dilluns, 17 d’agost del 2015

Mas.

Me sugiere un lector mallorquín independentista y partidario de la CUP que trate la corrupción de CDC y, en concreto, la figura de Mas. No tengo inconveniente y quizá convenga precisar algunos puntos.

En alguna ocasión he comparado a Mas con Rajoy para señalar la distancia casi sideral entre ambos en cuanto a capacidad, formación, categoría intelectual y otras virtudes a favor de Mas. El catalán es un político de nivel europeo; el pontevedrés no llega ni a político. Es un maula de poca monta. Ahora bien, ese juicio no implica valoración positiva alguna en el orden público para Mas o para su partido, Convergència Democratica de Catalunya, hasta hace poco maridada con los democristianos de Unió Democratica de Catalunya. No comulgo con la visión neoliberal del mundo, que es la de Mas, y tampoco con las prácticas corruptas que han afectado a la organización de su partido. El escandalazo de Pujol, padre de la patria, ha dejado el prestigio del nacionalismo burgués por los suelos. Pero al mismo tiempo el intento de pujolizar el independentismo ha fracasado. El caso Pujol se ha quedado en los límites de la familia y no ha deslegitimado el proyecto soberanista.

Una prueba más de que este asunto del soberanismo catalán se articula en otro horizonte conceptual. Romeva, en la entrevista de hoy de El País subraya que la situación en Cataluña es excepcional. Sin duda, por eso él es cabeza de lista de Juntos por el Sí, en la que Mas ocupa la cuarta posición. La excepcionalidad surge del momento que puede llamarse el birth of a nation si prescindimos de la intencionalidad agresiva y reaccionaria de Griffith. En el instante del nacimiento, cuando todas las baterías del sistema consagrado y gran parte de las que se supone son oposición están en contra, parte de los independentistas llama a la union sagrada de todos, con olvido de otras consideraciones. Igualmente, otra parte de los independentistas se negará a ese olvido. Pedirá el voto por la independencia, pero sin mezclarse con el "enemigo de clase". Es el caso de las CUP. Los otros, los de Juntos por el Sí anteponen el eje nacional al social.

Llegados aquí no faltará quien diga que Mas se ha puesto al frente del movimiento independentista para esconder sus vergüenzas. Son los descendientes del escéptico Samuel Johnson, el de "el patriotismo es el último refugio de un canalla." Podría ser el caso, desde luego, pero no daría para mucho porque el hecho es que hay un movimiento y que Mas ha estado hasta ahora a su frente. Podría ser otro, sin duda, pero ha sido él y él ha aceptado el reto. Si sus motivos no son santos es asunto irrelevante. Y esto sin contar con que muchos de quienes quieren desautorizar el nacionalismo catalán subrayando la presunta corrupción de Mas son los que jamás protestan de que las grandes proclamas de patriotismo nacional español suelan estr formulads por ladrones y sinvergüenzas.

Lo que el movimiento soberanista ha hecho hasta la fecha es correcto y más que correcto si se tiene en cuenta que corresponde a un proyecto nuevo, obligado a abrirse camino en terreno ignoto y a mantener una actitud de vigilancia permanente para no ser destruido por una fuerza hostil ajena dispuesta a valerse del pretexto más nimio para intervenir.

Los franquistas no dimiten.

Pedro Sánchez está desolado porque el santero Fernández no dimite después del esperpento que protagonizó en sede parlamentaria, contando un par de patrañas y riéndose de sus colegas diputados de la Cámara. Es verdad, en cualquier país de Europa, este hombre ya no sería ministro. Sospecho que, en realidad, en ningún país de Europa hubiera sido ministro ya en un primer momento. Pero eso es otro asunto. En ningún país de Europa tampoco llegaría a presidente del gobierno alguien como Rajoy. Efectivamente, es otro asunto.
 
Volviendo al nuestro. Sánchez echa mano de la retórica. De sobra sabe él, o debiera saber, que el santero no iba a dimitir. Precisamente por eso se postuló enseguida para comparecer en el Congreso. En España, cuando un ministro pide ir al Congreso es porque tiene algo que mentir. Y allí fue el santero a contar las mentiras de los tuits, metiéndose de paso en veinte charcos porque Rato no tiene cuenta de twitter, las amenazas tuiteras son cotidianas, precisamente muchas de ellas vienen de su partido, de los militantes y cargos de su partido. Además, es dudoso que el hombre sepa de lo que está hablando.
 
Pero sí de lo que no va a hablar, esto es, de su dimisión. La dimisión no entra en los cálculos de los neofranquistas, en el poder desde 2011. Muchos, entre ellos Pedro Sánchez, según se ve, se asombran de lo coriáceos que son los cargos de la derecha a la hora de asumir reponsabilidades políticas por sus innumerables meteduras de pata. Asombro injustificado. A Franco no le dimitió nadie en cuarenta años de gobierno, con más de un centenar de ministros. Solo al final de su dictadura lo hizo un alto cargo que no era ministro, en solidaridad con un ministro depuesto. Los franquistas no dimitían. Estos tampoco. Y bastante es que den explicaciones, aunque sean un conjunto de patrañas que echan como pasto a la chusma y a la canallesca. 

diumenge, 16 d’agost del 2015

Epitafio español.


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En noviembre de 2011 ganaba las elecciones la derecha española del PP por mayoría absoluta. Una derecha "sin complejos" que vino a imponer su programa máximo en todos los órdenes, desde la economía a la moral. A convertir en normas jurídicas de obligado cumplimiento para todos como leyes sus convicciones más retrógradas y sectarias en lo referente a los derechos de las minorías, los de las mujeres, las libertades públicas, los derechos de los trabajadores y el conjunto del Estado del bienestar. 

Fueron cuatro años de involución, de retorno al franquismo sin más, con el que se certificaba el fracaso del espíritu de la transición. Esta presuponía un acuerdo para normalizar la democracia española que implicaba que ninguna de las dos partes volvería a las andadas. La izquierda abandonaría la orientación revolucionaria y la derecha renunciaría al espíritu de victoria y sumisión de la población civil con que había vivido durante la dictadura.

La legislatura al mando de Mariano Rajoy, el de los sobresueldos, ha dejado claro que la derecha vuelve por la querencia original, "sin complejos". La Iglesia sigue siendo un Estado dentro del Estado, no sometida a leyes y el gobierno vuelve a estar en manos de los curas o de sus monaguillos, a ser una hierocracia, especialmente concentrada en adoctrinar mediante la educación. El gobierno pretendió -pero no lo consiguió- arrebatar a las mujeres sus derechos reproductivos para volver a ponerlas bajo la tutela del patriarcado. Sí consiguió en cambio, por la presión de la patronal, despojar a los trabajadores prácticamente de todos sus derechos laborales, dejándolos inermes ante la voracidad de los empresarios, que dictan condiciones rayanas en la esclavitud. Para evitar las protestas, se ha revestido de una legislación de "seguridad ciudadana" de carácter autoritario y probablemente anticonstitucional. Al propio tiempo, realizaba una política de recentralización territorial muy coherente con la catalanofobia de que ya hacía gala en la oposición, cuando recogía firmas en contra del Estatuto de 2006 que impugnó ante el Tribunal Constitucional.

Esta especie de traslación en el tiempo al de la dictadura vino acompañada con el reparto propio de aquel régimen inenarrable: nobles, empresarios, numerarios del Opus, algunos miembros de los cuerpos de élite del Estado y funcionarios del partido-movimiento, tipos que hacen su carrera en Nomenklatura  del partido: calientas sillones como diputado o senador, luego te hacen delegad@ del gobierno en una comunidad, que es como gobernador civil y, con tesón, llegas a presidente de Comunidad Autónoma, especie de jefe regional del Movimiento (hoy llamados "barones"). O sea, pura oligarquía del franquismo. Ni siquiera falta la corrupción generalizada. Los gobernantes, salvo excepciones, roban todos y toda la administración está regida por criterios corruptos y alimentada por auténticos delincuentes que han creado tramas al efecto. La transición ha muerto y la España eterna ha vuelto.

Esta oligarquía corrupta e incompetente, esta "élite extractiva", estos "captores" masivos de las rentas públicas, estos caciques y vividores, están siempre recitando discursos patrióticos, en los que no cree ya nadie, ni ellos mismos. Falta de crédito, la oligarquía española se vale de la doctrina del "patriotismo constitucional". Si no es posible enardecer a los patriotas con los recuerdos guerreros, se invoca la Constitución, justamente en el momento en que sectores enteros de la población quieren abolirla y el resto, cuando menos, reformarla.

Tampoco la izquierda ha conseguido poner en pie un nacionalismo o patriotismo español distinto del fracasado y falso de la derecha, que sigue considerando que España es su cortijo. Su discurso sobre la nación es comparable al otro y sus símbolos y referencias básicamente los mismos. El otro día, Pedro Sánchez hacía olvidar hasta el recuerdo de la bandera tricolor y salía al escenario envuelto en una bicolor tan grande como sus ambiciones. La segunda restauración quiere ser un régimen turnista en el que los dos partidos son dinásticos y comparten un terreno substancial de acuerdo en el cual se cuenta la idea de que España es una nación, que alberga regiones y "nacionalidades" pero no "naciones" y que a su vez, tengan derecho a dotarse de un Estado. 

En España no hay perspectiva real de cambio. Las expectativas generadas hace escasos meses por Podemos se han marchitado a ojos vista. El único vaticinio es la perpetuación de este sistema estructuralmente autoritario, incompetente, condenado al fracaso con unas formas liberales y hasta democráticas que siempre ceden ante las presiones represivas de la derecha.

