a las claras las concomitancias entre el gobierno y el franquismo. No es ya solamente que aquel ignore sin más la Ley de la Memoria Histórica, no haga exhumaciones y se niegue a eliminar la simbología franquista más palpable, como los títulos honoríficos al dictador o los nombres de las calles. Es que positivamente protege a los criminales de antaño y obstaculiza que se haga justicia con ellos.
Es decir, tiene razón Rivas: Franco lo dejó todo atado y bien atado. Esto es algo en lo que no quisieron pensar mucho quienes pactaron la transición. Dieron por supuesto que la derecha abominaba del franquismo como ellos, hicieron un acuerdo lleno de concesiones por ambos lados y presumieron la buena fe de los franquistas reciclados. Eso fue un error. La actual arremetida de la derecha (el saqueo de lo público, la educación y la justicia de clase, la negación de derechos de los trabajadores y de otros colectivos como las minorías sexuales o las mujeres) prueba que su franquismo no es nostálgico o superficial sino que está muy presente y muy vivo. Por eso no solo no lo condenan sino que lo defienden.
Imagino que algún lector objetará a la expresión acuerdo lleno de concesiones por ambos lados. Visto en perspectiva parece que las concesiones verdaderas, las de fondo, las hizo la izquierda, mientras que la derecha apenas renunció a nada. Y en buena medida, así es. Pero es erróneo comparar el alcance de las concesiones en abstracto. Es preciso verlas en el contexto real en el que se dieron y en la correspondiente correlación de fuerzas. Un ejemplo bien conocido es de utilidad aquí: la legalización del Partido Comunista de España el sábado santo de 1977. Desde un punto de vista objetivo, este hecho no debiera computarse como concesión alguna ya que la existencia misma del Estado democrático depende, entre otras cosas, de la libertad de partidos políticos. Sin embargo fue una concesión de la derecha, y una muy traumática, que estuvo a punto de dar al traste con la transición. Esta es la base del triunfo de la derecha: que, después de Franco, mantuvo el poder suficiente para determinar el marco del debate público.
El éxito del atado y bien atado del franquismo, que llega al día de hoy con el Invicto descasando en su ciclópeo mausoleo, se observa por todas partes, especialmente en el mantenimiento de la alianza entre el trono y el altar, el poder y la religión, base del nacionalcatolicismo, hoy tan vivo como siempre.