divendres, 26 d’octubre del 2012

Nos merecemos este sujeto.

Se pasó la campaña electoral engranando mentiras una tras otra. Todo lo que decía eran mentiras. Lo hacía deliberadamente porque, siendo tan desesperada la situación de los españoles daba por supuesto, con razón, que no se detendrían a examinar de cerca la veracidad y sinceridad de lo que decía Por lo tanto, la interesaba seguir mintiendo porque con ello, le diría su asesor en asuntos de este jaez, Arriola, ganaría las elecciones. Y como, dada su falta de dignidad, solo le interesaba gobernar, su discurso entero no era mas que una gran mentira. Por eso no daba ruedas de prensa ni contestaba preguntas, para que no le pillaran en sus embustes y engaños. Solo se entendía con empresas de la misma catadura moral que él, como El Mundo, otra fábrica de mentiras.
Tanto Rajoy como El Mundo creen que el fin justifica los medios, como los jesuitas y los criminales y, habiendo conseguido aquel, tanto les da el resto. Por eso cuando, ya presidente del gobierno, alguien le preguntó por su reino del embuste, el menda ya no tuvo empacho en reconocer que sí, que estaba haciendo lo contrario de lo que había dicho y que estaba dispuesto a seguir haciéndolo.
La declaración de un felón indigno, de un embustero redomado, un sujeto carente de todo principio moral y de toda vergüenza.
¿Es necesaria más prueba que esa repugnante portada en la que se aprovecha la desgracia colectiva de los españoles para mentir más, sacar partido personal y hacer demagogia?
La ventaja de estos individuos cuyo único rasgo es el más indecente egoísmo es que, cuando por fin se destapan sus engaños suele haber pasado el tiempo, ellos han obtenido lo que querían y la cosa no tiene ya arreglo.
Pero queda el juicio moral y la opinión de sus coetáneos a la que estos personajes no prestan atención, pero tiene su importancia porque ayuda mucho a definir la impresión que dejarás para la historia. Así que preocupado por este asunto, dejó aquí la mía: a un año de gobierno de Rajoy el paro no solo no ha bajado sino que ha alcanzado un techo histórico, antes nunca visto, del 25% de la fuerza de trabajo, cerca de 6 millones de parados. Y, quede claro, ello no es producto de una fuerza mayor, un resultado no querido de una acción bien intencionada, una sorpresa que nadie esperaba; no. Rajoy lo sabía perfectamente. Cuando se hizo esa foto, sabía que las medidas que iba a aplicar incrementarían el paro. Pero no le interesaba decirlo porque, en tal caso, no lo votarían. Por eso mintió, para engañar a la gente y poder dejarla después en el paro, que era lo que quería desde el principio porque sabía que, si conseguía aumentar el desempleo, sería más fácil a continuación rebajar los salarios de los trabajadores, que es suj objetivo último.
Esta mentira no es un delito -de momento- y por tanto no se puede procesar penalmente a este individuo. Pero es una inmoralidad sin límite y una granujería.
Se decía más arriba que bastaba con la primera foto pero, luego, he podido ver que había una segunda todavía más asquerosa que la primera por las mismas fechas y perpetrada por el mismo pasquín, El Mundo, cómo no,  así que ahí la dejo.
Es menuda la promesa que hace en ella este embustero empedernido: "Arreglaremos la economía en dos años": ha pasado uno y estamos en la ruina, teniendo todos los indicadores en rojo y sufriendo todas los desastres de este caos económico internacional, en manos de un dirigente que no tiene ni idea de qué pueda hacer y que se rodea de un consejo de ministros cada uno de los cuales es peor que él, más soberbio, más estúpido, más chulo, más pedante...Y ahora vienen estos inútiles a decir que el segundo año será peor que el primero. No solamente no arreglan nada sino que seguirán expoliando el país, arruinando a sus habitantes, estafando a todo el mundo, echando a la gente de sus casas, robando el futuro a la juventud, robando el dinero a los pensionistas y abandonando a su suerte a los dependientes (o, aun más indigno) tratando de hacer negocios con ellos.
Pues bien, este individuo y los suyos obtuvieron mayoría absoluta en las últimas elecciones porque la gente  a la que venían a arruinar, explotar, machacar y reprimir los ha votado.

Crisis... de legitimidad.

La crisis sempiterna suele verse como algo económico, incluso etéreamente financiero. Tantos miles de millones de euros de unos recortes, tantos centenares de miles de millones de unos rescates. Pero todo eso sucede en un medio, el de la vida colectiva, en el que la crisis ha tenido un impacto tremendo, abriendo un proceso de confrontación, de conflicto social que ha roto los consensos básicos, la legitimidad del sistema en su conjunto. Los principios mismos sobre los que se basaba aquella están quebrando o han quebrado ya ante la brutalidad neoliberal. Y lo hacen a la vista de todos, a la luz pública:
  • La igualdad, piedra angular de la democracia, ha sucumbido a las más ostentosas e injustas desigualdades, diferencias salariales astronómicas, beneficios ilimitados, rentas disparatadas, el lujo y boato de los ricos frente a las necesidades de los pobres, los trabajadores y las debilidades de las clases medias.
  • La justicia brilla por su abitrariedad. Raramente se procesa y condena a los ricos y, si sucede, tienen condiciones penitenciarias favorables y el poder político los indulta sin más tardanza. Los tribunales se ceban en los pobres. Quinientos desahucios diarios es cantidad que no requiere mucho comentario.
  • Las libertades cada vez más restringidas por el poder, empezando por la libertad de expresión y su correlato de derecho a la información, crecientemente acosados por la autoridad so capa del orden público. La libertad de manifestación y reunión, la libertad de comunicación en la red, todo molesta a las autoridades españolas que tratan de restringirlas o negarlas empleando eufemismos estúpidos.
  • La seguridad jurídica de los ciudadanos no se respeta. No se trata solamente de que la autoridad gubernativa actúe arbitrariamente, multando a la gente a voleo o denunciándola porque sí, que ya es bastante barbarie. Se trata de la propia autoridad legislativa que no respeta derechos legalmente adquiridos y ejercidos, como los de los funcionarios, los jubilados, los trabajadores, etc. Crea así el Gobierno mismo, con sus agresiones y expolios injustos una situación de incertidumbre y de temor que rompe el principio hobbesiano del orden social y provoca esta crisis de legitimidad.
A este elenco de penas es preciso añadir el toque específicamente español de los conflictos territoriales. La crisis de legitimidad afecta incluso al concepto mismo de nación, lo que enciende las pasiones más extremas. El hecho de que sean las tres derechas nacionalistas -la española, la vasca y la catalana- las que gobiernen los vértices del triángulo del conflicto permite augurar en principio más conflicto y más enfrentamiento, lo que no es cómodo.
Está claro que el PP solo no puede con la tarea, aunque el espíritu del gobierno sea de sostenella y no enmendalla porque, al identificar, como siempre, los intereses de su partido con los generales, cree llagada la hora de destruir a su adversario aunque sea a costa de hundir el país por el que, en el fondo, no siente especial aprecio por más rebuznos patrióticos que suelte.
Hace falta, al parecer, la ayuda del PSOE y este lleva ocho meses loco por darla porque, de aceptarse, vindicaría de golpe el criterio de Rubalcaba de pactar frente a ataques cada vez más frecuentes de sus propias filas. Pero el gobierno la desprecia, lo que hace imposible todo acuerdo y deja a Rubalcaba en muy mal lugar ante los suyos, en concreto el de una oposición ninguneada, puesto que no hay alternativa. No hay alternativa para la izquierda parlamentaria en una situación en que el gobierno tiene una mayoría absoluta holgada que le permite hacer literalmente lo que le viene en gana. Y lo hace.
No hay alternativa porque esta solo puede ser la revolución en la que no piensa nadie en la izquierda salvo grupos de escaso eco popular. La única posibilidad es seguir ofertando pacto de Estado, en el entendimiento de que, con él, el PSOE se juega su supervivencia al menos como lo conocemos hoy. Pero lo hace en complimiento de esa afirmación frecuentemente formulada de que es necesario que los partidos antepongan de verdad los intereses generales a los suyos como partidos que solo reza para él y nunca para la derecha. Eso es lo que, aunque con distinta intensidad, vienen a pedir tres muy buenos artículos publicados en El País en los últimos días, sobre las posibilidades del PSOE en estos momentos: que el hoy partido de la oposición tenga sentido de Estado. Son el de Fernando García Selgas, el de Félix de Azúa y el de Ignacio Sánchez Cuenca.
Y así debe ser: frente a la irresponsabilidad de la derecha, carente de programa, de proyecto de recuperación del país y solo interesada en exprimir en provecho propio las posibilidades de este, la izquierda tiene que ser consciente de las obligaciones que impone ls situación de emergencia provocada por el desastre económico-financiero y actuar de forma que contenga la crisis de legitimidad. Y el sacrificio que se le exige es doble porque, la disposición a colaborar en la tarea común con un compadre tan ruin y tramposo como la derecha española no exime al PSOE de actuar con criterio exigente de oposición en todo lo demás. La primera parte la ha cumplido con creces; con la segunda, ni ha empezado y no será la actual dirección, adocenada, desvencijada y acomodada a una rutina institucional que provoca el rechazo ciudadano por caduca y corrupta, la que lo haga 
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dijous, 25 d’octubre del 2012

