divendres, 28 de novembre del 2008

La creatividad de la guerra.

El Thyssen tiene en marcha una exposición titulada ¡1914! La vanguardia y la gran guerra que, como suele pasar en este museo, se divide en una parte que muestra él y otra que hay que ir a visitar a los locales de Cajamadrid en la Plaza de Celenque. No es que sea muy cómodo pero tiene la ventaja de que, mientras se desplaza, uno puede ir pensando en lo que ha visto y lo que verá o, si va acompañado, comentando sobre lo uno lo otro.

Me pongan lo que me pongan sobre las vanguardias artísticas y la Primera Guerra Mundial (eso de la Gran Guerra es un barbarismo) iré a verlo con delectación porque todo en esos fenómenos me resulta fascinante: la explosión de creatividad artística (pictórica, literaria, musical, cinematográfica), la evidentísima relación entre la guerra y la creación, la destrucción de las formas tradicionales de pensamiento y las pautas culturales recibidas, la alegría por lo innovador, lo rupturista, lo revolucionario. Son los signos característicos de una época que vio las primeras matanzas en proporciones ciclópeas, la eficacia industrial aplicada a la tarea de masacrar seres humanos, los más altos ejemplos de estupidez, generosidad, ceguera y audacia colectivas. Una época que se pensó a sí misma en términos militares (pues hubo "vanguardias" no solo en la guerra sino también en la política, su prima hermana, y en las artes y la literatura, las sublimaciones de las dos primeras) y en la que se sentaron las bases de lo que, para bien o para mal, fue el siglo XX, entre otras cosas, a través del dadaísmo y el surrealismo hasta el mayo del 68.


Breve digresión.

A propósito, como se ve a la derecha, la Fundación FAES, del PP, anuncia una jornada de "ruptura con el espíritu del Mayo francés". Como suena. Se suman a tan insólita como esforzada labor de romper con un espíritu las Nuevas Generaciones del PP, y los Estudiantes Liberales, gentes a medio camino entre el Frente de Juventudes y los chicos de la YMCA/YWCA, dispuestos, como siempre, a ser originales en la senda marcada por el gabacho Sarkozy, al que citan textualmente en el encabezamiento. No podían romper con los sesenta españoles, tenía que ser con los franceses. Para sepulturero se ha convocado un amplio elenco, desde la señora Aguirre al señor Nasarre. Seguramente habrá unanimidad y nadie rechistará en el auditorio. Suerte.


Volviendo a lo nuestro, la exposición es muy digna de verse y de pasar en ella un buen rato. Hay pintura, grabado, algo de escultura, facsimilares de textos y dibujos hechos por algunos autores/artistas en el frente, por ejemplo de Guillaume Apollinaire (de quien se exponen asimismo algunos caligramas ) o Franz Marc, y obra poética escrita al sonido de los cañones y en las trincheras, expuesta en las paredes y con traducción al español (generalmente desafortunada) y al inglés porque en su mayoría está en alemán, francés e italiano.

La exposición documenta de modo inmediato el nacimiento de algunas vanguardias en los tiempos oscuros antes de 1914 o hacia 1914, como el futurismo, el rayonismo o el vorticismo. Hay en consecuencia una amplia muestra de autores como F. T. Marinetti, Mario Sironi, Umberto Boccioni, Giacomo Balla o Gino Severini, algunos de los cuales fotografiados de uniforme. Especial atención se dedica, claro, al expresionismo, con obras de Emil Nolde, Ernst Ludwig Kirchner, Max Beckman (el autorretrato del folleto más arriba) Ludwig Maidner (a la izquierda), Egon Schiele, colaterales como Franz Marc (el de los caballos azules), reciclados como August Macke, periféricos como Chagall y revolucionarios dentro de la revolución como Vasily Kandinsky y Paul Klee, en la alborada del abstracto. Por haber, hasta hay algo de Man Ray... y alguna otra curiosidad como las planchas de Kirchner para las ilustraciones de libro de Adalbert von Chamisso, Peter Schlehmihl, una de esas obras sorprendentes que son la gloria de la literatura.

Vaya a ver la exposición quien quiera tener acceso a la febril actividad del joven artista como soldado, al espíritu compartido de estar viviendo "los últimos días de la humanidad", para confirmar una vez más aquella sabia expresión de Heráclito de Éfeso de que "la guerra es el padre de todas las cosas".

dijous, 27 de novembre del 2008

¡Qué mundo tan seguro!

Cuando ese personaje indescriptible llamado George W. Bush con quien, según afirma él, habla Dios, y el señor Aznar, según afirma el propio señor Aznar, inició la famosa guerra contra el terrorismo aseguró que lo hacía para conseguir mayor paz y seguridad en el orden internacional. Ya al comienzo de su mandato este perfecto inútil dejó claro que la "guerra contra el terrorismo" no tenía un campo de batalla delimitado ni enemigos definidos pero que él y los suyos, con la ayuda de Dios (y el saqueo del Irak, las torturas de Abu Ghraib, los secuestros de Guantánamo, etc) la ganarían y harían del planeta un lugar más seguro. Ahora el menda está a punto de largarse y la herencia que deja es un desastre sin paliativos que avergüenza al mundo entero excepto al señor Aznar quien dice estar muy orgulloso de aquella guerra de ladrones que desencadenaron los tres criminales de las Azores. Por lo demás ya se sabe que, si llega un momento en que el carácter asesino de esa guerra no pueda negarse más, dirá que él no lo sabía cuando apoyó la decisión de enviar un ejército a destruir y saquear un país porque sí.

¿Es el mundo un lugar más seguro? A la vista está: en casi todo el continente africano la vida humana no vale nada. Las matanzas, guerras, torturas, secuestros, violaciones están a la orden del día, con o sin soldados de la ONU que, además, a veces participan del jolgorio.

En concreto en Somalia, en donde un grupo de guerreros probablemente islamistas ha secuestrado a nuestro compatriota José Cendón y otros periodistas, no existe el Estado ni autoridad alguna que garantice el orden público en todo el país (de hecho, no hay país en sentido estricto) desde que en 1991 cayó el camarada Said Barre, que había proclamado el "socialismo científico" veinte años antes. En la actualidad Somalia es un conjunto de tribus casi independientes, señores de la guerra, guerrillas de fanáticos, autoridades imaginarias y estados separatistas, todos los cuales esperan beneficiarse del petróleo que se dice inundará al país como el Nilo a Egipto. Entre tanto las costas están infestadas de piratas capaces de secuestrar superpetroleros, sin duda para familiarizarse con el manejo del crudo. El presidente lo es de un Gobierno sabiamente llamado "Federal de transición". De transición ¿a qué? Ni Dios sabe nada y el tal presidente escasamente controla la poltrona en la que tiene el trasero. No se te ocurra ir allí de vacaciones y, si tienes un trabajo es mejor que pilles uno de mileurista en España.

Uno de esos grupos es el que ha secuestrado a Cendón. Según parece estos delincuentes no son tan dementes como otros si no gentes prácticas que lo que quieren es un jugoso rescate. Espero que el señor Moratinos gestione con fortuna el asunto y la liberación de Cendón no nos cueste un riñón. Que nos va a costar está claro, como lo está, a mi entender, que hay que pagar. Espero no escuchar a los señores de la derecha ponerse magníficos, cual suelen, diciendo que pagar rescates empeora las cosas. Me ahorro el debate con posiciones de este jaez recordando la vieja sabiduría de que los que declaran las guerras no mueren en ellas; mueren en ellas quienes no las declaran. Como se ve contemplando qué envidiable salud tienen los señores Bush, Blair y Aznar, a diferencia de miles de soldados gringos y cientos de miles de iraquíes, militares, civiles, clérigos que ya no contarán qué felices están de haber participado en la liberación del país.

Y no se crea que es el único continente (porque es todo el continente, desde Argelia hasta la Unión Surafricana) sacudido por la violencia. Asia está parecidamente. De los países musulmanes no hace falta hablar, pero ayer la señora Aguirre experimentó el grado de inseguridad que hay por doquier, hasta en el corazón financiero de la India, Bombay. Por cierto estoy muy contento de que no haya sucedido nada a ninguno de los integrantes de la expedición madrileña y me felicito de que la señora Aguirre haya salido indemne de tan brutal atentado. Por lo demás, la comisión o delegación que encabezaba la aguerrida dama estaba allí a hacer negocios y ha tenido que volverse más que a paso antes de que asesinen a sus miembros en cualquier atentado a ciegas en cualquier parte del país. Y conste que la India es la mayor democracia del mundo y bastante estable políticamente pero alberga en su seno una serie de conflictos violentos que será ocioso mencionar aquí. Añádase a ello la inestabilidad crónica de Indochina, las tendencias golpistas, la violencia de los archipiélagos en el Sureste asiático y en Filipinas y se verá que el sur del continente está en práctica situación de guerra y/o violencia generalizada.

Tampoco América Latina es un remanso de paz democrática y Estado de derecho. Sin contar con las agitadas situaciones políticas (y eventual aparición de la violencia) en Bolivia, Venezuela, Argentina, Perú, etc, los dos focos de máxima criminalidad son Colombia y México, países en los que intereses económicos privados, organizaciones armadas particulares, fuerzas paramilitares y parapoliciales compuestas por delincuentes tienen en jaque al Estado. En Tijuana, México, en la misma frontera con los EEUU, a veinticinco kilómetros de San Diego, muere la gente a balazos en plena calle que es un primor. Y eso sin contar aquellos a los que antes de matarlos los torturan y luego les cortan la cabeza. Por cierto no he podido poner ilustraciones de cadáveres decapitados por un problema de derechos de autor pero quien quiera verlos (y aviso de que es muy fuerte) que pinche aquí. Pues sí señor, como decíamos al principio, un mundo superseguro éste gracias a la alianza de dementes entre neoliberales y neoconservadores que gobierna el planeta y la Comunidad de Madrid.

(Las imágenes son : la primera, la página web de José Cendón, la segunda el mapa político de Somalia de Wikipedia que está en dominio público y la tercera una foto de 20 Minutos bajo licencia de Creative Commons).

Los dioses nunca están cansados.

