Conocemos algunos datos significativos. Parte importante de la argumentación neoconservadora ha sido obra de intelectuales izquierdistas que se han pasado a la derecha. Son los extrotskystas estadounidenses, varios antiguos sesentyocheros franceses o los viejos comunistas y hasta "prochinos" españoles. Ya me permití señalar en un post anterior de la serie este interesante fenómeno psicológico/sociológico de la mutación colectiva de racimos de intelectuales antes marxistas, marxistas-leninistas o corrosivos sesentayocheros que sientan hoy plaza de conservadores, tradicionalistas y hasta reaccionarios. A las razones allí apuntadas cabe añadir otra, la de la tendencia intelectual a decir una cosa y hacer otra, a criticar el conformismo y practicarlo, a oponerse al caciquismo y clientelismo y valerse de ellos con frenesí, a valorar la rebeldía del individuo y recitar prontuarios de doctrina.
Sean cuales sean las razones, una de las consecuencias más obvias de ese trasvase masivo es que los teóricos de la derecha conocen y emplean el aparato conceptual de la izquierda porque lo manejaron "desde dentro", igual que José Martí conocía las entrañas del "monstruo" por haber vivido en su interior. Precisamente el concepto que mejor han sabido utilizar en su beneficio ha sido al gramsciano de "hegemonía". Las derechas han comprendido la sabiduría "técnica" que se encerraba en las famosas palabras de Goebbels en el VI Congreso del Partido Nazi en Nürberg, Alemania:
"Está bien tener un poder que descansa sobre los fusiles. ¡Pero es mejor y más satisfactorio ganarse el corazón del pueblo y conservarlo!Digo "técnica" porque eso, en principio, puede predicarse en pro de las más diversas y hasta contrapuestas doctrinas, esto es, "convencer" en lugar de "vencer". Pero eso ¿cómo se hace? Como lo hacía Herr Goebbels: valiéndose de los medios de comunicación, de la prensa y la radio, organizando y adoctrinando a los "camaradas" intelectuales, orientando a los "camaradas" artistas. Como en la Unión Soviética, en definitiva, en donde había una "ciencia proletaria" y una "justicia de clase" en todo equivalentes a la "ciencia aria" y la "justicia de la raza". En definitiva, mediante el empleo de lo que el marxista gramsciano Althusser llamaba "aparatos ideológicos del Estado" que por supuesto incluían a la universidad, importante centro de fabricación de ideología y doctrina.
La lucha es por "el corazón del pueblo". Por supuesto, también se recurre a los fusiles (los "aparatos represivos del Estado" en la terminología althusseriana) cuando se estima preciso. De momento, sin embargo sólo se estima preciso en la periferia del imperio, en Irak, distintas partes de África, Oriente Próximo, etc. En en el centro, en las viejas metrópolis, todavía se juega al juego de la hegemonía ideológica entre otras cosas porque la derecha puede ganarla y, de hecho, la gana. Testigos, Bush, Sarkozy, Merkel, Berlusconi (hoy de sabático), el giro al conservadurismo en algunos países nórdicos, el reinado des deux pères Ubu en Polonia. Una derecha que ha hecho una amalgama de valores tradicionales conservadores con otros del liberalismo tradicional, formando una especie de vademécum mal avenido que se compone, entre otras cosas, de religión, familia, tradición, autoridad, moral sexual, darwinismo social, individualismo, competitividad, relativismo, pragmatismo y hasta laicismo.
La amalgama se ha impuesto como conciencia de la época a través de tres aciertos dignos de consideración: la retórica, el contenido y la forma:
La hegemonía de la derecha en el mundo occidental (en el caso de otros "mundos" podría debatirse, pero no me parece descabellado considerar que el Islam, de traducirse a términos políticos occidentales, se sitúa en el conservadurismo y me quedo corto) se ha desplegado en un frente muy agresivo de crítica a la izquierda cuyos principales argumentos consideraremos mañana.