dimarts, 19 de gener del 2016

Esta vergüenza es presidente del gobierno

Excelente entrevista de Alfredo Menéndez ayer en RN1 a Mariano Rajoy. Es recomendable verla íntegra para hacerse una idea de la capacidad mental, altura moral y, por supuesto, dotes oratorias de quien ostenta la presidencia del gobierno de una país europeo en el siglo XXI. Una verdadera vergüenza.

Vaya por delante que el presidente de los sobresueldos mantuvo durante los más de 35 minutos el mismo tono cansino, aburrido, reiterativo, entre escandalizado y paternalista, los habituales farfulleos y su inimitable capacidad para no decir nada pero muy ampulosamente, como si enunciara profundos pensamientos. Y vaya también por delante que el único momento en que se anima, en que su voz se hace natural, el tono vivo, muestra interés y conocimiento, como si se despertara de un mal sueño, es al final, en torno al minuto 33'5, cuando Menéndez le pregunta algo de fútbol. Vayan a oírlo. La metamorfosis es llamativa. Lo único que interesa a este zote en la vida es el fútbol. De lo demás, una de tres: a) no sabe nada; b) dice vulgaridades, topicazos y ordinarieces; c) miente descaradamente.

Es una vergüenza que un hombre así sea presidente del gobierno ni presidente de nada. Y lo es más que todavía no haya dimitido por su comportamiento sospechoso de corrupción en todos los niveles, órdenes y esferas. Y mucho más que aspire a volver a serlo, incluso con la aquiescencia de su partido, sin que en él haya nadie capaz de poner término a esta situación bochornosa.

La ejecutoria de desastre de sus cuatro años en que ha destruido el país social y territorialmente no aparece en sus letanías de embustes sobre una recuperación económica que, como sabe todo el mundo, se debe a la baja del precio del petróleo y la afluencia de turistas y se da en contra de sus medidas económicas, todas dirigidas a explotar a los más débiles y poner el país no ya a la cola de la OCDE en materia de desigualdad (es el más desigual, con excepción de Chipre) sino de todo el mundo.

Pretende encabezar un gobierno que no puede constituir más que mediante alianzas a base de no hablar con nadie, especialmente con el PSOE -que es el único con el que tendría alguna posibilidad- escudándose en que son los socialistas quienes no quieren hablar con él. En su mentalidad franquista no entra que, si necesita algo de los demás, tendrá que pactar con ellos. Y, si lo tiene imposible (como, de hecho, lo tiene), desistir para acelerar el proceso de constitución del gobierno, cosa que tanto le preocupa, según dice.

Esto de no hablar con los demás es caracteriológico suyo y propio de la oligarquía española: son los demás quienes tienen que hablar con él. Incluso aunque su posición sea desesperada. Esta densa estupidez, este fatuo orgullo son las últimas muestras de cómo España, a lo largo de los siglos, ha pasado de ser alguien a no ser nada. Preguntado si estaba dispuesto a llamar a Puigdemont, sin decir que no (nunca niega ni afirma nada; siempre pretende pasarse de listo, como todos los tontos con retranca), dejó claro que no pensaba hacerlo. ¿Hablar él, un recio español, con un catalán? Antes resucitará Companys. Y, por supuesto "Su Majestad el Rey" ha hecho muy bien no recibiendo a Carme Forcadell. Así va este desgraciado país.

Los catalanes, que se anden con ojo porque su gobierno no va a "dejar pasar ni una". Deberán atenerse estrictamente a la ley. Aparte del sonrojo que produce oír hablar del respeto a la ley a este chalán, que ha hecho mangas capirotes con todo el ordenamiento jurídico, hay que recordar que la consulta del 9N de 2014 en Cataluña se hizo en contra de la ley y sin que él pudiera evitarlo porque su fabulosa incompetencia ni cumplir con su deber le deja. 

No piensa retirarse y, si no tenemos suerte, habremos de ir a otras elecciones en las que este sujeto sin educación, vulgar, sin categoría, embustero e inútil querrá revalidarse, a pesar de ser el presidente con la valoración popular más baja de la historia. Y en su partido deben ser aun más bajos que él, porque nadie se atreve a decirle que se vea y escuche en un vídeo cualquiera y ponga pies en polvorosa.

Por supuesto, de la corrupción, que es el rasgo más característico y explicativo de su partido y de toda su carrera política, no sabe nada. No sabe nada de su diputado Gómez de la Serna, el penúltimo presunto sinvergüenza del PP, que ha tenido que marcharse; pero da a entender que ha sido él quien lo ha echado del grupo parlamentario del PP, cuando es falso porque se ha ido por su cuenta. No sabe nada de Rato, el milagro económico español, compañero suyo en los gobiernos del PP y supuesto ladrón sobre el que pesa una peticiòn fiscal de cuatro años por uno de sus presuntos delitos. No sabe nada de Bárcenas, el tesorero probable ladrón y gestor de la caja B del PP al que él amparó, protegió y ascendió y al que enviaba SMSs de aliento y apoyo. Y, claro, no sabe nada del borrado de los discos duros del ordenador de Bárcenas en el PP, una causa que una jueza archivó en su día y que ahora la Audiencia Nacional ordena reabrir con muy fundadas razones. Y no solamente no sabe nada, como ya mintió a una periodista yanqui hace tres años (podía haber aprovechado el tiempo para enterarse), sino que le parece mal que la causa se reabra. A él, que nunca comenta las decisiones judiciales.

En este caso, la decisión es clara: los jueces quieren saber quién ordenó la destrucción de esos discos duros. Pues bien, él, que era entonces el responsable del gobierno y del partido y el que tomaba todas las decisiones, no sabe nada.

Gracias por la entrevista. Pobre país, gobernado por un tipo de esta estofa. 

dilluns, 18 de gener del 2016

Rajoy, no; el PP, tampoco

Cinco segundas figuras de los partidos con mayor representación parlamentaria se vieron ayer las caras en el plató de el objetivo de Ana Pastor en la Sexta. E hicieron poco más que verse las caras porque entre lo que ellos se interrumpían recíprocamente y lo que les interrumpía el mando pastoril apenas pudieron decir gran cosa. 

Ignoro si la señora admite sugerencias, pues parece bastante pagada de sí misma, pero, por si acaso, ahí va una: suprima esas morcillas de la "maldita hemeroteca" y otras triquiñuelas aparentemente objetivas. Sirven para que ella se luzca, sí, pero: a) desestructuran el programa dando una patada innecesaria a una de las tres unidades del teatro clásico; b) son una parodia manipuladora. Ayer fue patente que se trataba de destrozar la imagen de Sánchez en provecho de la de Iglesias. Pero, aunque fueran menos manipuladoras, serían igual de inútiles porque ese trabajo de contraste (y contexto) no puede hacerse en el medio televisivo. No puede hacerse en serio, claro, aunque sí cabe montar esa ridícula chirigota para solaz de necios.

De lo poco que cupo entender a los contertulios -que no se dejaban hablar, por cierto- se sigue una conclusión evidente: nadie quiere al PP y mucho menos a Rajoy. Me atrevo a sospechar que ni Monago. Por supuesto, la cuestión de los pactos y las nuevas elecciones es un verdadero lío. Pero el terreno firme está claro: Rajoy no.

El presidente de los sobresueldos ya sabe que su coalición preferida, su propuesta estrella  (PP+PSOE+C's) no va a salir. La invoca por si cuela, pero en su fuero interno, la voz interior de Husserl lo tiene convencido de que es imposible  y prefiere que no haya coalición alguna y se convoquen nuevas elecciones. Por eso, en lugar de contactar con los otros líderes parlamentarios prefiere trabajarse a su partido para ser el candidato otra vez .

El PP no puede pactar con el PSOE ni con nadie porque, diga Monago lo que diga, después de este desastre de cuatro años de abuso, robo, dislate y corrupción y todo ello a la brava, por ordeno y mando, nadie quiere ni acercársele. Además, ¿cómo iba a gobernar una hipotética coalición PSOE+PP sabiendo que hay que derogar todo lo que el PP ha hecho en cuatro años? Sería ridículo hasta para los políticos españoles.