Alberto Bernabé (Dioses, héroes y orígenes del mundo. Lecturas de mitología Abada editores, Madrid, 2008, 411 págs) es un meritísimo catedrático de filología griega de la Universidad Complutense de Madrid que tiene una amplia y sólida obra publicada aquí y fuera de aquí. O sea lo que se dice una autoridad en la materia. En este libro ha agrupado veinticuatro trabajos académicos, ponencias en congresos, artículos, etc y los ha agrupado con bastante tino en cinco apartados: I) Cosmogonías y teogonías. II) Mitos y literatura. III) Orphica. IV) Mitos griegos y mitos del próximo oriente. v) Las difusas fronteras del mito. Y doy fe de que la clasificación se sigue al pie de la letra o sea que en donde se dice que se hablará del orfismo, se habla del orfismo. Además, las cinco partes conservan una muy apreciable unidad de conjunto. Añadamos que el autor ha tenido la gentileza de aderezar los trabajos y aliviarlos del aparato crítico y erudito (aunque, por supuesto, no del todo porque no se puede) con lo cual ha conseguido un trabajo de gran interés. Sigue sin ser de fácil lectura ya que le ocurre a él lo que él dice que ocurre con muchos relatos mitológicos, que dan por supuesto el conocimiento de aquello sobre lo que versan. Pero los lectores que conozcan la mitología griega (y parcialmente la del próximo oriente) lo encontrarán interesantísimo y disfrutarán con la lectura, al tiempo que se ponen al día en unos conocimientos que, como todos, avanzan sin parar. No solamente se disfruta sino que un humilde aficionado como yo aprovecha el tiempo y aprende algunas cosas.

En la primera parte tras unas consideraciones generales sobre cosmogonías, una tipología de éstas de la mano de Mircea Eliade y un análisis de sus rasgos pasa a considerar la de Hesiodo, una órfica, la de Epiménides y la cómica de Aristófanes. Resulta muy útil porque casi se ve gráficamente su ordenación de la cosmogonía hesiódica en a) el Cielo (donde habitan los dioses), b) la tierra (donde lo hacen los hombres) y c) el mundo subterráneo (poblado de muertos); entre a) y b) se sitúa el Caos (cuya determinación filológica es muy interesante) y entre b) y c) el oscuro Tártaro (p. 30). Así que el Tártaro no es el Hades, pero tampoco es la Tierra.

La cosmogonía órfica es la atribuida a Jerónimo y Helanico, que nos han trasmitido en algunas referencias en prosa Damascio (un neoplatónico) y Atenágoras. Los dos órficos postulan el origen en el agua de la que surge un ser serpentino llamado "Tiempo y Herakles" y la Necesidad. El Tiempo es padre de Éter, Caos y Érebo y también del huevo cósmico propiamente órfico que, al partirse en dos, da el cielo y la tierra. De aquí surgirá el Primogénito dios bicórpore (es decir, bisexual), Zeus y una continuación teogónica (pp. 37-39).

La cosmogonía de Epiménides el cretense mezcla rasgos hesiódicos con órficos y principios nuevos como el aire, que lo relaciona de inmediato con Anaxímenes (51); que ya recuerda Bernabé en otro lugar que las cosmogonías tienen mucha relación con la Filosofía.

La cosmogonía cómica es Las aves, de Aristófanes, una pieza divertidísima en la que se muestra la innata superioridad de los pájaros sobre los hombres, una parodia de las demás cosmogonías en las que el cómico mezcla elementos homéricos, hesiódicos, de otras cosmologías y órficos, como el nacimiento de Eros (alado, claro) de un huevo cósmico, tema órfico por excelencia que le permite convertir la teogonía en una ornitogonía (pp. 63-64).

En la segunda parte, sobre Mitos y literatura, antes de hablar de dioses y héroes concretos, demuestra la importancia de la épica arcaica griega perdida que sólo conocemos muy fragmentariamente. La distingue de la homérica en que es menos rígida: puede que haya héroes inmortales, se narran actos heroicos y cobardías y hasta el erotismo encuentra acomodo (pp. 68/69). Divide la épica perdida en tres periodos: cíclico, genealógico y teogónico (p. 72) y clasifica los mitos según la función que cumplen en especulativos (o sea, explicativos), de viaje y de "afirmación nacional o manipulación política" (pp. 74/77).

En los dioses y héroes concretos, relata el nacimiento de Atenea en la literatura arcaica, desmenuzando a Homero, Hesiodo, Museo, los Himnos homéricos, Estesícoro, Íbico y Píndaro para confirmar la visión tradicional del mito. De pasada refuta la interpretación estoica de que Atenea sea símbolo de la sabiduría por salir armada de la cabeza de Zeus porque, dice, la idea de que la cabeza es el asiento de la inteligencia es muy posterior al nacimiento del mito (p.90).

El estudio de Teseo, héroe al que tengo particular afición, aunque sólo sea porque tuvo que ver con el Minotauro que es el que me cae bien, es interesantísimo. Teseo resulta ser nombre rastreable en la antigüedad micénica (p. 93) y lo curioso es que, aun siendo tan antiguo, sólo aparezca tratado de forma fragmentaria en las fuentes que se limitan a narrar una u otra de sus aventuras (rapto de Helena y descenso a los infiernos en la caso del ciclo épico), pero no dan una visión general. Parece que hubo una Teseida en la época clásica del apogeo político ateniense. Los dos ditirambos de Baquílides (nos. 17 y 18), composiciones de encargo para cantar la gloria de Atenas, son de 474 y 478-470 respectivamente, o sea, entre la Liga Delia y la batalla de Maratón, plena época del culto a Teseo (pp. 109/110). Con todo las menciones literarias al héroe son accidentales. El Minotauro no aparece. La explicación de esta aparente contradicción está, según Bernabé, en que Teseo era conocido desde tiempo inmemorial pero más como héroe de cuento popular, lo que apunta a la división convencional entre una literatura "superior" y otra "inferior" que suele ser efímera. Son varios los elementos de la leyenda teseida que hacen que el héroe se consagre: lucha con un monstruo (es un héroe civilizador), simboliza el valor ateniense en las guerras médicas (aunque de modo anacrónico) y su viaje a los infiernos lo diputa de hombre de conocimiento superior a la par que popular y demócrata (p. 118). La producción posterior sólo acrecentará está función de héroe nacional ateniense en el teatro, por ejemplo (p. 121). Ya lo creo, basta recordar el argumento de Edipo en Colono, de Sófocles, en donde Edipo no sólo legitima el poder de Teseo sino el de su descendencia.

Dedica Bernabé un capítulo al mito de Afrodita narrado según los Himnos homéricos, durante tanto tiempo infravalorados pero que a su juicio están adornados de una serie de rasgos que los hacen especialmente interesantes y de los que entresaco que son temas tradicionales, que hablan de dioses individuales, que son panhelénicos, que en ellos intervienen seres humanos y que, además del nacimiento de un dios, cuentan un conflicto (pp. 120/128). En el caso de Afrodita, ya que su actividad erótica amenaza el orden constituido, esto es, la guerra, la política, la educación de los jóvenes y la estabilidad del hogar y la familia (p. 131), Zeus decide castigarla con sus mismas armas haciendo que se enamore de Anquises. El parlamento en que Afrodita pone en guardia a su amante y lo ilustra acerca del nombre de su hijo, Eneas, trae tres digresiones que vienen a ser como explicaciones o justificaciones de por qué Anquises ni Eneas alcanzan la divinidad. Esas digresiones ejemplificadoras son Ganimedes, Titono (de quien conviene recordar que obtuvo la inmortalidad pero no la eterna juventud) (pp. 144-145) y las ninfas (p. 147) . Obviamente en el "nuevo orden" de los dioses olímpicos eso de que los dioses anden retozando con los mortales ya no está bien visto, de aquí que Eneas sea "lo que no debe hacerse". No deja de tener gracia que el héroe que Virgilio escoge para cumplir una revancha mítica y, de paso, legitimar a Augusto sea "lo que no debe hacerse".

El último capítulo de esta parte está dedicado a un tema de un extraordinario calado pues versa sobre las mujeres asesinas en la mitología: de un lado quienes, como Ágave en Las bacantes de Eurípides, enloquecen y cometen crímenes tremendos hasta el punto de descuartizar a su propio hijo, Penteo. De otro a aquellas que, fieles a sus funciones tradicionales de género, se resistan a Dionisio, éste las convierte en aves nocturnas (p. 153). El autor dedica especial atención a los dos prototipos de mujer asesina: Clitemestra y Medea, en las que aprecia los rasgos siguientes: 1) ambas tienen un motivo para hacer lo que hacen (no enloquecen sin más); 2) sus actos son inteligentes; 3) no son personajes enteramente malvados; 4) se registra una evolución, digamos moral, desde Esquilo a Sófocles ya que Medea no paga con la muerte sus crímenes; y 6) son prototipos que han de evitarse (p.173). Veo que Bernabé no otorga atención a la vieja explicación simbólica que arranca ya de Bachofen acerca de que Clitemestra tiene que morir porque con su muerte se simboliza el paso del matriarcado al patriarcado en las sociedades antiguas, probablemente porque no se le dará crédito entre los especialistas.

La cuarta parte dedicada al orfismo tiene dos interesantes capítulos sobre el mito de Dioniso para el que disponemos de tres fuentes: la más antigua, la de las Rapsodias y la helenística que apunta a la influencia egipcia (p. 198). Dioniso nace y muere varias veces. Hijo de Zeus y Perséfone, es secuestrado por los titanes y devorado por ellos. Renace en Sémele (por eso se le llama dimator) y luego del muslo de Zeus. En la versión helenística no aparece Palas (que sí lo hace en la antigua, con el encargo de llevar el corazón palpitante del hijo de Zeus) ni hay gestación posterior, pero sí se subraya la similitud con Osiris (p. 187). Se da pues por buena la versión más tradicional y extendida. Que es lo que se hace en el capítulo siguiente, dedicado a zanjar una cuestión litigiosa entre eruditos acerca de si hubo un mito órfico sobre Dioniso y los titanes de considerable antigüedad. En efecto, frente a quien sostiene lo contrario (esto es, que es un mito "inventado" en el siglo XIX), Bernabé lo hace arrancar en las Rapsodias, lo rastrea en las referencias neoplatónicas, en Plutarco, las argonáuticas órficas, en Juliano, Dión Crisóstomo y Diodoro. En síntesis: los titanes matan a Dioniso y se lo comen. Zeus los fulmina y de los restos de los titanes surgen los hombres cuya naturaleza es dual pues tienen parte de Titanes y parte de Dioniso y cuya misión es expiar el pecado de sus antepasados (p. 192). Suenan aquí los ecos de una variante de la interpretación nietzscheana. El Papiro de Gurob lleva el mito hasta el helenismo y reaparece en el Menón de Platón al hablar de la metempsicosis (p. 205) y en el Crátilo (p. 209).

