Hay convenciones humanas universales y probablemente eternas. Son como los broches de nuestra condición de dioses. Una de ellas es que la palabra de un ser humano tiene un valor. Muchos dicen que eso solo vale para la palabra de un hombre, con lo que aprovechan para despojar a las mujeres de una condición noble, para no perder la costumbre.
La palabra de un ser humano. Un pleonasmo porque la palabra es exclusiva del ser humano. Lo hace ser humano.
La palabra. Medio de formulación y transmisión del conocimiento. Por eso otros muchos, maravillados ante su magnificencia, la diputan don de Dios.
Así que, cuando alguien recurre a las palabras, tiene un compromiso con lo que está diciendo que lo define como ser humano, como persona.
Habiendo ido en cierta ocasión Zapatero a un mitin de su partido en un avión del ejército, Rajoy dejó dicho que Zapatero no tiene derecho a utilizar los medios de todos para hacer campaña. ¿Qué pinta Rajoy yendo a un mitin de su partido en Vigo en un Falcon del ejército? ¿Cuál es el valor de su palabra? Él mismo ha aclarado en alguna ocasión que ninguno. Pero esta vez la villanía es demasiado descarada y no puede acogerse a la confesa proclividad del presidente del gobierno al embuste. Hay una condena explícita de un comportamiento que después se practica y esa es una contradicción insultante que debe explicarse.
Porque rompe otra de esas convenciones aúreas de la especie, la de que no debe hacerse a los demás lo que no queramos que nos hagan o, a la inversa, para que lo entienda Rajoy, no debe prohibirse a los demás lo que uno hace.
Así que esta última felonía requiere una explicación. Que, dado el espíritu de postración que reina en el país puede ser tranquilamente: Zapatero no tiene derecho a utilizar los medios de todos para hacer campaña, pero yo sí.