Dos discursos

España tiene un lío territorial fenomenal. Y no de ahora. De hace años. Siglos, quizá. Un lío que unas generaciones pasan a otras como un deber cívico-religioso, como la peregrinación a La Meca. Un lío que todas las generaciones tienen que desenredar, les guste o no les guste porque es muy de ver cómo una de la formas propuestas para desenredar el lío consiste en decir que no hay lío pues no es sino una invención del nacionalismo, como si el nacionalismo fuera un ente alienígeno que invadiera un territorio parte de la Patria, al modo como lo hace la langosta o las termitas, cuando el lío es precisamente el nacionalismo y no solo el sedicentemente periférico sino todo él; el español, el primero.
El discurso de Aznar en la entrega del premio FAES a la Libertad a Vargas Llosa ha sido un ejercicio de nacionalismo español en pie de guerra. Se acabaron las contemplaciones. Aquí no se independiza nadie y quien lo intente, que se atenga a las consecuencias, una de las cuales será la fragmentación de su territorio. No es frecuente esta aseveración tratándose de Cataluña, pero se hace muy visible en el País Vasco en una hipotética situación en que Guipúzcoa y Vizcaya se declararan independientes pero Álava no. Situación interesante pero no ahora pues Aznar ni considera la posibilidad. De independencia, nada. El nacionalismo es aleve, desleal, traidor y, por tanto, corresponde una reforma del Estado para desnacionalizarlo catalán y renacionalizarlo español. La españolización de los niños catalanes de Wert con algo más de fanfarria.
El deseo de Aznar es legítimo, desde luego, pero no necesariamente aceptable, ni siquiera racional. Su base es negar el derecho de los nacionalismos a alcanzar su objetivo último, en el fondo, a existir. Y eso es injusto, como lo sería que alguien negara al muy obvio nacionalismo español de Aznar el derecho a existir, lo cual no debe confundirse con el derecho a imponerse, que no es lo mismo, aunque la derecha de Aznar así lo piense.
Sé que no es grato tener la nación de uno perpetuamente cuestionada en su legitimidad y entiendo la irritación de la derecha al comprobar que parte de la izquierda no secunda su discurso nacionalista español. Sería bueno que la derecha entendiera la razón de la actitud de la izquierda. Es muy sencilla. Se basa en la definición de nación que hace el fundador del conservadurismo, Edmund Burke: una nación es un pacto entre los muertos, los vivos y los que están por nacer. De acuerdo. El problema es que parte importante de los muertos españoles no pueden pactar nada porque nadie sabe en dónde yacen, enterrados en fosas comunes por sus asesinos que a continuación impusieron su concepto de nación mancada -y siguen haciéndolo- a los vencidos y asesinados. Y mientras esto sea así y no se reconozca el derecho de los cientos de miles de compatriotas asesinados a la rehabilitación plena, la nación española estará tarada por un sesgo de partido inaceptable para muchísima gente.


A su vez, mucha de esa muchísima gente está en la izquierda. No toda. También hay gente que lucha por la memoria histórica y no es de izquierda y gente de izquierda, incluso en el PSOE, que no es partidaria de la memoria histórica. Da la impresión, a juzgar por el giro conservador que ha dado el socialismo desde la elección de Rubalcaba, de que hasta se opone a ella. Son los mismos -y es lógico pues lo hacen con el Secretario General a la cabeza- que han convertido por la vía de hecho el PSOE en un partido dinástico con dejación de la reivindicación republicana. Por si fuera poco, el lío territorial quiebra la unidad del PSC en un sector catalanista y otro españolista. Ello prueba que el nacionalismo no es una invención o un capricho de algunos desalmados para fastidiar a Aznar, sino un sentimiento profundo que anida en el espíritu de muchos catalanes con el mismo, exactamente el mismo, derecho con que otro similar anida en el pecho de muchos españoles pero hacia otra nación.
Esa indeterminación del PSOE en relación al lío territorial es uno de sus handicaps en su juego electoral. Tiene razón Aznar cuando desprecia las ofertas federales sosteniendo que ni quienes las proponen saben definirlas. Es justamente el caso de la propuesta federalista del PSOE, tan concreta en su diseño como el Reino del Preste Juan. El otro handicap es el de su aún muy reciente tarea de gobierno según pautas neoliberales en poco distintas de las de la derecha, lo cual resta a su candidato todo el crédito ya que fue ministro de aquellos gobiernos, como también lo había sido en los del ya mítico Felipe González.
Comparece, pues, a regañadientes, el secretario general Pérez Rubalcaba, en busca del crédito perdido, como Katharina Blum buscaba su honor también perdido, y formula un discurso perfectamente legítimo, como el de Aznar en lo suyo. Hace ocho meses sus compañeros le confiaron un mandato de cuatro años y piensa cumplirlo pues es partidario de que los mandatos se cumplan. Y es sincero. Pero que sea sincero no quiere decir que sea racional, quizá ni siquiera ético.  
Veamos. No es solamente del descalabro electoral del PSOE en Galicia y el País Vasco de lo que debe hablar Rubalcaba  ya que este no es causa en sí mismo sino efecto de otras causas. El dicho descalabro es un indicador de hasta dónde llega de momento el hundimiento del PSOE en el aprecio público, cosa perfectamente conocida a fuer de medida en encuestas, sondeos y barómetros. El personal no confía en Rubalcaba en una proporción del 85% y la intención de voto del PSOE sigue a la baja espectacularmente. Son esos ocho meses de oposición "responsable", muy parecida a una ausencia de oposición los que dan los resultados gallegos y vascos. En esas condiciones medio partido le pide -muy en abstracto, que la disciplina es un punto, sobre todo cuando ha de significarse uno criticando al jefe- que "haga algo", "algo contundente", "un giro substancial" y otros eufemismos. Y lo que hace es salir diciendo que va a agotar los cuatro años haciendo lo mismo.
Dentro de un mes hay elecciones en Cataluña. Si los resultados del PSC son tan desastrosos como estos dos redoblará la presión sobre el hombre tranquilo para que haga algo más y volverá a negarse sosteniendo que las cosas van bien, que las cosechas llevan su tiempo. ¿Y si no es así? ¿Si la mies cae en tierra pedregosa, si el tumulto político agosta las plantas al germinar? Pues entonces habrá que convocar un congreso, unas primarias y elegir un candidato a la presidencia del gobierno a quien quizá no conozca nadie (como casi nadie conocía a Zapatero) y poquísimo tiempo para fajarse en  la lucha. Una fórmula fantástica para perder las elecciones.

dimecres, 24 d’octubre del 2012

No es una crisis. Es una estafa.

El debate público español es un griterío ensordecedor, una cacofonía incomprensible cruzada por términos y palabras como sospechosos conjuros: crisis estructural; mercados más invisibles que la mano que los rige; prima de riesgo; déficit; deuda soberana; deuda sin soberanía; deuda de la deuda, también llamada interés de la deuda, claro; paraísos fiscales; fondos de riesgo; preferentes; unidad bancaria; supervisor único; recapitalización de la banca; estrangulamiento del crédito; socialización de las pérdidas y privatización de las ganancias.
¡Click! Ahí se enciende una luz: se trataba de eso, de despojar a millones de sus escuálidas pertenencias y, de paso, sus ilusiones y esperanzas.
Claro -avisa una voz atona, casi de robot- como que no es una crisis. Es una estafa. Y hay estafadores y estafados, como en toda estafa.
"Bueno, bueno, -razona el poder por sus infinitos canales- no hay que ser demagógicos. Esta es una crisis bestial que nadie previó y nos afecta a todos porque estamos todos en el mismo barco".
Al llegar a la metáfora del barco y los remos no hay que romper a reír al modo sardónico sino reconocer que, cuando las cosas se plantean en los términos de las palabras mágicas de más arriba, se hacen incomprensibles para el común de los mortales que son siempre quienes se llevan las bofetadas. Pero es que la gente no ve las cosas a través de las palabras, sino de los hechos. En concreto, los siguientes:
  • Sueldos astronómicos, insultantes para la inmensa mayoría; pensiones y jubilaciones de millones para individuos que todo lo que han hecho muchas veces es arruinar sus empresas o instituciones y dejar a la gente en el paro sin que, al parecer, respondan penalmente por ello.
  • Estafas increíbles, alucinantes, de políticos corruptos, parientes bucaneros, empresarios mafiosos, fuerzas del orden compinchadas y todo en un clima de alegre impunidad, perfectamente reflejada en el último episodio de la mafia china, presidida por un connaisseur del Imperio del Centro que se hacía retratar con el Rey.
  • Seis millones de parados, varios de ellos sin subsidio, otros en la raya de la pobreza o por debajo de ella, multas por buscar comida en los contenedores.
  • 500 desahucios diarios. Quinientos. 15.000 al mes. Hasta los jueces denuncian la normativa injusta, anticuada y cruel que se ven obligados a aplicar. Muchos de esos desahucios instados por los bancos que han sido rescatado con dinero de los desahuciados. Muy fuerte.
  • Ese rescate mueve cifras de vértigo. 250.000 millones de euros nos ha costado salvar los bancos del sistema financiero más sólido del mundo. Y no sé si ahí se contabilizan los 100.000 millones que nos han prestado los "socios" europeos en el primer no-rescate de Rajoy para que los bancos se rescaten con nuestro dinero mientras sus directivos se asignan sueldos estratosféricos también con nuestro dinero.
  • ¿Quién va a pagar todo eso? Los ricos, desde luego, no. El 74% del fraude fiscal en España corresponde a las grandes fortunas que, por ser grandes, están perfectamente localizadas. Pero la lucha contra el fraude se ceba en las profesiones liberales. Los que se quedan tributan un insultante 1% a través de las SICAV. Eso por la vergüenza torera de no decir 0%: usted no paga impuestos si tiene más de 2,4 millones de euros.
  • Además, si se lleva usted la pastuqui a un paraíso fiscal, el gobierno lo amnistía a cambio de un óbolo simbólico. Los amnistía porque son los suyos, aquellos a los que representa un gobierno de ricos. De ricos y nobles. Que la Defensora del Pueblo sea una marquesa revela un refinado sentido del humor o una insensibilidad rayana en la idiocia.
  • Claro que todos los gobiernos indultan a los ricos. Normal: les deben dinero. Zapatero también indultaba banqueros.
  • Y luego está la iglesia, capítulo aparte, que goza de una exención fiscal perpetua o, en sus propios términos, indulgencia plenaria. No solamente no paga impuestos de ningún tipo y acumula toda clase de privilegios sino que recibe una pila de millones a cuenta del erario público, agradecido por la encomiable labor que realiza de reconciliar a los mortales con su destino en la tierra.
Esto es lo que la gente ve. Una estafa bendecida por la iglesia. Lo que es.
 (La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimarts, 23 d’octubre del 2012