El último capítulo de la parte órfica versa sobre el fascinante mito de Orfeo. Virgilio y Ovidio, que lo recogen, no hablan de su participación en el viaje de los argonautas y Platón en el Banquete interpreta lo que le sucede al bajar a los infiernos muy a tono con su doctrina negativa acerca del canto poético, fundamentalmente engañoso (p. 220). Bernabé sitúa a Orfeo entre los viajeros al más allá (p. 221), y descubre en él también muchos elementos de cuentos populares. Hasta le busca similitud con Simbad el marino, hablando de los argonautas, claro (p. 226). Orfeo es ante todo un transgresor, figura por la que Bernabé parece sentir predilección, lo que entiendo muy bien, como Asclepio y Támiris (pp. 228/229).

La quinta parte, la más extensa del libro versa sobre las relaciones entre los mitos griegos y los del próximo oriente, con todos los inconvenientes que plantea siempre la valoración de los préstamos literarios. Abre su consideración con la figura del "dios que desaparece", a propósito del viaje de la babilonia Istar a los infiernos (p. 247) y el ugarítico de Ba'lu y Môtu. Hay también versiones hititas y la griega se encuentra en el himno homérico a Démeter que Bernabé ve prolongarse en el cuento de los Grimm de La bella durmiente del bosque. No está mal traído. El Himno a Démeter se enriquece con la obligada visita a Eleusis por los misterios y la descripción de la escasez sobre la tierra. Es probable que Démeter también bajara a los infiernos, aunque en el himno homérico la que baja es la hija (p. 256).

Viene luego un complicado (y muy inteligente) paralelismo entre el mito hurrohitita de El reinado de los cielos, la Teogonía de Hesiodo y el Papiro de Derveni, un rollo hallado en 1962 cerca de Salónica (p. 268). En todos los casos el "nuevo orden" sucede al viejo, los nuevos dioses a los antiguos que no reciben culto, son primordiales, imprevisibles, violentos y aliados con las fuerzas oscuras (pp. 272/273). Hay diversas formas concretas (que analiza) de romper con lo antiguo y concluye su investigación: "En los tres poemas se presenta como centro del conflicto la lucha por el poder, en el trasfondo de la cual hay un conflicto entre el desorden y el orden. En el mito hitita el centro del conflicto es una inestabilidad del poder en los tiempos primigenios, debido a la lucha entre una estirpe celeste y otra ctónica, en la que los reyes son cíclicamente desposeídos del trono.(...) En el mito griego, el centro del conflicto es también la lucha por el poder y por la instauración del orden, pero se produce en el seno de una sola estirpe." (pp. 285/286).

El capítulo siguiente vincula el mito hurrohitita El reinado del dios KAL con los hesiódicos de la Edad de Oro, Prometeo y Pandora. KAL se encuentra entre lo primigenio más oscuro, Kumarbi y el dios del orden, Tesub. Pero éste no es definitivo y puede oscilar hacia el mal (Ullikummi, Hedammu) o hacia el bien, KAL. Kumarbi es Crono y KAL viene a ser Prometeo, si bien Hesiodo ha hecho el mito mucho más complicado. Basta con pensar en Pandora.

Los últimos capítulos de esta parte me parecen de menor entidad o están más sucintamente tratados, lo que no les resta interés. En uno se narra el combate del dios supremo con el monstruo destructivo, el Canto de Ullikummi en la versión hitita que Hesiodo ha elaborado mucho más en la narración del terrible combate entre Zeus y Tifón, el hijo de la Tierra y el Tártaro, con su doble naturaleza de hombre y fiera (p. 317) y al que no se puede vencer mas que arrojándole encima el monte Etna, en Sicilia (p. 317). Recuerdo que la primera vez que leí esto en la versión de la Teogonía de Bergua hace muchísimos años, me quedé tan impresionado que soñé con ello. Se sigue una breve consideración del Himno homérico a Démeter así como una interpretación del viaje del alma al más allá a través de un paralelismo entre mitos hititas y órficos.

La última parte del libro, llamada Las difusas fronteras del mito contiene tres capítulos contraponiendo el discurso mítico de un lado a los cuentos populares (recuérdese el caso de Teseo), de otro al nacimiento de la historiografía y por fin al discurso racional filosófico. Por supuesto que hay una divisoria entre los mitos y estos otros tres quehaceres, pero no es fácil de trazar porque las separaciones son osmóticas. Hay mucho de mito en los cuentos populares y viceversa; por otro lado, acentuando factores cronológicos, evolutivos, de racionalidad causal, etc, la historiografía acabó separándose de la mitología, lo que no era costumbre entre los griegos; por último Bernabé encuentra cuestionable la tajante separación entre mito y logos cuyo locus classicus es la fascinante obra de Nestle Vom Mythos zum Logos, puesto que encuentra abundantes vías de intercomunicación entre el discurso mitológico y el racional. Supongo que esta es una afirmación que los filosofastros tacharán de irracional, cosa que sonará a mala melopea a un hombre tan sabio como Alberto Bernabé.

(Las imágenes son: la primera un bronce de Antoine-Louis Barye (1841-46), Teseo dando muerte al Minotauro, en el Museo del Louvre; la segunda un cuadro de Pierre-Narcise Guérin (1817), Clitemnestre hésitant avant de frapper Agamemnon endormi, Museo del Louvre y la tercera, uno de Gustave Maureau (1865) Joven tracia con la cabeza de Orfeo (1865), Museo d'Orsay, París).

dimecres, 26 de novembre del 2008

A cristazos.

Ya tenemos montada otra polémica a cuenta de la manía de los católicos de imponer su presencia en todas partes, guste o no al personal. Y una polémica donde cada cual está retratándose admirablemente. Los tribunales cumplen con su deber: el de Valladolid ordena retirar los crucifijos del Colegio "Macías Picavea" (ilustre arbitrista a quien hubiera parecido muy bien la medida) y los de otros lugares recuerdan que son los gobiernos de las Comunidades Autónomas quienes deben pronunciarse al respecto. El Gobierno español, sin embargo, a la altura de su acreditada parsimonia, se lava las manos como Pilatos (lo que es muy oportuno, dado el tema) y de momento no dice nada respecto a las crecientes presiones para que se retire al crucificado de las aulas de los colegios públicos, algo que debiera de haberse hecho hace años en virtud del carácter aconfesional del Estado español.

Al contrario, la clerigalla y sus monagos han tocado a rebato ante la perspectiva de aulas sin sus queridos crucifijos. Según 20 Minutos, uno de aquellos, Juan Manuel de Prada, sostiene en L'Observatore romano que considerar el crucifijo ofensivo es síntoma alarmante de necrosis cultural, lo que es una interpretación de los hechos bien chusca dado que nadie, que yo sepa, considera ofensivo el crucifijo sino el hecho de imponer su presencia en los lugares públicos con independencia de lo que piensen quienes los frecuentan. El crucifijo en sí no es ofensivo; es otras cosas, como diré más abajo, pero no ofensivo. Ofensivo y agresivo es imponer el crucifijo, no el crucifijo mismo si el señor De Prada se limita a tenerlo en su casa y rezarle cuanto quiera... sin molestar a los vecinos.

Uno de esos monseñores que pasa más tiempo hablando por la radio que atendiendo a su grey, el arzobispo Cañizares, dice que retirar los crucifijos de los colegios es una muestra de cristofobia, un concepto nuevo para mí que probablemente oculta la pretensión eclesiástica de tratar a quienes no quieren crucifijos en las aulas como enfermos mentales. Cada día está más claro qué bien hacemos los ateos y agnósticos en oponernos a las tendencias totalitarias de la Iglesia católica. De no hacerlo así, estaríamos aún como en los tiempos de franquismo cuando el bautismo era obligatorio, el matrimonio canónico obligatorio, la enseñanza de la religión obligatoria, la vida nacional se regía por el calendario eclesiástico, había curas hasta en la sopa y ellos decidían lo que podía verse en los cines o en los teatros.

Porque esa es la realidad. Hace unos días, otro arzobispo que no cesa de injerirse en la vida pública civil, Monseñor Rouco Varela, decía que el relativismo moral y el laicismo fueron los causantes de los totalitarismos, cuando es obvio que el último que hubo en España lo montó precisamente la Iglesia católica. Esa inverecundia con la que los carcas acusan a los demás de sus propios defectos es lo que los psicólogos llaman "proyección". Eso lo hace a la perfección doña Esperanza Aguirre que no para de intervenir en la sociedad y en los medios de comunicación pero acusa a los demás de intervencionistas, que carece de todo principio moral (como se vio en el "tamayazo") pero acusa a los adversarios de relativismo moral.

La proyección suele ocultar asimismo un intento de imponer los criterios propios al precio que sea. Que es lo que hacen los católicos en nuestra sociedad. No solamente quieren tener sus crucifijos en las escuelas y todos los edificios oficiales, sino que pretenden apropiarse permanentemente los espacios públicos con sus procesiones, sus rogativas, sus mesas petitorias o el tañido de sus campanas, colonizar con su liturgia todo el protocolo civil y militar españoles, desde los juramentos de los cargos a los funerales de Estado, los desfiles y los actos conmemorativos. Afán totalitario en el que, al menos parcialmente, cuentan con la ovina y perruna aquiescencia de un gobierno que no osa ponerles coto con la contundencia que su responsabilidad y su historia requieren.

