En esto llegó la izquierda. IU ha celebrado su Xª Asamblea Federal en un clima de exaltación y euforia. No es de extrañar. La IXª presentaba un panorama desolador, agrio, fraccionado. Ahora todo es unidad, parabienes, alegría desbordante. Menudean las declaraciones ditirámbicas y los propósitos verdaderamente audaces, a veces rimbombantes. Hay quien ve la llegada de un amplio (supongo) Frente de la Izquierda y también quien habla de un momento prerrevolucionario. Cayo Lara en su discurso de elección por unanimidad, pide a toda la izquierda agruparse en torno a IU, a la que define como la Syriza de España, con voluntad de movilizar a la mayoría social para cambiar la realidad por medio del logro del gobierno. Bien. Lo de Syriza no es cierto pues en la formación griega no hay partido comunista dominante como tal mientras sí lo hay en IU y esto no es un asunto intrascendente. Además, resulta algo desorbitado hablar de llegar al gobierno cuando se cuenta con el siete por ciento del voto y una expectativa del once por ciento en el mejor de los casos y a tres años de las elecciones.
La Asamblea ha aprobado un documento programático (desgranado luego en cincuenta propuestas prácticas) de carácter ideológico, llamado la la Declaración de Madrid del mayor interés. Se trata de un texto muy respetable, merecedor de estudio detenido, cosa que se propone Palinuro desde un punto de vista de izquierda no comprometido con partido alguno.
El texto está bastante bien redactado, sin la farragosidad huera de estos escritos, es claro y conciso. Tiene dos partes, una expositiva/teórica y otra dispositiva/práctica y están claramente diferenciadas si bien al final, por aquello de concluir con lo esencial, hay un poco de batiburrillo.
La primera parte contiene un diagnóstico claro al uso de la crisis, sus causas y consecuencias. Es una visión aceptada en general en la izquierda y sin duda está basada en estudios más extensos, impropios para este lugar. Poco por objetar, ni es el momento de hacerlo. Aunque podríamos entretenernos averiguando por qué sostienen los autores que esta no es una "crisis capitalista clásica". Parece serlo de todas todas. Lo no clásico es la respuesta política. En todo caso, la parte declarativa formula una propuesta esencial: encontrar una salida anticapitalista a la crisis. Para ello se pasa a la parte dispositiva/práctica.
Esta se subdivide en tres aspectos: medidas económicas, democráticas y de derechos y sociales. Hay una abultada variedad pero es difícil no subscribirlas casi todas. Reforma fiscal progresiva, banca pública, persecución del fraude y la economía sumergida, auditoría de la deuda, etc en el capítulo de los dineros; restablecimiento del derecho al y del trabajo, salario mínimo decente, renta básica, prioridad al empleo, al gasto público en sanidad, educación, clases pasivas y fomento de inversión pública; República federal, reconocimiento del derecho a decidir, igualdad de género, derechos de las minorías, atención al medio ambiente, derechos universales a la sanidad y la educación. Difícil no coincidir desde la izquierda. No obstante y salvo alguna cuestión, siempre discutible, como el derecho a decidir (que Palinuro aplaude) el anticapitalismo no se ve por parte alguna. En su ya larga historia, este sistema ha convivido con algunas o todas de estas medidas. El capitalismo keynesiano -al que la la izquierda criticaba acerbamente hace cincuenta años y ahora añora- era eso más o menos. Incluso era más. Ese nebuloso párrafo de la Declaración que pide la planificación democrática de la economía, con un nuevo modelo económico, social y ecológicamente sostenible, quizá lo único tímidamente próximo al anticapitalismo, ¿qué quiere decir? Es la famosa "planificación indicativa" de todos los manuales de economía capitalista de los años sesenta? ¿La que servía para los "planes de desarrollo" del franquismo entre otros? ¿O es otro tipo de planificación? Si es así, ¿cuál? Quizá el que se intuye en un párrafo también insinuante, perdido en lo profundo del texto cuando habla de alcanzar la socialización de otros espacios como la Banca, el crédito, la energía y otros sectores estratégicos de producción. Socialización doble, traicionada por el subconsciente. Ahí, me temo, va a tener problemas IU para ampliar su base electoral.
Alguno más le vendrá de un apartado especialmente feliz en la Declaración: el propósito de integrar los movimientos ciudadanos de rebeldía en la gran Syriza española, lo cual ya ha empezado a ponerse en práctica, incorporando a representantes de estos movimientos (la PHA, por ejemplo) en los órganos ejecutivos de IU. Se abre esta aquí a una tensión entre el carácter desestructurado y flexible de estos movimientos y la hegemonía del PCE en IU. El planteamiento es el de siempre: IU es la vanguardia de las amplias luchas sociales y el PCE es la vanguardia de la amplia IU. El PCE no puede disolverse en IU porque, en el fondo, es su estructura; pero no puede mantenerse porque tarde o temprano vicia el funcionamiento de una organización orientada hacia un régimen asambleario.
