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dissabte, 26 de desembre del 2015

El fondo de la cuestión

¿Qué? ¿Qué les ha parecido la reacción de la clase política española a la interminable jeremiada del Borbón entre oro y lujo propios de un advenedizo ostentoso? Rápidos, nuestros políticos, ¿eh? Y acertados, agudos como bisturís, capaces de sintetizar en dos palabras la enjundia de un discurso y de comentarlo con la profundidad de gentes de Estado con mentes elevadas. Copio la síntesis de brillantes juicios que trae hoy el Huffington Post :

Cospedal: (PP)"un monarca que conoce perfectamente a su país y los anhelos y retos que tienen los españoles y nuestra nación".
Hernando (PSOE): "un discurso que pone en valor que España es un gran país".
Iglesias (Podemos) "Lo que comparto: España es diversa y plural. Lo que me falta: paro, desigualdad, un país con su gente y sin corrupción. Bonita corbata".
Rivera (C's). "Comparto con el Rey la necesidad de diálogo, reformas democráticas, unión y responsabilidad en esta nueva etapa de la democracia española".
Garzón (UP-IU) "El ciudadano Felipe de Borbón demostró ayer que no pisa el mismo suelo que la mayoría social. Habló de un país fantasioso, no del real".

Impresionante, ¿eh? Casi parece que hubieran escuchado a otro rey en otro tiempo y país. Felipe V + I trató exclusivamente de la amenaza a la unidad y continuidad de España que supone la secesión catalana a la que, por supuesto, no nombró una sola vez. Pero le dedicó todo el discurso, como demostró ayer Palinuro. Felipe no mencionó Cataluña (ni siquiera bajo la ingeniosa fórmula de "ese territorio del que usted me habla") pero no dejó de hablar de ella en ningún momento. Los políticos españoles, a la altura de esas tribus primitivas que piensan que lo que no se nombra no existe, no tienen nada que decir acerca de la reiterada, machacona, pegajosa, cantinela del Borbón sobre la unidad de la gran nación.

El discurso es una pieza para el psiquiatra, pero las reacciones de estos líderes no lo son menos. Ninguno reconoce que el discurso no es más que la melopea monotemática de un obsesionado con la posibilidad de quedarse sin corona por la secesión. No ven ni oyen sino lo que no se ha dicho, corrupción, precariedad, pobreza, etc., y se quedan en la bambolla de lo que se ha dicho sobre la gran nación.

Pasada la cena de las entrañables fiestas, el principio de realidad se hace de nuevo patente. ¿Y cuál es este? El referéndum de autodeterminación de Cataluña. Cataluña, vamos, la cuestión que realmente puede poner en un brete la democracia española y la propia España. Podemos perdió las elecciones catalanas del 27 de septiembre por andarse con ambigüedades sobre el referéndum y ahora, sin embargo, se lo pone a Pedro Sánchez como requisito para negociar. Lo hace presionado por la alcaldesa Colau porque, aunque los de los círculos sostengan haber sido la fuerza más votada en las elecciones de 20D en Cataluña, lo cierto es que lo ha sido la coalición o confluencia En Comú Podem. Es muy de ver cómo los de la nueva política adoptan los hábitos de los de la vieja, por ejemplo, el dar por verdades enteras las medias verdades.

Hace un par de días, el Ayuntamiento de Barcelona se ha adherido a la declaración de independencia del Parlament. En Comú se ha abstenido, pero gracias a su abstención, la corporación es independentista. Esto hace que la exigencia de referéndum sea inexcusable, sin olvidar que, para muchos independentistas, la petición es anticuada pues ya celebraron unas elecciones plebiscitarias el pasado 27 de septiembre. Y las dan por referendarias.  

Ninguno lo ve, ninguno lo oye, ninguno lo dice, pero la cuestión candente es Cataluña. Después del "no" de Sánchez, diríase que Rajoy está ya amortizado. Todavía le queda hablar con Iglesias quien también le dirá lo del referéndum y con Rivera, quien da igual lo que le diga porque, con sus 40 diputados, no sirve para nada. Es cuestión de tiempo  que el registrador de la propiedad se vuelva a su registro y permita que los españoles nos recuperemos de esta pesadilla de imbecilidad y corrupción que hemos tenido que aguantar cuatro años. 

En verdad, la pelota está en el tejado del PSOE un poco en tono menor, en espera de lo que suceda en el Comité Federal del lunes. Los barones acuden con las hachas prestas por si Sánchez tiene veleidades referendarias, razón por la cual este ha abjurado usando una fórmula cercana al corazón español del PP: que no cederá en materia de unidad territorial de España. ¡Con la unidad de España no se juega! También Iglesias dice que esperará al Comité Federal. En realidad, el resultado de este estará determinado por el de la asamblea de la CUP en Sabadell mañana. Si la CUP rompe, no inviste a Mas y va a elecciones nuevas, la situación será muy distinta que si inviste a Mas y el lunes hay un gobierno en la Generalitat con el apoyo parlamentario preciso para poner en marcha la hoja de ruta hacia la independencia.

Si mañana hay un gobierno catalán, será muy difícil que el PSOE resista la presión para formar otro de unión nacional con el PP, incluso con C's. Un gobierno que no podría estar presidido por Rajoy que es quien ha llevado al país a esta situación. Podemos se quedaría fuera agarrado a su propuesta de referéndum, que lo hace tan sospechoso en España como lo es en Cataluña en donde muchos creen que, al proponer un referéndum que no puede garantizar, Podemos tiene en el fondo una finalidad unionista.

Si, por el contrario, no hay gobierno en Cataluña y se va a elecciones en marzo, habrá menos presión en Madrid y se abrirá un margen mayor de maniobra para la política. No será tan urgente constituir un gobierno que haga frente a otro secesionista. Pero la posición de Podemos no mejorará mucho porque lo atacarán por su propuesta de referéndum que, sin embargo, no podrá retirar pues, de hacerlo, perdería el apoyo en Cataluña. Y no sirve de nada la bienintencionada exigencia de que España reconozca su carácter plurinacional. O sea, pluralidad de naciones. Quien reconozca una nación, tendrá que reconocer su derecho a constituirse en Estado soberano o, cuando menos, explicar racionalmente por qué no lo hace.

La pedagogía de la nación de naciones está por hacer. No es fácil en un país en el que la derecha en pleno y una parte considerable de la izquierda están furibundamente en contra del derecho de autodeterminación (basta con escuchar a la señora Díaz en trémolos de exaltado patriotismo unitario español), mientras que la otra parte de la izquierda es partidaria del derecho de autodeterminación siempre que el resultado no sea la independencia. Y sin embargo esa pedagogía ha de hacerse porque el referéndum acabará realizándose ya que es imposible oponerse a un deseo manifiesto por más del setenta por ciento de la población.

Ahí, Podemos recorta la figura del llanero solitario.

dimarts, 22 de setembre del 2015

Armageddon.

Se recordará la absurda expresión, propia de Ubú Rey, con que Rajoy quiso despachar hace cuatro años una concurridísima Diada en 2012. Un millón y medio de personas en la calle al grito de som una nació; nosaltres decidim era para el presidente de los sobresueldos una algarabía. Y, en cierto modo, no le faltaba razón. Al estar en catalán, lengua que Rajoy ignora, como todas las demás, excepto el español, que le resulta algo más familiar, aunque no del todo, era lógico que le sonara como eso, una algarabía o batiburrillo en árabe. Apenas se hizo especial hincapié en la necedad de la respuesta porque, en el fondo, no llamaba la atención. Los españoles estamos acostumbrados a unos políticos que frecuentemente (los pesimistas dice siempre) no saben lo que hacen ni lo que dicen.

Cuatro años más tarde, la algarabía es un potente movimiento independentista con amplísima base social transversal y un notable impacto en la opinión pública exterior. Una iniciativa política independentista que puede ocasionar la ruptura de España. Una crisis frente a la cual, el aparato de propaganda de la recuperación ha enmudecido. Una crisis de la que el señor Rajoy dice no ser responsable, ya que él no tiene la culpa de que haya más o menos independentistas. Si él, que es el presidente del gobierno no tiene la culpa, es imposible imaginar quién la tendrá.

Es obvio: no saben lo que dicen ni lo que hacen o, tratándose de Rajoy, "no hacen".

Pero gobiernan y ahora hay una ofensiva independentista muy seria que los políticos españoles no han sabido calibrar. Esos políticos incluyen a la oposición socialista, incapaz de articular una opción más flexible y negociadora que la del gobierno porque, en el fondo, coincide con los supuestos básicos de la acción de este y no se atreve a adoptar un criterio distinto del más ultramontano nacionalismo español por miedo a perder votos en España.

Téngase en cuenta que, tratándose de un asunto de calado constituyente de hecho, los sondeos sin embargo, presentan una situación muy abierta y muy indecisa. Apuntan a una victoria independentista pero con diversos cálculos en cuanto a su proporción, lo cual obliga a esperar a los resultados en mayor medida que en otros momentos.

Decía el gobierno, con aquiescencia de la oposición, que las elecciones de 27 de septiembre son elecciones autonómicas ordinarias, nada de plebiscitarias, pues estas ni siquiera existen en la Constitución, aunque sí el referéndum. La impericia del gobierno, por no hablar de su manifiesta ineptitud, ha convertido las famosas elecciones autonómicas en una consulta de proyección internacional. Al meter en danza a Merkel, Cameron y Obama, mendigando de ellos declaraciones en contra de la secesión catalana que tampoco conseguía, el genio de La Moncloa ha cumplido con creces el programa independentista de la internacionalización.

No saben lo que hacen.