Y no solo son totalitarios sino embusteros y falsarios. Otro de estos clérigos de púlpito permanente en la plaza pública, el cardenal Amigo, dice ahora que lo que hay que hacer es respetar los símbolos de todas las religiones. En verdad tienen el rostro de hormigón armado y su cinismo no conoce fronteras: ¿desde cuándo respetan los curas católicos los símbolos de las otras religiones? Pregunta sencilla de contestar, ¿verdad?: desde que no les queda más remedio; desde ayer, como quien dice, porque antes los perseguían a sangre y fuego, como ordena su Dios en la Biblia que hagan con los que llama "ídolos" y "falsos dioses" y como harán mañana, si pueden. ¿Cree alguien aquí que los católicos, sobre todo los curas, admitirían que hubiera medias lunas o estrellas de David en las aulas de las escuelas? Ni borrachos. Entonces, ¿por qué dice lo que dice el cardenal Amigo? Porque según habla, miente.

Una última consideración: quienes nos oponemos a la apropiación privada de los espacios públicos que hacen los católicos no solamente no somos "cristófobos", ni padecemos "necrosis cultural", ni nos "molestan" los crucifijos, como dice a su vez la señora De Cospedal si no que, al contrario, en muchos casos por ejemplo el mío admiramos la figura de Cristo (a quien, por supuesto, no consideramos Dios pero sí un gran hombre) y sus enseñanzas y tenemos en altísima estima la imagen de la crucifixión como aportación singular a la historia del arte occidental. Pero es que aquí no se está pidiendo que se retiren obras de arte como ese Cristo de Cimabue del siglo XIII que hay en la ilustración, sino unas horrendas piezas fabricadas en serie industrial que para los niños simbolizan el culto católico al sufrimiento, la tortura y la muerte. Y sobre todo que se retiren como figuras únicas y de máxima relevancia en paredes y muros.Los católicos son muy libres de entregarse a esas orgías de sangre, insisto, en su casa. Los demás no tenemos por qué aguantar su proclividad al sadismo y mucho menos exponer a nuestros hijos a su dañina influencia.


(La imagen es una tabla al temple de Cimabue (de entre 1268 y 1271) que se halla en la iglesia de San Domenico de Arezzo, Arezzo, Italia).

¿Lo ven?

No paran, no cejan, no se detienen ante nada. Comerciantes de la muerte, mercaderes del miedo, agiotistas de la angustia, carroñeros de la incertidumbre humana, contrabandistas de la infelicidad, despiadados, miserables, inmorales, canallas, ahora dicen que Gramsci se convirtió al catolicismo antes de morir. Lo suyo es utilizar, instrumentalizar, servirse de los sentimientos de la gente, del miedo natural a la muerte, para seguir haciendo su infame negocio de acumular riquezas y poder en este mundo en nombre de quien predicaba la pobreza evangélica, para dominar a la gente y someterla a su oscura y viscosa tiranía. Porque, aunque fuera verdad este bulo, ¿qué importancia real tendría? ¿En qué cuestionaría la breve, febril y feraz actividad del filósofo de los Quaderni del carcere? Él mismo, de estar hoy vivo, lo aclararía con la concisión a la que se veía obligado a causa de la vigilancia fascista diciendo que este tipo de patrañas indemostrables es táctica en la guerra de posiciones, parte de la lucha por la hegemonía ideológica y se incrusta en el complejo estructural y cultural al que se refería como la questione del mezzogiorno: campesinos hambrientos, explotados, víctimas de los caciques y las supersticiones alentadas por los curas.

No les bastó con tenerlo los últimos once años de su breve vida en prisión sino que ahora prosiguen la tarea que se fijó el fiscal fascista ante el tribunal que lo condenó: "tenemos que conseguir que este cerebro deje de funcionar durante veinte años". Los buitres vaticanos aliados del fascismo de entonces quieren ahora acallarlo para siempre, enterrar su obra bajo la gazmoñería de una estampita de monja.

Pues nada, hombre, que lo canonicen. Ya va siendo hora de que los comunistas tengan su santo.

Pobre Tirso, pobre don Juan.

En el teatro de Bellas Artes hemos pillado en su última semana el montaje de El burlador de Sevilla o el convidado de piedra, de Tirso de Molina, por Emilio Hernández. La versión ha sido muy alabada mundo adelante porque, según se dice, anima mucho esta pieza clásica que, si no, se haría muy pesada; le da agilidad, viveza, y subraya el aspecto crítico situándose -dice la publicidad de la obra- en la posición de las mujeres que son las grandes perdedoras dada la moral de la época. Si añadimos que el elenco es bueno y el protagonista, Fran Perea, parece ser un actor en alza que tiene muchos (sobre todo muchas) fans quinceañeras que ayer llenaban la sala, tenemos la fórmula para una pieza de éxito.

Menos mal que Tirso, como pasa con los clásicos en general, aguanta lo que le echen y como se lo echen pues de otro modo hubiera sido para salir corriendo del espanto. Hernández intercala en la obra momentos musicales y corales de su minerva que hacen a aquella larga y tediosa para quien haya ido a ver a Tirso. Obviamente no para quien haya ido a ver otra cosa. Además, para hacer sitio a sus momentos musicales, recorta los parlamentos de los personajes y lo gordo es que, dentro de este desastre, probablemente hace bien porque con el clima que crea de obra desenfadada y divertida, hubieran encajado mal las largas tiradas poéticas preciosistas de Tirso de Molina.

La pretensión de tener un sesgo crítico por "ponerse del lado de las mujeres" es una falacia redomada. En primer lugar a Tirso no le hace falta que nadie le enmiende la plana. Ya su obra deja las cosas suficientemente claras y sus heroínas exponen con vehemencia la causa de las mujeres, que son las maltratadas por la moral de la época. "Malhaya la mujer que en hombres fía", dice Tisbea, la pescadora burlada en la última jornada de la obra, con el asentimiento de Isabela, también engañada. Pero es que, además, el director mete tres desnudos en escena (en uno de ellos hay también un desnudo masculino) que no solamente no tienen nada que ver con el espíritu de Fray Tirso de Molina sino tampoco con una actitud feminista de la que sin embargo se alardea.

En fin de este desastre de versión que, más que tal, es un saqueo de Tirso, lo más irritante es el tono festivo y dicharachero de una obra que tiene una tan fuerte carga dramática y filosófico-teológica, la absurda trivialización de una pieza que quiere ser trascendental. Las gracias Tirso las había reservado a los personajes especializados en ellas, los criados o graciosos. Los demás se mueven en un territorio denso de grandes principios, valores, reglas de conducta, el honor y, sobre todo, el eje principal, el reto demente de don Juan a la voluntad de Dios en ese cuán largo me lo fiáis que va repitiendo a lo largo de la obra con cadencia suicida, hasta que, ciego de hubris, acabe retando a las potencias del infierno en un acto supremo de desvarío. Y ello después de haber puesto una condición que, en su infeliz ignorancia, cree que ni la divinidad podrá salvar, al pedir que lo mate un hombre muerto, sin percatarse de que Dios todo lo puede (como pensaba Fray Gabriel Téllez), hasta hacer que un muerto mate a un vivo.

No tengo nada en contra de las versiones libres de los clásicos; al contrario, las aplaudo cuando me gustan. Pero no si no me gustan, como es el caso. Esto no es una versión, esto es aprovechar la percha de Tirso y su inmortal personaje para colocar una obra vulgar pensando exclusivamente en la taquilla. Es curiosa esta manía. Como está claro que los clásicos tienen "tirón" pues si no lo tuvieran no serían clásicos, se echa mano de ellos pero, para evitar el arduo trabajo de adaptarlos a la mentalidad contemporánea respetando escrupulosamente su espíritu, se los trivializa de forma lamentable. Quienes esto hacen debieran poner en escena sus propias obras.

Porlo demás, muy bonita la reproducción del programa de mano que es un detalle del Adán y Eva de Lucas Cranach (1528).

dimarts, 25 de novembre del 2008

Blogorismos de la clerigalla y el neofascio.

La desvergüenza de los curas.

Dice Monseñor Rouco Varela, que es necesario saber olvidar con el fin de que no se repitan los enfrentamientos fratricidas. Otro que confunde olvido y perdón, a pesar de ser cardenal de la Iglesia "del perdón". La misma Iglesia que, tras haber canonizado a novecientos "mártires" de la última guerra civil -esa que dice Monseñor que ha de olvidarse- se apresta ahora a beatificar a otros quinientos.

¿Cómo llaman Vds. a esta inconsecuencia? Yo la llamo "caradura". O algo peor porque este maquiavélico príncipe de la Iglesia también dice que, si no olvidamos, puede volver a haber violencia. O sea caradura amenazador.

(La imagen es una foto de Mermadon 1967, bajo licencia de Creative Commons).


Las razones de la carcunda.

Lo grande de la sentencia del juzgado vallisoletano ordenando quitar los crucifijos de las paredes de las aulas es que nos enteremos de que todavía estaban ahí. ¡Esta peste impositiva de la Iglesia es lo que es una cruz! De inmediato ha salido la carcundia hispánica -los curas y el PP, que vienen a ser lo mismo- pidiendo que los crucifijos se queden. Como ya no pueden obligar a hacerlo a tiros, tratan de razonarlo. Sus "razones" son éstas:

Según el Cardenal Amigo, la retirada de los crucifijos No favorece la convivencia. Más amenazas. En román paladino: si retiráis los crucifijos habrá hostias.

La señora De Cospedal, secretaria general del PP, afirma que a la mayoría de los españoles "no le molesta que haya crucifijos en las aulas". ¿Por qué lo sabe? ¿Se lo ha preguntado? La organización de padres de alumnos está de acuerdo en retirarlos. A ella le parecerán sagrados pero sólo son símbolos del sufrimiento, la tortura y la muerte. Un espectáculo para los chavales.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).


El congreso de los zangolotinos.

