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dilluns, 20 de gener del 2014

Los discursos de la izquierda.

En la entrada de ayer, titulada seísmo en la izquierda decía que, en caso de darse un diálogo sobre la unidad de esta, habría de ser sobre propuestas concretas. Eso es lo interesante y aplazaba a hoy una consideración de los discursos. Porque el impacto, la agitación, la efervescencia de declaraciones, contradeclaraciones, etc son evidentes: presentación de Podemos, debate sobre primarias en IU; también Equo está en proceso de este tipo de elecciones, que presenta como ejemplar y hasta el portaaviones del PSOE se agita con zafarrancho de primarias. Nadie para quieto, todo se mueve, los medios no dan abasto, los tertulianos necesitarían otra boca suplementaria.

Lo que no está claro es que ese frenesí, ese bullir material, esa agitación que se presenta ya como una forma nueva de hacer política, responda a un plan, una idea, un proyecto específico que tenga detrás un discurso. En la izquierda hay sectores leninistas. Al menos aparece el nombre del revolucionario bolchevique de vez en cuando en sus manifestaciones. Y era Lenin quien en su ¿Qué hacer? dejó dicho que sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario. Olvídemosnos del dichoso adjetivo. Muy poca gente propugna hoy una revolución. El substantivo ha desaparecido del discurso político habitual, excepto sectores marginales. Queda la cuestión de la teoría. Y queda la pregunta: ¿hay teoría? ¿Hay teoría para ese movimiento que no se puede llamar revolucionario, aunque ganas no faltan? ¿Hay teoría o hay retórica?

Las diferentes fuerzas de la izquierda tienen sus discursos también de naturaleza y consistencia diferentes. Equo posee una teoría clara, definida pero especializada, lo cual redunda en perjuicio de sus expectativas. Pedir el voto para unas medidas específicas equivale a reducir su valor pues el votante se manifiesta en una multiplicidad de frentes, no solo el ecológico. Para resolverlo, la organización se ve obligada a pronunciarse en una variedad de asuntos coincidentemente con otros partidos de la izquierda lo que abre la cuestión de por qué no se suma a alguno. Equo no augura mucho espíritu unitario por razón de supervivencia.

Podemos acaba de irrumpir como la cabalgata de las Valkirias, despertando asombro. Ya están escribiéndose tratados sobre el liderazgo mediático, el carisma digital, la fuerza de las redes. Pocas veces se ha visto tan claro cómo una multitud (50.000 son multitud), dispersa, anónima, de pronto, adquiere un rostro. Seguro que también están desempolvándose viejos debates sobre la relación entre la masa y el individuo. Podemos, dicen los críticos, es un fenómeno mediático. Sí, claro; en una época mediática. Bien, la presentación de Podemos ha sido una representación, sin duda; un espectáculo, una escenificación cuidadosamente preparada. Perfectamente razonable. Lo que corresponde ahora es conocer el texto. La frase, los gestos, la iconografía son un hallazgo. Pero el discurso suena retórico, ambiguo, impreciso. "Otra forma de hacer política", dicen, en clara reminiscencia del alterglobalizador "otro mundo es posible". De acuerdo, ¿cuál mundo? ¿cuál política? Los viejos partidos ya no sirven. Hay que buscar nuevas formas de acción. Perfecto. ¿Cuáles?

En IU el discurso es algo más abundante, pero no está mejor organizado ni es muy coherente. Lo cual es lógico. El alma de IU es el Partido Comunista y, desde la caída de la Unión Soviética el comunismo arrastra un déficit de legitimidad tan profundo que no puede articular teoría alguna. La crítica al capitalismo y su manifestación visible en el mercado ya no se acompaña con propuestas alternativas acerca de con qué substituir a aquellos. Nadie propone, al menos claramente, la socialización de los medios de producción, la abolición del mercado y su substitución por un sistema de planificación centralizada. En esas condiciones es muy difícil elaborar una teoría crítica de la socialdemocracia tradicional porque no tiene en dónde apoyarse. Es un discurso débil y confuso que no fía tanto en la elaboración de propuestas propias como en la táctica de apoderarse de las de la socialdemocracia clásica empujando a la socialdemocracia real, al menos retóricamente, al campo de la derecha.

En el PSOE, la situación es grave, casi terminal. En las turbulencias de la crisis (y en parte movido por su amarga derrota de nov. de 2011) ha optado por convertirse en partido de orden, de Estado, incluso dinástico. La teoría se encargó a la intelligentzia del partido en aquella Conferencia Política que parió un ratoncillo asustado, pero monárquico y muy español. No importa; de lo que se trata es de recuperar el apoyo electoral. La teoría puede esperar. La apuesta por el orden puede hoy parecer ajena al espíritu del tiempo y, aunque repela a los votantes radicales, atraerá al abundoso centro-izquierda. Y, como todas las apuestas, se revelará al final. No es previsible que en España suceda como en Italia y Grecia; pero tampoco es imposible. Por ello mismo y porque, por muy pragmático que se haya hecho el PSOE, tiene una vocación de izquierda que en algún sitio habrá de demostrar debe proponer ese diálogo de una unidad de la izquierda basada en un programa mínimo común.

Un programa mínino común de la izquierda sería la mejor base para un gobierno con una triple tarea: a) derogar toda la legislación de la derecha, contraria a los intereses, los derechos y las libertades de la mayoría de la gente; b) convocar un proceso de reforma constitucional con participación de todos y sin condiciones previas; c) adoptar mientras tanto medidas de ampliación y consolidación de la democracia en España de carácter progresista y redistributivo.

diumenge, 19 de gener del 2014

Seísmo en la izquierda.

La presentación de Podemos ha revolucionado la izquierda. Uno piensa que ha de ser grato para esta verse en tal situación, como al pez le gusta nadar y al pájaro volar, pero no parece ser el caso. En tiempo record -todo cuanto tiene que ver con esta iniciativa sucede aceleradamente- ha habido variedad de reacciones, desde las hagiográficas hasta las iracundas y agresivas. Es así porque la decisión demuestra la existencia de una necesidad sistemáticamente ignorada. Lo lógico no es ponerse a insultar, sino pararse a reflexionar y, probablemente, dialogar. Lo digo porque he visto en Twitter tuits y en otras redes comentarios con una extraordinaria agresividad personal hacia los impulsores de la plataforma

Eso es impropio de la izquierda. Por supuesto, Podemos es una iniciativa fundamentalmente mediática y viralizada en las redes sociales, gracias a la personalidad casi carismática de su rostro visible, Pablo Iglesias. Pero eso no es un demérito, sino al contrario. Ya es hora de que la izquierda deje de ofrecer la figura del agrio sermoneador y se adapte a las nuevas vías y formas de comunicación. Mahoma tiene que ir a la montaña. La crítica más habitual es que lo mediático anula la fuerza, el fondo, del mensaje, como si los discursos en las plazas de toros los contuvieran. En la era digital la política es digital, tiene códigos nuevos y su propia iconografía, plenamente conseguidos en la figura de Iglesias. En los ataques a este hay mucho de envidia. A ver este parvenu que no se ha chupado mili y ya lo conoce todo el país. En lugar de estudiar sus modos y procedimientos para ver cómo se obtienen tan óptimos resultados, cuestionan sus intenciones que, por lo demás, hasta la fecha, bien claras son. Ojalá esta situación imprevisible pero esperable sirva para debatir cuestiones pendientes y encontrar vías nuevas sin insultarse y sin agredirse.

Palinuro aprovecha la ocasión para cuestionar el nombre, Podemos. Chupa rueda del Yes we can. Hay que rascarse el magín y ser más originales. Este Palinuro es un impertinente.

El problema de la izquierda es la fragmentación. Se perfilan varias candidaturas a las elecciones europeas. Ahorro las consabidas monsergas sobre el carácter de estas consultas. Tengan el carácter que tengan, el problema de la izquierda es la fragmentación. A resolverlo debiera dedicar todas sus fuerzas. Y no es difícil.

Carece de sentido, se dice, fundar una opción nueva y hacerlo en nombre de la unidad. Parece cierto. Pero también (o más) es lo contrario: para llevar a la unidad conmigo a una fuerza, lo mejor es mostrar la misma fuerza. Así puede establecerse un diálogo de igual a igual, una negociación de mutuo provecho. Alguien objetará qué tenga que negociar una organización consagrada, como IU, institucional, respetable, con respaldo electoral con un grupo de advenedizos que solo son un fenómeno mediático. Podrá decirse eso y podrán decirse muchas otras cosas, pero, a la postre la cuestión sigue siendo sí o no; se dialoga o no se dialoga sobre la unidad de la izquierda, un objetivo que ambas partes dicen compartir. Sí o no. Las cuadernas del viejo aparato chirrían pero: ¿sí o no?

Si al final es sí, como parece razonable, el diálogo tendrá que versar sobre propuestas concretas y viables, no sobre fórmulas retóricas. Cada parte habrá de hacer explícito su discurso. Y aquí es donde van a manifestarse los problema porque si IU carece de una alternativa específica, claramente identificable que no se agote en la negación del PSOE, Podemos tampoco tiene un discurso propio distinto de la negación del PSOE y de IU. Ese es el fondo de la cuestión para una perspectiva de izquierda y el que nos corresponde considerar.

Pero ya será en otra entrada porque esta debe concluir con una declaración de parte. Palinuro no considera que, caso de llegarse a un acuerdo en ese diálogo (que desea de todo corazón), se haya conseguido la unidad buscada porque, como es sabido, se niega a excluir al PSOE de la izquierda. Ya sé que, al llegar aquí, más de un lector sentirá deseos de retorcerle el cuello (a Palinuro, no a la izquierda), pero no estaría bien que el hombre no dijera lo que piensa. Los diálogos con reservas no son diálogos.

Palinuro siempre juzgó una aberración la consigna PSOE, PP, la misma mierda es. Una simpleza y un  dislate bien patente, pues obliga a decir que tener derecho a abortar y no tenerlo es lo mismo. En fin. Como es un disparate sostener que el PSOE -uno de los hacedores del Estado del bienestar- es su enemigo porque se ha convertido en un partido neoliberal. Y otros errores de bulto que inducen a pensar que quizá no sean errores sino tácticas de propaganda para conseguir el ansiado sorpasso con los socialistas.

Por supuesto, aquí no se ignora el calamitoso estado interno del PSOE tanto orgánica como doctrinalmente. Los largos años de gobierno (en Andalucía, de por siempre) lo han burocratizado, anquilosado, poblado de intereses de capillas y oligarquías, corrompido. El pragmatismo del poder conjuntamente con la virulencia de la crisis lo ha hecho orientarse a la derecha a veces clamorosamente, hasta el punto de hacer lo contrario de lo que decía querer. El PSOE tiene grandes contradicciones internas, situación que, por lo demás, tampoco es nueva. Igual que hay partidarios de la Monarquía y de la unidad entre la iglesia y el Estado, hay corrientes que están en contra de ambas. Me atrevería a decir, la mayoría. Ya no estoy tan seguro sobre la cuestión catalana. Pero esa es otra cosa. El PSOE no es un partido de derecha. Es un partido de izquierda socialdemócrata. Dinástico, sí, pero solo accidentalmente, mientras dure esta dirección. Empeñarse en que la socialdemocracia no es social ni democrática, y hacerlo desde una perspectiva que abraza la tradición comunista tiene su pizca de complejidad.