Nada de extraño, por tanto, que quienes ven posibilidades reales de desengancharse de esta especie de maldición por la vía de la independencia, los soberanistas catalanes, lo hagan. Los nacionalistas españoles no han conseguido articular un ideal nacional compartido por los españoles, sino que han impuesto el de un bando que los demás han tenido que tragar. Pero así no se consigue articular un referente, un símbolo por el que merezca la pena luchar, quizá morir. Los catalanes sí lo han conseguido: una causa nacional. Y en el logro de esa causa nacional parece ser ya demasiado tarde para ofrecer soluciones intermedias. Es independencia sí o no. Las elecciones del 27 de septiembre son plebiscitarias, digan lo que digan en La Moncloa, en donde normalmente no dicen nada que merezca la pena escuchar. 

No parece fácil, quizá ni posible, frenar el movimiento independentista. En todo caso, los nacionalistas españoles no podrán conseguirlo por varias razones: en primer lugar actuaron mal, injustamente y con autoritarismo en los prolegómenos del conflicto. En segundo lugar, carecen de contraofertas aceptables para la otra parte. Por otro lado la cuestión se ha internacionalizado mucho y el soberanismo catalán goza de muy buena prensa en el exterior, tanto por sí mismo como por contraste con la imagen tenebrosa y de despotismo que sigue habiendo de España. Por último, su enfoque de la cuestión tiene una dimensión casi metafísica que los empuja a no ver las dimensiones reales del problema. Si Cataluña se va, lo que resta ¿es España o es otra cosa? 

dissabte, 15 d’agost del 2015

La lista de la CUP y Palinuro.


Hace unos días los amigos de la CUP nacional me ofrecieron integrarme en su lista en uno de los últimos puestos, sin posibilidades de salir elegido, como gesto simbólico de apoyo. Se entendía, me dijeron, que ello no implicaba coincidencia plena con las posiciones de la CUP. Así también lo tomé yo: se trataba de mostrar de modo práctico mi compromiso con el derecho a decidir de los catalanes aquí y ahora y no en algún hipotético futuro. Palinuro defiende ese derecho, como se sabe, desde hace años, lo cual no lo convierte en partidario de la independencia de Cataluña. Solo en partidario del derecho de los catalanes a decidir por su cuenta lo que aquellos crean mejor, incluida, por supuesto, la independencia. Mi visión sobre la posible independencia de Cataluña y/o los països catalans está expuesta con detalle en mi libro de este año sobre La desnacionalización de España (editorial Tirant Lo Blanch, Valencia) y reside en la idea de que, de darse, quizá sea la última esperanza que quede al país de salir de un letargo, una modorra, un atraso, una agonía que dura ya tres siglos y medio. Si España no reacciona ante la independencia de Cataluña, está muerta y es presa de buitres.

De forma que acepté. No fue sencillo para mí porque, desde la transición, jamás he participado en ninguna actividad de política práctica representativa, habiéndome mantenido siempre en un terreno puramente especulativo. Acepté, sin embargo, integrarme por primera vez en mi vida en una lista electoral de una candidatura con cuya línea ideológica netamente de izquierda, asamblearia, republicana, laica, socialista, ecológica y feminista, estoy de acuerdo. La mera coincidencia ideológica, sin embargo, tampoco hubiera sido suficiente. Se añade algo más: la clara excepcionalidad del momento, la situación límite en la que el país se encuentra merced al infame carácter del gobierno español actual y que nos obliga a quienes tenemos convicciones democráticas y de izquierdas a tomar partido por ellas, aunque muchos puedan sostener, con falsedad, que es en contra de nuestros intereses. Porque si nuestros intereses son contrarios a nuestras convicciones, debemos renunciar a ellos.

Así pues, repito, acepté.

Pero, luego, la Junta Electoral Central recordó que, de acuerdo con la legislación electoral aplicable al caso, los candidatos en las listas de las elecciones autonómicas deben estar censados en la Comunidad Autónoma en la que se celebren.

Es decir, no puedo ir en la lista de la CUP por imperativo legal que la CUP y yo acatamos.

Pero hubiera ido.

La desfachatez de la banda.


El ministro del Interior compareció ayer en el Congreso a hacer lo que su admirado amigo, guía y maestro Rajoy hace con total desparpajo: mentir. Cualquiera pensará que ese trato frecuente con el embuste ha de ser desagradable; que estar siempre mintiendo, faltando a la verdad cada vez que habla no será plato de gusto. Al menos lo pensarán las personas ordinarias, las que, no teniendo cargos públicos, pueden permitirse el lujo de mentir poco y hasta de decir casi siempre la verdad. 


Pero eso es un error. Están acostumbrados a mentir. En la secta del Opus Dei de la que es miembro Fernández Díaz, no se hace otra cosa. La mentira es la forma de expresión ordinaria del sectario del Opus que, si no tiene mentira que decir, se la inventa. Con absoluto desparpajo, con desfachatez. Fernández Díaz deja de mentiroso a su propio ministerio, al no reproducir el contenido de su comunicado de prensa. Además se contradice a sí mismo. Pero le da igual. Según él y su ministerio: solo se trataron asuntos estrictamente personales. El propio Rato desmontaba esta patraña un par de horas después reconociendo que se habían tratado sus temas. Nada estrictamente procesal decía Fernández Díaz, pero es obvio que en la vida de un multi-imputado como Rato, todo es procesal. 

Le da igual que lo pillen mintiendo a mansalva, como le da igual a su jefe, Rajoy. Si alguien cuestiona sus afirmaciones con hechos, niega los hechos. Si el alguien insiste, Mariano el Sobresueldos, ignora la pregunta, no la contesta y pasa turno de palabra. No hay hechos, no hay interpretaciones solventes, ni debates, ni intervenciones públicas orientadoras tanto en en el gobierno como fuera de él. El ambiente en el que las mentiras del ministro dejan boquiabierto a más de uno no se rige por un espíritu de debate, controversia y tolerancia, sino por uno de abuso, mentira y desprecio. No les molesta tener que mentir. Si acaso hacerlo a la chusma, cosa imprescindible para ganar elecciones. Tener que echar mentiras a los puercos.

Con la mayoría absoluta a su disposición Rajoy y los suyos se consideran libres de toda sospecha de aquello que precisamente fabrican: la arbitrariedad. Saben que pueden mentir tan desvergonzadamente como quieran y que nadie podrá tomárselo en cuenta. Si acaso al contrario. Si no mienten, no entretienen a los suyos. De hecho, todo el mandato de Rajoy ha estado caracterizado por la mentira, el engaño, el embuste y el fraude. El programa electoral era un fraude, como reconoce él mismo. Sus seudoexplicaciones sobre Bárcenas, mentiras en sede parlamentaria. 

Rajoy es el líder peor valorado de la democracia española. Nadie confía en él, dentro o fuera del país. Carece de todo crédito porque no ha hecho otra cosa que engañar y falsificar. Los datos que maneja para justificar la recuperación económica suelen estar amañados y son falsos. Ni a él ni a su gente importa gran cosa desnaturalizar las instituciones para hacer pasar la mentira y el engaño por verdad. 

La derecha ha destruido toda posibilidad de diálogo con otras orientaciones, de ámbito estatal o no estatal. Solo puede gobernar si obtiene mayoría absoluta, que interpreta como un cheque en blanco para mentir siempre e imponer sus criterios, aunque sean rechazados a su vez por mayorías superiores a la absoluta en los ámbitos en que hayan de aplicarse, por ejemplo, entre las mujeres, la comunidad educativa o la ciudadanía en uso de sus derechos. 

Además de recurrir sistemáticamente a la mentira como forma de gobierno y a sus connotaciones de manipulación, falta de información, negativa a dar explicaciones o rendir cuentas, el gobierno solo ha cosechado fracasos en sus grandes proyectos legislativos: la ley de reforma del aborto ha quedado en agua de borrajas y le ha costado el cargo a Ruiz Gallardón, que tampoco consiguió implantar sus retrógradas medidas en punto a la privatización de los registros. La Ley Orgánica de Mejora de la Calidad de la Enseñanza, la famosa LOMCE del ministro más reaccionario y agresivo de la democracia española, no se puede aplicar y la Ley de Seguridad Ciudadana, más apropiadamente conocida como Ley Mordaza está recurrida ante el Tribunal Constitucional.

Cualquier directivo de cualquier empresa privada (el sacrosanto referente para la asociación de presuntos malhechores) que presentara esta hoja de servicios, estaría en la calle, despedido. Aquí no; aquí se recurre a la mentira sin paliativos para sostener que un gobierno que ha fracasado en todo está sacando a España de la crisis. Todo a base de mentiras y embustes.

¿Cómo se espera que Fernández Díaz haga algo distinto de lo que ha visto siempre hacer, esto es, mentir? 

Y si miente como hace su modelo, el presidente de los sobresueldos, ¿por qué tiene que dimitir? Eso solo lo hacen los socialistas que son unos pusilánimes.

divendres, 14 d’agost del 2015

Noviembre se decide en septiembre.


Las elecciones de 27 de septiembre, de las que nadie sabía nada en España hace dos meses y medio se han convertido de pronto en decisivas y obligado a los participantes a tomar decisiones drásticas en diversos órdenes. Drástico ha sido sustituir a Sánchez Camacho por el gigante xenófobo García Albiol. Y drástico ha sido que el PSC renuncie explícitamente al derecho a decidir. En general se observa un corrimiento de fuerzas en el campo unionista, por consideraciones tácticas sobre cómo hacer frente mejor al independentismo. Es como si todos pensaran que echándose algo más a la derecha se encontraran en mejor posición.