El Frente de Juventudes del PP ha contado en su congreso con la presencia del ex-falangista "independiente" señor Aznar, hijo y nieto de franquistas (o sea, de "socialistas", según la señora Aguirre) y con la presidenta de la Comunidad de Madrid. El primero ladró su odio por esquinas y pasillos con su agresivo falsete. Luego, la señora Aguirre desgranó la acostumbrada sarta de insensateces, provocaciones e insultos ante un público entregado que sueña con realizar sus postulados neoliberales. Según muchos analistas estos neoliberales no comprenden que su doctrina es la que ha fracasado en la crisis económica y financiera actual. Grave error, el neoliberalismo de estos zangolotinos y sus caudillos no es el monetarismo y/o el neoconservadurismo sino el neoliberalismo al estilo del difunto Jörg Haider en Austria, o sea una forma poco simpática de neofascismo.

(La imagen es una foto de El Plural, bajo licencia de Creative Commons).


¿En qué reside el poder de la Iglesia?

A mejor decir: de las iglesias. Reside en esto que se ve a la izquierda, una imagen de la Virgen de Guadalupe, patrona de México, que se recibe por e-mail acompañada del texto siguiente que reproduzco literalmente (y me ahorro unos cuantos "sic"):

"La Virgen de Guadalupe es Milagrosa, Te acompaña a donde tu vayas.
Esta carta tiene como finalidad dar la vuelta al mundo y continuar...
El Presidente de Argentina recibió una carta y la llamó 'basura' a los 8 días murió su hijo.
Un señor recibió la carta las repartió y la sorpresa q' sacó fue la lotería.
Alberto Martínez recibió la carta y la mando hacer con su secretaria,
pero olvidaron de repartirlas: ella perdió su empleo y él su familia.
Esta carta es milagrosa y sagrada
No te olvides de reenviarla antes de los 13 dias
Tienes q' enviarla a más de 20 personas en 13 días.
No lo olvides.Que recibirás una gran gran sorpresa!!!"

Reside en la superstición cuyo origen está en la ignorancia y el miedo. La ignorancia, por cierto, se combate con la ciencia. El miedo, con la inteligencia; ambos elementos lamentablemente escasos en el mundo. Lo de la inteligencia no tiene arreglo: se posee o no se posee. Lo de la ciencia pudiera ser una vía. Así razonan esos meritísimos ciudadanos que andan predicando el ateísmo y el agnosticismo mundo adelante a base de la expansión de la ciencia. Pero la verdad es que la ciencia es aun más escasa que la inteligencia porque cada vez es más difícil y se requieren dosis mayores de, precisamente, inteligencia.

Así que prospera la superstición que es la base de todo credo religioso. Hoy día, la época más avanzada hasta la fecha en la ilustración de la humanidad es cuando hay más astrólogos, videntes, magas, brujos, adivinas y demás jarcia de charlatanes, incluidos, claro, los intelectuales, los publicistas, los políticos, los curas y, por supuesto, sus primos hermanos los profesores universitarios. Y no en términos absolutos si no relativos.

Obsérvese qué falta de ciencia e inteligencia hay en los ejemplos puestos por vía admonitoria, qué cosa tan rudimentaria: que te toque la lotería, que pierdas un familiar, la familia entera, el empleo. Esto es lo que se llama al espíritu por la materia. Y lo que tiene más gracia de todo es que algún listo aprovecha la credulidad del personal para hacer negocio y publicidad gratuita: en concreto quien haya convertido la expresión, casi advocación del comienzo: Virgen de Guadalupe en un hipervínculo que enlaza con la página de publicidad de una peli, La Virgen de Guadalupe.

Ya pueden circular flemáticos autobuses ateos en Londres (veríamos lo que aguantaban en Madrid) que la superstición sigue reinando gloriosamente. Si la Iglesia no consigue hoy que las turbas quemen vivo a algún científico de esos que andan en la genética y las células madre es porque, por primera vez en la historia, la minoría ilustrada, los científicos, ha demostrado palmariamente que puede hacer más cómoda la existencia terrenal que la Iglesia, con lo que la gente la respeta. Pero no las tengo todas conmigo si la crisis arrecia, la vida se pone difícil, no hay para comer o tener televisor y la gente empieza a ver las cosas negras. Black Out.

(Por supuesto, nada de lo anterior empece el mucho mérito de la preciosa estampa de la Virgen con esa amendola que es gótico allende el charco y la media luna a los pies. No aparece sierpe bajo el calcañar porque iría contra la estima nacional mexicana.)

Caminar sin rumbo (XVII).

El crimen perfecto.

(Viene de la entrada anterior del domingo, titulada Paso a dos.)

Me encaré con el "Por dónde se empieza" y me encontré un texto bastante denso con consideraciones previas a las previas consideraciones acerca de cómo se empieza un relato, cómo se da comienzo a una narración y no a cualquier narración sino una en la que se busca la verdad, verdaderamente se busca la verdad; hay que ser muy cuidadosos, sobre todo cuando se va a decir la verdad no así, de cualquier modo, a la buena de Dios, por los polvos de los caminos, al alcance de todo el mundo sino una verdad específica a un oyente concreto al que se había elegido precisamente para ese momento de decirle esa verdad. Las consideraciones, reparos, contraposiciones, excepciones, salvedades se enroscaban y desenroscaban a lo largo de varias páginas de denso discurrir que ahorro al lector que lo es de blog, género liviano. Pero no me privo de poner un ejemplo de la prosa de mi amigo: había renunciado a explicar por qué era imposible encontrar respuesta a la infinita pregunta del ser humano; pero se propuso, ya que no explicar, sí mostrar esa imposibilidad. Una pregunta infinita es una que no se acaba nunca, de la que conocemos dos formas: la lineal que consiste en preguntar por la raíz de la respuesta que se haya dado a la pregunta anterior lo que nos lleva al origen de los tiempos; y la llana consistente en plantear el porqué de todas y cada una de las cosas que hay en la existencia utilizando si queremos cualquier clasificación semántica del Ser, por ejemplo la muy normalita de don Julio Casares. Encontraremos Universo/Dios - Mundo orgánico -Reino animal - Los irracionales - Zoología - Insectos, larvas y ahí ya nos atascamos como la rueda del carro en el lodo porque insectos hay incontables y aparecen y desaparecen que es un primor. Así que las aporías de Zenón son reales como la vida misma. Lo que sucede es que luego nos adaptamos a todo de forma que igual que acabamos entendiéndonos mal que bien con un vocabulario de un par de miles de palabras (si llega), trotamos por la existencia con sólo algunas de las respuestas a las preguntas y esas aun a título provisional y de prueba. Pero naturalmente yo no estoy hablando de un conocimiento de dos mil palabras, de un conocimiento completo, del acceso a la verdad para lo cual, según lo entiendo, he de empezar por decir yo mismo la verdad. Carece de sentido ir en busca de la verdad de mentira o con la mentira. Pero decir la verdad sobre uno mismo es lo más difícil que hay. Tengo para mí que llamamos locos a aquellos que en algún momento se dijeron la verdad sobre sí mismos. Por eso los demás, los llamados cuerdos, no podemos decir la verdad sobre nosotros mismos, puesto que la ignoramos y la ignoramos a caso hecho, a ciencia cierta, si cabe la expresión.

- Un momento- dije sin darme cuenta de que estaba hablando en voz alta- ¿Quién está hablando aquí?- Por supuesto yo mismo que acababa de hacerlo pero me refería a quién estaba hablando en el relato que tenía en la pantalla. Fui con el ratón al comienzo del relato: "Por dónde se empieza", pero sin mención de autor. Habría de suponer que era Vlam. El texto seguía en el tenor mostrado durante algunas páginas más hasta enredarse en una madeja de consideraciones acerca de "por dónde se empieza una fortuna", un denso laberinto lleno de valores, activos, pasivos, liquidez, rates, préstamos, intereses, concursos, retranqueamientos, apalancamientos, futuros, swaps, nominal, acciones, obligaciones, balances, deudores, inversiones, capital fijo, variable, pérdidas, garantías, provisionamientos, deficit, superavit, cláusulas, subrogaciones, hipotecas, ejecuciones, avales, cotizaciones que en poco tiempo se me asemejaban a un pozo en donde se movían cientos de siniestros reptiles de relucientes visos cárdenos, violáceos, glaucos de toda condición, una exageración que casi me lleva al vértigo y que se interrumpió repentinamente, para dar paso a una pregunta en tamaño de letra superior al normal. "¿Qué se te ocurre a ti?"

En ese momento sonó el skype, se encendió el monitor de la webcam en el ordenador y en la pantalla apareció Vlam, diciendo:

- Ya has llegado a la pregunta, ¿no?

- Sí, bueno pero déjame seguir con el capítulo, que no lo he terminado.

- ¡Qué capítulo ni leches! El capítulo sigue aquí. ¿No te has enterado de que existe internet?

- Pregunta idiota. Pero tendré que leerme el capítulo si quieres mi opinión.

- El capítulo es lo que has leído hasta ahora y lo que digas a partir de ahora.

Me resigné y me dispuse a escuchar. Me preguntó si recordaba una conversación que habíamos tenido muchos años atrás, cuando él estaba empezando su carrera en los negocios en la que me planteó el caso de un amigo suyo, también negociante, que tenía un apuro moral porque había empezando los suyos en grande a base de chantajear a un tipo más poderoso aun, a quien sacó el dinero necesario para emprender él su propio vuelo. Claro que me acordaba. Aquel amigo no existía; era él mismo, cosa que ya sabía yo desde que tuvo lugar la conversación. El caso es que yo le había preguntado si su "amigo" había hecho el dinero suficiente para devolver lo suyo al chantajeado sin menoscabo de su fortuna y, como fuera así, le aconsejé que lo hiciese y sellase las paces con el otro. Ahora veía claro por qué había puesto aquel título al capítulo, "Por dónde se empieza". Por dónde se empieza a hacer una fortuna, por dónde la riqueza, el poderío.

