diumenge, 16 de desembre del 2012

¿Es un fracaso el primer año de Rajoy?

Aparentemente, sí. Los datos, los números, cantan. Los barómetros dan una popularidad bajísima del presidente, solo superada a menos por la del líder de la oposición mayoritaria. La intención de voto al PP se ha desplomado y la del PSOE sigue en el fondo más bajo. Los indicadores socioeconómicos meten miedo. El paro avanza incontenible, al igual que los desahucios y el empobrecimiento general de la población. Es de conocimiento común (aceptado, incluso, por su protagonista) que Rajoy ha hecho lo contrario de lo que dijo en las elecciones y la investidura. Su crédito es inexistente. En el ámbito internacional, la situación oscila entre lo bochornoso y lo lamentable. Y así sigue. En el Consejo Europeo de ayer, en rueda de prensa, el hombre suelta la siguiente melonada "cuando llegué, sólo oía hablar de disciplina fiscal y austeridad. Hoy se habla de crecimiento, unión bancaria, unión económica y unión fiscal y eso es importante". Casi parece que esos ineptos eurócratas no supieran de lo que conviene hablar hasta que llegó él. Puede parecer una implicación exagerada. Pero no descarten que la crea en su fuero interno. Por lo demás, la inepcia de la declaración es evidente cuando se comprueba que, aunque en Europa se hable de crecimiento, aquí sigue hablándose de disciplina fiscal y de austeridad. Lo cual equivale a una confesión paladina de fracaso.
Por tanto, ¿fracaso?
Según cómo se mire. Si es por el cumplimiento de las promesas optimistas de generar confianza, reducir el paro, mantener el poder adquisitivo de las pensiones, etc, etc, esto es, el incumplimiento del programa oficial, la respuesta es: desde luego, fracaso total.
Pero es que el fracaso en ese campo el PP lo daba ya por descontado. De sobra sabía Rajoy que carece de todo plan, de toda idea que no sea seguir las directrices alemanas. Eso no era lo importante. Lo importante era el programa oculto, esto es, el programa de reformas ideológicas retrógradas que desmontaran el Estado del bienestar y el complejo sistema de derechos en que descansa.
Ahí, de momento, el triunfo es rotundo. En solo un año, la educación pública ha sufrido un ataque descomunal en todos los campos, no solo el económico, también el político, el ideológico, el lingüístico, el religioso. Un retroceso de más de treinta años que no tiene nada que ver con la crisis económica.
Las mujeres pierden el derecho a disponer libremente de su maternidad. Ya veremos lo que sucede con los matrimonios gays. Y los justiciables han perdido el derecho a la tutela efectiva de los tribunales que ahora solo se dispensa a quienes puedan pagarla. En general, la idea es que todos los servicios públicos sean de pago. Primer paso hacia su posterior privatización. Todos. Incluida la justicia.
En materia de sanidad, el expolio es sencillamente monstruoso. Se priva del derecho a la salud a muy numerosos colectivos, se encarece para todo el mundo, se suprimen servicios esenciales. Se pretende privatizar el sistema hospitalario en favor de empresas que buscan el beneficio y en modo alguno la garantía de unos derechos.
La política de orden público presenta rasgos de autoritarismo y arbitrariedad que hace pensar en un proceso de fascistización. Las fuerzas de policía hostigan a los ciudadanos que ejercen sus derechos y pisotean estos continuamente y, cuando recurren a la violencia lo hacen de forma desmesurada, con ánimo intimidatorio.
El más conculcado, el derecho a la información y la libertad de expresión. El ministerio del Interior pretende prohibir la grabación de las actuaciones públicas de la policía, a la que tolera que actúe aunque sus agentes no lleven visible la preceptiva placa de identificación. Si no es un Estado policía, empieza a parecerlo. Con ribetes de estado de excepción permanente.
La colonización de los medios de comunicación públicos es completa y descarada. Dichos medios son meras empresas de propaganda del gobierno. Periodistas y tertulianos recitan los argumentarios del PP día y noche y así consiguen que la audiencia se desplome a niveles ridículos. De lo que se trata es de que la gente deje de ver programas políticos, informativos, tertulias por su absoluta falta de calidad y se concentre, en cambio, en contemplar corridas de toros, que vuelven a la TV porque el ministro Wert -él mismo de la familia de los bóvidos, según propia confesión- los considera una forma cultural reciamente española. O partidos de fútbol, la auténtica nación hispana.
Frente a ese triunfo incuestionable de la derecha clerical más reaccionaria, ¿qué hace la izquierda? IU está en su X Asamblea y el PSOE ha reunido un Consejo Territorial en el que de lo que menos se ha hablado ha sido de territorios. Ambos parecen prepararse para lo que se avecina (quedan tres años de camino involucionista triunfal), pero de ello hablará Palinuro mañana.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).