El ganapierde

Una de las reacciones más curiosas a los resultados electorales del domingo es esa euforia con la que la izquierda a la izquierda (que, sin embargo, no se considera "extrema izquierda") ha vitoreado los nueve diputados de Xosé Manuel Beiras, al frente de AGE. Los entusiastas ven en esta formación la réplica hispana de la Syriza, griega, una renovación de la izquierda hegemónica en Grecia, que se ha impuesto sobre el renqueante PASOK. Pero, al hacerlo, hacen también una pequeña trampa. En la Syriza griega no hay comunistas, puesto que estos se presentaron a las elecciones con su propio nombre. En la pretendida marca española sí los hay. Es verdad que están sumergidos en dos colectivos distintos ya que el PCE forma parte de IU que, a su vez, forma parte de AGE junto con Equo y algún otro grupo. Cada cual se camufla como quiere y puede. Esto en sí no tiene mucha importancia dado, además que el triunfo es de nueve diputados sobre 75, pero tiene la que tiene. En concreto la de formular ese discurso de la hora de la recuperación de la hegemonía para la verdadera izquierda que pasa inevitablemente por el hundimiento y desaparición consiguiente del PSOE, por lo menos su pasokización. Un discurso comunista tradicional desde los años veinte del siglo XX, la eliminación de la socialdemocracia traidora. Un discurso que apenas se ha modificado (aunque, a veces, como en Andalucía, sea obligado -no sin muchos conflictos- mantener una política de alianza con este querido enemigo) y que hoy, como ayer, consiste en negar paladinamente al socialismo democrático todo carácter de izquierda y considerarlo siempre al servicio del capital en todas sus formas. Un discurso que trata de despojar a la socialdemocracia del derecho a usar ese nombre para apropiárselo el que discursea.
Dudo mucho de que los variopintos aliados de los comunistas en las coaliciones, alianzas o plataformas en que participan suscriban un discurso tan extremo e intolerante. No son ciegos ni insensibles al hecho de que el PSOE tiene un considerable respaldo electoral que incluso hoy, en lo que los mismos socialistas llaman su horas más bajas, está en un 20,5% del voto frente al 14% de AGE. De Syriza, nada.
Los socialistas, a su vez, murmuran que la única función real de esa izquierda a la izquierda es restar votos al PSOE, votos inutilizados, en el fondo beneficiosos par la derecha que, obviamente, no hubiera podido sacar más diputados con menos votos de no ir la izquierda fragmentada. Pero eso es un asunto sin mayor relieve al lado del problema real de los socialistas que es mantener y acrecentar su voto, haciendo una oposición clara y decidida para lo cual tienen que haber definido su alternativa. Por supuesto que eso habrá de hacerse reivindicando el viejo espíritu socialdemócrata del socialismo reformista. El problema es que, paralizado por el descrédito que reflejan las encuestas y las elecciones, el PSOE no ha pasado de formular lo anterior como un deseo, sin hacerlo visible al electorado.
Y es que el Partido Socialista sufre aquí el mismo síndrome del conjunto de la izquierda, el de su indefinición y consiguiente desconcierto. Todas las fuerzas políticas parlamentarias comparten un terreno común de entendimiento: la legitimidad fundamental del sistema democrático según la cual solo se puede aspirar a realizar el programa propio obteniendo el apoyo de la mayoría del electorado. Un electorado que muestra, por lo general pero de modo constante, una clara orientación conservadora. Ganar elecciones en esas circunstancias con un programa político de reformas radicales, no digamos ya revolucionarias, es imposible, de forma que la alternativa es desagradable pero clara: moderas tu programa, lo haces reformista, pactas o no haces nada porque careces de fuerza parlamentaria.
De aquí que haya una nostalgia en la izquierda radical por las vías de hecho, por decirlo suavemente, una pronta inclinación en favor de todos los movimientos políticos de oposición extraparlamentaria que surjan. Pero, a la larga, nadie en la izquierda radical parlamentaria propugna abolir la democracia burguesa, instaurar la dictadura del proletariado y mucho menos acabar con el mercado y nacionalizar toda la actividad económica y financiera. Hay propuestas de reformas más o menos radicales, pero el programa máximo ha desaparecido del escenario. ¿Por qué no decirlo abiertamente?
Eso ayudaría a un proceso de recomposición del socialismo democrático que se ha ido alejando de su ideal reformista originario y, unas veces por prepotencia (tiempos de Felipe) y otras por pusilanimidad (tiempos de Zapatero), se ha acomodado a las condiciones del capitalismo, adaptándose a él y cediendo a sus imposiciones en lugar de hacer al revés. El remate ha sido que el PSOE se haya convertido vergonzantemente, a la chita callando, en un partido dinástico y que su posición sobre la planta territorial del Estado esconda en un nebuloso federalismo una concepción unitaria de España. En ese proceso de recomposición, el PSOE tiene que rescatar su ideario socialdemócrata de transformación del capitalismo por la vía reformista y ofrecerlo como terreno común de diálogo y, quizá, entendimiento, entre la izquierda.
Solo los más sectarios o menos avisados ignoran que, con independencia de otros factores, una de las causas esenciales de la superioridad electoral de la derecha es su unidad frente a la fragmentación de la izquierda. Y el sentido común dice que, cuando la unidad es imprescindible, habrá que pagar sus costes en forma de concesiones mutuas. Una unidad sobre la base de los presupuestos de una de las partes es una absorción. La unidad se basa en el mutuo entendimiento y la conciencia de que este es imprescindible si se quiere ser eficaz a la hora de transformar la sociedad desde el único punto en que esto es posible: desde el poder político.
Esa plataforma de entendimiento, por la que Palinuro aboga desde siempre, tiene que girar en torno a la recuperación, consolidación y ampliación del Estado del bienestar que es la joya de la corona socialdemócrata; sobre todo ahora que se acusa al PSOE, con razón, de haber atentado contra los fundamentos mismos de ese Estado del bienestar. Pero, además, no hay que reducirse a tal forma de Estado. La plataforma de entendimiento podría partir de la recuperación de lo que acertadamente la Constitución de 1978 llama "Estado social y democrático de derecho". Esto no quiere decir en absoluto que Palinuro abogue por la intangibilidad de la Constitución; al contrario, piensa que debe reformarse y en profundidad para que recoja, por ejemplo, el derecho de autodeterminación. Pero aquella fórmula permanece ya que es un verdadero programa de izquierda: Estado del bienestar, justicia social, Estado de derecho y garantías de las libertades públicas y los derechos de los ciudadanos incluidos, los derechos de las mujeres (aborto), de las minorías sexuales (matrimonio y adopciones de gays) así como los económicos y sociales, trabajo, vivienda, educación y salud.
¿No es un punto de entendimiento suficientemente claro, suficientemente amplio y suficientemente de izquierda?

dilluns, 22 d’octubre del 2012

Cuestión de liderazgo: el PSOE y El País.

Los académicos y teóricos desconfían del concepto de liderazgo pero, como a la fuerza ahorcan, han tenido que rendirse a la evidencia de que los sistemas políticos democráticos necesitan dosis de este factor. Los sistemas políticos y todo empeño del común. En toda empresa humana colectiva es siempre imprescindible alguien que muestre energía, dedicación, visión de futuro, que sepa agregar esfuerzos y orientarlos, que no decaiga en momentos de flaqueza y no se embriague en los de vigor. Se necesita siempre un líder que señale el camino y una colectividad que lo siga en una relación de mutuo respeto democrático. El lider se impone a la colectividad, pero con el consentimiento de esta. Es un Churchill, un Roosevelt, un Adenauer, un De Gaulle. Un lider democrático.
El problema del liderazgo suele ser su sucesión. El lider es irrepetible y, quienes vienen detrás es fácil que no estén a la altura de lo que recibieron. No es que los líderes tengan tendencia a rodearse de gente vulgar, segundones sin personalidad y meros pelotas (o algo peor), aunque algo de esto hay. Es que las relaciones de poder son así. No todo el mundo tiene madera, empuje, garra de lider. La mayoría es de espíritu sumiso y mediocre y sirve más para ser liderada que para liderar.
El ejemplo del último acto en el paulatino hundimiento del PSOE es suficientemente ilustrativo. Y, por cierto, ofrece un curioso paralelismo con el hundimiento de PRISA. Ambas organizaciones, el partido y la empresa conocieron sus mejores momentos, su mayor gloria, su preponderancia y se ganaron el respeto y la admiración generales cuando estuvieron dirigidos por dos hombres que, cada uno en lo suyo, eran líderes natos, dos leones en el sentido de Pareto, que vivieron rodeados de zorros, siempre en sentido paretiano que, al final, acabaron quedándose con sus empresas.
Felipe llevó el PSOE a su momento de mayor esplendor en los años 80 y cosechó tres mayorías absolutas, cosa que no ha hecho nadie. Nadie después de los zorros y las medianías que heredaron su partido fue capaz de igualarlo. No lo consiguió Zapatero con sus entecas mayorías relativas y mucho menos Rubalcaba que solo cosecha fracasos. El destino de los líderes: hacer una obra que sus secuaces, faltos de su carisma y personalidad se limitan a desguazar, aunque invocando siempre la inmarcesible personalidad del fundador al que, en el fondo, envidian.
Lo mismo con Polanco: llevó PRISA al cénit, fundó y mantuvo El País, probablemente el mejor periódico en español del mundo, gracias a sus dotes de empresario audaz, hombre de personalidad, de fuertes y claras convicciones, duro, correoso e inteligente. Un empresario de los que hay poquísimos. A su lado, un segundón, Cebrián, que, como Rubalcaba con Felipe, creció a la sombra del lider, se convirtió en su alter ego, predicó su filosofía, se identificó con él y esperó pacientemente a poder sustituirlo, momento en el que puso en práctica sus obtusas ideas y en un plazo record consiguió hundir la empresa de su patrocinador poco más o menos como Rubalcaba ha hundido y sigue hundiendo el PSOE. Por lo menos cabe decir que en este segundo caso no se da esa repugnante muestra de codicia personal que marcará para siempre la personalidad de Cebrián, capaz de cobrar un millón de euros mensuales de la empresa que, en cierto modo, heredó, de la que era responsable y que ha dejado en la ruina.
Cuando un líder desaparece o se retira sustituirlo no es fácil y su empresa suele entrar en aguas turbulentas. Pero es forzoso hacerlo ya que, en caso contrario, al quedar vacante el liderazgo, la acción colectiva embarranca en la peleas de corrala de las mediocridades que quedan al mando de los departamentos inferiores. Como se ve claramente hoy en el PSOE y en El País, en donde se consolidan los elementos más paniaguados, tiralevitas y pelotas de la cofradía y expulsan a quienes tengan algo que decir.
El País necesita un Polanco y el PSOE un Felipe. Y ninguno de los dos puede conseguirlo. Polanco está muerto y Felipe ya no es el lider de los ochenta sino alguien muy distinto, minado por la complacencia, la inacción y la sumisión a la política del espectáculo y cuya presencia ya no estimula a nadie sino que genera melancolía.
Es una pena en ambos casos. El País fue un periódico extraordinario que no es hoy sombra del de entonces, poblado como está de gentes agradecidas a la magnanimidad de una jefatura tan incompente como ella. El PSOE, lo mismo, sometido a una subclase de militantes acríticos y burócratas cuasi profesionalizados que entran y salen de los cargos del partido en los del Estado y viceversa sin aportar nada, sino todo lo contrario, a la necesaria revitalización de un programa socialdemócrata claro, único que puede sacar a España de la involución que la está sometiendo la carcunda gobernante.
(La imagen es una foto de Merche_Falagán, bajo licencia Creative Commons).