- Mira- le dije, ampliando la imagen a plena pantalla- me acuerdo perfectamente y sé lo que dije y que no volvimos a hablar sobre el asunto, de donde deduje que tu "amigo" habría hecho lo que sugerí, que bastante dudoso moralmente hablando es. Si lo chantajeaste es porque habría hecho algo malo, delictivo, deshonroso, que no querría que se supiera, desde luego, pero eso no legitima ni hace moral tu chantaje ; sólo lo hace posible porque si el otro no hubiera cometido la pifia, tú no hubieras podido chantajearlo. Pero en todo caso puedes suponer que la pregunta de por dónde se empieza a hacer una fortuna es, por ejemplo, chantajeando. Uno puede mirar eso de muchos modos, desde una actitud moralista o desde la impasibilidad de las estrellas que ven cómo los seres humanos hacen siempre su fortuna a base de asesinar, violentar, secuestrar, torturar, humillar, explotar a sus semejantes, a todos sus semejantes, desde los más lejanos a los más próximos. Estos con mayor delectación y comodidad. El ser humano es un predador de los seres humanos. Cuando el origen de la fortuna estaba en degollar semejantes de distinto territorio (para robarles, claro), raza, cultura, religión (siempre para robar), civilización o continente, los que así lo hacían alcanzaban condiciones nobiliarias, la aristocracia surge del cieno y la sangre. Pero eso se olvida después recitando madrigales al compás de una vihuela, leyendo las très riches heures de madame la comtesse o yendo a la caza del unicornio.

- Claro- dijo Vlam muy convencido- Y eso es la aristocracia. La democracia, además de cieno y sangre se hunde en la mierda. Algún día te explicaré mi teoría sobre la mierda, último sistema filosófico vivo, cuyo Dios es Alfred Jarry y Vlam su único profeta. Pero ahora no es necesario enredarse en estas disquisiciones. La pregunta acerca de "Por dónde se empieza" no se refería a cómo fueron las cosas en realidad, que eso es como es, sino a cómo se empieza a contarlo. Cómo se convierte algo en un relato y se atiene uno a la verdad.

- Pues no sé; se me ocurre que como lo estás haciendo, por internet. ¿Lo estás grabando?

- Hombre, claro. Pero no es tan fácil.

- ¿Por qué? Ya lo has hecho.

- No es tan fácil, te digo. No me limité a chantajearlo. Después de escuchar tu sabio consejo de devolverle su dinero lo que hice fue obligarle a firmar un documento en el que ambos nos declarábamos herederos universales del otro, y luego lo maté. Tenía que coronar mi obra, perfeccionar lo que había empezado. Como comprendes no se levanta un imperio administrando una fonda de tres al cuarto. Hay que disponer de medios. Él los tenía y a mí me hacían falta. Fue un crimen perfecto y eso que dicen que no los hay.

No daba crédito a mis oídos.

- ¿Cómo murió tu desgraciado socio?- Me pareció que debía dar alguna muestra de mínima conmiseración.

- Se estrelló con un coche que se salió de la carretera y cayó por un barranco.

- ¿Y no te investigaron dado que eras el principal beneficiario?

- No; yo iba con él en el coche. Fue un lamentable accidente.

- Valiente figura: pudiste haberte matado también.

- Pude, pero no pasó y el que no arriesga, no gana. La vida es una mierda de la que nos libramos jugando a la ruleta rusa. Gracias por ayudarme a contar la verdad. No sabía cómo hacerlo.

- Espera un momento; esto no tiene sentido. Tú estás escribiendo una historia, no puedes meter esta conversación...

- ¿Por qué no? Si tú mismo me lo decías hace un instante. ¿Ves como no eres perseverante? Por so nunca levantarás cabeza. Tenía un problema: por dónde empezar a contar la verdad acerca de un asunto que todo el mundo iba a juzgar moralmente, sin perder mucho tiempo y sin tener que fingir sentimientos que no profeso.

- Pero si dices que lo que cuentas es verdad y efectivamente sucedió como lo dices, estás confesando el delito.

- No, hombre, estoy escribiendo un relato que es mi vida, en la que cuento sólo la verdad; pero como todo el mundo sabe eso es imposible y por tanto esto es una ficción y todo parecido con la realidad es casual. Ni tú mismo existes.

-¿Cómo que no?

- Como que no. Mírate bien, ¿qué eres? Un miserable bloguero que va rellenando cuartillas o el equivalente en pulgadas de pantalla sobre las cosas que se le pasan por la cabeza, las reales, las inventadas, las mitad y mitad, que dice que está haciendo un viaje a ninguna parte, el muy cursi y ni siquiera sabe en dónde se ha metido. Lo dicho: gracias.

- Y cortó bruscamente.

Ya era de día. Una claridad difusa atravesaba los visillos de las ventanas mientras oía un lejano zureo de palomas. Me tumbé en la cama y esta vez sí empecé a quedarme dormido pensando en que, al despertarme, me despidiría de Vlam, cuya imagen había cambiado mucho en mi ánimo. Luego dicen que en los viajes no se aprende. Mi idea de Vlam y su fortuna encajaba con el hecho de que la hubiera amasado por medios inmorales y delictivos, como el chantaje. Tal posibilidad hasta halagaba mi espíritu combativamente anticapitalista, que veía en este sistema económico el paradigma del mal. Y eso no me hacía a Vlam especialmente detestable. Bastaba con mirar en torno suyo y ver que quienes lo rodeaban, magnates y grandes empresarios parecían cortados por el mismo patrón. Pero es que Vlam había llegado al asesinato, lo que, en principio, planteaba una situación distinta. Ser un crápula, un ladrón, un estafador, pase; pero un asesino es ya muy otra cosa. Claro que tampoco era tan extraño después de todo en lo que lo conocía. Lo suyo era llegar arriba, estar en la cima, ser el que más, el perfecto, el súmmum. Con todo lo que había aprendido ahora tenía cuando menos para un par de días de cavilaciones. Coronar su carrera con la consabida obra de arte del asesinato. Me quedé sorprendido a la vez que sosegado con el descubrimiento. Ya tenía corregida casi del todo mi imagen de Vlam, así que, al despertarme me despediría de él en la recepción y continuaría mi camino. Aunque sospechaba que a lo mejor no me dejaba. Me faltaba un punto, ¿quién me decía que, siendo un perfeccionista, Vlam se contentaría con un único asesinato? ¿Y si fuera un asesino en serie? Creía verlo dibujarse en el marco de la ventana, con una capa negra... y ahí me quedé dormido. Estaba muy cansado.

(La imagen es el grabado nº 3 ("Anhelos") de la Historia de un guante (1894), de Julius Klinger).

dilluns, 24 de novembre del 2008

El famoso auto del juez Garzón.

Por fin encontré tiempo para leer atentamente el último auto del juez Garzón por el que responde al escrito de impugnación del fiscal señor Zaragoza y se inhibe en el conocimiento de la causa por los crímenes del franquismo en favor de los órganos jurisdiccionales territoriales competentes. De entrada debe decirse que si el primer auto por el que ordenaba diligencias previas al pronunciamiento sobre su competencia era magnífico, éste lo supera con creces. Es una pieza extraordinaria tanto en lo jurídico como en lo político y lo histórico. Espero que todos los publicistas y opinantes que ensalzaron el escrito de impugnación del fiscal Zaragoza en su día diciendo que había destruido las argumentaciones del juez Garzón salgan ahora en su auxilio porque va a necesitarlos y mucho.

Por fortuna no es el caso de Palinuro porque de las diversas entradas que ha dedicado a este apasionante asunto de los crímenes contra la humanidad cometidos por los franquistas que gobernaron el país cuarenta años la del 21 de octubre pasado titulada La Ley y la Justicia y la del 24 del mismo mes titulada Blogorismo de la pelea (II): Garzón contra el fiscal sostenían que el escrito del fiscal era muy inferior al del señor Garzón, contradictorio e irrelevante y que no hacía otra cosa que repetir los argumentos de aquel con el signo cambiado y demostrar que algunos ni los había entendido. El nuevo auto del señor Garzón que puede consultarse íntegro en Público, hace añicos el escrito del fiscal demostrando que, además de incongruente, inconsistente y contradictorio, rompe el principio de unidad del Ministerio Público puesto que adopta actitudes contrarias a las defendidas por ese mismo Ministerio en otros procedimientos de idéntico contenido. Repito: aquellos que se quedaron embobados con la sapiencia jurídica del fiscal Zaragoza, ¿tienen algo que decir de la refutación del señor Garzón?

Se recordará que también hubo ilustres publicistas que salieron a decir que el señor Garzón desbarraba, a lo que Palinuro contestó con otra entrada de siete de noviembre titulada No, Garzón no desbarra. Todo eso parece ahora muy lejano. De la lectura del auto del juez Garzón se sigue que en los cuatro puntos esenciales contenciosos del asunto, los que verdaderamente nos interesan desde el punto de vista moral y político, él tenía razón: a) los delitos de los franquistas entre 1936 y 1951 son crímenes contra la humanidad; b) no han prescrito; c) no ha cuestión al principio de irretroactividad de las normas penales; d) la Ley de Amnistía de 1977 no es de aplicación. Y lo prueba con una contundencia más allá de toda duda.

Al propio tiempo, al declarar extinguida por fallecimiento la responsabilidad penal de Francisco Franco y sus cómplices, el juez Garzón se inhibe en favor de la jurisdicción ordinaria. Supongo que tiene razón y lamento mucho que lo haya hecho. Me pregunto si la dicha extinción es causa suficiente para la inhibición o si, manteniéndose que los delitos se cometieron, que fueron contra la humanidad y que en el proceso penal debe prevalecer siempre el derecho de las víctimas a la reparación, no debiera haber defendido su competencia. Sobre todo porque, como es de imaginar, al fragmentar la causa territorialmente habrá juzgados que cumplan y otros que no lo hagan.

De todas formas eso es también ya cosa de segundo orden porque el auto en cuestión plantea por fin a las claras un asunto, hasta ahora oculto, de una importancia decisiva, una verdadera bomba política que está llamada a alterar todo el planteamiento de esta cuestión: los niños secuestrados, robados por los franquistas y recluidos en centros oficiales o entregados a familias adeptas al régimen, los miles de niños a quienes robaron sus señas de identidad. Un asunto que nadie se había atrevido a plantear en sede judicial hasta la fecha y que tendrá consecuencias.