Podemos, el último llegado a esta compleja realidad de la política catalana, ha pagado su bisoñez con una notable pérdida de personalidad. Su clientela, de izquierda unionista, no estaba muy conforme con las ambigüedades de la dirección sobre el derecho a decidir y el proceso constituyente en el que iba a decidirse todo. Inseguros respecto a su lugar se aliaron con la IU catalana en Catalunya Sí Que Es Pot, es decir, con los mismos con quienes se vienen negando a confluir en el Estado, sin que sus razones sean más convincentes para lo uno o para lo otro. Entregaron la marca. Ahora clarifican que no apoyarán ninguna DUI después del 27 septiembre. Con ello, probablemente, tratan de contener la sangría de efectivos unionistas a una nueva formación confluyente, de izquierda, pero no soberanista. Ojo, Podemos no es soberanista. Su pretensión, según explican sus dirigentes, es aglutinar voto catalán de izquierda no independentista. Su porvenir es problemático. Tiene que competir con la CUP, que es voto de izquierda, soberanista, pero no coincidente con el independentismo burgués o "político". Pero también ha de hacerlo con el PSC que, no ya a la DUI, al mero derecho a decidir hace ascos. Y, encima, sumerge su marca registrada en una denominación de las muchas que hay en la oferta. No parece que quepa esperar resultados halagüeños.

Ahora bien, los estrategas del partido confían en las elecciones catalanas para insuflar ánimos nuevos a un decaído Podemos después de las últimas consultas. Si, como es de imaginar en un panorama tan abigarrado como el catalán, el voto real a Podemos no llega al 15%, ¿cuál será la expectativa para noviembre? Algunos dirigentes avisan de que, después de estas, habrá que ir a posibles pactos. Los pactos se basan en consensos. Con consensos no se asaltan los cielos. Podemos queda reducida a una fuerza política nominalmente antisistema y realmente prosistema. Aliada al PSOE en el mejor de los casos. Se mirará como se quiera, pero es un fracaso.

Al final es bastante posible que una parte importante de los votos unionistas en Cataluña vayan a parar a Ciudadanos, esto es, el partido de la derecha civilizada que en Cataluña es una realidad a diferencia del conjunto de España en donde es una quimera. Sobre todo teniendo en cuenta que el candidato del PP, impuesto por la Meseta, es de extrema derecha. También a C's pude ir a parar un voto unionista que hubiera sido socialista pero huye del PSC porque en él avizora tendencias soberanistas, como el caso de ese presidente del partido que pide el reconocimiento de su carácter nacional. 

Un hipotético buen resultado electoral de C's en Cataluña, recogiendo votos de todas las fuerzas unionistas, desde Podemos hasta el PP, será la mejor prueba del carácter plebiscitario de las elecciones del 27 de septiembre,

El trámite del santero.


El santero Fernández, el ministro de la Ley Mordaza, ha pedido comparecer de urgencia para explicar su entrevista con el presunto ladrón y compañero suyo de partido, Rato. Para hablar, o sea para hacer lo que prohíbe a los demás. Su prensa amiga, casi toda la de papel, subraya que comparece a petición propia, lo que, a la vista del escándalo que este payo ha originado, es simplemente una estupidez más de los palmeros del régimen. Comparece arrastrado por su propia ineptitud y porque no le queda más remedio. Trató de evitarlo con un comunicado del Ministerio del Interior que parece redactado por Jardiel Poncela, afirmando que quedaron a jugar a las canicas. El propio Rato lo fastidió -lo suyo ahora es fastidiar lo que pueda- asegurando que habían hablado de "lo suyo". Eso solo puede negarlo el santero Díaz, miembro del Opus Dei, secta en la que nunca se miente salvo cuando hay que mentir. Echó entonces una mano ABC, convirtiendo al supuesto chorizo Rato en una víctima, desvelando que había hablado de la seguridad de su familia, amenazada de muerte. Al final, no le ha quedado si no comparecer a petición propia, o sea, en lenguaje de la derecha, arrastrado por los acontecimientos.

Pero lo hace tan cabreado, tan indignado de que un devoto caballero español, bienquisto de la corte celestial, tenga que rendir cuentas ante la chusma que ya anuncia acciones legales contra los denunciantes del PSOE. Amenaza con una acusación de "denuncia falsa", que, al parecer, está considerando. Un lince, el hombre, porque esta también puede volvérsele en contra.

Nadie espera nada de esa comparecencia. Es evidente que, si comparece, es porque no piensa dimitir y la mayoría absoluta holgada del PP conseguirá que sea así. La sesión de hoy, con Rajoy pescando mejillones en las Rías Bajas, es una pantomima. El santero Fernández no dimitiría ni aunque se hubiera reunido uno a uno con todos los reclusos del corredor de la muerte en los Estados Unidos. En la derecha la dimisión no depende de que se hayan hecho mejor o peor las cosas, sino del enchufe que se tenga con el jefe. Téngase además en cuenta que este jefe sabe que su línea de defensa está en sus ministros. Fulminados estos, no les quedará otro remedio que dar él la cara. Responder él de sus actos. Y a eso Rajoy no está dispuesto bajo ningún concepto.

dijous, 13 d’agost del 2015

La estructura del saqueo.


España es un verdadero lodazal de corrupción, robo, saqueo, estafa. Lo sabe todo el mundo. Los comentaristas subrayan una y otra vez que la corrupción ha pasado a ser la segunda preocupación de los españoles, pueblo acostumbrado a que los gobernantes le roben. El hecho de que estos, encabezados por un presidente acusado de haber cobrado sobresueldos de procedencia dudosa, no se den por enterados y no expliquen nada no quiere decir que la conciencia ciudadana no hierva de indignación. Si ahora se sabe que la señora Cifuentes, desenvuelta motera. también tenía relaciones con la trama Púnica a saber de qué tipo ello puede indignar algo más a la opinión pública pero, desde luego, nadie que no viva en Babia podrá decir que no se lo esperaba, tratándose de una gobernante del PP. Forma parte del gran fresco español de la corrupción más descarada que se ha manifestado durante esta legislatura. Es una realidad tan fabulosa por lo compleja, abigarrada y general que resulta difícil de entender a simple vista. Se hace pues necesaria una pequeña guía que exponga los tres niveles en que se mueve la gran mole del latrocinio español.


Los gobernantes en todos los órdenes de la administración del Estado y salvas las consabidas excepciones, han montado una verdadera industria de saqueo y expolio del erario. Hay cientos, quizá miles de ministros, presidentes, consejeros, diputados, concejales y cargos públicos, investigados, imputados, acusados, procesados y hasta condenados. Y muy pocos, poquísimos, en las cárceles, que siguen llenas de rateros e inmigrantes porque la clase política cleptocrática no quiere competencia ni siquiera de baja monta. Para organizar esa actividad industrial, esos cientos, miles de políticos y cargos se han valido de tramas como la Gürtel o la Púnica (que también trabajaban al alimón) repletas de delincuentes empresarios o empresarios delincuentes, dedicados todos a saquear el país haciendo como que lo gobiernan, con contrataciones fraudulentas y trucadas, cohechos, sobornos, recalificaciones delictivas.

La correa que mantiene en funcionamiento esta industria del expolio es el partido político, el Partido Popular, que no es un verdadero partido político sino una especie de asociación para medrar. El PP es el que proporciona los cuadros y mandos que posibilitan la operación de saqueo porque es el que conecta las tramas delictivas o empresariales con los órdenes políticos y administrativos en donde se toman las decisiones que les llenan a todos los bolsillos. Eso es lo que explica que el PP tenga 800.000 afiliados mientras que el PSOE, partido más que centenario, solo tiene 200.000. Ser del PP es un negocio, casi una lotería y probable garantía de un puesto para toda la vida. Dentro de la burocracia del partido (en donde se cobran sueldos y jugosos sobresueldos) y, con un poco de suerte en la burocracia del Estado, ese que quieren desmantelar, con el correspondiente enchufe. Para verlo basta considerar la carrera de casi todos los dirigentes del PP, tengan o no títulos superiores o incluso aunque no tengan título educativo alguno: pueden pasar años a sueldo del partido y/o de las administraciones públicas, sin haber ejercido su profesión jamás (si es que la tienen) ni trabajado en nada fuera de la política: el mismo Rajoy, Báñez, Arenas, Ruiz-Gallardón, Aguirre, etc., todos miembros de la Nomenklatura pepera que, diga lo que diga Aguirre, se parece más a la práctica soviética que los círculos de podemos. Tod@s llevan decenas de años de políticos profesionales al servicio del PP con dineros públicos y tod@s proclamando por orden de los empresarios que hay que desmantelar lo público. Que los dioses se apiaden de ellos. Ser del PP es garantizarse el robo permanente, el puesto de por vida, de esos que quieren negar a todos los demás, siempre por orden de los empresarios

Esto lleva al tercer nivel, allí donde la ideología y el discurso se convierten en políticas prácticas. El nivel político por excelencia. Provisto de equipaje ideológico somero que exponen sus ideólogos con su habitual primitivismo conceptual (el libre mercado, la desregulación y, por supuesto, el cuento de que la privatización de lo público redunda en beneficio general), el gobierno, la banda del partido, que es una recomposición del Movimiento Nacional, otra organización para robar, aplica su programa máximo, consistente en enriquecer a los ricos y empobrecer a los pobres y, en tiempos de crisis, hacer que sean estos quienes paguen la recuperación de aquellos, incluso quienes les faciliten una acumulación ampliada de capital. Los 40.000 millones que ha recortado a las políticas de empleo y atención a los desempleados, más los 40.000 que ha hurtado del fondo de pensiones (ese que no iban a tocar porque los pensionistas no pueden defenderse) más lo que han sisado y sustraído en dependencia, educación, sanidad, atención a la infancia, defensa de género, dependientes, es con lo que han pagado los 40.000 millones de la banca, los 11.000 millones de la Iglesia, los 4.000 de las autopistas más todos los agujeros de su desastrosa gestión. Se añade la necesidad de tapar sus casi infinitos pufos bien en concepto de fondos apropiados, de inversiones fraudulentas o malversaciones.

Esta claro que esta banda está dispuesta a hacer lo que sea para no perder su situación. Lo que sea.

dimecres, 12 d’agost del 2015

El pozo catalán

Los políticos suelen no ver más allá de sus narices y eso con dificultad. Les ocurre como es fama le sucedió a Tales de Mileto, solo que este cayó en un pozo por ir mirando las estrellas mientras que los políticos caen en el pozo porque no ven nada. Es curioso, quienes se pasan la vida hablando de conquistar el futuro y de tener una u otra visión, de preparar el porvenir y construir una sociedad mejor, no ven lo que tienen delante y, por supuesto, actúan en consecuencia, cayendo en el pozo y no sabiendo salir de él.

