dilluns, 20 de gener del 2014
Los discursos de la izquierda.
diumenge, 19 de gener del 2014
Seísmo en la izquierda.
dijous, 4 de juliol del 2013
El lío de la izquierda.
Es casi una jaculatoria en los círculos de la izquierda: ¿cómo es posible que gobierne la derecha con mayoría absoluta siendo nosotros más? Algo de responsabilidad cabe aquí a la desunión, la fragmentación, tan típica de la izquierda como el polen de la primavera. Se oyen rumores unitarios. Esto no puede seguir así. Hay que formar frentes, alianzas, generar movimientos. Hay que ir a la unidad de la izquierda. Ya no como táctica para la victoria sino para la mera supervivencia.
Esa patológica tendencia al fraccionamiento de la izquierda (mientras la derecha es unitaria) debe tener alguna explicación y, luego de darle algunas vueltas, he llegado a la conclusión de que quizá se deba a una circunstancia -entre otras- muy curiosa que normalmente no se subraya: la diferencia entre la derecha y la izquierda es que, mientras aquella defiende intereses, esta defiende ideales. Los intereses son pedestres, materiales, muchas veces inconfesables, pero sólidos y aglutinan mucho. La derecha sabe siempre lo que quiere, el poder y el dinero. Los ideales son etéreos, sublimes, muchas veces quiméricos, muy diversos y alimentan las fantasías de omnipotencia de unos dirigentes carismáticos que siempre prefieren ser cabeza de ratón que cola de león. La izquierda no suele ponerse de acuerdo en lo que quiere porque carece de anclaje práctico.
Pero la república de los ratones no es una perspectiva verosímil. Ni siquiera deseable.
dissabte, 20 d’abril del 2013
El asesinato de Grimau.
dissabte, 9 de febrer del 2013
Adiós a la gran ilusión.
dilluns, 17 de desembre del 2012
La Declaración de Madrid, de IU.
dilluns, 3 de desembre del 2012
Los discursos de la izquierda.
diumenge, 23 de setembre del 2012
La batalla está en la izquierda.
La izquiera radical vive ahora un momento de dos ilusiones en una confusa relación causal: se ve a punto de aumentar sensiblemente su representación parlamentaria por la radicalización del voto que la crisis ha provocado y también se considera en el buen camino hacia la unidad de la diversidad sin que se sepa si es la unidad la que atraerá la mayoría o la mayoría la que impondrá la unidad. Es la doble ilusión que se simboliza bajo el nombre de syriza. Una izquierda mayoritaria no socialdemócrata y no comunista. Suena bastante inverosímil, pero es una idea. Y, mientras tanto, el capitalismo lo gobierna una derecha sin problemas de identidad.
dimarts, 18 de setembre del 2012
Carrillo o la biografía del comunismo.
dimarts, 7 d’agost del 2012
Sueño de una noche de verano.
divendres, 13 de juliol del 2012
Algo más que un error de cálculo.
dissabte, 17 de març del 2012
La revolución socialdemócrata
Lo único que puede sacar a Europa de la crisis es la socialdemocracia. El neoliberalismo ya ha fracasado dos veces: una cuando la hizo estallar y otra, a la hora de resolverla porque, igual que los monomaníacos, carece de flexibilidad para adaptar sus criterios a circunstancias nuevas o para cambiar de ellos. A su vez, la izquierda de tradición comunista no tiene propuestas porque las que eran verdaderamente suyas -planificación centralizada y socializacion de los medios de producción- ya habían fracasado muchos años antes de que llegara esta crisis. Es más, esta puede entenderse, en parte, como resultado del fracaso de la experiencia comunista, que dejó el capitalismo sin frenos ni contrapesos.
Solo quedan las propuestas de algunos otros grupos parciales y especializados, singularmente los ecologistas que pueden integrarse mejor o peor en un programa socialdemócrata. Este es el único que tiene posibilidades reales por ser reformista e incluyente, por aunar mercado con políticas de redistribución de la renta y justicia social. Por eso es tan codiciado por los demás, especialmente por los comunistas o sus herederos que tratan de hacerlo suyo explicando que los socialistas lo han traicionado, que se han hecho de derechas y que han abandonado la bandera socialdemócrata para que la enarbolen ahora los repentinos partidarios del Estado del bienestar al que llevaban treinta años condenando.