Pero insisten. Durante este tiempo, desde la algarabía de 2012 al yo no tengo la culpa de nada, no ha habido un solo intento de diálogo o negociación salvo en los términos perentorios de "se cumple la ley y punto". Nada de debate: silencio, rechazo, cerrazón, hostilidad y desprecio. Por supuesto, acompañados con una cascada de insultos, desde los más refinados a los más groseros. Y eran unas elecciones ordinarias.

En los días que quedan, se intensifica el tono y se pasa a las amenazas más directas y los augurios más funestos. Los bancos, muy enfurruñados, amenazaron con marcharse de Cataluña en caso de independencia, una posible decisión nada creíble por no estar basada en ningún cálculo racional de costes-beneficios. El caso de algún empresario de profundo nacionalismo español, como el de Pronovias, quien también promete llevarse el ajuar si el Principado se declara independiente, pone de manifiesto precisamente su carácter aislado. El Banco de España, dirigido por un fiel alguacil de la política económica del gobierno prevé un corralito catalán si hay independencia, con tanta razón y verosimilitud como la del ministro del Interior quien, inspirado por alguna de sus condecoradas santas, tuvo una visión de Cataluña rebosante de yihadistas y terroristas en general.

Faltaba llegar a lo abyecto y ahí figura, en portada de El Mundo: le República catalana no podrá pagar las pensiones. El Pacto de Toledo se firmó precisamente para poner fin a esta despreciable treta de jugar con las pensiones como arma de la lucha política. No había derecho a someter a chantaje al sector más vulnerable, indefenso y venerable de la sociedad. Lo primero que hizo el gobierno de la derecha fue, precisamente, romper el Pacto de Toledo para que ahora sea posible una ruindad como la de esa portada, para asustar a los jubilados catalanes. Menos mal que son católicos, ¿verdad?

Detrás de las pensiones vendrá el Apocalipsis. No saben lo que hacen ni lo que dicen.

Sin embargo, de aquí al 28 de septiembre ya solo cabe esperar y tomar nota del resultado que, casi seguro, va a ser un cambio de época en España por cuanto apunta a una alteración de carácter constituyente. A partir de esa fecha, los nacionalistas españoles tienen tres meses para remediar la situación, imitando descaradamente a los catalanes, es decir, convirtiendo las elecciones generales "ordinarias" en plebiscitarias entre un bloque con oferta constituyente (a ser posible, una única y no siete) y otro continuista. El continuismo sabemos lo que es: más corrupción, caciquismo, ineficacia, autoritarismo, censura, recortes, devaluación interna, desigualdad, más pobreza, nacionalcatolicismo y centralismo.

Lo interesante es si el bloque de opción constituyente es capaz de formular una suficientemente flexible, incluyente y eficaz para contar con un apoyo generalizado. La verosimilitud de la propuesta habría de quedar condicionada a la participación de los catalanes, que no está en modo alguno garantizada sino más bien al contrario. Da la impresión de que la única propuesta más moderada, capaz de frenar una DUI si el apoyo parlamentario lo permite, sería un referéndum de autodeterminación vinculante y en un plazo breve.

Y estaría por ver porque ese es el referéndum que, según el ministro del Interior, ningún gobierno de España autorizará jamás.


divendres, 18 de setembre del 2015

El desastre de la izquierda española.


En 1939 la izquierda española sufrió una derrota histórica por dos motivos principales: la superioridad militar de su enemigo y su propia y suicida desunión. La derecha fascista, en cambio, tuvo un triunfo igualmente histórico que consolidó mediante una dictadura de genocidio y terror, administrada por delincuentes, que duró cuarenta años.

En 1945, la derecha fascista europea sufrió una derrota histórica mientras que la derecha democrática y la izquierda conseguían una victoria también histórica que asentarían en un régimen de libertades y prosperidad en toda la Europa occidental de la postguerra menos en Portugal y España, en donde gobernaba la derecha fascista con regímenes de opresión y miseria. La derecha europea se había ganado sus credenciales democráticas enfrentándose al fascismo en los campos de batalla, cosa que no hizo la española, que siguió siendo fascista e impregnó con su cultura política los 40 años del franquismo.

En 1975, con la muerte del genocida, la derecha fascista española, en un contexto internacional hostil, creyó conveniente adaptarse a los tiempos y disfrazarse de demócrata. Tal cosa posibilitó la transición, un pacto entre franquistas que no podían seguir gobernando como hasta entonces y una izquierda atemorizada, debilitada, incapaz de imponer la ruptura porque, además, estaba tan dividida como en 1939. Así echó a andar el sistema político de la segunda restauración, pronto bajo gobierno de una socialdemocracia que, por miedo, conformismo, excesiva buena fe o las tres cosas a la vez, fingió que este régimen era una democracia homologable a las europeas, a pesar de que no se hizo nada por depurar las responsabilidades de la dictadura ni se impartió justicia a las más de 140.000 víctimas asesinadas por la vesania franquista, que la rácana Ley de la Memoria Histórica no se aprobó hasta 2007 y nunca, en realidad, ha sido eficaz, estando hoy prácticamente en desuso por obra del PP

Visto que la izquierda cumplía su compromiso de no exigir responsabilidades ni hacer depuraciones, la derecha incumplió el suyo de reconducirse a un espíritu democrático, se quitó la careta y reapareció como lo que siempre ha sido, una derecha fascista, sin complejos, como la animaban los comunicadores de su cuerda y su ánimo le pedía. El país siguió lleno de calles dedicadas a los franquistas, de bustos de Franco, con el Valle de los Caídos como monumento a la victoria del fascismo y la Fundación Francisco Franco dedicada a honrar la memoria del delincuente dictador, mientras los ayuntamientos estaban plagados de fascistas afiliados al PP, muchos de los cuales presumen de ello en las redes sociales.

Con las elecciones de noviembre de 2011, ganadas merced al engaño, el fraude y la financiación ilegal, el país volvió a ser regido por franquistas como una dictadura de hecho. Había y hay una Constitución vacía de contenido y una estructura formalmente democrática, pero, en realidad: 1) se gobierna mediante decreto-ley; 2) el parlamento no pinta nada; 3) los tribunales de justicia, salvo excepciones, obedecen al ejecutivo; 4) los medios de comunicación son un monopolio al servicio de la agit-prop del gobierno y su partido; 5) se vuelve a la legislación represiva como la Ley Mordaza y se vulneran derechos y libertades; 6) la iglesia católica sigue siendo un Estado dentro del Estado coronado de privilegios y con control del sistema educativo; 7) la tasa de explotación de los trabajadores es de las más altas de europa, igual que la de expolio y saqueo de los recursos públicos mediante privatizaciones o simple robo; 8) se retorna al centralismo territorial; 9) domina la oligarquía y el caciquismo tradicionales en una estructura de corrupción; 10) se ahoga y descapitaliza la cultura pero se subvencionan los espéctaculos sangrientos y de alienación colectiva, como las corridas de toros. Y todo esto lo gestiona una asociación de presuntos malhechores repleta de nacionalcatólicos, embusteros y matones.
 
Frente a ello, la izquierda, como siempre, está atomizada, enfrentada, hundida. El PSOE, con una larga gestión de gobierno con luces y sombras, ha sucumbido al colaboracionismo con una derecha nacionalcatólica, disfrazada de neoliberal, está aburguesado y carece de programa convincente que no sea la conservación del trono, el altar, los caciquismos locales y las poltronas de sus dirigentes y no osa presentar una moción de censura a un gobierno de franquistas. IU es ya un grupo marginal  aferrado como siempre a su política de antisocialismo visceral que la convierte en aliada objetiva de la derecha fascista y actualmente está en proceso de desaparición fagocitada por Podemos. Podemos, una fuerza emergente, no consigue superar, aunque se lo proponga, las viejas limitaciones del antisocialismo y es víctima de una mezcla de oportunismo, jerarquización, ambigüedad, pedantería y culto a la personalidad que la descalifican como verdadera renovación de la izquierda. Por último, los confusos intentos de articulación de una cuarta opción que levanta bandera propia y aparte bajo el absurdo grito de la confluencia y la unidad, al estilo de Ahora en Común, no parece ser otra cosa que una colección de divos y divas en procura de algún lugar en el escenario político sin más base real que sus ganas de figurar porque el grado de narcisismo en sus filas es muy elevado.
 
En todos estos grupos disparatados, enfrentados y divididos tengo amigos y no quisiera enfadarme con ninguno. Pero, para refutar lo que aquí se dice serán precisas pruebas y no mohínes. En todo ellos, igualmente, hay intelectuales que, probablemente, vean cómo la unidad de la izquierda, de toda la izquierda, es la única posibilidad real de ganar las elecciones. Pero, siendo orgánicos o enchufados de unas u otras tendencias, prefieren mantener sus privilegios antes que caer en desgracia de las jefaturas políticas y económicas que los otorgan, entrando en controversias que pongan de relieve las maniobras de las camarillas para conservar sus cargos y evitar una unidad real.
 
En esta situación de bloqueo, con una derecha franquista en pleno control del poder y sus inmensos recursos, legales e ilegales y una izquierda a la gresca interminable, el resultado más probable de las elecciones generales del próximo diciembre será un nuevo triunfo del PP que noquee a la izquierda para una larga temporada o haga algo quizá peor: cooptar a lo que quede del PSOE en un gobierno de gran coalición con la excusa de preservar la integridad territorial del país. A pesar de que su ruptura ha venido propiciada en muy gran medida por la política provocadora, intolerante, nacionalista y catalanófoba de la derecha franquista.
 
Sabido es, antes de esas generales hay unas plebiscitarias catalanas en las que el resultado, a su vez también probable, será un triunfo holgado del bloque independentista. Esta previsión pone a las izquierdas del Estado español antes sendas nítidas alternativas. En efecto: ¿qué hará un izquierdista catalán coherente? Está claro: votar por la independencia. ¿Y un izquierdista español coherente? Exactamente lo mismo: votar por la independencia.
 
