dijous, 26 de setembre del 2013

Dorian Rajoy Bray.


Como en la obra de Oscar Wilde, hay dos Marianos Rajoys, el atildado dandy con pinta de rico propietario mexicano e hidalgo español que recorre los platós mundiales representando una Marca España en remontada, como corresponde a una gran nación y su otro yo, la imagen contrahecha, perversa, repulsiva del malvado que consume su vida en las zonas más siniestras del barrio chino y el Soho de la Gürtel y el caso Bárcenas. El uno gusta andar por las regiones elíseas del extranjero; el otro no consigue salir de las zahúrdas de Plutón de esta rugosa tierra de pícaros y granujas..

El primero, el hombre de mundo, se ocupa de las cosas elevadas: la deuda, la prima de riesgo, el déficit, la recuperación crédito, la disposición a seguir sableando a la población si es preciso. Se vale para ello de la prosa elegante del autor de La importancia de llamarse Ernesto y su sentido de la paradoja y la contradicción. No se dirá que no es wildeano asegurar que el plan para empobrecer, mermar y eliminar en diferido las pensiones instaura la sostenibilidad de estas. Dorian Gray en su mejor momento, asombrando al mundo con su aplomo de estadista en una entrevista en exclusiva mundial en perfecto español en Bloomberg TV.

El segundo, la imagen mefítica, adaptado a un mundo de villanías y crímenes en el que solo se sobrevive echando a los demás a los leones, se ocupa de su supervivencia ante una oposición cada vez más tumultuosa en su exigencia de que comparezca en el Parlamento a dar cuenta de las que considera mentiras del presidente. Por sí mismo, como la efigie de Dorian Gray, está oculto, cubierto con un tupido plasma y no se deja ver a la luz del día porque helaría la sangre en las venas a los espectadores. Cobros de sobresueldos, cajas B, financiación ilegal, fondos ilícitos, malversación, prácticamente no hay inmoralidad o ilícito de los que no se acuse al PP cuya cabeza visible -cada vez es más notorio- es Dorian Rajoy. Su táctica de esconderse tras el lienzo/plasma y cerrarse en un mutismo total está consiguiendo lo contrario de lo que pretende, esto es, convertirlo en la clave de todo el asunto, el responsable de todos los desaguisados. Y eso no hay discurso triunfalista económico que lo anule.

¿Cómo que no? Ahí está la entrevista en la Bloomberg TV. Efectivamente, ahí está, en Bloomberg, que dejó de emitir en España en 2009. Ahora puede verse en inglés a través de Bloomsberg Europa por cable y satélite. Y el discurso está en español. El canal es de base neoyorkina y la entrevista está hecha en Nueva York. Pero, vamos, que ni la Fox Bussines News de su amigo Aznar ha ido a verlo. Es decir, esta entrevista es un montaje para consumo español interno, probablemente uno de esos golpes de efecto tan celebrados de Arriola por los que cobra una pastuqui y que, en el fondo, no sirven para nada.

Los dos próximos años, hasta las elecciones de 2015, verán la lucha definitiva entre ambos Dorian Brey: el paladín de la elegancia y la decisión salvar a España, el cuentacuentos económicos sobre la crisis, cuyos datos va inventándose sobre la marcha contra la figura deforme que anda a trompicones con la realidad aplastante de la corrupción. A este combate por salir indemne de una trama de mangoneo y trinque generalizados que parecen haber organizado entre su amiguito del alma Bárcenas y él tiene prácticamente sometidas las instituciones del Estado. La Fiscalía está dedicada en cuerpo y alma no a combatir la corrupción sino a garantizar la impunidad del mayor presunto corrupto; el Parlamento, consagrado a bloquear toda indagación, interpelación o pregunta sobre sus mentiras ; la prensa y su cuadra de periodistas empeñados en demostrar que la culpa de todo la tiene Zapaterop.

Estos señores del Proyecto Demos que, al parecer, se presenta hoy en Londres, dejan constancia del retroceso democrático en Europa. Se habrán dado una vuelta por España, es de esperar,  país en donde ese retroceso no solo afecta a la política de orden público y ejercicio de derechos en general, incluida la libertad de expresión, sino también al terreno legislativo penal, por no hablar del sanitario y el educativo.

La cuestión está en si la gente compra unas vagarosas promesas de recuperación imaginaria al precio de la pérdida de sus derechos, empezando por el de que se haga justicia con los delincuentes presentes y pasados y, en consecuencia, vuelve a comprobarse ese saber convencional de los granujas de que la corrupción no pasa factura siempre que puedas convencer al votante de que se acabaron las penurias y comienza la recuperación. Parece mentira pero, al igual que Camps, Dorian Bray podría volver a ganar unas elecciones por mayoría absoluta. A eso probablemente se refería él cuando decía que quería hacer en España lo que el curita en Valencia.

(La imagen es una captura de TV "El País".)

La guerra no ha terminado.


Francisco Sánchez Pérez (Coordinador) (2013) Los mitos del 18 de julio. Crítica: Barcelona. 466 págs.


¡Otro libro sobre la guerra civil! Lo avisa el coordinador de esta obra en su excelente prólogo. Pues sí, y muy necesario y conveniente porque la guerra no ha terminado. (Viene a la memoria la peli de Resnais, La guerre est finie con un aroma nostálgico). No, la guerra no ha terminado. Sigue luchándose en otros campos, con otras armas, pero con la misma ferocidad e idéntica virulencia. Este frente, muy determinante para la guerra, que es pasado, algo reservado en gran medida a los historiadores es el historiográfico. La munición es la memoria. ¿Qué memoria? ¿La que fabricamos al dictado de nuestras convicciones y/o intereses o la que sale de los datos históricos, contrastados, irrefutables, y no permite más que una interpretación? Es una guerra sobre la interpretación de la guerra que enfrenta, a juicio de los autores de la obra, una historiografía fraudulenta, propagandística con otra seria, rigurosa, académica, basada en datos empíricos. 

Sin duda todos nos refugiamos en la segunda opción pues a nadie le gusta que le cuenten trolas o lo tomen por un pánfilo al que se pueden colocar unos rollos propagandísticos como si estuvieran científicamente probados. A nadie. Ni siquiera a quienes se dedican a la propaganda, razón por la cual sostienen siempre que sus interpretaciones están avaladas por rigurosas investigaciones históricas y que son los demás quienes se inventan los hechos. Es el problema que plantea toda propaganda: que dice no serlo. Ahora. Antaño se llevaba con un punto de orgullo, sin ir más lejos en el conflicto español: frente al Ministerio de Propaganda de la República, la Junta franquista de Defensa contó pronto con una Oficina de Prensa y Propaganda. La guerra civil también se libró en terrenos muy simbólicos. Y sigue haciéndose. 

Por eso es oportunísimo este libro. No solamente por la bulla que meten los escritores al uso del llamado "revisionismo" y el amigo Stanley Payne (que parece un brigada internacional de la derecha), todos los cuales son savia nueva para el tronco reseco de la historiografía franquista, al estilo de Joaquín Arrarás o del falangista García Venero. También ha sentado cátedra para la Historia la Real Academia correspondiente publicando un diccionario de biografías patrias, algunas de las cuales mueven un poco a risa. La más notable, la de Franco, encargada a un notable medievalista (muy oportuna la especialización, por cierto), fervoroso partidario del general biografiado. De tal modo, su texto corresponde más a las convicciones franquistas del autor que a los datos de la historia e incluso del sentido común. Que un historiador sostenga que Franco no era totalitario cuando hay documentos escritos y orales de circulación general que demuestran lo contrario porque el propio interesado confiesa serlo,  no precisa mayor comentario. Luis Suárez Fernández es el nombre de quien ha perpetrado este dislate con dineros públicos, un presidente, por lo demás de la Hermandad del Valle de los Caídos, el absurdo mausoleo en que está enterrado el dictador y miles de sus seguidores y de sus víctimas. 

El coordinador de la obra, Sánchez Pérez, hace una gran exposición de su sentido y aclara muy bien los términos de la controversia, poniendo a cada cual en su lugar, incluida la Real Academia de la Historia, que ya es universalmente célebre por incurrir en un ridículo mundial. Resume además el sentido del libro, consistente en responder a la pregunta central: ¿quién es el responsable de la guerra civil? ¿Quién tiene la culpa? ¿Quién la empezó? Con respuestas claras, basadas en investigaciones en fuentes originales, inéditas, con datos irrefutables, fácilmente contrastables. 

La tesis del libro, que está, además, organizado para apuntalarla en todas sus vertientes (militar, religiosa, política, etc.) es que la guerra la iniciaron, y es responsabilidad exclusiva suya, los militares sediciosos en connivencia con sectores civiles, partidos y políticos. Fue una "contrarrevolución preventiva", término que aparece pronto en las justificaciones frente a una revolución que no existía ni siquiera en grado de proyecto. Los rebeldes querían destruir la República y se inventaron una revolución como pretexto. 

El ataque más contundente, el arma más poderosa que deja definitivamente zanjada la controversia, viene a cargo de Ángel Viñas, cuya autoridad en la historiografía de la República y la guerra es hoy incuestionable. Aporta Viñas los contratos de compra de armamento italiano, firmados por Pedro Sáinz Rodríguez en nombre de la derecha española en su proyecto de golpe de Estado contra la República, financiado por Juan March. Los llamados "Contratos romanos", firmados el 1º de julio de 1936, antes del asesinato de Calvo Sotelo, hecho del que suele colgarse el llamado "Alzamiento Nacional" que, en realidad, bien se ve, venía siendo preparado desde mucho antes. Y no eran contratos por material para un golpe de Estado más o menos rápido, sino para una verdadera guerra.  