La pelota de la famosa centralidad política está en el tejado del PSOE. El pacto más natural, el que Palinuro siempre ha defendido es el de PSOE+Podemos. Tampoco llega a la mayoría absoluta. Tendría que sumar los 2 de IU y quizá los 6 del PNV y seguiría en minoría. Tendría que contar con la abstención de los catalanes. Tal es el punto neurálgico de este problema, como siempre. El PSOE no está dispuesto a pactar nada con partidos independentistas y tampoco con quienes defienden el referéndum de autodeterminación en Cataluña o, en palabras de Suzana Díaz y Rajoy al alimón, "quienes quieren romper España". En el caso de C's más rechazo, si cabe,  

O sea, el gran obstáculo es el referéndum catalán. Si Podemos se obstina en mantenerlo (cosa bastante razonable porque esa propuesta es muy sensata), no habrá gobierno de coalición en España. Si lo retira, perderá una cantidad imprecisa de votos de las franquicias (entre 10 y 15) y sus flamantes 69 diputados se reducirán a 55 más o menos. Aun sumando los 2 de IU y los 6 del PNV, necesitaría de nuevo la abstención de los independentistas catalanes.

Paradoja: el gobierno de España depende de los votos de quienes quieren romper con España, como señaló Palinuro la misma noche de las elecciones y modestia aparte.

El modo de salir del laberinto sería que el PSOE fuera menos intransigente y menos estirado con el referéndum. ¿Por qué es tan dificil llegar a un acuerdo? Por eso, por la intransigencia y el extremismo. ¿Por qué no pueden PSOE y Podemos llegar a un  pacto en el que el referéndum quede fuera, pero sin que Podemos tenga que renunciar expresamente a él como los judíos tenían que abjurar de su fe en la Inquisición? Porque seguimos siendo tiesos e intolerantes como la Inquisición.

Reúnanse en buena hora PSOE y Podemos; acuerden un programa de gobierno común y especifiquen en hoja aparte sus discrepancias. Por ejemplo, esta del referéndum. ¿Qué inconveniente hay en que Podemos trabaje en su favor en las instituciones sin que ello suponga ayuda o connivencia del PSOE? Al fin y al cabo, las mismas gentes de Podemos piden un referéndum en Cataluña pero advierten de que votarán "no" a la independencia. Hagan asimismo pedagogía con su posible aliado socialista, traten de convencerlo de algo que, por lo demás, es perfectamente honroso y hasta conveniente. En algún momento, cuando el PSOE recapacite, se convencerá de que es lo más razonable.

Y para entonces habremos ganado mucho tiempo en desmontar la bestial involución de cuatro años de PP: reforma laboral, Ley Wert, Ley Mordaza, privatizaciones, todo a la basura. Y, en ese interín, a su vez, el gobierno catalán, que también estará aplicando su hoja de ruta, acabará convocando un referéndum sobre la Constitución de la Repúbica catalana. Sería extraordinario y muestra cierta de que las cosas han cambiado en este país, que el gobierno español se sentara a negociar con el catalán ese referéndum.

Independencia a término

Buena entrevista a Oriol Junqueras en Ara. Es insólitamente pronto para valorar cuestiones objetivas de su gestión o de la del anterior porque aún no ha empezado. Pero tienen su importancia dos puntos que intrigan, uno del pasado y otro del futuro. En cuanto al pasado, se trata de recoger información sobre lo que sucedió los primeros días de enero de este año durante las frenéticas negociaciones de Junts pel Sí y la CUP. Junqueras da pistas y cuenta cómo trató los asuntos con Mas, qué se contaron respectivamente y cuál fue su actitud. Esto, añadido a la información que trae hoy elMón.cat de que fue la dimisión de Baños el catalizador del acuerdo contribuye a que nos hagamos una idea ajustada de lo que pasó y cuál fue la reacción de la CUP.

La otra cuestión de interés tratada en el entrevista es la del plazo de 18 meses para la independencia. En algunas ocasiones Junqueras y otros han señalado que se trata de un término aproximado. Es obvio. Si, como dice Espinoza, toda determinación es una negación, la fijación de un plazo perentorio para un proceso en el que está todo por hacer, por inventar, incluso el camino que debe recorrerse y hasta el vehículo en el que se hará, resultaría absurdo. El gobierno catalán tiene ante sí una tarea endemoniada como es poner en pie las estructuras de un Estado nuevo, republicano, en el seno de una Monarquía que tratará de torpedear el empeño por todos los medios y sin darle pretexto para emplear los coactivos o violentos. Algo muy difícil. 

Hay un concepto constitucional en la República Federal de Alemania que aquí no se aplica: la Bundestreue o "lealtad federal". Y aquí no se aplica porque no existe. Obviamente, el gobierno central estará vigilando con los cien ojos del gigante Argos todos los pasos y medidas del nuevo gobierno catalán y, si este transgrede en algo la ley, lo llevará a los tribunales. Pero se hace difícil imaginar a qué medios pueda recurrir para obstaculizar o impedir que el gobierno catalán ponga en marcha sus estructuras de Estado (entre otras cosas, porque podrá darles nombres variados e imaginativos), pues no cabe invocar el concepto de Bundestreue

La cuestión se planteará (ya apuntó en la entrevista que Monica Terribas hizo  a Puigdemont) en el instante en que la Generalitat pida a los ciudadanos catalanes que no paguen sus impuestos a la Hacienda española sino a la catalana. Ese será el momento crucial, el determinante, el que pondrá fuera de la legalidad a los ciudadanos catalanes que obedezcan las indicaciones de su gobiernno. El  arranque mismo de la independencia.

En el fondo, con todos sus trémolos simbólicos, el punto explícito de la soberanía es la recaudación de impuestos. La feliz separación entre la Iglesia y el Estado que se consagró  en Francia en 1905 (y que ya nos gustaría tener en España) comenzó a fraguarse siglos antes (XIII/XIV) en el conflicto entre el Rey Felipe IV, llamado "el Hermoso" y el Papa Bonifacio VIII a propósito de a quién debía pagar impuestos el clero francés, si al Papa o al Rey. Si para resolver ese conflicto del todo en Francia se tardaron 600 años, parece irrelevante que los catalanes lo hagan en 18 meses o en 16 o en 24.

diumenge, 17 de gener del 2016

El pueblo quiere pactos

Así lo dice El País, que ha mandado a los de Metroscopia por los campos de España, como missi dominici, a preguntar su opinión a los ciudadanos súbditos de Felipe VI.

La situación en el reino se ha invertido, como ya señalamos en su día: ahora hay un gobierno fuerte en Cataluña, con mayoría absoluta y el gobierno de España está en funciones, mientras se aclara el turbio panorama que dejaron las elecciones del 20D .

Según tradición parlmentaria corresponde al partido más votado tantear sus posibilidades en primer lugar. A Rajoy le parece injusto negociar cuando está claro que debe gobernar el partido más votado, el suyo. Se le antoja de sentido común. Lo otro, coaliciones que son un fraude. No está mal para dicho por alguien que estuvo cuatro años gobernando fraudulentamente pues lo hizo en contra del programa por el que los ciudadanos-súbditos le habían votado. Por desgracia, eso del "partido más votado" no significa nada en democracia parlamentaria en donde gobierna quien tiene más diputados que, no se olvide, también significa más votos, sumados.

Todos los pactos posibles parecen ser imposibles. El de la gran coalición ha sido desechado por el PSOE y también el tripartito estilo búnker. Queda el pacto de la izquierda, ese que Rajoy juzga contra natura. Es término dentro de un orden: todo el mundo sabe que la izquierda está siempre yendo contra la naturaleza y el orden cósmico. Es gente rarísima: siempre quieren cosas antinaturales: divorciarse, abortar, casarse con alguien del mismo sexo o de ninguno, y hasta quieren que los hombres dejen de maltratar a las mujeres. Es gente rara, sí. Pero la coalición no es dificil por cuestiones naturales sino políticas y aritméticas. Podemos propugna un referéndum de autodeterminación en Cataluña del que el PSOE no quiere ni oír hablar hasta el punto de que su defensa implica romper toda posibilidad de diálogo. Si este asunto no se resuelve, no puede haber pacto de izquierdas. Los otros posibles no servirían para nada sin los 90 y/o 42 de Podemos más los 27 de las franquicias. Tampoco merece la pena considerar un gobierno en minoría del PP con apoyo del PSOE. Esa es la peor posibilidad para el PSOE, peor, seguramente, que acudir a elecciones.