Es en conexión con este terrible asunto de los niños robados donde el auto del juez Garzón presenta testimonios espeluznantes como las citas textuales del Dr. Vallejo-Nágera, psiquiatra oficial del régimen que, con autorización de éste, hizo experimentos entre los reclusos en los campos de concentración para demostrar su idea "de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental (...) pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación total de estos sujetos desde la infancia podría liberar a la sociedad ded plaga tan terrible" (pág. 14 del auto). Este canalla estaba convencido de que tenía que haber relaciones "entre las cualidades biopsíquicas del sujeto y el fanatismo político democrático-comunista" (pág. 19 del auto).

Por fortuna para la causa de la justicia, el proceso que ha puesto en marcha el juez Garzón ya no se podrá detener. El Gobierno tendrá que activar la aplicación de la llamada Ley de la Memoria Histórica. Pero asimismo es magnífico que el señor Garzón lo haya abierto. Su juzgado ha declarado extinguida por razón de fallecimiento la responsabilidad criminal de Francisco Franco y unos cuantos secuaces más. Eso es lo que se ajusta a derecho. Pero ajustado a derecho ha quedado claro ya en sede judicial que Francisco Franco y sus secuaces fueron un grupo de delincuentes autores de crímenes contra la humanidad. Presuntamente, claro. Que quienes hablan en público y se refieran al "anterior Jefe del Estado" sepan de quién están hablando.

Ahora, además, el procedimiento ha entrado de lleno en el terreno político, en donde la discusión se hace apasionada. He leído una furibunda diatriba antigarzoniana en el blog de Joaquín Leguina, en una entrada titulada Muertos y sepultura en la que, además de arremeter contra el juez Garzón con argumentos ad hominem inadmisibles, estructura su posición atacando en cuatro apartados que él llama "mensajes" y que dice refutar. Son los siguientes:

Mensaje 1º: niega encendidamente que la Ley de Amnistía y la transición en su conjunto fueran obra del miedo, la cesión y la claudicación. Pero, por más que lo niegue, es la verdad. ¿O es que el golpe que al final acabó dándose el 23 de febrero de 1981 no planeaba desde 1975? ¿En dónde se redactó el artículo 2 de la Constitución? Que las cosas fueran así no resta mérito a quienes las protagonizaron. Todos estamos muy contentos de cómo salió el asunto. Pero han pasado treinta años y nuestra visión puede hacerse más realista. El miedo a la amenaza estuvo presente en toda la transición, como lo estuvo después, muchos años después. Ese miedo que en muchas partes de España dura hasta hoy (quiera o no verlo el señor Leguina) es precisamente el que nos exige apoyar la actitud del señor Garzón.

Mensaje 2º: No es aceptable la idea de que "los asesinados en la retaguardia republicana ya fueron “honrados” y sus asesinos perseguidos por el franquismo. Los únicos que ahora deben ser “honrados” -y sus asesinos juzgados- son los represaliados por el franquismo." ¿Por qué no va a ser aceptable si es verdad? Dos matices, además, por si acaso. Matiz uno: por no aceptar del franquismo yo no aceptaría ni siquiera sus "honras" a los suyos; pero eso que lo arreglen ellos. Matiz dos: aquí no se trata sólo de los asesinados en el curso de la guerra sino, sobre todo, de los asesinados en la postguerra, cuando el régimen aplicó una política de exterminio sistemática durante veinte años contra los discrepantes. Esa es la importancia del proceso de Garzón que el señor Leguina pasa por alto al tiempo que llama "interesados" (ignoro por qué) a quienes lo defienden. No es solamente la guerra, es el genocidio cometido en la postguerra contra una población aterrorizada e inerme, niños incluidos, de lo que hay que tratar y no volver a ocultarlo esta vez no ya sólo por miedo (que es más o menos comprensible) sino por algún otro sentimiento que no quiero calificar y no es difícil de barruntar.

Mensaje nº 3: no todos los muertos del bando republicano son igualmente honorables. Por supuesto que no, ¿y qué? ¿Es que faltan en la izquierda agallas para decir que García Atadell era un asesino, como asesinos fueron los chequistas, los de Paracuellos y otros criminales? No lo creo. Pero ¿no es obvio que si se acepta ese motivo para no remover (y nunca mejor dicho) el asunto pagarán decenas de miles de inocentes por unos cuantos cientos de criminales?

Mensaje nº 4: rechaza el señor Leguina la propuesta de que: "La derecha española es heredera y añorante del franquismo". Respecto a los votantes, no lo sé; hay de todo: muchísimos franquistas (los que llenaban la Plaza de Oriente estarán en algún sitio ¿no?) y muchísimos que no lo serán. Respecto a sus políticos más representativos, ¿qué duda tiene el señor Leguina? ¿Qué cree que piensan el señor Fraga, el señor Aznar, el señor Mayor Oreja, etc?

Una última consideración que tiene la importancia que tiene: de los 112 comentarios que he visto a la entrada del blog del señor Leguina, hay cinco más o menos de izquierda, uno que no viene a cuento y dos contestaciones del propio señor Leguina. Los otros 104 son de la derecha más o menos cerrada. Y todos lo felicitan. A mí eso me haría pensar. Y quien crea que tengo algo de sectario, que lea la entrada siguiente.

Por cierto, García Atadell y su brigada se presentaron en casa de mi abuelo, Armando Cotarelo, en dos ocasiones para darle el paseo sin conseguirlo gracias a la enérgica intervención de mi abuela que era más de armas tomar que el propio Atadell. Don Armando murió de muerte natural bastantes años después y en la dedicatoria a su madre con que encabezó un libro sobre el seminario de nobles de Vegadeo decía que en 1938 Madrid vivía bajo el "terror rojo". Sabía de lo que hablaba.

(La imagen es una foto de sagabardon, bajo licencia de Creative Commons)

Propaganda comunista.

Siendo yo un chaval, pues tendría unos diecisiete años, y como en casa había acceso a todos los libros prohibidos durante el franquismo, leí el de Constancia de la Mora Doble Esplendor que me causó grandísima impresión. Era una especie de autobiografía muy bien escrita de la autora, nieta de don Antonio Maura, republicana, que pasó la mayor parte de la guerra civil trabajando en la Secretaría de Prensa extranjera del Gobierno de la República, es decir, en un departamento de censura y propaganda, aunque entonces lo único que yo veía era que se trataba de una mujer de la alta sociedad, muy competente, que hablaba correctamente varias lenguas extranjeras y sabía tratar a los corresponsales extranjeros, cuestión crucial para la imagen exterior de la República. La autora, que había muerto años atrás, en 1950, me era familiar porque mi madre, que tenía sus mismas condiciones, fue colaboradora suya y me había hablado mucho de ella.

En esa edad, los diecisiete años, es fácil que a uno lo impresionen las lecturas pero este libro lo hizo como pocos. Todo en él me parecía extraordinario: la historia de una niña/jovencita de clase alta que hace un matrimonio más o menos convencional con un hombre de derechas pero luego aprovecha la ley de divorcio de la República para separarse y casarse con un republicano, Ignacio Hidalgo de Cisneros (con un pedigree similar al suyo), abraza generosamente la causa de la República, da todo por ella, se enfrenta a su familia, combate hasta el final y, por último pierde la guerra. Al leerlo me parecía estar leyendo la biografía de mi madre, cuya vida había sido hasta entonces idéntica. El libro tiene momentos magníficos sobre todo cuando se habla de las Brigadas Internacionales, y se habla mucho. Recuerdo que uno de los aspectos que más impresionó fue precisamente ése, que pareciera dirigido a un público internacional, que tratara del lugar de la República en el mundo y soslayara las eternas rencillas interpartidistas entre los republicanos que eran aburridas.

Confieso que no me llamó la atención que la autora no dijera en parte alguna que era miembra del Partido Comunista o que lo fuera su marido. Como tampoco que la interpretación general de la guerra y los conflictos en el campo republicano tuvieran la perspectiva comunista. Por aquel entonces no conocía a fondo otra salvo la de los vencedores que no me parecía aceptable en modo alguno.

Volví a leer el libro unos diez años después y ahí ya sí me di cuenta de que era, ante todo, un libro sesgado desde el punto de vista exclusivamente comunista, cosa que me chocó porque por entonces ya sabía que en la guerra había habido mucho conflicto interno en el bando republicano, no era oro todo lo que relucía y los comunistas ya no eran santos de mi especial devoción. Pero seguí estimándolo mucho, como uno de los primeros y más genuinos y conmovedores testimonios de la guerra civil, al tiempo que un documento sociológico-biográfico de gran interés. Y así siguió siendo hasta que hace un par de años leí un trabajo de Wilebaldo Solano en el que se decía que el lugar en el que Andreu Nin fue secuestrado, torturado y probablemente asesinado, era un chalet perteneciente a Constancia de la Mora en Alcalá de Henares. Eso me causó un gran impacto. Ya no podía preguntar a mi madre porque había fallecido, así que hice unas pesquisas y el resultado que obtuve era que Constancia de la Mora y su marido, Ignacio Hidalgo de Cisneros, probablemente estaban al tanto y aprobaban los crímenes de los agentes soviéticos en España y de sus coadyuvantes españoles. Hace poco, el 27 de abril de este año, saqué una reseña de la revista Viento Sur en la que se documenta el trágico destino del revolucionario catalán, en una entrada titulada En Salamanca o en Berlín. Por entonces ya tenía claro que alguien había estado jugando con mi buena fe, mi entusiasmo de la primera juventud. No sabía hasta qué punto.

Este año se ha publicado el libro Soledad Fox Maura (Constancia de la Mora. Esplendor y sombra de una vida española del siglo XX, Biblioteca de Historia, Espuela de Plata, Salamanca, 2008, 367 págs) que es una biografía de nuestra autora hecha al hilo de su propia obra, esto es, una especie de deconstrucción de Doble esplendor. Fox Maura ha hecho un magnífico trabajo historiográfico y ha sacado a luz a un personaje contradictorio, con luces y sombras, sin cargar en exceso sobre las unas o las otras. Pero un trabajo que modula por entero mi visión de Doble esplendor ayudándome a entender por fin un libro que había leído dos veces y que las dos veces me había engañado porque, como demuestra Fox Maura, fue escrito para eso, para engañar.