La independencia de Cataluña es lo único que puede sacudir este país, España, en estado catatónico desde hace más de trescientos años. Un país que, gracias a los abusos de una derecha franquista que no es democrática ni nunca lo fue, y una izquierda fragmentada y enfrentada en estúpidos odios narcisistas se apresta a continuar por la senda del hundimiento secular.
 
Estas izquierdas fracasadas, incapaces de atender al primer y más urgente mandato del sentido común, que es unirse, andan desgranando promesas a los catalanes de reformas constitucionales, procesos constituyentes o referéndums que no estarán jamás en condiciones de cumplir. Y no lo estarán porque no tienen garantizado el acceso al poder y, por lo tanto, tales promesas no son meros deseos ingenuos, sino verdaderos intentos de engaño y fraude.
 
Por eso, la opción a corto plazo no puede ser otra que el voto por el bloque independentista, el triunfo de este y si, en las generales, el resultado real y tangible permite a la fragmentada izquierda española hacer alguna promesa creíble, escucharla con educación y cierto escepticismo.
 
Entre tanto, amig@s, el peix al cove.

dilluns, 14 de setembre del 2015

Aquí no se para nada.

¡Vaya entrevista que infligió ayer Ana Pastor a Artur Mas! No es un problema de buen o mal periodismo. Al fin y al cabo los periodistas, como cada quisque, tienen su forma de ver las cosas, sus ideas y sus ideologías, al menos en España. Es un problema de buena o mala educación. Presentarte en el lugar de un mandatario a hacerle unas preguntas, hacérselas pero no dejarle contestarlas, acosarlo, atosigarlo sin respiro no es periodismo. Es, simple y llanamente, petulancia, intemperancia y, sobre todo, muy mala educación. No se interrumpe a la gente a la que se interroga invariablemente a los diez segundos de que haya empezado a hablar. Eso es insoportable. A ella le parecerá el colmo de la valentía, el arrojo y la profesionalidad periodística pero no pasa de ser una impertinencia. Obviamente no se trata de que cada pregunta sirva para que el el entrevistado se largue un monólogo autojustificativo. Al contrario, para evitar eso, si se produce, es bueno que el (la) periodista interrumpa y no lo deje evadirse. Pero no a los diez segundos de hablar. Asimismo no se trata de que se permita al entrevistado irse por las chimbambas, cosa a la que los políticos son muy aficionados, pero tampoco de cortarle en cuanto empieza a decir algo y elevar la voz, tratando de superponerla a la del otro en un guirigay insufrible de esos de tertulia de bocazas.
 
En cualquier caso Mas, que ya debía de estar preparado, no  se descompuso. Llegó a decir a la entrevistadora que le dejara responder, lo cual ya es pintoresco, rechazó el alud de acusaciones que Pastor le trasladó como si fuera un acta policial y colocó el meollo de su mensaje claramente: a partir del 27 de septiembre, si el bloque del "sí" tiene mayoría suficiente, pondrá en marcha la hoja de ruta para la independencia en 18 meses. Si en España, a partir de diciembre, hay un gobierno nuevo y muy distinto del actual, cosa que él duda y Palinuro también, y ese gobierno ofrece negociaciones, ellos, los independentistas, están dispuestos a hablar, pero sin detener la hoja de ruta. Todo lo más están dispuestos a hablar sobre el modo de implementar el resultado del 27 de septiembre.
 
Por cierto, a estas alturas ya sabe todo el mundo en España que lo más probable es un triunfo muy holgado de la opción independentista y unos datos deplorables para el PSCy el PP, así como discretitos para Podemos y una migaja más para C's. Eso es lo que tiene de los nervios a los tres líderes españoles que ayer echaron el domingo en Cataluña como missi dominici de la Monarquía borbónica en tierras de infieles republicanos.
 
Palinuro no siente especial simpatía por Mas, como no la siente por ningún líder neoliberal. Pero una cosa son las discrepancias políticas y otra muy distinta llamarse a andana cuando uno es testigo de que alguien, en este caso Mas, está siendo brutalmente acosado por todo el nacionalismo español, sus instituciones, sus partidos, su Iglesia y sus periodistas; que, como él mismo señaló, llevan diez años investigándolo minuciosanente con su partido sin que hasta la fecha haya nada concreto. Y plantear, como ha hecho Pastor, una entrevista para repetir todas las acusaciones habitualmente infundadas del nacionalismo español no es precisamente un timbre de gloria.
 
La periodista, sin embargo, se llevó una verdadera primicia para casa, algo esencial, fundamental pero que, es muy de temer, no entendió, porque a ella lo que le gusta son las cosas simples de si  este pone la mano en el fuego por el otro y necedades de ese tipo. La primicia consistió en la formal declaración de Mas de aceptar un referéndum de autodeterminación en Cataluña como el que se hizo en Escocia. Y, por supuesto, vinculante, como el escocés. Palinuro está obligado a señalar que, si ese referéndum se hubiera celebrado hace dos o tres años en lugar de prohibirlo con una obcecación típicamente española, ahora no nos encontraríamos en la situación en la que nos encontramos.
 
Mas salió muy bien parado de la entrevista y la claridad de sus ideas y de sus propósitos ponen de manifiesto su voluntad y su categoría como político democrático, sea cual sea nuestro juicio en otros aspectos de su acción de gobierno. Y, si alguien tiene alguna duda imagínese qué sucedería si, en lugar de Mas, Ana Pastor entrevistara a Rajoy con ese mismo espíritu.

divendres, 11 de setembre del 2015

El precio de los errores.

Reaparece el CIS con una oportuna encuesta publicada el día nacional de Cataluña y la obvia misión de enfriar los ardientes fervores independentistas. Muy mal han de estar las cosas para que el instituto demoscópico venga a calcar el sondeo que publicaba ayer El periódico de Catalunya y Palinuro comentaba en De sondeos y de abuelos. Muy mal en el sentido de que la mayoría vaticinada a favor de la independencia pueda ser mucho más alta. Ya la que dan y llaman "mayoría absoluta raspada" contribuirá poco a mitigar las ilusiones. Quizá lo haga más la lluvia. Solo con que caiga la mitad de lo que ha caído hoy en Barcelona, llenar la Meridiana va a requerir tesón, fuerza de voluntad y entusiasmo. Y tengo para mí que de todo eso hay mucho. Si no llueve, el exitazo independentista es casi seguro, al margen de las trifulcas de presencias o ausencias. Reina un ánimo de ahora o nunca y eso empezará a notarse en la Diada.

El pobre CIS, bajo sospecha de parcialidad a las órdenes de un gobierno que no para en barras a la hora de ingerirse en todos los órdenes de la vida, en aplicación de su peculiar sentido del liberalismo, no puede hacer gran cosa por desactivar el impulso independentista. Pero El País echa una mano con un titular cargado de intencionalidad: mayoría independentista de escaños, pero no de votos. Ojo: no de votos. Completa asimismo su carga de profundidad (por ahora) con un insólito y agresivo editorial titulado Independencia del 3% y es una pieza de ataque directo, despiadado, brutal al presidente catalán. Un escrito ad hominem tan feroz que parece de la misma "caverna carpetovetónica" del que expresamente quiere diferenciarse. Un editorial injusto por dos razones:

Primera, porque se obstina en presentar el movimiento independentista como una maniobra personal de Mas, como unaa argucia para impedir que se le investigue, se depuren responsabilidades, etc., y no como lo que es, un movimiento social partidista y no partidista, cívico, transversal, pacífico, democrático y masivo. Lo cual implica que, para el editorialista, en su ciega soberbia, miles, cientos de miles, quizá millones de catalanes son estúpidos borregos a quienes un hábil tramposo estilo Hamelin lleva hacia el precipicio , como dice Duran, sabedor quizá de que el primero en despeñarse será él, pues Unió seguramente no tendrá representación en el Parlamento.

Segunda, porque esa misma crítica y acusación puede hacerse a Rajoy, el PP y el gobierno, literalmente carcomidos por la corrupción, con Bárcenas, Gürteles, Púnicas, Bankias, etc., etc. Pero, que se sepa, ni El País ni nadie en España y menos que nadie la oposición se ha puesto tan exigente con ellos como con Mas. Ni El País ni la oposición mayoritaria han pedido la dimisión de Rajoy y mucho menos una moción de censura. Es una diferencia de trato tan discriminatoria que resulta vejatoria.

Pero el grueso del ataque unionista no está en este tipo de acusaciones de poco vuelo. El fondo de su crítica, lo que se propone como base de argumentación a la hora de ir contra el independentismo, es la reseñada diferencia entre escaños y votos. Estas elecciones, dicen los unionistas, no son un plebiscito, en donde todos los votos valen igual. Los independentistas hacen trampa al presentar unas elecciones ordinarias (con escrutinio según el sistema electoral) como un plebiscito porque en las elecciones no todos los votos tienen el mismo peso. Argumento ciertamente atendible. Y hay más: como las elecciones son normales, no plebiscitarias, no se puede tomar como criterio para una posible DUI el número de escaños. Hay que tomar el de votos.

Es un poco paradójico: si se quiere la DUI hay que tener una cantidad de votos superior al 44%. Puede ser. De todo cabe hablar, pero es imposible olvidar que el independentismo ve estas elecciones con ánimo plebiscitario porque el gobierno, de acuerdo en esto con la mayor parte de la oposición, casi todos los medios de comunicación y el resto de aparatos del Estado no le dejaaron hacer un referéndum, como se venía pidiendo de tiempo atrás. El referéndum de Escocia, una situación análoga a la de Cataluña, demostró que no hay razones válidas para negar el ejercicio del derecho de autodeterminación a un pueblo, una nación.