En todo caso, para no perder mucho tiempo con los inmarcesibles principios, ese partido contradictorio, cuarteado, ambiguo, a veces oportunista, en primer lugar no se escinde y, en segundo, mantiene un suelo mínimo de intención de voto en torno al 27 por ciento, diez o más puntos por encima de IU. Estos datos son esenciales porque, que se sepa, nadie aspira a llegar al poder si no por las vías electorales. Ganar las elecciones es el objetivo prioritario de quien pretenda gobernar. Condición imprescindible, guste o no guste. Así pues, al modestísimo entender de Palinuro, la izquierda toda -entendiendo por tal el PSOE, IU y cuantas organizaciones quieran sumarse, quizá incluyendo las nacionalistas- debiera ser capaz de sentarse en una mesa y acordar un Programa Mínimo Común de la Izquierda con compromiso contractual firme. Que no dejará satisfecho a nadie, por supuesto; que obligará a las partes a insistir en pro de sus reivindicaciones específicas, también por supuesto. Pero dentro del marco de ese programa mínimo común de la izquierda. Mucha gente en todas las escuderías lo considerará un fracaso cantado. Cantado está el fracaso si no se intenta. 

No es preciso acudir a la historia de los frentes populares, cuando los comunistas y los socialistas gobernaron juntos. Hoy basta con acudir al sentido común, que no es patrimonio de Rajoy aunque él piense que sí y que manda dejar a un lado los doctrinarismos, los narcisismos, los sectarismos, los seguidismos y presentar una plataforma con apoyo electoral mayoritario para un gobierno que: a) paralice y revierta todos los destrozos que ha causado la derecha; b) abra un proceso de reforma constitucional con participación de todos y sin exclusión de temas; y c) gobierne ampliando y consolidando la democracia en un sentido progresista.

Bueno. Todo el mundo tiene derecho a expresar su parecer.

dijous, 4 de juliol del 2013

El lío de la izquierda.


Es casi una jaculatoria en los círculos de la izquierda: ¿cómo es posible que gobierne la derecha con mayoría absoluta siendo nosotros más? Algo de responsabilidad cabe aquí a la desunión, la fragmentación, tan típica de la izquierda como el polen de la primavera. Se oyen rumores unitarios. Esto no puede seguir así. Hay que formar frentes, alianzas, generar movimientos. Hay que ir a la unidad de la izquierda. Ya no como táctica para la victoria sino para la mera supervivencia.

Así que lo primero que se hace es montar un movimiento nuevo. Convocatoria Cívica se llama la plataforma impulsada por Garzón, Mayor Zaragoza y un buen puñado de intelectuales de izquierda. Nace con un manifiesto y se concibe como un movimiento, si bien no descarta presentarse a las elecciones, aunque el juez aclare que él no será candidato. Por supuesto, la llamada primera de la nueva organización es a unir, a aglutinar fuerzas, a hacer frente a la derecha. Si no recuerdo mal, Julio Anguita a su vez, anima algo parecido de similar denominación, Foro Cívico o Frente cívico, no estoy seguro. Por otro lado se oye hablar de un Frente amplio promovido por Llamazares que está en IU, pero con su partido propio, Izquierda Abierta. No sigo contando los otros grupos por no marear, pero hay algunos más. Todos predican la necesidad de unidad de la izquierda. Y ninguno la practica porque todos quieren que se produzca en torno al palo de su bandera. Bien es cierto que las últimas formaciones muestran un talante más abierto, no quieren poner a la gente a marcar el paso y se muestran favorables a formas mixtas, como relaciones de redes, dobles militancias y cosas así. Pero cada uno es cada uno y eso se nota en la común característica de tratarse de asociaciones con un fuerte liderazgo personal.

La izquierda tiene un problema agudo de narcisismo imposible de resolver. La idea de concurrir a las elecciones toda unida como una piña, cual hace la derecha, la asalta periódicamente, pero no lo consigue, en parte porque no quiere y en parte porque no puede. Que no puede está claro: es imposible agrupar en una sola organización racionalmente constituida a tanto líder carismático u hombre providencial como bulle en el espacio público y que cada uno brille con luz propia y tenga una presencia destacada. Esa fórmula todavía no se ha inventado. Así seguirá por tanto la feria de la unidad de la izquierda en la que cada cual monta su chiringuito.

Esta nueva Convocatoria parece loablemente volcada a las redes digitales. Sí, la ciberpolítica es muy prometedora. Pero también es muy dura. Si los dirigentes de la formación creen que, por abrir sus páginas a los debates van a movilizar una aspiración regeneracionista, como parecen pretender, no tardarán en moderar considerablemente sus expectativas.

Pero tampoco quiere. Esto es más difícil de ver. Pero es real. La quiebra principal afecta a las dos formaciones mayoritarias de la izquierda, IU y el PSOE. En la medida en que IU es una formación hegemonizada por el Partido Comunista, la situación no es absoluto distinta a la que se ha venido dando en Europa hace casi ya cien años: una izquierda comunista desgajada del gran tronco socialdemócrata  que sigue generalmente su trayectoria. Durante el resto del siglo XX y lo que va del XXI se ha mantenido esa división de lo que antes se llamaba el "movimiento obrero" y es seguro que en el 90 % del tiempo ambas formaciones han estado enfrentadas y atacándose. Unirlas no es fácil.

Es hoy y, cuando alguien habla de unidad de la izquierda, seguro como la ley de la gravedad que algún otro negará al PSOE la condición de partido de izquierda.  Son los censores, generalmente del ámbito comunista, que no advierten el carácter plural y los contornos difusos de la izquierda pues únicamente se rigen por los dogmas que llevan en la cabeza. En su formulación más grosera, esta mentalidad remite a esa fórmula tan falsa como inepta de que el PP y el PSOE son lo mismo. Fue Rubalcaba quien por fin hubo de responder con contundencia a Coscubiela en el congreso diciéndole algo evidente para todo el mundo que no hable a base de prejuicios: que no, que el PP y el PSOE no son lo mismo, ni mucho menos.

Los socialistas están dispuestos, al parecer, a hablar con IU para llegar a acuerdos con el fin de frenar a la derecha. Parecería lo lógico (si se olvidan las muchas veces que han pactado con la derecha en contra de IU); pero no se ve a IU entusiasmada con la idea. Es comprensible. Los sondeos le auguran subidas de votos importantes (como a UPyD) y, en esa promesa, la formación vuelve a acariciar la idea aguitiana de los ochenta del sorpasso. Superar a los socialistas en votos es la última aspiración de esta izquierda y, obviamente, eso no sucedería si fueran unidos.

¿Y si, llegadas las elecciones, no hay sorpasso? Bueno, se dispondrá de cuatro años para fundar nuevos grupos unitarios. Y se hará y así se seguirá, con una izquierda mayoritaria a la que las minoritarias niegan la condición de tal y una miríada de "verdaderas" izquierdas, todas llamando a la unidad cada una desde su irreductible trinchera.

Esa patológica tendencia al fraccionamiento de la izquierda (mientras la derecha es unitaria) debe tener alguna explicación y, luego de darle algunas vueltas, he llegado a la conclusión de que quizá se deba a una circunstancia -entre otras- muy curiosa que normalmente no se subraya: la diferencia entre la derecha y la izquierda es que, mientras aquella defiende intereses, esta defiende ideales. Los intereses son pedestres, materiales, muchas veces inconfesables, pero sólidos y aglutinan mucho. La derecha sabe siempre lo que quiere, el poder y el dinero. Los ideales son etéreos, sublimes, muchas veces quiméricos, muy diversos y alimentan las fantasías de omnipotencia de unos dirigentes carismáticos que siempre prefieren ser cabeza de ratón que cola de león. La izquierda no suele ponerse de acuerdo en lo que quiere porque carece de anclaje práctico.

Pero la república de los ratones no es una perspectiva verosímil. Ni siquiera deseable. 

dissabte, 20 d’abril del 2013

El asesinato de Grimau.


Un amable lector me pide un apunte sobre Julián Grimau en el 50º aniversario de su asesinato por los franquistas. Normalmente no cedo a estas peticiones porque implican singularizar Palinuro, concentrarlo en un interés particular en detrimento del general. Pero en esta ocasión haré una salvedad por dos motivos: 1º) mi implicación personal en el caso; 2º) el significado del asesinato de Grimau para el franquismo y la oposición. 

Lo primero. Los fascistas montaron una de sus habituales farsas a las que llamaban juicios para condenar al dirigente comunista que, de todas formas, ya estaba sentenciado a muerte antes de que los delincuentes  que lo juzgaron se pronunciaran. En realidad estaba casi muerto cuando se produjo el simulacro de juicio a causa de las torturas a que lo sometieron los esbirros de la Brigada Político-Social (BPS) y que incluyeron tirarlo por una ventana de forma que, al llegar a la vista oral, no se tenía de pie. Hasta aquí, por lo demás, nada que los franquistas no hubieran hecho ya cientos de veces. Lo nuevo para ellos fue el escándalo internacional que se montó. No se lo esperaban. Grimau era un comunista y, como tal, torturable y fusilable sin más miramientos. Para el mundo, Grimau, además de comunista, era un ser humano y tenía derecho a un juicio justo, cosa que se le negó. De ahí el escándalo. Tanto que este juicio, realizado por la jurisdicción militar, debió de ser ya uno de los últimos de este género. La dictadura se sintió obligada  a hacer como que cambiaba y así, el año siguiente, 1964, se creó el Tribunal de Orden Público, un órgano de la jurisdicción civil, aunque especial, encargado de los llamados delitos políticos. Un tribunal de excepción, nutrido igualmente por "jueces" al servicio de la dictadura y cuya actividad fue y será siempre un baldón para cualquier concepto decente de la justicia. Pero eso fue al año siguiente. En el anterior, 1963, Grimau -o lo que de él quedaba- fue "juzgado" por los militares en la calle del Reloj. Y hasta allí me acerqué yo que era estudiante de primero de carrera, a presenciar el proceso que, en teoría era público. No pude pasar. Un policía de la BPS me impidió la entrada y me amenazó con detenerme si insistía. O sea, tengo ligado el asesinato de Grimau a mi primera actividad práctica en contra la dictadura. Estaba entonces lejos de sospechar que, unos años después, 1967, yo mismo habría de comparecer en aquella calle del Reloj ante un juez instructor militar por un supuesto (y falso) delito de agresión a la autoridad, al que no se aplicaba la Ley de Orden Público y que, se seguía juzgando por lo militar. Los tiempos habían cambiado y los militares sobreseyeron el caso.

Lo segundo. Tenía yo por entonces buena opinión de los comunistas. Al cabo de poco tiempo, esa opinión cambió a muy negativa por las razones que expongo en mi penúltimo libro, Rompiendo amarras. La izquierda entre dos siglos. Una visión personal, 2013, Madrid (Akal). Por todo lo que sé y he podido averiguar y todo lo que la experiencia y la historia muestra del comportamiento de los comunistas en aquellos años (cuarenta, cincuenta, sesenta), pudo haber pasado cualquier cosa. Se dice que Grimau, que fue responsable de la policía durante la República, fue enviado a España en los sesenta con lo que, en el mejor de los casos, cabe calificar como una falta total de prudencia y, en el peor de ellos, un deliberado intento de eliminarlo, poniéndolo en manos de los torturadores de la BPS. Ambas cosas pueden ser ciertas y a saber si algún día conoceremos la verdad.