Evitar las nuevas elecciones, parece ser el mensaje popular. Que contradice los intereses de todos los partidos. Todos aspiran a mejorar sus resultados, excepto el PSOE. Lógico que todos quieran las elecciones excepto, claro, el PSOE y eso aunque los resultados previstos serían más o menos similares a los actuales.

Los catalanes han evitado las elecciones nuevas. No está nada claro que vaya a suceder lo mismo en el Estado. La composición de gobierno es mucho más difícil porque son más de dos polos en juego.

En realidad, si no hay una conciencia de elecciones nuevas en España es por la sospecha generalizada de que, digan lo que digan los sondeos, el partido que aparezca como rompedor de los pactos, tendrá castigo en las urnas.

El referéndum catalán se hará

A este asunto va dedicado mi artículo de hoy en elMón.cat, L'inevitable referèndum. Ese referéndum que debió haberse celebrado hace años pero que tropezó con la intransigencia centralista de la oligarquía española, apoyada en esto (al igual que en otras cuestiones, como la monarquía) por el PSOE. Este está animado del mismo espíritu centralista pero disfrazado de jacobinismo, como si tal cosa fuera más progresista que la negativa de la derecha caciquil y nacionalcatólica a reconocer el caracter nacional de los territorios que lo tienen.

Ese referéndum que está siendo caballo de batalla en la esfera pública española y, sobre todo, en las perspectivas para un gobierno de coalición PSOE y Podemos. El referéndum, que Podemos, con notable, aunque tardía clarividencia, defiende, es considerado por el PSOE como impedimento absoluto para pactar nada. Se entiende está obsesión por el temor a perder votos en España. Los socialistas llevan ya muchos perdidos desde las elecciones de 2008 y, quizá por eso, actúa con esa contundencia de nacionalismo español.

Pero esto es un error garrafal y el PSOE no está para andar cometiendo muchos. No es verdad (o ya no es verdad) que un referéndum y su inevitible explotación demagógica del PP a través del España se rompe reste votos en España. Los tiempos han cambiado bastante; el electorado español probablemente ya no responde al patrón, siempre imaginado por la oligarquía y el clero, de gente simple, supersticiosa, cerradamente católica, firme sostén del trono y el altar. Cabe hacer pedagogía del derecho de autodeterminación en España. Lo ha demostrado Podemos y, si hay elecciones anticipadas, lo demostrará más.

Carles Puigdemont prevé un referéndum catalán sobre la nueva Constitución de la República catalana. El referéndum está en boca de todos y  todos sabemos que, al final, habrá que hacerlo. Quizá si Pedro Sánchez reflexiona un poco sobre el asunto, se libra del aliento centralista de Rubalcaba y repara en que solo se oponen al referéndum los sectores más arraigados, corruptos y caciquiles de la derecha española y los cuadros, dirigentes y apparatchiquis del socialismo, pueda replantear el asunto con una mentalidad algo más moderna.

Sería un buen momento para rectificar tanta baladronada de la más casposa gran nación española.

Esta es la versión castellana:



El inevitable referéndum.
                                                                                        
Cuanto antes lo veamos tod@s, mejor para el conjunto. 

Los primeros pasos de la nueva legislatura tras el 20D vienen acompañados de los típicos rifirrafes de negra honrilla por los que los actores tratan de pulsar la determinación de los demás. El Rey no recibe a Carme Forcadell; no agradece los servicios prestados a Mas; tampoco recibe a Carles Puigdemont. Todo ello, se supone, para mostrar el real desagrado por la deriva de la situación catalana. Todos los partidos dinásticos y cortesanos se ajustan al patrón de su señor natural y no felicitan al recién electo 130º presidente de la Generalitat. ERC, en justa repuesta, no irá a consultas mientras el Rey no enmiende su falta de cortesía. Y seguramente lo mismo debiera hacer CDC pues el desplante del Borbón es a las instituciones de Cataluña en sus representantes, no a un partido.

Resumen del mensaje por ahora: el independentismo catalán continúa con la iniciativa y sigue su plan. Frente a él, el Estado muestra su desconcierto y carece de proyecto y de respuesta al ajeno. Ni las formas sabe guardar. Puigdemont expone la hoja de ruta del nuevo gobierno, de transición de la autonomía a la independencia mediante referéndum sobre la Constitución de la República catalana en 18 meses, más o menos. En Cataluña hay un gobierno que tiene claro a dónde va. En España no hay gobierno y ya veremos si el que haya, si lo hay sin nuevas elecciones, sabrá a dónde ir. Los tiempos han cambiado mucho.

Los primeros en darse cuenta de ello han sido las izquierdas españolas en la oposición. Iglesias y Sánchez, finalmente, un poco a rastras, enmendaron el yerro y llamaron a Puigdemont, a comunicarle sus respectivos proyectos. Las demás fuerzas políticas españolas, Casa Real incluida, tendrán que buscar una salida cada vez más problemática al barrizal de grosería en que se han metido solas. 

El referéndum legal que propone Podemos y la reforma constitucional en sentido federal del PSOE llegan muy tarde. Pero, al menos llegan, y ofrecen una base para comenzar a hablar. Repárese en que son las primeras ofertas concretas, aunque muy imprecisas, que se hacen desde el Estado en más de cuatro años. Y vienen de la oposición. Ni el gobierno del PP como responsable político máximo, ni el Rey en su función de mediación, han sido capaces de abrir vía de diálogo alguno y mucho menos de hacer alguna propuesta de sentido. Ambos dos hablan mucho de diálogo, pero no lo practican y, si pueden, lo torpedean. Se han limitado a corregir su propia demasía, cuando, tras hablar con Felipe VI, Rajoy recogió velas y renunció expresamente a la aplicación del artículo 155 CE con el que había amenazado un par de días antes –sin duda por orden suya- su portavoz oficial, el joven recién Casado.
Por la parte catalana, bien claro lo dejó Puigdemont en su entrevista con Terribas, hay voluntad de entendimiento, negociación y concordia. Como es natural. Nadie está interesado en crear problemas y plantear escenarios de confrontación innecesaria o supuestos que generen inseguridad e incertidumbre y mucho menos en llegar más allá. Pero eso no quiere decir que el gobierno de Junts pel Sí condicione su hoja de ruta a las inexcrutables reacciones del Estado ni mucho menos vaya a suspenderla bajo amenaza o chantaje. 

La finalidad de este gobierno independentista es plantear en un año y medio un referéndum unilateral sobre el proyecto de Constitución de la República catalana. Dos conclusiones entrelazadas se siguen de aquí:

1ª) al final, la solución es un referéndum. Lo proponga el puro sentido común, lo propugne Podemos, lo imponga la Unión Europea u obedezca a un propósito del gobierno catalán, el resultado es siempre el mismo: un referéndum. Lo que los partidos dinásticos españoles llevan años rechazando y la Corona no quiere ni considerar. Un referéndum y un referéndum unilateral y vinculante que, como todo el mundo sabe, es la única forma civilizada y respetuosa con los derechos de la ciudadanía, de averiguar qué apoyos tienen las dos únicas opciones que aquí se enfrentan (independencia o no) y de adoptar las decisiones correspondientes con conocimiento de causa.
2ª) como lo plantea el gobierno de Puigdemont, ese referéndum es imposible de casar con la legalidad española, salvo que se hagan cambios de calado en esta para los cuales se precisa la correspondiente voluntad política. Y tal es el punto de ruptura, como siempre que la realidad impone un cambio que el ordenamiento jurídico impide. Para avanzar hay que reformarlo. Reforma o ruptura es la disyuntiva tradicional de todo cambio político desde que el mundo es mundo. La que se presentó en la misma transición española que, andando el tiempo, nos ha traído hasta aquí.

