Siendo yo un chaval, pues tendría unos diecisiete años, y como en casa había acceso a todos los libros prohibidos durante el franquismo, leí el de Constancia de la Mora Doble Esplendor que me causó grandísima impresión. Era una especie de autobiografía muy bien escrita de la autora, nieta de don Antonio Maura, republicana, que pasó la mayor parte de la guerra civil trabajando en la Secretaría de Prensa extranjera del Gobierno de la República, es decir, en un departamento de censura y propaganda, aunque entonces lo único que yo veía era que se trataba de una mujer de la alta sociedad, muy competente, que hablaba correctamente varias lenguas extranjeras y sabía tratar a los corresponsales extranjeros, cuestión crucial para la imagen exterior de la República. La autora, que había muerto años atrás, en 1950, me era familiar porque mi madre, que tenía sus mismas condiciones, fue colaboradora suya y me había hablado mucho de ella.
En esa edad, los diecisiete años, es fácil que a uno lo impresionen las lecturas pero este libro lo hizo como pocos. Todo en él me parecía extraordinario: la historia de una niña/jovencita de clase alta que hace un matrimonio más o menos convencional con un hombre de derechas pero luego aprovecha la ley de divorcio de la República para separarse y casarse con un republicano, Ignacio Hidalgo de Cisneros (con un pedigree similar al suyo), abraza generosamente la causa de la República, da todo por ella, se enfrenta a su familia, combate hasta el final y, por último pierde la guerra. Al leerlo me parecía estar leyendo la biografía de mi madre, cuya vida había sido hasta entonces idéntica. El libro tiene momentos magníficos sobre todo cuando se habla de las Brigadas Internacionales, y se habla mucho. Recuerdo que uno de los aspectos que más impresionó fue precisamente ése, que pareciera dirigido a un público internacional, que tratara del lugar de la República en el mundo y soslayara las eternas rencillas interpartidistas entre los republicanos que eran aburridas.
Confieso que no me llamó la atención que la autora no dijera en parte alguna que era miembra del Partido Comunista o que lo fuera su marido. Como tampoco que la interpretación general de la guerra y los conflictos en el campo republicano tuvieran la perspectiva comunista. Por aquel entonces no conocía a fondo otra salvo la de los vencedores que no me parecía aceptable en modo alguno.
Volví a leer el libro unos diez años después y ahí ya sí me di cuenta de que era, ante todo, un libro sesgado desde el punto de vista exclusivamente comunista, cosa que me chocó porque por entonces ya sabía que en la guerra había habido mucho conflicto interno en el bando republicano, no era oro todo lo que relucía y los comunistas ya no eran santos de mi especial devoción. Pero seguí estimándolo mucho, como uno de los primeros y más genuinos y conmovedores testimonios de la guerra civil, al tiempo que un documento sociológico-biográfico de gran interés. Y así siguió siendo hasta que hace un par de años leí un trabajo de Wilebaldo Solano en el que se decía que el lugar en el que Andreu Nin fue secuestrado, torturado y probablemente asesinado, era un chalet perteneciente a Constancia de la Mora en Alcalá de Henares. Eso me causó un gran impacto. Ya no podía preguntar a mi madre porque había fallecido, así que hice unas pesquisas y el resultado que obtuve era que Constancia de la Mora y su marido, Ignacio Hidalgo de Cisneros, probablemente estaban al tanto y aprobaban los crímenes de los agentes soviéticos en España y de sus coadyuvantes españoles. Hace poco, el 27 de abril de este año, saqué una reseña de la revista Viento Sur en la que se documenta el trágico destino del revolucionario catalán, en una entrada titulada En Salamanca o en Berlín. Por entonces ya tenía claro que alguien había estado jugando con mi buena fe, mi entusiasmo de la primera juventud. No sabía hasta qué punto.
Este año se ha publicado el libro Soledad Fox Maura (Constancia de la Mora. Esplendor y sombra de una vida española del siglo XX, Biblioteca de Historia, Espuela de Plata, Salamanca, 2008, 367 págs) que es una biografía de nuestra autora hecha al hilo de su propia obra, esto es, una especie de deconstrucción de Doble esplendor. Fox Maura ha hecho un magnífico trabajo historiográfico y ha sacado a luz a un personaje contradictorio, con luces y sombras, sin cargar en exceso sobre las unas o las otras. Pero un trabajo que modula por entero mi visión de Doble esplendor ayudándome a entender por fin un libro que había leído dos veces y que las dos veces me había engañado porque, como demuestra Fox Maura, fue escrito para eso, para engañar.