Pero, al margen de todo, caído en la lucha por liberación de España o víctima de los tortuosos procedimientos de los comunistas, Grimau es hoy un símbolo de la dignidad del hombre frente a los aparatos torturadores y asesinos de la policía en el mundo entero. Incluida, por supuesto, la policía soviética, tan torturadora y asesina como la franquista, pero a la que Grimau, seguramente, miraría con simpatía, por "ser de los suyos". No importa. El destino de los hombres los lleva a veces a superar su peripecia personal. Un ser humano solo, indefenso, a merced de asesinos y esbirros que lo torturarán para obtener confesiones o por simple placer sádico; un ser humano que aguanta el tormento, no delata a nadie y, finalmente perece por una causa, una idea, por errónea o equivocada que sea, simboliza en sí mismo a toda la especie. Un hombre frente al crimen, inerme, sacrificado vilmente y que desaparece de entre los vivos en silencio, calladamente, como si no hubiera muerto, personifica lo más luminoso y noble que habita en las personas. Y por detestables que hayan sido sus crímenes (si alguno hubo, que no se sabe) se alzará sobre las sombrías figuras de los asesinos que lo torturaron, los delincuentes que lo condenaron y los matarifes que lo ejecutaron.

El nombre de Grimau brillará siempre mientras que nadie recuerda ni recordará los de sus asesinos.

dissabte, 9 de febrer del 2013

Adiós a la gran ilusión.

El Partido Comunista francés (PCF) ha suprimido el emblema de la hoz y el martillo de los documentos acreditativos de miembros del Partido de la Izquierda Europea en el que está integrado. Hay intenso debate en el país vecino. Ya puede suponerse que la dirección actual y su secretario nacional, Pierre Laurent, justifican la medida en aras de la actualización, la modernización del mensaje, la necesidad de adaptarse a las nuevas exigencias y otros razonamientos de este tipo. Los veteranos, los comunistas de la línea dura, los nostálgicos de los tiempos dorados de la grande peur de l'après guerre ven un paso más en la amarga pendiente del PCF hacia la irrelevancia política y el olvido. Los diez diputados comunistas hoy en la Asamblea Nacional son el triste precipitado de aquel nutrido grupo de 182 que llegaron a ser en sus años de pujanza. Es un debate inevitable en los procesos de adaptación de las organizaciones sociales a los cambios en la realidad. Cuando se tocan los símbolos, un mundo entero de significados que quizá llevaba años en hibernación, de pronto se estremece y se viene abajo. Hay quien dice que la hoz y el martillo, al desaparecer, se lleva consigo la identidad comunista.

Será lo que quedaba de ella, que era bien poco. Apenas un eco de lo que fue. El propio término comunismo, cada vez menos en uso entre sus teóricos seguidores, ya no significa gran cosa. No designa un orden social futuro claramente determinado; tampoco una política específica en el marco de los Estados capitalistas que son hoy todos excepto uno o dos. El comunismo en Europa trata de apropiarse y revitalizar una socialdemocracia ideal de la que previamente tiene que echar a sus inquilinos tradicionales a los que, para no perder la costumbre, viene atacando hace ya cerca de cien años, aunque con tan escaso éxito como en todo lo demás.

A esos efectos, la hoz y el martillo son un estorbo. Pero vivirán para siempre en el recuerdo visual del tumulto del siglo XX que quiso cambiar el mundo

(La imagen es una foto de Ben Sutherland, bajo licencia Creative Commons).

dilluns, 17 de desembre del 2012

La Declaración de Madrid, de IU.

En esto llegó la izquierda. IU ha celebrado su Xª Asamblea Federal en un clima de exaltación y euforia. No es de extrañar. La IXª presentaba un panorama desolador, agrio, fraccionado. Ahora todo es unidad, parabienes, alegría desbordante. Menudean las declaraciones ditirámbicas y los propósitos verdaderamente audaces, a veces rimbombantes. Hay quien ve la llegada de un amplio (supongo) Frente de la Izquierda y también quien habla de un momento prerrevolucionario. Cayo Lara en su discurso de elección por unanimidad, pide a toda la izquierda agruparse en torno a IU, a la que define como la Syriza de España, con voluntad de movilizar a la mayoría social para cambiar la realidad por medio del logro del gobierno. Bien. Lo de Syriza no es cierto pues en la formación griega no hay partido comunista dominante como tal mientras sí lo hay en IU y esto no es un asunto intrascendente. Además, resulta algo desorbitado hablar de llegar al gobierno cuando se cuenta con el siete por ciento del voto y una expectativa del once por ciento en el mejor de los casos y a tres años de las elecciones.
La Asamblea ha aprobado un documento programático (desgranado luego en cincuenta propuestas prácticas) de carácter ideológico, llamado la la Declaración de Madrid del mayor interés. Se trata de un texto muy respetable, merecedor de estudio detenido, cosa que se propone Palinuro desde un punto de vista de izquierda no comprometido con partido alguno.
El texto está bastante bien redactado, sin la farragosidad huera de estos escritos, es claro y conciso. Tiene dos partes, una expositiva/teórica y otra dispositiva/práctica y están claramente diferenciadas si bien al final, por aquello de concluir con lo esencial, hay un poco de batiburrillo.
La primera parte contiene un diagnóstico claro al uso de la crisis, sus causas y consecuencias. Es una visión aceptada en general en la izquierda y sin duda está basada en estudios más extensos, impropios para este lugar. Poco por objetar, ni es el momento de hacerlo. Aunque podríamos entretenernos averiguando por qué sostienen los autores que esta no es una "crisis capitalista clásica". Parece serlo de todas todas. Lo no clásico es la respuesta política. En todo caso, la parte declarativa formula una propuesta esencial: encontrar una salida anticapitalista a la crisis. Para ello se pasa a la parte dispositiva/práctica.
Esta se subdivide en tres aspectos: medidas económicas, democráticas y de derechos y sociales. Hay una abultada variedad pero es difícil no subscribirlas casi todas. Reforma fiscal progresiva, banca pública, persecución del fraude y la economía sumergida, auditoría de la deuda, etc en el capítulo de los dineros; restablecimiento del derecho al y del trabajo, salario mínimo decente, renta básica, prioridad al empleo, al gasto público en sanidad, educación, clases pasivas y fomento de inversión pública; República federal, reconocimiento del derecho a decidir, igualdad de género, derechos de las minorías, atención al medio ambiente, derechos universales a la sanidad y la educación. Difícil no coincidir desde la izquierda. No obstante y salvo alguna cuestión, siempre discutible, como el derecho a decidir (que Palinuro aplaude) el anticapitalismo no se ve por parte alguna. En su ya larga historia, este sistema ha convivido con algunas o todas de estas medidas. El capitalismo keynesiano -al que la la izquierda criticaba acerbamente hace cincuenta años y ahora añora- era eso más o menos. Incluso era más. Ese nebuloso párrafo de la Declaración que pide la planificación democrática de la economía, con un nuevo modelo económico, social y ecológicamente sostenible, quizá lo único  tímidamente próximo al anticapitalismo, ¿qué quiere decir? Es la famosa "planificación indicativa" de todos los manuales de economía capitalista de los años sesenta? ¿La que servía para los "planes de desarrollo" del franquismo entre otros? ¿O es otro tipo de planificación? Si es así, ¿cuál? Quizá el que se intuye en un párrafo también insinuante, perdido en lo profundo del texto cuando habla de alcanzar la socialización de otros espacios como la Banca, el crédito, la energía y otros sectores estratégicos de producción. Socialización doble, traicionada por el subconsciente. Ahí, me temo, va a tener problemas IU para ampliar su base electoral.
Alguno más le vendrá de un apartado especialmente feliz en la Declaración: el propósito de integrar los movimientos ciudadanos de rebeldía en la gran Syriza española, lo cual ya ha empezado a ponerse en práctica, incorporando a representantes de estos movimientos (la PHA, por ejemplo) en los órganos ejecutivos de IU. Se abre esta aquí a una tensión entre el carácter desestructurado y flexible de estos movimientos y la hegemonía del PCE en IU. El planteamiento es el de siempre: IU es la vanguardia de las amplias luchas sociales y el PCE es la vanguardia de la amplia IU. El PCE no puede disolverse en IU porque, en el fondo, es su estructura; pero no puede mantenerse porque tarde o temprano vicia el funcionamiento de una organización orientada hacia un régimen asambleario.
En todo caso, de anticapitalismo, nada salvo si por tal se entiende cuestionar la Unión Europea. El propio documento se marca el límite que critica en los neoliberales y sus adláteres socialistas cuando reconoce ingenuamente que se trata de limitar el déficit sin recurrir a más deuda. El impago de parte de la deuda ilegítima, por lo demás, es el ejemplo del modelo islandés. Es un programa perfectamente socialdemócrata. Y no se acaba de entender por qué no se habría de proponer al PSOE como base para una hipotética unidad de la izquierda que muchísima gente desea en el país. Es más, aunque algunos militantes, entusiasmados por el éxito de la asambles hayan hablado de momento prerrevolucionario, que podría poner los pelos de punta a algún socialdemócrata finolis, el texto, de 3.892 palabras, no contiene ni una vez el término "revolución". Habla de rebelión en dos ocasiones en una llamándola "democrática" y en otra "social", pero sin más precisiones. Como cuando Palinuro hablaba de la insurrección permanente, allá por el mes de julio.
¡Ah, pero es que la Declaración habla de Proceso Constituyente, amigo, frente al blandorro de Rubalcaba quien solo habla de reformar la Constitución y... si el PP está de acuerdo! Cierto. En algo han de diferenciarse la izquierda radical y la moderada. Pero ambos quieren tocar la Constitución. A lo mejor pueden ponerse de acuerdo en un mínimo.Cierto,  IU siente inclinación por la voz de la calle que lleva ya tiempo pidiendo un proceso constituyente. Cabe suponerle, no obstante, cabal conocimiento de cómo suelen (o pueden) darse dichos procesos. En ellos se activa un poder único, excepcional el poder constituyente. Y este solo puede actuar mediante lo que la Declaración no menciona ni una vez: la revolución.
Pero no haya temor. Es inexistente el espíritu unitario de la izquierda en España. El PSOE es el enemigo. Una vieja historia. El "enemigo" tiene casi siete millones de votos en sus horas más bajas; el 28,7%, cuatro veces más que IU. Declararse enemigo de siete millones de personas no suele ser buen negocio y la alternativa es peor pues consiste en decir que, no siendo enemigos,  no saben lo que votan; son tontos, vamos. De los votantes del PP, innecesario hablar aquí.
Quizá consiga IU coronar su proyecto de eliminar el bipartidismo y hasta arrebatar la hegemonía en la izquierda al PSOE. En la vida todo es posible. Pero no es muy probable. Y, en el caso de que lo fuera, estaría por ver si IU tiene posibilidad de administrar la complejidad del gobierno con el 35 o el 40% del voto cuando ya solo la complejidad de la organización actual, con el siete por ciento, produce infinitos sobresaltos.
¿Y el PSOE? También los socialistas se reunieron aunque en mucho menor concilio. Acudieron los barones a despachar con Rubalcaba en sede matritense y se aprobaron las propuestas del SG, consistentes en no hacer casi nada o nada y seguir flotando a merced de la corriente, a ver a dónde los lleva. Los llaman oposición responsable, pues quieren decir que no muerden. Pero tampoco hablan o apenas lo hacen. Hasta ahora han venido esperando que el PP se aviniera a algún tipo de pacto de Estado y ya han descubierto media docena de veces que eso es tan posible como un crecepelo eficaz. No importa: siguen descubriéndolo. El último, Ramón Jáuregui ayer, muy contrito: "No hay posibilidad de llegar a acuerdos con el PP. Y lo siento". Fantástico. No las hubo nunca, buen hombre. Así, procede moverse.
El primer mandato es mantener la calma ante todo, parece decir la dirección actual. Un periodo de recomposición interna. Nada de primarias pues agitan los ánimos, hasta luego de las europeas de 2014. Después, ya se verá. Somos un partido serio, la nave capitana. No podemos ir a la ligera, aunque a veces se dispare alguna andanada como esa de Óscar López diciendo muy bravo que el PSOE "impedirá por ley" la privatización de la sanidad. Como si cambiar la ley fuera algún problema para el PP.
La dirección ha embarcado el partido en una gran tarea de reflexión teórica, de estudio y meditación, para bajar en octubre de 2013 como Moisés del Sinaí, con las Tablas de la Ley en forma de propuesta alternativa a este gigantesco desbarajuste de la crisis económica, política, social, moral.
Y uno se pregunta, mientras llega la verdad revelada, ¿qué hay de malo en echarle una ojeada a la Declaración de Madrid de IU y mostrarse menos estirados y más proclives a la acción unitaria? Al fin y al cabo, el PSOE gobierna con IU en Andalucía. IU, a su vez, posibilita el gobierno del PP en Extremadura. Pero ese es un asunto de IU, no del PSOE. El ataque capitalista, neoliberal al Estado del bienestar y a los derechos de la población está produciendo un desplazamiento de la opinión pública hacia la izquierda. Los socialistas catalanes, los más díscolos con la dirección, juntamente con Tomás Gómez, de Madrid, piden un giro a la izquierda, amargando más la vida al actual SG que es hombre más bien conservador a quien los caprichos de la veleidosa fortuna llevan a veces a sostener que el PSOE es radicalmente anticapitalista. Seguramente se trata de un anticapitalismo como el de IU. No veo por qué no se hablan.

dilluns, 3 de desembre del 2012

Los discursos de la izquierda.