Cada vez que recuerdo a Rajoy diciendo que la Diada de 2012 era una "algarabía" comprendo que efectivamente, la estupidez humana es insondable. Ni entonces ni después este genio entendió lo que tenía delante. Es el tocino mental que exhibía ayer cuando, desabrido, altanero, insolente, insoportable, se negaba a contestar a las preguntas de la prensa sobre el Santero Fernández en su ministerio. Ahora alguien, por fin, le ha convencido de que la cuestión catalana es de una gran envergadura y que debe reaccionar. El tocino mental se ha movido y ha echado mano de un informe del Consejo de Estado sobre la propuesta de reforma de la Constitución de 2006, de hace diez años, y lo ha hecho suyo con espíritu vanguardista. De seguir su impulso hubiera preferido guiarse por un informe del Consejo de Castilla para la gobernanza del Reino de mediados del XVIII.

¡La reforma de la Constitución! Todos tienen ahora proyectos de reforma de la Carta Magna, como escriben los pedantes, ignorando que, de Magna, la carta no tiene nada. Si acaso será Parva Carta. Hasta El País que sigue creyéndose conciencia moral de la gente, pero solo es un lamentable remedo de lo que fue, pide una reforma suficiente y aceptable, de espíritu federalista. Cataluña no pintaba nada y ahora todos quieren reformar la Constitución para que se quede, porque han caído en el pozo de su ignorancia y no saben cómo salir.

El PSOE es el principal afectado de la izquierda por el soberanismo catalán. La posición hegemónica del PSC en la izquierda en Cataluña, que llegó a tener dos presidentes de la Generalitat, se ha evaporado y ahora el partido lucha por sobrevivir, en manos de un Miquel Iceta, cuya mayor metedura de pata, renunciar expresamente al derecho a decidir, lo va a condenar a la irrelevancia más absoluta. Esa renuncia tiene un aroma táctico electoral patente. Pero no es sostenible desde ningún punto de vista teórico de izquierda. Ninguno. Es de cajón: a los derechos no se renuncia. Nunca. Solo los sumisos, los vencidos, los espíritus esclavos lo hacen. La idea de Sánchez de que, poniendo a los socialistas catalanes poco menos que a bailar sevillanas, ganaría las elecciones en España ignora que, sin la decisiva aportación de diputados catalanes a las Cortes, el PSOE no podrá ser mayoría en el congreso.

En Madrid, el PSOE comienza a dar un espectáculo suicida: las grescas internas que, al estilo de IU, acabarán con sus expectativas de voto. A los efectos de las elecciones catalanas esta crisis del chotis es indiferente porque, guste o no en el PSOE, Cataluña está ya en otro juego que, por cierto, él no entiende. Pero a los efectos de las elecciones españolas de noviembre, es decisiva. Los peor que le puede suceder al PSOE es presentarse a los comicios animado por una gresca interna en Madrid, como la que tenía IU. Ni IU ni ahora el PSOE parecen darse cuenta de que la gente no entiende sus trifulcas, ni tiene por qué. A los combatientes, siempre enabolando dialécticas de estatutos, reglamentos y librillos de ordenanzas, sus respectivas posiciones las parecen clarísimas. Para la gente, para los votantes, son incomprensibles y, en consecuencia, no los votan.

En el pozo catalán patalea Podemos, embotado por su garrulería dialéctica y su desconocimiento del mapa de Cataluña, territorio ignorado por no ajustarse a los parámetros de las grandes marcos teóricos hegemónicos en el mercado. Errejón decía ayer mismo que en Cataluña había una contienda triangular: los independentistas, los conservadores (entiéndase, los unionistas) y ellos. Bueno, no exactamente ellos, sino Catalunya sí que es pot que son ellos en alianza con otros con los que se niegan a aliarse en el resto del Estado. Es un planteamiento de "tercera vía" muy curioso: los independentistas, los inmovilistas y nosotros, que ponemos lo social por delante y nos ocupamos de los problemas reales de la gente. Se olvida de la CUP, esa candidatura independentista pero radicalmente social que, además, lleva en su nombre de unidad popular, precisamente, la fórmula que Podemos ha querido emplear siempre como un shibolet para entrar en procesos de confluencia.

Podemos fía mucho a las elecciones catalanas. Tratan de salir del pozo. Sus fortunas en Cataluña parecen problemáticas. Como las de Ciudadanos y más o menos por las mismas razones. Aparecen inmersos en una candidatura de contornos difusos, con fenómenos de escisión entre ellos y con un perfil que no encuentra encaje entre la independencia y la reforma constitucional para acomodar a Cataluña que predica el PSOE, aunque no sepa en qué consistirá. Por eso hablan de un derecho a decidir en el futuro, con un proceso constituyente que no pueden controlar, unas propuestas muy difíciles de distinguir de las de la monja Forcades. Todo eso y la existencia de la CUP no dibujan unas perspectivas resplandecientes para Podemos el 27 de septiembre. 

Llegar a noviembre bajos de ánimos y con la sola expectativa real de obtener un resultado mediano tirando a bajo, en la tradición anguitiana, para verse obligado a aliarse con el PSOE, no es un panorama alentador. Si, además, la alianza ha de darse con un partido comido por las rencillas internas y un correspondiente resultado electoral malo, queda por preguntarse si estos partidos realmente llegan a noviembre con alguna esperanza de impedir que esta derecha desgobierne el país cuatro años más. 

Y les extraña que los soberanistas catalanes quieran marcharse.

dimarts, 11 d’agost del 2015

Una cuestión personal.




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Según el ministro del Interior, el santero Fernández, su reunión con el presunto delincuente Rato fue una cuestión personal. Uno de los hallazgos que el mundo ha de agradecer al movimiento feminista es la afirmación de que "todo lo personal es siempre político".

Más en el caso de estos dos políticos profesionales del mismo partido, el supuesto delincuente y el supuesto inocente; el ministro encargado de que la ley se cumpla y el presunto ladrón tratando de saltársela. Por mucho menos dimitió un ministro de Justicia del PSOE, Mariano Bermejo, por haberse ido de caza con el juez Garzón. Estos, en cambio, tratan de disimular sus maquinaciones, primero armando un patriótico lío con Gibraltar español, para entretener a la gente y, luego, contando trolas, habilidad que se les da de perlas.

Ayuda mucho, como siempre, esta oposición parlamentaria que, muy adusta, pide que el ministro explique con pelos y señales su conchabe con el indeseable de Bankia y otras tropelías. Ahí se las den todas al ministro. Puede decir lo que le venga en gana, pues la reunión fue secreta. ¿Qué explicaciones creíbles va a dar? Obviamente las que fabule y la oposición se dará por satisfecha cuando es obvio que aquí no hay explicación posible sino que este beato de cachiporra en mano y comunión diaria se vaya a su casa ipso facto por su vergonzosa reunión, como pide un sindicato de la Guardia Civil.

Dice el ministro en dos comunicados dos que no se trataron asuntos procesales. Y eso, ¿cómo se prueba? ¿Con su palabra de embustero compulsivo, capaz de mentir en sede parlamentaria como hizo con el asunto de Melilla?

También dice que Rajoy no sabía nada del asunto. Otra trola, Rajoy lo sabía todo, como sabía lo de la Gürtel, Bárcenas, Camps, Matas, la Púnica y Aguirre. Otra cosa es que lo reconozca. Para eso hace falta sinceridad y valentía, dos cualidades de las que carece. España tiene el presidente de gobierno más corrupto de Occidente. Y el más incompetente, pero eso es otro asunto.

Nadie cree nada de lo que esta banda dice, pero a la banda le da igual porque, al tener la mayoría absoluta asegurada, bloquea todas las comparecencias parlamentarias y sus perros de prensa se encargan de desviar la atención a otros asuntos. Como se ha dicho muchas veces: no son un partido ni un gobierno sino una asociación de supuestos malhechores encabezada por un sinvergüenza sin escrúpulos al que resbala todo con tal de seguir presumiendo en la plaza de su pueblo de que es el presidente del gobierno.

Somos el hazmerreír de Europa y seguiremos siéndolo mientras estos franquistas jurásicos continúen detentando el poder.

dilluns, 10 d’agost del 2015

El fracaso de la izquierda española en Cataluña.




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Dice el señor Óscar López, portavoz del PSOE en el Senado, que la independencia de Catalunya no es "ni legal ni posible, ni con un 51% ni con un 80%" de apoyos. Si quedaba algún despistado catalán creyente aún en una negociación en especial con la izquierda española, por concederle mayor sensibilidad hacia estas cuestiones, que pierda toda esperanza, siempre mejor que perder el tiempo tratando de razonar con quien embiste.

Veamos qué verosimilitud tiene esta rotunda negación lopecística a medio y largo plazo. A corto plazo, clarísimo: se trata de ganar votos negando los derechos de los catalanes, discurso que suena a música celestial en la España profunda. En cuanto al medio y largo plazo hay dos perspectivas: una abstracta y otra concreta, aquí y ahora, en España.

La abstracta. El enunciado de López es típico fetichismo de la legalidad y alimento de todos los trasnochados positivismos jurídicos. La ley en vigor es el horizonte de toda acción social. Con este criterio, todavía estaríamos con las leyes de Solón que, por cierto, eran bastante aceptables para la época. Pero hombre de Dios, López, ¿cree usted que la ley es un ente de razón eterno, inamovible, incambiable, como el ser de Parménides o una realidad natural como el cañón del Colorado? Aunque llamemos leyes a las normas que rigen los actos de las personas y los fenómenos del cosmos, entre ambas hay una diferencia esencial: las primeras pueden cambiarse; las otras, no. No las confunda, buen hombre.