Fox Maura traza la biografía de Connie (el nombre familiar con que todos la conocían) desde su boda con Germán Manuel Bolín y Bidwell, un faitnéant andaluz, con el que tuvo la única hija que tendría en sus dos matrimonios. Por entonces era Connie una señorita de buena sociedad madrileña. Empieza a hacerse republicana cuando entra en relaciones con Ignacio Hidalgo de Cisneros (cuyas memorias, Cambio de rumbo también son de provechosa lectura si bien no ocultan que son las de un comunista a machamartillo). Según Fox Connie da a entender sin embargo que sus convicciones republicanas eran independientes de su encuentro con Hidalgo de Cisneros (p. 85). En 1936 la nieta de Antonio Maura ingresa en el Partido Comunista de España (PCE) pero de esto no se habla en sus memorias; como tampoco del ingreso simultáneo de su marido. En general Doble esplendor oculta la filiación comunista de casi todos los que lo eran dando a entender que en la guerra civil había fascistas de un lado y republicanos del otro con el añadido de algunos extremistas y provocadores (luego derrotistas, claro es) anarquistas, largocaballeristas o trostystas. Los comunistas no aparecen. De hecho, hasta oculta que el matrimonio Alberti era militante comunista (p. 108). Se habla mucho de la ayuda de la Unión Soviética a la República pero se da a entender que esa ayuda no traía condiciones políticas algunas (p. 97) cuando los soviéticos inundaron de propaganda y agentes la España republicana.
Connie se expresa en todo momento en términos muy duros contra el POUM pero ni ella ni Hidalgo de Cisneros en sus memorias mencionan a Nin (p. 154), lo que ya es raro. Y mucho más que tampoco hagan mención de otro caso de desaparición muy sonado por aquellas fechas y que los afectó de lleno porque conocían a la víctima, José Robles, un español repatriado que trabajaba con todas sus fuerzas a favor de la República y que probablemente, como Nin, fue asesinado por agentes soviéticos con ayuda española (p. 148).
¿Qué significado tiene todo esto? Fox Maura lo aclara: al fin de la guerra, Connie llegó a Nueva York, donde contactó con los gringos partidarios de la República, en especial su amigo Jay Allen, a quien conocía de los tiempos del Departamento de Prensa Extranjera, los veteranos de la Brigada Lincoln y trabó relaciones con los comunistas estadounidenses. En poco tiempo se decidió (quizá fue la propia Connie con sus instinto natural para la propaganda) que, para ayudar a la causa de la República en los EEUU y conseguir que estos se comprometieran a intervenir en España en contra de Franco, debía escribirse un libro que contara la vida de Connie ("aristócrata" desclasada que se alinea con la República) y levantara simpatías con la causa republicana. Pero era un libro para un mercado gringo, por tanto de él debía desaparecer toda referencia al comunismo y eso es lo que explica que Doble esplendor, que se publicó primero en Nueva York en inglés como In Place of Splendor saliera como un canto aséptico a la lucha de una república democrática contra el fascismo, perjudicada por la hipócrita política de no intervención de las potencias democráticas, especialmente los EEUU. Se trataba de crear mala conciencia. El libro fue un éxito; antes del año se habían hecho cinco ediciones; Eleanor Roosevelt, John Dos Passos, Ernest Hemingway lo presentaron o hablaron a su favor y hasta se comenzaron sendas adaptaciones al teatro y al cine que luego no se hicieron. Por supuesto hubo gente que supo ver de qué se trataba y denunció el caso. Así Leigh White que había estado en España en 1937 escribió una crítica en The Nation en la que acusaba a Connie de haber escrito un libro de propaganda comunista mal disimulada (p. 208). Pero esas voces quedaron anegadas en el general clamor laudatorio.
Sin embargo Doble esplendor es, a todos los efectos, exactamente eso: una pieza maestra de propaganda comunista en los EEUU para estómagos gringos. Soledad Fox afirma en esta obra que no fue Connie quien escribió el libro, sino que se limitó a relatar su vida a la escritora y periodista Ruth McKenney, también miembra del Partido Comunista, pero con mucho más oficio de escribir que la española, que fue quien redactó el texto, razón por la cual éste fue un éxito.
Prueba concluyente y definitiva de ello Fox no tiene, pero acumula tal cantidad de datos y pruebas colaterales que es imposible negar el hecho. Al presentar la obra como de la exclusiva autoría de Connie, el efecto que se perseguía aumentaba. "Sin duda", dice Fox, "al encubrir la participación de McKinney, no sólo fue objeto de mayor estima personal, sino que el mensaje de su libro resultó más eficaz al ser percibido como auténtico" (p. 193). ¿Auténtico? "El lector americano de In Place of Splendor (Doble esplendor) aceptó con entusiasmo que esta culta española admirara su idioma y lo hablara como una nativa" (p. 191).