Pero la socialdemocracia está tan viva como nunca, cual se ha comprobado por el mitin del Partido Socialista de Francia, hoy en París, en el que han participado, además de François Hollande, el alemán Sigmar Gabriel (SPD), el italiano Pier Luigi Bersani (PDI) y Serguei Stanichev (PSE). Fórmulas para salir de la crisis, medidas concretas, factibles, que evitarán el colapso a que llevan las políticas de recortes de la derecha con Merkel y sus monaquillos, estilo Rajoy: renegociar el tratado de estabilidad, creación de los eurobonos, introducción de la tasa financiera, política de estímulo y redistribución de la renta, reorganización del Banco Central Europeo, relanzamiento, etc.
Las presidenciales francesas del mes que viene son cruciales para esta recuperación; como lo serán las legislativas alemanas de 2013. La recuperación del eje franco-alemán será el comienzo del fin de esta pesadilla hecha de crisis, estafa, abuso, explotación y miseria. Lo único que puede parar el evidente proyecto de Rajoy y la derecha española y catalana de acabar con el Estado del bienestar, los servicios públicos, los derechos de los trabajadores y los sindicatos.
Por eso resulta incomprensible que España no esté en ese cónclave francés, que no haga acto de presencia ni tenga propuesta alguna. ¿Creen los socialistas españoles que, después de lo sucedido, hay salvación para España al margen de Europa?
divendres, 24 de febrer del 2012
Muerte de un viejo guerrillero.
Me ha entristecido la noticia de la muerte de José Sandoval. Lo conocí y lo traté en el penal de Soria entre 1967 y 1968. Tenía una condena que debía ser diez o doce veces la mía y siempre pensaba cómo era posible condenar a tantos años de cárcel a un hombre tan tranquilo y tan afable. Pero esas eran las apariencias y una muy buena educación. Por dentro estaba hecho de materiales más duros. Era comunista, combatió en el Vº Regimiento durante toda la guerra civil y luego formó parte de un destacamente guerrillero en la Unión Soviética, en lucha contra los nazis. Un hombre que defiende voluntariamente sus ideas con las armas en la mano y no en las manos de otros, merece siempre respeto, incluso aunque uno no comulgue con esas ideas.
Hace unos años, publicó sus memorias (Una larga caminata. Memorias de un viejo comunista), con prólogo de otro correoso militante, el novelista Armando López Salinas. De ellas hizo Palinuro una reseña en su día (Los viejos comunistas), en la que contaba algunas de las cosas que se dicen aquí.
El poco ruso que sé me lo enseñó él. Y, si es poco, no fue por falta suya, que era un excelente profesor, sino porque cumplí condena, salí a la falta de libertad de la Dictadura en 1969, y no continué lo que había empezado. En varias ocasiones he podido comprobar que no era tan poco y siempre que así ha sucedido, me he acordado de él con gratitud. Ya en la calle, nos tratamos intermitentemente mientras fue director de la Fundación de Investigaciones Marxistas y siempre con mutuo agrado.
До свидания, Иосиф! Покойся с миром.
dilluns, 6 de febrer del 2012
La crítica en IU.
Juan Torres López es un joven y reconocido catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla que, a su buen hacer académico, añade una constante preocupación con los problemas prácticos económicos y políticos de la sociedad en que vive. Es hombre de izquierda y su actividad, muy valiosa, va orientada a suscitar el debate y proponer vías y medios para articular un propuesta sólida y viable sustitutiva del capitalismo no ya solo en este momento de crisis aguda sino como modo de producción. Su prestigio es merecido y considerable en los círculos de la izquierda y no únicamente de IU, con la que más se relaciona. Palinuro no coincide con él en sus puntos de vista. Pero lo sigue con atención y le agradece el esfuerzo que realiza por aportar soluciones en un panorama cada vez más sombrío. Si toda la izquierda a la izquierda del PSOE se expresara en los términos abiertos, argumentados, claros a la par que radicales en que lo hace Torres es posible que saliera del marasmo en que se encuentra.