Dicho lo anterior, podríamos prescindir del resto del libro ya que el capítulo de Viñas da la respuesta definitiva a la pregunta planteada. Y no se crea que se trata de un oscuro asunto de eruditos, no. Hace pocas fechas, un dirigente del PP atribuía en público a la República la responsabilidad de haber causado "un millón de muertos". Ni fueron tantos como los de Gironella, a los que se referirá este buen hombre, ni son achacables a la República sino a los fascistas que se sublevaron contra ella con los que probablemente simpatice este político, pues los exonera de su responsabilidad. Pero el abandono no sería buena opción y, además, imposible porque, aunque parezca mentira en una obra de árida historiografía académica, el texto agarra como si fuera una narración literaria. Muchos de los demás capítulos son tan interesantes como el del Viñas, aunque no tengan su poder explicativo.

Si hubiera que buscar un antecesor a esta empeño, sería Herbert Routledge Southworth, al que varios de los autores del libro se refieren expresamente. Sin duda. La temprana obra del americano, El mito de la cruzada de Franco, publicada en Ruedo Ibérico en París, ya dejaba claro el edificio de patrañas y fábulas que había tejido la propaganda franquista. Sobrevive al escritor otra que creo es póstuma, en la que da cuenta de hasta dónde ha llegado en su tarea de desmitificar el franquismo, tarea en la que estos historiadores siguen empeñados con notable éxito. 

Como uno de los puntos cruciales que se tratan en el libro es el enfrentamiento en Barcelona de las izquierdas  en mayo de 1937, también se mencionan varias veces los nombres de Bolloten y Borkenau. Bolloten hacía pivotar aquí la "gran conspiración" comunista, tesis que parece convencer a Payne. Borkenau tiene otra perspectiva y su libro es más de reportaje. Lo que llama la atención en él es su agudeza de juicio. Así que, como propaganda, no vale. No lo es. De este asunto se ocupa el texto del fallecido Julio Aróstegui quien dictamina tras su notable trabajo que la pretendida revolución de las izquierdas que se invocó para justificar la sublevación militar de las derechas fue "más mitológica que real" (p. 188).

Dicha sublevación militar venía siendo en cambio preparada con mayor o menor fortuna (y con muchos elementos de típica chapuza hispana) desde años atrás a través de los agravios de una casta militar privilegiada, sobredimensionada, embriagada de su fuerza y convencida de que la República estaba tratando de convertirla en un chivo expiatorio de sus desmanes. Fernando Puell de la Villa, militar él mismo, analiza en un capítulo sobre "la trama militar de la conspiración" los elementos que alimentaban este espíritu insurreccional castrense que, a su juicio, se compone de una "mentalidad intervencionista" (p. 56), un "victimismo paranoide" (p. 58), con el añadido de algunos factores contingentes que siempre apuntaron en el mismo sentido, como la cuestión catalana (p. 61) o el supuesto "peligro bolchevique" (p. 64).

Muy informativo y sistemático resulta el capítulo de  Eduardo González Calleja, "la radicalización de las derechas", en el que distingue las corrientes de estas y da cumplida cuenta de las pintorescas relaciones que entre ellas mantenían: legitimismo carlista, catolicismo de la CEDA, alfonsismo y fascismo (p. 222). Cuatro banderías que reconocieron de inmediato que el punto de fusión de sus intereses comunes (dijeran lo que dijeran en sus proclamas) consistía en echarse en brazos de ejército.

El clérigo catalán Hilari Raguer, de la mítica abadía de Montserrat, tiene a su cargo presentar las relaciones de la iglesia católica con el "alzamiento". Un asunto crucial porque el clero funcionó desde el primer momento como el principal aliado y legitimador del golpe militar de los generales felones. Parece prudente encomendárselo a alguien que conoce la cofradía por dentro porque, en efecto, echa mano y expone información, de interés, como esa referencia al texto del canónigo magistral de Salamanca , Aniceto Castro Albarrán, El derecho a la rebeldía (p. 248) que, aunque conocido, no está lo suficientemente valorado en su importancia en cuanto entronque del golpismo del generalato con la tradición filosófico-política del derecho de resistencia.

Novedad para este crítico es la mención a la curiosa conspiración de aquel majadero que fue Eugenio Vegas Latapie, alma de todas las conspiraciones monárquicas y de Acción Española, quien pretendía organizar un atentado terrorista que provocara la guerra civil (p. 250). En el fondo, esta provocación criminal resume como una metáfora, el sentido todo de esta guerra que aún no ha terminado: quienes ansiaban acabar con la República en defensa de sus intereses de clase, estaban dispuestos a hacer lo que fuera para ello, a cometer todo tipo de crímenes y felonías... y a achacárselos después a quienes, al apoyar al gobierno legítimo, se opusieron a sus designios. En realidad, si los psicólogos quieren una muestra empírica incuestionable de esa patología que llaman proyección, inherente a la derecha española y consistente en acusar a los demás de hacer lo que ella hace, que consideren cómo los delincuentes rebeldes acabaron encarcelando, "juzgando" y asesinando a sus enemigos acusándolos de "rebelión". Tática de proyección que la derecha sigue aplicando hoy día de igual modo aunque, de momento, con efectos menos cruentos.

El capítulo de Raguer tenía que tratar el asunto de la cruzada en cuanto concepto legitimatorio esencial del franquismo emanado de la iglesia. El autor recuerda que el término no aparece en la famosa carta colectiva de los obispos españoles del 1º de julio de 1937 (p. 255) pero lo que es evidente, obispos o no obispos, es que el término echó raíces, fue esencial para la justificación de la guerra civil y la barbarie fascista desencadenada en España y, desde luego, salió de la iglesia. No de la propaganda del 5º Regimiento. Y que el Vaticano no la empleara expressis verbis tampoco quiere decir gran cosa para quien, como Raguer, seguramente conoce las muchas lenguas con que habla la Santa Sede.

El capítulo de Fernando Hernández Sánchez, "con el cuchillo entre los dientes: el mito del 'peligro comunista' en España en julio de 1936" tiene asimismo especial relevancia a los efectos específicos del libro. Remacha Hernández la idea de que la sublevación militar, producto de la previa (y única) conspiración antirrepublicana, fue una "contrarrevolución preventiva" (p. 275) y, muy convincentemente, concluye que el Frente Popular y su columna vertebral, el PCE, lucharon siempre en defensa de la legalidad republicana (p. 287). De revolución en ciernes, nada. Son incontables los testimonios que prueban cómo los comunistas se opusieron primero y yugularon después todas las ensoñaciones revolucionarias de la CNT/FAI o el POUM. Nos adentramos aquí en este episodio -ya tratado en otras partes del libro- que podríamos llamar la "guerra civil dentro de la guerra civil" que concluyó con el triunfo de los comunistas (o los estalinistas, como los llamaban los trostkistas) y la aceptación del principio de primero la guerra y luego la revolución.

En este asunto, como suele suceder en los hechos históricos, hay matices y matices. Si uno restringe el ámbito exclusivamente al escenario español, el punto de vista de Hernández es incuestionable: los comunistas pegan un giro a raíz del VII Congreso del Komintern en 1935 y pasan a propugnar la política de "frentes populares" como forma de lucha contra el fascismo. Un giro de 180º que tiene tanta justificación y elementos propagandísticos como sus posiciones anteriores. España fue una pieza más, sin duda importante, pero una más, en la formidable política de agit-prop de la Internacional Comunista, organizada en gran parte por aquel genio de la propaganda que se llamó Willi Münzenberg, posteriormente asesinado quizá por agentes estalinistas. Los comunistas en España obedecían consignas (entre otras, acabar con los "traidores" trostkistas) y las hubieran seguido aunque hubieran sido las contrarias. Reconozco que esto no cambia gran cosa en cuanto al fondo de la discusión de si había o no un "peligro comunista" en España en julio de 1936, pero hay que ir muy al fondo de las cosas y matizar bastante para los años posteriores. Bolloten, seguramente, se vendió por un plato de lentejas; pero, es de insistir, Borkenau fue mucho más perspicaz.

El capítulo de José Luis Ledesma, "La 'primavera trágica' de 1936 y la pendiente hacia la guerra civil", que es un buen complemento al de Francisco Pérez Sánchez, "Las reformas de la primavera del 36", muy concentrado en el análisis  de las distintas medidas de reforma de la República, supone un buen colofón a este recomendable libro. Ledesma no duda en calificar de "leyenda negra" lo de la amenaza revolucionaria pretextada por las derechas conspiradoras, sublevadas y golpistas (p. 311), pero matiza algo que es de justicia. No hubo una violencia especialmente significativa de las izquierdas antes de la sublevación militar (quizá fuera mayor la sistemática provocación de los pistoleros falangistas y católicos), pero sí se encendió en cierto grado a raíz de dicha sublevación. Pero eso, obviamente, requiere otro juicio. No se puede amalgamar con la anterior, como ha hecho sistemáticamente la historiografía franquista muchos de cuyos seguidores siguen produciendo esa bazofia seudohistórica y legitimatoria en defensa del que quizá haya sido el régimen más bestial, cruento, asesino y vergonzoso de la historia de este sufrido país.

Añádase a todo lo anterior con su poderosa armazón historiográfica la reproducción de los originales de las abrumadoras pruebas de cargo que aportan los autores: los contratos de Roma y en anexos los documentos elaborados por el general Mola en preparación del golpe de Estado de julio de 1936 que demuestran una clara voluntad de recurrir a la máxima violencia de la guerra para derribar la República y continuar luego con una política de represión y terror en contra de la población civil en términos que la conciencia posterior de la humanidad ha calificado de genocidio. Estos torturadores españoles que reclama hoy la justicia argentina son en realidad los servidores y perpetuadores de un régimen ilegal, delictivo, terrorista y genocida, preparado con mucha antelación a julio de 1936. Los contratos de Roma, por lo demás, ya se ha dicho, no apuntaban a un mero "golpe de Estado". Basta con ver el material bélico comprado que tan profusamente se describe. Además, lo que estas cuentas prueban asimismo es la directa implicación de Mussolini en la preparación del asalto armado contra la República española. Fueron los alemanes y los italianos quienes ayudaron decisivamente a Franco a ganar la guerra. Los rusos llegaron mucho más tarde y, por razones evidentes, pudieron hacer bastante menos.