No se hizo el día del Señor para el descanso de los partidos. Es el elegido para los actos colectivos de afirmación del grupo. Nuevos enfoques. Aires renovados. O tributo a viejas oriflamas. ¡30 años del cambio! Pues da la impresión de que lo más cambiado son los agentes del cambio. Qué bien te ves. Por ti no pasa el tiempo. Estás hecho un chaval. Bueno, tengo mis achaques. Y quién no. Etc. Bonito, entrañable jolgorio el del PSOE. Aun así, conviene vigilar lo que se dice para no provocar más confusión de la que ya hay. Porque vaya discursos paralelos los de Felipe y Rubalcaba.
Felipe pidió a los presentes, especialmente, imagino, a la dirección un "programa ilusionante para recuperar la vocación de mayoría" o algo así de alambicado que se puede decir más a la pata la llana: "que ganéis las elecciones". "Como si eso fuera tan fácil", suspira Rubalcaba para su coleto. Y luego viene la andanada teórica, la filípica política: "hay que recuperar el centro". Pero si el centro es lo único que le queda al PSOE, ya que la izquierda se le ha ido a la izquierda y/o a la abstención.
"No hace falta recuperar el centro", piensa Rubalcaba, "lo necesario es recuperar la izquierda." Eso es lo que oye a sus asesores día y noche: con esta crisis bestial, la sociedad está radicalizándose; hay que ir al compás de los sentimientos de la gente o perdemos la clientela en brazos de IU.
"Por cierto", hace un aparte Rubalcaba dirigiéndose a los espectadores, "vaya morro el de Felipe de decir que esta crisis no es peor que la de los años 80 con la reconversión industrial. Si aquello fue coser y cantar, comparado con esto. Además de que no es lo mismo afrontar la crisis en el gobierno que en la oposición."
"¿Radicalizarnos?", pregunta el secretario general, "Pues claro. Tenemos sensibilidad. Vamos al reformismo radical. El PSOE es anticapitalista porque el capitalismo ya no produce riqueza."
Eso del "reformismo radical" o "radicalismo reformista" es como el federalismo, ideas, lemas alguna vez usados y arrinconados luego en los desvanes de los recuerdos. Pero jamás experimentados. Sirven para invocarlos pero no están necesitados de visibilidad material. Lo curioso en el parlamento rubalcabiano es el repentino anticapitalismo. Eso sí que es irse a la izquierda. Al anticapitalismo de Olivier Besancenot en Francia y sus conmilitones de raigambre trostkista en España. Sin duda, no es la intención de Rubalcaba. Pero el término ahí está y algún contenido habrá de tener, salvo que se trate de una explosión ex abundantia cordis en esa entrañable conmemoración en la que alguien de su entorno señalaba seguramente con lágrimas en los ojos que era la primera vez que se reunían todas las generaciones del PSOE, todas las sensibilidades.
Pero el término anticapitalista es muy característico. A lo mejor responde a algo concreto. Hace años todo el mundo aceptaba la necesidad de refundar el capitalismo; después, silencio. Quizá el término de Rubalcaba traduzca la intención de dotarlo de algún contenido.
La otra izquierda, que tampoco descansa, ha tenido una asamblea de los militantes de Madrid. Tres candidaturas y ha ganado la oficialista llamada "continuista" de Eddy Sánchez (404 votos) para desconsuelo de las otras dos candidaturas rivales, presumiblemente "renovadoras", la de Esther Gómez (290 votos) y la de Tania Sánchez (97 votos). No es fácil discernir las diferencias entre las dos perdedoras fuera del aroma personalista que despiden. Aplicando criterios de ciberpolítica, de l@s tres candidat@s la más activa en Twitter es Tania Sánchez, con 10.000 tuits y 11.000 seguidores. De muy lejos viene Esther Gómez, con 1500 tuits y 666 seguidores. De hecho, me he convertido en seguidor para que pasara el número de la bestia. Por último, me da que Eddy Sánchez no tiene cuenta en Twitter, ni siquiera en Facebook. Así que, aplicando la lógica, deduciremos que, cuanta mayor es tu presencia en la red, menor tu respaldo en votos en tu propio partido. Algo que los ciberutópicos, entre los que me cuento, jamás aceptaremos. Hay otros elementos que influyen en ese resultado electoral, más relacionados con las inercias de los aparatos de los partidos. No obstante, Eddy Sánchez debiera abrirse cuenta en Twitter. Estoy seguro de que su propósito de luchar por el pleno empleo en Madrid despertará mucho interés.
El otro cónclave de IU ha sido en Extremadura, en donde la asamblea ha reelegido al coordinador Pedro Escobar, el artífice de la táctica de apoyar al PP. La Asamblea hubo de repetirse por decisión de los órganos federales, cosa que Escobar tachó de "guerra sucia" y la tensión se masca en el ambiente. No es de extrañar que al coordinador lo traicione el subconsciente de modo cómico. Lo que sí parece cierto es que tiene el orgullo disparado, frisando ya en la soberbia, cuando dice que pueden tumbar el gobierno cuando quieran ellos no cuando quiera el PSOE. Tiene cierta obsesión con el PSOE, lo cual quizá no le deje ver que su posición es muy vulnerable, mucho más de lo que cree. En efecto, es el supuesto más simple de los juegos de n jugadores, que no tienen punto de equilibrio. Bastaría con que Fernández Vara y Monago llegaran a algún acuerdo para que Escobar y sus camaradas pasen de ser imprescindibles a no ser necesarios ni para calentar los asientos. La decisión de Extremadura da mucha visibilidad a Escobar, pero deja vacío el discurso de la izquierda.

diumenge, 23 de setembre del 2012

La batalla está en la izquierda.

Corren malos tiempos para la izquierda en el mundo entero. Prácticamente no quedan referentes territoriales. La China ha conseguido salirse de todos los esquemas interpretativos de forma que casi nadie en la izquierda se identifica con ella como hacían antaño los partidos comunistas con la Unión Soviética. De ella puede decirse, como de la Rusia soviética hacía Churchill, que es "un secreto dentro de un misterio dentro de un enigma". Lo que se diga de la China vale para el Vietnam. Corea del Norte es casi tan innacesible y remota como Shangri-la. Solo queda la isla de Cuba, en una actitud numantina que ha encontrado alivio en la alianza con Venezuela y ha suscitado también cierto resurgimiento de la izquierda latinoamericana en el Ecuador, Nicaragua y Bolivia.
No obstante todo ello es muy poco para compensar por la pérdida de posiciones de la izquierda y la hegemonía ideológica de la derecha neoliberal que, en los últimos 30 años se ha enseñoreado del mundo. La misma crisis estructural del sistema sin duda ha reanimado la izquierda pero en mucha menor medida de lo que ella misma había previsto. De ahí que se eche a la calle en busca de los apoyos sociales que no le vienen espontáneamente.
El Partido Comunista de España está celebrando su fiesta anual en un ambiente de prudente euforia por la radicalización social que la crisis está produciendo y el discurso de unidad de la izquierda. En cuanto a radicalización, se oye a algún dirigente del PCE recordar la "gloriosa" historia del partido. Ninguna historia es "gloriosa" y la del PCE no es excepción. Esa reivindicación de la propia historia deja fuera el estalinismo que ocupa una buena porción del relato, durante y después de Stalin ella y si alguien lo encuentra "glorioso", pues, en fin.... No merece la pena seguir.
En cuanto a la unidad, solo parece lograrse mediante una reducción al absurdo. En los últimos días se han constituido dos nuevas fuerzas políticas de izquierda archiminoritarias, el Foro Cívico, de Anguita e Izquierda Abierta, de Llamazares. La declaración constitutiva de ambas señala que su función es conseguir la unidad de la izquierda. Cuanto más fraccionaria es la formación, más dice luchar por la unidad y más se evidencia su carácter de formación política estrictamente personalista. Porque el personalismo es uno de los vicios de la izquierda, quizá el peor que, en momentos de delirio, se configura como culto a la personalidad. Y ha de ser mucho delirio porque hay personalidades y personalidades,
En lo único en que esta izquierda fragmentada suele ponerse de acuerdo es en negar la condición de izquierda al socialismo democrático, la socialdemocracia, el PSOE. La acusación es que se ha convertido en un partido del propio sistema capitalista que en nada se distingue de la derecha neoliberal. Por supuesto, el punto de vista del PSOE es distinto pues se considera a sí mismo como izquierda democrática y relega a la otra izquierda al ámbito revolucionario y, en todo caso, no democrático. En lo referente al PCE es relativamente sencillo pues basta con señalar su pasado estalinista y sostener que queda bastante de él.
El bloqueo de la situación tiene difícil salida dado que el socialismo democrático es el que reúne la mayor cantidad del voto de izquierda en los países occidentales y en algunos casos el único que lo reúne pues la otra izquierda es parlamentariamente inexistente. La aceptación de las pautas democráticas implica la necesidad de obtener el respaldo mayoritario para la acción política. Y es saber acumulado que las mayorías tienden a ser moderadas y huir del radicalismo. Sustituir a la socialdemocracia, captar el voto que va a ella sin moderar el radicalismo de las posiciones propias es la particular cuadratura del círculo de la izquierda radical que ya empieza a tener problemas al definir qué entienda por "radical". Por ejemplo, Izquierda Abierta sostiene en su manifiesto fundacional ser partidaria del control democrático de la economía. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que esta fórmula vagarosa es lo que queda de lo que otrora fue la planificación centralizada de la economías.
La izquiera radical vive ahora un momento de dos ilusiones en una confusa relación causal: se ve a punto de aumentar sensiblemente su representación parlamentaria por la radicalización del voto que la crisis ha provocado y también se considera en el buen camino hacia la unidad de la diversidad sin que se sepa si es la unidad la que atraerá la mayoría o la mayoría la que impondrá la unidad. Es la doble ilusión que se simboliza bajo el nombre de syriza. Una izquierda mayoritaria no socialdemócrata y no comunista. Suena bastante inverosímil, pero es una idea. Y, mientras tanto, el capitalismo lo gobierna una derecha sin problemas de identidad.
(La imagen es una foto de machacon, bajo licencia Creative Commons).

dimarts, 18 de setembre del 2012

Carrillo o la biografía del comunismo.