Así que el referéndum es la solución en que ambas partes podrían ponerse de acuerdo. Porque, digan lo que digan los partidos dinásticos y por mucho que pataleen los barones socialistas y sus viejas, viejísimas glorias, el referéndum es la única salida racional al atasco del Estado de 1978. De forma que, en realidad, hoy ya nadie (salvo los empecinados dinásticos) discute que ese referéndum se realizará. Lo que se discute es cómo se hará. 

Un referéndum unilateral, vinculante, pactado con el Estado en el que este todavía tenga algo que decir, es su última oportunidad. Cuanto antes lo vea, mejor para tod@s. Especialmente para él.




dissabte, 16 de gener del 2016

La aporía de la unidad

Cuando, en la misma noche electoral del 20D, Palinuro advirtió de que pasaría lo que hoy trae en portada El País, se le echó encima la legión de trolls de Podemos con la habitual sarta de improperios de linchaflautas.

Esa misma noche, Iglesias daba la interpretación canónica y falsa del resultado electoral: Podemos = 69 diputados y tercera fuerza política. Algo había que decir para disimular la verdadera situación: 42 diputados (los otros 27 eran de las franquicias locales) y de sorpasso al PSOE, nada. Una derrota en toda línea en comparación con las expectativas. Desde entonces, las terminales mediáticas de la formación morada -Público, la Sexta- y los fieles creyentes siguieron con la patraña con fervor doctrinal: 69 diputados. Y quien dijera lo contrario era un fementido traidor, un envidioso, un facha, un... En fin.

La dura realidad se ha impuesto y, aunque lo intentaron, los de Podemos no consiguieron los cuatro grupos que necesitaban vitalmente para que el conflicto en su seno no estallara y se hiciera patente. (De todo esto ha dado cuenta Palinuro en posts anteriores). De ahí el exabrupto de Iglesias cuando finalmente le dijeron que no: era el fin de la patraña del 69. Una patraña típicamente española y no de vieja política sino antediluviana: el adalid de la España plurinacional es incapaz de reconocer esa plurinacionalidad en su propia casa. Como siempre: se venden recetas que no se tienen, pieles que no se han cazado, fantasías, castillos en el aire.

Aquí cabría una pequeña consideración aquilatando lo que realmente han traído de nuevo a la esfera pública española estos innovadores. Muy poco. Nada. Llaman comunicar a contar mentiras e invenciones; los análisis independientes no se escuchan y se pretende ahogarlos con manadas de trolls rabiosos; los discursos del mando están alimentados de propaganda y falsedad; la autocrítica no existe y la crítica es pura conveniencia táctica; solo cuenta el efecto mediático inmediato; autenticidad, sinceridad, verosimilitud: cero. 

Pero no merece la pena. Esta legislatura no ha hecho sino arrancar. Habrá más ocasiones de hablar. De hecho, ya vuelve la canción unitaria que acunó los primeros vagidos de estos guerreros de la nueva política en la vieja IU. En Oviedo, algunos cargos de Podemos, que sienten la querencia unitaria celebran una reunión  con los restos del pecio comunista y algunos de sus más gloriosos capitanes, como Anguita, Gerardo Iglesias y Manuel Monereo, todos ellos en busca del sempiterno Eldorado de IU, esto es, la formación de una alternativa unitaria (la unidad jamás desaparece de los discursos de estos escisionistas compulsivos) a la fementida socialdemocracia. 

Es de esperar, por el bien de Podemos, que esta reunión de comunistas y excomunistas se reduzca a amargar el fin de semana a Llamazares porque, como vaya más allá y crezca y se plantee una unidad real con tan recalcitrantes fracasados, los 42 diputados de Podemos de ahora pueden no llegar a la veintena  en las siguientes elecciones y la casta solo les habrá durado una legislatura.

Hablar al catalán

Las buenas formas y maneras comienzan a abrirse paso en estos páramos mesetarios. El primer paso lo han dado los plebeyos, Iglesias y Sánchez que, por fin, han llamado a Puigdemont, flamante 130º presidente de la Generalitat. Si también lo hará Rajoy, otro plebeyo y futbolero, es un imponderable. Dudo mucho de que lo haga Rivera, que tiene un problema psiquiátrico y edípico con su país, Cataluña. No sé por qué no lo ha hecho Urkullu.   Y supongo que al Borbón habrá que llevarlo a rastras al teléfono y obligarlo a marcar el número para que ceda. Ignoro por qué se resiste de este modo cuando tiene ejemplos más que sobrados de flexibilidad en su familia: Carlos IV y Fernando VII corrieron a entregar la corona de España y su inmenso imperio ultramarino al Emperador Napoleón I. Isabel II coronó su veraneo en San Sebastián exiliándose en París y a Alfonso XIII le bastaron unas elecciones municipales para coger las de Villadiego. Quizá piense, como sus antepasados, que estos catalanes acaban siempre tragando.

Puede llevarse una sorpresa. ERC anuncia que no acudirá a consultas con el Rey si este no recibe antes a Forcadell y a Puigdemont. Son ganas de fastidiar. ¿Qué más les dará, si ellos son republicanos? Pues por eso precisamente. Así, entre su republicanismo y la ya patente ineptitud de la Casa Real, no ha comenzado la legislatura y ya tenemos un conflicto de negra honrilla. Típicamente español.

Pero vayamos a lo positivo. Pablo Iglesias sí ha llamado y ha expuesto a Puigdemont su punto de vista sobre la cuestión catalana. El más avanzado de todos los del nacionalismo español: referéndum unilateral con Podemos defendiendo el no a la independencia. Palinuro aplaude porque es por lo que viene abogando hace años. Pero ya no está muy seguro de si surtirá efecto. Las cosas han cambiado bastante y, a base de cerrazón española, la gente también, de forma que no es seguro que tenga mucho apoyo ahora, aunque lo respalde Colau. Y eso sin contar con un dato definitivo: Podemos necesitará bastante más diputados que 42 para conseguir que el Parlamento español autorice un referéndum unilateral en Cataluña, al que hoy por hoy, se oponen 253 diputados de PP, PSOE y C's.

Pedro Sánchez también ha llamado a contar a Puigdemont a su vez los planes federales del PSOE que, con la actual aritmética parlamentaria, no son tan cuento de la lechera como los de Podemos, pero no se diferencian mucho. Son, quizá, númericamente más viables que los de Podemos, pero de contenido y substancia mucho más vagarosos e improbables. Es difícil enseñar federalismo a los catalanes que, desde Pi y Margall son los que mejor o peor han venido defendiendo la idea. Y es difícil que un partido tan jacobino como el PSOE (a pesar de su jerga federal) pueda hacer una propuesta atractiva a día de hoy y como están las cosas.

Pero, y lo han comentado muchos en la Villa y Corte: tanto Iglesias como Sánchez han quedado gratamente sorprendidos de haber encontrado en Puigdemont una persona flexible, dispuesta al diálogo, con ánimo de concordia.

¿Qué esperaban? ¿Que mordiera? O tienen muy mala conciencia o ven demasiada Intereconomía.

divendres, 15 de gener del 2016

"El orden del día"

El agenda setting, que dicen los expertos, es una función decisiva de los medios. Estos deciden de qué se habla. Desde hace días del bebé de Bescansa, de las rastas de un diputado, de las lágrimas de Iglesias y lo que se considera postureo de Podemos.

Voces indignadas, improperios, insultos, recriminaciones. Las-cosas-tienen-un-límite. A dónde vamos a llegar. El buen gusto. No me importa su peinado, pero... Es exhibicionismo, espectáculo, quieren llamar la atención, ser diferentes.