Efectivamente, bienvenido este último libro sobre la guerra civil. Una guerra que aún no ha terminado. 

dimecres, 25 de setembre del 2013

Los de toda la vida.


Esa displicencia en el gesto, esa altanería, esa altivez, arrogancia, suficiencia, esa soberbia de porte, ese torvo mirar.

Esa fatuidad, esa petulancia y pedantería, ese necio y hueco engreimiento.

Esa chulería, ese desprecio de trato, esa grosería en la respuesta, ese tonillo insultón permanente.

¿De dónde vienen?

De una conciencia de clase vicaria. Son burgueses, hijos de menestrales, de familias de clase media con ínfulas de poderío. Doctrinos de ideologías inculcadas. Fascistas en su mocedad, reprimidos en su adultez. Palurdos imitando los lujos del capital. Nuevos ricos.

¡Y qué ideología! Funcionarios del Estado que ridiculizan y atacan el Estado y todo lo público. Gays vergonzantes represores de gays. Corruptos moralizantes. Chupacirios y monagos de los curas. Señoritos demagogos e ignorantes. Cursis, gazmoños y amantes de las corridas, las sobremesas de chistes verdes y el regüeldo patriótico.

Su convicción más profunda: ser de madera distinta al común de los mortales. La igualdad es una manía de envidiosos porque lo lógico es la desigualdad de la estirpe. Funcionarios oscuros que envidian el esplendor de la clase y la élite y desprecian, humillan y explotan a las clases subalternas en beneficio de sus amos, esperando ser considerados de ellos. 

Ninguno ha hecho nada en la vida por sus semejantes; no han descollado en ningún campo; carecen de cualquier mérito adquirido por el propio esfuerzo. Son parásitos que no han trabajado nunca ni siquiera en lo que dicen que son sus profesiones, pero se piensan con derecho intrínseco al mando e imponen sus convicciones como verdades apodícticas. Unas convicciones brutales y necias ajustadas a espíritus mediocres, vacíos, ruines.

No paran de hablar y diluvian verdaderas estupideces, lugares comunes, topicazos y perogrulladas sin tasa, meras tonterías, falsedades desvergonzadas y mentiras a granel. Los discursos están para afirmarse, no para explicar nada y menos a una chusma de desgraciados cuya única función es votar cada cuatro años según Dios manda y constituirse luego en mayoría silenciosa para que el presidente, la vicepresidenta y sus colegas sigan hablando de lo que no entienden.

Su devoción religiosa, hecha de aparato y lucimiento, de mantillas, peinetas, golpes de pecho, procesiones y costaleros es exactamente esa que el fundador de su religión condenó repetidamente. Puro boato ligado al poder político. No aman a su prójimo, salvo que sea de su cuerda; a los demás se les aplica la legislación vigente tras haberla endurecido al dictado de sus intereses. 

Están dedicados al expolio de los caudales públicos y las rentas de los ciudadanos, por la vía legal y la ilegal; les da lo mismo. Quieren castigar la corrupción ajena, pero no la propia en la que chapotean hace lustros. Su convicción fundamental es que el fin, su fin de negación de los derechos ciudadanos y de saqueo de sus ingresos, justifica todos los medios, incluso los corruptos.

Su tendencia autoritaria, impositiva, censora y su desprecio por las formas democráticas apuntan a una concepción dictatorial de la convivencia. La de toda la vida.

¿A que sabemos de quién hablamos?

(La imagen es un grabado de Felicien Rops (1833-1898) titulada Hipocresía hacia 1879-1880, propiedad de la familia Babut des Màres, Namur.)

dimarts, 24 de setembre del 2013

La democracia es cosa de mesura.


El gobierno de la derecha es un desafuero en todos los terrenos. El nombramiento de ese presidente del Tribunal Constitucional, militante del partido al mando, no puede justificarse bajo ningún punto de vista político, moral o jurídico. Tiene una consecuencia perversa inminente. El Tribunal Constitucional será el órgano al que el gobierno envíe cualquier contencioso con Cataluña y sus instituciones. Y ¿qué juicio merecerá el de un tribunal presidido por una persona recusada de antemano por la parte catalana por su falta de imparcialidad? Falta de imparcialidad patente. Y hasta falta de independencia pues ¿cuál es la de un militante con respecto a su partido, sobre todo el militante que debe el cargo al partido, a pesar de haber ocultado su militancia en él, prueba obvia de que la acusación es razonable?

Pero todo son desafueros. Lo de los medios públicos de comunicación es un atropello increíble. Ahí están Echenique y Somoano, hundiendo la audiencia de los informativos de TVE que los van a dejar como los de Telemadrid. Y en sanidad, en educación, en derechos de las mujeres. Si alguien tiene alguna duda al respecto, mire lo que decían el presidente del gobierno y varios de sus hoy ministros sobre el copago en sanidad. Todos coinciden en términos escandalizados y justicieros en que el copago sería una arbitrariedad, un abuso de los más débiles, una monstruosidad que el PP jamás haría ni hará. No se rían (habría de ser una risa sardónica) y escuchen a Rajoy, Sáenz de Santamaría, Gallardón, Cospedal, Pons. Está claro que el copago sería un desafuero. Exactamente el que han cometido ellos: un copago, repago, privatización y expolio.

O consideren el birlibirloque de las pensiones que han ideado los expertos a sueldo de la banca y la ministra Báñez tiene que escenificar como puede de vez en cuando. Es ya célebre su vaticinio de cómo vendrán los pensionistas a agradecerle con lágrimas en los ojos que les haya dado un 0,25% de subida y tope anual y una bajada también anual equivalente a la diferencia entre ese 0,25% y lo que realmente suba el IPC del que las pensiones quedan desvinculadas. Se puede llamar como se quiera, pero es una confiscación de rentas por adelantado, un empobrecimiento en diferido.

Y si esto es en el ámbito de las políticas públicas, no se hable de los desafueros en la forma de gobernar. El presidente está oculto o ausente, no da explicaciones de sus actos, no admite preguntas de los periodistas, no comparece en sede parlamentaria y hace literalmente lo que le da la gana. El comportamiento de la presidencia del gobierno no es de recibo bajo ninguna concepción mínima de democracia. Es un abuso, tanto más indignante cuanto quien se lo permite es alguien acusado de prácticas corruptas. Si, a pesar de todo, se sale con la suya, se debe a tres factores:

1º) Una batería de medios de comunicación (todos los públicos que controla y buena parte de los privados) dedicada a embellecer su forma de gobernar y justificar sus más clamorosos desafueros.

2º) Una mayoría parlamentaria absoluta que funciona como una guardia pretoriana al servicio exclusivo de la seguridad personal de los generales. Todas las iniciativas de la oposición para conseguir que el Parlamento cumpla su función de controlar al gobierno se estrellan contra la cohorte del pretorio que no deja pasar ni una pregunta, interpelación, moción o simple iniciativa que pueda molestar al emperador. 

3º) La dudosa calidad, eficacia, eficiencia de esa oposición a la que no permiten ejercer como tal a base de argucias y triquiñuelas reglamentarias, tan manifiestamente impertinentes que puede exponerlas la señora Villalobos con su peculiar estilo. "En realidad", viene a decirse, "debiérais estarnos agradecidos, so pringaos, de que os demos explicaciones y no os hagamos un corte de mangas."

Es patente que el Congreso se ha convertido en una cámara de bloqueo y aplauso, mero disfraz de un gobierno autoritario, que no informa, ni da explicaciones, ni admite responsabilidades de ningún tipo. En esas condiciones, la pregunta es: ¿presentará ya el PSOE la moción de censura o buscará otro subterfugio, otra logomaquia para forzar la comparecencia parlamentaria de Rajoy, aprovechando que 2013 es el año de la serpiente en el calendario chino? Es cierto que la moción de censura tiende a verse como el último cartucho en la recámara y el combatiente experimentado procura no malgastarlo. Pero alguna vez hay que disparar. La moción de censura será derrotada, por supuesto, pero tendrá su utilidad política. Permitirá anunciar al país cuál es el proyecto del PSOE y este podrá exponer cuál será su actitud a partir de entonces si se mantiene el bloqueo parlamentario cerrado. 

Es ahí en donde la oposición debe salir de su marasmo. Si el Parlamento no es sino una cámara de legitimación y bloqueo, la oposición solo dejará de cooperar en esa mixtificación abandonándolo. Lo viene diciendo Palinuro: la retirada al Aventino es una actitud muy honrosa de la oposición, que no puede ser cómplice de su silenciamiento. 

Por supuesto que Rajoy debe comparecer y explicar por qué mintió en sede parlamentaria. Y dimitir.

Quede para mañana comentar la reciente declaración de González en el Ritz (creo) de que la independencia de Cataluña es imposible. Si acaso porque esto ya aburre a las ovejas. 

dilluns, 23 de setembre del 2013

Buena entrevista de Rubalcaba.