Si ese referéndum se hubiera celebrado en su día en unas condiciones pactadas, es casi seguro que un 44% de apoyo a la independencia hubiera sucumbido ante un porcentaje mayor de unionismo. Pero el referéndum (que, muy probablemente habrá que hacer al final) se prohibió y ahora lo que decide no es el porcentaje de votos sino el de escaños.

La prohibición fue un error, por decirlo suavemente.

Y los errores se pagan.

dilluns, 6 de juliol del 2015

NO.

La crisis griega es la crisis europea. El 61º% del "no" frente al 38% del "sí", hace sonar lo que El País llama la hora de la verdad en Europa. Es la expresión que suele emplearse para liquidar una tanda de mentiras y´quizá para iniciar otra. Durante muchos años se ha criticado la Europa de los bancos y se ha propugnado la de los pueblos. Pues ha llegado la hora de la verdad: un pueblo ha dicho "no" a los bancos. "No" a los bancos, pero sí a Europa como ha señalado Tsipras al decir que interpreta el "no" como una autorización a negociar de nuevo, no como una orden de ruptura. Negociar con Europa, negociar en Europa, sin salir del euro.

Pero la UE lo tiene ahora mucho más difícil. Nadie sabe nada de las consecuencias. El intento de imposición de un plan económico venía apoyado por los razonamientos incontrovertibles de toda clase de expertos que, a su vez, se enfrentaban a otros no menos expertos a favor del "no". Porque, en el fondo, ninguno de ellos tenía la menor idea de lo que iba a pasar o pueda pasar ahora. No era cuestión de cuentas y economías, sino de voluntad política. Y así sigue, después del referéndum pero con los griegos fortalecidos. Porque hoy hay tanta incertidumbre como ayer, pero ya sabemos cómo piensa el pueblo soberano. Por eso, en realidad, nunca quisieron referéndum (el poder nunca quiere referéndums, excepto cuando los organiza él para perpetuarse), como no lo quiso y a él renunció cobardemente Papandreu.

Los banqueros y los bancarios sonreirán con escepticismo reconociendo que se trata de una victoria de la dignidad pero que la dignidad no se come y habrá que sentarse a hacer números. Cierto. Pero habrá que sentarse de nuevo, con nueva voluntad, nuevas propuestas, porque la situación así lo exige. La Troika llevó al máximo la presión para chantajear por el sí en la esperanza de sentar de nuevo a la mesa a Grecia pero aun más debilitada. Se ha encontrado con una Grecia fortalecida, pero sin que ella haya aumentado su capacidad de acción. Al contrario.

La UE no puede permitir la salida de Grecia del euro porque ignora qué consecuencias pueda tener para toda la zona y, por extensión, la UE. Pero tampoco puede dejarla en dónde está porque carece de planes para ella, al haber fracasado el propuesto. Parece una mala posición pero, si se mira bien, todavía puede encontrarse en otras peores. Por ejemplo, la situación de contagio. No se podía acceder a las peticiones griegas de quita y reestructuración por el temor al posible contagio de otros países, España, Portugal. Y ahora resulta que el temor es a que se contagie el "no" de los pueblos a los esquemas de la troika. Aparte de la mala imagen que el episodio ofrece de la UE, club de banqueros codiciosos, políticos serviles, extorsionadores financieros, tampoco el resultado trasluce habilidad o inteligencia aceptables.

A ver cómo estos banqueros y financieros, cuya voluntad europea es nula, según se ve en los secreteos del TTIP, pueden salvar su negocio ante la amenaza de que el ejemplo griego, que es como el 15M de Europa, encienda un movimiento de reconsideración de la misma UE que se obstina en hacer pagar a los pueblos las consecuencias de sus colusiones a espaldas de ellos.

Paradójicamente, España recogerá consecuencias beneficiosas del zaska heleno a la banca, a pesar de que tres de los cuatro políticos cabezas partidos españoles, propugnaron el "sí". "Grecia no es España", decía hace unos años el bueno de Sánchez. No lo será, pero el ganador del referéndum griego de ayer fue Iglesias y no él, Podemos y no el PSOE. De los otros dos poco cabe decir. Rajoy, en su cabal función de furriel del capital, pedía el "sí" con su habitual fuerza de convicción y Rivera, más dado, si cabe, a marear la perdiz que el señor de La Moncloa, también pedía el sí para que los griegos pudieran seguir siendo "compatriotas".

La competencia está entre Podemos y el PSOE. Podemos ha pedido el "no", como se esperaba y ha ganado muchos puntos, no solo por aparecer del lado triunfador sino porque ese triunfo consolida su imagen interna en España. Manteniendo las "nombres paralelos", Podemos/Syriza, toma cuerpo y verosimilitud una opción de izquierda radical no comunista. La lectura es obvia: "sí se puede plantar cara a la troika".

El patinazo lo ha dado el PSOE. Sánchez se arrancó al comienzo reconociendo el derecho de los griegos a hacer un referéndum que, recuérdese, fue rechazado en todas partes. Pero pidió el "sí" sin necesidad alguna y aunque, posteriormente, matizó dejando el asunto en que los griegos actuaran "con responsabilidad", sobre todo Tsipras era evidente que su idea seguía siendo el "sí", una metedura de pata considerable. Encontrarte entre los perdedores cuando, por tu tradición y espíritu, debieras estar entre los vencedores quiere decir que algo no te funciona.

Me atrevo a hacer una conjetura de esas llamadas contrafácticas: si Zapatero, en su día, se hubiera atrevido a hacer lo que ha hecho Tsipras en lugar de conchabarse con el PP para una vergonzante reforma constitucional, a lo mejor la crisis sí que era ya historia. En qué medida aprende el PSOE de los errores del pasado se ve en que ha vuelto a equivocarse de bando. 

dissabte, 4 de juliol del 2015

Flujo y reflujo.

La opinion pública es como el mar. Nunca está quieta. Hasta cuando parece inmóvil, como la calma chicha, contiene fuerzas actuando. Llega la pleamar casi inadvertida y se va luego como vino. La opinión se encrespa, recede, se agita, se solivianta, se aplaca.

El resultado de la segunda oleada del CEO, Centre d'Estudis d'Opinió, correspondiente al mes de junio pasado, es un jarro de agua fría sobre los ardores independentistas. La prensa de Madrid ha mandado heraldos con clarines: los partidarios del "no" a la independencia de Cataluña llegan al 50%, mientras que los del "sí" se quedan siete puntos por detrás, en un mísero 42,9%. Con esto, obviamente, no cabe una Declaración Unilateral de Independencia (DUI). Las intenciones de voto a los partidos son, respectivamente, un 34,2% a favor de los independentistas, CiU, ERC y CUP (en el momento de la encuesta, CiU aún existía) y un 29% a favor de los no independentistas, Podemos, PSC, C's y PP. Los votos de EU-ICV, 3,5% podrían distribuirse a partes iguales, pues la organización se divide por la mitad en achaques de independencia. Convertidos en escaños, esos resultados están lejos de garantizar una mayoría parlamentaria suficiente para la DUI.
 
Calma chicha que pudiera preceder a la tormenta. Suele señalarse que el CEO es un "CIS catalán", pero con eso no está diciéndose nada. Los datos sorprenden por lo negativos que son para la Generalitat. No faltará, sin embargo, quien argumente con algún retorcimiento, que los malos augurios están "cocinados", para enardecer los mustios ánimos independentistas. No parece muy probable, entre otras cosas porque esos ánimos tienen poco de mustios. Entre los resultados del sondeo y el espíritu nacionalista, catalán que los españoles consideran hegemónico, hay cierta disonancia.
 
Por ello, el propio CEO se siente obligado a contextualizar el sondeo, recordando que el trabajo de campo se hizo antes de la escisión de CiU y la consiguiente resurrección de la lista única civil por la independencia que Mas quiere encargar a la Assemblea Nacional Catalana. Es posible que estos movimientos cuenten, pero también pueden ser pura espuma de los días, marejadilla sin consecuencias. Por mucha lista única o lista país o lista patria que se presente, si, como parece, el electorado se inclina por votar más en clave social que nacional en septiembre, el carácter plebiscitario de las elecciones quedará muy deslucido.
 
En definitiva, esto no es un drama. Si la lista única no se presenta o pierde, los soberanistas mantendrán su derecho a seguir exigiendo la consulta de autodeterminación de modo pleno y no de tapadillo, a  través de unas elecciones pensadas para otra cosa. Y, a la hora de negociar con el nacionalismo español, el catalán tendrá una posición quizá no muy sólida, pero sí muy clara.
 
Por supuesto, el resultado también puede ser muy diferente al previsto por el sondeo. Hay fuerzas ocultas en el fondo que mantienen en tensión la opinión independentista. Los partidarios de la independencia (37,9%) no son mayoría absoluta pero sí una potente mayoría simple. Y apoyada en un sentimiento más amplio puesto que el 63% de la población cree que Cataluña no ha conseguido un grado suficiente de autonomía.
 
Terminado el tiempo de la ambigüedades, Podemos aparece firmemente anclado en el campo español de rechazo al Estado catalán independiente. Un 70,4% de sus votantes no lo quiere. Son menos que en el PSC (85,5%) y que en C's (94%) o el PP (97,8%), pero son más de dos tercios de sus apoyos. El bloque españolista en Cataluña, a su vez, compite en el eje izquierda/derecha, de forma que, ya lo dijimos, Podemos riñe el lugar al PSC, como al PSOE en España, y como en España, parece estancado, mientras asiste a la recuperación del PSC.
 