Y no solamente pueden cambiarse sino que, muchas veces, es obligatorio, inevitable, hacerlo. 150 años atrás le ley decía que las mujeres no podían votar, ni estudiar ni hacer nada y 25 años atrás, que no podían abortar. Hubo que derogarlas y promulgar otras. ¿Por qué? Porque, aunque no lo crea usted, la ley, la legalidad, puede ser injusta, inicua y es menester cambiarla. Ciertamente, responderá el señor López, que es socialista y, por tanto demócrata, pero por sus cauces. En democracia la ley se cambia por mayoría. ¿Y un 80 % de catalanes no sería una mayoría? ¡Ah! Pero es que no se cuenta solo en Cataluña, sino en toda España y en toda España, un 80% y hasta un 100% de catalanes a favor de algo jamás sería mayoría.

O sea, la democracia del señor López tiene gusano, como las manzanas. Los catalanes jamás serán mayoría en España y, aunque el 100% de ellos quisiera cambiar la ley, siempre sería una minoría. Una minoría estructural (mayoría en su propio territorio) condenada a vivir bajo la ley que dicte la mayoría española que, además, pretende imponerle una condición nacional que no considera suya. Eleve el señor López el vuelo gallináceo del positivismo jurídico de la legalidad y remóntese a una cuestión de legitimidad. Haga un esfuerzo de comprensión: prácticamente ningún país de los casi 200 que hay hoy en el mundo, sería independiente de acuerdo con la legalidad preexistente: no lo serían los Estados Unidos, ni el resto de América, ni la India, ni muchos países europeos, desde Noruega a Eslovaquia. Si la mayoría de los catalanes quiere la independencia, sea o no legal según las leyes españolas, la conseguirá, por mucho que el señor López y miles de lópeces se opongan. Porque es algo legítimo.

La concreta. En realidad, López solo presta su apolillado discurso a un lema de campaña de su jefe, Sánchez, con su "¡más España!" que, por cierto, suena un poco al ¡"más madera!", del inolvidable Groucho Marx. El socialismo español -que inició la transición reconociendo el derecho de autodeterminación de los pueblos de España- se ha pasado a lo tonto a lo tonto a un espíritu jacobino centralista, no tan bestia como el de la derecha, pero sin grandes concesiones más allá de un federalismo desdibujado que viene a ser una reedición del "café para todos", aunque el de algunos sea americano y el de otros expresso.

La falta de sensibilidad y de inventiva de los socialistas frente a la cuestión catalana y el miedo que tienen a perder las elecciones si los acusan de tibios o ambiguos será precisamente lo que les haga perder las elecciones porque, para centralistas, ya están los neofranquistas. Hasta los expertos que Sánchez ha escogido para que le reformen la Constitución le dicen, supongo que con grandes precauciones, que es preciso reconocer de algún modo la singularidad catalana. Pero ya solo eso saca de quicio a los nacionalistas españoles sean de izquierdas o de derechas.

El soberanismo catalán ha puesto de relieve el fracaso de la transición y, sobre todo, el fracaso de la izquierda. El de la transición lo trataremos en otro momento. Ahora terminemos con el de la izquierda. No solo de la dinástica socialista, cosa evidente o de la comunista, asimismo dinástica aunque algo menos. También de esa izquierda aparentemente rompedora como Podemos, que amaneció quejándose precisamente del fracaso de la transición y la traición o inoperancia de las otras izquierdas y que prometía acabar con el régimen del 78, romper el candado de la Constitución. En el momento de retratarse, sin embargo, para ver si los los catalanes pudieran ejercer el derecho de autodeterminación que los de Podemos decían reconocerles, resultó que deberían hacerlo en el marco de la legalidad española (la del señor López, vamos) y en espera de poder debatirlo con todos los españoles durante un proceso constituyente que Podemos tiene tantas posibilidades de iniciar como de parar el sol.

Toda la izquierda española se ha estrellado en Cataluña y lo ha hecho porque la izquierda catalana declarándose independentista, sigue siendo tan de izquierdas como la española. O más.

diumenge, 9 d’agost del 2015

Un gobierno de delincuentes presuntos o sin presumir.



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La visita de Rato al ministro Fernández Díaz ha provocado un gran revuelo en la opinión. No ha faltado el habitual aguafiestas recordando que si tan esperpéntica cita se hubiera producido en cualquier otro país europeo, el ministro habría dimitido ya o estaría destituido entre la rechifla general. En España, no. Que un presunto delincuente acuda a una reunión "cordial" con el ministro del Interior no tiene nada de extraño. Es posible que Rato busque consejos, información privilegiada o haya ido a chantajear a la autoridad con el rollo de que si no lo ayudan, canta. Todo es posible porque la reunión, ha sido secreta. ¿Y no dimite el ministro?

Claro que no. Esto es España. Rajoy enviaba SMS de aliento a otro presunto delincuente tras saberse ya que lo era y no dimitió. De Guindos tambien recibió a Granados cuando era público que este tenía cuentas en Suiza y era carne de presidio. Y tampoco dimitió. Esperanza Aguirre tenía tanta amistad con el jefe de la patronal, Díaz Ferrán, hoy en la cárcel por presunto chorizo, que este la consideraba cojonuda. La tal cojonuda tiene también amistad con otro de estos empresarios neoliberales que viven de mamandurrias y enchufes proporcionados por sus amigos políticos. Y más aún, sus gobiernos estaban literalmente repletos de delincuentes o presuntos delincuentes que hasta se espiaban entre sí y ella misma se ha salvado de un juicio por un hit & run de típica pija por los pelos. Y no dimite

En España, hoy, no hay mayores diferencias entre gobernantes y delincuentes o presuntos delincuentes. Están mezclados. Son lo mismo. Es un gobierno de delincuentes o presuntos delincuentes, apoyado en una partido que más parece partida de malhechores. Son granujas que cometen todo género de tropelías, desde cobrar sobresueldos (caso de Rajoy y varias docenas más de chupones de la vida pública durante veinte años) a imponer comisiones, falsificar documentos, estafar, malversar... toda una ristra de delitos. El país vive gobernado por una trama de presuntos mafiosos con redes delictivas por doquier y no dimite nadie, ni se da explicación alguna, ni nadie comparece en el Parlamento, aunque solo sea para que el pobre Pedro Sánchez deje de hacer el ridículo pidiendo comparecencias que nunca se aceptan porque no tiene valor para presentar una moción de censura.

No dimiten y no entienden por qué se arma este revuelo. Los hijos y nietos de Franco creen que el país es su cortijo, que no deben explicaciones a nadie, que pueden hacer lo que les dé la gana, delinquir, ayudar o encubrir a los delincuentes, saltarse la ley cuando les parece. Y ¿por qué actúan así? Porque descienden directamente de Franco, otro delincuente que, habiendo ganado una guerra, trató durante 40 años el país como tierra conquistada y la población como vencidos a los que se podía someter a todo tipo de ultrajes, sevicias y saqueos. Para Franco no había ley. La ley era su voluntad. Para sus descendientes ideológicos y biológicos, tampoco. La ley no reza con ellos. Solo con Mas y los catalanes rebeldes. Y si reza, se cambia de un plumazo. Los fondos públicos son suyos y, cuando se los apropian indebidamente, en realidad reponen existencias para pagarse cacerías en el África, chalets en Baqueira, cocaína en fiestas o retiros millonarios, mientras el conjunto de la población pasa necesidad. No haber perdido la guerra, pringaos.

La teoría de las puertas giratorias es insuficiente. Estos del PP no eligen entre dos opciones: gobierno y empresa privada sino entre tres: gobierno, empresa privada y delito. Y no necesariamente consecutivas. Pueden ser simultáneas.

Esta explicación de la herencia de Franco con un gobierno de presuntos delincuentes es lo que aclara que puedan darse episodios tan delirantes a la par que bochornosos, como ese ex-ministro (el peor de Educación de la democracia) nombrado embajador ante la OCDE para que vaya a hacer arrumacos a su señora a costa de los contribuyentes que, siendo españoles, son súbditos a los que cabe esquilmar sin pestañear o, encima insultándolos. Eso también es lo que explica que un obispo viva en un palacio siempre a costa del erario, que un presidente del Tribunal Supremo pase fines de semana a cuerpo de rey con su novio y a costa de los contribuyentes, que un presidente de comunidad autónoma deficitaria sistemáticamente viaje a visitar a su novia también a cuenta de los ciudadanos, que una concejala del PP cargue su lencería a los fondos públicos, que cuatro enchufados llevaran veinte años cobrando fabulosa pastuqui por no hacer nada en el IFEMA, siempre a costa de los contribuyentes.

Sumen cientos de otros casos en ayuntamientos, Comunidades (especialmente la andaluza, en donde el robo sistemático cambia al color socialista pero es igualmente indignante) empresas públicas, autónomas, fundaciones, ministerios. Decenas, cientos de mangantes y delincuentes con o sin cargo público, sinvergüenzas que llevan veinte años enriqueciéndose y habrán dado con la causa de la crisis y la ruina de España.

No es una crisis. Es una estafa.

dissabte, 8 d’agost del 2015

El despacho con el Rey.


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En la rueda de prensa sin plasma a la salida de la reunión con el Rey en Marivent, y no pudiendo escapar por la puerta de servicio ni enviar a la ratita hacendosa a dar la cara por él, Rajoy ha tenido que hablar para la canallesca. Con su amado caudillo estas encerronas no se daban. Su discurso, el previsible: durante esta legislatura ha salvado a España del desastre; la recuperación es ya un hecho. La gente no la ve, pero eso no quiere decir nada. Es más, ve lo contrario. La labor de la masonería internacional no ceja. El Financial Times también la niega. Pero ¿no es este un órgano de la plutocracia anglosajona que se la tiene jurada a España? La recuperación es un hecho o él lo necesita así porque las elecciones están al caer y no puede presentarse ante el electorado solo con unas listas repletas de chorizos.