Y mejor hubiera sido si Ana Pastor dejara hablar al entrevistado. Una cosa es no dejarse llevar al huerto y otra interrumpir continuamente, sobreponer la voz. Consecuencia, parte de la entrevista no se entiende y está llena de "no, no, no.,..", "déjeme explicar...", "no, pero no es así...", "permítame hablar...", etc, etc. La táctica de la periodista es evidente: como piensa que el entrevistado barrunta qué preguntas se le harán y trae un rollo preparado, trata de desbaratárselo, interrumpiéndole y repreguntando. No está mal, pero no debiera ser tan atosigante. El foco debe estar en el entrevistado, no en la entrevistadora que tiene un punto de narcisimo en femenino.

Por fortuna, Rubalcaba trae sobrada experiencia, muchas tablas, flema y capacidad para encajar. Lo más importante: sabe de lo que habla cosa que, contra lo que pueda parecer, no es tan frecuente entre los políticos que apenas tienen tiempo de leerse los papeles. Y, además, domina la cámara. Su lenguaje no verbal es sencillo, llano, nada ampuloso o acartonado, genera complicidad enseguida con el auditorio. Da la impresión de ser persona inteligente con cierta malicia guasona. Se le escapan miradas al objetivo, prueba de que está alerta del ángulo que ofrece. Se le ven ganas de espetarnos un discurso en directo pero, sabiamente, se contiene.

Dijo lo que quería decir de modo sucinto pero contundente. No tiene nada que rascar en el caso Faisán, Griñán no será imputado por los EREs, la Ley Wert es una ley muerta, habrá que reformar la Constitución para buscar reacomodo a Cataluña en España (no quiere ni oír hablar de autodeterminación) y tanto la reforma laboral como la sanitaria y la de las jubilaciones tienen los días contados. Ese debe ser el meollo del discurso del PSOE de aquí a las elecciones. Dejó meridianamente claro que Rajoy mintió al Congreso en lo tocante a sus relaciones con Bárcenas. Así que anunció que seguirá hostigando al gobierno sin descartar la moción de censura en cuya alforja echará además de Bárcenas, la salud, la educación la cuestión catalana, etc.

Todo eso por la vía de la oposición. Pero, siendo su espíritu siempre tan constuctivo, ¿qué propuso como alternativas? Aquí vino un segundo bloque de la entrevista en donde Pastor más se encendió porque se husmeaba drama. Rubalcaba admitió que el PSOE salió mal de las elecciones de 2011 y ahora toca levantar cabeza, recuperar la confianza del electorado, remontar, teniendo muy en cuenta que la crisis obligará a hacer cambios muy profundos. ¿Cuáles? Ya se verá cuando el PSOE presente su proyecto, en el que está trabajado. Es decir, está haciendo oposición sin proyecto. Pero este llegará. ¿Será él el candidato?, saltaba Pastor como si más que pastor fuera loba. Sí, si es útil para su partido. Consabida respuesta que no dice nada. Bueno, puede atacarse por otro lado: ¿habrá primarias en el PSOE? Sí, profiere encantado Rubalcaba, y abiertas, lo cual es mucho giro para uno de los dos partidos dinásticos. Sí, sí, pero ¿cuándo? Lo más cerca posible de las elecciones generales, como hace todo el mundo. Resumen para sufridos comentaristas: aquí no se mueve nada hasta unos meses antes de las elecciones de noviembre de 2015. Pase lo que pase en las europeas de 2014.

La razón del aplazamiento se encuentra en el nuevo proyecto que saldrá de la conferencia política de noviembre. ¿Quién sabe? Un nuevo PSOE, una nueva socialdemocracia. Hay que esperar y ver y leer antes de hablar. Obvio. Es un meritorio intento de sacar el debate del PSOE del ámbito de la mera imagen, del liderazgo personal, del torbellino mediático para conducirlo al terreno de las ideas, las propuestas, incluso las teorías. Veremos si funciona o no. La sociedad del espectáculo tiene escasa paciencia con las controversias ideológicas.

Una aclaración respecto al enunciado partidos dinásticos. Supongo que el PSOE puede considerarse un partido accidentalista, indiferente a la forma de gobierno siempre que sea un Estado social y democrático de derecho, según reza la Constitución. Pero, la verdad, suena raro escuchar en su secretario general un discurso monárquico. Es comprensivo con el Rey en estos momentos en que el señor mayor, según Corinna, lucha con la enfermedad y no plantea cuestión alguna respecto a la legitimidad de la institución. La máxima crítica afecta a la decisión real de operarse en centro privado. Nada sobre el desastroso ejemplo que la Monarquía (empezando por el yerno y siguiendo por el suegro) lleva años dando, perceptible en su vertiginoso descenso en el aprecio de los ciudadanos.

Suena raro, desde luego. Suena no solo a dinástico, sino a cortesano. No veo por qué, si el PSOE va a proponer una reforma de la Constitución en lo referente a organización territorial del Estado y sistema electoral, no prevé asimismo lo que será inevitable: que también se plantee la cuestión de la monarquía y la separación real de la iglesia y el Estado, entre otras. Y, si de reformar la Constitución se trata, ¿por qué no una total? ¿Por qué no plantear un proceso constituyente, como reclama el M-15, el Partido X (creo) y múltiples izquierdas?
 
Ya, que se trata de ganar las próximas elecciones, no de perderlas. Un verdadero problema en el que estamos todos interesados.

Frau Eisenmerkel.


Angela Merkel, triunfadora indiscutible de las elecciones, primera presidenta de gobierno que sobrevive a una votación hace ya años en Europa, desde que comenzó la crisis. Y no solo sobrevive sino que, con 41,5% del voto, supera en 7,7 puntos el que logró en 2009, a su vez el peor para la CDU/CSU desde 1949. De lo hondo, a la cúspide. Mayoría indiscutible con 296 diputados. Pero no mayoría absoluta (300). Los socios liberales de FDP han sucumbido a la cuchilla del 5% por primera vez también desde 1949. El partido que más tiempo ha estado en el gobierno alemán desaparece del gobierno y del Parlamento. Se veía venir. De hecho, la cúpula de la CDU/CSU debatió hace unas fechas la posibilidad de pedir a sus votantes que votaran por el FDP. La decisión fue negativa y los liberales se han quedado de extraparlamentarios. También se ha quedado fuera el partido euroescéptico de reciente creación, Alternative für Deutschland (AfD) que, por cierto, se presenta como el heredero del FDP aunque más parece su sepulturero.

¿Y qué más hay en el Bundestag? Pues, sencillo: tres partidos, el SPD (25,7% del voto), los verdes (8,4%) y La Izquierda (8,6%). La izquierda que suma 302 escaños. Es decir, la izquierda sí alcanza la mayoría absoluta que se niega a la CDU/CSU. Esto tiene yerba para rumiar. Nadie piensa que sea posible una coalición SPD-Verdes-Izquierda (que podría rebautizarse como naranja-verde-roja) y entre las coaliciones posibles de la CDU/CSU, la Izquierda no cuenta. Sin embargo, el líder de esta, Gysi, cuyo contacto con la realidad parece problemático, exultante, dice que, con el 8,6% del voto y 60 diputados son el tercer partido del Parlamento (con 8,4% del voto, los verdes también tienen 60 diputados) y le corresponde dirigir la oposición. Está a 122 diputados del SPD y dos décimas de los Verdes, pero piensa dirigir la oposición antes de saber en dónde estará el SPD.

La intriga es ahora qué coalición se formará. Queda excluida la posibilidad del gobierno en minoría pues Merkel corre peligro de no salir elegida a tenor del artículo 63 de la Constitución; e incluso de ser causa de unas elecciones anticipadas. La coalición es obligada. Pero ¿cuál? Hay tres posibles, según la antigua interpretación de colores: 1ª) negro-rojo; 2ª) negro-verde; 3ª)negro-rojo-verde. Si no puede haber una coalición de las izquierdas por razones que no cabe examinar aquí, Palinuro considera la 3ª opción la menos mala. El predominio alemán se mantendrá. Frau Eisenmerkel recordó en el momento de depositar el voto que los países del Sur de Europa habrán de seguir con la austeridad que tan bien les sienta. Queda la esperanza de si la socialdemocracia alemana y los verdes mitigarán algo la disciplina neoliberal del consenso de Berlín.

La gran preocupación de Palinuro, con todo, es el aprovechamiento que el PP hará de la victoria de la derecha alemana para sus propios fines. Los españoles deben ser tan inteligentes como los alemanes y votar el correlato ibérico de la CDU/CSU alemana. Ya veo los titulares: Votar a Rajoy es votar a Merkel. Éxito seguro.

diumenge, 22 de setembre del 2013

El nacionalismo catalán según Cercas y Vargas Llosa.


Vargas Llosa publica hoy un artículo en El País en contra del independentismo catalán tan repleto de lugares comunes como de ideología. Toma pie el ilustre novelista en otro anterior de Javier Cercas en contra del derecho a decidir, cuyos argumentos hace suyos sin dudarlo, al tiempo que dice del autor que es “tan buen novelista como comentarista político.” Seguramente; pero, desde luego, no es su caso.
 
El artículo de Cercas contiene una falacia que lo desautoriza. En tono positivista afirma que “en una democracia, la libertad no supone que un ciudadano pueda ejercerla sin tener en cuenta las leyes que la enmarcan y decidir, por ejemplo, que tiene derecho a transgredir todos los semáforos rojos”. Ese será siempre el punto de vista del poder; de cualquier poder. Pero no el del desobediente por razones de conciencia, por quien Cercas debiera mostrar más comprensión de no estar cegado por su nacionalismo español.