La más curiosa es la disonancia que se produce entre la intención del voto en las elecciones autonómicas y en las generales. Ha sido siempre un rasgo de Cataluña, pero ahora parece hacerse más visible. Así como el electorado vota mayoritariamente por opciones nacionalistas en la Comunidad, al Congreso manda un nutrido frente de izquierdas, con Podemos en primer lugar, ERC en segundo y el PSC en tercero, relegando a los burgueses de CiU a un cuarto puesto. Se denota aquí una intencionalidad diferenciada. Los analistas políticos hablarán de la sabiduría del electorado catalán, que prima el nacionalismo en su casa y la izquierda en la de todos. Hasta en eso van a parecerse el PSOE y Podemos, en que los dos derivarán del contingente catalán buena parte de la fuerza de sus grupos parlamentarios en el Congreso, que auguran ser numerosos.
 
Para los nacionalistas más exaltados, cualquier cosa que no sea la independencia será un fracaso. Para los posibilistas, que son un buen puñado, la situación es halagüeña pues el haber llevado la iniciativa política los ha puesto en posición  ganadora suceda lo que suceda ya que solo es previsible el triunfo de su programa máximo, la independencia, o del mínimo, una reforma constitucional de carácter federal.  
 
Ambas opciones son, en principio, posibles. Pero la independentista pasa por reflujo. La necesidad de articularla ahora como lista patriótica, al haber desaparecido CiU, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La ventaja principal -y también su mayor inconveniente- es dar a Mas una base política de acción interpartidista, transversal, incluso aunque él mismo decida quitarse del primer plano. Eso da al voto un carácter caudillista que suele inspirar miedo en los sectores más conservadores de la opinión que no tienen por qué ser necesariamente los de la derecha burguesa.
 
Además, esos sectores no carecen de opciones alternativas que les mitiguen la mala conciencia nacional. Podem y el PSC son el puente de plata del reformismo que todavía puede tener a Cataluña unida a España, la última esperanza, el último tren en el que muchos querrán acomodarse. Con ERC en el parlamento, habrá un bloque catalán de izquierda que velará por el respeto a la condición nacional de Cataluña dentro de una España reformada. O eso se dice.
 
Suena a previsible. De hecho, Errejón lo ha formulado con su habitual contundencia gracianesca que saca a muchos de quicio pero es cristalina:  "Cuando aparece la posibilidad de reformar el Estado, se reduce la voluntad de construir otras repúblicas”. Obvio, ¿no? Una vez construido el Pueblo, ¿quién va a querer independizarse?
 
Oriol Junqueras suele explicarse igualmente como un libro abierto y avisa de lo improbable de que, pasadas las elecciones de noviembre, haya una mayoría en las Cortes para acometer reforma alguna de la Constitución. Y no se hable ya del proceso constituyente, una figura que comparten hasta las monjas.

dissabte, 20 de desembre del 2014

Cataluña según los catalanes ahora mismo.


El Centre d'Estudis d'Opinió. (CEO) ha publicado su Enquesta sobre context polític a Catalunya. 2014 con trabajo de campo hace unos días. Probablemente la prensa española no le dará mucha relavancia, pues está más pendiente de los barómetros del CIS. Y debiera, in embargo, ya que los trabajos del CEO son tan importantes para Cataluña y, por ende, para España como los del CIS para España y, por ende, para Cataluña. La enquesta catalana da un cuadro que los partidos españoles harían bien en considerar. Porque es un cuadro distinto al español. Repasando las partes del sondeo se echa de ver enseguida que Cataluña es otra cosa. La autoubicación ideológica del electorado no coincide con la de España y hay otros datos no menos significativos. Uno por todos: la intención directa de voto de Podemos en elecciones autonómicas está en un miserable 4,6%, a dos décimas del PSC pero muy por debajo de CiU y ERC. Compárese con la intención de voto en Andalucía, en donde, si no he leído mal, es la primera o la segunda. Sube, sin embargo, a un 14,7% y es la primera, en unas hipotéticas elecciones al Congreso de los diputados, lo cual indica un comportamiento dual del voto, muy digno de tenerse en cuenta. Por lo que hace al PP, si su intención de voto en Andalucía es alta, en Cataluña en las autonómicas está en un ridículo 1,8%, con claro riesgo de quedarse en un partido extraparlamentario y tampoco aumenta mucho en unas generales, pues se quedaría en un 3,4%. Realmente, es otra cosa. Eso se nota en un sistema de partidos más complejo y fragmentado que en el resto de España.

El dato más significativo es que, en este momento, los contrarios a la independencia de Cataluña son mayoría. Por poco, pero mayoría. Cuando se desglosa esa mayoría, otra mayoría en su seno propugna una estatalidad federal frente a otros que quieren ser una autonomía en España o, mucha menor medida, una región española. Lo cual significa que, de las propuestas de los partidos españoles para Cataluña, la que parecería gozar de mejores perspectivas sería la federal del PSOE. Tiene centralidad. A ella podrían sumarse algunos partidarios del estatuto de Comunidad Autónoma por exceso y otros partidarios de la independencia por defecto, pues cálculo humano habitual suele ser quedarse con el mal menor. Esto obliga al PSOE a perfilar con mayor esmero esa oferta federal. Porque federalismos hay de varios tipos y, si ha de recurrirse a la reforma de la Constitución (CE) (y dado el puntillismo del PP que quiere conocer hasta las comas de cualquier proyecto de revisión) conviene especificar lo más posible.

A su vez los soberanistas, aun estando en minoría, cuentan con un apoyo sustancial, pero no podrán cuantificarlo en tanto no haya elecciones formales. Y elecciones reclama el bloque soberanista. Si no están fijadas ya es, al parecer, debido a la falta de acuerdo acerca de cómo concurrirá a ellas, con o sin lista única. Es un debate complicado que depende exclusivamente de los catalanes. Estos, a su vez, juegan en un horizonte de elecciones municipales que son españolas. Por eso las autonómicas catalanas han de ser antes ya que de ellas se quiere que salga otra decisión política trascendental: una declaración unilateral de independencia o la convocatoria de otro referéndum y, tanto en un caso como en el otro, tendrían lugar en el proceso hacia las elecciones legislativas españolas de 2015. Resulta absurdo ignorar que en esas elecciones va a ser decisiva la cuestión catalana.

Con eso cuenta el bloque soberanista y por eso las CUPs apremian a Podemos a clarificar su posición respecto a un posible referéndum de autodeterminación. Podemos, con su 4,6% de intención de voto, muy inferior a la del resto del Estado pero que puede tener su peso. La cuestión es si Podemos puede clarificar. Hacerlo a favor de la autodeterminación se considera receta segura para perder votos en España. Hacerlo en contra tiene difícil acomodo en una perspectiva de izquierda.

Los nacionalistas españoles no disponen de más salida que la opción federal y una reforma a fondo de la CE. Y no tienen garantizado en modo alguno el éxito. Para los soberanistas llega tarde y es insuficiente. Para los integristas españoles es un salto en el vacío. Por cierto, lamentable también ese obstinado rechazo a toda reforma de la Constitución. Indica el mismo miedo que la negativa al derecho de autodeterminación de los catalanes; miedo a que salga lo que no se quiere que salga, pero cuya posibilidad se admite porque, en el fondo, los negacionistas no confían en su propia nación ni en la Constitución que dicen defender. Ya se sabe y por eso no se dice que la verdadera dificultad es la Monarquía y la eventualidad de que una reforma quisiera afectarla. Claro, la Monarquía está prendida con alfileres y su defensa consiste en imposibilitar la reforma de la CE. Sin embargo seguirá siendo problemática mientras su legitimidad no proceda de la voluntad popular.

A este respecto los catalanes también son otra cosa. En Cataluña es mayoritario un partido expresamente republicano, cosa que en España el PSOE no se atreve a ser, habiéndose convertido en un partido dinástico. Se escuda en la hoja de parra de la teoría de la accidentalidad de las formas de gobierno que en España, con su historia, no es admisible.

dimarts, 11 de novembre del 2014

El foro catalán a derecha y a izquierda.


Aquí lleva todo el mundo tres años soltando pestes sobre el gobierno de Rajoy por muy diferentes motivos, criticándole todas sus políticas, achacándole todos los males, culpándolo de todas las corrupciones. Hablando, vamos. Pero los únicos que han hecho algo han sido los soberanistas catalanes. Del dicho al hecho...
 
Los nacionalistas españoles se enteran ahora de que el asunto va en serio y Cataluña ha salido de la nube de la indiferencia, el hastío y el desprecio que la envuelve habitualmente para ocupar un lugar central en el debate público. Aunque no para todos. La derecha está encrespada. La izquierda dinástica, el PSOE, triturada entre soberanistas y unionistas en el Principado, insta desesperadamente a Rajoy a negociar una reforma de la Constitución, en lugar de enviar los corchetes a detener a Mas. La izquierda no dinástica sigue sin enterarse de la cuestión catalana porque está muy ocupada tratando de entenderse a sí misma. La consulta cuya importancia política nadie puede negar es la primera manifestación del hecho ya señalado por Palinuro de que los catalanes llevan la iniciativa política. Y eso se traduce en hacer, cosa distinta al hablar.
 
Ayer decíamos que lo más interesante serían los juicios de las partes ganadoras. Han sido inmediatos. Ahí están. Convergència presenta un ultimátum al gobierno para negociar o irá a elecciones anticipadas que llama "plebiscitarias" con gran descontento de los académicos que todavía andan diferenciando el plebiscito del reféréndum. ERC, como Harpo Marx, quiere otro huevo duro y pide que las elecciones sean "constituyentes", mínimo envite que acepta Junqueras a quien gustaría mucho más un órdago de Declaración Unilateral de Independencia.  Supongo, porque no lo sé de cierto, que las entidades cívicas querrán gobierno de concentración.
 
Para no tener efectos jurídicos la consulta parece a punto de parir media docena de ellos.
 