En todo caso, de anticapitalismo, nada salvo si por tal se entiende cuestionar la Unión Europea. El propio documento se marca el límite que critica en los neoliberales y sus adláteres socialistas cuando reconoce ingenuamente que se trata de limitar el déficit sin recurrir a más deuda. El impago de parte de la deuda ilegítima, por lo demás, es el ejemplo del modelo islandés. Es un programa perfectamente socialdemócrata. Y no se acaba de entender por qué no se habría de proponer al PSOE como base para una hipotética unidad de la izquierda que muchísima gente desea en el país. Es más, aunque algunos militantes, entusiasmados por el éxito de la asambles hayan hablado de momento prerrevolucionario, que podría poner los pelos de punta a algún socialdemócrata finolis, el texto, de 3.892 palabras, no contiene ni una vez el término "revolución". Habla de rebelión en dos ocasiones en una llamándola "democrática" y en otra "social", pero sin más precisiones. Como cuando Palinuro hablaba de la insurrección permanente, allá por el mes de julio.
¡Ah, pero es que la Declaración habla de Proceso Constituyente, amigo, frente al blandorro de Rubalcaba quien solo habla de reformar la Constitución y... si el PP está de acuerdo! Cierto. En algo han de diferenciarse la izquierda radical y la moderada. Pero ambos quieren tocar la Constitución. A lo mejor pueden ponerse de acuerdo en un mínimo.Cierto, IU siente inclinación por la voz de la calle que lleva ya tiempo pidiendo un proceso constituyente. Cabe suponerle, no obstante, cabal conocimiento de cómo suelen (o pueden) darse dichos procesos. En ellos se activa un poder único, excepcional el poder constituyente. Y este solo puede actuar mediante lo que la Declaración no menciona ni una vez: la revolución.
Pero no haya temor. Es inexistente el espíritu unitario de la izquierda en España. El PSOE es el enemigo. Una vieja historia. El "enemigo" tiene casi siete millones de votos en sus horas más bajas; el 28,7%, cuatro veces más que IU. Declararse enemigo de siete millones de personas no suele ser buen negocio y la alternativa es peor pues consiste en decir que, no siendo enemigos, no saben lo que votan; son tontos, vamos. De los votantes del PP, innecesario hablar aquí.
Quizá consiga IU coronar su proyecto de eliminar el bipartidismo y hasta arrebatar la hegemonía en la izquierda al PSOE. En la vida todo es posible. Pero no es muy probable. Y, en el caso de que lo fuera, estaría por ver si IU tiene posibilidad de administrar la complejidad del gobierno con el 35 o el 40% del voto cuando ya solo la complejidad de la organización actual, con el siete por ciento, produce infinitos sobresaltos.
¿Y el PSOE? También los socialistas se reunieron aunque en mucho menor concilio. Acudieron los barones a despachar con Rubalcaba en sede matritense y se aprobaron las propuestas del SG, consistentes en no hacer casi nada o nada y seguir flotando a merced de la corriente, a ver a dónde los lleva. Los llaman oposición responsable, pues quieren decir que no muerden. Pero tampoco hablan o apenas lo hacen. Hasta ahora han venido esperando que el PP se aviniera a algún tipo de pacto de Estado y ya han descubierto media docena de veces que eso es tan posible como un crecepelo eficaz. No importa: siguen descubriéndolo. El último, Ramón Jáuregui ayer, muy contrito: "No hay posibilidad de llegar a acuerdos con el PP. Y lo siento". Fantástico. No las hubo nunca, buen hombre. Así, procede moverse.
El primer mandato es mantener la calma ante todo, parece decir la dirección actual. Un periodo de recomposición interna. Nada de primarias pues agitan los ánimos, hasta luego de las europeas de 2014. Después, ya se verá. Somos un partido serio, la nave capitana. No podemos ir a la ligera, aunque a veces se dispare alguna andanada como esa de Óscar López diciendo muy bravo que el PSOE "impedirá por ley" la privatización de la sanidad. Como si cambiar la ley fuera algún problema para el PP.
La dirección ha embarcado el partido en una gran tarea de reflexión teórica, de estudio y meditación, para bajar en octubre de 2013 como Moisés del Sinaí, con las Tablas de la Ley en forma de propuesta alternativa a este gigantesco desbarajuste de la crisis económica, política, social, moral.
Y uno se pregunta, mientras llega la verdad revelada, ¿qué hay de malo en echarle una ojeada a la Declaración de Madrid de IU y mostrarse menos estirados y más proclives a la acción unitaria? Al fin y al cabo, el PSOE gobierna con IU en Andalucía. IU, a su vez, posibilita el gobierno del PP en Extremadura. Pero ese es un asunto de IU, no del PSOE. El ataque capitalista, neoliberal al Estado del bienestar y a los derechos de la población está produciendo un desplazamiento de la opinión pública hacia la izquierda. Los socialistas catalanes, los más díscolos con la dirección, juntamente con Tomás Gómez, de Madrid, piden un giro a la izquierda, amargando más la vida al actual SG que es hombre más bien conservador a quien los caprichos de la veleidosa fortuna llevan a veces a sostener que el PSOE es radicalmente anticapitalista. Seguramente se trata de un anticapitalismo como el de IU. No veo por qué no se hablan.