dijous, 26 de setembre del 2013

Dorian Rajoy Bray.


Como en la obra de Oscar Wilde, hay dos Marianos Rajoys, el atildado dandy con pinta de rico propietario mexicano e hidalgo español que recorre los platós mundiales representando una Marca España en remontada, como corresponde a una gran nación y su otro yo, la imagen contrahecha, perversa, repulsiva del malvado que consume su vida en las zonas más siniestras del barrio chino y el Soho de la Gürtel y el caso Bárcenas. El uno gusta andar por las regiones elíseas del extranjero; el otro no consigue salir de las zahúrdas de Plutón de esta rugosa tierra de pícaros y granujas..

El primero, el hombre de mundo, se ocupa de las cosas elevadas: la deuda, la prima de riesgo, el déficit, la recuperación crédito, la disposición a seguir sableando a la población si es preciso. Se vale para ello de la prosa elegante del autor de La importancia de llamarse Ernesto y su sentido de la paradoja y la contradicción. No se dirá que no es wildeano asegurar que el plan para empobrecer, mermar y eliminar en diferido las pensiones instaura la sostenibilidad de estas. Dorian Gray en su mejor momento, asombrando al mundo con su aplomo de estadista en una entrevista en exclusiva mundial en perfecto español en Bloomberg TV.

El segundo, la imagen mefítica, adaptado a un mundo de villanías y crímenes en el que solo se sobrevive echando a los demás a los leones, se ocupa de su supervivencia ante una oposición cada vez más tumultuosa en su exigencia de que comparezca en el Parlamento a dar cuenta de las que considera mentiras del presidente. Por sí mismo, como la efigie de Dorian Gray, está oculto, cubierto con un tupido plasma y no se deja ver a la luz del día porque helaría la sangre en las venas a los espectadores. Cobros de sobresueldos, cajas B, financiación ilegal, fondos ilícitos, malversación, prácticamente no hay inmoralidad o ilícito de los que no se acuse al PP cuya cabeza visible -cada vez es más notorio- es Dorian Rajoy. Su táctica de esconderse tras el lienzo/plasma y cerrarse en un mutismo total está consiguiendo lo contrario de lo que pretende, esto es, convertirlo en la clave de todo el asunto, el responsable de todos los desaguisados. Y eso no hay discurso triunfalista económico que lo anule.

¿Cómo que no? Ahí está la entrevista en la Bloomberg TV. Efectivamente, ahí está, en Bloomberg, que dejó de emitir en España en 2009. Ahora puede verse en inglés a través de Bloomsberg Europa por cable y satélite. Y el discurso está en español. El canal es de base neoyorkina y la entrevista está hecha en Nueva York. Pero, vamos, que ni la Fox Bussines News de su amigo Aznar ha ido a verlo. Es decir, esta entrevista es un montaje para consumo español interno, probablemente uno de esos golpes de efecto tan celebrados de Arriola por los que cobra una pastuqui y que, en el fondo, no sirven para nada.

Los dos próximos años, hasta las elecciones de 2015, verán la lucha definitiva entre ambos Dorian Brey: el paladín de la elegancia y la decisión salvar a España, el cuentacuentos económicos sobre la crisis, cuyos datos va inventándose sobre la marcha contra la figura deforme que anda a trompicones con la realidad aplastante de la corrupción. A este combate por salir indemne de una trama de mangoneo y trinque generalizados que parecen haber organizado entre su amiguito del alma Bárcenas y él tiene prácticamente sometidas las instituciones del Estado. La Fiscalía está dedicada en cuerpo y alma no a combatir la corrupción sino a garantizar la impunidad del mayor presunto corrupto; el Parlamento, consagrado a bloquear toda indagación, interpelación o pregunta sobre sus mentiras ; la prensa y su cuadra de periodistas empeñados en demostrar que la culpa de todo la tiene Zapaterop.

Estos señores del Proyecto Demos que, al parecer, se presenta hoy en Londres, dejan constancia del retroceso democrático en Europa. Se habrán dado una vuelta por España, es de esperar,  país en donde ese retroceso no solo afecta a la política de orden público y ejercicio de derechos en general, incluida la libertad de expresión, sino también al terreno legislativo penal, por no hablar del sanitario y el educativo.

La cuestión está en si la gente compra unas vagarosas promesas de recuperación imaginaria al precio de la pérdida de sus derechos, empezando por el de que se haga justicia con los delincuentes presentes y pasados y, en consecuencia, vuelve a comprobarse ese saber convencional de los granujas de que la corrupción no pasa factura siempre que puedas convencer al votante de que se acabaron las penurias y comienza la recuperación. Parece mentira pero, al igual que Camps, Dorian Bray podría volver a ganar unas elecciones por mayoría absoluta. A eso probablemente se refería él cuando decía que quería hacer en España lo que el curita en Valencia.

(La imagen es una captura de TV "El País".)