Excelente entrevista de Alfredo Menéndez ayer en RN1 a Mariano Rajoy. Es recomendable verla íntegra para hacerse una idea de la capacidad mental, altura moral y, por supuesto, dotes oratorias de quien ostenta la presidencia del gobierno de una país europeo en el siglo XXI. Una verdadera vergüenza.
Vaya por delante que el presidente de los sobresueldos mantuvo durante los más de 35 minutos el mismo tono cansino, aburrido, reiterativo, entre escandalizado y paternalista, los habituales farfulleos y su inimitable capacidad para no decir nada pero muy ampulosamente, como si enunciara profundos pensamientos. Y vaya también por delante que el único momento en que se anima, en que su voz se hace natural, el tono vivo, muestra interés y conocimiento, como si se despertara de un mal sueño, es al final, en torno al minuto 33'5, cuando Menéndez le pregunta algo de fútbol. Vayan a oírlo. La metamorfosis es llamativa. Lo único que interesa a este zote en la vida es el fútbol. De lo demás, una de tres: a) no sabe nada; b) dice vulgaridades, topicazos y ordinarieces; c) miente descaradamente.
Es una vergüenza que un hombre así sea presidente del gobierno ni presidente de nada. Y lo es más que todavía no haya dimitido por su comportamiento sospechoso de corrupción en todos los niveles, órdenes y esferas. Y mucho más que aspire a volver a serlo, incluso con la aquiescencia de su partido, sin que en él haya nadie capaz de poner término a esta situación bochornosa.
La ejecutoria de desastre de sus cuatro años en que ha destruido el país social y territorialmente no aparece en sus letanías de embustes sobre una recuperación económica que, como sabe todo el mundo, se debe a la baja del precio del petróleo y la afluencia de turistas y se da en contra de sus medidas económicas, todas dirigidas a explotar a los más débiles y poner el país no ya a la cola de la OCDE en materia de desigualdad (es el más desigual, con excepción de Chipre) sino de todo el mundo.
Pretende encabezar un gobierno que no puede constituir más que mediante alianzas a base de no hablar con nadie, especialmente con el PSOE -que es el único con el que tendría alguna posibilidad- escudándose en que son los socialistas quienes no quieren hablar con él. En su mentalidad franquista no entra que, si necesita algo de los demás, tendrá que pactar con ellos. Y, si lo tiene imposible (como, de hecho, lo tiene), desistir para acelerar el proceso de constitución del gobierno, cosa que tanto le preocupa, según dice.
Esto de no hablar con los demás es caracteriológico suyo y propio de la oligarquía española: son los demás quienes tienen que hablar con él. Incluso aunque su posición sea desesperada. Esta densa estupidez, este fatuo orgullo son las últimas muestras de cómo España, a lo largo de los siglos, ha pasado de ser alguien a no ser nada. Preguntado si estaba dispuesto a llamar a Puigdemont, sin decir que no (nunca niega ni afirma nada; siempre pretende pasarse de listo, como todos los tontos con retranca), dejó claro que no pensaba hacerlo. ¿Hablar él, un recio español, con un catalán? Antes resucitará Companys. Y, por supuesto "Su Majestad el Rey" ha hecho muy bien no recibiendo a Carme Forcadell. Así va este desgraciado país.
Los catalanes, que se anden con ojo porque su gobierno no va a "dejar pasar ni una". Deberán atenerse estrictamente a la ley. Aparte del sonrojo que produce oír hablar del respeto a la ley a este chalán, que ha hecho mangas capirotes con todo el ordenamiento jurídico, hay que recordar que la consulta del 9N de 2014 en Cataluña se hizo en contra de la ley y sin que él pudiera evitarlo porque su fabulosa incompetencia ni cumplir con su deber le deja.
No piensa retirarse y, si no tenemos suerte, habremos de ir a otras elecciones en las que este sujeto sin educación, vulgar, sin categoría, embustero e inútil querrá revalidarse, a pesar de ser el presidente con la valoración popular más baja de la historia. Y en su partido deben ser aun más bajos que él, porque nadie se atreve a decirle que se vea y escuche en un vídeo cualquiera y ponga pies en polvorosa.
Por supuesto, de la corrupción, que es el rasgo más característico y explicativo de su partido y de toda su carrera política, no sabe nada. No sabe nada de su diputado Gómez de la Serna, el penúltimo presunto sinvergüenza del PP, que ha tenido que marcharse; pero da a entender que ha sido él quien lo ha echado del grupo parlamentario del PP, cuando es falso porque se ha ido por su cuenta. No sabe nada de Rato, el milagro económico español, compañero suyo en los gobiernos del PP y supuesto ladrón sobre el que pesa una peticiòn fiscal de cuatro años por uno de sus presuntos delitos. No sabe nada de Bárcenas, el tesorero probable ladrón y gestor de la caja B del PP al que él amparó, protegió y ascendió y al que enviaba SMSs de aliento y apoyo. Y, claro, no sabe nada del borrado de los discos duros del ordenador de Bárcenas en el PP, una causa que una jueza archivó en su día y que ahora la Audiencia Nacional ordena reabrir con muy fundadas razones. Y no solamente no sabe nada, como ya mintió a una periodista yanqui hace tres años (podía haber aprovechado el tiempo para enterarse), sino que le parece mal que la causa se reabra. A él, que nunca comenta las decisiones judiciales.
En este caso, la decisión es clara: los jueces quieren saber quién ordenó la destrucción de esos discos duros. Pues bien, él, que era entonces el responsable del gobierno y del partido y el que tomaba todas las decisiones, no sabe nada.
Gracias por la entrevista. Pobre país, gobernado por un tipo de esta estofa.