La larga vida de Santiago Carrillo, fallecido hoy a los 97 años, con más de ochenta ininterrumpidos dedicados a la lucha política en la izquierda, condensa y en gran medida explica en su trayectoria la historia toda del comunismo en el siglo XX. También la de la izquierda en general. Y la de España en particular. Pero aquí hablaremos del comunismo porque Carrillo representa los avatares de este y le da un sentido que los propios comunistas son reacios a admitir.
Hijo de Wenceslao Carrillo, militante del PSOE el adolescente Carrillo se apuntó a las Juventudes Socialistas, de las que fue secretario general allá por 1936. Luego de un viaje a Moscú consiguió fusionar las juventudes socialistas con las comunistas para formar las Juventudes Socialistas Unificadas que se declararon comunistas bajo su dirección, un hurto de militancia que los socialistas tardarían decenios en perdonarle. Hacia 1937 ingresó en el PCE, en el que causó baja medio siglo después. En el ínterin fue nombrado Consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid y es en esta su condición cuando se producen las famosas matanzas de presos de derechas en Paracuellos de Jarama y Torrejón de Ardoz de las que el franquismo y sus epígonos al día de hoy (César Vidal, Pío Moa, etc.) lo acusan directamente. Él siempre lo negó y las pruebas no son concluyentes en uno u otro sentido.
Al perder la guerra Carrillo parte al exilio en donde estaría 38 años, casi siempre en Francia y ocasionalmente en algún otro país como la URSS. Su vida estaba plenamente dedicada al PCE a cuya secretaría general accedería en 1960 en substitución de Dolores Ibarruri. Desde entonces se dio una simbiosis total entre el PCE y su secretario general que lo fue durante veinticinco años.
Desde su juventud Carrillo fue un hombre en perfecta sintonía con los soviéticos, cultivó el espíritu bolchevique y fue un estalinista convencido. Persiguió a los trostkistas y "titoístas" del PCE por directo impulso de los rusos y, cuando Kruschef leyó su famoso informe secreto en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética denunciando los crímenes de Stalin, Carrillo fue uno de los primeros en "desestalinizarse" y en perseguir y depurar a los estalinistas del partido, antiguos aliados suyos. Lo esencial para él era seguir la "línea correcta" que era indefectiblemente la soviética.
Con tanto giro uno se inclinaría por calificar al politico asturiano de inconstante y veleta. Pero eso sería no haber entendido nada de la peculiar idiosincrasia del comunismo, en concreto, el directo heredero de Lenin que requiere obediencia tan ciega del militante a las directrices del partido que es difícil hacer a aquel responsable de sus actos. Carrillo fue estalinista porque su partido lo era y fue luego antiestalinista porque su partido también lo fue pero siguió aplicando las mismas formas autoritarias, de ordeno y mando del más puro estalinismo. Así, cuando en 1964 se produce el choque con Fernando Claudín, Jorge Semprún y parte importante de la militancia de Madrid, sobre todo intelectuales como Javier Pradera, no lo duda mucho y expulsa a los disidentes, aunque, como diría luego Claudín en su relato de los hechos, solo para apropiarse de sus tesis y cambiar el rumbo del PCE, del que seguiría siendo el señor absoluto.
Por aquel entonces era yo un bisoño escindido del PCE y miembro de un incipiente partido comunista "prochino" que consideraba a Carrillo un "revisionista" y una especie de monstruo a sueldo de la GPU y la CIA al mismo tiempo. Un par de meses después había yo abandonado para siempre toda militancia política partidista, mientras que él siguió siendo el jefe incuestionable de los comunistas españoles. Cuando, mucho más tarde, tuve ocasión de conocerlo personalmente vi un político de gran valía que se esforzaba por dar fundamento teórico y doctrinal a sus frecuentes intuiciones políticas y mantuve una relación esporádica con él: me parecía un hombre inteligente, con sentido del humor y una gran ambición personal que lo había llevado a mantener vivo el espíritu optimista de los que le rodeaban haciéndoles esperar el pronto fin de la dictadura y el ansiado regreso a casa durante casi cuarenta años.
Carrillo fue de los primeros en darse cuenta de que los partidos comunistas occidentales estaban condenados a la inoperancia política mientras siguieran siendo meras sucursales de la URSS. Por eso empezó a despegarse de ella cautelosamente a raíz de la invasión soviética de Checoslovaquia y, hacia 1977, ya había desarrollado su nueva propuesta estratégica llamada Eurocomunismo y a la que consiguió sumar a los comunistas italianos y franceses, aunque estos más a regañadientes. En 1977 fueron también las primeras elecciones generales democráticas en España tras la muerte de Franco. Era yo en aquellas fechas catedrático contratado de Derecho Político de la Universidad de Oviedo y lo llamamos a dar una conferencia en el curso de la campaña. Pude así conocer la doctrina eurocomunista de primera mano y me hice de ella la misma idea que tengo ahora: un intento de los comunistas de renegar de su pasado revolucionario y aceptar el ideario socialdemócrata que siempre habían tildado de traición en los socialistas, pero prescindiendo de estos. Le dije entonces, y sigo pensándolo, que el proyecto estaba condenado a la nada porque, para socialismo democrático ya estaban los socialistas y no creía que los comunistas se salieran con la suya de desplazarlos para ocupar su lugar. Igual que tampoco creo ahora que los intentos al estilo syriza lo consigan. La hegemonía comunista en estos movimientos los llevará siempre a la minoría y a la derrota.
Desde entonces volví a encontrarme a Carrillo en diversas ocasiones, con frecuencia en programas de televisión (recuerdo uno especialmente emotivo con el ya fallecido Fernando García Tola) y actos de la izquierda. Y pude seguir su trayectoria personal que, en mi opinión, repito, reproduce la del comunismo.
Con motivo de la transición, Carrillo da el paso eurocomunista decisivo y acepta la monarquia juancarlista (él, que había vaticinado que Juan Carlos sería conocido como Juan Carlos el breve ) y la bandera rojigualda a cambio de su legalización. Esta decisión generaría la crisis en el PCE que ocho años después ocasionaría su caída. Carrillo estaba convencido de que, si no se adaptaba a los nuevos tiempos, si no se comprometía con la democracia, nunca sería la fuerza hegemónica electoral de la izquierda y a este objetivo estaba dispuesto a sacrificarlo todo hasta que acabó con el partido mismo. No se percató de que todos sus esfuerzos de actualización, modernización, democratización y homologación del PCE no servirían de nada mientras él, el viejo luchador de la guerra civil, siguiera siendo el secretario general. Era literalmente absurdo que el partido que se presentaba con un programa de reconcialiación nacional, olvido del pasado, mirada al futuro, fuera el único dirigido por un hombre de la guerra que no podía competir en nuestra sociedad mediática con la juventud de un Suárez, un González y hasta, si se apura, un Fraga, que parecía y era más lozano que él.
Pero si Carrillo se iba para que el PCE ganara, hacía añicos su esperanza de alcanzar la hegemonía y, al final, se mantuvo en el puesto y, en las elecciones de 1982 fue prácticamente barrido en las urnas, lo que le costó la secretaria general y cuatro años más tarde, la militancia en el partido. Políticamente, comprensible; personalmente, una tragedia. Carrillo había mostrado su coraje y su valor cuando, conminado a arrojarse al suelo del Congreso por los matones de la Guardia Civil, subfusil ametrallador en la mano, mantuvo su dignidad y, con ella, la de toda la izquierda, negándose a obedecer, quedándose sentado y encendiendo un cigarrillo. Tampoco obedecieron Suárez ni Gutiérrez Mellado pero, con todos los respetos a estos dos últimos (todo el episodio es narrado en el fabuloso libro de Javier Cercas sobre el golpe) el que allí tenía realmente algo que perder, la vida, sin ir más lejos, era Carrillo. Solo por ese gesto conservo hacia Santiago Carrillo una admiración y un cariño que me durarán mientras viva. 
Carrillo fue de los primeros también en darse cuenta de que el comunismo como experimento social había fracasado y, cuando salió del PCE, fundó un grupúsculo (me acuerdo de que él nos llamaba a los prochinos, trostkistas, etc "grupúsculos" en los sesenta) que no tuvo ninguna fortuna electoral y cuyos miembros, casi todos, pasaron al PSOE. No así el propio Carrillo que tuvo la elegancia de mantenerse al margen y no regresar en la vejez al partido del que se había separado siendo joven por más que su razón y su interés, le hacían ver que era lo más lógico y lo más razonable. Pero él, hombre de convicciones, no quiso ceder. Estaba convencido de que el comunismo había concluido su ciclo vital y ya no tenía sitio en Occidente, pero él decidió conservar su libertad e independencia y así se mantuvo la dignidad de un hombre que había luchado toda su vida por una causa que la experiencia de la vejez le mostró errónea.
La última vez que hablé con él fue a comienzos de este año, en la fiesta de El Siglo. Estaba sentado en un margen de la agitada y bulliciosa sala del Meliá Princesa, contemplando aquella vida palpitante. Me encantó saludarlo. Se levantó, me miró a los ojos y yo vi en los suyos esa chispa llena de inteligencia y complicidad que siempre he intuido manteníamos sin necesidad de formularla: la de quienes piensan que es grande echar el resto en la lucha por una causa en cuyo triunfo final uno no cree. 
Santiago Carrillo simboliza el auge, dominio, decadencia y hundimiento del comunismo occidental en el siglo XX . Pero su vida tiene el valor infinito de la de un hombre que ha luchado por un ideal. Rara especie.
(La imagen es una foto de Xabeldiz, bajo licencia Creative Commons).

dimarts, 7 d’agost del 2012

Sueño de una noche de verano.