Sí, la verdad, es obvio. No hacen falta tertulianos para eso. Quieren hacerse notar. ¿Y qué? Es el signo de los tiempos. ¿No se han enterado? ¿No han entendido la postmodernidad que tanto predican? Lyotard, su principal gurú, se enfrentó a Habermas en donde más le duele: la manía de la comunicación como consenso que remite a acuerdo, uniformidad, cuando lo que tenemos a la vista es discrepancia, multiplicidad y discursos que ni de lejos se tocan. Tenemos el derecho a la diferencia. Hasta los autoritarios de la derecha se han tragado los matrimonios homosexuales y el derecho a ser distinto.

El derecho a ser distinto, sin jaurías de comentaristas soltando insultos y atrocidades.

Entre otras cosas porque ese consenso, ese acuerdo, esa uniformidad por todos aceptada  consiste en llamar normales a cosas no ya distintas sino verdaderamente estrafalarias. A Rajoy se le pone cara de bellota cuando ve pasar unas rastas, pero luego se va a un desfile de los ejércitos y se cuadra con el Rey a su lado en saludo militar ante una cabra. El bebé de Bescansa tiene ya en sus cinco meses más biografía escrita que los cien mil hijos de San Luis. Eso en un país cuyo ministro del Interior condecora tallas policromadas que él y quienes son de su confesión, adoran y a las que otorgan poderes milagrosos. No veo por qué cuesta tanto imaginar que haya un mundo en donde ver a un ser humano supuestamente racional condecorar un palo pueda considerarse un comportamiento de orate.

En fin, estaría bien que el Parlamento se pusiera a trabajar cuanto antes y cuanto antes se constituyera un gobierno si quieren saber por donde sopla el viento en Cataluña.

La transición catalana

El cronista de la República catalana, en realidad, actúa también como traductor. Ayer TV3 transmitió una entrevista de Mónica Terribas a Carles Puigdemont de enorme contenido, que debió emitirse también en canales españoles con subtítulos. Al no ser así, como siempre, la información de los ciudadanos del resto del Estado es inexistente. Porque los resúmenes que hace la prensa no sirven para gran cosa.

Palinuro lleva años avisando de que en España, la iniciativa política es del independentismo catalán. Ayer, eso fue patente. Puigdemont expuso largo y tendido su programa de gobierno, que es ir de la autonomía a la independencia o, para ser más exactos, de la autonomía a las puertas de la independencia... en 18 meses. Si, luego, hay independencia o no, lo decidirá el pueblo y con su persona ya se verá lo que pasará. El nuevo presidente ha sustitudo a Mas en su papel de Moisés: del Egipto autonómico a la tierra prometida que él verá, pero no pisará. Para hacer más bíblica la imagen: la formación de gobierno después de las elecciones del 27 de septiembre fue el cruce del Mar Rojo, cuando las aguas de la CUP se dividieron por la mitad (1515-1515) para dejarlo pasar.

Y todo dentro de la legalidad en la medida de lo posible. Un gobierno que ya está trabajando en esta hoja de ruta, con un programa definido, sin miedo y contando con todos los efectivos posibles (Mas incluido) para sacar de lo que hay las estructuras de un Estado nuevo. Puigdemont se ve como un presidente transitorio y su mandato como una transición. No como esa segunda transición que los políticos españoles están siempre invocando (primero fue Aznar y luego Iglesias) sino como una transición de verdad en la que lo que más preocupaba a Puigdemont era transmitir la idea de tranquilidad y seguridad: "de la ley a la ley".

Se trata de parir un Estado nuevo, pero sin que haya sobresaltos, sin dolores del parto, incluso sin parto, que la burguesía es muy asustadiza. Casi mejor sacarse el Estado de la cabeza, como Palas Atenea salió de la de Zeus. Por eso, el gobierno tiene cuadrillas enteras de expertos e intelectuales, trabajando en los cimientos y la estructura de ese Estado que ha de hacerse en silencio pero ha de inspirar tanta confianza que los ciudadanos acepten pagarle sus impuestos... y este fue uno de los momentos más delicados de la entrevista.

¿Qué pasa si España se opone y actúa? De momento, ha empezado mal. Ni el Rey ni Rajoy, ni nadie ha llamado a Puigdemont para felicitarlo. Los españoles, diría el inefable Rajoy, son mucho españoles pero poco educados. Si, además de groseros, se ponen matones y van a la gresca contra Cataluña, concluye Puigdemont, solo causarán daño al pueblo. Y no quiso ser más específico.

Clara está su intención y los políticos nacionalespañoles harán mal en seguir ignorándola porque, cuando se produzcan los resultados previstos, los pillarán en Babia, como siempre. De aquí a 18 meses, el govern hará política social a pleno rendimiento, en el espíritu del plan de choque de la CUP. Sostiene el presidente -que se cuenta en el ala socialdemócrata de CDC- que como un objetivo de justicia social en sí mismo. Pero no se le escapa, supongo, que eso ensanchará mucho la base independentista y que, al someter la Constitución de la República catalana a referéndum, espera que la mayoría favorable pase empliamente del 50 %. Como, además, su gobierno no deja palillo por tocar, echa los tejos al llamado mundo Colau que, sospecho, es una denominación imprecisa porque a Puigdemont le pasa lo que a Palinuro: que no tiene muy claro cuál es el imaginario de Colau.

En todo caso, los independentistas siguen con la iniciativa, frente a un Estado español que carece de ella desde hace años y sigue sin tenerla ni visos de conseguirla. Esa Constitución de la República catalana es una oferta sumamente tentadora para el elctorado catalán. Enfrente, el nacionalismo español no tiene nada que ofrecer salvo la continuidad de un statu quo en crisis, en el que nadie cree y que todos quieren reformar, pero sin saber cómo.

dijous, 14 de gener del 2016

¿De qué sirve quemar libros?

Louis Sébastien Mercier (2016) El año 2440. Un sueño como no ha habido otro. Madrid: Akal (326 págs). Traducción y notas de Ramón Cotarelo.
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Palinuro empieza bien el año. Akal acaba de sacar este extraño e interesante libro de Louis S. Mercier, traducido y anotado por él. El año 2440, se publicó por primera vez en 1770 y llegó a tener numerosísimas ediciones que, por cierto, el autor -un prolífico Tostao francés, verdadero adicto a la pluma- fue alargando de edición en edicion, de forma que lo que empezó siendo un volumen, acabó en tres. Es uno más de los numerosos rasgos peculiares de esta obra. Otro es que no solamente es una utopía sino una ucronía. De hecho, la primera ucronía de la historia pues, aunque se conocen otras dos oscuras anteriores (una de ellas del siglo XVII), son de muy inferior calidad. Mercier puede llevar con orgullo este título de ser el príncipe de un género nuevo o subgénero de la utopía que luego ha tenido muy ilustres cultivadores (como Washington Irving, Mark Twain, Herbert G. Wells, Edward Bellamy, George Orwell, Ray Bradbury, Edmund Abot, etc) hasta la pléyade de escritores de ciencia-ficcion, pues este género es básicamente ucrónico.

La base argumental es sencilla: un escritor francés ilustrado, amigo de ilustrados, seguidor acérrimo de J. J. Rousseau, se duerme en el París de 1770 y se despierta en la misma ciudad 670 años más tarde. Las cosas han cambiado un poco y él va tomando conocimiento de ellas al modo canónico que el género utópico estableció ya desde la primera obra que dio nombre al género, la Utopía, de Tomás Moro y que, en realidad, es una adaptación del verdadero origen poético y filosófico de esta forma narrativa: la Divina comedia, de Dante: un hombre visita un espacio extraño, desconocido, imaginario, nuevo, de la mano de un nativo o un guía que conoce el lugar (o no-lugar), como Virgilio lleva a Dante. Así observa los cambios de lugares, de personas, ideas, costumbres y va desplegando ante nuestros ojos ese mundo nuevo que él lleva en la cabeza y pretende proyectar en la realidad para que, como sucede siempre con las utopías, porque tal es su espíritu, podamos comprender qué insatisfactorio es el nuestro, cuán criticable, cuán absurdo e injusto. 