En el fondo del pozo.

Los análisis electorales que empiezan por juzgar la voluntad del electorado carecen de sentido. La gente vota lo que quiere y punto pelota. Lo que hay que analizar es lo que dicen quienes piden el voto antes y después del resultado. Por ejemplo, en Galicia, ¿cómo va a votar la gente la versión local del desastre del gobierno del Estado? Pues lo ha hecho y Feijóo suma escaños. Pero no votos; al contrario, los pierde. Aun así, el 45,72% no está nada mal. La pregunta suscita otra pregunta: ¿tenían los gallegos algo distinto que votar? ¿Cuál era la oferta del PSdeG? ¿Y la de la otra izquierda? ¿Tenían visibilidad? He leído en Twitter que Rubalcaba se queja de que el PSOE no tiene medios de comunicación. Es verdad. No tiene nada. Pero es que tampoco tiene alternativa que comunicar y ese es el problema.
Resultado provisional: las elecciones las ha perdido el PSOE. A este lado del abanico, las ha perdido la izquierda. Pero, por la acrisolada costumbre de entender las cosas en el contexto de su subcultura, la izquierda llamada más radical celebra como una victoria los nueve flamantes escaños de Beiras et tutti quanti; es decir, sigue en la inopia, envuelta en el eco de una fraseología revolucionaria huera, como quedará de manifiesto cuando se vea que esos 9 diputados, a su vez, son una especie de grupo mixto. El nacionalismo, por su lado, se desinfla perdiendo cinco escaños lo que demuestra la repercusión que su discurso tiene entre los votantes, y el que se da el batacazo es el PSOE, que pierde siete diputados.
Las elecciones, hay que insistir, las ha perdido el PSOE y también lo ha hecho estrepitosamente en el País Vasco, al ceder nueve escaños y quedar en tercer lugar. El resultado probablemente es injusto con el gran deseo que Patxi López tenia de salir bien parado de sus años en la Lehendakaritza y quizá también pueda verse injusto para los dos partidos que han protagonizado el fin del terrorismo en el País Vasco. Pero es el resultado y extraordinariamente malo para el PSE/PSOE.
El secretario de organización del PSOE ha salido limpiándose el sudor de la frente a decir que Rubalcaba no tiene intención de dimitir y que la dirección actual posee un mandato de cuatro años otorgado por un congreso hace ocho meses. Exactamente ese es el problema, los ocho meses que ha tenido el PSOE para hacerse visible como oposición, esgrimiendo una alternativa verosímil. En lugar de esto el dicho secretario promete que el partido seguirá haciendo oposición responsable, como hasta ahora. Es decir, piensa seguir sin hacer oposición y sin enterarse de la que la calle está haciendo.
Hay una opinión extendida según la cual los gobernantes están obligados a rendir cuentas de sus actos, pero no tanto la oposición. Es algo absurdo. La oposición quiere ser gobierno y está tan obligada a la rendición de cuentas como este. La idea de que la estrategia y la táctica del partido las fija la dirección y sus allegados sin dar cuentas a nadie es inaceptable. Sobre todo porque se pide el voto. Los resultados del partido, sus errores o insuficiencias importan tanto a los votantes como a los militantes y los directivos.
La actual dirección del PSOE llama oposición responsable a una oposición que no es tal, de un partido que apenas es visible en el debate político, carente de iniciativas y con un discurso confuso en materia de organización territorial del Estado, que es asunto sensible. Desde que el PSOE decidió, hace ya algunas fechas, dejar de ofrecer entendimiento y política de pactos de Estado, el problema es que ha dejado de ofrecer también todo lo demás. Ha enmudecido.
Rubalcaba es hombre conservador. Ha eliminado el cariz republicano del PSOE y lo ha arrimado a la dinastía y ha afirmado la voluntad unitaria del Estado con un recurso pro forma al federalismo. Convertido en un partido dinástico, inmerso en las instituciones, el PSOE se mantiene al margen de las corrientes protestatarias de la calle, cuando no las condena sin más y pierde apoyos a chorros en todas partes.
Y no se trata solamente de cierto talante moderado, pactista que se proyectara como una sombra zapateril sobre Rubalcaba. Se trata de que, instalado en las instituciones, el PSOE ha perdido la sensibilidad para escuchar la opinión de la calle y sintetizarla luego en propuestas que tengan apoyo social. Se ha convertido en una maquinaria pesada de intereses, influencias, fracciones, espíritus, almas, sensibilidades o como quieran llamarlas. Es un lugar en donde se pactan las composiciones de los órganos, se negocian listas electorales, se intercambian puestos y se formulan lealtades, generalmente personales. Un lugar en donde abunda más de la cuenta la fidelidad al jefe antes que la militancia crítica, la formulación de doctrina legitimatoria antes que las propuestas innovadoras y de riesgo y donde unos cuantos ideólogos que forman una especie de élite pensante de escaso pensamiento se reparten los puestos y cargos en una mezcla de iniciativas, órganos, fundaciones en los que elaboran la doctrina que complace al poder de turno, hoy más cuestionado que nunca.
Esa inercia es la que hay que romper, la que ofrecen los cargos del partido, los de elección en las instituciones y los promovidos a posiciones de poder por su capacidad para la intriga. Es muy difícil; pero hay que romperla. El PSOE tiene que refundarse con un programa claramente socialdemócrata y llegar a un entendimiento con las demás izquierdas. Es el fraccionamiento y la falta de definición de la izquierda las que la llevan a la derrota. Como es la unidad la que lleva a la derecha a la victoria. 
Incidentalmente, los otros dos partidos de la derecha, UPyD y Sociedad Civil y Democracia, han obtenido unos resultados ridículos: el 1,48% UPyD y el 1,1% el partido de Mario Conde. Dado el mayor fraccionamiento de la cámara vasca, UPyD, con el 1,94% del voto, conserva su diputado. Un resultado menos que mediocre si tenemos en cuenta que El Mundo, siempre tan acertado en sus previsiones, pidió el voto para el partido de Rosa Díez.
No es triunfo de la derecha ni mucho menos. En las desastrosas condiciones actuales parece como si la gente hubiera votado lo único visible, por repulsivo que sea. Es una derrota de la izquierda y, más en concreto, un trecho más en la agónica carrera del PSOE hacia la irrelevancia política.
La lectura de lo sucedido en el País Vasco tiene matices propios, sobre todo al hablar de izquierda y requerirá análisis aparte, pero aparece vinculado al caso gallego por el elemento común de que también aquí el castigado haya sido el PSOE. 

diumenge, 21 d’octubre del 2012

Galicia y País Vasco. Dos mundos.

Dos elecciones autonómicas seguidas con mucho interés en todo el país por razones distintas. De los resultados también se esperan consecuencias muy diferentes. En el País Vasco, primera consulta sin amenaza terrorista, lo que se dirime es la magnitud del triunfo nacionalista. Según los augurios de los sondeos, será fácil que el bloque vasquista consiga la mayoría absoluta. Los dos partidos mayoritarios estatales gustan llamarse constitucionalistas con escaso sentido común desde el punto de vista de sus mismos intereses ya que el nombrecito pone en el centro del debate político la Constitución. Sus expectativas son modestas. El lehendakari quiere romper el techo electoral socialista apelando a la terminación de su faena de gobierno. Los otros dos partidos, esto es, la franquicia de IU y UPyD se mueven en el muy digno ámbito testimonial. No deja de tener su chiste que El Mundo pida el voto para UPyD. En esto coincide con Ynestrillas a quien UPyD parece un soplo de aire fresco y lo más parecido al falangismo.
En lo de pedir el voto bien a las claras en el día de reflexión las dos portadas de ABC y La Razón son antológicas. Pura prensa de partido. Fabulosa iconografía. Galicia, la prosperidad te aguarda con el jefe y el vicejefe saludando el futuro y abriendo camino. Y las dos hacen referencia a los temas grandes: la Constitución y la unidad de España, emparejados de un modo confuso porque no se sabe si la unidad de España no se toca porque lo prohíbe la Constitución o es la Constitución la que no se toca porque lo prohíbe la unidad de España. En todo caso, da igual. No se toca nada.
Es significativo que los dos cabezas de los partidos dinásticos hayan cerrado la campaña en Galicia. Ambos piensan tener posibilidades de gobernar la comunidad e implícitamente reconocen que no las tienen en el País Vasco. En este no es conveniente recordar al electorado la dependencia de Madrid. En cambio, en Galicia ese recuerdo es positivo. Lo que se dirime en primer lugar es si Feijóo repite su mayoría absoluta. En pro de esta se ha sacrificado todo: la petición de rescate, los necesarios recortes y hasta la lógica de los libros contables. Si Feijóo no tiene mayoría absoluta no podrá gobernar por falta de aliados. Enfrente tiene tres formaciones de izquierda, el PSG, el Bloque y Alternativa. Al PSG lo ocurre lo que al PP: no puede permitirse perder porque esa pérdida tendrá reflejo en los equilibrios internos de los partidos en el ámbito estatal. Rajoy verá cuestionado su liderazgo al que también se echará en cara su aparatoso fracaso en el asunto del rescate. Rubalcaba el suyo en un partido cada vez más inquieto y que reclama una acción de oposición más resuelta y, sobre todo, más visible.
Las otras dos formaciones gallegas, el Bloque y Alternativa aspiran a resultados que sean determinantes en la formación de un posible gobierno tripartito; incluso, dadas las malas perspectivas del PSG-PSOE, aspiran a ser mayoritarias dentro de la izquierda. Lo cual evidencia el absurdo de que concurran por separado. Y que lo hagan al grito de la unidad. Las dos quieren ser "plataformas unitarias", cada una en torno a su propio eje. En ese permanente fraccionamiento de la izquierda está la mayor baza de la derecha.
Son importantes estas dos elecciones.

dissabte, 20 d’octubre del 2012

El valor de la palabra.