Por  eso, hay que actuar. El nacionalismo español entra en combate sin una idea clara de en dónde está el enemigo, como suele sucederle. Por eso dispara en todas direcciones y hasta se dispara a sí misma. La derecha, se decía más arriba, está encrespada. Los catalanes han ultrajado a España, pisoteado la nación española y arrebatado la soberanía al pueblo español. Hay que ir contra ellos con el código penal, los tribunales tienen que actuar y hacerlo también contra quienes por dejadez, incompetencia o complicidad, han permitido que unos sediciosos impongan su ley en un trozo de España. Cospedal pide acciones judiciales contra Mas y Vox contra Rajoy. Si acaban juntos en la cárcel podrían aprovechar los vis a vis para  negociar, cosa que todo el mundo les insta a hacer, aunque nadie sepa sobre qué, especialmente Rajoy, cuyo conocimiento de la situación y capacidad para resolverla han quedado ya claros. En todo caso la respuesta solo puede ser una: fiscalía, policía, tribunales, código penal. 
 
No es un espíritu muy proclive a la negociación, así que los de Convergència ya pueden dar por cumplido el plazo de dos semanas. Eso si no les cae la intemerata por atreverse a presentar un ultimatum a la autoridad aunque sea incompetente.
 
"Soluciones políticas", no judiciales, pide la izquierda dinástica por boca de Pedro Sánchez quien ha girado una visita al Virreinato catalán como podía haber ido al de la Nueva España. Ni palabra sobre el federalismo, lo cual es inteligente porque, aunque pudiera explicarlo más, acabará siempre pidiendo la reforma de la Constitución, así que es más sensato pedir esta directamente y luego, los dioses dirán. O se quedan mudos porque los socialistas aportan poco a la cuestión catalana desde el momento en que anunciaron estar con el gobierno sin fisuras.
 
La izquierda no dinástica tiene su propio laberinto y en él anda perdida con confluencias, matices, críticas, conflictos amistosos y menos amistosos, fusiones, planes y contraplanes de organización y actuación. Este mundo tiene sus propias reglas, códigos, horizontes, hasta su propio lenguaje y apenas hay cabida a una consideración a fondo de la cuestión catalana. Así, mientras unos Podem catalanes apoyan el derecho a decidir y la consulta, otros Podemos, como el exfiscal Jiménez Villarejo, son radicalmente contrarios al soberanismo.
 
Aquí muerde la crítica de Garzón que señala la ambigüedad en el discurso de Podemos; ambigüedad en la cuestión catalana, en la de la Iglesia, en la de la República, evidentes ya desde los primeros días. La ambigüedad es táctica obvia al servicio del objetivo estratégico: ganar las elecciones. Ahí se cuela el populismo, si bien en sentido académico, matiza el diputado de IU, y con él, el mayor peligro, el de construir un gigante con pies de barro. Puede ser, desde luego. Y, ¿cómo se evita ese peligro? Eliminando ambigüedad, dice Garzón quien afirma no estar dispuesto a negar u ocultar su republicanismo solo por ganar votos. O sea, la solución consiste en substituir el gigante con pies de barro por un pigmeo con pies de barro.  

dilluns, 10 de novembre del 2014

De ayer a hoy.


"Esa consulta es ilegal y no va a celebrarse." Rajoy, categórico y rotundo. Y con él, sus mirmidones. La vicepresidenta, en modo chivato, amenazaba a Mas con poner tras sus pasos a la Fiscalía. Ésta, por su cuenta, husmea ahora en los locales de la consulta en busca de delitos. El gobierno azuzaba al Tribunal Constitucional y acababa de hundir su escasísima autoridad. El ministro de Justicia, un Maquiavelo de campanario, perdonaba la vida al President si desertaba de su obligación. Se recurrió a la guerra sucia en todo el espectro, desde la filtración de dossiers a los ataques informáticos, pasando por el secuestro del censo. Los aliados echaron una manita. El socialista Francisco Vázquez quería ver los tanques patrullando las ramblas de Barcelona, en donde hay demasiados libros. Rosa Díez denunciaba la consulta en pleno en el juzgado de guardia y pedía al juez que retirara las urnas, como si fueran explosivos.

Pero la consulta ilegal se celebró. La Fiscalía se quedó con las ganas. Nadie hizo caso al TC. Mas reclamó para sí la responsabilidad del proceso y noqueó al ministro. Pujol fue a votar. La web de la Generalitat aguantó. Lo reconoció El País, que el día anterior, con gran ojo crítico, había calificado la consulta de inútil, admitiendo que el dispositivo de la Generalitat pasa la prueba. Hubo, pues, garantías democráticas de sobra. Votaron más de dos millones de catalan@s. Los tanques faltaron a la cita y los jueces rechazaron por desproporcionada la petición de Rosa Díez

La consulta que se celebró era ilegal. La única conclusión de este hecho es que el gobierno ha faltado a su obligación de cumplir y hacer cumplir la ley, aunque sea lo que él entiende por tal, algo cada vez más misterioso. Y si el gobierno incumple la ley, estaremos de acuerdo, debe dimitir. O haber instado antes un cambio legal para permitir la consulta. Ambas cosas tan ajenas a su espíritu como el respeto por la verdad. La ley solo se cambia cuando interesa al gobierno y dimitir es, como se dice en las redes, un nombre ruso.

Además, ¿por qué dimitir si lo de ayer es algo inútil, según "El País", convertido en asesor aúlico de la Moncloa cuando Rajoy afirma que la consulta es un "inútil ejercicio antidemocrático"? Entre tanto, el diario, que aún no es "La Razón", ha moderado el tono y ahora llama a la consulta "alternativa". Ya no es "inútil"; pero es "antidemocrática", dictamina Rajoy que de democracia sabe más que Pericles. En fin, se trata de una kermesse finisemanal, una chaladura de nazis nacionalistas a quienes ha dado por sacar urnas como el que saca la mascota, algo poco serio para cualquier persona digna con sentido común del que manda Dios. ¿Por qué va a dimitir el estadista monclovita de la Gran Nación por una jamboree de boys scouts?

Si tan de risa era y es, no se entiende porqué se movilizaron casi todos los recursos del Estado para frenarla y por qué no fueron todos. Y menos se entiende que el ministro de Justicia esté dispuesto a proceder disciplinariamente y, es de suponer, abrir expediente a directores de instituto, guardias de tráfico y personal de limpieza de los locales. Y, ya puestos, que expediente a los 2,2 millones de votantes por el antidemocrático hecho de haber ido a votar.

A Rajoy le dará mucha risa pero la consulta que no iba a celebrarse se ha celebrado; él ha quedado como un cantamañanas y la jornada ha sido un triunfo en general de l@s catalan@s, admirado en el mundo entero por su dignidad y civismo y en particular de Artur Mas que, con un liderazgo mosaico, tiene a su pueblo a la vista de la tierra prometida de la independencia o, para los izquierdistas que lo acompañan, al estilo del Mao de la larga marcha ya a la vista de la base de Yenan. Mas representa una victoria política, moral y también jurídica (el derecho a decidir es un derecho, según mi amigo Joan Ridao) de l@s catalanes. Su figura se ha engrandecido en la medida en que la de Rajoy se ha empequeñecido. El Gulliver del país de los enanos ha pasado al país de los gigantes.

Y por si hubiera alguna duda, Mas escenificó un triunfo al estilo de los césares romanos pero en la época de internet. Compareció en directo antiplasma ante una muchedumbre de periodistas de aquí, de allá y de acullá, más de los que presenciaron lo de Escocia; respondió a todas las preguntas sin haberlas pactado de antemano en las lenguas en que se le formulaban y realizó una declaración de intenciones también en cuatro idiomas, catalán, inglés, francés y español de la que probablemente Rajoy se enteró el último.

¿Qué propone Mas? Sentarse a negociar con Rajoy. El gobierno ya ha comenzado a refunfuñar que el asunto está muy crudo, dada la actitud rebelde de la Generalitat. Pero eso será como siempre. En cuanto telefoneen dos o tres dignatarios, todo será afirmar que la mano ha estado siempre tendida al diálogo,  dentro de la ley. Pero eso, ¿qué significa ahora cuando 2,2 millones de personas han participado en una votación ilegal? Ya se irá viendo.

Lo más interesante, creo, es el impacto de la victoria en el campo soberanista. Se ha alcanzado la meta: han votado tantos como los que votaron a los partidos de esta querencia. Y ahora, ¿qué? ¿Negociación con el Estado? ¿DUI? ¿Elecciones anticipadas? ¿Gobierno de concentración? Opciones abiertas a la política que seguiremos en próximos días.

Volveremos igualmente para tratar de explicar cómo la ineptitud del gobierno, al prohibir, pero no impedir, la consulta se ha dado de bruces con el peor escenario posible, uno que exagera la importancia relativa del independentismo. Es imposible hacerlo peor. Claro que no es solo él el culpable. Lo es el conjunto del nacionalismo español cuya ceguera parece ya predestinación.

(La imagen es una foto de Convergents, bajo licencia Creative Commons).

diumenge, 9 de novembre del 2014

Fort Apache resiste.



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A mitad de la jornada decisiva de hoy, cuando los catalanes han salido por enésima vez al carrer a hacerse respetar, se han enfrentado a este gobierno de incompetentes y corruptos y a su tribunalillo constitucional, y están dando un ejemplo de civismo, democracia y dignidad colectiva que mañana alabará todo el mundo, estoy encantado de compartir el programa que hicimos en Fort Apache, dirigido por Pablo Iglesias, con participación de gente guay. 

La derecha española ha hecho todo cuanto ha podido para impedir esta votación: amenazas, chantajes, guerra sucia, recursos y más recursos. Inútilmente. El referéndum "ilegal" se ha celebrado contra la voluntad del gobierno y su tribunalillo. Y cuando digo "derecha española" incluyo el gobierno, sus espías y agentes provocadores, el PP, sus tertulianos a sueldo (público, claro), los medios de papel, empezando por El País, ya reducido a la siniestra caricatura de lo que fue, la patronal, la banca, la Iglesia y buena parte del PSOE. IU y Podemos apenas salvan la cara a base de ponerse muy de perfil. 