Para hacer justicia a otra característica de la cultura francesa, se trata de una obra perfectamente parisina, de forma que quienes, además de amar la literatura utópica y la específicamente ucrónica, sean aficionados a París, gozarán con el detallado conocimiento que de esta ciudad tenía Mercier, un verdadero cronista de la villa de la que sabe todo y así lo refleja en su libro: los puentes sobre el Sena, la Conciergérie, el Louvre, la Académie, el Colegio de las cuatro naciones, etc. Las calles, las costumbres, los lugares, como eran en el siglo XVIII y como las recreaba él 670 años más tarde.

Y, junto a las calles, las gentes, los oficios, las clases sociales, la nobleza, el clero, los literatos, poetas, dramaturgos, filósofos. Y Rousseau, mucho Rousseau, así como Cesare Beccaria, cuyo libro sobre los delitos y las penas está muy presente en esta obra a la hora de reflexionar sobre la justicia, los procesos, las condenas y la pena de muerte. Todo muy relacionado con el tiempo en que vivio, la época pre y postrevolucionaria. Mercier entró en La Bastilla al asalto el 14 de julio y, siendo luego girondino y no favorable a la ejecución de Luis XVI, estuvo preso por el Terror y a punto de ser guillotinado por su amigo Robespierre, destino aciago del que se salvó porque la cuchilla segó antes la vida de aquel. Un hombre rebelde, revolucionario, se decía, en tiempos conservadores y conservador en tiempos revolucionarios.  

Y, de París, al amplio mundo. Mediante un ardid literario, Mercier informa a sus contemporáneos de cómo serían las otras naciones y continentes 670 años más tarde: Inglaterra, Alemania, Rusia, España, la China, el Japón, la India, el África y América entera, en donde un esclavo negro, en valiente insurrección, emanciparía el continente entero, en una especie de premonición de la obra de Toussaint L'Overture.

Por supuesto, un libro explosivo, de crítica mordaz que hubo de editarse en el extranjero, especialmente en Inglaterra porque en Francia estaba prohibido. Y, si en Francia estaba prohibido, en España cabe imaginar: prohibido, encarcelado (sí, sí, encarcelado el libro bajo orden de la Inquisición) y quemado en la plaza Mayor por mano de verdugo, según lo dispuesto en tres reales cédulas. Por si alguien cree que exagero, copio textual del prólogo que le ha puesto María-Luisa Sánchez Mejía que sigue en esto el estudio de J. A. Alejandre "El año 2440: el poder regio y la Inquisición contra la utopía", publicado en 2006 en Dykinson, Madrid, porque se vea qué país hemos heredado: "Y aún hubo una Real Cédula, el 17 de marzo (de 1778), para fijar los castigos a quienes desafiaran la prohibición de comerciar con esa obra y para ordenar la entrega al verdugo del único ejemplar conocido hasta la fecha. Con gran observancia de las normas, el 30 de marzo el libro fue trasladado desde la cárcel real a la Sala de Alcaldes de Corte y, al día siguiente, custodiado por el alcalde hasta la plaza Mayor, entregado al escribano mayor de la Sala que, a su vez, lo puso en manos del verdugo. El pregonero leyó dos veces el texto de la Real Cédula para que todos conocieran las razones del acto que iba a tener lugar a continuación. En presencia del alcalde, de un oficial de la Sala y de dos alguaciles, el libro fue quemado hasta ser reducido a cenizas, según consta en el acta correspondiente."

Una digresión a propósito, esto de quemar libros es vieja costumbre de todas las épocas y condiciones. Todo el mundo se horroriza de las piras que organizaron los alemanes en la Kurfürstendamm en su época de barbarie, pero casi nadie, que yo sepa, ha dicho que la purga de la biblioteca de don Quijote, al comienzo de la novela, es otra penosa muestra de esta peregrina forma de ajustar cuentas con lo que no nos gusta. Es verdad que el episodio cervantino es imaginario y el de las bestias pardas muy real, pero comparten un elemento: el fuego, elevado después a metáfora en Fahrenheit 451. 

Era solo una digresión. Recupero mi narrativa. El libro fue quemado en España porque, entre otras cosas, condena a nuestro país por las barbaridades cometidas en Amèrica y, además, le niega el perdón que, sin embargo, si concede a los otros Estados europeos culpables también de crímenes en el Nuevo Mundo. 

Y no solo fue quemado. Jamás se tradujo ni se editó. Solo se cuenta una traducción publicada en México en los años ochenta del siglo pasado. En España, jamás.

Esta es la primera vez que se publica en España un libro quemado hace 238 años.

Estoy muy contento de haberlo traducido en la colección de utopías que dirijo en Akal.

Cataluña: no saben qué hacer

El lunes, el tal Pablo Casado afirmaba que no les temblaría la mano para aplicar el art. 155 a la autonomía catalana. Ayer, el presidente de los sobresueldos, tras hablar con el Rey, decía que la aplicación del 155 quedaba descartada. Les tiembla la mano y hasta el píloro. El mismo Demóstenes añadía que su respuesta al llamado "reto" catalán será recurrir a los tribunales. O sea, descargar sobre los jueces un problema político que él ha generado y mantiene por su fabulosa incompetencia. Debe de habérselo sugerido Felipe V+I, a ver si, en el ínterin, se libera de este inepto que, como siga en La Moncloa, quizá lo deje sin reino, reducido a Felipe, Señor de La Zarzuela. Porque hasta él, que no parece de muchas luces, debe de haberse dado cuenta de que la marcha de Cataluña es el fin de su reinado de forma que quizá sí acabe siendo "el breve" y se cumpla en él el fallido vaticinio de Carrillo con su padre.

Mientras tanto, Mas, que sigue dando lecciones gratuitas de política al Señor de los hilillos, ha renunciado a su acta de diputado y, por tanto, al aforamiento. Demuestra con ello el temor que le infunde el procesamiento que la fiscalía está tramando contra él y sus dos colaboradoras, Ortega y Rigau, a instancias del gobierno de la derecha española. No creo que, cuando Rajoy comprenda que no puede componer gobierno -seguramente, en algún momento, antes de la próxima Navidad- se atreva a renunciar a su escaño y consiguiente aforamiento. La Gürtel y los sobresueldos lo esperan agazapados entre los legajos de las innumerables causas de corrupción en que está metido su partido en todos sus niveles.

El Rey, en efecto, anda muy preocupado con la situación en Cataluña. Ya lo señaló Palinuro con motivo del discursito del 24 de diciembre que fue monográfico sobre esta díscola nación en su marcha hacia la proclamación de la República catalana. Obviamente, le va la corona en ello.Y, como sabe leer y seguramente lee algo más que El Marca, a diferencia del presidente del gobierno, ya habrá visto que el mundo exterior de Europa a América, prácticamente da por descontada la independencia de Cataluña para el año que viene. En algunos casos, de forma activa y beligerante, como ese partido flamenco independentista que amenaza con hacer caer el gobierno belga (que tanto costó constituir) si este no apoya la independencia de Cataluña. 

Y, como el miedo guarda la viña (excuso decir los reinos y sus extensos viñedos), al final será el monarca el que llame a los dos jefes de los partidos dinásticos, Rajoy y Sánchez, los dos más papistas que el Papa y más monárquicos que el Rey y les obligue a organizar un referéndum como de hecho ya se lo están sugiriendo al gobierno en las cancillerías europeas. Es la última esperanza que les queda de mantener a Cataluña dentro del Estado español, suponiendo, claro, que lo ganen, cosa cada vez más inverosímil. 

Rompiendo moldes

Impresionante el barullo organizado ayer a cuenta del bebé de Carolina Bescansa en el Congreso. Este es un país de cotillas y palurdos en el que algo tan natural provoca escándalo, comentarios jocosos, salidas de tono y consume tiempo en los medios audiovisuales y prensa impresa cuando no tenía que haber sido noticia en absoluto. Tan es así que decidí ajustarme a mi propio juicio y no hablar de ello.