Leo un tuit de Odón Elorza (@odonelorza2011) en el que dice que: "Los datos d CIS y Metroscopia desbaratan la alternancia y el péndulo d poder.Nos piden otra forma d vivir la politica. Otra forma de vivir la política es un understatement pero se entiende muy bien pues, para vivir de otra forma la política preciso es hacer otra política.
Odón Elorza es un socialista relevante. Tiene juicio, criterio, experiencia y dice lo que piensa razonándolo. Debiera haber más Odones Elorzas en el PSOE. Sería un partido menos dócil, más inquieto y difícil de manejar, pero más creativo, más plural, más abierto y, sobre todo conectaría mejor con una opinión pública que, como demuestran los sondeos, sigue alejándose de la órbita de los dos partidos dinásticos.
La desorientación de la izquierda y el abatimiento de la gente (que quizá tengan una relación causal) apuntan a una situación de lucha por la supervivencia del modelo de Estado social que se instauró en la posguerra y, por ende, de la propia izquierda. En opinión general esa supervivencia está condicionada al logro de una unidad de acción de la izquierda.
¡Ah, la unión de la izquierda! Deseo mítico, siempre postulado, jamás conseguido; un empeño al estilo de Sísifo que dura un siglo y nunca ha cuajado salvo contadísimas y muy problemáticas ocasiones, como los Frentes Populares de los años treinta, la Unidad Popular de Allende, el Programa Común de la Izquierda en Francia en los primeros ochenta, el improvisado intento de listas comunes en España al Senado en las elecciones de 2000 y muy poquito más y ese poquito, en los países nórdicos. Es prácticamente imposible forjar una unidad entre una izquierda generalmente mayoritaria, socialdemócrata y una multiplicidad de partidos de izquierda radical entre los cuales, en algunos casos, en España, por ejemplo, sobresale el Partido Comunista.
Pero en una cálida noche estrellada de agosto, mientras llega la segunda oleada de calor asfixiante está uno proclive a dejarse llevar por el ensueño de qué sucedería si la izquierda se tomara en serio la unidad. Porque convencido de esta necesidad parece estar todo el mundo al extremo de que se dicen verdaderos disparates. El otro día leí a alguien proponiendo una unión de la izquierda al margen del PSOE lo que supone al margen de seis o siete millones de electores. Se dice entonces que no se pretende marginar a las bases sino solo a la dirección. Suena a repetición de la vieja consigna de los años veinte y treinta, de unidad por abajo, dejando en la estacada a los dirigentes, una de las tácticas más antiunitarias que quepa imaginar.
La izquierda radical necesita de la moderada si quiere ejercer elementos de poder igual que la moderada necesita de la radical para no ejercer el poder en detrimento de su base social y en beneficio de la clase dominante. Para ello, entiendo, nada mejor que abandonar los debates dogmáticos sobre cuestiones muchas veces irrelevantes y que, en todo caso remiten a un pasado de enfrentamiento desvanecido con la Unión Soviética. Como no hay modelo para seguir ni experiencia que aducir (si no es amarga) y está todo por hacer, ¿por qué no sentarse a una mesa a ver qué coincidencias hay en fines y medios? Igual cabe poner en marcha algo eficaz. Las cuestiones acerca de quién es la verdadera izquierda, que son como las de los patios de colegios de niños, pueden quedar también apartadas por el momento.
Del lado de la socialdemocracia la suavidad de la noche invita a adoptar una actitud abierta, cooperativa, colaboradora. Los socialistas quizá puedan despojarse de sus prevenciones anticomunistas, eso que los propagandistas llaman el anticomunismo visceral, término curioso carente de contraparte. No he oído hablar de anticapitalismo visceral. No todas las izquierdas radicales son comunistas y los comunistas ya no son lo que eran, desde el momento en que han tenido que moderar, si no hacer a un lado, su viejo programa revolucionario que puede seguir soterrado pero del que nadie habla para no asustar a los votantes. Tampoco estaría de más que el PSOE se sirviera aclarar algunos puntos dudosos que afectan a cuestiones de principios. La más llamativa es el repetino carácter dinástico del partido. Este había mantenido la disyuntiva Monarquía /República en una especie de limbo para no generar un conflicto incómodo. Pero en los últimos tiempos el PSOE se ha pronunciado claramente a favor de la Monarquía allí donde no era necesario. Este giro rompe con una tradición republicana del socialismo de modo subrepticio, sin someterla a debate. Igual sucede con el principio del derecho de autodeterminación. Le ha pasado lo mismo que a la República, empezó cayendo en el olvido, no mencionado en discursos ni declaraciones y, reemergió por fin como la posición contraria; el PSOE es contrario al derecho de autodeterminación (de los demás, claro). Es comprensible pero ese ser contrario no puede ni debe impedir un debate libre y a fondo sobre la cuestión.
Al fin salen cantando Oberon y Titania una conclusión feliz, de la unidad de la izquierda puede depender que esta llegue al poder en las próximas elecciones, tras de las cuales le espera una tarea de gigantes pues tendrá que volver a poner en pie el Estado del bienestar que la derecha habrá destruido. Si las pierde, esa destrucción se consolidará. Y no solamente desaparecerá el Estado del bienestar sino también la posibilidad de construcción de la izquierda en España y en Europa por muchos años.
(La imagen es una foto de Abode of Chaos, bajo licencia Creative Commons). Es un retrato de Manolis Glezos).

divendres, 13 de juliol del 2012

Algo más que un error de cálculo.

Con esta entrada me voy a ganar más enemigos de los que ya tengo. Pero abrigo la esperanza de que los lectores posean espíritu crítico, sentido de la independencia intelectual e integridad moral para valorar una actitud no dictada por conveniencias ni intereses personales. No tengo deuda ni compromiso con partido o grupo algunos y hablo desde la más escrupulosa libertad. Me interesan mi país y sus gentes y también Europa y muchas otras cosas y no especialmente si tal o cual partido, grupo o corriente triunfa, gobierna, manda. Habrá quien lo sepa y lo crea y habrá quien no. Libres son.
Vamos allá. A estas alturas está ya bien claro que el gobierno es un grupo de franquistas, nacionalcatólicos de extrema derecha con resabios de fascismo, dirigido por alguien que, además de todo eso es un peón de la familia Aznar, un incompetente y un cantamañanas del que todo el mundo se ríe en Europa. Pero ya ha hecho un daño incalculable al país en su conjunto y a los sectores más débiles y desamparados en concreto, tanto en lo material como en lo espiritual. Lo ha puesto todo al servicio de los curas y ha entrado a saco en la enseñanza prácticamente impidiendo que accedan a ella las clases subalternas y la que se dé, que sea integrista, reaccionaria, ultramontana. Ha subido lo impuestos, recortado los sueldos de los funcionarios, las pensiones, el seguro de desempleo. Ha dejado sin derechos a los trabajadores, sin becas a los estudiantes, sin ayudas a los dependientes, sin medicamentos a los pobres, sin asistencia sanitaria a los jóvenes y parados. Mientras que no ha tocado los privilegios de la iglesia o las grandes fortunas o las grandes empresas. Ha copado los medios públicos de comunicación, echando a los periodistas independientes y nombrado sicarios, comisarios políticos a sueldo. Apesebrados. Para ello ha derogado la Ley socialista que obligaba a consensuar el nombre del presidente de RTVE, a fin de garantizarse que lo fuera un esbirro suficientemente fiel.
Ha sido una agresión del capital contra los obreros y las clases subalternas como no se ha producido otra en nuestro país. El triunfo del capitalismo más descarnado, el aumento de la explotación, la miseria de los de abajo que condena a una, quizá dos generaciones, a vivir peor que sus padres. La implantación de la censura y la propaganda en los medios, del nacionalcatolicismo en la enseñanza con los chavales en manos de los curas, cosa que Palinuro aconseja evitar para mitigar el peligro de la pederastia.
Siendo esto así, qué pensar hoy de aquella consigna de PSOE y PP la misma mierda es. Hoy es ya patente que es falsa. Sin duda Zapatero fue un desastre y su gobierno, especialmente en su segunda legislatura, otro peor; se echó en brazos del neoliberalismo y tiró por la borda los principios socialdemócratas, abrazando los neoliberales. Y Rubalcaba lo ha hecho bueno. Es un desastre aun peor que Zapatero y tan rendido al neoliberalismo como él.
Así y todo, no son ni serán jamás lo mismo. Las personas cuentan, y las ideas y las tradiciones. Rubalcaba será lo que queramos pero es mil veces mejor, más listo y más demócrata, más sincero y más honrado que Rajoy. Solo un imbécil redomado -o un granuja, que viene a ser lo mismo- puede sostener que Fran Llorente es lo mismo que González Echenique o que Juan Ramón Lucas es lo mismo que el fascista de El Gato al agua. Como no es lo mismo Gabilondo que Wert, Caamaño que Gallardón, incluso Montoro que Salgado. Ni muchísimo menos. Como no era lo mismo la España de Zapatero, con todas sus traiciones e injusticias que este lugar repugnante en donde la policía te forra a hostias como no le guste tu pinta.
¿Lo mismo? ¡Ni locos! Entonces, ¿por qué se dijo, se repitió, se reiteró, se machacó (con el silencio cómplice del PP, que veía bien cómo así se minaba el voto socialdemócrata) sin descanso? Sin duda habrá habido mucha gente con escasas luces a quienes esta simplificación, como todas las simplificaciones, habrá cautivado. Pero muchos de quienes lo sostenían (y siguen sosteniéndolo) sabían que era falso. ¿Por qué lo decían entonces? Por dos razones en lo esencial: en primer lugar porque les salía personalmente (casi) gratis. Exceptuada alguna que otra medida, el conjunto del ataque del capital al trabajo no lo pagarían ellos sino eso, los trabajadores a los que estos pícaros engañaban.
En segundo lugar porque esperaban (y esperan) obtener una rentabilidad política superior a base de conseguir que se hunda el PSOE para ponerse ellos en su lugar. El viejo sueño del sorpasso anguitiano que llevó al primer triunfo del PP en tiempos de Aznar y que ha vuelto a llevar al triunfo de una derecha que, si tuviera que enfrentarse con una izquierda hábil, inteligente, abierta y unida jamás ganaría las elecciones. Esta actitud es obviamente una inmoralidad, igual que la de Montoro cuando dijo que cayera España, que ya la levantaría el PP. El mismo cálculo canalla que pretender que se hunda el PSOE para ocupar su lugar, aun sabiendo que eso no sucederá probablemente nunca y menos de un mes para otro, mientras las gentes normales las pasan canutas, los jóvenes no tienen futuro y están explotados. Los niños no tienen guarderías, se persigue a los inmigrantes, se niegan los derechos de los trabajadores, las mujeres, las embarazadas, los homosexuales. ¿Lo mismo? Ya está bien de demagogia.
Esa es la tremenda responsabilidad de IU, cuyo mejor ejemplo puede verse en Extremadura en donde la izquierda transformadora está transformando de nuevo la región en un cortijo de señoritos. Es obvio que ese cálculo absurdo de Izquierda Unida es responsable de la mitad de esta catástrofe de que un país mayoritariamente de izquierda esté gobernado por una derecha cavernícola. Pero la otra mitad corresponde al PSOE. Gobernar es elegir y el PSOE ha elegido demasiadas veces pactar con la derecha en lugar de con la izquierda y, todavía hoy, Rubalcaba jamás se dirige a IU sino que todo su afán es tratar de que los neofranquistas firmen un "pacto de Estado" con él porque, obviamente, se siente más cercano a Rajoy que a Cayo Lara.
Con este desastre mutuo, con este abandono de los dirigentes de su obligación principal que no es quedar por encima sino proteger a la mayoría de la gente de la agresión del capital y la derecha neofranquista, no es de extrañar que el país se encuentre en la situación de postración en que está, sometido a una dictadura de la derecha cada vez más clara, más provocadora, más injusta.
Los dos, PSOE e IU han conocido momentos distintos que demuestran que, si fueran capaces de entenderse sin apuñalarse, tendrían el país en sus manos: el tripartito catalán y el gobierno andaluz de coalición. Por razones que me parecen evidentes prefiero el gobierno andaluz al tripartito catalán, espero que resista y triunfe, sirva de ejemplo a escala nacional y permita devolver a España un gobierno de izquierda que ponga remedio a las lacerantes injusticias y la barbarie de este gobierno de servidores del capital y la Gürtel.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dissabte, 17 de març del 2012

La revolución socialdemócrata

Lo único que puede sacar a Europa de la crisis es la socialdemocracia. El neoliberalismo ya ha fracasado dos veces: una cuando la hizo estallar y otra, a la hora de resolverla porque, igual que los monomaníacos, carece de flexibilidad para adaptar sus criterios a circunstancias nuevas o para cambiar de ellos. A su vez, la izquierda de tradición comunista no tiene propuestas porque las que eran verdaderamente suyas -planificación centralizada y socializacion de los medios de producción- ya habían fracasado muchos años antes de que llegara esta crisis. Es más, esta puede entenderse, en parte, como resultado del fracaso de la experiencia comunista, que dejó el capitalismo sin frenos ni contrapesos.

Solo quedan las propuestas de algunos otros grupos parciales y especializados, singularmente los ecologistas que pueden integrarse mejor o peor en un programa socialdemócrata. Este es el único que tiene posibilidades reales por ser reformista e incluyente, por aunar mercado con políticas de redistribución de la renta y justicia social. Por eso es tan codiciado por los demás, especialmente por los comunistas o sus herederos que tratan de hacerlo suyo explicando que los socialistas lo han traicionado, que se han hecho de derechas y que han abandonado la bandera socialdemócrata para que la enarbolen ahora los repentinos partidarios del Estado del bienestar al que llevaban treinta años condenando.