De paso, esta idea de que, a veces, las razones de conciencia estén por encima de la obediencia a ley, a lo mejor hace ver a Vargas Llosa el motivo por el que Mas compara “su campaña soberanista con la lucha por los derechos civiles de Martin Luther King en los Estados Unidos sin que sus partidarios se le rían en la cara.” Si no lo entiende, le invito a interpretar en la misma clave el hecho de que los nacionalistas españoles (subespecie misteriosamente ausente en los discursos de Cercas y Vargas Llosa) comparen a su vez a Mas y a sus seguidores y amigos con los nazis y con Hitler. Y conste que no quiero hacer más sangre recordando cómo el nazismo, entre otras monstruosidades, fue partero de la España que, evolucionando felizmente, ha llegado hasta aquí.
 
No ignoro que la proclama de Mas pueda ser instrumental y falsa y que el president, en el fondo, vaya a lo suyo. Pero su intención subjetiva no desdice del fondo de la cuestión de que la vida será una ñorda si no se atiende al hecho de a veces hay quien invoca razones de conciencia para no obedecer la ley y arrostra las consecuencias del incumplimiento. La desobediencia civil, vamos, por si no estaba claro. Cercas y Vargas Llosa harán lo que quieran; a mi modesto entender, esa es una posición muy respetable y, mediando ciertas cautelas de sinceridad, extensión, apoyo social, sumamente atendible. Es muy sencillo: el orden jurídico no puede admitir desobediencia a la ley por razones de conciencia; pero la desobediencia por razones de conciencia se da a pesar de todo y, muchas veces, obliga al orden jurídico a cambiar. Si no fuera por esto, el ordenamiento actual sería el de las XII Tablas, la India seguiría siendo inglesa y un negro no podría ser presidente de los Estados Unidos.

Pero vamos a la falacia de Cercas. Dice este –y aplaude Vargas- que, si los secesionistas catalanes están tan seguros, los partidos políticos deben aclarar “su postura sobre la independencia en la próxima consulta electoral” en la presunción de que obtendrían magro respaldo electoral. Por desgracia, los partidos someten a consulta lo que quieren, no lo que desea Cercas. En concreto, sometieron a consulta el “dret a decidir”, y el resultado fue un apoyo muy mayoritario a algo que, según Cercas, no existe porque él no ha leído a nadie a favor ni lo ha encontrado en texto alguno de derecho positivo. Lo primero se resuelve con facilidad ampliando lecturas; lo segundo recordando que ningún texto legal puede admitir expresamente el derecho a la desobediencia y que, a pesar de todo, la desobediencia se da y hasta estoy seguro de que en alguna ocasión de su vida, Cercas ha simpatizado con ella. La falacia es la de siempre y, la verdad, aburre un poco resaltarla de nuevo: la equiparación “derecho a decidir” e independencia no es justa. Somos muchos los partidarios del derecho a decidir… lo que nos parezca. Entre otras cosas, la no independencia.

Ve Cercas en Cataluña el perverso funcionamiento de la espiral del silencio y lo subraya Vargas adobándolo con una anécdota del abuelo Cebolleta con su experiencia en la Barcelona de los años 70, cuando no había pasado nada de lo que después ha pasado. No perdamos más tiempo, señores, la espiral del silencio está en los dos lados del comportamiento colectivo, el españolista y el catalanista, depende de los momentos y los lugares. No hay que hacer trampas con los argumentos.

Podríamos quedarnos aquí y ya sería suficiente pero, tras tomar pie en la falacia de Cercas, Vargas Llosa, expone su propia Minerva sobre el asunto sin piedad alguna hacia la inteligencia del lector. Lamenta el novelista en largas y sentidas parrafadas las consecuencias de lo que no osa mencionar de modo claro, esto es, que hay un nacionalismo español intolerante, excluyente, acaparador y amenazante como siempre, pero que, al verse a sí mismo ilegítimo, no se atreve a formularse cual sí lo hace el catalán. Llora Vargas una situación en que “la mayoría de españoles y de catalanes que son conscientes de la catástrofe que la secesión sería para España y sobre todo para la propia Cataluña” no se movilizan “intelectual y políticamente para hacer frente a las inexactitudes, fantasías, mitos, mentiras y demagogias que sostienen las tesis independentistas.”

¡Ah, qué desgracia! ¿Cómo no está ya en el campo el paladín de la razón ilustrada, liberal, cosmopolita, contraria al provincialismo de los nacionalistas catalanes? Porque, argumenta Vargas, todos los gobiernos españoles se han achantado: los de derechas, para que no los acusen de fascistas y los de izquierdas porque confundieron el culo con las témporas y dieron en considerar progresistas los nacionalismos siendo así que estos son (prepárense, lectores) “construcciones artificiales”, “obra de demagogos o fanáticos” que buscan un “chivo expiatorio”, el “país opresor”, para eximirse de su propia incompetencia.

Y ¿cómo es posible que, siendo los nacionalismos productos tan pedestres y estúpidos no haya docenas de preclaros cerebros –estilo Vargas Llosa- que los refuten? ¿No será porque el nacionalismo español (insisto, el gran ausente en los relatos de Cercas y Vargas y del 99% de los nacionalistas españoles) es exactamente lo mismo o, incluso, más de lo mismo?

Claro, a fuer de novelista, Vargas tiene un ojo para la realidad, lo que le obliga a reconocer que “lo peor, desde luego, es que quienes se atreven a salir a enfrentarse a cara descubierta a los nacionalistas sean grupúsculos fascistas, como los que asaltaron la librería Blanquerna de Madrid hace unos días, o viejos paquidermos del antiguo régimen que hablan de “España y sus esencias”, a la manera falangista.” El uso del término “grupúsculos” ya revela la voluntad de minimizar el hecho, muy en sintonía con el habitual ministro del Interior que, como el Noske de Weimar, en el fondo, simpatiza con los violentos.

¿No tiene el nacionalismo español otros argumentos que oponer a las “inexactitudes, fantasías, mitos, mentiras y demagogias” del nacionalismo catalán? Sí, claro, otras “inexactitudes, fantasías, mitos, mentiras y demagogias” que presentan, además el inconveniente de estar tintas en sangre, en fascismo, en imposición, en dictadura.

Y ese es el drama: esto no es una lucha entre la razón ilustrada, cosmopolita, liberal, tolerante en la que estos sermoneadores se instalan como au dessus de la mêlée, como el narrador omnisciente, sino un combate entre dos nacionalismos, uno de pasado siniestro que, por ello mismo, no se atreve a manifestarse como tal y otro emergente que quizá traiga en su carro todos los horrores que Vargas anuncia, cosa que está por ver. Mientras que del otro ya lo hemos visto y, si alguien quiere más ración, que mire a Blanquerna, escuche al suegro de Gallardón, atienda a lo que dice Vidal-Quadras o lea lo que pretende la Fundación Nacional Francisco Franco. Demasiados grupúsculos.

Termina Vargas su alegato con una de esas profecías que serían dignas de tomarse en cuenta si fueran justas: “El nacionalismo, los nacionalismos, si continúan creciendo en su seno como lo han hecho en los últimos años, destruirán una vez más en su historia el porvenir de España y la regresarán al subdesarrollo y al oscurantismo. Por eso, hay que combatirlos sin complejos y en nombre de la libertad.” Sobre todo, amigos, al nacionalismo español que, para no estar presente, cuenta con muy poderosos altavoces en razón inversamente proporcional al peso de sus argumentos.

La serpiente del nacionalismo.


El simbolismo de la serpiente es uno de los más antiguos, si no el más antiguo en la historia de la humanidad. En todas las cosmologías, mitologías y religiones hay alguna serpiente. A la babilonia Tiamat corresponde la que está enroscada en el árbol de la ciencia del bien y el mal en el Génesis, o Quetzalcóatl, la serpiente emplumada o la Shesha de los hindúes o la Naga de los budistas o el Urobouros egipcio y griego. Cada una con sus características, las serpientes o los dragones son deidades primordiales, ctónicas, representaciones del ciclo vital, la muerte y la resurrección, simbolizado en el cambio de piel. Un conjunto de factores que se predican de la nación: es originaria, nace (por eso es nación) y se perpetúa a través de la vida y la muerte de sus miembros, a los que trasciende, trae la fuerza de la tierra; es la madre tierra. El primer ejemplo, creo, y más conocido de esta asociación entre la serpiente y la nación es el emblema de la llamada bandera de Gadsden que pudo haber sido la de los Estados Unidos. Actualmente viene siendo la del Tea Party, que es bastante nacionalista. Y con una serpiente muy americana, la de cascabel.

Al igual que la nación, la serpiente es un símbolo ambivalente. Empozoña con su veneno y con su veneno cura. Por eso la lleva Esculapio enrollada en su vara, símbolo de la medicina y aparece también en el de la farmacia, haciendo realidad el dicho atribuido a Paracelso de que el veneno es una cuestión de cantidad. Lo mismo sucede con el nacionalismo. La identidad nacional es un factor considerado positivo. La nacional es una de las posibles identidades colectivas (hay otras: mujer, homosexual, negro, joven, etc) y la más relevante porque aparece asociada al poder por medio del Estado. De ahí que la cuestión nacional venga siendo siempre estatal. Una identidad intermedia entre la individual y la de la especie, algo que ha tenido una extraordinaria fortuna ya que, de todas las instituciones humanas, el Estado es la más universal.

El nacionalismo militante quiere un Estado. Por eso el TC suprimió toda referencia a Cataluña como nación en el Estatuto con alguna eficacia jurídica. Los magistrados no quieren en España más Estado que el español. Al exigir su derecho al Estado propio, el nacionalismo da un sentido y una finalidad a las vidas de quienes lo profesan: la lucha por un fin superior, un interés colectivo que trasciende los límites de la vida particular, una causa. En esa misma ganancia, como en el veneno de la serpiente, está su peligro. La entrega a una causa superior puede llevar al individuo a deponer el juicio ético, siempre personal, entre el bien y el mal; llevarlo, con mucha facilidad, a profesar la perversa doctrina de que el fin justifica los medios. Ese enunciado nuclear de todo nacionalismo o patriotismo exacerbado de "Mi Patria, con razón o sin ella", que es verdadero veneno.