Hay convenciones humanas universales y probablemente eternas. Son como los broches de nuestra condición de dioses. Una de ellas es que la palabra de un ser humano tiene un valor. Muchos dicen que eso solo vale para la palabra de un hombre, con lo que aprovechan para despojar a las mujeres de una condición noble, para no perder la costumbre.
La palabra de un ser humano. Un pleonasmo porque la palabra es exclusiva del ser humano. Lo hace ser humano.
La palabra. Medio de formulación y transmisión del conocimiento. Por eso otros muchos, maravillados ante su magnificencia, la diputan don de Dios.
Así que, cuando alguien recurre a las palabras, tiene un compromiso con lo que está diciendo que lo define como ser humano, como persona.
Habiendo ido en cierta ocasión Zapatero a un mitin de su partido en un avión del ejército, Rajoy dejó dicho que Zapatero no tiene derecho a utilizar los medios de todos para hacer campaña. ¿Qué pinta Rajoy yendo a un mitin de su partido en Vigo en un Falcon del ejército? ¿Cuál es el valor de su palabra? Él mismo ha aclarado en alguna ocasión que ninguno. Pero esta vez la villanía es demasiado descarada y no puede acogerse a la confesa proclividad del presidente del gobierno al embuste. Hay una condena explícita de un comportamiento que después se practica y esa es una contradicción insultante que debe explicarse.
Porque rompe otra de esas convenciones aúreas de la especie, la de que no debe hacerse a los demás lo que no queramos que nos hagan o, a la inversa, para que lo entienda Rajoy, no debe prohibirse a los demás lo que uno hace.
Así que esta última felonía requiere una explicación. Que, dado el espíritu de postración que reina en el país puede ser tranquilamente: Zapatero no tiene derecho a utilizar los medios de todos para hacer campaña, pero yo sí.

El amor al arte.

El museo Reina Sofía expone obra de María Blanchard, una pintora española poco conocida para el gran público y, desde luego, para Palinuro que es parte de él. Apenas había visto alguna de sus obras, las más conocidas, La comulgante, alguna maternidad, el niño del canotier y diversa obra cubista. Hasta pensaba erróneamente que, habiéndose afrancesado, firmaba Marie Blanchard, cuando jamás apeó el María.
Así que la exposición es un gran hallazgo, está muy bien hecha, en orden cronológico, con lo que se obtiene una idea bastante clara de la evolución de la artista a lo largo de su no muy prolongada vida.
Blanchard nació con una deformidad que la marcó toda su existencia y fue causa de que esta fuera turbulenta y agitada, así como bastante nómada. Es interesante comprobar, sin embargo, que esos percances, a veces crueles o que la inducían a tomar decisiones drásticas como la de profesar religiosa, profesión que no llegó a realizar precisamente por consejos de un cura, no se reflejan en absoluto en su obra. Es como si Blanchard se desdoblara en dos desconocidas entre sí: la Blanchard inmersa en una vida cotidiana de sinsabores, hnumillaciones, dificultades económicas, etc y la Blanchard poseída del puro amor al arte, del afán de representar la belleza, que siempre había anhelado, como negación de su deformidad. No hay en sus obras referencia directa a su persona como sucede en gran parte de la de una pintora contemporánea suya que igualmente sufrió una vida de martirio físico: Frida Kahlo. Hay, sin embargo, en la exposición un curioso vínculo con Kahlo en un retrato de Diego Rivera. Blanchard llegó a convivir con Rivera y una pareja de este una larga temporada en París. Así que cuando, más tarde, de regreso a México, Rivera se uniera a Kahlo ya tenía cierta experiencia de convivir con alguien que arrastra una penosa tara física que incide en su carácter.
En el carácter, sin duda, pero en la obra artística no tanto. Mucho en el caso de Kahlo, prácticamente nada en el de Blanchard. Pasado el periodo del academicismo y el realismo de sus comienzos, entra de lleno en el cubismo a través de Rivera y de Gris y realiza una amplia obra dentro de los cánones de esa vanguardia. Sigue muy de cerca las composiciones de Gris, aunque su paleta es distinta, más personal, más cálida. Y también más apagada.
Pasada la primera guerra, la tercera etapa de Blanchard es un retorno al figurativismo. Ya no hay tanto bodegón y predominan los retratos, algunos muy celebrados que aparecen en la exposición como el hombre con canotier y el niño con canotier o dos maternidades de opulentas formas, que recuerdan a Renoir y en algunos casos, a Léger. En todo caso sigue siendo una temática intimista, niños, madres, escenas hogareñas, apenas hay paisajes y menos escenas urbanas, públicas, lo cual condiciona mucho el juicio de su obra pues lo reduce. Bien es cierto que no por tendencia de la propia autora sino como consecuencia de sus problemas puesto que el mero hecho de desplazarse le costaba mucho trabajo. Se dice que en esta tercera etapa ya se hace visible la experiencia personal de la artista, pero la verdad es que las figuras que crea, las mujeres, trasmiten una impresión de clásica serenidad. Quizá quepa decir, por eso mismo; pero quizá también sea mucho decir.
A pesar de todo, Blanchard participó activamente en la vida artística parisina de los años veinte, fue muy conocida, expuso con los grandes, tenía un mercado relativamente seguro en Bélgica. Pero luego su nombre y su obra no suelen aparecer en las historias ni en las retrospectivas. Lo cual puede ser injusto. Hay que reconocer, no obstante que, aunque se trata de una obra de calidad y calidez, que transmite sentimiento y es muy correcta, le falta originalidad. Todos los cuadros recuerdan algún otro; a veces lejanamente pero lo suficiente para reducir el alcance de la obra.
Es un gran acierto del Reina Sofía esta exposición en la que, por cierto, hay fondos suyos, porque ayuda a comprender una notable pintora sobre la que Palinuro al menos tenía ideas muy erróneas.

divendres, 19 d’octubre del 2012

¿No le da a usted vergüenza?

Lleva usted, no 100 días sino casi un año de gobierno y, después de todas sus rimbombantes promesas, sus mentiras en la campaña electoral, sus huidas, sus silencios, sus escapatorias y sus numerosos ridículos, ¿puede usted explicar que ha hecho usted?
En España hay un millón de parados más y prácticamente muy pocos que lo son cobran la prestación. Hay ocho millones de pobres. Dos millones de niños por debajo de la línea de pobreza. Los impuestos han subido,así como los precios, al tiempo que han bajado los salarios, empobreciendo al conjunto de la población entre la que se ven escenas propias de las novelas de Dickens.
Ha maltratado usted a los funcionarios, sisándoles sus magros emolumentos, ya reducidos por los socialistas y les ha hurtado su paga de Navidad. Ha aumentado de hecho su jornada laboral. Deja que sus esbirr@s los desprestigien y no cubre usted los puestos vacantes, al tiempo que pone en la calle a miles de interinos, condenándolos a la miseria, sobre todo si le consta que tienen simpatías izquierdistas. Teniendo en cuenta que todos ustedes son funcionarios públicos (empezando por usted y siguiendo por la señora Aguirre, Cospedal, etc) no queda otro remedio que concluir que son ustedes la vergüenza de la profesión.
Ha desmantelado usted la enseñanza pública en todos los niveles, poniendola en manos de un pedante incompetente como Wert, que solo pretende terminar con la posibilidad de que las clases modestas tengan acceso a una cultura que a él le regalaron, pero fue incapaz de asimilar. Igualmente ha desmantelado usted la sanidad pública, antes una de las mejores del mundo, dejando desamparados a los colectivos más vulnerables, inmigrantes, discapacitados, enfermos crónicos, dependientes, jubilados, millones de personas que, en el fondo, le importan a usted un rábano. Tanto la destrucción de la enseñanza como la de la sanidad tratan de favorecer la privatización de estos servicios públicos esenciales para que hagan negocios sus amigos, algunos de las cuales ya los hacen estando en el Gobierno.
Ha llevado usted la represión de la gente y la conculcación de derechos fundamentales de los ciudadanos a extremos insólitos, poniendo al frente de la policía y del orden público a personajes siniestros, como Cristina Cifuentes o Ignacio Cosidó, cuyo desprecio por las libertades públicas sólo es comparable a su carácter autoritario, rayano en el fascismo. Y les permite maltratar y apalear a los ciudadanos, mintiendo sobre sus intenciones, pretendiendo procesarlos ilegalmente, forzando para ello la voluntad de los jueces y recurriendo a métodos que muchos califican de torturas.
Ha convertido usted los medios públicos de comunicación en meros pesebres de sus pelotas y propagandistas con el dinero de todos los ciudadanos y máquinas de agitación y propaganda.
Y resulta que, sobre empobrecer al país, arruinarlo, mandar a sus gentes más brillantes a la emigración, apalear y reprimir incluso ilegalmente a quienes protestan, destruir los servicios públicos y el Estado del bienestar, engañar y manipular a mansalva y gobernar por decreto de forma completamente dictatorial, es usted incapaz de defender los intereses de España en el exterior porque es usted un perfecto inútil, un político de campanario para quien es más importante ganar las elecciones en Porriño que conseguir un trato justo para España en la Unión Europa. Después de hundir su país por orden de los mercados y de arrodillarse ante los poderes económicos para salvar a los bancos, no a los ciudadanos, después de tres días de reuniones de los dirigentes Europeos para hablar de España pero sin dejar hablar a España, han vuelto a darle a usted una patada en salva sea la parte y lo han mandado de nuevo a su país con las manos vacías a mentir a los ciudadanos, como tiene usted por costumbre.
Es usted una desgracia pública para este país, peor que una plaga de Egipto y, aunque a usted no le dé vergüenza, probablemente porque no la tiene, es usted una vergüenza para cualquier español de bien, incluidos sus votantes.
Dimita usted de una vez y deje paso a alguien que sepa lo que hace y lo que dice. Y no mienta.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