Pero luego me vino otra idea: yo llevo haciendo lo mismo que Bescansa con mis dos hijos desde que eran bebés (hoy tienen 8 y 10 años), esto es, los he llevado siempre a todas partes. A donde ellos no puedan ir, tampoco voy yo. Tenía que mostrar mi solidaridad con Bescansa.

No debe haber lugares exentos de niños.

Y algo más. Leí comentarios repulsivos. Fue el inevitable Hernando, creo, quien se permitió observar que el Parlamento tiene una guardería, como si Bescansa lo ignorara. Es el insoportable autoritarismo de esta derecha antediluviana. Bescansa hace uso de su derecho a no usar la guardería cuando puede y cuidar personalmente de su hijo. ¿O la guardería es obligatoria?

Y una segunda cuestión. Me parece de perlas que el Parlamento tenga una guardería que, claro, pagamos todos los contribuyentes. Espero que sus señorías se comprometan a que las haya también en todas las demás instituciones a donde las ciudadanas y ciudadanos que están criando puedan llevar a sus bebés. Si quieren. Y, si no quieren, que ningún listo venga a enmendarles la plana.

Aplausos a Bescansa. En general, aplausos a todos los que ayer rompieron los ridículos, estirados y falsos moldes de ese lugar que debiera ser templo de la libertad y lo es del comportamiento más falso, hipócrita y filisteo. A ver cuánto dura.

dimecres, 13 de gener del 2016

¿A quién está juzgándose en Mallorca?

Este país tiene una deuda inmensa con el juez Castro, ese hombre que, en cumplimiento de su deber, ha instruido la causa cuya vista oral se inició el lunes y en la que, entre otros acusados, se sientan en el banquillo una infanta de España y su marido. Es fácil intuir las inmensas presiones que ha debido resistir ese  representante del Poder Judicial, viendo el papelón que en la primera sesión de la causa estuvieron haciendo el fiscal y la abogada del Estado, empeñados en apoyar a la defensa de la infanta para exonerarla contra viento y marea.

Sí, el país entero debe un homenaje al juez Castro. La base de la civilización es la justicia y la base de la justicia, la independencia y la honradez de los jueces. De cada juez.

Porque no solamente el fiscal y la abogada del Estado defendían a la acusada. Todo el establecimiento mediático, todos los publicistas del régimen, que son muchos y muy bien pagados, todas las fuerzas vivas del orden y la tradición, apoyan que se otorgue a la infanta un trato de privilegio porque, en el fondo, no creen que la justicia deba ser igual para todos.

Sin embargo, el problema no es si esta señora es acusada, juzgada y condenada o no. Aunque parezca mentira, es lo de menos. Su importancia personal es cero. De hecho la Casa Real ya la ha despojado de su título nobiliario y la ha arrojado de su seno, que es como desnaturalizarla.  No, el problema no es ella personalmente, sino lo que representa. Ella no es más que un cortafuegos. De lo que se trata es de eliminar la posibilidad de que la incriminación llegue más arriba, a su hermano, a su padre, a la Corona, a la institución monárquica. Porque, aunque las magistradas ya hayan rechazado dos veces la petición de que Juan Carlos I y Felipe VI comparezcan como testigos, sus nombres seguirán apareciendo, las peticiones seguirán produciéndose y de ellas se harán eco los medios extranjeros.

Por mucho que pretendan evitarlo, en el banquillo de la Audiencia de Mallorca no se sienta sola la infanta de España. Se sienta, se quiera o no, la sombra de su padre (presente en la sala como el espíritu del padre de Hamlet) y el actual Rey en efigie. 

Se sienta la monarquía.

A toda máquina

Es conocidísima la frase de Marx en el 18 Brumario de que la historia siempre se repite, una vez en forma de tragedia y otra de farsa. Pero no hace falta esperar a la historia. Esa dualidad puede ser también coetánea y contemporánea, en el presente. En un país pueden coexistir dos realidades, una trágica, otra cómica; una seria, otra burlesca; una solemne, otra una farsa. Es exactamente lo que está pasando ahora mismo en España. De un lado, una parte, Cataluña, vive un momento trascendental en su historia, el del alumbramiento de un nuevo Estado, una República catalana; del otro, el resto del Estado asiste perplejo y abochornado al espectáculo de un presidente del gobierno que parece de ópera bufa y termina una inenarrable comparecencia con un muchas gracias por estar ahí, y un juicio en el que la heredera del trono real en 6º grado debe responder de unos presuntos delitos en una sala presidida por un retrato de su hermano.

La emoción de un momento histórico y la perplejidad de una bufonada.

Ayer tomó posesión de su cargo el nuevo presidente de la Generalitat con la fórmula de prometer lealtad al pueblo de Cataluña, pero no a la Constitución vigente ni al Rey. La marcha de Cataluña hacia la independencia adquiere ímpetu y más velocidad. Palinuro ha dado cumplida cuenta de los tensos momentos vividos en días pasados en los que, con sus más y sus menos, la clase política catalana ha mostrado una voluntad, una capacidad de acción y una altura de miras al servicio de su proyecto nacional que claramente prueban una vez más que Cataluña no es España y ya quisiera España ser Cataluña. 

Como su intención es seguir actuando de cronista de este proceso de emancipación en el "país vecino", como dicen mis amigos de ERC, señalo que esa toma de posesión del centésimotrigésimo presidente de la Generalitat vino precedida por un discurso de despedida del anterior, Artur Mas, quien tuvo la presencia de ánimo y el sentido del humor de afirmar que él "sí agradecía los servicios prestados a todos", un todos en el que estaba incluido el Rey de España quien, sin embargo, no había tenido la gallardía de reconocérselos a él.

No hace falta añadir que en la alocución de Mas y la toma de posesión de Puigdemont, los representantes del Estado, esto es, la delegada del gobierno y el ministro del Interior, mantuvieron un gesto hosco y agrio y no aplaudieron. Mostraban así, por si hacía falta, con cuánto desagrado se ve en España que los políticos prometan lealtad al pueblo antes que a un Estado que repudian, razón por la cual pretenden edificar el suyo.

El oso y su piel

¡Qué dura es la vida! Quienes iban a asaltar los cielos y echar a patadas a la casta, no han llegado ni al entresuelo y son ellos mismos casta. Ya están cambiando cromos: la presidencia de la mesa del Congreso contra cuatro grupos parlamentarios, un puesto en mesa a cambio de que no me armes un lío. Aprenden rápido. Pero les queda un trecho. Ayer mostraron su bisoñez y, por pedir demasiado (un defecto que los caracteriza) se quedaron sin nada, casi sin mesa y sin grupos parlamentarios para sus tres franquicias. Los demás grupos, (PP. PSOE y C's) más avezados, se repartieron las tajadas y dejaron a Podemos el privilegio de patalear ante las cámaras, hablando de que "los tres del búnker comienzan a cabalgar". Es de esperar que cuando adquieran más experiencia acudan a metáforas menos estrambóticas porque eso de ver un búnker cabalgando choca.

¿Qué pasa con esos cuatro grupos parlamentarios que quiere Podemos? El lector encontrará una explicación en un post anterior de Palinuro, El cuarteto de San Jerónimo.

No es un capricho, no; ni un acto de codicia; ni ganas de fastidiar. Podemos necesita los cuatro grupos para sobrevivir y que no se descubra (demasiado) la superchería que ha montado con los 69 diputados que proclama como suyos cuando suyos son solo 42. Los otros 27 son de sus franquicias gallega (6 En Marea; Beiras), catalana (12 En Comú Podem; Colau) y valenciana (9 Compromís Podem; Oltra) y ninguna de las tres quiere formar grupo con Podemos por la muy sencilla razón de que no son de Podemos. Los grupos distintos son para disimular la engañifa, que ya empezó la nocha electoral del 20 de diciembre; engañifa, típica de la vieja política, de vender una derrota como una victoria. Otra prueba más de que se trata de una engañifa es que las franquicias ya están negociando con otros partidos (ERC, IU) la formación de grupos. Todo antes que ir al de Podemos.

