Hemos ido a ver la exposición del Tintoretto en el Prado que está muy bien. Ocupa toda una galería central de la primera planta y ofrece obras famosísimas del genio veneciano que andan en diferentes museos y otras, claro, de los fondos del nuestro. Un placer contemplar ese lienzo de San Jorge (pequeño, para las dimensiones habituales de las obras de "Robusti"), que está en la National Gallery de Londres. Con esa organización revolucionaria del espacio, una línea oblicua que parte de la asustada princesa Cleodolinda y organiza toda la peripecia de San Jorge de Capadocia dando muerte al dragón que había de comérsela, hasta ascender a los cielos, en donde Dios padre bendice la escena que viene a ser un triunfo de la Iglesia como atestigua esa víctima anterior del dragón en el suelo, reminiscente del crucificado. La imponente composición se corona con la revolucionaria imagen escorzada del castillo, que separa el cielo de la tierra. Tintoretto es el último renacentista y el primer barroco.
Me llevé una sorpresa con la Danae de más arriba, obra de 1580, es decir, de avanzada madurez, que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Lyon y que no conocía. También una composición curiosa y poco frecuente. No tiene la gran sensualidad que supo imprimirle en sus tres versiones su rival Tiziano, pero no hay duda de que es original y el desnudo, en una línea oblicua paralela a la de la codiciosa criada, tiene fuerza. La hija del Rey de Argos parece ajena al afán inseminatorio que se trae Zeus convertido en lluvia de oro y todo en la composición, excepción hecha de la criada, da la impresión de ignorar el prodigio que está produciéndose. Hasta el perrito mira en la dirección equivocada.
De los fondos del Prado procede esta abigarrada y dinámica escena, también obra de mucha madurez en la que la maestría de Tintoretto es apabullante, al cuadricular la escena y así fragmentarla como si fueran viñetas. Aparece rotulada como "Rapto de Helena" pero admite dos títulos, siendo el otro "Batalla de turcos y cristianos". Ambas denominaciones tienen un punto. En una batalla de turcos y cristianos, la mujer de la izquierda está de más. Pero, para ser el rapto de Helena muchos de los combatientes parecen turcos y algunas de sus armas, como la cimitarra del puente, turcas son. Las naves, sin embargo, no son galeras de guerra y el que está junto a Helena bien puede ser Paris.
Me gustaría subir más imágenes porque la exposición está muy surtida y hay bastantes bellísimas, pero no voy a dar la plasta. Me reduzco a ésta de aquí abajo, el último cuadro del Tintoretto que no llegó a terminar, una deposición,
una impresionante composición cargada de sentimiento (aunque la reproducción que he encontrado es bastante mala), concebida por un hombre que se sabía próximo a la muerte, en una perspectiva similar a la de San Jorge y el dragón, que arranca del cuerpo del hijo, sigue por el de la madre, ambos en similar actitud de crucifixión y asciende hacia los cielos a través del Calvario. Una especie de exaltado itinerario místico.
La exposición es una ocasión única y la termino con una composición de un estricto coetáneo de Tintoretto, Giovanni Pierluigi da Palestrina, un hermoso cántico polifónico, un Nunc dimittis, muy apropiado para lo que está aquí diciéndose.
Se trata del momento en que, habiendo sus padres presentado a Cristo en el templo, Simeón pide permiso a Dios para morir, pues ya ha cumplido su anhelo en la vida (Lucas, 2, 29-32).