Recientemente Torres ha publicado un artículo, (Frustrante Izquierda Unida) en el que señala cuatro defectos en esa organización que le parecen indignos desde un punto de vista ético de la izquierda que Palinuro comparte. Son de diferente calado. Hay dos que podríamos llamar de supuesta corrupción ad usum, otro de habitual zancadilleo orgánico en este caso a Gaspar Llamazares y otro, probablemente el más escandaloso, de unas Juventudes Comunistas cuyo equipo de alpinismo se llama Ramón Mercader. El artículo está escrito con mesura, sin hostilidad pero sí con desencanto y es muy digno de tenerse en cuenta.
IU es una organización de masas del Partido Comunista, con la que este disfraza sus siglas en la retórica tradicional de la unión de la izquierda. El PCE evita así competir en el terreno político democrático con su propio nombre que no cuenta con un apoyo electoral significativo, como sucede siempre con las opciones comunistas en todo el mundo, que jamás han ganado elecciones democráticas salvo en algún caso extraordinario y aislado, como en el Nepal. La táctica de parapetarse tras organizaciones de nombres no comunistas pero a las que se controla, es tradicional en el movimiento comunista desde el VII y último Congreso de la IIIª Internacional en 1935 que consagró la fórmula del frente popular. Este frente no puede aplicarse ahora porque el PSOE no quiere por lo que, haciendo de necesidad virtud, al hablar de los socialistas, los comunistas vuelven a la política de los años veinte, de "bloque contra bloque" y a calificarlos de "socialtraidores" si no "socialfascistas" que es lo que en el fondo se persigue al equipararlos con la derecha. El objetivo es claro y doble: desprestigiar a los rivales socialistas y acaparar para sí, monopolizar, el término "izquierda", dejando en la oscuridad el de "comunista", que no tiene tan buena prensa.
Los comunistas viven en la esquizofrenia de hablar un lenguaje de izquierda amplia, abierta y plural hacia fuera mientras cultivan una cultura y orgullo de partido con intensa retórica bolchevique... de puertas para dentro. Así se refleja continuamente en su vocabulario, tachonado de expresiones como revolución, lucha, clase, camarada, proletariado, trinchera y otras que, no por ser deslavazadas y carecer de armazón teórica que les dé sentido, dejan de ser reveladoras de una mentalidad que vive rememorando nostalgias de una revolución fracasada. Uno de los rasgos de dicha cultura es el valor que se da al ejercicio de la crítica y la autocrítica en el seno de las organizaciones revolucionarias a la que, en teoría, consideran acicate de la acción política. La crítica, principio de la dialectica de la negatividad, es el motor del progreso humano y la prueba de que los revolucionarios, que la aceptan y aplican sin ambages, son la parte pura de la humanidad.
En la teoría. En la práctica las cosas son muy distintas. Que yo sepa, el articulo de Torres López ha suscitado dos respuestas. Una de Salvador López Arnal titulada Matices a unas críticas sobre Izquierda Unida y la frustración magnífica por el fondo y por la forma. En ella se admiten civilizadamente puntos de la crítica de Torres, se cuestionan otros en función de las fuentes de información del crítico y se relativizan otros. Siempre en un campo de elegancia y entendimiento que es básico para el debate político fructífero. Palinuro cree que la crítica de Torres sigue teniendo su fuerza, pero es cierto que debe objetársele si ha contrastado bien sus fuentes.