La nación se ve a sí misma como permanente en el tiempo, una sucesión, dice Burke, que enlaza a los muertos, los vivos y los que nacerán, una cadena. O sea, una serpiente, animal en que encarnan los muertos cuando nos visitan en el culto a los antepasados. Una cadena humana. Poderoso simbolismo el de la pasada Diada catalana. La cadena fue la manifestación de la serpiente primigenia rejuvenecida.

La serpiente es también símbolo de la defensa, el que guarda la entrada del hogar y protege a sus moradores, destruyendo todo lo que los amenaza. Es animal de ataque y combate, más ya dragón que guarda el castillo de la princesa encantada que mera sierpe. Es el espíritu de un nacionalismo contra otro, incluso cuando nace en su seno, como es el caso del nacionalismo español frente al catalán. La identidad nacional española quiere componerse también de la catalana y absorberla, pero da la impresión de haberlo hecho al modo en que la boa de El principito se había tragado un elefante que está entero en su interior.
 
El nacionalismo español  no lucha por conseguir un Estado sino por preservar, defender el que tiene. Lo que equivale a decir que combate por su supervivencia.  Pero lo hace con menguado ánimo, como un viejo dragón que ya no escupe fuego sino cenizas. Menguado y muy menguado es el ánimo de un nacionalismo que empieza por negarse como tal. Apenas hay nacionalistas españoles que reconozcan serlo y no digan que no son nacionalistas. Nacionalistas que afirman no ser nacionalistas. Cuando empezamos por negar lo que somos no vamos muy lejos.

(La imagen es una foto de Wikimedia Commons, bajo licencia GNU documentación libre).

dissabte, 21 de setembre del 2013

El reino y el infierno.


Crónica de la España negra.

El Rey pasa de nuevo por el quirófano. Ya no hace bromas con el taller y los tornillos. Está de un humor de perros. Y el personal tomándoselo a chirigota. "Abuelo, abuelo, que te la vas a dar." Debiera mirarse en el ejemplo de su pariente Isabel II, tan fresca como una rosa y es bisabuela, creo, o poco le falta. Y ¿sabe SM por qué? Porque sus perros comen todos los días solomillo preparado especialmente para ellos por un chef de cocina. Eso sí que es carácter democrático de la Monarquía, caramba. Supongo que los animalistas estarán encantados aunque, claro, los solomillos salen de alguna parte. La ética está siempre llena de trampas o de insidias, como diría Rajoy.

En todo caso, el Rey tampoco da para mucho como cortina de humo frente al caso Bárcenas, a punto ya de convertirse en una serie televisiva. Seis meses de recuperación y hasta el próximo batacazo. Mucho más prometedora aparece la cuestión de los presuntos torturadores del franquismo, Billy the Kid y The Wild Bunch. Esa sí que es cortina de humo que está ya viendo el mundo entero: el gobierno va a impedir por todos los medios la extradición de los presuntos reclamados por la justicia argentina. Lo que sucede es que es una cortina de humo tras la que preferiría no estar. La asociación del gobierno con el franquismo no es plato de su gusto. Es verdad que el PP es franquista a fuer de fundado por un ministro de Franco y de dar abundantes pruebas de seguir siéndolo. Pero no se atreve a confesarlo, salvo casos incurables como Mayor Oreja o algún jefe de centuria amojamado en alcalde del PP. Los tiempos no están para presumir del fascio. Al contrario, están para que sus propagandistas ideológicos alardeen de liberalismo, digan que Franco era socialista o simulen creer que el término nazi es un insulto y se lo apliquen a sus adversarios, preferentemente los nacionalistas.

El asunto Bárcenas no puede ocultarse ni minimizarse porque ha corrompido el fundamento mismo de la legitimidad democrática del gobierno y de su partido. Un partido que para muchos es un negocio, un lujoso modo de vida. Entre los diez principales beneficiarios de los sobresueldos barcénigos pillaron 10.673.292 de euros en veinte años; diez millones y medio, además de sus ordinarios y generosos sueldos por las actividades que realizaran. A más a más, una pastuqui, procedente de unas donaciones presuntamente ilegales. Y en concepto ¿de qué? Según nebulosa explicación de Rajoy en el Parlamento, por el trabajo realizado, como compensación o algo así de etéreo. Una trola que salta a la vista con los más de tres millones de euros que afanó el entonces tesorero. ¿Qué se compensaba en este caso? ¿Qué trabajo se remuneraba especialmente? Y de los demás, ni hablemos. La actividad de político es voluntaria. ¿De qué hay que compensarlos? ¿De qué se ha compensado a Ana Mato?

Son estos cobros millonarios, moralmente injustificables, los que convierten el asunto Bárcenas/Gürtel en el asunto Rajoy, como ya se ha dicho. Un asunto imposible de tapar precisamente por ser el presidente que, aun escondiéndose cuanto puede, tiene que aparecer obligadamente y, en donde él aparece, aparecen los sobresueldos.

La estrategia de La Moncloa es mantenerse en el mutismo y dejar pasar el tiempo. Hay tratados sobre la actitud que podríamos llamar fabiana de Rajoy (algunos sostienen que es su rasgo caracteriológico más claro)  consistente en derrotar al enemigo, en definitiva, por aburrimiento. Un fabricante de productos deportivos podría tener la humorada de vender punching balls con la cara de Rajoy. Aguanta lo que le echen: lo llaman mentiroso, cobarde, corrupto y no se siente aludido, como un Diógenes contemporáneo, ajeno a los afanes del mundo. Le da igual. La Argentina le saca ahora los colores franquistas. También le da igual. Dice eso tan inteligente de no reabrir las viejas heridas, no mirar el pasado, mirar el futuro.

Pero ahora él y los suyos tienen que escuchar lo que llevan treinta años tratando de ignorar, de ocultar, de negar: que el régimen de Franco fue una dictadura criminal y que sus servidores pueden acabar todos en busca y captura universal por la Interpol por presuntos delincuentes. Y es que el franquismo no es una ideología sino un delito. Y ello, supongo, con gran dolor de corazón de esos académicos de la Real de la Historia para quienes Franco era, en realidad, un padrazo algo adusto.

Frente a todo esto la estrategia del mutismo tiene el fracaso garantizado y eso si no sale algún otro asunto que aun pruebe más el descrédito del gobierno. Él mismo hace lo posible porque así sea. ¿O no tiene miga que el partido que lleva veinte años financiándose ilegalmente tipifique como delito la financiación ilegal?

El mutismo solo se rompe para dar paso a una reiterada melopea centrada en el comienzo de la recuperación económica, baza única a la que el gobierno apuesta todo su empeño para ganar las próximas elecciones, las europeas, las municipales y las generales. Pero...

En primer lugar no hay ni traza de tal recuperación económica. Hay unos disparates de Montoro que suenan como un discurso de la iglesia de los santos del último día, unos confusos balbuceos de Rajoy anunciando con dos años de antelación su propósito de bajar los impuestos como Dios manda, y los habituales gritos de rigor de García Margallo para que los elementos se cuadren a su paso. Pero de recuperación económica, ni rastro.

En segundo lugar, aunque se diera esa recuperación económica, ¿quién la experimentaría? Y, sobre todo, ¿cómo hacer olvidar a los pensionistas, los parados, los trabajadores, los dependientes, los jóvenes, las mujeres que, de haberse logrado es a costa de su expolio?

La esperanzas estaban puestas en Madrid 2020. El personal no comería pero se alimentaría de los fastos de los juegos olímpicos. Otra burbuja pinchada. Madrid 2020 era una astracanada cuyo episodio estelar fue el discurso de Botella con una serie de necedades sacadas de una guía turística de tercera escenificado con la mímica de Antoñita la fantástica.

A falta de juegos olímpicos, bienvenidos habían de ser los juegos de manos. Así, la fe puesta en los estadios se posa ahora en los casinos y, en lugar de hacer el ridículo hacia fuera, lo hacemos hacia dentro. El millonetis Adelson quiere que en Eurovegas (de cuya financiación aún no dispone) no se aplique la legislación antitabaco. La ministra Mato se ha puesto a la tarea de no ver Eurovegas igual que no veía el Jaguar en el garaje de su casa. Y, ya puestos, ¿por qué limitarnos a la prohibición de fumar? ¿Por qué no eliminar también la prohibición de la trata de blancas o el abuso de menores? 

divendres, 20 de setembre del 2013

Siempre hay un elefante a tiro.


¿Recuerdan el famoso "elefante blanco" del Tejerazo de 1981? Sus señorías escucharon debajo de sus asientos que se esperaba la llegada de una autoridad, militar por supuesto, quien daría las órdenes oportunas. Esa autoridad pasó a ser el "elefante blanco", cuya identidad jamás se supo de seguro, oscilando las conjeturas entre el general Armada, Milans del Bosch o el propio Juan Carlos I. Nunca se sabría. Por cierto, curioso giro llamarlo "elefante blanco". El nombre parecería indicar algo muy preciado, casi dotado de poderes taumatúrgicos. Y no es exactamente así. El bicho es, sí, muy preciado a fuer de raro pero el nombre está ligado a la desagradable experiencia de poseer algo muy valioso que no sirve para nada y no se puede mantener ni desechar. Una ruina, vamos. Los reyes de Siam regalaban un elefante blanco a los cortesanos a quienes querían arruinar.

Es posible que la denominación, en definitiva, sea correcta y traduzca la idea popular sobre el valor de la Monarquía. No sirve para nada, es carísima y no hay modo de quitársela de encima. Un elefante blanco, desde luego. Y el Rey está familiarizado con los proboscidios de los colores más habituales, como es sabido por su afición a cazarlos, en ejercicio de su cargo de presidente honorífico del World Wild Life, cargo del que le han apeado a raíz de su último paquidermicidio.