Pero la socialdemocracia está tan viva como nunca, cual se ha comprobado por el mitin del Partido Socialista de Francia, hoy en París, en el que han participado, además de François Hollande, el alemán Sigmar Gabriel (SPD), el italiano Pier Luigi Bersani (PDI) y Serguei Stanichev (PSE). Fórmulas para salir de la crisis, medidas concretas, factibles, que evitarán el colapso a que llevan las políticas de recortes de la derecha con Merkel y sus monaquillos, estilo Rajoy: renegociar el tratado de estabilidad, creación de los eurobonos, introducción de la tasa financiera, política de estímulo y redistribución de la renta, reorganización del Banco Central Europeo, relanzamiento, etc.

Las presidenciales francesas del mes que viene son cruciales para esta recuperación; como lo serán las legislativas alemanas de 2013. La recuperación del eje franco-alemán será el comienzo del fin de esta pesadilla hecha de crisis, estafa, abuso, explotación y miseria. Lo único que puede parar el evidente proyecto de Rajoy y la derecha española y catalana de acabar con el Estado del bienestar, los servicios públicos, los derechos de los trabajadores y los sindicatos.

Por eso resulta incomprensible que España no esté en ese cónclave francés, que no haga acto de presencia ni tenga propuesta alguna. ¿Creen los socialistas españoles que, después de lo sucedido, hay salvación para España al margen de Europa?

divendres, 24 de febrer del 2012

Muerte de un viejo guerrillero.

Me ha entristecido la noticia de la muerte de José Sandoval. Lo conocí y lo traté en el penal de Soria entre 1967 y 1968. Tenía una condena que debía ser diez o doce veces la mía y siempre pensaba cómo era posible condenar a tantos años de cárcel a un hombre tan tranquilo y tan afable. Pero esas eran las apariencias y una muy buena educación. Por dentro estaba hecho de materiales más duros. Era comunista, combatió en el Vº Regimiento durante toda la guerra civil y luego formó parte de un destacamente guerrillero en la Unión Soviética, en lucha contra los nazis. Un hombre que defiende voluntariamente sus ideas con las armas en la mano y no en las manos de otros, merece siempre respeto, incluso aunque uno no comulgue con esas ideas.

Hace unos años, publicó sus memorias (Una larga caminata. Memorias de un viejo comunista), con prólogo de otro correoso militante, el novelista Armando López Salinas. De ellas hizo Palinuro una reseña en su día (Los viejos comunistas), en la que contaba algunas de las cosas que se dicen aquí.

El poco ruso que sé me lo enseñó él. Y, si es poco, no fue por falta suya, que era un excelente profesor, sino porque cumplí condena, salí a la falta de libertad de la Dictadura en 1969, y no continué lo que había empezado. En varias ocasiones he podido comprobar que no era tan poco y siempre que así ha sucedido, me he acordado de él con gratitud. Ya en la calle, nos tratamos intermitentemente mientras fue director de la Fundación de Investigaciones Marxistas y siempre con mutuo agrado.

До свидания, Иосиф! Покойся с миром.

dilluns, 6 de febrer del 2012

La crítica en IU.

Juan Torres López es un joven y reconocido catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla que, a su buen hacer académico, añade una constante preocupación con los problemas prácticos económicos y políticos de la sociedad en que vive. Es hombre de izquierda y su actividad, muy valiosa, va orientada a suscitar el debate y proponer vías y medios para articular un propuesta sólida y viable sustitutiva del capitalismo no ya solo en este momento de crisis aguda sino como modo de producción. Su prestigio es merecido y considerable en los círculos de la izquierda y no únicamente de IU, con la que más se relaciona. Palinuro no coincide con él en sus puntos de vista. Pero lo sigue con atención y le agradece el esfuerzo que realiza por aportar soluciones en un panorama cada vez más sombrío. Si toda la izquierda a la izquierda del PSOE se expresara en los términos abiertos, argumentados, claros a la par que radicales en que lo hace Torres es posible que saliera del marasmo en que se encuentra.

Recientemente Torres ha publicado un artículo, (Frustrante Izquierda Unida) en el que señala cuatro defectos en esa organización que le parecen indignos desde un punto de vista ético de la izquierda que Palinuro comparte. Son de diferente calado. Hay dos que podríamos llamar de supuesta corrupción ad usum, otro de habitual zancadilleo orgánico en este caso a Gaspar Llamazares y otro, probablemente el más escandaloso, de unas Juventudes Comunistas cuyo equipo de alpinismo se llama Ramón Mercader. El artículo está escrito con mesura, sin hostilidad pero sí con desencanto y es muy digno de tenerse en cuenta.

IU es una organización de masas del Partido Comunista, con la que este disfraza sus siglas en la retórica tradicional de la unión de la izquierda. El PCE evita así competir en el terreno político democrático con su propio nombre que no cuenta con un apoyo electoral significativo, como sucede siempre con las opciones comunistas en todo el mundo, que jamás han ganado elecciones democráticas salvo en algún caso extraordinario y aislado, como en el Nepal. La táctica de parapetarse tras organizaciones de nombres no comunistas pero a las que se controla, es tradicional en el movimiento comunista desde el VII y último Congreso de la IIIª Internacional en 1935 que consagró la fórmula del frente popular. Este frente no puede aplicarse ahora porque el PSOE no quiere por lo que, haciendo de necesidad virtud, al hablar de los socialistas, los comunistas vuelven a la política de los años veinte, de "bloque contra bloque" y a calificarlos de "socialtraidores" si no "socialfascistas" que es lo que en el fondo se persigue al equipararlos con la derecha. El objetivo es claro y doble: desprestigiar a los rivales socialistas y acaparar para sí, monopolizar, el término "izquierda", dejando en la oscuridad el de "comunista", que no tiene tan buena prensa.

Los comunistas viven en la esquizofrenia de hablar un lenguaje de izquierda amplia, abierta y plural hacia fuera mientras cultivan una cultura y orgullo de partido con intensa retórica bolchevique... de puertas para dentro. Así se refleja continuamente en su vocabulario, tachonado de expresiones como revolución, lucha, clase, camarada, proletariado, trinchera y otras que, no por ser deslavazadas y carecer de armazón teórica que les dé sentido, dejan de ser reveladoras de una mentalidad que vive rememorando nostalgias de una revolución fracasada. Uno de los rasgos de dicha cultura es el valor que se da al ejercicio de la crítica y la autocrítica en el seno de las organizaciones revolucionarias a la que, en teoría, consideran acicate de la acción política. La crítica, principio de la dialectica de la negatividad, es el motor del progreso humano y la prueba de que los revolucionarios, que la aceptan y aplican sin ambages, son la parte pura de la humanidad.

En la teoría. En la práctica las cosas son muy distintas. Que yo sepa, el articulo de Torres López ha suscitado dos respuestas. Una de Salvador López Arnal titulada Matices a unas críticas sobre Izquierda Unida y la frustración magnífica por el fondo y por la forma. En ella se admiten civilizadamente puntos de la crítica de Torres, se cuestionan otros en función de las fuentes de información del crítico y se relativizan otros. Siempre en un campo de elegancia y entendimiento que es básico para el debate político fructífero. Palinuro cree que la crítica de Torres sigue teniendo su fuerza, pero es cierto que debe objetársele si ha contrastado bien sus fuentes.

Una segunda respuesta, en cambio, firmada por Javier Parra, concejal de IU (Juan Torres López, un lastre para Izquierda Unida) con un estilo y un ánimo tan insultantes, intransigentes y pretenciosos que convierte en premonitoria la crítica de Torres quien quizá debiera añadir a sus causas de frustración que alguien pueda escribir textos como éste. No hay en él una sola respuesta a los hechos y razones de Torres López sino un ex-abrupto pobrísimo, cargado de descalificaciones y "argumentos" ad hominem perfectamente irrelevantes pero todos con la muy aviesa intención de hacer daño personal, y un artículo que compromete a IU porque el autor lo firma como concejal de la coalición. Un texto en el mejor estilo de los linchamientos a que los comunistas que estaban "en la línea" sometían a los que no lo estaban desde las páginas de Pravda o Izvestia. Una respuesta inquisitorial, amenazadora, despreciativa y bronca.

Y muy típica de los comunistas. Entiendo que Torres López ya es mayor para saber con quién está tratando y sacar las conclusiones pertinentes. Pero me permito el lujo exponerlo con claridad: lo de menos en esa lamentable pieza de sectarismo dogmático es ella misma. Lo importante es lo que el autor, sin querer, viene a confesar y que quizá haga meditar a Torres el sentido de sus esfuerzos, esto es que, en efecto, IU no es otra cosa que una tapadera del Partido Comunista de España que, en el fondo de su corazón, sigue siendo el heroico partido de José Díaz, Dolores Ibarruri y el glorioso padrecito de los pueblos, José Stalin. ¿Se duda? Démosle la palabra el señor Javier Parra: "Quizá se olvide el señor Torres que el 90% de los carteles que pega Izquierda Unida los pegan comunistas; que el 90% de los actos que organiza Izquierda Unida los organizan comunistas; que gran parte de las sedes de Izquierda Unida son de los comunistas". ¿Entendido? Comunistas, espíritus de acero bolchevique, hombres entregados hasta el martirio, que no se corrompen, no son enchufistas, no ningunean a los camaradas valiosos y, por supuesto, tienen derecho a bautizar sus clubs de alpinismo como les parezca sin que haya de venir ningún apesebrado putativo del PSOE a decirles lo que tienen que hacer.

Una última palabra respecto al hecho de que alguien pueda bautizar una organización de alpinismo de las Juventudes Comunistas con el nombre de Ramón Mercader (quien, por cierto, yace en su tumba en Moscú, escrita en caracteres cirílicos), que tiene su aquel. Si el mundo fuera distinto y viviéramos en un paraíso angelical, la idea del nombrecito tiene gracia porque Ramón Mercador fue hábil con el manejo del piolet, instrumento simbólico del alpinismo. Pero, siendo la realidad como es y habiendo sucedido lo que ha sucedido en la historia, quien haya puesto ese nombre a una organización del Partido Comunista es un analfabeto, un demente o un tipo al que conviene no perder de vista.

¿Y qué son sus superiores? No lo sé, pero es claro que, si IU no es otra cosa que una pantalla tras la que asoma su peluda oreja el Partido Comunista, el Partido Comunista tampoco es otra que una organización en la que sigue latente -bien se ve- el espíritu criminal del estalinismo.

diumenge, 27 de novembre del 2011

Caballería roja. El arte y el comunismo.

La Casa Encendida alberga una portentosa exposición de arte soviético titulada Caballería roja. Arte y poder en la Rusia soviética, 1917-1945 con tal abundancia de material, magníficamente organizado por la comisaria, Rosa Ferré, que si se pretende contemplarla con cierto detenimiento, da para más de un día. Se ha hecho con un enorme esfuerzo de coordinación y colaboración con muchos museos de Rusia que debe aplaudirse porque el resultado es impresionante. En los cuatro espacios de exposición de la planta baja y sótano de la Casa Encendida se exhibe la mejor muestra del arte soviético, de todo él y en todas sus manifestaciones, que pueda imaginarse.

Hay cuadros de Kandinsky, Chagall, Malevich (uno suyo da nombre a la exposición), Deyneka, Brodsky, etc; carteles de El-Lissitsky, Dmitri Moor, Gustav Klutsis, Maiakosky; fotomontajes de Rodchenko y otros; música de Shostakovich y Prokofiev; libros y poemas de Ana Ajmatova u Ossip Mandelstam; novelas y relatos de Babel, Gorki, Pasternak, Pilnyak; bocetos y diseños de Meyerhold, Maiakovsky de nuevo; artefactos de Tatlin o Theremin; películas de Dziga Vertov, Eisenstein o Pudovkin; esculturas de Vera Mujina e Ivan Shadr. Treinta años de creatividad muy bien expuestos, que dan una idea de la evolución del arte soviético desde la revolución bolchevique hasta 1945, el fin de la Gran Guerra Patria, que no del estalinismo.