Una segunda respuesta, en cambio, firmada por Javier Parra, concejal de IU (Juan Torres López, un lastre para Izquierda Unida) con un estilo y un ánimo tan insultantes, intransigentes y pretenciosos que convierte en premonitoria la crítica de Torres quien quizá debiera añadir a sus causas de frustración que alguien pueda escribir textos como éste. No hay en él una sola respuesta a los hechos y razones de Torres López sino un ex-abrupto pobrísimo, cargado de descalificaciones y "argumentos" ad hominem perfectamente irrelevantes pero todos con la muy aviesa intención de hacer daño personal, y un artículo que compromete a IU porque el autor lo firma como concejal de la coalición. Un texto en el mejor estilo de los linchamientos a que los comunistas que estaban "en la línea" sometían a los que no lo estaban desde las páginas de Pravda o Izvestia. Una respuesta inquisitorial, amenazadora, despreciativa y bronca.
Y muy típica de los comunistas. Entiendo que Torres López ya es mayor para saber con quién está tratando y sacar las conclusiones pertinentes. Pero me permito el lujo exponerlo con claridad: lo de menos en esa lamentable pieza de sectarismo dogmático es ella misma. Lo importante es lo que el autor, sin querer, viene a confesar y que quizá haga meditar a Torres el sentido de sus esfuerzos, esto es que, en efecto, IU no es otra cosa que una tapadera del Partido Comunista de España que, en el fondo de su corazón, sigue siendo el heroico partido de José Díaz, Dolores Ibarruri y el glorioso padrecito de los pueblos, José Stalin. ¿Se duda? Démosle la palabra el señor Javier Parra: "Quizá se olvide el señor Torres que el 90% de los carteles que pega Izquierda Unida los pegan comunistas; que el 90% de los actos que organiza Izquierda Unida los organizan comunistas; que gran parte de las sedes de Izquierda Unida son de los comunistas". ¿Entendido? Comunistas, espíritus de acero bolchevique, hombres entregados hasta el martirio, que no se corrompen, no son enchufistas, no ningunean a los camaradas valiosos y, por supuesto, tienen derecho a bautizar sus clubs de alpinismo como les parezca sin que haya de venir ningún apesebrado putativo del PSOE a decirles lo que tienen que hacer.
Una última palabra respecto al hecho de que alguien pueda bautizar una organización de alpinismo de las Juventudes Comunistas con el nombre de Ramón Mercader (quien, por cierto, yace en su tumba en Moscú, escrita en caracteres cirílicos), que tiene su aquel. Si el mundo fuera distinto y viviéramos en un paraíso angelical, la idea del nombrecito tiene gracia porque Ramón Mercador fue hábil con el manejo del piolet, instrumento simbólico del alpinismo. Pero, siendo la realidad como es y habiendo sucedido lo que ha sucedido en la historia, quien haya puesto ese nombre a una organización del Partido Comunista es un analfabeto, un demente o un tipo al que conviene no perder de vista.
¿Y qué son sus superiores? No lo sé, pero es claro que, si IU no es otra cosa que una pantalla tras la que asoma su peluda oreja el Partido Comunista, el Partido Comunista tampoco es otra que una organización en la que sigue latente -bien se ve- el espíritu criminal del estalinismo.
diumenge, 27 de novembre del 2011
Caballería roja. El arte y el comunismo.
La Casa Encendida alberga una portentosa exposición de arte soviético titulada Caballería roja. Arte y poder en la Rusia soviética, 1917-1945 con tal abundancia de material, magníficamente organizado por la comisaria, Rosa Ferré, que si se pretende contemplarla con cierto detenimiento, da para más de un día. Se ha hecho con un enorme esfuerzo de coordinación y colaboración con muchos museos de Rusia que debe aplaudirse porque el resultado es impresionante. En los cuatro espacios de exposición de la planta baja y sótano de la Casa Encendida se exhibe la mejor muestra del arte soviético, de todo él y en todas sus manifestaciones, que pueda imaginarse.