Ignoro qué atención le habrá prestado el Rey. Si yo estuviera en su lugar le hubiera pedido cortesmente que, en lugar de hablar de política, me explicara cómo ve él su peripecia judicial, que es lo interesante en España. Tiene poco sentido tomarse en serio a unos presuntos delincuentes que han dado en la flor de disfrazarse de políticos para sus latrocinios. La señora Aguirre ve alucinante que, según el juez, la Púnica también sirviera para financiar el PP. ¿Por qué alucinante? Parece que Granados robaba con tal eficiencia que le sobraba el dinero y lo compartía con su partido. Alucinante es que prácticamente todos los consejeros de la CA de Madrid a las órdenes de Aguirre estén pringados y ella siga diciendo que no se enteraba de nada, como si ocho consejeros o directores generales fueran otros tantos jaguars en el garaje de la invidente Mato. 

En el horizonte apunta la bicha catalana, lo único que realmente importa a Rajoy. Acaba de "filtrar" al director de "El periódico de Cataluña", Enric Hernández, un sondeo de Pedro Arriola, el gurú demoscópico o sueldo del pp. Hernández lo reproduce tal cual, como si fuera una primicia mágica y se tranquiliza atribuyendo a la Lista de Juntos por el Sí y la CUP, 62 diputados, lejos de la mayoría absoluta. Si ayer el gobierno lanzaba a los cipayos del CIS a largar trolas, hoy "El Periódico" atribuye al "bloque unionista" una abrumadora mayoría absoluta

Lo que pase en el Principado no dependerá de lo que quiera el PP sino de unas elecciones el 27 de septiembre en las que el soberanismo parte en muy buena posición. Más ahora cuando, según parece, por contagio de su alma comunista, Podemos sufre una escisión de militantes no nacionalistas que dejan Catalunya sí que es pot para constituir una nueva plataforma.  Unidos, sí probablemente acabe consiguiendo que la izquierda catalana entre en un estado de profunda depresión. Los diputados de CSQP pueden quedarse en la mitad y lo mismo puede suceder con Ciudadanos

En realidad, los indicadores señalan un descenso de Podemos en todo el Estado. Comenzaron muy fuertes, muy crecidos, borrachos de televisión y tertulias, tenían a sus pies una opinión indignada pero deseosa de entregarse a un proyecto nuevo. Y lo han dilapidado todo. Eran sprinters, no fondistas y a mitad de la carrera están ya sin resuello dialéctico. No hay teoría fuera de los balbuceos sobre el "arriba y abajo", "la gente" y la "hegemonía". Confían en que las elecciones catalanas les pemitan remontar pero ellos mismos se desmienten  al escindirse. Y, de las catalanas a las generales, es poco probable que aumenten sus expectativas. A lo mejor se quedan de aliados del PSOE con un porcentaje de voto similar al que alcanzaba en los noventa Anguita, el referente intelectual de estos aguerridos rompedores.

O bien puede salir el PSOE como mal menor. Ha tenido la habilidad de hablar poco y hacer menos. De no significarse mucho, cosa que siempre se paga en este país de envidiosos. Ni una moción de censura se ha atrevido a presentar. Sin embargo, ante el desprestigio absoluto del PP, ofrece una imagen institucional sólida que también hace valer frente al revoloteo de las "aladas palabras", que diría Homero, de Podemos y Ciudadanos. El PSOE es el centro del tablero, ocupa la famosa "centralidad"; es el único que puede pactar con todos que, sin embargo, entre sí apenas si se hablan. Especialmente ahora que los propios C's reconocen que su política de pactos (con el PP sobre todo) les ha pasado factura, lo que les obligará a girar hacia el PSOE. A este se le abrirá la posibilidad de una "gran coalición" sin que lo parezca.

divendres, 7 d’agost del 2015

Quieren reformar la Constitución.

Sobre las razones reales de las propuestas de reforma constitucional. Vídeo y texto a continuación.

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Todos quieren ahora reformar una Constitución que hasta ayer era intangible. Cómo se nota la preocupación que la cuestión catalana causa en España. Cómo se ven los nervios al comprobar que hay un riesgo real de partición del país, que los soberanistas catalanes tienen mucho más respaldo del que los españoles creen y que es necesario hacer algo, hacer como que se hace algo, para contener este movimiento social independentista que es lo más importante que ha sucedido en España desde 1975. 

El PSOE promete una reforma constitucional para convertir el país en un Estado federal. No saben los socialistas a ciencia cierta de qué federalismo hablan pues nunca les ha preocupado; tampoco si los soberanistas catalanes aceptarían, cosa poco verosimil; y, por último, tampoco si podrán hacer esa reforma federal porque necesitarán el apoyo del PP y ese está ya descartado. Tampoco les importa gran cosa. Ya desde los tiempos del submarino de la derecha, Rubalcaba, quedó claro que en las llamadas cuestiones de Estado, el PSOE reconocería siempre su subalternidad respecto al PP.

Los demás partidos, a toque de silbato, andan pensando qué reformas apadrinarán.

El único que parece tenerlo claro es Podemos. Una claridad envuelta en tinieblas, como siempre: desprecia el reformismo constitucional, argucias del régimen del 78 porque lo suyo es más profundo, radical y verdadero: un proceso constituyente en el que se podrá debater todo. Perspectiva halagüeña. Solo que poco viable si, como parece, Podemos se queda en un 15% del voto o menos. La Constitución no se tocará y los asaltacielos se quedarán calentando el escaño y cobrando las dietas castizas.

La preocupación es absoluta. Asustado por lo que se cuece en Cataluña, el ministro Catalá habla de reformar la Constitución en tres aspectos muy tasados: 1) reparto de competencias entre Estado y CCAA para fortalecer al Estado; 2) modificación de la línea sucesoria, asunto de capital importancia; 3) modificar el régimen de aforamientos para reducir la cantidad de sinvergüenzas que se valen de él para sus fechorías. Algunos añaden una reforma del Senado, cámara inútil pero muy conveniente para premiar lealtades perrunas de excedentes de cupo que no sirven para otra cosa. O sea, que no sirven para nada, pero los pagamos todos.

Loables propósitos, pero, en lo que hace al PP, sería bueno que dejaran de hablar de lo que no les compete. Cada día aparece un caso nuevo de latrocinio a cargo de algún pepero relevante. No es momento de reformar la Constitución (que tampoco va a servir para nada porque en Cataluña, ya no los escuchan) ni de hablar de política ni de nada. No son un verdadero partido sino, digámoslo por enésima vez, una supuesta asociación de malhechores que ni entienden de política ni de democracia ni de nada y a los que lo único que importa es forrarse.

No se molesten en reformar la Constitución: dimitan en bloque, devuelvan lo trincado y pónganse todos a diposición del juez.

¡Ah! Y saquen sus garras de Cataluña, como tienen que sacarlas de la caja común.

dijous, 6 d’agost del 2015

El CIS pepero.

Algunas consideraciones breves sobre el barómetro del CIS en vídeo. El texto, más abajo.
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El barómetro del CIS de julio coincide como un guante con los deseos del gobierno del PP. ¿Casualidad? No puede descartarse, desde luego. También es posible que haya burros voladores, aunque escasamente probable. En todo caso, conociendo el percal que aquí se vende, la casualidad puede descartarse con la conciencia tranquila. Digámoslo con claridad: un país gobernado por un partido que hasta los jueces presumen pueda ser una asociación de malechores (y ¡qué malhechores!), que se inmiscuye en todo, que todo lo manipula, desnaturaliza e instrumentaliza, que controla los medios de comunicación, los tribunales de justicia, que falsifica todos los datos, los utiliza torticeramente o se los inventa, ¿iba a permitir un organismo demoscópico independiente? Un partido que contrataba delincuentes para mejorar la reputación de sus dirigentes en las redes, ¿va a pararse en barras a la hora de respetar la independencia del CIS y no imponerle lo que tiene que decir?

Eso no se lo cree nadie. Hoy todos los periódicos especulan sobre los datos de ese baremo, dándolos por buenos no solo contra lo que muestra la experiencia sino contra el mero sentido común. Los resultados del CIS me merecen tanto crédito como las afirmaciones y promesas de Mariano Rajoy, el de los sobresueldos, de cuyo gobierno depende el Instituto en cuestión. Y no se trata solamente de que la famosa cocina realmente apeste que, por supuesto, es hedionda. Se trata también de los datos brutos, de su acopio,  procesamiento, hasta de los números de los folios, de todo. Todo lo qe estee gobierno toca lo falsea, como suele pasar con esta gente carente de escrúpulos y de frenos morales de ningún tipo a la hora de mentir en su provecho para seguir saqueando el país como reconoció la señora Cospedal, la única vez que ha dicho la verdad por equivocación.  Y si el gobierno del PP no ha hecho otra cosa que mentir en cuatro años, ¿por qué iba a decir la verdad un organismo de él dependiente? Sobre todo tratándose de la verdad en un terreno muy sensible: las expectativas de voto.

Todavía con mayor claridad: el PP no se vale del CIS para pronosticar tendencias de voto sino para fabricarlas en su provecho. Que el partido de la corrupción, la Gürtel, la Púnica, etc., etc., el que nadie quiere ver gobernando, el que presenta mayor índice de rechazo, dirigido por un político desprestigiado, con la más baja puntuación popular, del que nadie se fía, vaya a ganar las elecciones con casi un tercio de los votos es tan verosimil como  la serpiente del lago Ness. Así que ahórrense las cavilaciones. Ese barómetro no sirve para nada, salvo para saber qué resultado le gustaría al PP que dieran las próximas elecciones.

Puestos a fabular no solamente resulta que el PP ganará las elecciones según sus doctrinos demoscópicos sino que el apoyo al independentismo catalán está de capa caída. Vamos que si las elecciones fueran el año que viene en lugar del mes que viene, la opción ganadora en Cataluña sería la del Estado centralizado que es el que más gusta en La Moncloa. 