Ahora ha irrumpido en la cuestión catalana, al modo del dicho también popular del elefante en la cacharrería. Se ha puesto a llamar a las personalidades catalanas de la empresa, la banca, los medios de comunicación para que se impliquen en la lucha contra el secesionismo. Al parecer ha abroncado al Conde de Godó, propietario de La Vanguardia, afeándole su apoyo al independentismo de CiU, él, que es Grande España, nada menos, nombrado precisamente por Juan Carlos I, el amigo de los elefantes. Hace un año, en la Diada de 2012, también abroncó en público a un dirigente de CiU, Salvador Esteve, por los mismos motivos y este, que le respondió con dignidad, confesó estar acollonat pues veía que el otro, muy irritado, se le venía encima. Pues eso, barritando irascible como un elefante viejo, que son los más peligrosos de todos.

Hace un tiempo, el lingüista cognitivo George Lakoff, gran teórico del framing publicó un librito que ha sido casi best seller titulado No pienses en un elefante, convertido en vademécum de los comunicólogos de medio mundo. Lakoff, de proclividad demócrata, trata de convencer a sus correligionarios de que si quieren enfrentarse con éxito a los republicanos (cuyo símbolo partidista es un elefante) tienen que sacarse de la cabeza la imagen del proboscidio pues, de otro modo, estarán debatiendo en el terreno elegido por el adversario. Parece un buen consejo, pero no sé si los aconsejados, los demócratas, sabrán seguirlo. Al fin y al cabo la imagen de su partido es un burro.

Sería un consejo beneficioso para los políticos españoles: dejen de pensar en el elefante real. Están nerviosos; no saben qué hacer. Quieren preservar la institución pero tienen miedo al titular, un convaleciente achacoso, cascarrabias, que parece ir por libre, al frente de una casa desmadejada con el crédito y la valoración popular bajísimos y que, cualquier día de estos, monta un lío. Con motivo de cierta celebración más o menos castrense estuvo a punto de darse una castaña y medir de nuevo el suelo con las costillas. Lo evitaron cuatro o seis generales y almirantes sujetándolo en vilo. Una imagen del elefante de la Monarquía española.
 
Hubo un tiempo en que el Rey, como el elefantito Babar, salió al extranjero, aprendió mucho y volvió a casa cargado de dones y ventajas de la civilización exterior. Y el pueblo ingenuo le tributó su aplauso. Pero eso fue hace mucho. Babar ha crecido, se ha convertido en una mole achacosa que solo sabe meter la pata, pues ya ni la trompa, y provoca problemas allí donde va.
 
Hace unos días, el señor Navarro, secretario general del PSC, pedía la mediación del Rey en un diálogo entre España y Cataluña. Y el elefante ya le ha contestado.



Por cierto, el otro elefante blanco, el Papa, sigue siendo blanco, pero se ha convertido en un mirlo. ¡Un Papa diciendo que jamás fue de derechas! Eso sí que no se lo esperaba nadie salvo los paldonfinis que se deslizan con frufrú de lujosos manteos y sotanas por las estancias del Vaticano. La iglesia, dice Francisco, debe dejar de dar la brasa con los gays y los matrimonios homosexuales. Pues es cierto. Ya está bien de aburrir a todo el mundo con esas pamplinas. Veremos luego qué sucede con el aborto. Señor, Señor. El obispo de Alcalá va a fliparlo en colores y monseñor Rouco quizá esté pensando levantar partida en nombre de Cristo Rey. Y no solo eso. Ha entrado Francisco en el huerto prohibido, el de las mujeres. Que hace falta en la iglesia, dice, el genio femenino. Nada más cierto. Atrévase a abrirle las puertas. Derogue el celibato obligatorio del clero, costumbre monstruosa, patógena, y permita la ordenación de mujeres. Esa sí sería una revolución de verdad en la iglesia al lado de la cual las demás son tortas y pan pintado.

(La imagen es una foto del Ministerio estonio de Asuntos Exteriores, bajo licencia Creative Commons).


dijous, 19 de setembre del 2013

Vuelve Franco.


El revival franquista del verano alcanza su apogeo. Los zangolotinos de Nuevas Generaciones poblaron las redes de fotos celebrando el fascismo con banderas franquistas, brazo en alto y acudieron en escuadra falangista a arropar a Cospedal en su declaración ante el juez. Porque son franquistas, sí, pero del PP y no parece que sean casos de doble militancia. Los gerifaltes del partido consideran que se trata de "chiquilladas" y no merece la pena tomar medidas disciplinarias. Varios alcaldes del PP, que parecen sacados de un álbum de fotos de la época de Bienvenido Mr. Marshall, también han dado fe de su inquebrantable fidelidad a Franco. Estas, claro es, no son chiquilladas; son alcaldadas seniles y, por lo tanto, tampoco censurables. Un grupo de matones del fascio entre los que hay de todo, incluido un pariente de un miembro del gobierno, asaltan la librería Blanquerna. Actos aislados, insignificantes, dirá el ministro del Interior.

El PP se niega a colaborar en la tarea de hacer justicia con el franquismo. No cumple la ley de la memoria histórica; al contrario, la obstaculiza. Bloquea todo intento de hacer justicia a las víctimas y de eliminar los honores indebidos de los victimarios, nombres de calles, plazas, monumentos, etc. Yo mismo pude ver hace unos días que el nombre de José Antonio Primo de Rivera sigue esculpido en la piedra de la fachada de la catedral de Granada.

En estas condiciones, con los franquistas crecidos, parece lógico ver que la Fundación Nacional Francisco Franco, una entidad privada que hasta hace poco recibía subvenciones públicas, dedicada a honrar la memoria y difundir el conocimiento del dictador, reclame la intervención del ejército en Cataluña. Por supuesto. Absolutamente lógico. Lo ilógico es que haya una Fundación Nacional Francisco Franco. Está presidida por la hija del dictador y a su patronato pertenece el suegro del ministro de Justicia, un falangista ex-ministro de Franco que habrá explicado a su yerno el sentido de la justicia sobre los luceros. Esa Fundación debiera ser declarada ilegal y disuelta y sus responsables, la hija, el suegro y el cuñado del primo y el sobrino de la tía, todos, procesados por apología del presunto genocidio cometido por ese invicto caudillo al que idolatran.

En el revival no podía faltar la fanfarria militar y allá se fue García Margallo a preparar la toma del Peñón de Gibraltar, como en los mejores tiempos. Reapareció la Legión y se escucharon soflamas de diverso tipo, así como de la altura de las de Trillo en Perejil. Entretenidos en estas nostalgias, los gobernantes y sus diversos adláteres no calibraban bien el impacto que el facherío estaba produciendo en el extranjero. Podían haberse enterado en Buenos Aires, cuando casi no los dejaron salir del ascensor. Pero eso es imposible. Uno de los rasgos de la derecha española es su pavoroso parroquialismo. No es que el juicio ajeno le sea indiferente. Es que le es desconocido.

Hasta que un buen día nos dan una bofetada como la de la jueza María Servini de Cubría, que ha dictado orden internacional de detención preventiva con fines de extradición contra cuatro presuntos torturadores de la dictadura, con nombres y apellidos. Así el gobierno se encuentra ahora obligado a responder a una petición de extradición de cuatro supuestos criminales que trabajaban a las órdenes de ese presunto genocida cuya memoria es honrada por una fundación que hasta hace poco se financiaba con fondos públicos.

Seguramente el gobierno hará oídos sordos a la petición; es decir, amparará -una vez más- a los supuestos delincuentes de la dictadura. Pero menudo bochorno internacional. España emparejada con las dictaduras sangrientas del cono sur (en realidad, estas fueron sus discípulas) a los ojos del mundo entero. Si alguno de los cuatro extraditables pone un pie fuera de nuestras fronteras, la Interpol le echará el guante y tendrá que declarar por sus posibles fechorías.

Por cierto, el juez Garzón estará encantado de ver cómo se extiende su doctrina pues la jueza Servini aplica el mismo criterio de justicia penal universal que él aplicó para conseguir la detención de Pinochet en Londres. Algo de lo que hemos de felicitarnos todos porque, si no es por la intervención argentina, en España jamás se haría justicia a las víctimas del franquismo. La prueba reside en el mismo Garzón. Jamás se recuperarían los muertos de las cunetas, jamás se conocerían los nombres de sus asesinos.

Esa decisión de la jueza Servini es una bomba que ha acabado reventando la Marca España, el segundo país del mundo, después de Camboya, con mayor número de asesinados en fosas comunes anónimas. Ahora, la sombra de esos muertos vuelve a alzarse ante el gobierno por una requisitoria transoceánica. Un gobierno compuesto por franquistas, neofranquistas, descendientes de franquistas o emparentados con franquistas. Porque, si se puede -y se debe- llamar a declarar a Billy el Niño, a lo mejor también al suegro de Gallardón, Utrera Molina, que fue ministro de Carrero Blanco, o sea, de Franco.
 
Y después dicen que España no es diferente. 

dimecres, 18 de setembre del 2013

Entrevista a Mariano Rajoy.


Palinuro, el reportero más duro, consiguió colarse hoy por la mañana en La Moncloa gracias a un primo que tiene, empleado de asesor de Rajoy. Una vez en el complejo, se atuvo a sus consejos: hacer como si nada, coger unos papeles y andar de un sitio para otro recorriendo los pasillos como si fuera a algún sitio o viniera de algún otro. El truco consistía en hacerse el encontradizo con el presidente y, una vez contactado este, no darle tiempo a reaccionar y recordarle aquellos inolvidables tiempos cuando ambos -Palinuro y él- se conocieron siendo él presidente de la diputación de Pontevedra y Palinuro algo que, de momento, no revelará, pero es históricamente cierto. Pasaron antaño unos gratos momentos y, fiado en este recuerdo, esperar que accediera a retirarse a un diván en un rincón y mantener esta charla que damos hoy a los lectores en rigurosa exclusiva mundial.