Hay cuadros de Kandinsky, Chagall, Malevich (uno suyo da nombre a la exposición), Deyneka, Brodsky, etc; carteles de El-Lissitsky, Dmitri Moor, Gustav Klutsis, Maiakosky; fotomontajes de Rodchenko y otros; música de Shostakovich y Prokofiev; libros y poemas de Ana Ajmatova u Ossip Mandelstam; novelas y relatos de Babel, Gorki, Pasternak, Pilnyak; bocetos y diseños de Meyerhold, Maiakovsky de nuevo; artefactos de Tatlin o Theremin; películas de Dziga Vertov, Eisenstein o Pudovkin; esculturas de Vera Mujina e Ivan Shadr. Treinta años de creatividad muy bien expuestos, que dan una idea de la evolución del arte soviético desde la revolución bolchevique hasta 1945, el fin de la Gran Guerra Patria, que no del estalinismo.
Sin embargo, esa idea puede resultar engañosa si el visitante no sitúa en el debido contexto la enorme afluencia de obras de arte que lo asaltan. Para hacerlo, lo aconsejable es comprar el catálogo de la exposición, una obra muy apreciable con aportaciones de especialistas en la materia. Las de Rosa Ferré, las más abundantes, son con mucho las mejores. De este modo, armado con las claves que en el catálogo se encuentran el espectador ya no corre peligro de caer en la trampa de una visión convencional del arte comunista que, de darse, vendría a ser como el triunfo póstumo de la única habilidad en la que el comunismo ha destacado con auténtica maestría: la propaganda.
En efecto, el visitante de buena fe recorrerá las salas y su primera impresión (que, muchas veces, la mayoría, es la única que se obtiene) será coincidente con la interpretación al uso de la evolución del arte soviético y que, más o menos, dice lo siguiente: con la revolución bolchevique, en vida de Lenin y durante los primeros años de la joven república soviética (hasta el ascenso de Stalin en 1927) hubo un tremendo florecimiento del arte, en medio de la libertad de creación más absoluta, un montón de genios en todas las ramas estéticas asombraron al mundo con la fuerza, la originalidad y la belleza del arte revolucionario. Es cierto que, en muchos casos, la creación procedía de las vanguardias prerrevolucionarias pero, a partir de 1917, el comunismo revolucionó no solo la política y la economía sino la literatura y el arte en general, haciendo aportaciones que todavía se imponen con fuerza. A partir de 1927, sin embargo, con el ascenso de Stalin y, sobre todo, al comienzo de los años treinta hay un giro de radical de la política artística del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), el mismo Stalin se mete en cuestiones estéticas, el más rígido dogmatismo ahoga toda creatividad artística, se instalan el realismo socialista y el culto a la personalidad, los artistas se convierten en acobardados servidores y propagandistas de la ideología pseudomarxista del estalinismo y las obras de arte son falsas, bombásticas o puro kitsch.
Esta interpretación al uso es parcialmente cierta y parcialmente no. Es cierta la segunda parte: el estalinismo significó la sumisión del arte a las obtusas directrices del PCUS, administradas por Jdanov, consuegro de Stalin y que tenía tanto sentido estético como un boniato; significó asimismo el soborno de los intelectuales y artistas que se sometieron y la persecución, la tortura, el destierro o la muerte para los que no lo hicieron. Este triste destino afectó a miles de creadores. De los seiscientos asistentes al congreso de escritores en Moscú en 1934, unos años después doscientos habían sido fusilados.
En cuanto a la primera parte, es cierto que en los primeros años de la revolución hubo una verdadera explosión de creatividad artística, pero es falso, como suele darse a entender (ya que nadie se atreve a decirlo claramente por ser claramente mentira) que tal explosión estuviera animada por las autoridades comunistas o que Lenin fomentara la creatividad artística que no estuviera estrictamente ligada a la propaganda. Más abajo volveré sobre este asunto que no es sino el enésimo intento de cargar todas las monstruosidades del comunismo sobre Stalin, salvando la figura de Lenin, cuando es claro que lo único que diferencia a Lenin de Stalin, en esto como en todo, es que el primero murió prematuramente y no le dio tiempo a llevar a cabo todos los crímenes que cometió el segundo. No obstante hizo lo suficiente para justificar este juicio que, insisto, expondré al final de la entrada.