Sin embargo, esa idea puede resultar engañosa si el visitante no sitúa en el debido contexto la enorme afluencia de obras de arte que lo asaltan. Para hacerlo, lo aconsejable es comprar el catálogo de la exposición, una obra muy apreciable con aportaciones de especialistas en la materia. Las de Rosa Ferré, las más abundantes, son con mucho las mejores. De este modo, armado con las claves que en el catálogo se encuentran el espectador ya no corre peligro de caer en la trampa de una visión convencional del arte comunista que, de darse, vendría a ser como el triunfo póstumo de la única habilidad en la que el comunismo ha destacado con auténtica maestría: la propaganda.

En efecto, el visitante de buena fe recorrerá las salas y su primera impresión (que, muchas veces, la mayoría, es la única que se obtiene) será coincidente con la interpretación al uso de la evolución del arte soviético y que, más o menos, dice lo siguiente: con la revolución bolchevique, en vida de Lenin y durante los primeros años de la joven república soviética (hasta el ascenso de Stalin en 1927) hubo un tremendo florecimiento del arte, en medio de la libertad de creación más absoluta, un montón de genios en todas las ramas estéticas asombraron al mundo con la fuerza, la originalidad y la belleza del arte revolucionario. Es cierto que, en muchos casos, la creación procedía de las vanguardias prerrevolucionarias pero, a partir de 1917, el comunismo revolucionó no solo la política y la economía sino la literatura y el arte en general, haciendo aportaciones que todavía se imponen con fuerza. A partir de 1927, sin embargo, con el ascenso de Stalin y, sobre todo, al comienzo de los años treinta hay un giro de radical de la política artística del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), el mismo Stalin se mete en cuestiones estéticas, el más rígido dogmatismo ahoga toda creatividad artística, se instalan el realismo socialista y el culto a la personalidad, los artistas se convierten en acobardados servidores y propagandistas de la ideología pseudomarxista del estalinismo y las obras de arte son falsas, bombásticas o puro kitsch.

Esta interpretación al uso es parcialmente cierta y parcialmente no. Es cierta la segunda parte: el estalinismo significó la sumisión del arte a las obtusas directrices del PCUS, administradas por Jdanov, consuegro de Stalin y que tenía tanto sentido estético como un boniato; significó asimismo el soborno de los intelectuales y artistas que se sometieron y la persecución, la tortura, el destierro o la muerte para los que no lo hicieron. Este triste destino afectó a miles de creadores. De los seiscientos asistentes al congreso de escritores en Moscú en 1934, unos años después doscientos habían sido fusilados.

En cuanto a la primera parte, es cierto que en los primeros años de la revolución hubo una verdadera explosión de creatividad artística, pero es falso, como suele darse a entender (ya que nadie se atreve a decirlo claramente por ser claramente mentira) que tal explosión estuviera animada por las autoridades comunistas o que Lenin fomentara la creatividad artística que no estuviera estrictamente ligada a la propaganda. Más abajo volveré sobre este asunto que no es sino el enésimo intento de cargar todas las monstruosidades del comunismo sobre Stalin, salvando la figura de Lenin, cuando es claro que lo único que diferencia a Lenin de Stalin, en esto como en todo, es que el primero murió prematuramente y no le dio tiempo a llevar a cabo todos los crímenes que cometió el segundo. No obstante hizo lo suficiente para justificar este juicio que, insisto, expondré al final de la entrada.

Antes unas palabras sobre el régimen de terror de Stalin que literalmente revuelve las tripas. En 1932, el ex-seminarista pone fin a la multiplicidad de escuelas, corrientes e ismos artísticos y crea una Unión de Escritores Soviéticos. El congreso de 1934 impone la doctrina del realismo socialista y ésta se expande a todas las ramas del arte a partir de la creación en 1936 de un Comité de Asuntos Artísticos de la Unión. Los artistas y creadores que querían prosperar tenían que pertenecer a estas organizaciones; los que no lo hacían ya sabían que les esperaba el ostracismo, la persecución o algo peor. Stalin fue especialmente duro con los escritores y, en concreto, con los poetas: Maiakovsky, Yesenin y Marina Tsvetaeva fueron empujados al suicidio, Mandelstam murió en el gulag, como Shyleiko y Nicolai Punin, segundo y tercer maridos de la poetisa Ana Ajmatova, cuyo hijo, Lev Guvilev también fue deportado y murió en consecuencia. Todo esto lo encontramos en la exposición.

Es Ajmatova, precisamente, la que cuenta en su introducción al primer poema de su obra Requiem que sólo pudo publicarse en Rusia en 1987 la famosa y estremecedora historia que mejor describe el terror stalinista. Estaba la poetisa en una de aquellas colas de familiares de presos y desaparecidos que todos los días tenían que ir a la puerta de la cárcel de Leningrado a esperar durante horas con temperaturas bajo cero por ver si conseguían alguna noticia de sus allegados y que tan bien describe Grossman en alguna de sus obras, cuando una mujer que estaba detrás le susurró al oído (nadie podía hablar en voz alta): "¿puede usted contar esto?" "Sí", respondió Ajmatova, "puedo". El resultado es el poemario Requiem, que pone los pelos de punta.

Pero no fueron únicamente los poetas los perseguidos. En los años del Gran Terror (de 1934 a 1940), Stalin hizo fusilar pintores (Pavel Filonov, 1937), cartelistas fieles hasta la muerte (Klutsis, 1938), novelistas (Boris Pilnyak, 1938; Isaak Babel, 1940), cineastas (Boris Shumiatsky, 1938), dramaturgos (Vsevolod Meyerhold, 1939) o periodistas (Mijail Koltsov, 1940). La exposición contiene obra de todos, mucha de ella, paradójicamente, alabando a su asesino. Por supuesto, al ser la exposición de arte, nada se dice de la masacre estalinista de políticos, militares, médicos, científicos y gente de la calle. Aun hoy es imposible calcular cuánta gente asesinó este tirano.

¡Ah, pero es que el estalinismo fue una degeneración del comunismo, del leninismo! Lenin era otra cosa. ¿Acaso no previno en su testamento de lo que se venía encima con el georgiano al que él mismo había nombrado secretario general? Es posible que tuviera segundos pensamientos pero, en realidad, Stalin no es sino la continuación de los métodos de Lenin. Fue Lenin quien cerró la asamblea constituyente y ahogó la democracia en la cuna; fue él quien ordenó reprimir a sangre y fuego la sublevación de Kronstadt, él quien hizo fusilar al Zar y su familia, incluido el zarevich, un niño, sin juicio alguno (y mantener oculto este crimen durante años) y él quien puso en marcha los primeros campos de concentración. En realidad no es Stalin ni tampoco Lenin, es el comunismo. Con él comienza el terror y la única diferencia entre Stalin y Lenin es que éste fallece muy pronto, está muy ocupado con la supervivencia del poder bolchevique (guerra civil, comunismo de guerra, NEP) y, desde su muerte (en 1924) hasta el triunfo de Stalin en la lucha interna por sucederle (1927), los comunistas tienen poco tiempo de ocuparse de los artistas.

Es decir, el grandioso florecimiento del arte revolucionario que se abre en 1917 es posible no gracias a los bolcheviques y Lenin, sino, al contrario, gracias a que los bolcheviques y Lenin estaban ocupados tratando de sobrevivir. Así se desarrollaron las vanguardias, o los grupos de artistas, como el Proletkult o Lef, por cierto, todos ellos sinceramente bolcheviques y revolucionarios. De todo esto hay magníficos ejemplos que suspenden el ánimo en la exposición. En punto a producción artística, la Rusia bolchevique no tenía nada que envidiar a la Alemania de Weimar. Y si en ésta hubo expresionismo o la neue Sachlichkeit, en Rusia hubo futurismo, constructivismo, acmeísmo, suprematismo o productivismo. Otro curioso parecido que se daría unos años después entre Alemania (ahora la nazi) y la URSS fue la persecución de las formas artísticas que disgustaban a las respectivas tiranías y ambas bajo el mismo nombre: "arte degenerado".

Pero todo ello no gracias a Lenin, sino a pesar de él. El fundador del bolchevismo no tenía inquietudes artísticas y sus gustos eran conservadores, por no decir del montón. Odiaba las vanguardias (para vanguardia ya estaba él) y los ismos. Su único interés en el arte residía en su faceta propagandística y por eso apoyó el cine, puso al dramaturgo Anatoli Lunacharski al frente del comisariado de arte y facilitó que se crearan aquellos trenes que llevaban los documentales de Dziga Vertov por los pueblos de la estepa. Pero ahí se acababa su preocupación y en el resto fue tan arbitrario y censor como Stalin sólo que mucho menos eficaz. Si Nadia Krupskaia iba al teatro y no le gustaba la obra, el dramaturgo recibía un aviso, igual que cuando Stalin iba al estreno de, por ejemplo, la Lady Macbeth de Shostakovich, no le gustaba y, al día siguiente, la Pravda cargaba contra una música que no era tal, sino un caos burgués, asunto peligroso que podía llevar al creador al gulag. Fue Lenin quien mandó al exilio a docenas de intelectuales y creadores, desde el novelista Evgenii Zamiatyn hasta el filósofo Nicolai Berdiaev, pasando por el sociólogo Pitirim A. Sorokin. Y fue igualmente Lenin quien hizo fusilar en 1921 a Nicolai Gumilev, primer marido (divorciado) de Ana Ajmatova, bajo la acusación de conspiración monárquica. Aún no se había descubierto la práctica de torturar y fusilar gente bajo la acusación de trostkistas. Es el estalinismo, es el leninismo, es el comunismo en definitiva, el que ahoga toda libertad creadora y, cuando puede, termina con los mismos creadores.

Una última noticia respecto a otro episodio siniestro de abyección de los intelectuales y artistas en la Unión Soviética que se encuentra documentado en la exposición y del que da cumplida cuenta el catálogo. En 1934, Maxim Gorki pone en práctica su teoría de que los escritores deben trabajar en brigadas como los proletarios y escoge a ciento veinte autores para escribir un libro glorificando la construcción del canal de Bolomor, que unió el mar Báltico con el el mar Blanco con una longitud de 227 kms. Era una de las grandes obras emblemáticas del estalinismo y no sólo por la proeza de ingeniería. Lo que Gorki y los demás escritores al servicio de Stalin celebraban era el hecho de que la obra fuera, además, una comprobación de las doctrinas comunistas sobre la regeneración de los presos mediante el trabajo forzado. Porque el canal -que los ciento veinte autores visitaron mientras se construía- fue obra de presos que lo hicieron picando el granito casi con las manos. Es decir Gorki y los autores estalinistas no tuvieron inconveniente en glorificar el gulag.

Relación de imágenes:

Primera: Kasimir Malevich, Caballería roja (h. 1930).

Segunda: El Lissitsky, Derrotad a los blancos con la insignia roja. (1920).

Tercera: Kuzma Petrov-Vodkin, Retrato de Ana Ajmatova (1922).

Cuarta: Isaak Brodsky, Stalin (1933).

Quinta: Stepan Karpov, La amistad de los pueblos (1922-24).

Sexta: Vera Mujina, El trabajador y la koljosiana (s.d.).

Séptima: Gustav Klutsis, Viva la URSS (s.d.)