Al no conseguirlo porque, además de reaccionaria y corrupta, la derecha española es incompetente, sale hoy esta indignidad que tenemos de presidente negando valor a la consulta, según la línea argumental facilitada por El País y declarándola "antidemocrática". 

Carece de sentido debatir con esta gente. Vamos a ver qué resultado da la consulta que, seguro estoy, será espectacular y, a continuación a sentarnos a ver si este inútil que tiene su país al borde mismo de la ruptura, además de considerar que los sinvergüenzas y ladrones son "referentes" morales, tiene el mínimo sentido común de irse a su casa, de donde no debió salir nunca. 

Espero que el programa resulte interesante. Se emitió ayer. 

¿Qué se vota hoy?


Hay algo simbólico en la fecha del 9N. Tal día como hoy hace casi un cuarto de siglo caía el muro de Berlín, símbolo de la guerra fría. La República Democrática Alemana llevaba días, semanas, meses, en la incertidumbre, la confusión, el desconcierto que bordearon el caos en las horas anteriores a la caída. Nadie sabía nada, nadie daba órdenes, nadie era responsable y, al final, el comandante del check point de la Bornholmer Strasse ordenó por su cuenta a los vopos que abrieran la puerta. El muro que dividió Berlín durante 30 años acababa de caer. Triunfaba así el movimiento de autoconciencia progresiva de los alemanes orientales que los llevó a decidir por su cuenta bajo la consigna Wir sind das Volk, "somos el pueblo", sin olvidar que, en alemán, el mismo término designa "pueblo" y "nación". Algo parecido a la consigna de una de las diadas que ha desembocado en esta votación de hoy, som una nació, nosaltres decidim. Sí, hay algo simbólico.


En absoluto, tercia el nacionalismo español. Esa comparación es un dislate absoluto. Parece mentira que se comparen procesos radicalmente opuestos. Los alemanes se alzaron para unirse; los catalanes, para separarse. Aquellos querían abolir fronteras; estos, erigirlas. Aquellos querían librarse de la dictadura; estos quieren implantar la dictadura nacionalista. Todo eso es opinable; puede ser o no. Pero lo seguro en ambos casos es que se trata de movilizaciones sociales masivas, pacíficas, democráticas, que cuestionan un ordenamiento jurídico que consideran injusto, opresivo, incluso tiránico. Y que quieren decidir, autodeterminarse. Lo interesante es cómo respondió la autoridad encargada de imponer ese ordenamiento jurídico, cuestionado en sus mismos fundamentos constitucionales. Los alemanes cedieron sin más. Los españoles empezaron prohibiendo no ya que los catalanes se vayan o se queden sino el hecho de que puedan opinar sobre ello.

Desde el principio el gobierno fue taxativo: "la consulta, el referéndum, es ilegal y no va a celebrarse". Ni Quebec, ni Escocia ni mandangas. No y no. Artículo 2 de la Constitución Española de la que Rajoy es fiel custodio. No se sabe si lo de hoy es una consulta, un referéndum, una participación o un sondeo sui generis. Pero lo que, de momento, parece indudable es que va a celebrarse. De ser así, el gobierno tendrá que comerse sus palabras: la consulta se celebra.

Han fallado las amenazas directas, como cuando la vicepresidenta avisaba a Mas de que la fiscalía lo vigilaría con especial ahínco, algo que recuerda las admoniciones de los colegios de curas y monjas. También las más belicosas, aunque quedan algunos que, como el socialista Francisco Vázquez, ex-embajador en la Santa Sede, piden sacar los tanques a la calle, una providencia que las tradiciones patrias reservaban al generalato. Fracaso han cosechado las amenazas más sutiles y, en el fondo, más estúpidas, como la de ese ministro de Justicia que, buscando una salida de lo que llaman los expertos en negociaciones win-win, o sea, mutuo beneficio, promete que el Estado no actuará si la Generalitat se desmarca de la consulta y se la confía a la sociedad civil o a los coros y danzas. Tú haces mutis por foro y yo no envío los alguaciles. Ha faltado tiempo a Mas para ofrecerse al martirio responsabilizando a la Generalitat y, por tanto, a sí mismo de la convocatoria.

Ahora el astuto ministro Catalá habrá de mostrar en qué consiste la acción del Estado. Tema escabroso porque a ciencia casi cierta, nadie en este gobierno de gentes incalificables tiene la menor idea. Ni siquiera a quién compete qué, cómo y cuándo, lo que permite colegir el exitazo del cacareado título VIII de la Constitución.

Es tradicional asimismo en España la reacción de ridiculizar aquello que no se puede prohibir. "Los catalanes no van a votar porque eso es ilegal y antidemocrático". Los catalanes votan. ¡Ah, pero esa votación es un remedo, una farsa, un simulacro, un guiñol, carece de toda validez, eficacia y sentido! Es la línea en este momento. El mismo Rajoy que requería la acción del Tribunal Constitucional para prohibir o suspender un referéndum ilegal y lo llamaba así, es el que dice ahora con sorna y desprecio que “Lo de mañana ni es un referéndum ni es una consulta”. Piensa que es una chifladura, una cosa de locos y lo deja ver con su habitual diplomacia al esperar que el lunes"se recupere la cordura". En los fines de semana a los catalanes se les va la olla.

El desprecio que respira esta actitud es compartido por fuerzas sociales relevantes. El País interpreta la noticia para despistados: Cataluña celebra un 9-N inútil para definir su encaje en España. Inútil. En portada. Si para Rajoy los catalanes están locos, para El País son unos necios. Acompaña las baterías de portada con un torpedo en forma de editorial titulado Del 9-N al 10-N en el que, tras abroncar a Mas, la Generalitat, los soberanistas, por convocar un simulacro, una pamema, viene a decir lo mismo que Rajoy, esto es, algo así como "aquí no ha pasado nada, no hemos visto nada, no procederemos contra los responsables, vayamos al 10N, que es lo que importa". Haya cordura, negociación. Más o menos la melodía que interpreta una docena de columnistas de lo que antaño fue un periódico serio.

La táctica de cubrir de ridículo tampoco va a funcionar. La consulta catalana se sigue con gran interés en todo el mundo y la prensa internacional no envía 300 corresponsales a cubrir un simulacro, ni le dedica portadas y editoriales o programas de televisión. Doy fe porque hace dos días me preguntaron de una agencia de noticias sueca, TT. Tampoco van los observadores internacionales a presenciar verbenas.

Cuestionar, ridiculizar la consulta por sus deficiencias en materia de garantías democráticas es un buen golpe, pero tropieza con dos potentes contragolpes. De un lado, los catalanes han dado sobradas muestras de capacidad logística para organizar procesos similares con garantías razonables, pacíficos, muy concurridos, con asistencia de cientos de miles, millones de personas. La colaboración de las instituciones públicas con unas potentes organizaciones sociales, prácticamente desconocidas en el resto de España, lo posibilitan.

El segundo contragolpe funcionará hoy. Depende de la participación. Si votan dos o tres millones será un éxito; si lo hace medio millón, un fracaso. El debate estará entre medias. Y habrá que ver asimismo qué votan, si "no", "sí, sí" o "sí, no". Salga lo que salga, la votación es ya un triunfo. Y, efectivamente, tras el 9N llegará el 10N, a inaugurar una etapa nueva. Pero los mandatos de quienes se sienten eventualmente a negociar tendrán muy distinto valor según hayan sido los resultados de ese simulacro-farsa-pitorreo de la consulta que no es consulta pero sí es consulta.

Y una consulta que es el primer paso de la soberanía catalana puesto que se trata de un acto contrario a la voluntad del Estado y de la suspensión/prohibición del Tribunal Constitucional. No es posible predecir el resultado que dará un referéndum de autodeterminación cuando se haga pero sí está claro ya, en opinión de Palinuro, que no cabe seguir negando a los catalanes la condición de nación. 

No una banda de chiflados, Rajoy, sino una nación, ein Volk. Con todos sus derechos.


divendres, 7 de novembre del 2014

De un idiota a otro.


Hace un mes, aprox., Rajoy se vio en la triste obligación de terminar de apuñalar por la espalda a su entonces ministro de Justicia, Gallardón. Era este uno de esos estúpidos engreídos, seguros de sí mismos por lo fácil que lo han tenido todo en la vida, incapaces de entender el mundo en el que viven, insensibles al juicio moral general de la gente, ciegos en su soberbia dogmática, altaneros en sus convicciones más cavernarias. El presidente del gobierno, viéndolo tan necio, sabiondo y meapilas, lo puso en ese ministerio seguro de que así se quitaba de encima la insoportable presión de los curas, con el encargo de hacer una ley contra el aborto que satisficiera a la clerigalla y los sectores más inhumanos, trogloditas y asesinos de los "provida". Jugada maestra: si esa ley contra el aborto y la libertad de las mujeres salía adelante, sería la ley Rajoy; si, como ha pasado, era necesario retirar el adefesio, sería el fracaso Gallardón. Y, ya puestos, además de retirar el proyecto, había llegado el momento de prescindir del proyectista, el idiota altanero que había creído en la palabra de Rajoy quien, como todo el mundo sabe y él mismo reconoce, carece de ella.