Antes unas palabras sobre el régimen de terror de Stalin que literalmente revuelve las tripas. En 1932, el ex-seminarista pone fin a la multiplicidad de escuelas, corrientes e ismos artísticos y crea una Unión de Escritores Soviéticos. El congreso de 1934 impone la doctrina del realismo socialista y ésta se expande a todas las ramas del arte a partir de la creación en 1936 de un Comité de Asuntos Artísticos de la Unión. Los artistas y creadores que querían prosperar tenían que pertenecer a estas organizaciones; los que no lo hacían ya sabían que les esperaba el ostracismo, la persecución o algo peor. Stalin fue especialmente duro con los escritores y, en concreto, con los poetas: Maiakovsky, Yesenin y Marina Tsvetaeva fueron empujados al suicidio, Mandelstam murió en el gulag, como Shyleiko y Nicolai Punin, segundo y tercer maridos de la poetisa Ana Ajmatova, cuyo hijo, Lev Guvilev también fue deportado y murió en consecuencia. Todo esto lo encontramos en la exposición.
Es Ajmatova, precisamente, la que cuenta en su introducción al primer poema de su obra Requiem que sólo pudo publicarse en Rusia en 1987 la famosa y estremecedora historia que mejor describe el terror stalinista. Estaba la poetisa en una de aquellas colas de familiares de presos y desaparecidos que todos los días tenían que ir a la puerta de la cárcel de Leningrado a esperar durante horas con temperaturas bajo cero por ver si conseguían alguna noticia de sus allegados y que tan bien describe Grossman en alguna de sus obras, cuando una mujer que estaba detrás le susurró al oído (nadie podía hablar en voz alta): "¿puede usted contar esto?" "Sí", respondió Ajmatova, "puedo". El resultado es el poemario Requiem, que pone los pelos de punta.
Pero no fueron únicamente los poetas los perseguidos. En los años del Gran Terror (de 1934 a 1940), Stalin hizo fusilar pintores (Pavel Filonov, 1937), cartelistas fieles hasta la muerte (Klutsis, 1938), novelistas (Boris Pilnyak, 1938; Isaak Babel, 1940), cineastas (Boris Shumiatsky, 1938), dramaturgos (Vsevolod Meyerhold, 1939) o periodistas (Mijail Koltsov, 1940). La exposición contiene obra de todos, mucha de ella, paradójicamente, alabando a su asesino. Por supuesto, al ser la exposición de arte, nada se dice de la masacre estalinista de políticos, militares, médicos, científicos y gente de la calle. Aun hoy es imposible calcular cuánta gente asesinó este tirano.
¡Ah, pero es que el estalinismo fue una degeneración del comunismo, del leninismo! Lenin era otra cosa. ¿Acaso no previno en su testamento de lo que se venía encima con el georgiano al que él mismo había nombrado secretario general? Es posible que tuviera segundos pensamientos pero, en realidad, Stalin no es sino la continuación de los métodos de Lenin. Fue Lenin quien cerró la asamblea constituyente y ahogó la democracia en la cuna; fue él quien ordenó reprimir a sangre y fuego la sublevación de Kronstadt, él quien hizo fusilar al Zar y su familia, incluido el zarevich, un niño, sin juicio alguno (y mantener oculto este crimen durante años) y él quien puso en marcha los primeros campos de concentración. En realidad no es Stalin ni tampoco Lenin, es el comunismo. Con él comienza el terror y la única diferencia entre Stalin y Lenin es que éste fallece muy pronto, está muy ocupado con la supervivencia del poder bolchevique (guerra civil, comunismo de guerra, NEP) y, desde su muerte (en 1924) hasta el triunfo de Stalin en la lucha interna por sucederle (1927), los comunistas tienen poco tiempo de ocuparse de los artistas.