Se entiende que los morados, muy nerviosos, amenacen al PSOE con no formar gobierno si no cede en lo de los grupos. Amenazas, cambalaches, negociaciones. Muy nueva política. Pero sea nueva o vieja la política, ¿podrían aclarar los de Podemos exactamente cuántos diputados tienen? No, no pueden porque no lo saben ni ellos. Situación esta no ya pintoresca sino claramente chusca, producida por su inveterada costumbre de vender la piel antes de matar al oso. 

No ganaron las elecciones; las perdieron. E inventarse 69 diputados donde solo hay 42 (dos más que Rivera, el de C's) no les hará ganarlas.

dimarts, 12 de gener del 2016

Cabezas huecas que embisten

Sí, ya sé que todos los focos estuvieron ayer sobre el juicio en el que comparece Cristina de Borbón. Sí, ya sé que está lleno de lecciones políticas y morales, desde "¡oh, cómo funciona el poder judicial en una democracia!" hasta "ya veréis como a esta no le pasa nada". Sí, ya sé que el asunto puede extenderse al llamado Rey emérito y quizá a su hijo, Felipe V+I,  a nada que se descuiden. Sí, ya sé que este juicio es un palo a la Corona. Y Palinuro hará algún comentario sobre los Borbones y la necesidad de echarlos a todos y de implantar una República como un sistema político más acorde con los tiempos y más compatible con la dignidad de las personas. Somos ciudadanos y no somos ni queremos ser súbditos que tengan que aguantar esta astracanada de un linaje de señoritos, vendepatrias, putañeros e imbéciles. 

Pero de momento, el asunto más importante sigue siendo Cataluña. El domingo hubo una increible comparecencia de Mr. Sobresueldos a leer (mal) un papel y negarse a reconocer  su responsabilidad, que es toda, en este desastre que deja detrás de sí. Al día, siguiente, lunes, era el nuevo portavoz del PP, Pablo Casado, el que salía con amenazas más específicas y contundentes: el famoso artículo 155 que ni dios sabe cómo pueda aplicarse. Suspender la autonomía catalana, vamos, así, sin más ni más y sin que les "tiemble el pulso", como a Franco cuando firmaba órdenes de asesinatos que llamaban "penas de muerte".

Es un privilegio del PP: ponen siempre de portavoces a los más tontos. Este Casado acabará haciendo bueno a Floriano. Cabezas huecas o llenas de serrín, que solo sirven para embestir, como decía Machado. Porque, vamos a ver, ¿cómo piensan estos matones intervenir en Cataluña y obligar a las autoridades al "cumplimiento de la ley"? ¿Con qué medios cuentan? ¿Han pensado en que no solamente tienen que someter a las autoridades autonómicas sino a todos los gobiernos, las diputaciones, los ayuntamientos y las últimas pedanías, sin contar consorcios, empresas públicas, instituciones, asociaciones y la gente en general en apoyo a sus autoridades?

Ayer, Oriol Junqueras vaticinaba, no muy crípticamente, que se acercaban tiempos de mucho gandhismo en Cataluña. Para el resto de los mortales está claro, y por si no lo está para los zotes del PP (cuyo conocimiento de la política está por debajo de cero) debe avisárseles de que se trata de una desobediencia civil masiva, algo de esperar de una sociedad muy movilizada y con un alto grado de conciencia política, como la catalana. ¿Cón qué fuerzas cuentan los gobernantes y sus mariachis en los medios para mantener el orden público (que, por lo demás, nadie amenaza) hasta el último rincón de Cataluña? 

¿Se les ha ocurrido siquiera a estos "demócratas" medir las consecuencias de sus actos? Es evidente que no. ¿Puede España mantener una situación como la de la India entre 1945 y 1948 o bien como la de Irlanda hasta la independencia y el Ulster después? Está claro que no. Y está claro que ni se les ha ocurrido, porque la derecha española, el PP, el gobierno, no son democrátas ni saben lo que es la democracia ni les importa un pimiento. Su comportamiento es autoritario, de ordeno y mando, intrínsecamente fascista porque es lo que han aprendido en sus casas ya que, con escasas excepciones, tod@s proceden de familias franquistas. Y, por más que l@s franquistas se vistan con un redingote jacobino, siempre serán franquistas. Cabezas vacías, que embisten, pero no piensan. 

Estos, lo han dicho muchas veces, están en política para forrarse, básicamente lo que han hecho, a base de esquilmar y arruinar el país. A los más tontos los han cogido y están en los tribunales. Pero no están aun todos los que son porque quedan otros en el gobierno. Otros que, por supuesto, tampoco piensan ni tienen el menor sentido de la responsabilidad o de las reglas democráticas y cuando, por casualidad, piensan algo es malo. Y no malo en el sentido material o mecánico, sino moralmente malo. Como se ven ya amortizados y como Mr. Sobresueldos empieza a entender que no será presidente del gobierno, son capaces de hacer un disparate en Cataluña con la única intención de torpedear el posible gobierno de Pedro Sánchez.

Y, en efecto, vamos a Pedro Sánchez, que estuvo ayer en "El Intermedio", en donde lo trataron como a un enchufeta de la casa, sin ponerle en aprieto alguno. Por ejemplo, no le preguntaron hasta dónde piensa él llevar el apoyo que ha brindado al Gobierno "para hacer cumplir la ley". Si, aprovechando la confusión del momento, el hecho de que el Sobresueldos tiene que irse a su casa (¡a ver si se va ya de una vez!) y la conveniencia de que no se hable tanto del juicio a Cristina de Borbón, el gobierno decreta un estado de excepción en Cataluña, ¿se subirá Sánchez al primer carro de combate que entre en Barcelona por la diagonal? ¿Qué va a hacer? Lo dejaron también irse de rositas con tres vaguedades sobre unas alianzas de puro wishful thinking y una reforma constitucional que sabe de sobra que no podrá hacer.

Esto nos lleva a una consideración sobre la evolución de la situación catalana en los últimos tiempos que aquí solo bosquejaré pero que desarrollaré en un próximo post con cierta confianza porque hace años que vengo dándole vueltas y, en fin, sin falsa presunciòn, eso se nota. 

Sintetizando hay hoy cuatro propuestas sobre la mesa para resolver lo de Cataluña. Las enumero de menos a más factibilidad:

1ª) Un referéndum en toda España sobre una reforma constitucional federal. Solución PSOE en la que no cree nadie. Ni el PSOE.

2ª) Un referéndum en toda España sobre reforma constitucional federal que incorpore el derecho de autodeterminación de las naciones del Estado. Todavía menos. La proponía ayer Juan Ramón Capella. La proponía también un servidor en un libro publicado en los años noventa del siglo pasado. Muy nueva no es y tampoco factible. Al menos, ya no la propongo.

3ª) Un referéndum vinculante solo en Cataluña. La propugna Podemos, o parte de Podemos (ya veremos por cuánto tiempo) después de la castaña que se pegaron en las elecciones catalanas  del 27 de septiembre de 2015. Coincide con la que defendía Palinuro también en los últimos años, sin conseguir convencer de su conveniencia a los de Podemos hasta que no se dieron la castaña. Tampoco la propongo ya; y no porque sea veleidoso, sino porque el tiempo no pasa en balde y nos hace más y más escépticos. Sí es posible que, al final, a pesar de todo, salga pero solo la veo ya como una imposición de la Unión Europea cuando, habiéndose agravado la cuestión catalana, como se agravará, gobierne el partido dinástico que gobierne (pues en esto son como flechas y pelayos), nos obliguen a aceptarlo a cambio de su mediación.

4ª) Un referéndum  vinculante dentro de 18 meses sobre la nueva Constitución de la República catalana. Este es el que me parece más verosímil. Tiempo habrá de hablar sobre él cuando volvamos a tratar este asunto pero voy adelantando por qué me parece el mejor: porque no confía en ninguna ayuda, acuerdo o pacto con fuerzas ajenas, sino que es un proyecto que se basa exclusivamente en las propias, lleva a término un plan votado democráticamente y confía tan solo en la movilización de su propio pueblo.