¿Conoce usted un país que...



defienda el Estado del bienestar desmantelándolo?

diga fomentar el empleo facilitando el despido libre?

privatice todo lo rentable y socialice todo lo ruinoso?

anteponga los intereses de los bancos a los de las empresas y los de las empresas a los de los ciudadanos?

tenga siete millones de jubilados rehenes de un resultado electoral?

suprima derechos fundamentales en nombre de la libertad?

proteja a la población apaleándola?

mande a sus mejores hijos a cientos de miles a la emigración periódicamente?

identifique los intereses de un partido con los del Estado?

trate a la oposición como si no existiera?

utilice el Parlamento como cámara de aplauso?

emplee los medios públicos de comunicación como máquinas de agit-prop?

no considere la rendición de cuentas un deber de los gobernantes?

no tenga los programas electorales como promesas que obligan al menos a algo?

entregue la defensa de los intereses del pueblo a los aristócratas?

elija por mayoría absoluta a gentes judicialmente encausadas como corruptas?

adoctrine en la educación sosteniendo que hay que acabar con el adoctrinamiento?

garantice la enseñanza de la historia de verdad?

diga saber qué sea la verdad en la historia?

sostenga que Franco no fue un dictador, como muestra de la verdad de la historia?

pretenda fabricar identidades a golpe de decreto?

imponga convicciones ideológicas como si fueran dogmas de fe y dogmas de fe como si fueran verdades científicas?

se enorgullezca de los episodios más oscuros de su historia y abomine de los más luminosos?

repute patrimonio cultural una fiesta cruel y bárbara?

esté discutiendo siempre sobre si es una nación, dos, tres o ninguna?

Yo, sí: España.

(La imagen es una foto de markhillary, bajo licencia Creative Commons).


dijous, 18 d’octubre del 2012

El fascismo avanza

Lo que pretende hacer el director general de la policía, Ignacio Cosidó, de impedir que se hagan fotos de la policía "trabajando" (dice; quiere decir, reprimiendo) y penar que se difundan por la red es inconstitucional, ilegal, inmoral y profundamente antidemocrático. Es prueba del talante fascista de los actuales gobernantes. Es el mismo espíritu con el ya trataron de impedir que las televisiones cubrieran la manifa del 25S y hostigaron y amenazaron a los periodistas.
Quieren la impunidad para que la fuerza pública pueda actuar sin control, cometer todo tipo de tropelías y que no haya testigos. Quieren, tanto Cosidó como Cristina Cifuentes y otros mandos policiales, así como el ministro del Interior, establecer un Estado policía. Un Estado policía al más puro estilo fascista: ningún derecho para la población e impunidad para los policías para que puedan hacer lo que les dé la gana sin testigos.
Además es un atentado frontal contra los derechos fundamentales de libertad de expresión y derecho a la información. Sostiene Cosidó que hay que velar por la seguridad de la policía cuando hace su "trabajo". Es obvio que si la policía hace su trabajo con arreglo a la ley, las imágenes que se tomen jamás podrán comprometer su seguridad. Pero lo que quiere este individuo es que queden protegidos también cuando se saltan la ley y abusan de su poder, que no son pocas veces. Quiere suprimir de raíz el derecho que tenemos los ciudadanos a ver y saber cómo actúan los policías a los que pagamos con nuestros impuestos; incluido el salario de ese señor Cosidó que aspira que sus policías nos abran la cabeza sin que podamos siquiera protestar.
Pero la maniobra es aun más siniestra de lo que parece, mucho más que el intento de garantizar la impunidad para los abusadores y la supresión de los derechos fundamentales. Es un intento de edificar un verdadero Estado policía en la medida en que, si nadie puede fotografiar lo que hace la policía está claro que será esta la que fabrique los relatos de lo que haya sucedido, siempre culpando a la población civil, eximiéndose ella misma, cargando sobre los manifestantes los más pintorescos delitos, en definitiva, fabricando las pruebas y los montajes a su capricho sin que los ciudadanos podamos defendernos. Y esto es no es una fábula: lo están haciendo ya. Lo hicieron al intentar acusar a los detenidos el 25S de delitos imaginarios que los jueces han rechazado. Lo haceb cuando envían policía disfrazados, agentes provocadores, con la misión de provocar violencia para justificar las cargas más bestiales y acusar luego de aquella a la gente en los tribunales. Obviamente, no quieren pruebas de sus fechorías. El fascismo nunca quiere testigos de sus delitos.
Si ese proyecto de impedir que los ciudadanos podamos fotografiar y grabar lo que pasa en la vía pública sale adelante, junto a las actividades represivas ilegales de la delegada del gobierno en Madrid, el fascismo habrá ganado otra batalla contra una sociedad esquilmada, explotada, oprimida, engañada, apaleada y ahora despojada del resto de sus derechos.
Lo único sensato que en democracia y en un Estado de derecho aceptable de nivel europeo cabe hacer con estos dos elementos de Cristina Cifuentes e Ignacio Cosidó es destituirlos fulminantemente por enemigos jurados de las libertades y los derechos de los ciudadanos..

Sin problema.

Supongo que Frau Merkel no sabe jugar al mus. Supongo también que Rajoy, sí. Lleva con un órdago a la chica desde que comenzó su mandato. Si no conoce el mus, Merkel sabrá jugar al poker, que se le parece o lo habrá visto en alguna película de Steve McQueen y pensará que el otro va de farol, como probablemente sucede. Claro que también pueden estar jugando en complicidad oculta. Son los alemanes los que juegan a que Rajoy no pida el rescate al que le empujan el FMI, las agencias de calificación, los misteriosos mercados, los empresarios y banqueros españoles y algún primo que tenga por ahí.
Muy bien, sin problema, ha declarado el presidente del gobierno después de verse con Merkel y en espera de lo que hoy se acuerde en Bruselas. Hay, pues, completa, coincidencia en que el rescate puede esperar, mientras se lanzan miradas de reojo a la prima de riesgo y Moody's o Standard & Poor's enseñan los colmillos.
No hay problema, no, porque los problemas los tiene Rajoy en casa y, además, en los dos órdenes tradicionales en que siempre se dan, el social y el nacional.
En lo social, los sindicatos han fijado huelga general para el 14 de noviembre en acción, al parecer, coordinada con otras en Portugal y Grecia, una especie de frente internacional de clase. Nos espera poco menos de un mes de auténtica traca, con declaraciones explosivas de las autoridades, campañas mediáticas, amenazas patronales y presiones de todo tipo. Es de esperar que el frenesí represivo del gobierno, con la reforma relámpago del Código Penal y las innovaciones interpretativas de las autoridades encargadas del orden público, no provoque mayor tensión ni lleve a situaciones de violencia. Pero tiene toda la pinta. El gobierno y su jerarquía de cargos tienen una filosofía autoritaria que no les deja ver las dimensiones de un problema social y político muy profundo en España y les induce a considerarlo meramente como una cuestión de orden público para lo cual el único tratamiento es la represión y la cárcel, nuevos delitos, mayores penas. Así no vamos a ninguna parte.
En lo nacional también hay un problema serio. El nacionalismo burgués, tanto el catalán como el vasco andan jugando con la independencia, poniendo muy nervioso al nacionalismo español. El nacionalismo español que es un constructo mágico según el cual los nacionalistas son siempre los otros; él, no. Es un nacionalismo patafísico que empieza por negarse y sigue acusando a los demás de ser lo que él es al tiempo que les impide serlo. De todas las intemperancias y los exabruptos de este nacionalismo español en los últimos días, el más notable, como cabía esperar, es el de Esperanza Aguirre, para quien España es una gran nación con 3.000 años de historia. 3000 años, hala, ¿a qué quedarnos cortos? Los tartesios ya eran españoles de pura cepa. ¡Qué! Unos modernos. ¿Qué tal los de Altamira? Además dibujaban toros, o algo parecido, símbolos inmarcesibles de la cultura hispánica.
Añade Aguirre que eso de los 3.000 años deben saberlo los niños en las escuelas, en donde deben aprender historia de verdad y no la que se inventan los nacionalistas. Ella no se inventa nada porque no es nacionalista, sino partidaria de la verdad en la historia y la primera verdad es que España es una nación con 3.000 años de historia. Seguramente esto es lo que Wert llama españolizar.
Pero no todo es esta astracanada. Cien intelectuales catalanes han firmado un manifiesto por el federalismo y en contra de la independencia porque, dicen, están muy a gusto siendo españoles y catalanes. Esta muy bien y es muy oportuna esta iniciativa sobre todo para que los catalanes no crean que el nacionalismo español sea solo cosa de matones de la falange y disparates de la derecha centralista menos evolucionada. También hay un nacionalismo español civilizado. Lo que ha de verse ahora es cuál sea su eficacia. Palinuro apoya asimismo la causa del mantenimiento de Cataluña y el País Vasco en el seno de España. Lo del federalismo es una posibilidad a la que suele recurrirse en momentos de crisis, pero no cabe olvidar que  tanto vascos como catalanes tienen derecho a decidir por sí mismos. Y este es el punto crucial del manifiesto federalista: ¿admiten los firmantes que su propuesta es una entre varias y respetan el derecho de autodeterminación de los vascos y los catalanes o no? Porque si es que no, lo del federalismo, incluso el asimétrico, tiene escasa perspectiva.

dimecres, 17 d’octubre del 2012

La destitución de Cifuentes, una necesidad de higiene democrática.