Pero esto no era cierto. Para probarlo, Fox cita el siguiente párrafo del original: "none of the good correspondents suffered from Richard Harding Davis overtones. Now and then some new agency man-sent, as is the wont of news agencies, direct from the police beat in Hoboken, fancied himself a Knight of the Typewriter" y añade "Esto no está escrito por Constancia de la Mora, ni son éstas sus palabras retocadas por un editor de Harcourt, Brace & Co. Éstas son las palabras de una brusca neoyorquino (sic), como Ruth McKenney" (p. 190). No tengo la menor duda. Sobre todo, cuando se sabe que, con el éxito de In Place of Splendor, llegó el prestigio, la popularidad, el dinero, la invitaciones a conferencias y Connie acabó creyendo que era una escritora. Fox cuenta cómo, ya desde su exilio en México, se embarcó en la tarea de publicar otro libro en los EEUU sobre España cuyo original le fue rechazado por la editorial a causa de que su texto no era editable ni en el sentido inglés del término.
Fox acumula más pruebas: aporta conversaciones y textos escritos de Connie en los que reconoce una mayor o menor extensión de la autoría de McKenney. Si no hizo la confesión completa y pública fue, según da a entender Fox Maura, por vanidad y negra honrilla. ¿Y por qué no dijo nada la propia Ruth McKenney? Al fin y al cabo de todos los libros que escribió fue el más famoso y de que lo escribió ella no dudó jamás porque Fox cita una carta a su hija (de McKenney) en la que relata los libros que ha publicado e incluye In Place of Splendor. ¿Por qué no dijo nada? Aquí no cabe vanidad para el silencio y Fox no tiene respuesta. Yo aventuro una: el libro fue un plan del partido comunista para colocar en el mercado gringo una pieza de propaganda eficaz, McKenney y Connie eran las dos comunistas, por lo tanto, obedientes a lo que el "Partido" dijera. El Partido decía que había que mover la simpatía estadounidense en favor de la República ocultando la influencia comunista en ella. Y la pieza tenía que ser convincente. Que el éxito de tu propaganda se mida en que nadie sepa lo que has hecho habla mucho sobre la estructura moral de los comunistas pero eso sería materia para otro post. El caso es que McKenney y Connie se sacrificaban por "la causa" aunque cada una de forma distinta.
El libro de Fox Maura sigue los pasos de Connie cuando ésta se traslada a vivir a México, concretamente a Cuernavaca. En esa última parte de su existencia, aunque la española trataba de seguir silenciando su condición política (entre otras cosas para mantener la amistad con Eleanor Roosevelt, que tan útil le era), trabajó como agente comunista directamente al servició soviético como colaboradora del embajador ruso en México. Prácticamente todos sus conocimientos y amistades no comunistas habían ido dándose cuenta de la situación y rompiendo con ella. Fox incluye una carta de Juan Ramón Jiménez sobre Doble esplendor que no deja lugar a dudas (p. 108) y sostiene que los recuerdos de Burnet Bolloten, Fischer, Barea o Prieto coinciden en que era demasiado partidista e intransigente (p. 133). Acabó rompiendo con su amigo Jay Allen y con Mrs. Roosevelt. Pero ella siguió fiel a sus ideales comunistas. En 1944 publicó un artículo en Soviet Russia Today, llamado Young Spain in the USRR de clarísima propaganda, hablando de lo magníficamente que estaban allí los niños españoles refugiados (p. 277). En el caso de su hija Luli, que había ido en 1937 y no salió para México hasta 1945, es posible, aunque dudoso. Lo digo porque, una vez llegada a México, se casó y nunca más volvió a pisar la Unión Sovietica. La última en darse cuenta con disgusto de la condición comunista de Connie fue su amiga Mary Wallner O'Brien, una millonaria gringa, vecina suya en Cuernavaca y con quien estaba viajando cuando se produjo el accidente de carretera que costó la vida a Connie con cuarenta y cuatro años. Mary O'Brien dejó un manuscrito, Adiós, Connie, depositado en la Universidad de Nueva York y que ha sido muy útil a la autora para ilustrar los últimos tiempos de la vida de Constancia de la Mora Maura.
Ahora me explico por qué me gusta tanto Doble esplendor, que he empezado a leer por tercera vez, ésta en el original inglés de su verdadera autora, Ruth McKenney: porque está muy bien escrito. Es una pieza de propaganda comunista perfectamente unilateral pero con muy buen estilo. Igual que el Acorazado Potemkin es una desvergonzada pieza de propaganda comunista pero también una película extraordinaria o, por irnos al otro lado, Nacimiento de una nación es una pieza de propaganda racista y del Ku-Klux-Klan y una obra de arte.
No guardo rencor a Constancia de la Mora por haberme engañado (y, conmigo, a muchos más); al fin y al cabo, la primera víctima de aquel complot comunista fue ella misma que hubo de fingir ser capaz de escribir lo que no era capaz de escribir, cosa que acabó arruinando su existencia. Por supuesto, queda por averiguar cuánto sabía Connie de los asesinatos comunistas, los casos de Nin, Robles, etc. Fox Maura duda de que ella e Hidalgo de Cisneros no estuvieran al tanto, pero no dice más. Por eso queda por averiguar pues no es asunto menor ni mucho menos.
Descanse en paz Constancia de la Mora Maura.