Solo hay algo más necio que tomarse en serio a unos sinvergüenzas: votarlos.

dimecres, 5 d’agost del 2015

Los presupuestos de la demagogia electoral.

Consideraciones sobre la utilización partidista y demagógica de los presupuestos generales del Estado en video en vivo y con el texto debajo.
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Los Presupuestos Generales del Estado de 2012 se retrasaron cuatro meses porque, siendo restrictivos, Rajoy temía que su conocimiento por la opinion redujera las expectativas de voto del PP en las elecciones de Andalucía de aquel año. Los del año 2016 se adelantan otros tantos meses aunque, al estar previstas elecciones generales en noviembre, la cortesía parlamentaria y la costumbre democrática ordenan que se aplacen hasta ver quién gobernará el año que viene. Ambos datos, el retraso de un lado y el adelanto del otro demuestran que el presidente del gobierno utiliza las cuentas del Estado, que son de todos, en beneficio de su partido, de su gobierno; en realidad, en beneficio de sí mismo que es lo único que le importa, para mantenerse en el poder al precio que sea. Retrasó los de 2012, llenos de recortes, para engañar a la gente y que esta votara sin conocimiento suficiente de causa. Adelanta los de 2016 y los embute de promesas falsas, de esas que incumple luego con toda tranquilidad.

Todo según lo habitual, pues el gobierno de Rajoy descansa exclusivamente sobre la mentira.

Presume de haber subido un 0,25% las pensiones, de acuerdo con la vergonzosa ley que aprobó al comienzo de la legislatura en lo que es una pérdida real de poder adquisitivo de los pensionistas. No sube las pensiones: la baja otra vez. Igualmente trata de comprar a los funcionarios prometiendo una subida del 1%, siendo así que estos perdieron un 5% con Zapatero y tienen sus salarios congelados desde hace cinco años. Tampoco sube a los funcionarios, sino que sigue empobreciéndolos. Y lo mismo con todos los colectivos más vulnerables. La técnica de la mentira es siempre igual: se anuncia una magra subida a bombo y platillo que, en realidad, oculta otro recorte. Es la regla de oro de la comunicación de estos franquistas: mentir siempre.

Es la táctica que utiliza esta organización de presuntos malhechores, con el sobresueldos a la cabeza. Se creen propietarios del país y de los fondos públicos que, al parecer, ya no son de todos, sino del PP y de su jefe que va por la vida repartiendo limosnas para ganarse la lealtad de los súbditos con el dinero que previamente les ha esquilmado. ¿O cree alguien que es casual que estos presupuestos prevean un 10% de aumento para Cataluña y practicamente nada a Castilla La Mancha? En absoluto: se quiere sobornar a Cataluña con unas migajas tras haberla expoliado y castigar a Castilla La Mancha por haber votado al PSOE, y dejarla sin las migajas siquiera.

Es el uso patrimonial y caciquil de la administración pública por la derecha, que no se limita solo a las cuentas del Estado. Hace lo mismo con todas las demás instituciones: colonizarlas, comprarlas, desnaturalizarlas, ponerlas a su servicio: los medios de comunicación públicos o los tribunales de justicia. Todo lo que el PP no puede instrumentalizar lo bicotea o lo destruye.

Es un ataque en toda regla al Estado de derecho por el partido neofranquista en el gobierno, cuya manifestación más grosera tendrá lugar el próximo 28 de septiembre, cuando los catalanes hayan votado y según lo que hayan votado.

No es que la presunta asociación de malhechores, con su presidente a la cabeza, el de los sobresueldos, no respete la democracia. Es que no sabe lo que es porque su espíritu sigue siendo el de la dictadura.

dimarts, 4 d’agost del 2015

Palinuro sobre el Partido Socialista de Madrid. Videoblog.

El caso desesperado del socialismo madrileño.


Los manuales de Ciencia Política, que son los del arte de la guerra, parten del supuesto de que la unión de fuerzas es la primera garantía del triunfo en cualquier enfrentamiento y la desunión la primera de la derrota. A dos meses de unas elecciones cruciales como las catalanas y cuatro de unas generales no menos decisivas, el PSM ofrece un espectáculo de desunión, enfrentamiento y división que solo augura derrota.
 
No es nueva. Es la imagen crónica de los socialistas madrileños que llevan más de veinte años en la oposición en el ayuntamiento y la comunidad por su incapacidad para constituirse en una alternativa creíble a unos desgobiernos por mayoría absoluta de un PP que apenas es algo más que una presunta asociación de malhechores para esquilmar las arcas públicas. La ejecutoria del PSM es una triste experiencia de luchas intestinas, zancadillas y maniobras entre burócratas, paniaguados y enchufados de tal o cual corriente. Las razones esgrimidas son siempre opacas y la gente sabe por experiencia que, además, son embustes para justificar descarnas peleas por los cargos y los escasos puestos de mando.
 
No hace falta al PSM aprovechar la experiencia de IU, reducida a la marginalidad y la insignificancia precisamente por las peleas orgánicas en las que los fulanismos y menganismos de unos políticos mediocres pasan por encima de cualesquiera consideraciones de estrategia o ideología. Tiene su propio saco. Un episodio tan vergonzoso como el Tamayazo, caso único de transfuguismo corrupto y falta absoluta de principios solo fue posible en una organización controlada por mafias enfrentadas compuestas por oportunistas, trepas y mediocres incapaces de ver más allá de sus narices, de su interés, de su poltrona, de su nómina.
 
Los responsables de este lamentable espectáculo en Madrid (y los de la Ejecutiva que participan en el pandemonium) parecen ignorar que el PSOE no es patrimonio suyo para hacer con él lo que les venga en gana. No lo es de los dirigentes, ni de los militantes, ni siquiera de los votantes. El PSOE es un partido centenario, patrimonio de todos los españoles y sus actuales gestores en todos los niveles no son más que administradores que habrán de rendir cuentas de sus actos.
 
Lo que hace indigno el gobierno del PP es su convicción de que el país es su cortijo, en el que puede cometer cualquier arbitrariedad y desaguisado con total impunidad porque le pertenece. Por ello, no le importa que sea imposible distinguir en su acción entre lo que es gestión y lo que es puro expolio y saqueo de un patrimonio del que se apropia por todos los medios, incluidos los ilegales. El PSM lleva veinte años actuando de modo análogo con el agravante de que, mientras el PP, siempre en el poder, dispone de privilegios y prebendas que repartir entre los suyos, el PSM, eterno perdedor por su desunión, solo reparte miseria, pucherazos, manipulaciones y puñaladas traperas.
 
Si los responsables de este desastre no ponen los intereses generales por encima de los de sus banderías y siguen agrediéndose al borde del abismo, entregarán en bandeja el gobierno a la derecha que podrá seguir haciendo y deshaciendo a su antojo en este país. O en lo que quede de él.

Lo que pudo ser.

Pongamos a trabajar nuestras imaginaciones.
 
Año 2012. Tras un intenso debate en la opinión pública, con fogosas intervenciones en el Parlamento, gran alarde de tertulianos en las televisiones y una intensa revisión de los postulados esenciales de los pincipales partidos españoles, especialmente los dos dinásticos, queda aprobada una Ley Orgánica de Ejercicio del Derecho de Autodeterminación de los Pueblos de España. Fue necesario consultar a ristras de expertos sobre la naturaleza de ese derecho que muchos negaban de raíz y otros afirmaban sin vacilación alguna. La ley regula el ejercicio del citado derecho, las circunstancias en que puede reclamarse, la natualeza jurídica de las colectividades que lo hagan, el alcance y la finalidad de la iniciativa, así como unas disposiciones acerca de cada cuánto tiempo cabe ejercitarlo.
 
Año 2013. El Congreso de los Diputados decide que ha lugar a una reforma en profundidad de la Constitución de 1978, vista la cantidad de propuestas de revisión que se presentan. Tras un periodo de debate sobre la necesidad de racionalizarlas para establecer órdenes de prioridades y garantizar la gobernanza del Reino pero sin obstaculizar el habitual trabajo del Parlamento, este decide constituir una Convención especial ad hoc. El trabajo de esta entidad, en la que tendrán representación todas las fuerzas políticas del arco español será clasificar las propuestas de enmienda, y establecer algún tipo de orden entre ellas y, sobre todo, dar prioridad a las cuestiones relativas a la organización territorial del Estado la cuestión litigiosa por excelencia . La convención está encargada de debatir y proponer finalmente varios proyectos de distribución territorial del poder en España, que van desde un retorno al centralismo tradicional español hasta la propuesta de independencia sin más a los efectos de que la población pueda elegir con conocimiento de causa.
 
Año 2014. Luego de otro largo y agitado proceso de debate acerca de cómo convertir en realidad práctica ese principio de autodeterminación, las Cortes aprueban una llamada Ley de claridad, a imagen y semejanza de la promulgada en el Canadá con motivo de dos referéndums de autodeterminación en la provincia de Quebec. La ley, aprobada por consenso de todos los grupos parlamentarios, especialmente los soberanistas catalanes, regula el ejercicio práctico de ese derecho, el tipo o los tipos de consulta que se celebrarán y las mayorías necesarias a la hora de tomar según qué decisiones.
 
Año 2015. Queda fijado un referéndum de autodeterminación para el 27 de septiembre. En él, la pregunta a la ciudadanía catalana será si quiere que Cataluña se constituya en Estado independiente de España y plenamente soberano o se rechaza la independencia y se prefiere dar un voto de confianza para que la Convención proponga alguna solución con el apoyo de la mayoría. Dicha propuesta habrá de ser sometida después a referéndum en aquellas partes del Estado que, estando directamente afectadas por ella,  así lo soliciten. En el supuesto de que el resultado del referéndum sea la independencia frente a España, está acatará la voluntad popular y tomará las medidas pertinentes para establecer relaciones de colaboración y apoyo mutuo con el nuevo Estado europeo.
 