¿Con qué autoridad moral y competencia jurídica impone la delegada del gobierno, Cristina Cifuentes, 6.000 euros de multa a un ciudadano acusándolo de los desórdenes y violencias de la manifa del 25S, ella, que, al parecer, envió provocadores disfrazados precisamente para que hubiera ese desorden y esa violencia? ¿Cómo puede demostrar que los disturbios fueron causados por el ciudadano en cuestión y no, como es mucho más probable, por sus agentes  infiltrados entre los manifestantes? ¿No es ilegal e incluso delictivo que agentes del orden se hagan pasar por agitadores y provoquen violencia y destrozos sin identificarse en ningún momento como policías? ¿No es delictivo que una responsable como Cifuentes provoque supuestamente violencia en una manifestación ordenando a la fuerza pública saltarse la ley y actuar con manifiesta ilegalidad? ¿No estaría obligada a identificar a los agentes provocadores a sus órdenes y castigarlos como merecen compartiendo de paso parte del castigo por su comportamiento ilegal?
¿Qué garantías tenemos los ciudadanos en el Estado de derecho cuando la autoridad encargada de velar por el orden público recurre a medios ilegales y/o delictivos con el fin de provocar disturbios, culpar de ellos a inocentes y multarlos luego en un evidente cuanto irritante abuso de autoridad? ¿En qué se diferencia el Estado de derecho de una dictadura fascista cuando el orden público está en manos de gente de la condición de Cifuentes?
Y no se crea que se trata de un acto aislado, quizá producido por el aturdimiento o la inexperiencia, no. Es un comportamiento premeditado, madurado, consciente y seguramente alevoso de una persona cuya corta pero intensa trayectoria en un cargo delicado demuestra no solamente que está absolutamente incapacitada para la función sino que ella misma es un peligro público para las libertades democráticas, el Estado de derecho, la seguridad juridica de las personas y la paz civil. En definitiva, que es una gobernadora arbitraria, autoritaria, partidista y sin categoría intelectual alguna.
Desde que se sentó en la poltrona no parece haber hecho otra cosa que mostrar un talante abusivo, rayano en el fascismo. Cabe interpretar que ha utilizado sistemáticamente a la policía como si fuera una banda de matones para hostigar a la población con identificaciones caprichosas, detenciones injustificadas y hostigamiento general de la ciudadanía. Ha pretendido de muy diversas formas amedrentar a la opinión pública con distintos tipos de amenazas y declaraciones inadmisibles, sin contar la elaboración de listas negras de ciudadanos "sospechosos" de las que, en su estolidez, Cifuentes empezó presumiendo para negar acto seguido que existieran cuando alguien le sopló que eso era también delictivo. Ha tratado de restringir ("modular", dice la doña, en un ejercicio de hipocresía) los derechos fundamentales de los ciudadanos según sus caprichos personales, en función de la orientación política de los manifestantes. Y, por último, en una muestra de obvia ignorancia del principio de división de poderes, ha intentado que los jueces actúen sumisos a sus dictados, acusando a los justiciables a voleo de los delitos que ella se inventa en su delirio ordenancista y, como no lo ha conseguido, ha dado en la flor de multar a un ciudadano acusándolo de los desórdenes que pueden haber cometido los agentes provocadores que ella misma ha enviado.
Los policías tienen que pasar pruebas psicotécnicas muy estrictas para vestir un uniforme. ¿Qué pruebas ha pasado esta señora que aparece investida de la capacidad de dar órdenes a esos policías? Obviamente, ninguna. De otro modo, los psicólogos -quizá los psiquiatras- hubieran detectado el infinito narcisismo, la mitomanía galopante, el exhibicionismo profundo de una mujer cuyo único objetivo consiste, al parecer, en hacer méritos ante sus jefes (muy parecidos a ella en cuanto a su concepción del orden público) al precio que sea, incluso al de cometer tropelías sin cuento, abusos de autoridad y arbitrariedades detestables cuya única respuesta debiera ser -y debe ser urgentemente- una destitución fulminante.
Por si acaso, sugiero al 25S que vaya presentando denuncia contra Cifuentes por el empleo de agentes provocadores o policías infiltrados en las manifestaciones.

Los hilillos, los 300 y Fu Man-Chu.


Hilillos
Acaba de arrancar el juicio por el desastre del Prestige que hace diez años inundó de chapapote las costas gallegas. Como en una moviola han pasado ante nuestros ojos de nuevo las imágenes escalofriantes de unas gentes desamparadas, unos voluntarios sin medios recogiendo aquella masa viscosa poco más que con las manos. Entre tanto los políticos supuestamente responsables en Madrid daban un espectáculo incalificable. Unos andaban cazando, otros en sus asuntos y ninguno quería afrontar la situación ni adoptar decisiones. Y así siguieron varios días; en realidad, hasta hoy. Casi da la impresión de que en el banquillo del juicio no se sientan los verdaderos responsables sino unos segundones y alguno de ellos, en el fondo, víctimas. Lo dice Xurxo Souto, el portavoz de la valerosa asociación Nunca Mais, "Aznar, Cascos y Rajoy no van a ser encausados por el 'Prestige', pero políticamente ya fueron condenados". ¿Alguna duda? Quien se ganó el apelativo de Señor de los hilillos es hoy el presidente del gobierno de España; como condena, no puede ser más curiosa. Por supuesto que, como sigue diciendo Souto, "la gestión del Prestige fue un ejercicio de incompentencia y de prepotencia". Exactamente igual que la gestión de la crisis. Pero ahora no se hunde un barco. Se hunde un país.

300.

Es el número legendario del paso de las Termópilas en donde Leónidas y sus trescientos espartanos (con algunos otros cientos de tebanos y tespianos) hicieron frente y detuvieron el ejército persa que quizá no llegara al millón de hombres como dice Herodoto pero, desde luego era infinítamente más numeroso que el de los griegos. 300 fueron los negroafricanos que ayer tomaron al asalto la valla de Melilla, habiendo conseguido su objetivo, según parece, cien de ellos, que ahora irán a parar a un CIE, un Centro de Internamiento de Extranjeros, lugares que no atraviesan por su mejor momento. Melilla (de Ceuta no se oye hablar) es las Termópilas de España, de Europa, pero con los actores y sentidos algo cambiados. Los invasores, que ahora también son cientos de miles, quizá millones, no vienen empujados por la codicia a conquistar, ocupar y saquear sino empujados por el hambre, a tratar de sobrevivir como sea porque en el vasto continente que quieren dejar atrás también como sea no tienen futuro. Esta situación nos pone a los españoles y a los europeos en general ante un dilema moral sumamente incómodo: no podemos enarbolar el discurso de los derechos humanos y negar a la gente uno fundamental, el de libertad de circulación. ¿Por qué lo hacemos? Según parece porque creemos que, si lo reconocemos, tampoco nosotros sobreviviremos. Quizá sea así. Pero quizá también lo sea porque nos hemos dotado de un sistema político y económico que solo quiere a la gente para explotarla pero no es capaz de garantizar su subsistencia. Y lo hemos notado porque ahora está empezando a pasarnos a nosotros. Más de cien mil españoles salieron del país el año pasado. ¿Y si se hubiesen encontrado vallas de seis metros en todos los pasos de los Pirineos?

Fu Man-Chu.

La mafia china. Algo sorprendente tiene esa expresión. ¿Por qué resulta tan familiar mafia china cuando me parece que es la primera vez que asoma en la prensa? Hasta ahora la mafia era napolitana, siciliana, rusa, pero no china. No obstante encaja como el dedo en el dedal por los abundantes prejuicios sobre los chinos. Por fin nos hemos enterado de la causa eficiente de la miriada de tiendas de abarrote que ha invadido el país como una especie de sarpullido: las grandes naves de venta al por mayor de la chinoiserie contemporánea; y también de la causa final: lavar dinero a espuertas que se obtenía estafando a la Hacienda pública española con la connivencia de unos funcionarios a los que, al parecer, se sobornaba a modo. Y no debían de ser pocos. No es concebible que un barco cargado con toneladas de espantosas imitaciones de espantosas figuras de Lladró, pase por la aduana como por el seno de María sin romperla ni mancharla, con la ayuda de un factor de tercera del puerto. Además la banda estaba dirigida por un refinado empresario, Gao Ping, residente en Somosaguas, Madrid y ¡marchante de arte! como en una película de Hitchcock. De 800 a 1.200 millones de euros han lavado estos misteriosos orientales que están arruinando la industria española de ferretería con sus todo a 100 y cuya mayor parte se remite a la China. Ahí está la base de la prosperidad del Imperio del Centro: en la piratería. Y, si de competencia e incompetencia se habla, esta mafia llevaba cuatro años operando a todo rendimiento.

dimarts, 16 d’octubre del 2012

Todo está mezclado con todo.