Fox Maura traza la biografía de Connie (el nombre familiar con que todos la conocían) desde su boda con Germán Manuel Bolín y Bidwell, un faitnéant andaluz, con el que tuvo la única hija que tendría en sus dos matrimonios. Por entonces era Connie una señorita de buena sociedad madrileña. Empieza a hacerse republicana cuando entra en relaciones con Ignacio Hidalgo de Cisneros (cuyas memorias, Cambio de rumbo también son de provechosa lectura si bien no ocultan que son las de un comunista a machamartillo). Según Fox Connie da a entender sin embargo que sus convicciones republicanas eran independientes de su encuentro con Hidalgo de Cisneros (p. 85). En 1936 la nieta de Antonio Maura ingresa en el Partido Comunista de España (PCE) pero de esto no se habla en sus memorias; como tampoco del ingreso simultáneo de su marido. En general Doble esplendor oculta la filiación comunista de casi todos los que lo eran dando a entender que en la guerra civil había fascistas de un lado y republicanos del otro con el añadido de algunos extremistas y provocadores (luego derrotistas, claro es) anarquistas, largocaballeristas o trostystas. Los comunistas no aparecen. De hecho, hasta oculta que el matrimonio Alberti era militante comunista (p. 108). Se habla mucho de la ayuda de la Unión Soviética a la República pero se da a entender que esa ayuda no traía condiciones políticas algunas (p. 97) cuando los soviéticos inundaron de propaganda y agentes la España republicana.

Connie se expresa en todo momento en términos muy duros contra el POUM pero ni ella ni Hidalgo de Cisneros en sus memorias mencionan a Nin (p. 154), lo que ya es raro. Y mucho más que tampoco hagan mención de otro caso de desaparición muy sonado por aquellas fechas y que los afectó de lleno porque conocían a la víctima, José Robles, un español repatriado que trabajaba con todas sus fuerzas a favor de la República y que probablemente, como Nin, fue asesinado por agentes soviéticos con ayuda española (p. 148).

¿Qué significado tiene todo esto? Fox Maura lo aclara: al fin de la guerra, Connie llegó a Nueva York, donde contactó con los gringos partidarios de la República, en especial su amigo Jay Allen, a quien conocía de los tiempos del Departamento de Prensa Extranjera, los veteranos de la Brigada Lincoln y trabó relaciones con los comunistas estadounidenses. En poco tiempo se decidió (quizá fue la propia Connie con sus instinto natural para la propaganda) que, para ayudar a la causa de la República en los EEUU y conseguir que estos se comprometieran a intervenir en España en contra de Franco, debía escribirse un libro que contara la vida de Connie ("aristócrata" desclasada que se alinea con la República) y levantara simpatías con la causa republicana. Pero era un libro para un mercado gringo, por tanto de él debía desaparecer toda referencia al comunismo y eso es lo que explica que Doble esplendor, que se publicó primero en Nueva York en inglés como In Place of Splendor saliera como un canto aséptico a la lucha de una república democrática contra el fascismo, perjudicada por la hipócrita política de no intervención de las potencias democráticas, especialmente los EEUU. Se trataba de crear mala conciencia. El libro fue un éxito; antes del año se habían hecho cinco ediciones; Eleanor Roosevelt, John Dos Passos, Ernest Hemingway lo presentaron o hablaron a su favor y hasta se comenzaron sendas adaptaciones al teatro y al cine que luego no se hicieron. Por supuesto hubo gente que supo ver de qué se trataba y denunció el caso. Así Leigh White que había estado en España en 1937 escribió una crítica en The Nation en la que acusaba a Connie de haber escrito un libro de propaganda comunista mal disimulada (p. 208). Pero esas voces quedaron anegadas en el general clamor laudatorio.

Sin embargo Doble esplendor es, a todos los efectos, exactamente eso: una pieza maestra de propaganda comunista en los EEUU para estómagos gringos. Soledad Fox afirma en esta obra que no fue Connie quien escribió el libro, sino que se limitó a relatar su vida a la escritora y periodista Ruth McKenney, también miembra del Partido Comunista, pero con mucho más oficio de escribir que la española, que fue quien redactó el texto, razón por la cual éste fue un éxito.

Prueba concluyente y definitiva de ello Fox no tiene, pero acumula tal cantidad de datos y pruebas colaterales que es imposible negar el hecho. Al presentar la obra como de la exclusiva autoría de Connie, el efecto que se perseguía aumentaba. "Sin duda", dice Fox, "al encubrir la participación de McKinney, no sólo fue objeto de mayor estima personal, sino que el mensaje de su libro resultó más eficaz al ser percibido como auténtico" (p. 193). ¿Auténtico? "El lector americano de In Place of Splendor (Doble esplendor) aceptó con entusiasmo que esta culta española admirara su idioma y lo hablara como una nativa" (p. 191).

Pero esto no era cierto. Para probarlo, Fox cita el siguiente párrafo del original: "none of the good correspondents suffered from Richard Harding Davis overtones. Now and then some new agency man-sent, as is the wont of news agencies, direct from the police beat in Hoboken, fancied himself a Knight of the Typewriter" y añade "Esto no está escrito por Constancia de la Mora, ni son éstas sus palabras retocadas por un editor de Harcourt, Brace & Co. Éstas son las palabras de una brusca neoyorquino (sic), como Ruth McKenney" (p. 190). No tengo la menor duda. Sobre todo, cuando se sabe que, con el éxito de In Place of Splendor, llegó el prestigio, la popularidad, el dinero, la invitaciones a conferencias y Connie acabó creyendo que era una escritora. Fox cuenta cómo, ya desde su exilio en México, se embarcó en la tarea de publicar otro libro en los EEUU sobre España cuyo original le fue rechazado por la editorial a causa de que su texto no era editable ni en el sentido inglés del término.

Fox acumula más pruebas: aporta conversaciones y textos escritos de Connie en los que reconoce una mayor o menor extensión de la autoría de McKenney. Si no hizo la confesión completa y pública fue, según da a entender Fox Maura, por vanidad y negra honrilla. ¿Y por qué no dijo nada la propia Ruth McKenney? Al fin y al cabo de todos los libros que escribió fue el más famoso y de que lo escribió ella no dudó jamás porque Fox cita una carta a su hija (de McKenney) en la que relata los libros que ha publicado e incluye In Place of Splendor. ¿Por qué no dijo nada? Aquí no cabe vanidad para el silencio y Fox no tiene respuesta. Yo aventuro una: el libro fue un plan del partido comunista para colocar en el mercado gringo una pieza de propaganda eficaz, McKenney y Connie eran las dos comunistas, por lo tanto, obedientes a lo que el "Partido" dijera. El Partido decía que había que mover la simpatía estadounidense en favor de la República ocultando la influencia comunista en ella. Y la pieza tenía que ser convincente. Que el éxito de tu propaganda se mida en que nadie sepa lo que has hecho habla mucho sobre la estructura moral de los comunistas pero eso sería materia para otro post. El caso es que McKenney y Connie se sacrificaban por "la causa" aunque cada una de forma distinta.

El libro de Fox Maura sigue los pasos de Connie cuando ésta se traslada a vivir a México, concretamente a Cuernavaca. En esa última parte de su existencia, aunque la española trataba de seguir silenciando su condición política (entre otras cosas para mantener la amistad con Eleanor Roosevelt, que tan útil le era), trabajó como agente comunista directamente al servició soviético como colaboradora del embajador ruso en México. Prácticamente todos sus conocimientos y amistades no comunistas habían ido dándose cuenta de la situación y rompiendo con ella. Fox incluye una carta de Juan Ramón Jiménez sobre Doble esplendor que no deja lugar a dudas (p. 108) y sostiene que los recuerdos de Burnet Bolloten, Fischer, Barea o Prieto coinciden en que era demasiado partidista e intransigente (p. 133). Acabó rompiendo con su amigo Jay Allen y con Mrs. Roosevelt. Pero ella siguió fiel a sus ideales comunistas. En 1944 publicó un artículo en Soviet Russia Today, llamado Young Spain in the USRR de clarísima propaganda, hablando de lo magníficamente que estaban allí los niños españoles refugiados (p. 277). En el caso de su hija Luli, que había ido en 1937 y no salió para México hasta 1945, es posible, aunque dudoso. Lo digo porque, una vez llegada a México, se casó y nunca más volvió a pisar la Unión Sovietica. La última en darse cuenta con disgusto de la condición comunista de Connie fue su amiga Mary Wallner O'Brien, una millonaria gringa, vecina suya en Cuernavaca y con quien estaba viajando cuando se produjo el accidente de carretera que costó la vida a Connie con cuarenta y cuatro años. Mary O'Brien dejó un manuscrito, Adiós, Connie, depositado en la Universidad de Nueva York y que ha sido muy útil a la autora para ilustrar los últimos tiempos de la vida de Constancia de la Mora Maura.

Ahora me explico por qué me gusta tanto Doble esplendor, que he empezado a leer por tercera vez, ésta en el original inglés de su verdadera autora, Ruth McKenney: porque está muy bien escrito. Es una pieza de propaganda comunista perfectamente unilateral pero con muy buen estilo. Igual que el Acorazado Potemkin es una desvergonzada pieza de propaganda comunista pero también una película extraordinaria o, por irnos al otro lado, Nacimiento de una nación es una pieza de propaganda racista y del Ku-Klux-Klan y una obra de arte.

No guardo rencor a Constancia de la Mora por haberme engañado (y, conmigo, a muchos más); al fin y al cabo, la primera víctima de aquel complot comunista fue ella misma que hubo de fingir ser capaz de escribir lo que no era capaz de escribir, cosa que acabó arruinando su existencia. Por supuesto, queda por averiguar cuánto sabía Connie de los asesinatos comunistas, los casos de Nin, Robles, etc. Fox Maura duda de que ella e Hidalgo de Cisneros no estuvieran al tanto, pero no dice más. Por eso queda por averiguar pues no es asunto menor ni mucho menos.

Descanse en paz Constancia de la Mora Maura.