Es decir, el grandioso florecimiento del arte revolucionario que se abre en 1917 es posible no gracias a los bolcheviques y Lenin, sino, al contrario, gracias a que los bolcheviques y Lenin estaban ocupados tratando de sobrevivir. Así se desarrollaron las vanguardias, o los grupos de artistas, como el Proletkult o Lef, por cierto, todos ellos sinceramente bolcheviques y revolucionarios. De todo esto hay magníficos ejemplos que suspenden el ánimo en la exposición. En punto a producción artística, la Rusia bolchevique no tenía nada que envidiar a la Alemania de Weimar. Y si en ésta hubo expresionismo o la neue Sachlichkeit, en Rusia hubo futurismo, constructivismo, acmeísmo, suprematismo o productivismo. Otro curioso parecido que se daría unos años después entre Alemania (ahora la nazi) y la URSS fue la persecución de las formas artísticas que disgustaban a las respectivas tiranías y ambas bajo el mismo nombre: "arte degenerado".
Pero todo ello no gracias a Lenin, sino a pesar de él. El fundador del bolchevismo no tenía inquietudes artísticas y sus gustos eran conservadores, por no decir del montón. Odiaba las vanguardias (para vanguardia ya estaba él) y los ismos. Su único interés en el arte residía en su faceta propagandística y por eso apoyó el cine, puso al dramaturgo Anatoli Lunacharski al frente del comisariado de arte y facilitó que se crearan aquellos trenes que llevaban los documentales de Dziga Vertov por los pueblos de la estepa. Pero ahí se acababa su preocupación y en el resto fue tan arbitrario y censor como Stalin sólo que mucho menos eficaz. Si Nadia Krupskaia iba al teatro y no le gustaba la obra, el dramaturgo recibía un aviso, igual que cuando Stalin iba al estreno de, por ejemplo, la Lady Macbeth de Shostakovich, no le gustaba y, al día siguiente, la Pravda cargaba contra una música que no era tal, sino un caos burgués, asunto peligroso que podía llevar al creador al gulag. Fue Lenin quien mandó al exilio a docenas de intelectuales y creadores, desde el novelista Evgenii Zamiatyn hasta el filósofo Nicolai Berdiaev, pasando por el sociólogo Pitirim A. Sorokin. Y fue igualmente Lenin quien hizo fusilar en 1921 a Nicolai Gumilev, primer marido (divorciado) de Ana Ajmatova, bajo la acusación de conspiración monárquica. Aún no se había descubierto la práctica de torturar y fusilar gente bajo la acusación de trostkistas. Es el estalinismo, es el leninismo, es el comunismo en definitiva, el que ahoga toda libertad creadora y, cuando puede, termina con los mismos creadores.
Una última noticia respecto a otro episodio siniestro de abyección de los intelectuales y artistas en la Unión Soviética que se encuentra documentado en la exposición y del que da cumplida cuenta el catálogo. En 1934, Maxim Gorki pone en práctica su teoría de que los escritores deben trabajar en brigadas como los proletarios y escoge a ciento veinte autores para escribir un libro glorificando la construcción del canal de Bolomor, que unió el mar Báltico con el el mar Blanco con una longitud de 227 kms. Era una de las grandes obras emblemáticas del estalinismo y no sólo por la proeza de ingeniería. Lo que Gorki y los demás escritores al servicio de Stalin celebraban era el hecho de que la obra fuera, además, una comprobación de las doctrinas comunistas sobre la regeneración de los presos mediante el trabajo forzado. Porque el canal -que los ciento veinte autores visitaron mientras se construía- fue obra de presos que lo hicieron picando el granito casi con las manos. Es decir Gorki y los autores estalinistas no tuvieron inconveniente en glorificar el gulag.
Relación de imágenes:
Primera: Kasimir Malevich, Caballería roja (h. 1930).
Segunda: El Lissitsky, Derrotad a los blancos con la insignia roja. (1920).
Tercera: Kuzma Petrov-Vodkin, Retrato de Ana Ajmatova (1922).
Cuarta: Isaak Brodsky, Stalin (1933).
Quinta: Stepan Karpov, La amistad de los pueblos (1922-24).
Sexta: Vera Mujina, El trabajador y la koljosiana (s.d.).
Séptima: Gustav Klutsis, Viva la URSS (s.d.)