El presidente de la Comunidad de Madrid ha estado a visitar al del gobierno de España en La Moncloa. Tienen muchos asuntos por tratar; especialmente el de Eurovegas. Uno de esos proyectos megalómanos que duran años, en torno a los cuales se hacen fabulosos negocios, se cometen delitos, hay todo tipo de tejemanejes y emergen al final como fuente de escándalos y corruptelas diversas en las que acaba involucrada la flor y nata del país, políticos venales, nobles apandadores, toreros, tonadilleras y los estafadores de turno.
Eurovegas es, junto a la nueva Ley de Costas de Arias Cañete, la prueba más clara de que el gobierno pretende la vuelta a la burbuja del ladrillo. Y no solo eso. También concita la animadversión de la iglesia porque, no viendo qué beneficio material podría ella obtener de la iniciativa, no puede olvidar la depravación de las costumbres que este tipo de establecimientos implica.
Claro que la iglesia ya no es de fiar. El pronunciamiento del espiscopado catalán por la independencia trae a primer plano el último rebullir de los nacionalistas soberanistas. Estamos en campaña electoral y la cuestión nacional toma especial relieve. El repentino sprint independentista de Mas ha provocado las amenazas del centro, directas, descarnadas: intervendrá el Tribunal Constitucional y, si Mas ignora su decisión se le aplicará el Código Penal. Esta posición parte del supuesto de que el TC desautorizará el referéndum de autodeterminación. Y seguramente será lo que haga. Pero tendría gracia que este órgano autorizara la celebración de la consulta. No hacia falta que nadie echara leña al fuego del independentismo catalán que, desde la diada, se manifiesta crecido. Pero, por si acaso los ánimos se enfriaban, soltó Wert lo de españolizar, consiguiendo el resultado que probablemente buscaba de provocar a los nacionalistas. En todo caso este está siendo ya hegemónico en el debate político catalán y está dejando al PSC en una incómoda posición sucursalista que provoca enfrentamientos internos y escisiones, cosa poco frecuente en los socialistas.
El PSOE sigue perdido en el laberinto de la última derrota electoral, con las encuestas nada favorables. En Cataluña se enfrenta a un problema de identidad; en Galicia a uno de visibilidad; en el País Vasco a uno de relevancia. Es una situación de debilidad y evidente desproporción con un gobierno de mayoría absoluta, que marca todos los territorios.
Algo similar sucede con la otra izquierda. Espera resultados modestos en Cataluña y el País Vasco, en donde compite con la izquierda nacionalista y aspira a algo más en Galicia a cuenta de la iniciativa de Syriza. Pero Extremadura trae los peores fantasmas del pasado, los de las peleas intestinas, ultimata, medidas excluyentes, etc, etc.
En algo parece estar de acuerdo la oposición de izquierda: el debate nacionalista es una cortina de humo para ocultar el ataque al Estado del bienestar desatado por las dos derechas, la española y la catalana, para que no se hable de los recortes y la conculcación de derechos. Bien pudiera ser cierto. Pero igualmente lo es que sobre estos asuntos de la crisis/estafa está prácticamente todo dicho. No es hablar lo que se necesita, sino hacer y ahí están las cosas más difíciles..
(La primera imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dilluns, 15 d’octubre del 2012

España (católica) se rompe.

La religión ha tenido y tiene habitualmente mucha influencia en los procesos de formación de las naciones, entre ellas España. Aquí la influencia es tan determinante que, para muchos, el catolicismo constituye la esencia, la razón de ser de la nación española. Es meritorio y digno de mejor suerte el esfuerzo de los historiadores e ideólogos liberales por encontrar un punto de arranque de la nación española al margen del catolicismo. Pero no resulta convincente. Sobre todo porque localizan el tal punto en la Constitución de 1812, cuyo artículo 12 reza: La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra. ¿Está claro? A más, esa Constitución se había acordado en el nombre de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, autor y supremo legislador de la sociedad.
La nación española ha resultado ser hasta la fecha bastante incierta, por haber sido puesta en jaque repetidas veces desde dentro o haberse impuesto ella por la violencia también hacia dentro. Parte de ese infortunio viene precisamente del hecho de haberse vinculado substancialmente con una confesión religiosa universalista, por encima de las naciones, incluso de las que ampara. Porque el catolicismo es eso, universalismo, transnacionalización. El nacionalcatolicismo solo podía ser una aberración. Lo que es. Tanto desde el punto de vista de la nación como del del catolicismo.
Hace poco la Conferencia Episcopal española se pronunció públicamente en pro de la nación española integral y en contra del independentismo catalán. Ayer el episcopado catalán sacaba la cuatribarrada y afirmaba respaldar la independencia de Cataluña, caso de que esta se produzca.
El catolicismo español se ha roto. En consecuencia, se rompe España. La rompen los católicos.
El conflicto interno de los curas tiene difícil solución porque no es una discrepancia dogmática sino que afecta a las cosas del siglo, en el que todos los gatos son pardos como sabe muy bien la iglesia católica cuya principal habilidad consiste en poner siempre una vela a Dios y otra al diablo.¿Bajo qué regla que no sea la obediencia ciega a las decisiones de la superioridad puede el episcopado español obligar al catalán a desdecirse? ¿Y por qué habría de hacerlo? Nunca fue tan vigente el mandato de Cristo de dar al César lo que es del César, incluso aunque se interprete torcidamente.
Por lo demás, el clero catalán, igual que el vasco, ha tenido siempre un fuerte acento nacionalista. Franco fusiló curas vascos por nacionalistas y todavía no hace mucho, en tiempos de ETA, la derecha insultaba a voz en grito a algún obispo vasco con tendencias también nacionalistas.  Solo Roma, a la que todos los católicos deben obediencia, puede zanjar este contencioso español. Pero no se ve cuál sea el interés del Vaticano por mantener la unidad de España, país en el que de vez en cuando gobierna la izquierda, frente a una posible independencia de Cataluña y el País Vasco, dos territorios con arraigados partidos democráta-cristianos.
Si la iglesia católica entra en un proceso de enfrentamiento nacionalista (y quizá a tres bandas) ¿qué puede hacer el nacionalismo español? ¿Enviar la Guardia Civil? ¿Españolizar?

diumenge, 14 d’octubre del 2012

El catastrofismo y la mano invisible.

La hora de Europa, en la foto se ve, son las tres menos cuarto. Hora de sobremesa en España y de comparecencia de dos de los miembros de la temible Troika en rueda de prensa en el Japón, a donde han ido a decir que la unión bancaria que anhelan Hollande y Rajoy, un curioso binomio en lo ideológico, no llegará hasta 2014. Estas comparecencias oraculares de importantes personajes de borroso perfil cuya función parece ser contradecirse cada dos meses deben de estar calculadas para hacer de acompañamiento al clima de catastrofismo que reina hoy en el mundo y, por supuesto, en la prensa.
No obstante, ese tremebundo titular hablando de derrumbe global más parece traducir el estado de ánimo de los redactores del diario a cuenta del ERE que la situación del planeta. Al menos, en la parte de texto que hay en portada, puede verse que el FMI -el otro integrante de la Troika- prevé un crecimiento del PIB mundial del 3%, lo que no está mal en los tiempos que corren aunque, asimismo, considera "alarmantemente altos los riesgos de una grave desaceleración mundial". La frase suena lúgubre, pero traducirla como derrumbe global es echar algo de guindilla al guiso. Es verdad que los políticos, los economistas y demás augures tienden a ser no solo oscuros sino perifrásticos. De desaceleración hablaba Zapatero cuando ya se había tragado el manillar de la bici en el frenazo.
Pero el recurso a los eufemismos tampoco es una ley cierta. Si lo fuera ya tendríamos algo a que agarrarnos cuando se usan determinadas fórmulas en el barullo cotidiano de declaraciones, contradeclaraciones, desmentidos, reafirmados y corregidos, a veces en boca del mismo personaje. Y no es así. También puede haber un derrumbe global que, por lo demás, nadie sabe cómo sería por falta de experiencia. Derrumbe global es lo que se llama hoy, por contagio informático, lenguaje intuitivo. Muy propio de la conciencia de catastrofismo. Va directo a una confusa memoria de la raza que busca ejemplos para hacerse  una idea: el derrumbe del templo fenicio a manos de Sansón, el del Imperio romano de Occidente ante los bárbaros, el del Imperio Romano de Oriente ante los turcos, el del III Reich de los mil años ante los aliados, el del comunismo soviético ante el mercado. Los alemanes tienen uno añadido, el hundimiento de su amado Marco en la hiperinflación de los años veinte, que ha dejado un recuerdo imborrable al que debe achacarse su insistencia en la cura prusiana de régimen que está llevando a otros países, entre ellos España, a una situación agónica.
El catastrofismo en lo político, económico y social tiene cada vez más complicados lazos con lo ecológico y se contagia de él. Seguramente no estamos haciendo ni la centésima parte de lo que debiéramos para garantizar la subsistencia de la biosfera pero no será por falta de clara conciencia, basada no solo en pruebas científicas sino en el más evidente sentido común de que, de seguir como hasta la fecha, la biosfera no tiene garantizada la supervivencia.
¿Qué impide que se adopten las medidas necesarias? El imperio del mercado. ¿En qué confía este para evitar eso justamente, un derrumbe global? En la mano invisible. En lo que hace a la conservación de la especie, la mano invisible se convierte claramente en la mano que acogota. Pero en el ámbito político y económico continúa manteniendo alto su prestigio de panacea. Todos los sermones neoliberales sobre el excesivo intervencionismo (pleonasmo) del Estado, sobre la preminencia de la sociedad civil, sobre la necesidad de liberalizar, desregular, flexibilizar, privatizar se remiten a la fe en una diosa excelsa e invisible, llamada justamente mano invisible y de cuya existencia hay tantas pruebas como del Santo Grial. Se basa en el supuesto de que, siendo la motivación de todos los seres humanos el egoísmo, el sumatorio final compensará contradicciones y dará un resultado final globalmente positivo. Pero no hay certidumbre de que lo haga; también puede darlo negativo; incluso catastrófico. Ya lo ha hecho otras veces. Puede volver a hacerlo. Y la prueba más obvia es que no hay acuerdo general acerca de cómo evitarlo y se sospecha que las medidas que se tomen al final serán dictadas por la fuerza, por el poder más que por la razón.
¡La fuerza! ¡El poder! Ya está. La culpa es de los políticos, de la política que, como siempre, anda metiendo sus sucias narices en la libertad de la gente.
Grave error. Hace tiempo que los políticos, la política, son solamente los ejecutores de las decisiones de los mercados.  El Estado está sometido al mercado, que es señor absoluto puesto que es legibus solutus, hace y deshace la ley a su capricho o al del Señor de Eurovegas.