Eran momentos delicados. Había que buscar un relevo rápidamente y Rajoy creyó dar con una fórmula feliz: nombraría sucesor a un tal Rafael Catalá. Así conseguía dos objetivos: mostrar que no le duelen prendas de promover a un Catalá, a pesar de su apellido, y poner la Justicia y el asunto de la consulta del 9N en manos de un fino jurista. Lo primero no era muy relevante. Lo segundo, era decisivo. Y lo ha sido. El fino jurista se despachó ayer con una imbecilidad de la que sin duda se sentía muy orgulloso y, probablemente, explicó a Rajoy en privado: cómo, mediante una hábil estratagema había desactivado el 9N, ofreciendo una salida honrosa del laberinto al pobre Mas y evitando la necesidad de una intervención del Estado que nadie, absolutamente nadie y menos que nadie el necio que preside el gobierno, sabe en qué pueda consistir. La inteligente fórmula en la que quizá hayan participado las lumbreras de El País y que este destacaba triunfante era: El Gobierno está dispuesto a permitir el 9-N si la Generalitat no participa.

Cree el fino jurista, cree el idiota, que todos están en la compota. Así que hoy, Artur Mas, quien, al margen de la que cada cual piense de sus opiniones políticas (Palinuro las encuentra detestables) tiene una talla de político y gobernante que Rajoy no alcanzará jamás aunque tenga siete vidas, ha reivindicado la responsabilidad por la consulta, como hacen los hombres honrados, los que tienen palabra, los que afrontan las consecuencias de sus actos, los que no engañan, ni mienten, ni se desdicen u ocultan; o sea, los que no son Rajoy. Cierto que pide el apoyo de la sociedad civil. Pero ese ya lo tenía antes de que el idiota de turno lanzara su estratagema. Y seguirá teniéndolo.
¿Y por qué es idiota le propuesta del ministro Catalá? Sencillamente porque al afirmar que el gobierno no actuará si la Generalitat acepta tal o cual condición, antes de asegurarse de qué haría la Generalitat, no le queda ahora otro remedio que actuar (cosa que todavía estaba en el aire antes de la  artimaña del ministro) si la Generalitat no se aviene. Como ha sucedido. Lo maravilloso y lo que da al ministro Catalá todas las papeletas para completar su título de notario mayor del Reino con otro de idiota mayor del mismo lugar, es que ni él, ni Rajoy ni nadie de este gobierno que es un monumento a la incompetencia más ranciamente española, tienen la menor idea de qué significará en concreto que el gobierno actúe.
Esta situación pide una glosa sobre el exitazo del Estado autonómico del título VIII de la CE a la vista de la hoy ya inevitable consulta. Quédese para mañana o pasado, día D.

dilluns, 6 d’octubre del 2014

El diálogo absoluto.

Rajoy insiste en ofrecer diálogo a Mas si la Generalitat retira la convocatoria de la consulta o acepta la suspensión de la ley pertinente dictada por el Tribunal Constitucional. Mas glosa la exhibición de unidad de las fuerzas soberanistas esperando que Rajoy vea por fin la necesidad de diálogo como Pablo de Tarso vio la luz de la verdad. A Alicia Sánchez Camacho, la inexistencia del imprescindible diálogo, sistemáticamente torpedeado por Mas, le quita el sueño, como si fuera un íncubo. Cayo Lara se sube al vagón de Pedro Sánchez y pide a Rajoy y Mas que se sienten a dialogar. Diálogo piden intelectuales que no hace muchas fechas sostenían que no había nada que dialogar. Diálogo, mucho diálogo, piden empresarios y banqueros. Diálogo aconsejan instancias internacionales y pide la prensa extranjera. Y con cierta irritación: Bloomberg publicaba el otro día un editorial durísimo frente a la intransigencia de Rajoy y poco menos que lo conminaba a coger el AVE y presentarse en Barcelona, a abrir un diálogo con Mas que encauce un conflicto con mala pinta.

Diálogo es la panacea. Lo dice el saber popular tradicional. Hablando se entiende la gente. Y hay que entenderse en lugar de pegarse. El romper barreras, dialogar, hablar es la base de la convivencia. Por eso las cámaras representativas del mundo entero se llaman Parlamento, porque son lugares en los que se va a hablar. Muchos dicen que no sirven para nada porque precisamente lo único que hacen es hablar. Otros, al contrario, creen que el hablar es ya un hacer. Hablar, contrastar opiniones distintas, llegar a acuerdos es la esencia del diálogo.

El diálogo no es solo la vía, la única vía, para entenderse y ponerse de acuerdo. También es la forma que en muchos casos toma el conocimiento. Media historia de la filosofía está escrita en forma de diálogos, y una parte importante de los avances científicos y de la literatura. Casi todas las obras utópicas son dialogadas. El saber que el diálogo genera es dialéctico, por oposición, se mueve, avanza, permite vivir porque aporta luz y permite deshacerse de lo viejo y caduco. Igualmente, algunas de las obras satíricas más demoledoras tienen forma de diálogo, incluyendo el género epistolar que es una especie de diálogo narrado. No estoy seguro de si un diálogo, hoy inalcanzable por cuanto se ve, ayudaría a Rajoy a conocer algo de la realidad sobre la que opina a diario a base de topicazos sin enjundia, pero intentarlo no le vendría mal.
El diálogo tiene una aureola de sacralidad, una connotación tan positiva que, a veces, se ha dado por bueno que las partes se hayan sentado a dialogar no por voluntad propia sino obligadas por un poder superior. Se atribuye al diálogo una fuerza taumatúrgica. El milagro de la paz salida de la guerra. Pero ¿valen todos los diálogos? ¿No tienen precondiciones, condiciones, contextos? ¿No son abordados con espíritus distintos? A veces los diálogos son imposibles porque los dialogantes hablan lenguajes diferentes, aunque la lengua sea la misma. A veces no se entienden porque falta la voluntad de entenderse y de lo que se trata es de simular espíritu de diálogo cuando no se tiene sino el contrario, la derrota incondicional del otro.
¿Cómo quiere dialogar la Generalitat? Lo ha mostrado en varias ocasiones: en términos de peticiones o reivindicaciones que el gobierno central ha rechazado; han ido creciendo y siempre cosechando la misma negativa; y han culminado por ahora en la convocatoria de la consulta, asimismo denegada. En todas las ocasiones el presidente del gobierno ha explicado que está dispuesto a dialogar sobre lo que sea excepto sobre la reivindicación concreta de que se trate porque la ley no lo permite. Pasó con el concierto económico, siguió con las 23 peticiones de Mas y se corona ahora con la consulta.
Mas justifica sus actos como respuesta a una petición popular manifiesta en movilizaciones sociales sin precedentes, incluido el casi unánime apoyo municipal a la consulta y articulada en la forma de una unidad de acción de las fuerzas soberanistas que, en la práctica y a estos efectos, actúa ya como una especie de gobierno de concentración a la sombra. ¿Hasta dónde puede llegar un líder emergente que puede chocar con la legalidad del Estado? Es imposible predecirlo porque no depende de él solo. La vicepresidenta del gobierno ha anunciado en tono poco amable que la Fiscalía estará muy pendiente de lo que haga Mas. O sea, una amenaza, cosa casi inevitable en estos gobernantes tan autoritarios.
Pero la cuestión es si el gobierno español puede hacer algo más que amenazar. Que no quiere diálogo alguno, pues prefiere la confrontación, es patente. Lo repite Mas: no es un problema jurídico o legal; es un problema de falta de voluntad. De falta de voluntad de dialogar, haciendo ver que la hay a raudales. Y de otra falta más grave, falta de ideas, de razones, de propuestas. No se quiere el diálogo porque no hay nada que aportar a él. La última condición impuesta, esto es, que Mas retire la consulta y luego hablaremos, equivale a un rotundo "diálogo, no".  Pedir a la otra parte que renuncie a la posición que le da la fuerza para dialogar antes de empezar a hacerlo es como pedirle que salgan de uno en uno y con las manos en alto. No sirve para nada porque, aparte del peligro de aureolar a Mas de mártir con cualquier medida represiva, no tiene en cuenta la complejidad del nacionalismo catalán y la relación de fuerzas en su seno.
El único guión que el nacionalismo español gobernante acepta es el ataque al proyecto soberanista en la vía jurídica, con exclusión de debate político alguno, así como en el terreno de las presiones, las maniobras, el juego sucio y la intoxicación mediática. Su objetivo es el desmoronamiento de la unidad política soberanista, sometida a muchas presiones. La reciente dimisión de un vocal del consejo para la consulta argumentando que esta no ofrece garantías democráticas, puede apuntar en esa dirección. Si la unidad no aguanta hasta el 9N, quizá haya elecciones anticipadas. Si la unidad aguanta, según lo que suceda ese día, al siguiente puede empezar por fin un diálogo.
En lo demás, todo está abierto, todos pueden meter la gamba de aquí al 9N. Pero algo queda claro: el límite de legalidad invocado siempre por Rajoy para cerrarse al diálogo se da también en un contexto de uso. Según el presidente, las leyes pueden cambiarse, pero no violarse. Para cambiar las leyes, por supuesto, consenso y diálogo. Ese espíritu de legalidad tiene sus peculiaridades. Pongo un ejemplo muy ilustrativo por el tema de que se trata y los momentos en que se plasma, al inicio mismo de la legislatura y ahora, hace un par de días. Lo primero que hizo el gobierno de Rajoy fue valerse de su mayoría absoluta en el Congreso para cambiar la Ley de Radio Televisión de Zapatero que obligaba a elegir un director del ente por una mayoría supercualificada y consenso. Así nombró por mayoría absoluta al hombre más leal y fiel a sus designios con encargo de convertir RTVE en un órgano de agitprop. Diálogo, cero. Hace unos días, dimitido ese mismo director, que ha hundido el ente, el PP ha ofrecido diálogo al PSOE para ponerse de acuerdo en uno nuevo. En menos de veinticuatro horas lo ha roto y propuesto al comisario político de su preferencia.
Son formas distintas de entender el diálogo. Está es la llamada "absoluta".