Pregunta: Usted dijo que no cumplía su palabra pero sí con su deber. Pero, ¿no es el primer deber de un hombre cumplir la palabra?

Respuesta: Mireusté, déjese de frivolidades. España es una gran nación y hay que sacrificarle todo. Hasta la hombría. Yo estoy dispuesto.
 
P.: Es opinión universal que no hace usted más que mentir.
 
R.: Mentira, verdad, ¿cómo distinguirlas en política? La verdad es una quimera y la mentira ya tal.

P.: Casi todos sus ministros son ignaros en la materia que les ha encomendado. ¿Cree que es bueno para España?

R.: Excelente. Si supieran algo de lo que gestionan podrían tener ideas y eso es peligrosísimo. Las aplicarían, en lugar de obedecer órdenes como hago yo. El gobierno es cosa de jerarquías.

P.: ¿Cree que los medios públicos de comunicación en España con usted son imparciales?

R.: ¿Tiene alguna duda? La cobertura respeta rigurosamente los apoyos electorales. A más votos, más razón se le da a un partido. No solo tiempo sino razón. No querrá que sea al revés. Sería reírse del pueblo. ¿Me entiende?

P.: Por supuesto. ¿Cree que la democracia es compatible con el gobierno por decreto y el ninguneo del Parlamento?

R.: Lo dice usted como si fuera gobernar por ukase. Y no. El Parlamento tiene luego que convalidar el decreto. Así que nada de ninguneo. El Parlamento tiene la esencialísima tarea de convalidar los decretos del gobierno.

P.: Y aplaudir.

R.: Solo si me lo merezco. No obligo a nadie. Pero el Parlamento es fundamental en España.

P.: Fundamentalísimo, desde luego. Presume usted de haber conjurado la amenaza de la crisis sobre España y de que estamos al inicio de la recuperación. Pero los datos no dicen eso. ¿A quién deben creer los ciudadanos, a los datos o a usted?

R.: ¿Ve por qué no admito preguntas en las ruedas de prensa?

P.: Claro. Las preguntas las carga el diablo.

R.: ¡Qué va! Las carga Carlos Marx. Mireusté, entre los datos y yo, lo tengo claro: yo. Además, los datos los fabrico yo, que tengo sentido común y soy muy previsible. Los ciudadanos, que crean lo que quieran. España es un país libre. Al final se hará lo que yo diga y seguro que coincide con los datos.

P.: ¿Y si no hay recuperación?

R.: Se parece usted a Guindos, que es un agonías. Claro que la habrá. ¿No ve que ya hemos arruinado el país y empobrecido a sus habitantes al extremo de que España entera es pieza codiciada de los fondos internacionales? En nada de tiempo volverán los inversores con una lluvia de miles de millones.

P.: O sea, otra burbuja.

R.: Claro, solo que yo no la llamo así sino recuperación económica. Es como cuando Aznar. Cogió España en la ruina y la dejó con superávit. No seré yo menos que Aznar, que no era un lince.

P.: ¿Por qué han de pagar la crisis los más desfavorecidos, lo que la convierte en una estafa?

R.: Es obvio. La pagan porque son los currelas, los que nacieron para pagar. Si tiene alguna duda, léase los artículos que escribí en El berrido de Pontedeume en mi juventud, en donde demuestro que lo natural es la desigualdad de la gente, que la igualdad es una manía de psicópatas y envidiosos, como demostraba Fernández de la Mora, mi guía espiritual. Unos, como yo, hemos nacido para mandar y ser ricos; otros, para obedecer y ser pobres. Es el orden natural de las cosas. ¿En dónde está la estafa?

P.: Con la excusa de la crisis su gobierno está realizando una involución de 100 años y, mientras Francia impone la laicidad en las escuelas, ustedes les imponen la religión. ¿Cree usted que Francia sea un país más atrasado que España?

R.: Desde luego. Todos masones y antiespañoles.

P.: ¿Por qué no condena el PP el franquismo?

R.: Ya lo hicimos.

P.: Pero de mentirijillas. Luego no lo condenaron en el Parlamento Europeo. Su partido está lleno de franquistas, ustedes han derogado de hecho la Ley de la Memoria Histórica y se niegan a investigar los crímenes del franquismo.

R.: No queremos reabrir viejas heridas. Es un error. Además, no me importa reconocerlo, en el fondo, fondo, somos todos tan franquistas como el Rey. Pero todos, ¿eh? Todos. Ustedes, los rojos, también.

P.: ¿Qué quiere decir?

R.: ¿No se da cuenta? Franco marcó todas las generaciones. Nosotros somos los continuadores del régimen y, en cierto modo, ustedes también lo son del antirrégimen. Si se acabara el franquismo, ¿de qué iban ustedes a hablar?

P.: Tenemos muchos temas.

R.: No es eso lo que me dice Arriola. Su único tema, además del franquismo, es la transición: que si fue buena, que si mala, que si se hizo bien, mal o regular. Viven ustedes en el pasado y ni sobre eso consiguen ustedes entenderse. Son ustedes de una vaciedad mental asombrosa.

P.: Volvamos al presente. ¿Cuándo va usted a dar explicaciones reales sobre el caso Bárcenas? ¿Está esperando a hacerlo ante el juez?

R.: ¡Qué murga, oiga! Precisamente hoy ha tenido Sorayita que responder a sus insidias en el Parlamento. He dado ya todas las explicaciones. No hay más. Se acabó. Reconocí haberme equivocado, como el Rey con el elefante y ya solo los enemigos de España, la canalla marxista y los periodistas, que viene a ser lo mismo, pueden pretender que siga dando explicaciones porque lo que quieren es ver si me pillan en un renuncio.

P.: Insisto: tendrá que dárselas al juez.

R.: No sea panoli, hombre. Los jueces hacen lo que nosotros decimos. Los militares, los curas, los jueces, los periodistas. Todos. El Caudillo lo dejó todo atado y bien atado y así sigue. Escuche a Marhuenda, que lo explica de cine.

P.: Imposible no hacerlo. Está en todas partes.

R.: Sí me es más fiel que mi caniche. Claro que Lara se porta y le astilla una pastuqui. Aunque yo sé que lo haría por las lentejas.

P.: Pero el escándalo Bárcenas no remite. Cada día se descubren casos nuevos de corrupción de su partido, sus cargos públicos, de usted mismo…

R.: Es un fastidio, ¿verdad? Pero ya escampará. Mientras tanto, nosotros a no dejarnos distraer, a lo nuestro. Empeñé mi palabra y nadie me apartará de ello.

P.: ¿Cuál palabra? Porque tiene usted muchas.

R.: La que me dé la gana. Once millones de ciudadanos confían en que sabré mantener el rumbo. Así que seguiremos a lo nuestro.

P.: ¿Qué es lo suyo? Hay gente que dice que lo suyo es robar.

R.: Hay gente pa tó, ¿no? Como decía Belmonte. No niego que algunos de los nuestros trincarán (aunque nunca tanto como los sociatas; fíjese en los EREs), como hizo ese señor mayor de pelo entrecano que está en Soto del Real y diz que fue tesorero del PP. Nada. Nosotros a lo nuestro, a sacar a España del abismo sociata.

P.: Con el fracaso de Buenos Aires se ha quedado usted sin cortina de humo.

R.: Desde luego. Vaya chasco. Entre nosotros, en off, por favor, le diré que Botella es casi tan tonta como su marido. Un charlatán le ha estafado dos millones de dólares con la coña esa de las olimpiadas. Igual que a Aznar le birlaron otros dos millones prometiéndole una medalla que no le dieron. Pero es verdad, con los juegos a la porra tendremos que concentrarnos en otros asuntos para distraer la atención de la chusma. Gibraltar siempre estará ahí y de los polacos ya ni le cuento.

P.: ¿Piensa Vd. bombardear Barcelona, como ha dicho hace poco un tertuliano facha de los suyos?

R.: No quisiera, desde luego. Soy muy aficionado a pasear por las Ramblas, pero si no queda otro remedio para preservar la unidad de la Patria…

P.: La fundación Francisco Franco propugna un golpe de Estado en contra de Cataluña.

R.: ¡Ah! Esa fundación en la que está el suegro del ministro de Justicia. Sí, ya imagino. También los militares están que bufan. Bueno, sabe usted que soy partidario del diálogo. Hasta contesté la carta que tuvo la desfachatez de mandarme Mas. Pero si hay que pasar a la acción, no le quepa duda de que no me temblará el pulso.

P.: Como con las pensiones…

R.: Exacto.

P.: La sanidad pública.

R.: Desde luego.

P.: La educación.

R.: Por supuesto. Si hay que bombardear, se bombardea, pero Cataluña es España y lo demás, una patraña.

P.: Si va a bombardear, ponga a Trillo al frente de la operación.

R.: ¡Toque madera, hombre! Ese confunde Cataluña con Honduras y los aviones se le caen.

P.: No se enoje. ¿Ha cobrado usted sobresueldos?

R.: Por supuesto. Como todo el mundo. El PP es una empresa y el que más rinde, más cobra.

P.: ¿Se le ha pasado por la cabeza dimitir?

R.: Claro que no. Al contrario, estoy pensando continuar varios mandatos más y sin necesidad de que haya elecciones. Son muy caras y, total, ya sabemos que la gente me elegirá sin vacilación.