¿Ven qué fácil hubiera podido ser de haber prevalecido un espíritu tolerante, democrático, abierto al reconocimiento de todos los derechos de los pueblos y no la habitual cerrazón española a ningún tipo de negociación y la voluntad de imponer sus criterios a la fuerza? El resultado, fuere el que fuere, habría sido mutuamente beneficioso y ahora no sería necesario contener el aliento para averiguar qué consecuencias pueda tener la política del chicken run o "juego del gallina" que ha planteado el gobierno español  con intención de amedrentar a la Generalitat y obligarla a desistir de sus propósitos sin conseguirlo, haciendo de paso un ridículo épico.
 
Es imposible apagar un fuego echándole gasolina. Eso solo se le ocurre a quien carezca de facultades mentales o las tenga muy trastornadas.

El nazismo y la poesía.


Thomas Harding (2015) Hanns y Rudolf. El judío alemán y la caza del Kommandant de Auschwitz. Barcelona: Galaxia Gutenberg.
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Es célebre la rotunda reflexión de Adorno escrita en 1949, a su regreso del exilio en los Estados Unidos: "Después de Auschwitz, escribir poesía es cosa de bárbaros". Sobre esta agónica conclusión se han vertido ríos de tinta. Bien es cierto, casi toda en prosa. De pocos acontecimientos y acaeceres se ha escrito más que sobre los campos de exterminio, la "solución final", el holocausto. Quizá sólo la guerra civil española sea comparable y es temática indirectamente relacionada. Toneladas de ensayos, recuerdos, memorias, investigaciones, testimonios, piezas teatrales, películas y, por supuesto, novelas. Ignoro si se ha escrito mucha poesía sobre Auschwitz, pero es obvio que se ha escrito mucha, muchísima, después de Auschwitz. Es más, por extraños vericuetos que llevan a lo más profundo del alma humana, la poesía se ha infiltrado en muchos textos en prosa, transfigurándolos. Todas las obras de Primo Levi, escritas en prosa, son poemas, se leen como poemas porque ponen en contacto a un ser humano, la víctima, con otro, el lector, de modo inmediato, directo, inefable. Y esto pasa con muchos relatos de protagonistas, supervivientes, personas que sobrevivieron quizá por un error administrativo de una maquinaria asesina, por el fracaso de un plan, por una obstinación sobrehumana o por un golpe de suerte. Cualquiera sabe que el azar es pura poesía y, si es a vida o muerte, poesía trágica.

La barbarie nazi ha sido incuestionablemente documentada por cientos de especialistas que han llegado a formar una cofradía empeñada en que el olvido no sepulte su recuerdo. Me honro con la amistad de uno de ellos, Joaquim Pisa, que ha hecho un trabajo impagable sobre las deportaciones de españoles al campo de Mauthausen y sobre el campo en sí. Algún otro ha dejado verdaderos monumentos a esa facultad tan preciosa de la humanidad que es la memoria, la primera que todos los tiranos del mundo pretenden anular. La inmensa película, Shoah, de Claude Lanzmann, con sus nueve horas y media de duración es, ante todo, eso, un monumento a una memoria que no puede borrarse.

 En qué medida la realidad haya desmentido la conclusión adorniana es algo que depende del sentido que le demos, pero no seguiremos este sendero porque estamos a otra cosa. Auschwitz, Dachau, Mauthausen, Treblinka, Belsen, Buchenwald, etc aparecen una y otra vez en el gran relato humano de la segunda mitad del siglo XX, hasta formar una amalgama con nuestras experiencias, nuestras vivencias, ambiciones y temores. Quienes han  visitado alguno o todos los campos de exterminio, han tratado con supervivientes de ellos o sus familiares, han comprobado los números tatuados en los brazos, han leído libros, visto películas, escuchado composiciones que los han aproximado a la agonía, la experiencia límite de unos seres humanos deshumanizados y tratados como reses en los mataderos. Y lo han interiorizado, convertido en algo suyo. El holocausto late hoy en la conciencia de los vivos.

Entre otras cosas porque cuando alguien presenta un relato sobre algún aspecto de esta monstruosidad, suele tener elementos personales, íntimos, que todos nos apropiamos de modo empático. Es el caso de este libro en comentario.

Hace unos años, con motivo del fallecimiento del ciudadano británico Howard Harvey Alexander, nacido alemán y judío como Hanns Alexander, el autor de esta obra, sobrino-nieto del fallecido, supo que su tío abuelo fue quien capturó al Kommandant del campo de Auschwitz, Rudolf Höss y lo entregó a las autoridades británicas, quienes se lo pasaron a las polacas. Fueron estas quienes lo juzgaron, lo condenaron a muerte y ahorcaron en el mismo campo en el que había cometido sus atrocidades. Este es el elemento personal, íntimo, privado que hay en esta historia y que la hace tan fascinante: pues, como en muchos otros relatos sobre el holocausto, lo personal se mezcla siempre con lo colectivo y le da un especial interés.
 
En este caso, el autor traza una especie de vidas paralelas entre dos ciudadanos alemanes, contemporáneos, aunque no exactamente coetáneos, dado que uno es más de 15 años más joven que el otro. El joven, el judío berlinés, Hanns Alexander, hijo de un reconocido médico de la capital, acostumbrado a una vida de altos vuelos si no directamente de lujo, ante el ascenso del nazismo en los últimos años veinte y primeros treinta, se ve obligado a huir de su país, así como el resto de su familia y a refugiarse en Inglaterra. Allí se presentará voluntario para combatir contra Alemania en el ejército inglés, en donde llegó a teniente, siendo destinado al final de la contienda a la primera comisión de investigaciones sobre crímenes  de guerra de los jefes nazis, aprovechando su bilingüismo alemán/inglés.
 
El protagonista de la otra vida es el oficial alemán Rudolf Höss, de origen mucho más modesto, trabajador del campo, teóricamente ario puro que sirve en el ejército de su país durante la primera guerra mundial, es herido varias veces en acciones arriesgadas en las que muestra gran valor, condecorado y devuelto luego a la vida civil en los tumultuosos años veinte en la República de Weimar, cuando crece la peste nazi tan bien retratada por Christoher Iserwood. Höss ingresa en las SS, hace carrera y mantiene una relación de proximidad con Heinrich Himmler quien lo manda al frente del campo de Auschwitz con el encargo de poner en práctica la solución final. Höss fue  directamente responsable de la matanza de millones de personas y, cuando el III Reich se hundió, se despojó del uniforme, vistió un traje de paisano y huyó a refugiarse en secreto a una aldea al norte de Alemania, ya cerca de la frontera con Dinamarca, con ánimo de escapar del país como hacían entonces muchos responsables nazis, para llegar a Latinoamérica y empezar allí una nueva vida bajo identidad falsa.
 
El conjunto del relato de Harding contiene abundantes episodios de brutalidad, crueldad y barbarie de las que eran responsables los nazis y también muchos otros ejemplos de eso que, desde la descripción de Hannah Arendt se conoce como la banalidad del mal. Höss no era solo una bestia inhumana. El autor subraya otros aspectos contradictorios: era un buen esposo y padre de familia y tenía algunas convicciones ideológicas, la primera de las cuales era, claro, la ciega obediencia al mando y la lealtad incuestionable al Führer. Si Himmler (quien recibía las órdenes directamente de Hitler) le encomendaba poner en práctica la solución final con escasísimos medios materiales, él cumpliría las órdenes velando por realizar la tarea con sentido burocrático e industrial y la mayor eficiencia posible. Quiso el destino que fuera él quien, por indicación de un subordinado, pusiera en marcha el procedimiento de gasear a los internos a cientos con el gas Zyklon B y hacer desaparecer luego los cadáveres en los hornos crematorios o quemados en fosas comunes. Es decir, la importancia de Höss para la historia es que fue el primero en acometer el exterminio de los judíos con eficacia industrial.
 
A su vez recae sobre el otro hombre, Hanns Alexander, el singular honor de haber sido también uno de los primeros, sino el primero, en cazar nazis, el primer caza-nazis de la historia. El antecesor de Simon Wiesenthal. Y, en efecto, después de haber localizado y arrestado a algunos mandos intermedios, sus jefes le encomendaron la caza y captura, a ser posible vivo, del Kommandant Höss. Y Hanns cumplió. Acabó encontrándolo, obligando a su esposa a revelar su escondite, aunque fuera por el no muy noble procedimiento de amenazarla con enviar a Siberia a su hijo menor, entonces un niño. Es muy de agradecer que, así como Harding busca facetas no enteramente repulsivas del oficial de las SS, tampoco intente embellecer la figura de su tío abuelo. En la guerra, en la inmediata postguerra, las pasiones volaban muy alto y los valores más sagrados crujían. Que cada cual juzgue ese dato del chantaje a la madre como crea justo, el autor cumple escrupulosamente con su deber de darnos los datos para el juicio.
 
El hecho, pue, es que Hanns cazó a Höss, el responsable material del desencadenamiento de la solución final. Solo faltaba que confesase, cuestión necesaria porque, aunque no había escasez de testigos, faltaban casi todas las pruebas materiales ya que los nazis, al verse perdidos, pasaron a destruir sistemáticamente documentación, archivos, laboratorios, instalaciones, todo. Con lo cual se daba pie a las teorías negacionistas. Por fortuna, durante el tiempo en que Höss estuvo en prisión preventiva, aguardando su proceso, un psicólogo le proporcionó papel y pluma para que escribiera lo que quisiera. De vez en cuando, pasaba a recoger lo escrito y animaba al preso a seguir. Al final, movido por una mezcla de despecho, arrepentimiento, desconcierto, desesperanza y quizá odio, quien sabe incluso si contra sí mismo, el hombre acabó confesándolo todo por escrito.
 
La solución final había sido un hecho y de tal envergadura que se le llegó a atribuir la muerte de la poesía.